¿Este qué mundo legitima?
El de apariencias democráticas porque casi toda la humanidad
vuelve las espaldas a que:
El capitalismo
globalizado, es
la principal causa del
calentamiento
global
25
de abril de 2019
Por
Paul Walder
Alai
Alai
Este
lunes 22 de abril se celebró el Día de la Tierra. El homenaje, instaurado desde
1970, adquiere cada día más fuerza, no por su ritual ni los festejos, sino por
la urgencia, ya evidente, de frenar el proceso de calentamiento global y sus
efectos sobre el planeta. Con toda la comunidad científica de acuerdo sobre las
causas de este fenómeno y con una clase dirigente global ya lo suficientemente
informada sobre el proceso y sus catastróficos eventos, la temperatura media de
la Tierra continúa en ascenso con el riesgo inminente que el cambio climático ya
sea irreversible.
Los cambios que ha provocado en el planeta la quema de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial, en sus inicios carbón y actualmente petróleo, apuntan a esta actividad como la principal causa del drama que hoy vivimos. Hay una relación directa entre nuestro modo de vida y sus efectos en el medio ambiente, una relación que arriesga nuestra futura presencia, tal como la hemos vivido desde el neolítico, en el planeta.
El
punto más crítico en el calentamiento global es la emisión de dióxido de carbono
(CO2) aunque la explotación indiscriminada de recursos naturales contribuye a
otros fenómenos críticos que afectan los ecosistemas, las especies animales y
vegetales y, por cierto, a los humanos. Las mediciones y registros que se
realizan sobre la concentración de
CO2 muestran un incremento sostenido desde la
industrialización, que aumenta de manera progresiva junto a las tasas de
crecimiento económico. Durante las últimas décadas este ritmo no se ha
apaciguado, con la sola excepción del 2009, año de recesión provocado por la
crisis global de las hipotecas subprime.
Los
efectos en el clima son ya innegables. Tanto, que las organizaciones globales
como la ONU y los países miembros han asumido desde hace décadas que es
necesario disminuir las emisiones de carbono. De lo contrario,
en pocos años más ya
será tarde para frenar el calentamiento. La superación en pocos grados la
temperatura actual desatará alteraciones que harán muy difícil la vida futura en
el planeta. Un escenario que conoce, o debiera conocer, desde hace mucho tiempo
toda la clase dirigente.
Ha
sido el movimiento ecologista el que ha levantado desde finales del siglo pasado
la alerta. Pero su activismo no ha sido suficiente, o fue errado. Hoy, cuando el
fenómeno ya tiene un carácter de urgencia, es posible observar de manera crítica
las equivocaciones que cometió este movimiento al
no enfrentar directamente sus causas: el
modelo capitalista desregulado y hoy globalizado.
Los movimientos ecologistas tradicionales evitaron un enfrentamiento directo con las fuerzas políticas y, principalmente, con los dueños del capital. Esta evasión ha tenido como consecuencia la apropiación de las medidas para enfrentar el calentamiento global por las clases políticas que conviven muy bien con los programas de las grandes corporaciones y el sistema financiero mundial. De ahí políticas como los bonos de carbono, inversiones de las cuales han gozado inversionistas y especuladores y que poco han hecho para frenar las emisiones de carbono.
El
curso que han seguido los acontecimientos durante los últimos años ha sido
desastroso.
No sólo las emisiones no dan tregua, sino también asistimos a una
degradación en todo su sentido de las clases gobernantes, hoy expresada en un
poder detentado por banqueros, especuladores, corruptos de toda ralea y hasta
comediantes. Si las decadentes socialdemocracias se han dedicado a mirar hacia
otro lado cuando le han enrostrado la gravedad de los registros, ha comenzado a
controlar las políticas nacionales y mundiales actores que hacen de portavoces
de las corporaciones y del gran capital. El caso más significativo es Donald
Trump y Jair Bolsonaro, que han optado por la ceguera, la ignorancia y la
negación, porque sí, del calentamiento global.
