jueves, 30 de abril de 2020

Hacia qué sistema nos orienta el Llamamiento de VC en 2013.

Parte de confrontar con el capitalismo,
a diferencia de la UTT,
asumiendo el desafío de posibilitar la
unión plurinacional e internacionalista
de los pueblos planetarios.
 
 
 
Reflexionemos sobre cómo el capitalismo, sea de gestión progre o de derecha explícita, es incompatible con la vida y la condición humana analizando a:

Máquinas del ecocidio y de la subalternidad

3 de septiembre de 2019
Por Raúl Prada Alcoreza
 
¿Cómo funcionan las máquinas del ecocido, que son las máquinas del poder, máquinas de guerra y máquinas extractivistas, máquinas de muerte de la geopolítica del sistema-mundo capitalista? Las máquinas de poder funcionan contra las resistencias; las máquinas ecocidas, funcionan contra los ecosistemas, los ciclos vitales, la vida. Las máquinas extractivistas de la economía-mundo capitalista funcionan contra los ciclos
planetarios de largos procesos minerales, hidrocarburíferos y de asombrosa cristalización simétrica. Se trata de máquinas de muerte; el sistema-mundo capitalista solo puede desarrollarse inscribiendo y hendiendo sus marcadas huellas ecológicas, es decir, destruyendo los ecosistemas. Su desarrollo, que ideológicamente se legitima, en el imaginario institucionalizado, como desarrollo  y crecimiento
económicos, no corresponde más que a la realidad apocalíptica de la muerte planetaria, dilatada por los ritmos mismos del capitalismo y sus ciclos largos.
 
Quizás una ilustración esquemática ayude a representar este desarrollo del capitalismo. Primero, se prepara el terreno, en palabras teóricas, se conforman las condiciones de posibilidad económicas para la construcción del modo de producción capitalista. Esto es, se cosifican las relaciones sociales, se convierten a los bienes comunes en cosas, después en mercancías; paralelamente, se erige la ideología, es decir, la fabulosa máquina de fetichización generalizada. Una vez conformadas las condiciones de posibilidad económicas, a través de los procesos inherentes a la economía política generalizada, por lo tanto, a la economía política restringida a los límites de lo que el discurso moderno llama economía, la “ciencia de la producción, distribución y el consumo”, en términos más restringidos, la “ciencia del mercado”, se edifica la logística y la infraestructura de lo que el discurso marxista ha denominado el modo de producción capitalista. Siguiendo con la metáfora estructural, después o, más bien, en el transcurso, se erige la arquitectura del modo de producción capitalista. Y en el mismo transcurso, paralelamente, se conforma lo que el mismo discurso marxista denomina superestructura jurídico-política.
 
Cuando el modo de producción capitalista se consolida, sobre todo mundialmente, pues así funciona, en todo el orbe tomado por la economía política generalizada, ya parte de los ecosistemas han sido desmantelados; empero, todavía el planeta conserva sus apariencias “naturales”, mejor dicho, ecológicas, a pesar de las redes de nichos ecológicos demográficos de las sociedades humanas, la red comunicacional, sobre todo física, las redes de transportes marítimos, terrestres y aéreos.
 
(…)Sin embargo, es en la etapa tardía, cuando el modo de producción capitalista generalizado, que ha desterrado a los otros modos de producción, cuando este modo de producción de la valorización abstracta avanza demoledoramente, de manera desmesurada, desequilibrando al máximo los ecosistemas y los ciclos vitales, convirtiéndose en una verdadera amenaza para las sociedades humanas y las formas de vida en el planeta. La constatación de lo que decimos aparece en los alcances que ha tomado lo que se llama eufemísticamente “cambio climático”, alcances que se aproximan a los umbrales mismos de lo que figurativamente nombramos 
apocalipsis, apocalipsis planetario y de crepúsculo de la civilización moderna, que se clausura, empero, pretende llevarse a las formas de vida del planeta, en su propio desaparecer.  
 
Para lo que nos compete y nos preocupa, en este ensayo, nos focalizamos en lo que pasa en la Amazonia y la extensión complementaria del Chaco del sudeste de Sud América.  Por eso pasaremos a una descripción publicada, que pueda, ahora, ilustrarnos empíricamente sobre lo que pasa. Se trata de una denuncia y relato de lo que sucedió antes y durante la propagación de los incendios en la Amazonia brasilera.
 
Contratación de operadores de motosierra y motoqueros, creación de pistas de aterrizaje clandestinas y mucho más. Los hechos escandalosos que reveló la revista brasileña Globo Rural ocurridos el “Día del Fuego” en la Amazonia. Así pasará a la historia el tristemente célebre 10 de agosto de este año, cuando comenzó un suerte de incendio simultáneos encendidos en forma mancomunada por productores rurales de la región norte de Brasil, que consumieron miles de hectáreas del “pulmón del mundo”. Según la revista, la organización del “Día del Fuego” empezó en el grupo de Whatsapp “Jornal A Voz da Verdade” (Diario La Voz de la Verdad). El grupo fue creado por João Vgas el 17 de agosto de 2016 y tiene 246 participantes, entre productores rurales, expropiadores de tierras y comerciantes del municipio Novo Progreso, en la provincia de Pará. De ellos, 70 aprobaron los planes del “Día del Fuego”, y entonces crearon el grupo “Sertão” – referencia al nombre del establecimiento de Ricardo de Nadai, creador de este segundo grupo. Hasta el final de los preparativos, el grupo llegó a tener 80 participantes. El objetivo principal del grupo era incendiar matas y tierras estatales, y hacer avanzar el fuego hacia la Floresta Nacional Jamanxim, una reserva de 1,3 millones de hectáreas. Su objetivo era alcanzar la Tierra del Medio, escenario de los mayores conflictos de tierras en Brasil. La revista Globo Rural relevó que al menos cuatro miembros de ese grupo ya fueron presos por crímenes ambientales. Antes de provocar el fuego, varias áreas fueron previamente desmatadas. Globo Rural entrevistó a un operador de motosierra que afirmó que “nadie se quedó sin tarea”. Personas fueron traídas de otras regiones de la Amazonia e incluso del Nordeste para realizar la acción ilegal. El procedimiento de este tipo de acción criminal es primero desmotar y después quemar. Esta acción predatoria de la naturaleza contó incluso con pistas de aterrizaje clandestinas para desembarcar gente para la destrucción de la floresta. El 10 de agosto, motoqueros contratados por el grupo atizaron el fuego en los márgenes de la ruta BR-163.
 
Todavía no se sabe si este grupo puede haberse organizado con otros grupos. Sin embargo, todos vieron el resultado: una nube de humo que cubrió el país, y hasta pudo ser vista desde satélites. La misma nube que cubrió San Pablo e hizo atardecer a las tres de la tarde.
 
El 7 de agosto, tres días antes de esas quemas, el fiscal local Gustavo de Queiroz Zenaide avisó lo que estaba por ocurrir al gerente ejecutivo del Instituto brasileño del medio ambiente (Ibama) de la localidad de Santarém, Roberto Fernandes Abreu, a través de un oficio. Este aviso vino a través de un documento oficial protocolado por el Ibama de Santarém el 8 de agosto. En él Gustavo escribe: “productores rurales planifican realizar una quema en la región del municipio de Novo Progresso el 10 de agosto de 2019 como forma de manifestación”. A pesar de todo esto, durante todo el período, el gobierno de Bolsonaro intentó negar la existencia de las quemas, siendo luego desmentido por las nubes de partículas y hollín que cerraron los cielos de San Pablo.
 
La política de Bolsonaro de deslegitimar los datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE por sus siglas en portugués), o intervenir el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama), no sólo encubre sino defiende los intereses de estancieros, apropiadores de tierra y latifundistas. Él y sus ministros, defensores de que el calentamiento global no existe, en el fondo, por su verborragia irracional, tiene un programa bien claro y extremadamente comprensible por cualquier persona racional: transformar todas las riquezas nacionales en ganancia capitalista, tirar a la basura el futuro del país, el futuro de la juventud, atacar a los pueblos indígenas, fortalecer los asesinatos en el campo, la persecución a los Sin Tierra y terminal con los derechos de los trabajadores.
 
La transformación de esa realidad pasa por un cambio radical de la sociedad en que vivimos. No hay conciliación histórica posible entre una producción volteada hacia la ganancia – cuya dinámica inexorable es la acumulación capitalista – y cualquier cosa parecida a la utilización racional y ambientalmente correcta de los recursos. Solo la organización de una sociedad emancipada de las garras del capital, y por lo tanto con base en los productores libremente asociados podrá superar la explotación predatoria de la naturaleza, la crisis ambiental y la miseria social a la que estamos sometidos[1].
 
La descripción no podría ser más elocuente, teniendo en cuenta los detalles mismos de la organización de la destrucción de los bosques amazónicos. La incumbencia y complicidad operativa del gobierno de Jair Bolsonaro se hace patente en el comportamiento político del ejecutivo, pero también en la modorra de los órganos de poder del Estado. La única que reacciona ante las atrocidades del ecocidio es la sociedad brasilera, el pueblo brasilero y los pueblos indígenas amazónicos, además de los institutos de investigación científica. En contraste, se evidencia con mayúsculo descaro el cinismo grotesco de un gobierno sin horizontes, además de los estratos más conservadores y recalcitrantes de la estructura social brasilera. Se hace patente el despropósito de destruir para obtener las ganancias anheladas por estos estratos de una burguesía sin escrúpulos, que apuestan al goce inmediato, goce banal, por cierto, de la obtención de ganancias y hasta de super-ganancias, a costa de la desaparición misma de los ecosistemas, las formas de vida, los ciclos vitales integrados del planeta.  
 
