sábado, 30 de noviembre de 2019

Advirtamos qué sistema nos impone a la «contrarreforma agraria integral»


Representa, en exclusivo, los intereses lucrativos de los oligopolios expropiadores de
los bienes comunes de toda la humanidad.
 

El desafío, abajo y a la izquierda, es generalizar la percepción (o sea conocimiento y toma de partido) sobre:
 
¿México a contracorriente de Latinoamérica?
25 de noviembre de 2019
Por Óscar García González (Rebelión)

Hace poco más de 25 años mientras se consolidaba la globalización neoliberal, la izquierda se replegaba después de la caída del muro de Berlín y el derrumbe del socialismo real. La idea del fin de la historia y las ideologías se difundió como una verdad científica, eterna y universal.
Serían los pueblos mayas: tzeltales, tzotziles, choles, tojolabales, zoques y un pequeño grupo de mestizos agrupados en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional quienes con su particular manera de hacer política dieron visibilidad a las luchas indígenas del continente y renovaron el discurso y los símbolos de algunos de los movimientos sociales de izquierda a nivel planetario.
Se ha comenzado a discutir cuándo comenzó el siglo XXI. Para no pocas de las mentes más lúcidas contemporáneas ello ocurrió, paradójicamente el mismo día en el que México entraba al primer mundo con el TLC, con la aparición armada del neozapatismo en 1994, su evolución posterior e impactos no siempre reconocidos. Con tal acontecimiento inició un ciclo de movilizaciones que finalmente fueron capitalizadas por la ola de los gobiernos progresistas.
Cuando dicho ciclo parecía haberse agotado por una combinación de golpes blandos como en Honduras, Paraguay o Brasil (el más reciente en Bolivia parece más bien obedecer al tradicional estilo de las viejas dictaduras del Cono Sur en el siglo pasado), y alternancias de diversa índole, en las que la única constante fue el modelo económico aunque con diversos matices en el discurso: nacionalistas, desarrollistas o incluso socialistas; en México por primera vez en su historia reciente va a llegar al gobierno (no necesariamente al poder) un presidente electo democráticamente, mismo que alguna vez se definió de izquierda.
Pero si en México se ha iniciado desde el gobierno la Cuarta Transformación del país, en otras latitudes del continente los movimientos sociales protagonizan una serie de estallidos sociales en contra de políticas económicas implementadas por presidentes democráticamente electos. El contraste no podría ser mayor, a simple vista pareciera que el gobierno mexicano va a contracorriente de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos con excepción de los de Cuba y Venezuela (pero sin parecerse tampoco a éstos). Sin embargo un examen más minucioso nos revela que la afirmación anterior es tan sólo una apariencia.
En el segundo semestre del año estamos experimentado un aceleramiento en las contradicciones de lo que el recientemente fallecido Immanuel Wallerstein denominó sistema mundo. Desde Puerto Rico a la Patagonia nuestramérica reciente al agotamiento de un modelo que privatiza las riquezas y socializa las “pérdidas”, un sistema depredador y extractivista que pone en peligro la reproducción de la vida misma.
El protagonismo de los movimientos indígenas y feministas en este renovado ciclo de luchas es un factor que no todos las instituciones e intelectuales están dispuestos a valorar pero que son fundamentales en Ecuador, Chile, Bolivia y Colombia.
México que vio los albores de la primera revolución del siglo XX vive ahora una encrucijada de compleja resolución tanto para sus movimientos sociales como para su gobierno. Este último buscando por un lado la ratificación del T-MEC y negándose a encabezar el bloque antineoliberal que le propusieron los mandatarios de Venezuela y el presidente electo de Argentina, para en cuestión de días otorgar asilo a Evo Morales uno de los principales críticos de EEUU. Los movimientos sociales no deben permitirse la pasividad en aras de la legitimidad de un gobierno que reproduce las mismas políticas que favorecieron un golpe de estado como el de Bolivia.
 
 
Tratemos, abajo y a la izquierda, de indagar y reflexionar respecto a cómo diversidades de abajo están enfrentando al modo extractivista de producción del capitalismo en el Abya Yala y planteando alternativas postcapitalistas de: soberanía alimentaria, agroecología, buenos vivires.
 
Porqué dejar de delegar 
la soberanía de los pueblos.

La actual situación catastrófica del país y del Abya Yala responde a la ofensiva del sistema mundo capitalista contra los pueblos, los trabajadores y los campesinos e indígenas de todo el planeta. El sistema mundo capitalista no lo hace por estar en prosperidad. Desde 2008 está en crisis estructural globalizada por casi nulo aumento en la inversión productiva y la débil generación de plusvalía.

En el Abya Yala, desde mediados de los setenta, la alianza de transnacionales y sus Estados con las elites locales ha ido desterritorializando y reterritorializando el continente, de un modo multifacético e integral, para garantizar su incesante acumulación gran capitalista mediante, fundamentalmente, los extractivismos. Hoy tiende a generalizar e intensificar el Plan Colombia donde la política de estado (bajo adoctrinamiento de EE.UU. y de Israel) es el paramilitarismo asociado al narcotráfico con fines de control sobre posibles o reales insubordinaciones populares para garantizar el clima de negocios de las transnacionales.

Acaba de transcurrir octubre y fue trascendente por las “revueltas en América Latina” al decir de Zibechi quien descubre, detrás de sus distintas formas de expresión, causas comunes: los problemas sociales y económicos que genera el extractivismo o acumulación por despojo. Por extractivismos se entiende a los monocultivos transgénicos de exportación; la megaminería; el fracking para extracción de hidrocarburos petrificados; las mega-obras de infraestructura, de turismo y de especulación inmobiliaria urbana. Que no sólo destruyen la naturaleza y quitan/envenenan a bienes comunes naturales sino también agravan cada vez más la desigualdad y la exclusión sociales con las consecuentes militarización de los territorios y la violencia contra las mujeres, o feminicidio.
 
En Argentina, las instituciones de representación política y gremial han estado bloqueando la resistencia al ajuste sin anestesia. Se valieron primero de modelar la esperanza de que los dramas comiencen a superarse mediante las elecciones. Y cuando sucede el rotundo triunfo de la fórmula F-F, lo atribuyen a la sabia voluntad popular. La elogian tanto como si buscasen tapar la realidad concreta de que no resultó en ¡fuera Macri! Al contrario, resultó en continuidad del aguante abajo y de la tregua política. Pero se desentienden de las consecuencias de estar imponiendo el aguante al hambre, la desesperación y la represión.
 
Es que, en acuerdo con la función de las elecciones, no les preocupa el empobrecimiento y su profundización sino que sólo procuran mantener la gobernabilidad y la legitimación del privilegio a ‘inversores’ y ‘acreedores’ por sobre las necesidades e intereses populares. También así se explica porqué prosiguió el acuerdo entreambos bandos de la ‘grieta’ en acelerar el agravamiento extremo de las condiciones mayoritarias de vida y trabajo. Por un lado, para que el nuevo gobierno justifique no actuar según las expectativas del electorado en razón de la pesada herencia. Por otro lado, acelerar la expansión de extractivismos mediante la implantación estatal del amedrentamiento popular por dejar sin sueldos ni obras sociales como, lo ejemplifica, la gravísima situación de docentes y trabajadores estatales de la provincia de Chubut donde el gobierno de Arcione pertenece al Partido Justicialista, Frente de Todos.

Así como José Luís Gioja fue designado presidente del Partido Nacional Justicialista en momentos en que se denunciaban derrames de cianuro desde 2011 por la Barrick Gold en el río Jachal, el carácter antipopular del PJ vuelve a patentizarse en que no se responsabiliza ante las consecuencias presentes y futuras del hambre, la desesperación y la represión. Pero sí se preocupa por el Estado –bajo gestión progresista o neoliberal- en sus distintas jurisdicciones siga gestionando la expansión de la acumulación gran capitalista. Que se realiza por súper explotación del trabajo social y de la naturaleza y por despojo de territorios (o arrasamiento de comunidades, culturas e identidades plurinacionales y acaparamiento de tierras y otros bienes comunes).

Pareciera hoy que ha surgido la ayuda a los desposeídos de todo por el sistema. Ambas “o” (oficialismo y oposición) promulgaron la ley que prorroga hasta el año 2022 la emergencia alimentaria que rige desde 2002. Dicen atender al reclamo de los movimientos sociales. Sin embargo, los del oficialismo celebraron la redacción del proyecto porque las metas fiscales de Cambiemos no son afectadas ni se quita al Poder Ejecutivo la facultad de reasignar partidas presupuestarias.

Por su parte, a semanas de las elecciones, el Frente de Todos ha consolidado la usurpación del poder popular mediante la unidad de las CTA con la CGT. Persigue la ‘paz social’ o la delegación del poder de decidir el destino común de las grandes mayorías sea como sea y programa la lucha contra el hambre en vez de contra la acumulación de riquezas y poder del gran capital local e imperialista. Por el contrario, la garantiza promoviendo el desarrollo de los extractivismos.
 
Ambas “o” mantienen a las mayorías en la creencia de no tener otra que conformarse con sobrevivir. Sobre todo, lo consiguen situándolas de espaldas a las defensas y recuperaciones de territorios y bienes comunes que diversidades de abajo están concretando a lo largo y ancho del país-continente. De ahí lo perentorio de convocar a instalarlas en la agenda social mirando a convertirlas en políticas de la unión de pueblos y naciones del país-continente.

Porqué involucrar en el poder mirando a constituyente del asumir las disputas de territorios y no, en el establecido por los progresismos

 Los incendios de la Amazonía patentizan el porqué de la urgencia de generalizar el compromiso político cultural con la defensa de los bienes comunes naturales como el agua en sus distintos ciclos, cuerpos y estados; biodiversidades, ecosistemas y biomas como las praderas; climas, suelos, semillas, etc.  Que no tienen fronteras y están siendo destruidos por el sistema mundo capitalista que, cada vez más, sólo procura el lucro de corto plazo de l@s poc@s que los expropian y acaparan.

Urge generalizar la toma de conciencia respecto a que los aproximadamente 76.000 incendios de la Amazonía no sólo ocurrieron en Brasil y Paraguay sino también en la Bolivia del gobierno de Evo Morales-Álvaro García Linera. Son producto de las políticas de estado de promover al sistema global de agronegocios y a la deforestación para la expansión tanto de la agricultura sin campesinos ni indígenas como de la complementaria ganadería industrial. En contraste, un millón quinientos mil indígenas que viven actualmente en la Amazonía, como naciones y comunidades, ejemplifican la relevancia del trabajo comunitario según buenos vivires que -durante siglos- ha creado tan gigantesco bioma con importancia fundamental para la vida en el planeta. Es clave que una creciente mayoría de les de abajo sin fronteras valore la obra indígena que son las selvas y los bosques donde se maximizan las biodiversidades creadoras de los equilibrios ecológicos. Sobre todo, haga el viraje desde su conformismo o resignación a la lógica del Capital hacia la expresada en:

Pueblos indígenas de la Amazonia que declaran emergencia humanitaria y ambiental

(..)La carta fue hecha pública a través de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), conformada por las organizaciones indígenas de los nueve países que comparten el bioma amazónico. Las organizaciones reconocieron que desde su carácter internacional existe un interés común en encontrar modelos de desarrollo alternativo en el que prime la protección de la biodiversidad, la estabilidad climática y las condiciones para garantizar la vida para las generaciones futuras en las que son fundamentales los aportes de los sistemas de conocimiento tradicional y espiritual para la vida de los pueblos indígenas.
 
«Desde hace años los Pueblos y Organizaciones Indígenas hemos advertido sobre la necesidad de cambiar las prioridades en los “Objetivos de Desarrollo Sostenibles” para enfocar todos los esfuerzos sociales, culturales, políticos y económicos en la protección de la vida y del territorio de toda la humanidad, que en una relación armonía y equilibrio puedan garantizar la estabilidad climática global. A pesar de nuestras luchas los avances son pocos, mientras que el modelo económico imperante sigue usando el planeta como un banco de recursos, principalmente los territorios indígenas, con lo que se agrava el riesgo de que el planeta se haga inhabitable, y en donde claramente se evidencia a la luz de los ojos del mundo un Genocidio físico y cultural», escriben en la carta. (..) Leer

 

La quema de la Amazonía aclara sobre qué son los ecocidios y cómo implican genocidios silenciados e invisibilizados. Ocultamiento a destapar facilitando la percepción, de una creciente mayoría, sobre el protagonismo de eses ninguneades en las luchas por los derechos humanos y de la naturaleza. Estos últimos se refieren al funcionamiento básico e imprescindible de la naturaleza para la vida de todes en el planeta.

El encubrimiento de los genocidios es posible, ante todo, por gravitación entre les diverses de abajo del racismo y de la concepción burguesa de progreso y bienestar social. Por eso, a quienes somos izquierdas coherentes o anticapitalistas consecuentes, nos urge interpelar e involucrar al «nosotros/as» de les diverses de abajo en cuestionar ese conformismo ideológico con el sistema expoliador. Precisamos facilitar en esas nosotras/os la ruptura con la visión que naturaliza al desarrollo económico e internacional del capitalismo asumiéndolo como el único posible. Nuestro « nosotras/os » necesita descubrirlo mirando en exclusivo hacia les adueñades de las condiciones y medios de vida de casi toda la humanidad. También necesita reparar en que a es@s usurpadores les reconocemos como el imbatible e ineludible poder real.

Esta creencia en la fatalidad de que los grandes capitales saqueen y contaminen es cuestionada y transgredida por los pueblos originarios, las comunidades campesinas y la Unión de Asambleas de Comunidades (UAC) al defender los territorios y afirmar autonomías. También lo hacen todas las otras organizaciones de autoconvocados para resistir al despojo de bienes comunes. De ahí que las luchas indígenas y socioambientales sean estigmatizadas por los poderes dominantes como contrarias al progreso y al empleo de poblaciones empobrecidas. El 60% de los asesinatos mundiales de los líderes de esas luchas, donde las tres cuartas partes eran indígenas, han sucedido en el Abya Yala y se destaca Brasil.

En la convocatoria a su V Cumbre de noviembre de 2013, los Pueblos Indígenas del Abya Yala manifiestan:A 520 años de la invasión a nuestro continente, estamos presentes para decir qué resistimos, qué construimos y qué proponemos. Que no pudieron asimilarnos ni exterminarnos. Que nos identificamos como hijos de la Madre Tierra. Que estamos decididos a ejercer nuestro derecho a la libre determinación. A defender nuestros territorios y decidir nuestra propia forma de vida”.

Otres protagonistas son fundamentales en analizar el porqué y los cómo entretejer comunalidades y territorialidades. Han constituido uniones en diversidad sobre la base de singularidades colectivas que se han ido, o se están, originando por desobedecer a las normas preestablecidas desde arriba. Son importantes al abrir rumbos hacia potencialidades invencibles por nuestros opresores y hacia potencialidades creadoras de buenos vivires entre les diverses de abajo. Mencionemos a:

  •  El "Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales y personas no binarias" de octubre de 2019 es producto de un andar de décadas desobedeciendo al capitalismo, al patriarcado, a las iglesias…e ir haciendo valer sus derechos. En correlación está la Marea Verde que ejemplifica cuán importante es interpelar a los políticos, uno de los desafíos que se plantea GQG, en el período electoral y además durante la vida cotidiana. Ambos movimientos de los feminismos nos descubren esencial que la defensa de los territorios sea junto a la de los cuerpos y espíritus. En fin, el ecologismo feminista fundamenta el imperativo de viraje desde la economía productivista hacia la economía reproductiva.
     
  • La Unión de Científic@s Comprometid@s con la Sociedad y la Naturaleza (UCCS), así como l@s médic@s y otr@s profesionales que asumen sus especializaciones en acuerdo con necesidades e intereses populares. En simultáneo están cambiando sus roles programados por el capitalismo, los están socializando como es indispensable que todos los sectores populares lo hagan para ir construyendo desde ahora la democracia real y efectiva.
     
  • El movimiento internacional de jóvenes reclamando acciones concretas para superar la emergencia climática y ecológica ha conseguido un amplio consenso intra e intergeneracional tan importante que derechas extremas de Europa que negaban la crisis climática comienzan algunas a incluirlas en sus plataformas electorales.

El amplio consenso mundial de atender a la emergencia ecológica climática es una oportunidad de multiplicar espacios en común para la deliberación de los pueblos sobre las causas de tan catastróficas situaciones socio-ambientales. Porque las graves perturbaciones climáticas son síntomas de la crisis ecológica que la vida planetaria sufre por el sistema mundo capitalista.

