viernes, 16 de marzo de 2018

Indaguemos abajo qué mundo China impone y cómo Evo Morales acuerda sacrificar su país.

Es descubrir al primero como capitalismo imperialista y al segundo privilegiando el lucro por sobre necesidades e intereses populares. Ambos gobiernos vuelven la espalda a la crisis civilizatoria en que estamos o al Capitaloceno.

Percatarnos exige tener en cuenta al:

Extractivismo, un debate necesario en América Latina
31 de mayo de 2013

Por Leandro Morgenfeld.

 La primera década del siglo XXI generó un boom de la economía latinoamericana, basado en parte en la alta demanda y precios de las commodities. ¿Qué peligros sociales y ambientales tiene el esquema basado en las exportaciones agro-mineras? ¿Es posible  otra utilización de los bienes comunes de la naturaleza? Los dilemas de la región.
América Latina, en los últimos años, tuvo un crecimiento económico sorprendente, sostenido por la alta demanda y precios de la soja, petróleo y bienes minerales. En la última década, proliferó el modelo extractivista, que se basa en la apropiación de cuantiosos volúmenes de bienes naturales, generalmente bajo prácticas intensivas, que en su mayor parte se exportan como materias primas (minería, agricultura, actividad forestal e hidrocarburífera).
Los países de la región están recreando, en un nuevo contexto mundial, un modelo agro-minero exportador. Este avance del extractivismo produce consecuencias negativas, debido al uso generalizado de agrotóxicos, desmontes, desalojos de comunidades rurales, contaminación, concentración de tierras y represión contra quienes resisten esas políticas. Las principales beneficiadas son las grandes corporaciones, en detrimento de los pueblos originarios, los campesinos, los pequeños productores y la población en general, que sufre y sufrirá los nefastos efectos ecológicos. Pero también le sacaron provecho, indirectamente, los Estados latinoamericanos, que captan una parte (minúscula generalmente) de esas rentas, pudiendo equilibrar sus cuentas fiscales y, en algunos casos, ampliando el gasto social. Esto último plantea un dilema fundamental para algunos gobiernos de la región.
Esta inserción económica internacional latinoamericana de los primeros años del siglo XXI (que permitió lograr balanzas comerciales positivas y superávit fiscal) se dio en un contexto mundial de aumento de la demanda de bienes comunes de la naturaleza, especialmente por haberse transformado China en una importadora creciente de materias primas.
No es casual que África y América Latina se hayan transformado en dos áreas fundamentales de disputa entre las históricas potencias imperiales y China, succionadora de bienes minerales y agropecuarios en estos dos continentes. La necesidad de alimentar a millones de personas que se incorporan cada año como consumidores al sistema capitalista y el creciente consumo energético de bienes hidrocarburíferos y minerales no renovables impulsó en la última década un aumento inédito de los precios y demanda de los mismos, impactando en la inserción económica internacional de los países latinoamericanos. Parece haber un ciclo en el que se invirtió la histórica tendencia al “deterioro de los términos de intercambio”.
Esta orientación -el denominado “consenso de las commodities“- no se circunscribe a los gobiernos neoliberales de la región, ni a los países tradicionalmente mineros (Chile, Perú, Bolivia). Brasil, por ejemplo, es hoy el principal productor y exportador de bienes minerales. Según el especialista Eduardo Gudynas, en ese país se extrajeron 410 millones de toneladas de sus principales minerales en 2011. El resto de los países sudamericanos, en total, sumaron 147 millones de toneladas. En el caso de Argentina, según el periodista Darío Aranda, el monocultivo de soja pasó en la última década de 12 a casi 20 millones de hectáreas (del 38% al 56% de la superficie cultivada). En el caso de la minería, hace 10 años había 40 proyectos y hoy existen 600. Corporaciones transnacionales, con la Barrick Gold a la cabeza, hacen grandes negocios en el país.
Además de haberse demostrado que la idea del “desacople” (la ilusión de que América Latina podía evitar las consecuencias de la crisis económica global) era errada, el modelo extractivista plantea un debate importantísimo: ¿Es sostenible desde el punto de vista social este modelo agro-minero exportador? ¿Y desde el punto de vista ambiental?
 Para algunos, el tema ambiental es secundario, y la especialización en la producción y exportaciones de commodities es lo que permitió a los gobiernos progresistas de la región recuperar la influencia del Estado y ampliar las políticas sociales. Entre quienes sí advierten sobre las consecuencias nefastas, existen dos grandes grupos. El primero, integrado por los activistas que apuestan a un capitalismo verde, es decir plantean que es necesario incrementar las regulaciones y controles en función de un modelo extractivo sustentable. El segundo, compuesto por quienes advierten que la destrucción (consumo sin reposición) exponencial de minerales y bienes agropecuarios llevará en pocas décadas a una crisis sistémica y civilizatoria. La salida, esgrimen, tiene que ver con el ecosocialismo, es decir con una perspectiva que denuncie el carácter irreconciliable del capitalismo con la preservación de un equilibrio ecológico. Sostienen la necesidad de construir otro tipo de sociedad -que no se base en la explotación del hombre por el hombre- y otro patrón de producción-consumo que no aniquile los bienes comunes de la tierra en el mediano plazo.

Esta última posición se entronca con las luchas y los planteos de diversos movimientos sociales latinoamericanos (como los que se produjeron la semana pasada, en el marco de la Marcha Mundial contra Monsanto) que denuncian la minería a cielo abierto, la sojización, la desforestación, la expropiación de pequeños campesinos y pueblos originarios, vinculando ambas luchas, social y ambiental, en una perspectiva anti-imperialista y anti-capitalista. Advertir los peligros de la profundización de la “acumulación por desposesión” -concepto de David Harvey- es un paso fundamental para construir una estrategia de resistencia frente a la ofensiva del gran capital para apropiarse de los bienes comunes de la naturaleza.
* Docente UBA e ISEN. Investigador del CONICET. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas (Ed. Continente, 2011), de Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos (Capital Intelectual, 2012) y del blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com  Fuente: http://www.marcha.org.ar/extractivismo-un-debate-necesario-en-america-latina/
Advirtamos que el extractivismo es ecocida, etnocida y genocida. Es decir, destruye los ecosistemas y este aniquilamiento de las condiciones de vida y trabajo hace a la muerte de pueblos e individuos tanto del presente como del futuro. Reflexionemos sobre:

