Parte de confrontar con el
capitalismo,
a diferencia de la UTT,
asumiendo el desafío de
posibilitar la
unión plurinacional e
internacionalista
de los pueblos planetarios.
Reflexionemos sobre cómo el capitalismo, sea
de gestión progre o de derecha explícita,
es incompatible con la vida y la condición humana analizando a:
Máquinas del ecocidio y de la subalternidad
3
de
septiembre
de 2019
Por
Raúl Prada Alcoreza
¿Cómo funcionan las máquinas del ecocido,
que son las máquinas del poder, máquinas de guerra y máquinas extractivistas,
máquinas de muerte de la geopolítica del sistema-mundo capitalista? Las
máquinas de poder funcionan contra las resistencias; las máquinas ecocidas,
funcionan contra los ecosistemas, los ciclos vitales, la vida. Las máquinas
extractivistas de la economía-mundo capitalista funcionan
contra los ciclos
planetarios de largos procesos minerales,
hidrocarburíferos y de asombrosa cristalización simétrica. Se trata de máquinas
de muerte; el sistema-mundo
capitalista solo puede
desarrollarse inscribiendo y hendiendo sus marcadas huellas ecológicas, es
decir, destruyendo los ecosistemas. Su desarrollo, que ideológicamente se
legitima, en el imaginario institucionalizado, como desarrollo y crecimiento
económicos, no corresponde más que a la
realidad apocalíptica de la muerte planetaria, dilatada por los ritmos mismos
del capitalismo y sus ciclos largos.
Quizás una ilustración esquemática ayude a
representar este desarrollo del capitalismo. Primero, se prepara el terreno, en
palabras teóricas, se conforman las condiciones de posibilidad económicas para
la construcción del modo de
producción capitalista. Esto es, se cosifican las
relaciones sociales, se convierten a los bienes comunes en cosas,
después en mercancías; paralelamente, se erige la ideología, es decir,
la fabulosa máquina de
fetichización generalizada. Una vez conformadas las condiciones
de posibilidad económicas, a través de los procesos inherentes a la economía
política generalizada, por lo tanto, a la economía
política restringida a los
límites de lo que el discurso moderno llama economía,
la “ciencia de la producción, distribución y el consumo”, en términos más
restringidos, la “ciencia del mercado”, se edifica la logística y la
infraestructura de lo que el discurso marxista ha denominado el modo
de producción capitalista. Siguiendo con la metáfora estructural, después
o, más bien, en el transcurso, se erige la arquitectura del modo
de producción capitalista. Y en el mismo transcurso, paralelamente, se
conforma lo que el mismo discurso marxista denomina superestructura
jurídico-política.
Cuando el modo
de producción capitalista se
consolida, sobre todo mundialmente, pues así funciona, en todo el orbe tomado
por la economía política generalizada, ya parte de los ecosistemas han sido
desmantelados; empero, todavía el planeta conserva sus apariencias “naturales”,
mejor dicho, ecológicas, a pesar de las redes de nichos ecológicos demográficos
de las sociedades humanas, la red comunicacional, sobre todo física, las redes
de transportes marítimos, terrestres y aéreos.
(…)Sin embargo, es en la etapa tardía, cuando el modo
de producción capitalista generalizado, que ha desterrado a los
otros modos de producción, cuando este modo
de producción de la valorización abstracta avanza
demoledoramente, de manera desmesurada, desequilibrando al máximo los
ecosistemas y los ciclos vitales, convirtiéndose en una verdadera amenaza para
las sociedades humanas y las formas de vida en el planeta. La constatación de lo
que decimos aparece en los alcances que ha tomado lo que se llama
eufemísticamente “cambio climático”, alcances que se aproximan a los umbrales
mismos de lo que figurativamente nombramos
apocalipsis, apocalipsis planetario
y de crepúsculo de la civilización moderna, que se clausura, empero, pretende
llevarse a las formas de vida del planeta, en su propio desaparecer.
Para lo que nos compete y nos
preocupa, en este ensayo, nos focalizamos en lo que pasa en la Amazonia y la
extensión complementaria del Chaco del sudeste de Sud América. Por eso
pasaremos a una descripción publicada, que pueda, ahora, ilustrarnos
empíricamente sobre lo que pasa. Se trata de una denuncia y relato de lo que
sucedió antes y durante la propagación de los incendios en la Amazonia
brasilera.
