viernes, 28 de junio de 2019

Las elecciones están subordinadas al poder real y el PJ es clave en este sometimiento.

¿Este qué economía  legitima?
La creída como única por las grandes mayorías.
De ahí su aval al crecimiento oligopólico,
convencida que es del país.
Tal falsa homologación -que resulta fatídica- nos exige ante todo confrontar con les decadentes intelectuales progresistas e izquierdistas afines que no sólo asumen la "batalla de ideas" para oponerse a la concreta realidad interna e internacional de China ilusionando sobre su ayuda a nuestra emancipación sino también elogian el éxito capitalista de Bolivia como si fuese expresión de caminos emancipadores. No cuestionan, en efecto, significados e implicancias de que:
Bolivia apuesta a los biocombustibles
para dinamizar su economía
12 de Septiembre de 2018
Xinhua
La Paz. Bolivia apuesta a los biocombustibles (etanol y biodiésel) como una estrategia alterna para dinamizar su economía, coincidieron un funcionario de gobierno y un experto del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE, privado).
El objetivo de esta estrategia es generar empleos, bajar la subvención de hidrocarburos, ahorro millonario al Estado y beneficios para el medio ambiente.
El viceministro de Industria, Comercio, Transporte y Almacenaje de Hidrocarburos, Humberto Salinas, explicó este martes a Xinhua que Bolivia ingresará en la era del biocombustible antes de finalizar septiembre, una vez promulgada la ley del etanol.
De acuerdo con Salinas, esta ley garantizará las inversiones de maquinaria en el campo y en la industria, y coadyuvará en la seguridad alimentaria y energética con soberanía.

Según el viceministro, Bolivia apuesta al etanol y al biodiésel como productos que fortalecerán la dinámica económica por su efecto multiplicador.
Salinas explicó que el etanol se produce a partir de la fermentación de materia orgánica y rica en azúcar (caña, maíz y sorgo), así como de la transformación en azúcar del almidón presente en los cereales. También se utiliza como aditivo a la gasolina.
Manifestó que el impacto de incorporar el etanol a la matriz energética nacional en los próximos ocho años trascenderá en un crecimiento del área cañera cultivada de 150.000 a 305.000 hectáreas.
De igual forma, permitirá la sustitución de 380 millones de litros de gasolina por etanol, el ingreso de US$480 millones a las cuentas públicas, unos 27.000 empleos directos e indirectos, y la mitigación de un 6% de la contaminación de emisiones de CO2 (dióxido de carbono).
El proyecto beneficiará a más de 1.500 agricultores cañeros que incrementarán la producción de sus cultivos y recibirán un mejor precio por el litro de alcohol de exportación y el litro de alcohol destinado al bioetanol.
El pleno de la Cámara de Diputados aprobó en primera instancia el proyecto de ley del etanol, y se prevé que esta semana sancione y posteriormente se promulgue la norma para su puesta en vigencia oficial.
Sobre las ventajas y efectos de los biocombustibles, el gerente general del IBCE, Gary Rodríguez, precisó este martes a Xinhua que el emprendimiento beneficia a Bolivia con el movimiento económico, la generación de empleos, la eliminación de importaciones y el cambio de la matriz energética con combustibles limpios.
"La ventaja principal es que Bolivia, con la producción de biocombustibles, inicialmente el bioetanol o alcohol anhidro, es que va a avanzar a su autosuficiencia energética. Bolivia importa cada año alrededor de US$ 200 millones en gasolina, además de aditivos y eso ocasiona un drenaje de divisas hacia el exterior y también impide un mayor crecimiento a la economía", afirmó.
De acuerdo con el gerente general del IBCE, al contar con un alcohol anhidro o bioetanol se podrá tener una cuarta opción de gasolina con un mayor octanaje que la gasolina especial, que es de 85 octanos.
Desde el punto de vista ambiental, se destaca la menor emisión de gases de efecto invernadero.
Según Rodríguez, esta gasolina ecológica va a ser más amigable con el medio ambiente frente a sus competidores, los combustibles fósiles, al tiempo que se ampliará la frontera agrícola.
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Bolivia ingresa a la era del biocombustible y YPFB dejará de importar 80 millones de litros de gasolina

8 de marzo de 2018
Santa Cruz, AN-YPFB.-  Bolivia ingresa a la era del biocombustible. El sector agroindustrial comercializará en el primer año 80 millones de litros de etanol a YPFB, volumen que evitará la importación de gasolina por aproximadamente  Bs 400 millones en el primer año, según estable el memorándum firmado este jueves entre el Ministerio de Hidrocarburos, la estatal petrolera y la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz. El presidente Evo Morales, asistió a la firma del presente documento.

“Aquí no solamente un sector se beneficia, sino gana Bolivia, eso es pensar en Bolivia. No solamente el cañero gana, no solo el obrero, no solamente el departamento de Santa Cruz, sino ganamos todos los bolivianos y las bolivianas, son políticas de Estado que permite pensar en nuestra querida Bolivia”, señaló el primer mandatario.
Agregó que se incrementarán aproximadamente 18 mil hectáreas de caña de azúcar por año hasta alcanzar una superficie cultivada de 155 mil hectáreas  adicionales al 2025 y la producción de etanol subirá de 80 millones a 380 millones de litros.

Impactos y compromisos
Entre los impactos que se espera está incorporar etanol a la matriz energética, impulsar la política de seguridad energética a través  de una reducción gradual de importaciones de combustibles, reducir la subvención por reemplazo de gasolina importada con etanol, garantizar el abastecimiento de combustible, fortalecer los lazos entre el sector privado y el Estado.

Además de incrementar  la producción de caña de azúcar, sustituir hasta 380 millones de litros de gasolina  importada al 2025 por etanol, dinamizar la economía a través de la inversión de $us 1.600 millones y generar 27 mil nuevo empleos.

Las instituciones firmantes del memorándum de entendimiento asumen los compromisos de garantizar las inversiones  en maquinaria industrial, prevalecer la seguridad alimentaria, incrementar la productividad de caña de azúcar, fomentar y ampliar el uso de la urea y avalar la calidad de etanol en 99.5% de deshidratación.

Gasolina
A juicio del ministro de Hidrocarburos, Luis Alberto Sánchez, la firma del memorándum debe ser uno de los proyectos más importantes para Bolivia porque permite unir a  dos sectores de la economía nacional, el agroindustrial e hidrocarburos.

“El sector hidrocarburos es muy importante en la economía boliviana, aportamos gas a las termoeléctricas, a la minería, próximamente al proyecto litio, seguramente al mutún, a la industria y al agro con la producción de urea y hoy nos convertimos en socios con el agro porque vamos a comprar grandes volúmenes de alcohol anhidro”, afirmó Sánchez.

“Comprar 80 millones de litros de etanol significa que vamos dejar de importar  80 millones de litros de gasolina, eso tiene un impacto sobre la balanza comercial de forma directa. Estamos hablando que alrededor de 400 millones de bolivianos aproximadamente que van a reinyectarse a la economía nacional. Estamos hablando al 2025 de más de dos mil millones de bolivianos que dejarían de salir del país y se reinyectarían directamente  en la economía por la compra de 380 millones de litros de alcohol”, señaló el presidente ejecutivo de YPFB, Óscar Barriga Arteaga.

Agregó que el tema tendrá su impacto directo sobre  el Producto Interno Bruto (PIB) que llegará a un punto porcentual durante el primer año y entre 0,4 a 0,5 de incremento del PIB en los años sucesivos. “Este proyecto tiene implicancia en el sector hidrocarburos, nosotros a la fecha hemos ampliado nuestra capacidad de refinación a 64 mil  barriles por día, sin embargo tenemos una tasa de crecimiento del parque automotor que oscila entre 5% y 8%, si hoy tenemos 1.7 millones de vehículos  en el parque automotor, al 2025 tendremos 2.5 millones de vehículos que circularán a nivel nacional, lo que implica que YPFB debe garantizar  el abastecimiento de combustible para ese parque automotor”.

En este proyecto, la estatal petrolera tiene previsto invertir más de $us 5 millones para adecuar sus instalaciones, sistemas de almacenamiento, sistema de inyección, adecuación de las estaciones de servicios y comercialización en general.

Constatamos justificaciones e incluso invocaciones a la grandeza nacional del gobierno de Evo Morales parecidas  a las que antes se realizaron en la Argentina bajo gestión K para expandir el modelo de soja transgénica y desde 2013 para avanzar también en ecocidios-genocidios pero mediante el fracking en exclusivo beneficio de Chevron y otras petroleras. Pero reflexionemos sobre:

Representante de FAO critica

la apuesta boliviana

por los biocombustibles

17 de abril de 2019

LA PAZ (Sputnik) — La apuesta del Gobierno de Bolivia por los biocombustibles no ayudará al desarrollo del país, dijo el representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Theodor Friedrich, según un medio local.
"Esa es una decisión fatal; no ayuda a la alimentación del país, no ayuda al medio ambiente, no ayuda al cambio climático, es una decisión que realmente no creo que debería apostarse", dijo el funcionario en una declaración divulgada por la Agencia de Noticias Fides.
Friedrich se sumó así a las críticas de organizaciones no gubernamentales contra el plan de biocombustibles puesto en marcha en 2018 y presentado por el Gobierno como un modelo de alianza entre los sectores público y privado por su capacidad de generar inversiones y reducir las importaciones de combustibles fósiles.
El representante de la FAO, en su primera declaración sobre el plan, advirtió que la ampliación de la frontera agrícola para producir biocombustibles provocaría la degradación del ambiente, deforestación y alteraciones climáticas, según Fides.
"También habrá una baja en la producción de alimentos porque también la productividad puede bajar", añadió Friedrich.
El Gobierno de Evo Morales, en una alianza sin precedentes con el sector agroindustrial de Santa Cruz (este), lanzó el año pasado el programa de etanol que prevé inversiones privadas de hasta 1.600 millones de dólares en un quinquenio, para ampliar los cultivos de caña de azúcar e instalar plantas de deshidratación de alcohol.
El plan arrancó con notable éxito, según el Ministerio de Hidrocarburos, que anunció para 2019 la comercialización de 150 millones de litros de etanol, como aditivo incorporado en la gasolina, el doble de lo programado inicialmente.
Las inversiones comprometidas por el sector privado apuntan a la duplicación de los cañaverales, hasta unas 350.000 hectáreas, para alcanzar una capacidad anual de producción de 350 millones de litros de etanol deshidratado, sin afectar la oferta interna de azúcar.
También en acuerdo con el empresariado privado, el Gobierno aprobó a principios de este año un programa de producción de biodiésel en base a la habilitación adicional de hasta un millón de hectáreas de cultivos de soja con semillas de una nueva variedad genética resistente a la sequía.
El representante de la FAO dijo que la nueva soja transgénica no constituía en sí misma un problema para la salud.
"El problema está en la combinación con herbicidas, ése es el problema", señaló.
En Bolivia solo está permitido el uso de semillas modificadas genéticamente en la producción de soja, pero los empresarios de Santa Cruz presionan por extender la biotecnología al maíz, el sorgo y el algodón, en los que según el representante de la FAO se utilizan ya semillas transgénicas "a escondidas".
La soja y sus derivados son el principal rubro de exportación de Bolivia, después de los hidrocarburos y los minerales
Analicemos qué decía Evo Morales en 2008 y cómo "un nuevo fantasma recorre los campos y mercados agrícolas: el fantasma de los bioenergéticos. En distintas regiones del mundo se dedican cada vez más extensiones de terreno que antes se destinaban al cultivo de alimentos para producir materia prima para fabricar combustibles biológicos. En parte, por ello el precio del maíz y de la tortilla se elevó dramáticamente a comienzos de este año".

Evo asegura que desviar alimentos para

biocombustible es atentar contra la vida

12 de mayo de 2008

Por ABI
 
    
El presidente boliviano Evo Morales Ayma calificó hoy como un crimen para la humanidad el desvío de alimentos para la fabricación de biocombustibles, porque ocasiona escasez y el aumento de precios de esos productos en el mundo
Esa posición fue expresada por el Mandatario boliviano en ocasión de su discurso en la Cumbre de Mandatarios sobre la Soberanía y Seguridad Alimentaria que se realiza en la capital nicaragüense.
Morales Ayma dijo que llegó a esa conclusión después de evaluar la crisis alimentaria en su país y en el mundo por causa de intereses de empresarios que solo buscan el lucro, mediante la dominación y el sometimiento de los pueblos.
"Llego a la conclusión que por culpa del llamado biocombustible, agrocombustible, los precios de los productos (alimentos) se están disparando, entonces ¿qué es biocombustible para mi?, el biocombustible es un crimen para la humanidad", aseguró.
También exhortó a frenar la industrialización ilimitada que está destrozando el medio ambiente.
"Yo llego a la conclusión que la industrialización ilimitada es la droga para el planeta Tierra", dijo Morales al sugerir que se inicien debates para ver cómo se puede resolver ese problema que está afectando a la humanidad.
En ese marco, llamó a los gobiernos del mundo a entender que el "capitalismo es el sinónimo de la muerte" y advirtió que sino se asumen medidas inmediatas para evitar la crisis alimentaria de los pueblos por causa de políticas neoliberales, será imposible garantizar seguridad alimentaria en el mundo.
El Jefe de Estado boliviano dijo que desde que asumió la Presidencia de la República en su país se resistió a la siembra de productos transgénicos porque considera que no solamente es un veneno para la Tierra, sino también para la vida.
Por ello reivindicó la revolución agraria para terminar con el latifundio improductivo y fomentar la producción de trigo, maíz, arroz y soya con créditos de cero por ciento de interés a los pequeños y micro empresarios agrícolas, quienes no están obligados a pagar su deuda con dinero, sino con sus productos.
"Hemos creado una empresa de apoyo a la producción para fomentar la producción agrícola, y de esta manera buscar cómo resolver los problemas urgentes cuando hay escasez de alimentos", aseguró el Mandatario boliviano.
La Cumbre Presidencial ha congregado a 12 países de Centroamérica, el Caribe, México, Venezuela, Ecuador y Bolivia. Sin embargo, a este evento no asistieron los jefes de Estado Martín Torrijos (Panamá), Álvaro Colom (Guatemala) y Antonio Saca (El Salvador), pero enviaron a sus representantes.
 
Fuente: 
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Los biocombustibles van desplazando a

la producción de alimentos, alertan en Malí.