Crisis mundial del capitalismo y

crisis civilizatoria de la humanidad
13 de octubre de 2015

 
Por Luís Lafferriere
En la década y media que lleva de transcurrido el siglo XXI se pueden observar con claridad la grave situación que vive la humanidad y la profunda crisis que sufre el sistema capitalista internacional. Es preocupante que no se haya tomado conocimiento y plena conciencia de los peligros inminentes que se aproximan, pero tampoco se tenga la más mínima consideración de la miserable existencia de miles de millones de seres humanos condenados a vivir y a morir en condiciones lamentables.
Todo esto pone de relieve la efectividad de los medios de comunicación y los sistemas educativos que predominan en el mundo y en nuestro país, que son garantes esenciales a nivel cultural de un sistema social que no tiene nada que ofrecer a la gran mayoría de la población mundial, que no sea una creciente marginalidad y una mayor depredación global de los bienes comunes del planeta.
En especial la ausencia de un serio debate sobre esta realidad en amplios sectores que vienen luchando de distintas maneras contra las consecuencias de la expansión del capitalismo y la profundización de sus principales tendencias estructurales, constituye una grave falencia dados los momentos históricos excepcionales que vivimos y los que se avecinan, donde la humanidad se enfrenta a situaciones inéditas, a peligros inminentes y a futuros de catástrofes.
La estructura social y la dinámica del funcionamiento del sistema nos muestran que vivimos profundos cambios, con gravísimos problemas actuales y más graves aún peligros futuros. Ya no es sorpresa ver cómo numerosos estudios de las diversas disciplinas sociales coinciden en afirmar que estamos ante una crisis civilizatoria sin precedentes, donde las dificultades estructurales del sistema socioeconómico que rige en casi todo el planeta (el capitalismo) se suman a los horrores generados por ese mismo sistema en términos de sus gravísimas consecuencias sociales y ambientales.
Aunque ya son evidentes algunos de los efectos de la grave crisis, lo que hemos visto hasta ahora es apenas una muestra superficial de la magnitud de las transformaciones globales que se producirán en todos los niveles de la vida, desde las relaciones sociales hasta la manera de interactuar con la naturaleza de la cual formamos parte, incluyendo por supuesto nuestra visión de la realidad, la cultura y las políticas públicas.
Un análisis más serio de la situación actual y de las perspectivas futuras, tanto a nivel de las contradicciones y obstáculos que enfrenta el sistema por sus propias lógicas, como de los impactos del mismo sobre la sociedad, puede ayudar a comprender qué tipo de cambios aparecen como necesarios y urgentes, y de qué manera se debería construir alternativas económicas, políticas, sociales y culturales, que ayuden a transitar hacia destinos más humanos y sustentables.
Un mundo en crisis y la humanidad en peligro
La crisis mundial actual es innegable, y su gravedad implica peligros que no podemos ignorar a la hora de pensar en impulsar actividades y formas de interacción alternativas al sistema vigente.
Esta crisis mundial es la sumatoria de varias crisis coincidentes (alimentaria, sanitaria, energética, laboral, económica, cultural, ambiental, humanitaria, etc), y puede sintetizarse en dos grandes cuestiones: crisis del sistema como tal y crisis de la humanidad. (1)
La marcha del capitalismo como forma de organización social que se ha impuesto prácticamente en todo el planeta (con escasísimas excepciones) ha llegado a situaciones límites en términos de su propia lógica de funcionamiento, pero también en función del impacto horroroso que genera sobre la humanidad y sobre el entorno que permite nuestra supervivencia. Y si toda crisis supone siempre una situación de transición que desemboca en nuevas realidades (muy diferentes a las preexistentes), la actual no es una excepción. Todo lo contrario, lo más probable es que casi nada quedará igual.

Dentro de sus tendencias estructurales, este sistema tiende a y requiere de un crecimiento permanente, fenómeno que involucra un proceso de extracción cada vez más grande y más rápido de muy diversos recursos, a la vez que genera desechos que contaminan de forma irreversible el ambiente. A la vez, para mantener ese crecimiento permanente necesita de un consumo cada vez más masivo e irracional, que cumple la función de ser fuente de demanda imprescindible para que la máquina voraz se mantenga en movimiento. Pero ese crecimiento permanente no puede continuar de manera indefinida puesto que se produce en el marco de un planeta finito. Y según el consenso científico, esos límites inexorables e insuperables que pone la finitud de los recursos disponibles están siendo superados por la actividad económica desenfrenada.
Desde la década del ’70 del siglo XX sobrepasamos la capacidad del planeta de soportar las altas tasas de extracción de recursos y de absorber la gigantesca cantidad de desechos y residuos que arrojamos. Hoy la huella ecológica negativa supera en un 50% las posibilidades que tiene nuestro único hogar para permitirnos continuar en él, lo que es lo mismo que decir que si deseamos que las futuras generaciones puedan habitar la Tierra deberíamos disminuir un 50% el nivel de actividad actual. No obstante, la casi totalidad de los países del mundo tienen una prioridad en sus políticas: lograr el máximo crecimiento posible (porque además, así lo requiere la lógica de este sistema demencial). Por lo que la decisión de los gobiernos es suicida: más o peor de lo mismo.
Entre los varios límites que ya hemos superado se puede señalar en primer lugar al cambio climático. Según el Panel de Expertos Intergubernamentales por el Cambio Climático de las Naciones Unidas, la emisión de gases de efecto invernadero ha sido de tal magnitud que está elevando la temperatura media del planeta, temperatura que permitió el surgimiento y la evolución de los humanos (y de muchas otras vidas) por cientos de miles de años. En estos días los gobiernos de todos los países están preparando su participación al encuentro mundial a realizarse en diciembre próximo en París, con un objetivo básico y esencial: comprometerse a reducciones efectivas y significativas de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Será quizás una de las últimas oportunidades de actuar antes de pasar el límite del no retorno.

Sin embargo, los científicos coinciden en señalar que queda muy escaso margen para evitar que en pocas décadas se alcance y superen los dos grados que se toman como límite, superado el cual no se sabe como va a reaccionar el planeta ni cómo serán los efectos sinérgicos y en cadena que pueden generarse. Porque las emisiones ya realizadas comienzan a tener efecto en una o dos décadas y permanecen por cientos de años en la atmósfera. En tanto que la cantidad de gases de efecto invernadero alcanzaban a 280 partes por millón (ppm) hasta hace poco más de un siglo, la revolución industrial y el uso masivo de combustibles fósiles ha elevado peligrosamente ese porcentaje. Y si se pensaba que el límite máximo seguro no debía superar las 350 ppm, ya hemos alcanzado las 400 ppm. De ahí que las estimaciones del consenso científico de lo que sucederá con el ambiente para las próximas décadas sean muy pesimistas. (2)