Contratación de operadores de
motosierra y motoqueros, creación de pistas de aterrizaje clandestinas y mucho
más. Los hechos escandalosos que reveló la revista brasileña Globo Rural
ocurridos el “Día del Fuego” en la Amazonia. Así pasará a la historia el
tristemente célebre 10 de agosto de este año, cuando comenzó un suerte de
incendio simultáneos encendidos en forma mancomunada por productores rurales de
la región norte de Brasil, que consumieron miles de hectáreas del “pulmón del
mundo”. Según la revista, la organización del “Día del Fuego” empezó en el grupo
de Whatsapp “Jornal A Voz da Verdade” (Diario La Voz de la Verdad). El grupo fue
creado por João Vgas el 17 de agosto de 2016 y tiene 246 participantes, entre
productores rurales, expropiadores de tierras y comerciantes del municipio Novo
Progreso, en la provincia de Pará. De ellos, 70 aprobaron los planes del “Día
del Fuego”, y entonces crearon el grupo “Sertão” – referencia al nombre del
establecimiento de Ricardo de Nadai, creador de este segundo grupo. Hasta el
final de los preparativos, el grupo llegó a tener 80 participantes. El objetivo
principal del grupo era incendiar matas y tierras estatales, y hacer avanzar el
fuego hacia la Floresta Nacional Jamanxim, una reserva de 1,3 millones de
hectáreas. Su objetivo era alcanzar la Tierra del Medio, escenario de los
mayores conflictos de tierras en Brasil. La revista Globo Rural relevó que al
menos cuatro miembros de ese grupo ya fueron presos por crímenes ambientales.
Antes de provocar el fuego, varias áreas fueron previamente desmatadas. Globo
Rural entrevistó a un operador de motosierra que afirmó que “nadie se quedó sin
tarea”. Personas fueron traídas de otras regiones de la Amazonia e incluso del
Nordeste para realizar la acción ilegal. El procedimiento de este tipo de acción
criminal es primero desmotar y después quemar. Esta acción predatoria de la
naturaleza contó incluso con pistas de aterrizaje clandestinas para desembarcar
gente para la destrucción de la floresta. El 10 de agosto, motoqueros
contratados por el grupo atizaron el fuego en los márgenes de la ruta BR-163.
Todavía no se sabe si este grupo puede haberse organizado con otros
grupos. Sin embargo, todos vieron el resultado: una nube de humo que cubrió el
país, y hasta pudo ser vista desde satélites. La misma nube que cubrió San Pablo
e hizo atardecer a las tres de la tarde.
El 7 de agosto, tres días
antes de esas quemas, el fiscal local Gustavo de Queiroz Zenaide avisó lo que
estaba por ocurrir al gerente ejecutivo del Instituto brasileño del medio
ambiente (Ibama) de la localidad de Santarém, Roberto Fernandes Abreu, a través
de un oficio. Este aviso vino a través de un documento oficial protocolado por
el Ibama de Santarém el 8 de agosto. En él Gustavo escribe: “productores rurales
planifican realizar una quema en la región del municipio de Novo Progresso el 10
de agosto de 2019 como forma de manifestación”. A pesar de todo esto, durante
todo el período, el gobierno de Bolsonaro intentó negar la existencia de las
quemas, siendo luego desmentido por las nubes de partículas y hollín que
cerraron los cielos de San Pablo.
La política de Bolsonaro de
deslegitimar los datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales
(INPE por sus siglas en portugués), o intervenir el Instituto Brasileño de Medio
Ambiente (Ibama), no sólo encubre sino defiende los intereses de estancieros,
apropiadores de tierra y latifundistas. Él y sus ministros, defensores de que el
calentamiento global no existe, en el fondo, por su verborragia irracional,
tiene un programa bien claro y extremadamente comprensible por cualquier persona
racional: transformar todas las riquezas nacionales en ganancia capitalista,
tirar a la basura el futuro del país, el futuro de la juventud, atacar a los
pueblos indígenas, fortalecer los asesinatos en el campo, la persecución a los
Sin Tierra y terminal con los derechos de los trabajadores.
La transformación de esa
realidad pasa por un cambio radical de la sociedad en que vivimos.
No hay conciliación
histórica posible entre una producción volteada hacia la ganancia – cuya
dinámica inexorable es la acumulación capitalista – y cualquier cosa parecida a
la utilización racional y ambientalmente correcta de los recursos. Solo la
organización de una sociedad emancipada de las garras del capital, y por lo
tanto con base en los productores libremente asociados podrá superar la
explotación predatoria de la naturaleza, la crisis ambiental y la miseria social
a la que estamos sometidos[1].
La descripción no podría ser más
elocuente, teniendo en cuenta los detalles mismos de la organización de la
destrucción de los bosques amazónicos. La incumbencia y complicidad operativa
del gobierno de Jair Bolsonaro se hace patente en el comportamiento político del
ejecutivo, pero también en la modorra de los órganos de poder del Estado.