26 de febrero de 2007

Por Luís  Hernández Navarro
La preocupación por el medio ambiente tiene el signo de dólares, dicen en el foro mundial
Selingue, Mali, 25 de febrero . En los pequeños restoranes de Sélingué, como sucede en las comunidades remotas de México y en sus barrios populares, se sirve Nescafé y leche en polvo Nido. No importa que la ganadería local produzca leche y que en Malí se coseche café.
El arroz es uno de los principales alimentos nacionales, junto con el mijo. Se come hervido y mezclado con una salsa de tomate ligeramente picante a mediodía. En ocasiones se le añade un poco de carne, pescado o pollo. El grano se cultiva en los márgenes del río Níger, pero también se importa, a menor precio, de Tailandia.
La presencia de Nestlé, la trasnacional con base en suiza que labora el Nescafé y la leche Nido, ha provocado algunos escándalos en Africa. En una región en la que es difícil encontrar agua potable, nutrir a bebés recién nacidos con leche en polvo, en lugar de leche materna con anticuerpos, provocó muchas muertes infantiles. En Europa, Canadá y Estados Unidos se organizó un gran y efectivo boicot contra la compañía, uno de los primeros en su tipo, embrión de lo que hoy es el movimiento altermundista.
Un escándalo más fue el denunciado por José Bové en el Foro Mundial para la Soberanía Alimentaria. Como una muestra de cómo las grandes trasnacionales fijan la agenda de la Unión Europea en contra de países que no pertenecen a ella explicó que, a petición de Nestlé, recientemente decidió modificar la fórmula de elaboración reconocida para producir el chocolate, reduciendo el contenido de cacao para agregarle aceites vegetales. Como resultado de ello Senegal, uno de los países más pobres del mundo, ha reducido las exportaciones de este producto, vital para su economía, en 25 por ciento.
Pero lo que sucede en la mesa de los restoranes malienses, y en la de sus hogares, no es una excepción sino la regla. Las decenas de testimonios de casi todo el mundo presentados en el foro pintan un panorama desolador. Las exportaciones masivas de alimentos y fibras subsidiados en los países del norte, la acción de las trasnacionales agropecuarias, el modelo de agricultura industrializada están destruyendo tanto las agriculturas de los países más pobres como a los agricultores familiares de las naciones ricas.
En el mismo Senegal, denunció una de las delegadas de ese país al foro, las donaciones masivas de leche en polvo para combatir el hambre han devastado la ganadería local. Estos programas están, además, inundando la región de comida transgénica.
Es por ello que Joao Pedro Stedilé, el dirigente del Movimiento sin Tierra de Brasil, explica en la reunión que la comida no debe ser una mercancía más, sino un derecho de todas las personas, como lo debe ser, también, el agua, "que no debe ser propiedad de nadie". Según su perspectiva, el comercio agrícola no debe basarse en la lógica de la ganancia sino en las necesidades de los pueblos. Es necesario, asegura, valorar los cultivos locales y consumir lo que se produce localmente.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) no tiene razón alguna para legislar sobre la producción de alimentos ya que, afirma, no representa los intereses del pueblo. Por ello, dice, "no es suficiente señalar que la agricultura debe salir de la OMC, sino hay que luchar contra ella".
El nuevo fantasma agrícola
Un nuevo fantasma recorre los campos y mercados agrícolas: el fantasma de los bioenergéticos. En distintas regiones del mundo se dedican cada vez más extensiones de terreno que antes se destinaban al cultivo de alimentos para producir materia prima para fabricar combustibles biológicos. En parte, por ello el precio del maíz y de la tortilla se elevó dramáticamente a comienzos de este año.
La delegada de la Confederación de Campesinos del Perú al foro emitió la señal de alarma: "los biocombustibles están desplazando la producción de alimentos."
Silvia Ribeiro, del grupo ETC, explica cómo es que esta ola productiva está asociando a grandes gigantes económicos: las industrias del petróleo, automotriz, de producción de semillas, de producción y comercialización de cereales. Irónicamente, en nombre de la defensa del medio ambiente, la nueva industria va a desplazar más a campesinos de sus tierras, va a estimular la siembra de monocultivos, el uso de fertilizantes elaborados con base en el petróleo y va a propiciar mayor deforestación.
La preocupación por el medio ambiente tiene en este caso el signo de dólares. Eric Holt-Giménez, director ejecutivo de Food First, un instituto especializado en temas rurales establecido en California, Estados Unidos, denunció cómo la British Petroleum donó a la Universidad de California y a la Illinois 500 mil millones de dólares para realizar investigaciones sobre bioenergéticos. ¿Por qué los hace esta petrolera? Porque necesita posicionarse frente al boom. Requiere llevar la delantera en la investigación. Esta compitiendo con otros titanes.
Joao Pedro Stedile matiza esta posición. Según él, hay que analizar la problemática de los nuevos combustibles; debe ser cuidadosamente analizada, y no puede ser vista al margen de un cambio en la matriz energética mundial. "El capital quiere sacar los alimentos de los pueblos para ponerlos en las burguesías del norte. Tenemos que luchar contra esto desde la raíz. El mundo tiene que cambiar su matriz energética de transporte. Debemos oponernos al transporte individual y luchar por el transporte colectivo", indicó
Su organización, los Sin Tierra, se opone a la siembra de grandes extensiones de monocultivos propios de las grandes plantaciones que abastecen las plantas que fabrican el biocombustible, pero están de acuerdo con producirlo en pequeñas explotaciones para abaratar el costo de los carburantes con los que funciona los tractores y la maquinaria agrícola.
Transgénicos
Sobre la ola de los bioenergéticos se han montado los grandes consorcios que producen semillas transgénicas y sus apologistas. Su tecnología, aseguran, servirá no sólo para resolver los problemas de hambre en el mundo, sino para solucionar la crisis del petróleo.
El asunto de los organismos genéticamente modificados (OGM) ha sido permanentemente discutido en el foro ¿Cuál es la relación entre la producción transgénica y la soberanía alimentaria? ¿Puede existir ésta sin aquella? El asunto es medular. Dirigentes campesinos como el francés José Bové, el vasco Paul Nicholson y cientos de campesinos indios han participado en acciones directas destruyendo campos de producción de semillas modificadas genéticamente en varios países, y enfrentan procesos judiciales por ello.
Para algunos, las semillas frankestein refuerzan la dependencia de los países más pobres a las grandes empresas trasnacionales que controlan su fabricación. Expropian a los campesinos las simientes con las que han trabajo durante centenares de generaciones, al tiempo que acaban con la diversidad genética existente. No hay pues, desde su lógica, compatibilidad alguna posible entre organismos genéticamente modificados y control soberano de la agricultura.
Unos cuantos, en cambio, sostienen lo contrario. Según ellos, no es posible que, manteniendo vigentes los principios de precaución necesarios, se busque el mejoramiento de la producción local haciendo uso de todos los recursos tecnológicos posibles. Más aun cuando el hambre realmente existente obliga a hacer más productivas las cosechas. Y entre esos recursos tecnológicos se encuentran los OGM. Esa es la posición personal, según aclaró el ministro de Agricultura de Malí.
Quienes objetan el uso de transgénicos argumentan que es falso que incrementen la producción, que reduzcan el uso de agroquímicos y que el problema del hambre en el mundo no es de falta de alimentos, sino que es resultado de la desigualdad en los ingresos. En el mundo sobra comida, lo que no hay, dicen, es justicia social para garantizar que todos tengan acceso a ellos. Además, insisten, están uniformando peligrosamente la variedad genética de los granos y dañando los saberes campesinos. Por ello, en lugar de nombrarlos OGM, dice el delegado indígena mexicano Aldo González, habría que llamarlos Organismos Genéticamente Transformados, o sea OGT, porque eso es lo que son, organismos ojetes.
Comencemos, abajo y a la izquierda, a apreciar qué argumentan las resistencias a los ecocidios-etnocidios y genocidios. A la vez que recordemos a Axel Kicillof afirmando su visión mercantilista de la expansión de agrocombustibles: "el Estado ha fijado un régimen de promoción industrial a partir de la sanción de la ley de biocombustibles (2006), que establece un valor diferencial de retenciones en comparación con otros productos elaborados a partir de la soja. Cuando la producción de aceite a base de la oleaginosa tributaba un 32 por ciento de derechos de exportación (y lo sigue haciendo), las ventas al exterior de biocombustibles pagaban un 14,2 por ciento.
Esto llevó a que el año pasado, por ejemplo, el precio interno del biocombustible fuese de 1128 dólares la tonelada, mientras que el de exportación se ubicó en 1060 dólares. “Con la aplicación de esta medida, la idea es reducir el precio interno del biocombustible”, afirmó el viceministro de economía Kicillof. Leer

Paraguay: “Los llaman biocombustibles

para dar sensación de vida, pero es muerte”.

24 de febrero de 2014

El exministro de Medio Ambiente de Paraguay lucha por que los pueblos puedan disponer de sus tierras para cultivar alimentos y no combustibles que usan los países desarrollados.
Era un adolescente cuando descubrió algunas de las injusticias que ocurrían en su país. Hacía un trabajo en Secundaria y comenzó a comprobar cómo vivían los indígenas en Paraguay y cómo sufrían un “franco proceso de destrucción”. Desde entonces, –corría el año 1986– Óscar Rivas, ha convertido la defensa de las tierras en su obsesión y su trabajo. Lucha por la soberanía alimentaria de su país –desde 2009 a 2012 lo hizo como ministro de Medio Ambiente– y del entorno que lo rodea, aunque ve cómo crecen sin cesar campos dedicados a algo que, en su opinión, no hacen ningún bien a la zona: los agrocombustibles.
“Los llaman biocombustibles en una hábil operación de márketing, porque bio suena a vida, cuando realmente es muerte”, afirma Rivas, ganador del premio Goldman en el año 2000, algo parecido al Nobel a la protección del medio ambiente. En su opinión, todo es perjuicio para países como el suyo: “Los estados llamados desarrollados nos perjudican con sus emisiones y después arrasan nuestros campos para dedicarlos a agrocombustibles en lugar de producir alimentos. Y lo que es peor, no está nada claro que estos materiales contaminen menos; el saldo puede ser incluso de más contaminación que los fósiles, con lo cual no hay aspecto positivo por ningún lado”.
En los últimos diez años, Paraguay ha visto cómo se multiplicaba por cuatro la tierra destinada a la plantación de granos, muchos de los cuales van destinados a combustibles. Y cuanto más crece esta superficie, más amenazados están los pueblos indígenas que llevaban años viviendo en ellas. Uno de los muchos ejemplos es el de los guaraníes, que sufren la deforestación de la selva que habitan en beneficio de cultivos de soja.
En opinión de Rivas, que ha estado este jueves charlando sobre el tema en unas jornadas organizadas por Ecologistas en Acción,Amigos de la Tierra y Alianza por la Solidaridad, ha sido la lucha contra estas prácticas lo que dio lugar al conocido como “golpe de Estado parlamentario” de Paraguay en 2012. “El Gobierno por voto popular fue interrumpido porque estaba llevando adelante agenda que privilegiaba este las iniciativas verdes en el Paraguay y que apuntaban a la soberanía alimentaria de nuestros pueblos”.
Pero no todo son derrotas para el movimiento que Rivas defiende. Hay pequeñas comunidades campesinas que consiguen organizarse a nivel local e imponer su propio sistema agrícola. “La Pastora es un ejemplo de cómo 1.500 familias, es decir, unas 8.000 personas, están resistiendo con procesos de diseño de ordenamiento territorial, generando leyes locales y usando la autonomía de estos núcleos para poder producir lo que quieren y no lo que les imponen”, explica el exministro.
Con un remedio (los agrocombustibles) que Rivas califica como “peor que la enfermedad” (la contaminación), su solución pasa por “energías renovables y sustentables”, como la solar o la eólica: “No podemos echar mano de los suelos, los están agotando, destruyendo su productividad. Si a eso sumamos el coste que suponen los desplazamientos forzosos, la destrucción de comunidades y la desaparición de pueblos enteros, ya no solo hablamos de daños, sino de genocidio”.
Fuente: 

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El nudo gordiano de los biocombustibles

21 de mayo 2008


El intento de atajar los efectos del cambio climático a golpe de combustibles producidos a partir de alimentos ha generado un debate a escala mundial donde las opiniones se dividen en dos bloques: la mejor solución al problema medioambiental o la causa de la crisis alimentaria
En el último de ellos se sitúa la reclamación realizada este lunes ante Naciones Unidas por la Alianza para la Convención de Diversidad Biológica: que se frene la producción de cultivos vegetales destinados a la fabricación de biocombustibles.
La plataforma, que engloba a más de cien organizaciones ecologistas, sociales e indígenas, sostiene que la producción de esos carburantes "exarcebará la crisis alimentaria y la competencia por la tierra y el agua".
En esta línea, la Alianza aseguró que el cultivo de materias primas como la soja, la palma o la caña de azúcar, se traduce en la tala indiscriminada de bosques y "tendrá devastadores efectos en los pueblos marginados y en importantes ecosistemas".
La demanda figura en el decálogo de 'criterios de éxito', elaborado por la plataforma para la Novena Conferencia de las Partes (COP9) de la Convención sobre Biodiversidad de la ONU, que se celebra en Bonn (Alemania) hasta el próximo día 30.
¿Medio ambiente o capitalismo?
"Se van a talar los bosques y plantar cultivos para producir biocombustibles sólo para que las limusinas de los ricos sean híbridas, en lugar de simplemente reducir el número de vehículos".
Con estas palabras, el delegado alemán de Greenpeace, Martin Kaiser, ha pedido que se entierren los programas que persiguen reducir las emisiones de carbono a través de los biocombustibles.
En esta línea, el Instituto de Ciencia y Tecnología del Medio Ambiente de la Universidad de Barcelona realizó hace ahora un año un estudio sobre estos combustibles, concluyendo que en lugar de solucionar el cambio climático, podrían perjudicarlo todavía más.
Impacto negativo
Vista por sus defensores como una fuente limpia y renovable de energía,
el estudio subrayó el impacto negativo, tanto económico como social y medioambiental, de los biocombustibles.
Los biocombustibles, al igual que el biodiesel y el etanol, se derivan de productos orgánicos como el maiz, la caña de azúcar, los aceites vegetales o el estiércol.
El principal beneficio que se le atribuye es la reducción de la concentración de gases de efecto invernadero. Sin embargo, el análisis detallado del ciclo de vida de estos combustibles ha revelado que el ahorro energético y de CO2 no es tan alto.
Según explica el informe de la Universidad de Barcelona, la materia prima que se usa en la producción de biocombustibles se obtiene mediante agricultura intensiva, un sistema que implica un alto uso de fertilizantes, pesticidas y maquinaria dependientes del petróleo.
Precios más altos
Otra de las posibles consecuencias del uso de biocombustibles, la más usada por sus detractores, es la reducción en la disponibilidad de alimentos y el aumento en los precios.
En esta línea, y pese a las protestas de colectivos ecologistas, la canciller alemana Ángela Merkel ha suscrito el pasado miércoles un acuerdo con Brasil sobre el comercio de biocombustibles.
Ambos países han pasado por alto las revueltas de las últimas semanas por el hambre, tras un aumento fulminante de los precios de los alimentos de primera necesidad. Los expertos lo atribuyen, en parte, al aumento de la demanda de "materias primas renovables" para la producción de biocombustibles.
Lula, contra los ecologistas
Brasil es, después de USA, el segundo mayor productor mundial de biocombustibles. Su presidente, Lula da Silva, ha defendido el uso de los biocombustibles. A su juicio, la producción no se da en gran escala como para atribuirle el actual alza internacional de los precios de los alimentos.
Además, Lula ha insistido en que los biocombustibles permiten a los países en desarrollo reducir su dependencia del petróleo, y ofrecen un producto que puede ser vendido al mundo industrializado, al tiempo que se reducen las emisiones de gases causantes del calentamiento global.
Pero los ecologistas no comulgan con los argumentos del mandatario brasileño. Buena parte de los biocombustibles se están obteniendo a partir de plantas cultivadas en Brasil y el sudeste de Asia, en donde las selvas están siendo destruidas para establecer cultivos.
La ONU también pide mesura
También las Naciones Unidas han instado a la Unión Europea y a Estados Unidos a limitar sus programas de biocombustibles. "En Estados Unidos, este año un tercio de la cosecha de maíz va a parar a los depósitos de gasolina, lo cual supone un duro revés para las reservas mundiales de alimentos".
¿Combustibles, medio ambiente o alimentos? El informe de la Universidad de Barcelona trata de responder a esta cuestión.
Los biocombustibles contribuyen a la carestía del precio de los alimentos, dice. Y cita como ejemplo a Estados Unidos, donde el precio del maíz aumentó a su valor más alto en 10 años debido a la creciente demanda de bioetanol derivado de maíz.
Además, subraya que la única forma de frenar la dependencia de los combustibles fósiles es modificar los patrones de consumo con medidas de ahorro energético y diversificación de las fuentes de energía.
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Producción agraria: entre los alimentos y la energía