Otro de los límites que aparecen como ya superados y con graves consecuencias para un futuro muy cercano, tiene que ver con el seguro colapso energético. La energía es esencial para la vida, y tanto a nivel mundial como en nuestro país la base del consumo energético actual está en los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) que representan alrededor del 85% del consumo total. Si bien es cierto que la utilización masiva e irracional del petróleo ha significado un cambio sustancial en las condiciones de vida para una parte de la humanidad, esos recursos están disponibles luego de procesos naturales que llevaron decenas de millones de años para generarse. Y los estamos liquidando en menos de dos siglos. Ya llegamos al cénit del petróleo (alrededor del 2006), y en poco tiempo más llegaremos al cénit del gas y luego del carbón. Pero no existe ni remotamente la posibilidad de reemplazar ese elevadísimo consumo por otras fuentes energéticas, lo que nos conducirá a escenarios de catástrofes, que requieren urgentes y profundos cambios si se desean evitar las peores perspectivas. (3)

También se están poniendo de manifiesto otros graves problemas ambientales, vinculados a la pérdida constante e irrecuperable de suelo fértil, que hará cada vez más difícil producir alimentos para todos, existiendo estimaciones que señalan que muchos de los nutrientes que no se reponen dejarán poco margen para mantener la producción mínima necesaria para el futuro. Algo más grave aún sucede con el agua potable, elemento esencial para la vida, y que está siendo contaminada en cantidades gigantescas, en un proceso que no se detiene ni un instante en todo el mundo; mientras por otro lado se van destruyendo las fuentes generadoras, que son los glaciares de altas montañas (por el calentamiento global y la megaminería, entre otros procesos) y los humedales (ya se han destruido un 50% de los existentes a nivel mundial). Según organismos internacionales, ya existe un déficit de abastecimiento de agua potable en condiciones higiénicas para más de dos mil millones de personas, que hoy deben beber aguas contaminadas, con todos los riesgos sanitarios que ello implica.

Por otro lado, seguimos arrojando desechos y productos en cantidades crecientes que no pueden ser absorbidos por la naturaleza, y provocan graves daños en el ambiente. Sucede con los plásticos, cuyos desechos en el medio del Océano Pacífico han conformado el llamado “séptimo continente”, con una superficie similar a la península ibérica (España más Portugal). Sucede con los desechos electrónicos, que se acumulan peligrosamente y no aparecen vías de solución a la vez que se siguen generando, usando y tirando a ritmos cada vez más veloces. Se pueden mencionar además muchos otros males, como la destrucción de los ecosistemas y de los servicios que brindan a la vida, la pérdida de la biodiversidad tan imprescindible para mantener el equilibrio ecológico, la creciente acidificación de los océanos y los enormes impactos que pueden provocarse, la desaparición masiva de especies vegetales y animales, etc., etc.
Estamos hablando entonces de que en términos de un par de décadas podemos tener que enfrentar a “la tormenta perfecta”: calentamiento global por encima de los límites máximos, colapsos energéticos que dejen sin transporte ni electricidad a grandes urbes y países enteros (con el consiguiente caos y disolución social), carencia creciente de alimentos y agua potable para varios miles de millones, y el peligro mayor que es la posibilidad concreta del fin de la humanidad en el planeta.
¿No merece este futuro cercano, con sus graves peligros, que pongamos en debate hacia dónde vamos, qué mundo queremos, y qué podemos hacer para incidir en el logro del necesario cambio de rumbo?
La cuestión social y la crisis humanitaria
Esta forma tan brutal de destrucción masiva de nuestro único hogar “está llevando a la humanidad hacia el precipicio, y estamos apretando el acelerador” (como lo ha declarado de manera reiterada el Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon).
Pero no se trata de que somos demasiados humanos habitando un planeta que no alcanza para todos, sino de la responsabilidad del modo en que vivimos, producimos y consumimos, al que nos ha conducido la lógica de este sistema. Menos del 15% de la población del mundo es responsable de más del 85% del consumo, de la extracción de recursos y de la contaminación global. Es su modo de vida irracional y depredador y la lógica ciega del sistema, la que nos lleva al precipicio. Esto tiene relación con el otro grave problema actual: la crisis humanitaria.
Somos alrededor de 7.200 millones de seres humanos que habitamos la Tierra, pero más de la mitad de ellos viven en situación de pobreza estructural. No hablamos de cien, de mil o de un millón de pobres, lo cual por supuesto que sería preocupante. Hablamos de más de cuatro mil millones de personas que viven en condiciones de carencias e insatisfacción de sus necesidades básicas. Y en ese grupo, alrededor de dos mil millones (según la FAO) pasan hambre todos los días. Dos mil millones de indigentes que sobreviven miserablemente y que mueren de la misma forma. De las 120 mil personas que mueren diariamente en el mundo, se estima que entre 40 y 50 mil son los que se mueren de hambre… cada día. Seguramente a esta masa gigantesca de excluidos les preocupe muy poco que hablemos del peligro del fin de la humanidad para dentro de pocas décadas, porque su final está ahí mismo, al fin del día o de la semana. Pero además de los pobres y hambrientos, están los millones afectados por la inseguridad, los conflictos bélicos, la desocupación, la falta de perspectivas futuras, los acosados por los múltiples males de este sistema desigual y destructor de sociedad, de humanidad, de ambiente y de vida en general. (4)
Desde el inicio de la etapa del capitalismo neoliberal (años ’70 y ’80 del siglo pasado), un proyecto político impulsado por los capitales más poderosos del mundo, los problemas sociales se han venido agravando. La tendencia a la concentración y centralización de capitales, y la tendencia al crecimiento polarizado y desigual, han llevado a nuevos escenarios de crecientes desigualdades en la distribución del ingreso y la riqueza, a nuevas vueltas de tuerca que terminan beneficiando no ya al tercio superior de la población, sino apenas al 5% y al 1% del total, que acumula riquezas gigantescas.