La única que
reacciona ante las
atrocidades del ecocidio es la sociedad brasilera, el pueblo brasilero y los
pueblos indígenas amazónicos, además de los institutos de investigación
científica. En contraste, se evidencia con mayúsculo descaro el cinismo grotesco
de un gobierno sin horizontes, además de los estratos más conservadores y
recalcitrantes de la estructura social brasilera. Se hace patente el
despropósito de destruir para obtener las ganancias anheladas por estos estratos
de una burguesía sin escrúpulos, que apuestan al goce inmediato, goce banal, por
cierto, de la obtención de ganancias y hasta de super-ganancias, a costa de la
desaparición misma de los ecosistemas, las formas de vida, los ciclos vitales
integrados del planeta.
Estamos, como dijimos antes, ante los síntomas mismos
no sólo del apocalipsis,
sino también ante el desborde descomunal de la decadencia.
De la decadencia generalizada en todos sus niveles y planos de intensidad; el
institucional, sobre todo, estatal, el relativo al funcionamiento de la economía-mundo,
en plena dominancia del capitalismo financiero y especulativo; el de los campos
sociales, manifestado en la asombrosa descohesión
social, entre sus síntomas,
el desprecio a la vida. La decadencia del sistema-mundo
cultural de la banalización generalizada; el derrumbe ético y moral.
Además, se evidencia lo que podemos nombrar mediocridad
generalizada, sobre todo en los perfiles de los personajes de las
castas políticas gobernantes.
El problema no sólo es que se ha
llegado a grados demasiado intensos de la crisis
múltiple social,
política, cultural y económica, sino que los efectos irradiantes parecen
irreversibles. La muerte de
las especies y de los seres orgánicos, la muerte de los ecosistemas, la muerte
misma de la humanidad de
la humanidad, de las sociedades humanas, aunque en una tortuosa
dilatación; la muerte de los horizontes,
que se pliegan hacia adentro, hacia un centro abismal, que aparece como agujero
negro; muertes que patentizan lo irreversible de estas fatalidades,
de estas tragedias, de este vaciamiento de la potencia creativa de la vida.
Ahora bien, lo que pasa en la
geografía política de Bolivia no es distinto de lo que pasa en Brasil, salvo las singularidades del
acaecer particular en las formaciones
sociales
diferenciales. Que Evo Morales
exprese el perfil simbólico de la
convocatoria del mito, encarnada en la simbolización del poder
convocante del caudillo, y Jair Bolsonaro exprese el perfil deslucido y gris de
un anacrónico fascista criollo, hace solo a la diferencia de las formas de
presentación de lo mismo, del desenvolvimiento demoledor de la geopolítica
del sistema mundo capitalista en
la extensión diferencial de las periferias y de su evolución, en algunos casos,
a lo que se denomina, por la burocracia mundial, “potencias emergentes”. Ambos
presidentes, uno, de un país anclado en el modelo
colonial extractivista del capitalismo dependiente, el otro, de un
país que se vanagloria, en sus estratos elitistas, de ser “potencia emergente”,
son los dispositivos simbólicos, en el teatro político, del demoledor desarrollo
capitalista, en la modernidad tardía, cuando domina el mundialmente capitalismo
financiero y especulativo.
Otra descripción, esta vez de lo
que acaece en Bolivia, es ilustrativa empíricamente de la destrucción ecológica
para dar lugar al desarrollo desigual capitalista en la geopolítica
del sistema-mundo moderno. La descripción publicada parte de las
metas propuestas por la forma
de gubernamentalidad clientelar del
“gobierno progresista”. Para seguir con las consecuencias desastrosas de la
persecución anodina de estas metas, por personajes políticos gobernantes, que, a
pesar de que se reclamen “progresistas” y hasta “socialistas del siglo XXI”, es
más, partidarios del “socialismo comunitario”, son, efectivamente, operadores de
las estructuras de poder dominantes en el orden mundial, el imperio,
y agentes encubiertos de las empresas trasnacionales extractivistas.
El Gobierno plantea llegar a 13 millones de hectáreas cultivadas en 2025, cuando el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras advertía, en 2012, señaló que las áreas agrícolas disponibles en el país serían de sólo 8,9 millones de hectáreas. La observación pertenece al investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), Enrique Ormachea, quien observa que la medida beneficiará a los agroindustriales y que el engrosamiento de la frontera agrícola implica destruir terrenos de vocación forestal. “El estudio Compendio Agropecuario 2012, publicado por el Ministerio, señala que el total agrícola disponible (es decir la sumatoria de la superficie cultivada, barbecho, descanso y tierras con potencial agrícola) alcanza a 8,9 millones de hectáreas, es decir, sólo el 8,1 por ciento del territorio nacional”, señala Ormachea. El investigador, con base en el estudio del Ministerio, añade que si a estos 8,9 millones se restan las tierras que ya están siendo cultivadas y aquellas en barbecho o descanso, las tierras con potencial agrícola se reducen a la mitad, es decir a 4,5 millones. Ormachea resalta que en la medida en que la política gubernamental acordada con los agroindustriales está destinada a la producción de biocombustibles, es decir a potenciar los cultivos de caña de azúcar y soya, las tierras con potencial agrícola en Santa Cruz, Beni y Pando alcanzan a sólo 2 millones de hectáreas.