Justamente la defensa de los territorios y los bienes comunes naturales se realiza para impedir la devastación ecológica y la desintegración de las comunidades y del país en economías de enclave. Esa defensa enfrenta a las transnacionales, al gobierno-Estado en sus distintas jurisdicciones y a los poderes económicos locales. Que, en contubernio, llevan a cabo los extractivismos destructores tanto de ecosistemas como de comunidades. Todavía más, todos los extractivismos producen envenenamientos y exclusiones sociales originando enfermedades discapacitantes o mortales, pobreza estructural, desnutrición y hambre.

En ese entretejerse y comunalizarse es perentorio unirse a construcciones desde abajo en procura de justicia social y por otros modos de vida y trabajo como:
-La de los organismos de derechos humanos por reivindicar a los 30.000 desaparecidos e ir por la condena a cárcel común de los responsables (civiles, militares, policiales y esclesiásticos) de planificar, beneficiarse y ejecutar el genocidio de los 70.
-Las que denuncian y van contra el Nunca Más “gatillo fácil” y cárceles superpobladas de jóvenes desposeídos de todo y bajo estado de excepción.
-Las redes de educación popular y bachilleratos populares.
-El Foro Nacional por un programa agrario, soberano y popular. Una unión, no sólo de los y las trabajadoras de la tierra, sino también de los que pugnan por una soberanía alimentaria, un avance de la producción agroecológica sin el uso de venenos en los campos, y por sobre todas las cosas con un objetivo claro en el horizonte: la reforma agraria integral.
 -La economía popular y solidaria que, junto a las organizaciones en procura de recuperar la soberanía alimentaria, promueve: otros modos de producción, circulación, intercambio y consumo.
-Las autoorganizaciones populares mirando por los derechos a viviendas dignas y a la vida en ciudades; la defensa de los humedales, los espacios verdes, el manejo integral de las cuencas hidrográficas y el medio ambiente sano. Lo hacen contra los desarrolladores urbanos que privilegian los mega  emprendimientos comerciales, turísticos e inmobiliarios por sobre la vida humana de las grandes mayorías y la no humana.

También implica lucha contra los countries y barrios cerrados que no sólo segregan la sociedad sino también acaparan bienes comunes (naturales y sociales) despilfarrándoles, causan inundaciones mortales y desertifican la Pampa Húmeda, el bioma que sostiene a la producción alimentaria pero cuya súper explotación mercantil por el sistema mundo capitalista y su expresión local, la están haciendo desaparecer.

Gustavo Castro, uno de los principales referentes de las luchas antiextractivistas en México y Centroamérica, señala que la disputa en AL es el territorio codiciado cada vez más por las corporaciones. Plantea: "generar procesos organizativos de tal manera que blinden los territorios
a la llegada de otras inversiones, ya sean minas, petróleo, fracking, oleoductos, gasoductos, pero eso implica un proceso de conciencia grande.
Y además de la resistencia, de estar deteniendo, vayamos construyendo una alternativa, eso es bien difícil, pero es la más bonita, me parece la más interesante, cómo podemos generar en lo local proyectos de autonomía y proyectos de vida digna distintos a la dinámica del capitalismo. Y para eso hay que inventarlos, nadie tiene la última regla ni la última receta pero que nos plantea el gran reto en cada una de las regiones, necesitamos construir procesos políticos, sociales, económicos, distintos". 

En este rumbo, discutamos si las autonomías territoriales mirando a crear buenos vivires entre los diversos de abajo no podrían unirse en concretar la reforma agraria integral que hoy debe ser anticapitalista, antipatriarcal, rururbana e independiente del Estado.

Analicemos qué democracia se desarrolla sosteniendo la «contrarreforma agraria integral» del capitalismo.


 
Tratemos de explicar cómo la 'democracia' gestionada por Evo Morales-Álvaro García Linera posibilitó el golpe de estado.
 
Como el Kirchnerismo, el MAS cultivó la lectura binaria de la realidad social e internacional. Tengamos en cuenta qué Silvia Rivera Cusicanqui explica.
 

La sociedad boliviana

“no ha renunciado a su derecho,

a su memoria y a su autonomía”:

Silvia Rivera Cusicanqui

24 de noviembre de 2019

Gloria Muñoz Ramírez

Video y fotos: Gerardo Magallón
La Paz, Bolivia. Silvia Rivera Cusicanqui, pensadora, feminista y activista boliviana, habla en entrevista con Desinformémonos de la actual y compleja coyuntura en este país andino. Inicia con lo que llama “la negación del fraude” de Evo Morales en su cuarta reelección. Explica el machismo, el racismo y la “interculturalidad” en los 13 años de gobierno del MAS. Habla del capitalismo en Bolivia, del pensamiento único y  la descalificación a la crítica de los gobiernos progresistas, y de las salidas desde abajo para la reconstrucción de Bolivia, entre otros temas.
La entrevista se realiza en su casa de La Paz el 22 de noviembre, a un mes dos días de las elecciones presidenciales y a 12 días del gobierno de facto de Jeanine Áñez, en medio de la polarización y conflictividad política del país.
– Hacia afuera se maneja únicamente la existencia del binomio MAS o ultraderecha en Bolivia. ¿Hay algo intermedio?
El que se perciba que sólo hay la ultraderecha y el masismo, ha sido construido. Todos los sectores intermedios hemos sido privados de la voz. No existe en castellano una idea de mediación tan interesante como la que hay en aymara: El hecho de que en opuestos se crea un espacio Taypi que articula las diferencias, y por más que te demores un poquito tienes que llegar a un espacio en el cual la polarización no genere inviabilidad social, bloqueo mutuo. Eso yo lo he vivido desde 1971 en comunidades quechuas y aymaras. Pero ahora las palabras mediación e intermediario y paz se han vuelto un cliché.
Yo creo que estamos en la posibilidad de entendernos desde esas nociones aymaras, quechuas, guaraníes. Hay mucho que discutir de democracia entre nuestras formas propias de hacer las cosas que no siempre son de perfeccionismo lingüístico.
-¿Qué sistema se implantó con el MAS en el poder?
Alguna vez dijeron algo sobre capitalismo andino, amazónico, pero éste es un proyecto capitalista que tiene todo su nexo con los BRICS, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, pero además tiene total nexo con la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), porque esto fue un proyecto del Banco Mundial que se agarró Unasur en 2010 y se volvió IIRSA-COSIPLAN. A esto yo le llamo el Plan Cóndor contra la Amazonía y contra las tierras bajas. 
Es la alianza militar al margen de que si está Lula, Bolsonaro, Evo o no sé quién. Es una cuestión sistémica, con un paquete enorme de carreteras, represas, todas ellas vinculadas a lo que se llama el subimperialismo brasileño que fue antiguamente un tema nuestro, cuando la época de las dictaduras, y eso se ha totalmente lavado y olvidado. La gente no recuerda que ese poder brasileño está vinculado al capitalismo y a la necedad del nexo con China, que es un factor fundamental de expansión del capitalismo en el Brasil y en toda América.0
-¿Qué forma tiene el capitalismo en Bolivia?
Lo lamento, pero no tiene la forma empresarial que paga impuestos, tiene formas corruptas, de burguesías compradoras. Y claro que, obviamente, su eje son los soyeros, productores de biodíesel, madereros y toda la gente que quiere liquidar los árboles para hacer de eso una parte de la República de la soya o de la palma africana. Eso muestra cuán arcaico es el modelo de desarrollo que se ha instalado desde antes del Movimiento al Socialismo (MAS) y que ha continuado el MAS, pero reciclado con este uso simbólico poderoso y con un factor de redistribución de poder y redistribución económica.
Se trata de una redistribución muy sesgada. Mi hija ha tenido dos wawas en casa con una partera aymara maravillosa, una sabia. Pero ahora mi hija no califica para recibir el Seguro Universal Materno Infantil porque tiene que ir al hospital, y si tú rechazas eso, estás trabajando contra el Estado. ¿Pero acaso no es pluricultural un parto con partera aymara? Es, y sin embargo no tiene derecho al SUMI. Mis nietos han crecido con todo lo que el trabajo de mi hija ha podido generar para comprar almendras, castañas, todas las cosas buenas que hay en ese paquete de subvención. 
La subvención es entonces un proceso de disciplinamiento. Todas las formas de bonos o subvenciones tienen ese factor de disciplinamiento, y eso me parece muy tenebroso en tanto Estado central, porque no tiene nada de plurinacional. Ha sido una forma muy estudiada, muy inteligente, de crear una pantalla ideológica que permita a la gente entregar su subjetividad a aquellos entes que se creen que lo saben todo. Y para mí eso está muy centrado en el personaje de Álvaro García Linera y en sus nostalgias guerrilleras y de poder, en toda una vida personal que me parece amerita no solamente el análisis periodístico, sino también psicoanalítico y sociológico.
Digo esto con profunda pena, porque hay seres humanos masculinos, maravillosos, llenos de amor por su familia, que no usan a sus hijos para hacer política, y que para mí son también una esperanza en las comunidades. Pero el hecho de que se ha privilegiado una masculinidad agresiva, separatista de la comunidad, también de eso es responsable el crecimiento de las opciones evangélicas, desde Chi, hasta Camacho y Jeanine (Áñez).
La pantalla dice que aquí ya se dijo todo, ya está hecho todo, hay un gay de ministro, hay lesbianas, por eso el Estado ya está saneado de todo su monolitismo. Pero no. La vida cotidiana no ha cambiado nada, y eso es lo que ha estallado, porque se ha incubado frustración, desesperación, rabia. Se ha incubado además frente al feminicidio la cuestión de que no podemos hacer nada porque hay mucho poder distribuido en estratos masculinos, y ese poder está siendo usando de manera tenebrosa, muy mala, muy sesgada, lejos del bien común. Se ha perdido la idea del bien común como bien local, en el terreno, en la comunidad, en el barrio, y se ha vuelto el bien público, donde el Estado define qué necesita la gente.
Lo que se ha redistribuido no es ni muy necesario ni muy sostenible. Entonces hay un problema estructural, y por eso es que creo que las mujeres en este momento estamos llorando, pero a la vez activando, repensando nuestras comunidades, nuestras juntas, nuestros barrios, y dialogar y ejercer un derecho a la disidencia. 
Cuando hubo todos los conflictos yo estaba enferma, y todo el mundo sacaba banderas. En mi barrio era la bandera boliviana. Yo saqué bandera negra, porque para mí yo estaba enterrando una ilusión, que era el Estado plurinacional. Ahora estamos procurando crear las bases para la reconstrucción desde abajo de lo plural, desde las comunidades, desde cada sindicato, desde cada junta. Superar el racismo, superar el temor al otro, superar el binarismo y hacer que las calladas y los callados recuperen la voz para recuperar la posibilidad de una estructura plural de organizaciones sociales. Y no esos llamados movimientos sociales que generan una relación absolutamente vertical, como la Coordinadora Nacional por el Cambio (Conalcam) de Bolivia, donde están de adorno las mujeres.
Conalcam era la forma de quitarle a las bases toda la pluralidad que permitía que las autonomías fueran debatidas. Los guaranís del parque Kaa Iya han desarrollado una propuesta increíble de relación con los grupos no contactados, con los meleros. Resulta que está quemado eso. ¿Dónde se ha quemado? En todos los lugares controlados por la Agencia para el Desarrollo de las Macroregiones y Zonas Fronterizas – ADEMAF.
Y de pronto el fuego saltaba, del parque caía en el extremo sureste del país al parque Madidi, que es en el extremo noroeste. Frontera que hay, frontera en la que yo creo que hubo una inducción de fuego, porque es más barato quemar que sacar los árboles a pulso o con máquinas. Por eso yo creo que lo que hay en cierto modo invisible en esta coyuntura es el Plan Cóndor contra las tierras bajas. 
– Háblanos del discurso sobre el racismo de Evo Morales
– Si tú como Estado incurres en una política de educación para la rabia, para que el resentimiento florezca y aflore como rabia, vas a generar organismos u organizaciones arbitrarias. La suma de las arbitrariedades en cada una de estas localidades, la corrupción de alcaldes, los sindicatos que estaban vinculados con cosas medio oscuras, cuestiones de misoginia, escándalos sexuales de dirigentes y concejales es un cúmulo de cosas. Y la gente común va a decir «estos indios masistas». No representan todo lo que es la base del MAS pero se ha acumulado una rabia contra esas sistemáticas arbitrariedades que da el poder arbitrario, porque no es un poder que venga de abajo, no es un poder hacer, es un poder de dominación, de control. 
El control es casi una exigencia estatal. En algunos lugares ha habido negociación, pero en otros era sistemáticamente disciplinar y si no dividir la organización. Eso ha pasado en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS) y en todos lados. En Totora Marka los maridos han ganado a las mujeres en el tema de la autonomía, las autonomías que existen han sido tremendamente tuteladas. Pero estamos en la posibilidad de recuperarlas.
Tenemos algo muy grave encima, que es un sector de derecha que es revanchista. Para mí eso es fomentar también el racismo. Por un lado la gente de a pie se ha enojado con esas arbitrariedades del poder distribuido a sectores populares, y ellos siendo de sectores populares han renegado de esas formas arbitrarias, y por el otro lado está el resentimiento acumulado de las oligarquías por la pérdida de poder y de influencia pública, y eso tiene el nombre de revanchismo. 
– Evo Morales y Álvaro García han declarado en México que los expulsaron por gobernar para los indios 
-El racismo también anida dentro del MAS. Para mí es racismo decirle a una concentración indígena que se va a ocultar el sol y la luna se va a escapar si no votan por ellos. Eso es creer que la gente es tonta. Además nunca lo ha dicho en aymara, nunca lo ha dicho en quechua, es una interlocución trunca, porque él habla y hay un mediador que traduce y posiblemente traduce con sesgos. Mientras no haya la posibilidad de que la población indígena hable sus propios idiomas y piense con su propia cabeza en cualquier instancia pública, eso está muy mal.
– ¿Por qué indio es visto, y tratado por el poder, como pobre?
– Hay toda una estrategia mundial que yo le llamo miserabilismo, de que indio es igual a pobre y que por eso hay que darle todo y enseñarle todo porque no piensa. El pensamiento que anida el agente de a pie, hable bien o no el idioma nativo, está nutrido de una experiencia de vida que hace que las ideas tengan un arraigo y que digan cosas poderosas. Yo me nutro de eso. La pobreza llamada así por ellos, para mí es una riqueza olvidada, una riqueza negada.
– Qué es lo que pasa con la crítica a un gobierno progresista. ¿Por qué los calificativos de traidores, vendepatrias, derechistas a quienes los cuestionan?
Nos acusa una izquierda arcaica, una izquierda que además tiene un afán de representar lo indio sin conocerlo. Una izquierda masculino-centrada que ha arrastrado a todo el mundo a sentirse avergonzado de tener pensamiento crítico. Yo le llamo el nuevo pensamiento único. El caso boliviano tiene una relación muy fuerte con una coalición de izquierdas continentales vinculadas a los llamados progresismos, que tiene la cola de paja porque son procapitalistas, entonces, por ejemplo, quieren hacer una central nuclear en El Alto donde hay una falla geológica, pero en realidad quieren uranio. 
Los periodistas que tienen el deber de averiguar qué están haciendo estos BRICS en América Latina y cómo están haciendo para que los progresismos hagan que sus inversiones no sean cuestionadas por el pueblo, y esto es a través de los manipuleos simbólicos. La gente tiene que acordarse de cómo se les tapa la boca a las personas indígenas en los foros públicos por parte de voceros blancos, que no hablan idiomas nativos y que tienen grandes inversiones.
¿Quiénes están en ese esquema capitalista? ¿Qué color son? ¿Qué idioma hablan? Y nos vamos a ver con la misma estructura de siempre.
-Qué relación tiene lo que mencionas con lo que está ocurriendo en Colombia, Ecuador, Chile…
-Yo soy de las que mira desde abajo. Con Chile tenemos aymaras en ambos lados de la frontera y todo un proceso de deseos de algo distinto. En Chile hay una cordillera que está siendo amenazada por estos BRICS y por todas las inversiones nefastas, como parques eólicos y otros proyectos. Con Argentina sucede lo mismo, igual en Bolivia. Ahí no tenemos naciones, tenemos regiones, territorios. Yo le llamo a todo eso la matria. La patria son las fronteras, la matria es el subsuelo indio de América, de nuestro continente. En ese subsuelo es donde debemos fundar las nuevas estructuras políticas hasta donde se pueda.
-¿Tú crees que en este momento exista en Bolivia un espacio para esa construcción desde abajo?
Todo lo que tú amas permanece, como dice Ezra Pound. Lo que tú amas, la gente, la vida, prevalece. En medio del incendio salen nuevamente plantitas. Estamos reconstruyendo ese tejido vulnerado. Hay un texto en el Museo de Antropología que dice que nuestra vida se ha convertido en una red de agujeros, según un poeta anónimo náhuatl. Esos agujeros los tenemos que remendar, y ese remiendo lo hacemos colectivas y colectivos y grupitos y barrios y asociaciones pequeñas y cooperativas. Cada vez estamos tejiendo más lazos. 
Hemos iniciado las vigilias charlamentarias, y vamos a seguir porque se está multiplicando esta imaginación. Mujeres Creando ha creado el Parlamento de Mujeres, pero también hay no sé cuántos parlamentos convocados donde hay mujeres, hombres, abuelas, monjas. Esta sociedad no ha renunciado a su derecho, a su memoria, a su autonomía, y al hecho de que lo indio está en cada uno de nosotras. No vamos a renunciar ni a volver al pasado, a hace 17 años. 
Yo hablo de 17 años, no de 14. La Agenda de Octubre tenía un cuarto punto: autorrepresentarnos sin la mediación de partidos políticos. Pero lo que ha hecho el último MAS en su máxima degradación es crear una ley de partidos políticos donde ya no votamos por uninominal y donde ya no hay asociaciones ciudadanas. Tiene que haber un aymara entre la corte electoral. Mi candidato es Williams Bascopé, cívico de La Paz nacido en Santiago de Okola, una región sagrada del lago Titikaka, hablante también de aimara pero abogado constitucionalista. Ese es un ejemplo, debe haber muchos. 
Es necesario romper con esa absurda ley de elecciones primarias y partidos políticos y retomar, aunque sea coja, la ley que había antes donde la asociación ciudadana podía tener personería y capacidad de decidir mucho más desde abajo, porque como vieron que ya no podían controlar eso porque se les fue de las manos, entonces nos chantaron el monopolio del partido. 
Al inicio de su gestión Álvaro y Evo decían que el MAS no era un partido, sino una articulación de los movimientos sociales, algo que la historia demostró que no es así. Era tan partido y tan arcaico que ni siquiera había democracia interna. Se cocinaban las cosas y se distribuía el discurso y luego se encargaban los organismos entre información, comunicación, prensa, radio, de generar una conciencia revanchista.
¿Qué puso a Bolivia en la actual crisis política?
– Este proceso viene del fraude y de la negación del fraude. La negación del fraude tiene que ver con la distribución escalonada de información. Hay lugares donde no llega otra cosa más que el canal 7 y canales del exterior totalmente distractivos, pero esa información va horadando la conciencia. Si a eso le añades que en su momento el vicepresidente dijo que aquí el sol se iba a ocultar y la luna se iba a esconder si no ganaba Evo, que eso no sólo fueron palabras,  sino que venían llenas de regalos. Se decía eso y se daban cocinas o canchas de césped o lo que sea, toda una campaña de prebendalismo.
Yo he distinguido tres formas de fraude que ya funcionaron, dos de ellas notoriamente en la anterior elección. En la anterior elección ya había lo que llamo el fraude prebendal, o sea la cuestión de que a cambio de votos dan regalos. El segundo tipo es el fraude coactivo, donde está el sindicato que dice que aquí todos votan así, mujeres calladas, no hay deliberación. Es el control del voto, en el que la gente estaba obligada a mostrar que sí había votado. “Si votan 100 por ciento les doy todo lo que quieran”, dijo Morales, entonces “el todo lo que quieran” les hizo brillar los ojos a los dirigentes, pero sólo eran valores simbólicos.
La posibilidad de dar a las comunidades algo bueno para ellas, como un sistema de rescate de semillas o un sistema de aguas, no se dio, lo que se ve son canchas, estadios, cosas ornamentales que tienen que ver con bienes de prestigio. Entonces, si una comunidad tiene un estadio, la otra quiere otro estadio, aunque vayan cuatro gatos nada más. Se ha generado una cultura del Estado papá, del Estado que te lo da todo.
Esto se da con la plata del gas, que es producto de años de luchas y de colectividades enteras que han buscado que ese recurso sea revertido hacia la formación de una sociedad armónica, fuerte, beligerante, capaz de sobrevivir por sí misma. Los colectivos del agua, de semillas, la gente que está trabajando en función de que la gente tenga fe en su propia capacidad para manejar su vida, sus recursos, pero eso es lo que sistemáticamente se ha expropiado a la gente durante años. Hay una idea masculina ilustrada de que no hay otra forma más que el Estado te lo dé todo. Para eso tiene que ser centralizado, para eso la autonomía indígena debe ser tutelada, para eso el que se opone es antipatriota, antinacional. La idea del nacionalismo ha hecho mucho daño porque en cada frontera hay algún pueblo indígena que está a ambos lados. 
El tercer nivel de fraude es el informático, que es el que está ahora. Antes había, pero era microfraude, porque a unos cuantos muertitos los hacían votar, a señoras jubilidas y qué sé yo. Para mí, hoy la mayoría parlamentaria es producto de esa suma de esos tres tipos de fraude. La otra cosa que me parece que fue muy artera es que todo espacio intermedio en el parlamento como potencial fue negado y cercenado, se le negaron personerías jurídicas a cualquier persona que no fuera de ultraderecha. La ultraderecha vale para polarizar el país y para decir que es lo único que hay.
A Carlos Mesa (el candidato opositor a la presidencia por Comunidad Ciudadana) yo lo considero un poco despistado en cuanto al curso del país, pero hizo un esfuerzo de aliarse con el PRIN (Partido Revolucionario de la Izquierda Nacionalista), aunque no lo suficientemente consistente, de modo que el MAS lo puso en la bolsa de que es la derecha y de ahí prosperó la idea del golpe, advirtiendo que si ganaba Carlos Mesa se iba a acabar el sol, la luna, el agua, el gas y todo. La campaña fue tan sucia. 
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A través de Red Latina sin fronteras
 