Se fueron destruyendo poco a poco los “estados del bienestar”, hasta alcanzar al “centro” del capitalismo “desarrollado”. Se van desmantelando los servicios sociales y se expulsan de los beneficios del “progreso” no sólo al tercio histórico de menores ingresos, sino a las amplias capas medias que crecieron al impulso del modelo fordista-keynesiano de la segunda posguerra. En EEUU, la potencia más rica del mundo, viven 50 millones de pobres, que se alimentan con bonos estatales. En la rica Unión Europea se acumulan decenas de millones de desocupados, pobres y hasta hambrientos.
Mientras en simultáneo, crecen las fortunas de los multimillonarios, y la riqueza se concentra en un puñado de bancos poderosos y de gigantescas corporaciones transnacionales (diversos estudios publicados informan sobre el tema). Y esta realidad no es estática, sino que los dueños del mundo van y vienen por más, poniendo en peligro la supervivencia de cada vez más amplios sectores de la población y el bienestar de la gran mayoría de los seres humanos en todo el planeta. (5)
Tanto este futuro cercano que amenaza a toda la humanidad, como el presente lamentable que afecta a muchos miles de millones de seres humanos, deben ser objeto de análisis respecto de en qué tipo de sociedad vivimos y hacia dónde vamos, a la hora de pensar nuestra responsabilidad como ciudadanos comprometidos y nuestras acciones para contribuir al urgente e imprescindible cambio social.
Pero además de los grandes males humanos y ambientales provocados por la expansión del capitalismo en su actual etapa neoliberal, el propio sistema capitalista se enfrente a una profunda crisis que le impide volver a generar un crecimiento sostenido, y eso tiene consecuencias a nivel global, que es necesario considerar.
La crisis del sistema capitalista internacional y sus contradicciones
La contraofensiva neoliberal de los sectores más concentrados del capitalismo, iniciada entre los años ’70 y ’80 del siglo XX, logró imponerse con un éxito notable en casi todo el planeta. Anta la caída gradual de la tasa de ganancia en las actividades productivas en los países capitalistas centrales, sucedida hacia fines de la década del ’60, las grandes corporaciones impulsaron un proceso de reestructuración que tuvo resultados tan efectivos que no sólo lograron recomponer la tasa de ganancia a niveles extraordinarios, sino que originaron dos grandes problemas para la lógica del propio sistema (6).
Por un lado, la sobreacumulación de capitales líquidos y las gigantescas burbujas financieras no pueden sostenerse sin una economía que genere de manera creciente nuevas riquezas materiales. Pero por otro lado, la sobreacumulación de capacidad productiva existente no puede desplegarse plenamente sin un mercado que demande una mayor producción. Y eso no es factible luego de la contrarrevolución neoliberal, que dejó mercados agónicos y miles de millones de seres humanos excluidos del ‘progreso’.
El capitalismo necesita expandirse permanentemente, pero si se pensara en algún proyecto neokeynesiano universal, que incorpore una porción significativa de la población mundial al consumismo capitalista, el efecto de ese movimiento se daría de narices con la limitación física que significa un planeta finito que ya no soporta la depredación actual. Y en ese dilema se debate hoy el sistema, donde los sectores más poderosos y concentrados (los dueños del mundo) siguen impulsando acciones y políticas que les reportan enormes beneficios, pero en rumbo de colisión por la falta de sustentabilidad de ese proceso demencial.
Durante el proceso de reestructuración de la economía mundial, que incluyó una nueva revolución tecnológica y un cambio en las estrategias productivas de las grandes empresas transnacionales, se reorganizaron las actividades para alcanzar mayor eficiencia y más altos márgenes de ganancias. No sólo la robotización de los procesos industriales y el desarrollo de la informática aplicada a todo nivel, contribuyeron al logro de ese objetivo. También el cambio tecnológico en la producción de alimentos, de la mano de la transgénesis y la monoproducción en gran escala, permitió obtener inmensos beneficios a las corporaciones del sector que dominan los diferentes eslabones de toda la cadena. Se hizo a costa de la destrucción de vastos sectores campesinos y de la pérdida de la diversidad productiva en muchas regiones del planeta.
También la persistencia del proceso de crecimiento y acumulación a escala mundial agravó el saqueo y la depredación de recursos valiosos existentes en muchas regiones de la periferia del capitalismo, que van a ser objeto de nuevas ofensivas contra sus territorios y los pueblos que los habitan, generando los denominados procesos extractivistas que hoy predominan en la mayoría de los países latinoamericanos, más allá de los gobiernos de diferentes matices partidarios.
La Argentina y las próximas décadas
Nuestro país no está al margen de ese mundo en crisis. Somos parte del sistema capitalista, aunque estamos insertos de manera dependiente. Y nuestra historia como Nación ha sido la continuidad de ese estado, aunque pasando por fases diferentes tanto en su estructura social y dinámica interna, como en su inserción dentro del sistema capitalista internacional. No vamos a estar al margen de los colapsos futuros, pero vamos a tener nuestras particularidades nacionales que es necesario reconocer.
Luego de la profunda crisis a la que fue sometida la sociedad argentina durante más de dos décadas (a partir de mediados de los años ’70), y que llevó al fin de la ISI (industrialización por sustitución de importaciones, una sociedad con significativos avances en comparación al resto de los países de la región), se gestó un nuevo modelo de acumulación (últimos años de la década del ’90), mucho más regresivo, que se va a desplegar con fuerza hacia finales del 2002. Y a partir de entonces vamos a ver una nueva estructura económica y social, con una nueva manera de insertarse en el capitalismo global, que es necesario considerar para prever los escenarios futuros.
Vivimos los años de un modelo de capitalismo dependiente caracterizado por la falta de un auténtico proyecto nacional, puesto que los sectores impulsores del crecimiento surgen de planes y estrategias de las corporaciones transnacionales. Pero a diferencia de la etapa histórica previa a la crisis (modelo ISI), este modelo es extractivista depredador, con peso de las actividades que saquean las riquezas del territorio y no tienen ninguna posibilidad de sustentabilidad en el mediano plazo. Son además capital intensivo y con escasa generación de empleo genuino. Presentan problemas estructurales que en la fase expansiva inicial se pudieron ocultar detrás de los precios extraordinarios de los productos exportados por la Argentina (en especial la soja) y del rol activo del Estado como empleador (sea en forma directa, con trabajos precarios o con cientos de miles de subsidios clientelares).

Pero ni los defensores más acérrimos de las actividades extractivas depredadoras ocultan la falta de perspectivas de las mismas. Los principales defensores del modelo de monoproducción de soja transgénica vienen desde hace años llamando la atención por el creciente deterioro del suelo fértil (ya que no se reponen ni el 30% de los nutrientes que se llevan las cosechas). Las propias megamineras muestran en sus folletos que sus emprendimientos (de destrucción masiva y contaminación) tienen una duración de alrededor de 20 años (en ese lapso después de dinamitar una montaña y contaminar con cianuro los acuíferos, sacan todo lo que encuentran), aunque la formación del mineral en las rocas haya llevado entre 8 y 12 millones de años. Algo peor sucede con el fracking, donde el recurso que se alcanza con la perforación y la explosión subterránea se extrae en un 80% en los dos primeros años, por lo que se requiere hacer nuevos pozos en forma permanente, hasta agotar el suelo y destruir lo que haya con vida en el territorio (donde cada pozo requiere inyectar 20 millones de litros de agua con un cóctel de 600 químicos contaminantes, y pone en peligro los acuíferos de la zona).
 