“Como se puede inferir, una ampliación de la frontera agrícola a
13 millones de hectáreas supone sobrepasar ampliamente estos límites, por lo que
el incremento de la frontera agrícola se expandirá a áreas de clara vocación
forestal del uso del suelo, que incluyen los territorios indígenas,
seguramente con resultados productivos de muy corto plazo, pero no
sustentables a futuro; lo que ocurre hoy en la Chiquitanía expresa esta obsesión
gubernamental”.
Ormachea señala que Bolivia se
sitúa entre los países con menores rendimientos agrícolas de la región y con
distancias abismales con relación a la productividad alcanzada por los países
desarrollados. En el período comprendido entre 2005/2006 y 2016/2017, es decir
durante el “proceso de cambio”, los rendimientos promedio anuales apenas
sufrieron un muy ligero incremento de 4,76 toneladas métricas por hectárea a
4,96. Se requieren, por tanto, políticas públicas orientadas a mejorar
sustancialmente la productividad”. El investigador plantea que, considerando la
propuesta gubernamental de lograr 13 millones de hectáreas para producir 45
millones de toneladas métricas hacia 2025, en realidad se retrocede en
productividad, pues se alcanzaría un rendimiento de sólo 3,46 toneladas métricas
por hectárea. “Gran regalo del MAS para celebrar el bicentenario de Bolivia, a
costa, obviamente, de sus bosques y su biodiversidad”.
El estudio cuantifica 90 mil
kilómetros cuadrados como la totalidad de superficie agrícola disponible. Unos
27.500 kilómetros cuadrados corresponden a la superficie cultivada. Hay otros 45
mil kilómetros cuadrados con potencialidad agrícola. La mayoría está en Santa
Cruz, con 15 mil kilómetros cuadrados. Pando tiene 6 mil. Algo más de 9.500
kilómetros están reservados como zonas de descanso[2].
Otra descripción empírica también
ayuda ilustrativamente a comprender los alcances de la fenomenología
apocalíptica de la
destrucción capitalista, sobre todo, en una de las periferias de la geopolítica
del sistema-mundo moderno. Se enfoca la trágica situación en el
Chaco húmedo boliviano, sobre todo en la geografía administrativa denominada
Chiquitana.
El incendio de magnitudes en
la Chiquitanía ha destapado el tema de la distribución de tierras en el oriente
boliviano. El Instituto
Nacional de Reforma Agraria (INRA) ha negado que se haya dado permisos de
asentamientos en las zonas del siniestro, pero las resoluciones emitidas desde
marzo contradicen a esa repartición del Gobierno central. Entre el 11 y el 17 de
marzo, el INRA entregó resoluciones de aprobación de asentamientos a las
llamadas “comunidades interculturales”, sectores sociales de colonizadores,
movimientos sin tierra y gremios sindicalizados aliados al régimen de Evo
Morales, que desde 2006 se vienen organizando para lograr tierras en los valles,
oriente y Amazonía del país.
Las resoluciones beneficiaron
a grupos como la Comunidad Intercultural agroecológica Marcelo Quiroga Santa
Cruz adjudicada con 650 hectáreas de tierra y la Comunidad Agropecuaria
Intercultural El Quebracho con 1.350 ha, ambas en San Miguel de Velasco; la
Comunidad Intercultural Alborada logró 1.551 ha en San Ignacio; los
interculturales Pampa Grande con 1.350 ha en San Rafael. Posteriormente, en
marzo, el INRA volvió a dotar de tierras fiscales a estas comunidades
colonizadoras, aprobando la entrega de 26.157 ha para la Federación de
Interculturales de Santa Cruz, a fin de consolidar los asentamientos en las
provincias Chiquitos, Cordillera, Ñuflo de Chávez y Velasco de Santa Cruz. Otro
documento muestra la lista de 26 comunidades afiliadas a la Central Única de
Campesinos de Santa Cruz, que se beneficiaron con resoluciones de asentamientos
por más de 60 mil hectáreas a un promedio de 1.500 ha por comunidad, en un
proceso que abarcó desde febrero a abril de este año.