Trump
y la ultraderecha inscrita en movimientos como el Tea Party actúan como si
Estados Unidos, el mayor responsable de las emisiones, no fuera parte del
planeta Tierra. El retiro de esta nación el 2017 del Acuerdo de París es
posiblemente el evento más significativo en el ideario conservador y el que
marca el momento presente para el movimiento ambientalista, hoy retomado por
nuevas generaciones que observan que no tendrán un futuro más o menos tranquilo
sobre la faz de la Tierra. La retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París se
instala como el momento en que el gran capital le declara la guerra al mundo y a
sus habitantes. De cierta forma, debemos agradecer a Trump por haber
transparentado el plan: el modelo capitalista basado en la quema de combustibles
fósiles no dará tregua.
El capitalismo en su
actual fase actúa como una religión. Y una religión tiene creencias que resisten
a cualquier evidencia que pueda alterarlas.
El modo de vida que desarrolló Estados Unidos apoyado en los combustibles
fósiles, se ha levantado como el paraíso en la Tierra. Un modelo que el proyecto
de globalización económica y financiera se ocupó de exportar. Como consecuencia,
apertura de mercados e integración de todas las naciones del mundo al mismo
sistema y aumento sin precedentes de las emisiones, de la explotación de
recursos naturales y de la mercantilización de todo lo existente.
Sobre esta base, que
mezcla el conservadurismo y el miedo, se ha instalado el negacionismo
climático, hoy difundido mediante mentiras a través de la prensa afín y las
redes sociales.
Ante la fusión explícita de estos
grupos gobernantes con los intereses del gran capital y ante el temor de perder
sus vínculos con las corporaciones de otra clase política, cualquier cambio a
los crecientes niveles de emisiones no pasa por este poder en decadencia.
El freno al
calentamiento global pasa por un cambio radical de las fuentes de energía y el
reemplazo del modelo neoliberal globalizado, un impulso que toma fuerza desde
las millares de localidades que ven afectados sus territorios por el impulso de
esta nefasta globalización que solo ha favorecido a las elites y su insondable
codicia.
Estamos ad portas de un camino sin retorno a la más grave transformación que ha
sufrido la Tierra desde el descubrimiento de la agricultura y las primeras
tecnologías.
Si los movimientos sociales no logran hacer crecer con fuerza sus demandas por
un freno al capitalismo y su despilfarro de recursos naturales esta vez ya será
tarde. Ante la urgencia, la única posibilidad es el levantamiento de todos
nosotros, los terrestres, en la defensa de la Tierra, nuestro único hogar.
Paul Walder, periodista y escritor chileno,
director del portal politia.cl .
Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la )
Estamos, abajo y a la izquierda, con el desafío
internacionalista revolucionario de unir planetariamente todas las luchas
anticapitalistas que concretan las autoorganizaciones de todos los pueblos
por justicia social y ecológica hacia conseguir cambios radicales en los
sentidos comunes de las grandes mayorías. Porque:
En el capitalismo unos fuegos arden más que
otros
Notre Dame y la
selva amazónica
25 de abril de 2019
Por Renán Vega
Cantor
“Es una tragedia el incendio de Notre Dame en
Francia, pero seguramente la reconstruirán. Ahora, ¿por qué no es una tragedia
el incendio de miles de hectáreas en la Amazonia de Colombia, en nuestro país?