Tampoco se puede esperar demasiado de la armaduría automotriz (donde un auto terminado tiene poco más del 20% de insumos nacionales) ya que el fin del petróleo afectará antes que nada al transporte automotor; ni de la mal llamada “industria nacional” de bienes electrónicos, que son islas artificiales que no tienen perspectivas de sostenerse si no es con ingentes e insostenibles subsidios públicos.
La eventualidad del fin de este ciclo expansivo, que ni aún en su etapa “gloriosa” pudo resolver los graves problemas estructurales económicos y sociales, nos obliga a considerar cuáles son los futuros escenarios y qué podemos hacer en ese contexto. Ante este panorama, que no es para nada alentador, surgen múltiples acciones de resistencia pero también muchas ideas, propuestas y prácticas, que buscan alternativas a los horrores que ofrece el capitalismo neoliberal. Acciones y propuestas que deberían potenciarse para impulsar un urgente y necesario cambio de rumbo. Y es en ese marco que creo debería analizarse y debatirse nuestro futuro común, con un mundo y un país que van a cambiar y mucho.
En resumen, sigo pensando que vamos hacia un mundo totalmente distinto al que vivimos hoy, que aparecerá de manera abrupta en cualquier momento. Y que nosotros deberíamos debatir esos probables escenarios, puesto que nos daría mucho más claridad a la hora de definir las cuestiones esenciales de nuestra militancia.
Julio de 2015
Señalemos la impostura de Evo Morales. Se construyó como líder indígena y defensor de la Madre Tierra. Pero lo cierto es que pretende arruinar el Tipnis (perteneciente a la Amazonía) y a sus pueblos originarios. Ataca así un bioma fundamental para las biodiversidades, ciclos naturales, equilibrios ecológicos y la provisión-circulación del agua. ¿Para qué? Procura la reterritorialización a la capitalista imperialista cuyas miras principales podemos saber leyendo a:

La República del Chapare

15 de febrero de 2018

 Por Raúl Prada Alcoreza
La República del Chapare (*) no es una república reconocida oficialmente, sino que se trata de una república subyacente, que se encuentra dentro de la República de Bolivia, que se denomina constitucionalmente “Estado Plurinacional de Bolivia”. La relación entre la república subyacente y la republica oficial, reconocida en el orden mundial, es de dominación; la República del Chapare domina a la República de Bolivia. El “gobierno progresista” del denominado constitucionalmente “Estado Plurinacional de Bolivia”, que de Estado Plurinacional sólo tiene el nombre, pues se ha mantenido la estructura institucional del Estado-nación, está al servicio de la República del Chapare. Un numero significativo de proyectos se han concentrado en el Chapare, incluso sin justificación técnica, como el caso de la Planta de Amoniaco y Urea en Bulo-Bulo, que se encuentra lejos de la fuente de energía, el gas, y lejos de los mercados, sobre todo el de Brasil.
Infraestructura de la ficción económica
Según la propaganda del gobierno la Planta de Amoniaco y Urea es “el proyecto más grande en la historia de Bolivia”; se construyó con una inversión de $us 953 millones, recursos que fueron otorgados por el Banco Central de Bolivia (BCB), a través de un empréstito. Las obras de construcción del complejo petroquímico, a cargo de la coreana Samsung Engineering Co. Ltd., se iniciaron en noviembre de 2012. Este proyecto forma parte del Plan de Desarrollo Económico y Social 2016-2020. La planta de Bulo Bulo produciría 1.200 toneladas métricas día (TMD) de amoniaco y 2.100 TMD de urea granulada. El fertilizante tendrá como principal mercado al Estado de Mato Grosso de Brasil. Otros compradores de urea son Argentina, Paraguay y Perú. Entre el 85% y 90% de la producción se destinará al mercado externo y el restante 10% a 15% será comercializado en el país. Para la exportación del fertilizante, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) adquirió 500 contenedores para trasladar el producto en camiones desde Bulo Bulo hasta Montero, en Santa Cruz. Desde esta ciudad, el fertilizante será transportado en 250 vagones de ferrocarril hasta la frontera con Argentina y Brasil[1].
A un mes después de la inauguración de la Planta de Urea y Amoniaco en Bulo Bulo, nada se sabe sobre el inicio de la producción comercial. Tampoco hay avances en las negociaciones entre Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO). Medios de comunicación intentaron visitar la planta de urea, sin embargo, el personal restringió el ingreso, argumentando que se debe solicitar una autorización por vía “regular”. Sin embargo, vecinos de la zona informaron que, desde su inauguración, el 14 de septiembre de 2017, no observaron la salida de camiones con containers de la planta. Observadores que frecuentan el acceso principal a la planta, sobre la carretera que conecta los departamentos de Cochabamba y Santa Cruz, dicen que desde el 14 de septiembre no se vio salir camiones del lugar. Uno de ellos dice: “Desde que se ha inaugurado no he visto salir ningún tráiler con containers, a no ser que sea de noche”.
Mientras tanto, el secretario general del municipio de Entre Ríos, Vicente Rojas, explicó que desconoce si se estaría transportando el fertilizante a través de camiones. “No tengo idea. Es más información de ellos (Gobierno y YPFB)”. Según la información que las autoridades le proporcionaron en el acto de inauguración, la planta funcionará comercialmente recién en un mes. El ministro de Hidrocarburos, Luis Alberto Sanchéz, sostuvo, durante su intervención en el acto de puesta en marcha del complejo, que el primer lote del fertilizante se produciría en los siguientes 14 días, debido a los procesos de producción. En aquella oportunidad, Sánchez no brindó mayores detalles sobre la cantidad de la producción inicial de la planta. Del mismo modo, el presidente de YPFB y el presidente Evo Morales evitaron dar declaraciones a la prensa[2].
Tal parece, como en otros casos, que estamos ante un nuevo elefante blanco de magnitud. Costos altos, ubicación desubicada desde la lógica y la geografía económica, con incierta producción, cuyos costos pueden ser altos, de tal manera que no justifiquen su comercialización; esto debido a las improvisaciones, a los negociados y corrosión institucional, fuera de la corrupción que le acompaña, además de los costos del transporte, incrementados por establecer la planta donde no corresponde.
El ingeniero Saul Escalera dice que, en todo caso, se entraría a la era de la “industrialización del gas natural”, no de la “industrialización en general”. El ingeniero anota que la venta del compuesto de amoniaco y urea es más para las grandes extensiones cultivadas de soya y caña; no así para la producción agrícola campesina, que, mas bien, requiere de compuestos aglutinados en el NPK. María Lohma dice que el campesino compra a U$1 una bolsa de NPK, con la producción compraría a U$0,36, lo que, obviamente, beneficia al campesino. Sin embargo, es esta producción la que falta y no producirá la Planta de Amoniaco y Urea. Para el consumo campesino, en realidad, se necesita otras plantas, otros compuestos derivado del amoniaco y combinados con el nitrógeno, además del potasio.
 
El contrato para la construcción de dicha planta se la adjudicó la Samsung Engineering Co. Ltd. Esta empresa hace subcontratos, lo que no garantiza la buena ejecución del proyecto ni su integridad solvente. Por otra parte, teniendo como antecedente las inconclusiones de sus tareas encomendadas anteriormente, no se ve en perspectiva un buen desenlace en la trama de los tejes y manejes alrededor de la contratación de la construcción de la planta. La intervención de esta empresa trasnacional ha hecho subir el precio de costo de la planta, de U$550 millones de dólares a $us 953 millones; como se puede ver la Planta tiene un sobre precio. Aquél precio de U$550 millones ya tenía un sobreprecio de U$150 millones. Una planta hecha sin estudio del mercado ni evaluación técnica de los costos de producción finales, se mueve en caminos inciertos[3].No hay todavía mercados asegurados para la producción de la planta.
 