14 de agosto de 2012

La coyuntura mundial y las condiciones estructurales del desarrollo local argentino empujan un modelo productivo extractivista, primario exportador, más allá del agregado de valor, es decir, la agroindustria. Lo que se potencia es el carácter dependiente del capitalismo argentino al sistema mundial.
 Por Julio C. Gambina
El capitalismo global demanda recursos naturales que son abundantes en nuestramérica, que para el caso argentino se concentra en la riqueza de la tierra, sus nutrientes, los cursos de agua, y la capacidad de producción agraria (alimentos + energía), incluida su industrialización.
¿A cuento de qué lo mencionado? Es que producto de la sequía estadounidense, principal productor agrario del mundo, competidor directo de la Argentina en sus producciones agrícolas, especialmente maíz, soja o trigo, el resultado está siendo el incremento de los precios internacionales de los principales productos de exportación de la Argentina[1]. No solo de minerales o metales preciosos (oro y plata), soja o maíz, sino también derivados, como los aceites o el biodiesel, tendencia creciente de utilización “alternativa” de la producción agraria.
Vale mencionar, que por primera vez en la historia de la humanidad la producción agrícola se utiliza con destinos distintos a la alimentación, para intervenir como base de sustitución de energía ante la crisis petrolera o energética. Se estima que un tercio de la producción maicera de EEUU, el principal productor mundial del grano, tiene destino en la producción de bioenergía. La contradicción generada en nuestro tiempo es que la innovación tecnológica permite multiplicar la producción agraria mundial por encima de las necesidades humanas de carácter alimentario, pero al ser crecientemente utilizada en la producción energética ocurre la paradoja de un sexto de la población mundial con hambre.
La FAO da cuenta en su informe sobre “El Estado Mundial de la Agricultura y la alimentación 2010-2011”[2] que de “2007 a 2009, la crisis de los precios de los alimentos seguida de la crisis financiera y la recesión económica mundial acarreó un incremento sin precedentes del número de personas que padecen hambre y subnutrición en el mundo, el cual superó la cifra récord de 1000 millones en 2009” (Parte II, página 71). El escrito continúa con un análisis de superación de la recesión hacia el 2010 y baja de los precios de los alimentos, y por lo tanto no contempla la situación actual, donde la recesión y/o desaceleración de la economía mundial es un dato para este 2012, que adiciona crecientes precios de los alimentos (superan los máximos del 2008) y un agravamiento de la situación alimentaria de la población mundial, que según esos datos involucra un 14% de la población mundial.
 Especialización productiva local
La Argentina se insertó en el capitalismo mundial con la “generación del 80” del Siglo XIX, ocupando un lugar complementario con Inglaterra. El lugar del país potenció nuestro carácter de proveedores de materias primas, consolidando el poder económico y político de la “oligarquía terrateniente”, y la dependencia del ingreso de productos manufacturados desde la fábrica inglesa. A eso se le llamó modelo primario exportador.
¿Puede ahora hacerse un símil de esa caracterización, más allá de la política de restricción a ciertas importaciones de bienes? El interrogante es válido desde la consolidación de una especialización productiva que se afirma en el agro y loa agroindustria, donde la dominación sigue estando en el paquete tecnológico en manos de grandes transnacionales y la dominación monopólica del comercio internacional y los circuitos globales de circulación de mercancías y servicios. Ya no existe la complementación de otrora entre el capitalismo británico y el local; pero Argentina es parte de la división capitalista del trabajo en un tiempo donde la fábrica es crecientemente china, y con nuestro país asegurando la provisión de insumos primarios que resultan imprescindibles en las condiciones de crisis estructural, no solo económica y financiera, sino alimentaria, energética y medioambiental.
En efecto, el país potenció la sojización y la mega minería a cielo abierto, producciones donde resulta imprescindible la tecnología importada, que afianza la dependencia de esas inversiones externas. Parte de la renta agraria es apropiada por el Estado vía retenciones, unos 8.500 millones de dólares en 2011, que, fondo sojero mediante, favorecen un gasto público en todos los municipios, con inversión en infraestructura que permite disputa de consensos locales. Con precios en alza, la estimación de recaudación por derechos de exportación (retenciones) para el presente año alcanza a los 11.000 millones de dólares. En ese sentido avanzaron recientes medidas de política económica.
Mediante el Decreto 1339/2012, publicado en el Boletín Oficial el 7 de agosto pasado se incrementaron “las alícuotas de los Derechos y del Reintegro a la Exportación para las mercaderías identificadas como biodiesel y sus mezclas”, sobre la base que “la promoción de la elaboración de biocombustibles constituye una política adecuada para profundizar el proceso de reindustrialización y diversificación productiva impulsado desde 2003 en adelante”, y que “a partir de las políticas de promoción instrumentadas, el complejo oleaginoso en general y la producción de biodiesel en particular se han establecido como actividades consolidadas, competitivas y de elevada rentabilidad.”[3]
Queda clara la apuesta a la producción primaria y a su industrialización, al punto que no solo se incrementan las retenciones, del 14,2 al 24,2%, sino que también se autoriza, transitoriamente, a la importación de granos soja por capacidad ociosa de la industria productora de biocombustibles, ya que la producción local se coloca mayoritariamente en el mercado mundial. En ese marco es que se conformó la “UNIDAD EJECUTIVA INTERDISCIPLINARIA DE MONITOREO”, integrada por los ministerios de planificación, economía, industria y la AFIP para “favorecer el desarrollo de los biocombustibles en el país” y que permite que la Secretaría de Energía establezca el precio de referencia para el biodiesel (Resolución 1436/2012 de la Secretaría de Energía)[4] y promover el desarrollo industrial en ese sentido.
Argentina se transformó en un gran exportador de biodiesel y el vice ministro de economía destacó que se trata de "una industria muy dinámica y en expansión” y “que en 2011 alcanzó las 18,5 millones de toneladas”[5] constituyéndose en principal proveedor mundial del rubro, favorecido por retenciones menores. Hasta ahora, las retenciones a la exportación de aceites eran de 32%, contra el 14,2% que tributaban las exportaciones de biodiesel. La diferencia, un 17,8% constituyó una renta apropiada privadamente. Desde ahora las retenciones a la exportación de biodiesel subirán al 24,2% achicando la rentabilidad privada y mejorando la ecuación fiscal en un momento de dificultades para sostener el superávit de las cuentas fiscales.
Síntesis y debate por alternativas
En definitiva, las medidas recientes apuntan a un aumento de las retenciones al biodiesel; a la importación de soja como insumo industrial para biocombustibles; y a la articulación de dependencias del gobierno para la promoción de esa industria asociada a la producción agrícola.
Son un conjunto de medidas que potencian la especialización asociada al carácter extractivista del modelo productivo en la Argentina, que profundizan la soja dependencia, proceso que se consolida desde los cambios estructurales promovidos en los 90 con la implantación de los transgénicos. Es una situación convergente con las modificaciones al código de minería que facilitó el ingreso de inversiones externas en la mega minería a cielo abierto.
El interrogante es si resulta posible pensar en otro modelo productivo para otra inserción internacional de la Argentina, privilegiando satisfacer necesidades sociales, alimentarias, energéticas o medioambientales.
Todo ello supone discutir el tipo de país, su producción y beneficiarios fuera de la lógica de la ganancia, más centrado en resolver demandas de movimientos diversos que reclaman contra la fumigación de los pueblos, o en defensa de la soberanía alimentaria, energética, o del medio ambiente amenazado por la producción orientada al mercado, es decir, dominada por el capital.
No es solo una cuestión de carácter nacional, sino de discusión global, en donde la misma FAO llama la atención sobre las tendencias preocupantes del precio de los alimentos y la contradicción que supone la mayor oferta de productos del agro con el crecimiento del hambre y la desnutrición. Es un llamado de atención para pensar el orden mundial, precisamente en un mundo en crisis.
Buenos Aires, 13 de agosto de 2012
 [1] Merino Soto. “La sequía achica más la producción de los EE.UU. y los granos podrían tener nuevos precios récord”, en Diario BAE, página 2, del 13/08/2012.
[2] En http://www.fao.org/docrep/013/i2050s/i2050s00.htm(consultado el 13/08/2012)
[3] En http://www.boletinoficial.gov.ar/Inicio/Index.castle(consultado el 13/08/2012)
[4] En http://www.boletinoficial.gov.ar/Inicio/Index.castle(consultada el 13/08/2012)
[5] En http://www.telam.com.ar/nota/34555 (consultada el 13/08/2012)

 

Destaquemos a pueblos, comunidades, organizaciones populares y científicos e intelectuales que luchan por un Abya Yala y mundo libre de transgénicos. Es erradicar:

La tragedia social y ecológica de la producción de biocombustibles agrícolas en América