¿Por qué la gente no se “conmueve” con esa catástrofe nacional? ¿Por qué no
suben a Facebook fotos de los bosques o los animales quemados? Eso sí que nunca
se podrá reconstruir.” Mauricio Cote, citado en Julio Andrés Rozo, “Envidia:
Notre Dame recogió 800 millones de euros en 3 días y la Amazonia 5 pesos”,
Dinero, marzo 18 de 2019. “¿Qué estamos viendo? […] ‘El fin del mundo. En este
momento están quemando el último espacio grande de selvas del piedemonte
colombiano. De donde sale el agua del futuro, donde está la biodiversidad. Todo
por tres putas vacas y por la corrupción’”. Brigite Baptiste, citada en María
López, “El fracaso del ambientalismo colombiano”, Semana, marzo 18 de 2019. os
medios de desinformación colombianos al hablar del incendio de la catedral de
Notre Dame utilizaron titulares ditirámbicos y lacrimógenos del variado tono,
con poca originalidad porque se limitaron a reproducir lo que decían los poderes
mediáticos de Europa, Mencionemos algunos. 10 cifras para entender por qué la
humanidad llora a Notre Dame, fue el título de Dinero (de El Tiempo); ¡Llora la
humanidad! Así quedó el interior de la catedral de Notre Dame en París, repite
El Diario del Cauca; Paris y el mundo lloran a Notre Dame, titulan los Diarios
del César y del Magdalena, replicando un título de periódicos europeos; Notre
Dame: el dolor que unió a la humanidad, titula Semana, la cual encabeza otra
nota de esta forma: Lo que pierde la humanidad con el incendio de la colosal
catedral de Notre Dame. Estos titulares se refieren a un incendio que afectó a
una edificación medieval, que no fue resultado de ningún ataque, sino de un
accidente o un descuido.
Llama la atención que ese mismo ruido
mediático no se presente cuando los poderes imperialistas occidentales además de
masacrar seres humanos destruyen en forma directa alguna reliquia cultural,
histórica o religiosa, como lo han hecho en diversos lugares del mundo en las
últimas décadas, destacándose por su crueldad el ataque al patrimonio histórico
y cultural de Irak, tras la invasión de los Estados Unidos en 2003. Tampoco se
hace un bochinche parecido al de Notre Dame para referirse a los ataques diarios
que con saña criminal realiza el Estado de Israel en tierras palestinas, en
donde bombardea, arrasa y quema las construcciones de sus indefensos habitantes.
Ante esos fuegos que destruyen seres humanos en forma planificada y sistemática
no hay humanidad que valga, ni recolectas millonarios, ni transmisión en vivo y
directo de los principales canales de televisión mundiales. Sobre lo sucedido en
Notre Dame se han difundido miles de fotos y videos para presentar la magnitud
de las llamas, que se replican en los medios de desinformación colombianos, al
hablar de un lugar perfectamente localizado, de poca extensión, y cuyo impacto
ambiental es mínimo. La pérdida es histórica y artística y, aunque
significativa, no tiene la magnitud, ni el efecto catastrófico de los incendios
que en este mismo momento, y desde hace varios años, se producen en forma
ininterrumpida en nuestras selvas del sur del país, como parte del proyecto del
bloque de poder contra-insurgente, encabezado por los terratenientes, junto con
las multinacionales, de convertirlas en potreros para sembrar vacas o/y promover
cultivos como la palma aceitera.
Resulta aleccionador que en Colombia y más
allá se haga un gran despliegue mediático al referirse al incendio de Notre
Dame, pero ni se mencionen otros incendios de magnitud colosal, frente a los
cuales las llamas de la catedral de París aparecen como un juego de niños, algo
así como la chispa de una cerilla, mientras que lo que acontece en nuestra selva
amazónica tiene dimensiones de un cataclismo nuclear, con un fuego gigantesco,
interminable y dantesco.
Además, el incendio del que hablamos es premeditado y
lo organizan los nuevos y viejos terratenientes y sus ejércitos paramilitares en
las selvas colombianas. ¿Qué es lo que se está incendiando, sin que eso ni
siquiera se nombre?