El ingeniero Saúl Escalera comenta sobre la problemática de la falta de mercado asegurado de la planta de urea de Bulo Bulo. En lo que respecta al mercado interno, la producción agrícola, sobre todo, campesina, plantea construir un complejo petroquímico de 8 plantas complementarias, que darían mayor valor agregado al proyecto. La concepción original del proyecto era, mas bien, producir derivados, 6 derivados del amoniaco y 2 derivados de la urea. Se pueden sacar 75 derivados del amoniaco y muchos más de la urea. Por lo tanto, la propuesta consistente es la de construcción, entonces, de 8 plantas. Una inversión de más de U$350 millones, implementando tecnologías limpias[4].
El economista Teófilo Caballero dice que es positivo tener como socio comercial al Brasil, para la producción de gas, pero también de amoniaco y urea. En su evaluación, Teófilo Caballero considera que la Planta de Amoniaco y Urea debió ser construida en la frontera ya que se piensa exportar al Brasil y cree que la distancia podría incidir en los precios[5].
En Chapare, ubicado en el centro de Cochabamba, con una superficie de 12.445 km2, el “gobierno progresista” destinó más de $us 1.100 millones, declarando la pretensión de convertir la región en un nuevo “polo industrial”; siendo, de este modo, una alternativa a la producción de coca, incursionando, mas bien, en la industrialización de frutas. Un recorrido periodístico, en noviembre del año 2014, por el trópico cochabambino evaluó a distintas empresas del Estado, ante el desafío de darle valor agregado a la producción local, a su vez, de generar puestos de trabajo para la Población en Edad de Trabajo de una demografía de 262.845 habitantes. De acuerdo con el Servicio de Desarrollo de las Empresas Públicas Productivas (SEDEM), del 100% de los emprendimientos estatales que lleva adelante el Gobierno de Juan Evo Morales, más de la mitad se encuentran en el trópico cochabambino[6].
A estas alturas, principios del año 2018, ya se culminó con la construcción del aeropuerto internacional de Chimoré. La inversión ya supera los $us 34,4 millones; en la gestión del ministro Ramón Quintana llegaba a los U$36 millones. De acuerdo a los voceros oficiales, los exportadores de banana, palmito y piña serían los más beneficiados con el aeropuerto debido que podrán reducir el tiempo y los costos de transporte hacia el mercado argentino. La Cámara de Productores Bananeros (CABAN), destacó la obra, haciendo hincapié en la opción del transporte aéreo, que, según ellos, evitaría las contingencias del bloqueo de los caminos; en general, tendrán un mayor margen para abaratar los costos de transporte. Algo que coadyuva a ofrecer mejores precios a los mercados donde la oferta nacional tiene buena demanda. Sin embargo, el aeropuerto de Chimoré tiene dos años sin despegar. La mayor parte del tiempo es una obra desolada como un monumento sin público; se asemeja a una instalación surrealista acogida por el vacío. El aeropuerto internacional de Chimoré, inaugurado en octubre de 2015, explota su capacidad a medias, ya que sólo recibe tres frecuencias de pasajeros a la semana. La dirigencia sindical y las autoridades del lugar proyecta utilizar la terminal aérea para exportar sus productos, entre ellos, la coca industrializada. Sólo los miércoles, viernes y domingo el aeródromo recibe vuelos de pasajeros, que provienen de Cochabamba. La única aerolínea que llega al lugar es Boliviana de Aviación (BoA)[7].
En la localidad de Ivirgarzama, se encuentra la primera planta de leche de la empresa estatal Lácteos Bolivia (LACTEOSBOL), que desde 2011 ya opera produciendo yogur y dos variedades de queso. Rocío Cacasaca, jefa de planta de Lacteosbol-Ivirgarzama, en una entrevista, sustentó que la capacidad de producción es de 7.000 litros de yogur al día (de un litro y de 160 ml) y de 500 kilos/día de queso (fresco y maduro); que, por el momento, todo va destinado al desayuno escolar. En cuanto a la recolección de la materia prima, hay ocho puntos de acopio, en los que 130 productores venden a Bs 3,35 el litro de leche. Uno de ellos es Lorenzo Rodríguez, un ganadero que tiene 50 vacas lecheras, expuso que desde que opera la planta, su producción aumentó en 30 litros, lo que le incentiva a realizar más inversiones ya que tiene asegurada la compra y puede proyectar su oferta.
Camino a Villa Tunari (Villa 14), se encuentra la procesadora de cítricos, construida en 2.000 m2, donde 21 personas trabajan para producir jugos de manzana, maracuyá y naranja. La potencia instalada le permite a la planta requerir entre 20.000 y 30.000 unidades de fruta para procesar entre 8.000 y 10.000 litros de jugo. Julio Puma, encargado de la planta, indicó que desde 2010 los productores de frutas cuentan con una alternativa para mejorar sus precios. Puma precisó que en el lugar se fabrican jugos y mermeladas, que los primeros están destinados al subsidio infantil y al desayuno escolar. Cada dos semanas se fabrican unas 160.000 unidades de jugo de 160 ml; en cuanto al subsidio infantil, a Santa Cruz se le hace llegar entre 3.000 y 4.000 unidades, a Cochabamba entre 1.000 y 2.000 y a Oruro unas 500. En Villa Sacta, Luis Eduardo Cruz, encargado en el control de las obras de la nueva planta procesadora de cítricos, destacó que se está invirtiendo unos $us 2,8 millones. La factoría tendrá una superficie cubierta de una hectárea, con una capacidad para procesar 10 toneladas de fruta por hora. En el lugar trabajan 38 personas de forma directa y se subcontratan a otras 20.
El economista Rafael Peña dice que para que una zona se constituya en un polo industrial, debe contar con energía; teniendo en cuenta este requisito, en 2010 el gobierno inauguró la Planta Termoeléctrica Entre Ríos, que en la actualidad inyecta 104,2 megavatios (MW) adicionales al Sistema Interconectado Nacional (SIN), suficientes para cubrir la demanda actual de energía del país, que oscila entre 900 y 1.100 MW. La inversión realizada es de $us 86 millones. Para ENDE Andina, la planta es estratégica y de importancia nacional; garantiza el suministro de energía eléctrica en el SIN. Siguiendo con la línea de dotar de energía a los proyectos estatales, YPFB Chaco inauguró oficialmente la perforación del pozo San Miguel X-1 (SMG-X1), con el objetivo de que la reserva potencial de gas del nuevo campo de exploración garantice la demanda de la planta amoníaco y urea.
A unas tres horas de Bulo Bulo, se encuentra Villa Tunari; al ingreso del pueblo se levanta PAPELBOL, la fábrica de papeles. Lastimosamente esta empresa ha sido señalada como afectada por el circuito expansivo de las redes opacas de la corrupción, sobre todo, en lo que respecta a la adquisición de maquinaria por parte de la empresa brasileña D’Andrea Agrimport; la empresa está en proceso de ser rematada. Con una inversión de $us 28,5 millones, la empresa estatal produce tres variedades de papel: de impresión y escritura, kraft y periódico, en base a celulosa virgen importada de Brasil y Argentina. La factoría genera 160 puestos de trabajo en forma directa y 5.000 de manera indirecta[8].
Realidad: La economía efectiva
Como se puede ver, este mapa descalabrado de inversiones que se evaporan, pues no terminan de consolidarse, precisamente debido a las improvisaciones y los desatinos compulsivos de los que deciden políticas económicas en beneficio de una región, circunscrita en la provincia de la producción de la coca excedentaria, no puede ser el sostén de la economía de lo que hemos denominado República del Chapare. La economía efectiva del Chapare, la que mueve las dinámicas de la región es, indudablemente, la economía de la coca. Mayarí Castillo Gallardo, en La economía de la coca; la dimensión silenciada de la dependencia, escribe:
El Chapare boliviano es una zona tropical que comprende alrededor de12 445 km², ubicada al norte de la ciudad de Cochabamba. Su importancia para la economía regional y nacional deriva de que en esta zona se produce intensivamente hoja de coca, parte de ella destinada a la producción de cocaína. Esto ha transformado la región en una de las zonas económicamente más dinámicas, insertándola en un entramado de relaciones internacionales que han modificado su estructura productiva, su organización social y política a partir de la década de los setenta. Los habitantes del Chapare, campesinos minifundistas migrantes del altiplano o ex mineros provenientes de las minas de estaño, dedican una parte sustantiva de sus predios al cultivo de la hoja de coca. En el marco de una colonización realizada sin sustantivo apoyo estatal, los campesinos se radicaron en la zona en precarias condiciones, recurriendo a la acción colectiva organizada a través de sindicatos para el mejoramiento de la calidad de vida en el trópico. A pesar de ello y aun estando insertos –de manera directa o indirecta- en el suntuoso negocio del narcotráfico, la situación de pobreza y exclusión de los productores no mejoró sustantivamente. Si bien la economía de la coca es un negocio de carácter ilegal y por ello, con condiciones de intercambio supuestamente distintas a las establecidas en la economía formal, podemos ver en ella patrones similares a aquellos que han marcado la relación económica entre centro–periferia en América Latina. Si analizamos con detención las cifras, veremos que “se estima que del valor económico financiero generado por la economía coca – cocaína, el 80% beneficia a los países consumidores, alrededor de 15% a los países comercializadores, y sólo del 2% al 4% permanece en los países productores” (Lanza, 1999: 69). Pero ¿por qué se produce esto? Esta pregunta nos conduce a reflexionar y discutir los elementos estructurales que han hecho que las economías latinoamericanas establezcan patrones de intercambio desigual con los países desarrollados, discusión que abordaremos de manera más acabada en el primer capítulo. La hipótesis que guía este trabajo de investigación es que la economía de la coca establece relaciones complementarias con la economía de carácter legal de los países periféricos, reforzando los patrones de desarrollo desigual a través de una estructura de intercambio difícil de analizar. La economía de la coca posee directa relación con el problema de la pobreza rural de las zonas productoras de la hoja de coca en tanto establece en estos enclaves economías extravertidas, en las cuales los beneficios del circuito de la cocaína son apropiados por agentes situados fuera de este espacio[9].
Algunos apuntes sobre la investigación de Mayarí Castillo Gallardo sobre La economía de la coca, investigación cuyo resumen publica CLACSO. En primer lugar, que la economía del Chapare no es lo que presentamos a partir de las descripciones informativas de los medios de comunicación, mucho menos lo que transmite como propaganda y publicita el “gobierno progresista”; por lo tanto, tampoco esa infraestructura y logística descuajeringada, que se le antoja “base de la industrialización”. La economía del Chapare se estructura sobre la base de la economía de la coca, economía que participa de los circuitos de la economía política de la cocaína.
En segundo lugar, si bien la investigación describe la situación de los primeros periodos de la economía de la coca en el Chapare, no describe lo que ocurre después del lapso que toma en cuenta la investigación. Si bien el Chapare en los periodos que toma en cuenta la investigación, se basa en la producción familiar y es productora de materia prima, participando, según la investigadora, en la generación de desigualdades de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, estructurada en la distribución jerárquica de centros y periferias, ésta ya no es la situación actual. La producción de clorhidrato de cocaína es parte de la industrialización de la coca in situ.
En consecuencia, los términos de intercambio se han modificado, quedando parte de las super-ganancias, que se transferían a los centros de consumo, en Bolivia. ¿En cuánto habría cambiado la relación, que establecía Lanza y recoge Mayarí Castillo, que era de entre 15% y 20% para la periferia y 85%-80% para el centro? Esto es difícil conmensurar, dada la falta de información adecuada. Aunque se puede sugerir como hipótesis prospectiva, basada en estimaciones provisorias, de que es probable que, en el caso de Bolivia, se retenga hasta un 40%, incluso más, de uno de los negocios más rentables del mundo. ¿A qué se debe el cambio de situación, respecto al reparto de los términos de intercambio? Primero, ciertamente, a la  industrialización de la coca en el lugar o en las proximidades colaterales o un poco más lejanas del Chapare. Después, a la hegemonía de la Federación de Campesinos del Trópico de Cochabamba, en lo que respecta al conglomerado de organizaciones sociales y sindicales afines al “gobierno progresista”. Hegemonía que le otorga incidencia preponderante en el gobierno, en sus políticas, en sus actividades y ejecuciones cruciales, tanto jurídicas, políticas y económicas. La preponderancia del Chapare ha ocasionado que el gobierno abrogue la ley que resguardaba al TIPNIS y obstaculizaba la ampliación de la frontera agrícola del cultivo de la hoja de coca. Así también, como hemos visto, ha logrado concentrar la mitad de los proyectos desplegados por el gobierno en el Chapare. Por otra parte, el gobierno ha promulgado una ley que amplía el cultivo de la coca excedentaria en el Chapare, en detrimento de la zona tradicional de cultivo de coca de los Yungas. Estamos ante un gobierno, como hemos dicho, al servicio de la República subyacente del Chapare.
Se puede decir, que lo que se ha descrito como inversiones, construcción de plantas industriales, que no dan pie con bola, es, mas bien, la máscara ficticia, que encubre el funcionamiento efectivo de otra economía.
 