Estamos, como dijimos antes, ante los síntomas mismos no sólo del apocalipsis, sino también ante el desborde descomunal de la decadencia. De la decadencia generalizada en todos sus niveles y planos de intensidad; el institucional, sobre todo, estatal, el relativo al funcionamiento de la economía-mundo, en plena dominancia del capitalismo financiero y especulativo; el de los campos sociales, manifestado en la asombrosa descohesión social, entre sus síntomas, el desprecio a la vida. La decadencia del sistema-mundo cultural de la banalización generalizada; el derrumbe ético y moral. Además, se evidencia lo que podemos nombrar mediocridad generalizada, sobre todo en los perfiles de los personajes de las castas políticas gobernantes.
 
El problema no sólo es que se ha llegado a grados demasiado intensos de la crisis múltiple social, política, cultural y económica, sino que los efectos irradiantes parecen irreversibles. La muerte de las especies y de los seres orgánicos, la muerte de los ecosistemas, la muerte misma de la humanidad de la humanidad, de las sociedades humanas, aunque en una tortuosa dilatación; la muerte de los horizontes, que se pliegan hacia adentro, hacia un centro abismal, que aparece como agujero negro; muertes que patentizan lo irreversible de estas fatalidades, de estas tragedias, de este vaciamiento de la potencia creativa de la vida.
  
Ahora bien, lo que pasa en la geografía política de Bolivia no es distinto de lo que pasa en Brasil, salvo las singularidades del acaecer particular en las formaciones sociales 
diferenciales. Que Evo Morales exprese el perfil simbólico de la convocatoria del mito, encarnada en la simbolización del poder convocante del caudillo, y Jair Bolsonaro exprese el perfil deslucido y gris de un  anacrónico fascista criollo, hace solo a la diferencia de las formas de presentación de lo mismo, del desenvolvimiento demoledor de la geopolítica del sistema mundo capitalista en la extensión diferencial de las periferias y de su evolución, en algunos casos, a lo que se denomina, por la burocracia mundial, “potencias emergentes”. Ambos presidentes, uno, de un país anclado en el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, el otro, de un país que se vanagloria, en sus estratos elitistas, de ser “potencia emergente”, son los dispositivos simbólicos, en el teatro político, del demoledor desarrollo capitalista, en la modernidad tardía, cuando domina el mundialmente capitalismo financiero y especulativo.
 
Otra descripción, esta vez de lo que acaece en Bolivia, es ilustrativa empíricamente de la destrucción ecológica para dar lugar al desarrollo desigual capitalista en la geopolítica del sistema-mundo moderno. La descripción publicada parte de las metas propuestas por la forma de gubernamentalidad clientelar del “gobierno progresista”. Para seguir con las consecuencias desastrosas de la persecución anodina de estas metas, por personajes políticos gobernantes, que, a pesar de que se reclamen “progresistas” y hasta “socialistas del siglo XXI”, es más, partidarios del “socialismo comunitario”, son, efectivamente, operadores de las estructuras de poder dominantes en el orden mundial, el imperio, y agentes encubiertos de las empresas trasnacionales extractivistas.
 
El Gobierno plantea llegar a 13 millones de hectáreas cultivadas en 2025, cuando el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras advertía, en 2012, señaló que las áreas agrícolas disponibles en el país serían de sólo 8,9 millones de hectáreas. La observación pertenece al investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), Enrique Ormachea, quien observa que la medida beneficiará a los agroindustriales y que el engrosamiento de la frontera agrícola implica destruir terrenos de vocación forestal. “El estudio Compendio Agropecuario 2012, publicado por el Ministerio, señala que el total agrícola disponible (es decir la sumatoria de la superficie cultivada, barbecho, descanso y tierras con potencial agrícola) alcanza a 8,9 millones de hectáreas, es decir, sólo el 8,1 por ciento del territorio nacional”, señala Ormachea. El investigador, con base en el estudio del Ministerio, añade que si a estos 8,9 millones se restan las tierras que ya están siendo cultivadas y aquellas en barbecho o descanso, las tierras con potencial agrícola se reducen a la mitad, es decir a 4,5 millones. Ormachea resalta que en la medida en que la política gubernamental acordada con los agroindustriales está destinada a la producción de biocombustibles, es decir a potenciar los cultivos de caña de azúcar y soya, las tierras con potencial agrícola en Santa Cruz, Beni y Pando alcanzan a sólo 2 millones de hectáreas.
 
 “Como se puede inferir, una ampliación de la frontera agrícola a 13 millones de hectáreas supone sobrepasar ampliamente estos límites, por lo que el incremento de la frontera agrícola se expandirá a áreas de clara vocación forestal del uso del suelo, que incluyen los territorios indígenas, seguramente con resultados productivos de muy corto plazo, pero no sustentables a futuro; lo que ocurre hoy en la Chiquitanía expresa esta obsesión gubernamental”.
 
Ormachea señala que Bolivia se sitúa entre los países con menores rendimientos agrícolas de la región y con distancias abismales con relación a la productividad alcanzada por los países desarrollados. En el período comprendido entre 2005/2006 y 2016/2017, es decir durante el “proceso de cambio”, los rendimientos promedio anuales apenas sufrieron un muy ligero incremento de 4,76 toneladas métricas por hectárea a 4,96. Se requieren, por tanto, políticas públicas orientadas a mejorar sustancialmente la productividad”. El investigador plantea que, considerando la propuesta gubernamental de lograr 13 millones de hectáreas para producir 45 millones de toneladas métricas hacia 2025, en realidad se retrocede en productividad, pues se alcanzaría un rendimiento de sólo 3,46 toneladas métricas por hectárea. “Gran regalo del MAS para celebrar el bicentenario de Bolivia, a costa, obviamente, de sus bosques y su biodiversidad”.
 
El estudio cuantifica 90 mil kilómetros cuadrados como la totalidad de superficie agrícola disponible. Unos 27.500 kilómetros cuadrados corresponden a la superficie cultivada. Hay otros 45 mil kilómetros cuadrados con potencialidad agrícola. La mayoría está en Santa Cruz, con 15 mil kilómetros cuadrados. Pando tiene 6 mil. Algo más de 9.500 kilómetros están reservados como zonas de descanso[2].
Otra descripción empírica también ayuda ilustrativamente a comprender los alcances de la fenomenología apocalíptica de la destrucción capitalista, sobre todo, en una de las periferias de la geopolítica del sistema-mundo moderno. Se enfoca la trágica situación en el Chaco húmedo boliviano, sobre todo en la geografía administrativa denominada Chiquitana.
 
El incendio de magnitudes en la Chiquitanía ha destapado el tema de la distribución de tierras en el oriente boliviano. El Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) ha negado que se haya dado permisos de asentamientos en las zonas del siniestro, pero las resoluciones emitidas desde marzo contradicen a esa repartición del Gobierno central. Entre el 11 y el 17 de marzo, el INRA entregó resoluciones de aprobación de asentamientos a las llamadas “comunidades interculturales”, sectores sociales de colonizadores, movimientos sin tierra y gremios sindicalizados aliados al régimen de Evo Morales, que desde 2006 se vienen organizando para lograr tierras en los valles, oriente y Amazonía del país.
 
Las resoluciones beneficiaron a grupos como la Comunidad Intercultural agroecológica Marcelo Quiroga Santa Cruz adjudicada con 650 hectáreas de tierra y la Comunidad Agropecuaria Intercultural El Quebracho con 1.350 ha, ambas en San Miguel de Velasco; la Comunidad Intercultural Alborada logró 1.551 ha en San Ignacio; los interculturales Pampa Grande con 1.350 ha en San Rafael. Posteriormente, en marzo, el INRA volvió a dotar de tierras fiscales a estas comunidades colonizadoras, aprobando la entrega de 26.157 ha para la Federación de Interculturales de Santa Cruz, a fin de consolidar los asentamientos en las provincias Chiquitos, Cordillera, Ñuflo de Chávez y Velasco de Santa Cruz. Otro documento muestra la lista de 26 comunidades afiliadas a la Central Única de Campesinos de Santa Cruz, que se beneficiaron con resoluciones de asentamientos por más de 60 mil hectáreas a un promedio de 1.500 ha por comunidad, en un proceso que abarcó desde febrero a abril de este año.
 
El director nacional del INRA, Roberto Polo, había negado que esa entidad hubiera aprobado los asentamientos en las zonas en las que se produjo el incendio que hasta la fecha no ha podido ser sofocado, aunque la magnitud y cantidad de focos de calor redujeron 80 por ciento, quedando 142 puntos reportados. “Nosotros desmentimos categóricamente a la población en general que los focos de calor hubieron sido a raíz de los asentamientos. Reitero, no tenemos asentamientos desde el 2018 y en la actualidad no se están haciendo asentamientos”. Sin embargo, el documento de aprobación de asentamientos para la Central Única de Campesinos de Santa Cruz incluye al municipio de Roboré, donde se presume comenzó el siniestro que hasta hoy ha provocado la pérdida de 1,1 millón de hectáreas y mantiene 30 incendios activos en la zona de la Chiquitanía. Entre Pailón, Roboré y San José de Chiquitos figuran nueve comunidades beneficiadas con terrenos para la expansión de la frontera agrícola. En Roboré, específicamente, se encuentran la Comunidad Campesina Agroforestal Aguas Claras y la Comunidad Tupac Amaru, esta última cercana a Tucavaca, donde a fines de 2018 hubo resistencia para el ingreso de colonizadores a la zona por existir ahí una reserva natural. Mientras desde el régimen de Evo Morales se rechaza el tema de asentamientos, los activistas y cívicos cruceños desplazados en la Chiquitanía han verificado que existe tala de árboles y apertura de caminos. También se muestran en imágenes carteles de las comunidades interculturales con nombres como “San Lorenzo”, “Miraflores”, hasta “Comunidad Evo Morales”. El director del INRA también anunció dar cumplimiento a la “pausa ecológica” que decretó el mandatario del Estado Plurinacional. “Se ha suspendido absolutamente todo, así como se ha instruido a la Unidad de Catastro a nivel nacional que no se va a permitir la mutación y la transferencia de bienes en el lugar en cuanto no se tenga todo este desastre controlado”.
 