Dantesco fuego en la Amazonia
En la Amazonia colombiana está en marcha un
ecocidio planificado, que recurre a los incendios para acentuar la
deforestación, es decir, la desaparición del bosque natural para convertir la
selva en sabanas artificiales, que se llenan con vacas. Se encuentra en marcha
el incendio en el territorio de los departamentos de Guaviare, Caquetá y
Amazonas. Algunos datos muestran el impacto de lo que acontece: el 65% de la
deforestación del país se concentra en la Amazonia; en 2018 fueron deforestadas
200 mil hectáreas; cada hora son destruidos 13 mil árboles; cada sesenta minutos
desaparecen diez hectáreas de bosque; la mayor parte de la destrucción se
presenta cerca de una carretera o a las orillas de un río principal; en
diciembre de 2018 se habían detectado 2156 incendios en la región amazónica de
nuestro país; entre 2010 y 2017 desaparecieron 1.400.000 hectáreas de bosque
natural y unos 20 millones de árboles. Las implicaciones
de este ecocidio no tienen parangón, porque “tumbar una hectárea de bosque es
arrasar al menos 14.000 árboles de 600 especies distintas. Talar un árbol en la
Amazonia es acabar con miles de insectos, centenares de aves y decenas de
mamíferos que obtienen alimento de su tronco, hojas, flores y frutos” 1.
De esas 600 especies, luego de la
tala solamente se aprovechan dos, porque ni siquiera el objetivo es la madera ni
su potencial forestal, sino quemar la tierra para apropiarse de ella a la
fuerza. Para ser más precisos: “Lo que perdemos
no sólo son palos de madera. En una sola hectárea de bosque hay un
contenido, un ecosistema forestal conformado por fauna, flora, suelo y
relaciones ecosistémicas que queda destruido. Además, pone en riesgo el soporte
de vida de los campesinos, quienes necesitan de la fauna de monte para
sobrevivir”2. La destrucción de cada árbol supone arrasar con las 50
relaciones ecológicas que cada uno de ellos tiene, ya que “en un árbol hay miles
de insectos de centenares de especies que interactúan con él. Cientos de
especies de aves lo visitan a diario para alimentarse de sus frutos, quienes
además esparcen sus semillas en otras zonas”3.
Ahora bien, ¿quiénes están detrás de
los incendios y la deforestación, puesto que esta no es una acción de la
naturaleza? La respuesta es simple: los mismos que siempre en Colombia se han
apropiado de las “tierras nacionales” y los baldíos, es decir, los
terratenientes y ganaderos, ahora asociados a las grandes empresas
multinacionales y sus súbditos capitalistas locales. Esto quiere decir que los
incendios, a diferencia de lo que sucedió en Notre Dame, son causados de manera
intencional, con el fin de despejar la selva, convertirla en sabana y apropiarse
de ella. Eso solo lo pueden hacer aquellos que poseen grandes reservas de dinero
y capital y, para cumplir su propósito criminal, contratan a paramilitares para
que destruyan la selva. Esta acción arrasa con los suelos, genera erosión y
contribuye de manera directa al calentamiento global al liberar las toneladas de
dióxido de carbono que contienen los árboles, ya que se estima que en cada
hectárea de bosque amazónico se almacenan 250 toneladas de dióxido de carbono.
Por eso, cuando esa hectárea de bosque se
quema y se tala, esas toneladas de CO2 son liberadas a la atmósfera.
Así, de las 144 mil hectáreas de bosque arrasadas en 2017 en la Amazonia se
liberaron en promedio 36 millones de toneladas de este gas de efecto invernadero
y con ello se calentó aún más nuestro achicharrado planeta. Con los suelos
desnudos, se desprende material rocoso lo cual aumenta el caudal de los ríos y
estos se desbordan, produciendo desastres como el de Mocoa en 2018, cuando “los
suelos desnudos sin vegetación en la parte alta de las montañas se
desprendieron, generando una avalancha de rocas, lodo y agua que ocasionó la
tragedia”4.