El director nacional del INRA,
Roberto Polo, había negado que esa entidad hubiera aprobado los asentamientos en
las zonas en las que se produjo el incendio que hasta la fecha no ha podido ser
sofocado, aunque la magnitud y cantidad de focos de calor redujeron 80 por
ciento, quedando 142 puntos reportados. “Nosotros desmentimos categóricamente a
la población en general que los focos de calor hubieron sido a raíz de los
asentamientos. Reitero, no tenemos asentamientos desde el 2018 y en la
actualidad no se están haciendo asentamientos”. Sin embargo, el documento de
aprobación de asentamientos para la Central Única de Campesinos de Santa Cruz
incluye al municipio de Roboré, donde se presume comenzó el siniestro que hasta
hoy ha provocado la pérdida de 1,1 millón de hectáreas y mantiene 30 incendios
activos en la zona de la Chiquitanía. Entre Pailón, Roboré y San José de
Chiquitos figuran nueve comunidades beneficiadas con terrenos para la expansión
de la frontera agrícola. En Roboré, específicamente, se encuentran la Comunidad
Campesina Agroforestal Aguas Claras y la Comunidad Tupac Amaru, esta última
cercana a Tucavaca, donde a fines de 2018 hubo resistencia para el ingreso de
colonizadores a la zona por existir ahí una reserva natural. Mientras desde el
régimen de Evo Morales se rechaza el tema de asentamientos, los activistas y
cívicos cruceños desplazados en la Chiquitanía han verificado que existe tala de
árboles y apertura de caminos. También se muestran en imágenes carteles de las
comunidades interculturales con nombres como “San Lorenzo”, “Miraflores”, hasta
“Comunidad Evo Morales”. El director del INRA también anunció dar cumplimiento a
la “pausa ecológica” que decretó el mandatario del Estado Plurinacional. “Se ha
suspendido absolutamente todo, así como se ha instruido a la Unidad de Catastro
a nivel nacional que no se va a permitir la mutación y la transferencia de
bienes en el lugar en cuanto no se tenga todo este desastre controlado”.
Para el director de la
Fundación Tierra, Gonzalo Colque, las tierras afectadas por el incendio son
precisamente aquellas que el INRA repartió desde 2018, pues el 70 por ciento de
las hectáreas quemadas son tierras fiscales y de empresas agropecuarias. Colque,
en palabras al matutino Los Tiempos, confirmó que los incendios afectan a los
municipios de San José de Chiquitos, San Rafael, San Ignacio de Velasco, San
Matías, Roboré y Puerto Suárez. La Fundación Tierra calcula que existen más de
mil comunidades asentadas en la Chiquitanía, desde el inicio del “proceso de
cambio” en 2006, con políticas gubernamentales que promovieron además los
“perdonazos” a las quemas y desmontes ilegales.
El investigador y abogado del Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (CEJIS), Leonardo Tamburini, publicó en su cuenta de Facebook, las diez normativas elaboradas durante la última gestión de Evo Morales, para ampliar la frontera agrícola en deterioro de las tierras, reservas naturales y territorios indígenas. Tamburini llama “paquetazo” a estas leyes y decretos, fruto del consenso entre el MAS y el empresariado de Santa Cruz y Beni, que van desde la Ley 337 de 2013, que estableció el “perdonazo” a los desmontes ilegales desarrollados entre 1996 a 2011, hasta el polémico Decreto Supremo 3973 de julio de 2019, que amplió el desmonte de bosques y la quema controlada en tierras comunitarias en ambos departamentos. “Se debe cambiar el modelo productivo agroextractivista, que supone la liquidación de los bosques nacionales”. La distribución de tierras del régimen de Evo Morales coincide con el informe de la Fundación Tierra de 2011, que identificó zonas de expansión agrícola y ganadera en Santa Cruz, que tenía importante presencia de empresas de Brasil. La Chiquitanía, en un mapa elaborado por esa organización, se encuentra justo en la zona que va desde San Miguel a Puerto Suárez, con esta región amazónica en medio, caracterizada como “área de expansión agrícola”.
En marzo, cuando el entonces
director del INRA y actual viceministro de Tierras, Juan Carlos León, entregaba
la resolución de asentamientos a la Federación de Interculturales de Santa Cruz,
que incluyó parte de la provincia Chiquitos, conminaba a los colonizadores a
apresurar la instalación de cultivos. “De estas 26.000 hectáreas, quisiéramos
que para el siguiente año estén cultivadas 6.000 hectáreas. Sabemos que se
requiere capital para producir, es importante que ustedes produzcan para aportar
a la Seguridad Alimentaria del país”. El 9 de julio el consejo de ministros
aprobó el Decreto Supremo 3973 dictado por el mandatario Evo Morales, con el que
se amplió la acción de desmonte de tierras a las llamadas “tierras
comunitarias”, es decir, aquellas que el INRA ya había aprobado para la acción
de los interculturales meses antes.