Para el director de la Fundación Tierra, Gonzalo Colque, las tierras afectadas por el incendio son precisamente aquellas que el INRA repartió desde 2018, pues el 70 por ciento de las hectáreas quemadas son tierras fiscales y de empresas agropecuarias. Colque, en palabras al matutino Los Tiempos, confirmó que los incendios afectan a los municipios de San José de Chiquitos, San Rafael, San Ignacio de Velasco, San Matías, Roboré y Puerto Suárez. La Fundación Tierra calcula que existen más de mil comunidades asentadas en la Chiquitanía, desde el inicio del “proceso de cambio” en 2006, con políticas gubernamentales que promovieron además los “perdonazos” a las quemas y desmontes ilegales.
 
 El investigador y abogado del Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (CEJIS), Leonardo Tamburini, publicó en su cuenta de Facebook, las diez normativas elaboradas durante la última gestión de Evo Morales, para ampliar la frontera agrícola en deterioro de las tierras, reservas naturales y territorios indígenas. Tamburini llama “paquetazo” a estas leyes y decretos, fruto del consenso entre el MAS y el empresariado de Santa Cruz y Beni, que van desde la Ley 337 de 2013, que estableció el “perdonazo” a los desmontes ilegales desarrollados entre 1996 a 2011, hasta el polémico Decreto Supremo 3973 de julio de 2019, que amplió el desmonte de bosques y la quema controlada en tierras comunitarias en ambos departamentos. “Se debe cambiar el modelo productivo agroextractivista, que supone la liquidación de los bosques nacionales”. La distribución de tierras del régimen de Evo Morales coincide con el informe de la Fundación Tierra de 2011, que identificó zonas de expansión agrícola y ganadera en Santa Cruz, que tenía importante presencia de empresas de Brasil. La Chiquitanía, en un mapa elaborado por esa organización, se encuentra justo en la zona que va desde San Miguel a Puerto Suárez, con esta región amazónica en medio, caracterizada como “área de expansión agrícola”.
En marzo, cuando el entonces director del INRA y actual viceministro de Tierras, Juan Carlos León, entregaba la resolución de asentamientos a la Federación de Interculturales de Santa Cruz, que incluyó parte de la provincia Chiquitos, conminaba a los colonizadores a apresurar la instalación de cultivos. “De estas 26.000 hectáreas, quisiéramos que para el siguiente año estén cultivadas 6.000 hectáreas. Sabemos que se requiere capital para producir, es importante que ustedes produzcan para aportar a la Seguridad Alimentaria del país”. El 9 de julio el consejo de ministros aprobó el Decreto Supremo 3973 dictado por el mandatario Evo Morales, con el que se amplió la acción de desmonte de tierras a las llamadas “tierras comunitarias”, es decir, aquellas que el INRA ya había aprobado para la acción de los interculturales meses antes.
 
El anterior decreto 26075 de 2001, que fue modificado con esta norma presentada en la sede de la Federación de Ganaderos de Beni, solo aprobaba el desmonte en tierras privadas y según reglamentos departamentales. El D.S. 3973 agregó la figura de “tierras comunitarias” y también incluyó a Beni en los permisos de “quemas controladas” o “chaqueos”, que ya se daban en Santa Cruz. Con el siniestro de la Chiquitanía, el Gobierno quedó marcado como “ecocida” y “biocida”. Sin embargo, las posiciones ambientalistas quedan cortas con un tema que hace a la redistribución de las tierras de oriente y amazonía en favor de los sectores corporativos que son la base social del régimen socialista populista de Evo Morales. Datos últimos de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano hablan de 40 millones de árboles con valor comercial perdidos por el siniestro, que tendrían un valor de mercado de 1.140 millones de dólares en este bosque seco, además de alertar sobre 1.200 especies de fauna afectada entre 43 ejemplares de anfibios, 140 reptiles, 788 aves y 242 mamíferos[3].
 
Lo sugerente de estas descripciones empíricas es que nos muestran las correlaciones y vinculaciones entre dispositivos jurídicos y políticos con los desplazamientos de la destrucción ecológica. Por otra parte, es importante anotar, que proporcionalmente, la magnitud de la destrucción de la Amazonia es relativamente mayor en Bolivia que en Brasil. El aditamento, un tanto distinto a lo que ocurre en Brasil, es que el gobierno boliviano se presenta como “defensor de la Madre Tierra”, aunque, ciertamente, desde el conflicto del TIPNIS y la evidencia de la Cumbre de Naciones Unidas de Cancún se ha caído la careta; en cambio, el gobierno fascista criollo brasilero se presenta descarnadamente tal como es, incluso en sus propios discursos desnudos y provocadores. Empero, este contraste complementario nos muestra que es inocuo tratar de diferenciar a los gobiernos por la forma ideológica con la que se presentan, pues, al margen de que esto tenga efectos en la convocatoria discursiva a los pueblos, se trata de dispositivos discursivos diferenciales al servicio de lo mismo, el funcionamiento de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, en su etapa tardía y de dominancia del capitalismo financiero y especulativo.
 
En Bolivia, se ha tratado de presentar los incendios como un accidente, en el mejor de los casos, como un descontrol del chaqueo, que estaba normado como “quema controlada”, en el peor de los casos, en su forma grotescamente manipuladora, como una extensión casual de los incendios dados en el Brasil y en Paraguay. Sin embargo, esta versión oficialista cae por su propio peso, pues no puede ocultar ni las políticas extractivistas del gobierno, tampoco sus dispositivos jurídicos, leyes, normas, reglamentos, que alientan la ampliación de la frontera agrícola, incluso avanzando en áreas de vocación forestal. Por otra parte, no pueden ocultar lo que efectivamente ha ocurrido, la entrega de tierras a “comunidades” de colonizadores, mal llamados “interculturales”, además de las concesiones dadivosas a la burguesía agroindustrial de la soya y también, en su desenvolvimiento, del añorado biocombustible, acompañado por la promoción de los transgénicos.
 
En otras palabras, observando lo que ocurre en Sud América, en la álgida coyuntura de crisis ecológica del presente, lo que acaece en la Amazonia, tanto brasilera como boliviana, así como en la Amazonia peruana, además de lo que acaece en el Chaco paraguayo, corresponde a los costos de muerte ecológica del desarrollo del capitalismo en su etapa tardía, es decir, financiera, especulativa y desbordadamente extractivista. Que se den perfiles de gobierno distintos, en rostros diferentes de presidentes, no sugiere otra cosa que el desenvolvimiento destructivo del capitalismo puede darse en distintas versiones políticas.
 
 
Conclusiones
  • Las máquinas ecocidas, que son las máquinas capitalistas, además, en su contexto mayor, máquinas de poder, despliegan, en plena modernidad tardía, cuando se combinan barrocamente, una vinculación perversa de tecnologías de última generación con la destrucción atroz de las formas de vida en el planeta, son máquinas de guerra sofisticadas de la civilización moderna contra la vida.
  • El funcionamiento de estas máquinas corresponde a la heurística depredadora del sistema-mundo capitalista, sobre todo, en la etapa de la dominancia del capitalismo financiero, especulativo y demoledoramente extractivista.
  • La crisis ecológica es planetaria, no está focalizada en algunas regiones o espacios cardinales del planeta. La diferencia radica en que, desde la perspectiva de la geopolítica sistema-mundo capitalista, las regiones de las periferias tienen que pagar, fuera del desarrollo desigual y combinado y la desigualdad diferencial de los términos de intercambio, además de la proletarización generalizada de sus poblaciones, con la destrucción sistemática e irreparable de sus bosques y de sus suelos.
  • En Brasil, el proceso de la destrucción ecológica, que, obviamente comenzó antes, y comprometió a los “gobiernos progresistas” del PT, ha cobrado una desmesura descomunal en el gobierno de Jair Bolsonaro. En Bolivia, en la tercera gestión de los gobiernos de Evo Morales Ayma, también denominado “progresista”, la desmesura descomunal de la destrucción ecológica cobra apocalípticamente magnitudes escalofriantes.
  • La alianza de los gobiernos del PT fue desplazándose, paulatinamente, con los distintos estratos de la burguesía, primero con la burguesía industrial, lo que es comprensible, después, con los estratos burgueses mas bien especulativos. El gobierno de Jair Bordonero, a pesar del perfil desnudamente fascista criollo, puede leerse como continuidad de lo que se venía proyectando, a pesar de la diferencia en las políticas sociales, de salud y del trabajo. En otras palabras, las gestiones corrosivas de los últimos gobiernos del PT cavaron la sepultura del proyecto “progresista”. En circunstancias catastróficas de crisis múltiple del Estado, en el contexto coyuntural del derrumbe ético y moral del proyecto progresista, emerge, casualmente, un personaje altamente anacrónico, de los estratos de la lumpen-burguesía, aliada, por cierto, a los estratos recalcitrantemente conservadores de la oligarquía “café con leche”.
  • La alianza del gobierno de Evo Morales con los estratos más conservadores de la burguesía boliviana, sobre todo con los estratos más depredadores, patentiza no solamente el decurso de la genealogía del poder del “gobierno progresista”, sino la fatalidad ineludible del circulo vicioso del poder y del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.
NOTAS
[2] Leer Cedla: Gobierno pasa por alto sus cifras para la frontera agrícola.https://www.lostiempos.com/actualidad/economia/20190903/cedla-gobierno-pasa-alto-sus-cifras-frontera-agricola.
[3] Leer Siniestro de la Chiquitanía destapa masiva distribución de tierras del oriente para interculturales.http://www.visorbolivia.com/noticia/5656.
 