Como hemos hecho notar en otros ensayos, no nos colocamos en el papel de jueces, ni pretendemos juzgar nada, que es otro juego de poder; tampoco nos colocamos en la pose hipócrita de los organismos internacionales que dicen luchar contra el narcotráfico, cuando lo que hacen efectivamente es contener, controlar, participar en el gran negocio. El sistema financiero internacional es el dispositivo global del blanqueo. Lo que anotamos es que se trata del lado oscuro de la economía-mundo, el cual cada vez más tiene mayor incidencia en la economía-mundo en conjunto, arrinconando, atravesando, en algunos casos controlando el lado luminoso de la economía-mundo. Teniendo en cuenta que industrialización quiere decir transformación de la materia prima, producción de productos donde se da lugar la valorización del valor, entonces, la producción de cocaína, es producción industrial. Sólo la doble moral del sistema-mundo jurídico y policial denomina a esta producción “narcotráfico”, por lo tanto, circuito de cultivo-producción-distribución-consumo de droga, cuando lo que ocurre es análogo, simétricamente, a lo que acaece en el lado luminoso de la economía.
En consecuencia, durante los periodos de gestión del “gobierno progresista”, se ha dado lugar a un cambio estructural en los términos de intercambio, en lo que respecta a la economía de la coca-cocaína; lo que no ha ocurrido con las materias primas que concurren en el lado luminoso de la economía. Donde, la economía dirigida se ha estancado en el modelo primario-exportador. Esta es una paradoja insólita que se da en la composición integral de la economía-mundo, en la parte que corresponde al lado oscuro de la economía-mundo. El proyecto de “industrialización” del “gobierno progresista” se ha realizado en el ámbito de expansión de la economía de la coca-cocaina.
NOTAS
[1] Leer Bolivia salta a la petroquímica con la planta de urea.
[5] Escuchar Economista critica construcción de planta de urea en Bulo Bulo. http://eju.tv/2016/01/economista-critica-construccion-planta-urea-bulo-bulo/.
[9] Leer de Mayarí Castillo Gallardo La economía de la coca; la dimensión silenciada de la dependencia.CLACSO. Págs. 329-330.
Título sugerido en conversaciones con Ernesto Rocabado.
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Lado oscuro de la economía