17 mayo 2007

Por Elizabeth Bravo y Miguel A. Altieri 


En este trabajo exploramos las implicaciones ecológicas, sociales y económicas de la producción de biocombustibles. Sostenemos que al contrario de las falsas afirmaciones que sostienen las corporaciones que promueven los “combustibles verdes”, el cultivo masivo de maíz, caña de azúcar, soja, palma y otros cultivos impulsados por la industria agroenergética no reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero, pero si desplazará a miles de agricultores, disminuirá la seguridad alimentaria de muchos países, y acelerará la deforestación y la destrucción del medioambiente en el Sur Global - Boletín N° 235 de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos
Miguel A Altieri
Profesor de Agroecología
Universidad de California, Berkeley
Elizabeth Bravo
Red por una América Latina Libre de Transgénicos
Quito, Ecuador
Las naciones pertenecientes al OECD –la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, quienes consumen el 56% de la energía del planeta, tienen una necesidad imperiosa de un combustible líquido que reemplace al petróleo. Se espera que las tasas mundiales de extracción de petróleo aumenten este año, y el suministro global disminuirá significativamente en los próximos cinco años[1] . Existe también una gran necesidad de encontrar un sustituto para el combustible fósil, que es uno de los principales causantes del cambio climático global a través de la emisión de CO2 y otros gases del efecto invernadero.
Los biocombustibles han sido promovidos como una prometedora alternativa al petróleo. La industria, los gobiernos y científicos impulsores de los biocombustibles afirman que servirán como una alternativa al petróleo que se acaba, mitigando el cambio climático por medio de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, aumentando los ingresos de los agricultores, y promoviendo el desarrollo rural. Sin embargo, rigurosas investigaciones y análisis realizados por respetados ecologistas y cientistas sociales sugieren que el boom de la industria de biocombustibles a gran escala será desastrosa para los agricultores, el medio ambiente, la preservación de la biodiversidad y para los consumidores, particularmente, los pobres.
En este trabajo exploramos las implicaciones ecológicas, sociales y económicas de la producción de biocombustibles. Sostenemos que al contrario de las falsas afirmaciones que sostienen las corporaciones que promueven los “combustibles verdes”, el cultivo masivo de maíz, caña de azúcar, soja, palma y otros cultivos impulsados por la industria agroenergética –todos, se espera, genéticamente modificados - no reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero, pero si desplazará a miles de agricultores, disminuirá la seguridad alimentaria de muchos países, y acelerará la deforestación y la destrucción del medioambiente en el Sur Global.
Biocombustibles en Estados Unidos: alcance e impactos
Producción de Etanol
La Administración Bush se ha comprometido a expandir significativamente los biocombustibles para reducir su dependencia al petróleo extranjero. (EEUU importa el 61% del crudo que consume, a un costo de $75 billones por año.) A pesar de la existencia de una amplia gama de biocombustibles, el etanol proveniente del maíz y de la soja constituye el 99% de todos los biocombustibles utilizados en EEUU, y se espera que su producción exceda los objetivos para el 2012 de 7.5 billones de galones por año (Pimentel 2003). La cantidad de maíz cultivado para producir etanol en las destilerías se triplicó en EEUU, yendo de 18 millones de toneladas en el 2001 a 55 millones en el 2006 (Bravo 2006).
Destinando la actual producción estadounidense de maíz y soja a los biocombustibles, se encontrará con que reemplaza simplemente el 12% de la demanda nacional de gasolina y el 6% de la demanda de diesel. En EEUU el área de tierra utilizada para la agricultura constituye un total de 625.000 acres cuadrados. Bajo los cánones actuales, alcanzar la demanda de aceite para biocombustibles requerirá 1.4 millones de millas cuadradas de maíz para etanol u 8.8 millones de kilómetros cuadrados de soja para biodiésel (Korten 2006). Dakota del Sur e Iowa ya han dedicado el 50% de su maíz a la producción de etanol, lo que ha llevado a la disminución del suministro de maíz para alimento para animales y para el consumo humano. A pesar de que una quinta parte de la cosecha de maíz norteamericana fue destinada a la producción de etanol en el 2006, esta suplió solamente el 3% de la demanda de combustible de este país (Bravo 2006).
La escala de producción necesaria para alcanzar la proyección en masa de granos, promoverá la implementación de monocultivo industrial de maíz y soja, con drásticas consecuencias ambientales. La producción de maíz conduce a una erosión del suelo mayor que la producida por cualquier otro cultivo utilizado en EEUU. En todo el Oeste los granjeros han abandonado la rotación de cultivos para plantar maíz y soja exclusivamente, incrementando de esta forma el promedio de erosión del suelo, de 2.7 toneladas anuales por acre a 19.7 toneladas (Pimentel et al 1995). La falta de rotación de cultivos también aumentó la vulnerabilidad a las pestes, por ende necesitando una mayor incorporación de pesticidas que otros cultivos (en EEUU, alrededor del 41% de los herbicidas y el 17% de los insecticidas son aplicados al maíz- (Pimentel y Lehman 1993)).
La especialización en la producción de maíz puede ser peligrosa: a principios de los 70s cuando los maíces híbridos de alto rendimientos uniforme constituían el 70% de todos los cultivos de maíz, una enfermedad de la hoja (leaf blight) que afectó a estos híbridos condujo a un 15% de pérdida de rendimientos a través de esa década (Altieri 2004). Es esperable que este tipo de vulnerabilidad de los cultivos se incremente en nuestro clima crecientemente volátil, causando un efecto ondulatorio en toda la cadena alimentaria. Deberíamos tener en cuenta las implicaciones de vincular nuestra economía energética a ese mismo volátil y fluctuante sistema alimentario. Este cultivo es particularmente dependiente de la utilización del herbicida atrazina, un conocido disruptor endocrino. Dosis bajas de disruptores endocrinos pueden causar problemas de desarrollo al interferir con catalizadores hormonales en puntos nodales del desarrollo de un organismo. Hay estudios que demuestran que la atrazina puede causar anormalidades sexuales en las poblaciones de ranas, incluyendo hermafrodismo (Hayes et al 2002).
El maíz requiere grandes cantidades de nitrógeno químico como fertilizante, uno de los mayores responsables de la contaminación del agua y el suelo de la “zona muerta” en el Golfo de México. Las tasas medias de aplicación de nitratos en las tierras de cultivo estadounidenses oscila entre los 120 y los 550 Kg. de N por hectárea. El uso ineficiente de fertilizantes de nitrógeno por parte de los cultivos conduce al escurrimiento de residuos altamente nitrogenados, sobre todo hacia aguas de superficie y subterráneas. La contaminación de acuíferos con nitratos se ha extendido en niveles altamente peligrosos en muchas poblaciones rurales. En EEUU se ha estimado que más del 25% de las fuentes de agua potable contiene niveles de nitratos por sobre el standard de seguridad de 45 partículas por millón (Conway y Pretty 1991). Los altos niveles de nitratos son peligrosos para la salud humana, y hay estudios que han vinculado la incorporación de nitratos a la metahemoglobinemia[2] en niños, y cáncer gástrico, de vejiga y de esófago en adultos.
La expansión del maíz en áreas secas, como Kansas, requiere de irrigación, aumentando la presión sobre las ya agotadas fuentes subterráneas como el acuífero Ongalla en el Suroeste norteamericano. En partes de Arizona, el agua subterránea ya está siendo extraída a un ritmo diez veces mayor que el de recuperación natural de esos acuíferos naturales (Pimentel et al 1997).
Soja para biodiésel
Actualmente en EEUU, la soja es el principal cultivo energético para la producción de biodiésel. Entre 12004 y 2005 el consumo de biodiésel aumentó un 50%. Alrededor de 67 nuevas refinerías se encuentran en construcción con inversiones de los gigantes del agronegocio como ADM y Cargill. Cerca de un 1,5% de la cosecha de soja produce 68 millones de galones de biodiésel, un equivalente a menos del 1% del consumo de gasolina. Por lo tanto, si la totalidad de la cosecha de soja fuera destinada ala producción de biodiésel, sólo alcanzaría a cubrir un 6% de la demanda nacional de diesel (Pimentel y Patzek 2005).
La mayor parte de la soja estadounidense es transgénica, producida por Monsanto para resistir su herbicida Roundup, hecho con el químico Glifosato (en 2006 se cultivaron 30.3 millones de hectáreas de soja Roundup-Ready, más del 70% de la producción doméstica). La dependencia de la soja resistente al herbicida conduce a un aumento en los problemas de malezas resistentes y pérdida de vegetación nativa. Dada la presión de la industria para incrementar el uso de herbicidas, una creciente cantidad de tierras serán tratadas con Roundup. La resistencia al glifosato ha sido documentada en poblaciones anuales de roya, quackgrass, trébol de serradella y Cirsium arvense. En Iowa, poblaciones de la maleza Amaranthus rudis mostraron señales de germinación tardía que les permite adaptarse mejor a las fumigaciones tempranas, la maleza velvetleaf demostró tolerancia al glifosato, y la presencia de un tipo de horseweed resistente al Roundup se ha documentado en Delaware. Incluso en áreas donde no se ha observado resistencia en las malezas, los científicos notaron un aumento en la presencia de especies de malezas más fuertes, como Eastern Black Nightshade en Illinois y Water Hemp (Certeira y Duke 2006, Altieri 2004).
Actualmente no hay datos sobre residuos de Roundup en soja y maíz, en tanto los granos no están incluidos en las regulaciones de mercado convencionales para residuos de pesticidas. Sin embargo se sabe que en tanto el Glifosato es un herbicida sistémicamente persistente (aplicado en alrededor de 12 millones de acres de cultivos en EEUU) está presente en las partes cosechadas de las plantas, y no es completamente metabolizable, por lo tanto se cumula en zonas meristémicas como las raíces y nódulos (Duke et al 2003).
Lo que es más, información sobre los efectos de este herbicida sobre la calidad del suelo es incompleta, sin embargo las investigaciones han demostrado que es probable que la aplicación de glifosato esté vinculada a los siguientes efectos (Motavalli et al 2004):
· Una reducción de la habilidad de la soja y el trébol para fijar nitrógeno, afectando indirectamente la simbiosis.
· La presentación de sojas y trigos más vulnerables a las enfermedades, como se evidenció el año pasado con el crecimiento de Head Blight en el trigo Fusarium en Canadá.
· La disminución de microorganismos presentes en el suelo, que cumplen funciones regenerativas necesarias que incluyen la descomposición de materia orgánica, la liberación y conclusión del ciclo de nutrientes y la supresión de organizamos patógenos.
· Los cambios potenciales incluyen la alteración de la actividad microbial en el suelo debido a diferencias en la composición de las exudaciones de las raíces, alteraciones de las poblaciones microbianas, y toxicidad los pasajes metabólicos que pueden evitar el crecimiento normal de bacterias y hongos.
· El glifosato también ha tenido efectos negativos en poblaciones de anfibios, especialmente en aquellos como el altamente susceptible renacuajo norteamericano (Relyea 2005).
Implicaciones e impactos para América Latina
Soja
Estados Unidos no será capaz de producir domésticamente biomasa suficiente para satisfacer su apetito de energía. En cambio, cultivos energéticos serán sembrados en el Sur Global. Grandes plantaciones de caña de azúcar, palma africana y soja ya están suplantando bosques y pastizales en Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador y Paraguay. El cultivo de soja ha causado ya la deforestación de 21 millones de hectáreas de bosques en Brasil, 14 millones de hectáreas en Argentina, 2 millones en Paraguay y 600.000 en Bolivia. En respuesta a la presión del mercado global, próximamente se espera, sólo en Brasil, la deforestación adicional de 60 millones de hectáreas de territorio (Bravo 2006).
Desde 1995, el total de tierras destinadas a la producción de soja en Brasil de incrementó en un 3.2% anual (320.000 hectáreas por año). Hoy la soja -junto a la caña de azúcar- ocupa un territorio mayor que cualquier otro cultivo en Brasil con un 21% del total del área cultivada. El territorio total utilizado en el cultivo de soja se ha multiplicado 57 veces desde 1961, y el volumen de producción se ha multiplicado 138 veces. 55% de la soja, o 11.4 millones de hectáreas, es genéticamente modificada. En Paraguay, la soja ocupa más del 25% de toda la tierra de agricultura. La deforestación extensiva ha acompañado esta expansión: por ejemplo, buena parte del bosque atlántico de Paraguay ha sido deforestado, en parte para el cultivo de soja que abarca el 29% del uso de tierras para agricultura del país (Altieri y Pengue 2006).
En particular, grandes índices de erosión acompañan la producción de soja, especialmente en áreas donde no se implementan ciclos largos de rotación de cultivos. La pérdida de cobertura de suelo promedia las 16 toneladas por hectárea de soja en el oeste medio norteamericano. Se ha estimado que en Brasil y en Argentina los promedios de pérdida de suelo se encuentran entre las 19 – 30 toneladas por hectárea, dependiendo de las prácticas de manejo, el clima y la pendiente. Las variedades de soja resistente al herbicida han incrementado la viabilidad de la producción de soja para los agricultores, muchos de los cuales han comenzado su cultivo en tierras frágiles propensas a la erosión (Jason 2004).
En Argentina el cultivo intensivo de soja ha llevado a un masivo agotamiento de los nutrientes del suelo. Se ha estimado que la 
producción continuada de soja ha resultado en la pérdida de un millón de toneladas métricas de nitrógeno y 227.000 toneladas métricas de fósforo a nivel nacional. Se estima que el costo de recomposición de nutrientes con fertilizantes es de 910 millones de dólares. La concentración de nitrógeno y fósforo en las cuencas de los ríos de América Latina está ciertamente vinculada al aumento en la producción de soja (Pengue2005).
El monocultivo de soja en la Cuenca del Amazonas ha tornado infértil parte de los suelos. Los suelos pobres necesitan de una mayor aplicación de fertilizantes industriales para obtener niveles competitivos de productividad. En Bolivia, la producción de soja se expande hacia el Este, áreas que ya sufren de suelos compactos y degradados. 100.000 hectáreas de tierras agotadas, antiguamente productoras de soja, han sido abandonadas para pastoreo, lo que lleva a una mayor degradación (Fearnside 2001). Los biocombustibles están iniciando un nuevo ciclo de expansión y devastación de las regiones del Cerrado y la Amazonía. En tanto los países de América Latina incrementen sus inversiones en cultivo de soja para biocombustibles, podemos esperar que las implicaciones ecológicas se intensifiquen.
Caña de azúcar y etanol en Brasil
Brasil ha producido caña de azúcar para combustible etanol desde 1975. En 2005 había 313 plantas procesadoras de etanol con una capacidad de producción de 16 millones de metros cúbicos. Brasil es el mayor productor de caña de azúcar del mundo, y produce el 60% del total mundial de etanol de azúcar con cultivos de caña de 3 millones hectáreas (Jason 2004). En 2005, la producción alcanzó un récord de 16.5 billones de litros, de los cuales 2 millones fueron destinados para exportación. El monocultivo de caña de azúcar por si solo suma el 13% de la aplicación de herbicida a nivel nacional. Estudios realizados por EMBRAPA (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria) en 2002 confirmaron la presencia de contaminación vinculada al uso de pesticidas en el Acuífero Guaraní, atribuible principalmente al cultivo de caña en el Estado de San Pablo.
Estados Unidos es el mayor importador de etanol brasileño, importando el 58% del total de su producción nacional en 2006. Esta relación comercial fue reforzada por el reciente acuerdo sobre etanol de la administración Bush con Brasil. Lejos de ser buenas noticias para Brasil, si la propuesta de la administración Bush sobre el estándar de combustible renovable para el etanol fuera a ser alcanzado con la caña brasileña, Brasil debería incrementar su producción con un adicional de 135 billones de litros por año. El área cultivada se está expandiendo rápidamente en la región del Cerrado, cuya vegetación se espera habrá desaparecido para el 2030. 60% de las tierras de cultivo de caña son controladas por 340 destilerías (Bravo 2004).
Considerando el nuevo contexto energético global, los políticos brasileños y oficiales de la industria están formulando una nueva visión para el futuro económico del país, centrada en la producción de recursos energéticos para desplazar en un 10% el uso mundial de gasolina en los próximos 20 años. Esto requeriría quintuplicar el territorio dedicado a la producción de caña, de 6 a 30 millones hectáreas. Los cultivos nuevos conducirán a la apertura de tierras en nuevas áreas, que probablemente serán objeto de la deforestación en niveles comparables a los de la región de Pernambuco, donde sólo resta un 2.5% de los bosques originales (Fearnside 2001).
Eficiencia energética e implicaciones económicas.
La producción de etanol es sumamente intensiva energéticamente. Para producir 10.6 billones de litros de etanol, EEUU utiliza alrededor de 3.3 millones de hectáreas de tierras, que a su vez tienen un requerimiento masivo de energía para fertilizar, desmalezar y cosechar el maíz (Pimentel 2003). Estos 10.6 billones de litros de etanol sólo proveen el 2% de la gasolina utilizada por los automóviles en EEUU anualmente.
A instancia de los estudios Shapouri et al (2004)” de la USDA que reportaron un retorno neto positivo en la producción de etanol, Pimentel y Patzek (2005), utilizando datos de todos los 50 estados y tomando en cuenta todos los “inputs” de energía (incluyendo la manufactura y reparación de maquinaria agrícola y equipamiento para fermentación y destilación) concluyeron que la producción de etanol no provee un beneficio energético neto. Por el contrario, revelaron que requiere más energía fósil producirla que la que produce. En sus cálculos, la producción de etanol de maíz requiere 1.29 galones de combustibles fósiles por galón de etanol producido, y la producción de biodiésel de soja requiere 1.27 galones de energía fósil por galón de diesel producido. En suma, debido a la relativa baja densidad energética del etanol. Aproximadamente 3 galones etanol son necesarios para reemplazar 2 galones de gasolina.
La producción de etanol norteamericana se ha beneficiado anualmente de $3 billones de dólares en subsidios federales y estatales ($0.54 por galón), que en general se acrecienta para los gigantes del agronegocio. En 1978 EEUU introdujo un impuesto al etanol, pero hizo una excepción de 54 centavos por galón para aquellos utilizados en alconafta (nafta con un 10% de etanol). Esto resultó en un subsidio de $10 billones de dólares a Archer Daniels Midland, desde 1980 a 1997 (Bravo 2006). En 2003 más del 50% de las refinerías de etanol en EUA pertenecían a agricultores. En 2006, el 80% de las nuevas refinerías pertenecían a sociedades anónimas, con $556 millones en ganancias proyectadas, beneficiando a los productores más grandes. Para el 2007, se espera que la cifra alcance los $1.3 billones de dólares.
Seguridad alimentaria y el destino de los agricultores.
Los impulsores de la biotecnología postulan la expansión del cultivo de soja como una medida de la adopción exitosa de tecnología transgénica por parte de los agricultores. Pero este dato esconde el hecho de que la expansión de la soja conduce a una extrema concentración de tierras e ingresos. En Brasil, el cultivo de soja desplaza once trabajadores de la agricultura por cada nuevo trabajador que emplea. Este no es un fenómeno nuevo. En los 70s, 2.5 millones de personas fueron desplazadas por la producción de soja en Paraná, y 300.000 fueron desplazadas en Río Grande do Sul. Muchos de estos ahora sintierras fueron a la Amazonía, donde desmontaron bosques primitivos. En la región del Cerrado, donde la producción de soja transgénica está en expansión, el desplazamiento de personas has sido relativamente modesto debido a la baja densidad de población del área (Altieri y Pengue 2006).
En Argentina, 60.000 establecimientos agropecuarios fueron excluidos mientras el área cultivada con soja Roundup Ready se triplicó. En 1998, había 422.000 granjas en Argentina mientras en 2002 sólo quedaban 318.000, reduciéndose en una cuarta parte. En una década, el área sojera se incrementó en un 126% a expensas de la producción de lácteos, maíz, trigo y frutas. En la campaña 2003/2004, se sembraron 13.7 millones de hectáreas de soja, pero hubo una reducción de 2.9 millones de hectáreas de maíz y 2.15 millones de hectáreas de girasol. Para la industria biotecnológica, el aumento en el área cultivada de soja y la duplicación de los rendimientos por unidad son un éxito económico y agronómico. Para el país, esto implica mayor importación de alimentos básicos, por ende pérdida de soberanía alimentaria, aumento en el precio de los alimentos y el hambre (Pengue 2005).
El avance de la “frontera agrícola” para biocombustibles es un atentado contra la soberanía alimentaria de las naciones en desarrollo, en tanto la tierra para producción de alimentos está crecientemente siendo destinada a alimentar los automóviles de los pueblos del Norte. La producción de biocombustibles también afecta directamente a los consumidores con un incremento en el costo de los alimentos. Debido al hecho de que más del 70% de los granos en EUA son utilizados como piensos, se puede esperar que al doblar o triplicar la producción de etanol suban los precios del maíz, y como consecuencia, el precio de la carne. La demanda de biocombustible en EEUU ha estado vinculada a un incremento masivo en el precio del maíz que condujo a un reciente aumento del 400% en el precio de la tortilla en México.
Cambio Climático
Uno de los principales argumentos de quienes abogan por los biocombustibles es que estas nuevas formas de energía ayudarán a mitigar el cambio climático. Promoviendo el monocultivo mecanizado que requiere de agroquímicos y maquinarias, lo más probable es un aumento en las emisiones de CO2 como resultado final. Mientras los bosques captores de carbono son eliminados para abrirle el camino a los cultivos destinados a los biocombustibles, las emisiones de CO2 aumentaran en vez de disminuir. (Bravo 2006, Donald 2004).
Mientras los países del Sur entran en la producción de biocombustible, el plan es exportar gran parte de su producción. El transporte a otros países aumentará en gran medida el uso de combustible y las emisiones de gases. Lo que es más, convertir biomasa vegetal en combustible liquido en la refinerías produce inmensas cantidades de emisiones de gases de efecto invernadero (Pimentel y Patzek 2005).
El cambio climático global no será remediado por el uso de biocombustibles industriales. Será necesario hacer un giro fundamental en los patrones de consumo del Norte Global. El único modo de detener el calentamiento global es una transición del modelo de agricultura industrial a gran escala hacia uno de agricultura orgánica y a pequeña escala, y disminuyendo el consumo mundial de combustible por medio de la conservación.
Conclusiones
La crisis energética –por el sobre-consumo y el cenit del petrolero- ha proporcionado la oportunidad para tejer poderosas alianzas globales entre las industrias del petróleo, los granos, la ingeniería genética y la automotriz. Estas nuevas alianzas entre alimentos y combustibles están decidiendo el futuro del paisaje agrícola mundial. El boom de los biocombustibles consolidará su control sobre nuestros sistemas alimentarios y energéticos, y les permitirá determinar qué, cómo y cuánto se producirá, resultando en más pobreza rural, destrucción ambiental y hambre. Los grandes beneficiarios de la revolución de los biocombustibles serán los grandes del mercado de los granos, incluyendo a Cargill, ADM y Bunge; compañías de petróleo como BP, Shell, Chevron, Neste Oil, Repsol y Total; compañías automotrices como General Motors, Volkswagen AG, FMC-Ford France, PSA Peugeot-Citröen y Renault; y gigantes de la biotecnología como Monsanto, DuPont, y Syngenta.
La industria de la biotecnología esta utilizando la actual fiebre del biocombustible para lavar su imagen desarrollando y diseminando semillas transgénicas para la producción energía, no de alimentos. Ante la creciente desconfianza y el rechazo publico que se viene manifestando por los cultivos y alimentos transgénicos, la biotecnología será usada por las corporaciones para maquillar su imagen, argumentando que desarrollarán nuevas semillas genéticamente modificadas para la producción optimizada de biomasa o que contienen la enzima alfa-amilasa que permitirá dar comienzo al proceso de etanol mientras el maíz continua en el campo- una tecnología que, argumentan, no tendría impactos negativos en la salud humana. La diseminación de este tipo de semillas en el ambiente agregará otra amenaza ambiental a aquellas relacionadas al maíz GM que en el 2006 los 32.2 millones de hectáreas: la introducción de nuevos eventos en la cadena alimentaria humana como ha ocurrido con el maíz Starlink y el arroz LL601.
En tanto los gobiernos son seducidos por las promesas del mercado global de biocombustibles, dieron surgimiento a planes nacionales de biocombustibles que limitarán sus sistemas agrícolas a la producción de gran escala, monocultivos energéticos, dependientes de la utilización intensiva de herbicidas y fertilizantes químicos, así desviando millones de valiosas hectáreas de cultivo que de otra forma podrían ser destinadas a la producción de alimentos. Es enormemente necesario un análisis social que anticipe las implicancias del desarrollo de programas de biocombustibles sobre la seguridad alimentaria y el medioambiente en países pequeños como el Ecuador. Este país planea expandir 50,000 hectáreas la producción de caña de azúcar, y habilitar 100,000 hectáreas de bosque natural para plantaciones de aceite de palma. Las plantaciones de aceite de palma ya están causando desastres ambientales en la región Colombiana del Choco (Bravo 2006).
Claramente, los ecosistemas de las áreas en donde se está produciendo agricultura para biocombustibles se están degradando rápidamente. La producción de biocombustibles no es ambiental ni socialmente sustentable ahora ni en el futuro.
Es también preocupante que las universidades públicas y los sistemas de investigación (por ejemplo el acuerdo recientemente firmado por BP y la Universidad de California-Berkeley) son presas fáciles de la seducción de los grandes capitales y la influencia del poder político y corporativo. Además de las implicancias de la intromisión de los capitales privados en la definición de las agendas de investigación y la composición de la academia –que desgasta la misión pública de las universidades en beneficio de los intereses privados- es un atentado a la libertad académica y el gobierno de las facultades. Estas sociedades impiden que las universidades se involucren en una investigación imparcial, e imposibilitan que el capital intelectual pueda explorar verdaderas alternativas sustentables a la crisis energética y el cambio climático.
No hay duda en que la conglomeración del petróleo y el capital de la biotecnológico decidirá cada vez más sobre el destino de los paisajes rurales de las Américas. Sólo alianzas estratégicas y la acción coordinada de los movimientos sociales (organizaciones campesinas, movimientos ambientalistas y de trabajadores rurales, ONGs, asociaciones de consumidores, miembros comprometidos del sector académico, etc.) pueden ejercer una presión sobre los gobiernos y empresas multinacionales para asegurar que estas tendencias sean detenidas. Y más importante aun, necesitamos trabajar en conjunto para asegurarnos que todos los países adquieran el derecho a conseguir su soberanía alimentaria por vía de sistemas de alimentación basados en la agroecología y desarrollados localmente, de la reforma agraria, el acceso a agua, semillas y otros recursos, y políticas agrarias y alimentarias domesticas que respondan a las necesidades de los campesinos y los consumidores, en especial de los pobres.
Referencias: (…)
Advirtamos y generalicemos la toma de conciencia sobre que los agrocombustibles no son la solución sino el agravamiento de la crisis civilizatoria a causa del capitalismo.
 