 
Comprobamos que el gobierno de los Fernández continúa la gestión de Macri así como éste profundizó la de Cristina Fernández.  Es que hay una política de Estado a favor de los extractivismos hoy exceptuados de la cuarentena pese a ser causa fundamental de la enfermedad de la Madre Tierra que es la nuestra. Tengamos en cuenta porqué es falsa la preferencia de Alberto Fernández por la salud pública en desmedro de los súper negocios del Capital Estado:
 
 
1) La destrucción de selvas y bosques rompe los equilibrios ecológicos con origen en que son biomas de máxima biodiversidad. Tal deforestación altera de modo grave la circulación y disponibilidad de agua dulce, escasa en el planeta y esencial a la vida terrestre.

Argentina

Desmonte sin cuarentena,

se perdieron 6.500 hectáreas de bosques

28 de abril de 2020

Por Gastón Rodríguez
Tiempo argentino

Un relevamiento satelital hecho por Greenpeace reveló la extensión deforestada en cuatro provincias del norte entre el 15 de marzo y el 15 de abril.
 
La emergencia sanitaria provocada por la pandemia mundial de Covid-19 no detuvo el daño ambiental: sólo en el último mes se desmontaron en el norte del país más de 6500 hectáreas. El dato se traduce en que la Argentina perdió 211 hectáreas de bosque por día aun en un contexto de aislamiento obligatorio. “Si la deforestación en cuarentena es un delito penal por no estar considerada como una actividad esencial, ¿qué podemos esperar después, cuando los responsables sólo tengan que pagar una multa?”, advierten los ambientalistas.
Según el monitoreo que realizó la organización Greenpeace mediante la comparación de imágenes satelitales, entre el 15 de marzo y el 15 de abril se desmontaron 3222 hectáreas en Santiago del Estero, 1194 en Salta, 1132 en Formosa y 1017 en Chaco. Sólo estas cuatro provincias concentran el 80% de la deforestación del país.
“En los últimos 30 años perdimos cerca de 8 millones de hectáreas y somos uno de los diez países que más destruyen sus bosques. Es irresponsable y hasta suicida que, frente a la crisis sanitaria, climática y de biodiversidad que estamos sufriendo, se siga deforestando”, se queja Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace.
Al igual que ocurre con las fumigaciones con agrotóxicos, con muchos productores aprovechándose de los recursos ocupados en contener la propagación del Covid-19 para aplicar sin ningún tipo de control, los dueños de las topadoras arrasan miles de hectáreas de bosque nativo, con un agravante: están cometiendo un delito.
“Las actividades agropecuarias estaban exceptuadas de cumplir la cuarentena desde el principio –explica Giardini–, y desde hace una semana están permitidas las actividades forestales, como pueden ser los madereros, el carbón, una tala controlada. Lo que hacen las topadoras es otra cosa: convertir un bosque en un cuadrado pelado para pastura de vacas o cosecha de soja. El desmonte no es una actividad esencial y realizarlo en este contexto es un delito penal”.
La publicación del informe de Greenpeace provocó reacciones dispares de los gobiernos provinciales. Santiago del Estero y Formosa aún no se expresaron públicamente. Chaco, en cambio, reconoció a través del subsecretario de Desarrollo Forestal, Luciano Olivares, áreas desmontadas durante la vigencia del aislamiento obligatorio, por lo que aplicó sanciones y prometió más inspecciones.
El caso más polémico, sin dudas, es el de Salta. Su ministro de Producción y Desarrollo Sustentable, Martín de los Ríos, se desentendió del tema al considerar que el Ejecutivo provincial no tiene el “poder de policía” necesario para evitar los desmontes en cuarentena. El funcionario, que todavía se ufana de haber sido el primer presidente de la Federación de Entidades Rurales de Salta, está acostumbrado a defender los intereses de los grandes terratenientes porque también son los suyos. No sorprende que uno de los que usufructuaron esa carta blanca haya sido el presidente de la Sociedad Rural salteña, Ignacio García del Río, dueño de una finca ubicada en el departamento San Martín, donde más de cien hectáreas fueron deforestadas después del 20 de marzo.
Para Giardini, “si el Estado no manda a la policía a controlar los campos, no lo va a hacer nadie. Un juez no se va a levantar para ir a ver si en una finca están desmontando. Encima, los grupos indígenas y los activistas no podemos salir para frenar las topadoras. La deforestación en cuarentena es responsabilidad de los empresarios y también de los gobiernos”.
Perderlo todo
La brutal deforestación del norte del país se explica por el avance de la frontera agropecuaria. Gran parte de esa producción (soja transgénica y ganadería intensiva) es exportada hacia Europa y China, con una rentabilidad que vuelve a los dueños de los campos indiferentes al daño ecológico.
“Estamos reemplazando un bosque por hectáreas de pastura de ganado y soja que terminan siendo forraje para chanchos. Lo plantean como un modelo de progreso, pero las provincias que más desforestan son también las más pobres”, insiste Giardini y recuerda un estudio del INTA que había probado que una hectárea de bosque chaqueño puede absorber hasta 300 milímetros de lluvia, mientras que una de pastura sólo cien, y una de soja, apenas 30 milímetros.
“Más desmonte –concluye– significa más inundaciones, más cambio climático, más desaparición de especies en peligro de extinción, más enfermedades y más desalojos para las comunidades indígenas, que son las que más lo sufren. Para ellas, perder el bosque es perder su casa, su almacén y su farmacia”.
La bajante histórica del río Paraná trae consecuencias económicas y sanitarias en el Litoral
La imagen causó estupor: las Cataratas del Iguazú sin turistas por la pandemia y sin el gigantesco caudal de agua que las ha convertido en una de las nuevas Siete Maravillas del Mundo. Pero la bajante histórica del río Paraná, provocada por las sequías cuenca arriba, también trajo consecuencias más graves en términos económicos, complicando la operatoria de los puertos, y sanitarias, con el riesgo de interrumpir la provisión de agua potable en varias ciudades del país, en el contexto de aislamiento obligatorio por el coronavirus y de recomendaciones higiénicas por el dengue.
La empresa estatal del servicio de agua que abastece a Chaco, por ejemplo, reconoció que se redujo en un 25% por la pérdida de los rendimientos de las bombas de las tomas y adelantó que varias regiones se verán perjudicadas.
En Santa Fe la situación no es mejor. El descenso del nivel del Paraná se viene produciendo sin descanso desde fines de febrero, cuando el río apenas alcanzó los tres metros en el puerto local. Desde entonces bajó más de dos metros, provocando que las embarcaciones quedaran apoyadas sobre la arena y dejando al descubierto la manta protectora del túnel subfluvial que une las ciudades de Santa Fe y Paraná, lo que complicó el funcionamiento de la planta potabilizadora.
@Soyelpapadeleon
 
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2) La continuidad en la impunidad de Felipe Solá y el Partido Justicialista por la legalización-legitimación de la criminalidad de lesa humanidad y naturaleza que reside en desertificar y envenenar con el binomio indisoluble de los monocultivos transgénicos-agrotóxicos.
 

El Gobierno incentiva el uso de agrotóxicos

con una baja de aranceles

Publicado por Porelpaisadmin / 27 abril, 2020

El Ministerio de Relaciones Exteriores argentino redujo aranceles para potenciar la importación de insumos para la fabricación de agrotóxicos en el país, en una maniobra que implica un beneficio para las multinacionales productoras de herbicidas, diseñados para controlar las malezas de cultivos como maíz, soja, caña de azúcar, algodón, yerba mate y tabaco, entre tantos otros. 

La resolución la impulsó el Ministerio a cargo del mismo ministro que hace 25 años le abrió la puerta a la siembra directa y los paquetes tecnológicos cancerígenos en nuestro país: Felipe Solá, por aquellos años secretario de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación del gobierno de Carlos Saúl Menem y hoy ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.

El acuerdo lo impulsó Argentina pero rige para los países del Mercosur e implica una reducción del arancel para la importación de esas sustancias dentro del bloque regional. Argentina hizo punta en el pedido a pesar del reclamo constante de gran parte de la población para reducir o eliminar el uso de agrotóxicos en los cultivos por el comprobado daño causado en la salud de los habitantes y del medio ambiente.
El acuerdo de rebajas arancelarias fue solicitado por la Argentina y se concretó en una reunión en la capital uruguaya de Montevideo.
Sugestivamente, el ministerio a cargo de Solá no informó oficialmente acerca de este acuerdo ni a través de sus voceros ni en su página donde cuenta las novedades casi a diario. La noticia trascendió por haber sido publicado en el Boletín Oficial. Ni en las cuentas oficiales de las redes sociales ni en otro sitio se informó del tema.
Por el País se comunicó con el teléfono personal del vocero del funcionario, que nunca respondió a la requisitoria a pesar de los insistentes mensajes. 
En todos los casos, los aranceles a aplicar son del 2 por ciento sobre el valor FOB de la mercadería ingresada extra zona. El valor FOB es el valor de la mercancía puesta a bordo de un transporte marítimo, el cual abarca tres conceptos: costo de la mercancía en el país de origen, transporte de los bienes y derechos de exportación.