 
Consideremos que todos los extractivismos no sólo destruyen las condiciones de vida (humanas y no humanas) tanto del presente como del futuro sino también aumentan la acumulación de poder y riquezas de los opresores. Así al promover el sistema de la soja transgénica y su conversión en agrocombustibles, el gobierno de Evo Morales y Álvaro García Linera viabilizó:
 
En 13 años, los agroempresarios consolidaron sus propiedades en las tierras más aptas para la agricultura
26 de agosto de 2019
Los grandes perdedores del “proceso de cambio” son la gran masa de campesinos pobres que, en el ámbito de sus organizaciones controladas por los campesinos  ricos, no encuentran canales para manifestar sus demandas y necesidades.

Desigualdades: Pese al beneficio de los títulos, la nueva estructura agraria oculta que los campesinos han consolidado, en promedio, apenas 14 hectáreas por familia, los indígenas y originarios 56 por unidad familiar y los empresarios 930 ha por unidad productiva.

El saneamiento de tierras publicitado por el partido gobernante en tres gestiones consecutivas desde 2006, no afectó a los grandes terratenientes y agroempresarios, que más bien consolidaron sus posesiones en los suelos más aptos para el desarrollo de la agricultura y la ganadería, ubicados mayoritariamente en tierras bajas o llanos orientales.

Por el contrario, los terrenos distribuidos a campesinos e indígenas en las tierras bajas son marginales o no son adecuadas para la producción agropecuaria y tienen más bien vocación forestal, mientras que los predios en manos de campesinos e indígenas de altiplano y valles, sufren degradación y están mayoritariamente parcelados como consecuencia del minifundio.

Las conclusiones corresponden al reciente estudio Tierras y producción agrícola: a 13 años de la “revolución agraria” del MAS:, del investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), Enrique Ormachea, que analiza entre otros temas la calidad de las tierras tituladas en los últimos tres quinquenios.

Los intereses de la burguesía agraria y de los terratenientes que obtienen renta capitalista de la tierra nunca fueron amenazados por el gobierno del Movimiento Al Socialismo, sostiene el especialista.

“De manera paulatina, las demandas de los poderosos gremios agroindustriales fueron transformándose en una serie de normas legales que consolidaron el poder real que estas clases sociales ya tenían al final del periodo neoliberal, pues concentran las mejores tierras para la producción agrícola y ganadera y producen la mayor parte de la producción agropecuaria del país”, añade.

Ganadores y perdedores
Los grandes perdedores son, “ni duda cabe, la gran masa de campesinos pobres que, en el ámbito de las organizaciones campesinas controladas por los campesinos ricos, no encuentran canales para manifestar sus demandas y necesidades”.

Destaca por ello Ormachea que una parte importante de estos campesinos pobres son trabajadores asalariados de temporada en predios de empresas y explotaciones agropecuarias de los campesinos ricos: obreros agrícolas “que venden su fuerza de trabajo al margen de las leyes laborales en vigencia, ante la ausencia de organizaciones sindicales de obreros agrícolas que los aglutinen y defiendan”.

Recuerda que, desde hace un poco más de 40 años, los trabajadores asalariados del campo reclaman su incorporación a los beneficios de la Ley General del Trabajo, una demanda que durante los gobiernos neoliberales fue sistemáticamente ignorada por los regímenes interesados en favorecer a los sectores agroexportadores.

“Ya van 13 años, desde que Evo Morales asumió el gobierno, ignorando también esta demanda, como le corresponde al partido de los campesinos ricos”.

El autor demuestra también que no es evidente, como sostienen algunos investigadores que creyeron en la revolución agraria del MAS, que Evo Morales se alió con la “burguesía terrateniente de la media luna” solo en 2009.

“Desde el inicio de su gobierno, siempre representó sus intereses e intentó aliarse con ella”, sostiene Ormachea al evocar decisiones del entonces recién presidente electo.

“Hizo uno de sus primeros guiños a esta fracción de la clase dominante durante su primera gira por Europa y Asia”, como presidente electo antes de asumir el gobierno en enero de 2006, al informar a su retorno, que una de sus gestiones fue “abrir el mercado chino para incrementar la producción de soya, cultivo con fuerte predominio de grandes empresas capitalistas”.

En síntesis, en oposición a los propósitos proclamados en 2007, subraya que el gobierno del MAS “ha profundizado las desigualdades sociales en el campo, ha ahondado las diferencias regionales en el ámbito de la producción agropecuaria y ha agravado la dependencia alimentaria del país”.

Por el contrario, no logró incrementar el aporte de los campesinos e indígenas a la producción agropecuaria nacional, y, en cambio, promueve la colonización de los pueblos indígenas de las tierras bajas a través de la expansión de la frontera agrícola y de la explotación de recursos naturales no renovables en sus territorios.

Desigualdades

Según la Fundación Tierra citada por Ormachea, la nueva estructura agraria que emerge del proceso saneamiento, oculta el hecho de que los campesinos han terminado “consolidando 14 hectáreas en promedio por familia, los indígenas y originarios 56 ha por familia unidad familiar y los empresarios 930 hectáreas en promedio por unidad productiva”.

Los datos del Censo Agropecuario 2013 confirman estas desigualdades: mientras las unidades productivas agropecuarias de corte capitalista tienen en promedio 83,6 hectáreas en propiedad y usufructo, las unidades productivas campesinas tienen apenas 9,9 hectáreas.

Si bien estas cifras demuestran desigualdades en el acceso a la tierra, no dejan de esconder el tema de la calidad de las tierras tituladas, según Ormachea.

“Las medianas y grandes empresas han consolidado sus posesiones en las tierras más aptas para el desarrollo de la agricultura y la ganadería, ubicadas mayoritariamente en las tierras bajas. Por el contrario, las tierras distribuidas a campesinos e indígenas en las tierras bajas o son marginales o no son aptas para la producción agropecuaria, pues tienen más bien vocación forestal. Y las tierras que han consolidado los campesinos e indígenas en las tierras altas sufren generalizados procesos de degradación y están mayoritariamente parceladas como consecuencia del minifundio que impera en ellas” (Boletín del CEDLA)
 
 

 
Comprobamos que las llamadas democracias del Abya Yala expanden los extractivismos e infraestructuras de integración exportadora valiéndose cada vez más de perfeccionar el control sobre los pueblos y la militarización de los conflictos. Sin embargo, hay un despertar de las rebeliones populares.
 
El plan Colombia se profundiza en el país hermano pero se expande al Abya Yala para garantizar los extractivismos.
 

Esperando a los vándalos, construcción de otredad
Negativa en la protesta social
en Colombia
28 de noviembre de 2019
Por Equipo Jurídico Pueblos