y del poder

18 de febrero de 2018
Por Raúl Prada Alcoreza
Siguiendo la exposición de República del Chapare y de Estructuras del poder subyacentes1 , continuamos con reflexiones críticas, auscultado las genealogías del poder y las metamorfosis que experimentan las formas de dominación en el mundo y en los Estado-nación.
Respecto a las estructuras subyacentes del poder, hay preguntas que saltan. ¿Cómo funciona la máquina de poder que contiene a estas estructuras subyacentes? ¿Cómo es que, ¿una República subyacente, aunque se la nombre metafóricamente, domina a una República institucionalizada y constitucionalizada?
La fácil respuesta sería que la estructura subyacente ha tomado el poder; empero, con esto deja de ser una estructura subyacente. Con lo que, a pesar de todo, estaría solucionado el problema y respondida supuestamente la pregunta. Sin embargo, no es tan fácil; la estructura subyacente no aparece como si hubiera tomado el poder, no se hace evidente este suceso. La estructura de poder subyacente es inherente al ejercicio del poder institucionalizado en el Estado; sin embargo, es la estructura que incide preponderantemente en el ejercicio de gobierno. Los hilos que vinculan a la estructura subyacente de poder con el gobierno y con los órganos del Estado son varios; el presidente de la República es el Secretario Ejecutivo de la Federación de Trabajadores Campesinos del Trópico de Cochabamba; representantes parlamentarios, diputados y senadores, responden directamente a la Federación sindical; hay ministerios que se preocupan por otorgarle proyectos e inversiones a la región de la Federación sindical; la economía de la coca es política de Estado; el peso de la economía política de la cocaína es gravitante. Entonces, como se puede ver, la textura del poder entrelaza al Estado con la estructura subyacente de poder, de tal manera que la pregunta de quién gobierna es sugerente.
(...)
En consecuencia, no se pueden hacer análisis políticos, menos económicos, tampoco sociales, soslayando esta efectiva dinámica del lado oscuro de la economía. Es como cerrar los ojos ante la realidad efectiva. Que, por cierto, no solamente pasa en Bolivia, sino en el mundo. Por eso, dijimos, en otros ensayos, que el lado oscuro del poder ya atraviesa y controla el lado luminoso del poder, así como el lado oscuro de la economía es gravitante en el conjunto de la economía, incidiendo en el lado luminoso de la economía.
No se trata de acusar a un gobierno de “narco-gobierno”, ni a un Estado de “narco-Estado”, como se acostumbra en la diatriba, sino de comprender cómo funciona el sistema-mundo capitalista, en su etapa de decadencia, la de la dominancia del capitalismo financiero y especulativo. De lo que ocurre en Bolivia o en Colombia o en el Perú, respecto a la economía política de la cocaína, son cómplices los organismos internacionales, principalmente el Sistema Financiero Internacional, el dispositivo global de blanqueo, y son operadores los organismos policiales y servicios de inteligencia del mundo, que accionan en el ámbito de los tráficos, conteniendo, controlando y participando. No sirve de nada asumir una pose “moral” y escandalizarse, juzgar y señalar el mal; esto o es inocente, o desatinado, en el peor de los casos, hipócrita. Todos los gobiernos y Estados, con excepciones que confirman la regla, están involucrados en el gran negocio, de los más rentables de la economía-mundo, ya sea de una manera o de otra, como blanqueadores o cómplices. Nadie escapa a los circuitos de estas economías políticas de los tráficos ilícitos. De lo que se trata es entender el funcionamiento de las dinámicas económicas de la economía-mundo, su interrelación en el sistema-mundo capitalista con el orden mundial, el imperio. Esto no sólo para denunciar, tampoco sólo para interpelar, sino para desmantelar el sistema-mundo capitalista, que, en su etapa decadente, amenaza a arrastrar a las sociedades al abismo y al planeta a la muerte.
Es pues atinado conjeturar sobre las transformaciones en la genealogía del poder del Estado-nación y del orden mundial, pues se requiere interpretar el funcionamiento de las máquinas del poder en el presente, en los espesores de la coyuntura. No se puede explicar este funcionamiento y sus dinámicas inherentes usando los paradigmas teóricos ya desgastados, que sólo alumbran sobre lo alumbrado, el lado luminoso del poder y el lado luminoso de la economía; no dicen nada del lado oscuro del poder y del lado oscuro de la economía; por lo tanto, dicen poco sobre el funcionamiento integral del sistema-mundo de poder, de la economía-mundo y del sistema-mundo cultural de la banalidad.
Notas

  

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