Qué es cada compuesto
Los afectados por la «rebaja» del gobierno son los compuestos químicos empleados para lafabricación de agrotóxicos: monoisopropilamina y sus sales, con un cupo de 26.282 toneladas; y dimetilamina, con un límite de 6000 toneladas.
La monoisopropilamina es uno de los componentes clave de la atrazina, un herbicida selectivo que controla malezas de hoja ancha y gramíneas en los cultivos de maíz, sorgo granífero, lino, caña de azúcar y té. También se utiliza para fabricar otros herbicidas basados en glifosato, el ingrediente activo de una de los herbicidas más usados en la agricultura actual, Round Up
La atrazina fue prohibida en la Unión Europea en 2004 por su persistente contaminación de las aguas subterráneas. En cambio los Estados Unidos se utiliza ampliamente. Algunos de sus efectos en la salud: desequilibra el sistema endocrino, es cancerígeno, provoca bajos niveles de esperma en hombres, causa daños al feto en desarrollo, alergias, alteraciones del sistema nervioso, altera el sistema inmunológico, entre otras. 
La dimetilamina se utiliza, entre otras cosas, como fungicida agrícola. La exposición a atmósferas contaminadas con dimetilamina son extremadamente irritantes: afecta los tejidos de las vías respiratorias, ojos y piel. Su inhalación puede tener consecuencias fatales como resultado de espasmo, inflamación y edema de laringe y bronquios, neumonitis química y edema pulmonar. La exposición de los ojos a altas concentraciones puede provocar ulceración de la córnea, conjuntiva y la destrucción de todos los tejidos oculares.

Un pedido urgente que ya lleva años
En decenas de puntos del país, en especial Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba, la lucha contra los agrotóxicos tiene una explicación: cáncer, abortos, malformaciones, alergias, dermatitis, enfermedades respiratorias y digestivas, entre otras patologías, son denunciadas día a día ante los funcionarios, que lejos de entregar una solución a la población financian con dinero del estado una reducción impositiva para seguir envenenando. 
El argumento de Argentina. «La existencia de producción regional de un bien similar, pero el mismo no posee las características exigidas por el proceso productivo de la industria del país solicitante.
La Red de Médicos de Pueblos Fumigados precisó que el uso de agrotóxicos pasó de 30 millones de litros (en 1990) a 300 millones anuales en 2011 (200 millones son glifosato). De dos litros del herbicida glifosato por hectárea se incrementó a entre ocho y doce litros.
En 17 países está prohibido el uso del glifosato y en Alemania -país al que pertenece la empresa Bayer-Monsanto- se dejará de usar el 31 de diciembre de 2023. Mientras tanto, Argentina potencia su uso desde el Estado.
«¿De la pandemia del agronegocio quién nos cuida?«, es la pregunta que se hacen más de 100 organizaciones campesinas y socioambientales luego de denunciar fumigaciones con agrotóxicos durante la cuarentena. Santiago del Estero, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, son algunas de las provincias donde el agronegocio arrojó venenos sobre la población en días de cuarentena, donde aparentemente se cuidaba la salud.
 
Monsanto y su desembarco en Argentina
El 25 de marzo de 1996 el gobierno de Carlos Menem autorizó la primera soja transgénica con un trámite veloz de sólo 81 días y en base a estudios de la propia empresa Monsanto, según denunció el periodista especializado Darío Aranda. Para aprobarlo, Felipe Solá invocó un dictamen jurídico que aún no se había firmado. 
Dos décadas después, el 60 por ciento de la tierra cultivada tiene un sólo cultivo y se utilizan, cada año, 200 millones de litros de glifosato. Sus consecuencias: récord de desmontes, uso masivo de agrotóxicos y sus consecuencias sobre la salud y el medio ambiente, inundaciones, desalojos a campesinos y pueblos indígenas, concentración de tierras en pocas manos y más pobreza.

 
"Estamos, hoy, ante una industria moribunda, desesperada por extraer de nuestros suelos y fondos oceánicos hasta la última gota de combustible para prolongar su vida mucho más allá de su apogeo. Una industria que no solo ha causado estragos a nuestro clima que tardarán mucho tiempo en superarse, sino también un daño profundo e inmediato al contaminar el aire y el agua".El petróleo es pilar de expansión capitalista.
 
 
 
Con el sector petrolero en la UCI

Ahora es el momento perfecto para

combatir el cambio climático

25 de abril de 2020
Por Sonali Kolhatkar
Economy for All / Counterpunch
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
Mientras el mundo entero se consume con la desastrosa pandemia del coronavirus, poca atención se presta a ese sector de la economía cuya existencia ha representado hasta ahora la mayor amenaza para la humanidad: la industria de los combustibles fósiles. Pero tal vez sea ahora el mejor momento para dedicarle atención. Los precios del petróleo y del gas se han derrumbado hasta alcanzar valores negativos. Se trata de un sector claramente en crisis, por lo que ahora es el momento perfecto  para que el movimiento por la justicia climática se haga fuerte.
Incluso antes de la aparición de la pandemia, ya existía un enorme excedente de petróleo y gas. La oferta era enorme y no había suficiente demanda, lo que provocó una caída nunca vista de los precios. Luego el coronavirus empezó a extenderse y la declaración de pandemia global provocó una interrupción espectacular de la industria. En una ciudad tras otra, el número de personas que se desplazaban al trabajo se redujo espectacularmente, a medida que se iban anunciando decretos obligando al confinamiento de la población en sus casas para contener la expansión del virus.  Una aguda caída en la ya de por sí baja demanda situó los precios del petróleo y del gas tan bajos que el presidente Trump prometió intervenir al respecto: era demasiado para el capitalismo de libre mercado. Montó un gran espectáculo recibiendo en la Casa Blanca a los directivos de estas industrias y ha continuado prometiendo su apoyo a un sector que proporciona espectaculares beneficios económicos y una enorme destrucción medioambiental.
Antonia Juhasz, destacada experta del sector del petróleo y el gas y autora del libro “La tiranía del petróleo”, me explicó en una entrevista que la reciente caída de precios hasta cifras negativas suponía “una completa quiebra petrolera”. Eso significa que “los productores están pagando a los compradores para que se lleven el petróleo. Y eso ocurre porque hay tantísimo producto que están intentando por todos los medios quitárselo de las manos”.
Desde el inicio de su presidencia, Trump se preocupó personalmente del bienestar de las compañías de combustibles fósiles. Dio su apoyo incondicional a la moribunda industria del carbón, y en sus mítines podían leerse pancartas con el texto: “Trump Digs Coal”*. Afirmaba que había salvado a los mineros de los, según él, ataques injustificados de su predecesor Barack Obama. Al ser elegido llenó su gabinete de directivos del petróleo y el gas, desreguló espectacularmente el sector y promovió una expansión masiva de las prospecciones marinas (offshore).
Pero Trump no es el único presidente que ha contribuido al frenesí de producir un producto cuya demanda está en declive. El presidente Obama defendió el gas natural obtenido mediante fracturación hidráulica (fracking) como “combustible de transición”, promoviendo así un sector que acentuaba la crisis climática. Gracias a Obama (y a líderes de algunos estados, como el antiguo gobernador de California, Jerry Brown), el auge del fracking en Estados Unidos dio lugar a una sobreproducción. Juhasz explicaba que, de hecho, el sector del fracking en Estados Unidos ya estaba endeudado en torno a los 200.000 millones de dólares antes de la crisis del Covid-19, y que sin embargo no ha detenido la producción aunque la demanda siga cayendo.
Se trata claramente de un sector incapaz de ver lo que se le viene encima y que disfruta de un respaldo político que le permite prolongar su vida útil. Al igual que el Dr. Frankenstein resucitó a un hombre muerto y creó un monstruo, el presidente Trump ha intentado por todos los medios revivir los combustibles fósiles. Ha tuiteado abiertamente que “jamás dejará que se hunda la gran industria del petróleo y del gas norteamericana”.
Está tan desesperado por salvarla que ha dado instrucciones al gobierno federal para comprar hasta 92 millones de barriles de crudo para llenar la Reserva Estratégica de Petróleo. En realidad, la función de esta reserva es contribuir a mantener los precios bajos para el consumidor estadounidense cuando aquellos suben, no actuar como un mecanismo de rescate de una industria moribunda. Juhasz también señaló otra manera en la que el gobierno federal parece estar apoyándola, cuando afirmó que “estamos obligando a las aerolíneas a mantener los vuelos que tenían antes del Covid-19 aunque el número de pasajeros se haya reducido un 90 por ciento”. El sector de las aerolíneas es un voraz consumidor de combustibles fósiles, “porque, según Jushaz, una de las razones por las que se les ha pedido que mantengan sus vuelos es que “son los únicos consumidores de combustible para aviones”.
Los sectores petrolero y gasístico han intentado los últimos años colocar sus productos en la industria del plástico, pero se han encontrado con un movimiento cada vez mayor para reducir su consumo y prohibir las bolsas y los productos de un solo uso. Ahora el sector aprovecha la pandemia para pedir agresivamente un rescate con el dinero de los contribuyentes y que se levante esa prohibición en localidades de todo el país, aprovechando el miedo del público de la contaminación potencial de las bolsas reutilizables.
En cualquier caso, estamos ante una industria moribunda, desesperada por extraer de nuestros suelos y fondos oceánicos hasta la última gota de combustible para prolongar su vida mucho más allá de su apogeo. Una industria que no solo ha causado estragos a nuestro clima que tardarán mucho tiempo en superarse, sino también un daño profundo e inmediato al contaminar el aire y el agua. Hace diez años, el peor desastre medioambiental de la historia de EE.UU., el derrame de petróleo del Deepwater Horizon, causó unos daños inimaginables al Golfo de México que a día de hoy siguen siendo perceptibles.
La pandemia de coronavirus nos ha demostrado que resulta factible reducir de forma espectacular el uso de combustibles fósiles y escapar del abismo de las emisiones de carbono cada vez mayores. Esta pandemia terminará de una de dos maneras: o bien las economías se reconfiguran para evitar la necesidad de petróleo y gas, o bien el sector resurgirá sacando partido a la inmensa reserva acumulada.
Ya hay muchos que están advirtiendo de que nuestra falta de preparación para la pandemia demuestra lo poco preparados que estamos para el catastrófico cambio climático. Incluso el antiguo Secretario de Estado John Kerry ha declarado que “el paralelismo [entre ambos desastres] está clamando a voces”. Si queremos resurgir de las cenizas de la crisis del Covid-19 con más fuerza y más resiliencia ante futuros desastres, ahora es el momento de desactivar de una vez por todas una industria que lleva demasiado tiempo en cuidados intensivos.
N. del T.: * Es un juego de palabras. Dig equivale a cavar o excavar, pero también se usa informalmente cuando algo te gusta mucho. Por tanto, “Trump Digs Coal” puede leerse como “Trump extrae carbón” y como “A Trump le encanta el carbón”.
El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se mencione a su autora, a su traductor y a Rebelión como fuente del mismo.