En concreto, tres sectores tienen una
incidencia directa de los incendios y deforestación de la selva amazónica
colombiana, el ganadero, el palmero y el del transporte, que a su vez está
asociado a la extracción de hidrocarburos. Solamente en los alrededores de
Chiribiquete se incrementó el hato ganadero entre 2015 y 2018 en medio millón de
cabezas de vacas. Y como respaldo el Estado colombiano, un “Estado pirómano y
deforestador”, cuya presencia en la región, antes y después de las Farc, es
puramente represiva y se limita a apoyar, abierta o soterradamente, los
proyectos ganaderos y extractivistas, lo cual se remonta a finales del siglo
XIX, con el ciclo ecocida y genocida del caucho. Porque el Estado colombiano
solo sabe de bombardear insurgentes y campesinos o fumigar con glifosato, pero
jamás le ha importado ni la selva ni sus habitantes, en razón de lo cual es un
promotor activo de la deforestación. No sorprende en esa dirección que el Plan
Anti-Nacional de Sub- Desarrollo del gobierno de Iván Duque contemple una tasa
de deforestación anual del 23%, unas 220.000 hectáreas, para un total de un
millón de hectáreas en los próximos cuatro años, con lo que se arrasaría con 14
millones de árboles.
Nuevamente, la pregunta es ¿en manos
de quiénes queda ese millón de hectáreas despojados de su cubierta selvática? No
precisamente de campesinos sin tierra, sino de gente adinerada, proveniente del
centro de Colombia, porque “con la salida de la guerrilla llegaron nuevos
actores políticos a tomar control a esos sitios, que buscan la titulación por
parte del Estado y tienen una intencionalidad territorial por medio de la
apropiación y el dominio”5.
No es solamente una apropiación económica, lo es también política, puesto que se
busca erradicar cualquier influjo que haya podido quedar del movimiento
guerrillero, para instalar en la zona a paramilitares, matones y sicarios a
sueldo de ganaderos, terratenientes, y empresas multinacionales, con el fin de
eliminar cualquier obstáculo que se oponga a su proyecto de destruir la amazonia
y convertirla en una fuente de efímeras ganancias.
Incendios en Chiribiquete, el paraiso de la
biodiversidad
Un lugar emblemático por su riqueza biológica
y cultural es el Parque Nacional de Chiribiquete, situado en la serranía del
mismo nombre, con un área de 4.268.095 de hectáreas, ubicado entre los
departamentos de Guaviare y Caquetá, en territorio de la cuenca amazónica
colombiana. Este parque natural es tres veces más grande que el Parque Nacional
Serengueti en África. Chiribiquete significa en karijona “cerro donde se
dibuja”.
A este lugar se le ha bautizado de varias
maneras: el arca de Noé por su biodiversidad; la “Maloca del Padre Jaguar”, para
hacer referencia a dos componentes (uno humano y otro natural), emblemáticos de
la cultura construida durante miles de años; también se le ha denominado con el
anacronismo eurocéntrico de la “Capilla Sixtina de la Amazonia”. Entre sus
enormes riquezas biológicas se encuentran: 708 especies de flora, 216 de peces,
53 de anfibios, 41 de reptiles, 410 de aves y 30 de mamíferos, entre medianos y
grandes, 293 de mariposas, 261 de hormigas, 3 de nutrias y 48 de murciélagos.
(Ver mapa). Hasta ahora se han encontrado 1.333 especies, pero se calcula que
pueden ser el doble, porque cada vez que se levanta una piedra se descubre una
nueva especie. En el Chiribiquete viven el 70 por ciento de los mamíferos, el 35
por ciento de las aves, el 51 por ciento de los reptiles, el 40 por ciento de
los anfibios y el 70 por ciento de los peces continentales presentes en nuestro
territorio.