El anterior decreto 26075 de
2001, que fue modificado con esta norma presentada en la sede de la Federación
de Ganaderos de Beni, solo aprobaba el desmonte en tierras privadas y según
reglamentos departamentales. El D.S. 3973 agregó la figura de “tierras
comunitarias” y también incluyó a Beni en los permisos de “quemas controladas” o
“chaqueos”, que ya se daban en Santa Cruz. Con el siniestro de la Chiquitanía,
el Gobierno quedó marcado como “ecocida” y “biocida”. Sin embargo, las
posiciones ambientalistas quedan cortas con un tema que hace a la redistribución
de las tierras de oriente y amazonía en favor de los sectores corporativos que
son la base social del régimen socialista populista de Evo Morales. Datos
últimos de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano hablan de 40
millones de árboles con valor comercial perdidos por el siniestro, que tendrían
un valor de mercado de 1.140 millones de dólares en este bosque seco, además de
alertar sobre 1.200 especies de fauna afectada entre 43 ejemplares de anfibios,
140 reptiles, 788 aves y 242 mamíferos[3].
Lo sugerente de estas descripciones empíricas es que
nos muestran
las correlaciones y vinculaciones entre dispositivos jurídicos y políticos con
los desplazamientos de la destrucción ecológica. Por otra parte, es importante
anotar, que proporcionalmente, la magnitud de la destrucción de la Amazonia es
relativamente mayor en Bolivia que en Brasil. El aditamento, un tanto distinto a
lo que ocurre en Brasil, es que el gobierno boliviano se presenta como “defensor
de la Madre Tierra”, aunque, ciertamente, desde el conflicto del TIPNIS y la
evidencia de la Cumbre de Naciones Unidas de Cancún se ha caído la careta; en
cambio, el gobierno fascista criollo brasilero se presenta descarnadamente tal
como es, incluso en sus propios discursos desnudos y provocadores. Empero, este contraste complementario nos
muestra que es inocuo tratar de diferenciar a los gobiernos por la forma
ideológica con la que se
presentan, pues, al margen de que esto tenga efectos en la convocatoria
discursiva a los pueblos, se trata de dispositivos discursivos diferenciales al
servicio de lo mismo, el funcionamiento de la geopolítica
del sistema-mundo capitalista, en su etapa tardía y de dominancia
del capitalismo financiero y especulativo.
En Bolivia, se ha tratado de
presentar los incendios como un accidente, en el mejor de los casos, como un
descontrol del chaqueo, que estaba normado como “quema controlada”, en el peor
de los casos, en su forma grotescamente manipuladora, como una extensión casual
de los incendios dados en el Brasil y en Paraguay. Sin embargo, esta versión
oficialista cae por su propio peso, pues no puede ocultar ni las políticas
extractivistas del gobierno, tampoco sus dispositivos jurídicos, leyes, normas,
reglamentos, que alientan la ampliación de la frontera agrícola, incluso
avanzando en áreas de vocación forestal. Por otra parte, no pueden ocultar lo
que efectivamente ha ocurrido, la entrega de tierras a “comunidades” de
colonizadores, mal llamados “interculturales”, además de las concesiones
dadivosas a la burguesía agroindustrial de la soya y también, en su
desenvolvimiento, del añorado biocombustible, acompañado por la promoción de los
transgénicos.
En otras palabras, observando lo que ocurre en Sud América, en la
álgida coyuntura de
crisis ecológica del
presente, lo que acaece en la Amazonia, tanto brasilera como boliviana, así como
en la Amazonia peruana, además de lo que acaece en el Chaco paraguayo,
corresponde a los costos de muerte ecológica del desarrollo del capitalismo en
su etapa tardía, es decir, financiera, especulativa y desbordadamente
extractivista. Que se den perfiles de gobierno distintos, en rostros diferentes
de presidentes, no sugiere otra cosa que el desenvolvimiento destructivo del
capitalismo puede darse en distintas versiones políticas.
Conclusiones
-
Las máquinas ecocidas, que son las máquinas capitalistas, además, en su contexto mayor, máquinas de poder, despliegan, en plena modernidad tardía, cuando se combinan barrocamente, una vinculación perversa de tecnologías de última generación con la destrucción atroz de las formas de vida en el planeta, son máquinas de guerra sofisticadas de la civilización moderna contra la vida.
-
El funcionamiento de estas máquinas corresponde a la heurística depredadora del sistema-mundo capitalista, sobre todo, en la etapa de la dominancia del capitalismo financiero, especulativo y demoledoramente extractivista.
-
La crisis ecológica es planetaria, no está focalizada en algunas regiones o espacios cardinales del planeta. La diferencia radica en que, desde la perspectiva de la geopolítica sistema-mundo capitalista, las regiones de las periferias tienen que pagar, fuera del desarrollo desigual y combinado y la desigualdad diferencial de los términos de intercambio, además de la proletarización generalizada de sus poblaciones, con la destrucción sistemática e irreparable de sus bosques y de sus suelos.