 
Generalicemos la conciencia, abajo, sobre que: "Es indispensable no sólo pensar y describir las causas de estos «emergentes globales» sino también dar las propuestas para modificarlos y prevenirlos. Entre estas causas ya por todos conocidas, sin dudas la mayoría entran en disputa con los modelos capitalistas globales, pero seguramente, un cambio en la forma de producción de alimentos hacia la agroecología podría ser un buen comienzo, al igual que intentar dejar de estar «en guerra» con la naturaleza y dejar de seguir alentando el «extractivismo salvaje»".
 

Destrucción ambiental, crisis climática y

agricultura industrial: la pandemia perfecta

26 de abril de 2020
Por Rafael C. Lajmanovich
Cuando se combinan el extractivismo con la crisis climática parecen “abrir la caja de Pandora” a la emergencia de viejas y nuevas enfermedades globales. Como el ya muy conocido dengue que llegó para quedarse, de la mano del calentamiento global. Por otra parte, no tenemos que olvidar la capacidad bélica de destruirse a si misma y de aniquilar o extinguir animales de vida silvestre de la especie humana. Esta belicosidad, agresividad innata o como queramos llamarle, es una condición ancestral de nuestra alienada sociedad. Seguramente por esto usemos términos militares para casi cualquier cosa, por ejemplo “la guerra contra los virus”, “el enemigo invisible”, “combatir una enfermedad” y así muchos más.
En este paradigma “amigo-enemigo”, “bueno-malo” se emplean términos como “remedios” para denominar a potentes y peligrosos agrotóxicos, que “combaten” “malezas”. Esta concepción reduccionista del organismo humano, la naturaleza y de la salud a un campo de batalla está directamente vinculada a las estrategias de “mercado” de la industria global farmacéutica, las industrias química, biotecnológica o agroquímica, que simplemente los ven a todos como “objetos de negocios”.
Extractivismos y academia
Lamentablemente, en muchos casos desde los claustros académicos (y lo que es peor, hasta desde la misma Universidad Pública) este discurso también es apoyado por las mismas autoridades universitarias es pos de obtener algún mísero subsidio, o por temor a cuestionar un statu quo ya establecido a favor de las grandes corporaciones con las que están en connivencia. Lo mismo ocurre con la aparente “negación” a reconocer que alentando y promoviendo modelos extractivistas vinculados a los agronegocios biotecnológicos, la megaminería y el fracking también se está colaborando a la destrucción ambiental, la crisis climática y el aumento de la desigualdad social.
Haciendo foco en el “extractivismo” como un proceso de explotación indiscriminada de los bienes comunes, “recursos naturales” para los economicistas o “expertos” en ciencias ambientales, se lo puede relacionar muy fácilmente con las “pandemias” o enfermedades que se extienden a distintos países y continentes. Por ejemplo, revisando las estadísticas de los últimos años probablemente encontremos que las ultimas “revoluciones”  agrícolas (“verde” en los 60` y de los “organismos modificados genéticamente” en los 90´) han tenido un enorme impacto sobre la tasa de desmontes de todo el planeta,  provocando pérdidas de diversidad biológica, simplificación paisajística, cambio climático, contaminación y según los expertos, todos estos factores colaboran en gran medida con el surgimiento de nuevas epidemias.
Resistencia bacteriana 
Otra consecuencia directa de la agricultura industrializada es que al ocupar grandes territorios, tiende a confinar a los animales de granja en los famosos “feedlot”. Justamente estas formas de hacinamiento animal, principalmente pollos, cerdos y vacunos, recargados de hormonas, antibióticos y antiinflamatorios para que puedan soportar condiciones de vida infrahumanas y fuera de cualquier regulación ética animal. Poco se sabe en nuestro país sobre los impactos ambientales, o de salud humana, de esta agroindustria. No obstante, podríamos recordar que en 2017 la Dra. Paola Peltzer y un equipo de investigadores de la Universidad Nacional del Litoral estudiaron por primera vez para Sudamérica los efectos ambientales de las conocidas “camas de pollo” en criaderos de pollos de Crespo (Entre Ríos).
Cabe destacar que en esa región se encuentran concentradas entre  el 65 y 70% de las granjas avícolas del país. Estas “camas de pollo” o “poultry litter” son una mezcla de aserrín, cáscara de arroz y viruta. Y hasta los mismos cadáveres de los pollos muertos forman parte de este compost donde los animales deyectan permanentemente excretando numerosos fármacos como analgésicos, antibióticos y hormonas que se convertirán, una vez liberados indiscriminadamente al ambiente como fertilizantes, en peligros disruptores endocrinos ambiéntales.
En el caso de los antibióticos están fuertemente vinculados a una nueva  “gran amenaza global” pandémica del futuro, “la resistencia bacteriana”. La FAO anticipa que “10 millones de personas podrían morir antes de 2050 por el aumento de la resistencia de los antibióticos”. Tampoco hay que dejar de recordar que estas “granjas de carne industrializadas” son el caldo de cultivo para el surgimiento de ya conocidas enfermedades, algunas pandémicas,  como la gripe aviar de Asia, y de la gripe porcina (o H1N1), también del SARS (síndrome respiratorio agudo severo).
Salud natural, salud humana
Es indiscutible la conexión entre la salud humana, la salud animal y el medio ambiente. Por esto mismo, tendríamos que prestar mucha atención a recientes noticias (en medio de la pandemia global COVID19 originada en China) sobre “Agronegocios” propiciados casualmente por la industria farmacéutica veterinaria Biogénesis Bagó, que anuncian un mega proyecto productivo para la cría intensiva en Argentina de 100 millones de cerdos que necesita este país asiático.
Tenemos que recordar que Asia es una de las regiones del mundo con altísimas tasas de deforestación, con una pérdida del 30% de la superficie forestal en los últimos 40 años. Que junto con el aumento de la intrusión de humanos en hábitats de vida silvestre y el hacinamiento de diferentes especies silvestre en mercados y granjas húmedas, facilitan la transmisión interespecies. Por lo tanto, no fue una sorpresa que en 2003 haya habido una epidemia de SARS que causó 774 muertes entre 8098 casos en más de 30 países. Existiendo como reservorio natural ancestrales de coronavirus  grandes poblaciones del murciélago de herradura chino (Rhinolophus sinicus), que puede haber transmitido el virus a otros mamíferos de caza, incluidas las civetas de la palma del Himalaya (Paguma larvata), perros mapache (Nyctereutes procyonoides) y hurón chino tejones (Melogale moschata) en mercados de vida silvestre en el sur de China.
Por esto, desde hace años ecoepidemiólogos de China y de otras partes del mundo, advierten que debido a la deforestación, el aumento de la intrusión humana en hábitats de vida silvestre más el hacinamiento de diferentes especies de vida silvestre en mercados y granjas húmedas facilitarían la transmisión interespecies de coronavirus. De hecho el 2018 científicos polacos y franceses publicaron una estimación de riesgo del 31% de enfermedades emergentes asociadas a la transmisión de coronavirus de los murciélagos a los humanos de Asia.
Los virus del hielo
Con el diario del lunes, sabemos que es la explicación científica mas aceptada sobre la pandemia de la enfermedad por coronavirus iniciada en China en diciembre 2019 o COVID19. Si a todo lo dicho anteriormente le sumamos la emergencia de nuevos virus y bacterias de los derretimientos del “permafrost” (capa de terreno que se encuentra helada durante dos años o más consecutivos) originando por la emisión de grandes cantidades de gases de efecto invernadero, tenemos un escenario ambiental global preparando la “tormenta perfecta” para la propagación de patógenos.
Ya lo advierte el biólogo Jean-Michel Claverie de la Universidad Aix-Marseille en Francia. La próxima pandemia podría estar escondiéndose en el permafrost: “Los virus patógenos que pueden infectar a humanos o animales podrían conservarse en viejas capas de permafrost, incluidos algunos que han causado epidemias mundiales en el pasado”.
Es indispensable no sólo pensar y describir las causas de estos “emergentes globales” sino también dar las propuestas para modificarlos y prevenirlo. Entre estas causas ya por todos conocidas, sin dudas la mayoría entran en disputa con los modelos capitalistas globales, pero seguramente, un cambio en la forma de producción de alimentos hacia la agroecología podría ser un buen comienzo, al igual que intentar dejar de estar “en guerra” con la naturaleza y dejar de seguir alentando el “extractivismo salvaje”.
 