·  La energía que demanda producirlos (incluye combustibles fósiles) es mayor que la que se obtiene (por cada 1,27 lt de gasoil usados se genera 1 lt de agro-diesel). Son antieconómicos, y sólo son rentables con subsidios.
 
·  En el ciclo de producción y consumo generan un 70 % más de emisiones de CO2 que los combustibles fósiles.
 
·  Competencia con alimentos: llenar el tanque de un automóvil implica la cantidad de maíz como para alimentar a un niño durante un año
 
·  Sobre-explotación de suelos, agua y ecosistemas, implicando mayor desigualdad ( combustible para quienes pueden pagarlo; hambre, erosión y envenenamiento para el resto).
Diferenciémonos de las derechas e izquierdas electoralistas que no sólo estigmatizan a quienes etiquetan de ambientalistas sino sobre todo niegan la centralidad de los extractivismos para enfocar los problemas fundamentales de los diversos de abajo.
Pero:
Uno de los lemas del informe, de 745 páginas, es “planeta sano, personas sanas”. Precisa que 2300 millones de personas (uno de cada tres habitantes del mundo) no tienen acceso a servicios de saneamiento adecuados. Cada año mueren 1,4 millones de personas por enfermedades prevenibles (como diarrea) asociadas al agua potable contaminada.
En las conclusiones la ONU es concreta: “Las actividades antropógenas (humanas) han degradado los ecosistemas de la Tierra y socavado los cimientos ecológicos de la sociedad”. Aclara que es necesario “adoptar medidas urgentes a una escala sin precedentes para detener y revertir esa situación y proteger así la salud humana y ambiental”.
Advertencia de la ONU por el cambio climático
El colapso de la Tierra está 
cada vez más cerca
9 de mayo de 2019
 

Por Darío Aranda
Página 12
Según un organismo de Naciones Unidas, “los patrones actuales de consumo, producción y desigualdad no son sostenibles”.
Naciones Unidas (ONU) dio un alerta claro y contundente: el planeta se dirige hacia el colapso climático, sanitario y social. Pero también resaltó la solución (que aún es posible): reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (que provocan el cambio climático), disminuir los niveles de consumo, proteger el agua y la biodiversidad (entre otras). Son algunas de las conclusiones que publicó en su informe “Perspectivas del Medio Ambiente Mundial”. En diversos apartados, la ONU alerta que, de no producirse cambios drásticos y urgentes, habrá consecuencias devastadoras. “Estamos causando el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. No habrá mañana para muchas personas, a menos que nos detengamos”, afirmó Joyce Msuya, directora ejecutiva de ONU Medio Ambiente.
La Asamblea de Naciones Unidas para el Medio Ambiente es el mayor espacio internacional en la temática. Se reunió en marzo pasado en Kenia y allí se presentó la investigación “Perspectivas del Medio Ambiente Mundial 6”, una foto del clima: nueve millones de personas mueren cada año por la contaminación del aire y el agua; desde 1970 desapareció el 40 por ciento de los humedales y se redujo un 60 por ciento la población mundial de vertebrados.
Desde 1880 la temperatura mundial aumentó entre 0,8 y 1,2 grados centígrados. Y, en la última década, se produjeron ocho de los diez años más cálidos de la historia. Advierte que la temperatura del Ártico aumentará entre 3 y 5 grados centígrados para 2050, situación que “devastará” la región y elevará el nivel de los océanos en todo el mundo. Las tierras en peligro de degradación abarcan el 29 por ciento de las tierras del mundo, donde habitan 3.200 millones de personas.
Uno de los lemas del informe, de 745 páginas, es “planeta sano, personas sanas”. Precisa que 2300 millones de personas (uno de cada tres habitantes del mundo) no tienen acceso a servicios de saneamiento adecuados. Cada año mueren 1,4 millones de personas por enfermedades prevenibles (como diarrea) asociadas al agua potable contaminada.
En las conclusiones la ONU es concreta: “Las actividades antropógenas (humanas) han degradado los ecosistemas de la Tierra y socavado los cimientos ecológicos de la sociedad”. Aclara que es necesario “adoptar medidas urgentes a una escala sin precedentes para detener y revertir esa situación y proteger así la salud humana y ambiental”. Algunas de las medidas esenciales son reducir la degradación de la tierra, la pérdida de biodiversidad y la contaminación del aire, la tierra y las aguas; mejorar la gestión del agua, mitigar el cambio climático y reducir la quema de combustibles fósiles.
El cambio climático es producto del aumento de la temperatura por la acción humana e implica cambios drásticos en el ambiente (inundaciones, sequías, derretimiento de glaciares). La causa principal es la emisión de gases de efecto invernadero, principalmente el dióxido de carbono (CO2). La quema de combustibles fósiles (gas, petróleo, carbón) está entre los principales causantes. El informe de la ONU hace eje en el cambio climático, pero no apunta a los responsables. Es que las grandes potencias económicas son las principales culpables: el 76 por ciento de las emisiones provienen de los países del G20, encabezados por China, Estados Unidos, la Unión Europea, India, Rusia, Japón y Alemania.
El informe recuerda que el cambio climático tiene efectos directos y profundos en la economía y la sociedad, “pone en peligro los medios de subsistencia, agudiza la pobreza, la migración y afecta particularmente a las poblaciones en situación de vulnerabilidad”.
Una crítica por izquierda que suele hacerse a los ámbitos diplomáticos de ONU es que no hace hincapié en las causas económicas del desastre ambiental. En el informe da un paso: “Los patrones actuales de consumo, producción y desigualdad no son sostenibles”. En diversos apartados menciona los niveles de consumo, sobre todo de países desarrollados. Naomi Klein, autora de Esto lo cambia todo, lo resume de otro modo: “El problema no es el cambio climático, sino el capitalismo”.
Un argumento usual de las empresas del agronegocio (de transgénicos y agrotóxicos) es que son necesarios más alimentos para la creciente población. La Vía Campesina (movimiento internacional de pequeños productores e indígenas) lo refuta hace décadas: el problema no es la falta de alimentos, sino su injusta distribución. Naciones Unidas aporta un elemento en ese sentido: el 33 por ciento de los alimentos del mundo se pierden o se desperdician. Y el 56 por ciento de esas pérdidas suceden en los países desarrollados.
Esa misma semana la ONU presentó el informe “Panorama de los recursos globales”. Sin mencionarlo, apunta al rol del extractivismo. “El rápido aumento de la extracción de materiales es el principal culpable del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, un problema que solo empeorará a menos que el mundo emprenda urgentemente una reforma sistémica del uso de recursos”. Precisa que la extracción de recursos naturales se triplicó desde 1970 hasta la actualidad y el uso de combustibles fósiles aumentó 45 por ciento. Advierte que, de mantener el mismo camino, para 2060 las emisiones de gases de efecto invernadero podrían aumentar 43 por ciento. “Francamente, no habrá mañana para muchas personas a menos que nos detengamos”, alertó Joyce Msuya, directora ejecutiva de ONU Medio Ambiente.
Veamos caminos ya abiertos hacia la recuperación de la economía para responder a necesidades e intereses populares.
La economía desde el feminismo: trabajos y cuidados
1 de mayo de 2019

Por Amaia Pérez Orozco y Sira del Río
Analizando la economía desde una perspectiva feminista
El discurso económico y la comprensión general de la economía están plagados de sesgos reflejo de actuales relaciones de poder. Lo que entendemos por economía, lo que vemos como hechos o problemas económicos y, por tanto, las políticas económicas que se proponen, no son verdades objetivas ni son el total dibujo de la realidad. Decir esto no es nuevo. El marxismo desveló hace ya tiempo los sesgos de clase de las concepciones liberales y neoliberales de la economía. 
Entender el mundo de una manera distinta a la hegemónica es un proceso de resistencia crucial. El/los (neo)marxismo(s) siguen en pie. Nuevas corrientes de pensamiento económico rebeldes surgen: La economía ecológica, que intenta devolver al sistema económico a su sitio, la economía como subsistema del sistema ecológico global y no los recursos naturales como un elemento más dentro de nuestro análisis de costes y beneficios, de ofertas y demandas. Concepciones alternativas del desarrollo que rompen con las visiones etnocéntricas de desarrollo como crecimiento del PIB (producto interior bruto) e industrialización; frente a la imposición global de un modelo único a seguir, fomentar la capacidad local de decisión de los caminos a recorrer o los lugares en los que instalarse… 
Nuevas visiones del mundo, de lo económico, con o sin etiquetas, que se rebelan contra mundos opresivos y contra las formas de entenderlos. Y, desde el feminismo, también surge la disidencia. Estamos creando otra forma de ver la realidad y afirmamos que, si no se nos escucha igual que nosotras escuchamos, esos otros mundos por los que peleamos no son tan/verdaderamente posibles.
En este texto, nuestra intención no es más que colaborar en el actual debate sobre la economía y el feminismo: qué tiene que ver el sistema económico con las mujeres, qué cosas nuevas se están diciendo desde el feminismo, comentar algunos de los puntos de mayor discusión. Y, partiendo de ahí, extendernos en uno de los temas que consideramos cruciales actualmente, la que denominamos crisis de los cuidados. Crisis que creemos es un grave problema que afecta al conjunto de la sociedad, pero en el que el feminismo ha de tener una voz protagonista. Pretendemos, por tanto, exponeros algunas ideas, algunas discusiones, tanto a nivel práctico –lo que está ocurriendo en el estado español- como a nivel teórico y, si es posible, animar a quién aún no esté animada a sentirse implicada y protagonista en el debate económico, eso que aún hoy a veces nos suena tan ajeno, tan a cifras incomprensibles –tipos de interés, PNB, inflación, déficit…- o tan limitado al mundo sindical.
Decir que trabajo no es sólo trabajo asalariado, así, simplemente, parece una obviedad o un mensaje demasiado manido y ya sin fuerza. Sin embargo, creemos que tiene un potencial transformador no sólo desaprovechado, sino, a veces deliberadamente, negado. Decir que trabajo es mucho más que trabajo asalariado desde un posicionamiento feminista implica hablar de invisibilización de trabajos de las mujeres, invisibilización de las mujeres mismas, apropiación de sus experiencias, negación de la complejidad de sus vivencias de subordinación y resistencia y negación de sus diferencias, infravaloración de la responsabilidad de los mercados en la recreación de jerarquías sociales… e implica seguir dirigiendo nuestra atención a un proceso de acumulación, en lugar de ponernos a nosotras mismas, nuestras necesidades y deseos en el centro de mira [2] . 

Empezando por discutir los trabajos
Así que, ¿por qué no? Empecemos por ahí, por decir que trabajo es mucho más que trabajo asalariado. Al fin y al cabo, es sólo una excusa, como muchas otras, para debatir tantas cosas… Si hablamos de una idea más amplia de trabajo, probablemente a mucha gente nos asaltará inmediatamente la imagen del trabajo doméstico. Y, efectivamente, la reivindicación del trabajo doméstico como trabajo fue una de las primeras ideas que dieron forma a esa intuición de que la subordinación de las mujeres iba mucho mas allá de la experiencia individual, que tenía dimensiones materiales junto a las ideológicas [3] y que estaba enraizada en el día a día mas allá de los lenguajes formales de la ley y el derecho [4] . 
Existe todo un mundo de actividades humanas fuera del terreno iluminado de los mercados. Aún no sabemos cómo llamarlas. Cuando decimos trabajo doméstico nos referimos a aquél que tiene como límites, más o menos, a los hogares. Y aquí viene otro problema, ¿cómo definimos los hogares? Hogares, quizás mejor grupo doméstico, como conjunto de personas que conviven, que comparten estrategias económicas; huyendo del termino familia por su asociación con la familia nuclear tradicional, huyendo un poco de algunas de nosotras mismas que durante tanto tiempo hemos hablado sólo de familia, refiriéndonos a la familia occidental, blanca, burguesa, heterosexual… creyendo que nombrábamos a todas las mujeres. 
En todo caso, grupo doméstico/hogar, como espacio propio del trabajo doméstico. Y el término trabajo doméstico enfatizando la componente material de esas actividades gratuitas (limpiar la casa, hacer la compra y la comida, lavar la ropa…). Frente a esa “materialidad”, se sitúa la idea de trabajos de cuidados, donde enfatizamos una componente afectiva y relacional, el cuidar de otras/os, atender sus necesidades personales, materiales e inmateriales (ayudar a un/a niño/a a hacer la tarea, acompañar a tu pareja al la médico…) y con límites más amplios que el grupo doméstico (también puedes acompañar a la médica a tu vecina). Y luego vino el trabajo familiar, en respuesta a ese complejo mundo de instituciones con las que hay que lidiar –la escuela, los servicios sociales, la seguridad social, el banco, el seguro…- y a las que hay que dedicar tanto tiempo (¡los papeleos!) y esfuerzo mental. Así que, ahora, no sabemos muy bien como nombrarlo: trabajo doméstico y de cuidados, trabajo familiar doméstico, o cualquiera de las posibles combinaciones con estos (u otros) términos [5] .
En un intento de dotarnos de nuevas palabras con las que referirnos a lo que, durante mucho tiempo y aún hoy en día en muchos espacios, ha permanecido en el limbo del no-trabajo, no-producción, no-valor, hemos llegado a dedicar mucho tiempo a discutir, no ya el adjetivo (¿doméstico?, ¿familiar?, ¿reproductivo?) sino el sustantivo en sí: ¿qué es trabajo?. Entonces, hay quien diferencia trabajo productivo e improductivo, quien asegura que la clave es la producción de valor, quien dice que también cuentan los valores de uso y no sólo de cambio, quien enfrenta trabajo productivo a reproductivo… 
Las fronteras entre trabajo y no-trabajo, económico y no-económico son, como toda frontera, móviles. A veces, es situada en el hecho mismo de que implique intercambio monetario, pero es esa misma frontera la que estamos criticando. Otras veces, la característica del trabajo es que lo pueda hacer otra persona diferente a quien consume su resultado y, entonces, establecemos una ruptura insostenible: si cocino durante una hora para mí y para mi familia, ¿debo decir que he trabajado tres cuartos de hora (en mi familia somos cuatro)?. Hay quienes aseguran que el límite del trabajo es que sea una tarea con un sustituto en el mercado y, entonces, el mercado vuelve a ser el referente central… 
En definitiva, no hay conclusiones sólidas. Frente a estos intentos de crear límites nítidos, hay feministas que afirman que “es más fértil un concepto con límites ambiguos, pero ajustado a la realidad, que una noción muy precisa del fenómeno, pero poco útil para el análisis” (Carrasco y Mayordomo, 2000:5). Sin dar un concepto ajustado, nos importa llamar trabajo a muchas más cosas, y nos importa recuperar las actividades invisibilizadas, resaltar las características de “el otro trabajo / los otros trabajos”, nombrar a sus protagonistas, rechazar los mercados y lo monetario como el eje del análisis, poner en su lugar el mantenimiento de la vida y el tiempo de vida (¿y/o el tiempo de trabajo?), hablar de las relaciones de poder envueltas en el reparto de los trabajos y sus frutos, las riquezas… Pero vayamos por partes. 