-
En Brasil, el proceso de la destrucción ecológica, que, obviamente comenzó antes, y comprometió a los “gobiernos progresistas” del PT, ha cobrado una desmesura descomunal en el gobierno de Jair Bolsonaro. En Bolivia, en la tercera gestión de los gobiernos de Evo Morales Ayma, también denominado “progresista”, la desmesura descomunal de la destrucción ecológica cobra apocalípticamente magnitudes escalofriantes.
-
La alianza de los gobiernos del PT fue desplazándose, paulatinamente, con los distintos estratos de la burguesía, primero con la burguesía industrial, lo que es comprensible, después, con los estratos burgueses mas bien especulativos. El gobierno de Jair Bordonero, a pesar del perfil desnudamente fascista criollo, puede leerse como continuidad de lo que se venía proyectando, a pesar de la diferencia en las políticas sociales, de salud y del trabajo. En otras palabras, las gestiones corrosivas de los últimos gobiernos del PT cavaron la sepultura del proyecto “progresista”. En circunstancias catastróficas de crisis múltiple del Estado, en el contexto coyuntural del derrumbe ético y moral del proyecto progresista, emerge, casualmente, un personaje altamente anacrónico, de los estratos de la lumpen-burguesía, aliada, por cierto, a los estratos recalcitrantemente conservadores de la oligarquía “café con leche”.
-
La alianza del gobierno de Evo Morales con los estratos más conservadores de la burguesía boliviana, sobre todo con los estratos más depredadores, patentiza no solamente el decurso de la genealogía del poder del “gobierno progresista”, sino la fatalidad ineludible del circulo vicioso del poder y del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.
NOTAS
[1] Leer Escándalo:
cómo se organizaron las criminales quemas en la Amazonia. https://www.laizquierdadiario.com/Escandalo-como-se-organizaron-las-criminales-quemas-en-la-Amazonia?utm_content=buffer38388&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer&fbclid=IwAR2nNkuHaKiRbqsmn7Y_VVznyCfjcGQ0SzIaWHx7iDW9lv6YJLDlj6_uOtk.
[2] Leer Cedla:
Gobierno pasa por alto sus cifras para la frontera agrícola.https://www.lostiempos.com/actualidad/economia/20190903/cedla-gobierno-pasa-alto-sus-cifras-frontera-agricola.
[3] Leer Siniestro
de la Chiquitanía destapa masiva distribución de tierras del oriente para
interculturales.http://www.visorbolivia.com/noticia/5656.
Comprobamos
que el gobierno de los Fernández continúa la gestión de Macri así como éste
profundizó la de Cristina Fernández. Es que hay una política de Estado a favor de
los extractivismos hoy exceptuados de la cuarentena pese a ser causa fundamental
de la enfermedad de la Madre Tierra que es la nuestra. Tengamos en cuenta
porqué es falsa la preferencia de Alberto Fernández por la salud pública en
desmedro de los súper negocios del Capital Estado:
1) La destrucción de selvas y bosques rompe
los equilibrios ecológicos con origen en que son biomas de máxima biodiversidad.
Tal deforestación altera de modo grave la circulación y disponibilidad de agua
dulce, escasa en el planeta y esencial a la vida terrestre.
Argentina
Desmonte sin cuarentena,
se perdieron 6.500 hectáreas de bosques
28 de abril
de 2020
Por Gastón Rodríguez
Tiempo argentino
Un relevamiento
satelital hecho por Greenpeace reveló la extensión deforestada en cuatro
provincias del norte entre el 15 de marzo y el 15 de abril.
La emergencia
sanitaria provocada por la pandemia mundial de Covid-19 no detuvo el daño
ambiental: sólo en el último mes se desmontaron en el norte del país más de 6500
hectáreas. El dato se traduce en que la Argentina perdió 211 hectáreas de bosque
por día aun en un contexto de aislamiento obligatorio. “Si la deforestación en
cuarentena es un delito penal por no estar considerada como una actividad
esencial, ¿qué podemos esperar después, cuando los responsables sólo tengan que
pagar una multa?”, advierten los ambientalistas.
Según el monitoreo
que realizó la organización Greenpeace mediante la comparación de imágenes
satelitales, entre el 15 de marzo y el 15 de abril se desmontaron 3222 hectáreas
en Santiago del Estero, 1194 en Salta, 1132 en Formosa y 1017 en Chaco. Sólo
estas cuatro provincias concentran el 80% de la deforestación del país.
“En los últimos 30
años perdimos cerca de 8 millones de hectáreas y somos uno de los diez países
que más destruyen sus bosques. Es irresponsable y hasta suicida que, frente a la
crisis sanitaria, climática y de biodiversidad que estamos sufriendo, se siga
deforestando”, se queja Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de
Greenpeace.