 
Instalemos en la agenda pública que la proclama «Un Planeta Una Salud» vincula directamente la actual pandemia por coronavirus con la destrucción ambiental.
 
Llama a la acción para volver a hermanarnos y sentirnos parte de la Tierra, hacer la paz y construir un mundo mejor abandonando el modelo de economía mundial basada en el crecimiento permanente y el apetito ilimitado por los bienes de la Tierra, que son la raíz de esta crisis sanitaria y de futuras pandemias.
 

 

La enfermedad de la Tierra

26 de abril de 2020

 

La pandemia demuestra que la salud de la humanidad depende de la salud del planeta

 
 
En el Día Internacional de la Tierra (22 de abril) más de 500 organizaciones de afectados ambientales y ecologistas de todo el mundo emitieron un documento global que manifiesta que esta pandemia demuestra que la salud de la humanidad depende de la salud de la Tierra. Llama a la acción para volver a hermanarnos y sentirnos parte de ella, hacer la paz y construir un mundo mejor abandonando el modelo de economía mundial basada en el crecimiento permanente y el apetito ilimitado por los bienes de la Tierra, que son la raíz de esta crisis sanitaria y de futuras pandemias. La proclama Un Planeta Una Salud vincula directamente la actual pandemia por coronavirus con la destrucción ambiental.
 
El movimiento ambientalista nació con las corrientes conservacionistas de fines del siglo XIX en Estados Unidos, que promovían la construcción de Parques Nacionales como santuarios prístinos de naturaleza; durante el siglo XX creció un ambientalismo verde en Europa que propugnaba soluciones técnicas dentro del capitalismo para preservar un ambiente, que se degradaba aceleradamente.
En este siglo se consolida un ecologismo que crece desde los afectados ambientales, un ecologismo del Sur del mundo que cuestiona sistémicamente el modelo de desarrollo. En nuestro país ese ecologismo popular se expresa en las movilizaciones contra la megaminería en Esquel, Mendoza, Famatina y Andalgalá; en las luchas contra las fumigaciones, Monsanto y el agronegocio y en la resistencia al fracking de Vaca Muerta. Para estas organizaciones y sus hermanas de todo el mundo la pandemia de Covid-19 «es una llamada de atención planetaria de la Tierra a la humanidad. Nos recuerda que somos uno con la Tierra, no estamos separados/as de ella, que no somos sus amos/as, dueños/as y conquistadores/as, ni que somos superiores a otras especies, como el dogma antropocéntrico nos quiere hacer creer».
“La pandemia nos recuerda que violamos los derechos de la Tierra y de todas sus especies por nuestra cuenta y riesgo, y que sería prudente que consideráramos los conocimientos y la sabiduría ancestrales de los pueblos originarios, guardianes de la Tierra a lo largo de los tiempos, cuyo profundo respeto por la Tierra se basa en la conciencia de la interconexión de toda la vida. Dañar una parte significa dañar el todo”.
“Esta pandemia no es un «desastre natural», al igual que la crisis de la extinción de especies y los extremos climáticos no son desastres naturales». Las epidemias de enfermedades emergentes son antropogénicas – causadas por actividades humanas”.
 Una red de vida interconectada
“La emergencia sanitaria a la que nos enfrentamos como comunidad mundial está relacionada con la emergencia sanitaria a la que se enfrenta la Tierra: su constante degradación, la extinción y desaparición de especies y la emergencia climática. Cuando utilizamos venenos y agrotóxicos, como insecticidas y herbicidas para matar insectos y plantas en el modelo industrial de agricultura, producimos desertificación, contaminamos el agua, el suelo, el aire y destruimos la biodiversidad. Los agrotóxicos están llevando a la extinción a las especies, incluyendo a los agentes polinizadores, como hemos visto en la drástica disminución de las abejas. Cuando hacemos minería metalífera a cielo abierto utilizamos millones de litros de agua que es esencial para la vida humana y la naturaleza. Cuando practicamos la fractura hidráulica alteramos la conformación geológica y aumentamos el riesgo sísmico. Cuando quemamos el carbono que la tierra ha fosilizado durante 600 millones de años, violamos las fronteras planetarias. Al industrializar y globalizar nuestros sistemas alimentarios contribuimos hasta un 50% de los gases de efecto invernadero y el cambio climático es la consecuencia”.
“La ciencia nos informa de que a medida que invadimos los ecosistemas forestales, destruimos los hogares de las especies y manipulamos las plantas y los animales para obtener beneficios, creamos las condiciones para nuevas epidemias. En los últimos 50 años, han surgido hasta 300 nuevos patógenos. Está bien documentado que alrededor del 70 por ciento de los patógenos humanos, incluyendo el VIH, el Ébola, la Gripe, el MERS y el SRAS surgieron cuando los ecosistemas forestales fueron invadidos y los virus pasaron de los animales a los humanos”.
“Cuando los animales están hacinados en granjas industriales para maximizar las ganancias, nuevas enfermedades como la gripe porcina y la gripe aviar surgen y se propagan. La agricultura industrial intensiva con el uso de agrotóxicos y los sistemas alimentarios industriales dan lugar a enfermedades crónicas no transmisibles como malformaciones, cáncer, alteraciones endocrinas, diabetes, problemas neurológicos e infertilidad. Con las infecciones de Covid-19, la morbilidad aumenta dramáticamente con estas condiciones preexistentes”.
“Mientras afirma alimentar al mundo, la agricultura industrial ha empujado a miles de millones de seres humanos al hambre y este número está creciendo con el bloqueo mundial y la destrucción de los medios de vida”.
 
Nuestra salud y la del planeta es una sola
“Respetar los límites de los ecosistemas y la integridad de las especies es vital para proteger el planeta y nuestra salud. Las soluciones al cambio climático son también soluciones para evitar nuevas epidemias. En el debate sobre la cuestión del cambio climático no se puede evitar considerar cómo el modelo tecnológico y económico dominante, basado en los combustibles fósiles, no tiene en cuenta la finitud de los recursos de la Tierra. Una economía mundial basada en el mito del crecimiento y el apetito ilimitado por los recursos de la Tierra es la raíz de esta crisis sanitaria y de futuras crisis”.
 

Regresar a la Tierra

“Durante la crisis de la Covid-19 y mientras salimos de la cuarentena necesitamos aprender definitivamente a proteger la Tierra, sus sistemas climáticos, los derechos y espacios ecológicos de diversas especies, y de diversas personas – indígenas, niños, niñas, jóvenes, mujeres, agricultores/as y trabajadores/as. Para la Tierra no hay especies prescindibles, no hay personas desechables. Todos pertenecemos y somos parte de la Tierra”.
“Para evitar futuras pandemias y hambrunas y un posible escenario de personas prescindibles, debemos ir más allá del sistema económico globalizado, industrializado y competitivo, que está incentivando el cambio climático, empujando a las especies a la extinción y propagando enfermedades que amenazan la vida. La localización deja espacio para que prosperen las diversas especies, las diversas culturas y las diversas economías locales vivas”.
“Debemos pasar de la economía de la codicia y el crecimiento ilimitado, de la competencia y la violencia, que nos han empujado a una crisis existencial, a una Economía del Cuidado para la Tierra, para las personas y para todas las especies vivas”.
“Debemos abandonar la visión utilitaria, colonial, capitalista y antropocéntrica que nos ha enseñado a nombrar los dones de la naturaleza como ‘recursos naturales’. Sólo así podremos reducir conscientemente nuestra huella ecológica: actuando responsablemente como los antepasados del futuro”.
“Como muestra la pandemia, son las comunidades alimentarias locales las que pueden proporcionar y distribuir alimentos con regularidad, mientras que las cadenas alimentarias globalizadas, en algunas partes del mundo, se derrumbaron e incluso especularon con el aumento de los precios de los alimentos”
“Contrariamente a lo que se nos hace creer, no es la globalización la que protege a las personas de las hambrunas, que ella misma produce y agrava, sino la soberanía alimentaria de los pueblos, en la que las personas a nivel comunitario tienen derecho a producir, elegir y consumir alimentos adecuados, sanos y nutritivos, en virtud de acuerdos de precios justos para la producción y el intercambio local. Los futuros sistemas alimentarios tienen que basarse en la soberanía de las semillas y la soberanía alimentaria, en economías locales circulares que devuelvan a la tierra, y con la garantía de precios justos a los productores”

“La mente mecanicista que domina nuestras sociedades, crea beneficios corporativos y personales a través de la extracción y la manipulación. Las corporaciones y los multimillonarios con sus acciones han declarado la guerra a la Tierra y han creado las múltiples crisis del mundo, se preparan ahora para la intensificación de la agricultura industrializada a través de la digitalización y la inteligencia artificial. Están imaginando un futuro de agricultura sin agricultores/as, y un futuro de alimentos falsos producidos en laboratorios. Estos acontecimientos profundizarán la crisis ecológica, destruyendo la biodiversidad y aumentando nuestra separación de la Tierra”
“La comida es la red de la vida y hacer la paz con la Tierra comienza con la comida. Volvemos a la Tierra cuando cuidamos el suelo y la biodiversidad. Recordamos que somos humanos porque somos del humus del suelo. Sólo nuestras mentes, corazones y manos trabajando junto con la Tierra, como parte integral de su creatividad, pueden sanar la Tierra, proveyéndonos a nosotros/as y a todas las demás especies de alimentos saludables”.
 