“DYLAN no murió, a DYLAN lo asesinó el Estado” fue una de las consignas que retumbó en las redes sociales al difundirse la noticia de su fallecimiento después de haber resultado gravemente herido por un miembro del Esmad de la policía nacional cuando participaba en una marcha dentro del paro nacional. Desde el 21 de noviembre el pueblo colombiano ha salido a protestar. La movilización se ha extendido y continuado en las principales ciudades del país, nutridas por la iniciativa de distintos sectores inconformes con las políticas genocidas y la violencia estructural de un sistema que lleva a la miseria a cada vez más personas. Las razones materiales sobran: Colombia, es un país en el que persisten profundas inequidades. Ha sido ubicado por la Ocde, como el segundo país latinoamericano después de Haití, el primero en Suramérica y el cuarto en el mundo, con mayor desigualdad. Según las propias cifras oficiales, el coeficiente Gini alcanza hoy el 0,517, lo cual significa que los ingresos de los hogares más pobres ha disminuido mientras que se han incrementado las arcas de las familias más ricas [1] .
Desde hace seis días –como un hecho de lejanos precedentes en el país- alrededor de las marchas, plantones, cacerolazos y otras múltiples formas de manifestación de la disconformidad popular, se han construido lazos de solidaridad, unidad y cooperativismo entre vecinos, organizaciones y sectores populares. Y esta es tal vez una de las grandes victorias del Paro Nacional, pues han sido justamente esas relaciones de fraternidad e identidad de lucha del pueblo, las que han pretendido ser transformadas mediante las prácticas genocidas de las clases en el poder.
La respuesta estatal a la creciente movilización no se aparta de su práctica histórica: La represión y el miedo. El carácter fascista del actual régimen político se ha hecho evidente en las medidas adoptadas por los gobernantes en el marco del Paro. 
Bajo la denominación de vándalo el Estado ha venido creando una nueva otredad negativa a la que se legitima detener, torturar y aniquilar en los contextos de movilización. De esta manera se reafirma el carácter limitado del derecho a la protesta social que se reconoce en Colombia y se envía un mensaje amenazante a quienes lo ejercen. Los hechos hablan por sí solos: 
Militarización
Desde unos días antes del inicio de la jornada de movilización nacional, la población bogotana se vio sorprendida con una fuerte presencia del Ejército, pese a lo cual los mandatarios nacional y distrital, negaron la militarización de la capital y justificaron la presencia del cuerpo bélico en  la protección de activos estratégicos de la ciudad ”.No obstante, públicamente se supo el General Luis Fernando Navarro como comandante de las fuerzas militares, mediante un radiograma, ordenó el acuartelamiento en primer grado de todas las tropas, desde el 18 de noviembre a las 6:00 am, “con ocasión del paro” [1] . Disposición que evidencia que –pese a los esfuerzos por ocultarlo o maquillarlo-, desde las más altas instancias del poder, se diseñó y orientó una respuesta estrictamente represiva contra la protesta popular. Esto es, el gobierno nacional, optó por militarizar, antes que abrirse al diálogo con las mayorías inconformes.
Amenazas veladas  
De hecho, en su alocución presidencial, el 21 de noviembre, Duque sólo atinó a señalar que quienes se manifestaron pacíficamente fueron “escuchados” por el Gobierno, pero nada dijo de las medidas que adoptaría para concretar las reivindicaciones y exigencias de la población que salió a las calles a protestar. Al contrario, la principal fuerza de su discurso estuvo encaminada a anunciar que caería todo el peso de la ley, contra quienes protagonizaran disturbios públicos, y a reiterar las órdenes emitidas a las fuerzas militares para garantizar el ordenque él representa, en todo el territorio nacional.
Allanamientos ilegales y detenciones arbitrarias  
Los allanamientos ilegales y detenciones arbitrarias, dos días antes al inicio del Paro Nacional contra espacios culturales y comunitarios, constituyeron también actuaciones disuasivas e intimidatorias, con las que buscaban generar terror y estigmatizar anticipadamente la protesta. Pero estos operativos sólo pusieron en evidencia los seguimientos ilegales de la Policía a colectividades críticas, los cuales pretendieron legalizarcuriosamente con un libreto muy similar al que justificó el toque de queda decretado por Duque y Peñalosa en la ciudad de Bogotá: La supuesta llamada de fuentes no formales a la línea 123 dando cuenta de la presunta preparación de disturbios, desde algunos inmuebles o puntos de la ciudad. Es decir que, las comunicaciones de personas desconocidas, cuya identidad ni siquiera es registrada ni su credibilidad constatada, han pretendido ser mostradas como informaciones fiables para ordenar medidas excepcionales, invasivas y altamente restrictivas de las garantías ciudadanas (a la inviolabilidad del domicilio y la libre movilidad de las personas entre otras)
Eliminación de garantías demo-liberales  
La sola pretensión de legitimar la acción estatal mediante este tipo de coartadas ofende la inteligencia y el sentido común de la población colombiana, pero, además, dice mucho del criterio de legalidad que ha marcado el discurso de las autoridades de gobierno en los últimos meses, evidenciando el carácter aparente que este ostenta: Los procedimientos se surten como verdaderas mamparas de actuaciones abiertamente arbitrarias e inconstitucionales. Esta práctica, cada vez más extendida y generalizada, deja ver la naturaleza “anti-liberal” –en términos ideológicos- de tales actuaciones del Estado, muy propias del fascismo.
Así las cosas, no deja de ser sorprendente el cinismo con el que Duque y sus fuerzas militares salen a la opinión pública llamando a la población a obrar dentro de la legalidad, mientras dictan disposiciones que abiertamente ilegales en el marco de las cuales se cometen abusos y crímenes graves contra el pueblo disconforme.
Brutalidad policial
La acción desmedida de la fuerza pública en el contexto del Paro Nacional ha generado llamados de atención de la ONU, la Defensoría del Pueblo y la Procuraduría General de la Nación. Han sido múltiples los actos de violencia estatal contra los manifestantes que ha corrido por las redes sociales, la más reciente de ellas, tiene al borde de la muerte al joven de 18 años, Dylan Cruz.
La respuesta del Gobierno, la fuerza policial y en general, la derecha en Colombia ante estas prácticas produce tanto desconcierto como indignación, pues por un lado justifican la represión y por el otro la banalizan creando equiparaciones de lo equiparable, desdibujando la responsabilidad de quienes trazan las políticas que aniquilamiento contra quienes protestan.
Legitimación del autoritarismo  
Las afirmaciones (no desmentidas) de Uribe Vélez sobre la agresión (mediante una patada en el rostro) contra una joven estudiante por parte de un agente del Esmad, no sólo legitiman el proceder criminal de la Institución y sus agentes, sino que lo alienta y respalda, pero además contiene una evidente carga de autoritarismo y militarismo. Cuando este alto exponente del fascismo en Colombia dice que al Esmad “no se le debe pegar porque pueden ocurrir cosas desagradables” trasmite a la sociedad un mensaje claro de sometimiento irrestricto de la población a la fuerza militar, so pena de ser represaliado e incluso aniquilado, porque “lastimosamente la vida tiene restricciones”.
Tras la justificación de Uribe y el discurso de otros funcionarios del Estado como Nancy Patricia Gutiérrez o el comandante de la Policía, se esconde además una falsa simetría entre la gente que protesta y los efectivos de la fuerza estatal. Ellos, cuando responden a las reclamaciones por el abuso policial, piden investigaciones formales y a la par, suministran y lamentan una cifra de 300 uniformados heridos presuntamente por los manifestantes. Sin embargo, no existe tal correspondencia o equilibrio que pretenden mostrar. Los agentes del orden, están dotados de armas (que usan abusivamente) y equipamientos tanto para su defensa como para hacer frente a situaciones de ataque. Las personas que participan en las movilizaciones y protestas, en cambio no, pues las veces que se enfrentan a la policía lo hacen con piedras o papas explosivas que como lo dicen los dictámenes periciales no tiene mayor capacidad de hacer daño.
Pero son tan cuestionables estas justificaciones, equiparaciones y voces de aliento a la fuerza pública, como aquellas que pretenden humanizar la violencia estatal. Causan escozor las aparentes condolencias emitidas desde el Gobierno y la Policía por el asesinato del joven Dylan Cruz tras el ataque criminal del Esmad, seguidas de un llamado a compadecerse por la situación del agente que disparó su arma letal (consciente de trasgredir los protocolos de uso)
De ninguna manera son equiparables el asesinato Dylan y las consecuencias jurídicas que ahora debe enfrentar el uniformado que cometió este crimen. Mientras Dylan representa a los jóvenes pobres condenados a la exclusión social que tienen toda la legitimidad de tomarse las calles y exigir del Estado verdaderas oportunidades; el agente estatal representa una política de aniquilamiento de quien protesta, una política que como individuo nunca cuestionó, sino que por el contrario, ejecutó a cabalidad.
Así que es verdadero cinismo, llamar a la sociedad a “ponerse en los zapatos” del agente que asesinó a Dylan, en un impecable acto de brutalidad policial, cometido desde una de las instituciones cuyo desmonte se viene demandado desde hace ya varios años, porque ha cobrado la vida y la integridad de muchos/as jóvenes críticos/as del país.
No son equiparables –ni jurídica, ni política, ni ideológicamente- los manifestantes y los policías. Quienes protestan (incluso mediante el uso de la violencia) buscan y proponen cambios estructurales que beneficien a las grandes mayorías excluidas. Los uniformados, por el contrario, representan a un poder genocida que busca conservar su hegemonía. Quienes protestan, así como el grueso del cuerpo represivo, suelen proceder de estratos humildes, pero no defienden los mismos intereses, ni cumplen la misma función en la sociedad.
En el campo estrictamente jurídico, de ninguna manera se pueden generar simetrías entre la acción de los manifestantes y la del cuerpo policial. Mientras los primeros ejercen un derecho (a protestar, a rebelarse), los segundos están llamados constitucionalmente (al menos desde lo formal) a garantizar y a proteger la vida de las personas. A la policía no se le ha otorgado patente de corso (reiteramos, al menos desde lo formal) para asesinar a los manifestantes, ni siquiera cuando se presenten disturbios. Por eso están sometidos a protocolos claros en los que son entrenados pero que en la práctica incumplen, conscientes de las consecuencias que pueden acarrear. La policía tiene perfectamente claro que para controlar el orden imperante, no se requiere matar o lesionar a las personas que protestan.
Por esta razón no se puede responsabilizar a los manifestantes del actuar criminal de los segundos, como sin siquiera sonrojarse lo hizo el comandante de la Policía, Hoover Penilla para justificar el asesinado del joven Dylan Cruz, al indicar que el Esmad estaba en el sitio
“…porque ha venido una serie de desórdenes, desmanes a nivel de la ciudad. Ya estamos completando cuatro días en esta situación. Y vamos a restablecer el orden, vamos a restablecer la normalidad. Y yo se los dije: cueste lo que cueste, pero siempre cumpliendo las normas, las leyes. Respetando a todos y cada uno, de uno y otro lado. Pero habrá situaciones que se nos van a salir de las manos. Como esta [la de Dylan Cruz]. Lamentable. Soy el primero que lo lamenta”.
Ni Dylan, ni ninguna de los seres humanos torturados y asesinados por el Esmad, así como tampoco quienes ejercen la violencia política en contextos de protesta, y mucho menos los que acuden a la manifestación de su inconformidad por medios pacíficos, son responsables de los crímenes de Estado. Ninguna de estas personas cuyas vidas han sido cegadas o su integridad física y sicológica marcada por el accionar represivo de la Institución policial, pueden ser consideradas o presentadas como “situaciones que se salen de las manos”.
Desde el estricto tecnicismo jurídico, a aquellas situaciones que se salen de las manos, como lo dice Hoover Penilla, se les denomina crímenes. Crímenes que el Estado comete, indistintamente de que la gente proteste pacífica o con beligerancia. El caso de Dylan Cruz lo demuestra.
Duque y todos los funcionarios del Puesto de Mando Unificado, que planearon desde el inicio, medidas fascistas para hacer frente al Paro Nacional, tienen que ser juzgados por la acción criminal del Esmad. Quienes han desdibujado con el término de vándalo, la identidad de lucha de un pueblo que reclama transformaciones radicales y han legitimado y promovido su aniquilamiento, deben responder a la sociedad colombiana por sus actos. Quienes han creado intencionalmente –en el contexto del paro- pánico en la población para polarizarla y enfrentarla, deben darle la cara al país y explicar el objetivo de su campaña. Por su parte el Escuadrón policial de la muerte, Esmad, debe ser sin duda alguna desmontado. 

Dylan no murió, a dylan lo asesinaron
lo asesinó un estado genocida
lo aesinó un gobierno fascista
lo asesinó el terrorismo de estado
lo asesinó la brutalidad policial

 
 
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El paro nacional,
la protesta social autoconvocada
y el precariado movilizado
30 de noviembre de 2019

Por Fernando Dorado (Rebelión)

El 21N emergió en Colombia una forma diferente de expresión política y de protesta social al calor de un paro nacional convocado por las Centrales Obreras, sindicatos y organizaciones sociales, protagonizada por lo que muchos llaman “clases medias” pero que en verdad es el “precariado colombiano” que empieza a despertar y a auto-descubrirse. 

Por el marcado contraste que presenta este fenómeno con las marchas que programan casi como una tradición religiosa los dirigentes del movimiento sindical –estilo procesiones o desfiles–, pareciera un gran estallido que algunos comparan con lo que sucede en Chile u otros países de la región y el mundo, pero, en verdad, es solo una brizna de lo que puede estarse acumulando en las profundidades de la sociedad y que va a explotar más adelante con una potencia inimaginable. 

Antes de avanzar con la descripción de los hechos y presentar un análisis parcial e inicial del proceso y movimiento en desarrollo, señalo en forma sintética algunas de las características más notorias de la protesta social y política que se ha desarrollado en Colombia en forma continua en los últimos 7 días del mes de noviembre a partir del 21N. 

- Nuevos sectores sociales citadinos, especialmente jóvenes y mujeres, aprovecharon la convocatoria al paro nacional para manifestar en forma masiva, creativa y festiva, su inconformidad con un gobierno inepto pero, también, para expresar otra serie de aspiraciones que se vieron reflejadas en sus consignas, marchas periféricas, plantones, cacerolazos, pancartas, performances, grafitis, velatones, bailetones, besatones, desfiles de motociclistas y ciclistas, bloqueos de vías y demás expresiones culturales llenas de rebeldía y alegría. 

- El acumulado de frustraciones y de necesidades expresadas en estos días de protesta están relacionados con aspectos estructurales de la sociedad colombiana como la enorme desigualdad, la injusticia e iniquidad, la prepotencia de las castas dominantes y de sus operadores políticos, el desempleo estructural, la destrucción de nuestro medio ambiente, la corrupción político-administrativa, el frustrado proceso de paz, etc., que hasta el momento –a pesar de los esfuerzos que se han hecho en el marco de la institucionalidad– no han obtenido la más mínima solución real. El modelo de desarrollo está allí detrás, pero pocos lo señalan. 

- El clamor general que se ha expresado durante todas las jornadas se ha centrado en denunciar y enfrentar la incapacidad de un gobierno que no tiene liderazgo y que cada que actúa comete graves errores que lo hacen ver débil, incompetente, incapaz y, además, fantoche y ridículo, al querer mostrar una fortaleza que no tiene. Las mayorías de protestantes movilizados saben que estos gobiernos no pueden resolver los grandes problemas del país pero manifiestan su inconformidad haciéndose ver, encontrándose con sus pares y siendo parte de una masa social que recién empieza a dar sus primeros pasos de autonomía y rebelión. 

- Se nota la enorme desconexión entre la dirigencia del “Paro” y los nuevos actores sociales de las protestas. Mientras las gentes en las calles están expresando un interés general de tipo político, los líderes del Comando de Paro estaban más preocupados por el diálogo y la negociación con el gobierno (que es lo que siempre han hecho) alrededor de los puntos del llamado “paquetazo”, y no lograban conectarse con el sentir y la evolución del movimiento. Esa desconexión han sido un factor de desmovilización y frustración, mucho más frente a la estrategia de guerra material y psicológica (terrorismo de Estado) que implementó el gobierno que no ha tenido una respuesta contundente y consecuente de los directivos sindicales, quienes creen estar al frente de la protesta pero en realidad se quedaron rezagados desde el principio. 

- Es indudable que la influencia de los movimientos sociales y protestas que ocurren en el mundo y en Latinoamérica también jugó un papel importante en Colombia, sumada a la torpe actitud del gobierno y de Uribe que quisieron impedir la realización de la protesta con argumentos que solo ellos se creían (supuestas acciones del Foro de Sao Paulo, el complot desestabilizador de los castro-chavistas, etc.) lo que motivó a muchas personas a participar activamente por el solo hecho de llevarle la contraria al gobierno. 

- En el caso de Bogotá se pueden diferenciar cinco grandes clases de manifestantes y protestantes: a) Los trabajadores sindicalizados (docentes, trabajadores de servicios, etc.) que marchan tradicionalmente en orden y por un día; b) Los estudiantes que se agrupan alrededor de sus organizaciones y combos, pero que a partir del segundo día (22N), en el caso de los que son de estratos 1 y 2, y viven en el sur u occidente, se organizaron para bloquear estaciones de TransMilenio y después marchar hacia el centro; c) Los pobladores de ciudades pequeñas que están ubicadas alrededor de Bogotá (Soacha, Madrid, Mosquera, Cajicá, Chía, etc.) que se organizaron para asistir a las marchas y concentraciones en la capital el primer día, y han seguido realizando marchas y otras actividades en sus cabeceras municipales; d) Los profesionales precariados y otros sectores medios, que se manifestaron alrededor de sus conjuntos residenciales e iniciaron el cacerolazo, ubicados principalmente en el norte y occidente de la ciudad. e) Los jóvenes “radicalizados” de diferentes estratos sociales, algunos con mensaje político, otros de “barras bravas” de equipos de fútbol, y muchos más que han acumulado grandes frustraciones, y les encanta la confrontación con la policía y otras formas de violencia, como un medio de expresar su grito desesperado de que están vivos, que son personas, y que la sociedad debe tenerlos en cuenta. A otros muchachos, ni eso les interesa. 

Los hechos: desde el 21N hasta el 27N 

- El 21N se movilizaron aproximadamente dos millones y medio de personas en más de 550 municipios de Colombia.[1] 

- En solo Bogotá participaron en marchas aproximadamente 350 mil personas, y en las horas de la noche intervinieron en los cacerolazos más de un millón de personas, especialmente de barrios de “clases medias”, en el centro, norte y occidente de la ciudad. 

- En Medellín, Cali, Bucaramanga, Cartagena, Barranquilla, Pasto, Popayán, Neiva, Armenia, Manizales, Tunja, Ibagué, Santa Marta, Sincelejo, Buenaventura y muchas otras ciudades, se realizaron marchas multitudinarias que son un hito histórico de la protesta ciudadana y popular. 

- Aunque se presentaron confrontaciones con la fuerza pública (Esmad) en muchas ciudades, como lo que ocurrió en Bogotá en donde se atacó con gases lacrimógenos a la multitud concentrada en la Plaza de Bolívar aprovechando la actuación de jóvenes encapuchados (algunos infiltrados de la policía), se debe destacar lo ocurrido en Cali, en donde la misma fuerza pública promovió saqueos a comercios y utilizó grupos de “vándalos” para generar en urbanizaciones y conjuntos residenciales un clima de pánico y de terror mediante una campaña de medios, redes sociales y montaje de ataques a residencias y apartamentos, situación que al otro día se replicó en Bogotá. 

- A lo largo de los siguientes 6 días se han realizado múltiples actividades de protesta hasta el 27N donde se realizó el segundo paro nacional con una participación menos numerosa, pero con hechos nuevos como el bloqueo de la carretera panamericana en el Cauca por parte del movimiento indígena. 

- La falta de dirección del movimiento, la estrategia de represión y de violencia manipulada por parte del gobierno, y la cercanía del mes de diciembre, atentan contra el fortalecimiento y la continuidad de la protesta, pero deja ver la potencialidad de los nuevos sujetos sociales hacia el futuro. 

El precariado[2] colombiano: nuevo actor social en la protesta 

Son sectores sociales conocidos como parte de las “clases medias”; habitan en las grandes ciudades en conjuntos residenciales y urbanizaciones, y son en su mayoría lo que identifico como “profesionales precariados”. Unos son asalariados de empresas o instituciones privadas o públicas; otros son pequeños y medianos “emprendedores” que prestan servicios de diversa clase; y, unos más, que posiblemente sea el sector que participó con mayor fuerza en las protestas, está compuesto por profesionales y técnicos que viven del “rebusque de cierto nivel”, subsisten de pequeños contratos o negocios, y sufren la precariedad laboral en medio de las presiones familiares y sociales. Hacen grandes esfuerzos por lograr el nivel de vida de los profesionales asalariados y/o de los “emprendedores”, pero están más cerca del desempleo estructural, de la informalidad permanente, la migración y la pauperización social. Este sub-sector social seguirá fortaleciéndose con los nuevos profesionales que salen graduados año a año de universidades públicas y privadas, sin que el aparato productivo cree las condiciones necesarias para ofrecerles empleos formales o las condiciones mínimas para que sus pequeños y medianos emprendimientos logren prosperar y construyan una verdadera estabilidad y sostenibilidad económica. 