Características de ese otro trabajo e invisibilidad
Volviendo a ese trabajo, ¿cómo llamarlo?, en este texto optamos por el término trabajo de cuidados. Lo hacemos porque así hablando de trabajo de cuidados, rompemos con los límites del espacio doméstico y nos alejamos de la componente más material de los trabajos, para resaltar la inmaterial (sin excluir el resto) y, en ambos sentidos, rompemos con los paradigmas existentes (el hogar como único lugar de trabajos propios de las mujeres y el trabajo como una actividad que se puede delegar, el trabajo asalariado) [6] . 
Volviendo, otra vez, a él, ¿qué cosas, normalmente no explicadas, sabemos del trabajo de cuidados? En primer lugar, es un trabajo mayoritariamente hecho por mujeres, por ejemplo, por si todavía alguien nos pide algún dato: en el estado español, las mujeres realizan un trabajo de cuidado de personas mayores equivalente a dos millones y medio de empleos; para el caso de cuidados a menores, esta cifra asciende a los casi nueve millones de empleos (Durán, 2001) [7] . En segundo lugar, es un trabajo que se guía por una lógica del cuidado, es decir, su objetivo directo es la satisfacción de necesidades. 
Su participación en este proceso de satisfacción no esta mediado por ningún objetivo intermedio (contrariamente a los mercados que satisfacen necesidades, cuando lo hacen, pero porque, en el ínterin, se producen beneficios). Además, es un trabajo que implica una fuerte componente afectiva y relacional; no se trata únicamente de prestar un servicio, sino que se presta un servicio a alguien, se crean redes sociales, hay emociones implicadas. Esta fuerte componente inmaterial hace muy difícil o imposible encontrar un sustituto de mercado para este trabajo, o para ciertas dimensiones de él. Con todo esto no queremos decir que el trabajo de cuidados sea un trabajo “hecho por amor”. 
La retórica del altruismo en el hogar ha servido para maquillar las relaciones de poder envueltas, lo rutinario de muchas tareas, las dimensiones de la obligatoriedad y la coacción. Queremos resaltar la componente afectiva porque queremos desmarcarnos de visiones materialistas del bienestar, queremos valorar eso “que no se puede comprar con dinero” (por muy cursi que suene), a la vez que llamamos la atención sobre los juegos de poder [8] . 
Además de por la componente afectiva y relacional, es un trabajo que se caracteriza por la realización de múltiples tareas al mismo tiempo, por una componente de gestión constante de tiempos y espacios y por la polivalencia de los conocimientos necesarios. Es un trabajo donde la diferenciación entre tiempo de vida y tiempo de trabajo es sumamente dificultosa, más aún cuando se combina con diferentes formas de trabajo remunerado. En todos estos sentidos, se caracteriza por la transversalidad. 
Además, el sujeto protagonista no es individual, sino colectivo. Aunque hablaremos luego más del protagonismo de las mujeres, mencionemos ya que no son mujeres individuales, sino las mujeres como colectivo. Mujeres integradas en diversas redes de cuidados, redes en las que se conectan mujeres de diversas generaciones, clases, lugares de procedencia… lo cual implica, también, la operación entre ellas de relaciones de poder. Redes en torno al tercer sector [9] , a las familias extensas, a las familias transnacionales… Protagonismo de las mujeres, lógica del cuidado, afectos, transversalidad y redes. Características a las que hemos de añadir otras cruciales: su gratuidad e invisibilidad (¡que no por casualidad van juntas!). Pero antes de pasar a hablar algo de ellas, no podemos olvidar un asunto fundamental.
Pasar de decir que trabajo no es sólo trabajo remunerado a hablar de trabajo doméstico encierra una reducción enorme. Entre los trabajos no remunerados, hay muchos más que aquello a lo que nos hemos referido. Hay un trabajo gratuito, no reconocido, de ayuda a los negocios familiares. Hay toda una serie de trabajos comunitarios de múltiples tipos. Desde el “voluntariado” y las ONGs, hasta proyectos autogestionados de todos los colores, pasando por la participación en partidos políticos, asociaciones, etc. Ni siquiera el trabajo mas circunscrito al hogar se limita a las dimensiones apuntadas. 
En países de la periferia, por ejemplo, la agricultura de subsistencia es un elemento de importancia extrema [10] . En todos los casos, tampoco queda claro el límite entre los hogares y el resto de redes comunitarias [11] . De nuevo, los límites son difusos y no tienen ningún sentido fuera de un contexto histórico y cultural concreto. No queremos caer en la trampa de las visiones duales: frente a trabajo asalariado, trabajo de cuidados, que tan fácilmente nos lleva a oponer a un trabajador asalariado con el ama de casa, el mercado frente a la familia, sin imaginar otras formas colectivas de organización y esa misma transversalidad de las vivencias. Sin embargo, estamos centrando nuestra historia en torno al trabajo de cuidados. ¿Por qué? Porque, en nuestro contexto del estado español, es el más relevante, al menos en términos cuantitativos. Pretendemos que esto se entienda como una muestra de la parcialidad de todo discurso, incluido, claro está, el nuestro, como una limitación que se opone a los intentos de abarcar “la realidad”, como una invitación a hablar de todo lo que aquí no se dice.
¿Y por qué aseguramos que otro de los factores definitorios es la invisibilidad? [12] Pongamos ejemplos. El trabajo de cuidados no es invisible en términos individuales. Casi todo el mundo (quizás seamos muy optimistas, dejémoslo en mucha gente) reconocería que el trabajo de su madre en casa es importante. Pero probablemente no se indignaría porque su madre no tenga derecho a la seguridad social a raíz de esa labor tan crucial de haberle amamantado. Es decir, es la significación social, para el conjunto del sistema socio-económico, la que se invisibiliza. Tampoco es un trabajo invisible para el OPUS Dei u otros discursos fundamentalistas católicos. 
Es más, la figura del ama de casa se ensalza, pero dentro de unas concepciones sumamente estrictas de lo que es o debe ser la mujer-mujer. Son las relaciones de poder intra familiares que generan una transferencia directa de bienestar desde las mujeres hacia “sus esposos” (hijos, suegros, etc. etc.) las que se invisibilizan. Ni siquiera en el discurso económico oficial el grupo doméstico ha sido siempre totalmente invisible. Es más, se enfatizaba el hogar como paraíso de amor (home, sweet home), donde se satisfacían las necesidades afectivas que mantenían el equilibrio emocional de los trabajadores, donde se invertía en o se consumían niñas/os (¡!). Pero siempre dentro de una concepción que establecía unos estrictos límites (¿cognitivos?, ¿reales?, ¿imaginarios?) entre lo público y lo privado. En lo público tenían lugar las actividades económicas, la verdadera producción, el trabajo asalariado de los hombres. 
Ahí actuaban los agentes económicos racionales –el homo economicus- que, operando libremente en los mercados, guiados por el egoísmo y buscando su propio bienestar, lograban resultados sociales óptimos. La famosa mano invisible del mercado conseguía transformar los millones de egoísmos individuales en el máximo bienestar común. El espacio de lo privado, el de las mujeres, donde brillaba el amor, donde se delegaba la responsabilidad de traer cada día al mercado a los agentes económicos racionales lavados y planchados, no era realmente relevante para el análisis económico. 
Y así, el homo economicus dejó de llegar al mercado desde su hogar para nacer espontáneamente en el mercado como si de un champiñón se tratara [13] . Y la verdadera mano invisible, no la del mercado, sino la de los cuidados (o, como prefieren otras llamarlo, el corazón invisible), se volvió auténticamente fantasma [14] . El conjunto de la organización social se estructuró con los mercados como epicentro, y la cotidiana, crucial y difícil responsabilidad de mantener la vida se delegó, sin un solo gesto de reconocimiento colectivo, a la esfera de lo gratuito, de lo invisible, del espacio privado de las mujeres [15] . 
Los mercados como epicentro de la organización social
¿Qué significa decir que los mercados se sitúan como epicentro de la organización social? Hablar de los mercados –capitalistas- como centro de la organización social significa decir muchas, muchísimas cosas: el dinero como única medida de valor, fomento del individualismo y el consumismo… Pero destaquemos una de ellas, no tan comúnmente señalada y que tiene mucho que ver con esos trabajos invisibles de los que hablábamos. Los mercados capitalistas se rigen por una lógica de acumulación, por el objetivo único de obtener beneficios, de expandirse. Situarlos como epicentro implica que todo otro objetivo social se subordina al de los mercados. Es la lógica de acumulación la que dirige el funcionamiento social, la que rige las decisiones sobre cómo estructurar los tiempos, los espacios, las instituciones legales,… el qué, cuánto y cómo producir: “[E]n la sociedad capitalista no se produce lo que necesitan las personas –da igual producir medicinas o bombas con tal de que originen beneficios” (Del Río, 2000). 
Poner en el centro la lógica de acumulación hace imposible la existencia de una autentica responsabilidad social en la reproducción. ¿Qué queremos decir con esto? Desde el feminismo aseguramos que economía es el proceso de satisfacción de necesidades, de mantenimiento de la vida. Si la lógica de acumulación prima, la sostenibilidad social no es una prioridad. 
Es una responsabilidad que se delega a los hogares y, dadas las relaciones de poder existentes en ellos y en el conjunto de la sociedad, a las mujeres. Ni los mercados, ni el estado, ni los hombres como colectivo son responsables del mantenimiento último de la vida. Por tanto, son las mujeres, organizadas en torno a redes, en los hogares más o menos extensos, las que responden y las que, finalmente, actúan como elemento de reajuste del sistema económico. Ellas son el colchón del sistema económico, frente a todos los cambios en el sector público o privado, cambios motivados por una lógica de acumulación, ellas reajustan los trabajos no remunerados para seguir garantizando (¡en la medida de lo posible!) la satisfacción de necesidades, la vida.
Esta centralidad de los mercados opera, claro está, en nuestra manera de entender la realidad. Las mismas categorías que usamos para comprender la economía tienen unos claros sesgos mercantiles y androcéntricos. Usemos el ejemplo de las variables con las que se mide la implicación económica de una persona, es decir, su trabajo, es decir, su trabajo asalariado: activa, inactiva, parada, ocupada. El par actividad – inactividad es otra forma de nombrar al par presencia – ausencia. ¿Durante cuánto tiempo se ha considerado a las mujeres ausentes del terreno económico? Hasta que empezaron a entrar en el mercado de trabajo, una ausencia (inactividad) histórica que comenzaba a finalizar. Pero nosotras nos hemos considerado ausentes hasta que hemos visto que realmente estábamos presentes, en otra esfera, en la invisible; hasta que hemos visto que los hombres estaban ausentes en esos trabajos gratuitos. 
Hasta que hemos visto que la participación económica es un continuo juego de presencias y ausencias, simultáneamente y a lo largo del ciclo vital, en el conjunto de esferas económicas. Así, afirmamos que el 92% de los hombres en el estado español están ausentes [16] , ausentes del trabajo que tiene como objetivo directo satisfacer necesidades [17] . Estas cifras serían insostenibles, pero no se cuentan. Así como el dueto actividad – inactividad nos ha pintado largamente como mayoritariamente ausentes, tampoco ideas como las de ocupación y desempleo o paro reflejaban nuestras experiencias. 
La categoría ocupación, atendiendo sólo al trabajo remunerado formalizado, deja de lado toda la serie de trabajos remunerados informales, donde las mujeres son pieza clave [18] . Y ya no tanto porque las mujeres sean mayoría en esta esfera (los datos no son claros, depende de lugares, de qué se considere como trabajo informal…), sino porque hay elementos cruciales en la comprensión de las relaciones de dominación / subordinación de género que desaparecen cuando no se atiende a la economía informal. Fundamentalmente, el trabajo doméstico por cuenta ajena y las trabajadoras del sexo. Por otra parte, tampoco el paro cuenta nuestras historias de falta de empleo adecuado: ¿dónde está el subempleo, el trabajar remuneradamente menos horas de las deseadas?, ¿o desempleo oculto, quiénes, de puro darse contra la pared, ya no “buscan activamente” empleo, pero estarían deseosas de encontrarlo?, ¿o aquellas mujeres que quieren y buscan empleo, pero que no están inmediatamente “disponibles” porque tienen otra responsabilidad encima, por ejemplo, cuidar a un familiar?
Las categorías creadas para medir la participación económica sólo se preocupan del mercado de trabajo, pero ni siquiera eso lo hacen reflejando la experiencia femenina. Ahora, con la feminización del trabajo [19] , cada vez reflejan menos las experiencias masculinas, y por eso empiezan a replanteárselas.
También hay quien comienza a replantearse el estado del bienestar en el sentido de que ya no responde a las necesidades de los ciudadanos (y el masculino es aposta). Tener todo un sistema de prestaciones públicas que requieren de previas y continuadas cotizaciones, cuando el empleo es tan inseguro, tan precario, ya no sirve para garantizar el bienestar social. 
Sin embargo, el que nunca ha servido para garantizar el bienestar de las mujeres, que nunca ha reconocido sus trabajos, que les ha relegado siempre a derechos derivados y no contributivos, peores en calidad y cuantía que los directos y contributivos (los que mayoritariamente recibían los hombres) y que conllevaban una enorme injerencia en sus vidas, que el funcionamiento del estado del bienestar era, en ultima instancia, un lavado de manos que dejaba que la verdadera responsabilidad en el cuidado de la vida recayera en los trabajos no valorados –gratuitos- o mal valorados –las mujeres como empleadas del sector público con cualificaciones no reconocidas… Todo esto no se incluye en muchas de las críticas a los estados del bienestar [20] .
 Patriarcado y capitalismo
Pero tanto hablar de trabajos, de esferas económicas, de invisibilidad, de mujeres, de hombres… ¿Cómo articulamos todo esto en un discurso coherente? ¿Cómo vamos a utilizar los siempre presentes términos capitalismo y patriarcado? Efectivamente, mucho del debate en torno, de una manera u otra, a la economía y el feminismo, ha pretendido aclarar la relación entre estos dos sistemas. Las propuestas son muchas y las conclusiones, o los acuerdos, pocos (¿o ninguno?). De manera muy resumida, y, por tanto, burda, podemos diferenciar a quienes hablan de un único sistema, de sistemas duales y de sistemas múltiples. 
Al hablar de un único sistema, generalmente se considera uno como efecto del otro: el patriarcado como parte del capitalismo, existe porque es funcional para el capital, de múltiples y cambiantes maneras [21] ; o el capitalismo como resultado del patriarcado [22] , o como un tipo de patriarcado concreto. Otra visión distinta aseguraba que eran dos sistemas diferentes que se llevaban tan bien, que terminaron por ser uno solo [23] . Sin poder dedicar una atención suficiente, digamos que numerosos problemas con la concepción de un solo sistema, destacando el que, en general, finalmente, se privilegiaba al capitalismo y las relaciones de clase por encima de los conflictos de género, llevaron a la idea que la realidad se comprendía y nombraba mejor en torno a dos. Es decir, que eran sistemas diferentes que coexistían, interaccionaban, a veces con problemas, en general, reforzándose [24] . 
Pero entonces arreciaron las críticas al feminismo de las mujeres blancas y occidentales, y se exigió la toma en consideración de otros sistemas. Se comenzó a hablar de múltiples sistemas. Y en esas estamos, introduciendo más y más sistemas a medida que vamos siendo coherentes con la percepción de que las mujeres somos diferentes y vamos constatando la existencia de más y más formas de diferencia. Sin pretender dar soluciones, comentemos algunas de las cosas que parece van quedando claras a medida que sigue el debate.
En primer lugar, que ya no queremos una teoría que nos nombre objetivamente el mundo. No creemos ya en la objetividad, entendida como la creencia de que hay una verdad indiscutible que hay que descubrir. Cada cual ve/entiende/nombra el mundo desde su propia situación. Los instrumentos que utilice para mirar, su localización en los complejos ejes de dominación y subordinación, sus valores… todo ello tiene una influencia inevitable en la forma en que vemos “la realidad” [25] . ¡Pero esto no es malo! Saber que nuestras visiones son siempre parciales nos permite dialogar, conversar, en lugar de tratar de imponer nuestra verdad. Y el que las visiones sean siempre parciales, además de que están sesgadas, significa también que ya no queremos teorizar el mundo en nombre de los Sistemas Globales. No queremos teorías que nos expliquen en abstracto los sistemas y que luego podamos aplicarlas a cualquier tiempo y lugar. Sino que queremos entender cómo funcionan el/los sistema/s en este lugar, ahora. Cómo opera el “‘Patriarcado Capitalista Blanco’ (¿cómo deberíamos llamar a esta escandalosa Cosa?)” (Haraway, 1995) [26] .
Por otra parte, la idea de los múltiple sistemas nace de y nos hace ser conscientes de las diferencias entre mujeres. Y esto, en el terreno económico, es fundamental, porque no todas tienen la misma relación con el mercado de trabajo, ni con el trabajo de cuidados, ni el mismo riesgo de empobrecimiento,… ni siquiera todas están instaladas en la precariedad –precariedad con respecto a los trabajos, a los ingresos, a los tiempos de vida..-, aunque la precariedad es hoy uno de los nexos fundamentales, en sus distintas dimensiones y grados, entre muchas mujeres. Y si las diferencias entre mujeres siempre han sido un factor crucial, con el aumento de la inmigración a los países del centro –nuestro contexto- es, si cabe, todavía más ineludible.