En Chiribiquete los árboles alcanzan hasta 20
metros de altura y se erigen las montañas rocosas, conocidas como tepuyes (“La
mesa de los Dioses”, en lengua indígena), una formación de 1.500 millones de
años de antigüedad, con una extensión de 240 kilómetros de largo y 90 de ancho y
una altura de hasta 800 metros. Entre su riqueza cultural e histórica se destaca
que es el lugar del mundo en donde se encuentra la mayor cantidad de arte
rupestre, con una antigüedad de hasta 20 mil años, atribuidos a los Karijonas,
una etnia ya desaparecida. Cuenta con 36 abrigos rocosos de diferente tamaño, en
donde existen unas 250 mil pinturas, distribuidas en unos 60 paneles rupestres,
cada uno de siete metros en promedio.
En esas pinturas se pueden identificar
mamíferos de la zona (chigüiros, monos, perezosos y venados), caimanes,
tortugas, peces e insectos y también representaciones de plantas (yopo,
ayahuasca y coca). “¿Cómo fue creado este misterioso lugar? ¿Quién tuvo la
habilidad para pintar figuras en sitios con más de 300 metros de altura? ¿Cuál
es el significado de los pictogramas regados en los tepuyes de su serranía […]?”6
Cerca de Chiribiquete habitan los macuna, barasano, eduria, tatuyo, tuyuca,
itana y carapana, de la familia lingüística tukano, los cuales se identifican
como “hijos del jaguar del Yuruparí”. Alrededor del parque existen 21 resguardos
indígenas de diferentes grupos étnicos, también afectados por el ecocidio.
Chiribiquete fue descubierto hace treinta
años. Luego de la ida de las Farc, que contaba con diez frentes alrededor del
lugar, se ha abierto el espacio para la nueva conquista de este paraíso de la
biodiversidad. La nueva conquista recurre al fuego criminal para limpiar la
selva y dejarle el camino expedito a terratenientes, ganaderos y empresas
extractivistas. En el 2018, las quemas ocurrían en territorios aledaños y en el
interior del Parque de Chiribiquete, hasta el punto que pusieron en peligro las
grutas en donde se encuentran las pinturas rupestres. Las llamas estuvieron a
solo 500 metros de estos impactantes dibujos ancestrales. Además, "el fuego ya
ha afectado más de 300 hectáreas de selva al costado norte del cerro, el hogar
de cientos de especies animales y vegetales, muchas de ellas endémicas y algunas
de las cuales quizás pertenecen a especies sin descubrir7.
Hasta este momento del parque han
desaparecido más de 1000 hectáreas, abrazadas por las llamas y luego
deforestadas. En este emblemático lugar, y en toda la región, la principal
amenaza la constituyen la usurpación de baldíos, la ganadería extensiva, la
extracción de madera, los cultivos de coca, las carreteras y posibles proyectos
extractivos. “La deforestación está desaforada en la zona, principalmente porque
ya no hay un actor armado que haga las veces de autoridad y porque el Estado se
ha demorado mucho en hacer la debida presencia […] La gente se está apropiando
de las tierras, y ni siquiera con ganado sino simplemente tumbando árboles”
8. En el futuro inmediato, si no se detienen los incendios y la
deforestación, pueden desaparecer unas 4300 especies animales y vegetales de la
amazonia, incluyendo muchas de Chiribiquete. Nuevamente, la motosierra homicida
de los terratenientes y ganaderos, que se ha empleado para desmembrar cuerpos
humanos, retumba en nuestras selvas, arrasando con todas las formas de vida que
encuentra a su paso. El Parque Chiribiquete está acorralado. En 2018 se abrieron
cinco nuevos potreros, con un total de 900 hectáreas, en la entrada occidental
del Parque. En lo que hasta poco antes era una hermosa selva, con árboles de más
de 20 metros de altura se arrasaron casi mil hectáreas. Ese proceso avanza
terrible y rápidamente. Así: (…)
De esa magnitud es la destrucción de nuestra
selva. Pero esa tragedia, provocada para beneficiar a unos cuantos
“emprendedores de la muerte” en desmedro de la mayoría de habitantes de Colombia
y el mundo, no genera el selectivo éxtasis mediático de incendios como el de
Notre Dame. Esto indica que los incendios son importantes dependiendo qué y
quiénes son los afectados, mientras que otros no parecieran existir, aunque su
magnitud sea inconmensurable y sus efectos sean devastadores para diferentes
formas de vida. Literalmente, es como si unos incendios ardieran más que otros.