En el caso de Bogotá este sector social se había manifestado en agosto de 2013 en solidaridad con los pequeños y medianos productores de papa, leche y otros productos de Cundinamarca y Boyacá que estaban protagonizando una emocionante y beligerante lucha en el marco del Paro Agrario. Ellos y ellas, jóvenes precariados, llenaron la Plaza de Bolívar en horas nocturnas, sin líderes visibles, casi sin pancartas y sin banderas pero con un enorme espíritu de lucha, rechazando beligerantemente la actitud arrogante y soberbia del presidente Santos que había lanzado su famosa y provocadora frase de que “el tal paro nacional agrario no existe”[3]. 

Después de las 6 pm del jueves 21 de noviembre, los jóvenes precariados se sumaron al paro nacional, realizando marchas en diversos barrios y zonas de Bogotá, especialmente en el norte y occidente de la ciudad, y desencadenaron un bullicioso “cacerolazo” que tuvo réplicas en el resto de la capital, en Medellín, Cali y otras ciudades. Su participación fue alegre, pacífica, con un sentido periférico que no se corresponde con la centralidad de las marchas que se dirigieron desde las horas de la mañana hacia el centro de la ciudad, la carrera séptima y la Plaza de Bolívar. [4] 

El día siguiente, 22N, el gobierno implementó durante todo el día una estrategia de confrontación abierta con los manifestantes que siguieron movilizándose, a pesar que algunos integrantes del Comando de Paro salieron a desautorizar la continuidad de la protesta, argumentando que el paro nacional se había programado para un solo día (24 horas), pero rápidamente tuvieron que rectificar ante la evidencia de que la gente se iba a mantener en la lucha, tanto con marchas y bloqueos del transporte como con otro cacerolazo y marchas periféricas. 

Ya en las horas de la tarde y las primeras horas de la noche, entre el gobierno nacional y distrital ejecutaron la misma estrategia que se había utilizado en Cali para engañar a la población y generar terror utilizando la amenaza de supuestos “vándalos” que iban a atacar urbanizaciones y conjuntos residenciales. La policía había contratado delincuentes y jóvenes descompuestos para desde temprano destruir las estaciones de TransMilenio, realizar saqueos en comercios, y filmar falsos ataques a casas de habitación, para desde las redes sociales y teléfonos móviles, impulsar una campaña de pánico colectivo, utilizando a los medios de comunicación para crear el desconcierto y la alerta general, usando también a los mismos grupos de “vándalos” en sitios estratégicos para hacer más real la parodia y la pantomima del ataque generalizado. 

El mismo gobierno distrital en cabeza del alcalde Enrique Peñalosa tuvo que reconocer al filo de las 11 pm del viernes 22N, que se había tratado de una campaña mediática para generar terror, pero lo hizo señalando a “sectores politiqueros y oportunistas que quieren destruir nuestra ciudad y nuestra democracia”, palabras que fueron reafirmadas con el presidente Duque[5]. Ellos mismos, actuando en llave, decretaron ese día el toque de queda en toda la ciudad a partir de las 9 pm para darle mayor credibilidad al supuesto vandalismo, que fue coordinado desde la jefatura de la policía como lo demuestran los numerosos videos, fotografías y testimonios, que dejan ver que todo el operativo se planeó para desvirtuar y debilitar la protesta social, poniendo a la gente a exigir mano fuerte, legitimar la militarización de la ciudad y del país, y derrotar el movimiento. 

No obstante en los siguientes días, sábado 23 y domingo 24, el movimiento se mantuvo en Bogotá y en otras ciudades, con grandes marchas, concentraciones, velatones, cacerolazos y actividades culturales al aire libre, en donde las cacerolas eran utilizadas de diversa manera como símbolo de la protesta. En el norte de la ciudad capital, más de 3.000 jóvenes rodearon la casa de Duque, gritando consignas de “inepto”, “incapaz” y hasta de “asesino”, como reacción a la agresión sufrida por el joven protestante Dilan Cruz a manos de un integrante del Esmad, quien le disparó a menos de 10 metros un proyectil letal que lo mandó de inmediato al hospital y que le causó la muerte que finalmente se produjo el martes 26 de noviembre.[6] 

Que los jóvenes precariados bogotanos hayan obligado al presidente Duque a trasladarse al Palacio de Nariño para evitar la presión de las diarias manifestaciones alrededor de su casa de habitación, es un pequeño triunfo del movimiento social, que la prensa ha minimizado pero que simbólicamente tiene un gran valor. Al fin y al cabo, este sector social ha expresado de diferentes formas que su inconformidad gira alrededor de la incapacidad e ineptitud de un gobernante que todos saben que es “sub-presidente”, que no es autónomo, que es manejado desde Washington, desde la hacienda “El ubérrimo” del presidente Uribe o desde la oficina principal del Grupo Aval que maneja el mayor multimillonario del país, Luis Carlos Sarmiento Angulo. 

Los jóvenes precariados, muchos de los cuales están entre los 28 y 45 años, tienen plena conciencia de que Duque no puede resolver ningún problema. No le creen y empiezan a sentir una especie de fobia por el presidente, por cuanto éste trata de ocultar su debilidad con falsas poses, discursos y propuestas en las que nadie cree (“economía naranja”, “digitalización de la administración pública”, etc.), y ha intentado ser histriónico cayendo en situaciones ridículas que lo hacen ver como un payaso. Y además, todavía no ha cambiado la actitud de la campaña electoral, proponiendo proyectos y soluciones a problemas que no tiene bien identificados, esquivando las verdaderas iniciativas que tienen que ver con darle continuidad al proceso de paz, cumplir una serie de compromisos adquiridos con diversos sectores sociales (campesinos, indígenas, pequeños y medianos productores, etc.), y por sobre todo, liberarse de la carga de Uribe que es quien realmente –desde la sombra– le impone su agenda. 

Es él quien lo comprometió con la campaña para derrocar a Maduro y “liberar” a Venezuela del “castro-chavismo”, operación en la que perdió más de 6 meses de gobierno, viajando por EE.UU., Europa y América Latina para realizar el “cerco diplomático” que lo llevaría a conseguir un triunfo internacional para tapar sus falencias y debilidades internas. Fue Uribe quien le impuso al ministro de defensa Libardo Botero, un personaje oscuro y reaccionario que tenía como obsesión limitar y regular la protesta social, que fue utilizado para revivir el espíritu uribista dentro de las fuerzas militares, en las que se nombraron generales troperos que tenían la tarea de revivir la política de los “falsos positivos” (asesinato de civiles haciéndolos pasar por guerrilleros dados de baja) y sabotear desde adentro lo poco que queda del llamado “proceso de paz”. El descubrimiento del asesinato de 18 niños reclutados por grupos armados ilegales mediante un bombardeo indiscriminado, que había sido ocultado y fue denunciado en el Congreso en un debate de control político, obligó al ministro de defensa a renunciar y dejó todavía más debilitado a Duque, luego de que su partido (Centro Democrático) había sufrido una sonora derrota en las elecciones del 27 de octubre. 

Los profesionales precariados, especialmente los jóvenes recién salidos de las universidades y que no encuentran oportunidad de trabajo, van a engrosar las fuerzas populares en lucha, y pueden ser un sector muy dinámico e influyente en las movilizaciones venideras. Lo más importante es que ya se están reconociendo dentro del campo de los explotados y oprimidos, y están en proceso de entender que su verdadero enemigo ni siquiera es nacional o gubernamental, que detrás de las empresas o entidades en las que trabajan está el poder de la Gran Burguesía Financiera Global, que está representada en Colombia por los bancos e instituciones financieras, las grandes transnacionales y los poderosos grupos económicos, que subordinan a todos los “emprendimientos” (pymes) a sus intereses capitalistas mediante préstamos onerosos, monopolio de la propiedad intelectual y tecnológica, y muchas otras formas, y son la verdadera causa de su cada vez más difícil situación. En la medida en que lo entiendan, su contribución a las luchas populares va a ser fundamental, por cuanto son personas con mayor formación intelectual, vínculos globales y acceso a la información, y pueden ayudar al resto del pueblo a avanzar por nuevos caminos, más creativos y transformadores de la realidad. 

Constatar que un sector de las “clases medias” en Colombia, especialmente en las grandes ciudades, empezaron a movilizarse en esta coyuntura de protestas sociales, nos debe obligar a reflexionar sobre por qué en países con gobiernos progresistas dichos sectores fueron canalizados hacia proyectos políticos de “derechas”, como ocurrió en Brasil, Ecuador y Bolivia. ¿No será que las izquierdas y gobiernos progresistas no hicieron ningún esfuerzo por ganarse a dichos sectores sociales, y después de que los derrotaron en elecciones (incluyendo a Petro en Bogotá), plagiaron la teoría del “síndrome o complejo de Doña Florinda” para echarle la culpa a la gente, por “arribista” y “desagradecida”, con la intención de justificar sus errores? 

El problema es que esas “clases medias” están compuestas por nuevos sectores sociales, entre ellos, el “precariado del siglo XXI”, que son actores críticos del asistencialismo y de invertir la mayor parte de los recursos estatales en subsidios improductivos, muchos de los cuales –como hizo Uribe en Colombia– son utilizados para hacer clientelismo de nuevo tipo, en vez de invertir en la industrialización de nuestras materias primas apoyándose en esos “emprendedores” y en los pequeños y medianos productores (“clases medias”), lo que sería parte de la solución a los problemas estructurales de dependencia de nuestros países con respecto a la economía de las potencias híper-industrializadas. Este es un tema a explorar y desarrollar. 

Conclusiones 

A manera de conclusión podemos afirmar que: 

- La protesta social y ciudadana que está todavía en desarrollo rebasó los objetivos inicialmente propuestos por el Comando Nacional de Paro; 

- Esa situación se presentó porque algunos puntos sobre reforma laboral y pensional fueron concedidos por el gobierno aún antes de realizarse el paro nacional (así fuere de palabra), y los dirigentes no reaccionaron para recomponer el pliego de exigencias convocando a otros sectores, sentires y necesidades de la población movilizada y no movilizada; 

- La movilización ciudadana centró sus principales exigencias en lograr cambios sustanciales y efectivos en la actitud del gobierno frente a la manera de administrar los intereses colectivos. “Escuche presidente”, “libérese de Uribe”, “cambie Duque”, eran las solicitudes previas a la protesta, pero en medio de la protesta se iba transformado en “renuncie Duque”; 

- La dirigencia del Comando de Paro no estuvo a la altura del reto que le colocaron los nuevos sectores movilizados. Mientras la gente quería fortalecer el movimiento y ampliar su impacto político (no partidista), la cúpula de las centrales obreras le rogaban al gobierno para que se sentara a negociar con ellos mostrando plenamente su perfil puramente reivindicativo; 

- La agresión guerrerista y militarizada contra la protesta social planteó nuevas prioridades al movimiento. Exigir la destitución o renuncia de la cúpula de la Policía y deslegitimar a Duque como interlocutor creíble y confiable del movimiento social, era la actitud que tendría que haber asumido la dirigencia del “Paro” para fortalecer el movimiento; 

- Por todo lo anterior, se requiere el impulso y desarrollo de un proceso de organización y participación que se corresponda con el espíritu de concurrencia democrática que exigen amplios sectores de la sociedad colombiana que no se sienten incluidos ni representados por las formas tradicionales de acción política y no confían en la institucionalidad existente; 

- Se necesitan con urgencia nuevos y más amplios canales de participación para desarrollar un verdadero Diálogo Social, que sea amplio, incluyente, participativo y transversal, que no solo incluya a sectores sociales y gremios sino que abra amplios y plenos espacios para las nuevas generaciones, las mujeres y las nuevas identidades de género, y desarrolle procesos y prácticas interculturales y pluriétnicas vinculadas con el cuidado de la vida y de la naturaleza. 

- La dinámica de movilización social y ciudadana que se ha desencadenado en Colombia requiere una nueva coordinación social y política de mayor cobertura y alcance, que consiga armonizar tres objetivos básicos: 

a) Fortalecer y ampliar la movilización y protesta ciudadana, generando procesos de auto-organización y representación amplia y democrática en localidades, regiones y a nivel nacional en todo el territorio colombiano; 

b) Identificar con precisión las principales exigencias de la ciudadanía movilizada, que respondan a intereses generales pero, a la vez, que sean propuestas concretas y realizables a corto y mediano plazo; 

c) Construir los mecanismos, procedimientos y formas efectivas para desarrollar el Diálogo Social, sin dejarse condicionar por las dinámicas gubernamentales, que por un lado, quieren dilatar los tiempos para desgastar el movimiento, y por otro lado, tratan de reducir el diálogo y la negociación a cúpulas excluyentes, para finalmente no cumplir los compromisos firmados como lo han demostrado las negociaciones y falsos procesos de participación realizados por éste y anteriores gobiernos. 

Se pueden promover y organizar “Asambleas Auto-convocadas” en barrios y veredas, localidades y municipios, y organizar a partir de ellas, “Cabildos Ciudadanos y Populares” que sesionen en forma permanente con carácter constituyente. 

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Lo ocurrido hasta ahora es el inicio del despertar. En Colombia el conflicto armado manipulado por las castas dominantes durante 6 décadas impidió el desarrollo pleno de las luchas sociales y populares. Además, una casta de dirigentes burocráticos se apoderó de la dirección de las organizaciones sociales y se ha constituido en una traba para su desarrollo político. También, se deben tener en cuenta dos factores que han impedido que la situación económica sea todavía más crítica: por un lado, la inyección de recursos provenientes de las economías ilegales (narcotráfico, minería ilegal, otras) representa el 2,5% del PIB, y las remesas en dinero que llegan del exterior corresponden al 1,9% del PIB, que alivian necesidades materiales de importantes sectores de la sociedad y son un factor muy importante para sostener el crecimiento económico y evitar la recesión que sufren casi todos los países de América Latina. 

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Tal parece que el pueblo colombiano quiere honrar el Bicentenario de la Independencia con mayores y más consistentes jornadas de emancipación social, de transformación democrática y de construcción de autonomía y soberanía política, que sean la base real y material para el logro de la justicia social, el bienestar económico y la realización cultural de las grandes mayorías de la Nación. 

Notas 

[1] La Silla Vacía (2019). Crónica en vivo: Así se vivió el 21N en 10 ciudades del país. Crónica del 21 de noviembre de 2019. Ver: https://lasillavacia.com/cronica-vivo-asi-se-vivio-21n-10-ciudades-del-pais-74606
 

[2] Precariado: Término inventado por Guy Standing para definir lo que es una nueva clase social, similar al proletariado, pero que tiene nuevas características.
Ver: http://www.scielo.org.co/pdf/rcs/v38n1/v38n1a11.pdf

[3] Alai.net (2013).
Paro nacional agrario: saltos cualitativos en el movimiento social. Ver:  https://www.alainet.org/es/active/66829

[4] Ese sentido periférico pareciera rechazar la simbología tradicional del “poder”, concentrado alrededor de la Plaza de Bolívar donde está el Capitolio, la Corte Suprema de Justicia, la Catedral Primada y la alcaldía. Los jóvenes del norte de Bogotá prefirieron acosar directamente a Duque protestando varias veces frente a su casa. Ver: https://www.pulzo.com/nacion/videos-cacerolazo-frente-casa-ivan-duque-PP804285
 

[5] El Tiempo (2019). Alcalde denunció un complot para generar terror en Bogotá y el país. Artículo de 23 de noviembre de 2019. https://www.eltiempo.com/bogota/el-complot-que-descubrio-la-alcaldia-para-desatar-el-caos-y-el-vandalismo-en-bogota-436614

[6] Video del cacerolazo frente a la casa de Duque: https://twitter.com/i/status/1197841402425688064
 

 

 
Contextualicemos el golpe de estado en Bolivia. Es descubrir que la conciliación con el poder real masificada por Evo Morales-Álvaro si bien resultaba en exitoso crecimiento económico de los grandes capitales ya no era gobernable a consecuencia de la protesta social.
 
Es hora de reconocer al capitalismo (sea su gestión progresista o neoliberal desembozada) como el sistema que subsume a la humanidad en injusticias social y ambiental al extremo de estar aniquilando las condiciones de vida (humana y no humana) del planeta.
 