Y, por último, la idea de los múltiples sistemas supone un reto clave a las divisiones económico / no-económico, que tan asociadas han ido a los pares capitalismo / patriarcado, clase / género, material / cultural, etc. Es decir, nos hace introducir en el análisis económico cosas que habían permanecido desterradas de él, en el limbo de lo cultural e ideológico: los cuerpos, las sexualidades, las subjetividades. Las concepciones de lo económico siempre han operado mediante una clara exclusión de todos estos factores, exclusión mediante la cual lo público, la economía, se ha construido como el terreno masculino en oposición al terreno femenino y sus características asociadas: la corporeidad, lo natural, los sentimientos… 
Intentar reconstruir el significado y la visión de lo económico desde el feminismo implica integrar todos estos elementos, comprender cómo operan y se re-crean los cuerpos sexuados, las identidades individuales y colectivas en el conjunto de las esferas económicas, no sólo en los mercados, aunque también. Por eso no nos sirve intentar extender los paradigmas existentes –economía neoclásica, marxismos…-, porque están creados sobre la exclusión. Y, aunque puedan sernos herramientas útiles en casos concretos, ya no nos nombran el mundo (económico), sino que comenzamos a nombrarlo con nuestras propias, nuevas palabras.
Partiendo de una nueva perspectiva
Queremos empezar a mirar y a nombrar la realidad de una forma nueva, diferente, intentando trazar nuevas líneas trasversales que alcancen (porque alcanzan) a todos aquellos espacios sociales que se nos muestran desarticulados, escindidos, sin conexión. Queremos aportar algo de luz a la confusión reinante en el uso de términos como “políticas de igualdad” o “conciliación de la vida familiar y laboral”, porque tras esos términos suelen esconderse los viejos discursos, vestidos para la ocasión con lo “políticamente correcto”, pero sin variar prácticamente un ápice el lugar al que miran y desde el que nombran: público, mercados, masculino, occidental, blanco, heterosexual. 
Con los mercados situados como epicentro de la organización social, en un mundo que nos hace imaginar un espacio público y otro privado, nosotras queremos distanciarnos de los análisis que tienen a los mercados como objeto de interés preferente (aunque sea desde una posición antagonista).
Afirmar la primacía de la satisfacción de las necesidades humanas y la sostenibilidad social como objetivo básico de la sociedad, nos obliga a iluminar el lugar social prioritario en el que se realizan dichos objetivos: el grupo doméstico. Entendiendo por tal una red de afectos, de fidelidades, de responsabilidad y de interdependencia, pero también una red de juegos de dominación y subordinación, que tiene límites poco precisos y a la que todavía no sabemos dar otro nombre. 
Una red de atención y cuidados tendida a través de la sociedad, que se extiende y se ramifica, pero que a veces también se contrae o se rompe y se re-crea buscando nuevas formas e itinerarios para cumplir su papel de infraestructura básica de la vida humana. Queremos poner en el centro de la cuestión los requerimientos del grupo doméstico para resolver las necesidades materiales e inmateriales de las personas que lo integran, porque consideramos que es desde estos procesos desde donde se debe partir para mirar y nombrar la realidad social en la que vivimos. En este caso, pretendemos iniciar brevemente algunas líneas de análisis sobre las contradicciones del trabajo de cuidados con el mercado laboral y las políticas que pretenden solucionarlas. Empezaremos por señalar algunos rasgos del grupo doméstico en nuestro entorno más cercano y de su situación actual.
Cambios en el grupo doméstico y distribución de los trabajos
Hablábamos antes del grupo doméstico como lugar de convivencia, como articulador de estrategias para la vida, como espacio del trabajo de cuidados y del afecto, pero también de su relación con el mundo exterior (los mercados, las instituciones) y, cómo no, de sus amplios límites que van más allá de las personas que componen la unidad familiar. Ahora vamos a ver algunas de las características de este grupo doméstico.
En el estado español hasta hace poco más de treinta años el escenario familiar era bastante distinto al actual. Esto no quiere decir que no hayan sobrevivido algunas de sus lacras y de sus virtudes. Este proceso de cambio, común a todo el denominado mundo occidental, ha tenido y tiene unos rasgos peculiares en nuestro país. En el franquismo la familia fue un pilar fundamental de la estructuración social (familia, municipio, sindicato). 
Se trataba de una familia extremadamente jerárquica, donde el marido / padre ostentaba explícitamente el poder [27] . En ella se daba un rígido reparto de funciones entre hombres y mujeres. “Traer el dinero a casa” era un importante atributo masculino que ocultaba no sólo el enorme esfuerzo añadido que tenían que hacer las mujeres para sacar adelante a la familia, sino el trabajo remunerado que muchas de ellas también realizaban, aunque fuera estrictamente por necesidad. Las “virtudes” de la familia (sobre todo de las numerosas) eran exaltadas por todas las instancias públicas y desde las instituciones, el púlpito y los medios de comunicación se insistía machaconamente en el modelo a cumplir por las mujeres: paciencia, abnegación, entrega total… (ya lo decía la señora Francis… si te pega, hija mía, aguanta, ten paciencia… piensa en tus hijos).
El modelo fordista de familia [28] , totalmente funcional para el mercado en este contexto, suponía la existencia de un cabeza de familia, trabajador asalariado con disponibilidad total para el mercado laboral y único proveedor de ingresos monetarios. Este varón protagonista estaba acompañado –necesariamente- por una mujer dedicada en cuerpo y alma al trabajo doméstico y al cuidado familiar (y extra-familiar). Madres, cuñadas, abuelas, nueras, hijas, vecinas, amigas… establecían las redes necesarias para abarcar las múltiples tareas derivadas de atender a los hombres-fuerza de trabajo (que no cuidaban ni de sí mismos) y a todas aquellas personas de su entorno que lo necesitaran. Un enorme esfuerzo invisible y gratuito de las mujeres, cuya desvalorización [29] permitía ocultar la dependencia de la economía de mercado respecto a este “no-trabajo”, sin el que no podría sobrevivir.
Con la transición política española este escenario sufrió cambios de forma acelerada. Las mujeres, sobre todo las jóvenes, comenzaron a introducirse cada vez más masivamente en el mercado laboral. Muchas ya no lo hacían porque el salario del marido o del padre no fuera suficiente, sino porque querían tener sus propios ingresos. 
La independencia económica era necesaria para posibilitar la autonomía y la capacidad de decisión de las mujeres sobre su propia vida, pero un empleo era algo que iba a limitar el tiempo y la dedicación que requería la tradicional profesión de las mujeres: “sus labores”. Pero, además, ¿qué era eso de “sus labores”? En ese momento el trabajo doméstico, con todos sus sambenitos, y entendido entonces en su faceta más material, se veía como una atadura del pasado de la que había que huir lo más deprisa posible.
Sin embargo, no era un trabajo que pudiera dejar de hacerse. Se podía no tener la casa como los chorros del oro, incluso alardear de ello para epatar a las más “antiguas”, pero las necesidades seguían ahí. Había que seguir comiendo, habitar un lugar con una mínima higiene, vestirnos… pero también había que cuidar a las criaturas, a quienes enfermaban o a las personas ancianas incapacitadas para cuidar de sí mismas. Pero, aún, había más: todas estas tareas estaban cargadas de emociones, de sentimientos, cuyo valor no se había tenido suficientemente en cuenta y que, además, representaban una tensión añadida: la culpabilidad.
Muchas nos hemos preguntado “pero, ¿la liberación era esto?”. Habíamos salido de la sartén para caernos en el cazo salarial (con la sartén incluida). Y ya en el cazo laboral (discriminadas y en muchos casos precarias) las mujeres tuvimos que seguir haciendo el trabajo “de la casa” porque se entendía que era un asunto “nuestro”. 
La mayoría de los hombres siguieron considerándose ajenos a estas tareas a pesar de que las mujeres intentásemos (y no con poco esfuerzo) que las compartieran (todavía hoy la tele da clases de técnicas de resistencia pasiva [30] ). Desde las instituciones, las ayudas eran más bien escasas y su lógica era facilitar que, ante las empresas, nos pareciéramos lo más posible a los hombres (a su forma de vida, a su disponibilidad) para que no te discriminaran por ser mujer. Vamos, que al trabajo (asalariado, claro) no se puede ir acompañada de los problemas de atención familiar.
Una mujer, si quiere un empleo, tiene que disponer de una infraestructura suficiente (familiar, pública o privada) que la sustituya durante su jornada laboral, determinada exclusivamente por las exigencias organizativas de la empresa. Esto es una muestra de la centralidad del mercado en la organización social y de cómo sus imperativos se consideran inflexibles frente a la necesidad de atender al cuidado de las personas, algo realmente esencial para la sostenibilidad social. Las mujeres nos incorporamos y permanecemos en el mercado laboral como una anomalía (y debemos seguir siéndolo [31] ) porque es una estructura pensada para personas que no tienen que cuidar de nadie. Esta paradoja insostenible constituye la “normalidad” desde la que se construyen las retóricas de igualdad y conciliación.
La etapa posterior al franquismo también trajo otras transformaciones en la organización familiar. El grupo doméstico al que podemos referirnos hoy tiene muchas formas. No sólo se ha llenado de otras voces que han llegado de todas las partes del mundo, sino que está compuesto por múltiples combinaciones: personas ancianas que viven solas [32] , familias monomarentales y minoritariamente monoparentales, amigas/os que viven juntas/os, parejas homosexuales o heterosexuales con o sin hijas/os, jóvenes que comparten piso cómo única forma de independizarse, familias que comparten piso como única forma de sobrevivir… 
Estas combinaciones se entrelazan entre sí para poder conjugar los afectos y los desafectos, las necesidades materiales e inmateriales y, cómo no, para enfrentarse a una vida cada vez más marcada por las inhumanas exigencias de la globalización. Redes para la sostenibilidad de la vida, donde las mujeres siguen teniendo un papel esencial, ya que siguen siendo las que mayoritariamente las mantienen y las nutren, todavía hoy, desde la invisibilidad.
Sin embargo, no podemos olvidar que, aunque también ha sufrido cambios en sus relaciones internas, la forma más generalizada de organización sigue siendo todavía la denominada familia nuclear. Quizá el cambio más determinante proviene de la nueva posición de las mujeres, que se rebelan contra el papel social que se les había asignado y quieren ser protagonistas de sus propias vidas. Este cambio está suponiendo fuertes tensiones en las relaciones de poder intrafamiliares [33] y, entre otras cosas, avanzar (muy lentamente) hacia una forma de familia más igualitaria, aunque no sin una gran resistencia masculina. En los casos más extremos, el desafío que supone para algunos hombres esta nueva libertad de las mujeres y la pérdida de poder y control que lleva aparejada, son intolerables. Su respuesta es la violencia, una enorme violencia que comprobamos cotidianamente [34] .
La crisis de los cuidados
Con la quiebra del modelo de familia fordista, en la que la infraestructura social doméstica y de cuidados se resolvía mediante la dedicación exclusiva de las mujeres a este trabajo gratuito, nos encontramos ante un nuevo escenario, que supone también la quiebra de la antigua estructura de cuidados, en la que la reciprocidad diferida garantizaba que las personas que eran cuidadas en su infancia y en su juventud, serían en el futuro cuidadoras de sus mayores. Pero, aquí también hay que hablar en femenino. Hasta hace treinta años era obligado que una hija-esposa-madre se dedicara en exclusiva a la familia para cuidar, dependiendo del ciclo vital, a su esposo e hijas/os y a sus padres cuando fueran ancianos. 
Estas tareas también se extendían a las personas de su entorno que pudieran necesitarlo de forma puntual. Ahora, nos encontramos ante un nuevo marco social donde las personas dependientes encuentran cada día más dificultades para que sus necesidades sean atendidas. Con la inversión de la pirámide poblacional, el problema se agudiza sobre todo en el caso de las personas ancianas [35] . Sin la corresponsabilización de los hombres, sin servicios públicos suficientes, con una organización social estructurada en torno a las necesidades de los mercados y no a las de los seres humanos, las mujeres seguimos cubriendo las necesidades del grupo doméstico, a menudo de forma simultánea a nuestra participación en el mercado laboral. 
Las dobles y triples jornadas, la doble presencia, la presencia / ausencia, son términos que se han ido acuñando desde el feminismo para poner nombre a esta nueva realidad, que no sólo es terriblemente injusta con las mujeres, sino que es a todas luces insuficiente para resolver las necesidades sociales de trabajo de cuidados.
Esta situación se despliega sobre un mundo globalizado por unas políticas neoliberales que generan precariedad laboral, incrementan la presión sobre el trabajo de cuidados y propagan la mercantilización de todos aquellos aspectos de la vida que pueden ser transformados en dinero, difundiendo un individualismo cada vez más feroz. La lógica de los beneficios se apodera también de esta necesidad social para convertirla en una nueva fuente de negocios. Mercados de servicios para aquellas mujeres que puedan pagarlos y mercados de empleo precario para las mujeres más desfavorecidas. La globalización, y sus efectos sobre países de la periferia, está produciendo fenómenos como la inmigración que terminan relacionándose con el trabajo de cuidados. Las condiciones de vida en sus países de origen obligan a muchas mujeres a abandonar a sus propias/os hijas/os, dejándoles al cuidado de alguna mujer de la familia, para venir aquí a cuidar a nuestras/os hijas/os o a nuestras personas mayores a cambio de un salario, lo que habitualmente se produce en condiciones abusivas, debido a su estado de necesidad. 
De la misma forma que el mundo occidental se ha apropiado de las materias primas de otros pueblos y de sus trabajos, ahora parece que pretende también apropiarse de sus afectos. Se genera así lo que se empieza a denominar la “cadena de cuidados global”, una cadena de mujeres que, desde el trabajo doméstico no remunerado o remunerado, se encarga de solucionar esta necesidad social. Esta cadena está llena de tensiones. Las diferencias entre mujeres crecen y antiguas relaciones de poder (señora – criada) vuelven a manifestarse bajo nuevas formas.
Pero, ni siquiera estas fórmulas son suficientes para resolver el déficit de cuidados. Lo serán menos en un próximo futuro. El problema es de una enorme magnitud y se manifiesta de manera cada vez más aguda. Como respuesta se han ido poniendo en marcha alternativas, desde distintas perspectivas políticas, que tienen como ejes la “igualdad de las mujeres” y los problemas para atender a las necesidades sociales de cuidados, pero que, en ningún caso ponen en tela de juicio la centralidad de los mercados en la organización social.
Partiendo de esa base, estas alternativas no pueden ser más que simulacros que acrecientan, aún más, la confusión reinante, en la que siempre queda oculta la incompatibilidad del funcionamiento y de la lógica del mercado laboral con la atención a las necesidades humanas y la lógica del cuidado. 
Aunque un análisis pormenorizado de las alternativas que se plantean tanto desde el ámbito de las instituciones estatales, como desde otros ámbitos políticos y sociales, excede el objetivo de este texto, queremos señalar algunas de los ejes del discurso oficial. De los múltiples ejemplos que podían citarse, hemos elegido la Ley para la Conciliación de la Vida Familiar y Laboral de las Personas Trabajadoras, aprobada en el año 1999, ya que es un claro exponente de la lógica oficial, que, por otro lado, no ha sido impugnada como tal por lo que podemos englobar en el término “la oposición”. Las críticas a esta Ley, que han sido muchas, se han centrado en la mayoría de los casos en aspectos concretos de su articulado, pero no en su lógica interna.
En su Exposición de Motivos, la Ley alude, en primer término a tres preceptos constitucionales. En primer lugar, al derecho a la igualdad ante la ley. En segundo lugar al deber de los poderes públicos de asegurar la protección social, económica y jurídica de la familia. En tercer y último lugar al deber de los poderes públicos de promover las condiciones para la participación de los ciudadanos en la vida política, económica y cultural. Es decir, empieza por vincular varios temas que, efectivamente, lo están: la igualdad de las mujeres y su derecho a participar en la vida económica y la protección a la familia, o lo que es lo mismo: el derecho (formal) de las mujeres a tener un empleo y como los efectos que esto puede producir sobre la institución familiar. 
Su preocupación no carece de sentido. La Ley continua señalando que la incorporación de las mujeres al trabajo ha motivado uno de los cambios sociales más profundos de este siglo, lo que hace necesario configurar un sistema que contemple las nuevas relaciones sociales. Inmediatamente después se aborda la necesidad de conciliación del trabajo y la familia (que, por lo que se ve, no da ningún trabajo). Pero ¿de configurar qué nuevo sistema se está hablando?, ¿qué tipo de conciliación?
Antes de seguir, es conveniente indagar acerca de las causas por las que la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado ocasiona estas dificultades, especialmente para atender la necesidad social de cuidado de las personas dependientes. Una de las más importantes es el propio mercado laboral, que con su organización autorreferente no contempla más que sus propias necesidades, y donde una persona que tiene un empleo está obligada (legalmente) a priorizar sus requerimientos si no quiere perderlo. Si esta lógica es inapelable ¿de qué conciliación estamos hablando? Las exigencias del mercado laboral impiden cumplir el prioritario objetivo social de los cuidados [36] . Un verdadero nuevo sistema sólo es posible si el eje de la organización social son las necesidades de las personas y no el mercado laboral.
Sin embargo, no parece que vayan por ahí las cosas. Basta citar este párrafo de la Ley: “Con la finalidad de que no recaigan sobre los empresarios los costes sociales de estos permisos, lo que podría acarrear consecuencias negativas en el acceso al empleo, especialmente de la población femenina…”