“Como nos ha enseñado nuestra experiencia junto con otras organizaciones y redes de concientización sobre la Tierra para la Libertad de Semillas y la Libertad de Alimentos, los sistemas alimentarios orgánicos, agroecológicos locales y biodiversos regeneran el suelo, el agua y la biodiversidad y proporcionan alimentos sanos para todos/as y fortalecen el sistema inmunológico humano. La riqueza de la biodiversidad en nuestros bosques, huertas, alimentos y el propio microbioma intestinal conectan el planeta y sus diversas especies, incluidos los seres humanos. Así, la salud se convierte en el hilo conductor, al igual que la enfermedad del Coronavirus, hoy en día, nos lo muestra tan claramente”.
 
 

Una guerra contra el futuro de la humanidad

“Todas las emergencias que amenazan la vida en nuestros tiempos tienen sus raíces en una visión mecanicista, militarista y patriarcal del mundo, en la que los humanos están separados de la naturaleza, como amos de la Tierra que pueden poseer, manipular y controlar otras especies como objetos para obtener beneficios. También está arraigada en un modelo económico que considera los límites ecológicos y éticos como obstáculos que deben eliminarse en interés del beneficio y el poder corporativo desenfrenado”.
“Las predicciones científicas indican que si no detenemos esta guerra antropogénica contra la Tierra y su especie, pronto destruiremos las mismas condiciones que permitieron a los humanos evolucionar y sobrevivir. La codicia, la arrogancia y la irresponsabilidad humanas nos llevan a la próxima pandemia y finalmente a la extinción”.
“La Tierra refleja lo que somos. Nos muestra su interconexión y nos llama a empezar a reconocer sus diversas inteligencias vivientes: en la red alimentaria del suelo, en las plantas y animales, y en nuestros alimentos”.
“La Tierra ha enviado un diminuto virus invisible para ayudarnos a dar un salto cuántico y crear una nueva civilización planetaria y ecológica basada en la armonía con la naturaleza; que hoy en día es un imperativo de supervivencia”.
 

Nuestra resolución

“Al firmar este manifiesto, nos comprometemos, como coalición planetaria, a instar y exhortar a las autoridades y representantes de los gobiernos de cada uno de nuestros países, ciudades, pueblos y comunidades, a que pasen del paradigma de ecocidio que hoy rige nuestros modelos de productividad, a un paradigma en el que la responsabilidad ecológica y la justicia económica sean fundamentales para crear un futuro saludable y vibrante para la humanidad”.
“La verdadera acción contra el cambio climático significa dejar atrás nuestra civilización basada en la extracción de petróleo y avaricia e iniciar una nueva era de interconexión y cuidado de la Tierra. Pedimos el apoyo concertado de las comunidades, territorios y naciones que ponen la ecología en el centro de un paradigma de una nueva y justa economía del cuidado”.

“La Tierra nos ha dado un claro mensaje a través de la pandemia. Es nuestro imperativo moral, dedicar este momento en el tiempo para hacer una transición a una civilización ecológica para que sembremos las semillas de un futuro común para la humanidad y todos los seres”.

“Es hora de abandonar nuestros sistemas económicos intensivos en recursos y beneficios que han creado estragos en el mundo, alterando los ecosistemas del planeta y socavando los sistemas de salud, justicia y democracia de la sociedad”.
“Preparémonos para una recuperación post Coronavirus en la que la salud y el bienestar de todos los pueblos y del planeta sean el centro de todas las políticas gubernamentales e institucionales, la construcción de comunidades y la acción cívica”… Y en ese camino realizan una serie de propuestas que se pueden consultar en este link donde figuran también todas las asambleas, redes y organizaciones firmantes e incluso se puede sumar adhesiones como organización y personales.
* Red Universitaria de Ambiente y Salud / Médicos de Pueblos Fumigados
 


 
Asumamos, abajo y a la izquierda, la vigencia del llamamiento de Vía Campesina en 2013  al orientarnos en el cómo construir el internacionalismo revolucionario de nuestra época y cómo sustancia a Un Planeta Una Salud con las aspiraciones más sentidas de las grandes mayorías sin fronteras.
 
 

Llamamiento de la VI Conferencia de la Vía Campesina Egidio Brunetto – 9 al 13 de junio

 
(Yakarta, el 12 de Junio de 2013) Nosotros, La Vía Campesina, venimos a extender nuestro llamado urgente a tejer hilo a hilo la unidad a nivel global entre organizaciones del campo y la ciudad para participar activa, propositiva y decididamente en la construcción de una nueva sociedad, basada en la soberanía alimentaria, la justicia y la igualdad. (...)
(...)Justicia social y climática, y solidaridad
A medida que avanzamos y construimos a partir de nuestra diversidad cultural y geográfica, nuestro  movimiento por la soberanía alimentaria se ve reforzado, integrando la justicia  y la igualdad social. Practicando la solidaridad por sobre la competencia, rechazamos el patriarcado, el racismo, el imperialismo y luchamos por sociedades democráticas y participativas, libres de explotación de las mujeres, los niños, los hombres o la naturaleza.
Demandamos justicia climática ya mismo. Quienes más sufren este caos climático y ecológico no son los que lo han provocado. Las falsas soluciones de la economía verde para continuar el crecimiento capitalista están empeorando la situación. Se crea una deuda ecológica y climática que debe ser corregida. Por esta razón demandamos la inmediata detención de los mecanismos de mercados de carbono, geoingeniería, REDD y los agrocombustibles.
Ratificamos la necesidad y nuestro compromiso de luchar en forma permanente contra las corporaciones transnacionales, entre otras cosas, boicoteando sus productos y rechazando cooperar con sus prácticas de explotación. Los Tratados de Libre Comercio y los acuerdos de inversión han creado condiciones de extrema vulnerabilidad e injusticias para millones. La implementación de estos tratados trae como resultado la violencia, la militarización y la criminalización de la resistencia. Otra consecuencia trágica de los mismos es la creación de una masa masiva de migrantes mal pagados, con trabajos inseguros e insalubres y con violaciones de sus derechos humanos y discriminación. La Vía Campesina ha logrado colocar los derechos de los campesinos y campesinas en la agenda del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU y llamamos a los gobiernos a ponerlos en práctica. Nuestra lucha por los derechos humanos está en el corazón de la solidaridad internacional e incluye los derechos y protección social de los agricultores migrantes y trabajadores de la alimentación.
Las luchas por el derecho a la tierra, a la alimentación, al trabajo digno, contra la destrucción de la naturaleza, son criminalizadas. Son cientos los compañeros y compañeras que han sido asesinados en los últimos años y otros muchos ven amenazadas sus vidas o son perseguidos y encarcelados, frecuentemente con el apoyo o la complicidad de las autoridades públicas.
Un mundo sin violencia y discriminación contra las mujeres
Nuestra lucha es para construir una sociedad basada en la justicia, la igualdad y la paz. Exigimos el respeto de todos los derechos de las mujeres. Rechazando el sistema capitalista, patriarcal, la xenofobia, la homofobia y cualquier tipo de discriminación, reafirmamos nuestro compromiso en lograr una equidad total entre hombres y mujeres. Esto requiere el fin de toda forma de violencia contra las mujeres, doméstica, social e institucional, tanto en las zonas rurales como en las zonas urbanas. Nuestra Campaña contra la Violencia hacia las Mujeres está en el corazón de nuestras luchas.

Paz y desmilitarización
Vivimos un incremento de conflictos y guerras para la apropiación, proliferación de bases militares y criminalización de la resistencia. La violencia es intrínseca a este sistema capitalista mortal basado en la dominación, la explotación y el pillaje. Nosotros estamos comprometidos con el respeto, la dignidad y la paz.
Nos duelen y nos honran los cientos de campesinas y campesinos que han sido amenazados, perseguidos, encarcelados, asesinados por sus luchas. Continuaremos exigiendo rendición de cuentas y castigo para quienes violan los derechos humanos y los derechos de la naturaleza. Demandamos también la liberación inmediata de todos los presos políticos.

Tierra y territorios

Defendemos una Reforma Agraria Integral que ofrezca plenos derechos sobre la tierra, reconozca los derechos legales de los pueblos indígenas a sus territorios, garantice a las comunidades pesqueras el acceso y el control de las zonas y ecosistemas de pesca y reconozca el acceso y el control de las tierras y las rutas de migración de pastoreo. Esta es la única manera de asegurar un futuro para los jóvenes del campo.
La Reforma Agraria Integral, vista como una distribución masiva de tierras junto con el apoyo con recursos para la producción y el sustento, debe garantizar el acceso permanente a los jóvenes, las mujeres, los desempleados, los sin tierra, para complementar a las pequeñas fincas, a los desplazados y todos aquellos que estén dispuestos a participar en la producción a pequeña escala de alimentos agroecológicos. La tierra no es una mercancía. Deben reforzarse las leyes existentes y crear nuevas para protegernos de la especulación y un marco jurídico que impida la especulación con ellas y su acaparamiento. Continuaremos nuestra lucha en defensa de las tierras y los territorios.(...)Leer