Chile: El factor anticapitalista
24 de octubre de 2019

El malestar de la población corresponde a un complejo profundo que no limita con objetivos puramente económicos. Incorpora un acumulado histórico propio de las relaciones sociales devenidas del vínculo contradictorio entre opresores y oprimidos. No se trata de una «masa» que persigue una mera «negociación sindical» o un «promedio» entre peticiones y ofertas. No emergió desde abajo, volcánicamente, para «llegar a un acuerdo» con los poderes establecidos. El movimiento, en su propio despliegue y conforme a las particularidades originales de la sociedad chilena, crea la narración identitaria de su despliegue.

Por Andrés Figueroa Cornejo.
Que el alzamiento popular en Chile ya transite su séptima jornada este 24 de octubre sin conocerse espacios sociales y políticos que por sí solos puedan proclamar sus prerrogativas sobre el movimiento, no significa que no existan organizaciones en su interior. De hecho, en medio de las multitudes, tanto en las concentraciones populares a escala territorial, como en las más centrales y visibles, los grupos sociales que se referencian con una identidad política distintiva son un lugar común.
La sensibilidad política general de la protesta se expresa en contra de las instituciones en su sentido más amplio. ¿Qué quiere decir eso? El malestar de la población corresponde a un complejo profundo que no limita con objetivos puramente económicos. Incorpora en sus motivaciones un acumulado histórico propio de las relaciones sociales devenidas del vínculo contradictorio entre señor y siervo, entre opresores y oprimidos. Entonces no se trata de una «masa» que persigue una mera «negociación sindical» o un «promedio» entre peticiones y ofertas. El movimiento no busca «un consenso». No emergió desde abajo, volcánicamente, para «llegar a un acuerdo» con los poderes establecidos, independientemente de cómo se resuelva la coyuntura. El movimiento, en su propio despliegue y conforme a las particularidades originales de la sociedad chilena en un espacio-tiempo dado, crea la narración identitaria de su despliegue. «Renuncia de Piñera y establecimiento de una sociedad justa», «Que termine la represión y el estado de excepción, el toque de queda, y que los milicos vuelvan a los cuarteles», son conceptualizaciones elementales que podrían aproximarse, hasta hoy, este 24 de octubre, a las aspiraciones mediatas e inmediatas del alzamiento popular.
 
No obstante, y como parte dinámica de la realidad, por diferentes causas y momentos anteriores a la explosión de la protesta, existe, por ejemplo, un compuesto de dirigentes sociales ligados a fracciones del Frente Amplio y a la ex Nueva Mayoría, y su entorno no militante orgánicamente. No es una formación homogénea. Es inestable, pero su cemento se resume en un conjunto de acuerdos mínimos y vocación orientadora políticamente.
 
Pero no es la única fuerza que aspira a «tener su lugar en el mundo», y en el movimiento real en lucha, con el objetivo de constituirse en autoridad democráticamente legitimada.
Además de grupos ligados a las culturas libertarias, y de otras tradiciones emancipatorias, se acaba de formalizar el Polo Social Anticapitalista.
 
Según la dirigenta de la Central Sindical Clasista de Trabajadoras y Trabajadores de Chile, Catalina Rojas, «nuestro llamado es a la conformación de un polo social anticapitalista que avance en la confluencia de organizaciones sindicales y sociales, y articule a trabajadoras, trabajadores, estudiantes y pobladores y pobladoras bajo una plataforma de lucha común que ponga como horizonte la lucha contra el capitalismo para acabar con toda opresión y explotación», y añadió que, «este polo social debe germinar desde la independencia de clase sin permitir la cooptación de la clase en el poder ni de ninguno de sus organismos ni organizaciones».
 
La sindicalista informó que «se realizará una convocatoria amplia a conformar este bloque a todas las organizaciones que se definan anticapitalistas y antipatriarcales para levantar la articulación del pueblo en lucha».
 
Sin dudas, no sólo se multiplica una politización y consciencia respecto de los derechos sociales y humanos por parte del movimiento popular y social que, en su derrotero, cuestiona el régimen de la ganancia e impone la necesidad vital del bienestar común, como no ocurría desde hace décadas. No sólo el miedo se desploma como arma disolvente del poder. También diversas composiciones políticas y sociales con mayores definiciones y tomas de posición, se suman al movimiento de desobediencia popular, esta vez, de manera diferenciada. Semejante comportamiento político amerita un análisis e interpretación que no cabe en una nota tan breve como la presente.
 
Al término del texto, el Instituto Nacional de Derechos Humanos reportó que este 24 de octubre hubo casi 3 mil personas detenidas en todo el país; 582 personas heridas, de las cuales 295 lo fueron con armas de fuego. En el centro de Santiago trascendió que hay 40 personas heridas con perdigones en la Posta Central. Los perdigones son municiones policiales de 6 milímetros, de metal recubierto con goma. Por eso tantos heridos han perdido la visión de uno de sus ojos. La comisión de DDHH del Senado solicitó a los uniformados la no utilización de perdigones. Sin embargo, las razones de la represión no platican con el parlamentarismo.

Más Noticias


 
Hagamos balance crítico del progresismo para generalizar la toma de partido por dejar atrás a la conciliación con los expoliadores tanto de los trabajadores como de la naturaleza. Comprendamos que el posibilismo nos ha ido hundiendo cada vez más en precarización, sometimientos de distintos tipos, enfermedades e infortunios a al ir viabilizando el avance del sistema mundo capitalista.  Confiemos en:
 
 
 
Crear comunas para ganar la calle
22 de octubre de 2019
Por Iñaki Gil de San Vicente (Rebelión)
 