Arder debe entenderse en su doble sentido: como quema y como dolor.
Paradójicamente, los fuegos más pequeños, como el de Notre Dame, arden (duelen)
más que las gigantescas llamas de nuestra selva amazónica, cuyo trepidar no
produce el más mínimo escozor.
CONCLUSION
Al hablar de lo sucedió en París, una nota de
prensa comenta: “Quizás no ha existido una causa colectiva que albergue más
esperanza en tan poco tiempo como la idea de rescatar a Notre Dame de las
llamas”. Agrega: “Los rostros de los franceses y los turistas que se agolpaban a
lado y lado del Sena eran conmovedores. Rezaban de rodillas, lloraban sin
consuelo, cantaban el Ave María”. Pero, además, “junto con ellos, los líderes
(sic) mundiales se unieron en una sola plegaria. ‘Dolor de toda una nación, para
todos los católicos y para todos los franceses’, dijo el presidente Emmanuel
Macron. Por primera vez en mucho tiempo, el Twitter de Donald Trump estalló en
trinos, pero de solidaridad. ‘Es horrible ver el enorme incendio en la catedral
de Notre Dame en París’, escribió y ofreció desplegar aviones cisternas desde
Estados Unidos para ayudar a controlar la emergencia”. Muy rápidamente, “la
generosidad del mundo (sic) comenzó a verse. El presidente Macron llamó a una
colecta nacional. Una de las familias más ricas del país, los Pinault, ya
ofreció 100 millones de euros para la reconstrucción”10.
Aparte de que es difícil percibir tanta
hipocresía y mentiras en tan pocas líneas, sobre todo en lo referente a Macron y
Trump, vale la pena preguntarse: ¿por qué nada de esos sentimientos afloran
cuando se trata de referirse a la destrucción de la selva amazónica (de toda,
incluyendo a la colombiana)? ¿Por qué sobre ese dantesco fuego no hay escándalo
mediático, ni lágrimas colectivas, ni llamados etéreos a la humanidad, ni los
multimillonarios meten sus sucias manos a sus contaminados bolsillos? Es
evidente que en el capitalismo, donde todo tiene sello de clase, hay tragedias
que son más importantes que otras, máxime si afectan a algún país imperialista.
El colonialismo mental y cultural tiene tal peso que le atribuye más importancia
a lo que acontece en alguno de los centros imperialistas (antaño colonialistas)
que a lo que sucede en la periferia del planeta, así acá se destruya un
patrimonio no solo de la humanidad sino de la vida misma.
¿Por qué nos obligan a llorar por ciertos
desastres pero no por todos, y menos por los que se desenvuelven en nuestro
propio territorio? Sin demeritar la importancia histórica y cultural de las
catedrales góticas, recordemos que toda construcción humana es, según la célebre
sentencia de Walter Benjamin, “una obra de cultura y de barbarie”. Esto nos
debería ayudar a recordar cuánta energía y trabajo de artesanos se dilapidó en
la construcción de Notre Dame y cuántos bosques de robles se destruyeron para
erigirla. Bertolt Brecht preguntaría: “La inmensa Catedral de Notre Dame,
¿quiénes la construyeron? ¿Arrastraron los obispos y pontífices del Vaticano los
grandes bloques de piedra”? Pero, no es este el punto que hemos querido resaltar
en este artículo. En conclusión, lo de París fue un incendio perfectamente
localizado, se controló rápidamente, en gran medida se puede restaurar una parte
de lo destruido por las llamas, no hubo ni un solo muerto ni tampoco murieron
animales.