Alguna consideración final
No es necesario un análisis exhaustivo de la ley de conciliación para apreciar que la lógica de la organización social permanece, no sólo inamovible, sino sin cuestionar. Los mercados siguen entronados y todo aquél trabajo o situación vital que imponga límites o condiciones sigue viéndose como una anomalía, una desviación. 
Sin embargo, todas estas políticas utilizan cierta retórica apropiada del feminismo. Se están produciendo cambios sociales fundamentales, en los que un antiguo status quo –un modelo de trabajador asalariado a tiempo completo, con todo un conjunto de mujeres detrás encargadas de los cuidados gratuitos de la población, estado y mercado huyendo de ninguna responsabilidad al respecto- se está volviendo insostenible. Estos cambios no sólo “tienen que ver” con las mujeres, sino que están íntimamente ligados a una estructuración social en la que mercados y subordinación de las mujeres son términos profundamente interconectados. 
En este momento de crisis, quizá podamos aprovechar para romper el círculo vicioso por el que la dominación de las mujeres se re-crea de múltiples formas en el devenir del sistema económico. Sin embargo, los discursos predominantes, se sitúan claramente en una posición contraria a nuestros intereses feministas, a pesar de, en ocasiones, robarnos términos o argumentos edulcorados y a pesar de tener de su parte al feminismo institucionalizado. En este contexto, hemos de tener claras nuestras ideas y ello pasa, inevitablemente, por un duro proceso de debate y reflexión en el cual podamos construir un discurso colectivo. 
Los puntos comentados a lo largo de este texto son simples apuntes de algunos de los debates por los que, quizá, deba pasar ese proceso de reflexión conjunta. En ese sentido, nuestra apuesta es por colocar la sostenibilidad de la vida en el centro de nuestra atención, para poder nombrar a sus protagonistas, ver nítidamente las actuales prioridades sociales, vislumbrar las profundas y complejas ramificaciones de las relaciones sociales de poder, incluyendo aquellas entre mujeres y conectar diferentes facetas de nuestras vidas que tan a menudo aparecen desarticuladas –trabajo, afectos, familias, cuerpos…- generándonos una dolorosa y maligna escisión, teniendo que entender de forma separada aquello que vivimos simultáneamente.
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Notas:
[1] Publicado en la revista Rescoldos, de la Asociación Cultural Candela, en el número dedicado a “Mujeres”.
[2] Un debate fundamental en torno a la economía feminista (que puede leerse en términos de la eterna discusión sobre la igualdad y la diferencia) es el si queremos asimilarnos a los paradigmas económicos existentes. Es decir, si queremos ampliar las teorías ya desarrolladas (neoclásicas, keynesianas, marxistas…), centradas en los mercados y que parten de una atención primera y básica al trabajo asalariado, a las vivencias de las mujeres: p. e. ¿cómo se insertan las mujeres en el mercado de trabajo?, ya que vemos que se insertan de forma diferente, ¿será por que sus trabajos no remunerados les influyen?. O si, por otra parte, queremos resaltar la(s) diferencia(s), lo cual implica, de forma crucial, quitar a los mercados del lugar privilegiado de atención.
[3] Claro está, entre debate y debate, hemos dejado de vislumbrar esa división en principio tan clara de lo material y lo cultural.
[4] La segunda ola del feminismo conllevó un gran interés por el trabajo doméstico, visto como la, o una de, las bases materiales de la opresión de las mujeres. Intentar entenderlo en relación al capitalismo, es decir, aclarar su estatuto conceptual y, por tanto, si la lucha por la liberación de las mujeres debía ser parte de la lucha de clase contra el capital o si debía ser una lucha autónoma, fueron los ejes del llamado debate sobre el trabajo doméstico, que, de clara impronta marxista, duró desde finales de los 60 hasta principios de los 80. Un buen balance es Molyneux en Borderías et al. (1994). Citemos algunas autoras: V. Beechy, L. Benería, M. Benston, M. R. Dalla Costa, S. Himmelweit, P. Morton…
[5] El conjunto de artículos incluidos en Borderías et al. (1994) dan una buena idea de cómo ha evolucionado el concepto trabajo y los debates en torno a él. Particularmente, la introducción hace un repaso exhaustivo.
[6] Es una opción, claro está, no exenta de riesgos, como el caer en visiones románticas de estos trabajos, desviando la atención de sus dimensiones negativas.
[7] Para datos globales, PNUD (1995) establece que las mujeres realizan más de dos tercios del trabajo no remunerado mundial. Para el caso español, ellas se encargan del 75% (Encuesta sobre Uso del Tiempo CSIC-ASEP, 2000 en Durán, 2001). Al no existir un método unitario para contabilizar esta actividad, los datos varían, pero siempre corroboran esa participación femenina mucho mayor.
[8] La crítica a la retórica del altruismo va junto a la crítica de la asunción del egoísmo en los mercados. Los motivos que mueven a la gente en los mercados son mucho más amplios que el puro egoísmo. La crítica feminista, por tanto, pretende hacer más compleja, pero menos sesgada, la comprensión de los motivos tras las actividades económicas. Ver, por ejemplo, Hartmann y Folbre en Carrasco (ed.) (1999).
[9] Para una discusión sobre el tercer sector, ver Grupo de Estudios Feminismo y Cambio Social (2001).
[10] Es muy común en la literatura de economía feminista hablar del trabajo de subsistencia como algo diferenciado del trabajo doméstico. Sin embargo, esto se hace en base a llamar trabajo de subsistencia a todas aquellas actividades realizadas, más o menos, en los límites espaciales o personales del hogar y que no se incluyen en la definición occidental de trabajo doméstico. Por ejemplo, mientras que cocinar es trabajo doméstico, cultivar hortalizas en Guatemala para luego cocinarlas es trabajo/agricultura de subsistencia (por cierto, no queda muy claro si cultivar hortalizas en un rincón del jardín de una casa en Zamora, pongamos por caso, también es agricultura de subsistencia). Por tanto, diferenciar trabajo de cuidados y de subsistencia implica un fuerte sesgo etnocéntrico que preferiríamos evitar. Una crítica puede verse en Wood (1997) que conecta los sesgos androcéntricos y etnocéntricos de muchas concepciones feministas de lo que es trabajo.
[11] Y, en todos los casos también, parece haber claras diferencias por géneros, bien en el tiempo de trabajo (las mujeres dedican muchas más horas a la ayuda familiar no reconocida), bien en el tipo de trabajos realizados. Mientras que el trabajo comunitario masculino suele dirigirse a actividades políticas, el de las mujeres suele ir hacia la satisfacción directa de necesidades humanas, tanto si hablamos de comedores populares en países de la periferia, como de cooperativas de cuidados en las zonas industriales deprimidas del Reino Unido o el “voluntariado” del estado español.
[12] Un buen debate sobre las razones de la invisibilidad, además de sobre las ideas de los trabajos y los tiempos, y su articulación social hoy para el contexto del estado español es Carrasco (2001).
[13] Este primer reconocimiento de la coexistencia de lo público y lo privado corresponde a la economía política clásica. Posteriormente, con la creciente importancia de los mercados como centro del discurso y de la atención social, la esfera de lo privado despareció de la vista. Algunas autoras feministas reclama una vuelta a la economía política clásica, eliminando los diversos sesgos androcéntricos que encerraba., por ejemplo, Picchio del Mercato en Borderías et al. (1994).
[14] Carrasco (2001) habla de “la poderosa ‘mano invisible’ de la vida cotidiana”, Folbre (2001) prefiere usar el termino de “corazón invisible”.
[15] Los trabajos de las mujeres se invisibilizaron no sólo en el terreno de lo privado, también en el de lo público. Numerosas mujeres han estado presentes siempre en el mercado de trabajo, aunque se suponga que “las mujeres se han incorporado” a partir de la IIGM. En la invisibilización de estas mujeres concurren temas de clase –la experiencia de las burguesas está mucho más limitada al hogar- además de la operación, en este caso más imaginaria que real, de la división público/privado.
[16] Datos de Carrasco y Mayordomo (2000).
[17] También hay que afirmar que el 26% de las mujeres están ausentes de esta esfera y este hecho, aunque no haya espacio aquí para comentarlo como merecería, es digno de mucho debate, porque nos lleva directamente al asunto de las diferencias entre mujeres.
[18] De nuevo, falta espacio para discutir tantas cosas… En primer lugar, ¿economía informal o sumergida, qué término preferimos?, ¿u otro?
[19] La feminización del trabajo se refiera al proceso por el que “el contenido y las condiciones del trabajo hoy, impuestas tras violentas reestructuraciones, no son más que la extensión tendencial de las características del trabajo, tanto asalariado como no asalariado, estructural e históricamente asignado a las mujeres, al trabajo en sentido genérico” (Marta Malo,http://www.nodo50.org/enciclopediaespejos/enciclopedia/FEMINIZACION%20DEL%20TRABAJO.htm ). Estas características incluyen: inseguridad, flexibilidad, precariedad, adaptabilidad, no distinción tiempo de vida y tiempo de trabajo, y esa componente afectiva y relacional. Usar este término es una forma de resistencia ante la apropiación de las experiencias femeninas. Lo que esta ocurriendo no es nuevo, sólo es nuevo para los hombres (occidentales).
[20] Evidentemente, nos referimos a las críticas que, mal que bien, creen en el estado del bienestar y tratan de extenderlo o modificarlo, mejor no hablar de quienes pretenden destruirlo en aras del libre mercado. Entre las críticas feministas Del Ré (199?), Laurin Frenette (2001)
[21] Por ejemplo, muchas/os de las/os autoras/es en torno al debate sobre el trabajo doméstico, sobretodo, cuando se fue volviendo más teórico y perdiendo el compromiso feminista. El patriarcado es beneficioso para el capital, por ejemplo, reproduciendo de forma barata la fuerza de trabajo, o porque genera la existencia de un ejército de reserva (las mujeres). Una versión más actual y que liga el patriarcado con occidente (una lacra capitalista y occidental que se extiende por el mundo) es M. Mies (1994).
[22] Por ejemplo, S. Firestone (1971).
[23] Por ejemplo, I. Young.
[24] Las llamadas teorías de los sistemas duales, entre las autoras, H. Hartmann (1980) y los artículos de Eisenstein en el libro del cual es editora (1979).
[25] Críticas feministas a la idea de objetividad son, por ejemplo, Haraway (1995) y Harding (1996).
[26] No toda la gente que aboga por los sistemas duales comparte estas ideas. Todavía hay quienes creen en la objetividad y en la posibilidad de sistemas abstractos que nos expliquen la totalidad del mundo, p.e. Beasley (199)
[27] Hasta la transición las mujeres al casarse se obligaban a obedecer a sus maridos, a los que correspondía en exclusiva la patria potestad de las/os hijas/os, durante largo tiempo las mujeres necesitaron el permiso de su esposo para tener un empleo, no podían tener cuentas propias en el banco… …
[28] Nos referimos fundamentalmente a los sectores urbanos y / o industrializados, ya que en las zonas rurales los grupos domésticos que no dependían totalmente del mercado mantenían otras formas de organización, aunque sobre la base de una estructura familiar igualmente opresiva.
[29] Ya hemos comentado en qué sentido hablamos de desvalorización.
[30] Anuncio: Hombre friega platos y, mientras, dice a su hijo (para que vaya comprendiendo de qué va el tema): “si no quieres fregar… hazlo mal…”. Bueno, para no ser malas hay que terminar diciendo que la calidad del lavavajillas que se anuncia descubre la estratagema. Mensaje: los hombres son irreformables y la relación de desigualdad con las mujeres, insuperable. Pero el mercado tiene la solución con un buen lavavajillas.
[31] Si no queremos vernos convertidas en una nueva versión del homo economicus imaginado por el liberalismo (en su versión laboral)
[32] El incremento de personas que viven solas, no sólo ancianas, es una muestra de cómo tampoco nos vale la definición de “grupo” doméstico como unidad de convivencia, ni la de “hogar” unipersonal. Esta persona no es un “grupo” y, salvo en casos excepcionales, está inserta en una red de interdependencia, más allá de los muros de su propia “hogar”.
[33] Aunque nos estemos refiriendo a la relación de poder más significativa, la de los hombres sobre las mujeres, no hay que olvidar otras jerarquías, como por ejemplo la que supone la edad.
[34] La denominada “violencia doméstica” no es la única violencia contra las mujeres y debe entroncarse con las formas más duras de resistencia patriarcal. En los patriarcados de consentimiento también la violencia es esencial para mantener la posición estructural de poder de los hombres.
[35] En 2010 habrá en nuestro país entre 1.725.000 y 2.352.000 personas mayores dependientes y la población cuidadora se reducirá potencialmente en un millón de personas (Fuente: Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, marzo 2002)
[36] Tampoco podemos olvidar la responsabilidad de unos poderes públicos que legislan para que los empresarios tengan todo el poder que necesiten para hacer y deshacer a su antojo.