1.- Lecciones de la historia
Roberto Perdía ha publicado un texto muy oportuno sobre cómo combatir el capitalismo y a la vez sobre cómo avanzar en la prefiguración del socialismo en la medida de lo posible teniendo en cuenta que nos hacen malvivir en una prisión a la que el capital llama «democracia». El libro, con un título que lo sugiere todo: Prisioneros de esta democracia (Argentina, agosto 2018) que con el Nº 1 inaugura la serie de Cuadernos de Formación de Resumen Latinoamericano, un paso fundamental conociendo el amplio espectro de colectivos y personas a las que llega este prestigioso medio digital que también se difunde en lengua inglesa.
La actualidad del libro y el acierto de Resumen Latinoamericano, son innegables: asistimos a lo que puede ser el reinicio de una nueva oleada de luchas en un capitalismo que ha generalizado las peores “formas democráticas” de explotación, y también lo ha hecho con las dictatoriales. La sublevación nacional catalana, ecuatoriana, haitiana…; la revuelta permanente de los chalecos amarillos; el resurgir de la lucha de clases en EEUU con formas y contenidos idénticos a los que también emergen en otros Estados; la recuperación popular en Nuestramérica y en varios países norteafricanos…, son solo algunos indicios del despertar del fantasma del comunismo.
Incluso en Euskal Herria, en donde aparentaba reinar esa «normalidad social» tan ansiada por el reformismo, vuelve la lucha de clases en sus formas clásicas y actuales. Roberto Perdía ofrece una alternativa contraria a aquella consigna de «sacar el conflicto de la calle, y llevarlo al parlamento»: organizar y expandir el conflicto en la calle mediante la recuperación de la territorialidad obrera y popular autoorganizada en comunas, para desde ellas y si se viera necesario, llevar el conflicto al parlamento, pero siempre supeditado a la lucha de clases. La reconstrucción del territorio social - «ganar la calle»- es uno de los secretos de la nueva oleada de luchas que vuelven a ulular como una bella sinfonía roja.
Ganar la calle exige autoorganizar el nuevo territorio material y simbólico en el que el pueblo obrero recrea su autoconciencia, sobre las cenizas del anterior que el capital destruyó con su contraofensiva mundial lanzada en los ’80 del siglo pasado. Si pudiéramos hacer ahora una síntesis de la historia de los movimientos revolucionarios desde finales del siglo XVIII, conectándolos con las luchas populares de las ciudades y comunas medievales desde el siglo XIV, y con toda la experiencia de las comunas precapitalistas, volveríamos a ver la importancia decisiva del territorio material y simbólico en el que la humanidad explotada se autoorganiza. Llamémosles comités, asambleas, anteiglesias, concejos, ayuntamientos, casas-grandes, comunas, consejos, soviets, repúblicas…, por debajo de esas diferencias fluye la vitalidad del territorio social en el que se autoorganiza el poder de los y las explotadas por la propiedad privada.
Resumen Latinoamericano ha sabido evaluar la dinámica de las contradicciones del capital para encargar a Roberto Perdía este N.º 1 de sus Cuadernos de Formación, mérito –que no acierto- que nos permite abrir un libro que la izquierda europea y en especial la de aquellos países responsables por su historia y por su presente de la sobre explotación de otros pueblos, debe leer con lupa autocrítica ya que viene a ser, por un lado, un compendio de las aportaciones de las fuerzas revolucionarias de Nuestramérica; y por otro lado una valiosa aportación creativa a los debates y a las prácticas que vuelven a escena tras el augurado fracaso del reformismo que se ocultaba debajo del pomposo nombre de «Socialismo del Siglo XXI»
No debemos estudiar esta obra por simple moda de solidaridad progre, al estilo de las Ongs bienintencionadas, porque para tan poco no hace falta rigor autocrítico ninguno. Necesitamos hacerlo porque la lucha entre el capital y el trabajo es una a nivel mundial, y aunque las distancias entre, por ejemplo, Euskal Herria y Argentina sean grandes, sin embargo, la burguesía vasco-española se enriquece ahora mismo gracias a que el euro imperialismo asegura la transferencia de valor entre ambos extremos, empobreciendo al de allí y enriqueciendo al de aquí.
O sea, a la lucha vasca también le afecta para bien o para mal según avancen o retrocedan las de nuestras hermanas y hermanos de clase argentinos. Por esto es necesario estudiar sus aportaciones teóricas porque descubriremos muchas prácticas comunes que surgen de esa unidad mundial básica que identifica a las clases explotadas. Ahora bien, lo primero que debemos evitar es el error del eurocentrismo, de creer que el resto del mundo debe seguir a pies juntillas los senderos que el proletariado occidental abrió y por los que transita mal que peor. Para evitar este error de consecuencias trágicas, hemos de estudiar la historia concreta de los pueblos machacados desde, al menos, la irrupción del colonialismo en la segunda mitad del siglo XV.
Roberto Perdía nos resumen los momentos decisivos en la formación de lo que ahora denominamos Argentina desde mediados del siglo XVI, resaltando la resistencia tenaz de los pueblos originarios y de sus formas comunales que se negaban a entregar sus tierras y culturas, sus identidades, a los invasores, recordando la rebelión andina de finales del siglo XVIII. Ahora mismo, cuando hemos seguido segundo a segundo la enésima sublevación del pueblo de Ecuador contra el imperialismo, el FMI y sus lacayos, vemos la continuidad profunda de las resistencias contra el «genocidio constituyente» -feliz expresión que el autor retoma- como la base de la Argentina actual que fue tomando cuerpo gracias a traiciones sucesivas de las oligarquías criollas que defraudaron los deseos populares de 1810 de una independencia plena no sólo de España sino de otras potencias, fundamentalmente de Gran Bretaña.
En el Congreso de Tucumán de 1816 se analizó crear un poder incaico con capital en Cuzco, posibilitando una amplia tierra liberada con el nombre de Provincias Unidas de Sud América. De haber triunfado este proyecto revolucionario, el destino de Sud América y probablemente de toda Nuestramérica hubiera sido muy diferente. Pero las clases ricas regionales buscaban sus propios y exclusivos Estados, provocando luchas fratricidas instigadas también por potencias extranjeras. La constitución de 1853 fue el resultado de aquellos cambalaches de las clases ricas, porque:
«Más allá de la libertad para usar el puerto, los representantes de esos mismos sectores no tenían mayor interés en cambiar las condiciones sociales y económicas existentes. Minimizaron la participación protagónica de los sectores populares. Los indígenas, los negros y los criollos pobres sembraron con su sangre los territorios nuestro-americanos para que aquellos comerciantes realizaran sus intereses» (p. 36)
La exposición de las lecciones de la historia no se limita sólo a la Argentina. Hemos visto cómo el autor citaba la gran rebelión andina dirigida por Condorcanqui de 1780. También nos recuerda la revolución haitiana iniciada en 1791, que en 1805 aprobó la Constitución más radical hasta el momento, y que en 1825 el colonialismo francés llevó 25 barcos de guerra a Haití, para obligarles a pagar una «reparación» por las pérdidas francesas, antigua potencia ocupante: hasta 1883 el pueblo de Haití estuvo pagando el «precio» de su libertad. Cita el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826 en el que Bolívar había puesto tantas esperanzas, y que fue boicoteado por Estados Unidos, Gran Bretaña…, y por las burguesías latinoamericanas que ya entonces les obedecían. Y el autor escribe: «Al regreso de sus delegados, Bolívar les pregunta: ¿Tenemos gobierno y ejército únicos? Ante su respuesta negativa, murmuró: ¡Hemos fracasado!» (p. 36)
Varias veces, Roberto Perdía insiste en que fueron aquellas derrotas de los proyectos contrarios a las potencias colonialistas las que impusieron el contenido dependiente del capitalismo de Nuestramérica: «Es por ello que conquista, colonia, independencia, inmigración, población y cultura nativa no son un pasado ya superado de nuestra historia. En su desarrollo dialéctico forman parte de un presente que no ha sido capaz de sintetizarlas asumiendo el rol que tuvo cada una de ellas. Esta es otra de las características de este estado-nación. En él se expresan estas limitaciones del pasado que influyen en nuestra menguada independencia nacional, en el casi inexistente respeto de los pueblos nativos y en la crisis e inviabilidad de sus instituciones actuales» (p. 37)
2.- Crítica del posibilismo
Estas son los condicionantes sociohistóricos que debemos tener en cuenta para entender lo que se plantea en el libro. Por ejemplo, los efectos de la crisis sistémica, civilizatoria, que mina al capitalismo tienen una dureza concreta con el pueblo obrero de Argentina precisamente por los condicionantes vistos. La crítica que se hace de la democracia burguesa es implacable, y durante esa crítica vamos viendo cómo podemos aprender de la experiencia argentina a pesar de las enormes diferencias sociohistóricas arriba apuntadas, porque Roberto Perdía resalta una característica de la democracia burguesa común a Argentina y a Euskal Herria: las promesas que hacen los partidos electoralistas y que lo más probable es que no sean cumplidas, que queden en promesas o peor aún, en mentiras dichas para engañar a incautos. El autor hace muy bien utilizando un ejemplo crudo: «el cínico reconocimiento de Carlos Menem: “Si hubiese dicho lo que iba a hacer, nadie me hubiese votado”» (p. 59). Hay que recordar que Carlos Menem fue presidente de Argentina entre 1989 y 1999, aplicando políticas de austericidas que empobrecieron al pueblo y enriquecieron a una burguesía corrupta.
La democracia burguesa se sostiene en buena medida sobre la mentira y la manipulación, también en Argentina y en Euskal Herria. Solamente la izquierda revolucionaria dice lo que piensa hacer en el parlamento si es que ha decidido ir a ese instrumento del capital, y si puede decirlo abiertamente sin sufrir represión. La sociología electoral, el mercado del voto, la tele política y la manipulación psicológica de masas conocen a grandes rasgos el precio medio del voto convenientemente “trabajado” por la industria del control social de masas que sabe buscar en el big data lo que necesita. Roberto Perdía, en base a los más recientes estudios al respecto, nos advierte de que:
«Según recientes investigaciones realizadas en la Universidad de Cambridge, con 100 “likes” se puede conocer la personalidad, la orientación sexual, el origen étnico, la opinión política, la religión, grado de inteligencia, consumo de drogas y constitución familiar de una persona. Con 150 “me gusta”, mediante un algoritmo, se podría conocer y predecir el comportamiento de una persona mucho mejor de lo que puede hacerlo su pareja. Con 250 “likes” de Facebook, ni el propio interesado sabe lo que la estructura informática puede conocer de dicha persona» (p.71).
La manipulación psicopolítica tiene instrumentos desconocidos hace treinta años que permiten a las fuerzas burguesas más poderosas guiar parte de la irracionalidad de la estructura psíquica colectiva hacia el fortalecimiento del sistema. ¿Quiere esto decir que la izquierda ha de renunciar para siempre a la intervención electoral como parte supeditada a la estrategia revolucionaria? Una demostración de la validez del texto de Roberto Perdía la encontramos casi al final cuando desarrolla tres reflexiones sobre la idoneidad o no de luchar dentro de la democracia burguesa. Ahora debemos esperar porque para comprender la profundidad de los tres puntos, antes debemos seguir la lógica que los sostiene. Y una primera e inexcusable medida que debemos realizar, es el rechazo explícito del «posibilismo»:
«Los cultores de dicho posibilismo se reivindican pragmáticos y realistas, que “hacen lo que se puede…”. De un modo irónico, cínico y resignado, esa idea se ha instalado en la calle bajo la expresión: “Es lo que hay”. Cargados de lúdicos diagnósticos de la realidad, siempre eligen “el mal menor…”. Guiados por esos principios, terminan siendo lógicos reproductores del sistema que cuestionan y critican, Carentes de una verdadera autocrítica, no ponen en duda sus pensamientos; y sólo esperan enancarse en la lógica resistencia de los pueblos para reiterar –una vez más- ese inconducente “posibilismo”» (p. 75).
El reformismo, el posibilismo y el pragmatismo son tres corrientes políticas que surgieron a finales del siglo XIX en Alemania, Francia y EEUU, y que con el tiempo han confluido en una sola. Después, al calor de las órdenes y de las ofertas de la industria cultural, la casta intelectual ha multiplicado las ofertas: ya sabemos en qué han quedado tantas promesas de lograr definitivamente la «hegemonía de los nuevos sujetos sociales» para transformar la realidad sin lucha revolucionaria. El autor ha resumido en nueve puntos las constantes del posibilismo argentino, en la pág. 76; pensamos que aprenderemos mucho si las adaptamos a Euskal Herria:
Primera: «El no cuestionar realmente los mecanismos de explotación capitalista vigente, es una parte vital de la matriz de ese pensamiento en materia económica; y una de las razones de su fracaso, que termina consolidando el saqueo de nuestra riqueza y la explotación de los trabajadores». El reformismo posibilista y pragmático quiere aumentar votos y escaños, y hablar de la dureza de la explotación asalariada o no asalariada pero imprescindible para la burguesía, puede espantarlos; la solución es sermonear sobre democracia, derecho, justicia… de manera abstracta y polisémica para fascinar a sectores de la pequeña y hasta mediana burguesía; la lucha sistemática en fábricas, escuelas, servicios, barrios, etc., contra todas las explotaciones concretas en las que se materializa la unidad y lucha de contrarios entre el capital y el trabajo, cuando se realiza, es abandonada en manos del sindicato y de las organizaciones secundarias, y nunca llevada a las instituciones, al parlamento… para no asustar al voto potencial.
Segunda: «El extractivismo y el consumismo son dos aspectos inseparables de su proceder político-económico». Una de las fuentes de la acumulación originaria de capital en Euskal Herria fue el estractivismo de mineral de hierro entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Ahora ha vuelto otro «estractivismo»: el de la fuerza de trabajo cualificada que tiene que buscar explotadores en el extranjero que les den más salario porque los de la burguesía vasco-española son una miseria. La ideología consumista no combatida por el reformismo, refuerza la alienación de esos jóvenes que en vez de luchar en y por su pueblo y clase, se escapan buscando un explotador «más justo», pero sin integrarse en la lucha de clases del pueblo que los recibe.
Tercera: «La concentración y extranjerización económica y los privilegios del capital financiero, fueron efecto de sus políticas». En la Euskal Herria peninsular la izquierda vasca fue el centro motor de la resistencia al capital financiero y a la desindustrialización que éste exigía. Ahora lo es también en muchas explotaciones concretas sin olvidar las aportaciones de grupos de izquierda estatal; pero el nuevo reformismo electoralista ha abandonado la estrategia independentista y socialista que daba perspectiva histórica y coherencia programática a todas las expresiones concretas de resistencia precisamente cuando la nueva crisis mundial exige una decidida praxis concienciadora.
Cuarta: «Un cierto fetichismo del Estado lleva a considerarlo como el factor prácticamente excluyente de los cambios a producir». La destrucción del Estado del capital es una exigencia ineludible, simultánea a la construcción de un poder obrero y popular transitorio basado en la democracia socialista, Comuna lo llamaron Marx y Engels desde 1871. Las naciones oprimidas, interesadamente neutralizadas como «naciones sin Estado», tenemos la urgente necesidad de construir nuestra Comuna como único recurso para avanzar al socialismo.
Quinta: «Como legítimos herederos del pensamiento de la modernidad eurocéntrica, consideran a las ideas de “progreso” y “desarrollo” (fundado en los datos de sobre “crecimiento económico”) como claves de la sociedad y de la vida humana». El pueblo trabajador vasco llevó hasta mediados de la década de 1980 una titánica lucha contra el plan de instalar cuatro centrales nucleares en un área de 17.234 km2, bajo control español. De haber triunfado el plan, entonces sería la zona más nuclearizada del mundo, teniendo en cuenta que a muy pocos km funcionaba la central de Garoña. La ideología del “progreso” y del “desarrollo” legitimaba tamaña barbaridad hecha fracasar por el pueblo. Aquella larga lección ha dejado una conciencia ecologista práctica apreciable en muchos comportamientos sociales, pero el paso a la retaguardia del independentismo socialista, perdiendo vigencia actual, más la presión casi aplastante de las nuevas formas capitalistas, así como otros factores, favorecen la recuperación del desarrollismo.
Sexta: «El tema de la corrupción por parte de algunos dirigentes progresistas, hábilmente manejado desde ese gran corruptor que es el sistema capitalista y sus personeros, es un acto de traición a lo que dicen representar y proclaman querer realizar». En la Euskal Herria bajo dominación española, el eufemismo denominado «transición democrática» desde la dictadura militar a la monarquía impuesta por los militares, logró que centenares de “progresistas” e incluso luchadores antifranquistas se convirtieran en poco tiempo en defensores de esa monarquía militar al ser cooptados como funcionarios, trabajadores públicos, etc., de las nuevas instituciones regionales que el capital necesitaba urgentemente para aparentar el cambio. Las abundantes corrupciones clásicas ocultaron esa degradación corrupta de la progresía que se integró con buenos sueldos en la “democracia” impuesta olvidándose de la democracia real. Ahora mismo, una de las causas de la profunda crisis política en el Estado español nace de la alta corrupción que pudre a la política oficial y a la gran burguesía, y de la pequeña corrupción de los nuevos reformismos y grupos de extrema derecha capaces de todo con tal de sentarse en un sillón.
Séptima: «También nos meteremos en la frustración que deja este modo de pensar y actuar en las cuestiones político-institucionales, con una democracia representativa alejada del pueblo, sus aspiraciones y necesidades». A grandes rasgos, en Euskal Herria sur, ha habido tres momentos de frustración: uno, cuando el reformismo se arrodilló ante la monarquía impuesta por la dictadura, legitimándola, lo que hizo que cientos de antifranquistas, socialistas y comunistas se hundieran en el desconcierto y otros se corrompieran, como hemos visto arriba. Otro, cuando una parte de la izquierda abertzale se descompuso desde la segunda mitad de la década de 1980 y sectores se integraron en el aparato de Estado, desplome paralelo al de grupos menores de izquierda revolucionaria. Y el tercero, la que han padecido cientos de militantes al imponerse la «nueva estrategia». En las tres frustraciones se descubre la quiebra del referente político estratégico que guiaba a sus militancias y que vieron cómo la nueva política se acomodaba a la «democracia representativa».
Octava: «Su paso deja el saldo de una débil y auténtica organización y protagonismo del pueblo. Ello impide el despliegue de sus potencialidades y olvida aquél viejo principio de que ¡Sólo el pueblo salvará al pueblo!». En todas partes sucede lo mismo: cuando la organización o partido referencial se hunde, gira al centro, parte de su militancia queda perpleja, desconcertada…y con frecuencia desiste y abandona la militancia. Según sea la historia, memoria, conciencia y contexto, se tardará un tiempo para que la lucha vuelva a los niveles anteriores.
Novena: «Tampoco debemos eludir la consideración del abismo que media entre su discurso cargado de “buenas intenciones”, junto a una práctica que termina por reproducir el sistema imperante». No hace falta que nos extendamos en las “buenas intenciones” del posibilismo que promete de todo en la campaña electoral, pero que se olvida de lo prometido a los pocos días, intentando mantener o recuperar la confianza del electorado prometiéndole nuevas maravillas.
Vemos cómo son aplicables en lo esencial a Euskal Herria las nueve características del progresismo posibilista argentino, y con diversas precisiones lo son también para Occidente siempre y cuando hablemos de izquierda revolucionaria. Un estudio más sutil y concreto debemos hacer cuando el autor, Roberto Perdía, se detiene en los logros democráticos de Cuba, Bolivia, Venezuela, Argentina en 1945-55, y la primera Constitución de la provincia del Chaco de1951, que no podemos siquiera sintetizar en su quintaesencia porque nos llevaría demasiado tiempo al tener que analizar las diferencias cualitativas de todos ellos con Euskal Herria: nos dividen y oprimen dos Estados que nos trocean en tres territorios con muy distintas administraciones con leyes, sistemas contables, educativos, administrativos, etc., muy diferentes; las leyes que nos imponen están pensadas para impedir toda centralidad nacional; no tenemos representatividad internacional alguna, etc.…, mientras que Cuba, Bolivia, Venezuela y Argentina ya eran Estados independientes antes de esas valiosas experiencias.
3.- Construir territorio comunal
Para los pueblos oprimidos que debemos destruir el Estado ocupante y crear un poder comunal cualitativamente diferente, Roberto Perdía hace aportaciones vitales sobre la territorialidad del poder comunal, sobre el anclaje de la autoorganización en un territorio que la clase trabajadora quiere liberar. La raigambre en el territorio es decisiva porque es uno de los mejores marcadores del avance, estancamiento o retroceso de la lucha popular. Un pequeño centro social de barrio, una cooperativa de producción y consumo, una asamblea vecinal, una asociación de cultura relacionada con alguna o algunas asambleas de taller o fábrica, un radiotelevisión local autogestionada, un colectivo de educación sexual, una gimnasio de autodefensa anti patriarcal y antirracista, una universidad popular conectada con algún centro educativo oficial…, son primeros avances en la autoorganización que pueden dar contenido y forma a lo que supone la comuna:
«La Comuna supone un tipo de organización que va más allá de las propuestas para una reforma estatal, de raíz eurocéntrica, que el progresismo viene formulando […] lo estratégico es la organización del pueblo, y lo que se propone en su organización en esta perspectiva comunal. Pensar el futuro desde la lógica de las comunas, es hacerlo teniendo en vista la comunidad, y no el mercado. Para hacerlo realidad, además de la voluntad explícita puesta en esa dirección, se requiere un largo tiempo de lucha y organización […] La construcción de la comuna adquirirá peso reivindicativo y dimensión política, en la medida en que se logra avanzar en la territorialización de las luchas sociales» (pp. 118-119)
Territorializar una lucha social quiere decir conectarla con otros grupos que también actúan en ese espacio urbano, en la vida en el barrio popular, etc.; en suma, el espacio productivo-reproductivo inmediato en el que se libran esos y otros conflictos, en síntesis: «dominar la calle» en sentido general, que es el espacio decisivo en el que se deciden los primeros momentos de la victoria de la rebelión contra la tiranía. Por territorio comunal debemos entender aquellas zonas en las que la autoorganización de colectivos ha permitido y a la vez exige su autogestión directa, de base y horizontal para que esa autoorganización se expanda. Un colectivo o red de grupos que no se autogestione, que no se gestione desde su interior y según su proyecto estratégico, está condenado a la desaparición o a la integración en el sistema al que dice combatir.