En contraposición nuestra Amazonia se lleva a
cabo un incendio continuado desde hace años, que no ha c, en esado, arrasa
millones de hectáreas, destruye ecosistemas, aniquila miles de especies animales
y vegetales, arrincona a las comunidades indígenas, pone en peligro el arte
rupestre milenario… y todo eso es un resultado del proyecto, consciente y
planificado, de quemar la selva. ¿Es que el colonialismo mental no nos deja ver
nada de esto? ¿Por qué tiene más precio (que no valor) una catedral de París que
nuestros complejos y extraordinarios ecosistemas, con su apabullante
biodiversidad y cultura? Por supuesto, entre otras cosas, por la ganancia y el
negocio. Mientras que Paris y Notre Dame son un centro del turismo mundial, que
deja fabulosas ganancias a los negociantes de la fe, en la amazonia otros
negociantes se lucran con la destrucción de la selva y su biodiversidad.
Negocios como es usual en el capitalismo, y por eso entidades capitalistas han
hecho donaciones, que no tienen nada de filantrópicas, para que siga funcionando
el negocio de Notre Dame y de paso evadir impuestos. En este caso el negocio es
re-construir, mientras que el negocio en la selva es destruir.
Y los dos, aunque no parezca a primera vista, se
encuentran íntimamente vinculados, ya que se basan en la lógica capitalista de
que hasta el dolor y la muerte que acompañan al fuego pueden convertirse en una
fuente de ganancias.
NOTAS 1. La vida que agoniza
en cada hectárea. Disponible en: https://sostenibilidad.semana.com/medioambiente/articulo/la-biodiversidad-que-se-pierde-cada-vez-que-se-quema-o-tala-una-hectarea-debosques/43141
2. Palabras de Eugenia Ponce de León, citadas en Ibíd. 3. Palabras de Carlos
Rodríguez, citadas en Ibíd. 4. Palabras de Germán Darío Álvarez, citadas en
Ibíd. 5. Palabras de Juan Pablo Ruíz, citadas en Deforestación: ¿una política de
ocupación del territorio?, abril 2 de 2019. Disponible en: https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/deforestacionuna-politica-de-ocupacion-del-territorio/43647.
6. Jhon Barros, Así lee a Chiribiquete el último chaman de la etnia Matapí.
Disponible en: https://semanarural.com/web/articulo/los-secretos-de-chiribiquete-descifrados-por-el-ultimochaman-matapi-/924
7. Palabras de Diego Pedraza, citadas en Diego Camilo Carranza Jiménez, Pinturas
rupestres de 12 mil años, en riesgo por incendio en Colombia, 01.03.2018.
Disponible en: https://www.aa.com.tr/es/mundo/pinturas-rupestres-de-12-mil-a%C3%B1os-en-riesgo-porincendio-en-colombia/1076664
8. Palabras de Harold Ospino, citadas en Tatiana Pardo Ibarra, “Los secretos de
Chiribiquete, nuevo patrimonio de la humanidad”, El Tiempo, julio 1 de 2018.
Disponible en: https://www.eltiempo.com/vida/medio-ambiente/chiribiquete-el-parque-mas-grande-de-colombia-ypatrimonio-mixto-de-la-humanidad-238128
9. Así desaparecen más 10 hectáreas de bosque cada hora, octubre 1 de 2018.
Disponible en: https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/asi-desaparecen-mas-de-10-hectareasde-bosque-amazonico-cada-hora/41745
10. “Notre Dame: el dolor que unió a la humanidad”, Semana, abril 16 de 2019.
Disponible en:
https://www.semana.com/mundo/articulo/incendio-en-notre-dame-reconstruccion-y-solidaridadmundial/609597Fuente: http://www.rebelion.org/docs/255218.pdf
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