Al fin y al cabo, gestionarse así mismo es y exige el ejercicio de la autodeterminación, de decidir sin injerencias ni condicionantes externos, qué se quiere hacer y cómo hacerlo. Pero más temprano que tarde se demuestra que un territorio social autoorganizado, autogestionado y autodeterminado no sirve de nada cuando se desahucian viviendas, se cierran locales liberados, el poder impone la gentrificación y la policía permite la droga y la delincuencia mafiosas pero reprime a la juventud y a colectivos sociales, el terror patriarcal prolifera a falta de medidas en contra, las empresas destrozan la ecología urbana, el poder municipal rechaza toda propuesta vecinal exigiendo servicios y espacios públicos, …Ante estos y otros ataques del capital, el territorio popular empieza a descomponerse por falta de autodefensa.
Llegados a este punto, Roberto Perdía hace muy bien en advertirnos sobre la trampa que se esconde debajo de la inmensa mayoría de las medidas burguesas, sean reaccionarias o reformistas, contra el empobrecimiento inherente al capitalismo. La territorialización comunal puede detenerse y retroceder hasta su extinción si el poder lograr imponer la trampa de las «ayudas contra la pobreza». Muchos organismos del capital, la ONU, el Estado, oficinas públicas, grandes bancos y empresas, grupos religiosos, etc., actúan «contra la pobreza» desde el asistencialismo más neutro que no ataca la causa: el capital. Nos parece muy pertinente la crítica del autor al Ingreso Ciudadano Universal, y a su variante el «ingreso universal» a todos los «ciudadanos», como “soluciones” que no solucionan nada y desarman la conciencia del proletariado. También tiene razón el autor cuando insiste en que el rechazo a estos métodos de cooptación no implica la absoluta negativa a utilizar críticamente los sistemas asistenciales del Estado y otras instituciones burguesas: se trata de un uso crítico destinado a impulsar la estrategia de doble poder, del «poder dual»:
«De todos modos, la ideas que formulamos no niegan el aprovechamiento de estas políticas asistencialistas por parte del actual Estado. Por el contrario, se propone crear alternativas que le arranquen todas las concesiones posibles a este sistema estatal, mientras va construyendo otra modalidad de vínculos entre las personas y de éstas con la naturaleza, su pachamama.
El sujeto, el más dinámico territorialmente hablando, es en realidad un sujeto histórico en transición que, en la medida que vaya organizando al pueblo de un determinado territorio, irá adquiriendo significación política y capacidad de trasmitir su experiencia a otros sectores.
Por eso, la idea comunal no se agota en el territorio de los actuales desposeídos; es una propuesta que se extiende hacia la perspectiva de construir las ciudades comunales, y el propio estado comunal.
Eso, que podemos denominar la construcción de un poder dual, se inscribe en lo que podemos denominar su vocación de poder. Desde el vamos a poner en ejercicio la voluntad de gobernar y legislar sobre un determinado espacio físico; y más allá que no cuente con la institucionalidad estatal, va tensionando hacia la construcción de su propia institucionalidad. Eso es la acumulación constituyente, o construcción del poder popular» (pp.123-124).
La territorialización del poder popular aumenta en la medida en que más y más grupos, colectivos y movimientos pertenecientes al pueblo obrero se integran en el «Bloque de Poder» que, como su propio nombre indica, se autodefine como una fuerza que construye poder popular a la vez que destruye poder burgués, es decir, que pone en el centro la famosa «cuestión del poder». Vemos que existe un abismo entre las inquietudes de la progresía occidental por la “democracia” y la dirección directa del «bloque del poder» hacia la llave de la libertad: el poder comunal. O si queremos decirlo más crudamente: la democracia abstracta y hueca contra el poder de la clase trabajadora, y más en concreto, el poder de la mujer trabajadora dentro del poder del pueblo obrero. Roberto Perdía dedica cuatro páginas (pp. 124-127) a la cuestión del poder sociopolítico de la mujer trabajadora y a la urgencia de unir el mundo de la reproducción con el de la producción:
«Si logramos fundir ambas cuestiones en torno a la idea de la reproducción de la vida y la búsqueda de la felicidad, en lugar del poder y del dinero, es probable que estemos alumbrando un mundo mejor, con un feminismo popular que haga que el nuevo poder esté determinado por una mirada femenina […] Las organizaciones sociales y el poder popular, por medio de las Comunas, pueden ser los lugares de prueba donde estas cuestiones muestren, con el paso del tiempo, sus primeros y más efectivos logros. Esto es parte de la revolución cotidiana que, aspiramos, se pueda poner en marcha» (p. 127).
El «bloque de poder» avanzará en la medida en que se extienda, por un lado, la revolución cotidiana por entre los entresijos de la dominación patriarco-burguesa, carcomiéndola en sus raíces; y, por otro lado, aumente el poder de base de los grupos militantes en su avance territorial:
«En este sentido no se propone la idea tradicional de una “zona liberada”, tal como se lo entiende en la lucha guerrillera de tipo rural. Aquí se propone otro tipo de mecanismo: se trata de construir “zonas políticamente autónomas”, donde el poder popular esté radicado en la propia expresión del pueblo territorialmente organizado, para sus acciones en materia de producción, salud, educación, vivienda y la necesaria autodefensa de sus derechos e instituciones.
En definitiva, se trata de la puesta en práctica del sistema de doble poder. Uno, el construido actualmente vigente; otro, el constituyente, asentado en el pueblo que va organizando un nuevo sistema institucional que le permita atender sus necesidades cotidianas.
Esta construcción no supone negar los vínculos con otro tipo de organizaciones por reivindicaciones sectoriales, que pueden llegar a abarcar todo el territorio nacional (agua, medio ambiente, minería, bosques, glaciares, defensa de los pueblos originarios), ni tampoco con estrategias que tengan por objetivo la organización y respuesta de la población frente al sistema opresor (frentes sociales y políticos, huelgas, procesos insurreccionales).
Aquí se hará referencia a lo que ocurre en el territorio local, los municipios y la organización barrial, donde –hoy- nos interesa desarrollar las categorías de ese Bloque de Poder para la construcción del poder comunal.
Es aquí donde destacamos la organización de los desocupados, los trabajadores en “negro”, los del trabajo informal. En esta construcción se hará visible lo que tenemos dicho sobre el rol significativo de la mujer. Todos estos sectores, prácticamente excluidos del actual sistema, pueden constituirse –como trabajadores de la economía popular- en el sujeto social más dinámico del territorio local» (pp. 129-130).
Nadie debe creer que el poder comunal es un movimiento exclusivo de los sectores de la economía sumergida e informal, de las y los trabajadores desempleados. No: «Además de los sectores ya descriptos, ese Bloque de Poder–que también es un poder de clase- supone la participación de los trabajadores organizados en el mismo territorio (sindicatos, comisiones internas, cuerpos de delegados, agrupaciones)». (p. 130) Como poder de la clase trabajadora, la comuna adquiere un contenido revolucionario antagónico con el Estado burgués, y con sus instituciones, contradicción que se agudizará en la medida en que el Bloque de Poder integre tanto a pequeños comerciantes, profesiones liberales, etc., con las precauciones que ello exige conociendo el comportamiento histórico de estos «sectores medios», y a los pueblos originarios, a las naciones oprimidas.
Roberto Perdía se cuida muy mucho en caer en el error del espontaneísmo que niega la necesidad de la dialéctica entre organización revolucionaria y autoorganización popular:
«Es por ello que, de ninguna manera, se puede escindir ese poder local de la perspectiva general. Eso demanda una plataforma común, una organización de tipo revolucionario, donde se articulen las perspectivas locales no sólo entre sí, sino junto a otros mecanismos de lucha y organización que lo hagan participativo de una transformación nacional y regional. De ahí que esa construcción territorial no sólo no sea opuesta, sino que puede transformarse en principal animadora de otras formas de lucha anti-sistema […] La cuestión es organizar en el territorio local el antagonismo social y político contra el actual modelo y sus lacras, que caracterizan a la sociedad de clases del capitalismo. […] Se trata de un modelo de construcción diferenciado del autonomismo esencialista o de un progresismo reformista. Se trata de ir prefigurando el futuro en la construcción cotidiana. […] El Che planteaba que en la construcción del Poder Popular, era necesario desarrollar los “gérmenes de socialismo” que están presentes en el pueblo, atendiendo a las expectativas del mismo» (p. 133).
4.- Resumen
Las aportaciones de Roberto Perdía dan un salto adelante después de lo anterior, que es mucho, lanzándonos once características muy sintéticas que recorren las experiencias del Poder Popular llevadas a su nivel teórico:
Una: «Se trata de la organización de sectores populares». Las dos clases fundamentales del capitalismo son la burguesía y el proletariado; pero existen también la mediana y pequeña burguesía, las mal llamadas «clases medias», el campesinado, etc. Cada clase o fracción de clase se muestra de forma muy diferente según la historia de sus sociedades concretas, complejidad que se multiplica al existir la opresión patriarco-burguesa y la nacional; pero siempre existe una unidad y lucha de contrarios entre el capital y el trabajo en lo universal. Para abarcar esta diversidad de formas en las que se presenta y actúa la clase proletaria, se han creado conceptos flexibles y abarcadores –sectores populares, pueblo obrero, pueblo trabajador, nación trabajadora, masas populares, etc.- que deben ser entendidos en su específica lucha sociohistórica, pero que a pesar de eso siempre nos remiten a ese antagonismo mundial. Por esto, las comunas integran la rica complejidad de los «sectores populares», al igual que los soviets y los consejos conectados en el territorio integran las múltiples formas de lucha de clases entre el trabajo y el capital.
Dos: «Que lo hacen en función de sus variadas reivindicaciones de todo tipo». Es la interrelacionada multiplicidad de las explotaciones, opresiones y dominaciones que sufren las muchas formas en las que se presenta en concreto la humanidad trabajadora, la que explica las «variadas reivindicaciones de todo tipo» que objetivamente tienden a coordinarse en los territorios en los que actúan las comunas, consejos, soviets, asambleas, comités, etc. Inicialmente, son relaciones puntuales, tácticas y circunscritas a la lucha particular; pero con la concienciación que da la experiencia y la teoría, se avanza hacia una coordinación estratégica, que es la verdaderamente teme el Estado. “Casualmente” una de las características del reformismo es negarse a impulsar esa unidad estratégica que respeta la autonomía de las luchas, boicoteándola o rompiéndola, e incomunicando totalmente cada lucha de las demás, para así llevarla al redil burgués.
Tres: «Que constituyen sus derechos confrontando con el poder constituido». Es la práctica la que enseña qué es el derecho concreto que se plasma en el derecho y la justicia popular como antesala del futuro derecho socialista. Por ejemplo, el derecho popular de señalar en la calle, públicamente, a violadores, racistas, fascistas, corruptos, explotadores, etc.; este derecho concreto del pueblo es justo lo contrario del derecho burgués a la mentira que ejerce a diario con su prensa y sus medios de alienación. El derecho al aborto libre y gratuito, a la educación, sanidad, transporte, infraestructuras…, sólo se descubren en su materialidad cuando se lucha por ellos. La burguesía siempre intenta falsificar o borrar la historia que enseña que los derechos concretos sólo se han conseguido con la intervención rectora del pueblo trabajador, asustando así al capital y obligándole a ceder, Por esto es tan importante que la comuna mantenga actualizada la memoria histórica y la teoría revolucionaria.
Cuatro: «Que construyen de un modo autónomo, respecto al poder estatal de su marco territorial; esto no significa ignorar al Estado, sino mantener la autonomía en medio de esa tensión permanente». El proceso que va de la autoorganización a la autodefensa, que transita por la autogestión y la autodeterminación, se desarrolla fuera del control del Estado, aunque como ya se ha dicho intentando utilizar todo aquello que pueda ser utilizado para reforzar la comuna. Siempre hay que dudar de cualquier promesa estatal porque siempre tiene la intención de dividir y desanimar para, una vez logrado, atacar con más fuerza hasta destruir los derechos conquistados.
Cinco: «Que en ese territorio van construyendo expresiones de un poder dual respecto al propio poder estatal constituido». Un pequeño colectivo barrial organiza algunas denuncias que tienen éxito: se forma un contrapoder local con capacidades reducidas. Con menos errores que aciertos, amplía su implante territorial y sus razones, ayudando a crear un movimiento que empieza a ser una autoorganización comunal. Surge un problema grave: una transnacional quiere convertir un terreno en su vertedero de residuos en donde la comuna tenía pensado crear un centro social multiuso: surge una crisis de poder dual, o de doble poder en una cuestión decisiva para la comuna, pero también para la gran empresa. El centro social es imprescindible para vencer a la droga y a la incultura, para hacer reuniones, para todo…En fases de ascenso popular, la creación de contrapoderes es frecuente según la relación de fuerzas, pero pocos de ellos logran confluir en un potente movimiento estructurado de poder dual, que tal vez pueda llegar a ser la antesala de la revolución.
Seis: «Que ese poder dual va creciendo en varios sentidos: articulando diversos intereses reivindicativos (salud, educación, vivienda, producción, entre otros) y avanzado políticamente sobre el poder estatal de dicho territorio, sin negar la posibilidad de llegar a construir sistemas de seguridad o autodefensa propios que pongan freno al monopolio de la violencia estatal o paraestatal». La posibilidad de crear autodefensa se convierte en necesidad desde el momento en el que la burguesía se percata del peligro real de los iniciales contrapoderes. La violencia estatal dosifica sus represiones en estos primeros momentos, pero es muy frecuente que lance la violencia paraestatal, los matones de la patronal, el neofascismo y el fascismo, los grupos paramilitares… todos ellos controlados por el Estado. Son muchas las formas de autodefensa: pacífica, no violenta, desobediencia civil y boicoteo pasivo, utilización de la legalidad, movilizaciones de masas, etc.… pero su efectividad última, en el momento decisivo, depende tanto de cómo estén insertas en una estrategia que interrelaciona todas las formas de autodefensa, y de cómo el poder dual esté organizado y decidido a llevar hasta el final su autodefensa total en la situación extrema.
Siete: «En esa construcción es donde las compañeras han demostrado su capacidad de participación protagónica, que habrá que incentivar y asegurarle que no se obture su presencia en los niveles de dirección». Las mujeres trabajadoras han sido y son muchas veces las personas que fuerzan con sus iniciativas que las resistencias den un salto cualitativo hacia adelante, abriendo la nueva y más radical fase de lucha ofensiva; también han sido las que frecuentemente han asumido los sitios defensivos más peligrosos. No hace falta decir que, además, su tarea interna en las huelgas, en los movimientos, en las marchas populares, etc., es decisiva. Pero la historia la escriben los hombres, sobre todo los académicos de derechas, y eso se nota en el momento de conocerse el protagonismo de las mujeres trabajadoras.
Ocho: «Los excluidos del sistema, los asalariados y trabajadores de todo tipo son sus componentes sociales básicos, porque son ellos los que tienen la posibilidad de cuestionar la reproducción del actual sistema». Como hemos dicho arriba, la diversidad múltiple en las que se expresa la humanidad explotada por el capital, al final de su análisis nos remite siempre a la clase esencial, el proletariado, que es el componente social básico del poder comunal en su avance a Estado comunal, según lo define Roberto Perdía. Esta precisión es crucial porque sin ella caemos en los muchos reformismos que aseguran, por un lado, que “el proletariado ha muerto” sustituido por los muy diferentes entre sí “nuevos sujetos sociales”, con lo que desaparece la lucha de clases; y, por otro lado, aseguran que por ello mismo es imposible desarrollar la propuesta novena que hace el autor:
Nueve: «Para asegurar la continuidad de esta perspectiva de acumulación, su construcción no debe ser ajena a la tríada: producción, distribución, consumo (de la producción para el mercado a la producción para la comunidad)». Una crisis particular de doble poder, de poder dual, siempre es corta porque o vence el proletariado o el proletariado es vencido. Para multiplicar las fuerzas de los sectores populares que siguen a la clase obrera, se ha confirmado que ésta ha de hacerse dueña del circuito entero que empieza en la producción y acaba no en la ampliación del beneficio capitalista, sino en el consumo comunal, que decide qué parte de lo producido vuelve a la producción para mejorar aún más las condiciones de vida del pueblo. Este dilema siempre surge en las cooperativas, en las fábricas recuperadas, en cualquier comuna que quiera ser una «isla socialista en un creciente archipiélago de islas socialistas». Lo tiene muy difícil porque se enfrentan sin apenas poder sociopolítico a la raíz del capitalismo: producir bienes, valores de uso, sin propiedad privada y sin mercancía, aunque sea a muy poca escala: pero hasta ese pequeño embrión es un peligro inaceptable para la burguesía.
Diez: «Otras cuestiones que no podrán faltar a la hora de articular los intereses comunes en el territorio, están vinculados a: La apropiación popular del sistema de salud; las políticas en materia de salud; hábitat y vivienda; en la realización de las políticas de género y juventud; en la recuperación del territorio de manos del narcotráfico; en el desarrollo de las necesidades de autodefensas». No creamos que son necesidades exclusivas del mal llamado «tercer mundo»: la devastación social generalizada la está llevando a primer orden en el imperialismo, en donde el empobrecimiento ya es admitido como estructural y creciente. La muy reaccionaria Academia Sueca ha dado los Nobel de economía a tres técnicos en caridad y asistencialismo de limosnas a los «pobres», para aparentar que el capitalismo puede mejorar el drama de varios miles de millones de personas en el mundo.
Once: «Por último, cómo vincular la edificación del poder comunal y su relación con el municipio y las elecciones locales». Sobre esta cuestión tan debatida siempre, el autor nos propone las exigencias mínimas para lograr una participación electoral eficaz partiendo de la experiencia argentina y latinoamericana en buena medida:
A.     «Cuando existe una fuerza social suficientemente desarrollada social, política e ideológicamente, para comprender el rol de esa participación en el espacio geográfico (municipio, departamento, provincia, nación), en el que se da esa competencia. En este caso, colocamos la importancia del poder social acumulado como una cuestión básica para determinar si hay condiciones para la participación electoral. Pero, además, resulta necesario que esa fuerza esté política ideológicamente preparada para dar ese paso. No son pocos los ejemplos históricos de fuerzas que dilapidaron su caudal de representación social y política en aras de una participación donde terminaron diluyéndose y entregando cuadros para terminar, ese acto, consolidando la continuidad de lo que decían combatir.
B.      Dado que es muy común que esa participación se de en el marco de un frente, alianza o coalición electoral, habrá que asegurarse que la misma no tenga posiciones antagónicas con nuestro proyecto y nos permita una participación protagónica, que respete la fuerza que se representa y la posibilidad de expresar la matriz de ese pensamiento revolucionario. Ello supone dos temas, que habrá que medir en cada caso. En primer lugar, que la campaña electoral pueda ser un período de acumulación de fuerzas que, por guardar coherencia con nuestro pensamiento, permita sostenerse más allá del acercamiento propio de la campaña electoral, que suele dispersarse terminado el acto electoral. El segundo aspecto tiene que ver con la posibilidad de conseguir algún nivel de representación, en ese caso de asegurarse la posibilidad que la misma tenga la posibilidad de expresar los intereses construidos socialmente.
C.     Otra posibilidad de participación aparece como conveniente o necesaria cuando las elecciones no son más que la “escribanía” que institucionaliza el poder social y político alcanzado. Dos típicos ejemplos históricos de esta actuación son, en el nivel nacional, las elecciones que colocaron al gobierno de Héctor Cámpora en 1973, y en Nuestra América el caso de Hugo Chávez en Venezuela en 1998.
En concreto, y bajo las condiciones actuales, parece muy difícil la participación orgánica de las diferentes organizaciones denominadas sociales, aunque su función es política, en los procesos electorales más amplificados: Nacionales o Provinciales». (pp. 177-178)
Recordemos que el libro que reseñamos y estas tres reflexiones sobre si participar o no en las instituciones burguesas, se basa sobre todo en la experiencia argentina y en menor medida, aunque también, en la latinoamericana. Teniendo esto presente, sin embargo, es innegable la actualidad del problema por varios motivos: uno, en todas partes la burguesía vacía de poder efectivo a las instituciones elegidas por sufragio y concentra el poder real en los aparatos de Estado y cada vez más en poderes para y extra estatales, además de que potencia la independencia de las grandes corporaciones transnacionales y sus lobbies, tejiendo redes de poder flexible entre fracciones burguesas estatales inaccesibles al poder testimonial del sufragio parlamentario.
Además, el desarrollo de la industria de la manipulación psicopolítica de masas refuerza y a la vez oculta el vaciamiento de las instituciones burguesas, creando nuevos obstáculos que frenan la concienciación revolucionaria según criterios ya superados. Por no extendernos, la desestructuración social que está imponiendo el capital al romper la centralidad espacio-temporal de la cotidianeidad obrera y popular típica de la fase keynesiana y Taylor-fordista, multiplica las nuevas dificultades de la izquierda para recomponer la conciencia de clase para sí en el capitalismo presente.
En este contexto es suicida seguir con los planteamientos electoralistas anteriores a finales del siglo XX. Una de las muchas virtudes de este primer cuaderno de formación de Resumen Latinoamericano es que, como hemos dicho al comienzo, muestra cómo se pueden actualizar desde la perspectiva de la comuna una de las mejores bazas históricas de la humanidad explotada: la recuperación de la territorialidad material de la conciencia, ahora que el capital se lanza a la desterritorialización absoluta –aunque imposible- para imponer la –también imposible- desmaterialización absoluta del sistema en base al mito de la supuesta “cuarta revolución tecnocientífica”.
Frente a tanto engaño que fascina al reformismo, y que en realidad le hunde aún más en el agujero negro del electoralismo parlamentarista tal como existía hasta la década de 1980, la reconstrucción de los espacios materiales de la cotidianeidad proletaria y de los sectores populares es una tarea urgente y necesaria.