Al igual que
ocurre con las fumigaciones con agrotóxicos, con muchos productores
aprovechándose de los recursos ocupados en contener la propagación del Covid-19
para aplicar sin ningún tipo de control, los dueños de las topadoras arrasan
miles de hectáreas de bosque nativo, con un agravante: están cometiendo un
delito.
“Las actividades
agropecuarias estaban exceptuadas de cumplir la cuarentena desde el principio
–explica Giardini–, y desde hace una semana están permitidas las actividades
forestales, como pueden ser los madereros, el carbón, una tala controlada. Lo
que hacen las topadoras es otra cosa: convertir un bosque en un cuadrado pelado
para pastura de vacas o cosecha de soja. El desmonte no es una actividad
esencial y realizarlo en este contexto es un delito penal”.
La publicación del
informe de Greenpeace provocó reacciones dispares de los gobiernos provinciales.
Santiago del Estero y Formosa aún no se expresaron públicamente. Chaco, en
cambio, reconoció a través del subsecretario de Desarrollo Forestal, Luciano
Olivares, áreas desmontadas durante la vigencia del aislamiento obligatorio, por
lo que aplicó sanciones y prometió más inspecciones.
El caso más
polémico, sin dudas, es el de Salta. Su ministro de Producción y Desarrollo
Sustentable, Martín de los Ríos, se desentendió del tema al considerar que el
Ejecutivo provincial no tiene el “poder de policía” necesario para evitar los
desmontes en cuarentena. El funcionario, que todavía se ufana de haber sido el
primer presidente de la Federación de Entidades Rurales de Salta, está
acostumbrado a defender los intereses de los grandes terratenientes porque
también son los suyos. No sorprende que uno de los que usufructuaron esa carta
blanca haya sido el presidente de la Sociedad Rural salteña, Ignacio García del
Río, dueño de una finca ubicada en el departamento San Martín, donde más de cien
hectáreas fueron deforestadas después del 20 de marzo.
Para Giardini, “si el Estado no manda a la policía a controlar los campos, no lo va a hacer nadie. Un juez no se va a levantar para ir a ver si en una finca están desmontando. Encima, los grupos indígenas y los activistas no podemos salir para frenar las topadoras. La deforestación en cuarentena es responsabilidad de los empresarios y también de los gobiernos”.
Perderlo
todo
La brutal
deforestación del norte del país se explica por el avance de la frontera
agropecuaria. Gran parte de esa producción (soja transgénica y ganadería
intensiva) es exportada hacia Europa y China, con una rentabilidad que vuelve a
los dueños de los campos indiferentes al daño ecológico.
“Estamos
reemplazando un bosque por hectáreas de pastura de ganado y soja que terminan
siendo forraje para chanchos. Lo plantean como un modelo de progreso, pero las
provincias que más desforestan son también las más pobres”, insiste Giardini y
recuerda un estudio del INTA que había probado que una hectárea de bosque
chaqueño puede absorber hasta 300 milímetros de lluvia, mientras que una de
pastura sólo cien, y una de soja, apenas 30 milímetros.
“Más desmonte
–concluye– significa más inundaciones, más cambio climático, más desaparición de
especies en peligro de extinción, más enfermedades y más desalojos para las
comunidades indígenas, que son las que más lo sufren. Para ellas, perder el
bosque es perder su casa, su almacén y su farmacia”.
La bajante
histórica del río Paraná trae consecuencias económicas y sanitarias en el
Litoral
La imagen causó
estupor: las Cataratas del Iguazú sin turistas por la pandemia y sin el
gigantesco caudal de agua que las ha convertido en una de las nuevas Siete
Maravillas del Mundo. Pero la bajante histórica del río Paraná, provocada por
las sequías cuenca arriba, también trajo consecuencias más graves en términos
económicos, complicando la operatoria de los puertos, y sanitarias, con el
riesgo de interrumpir la provisión de agua potable en varias ciudades del país,
en el contexto de aislamiento obligatorio por el coronavirus y de
recomendaciones higiénicas por el dengue.
La empresa estatal
del servicio de agua que abastece a Chaco, por ejemplo, reconoció que se redujo
en un 25% por la pérdida de los rendimientos de las bombas de las tomas y
adelantó que varias regiones se verán perjudicadas.
En Santa Fe la situación no es mejor. El
descenso del nivel del Paraná se viene produciendo sin descanso desde fines de
febrero, cuando el río apenas alcanzó los tres metros en el puerto local. Desde
entonces bajó más de dos metros, provocando que las embarcaciones quedaran
apoyadas sobre la arena y dejando al descubierto la manta protectora del túnel
subfluvial que une las ciudades de
Santa Fe y Paraná, lo que complicó el funcionamiento de la planta
potabilizadora.
@Soyelpapadeleon
---
2) La continuidad en la impunidad de Felipe
Solá y el Partido Justicialista por la legalización-legitimación de la
criminalidad de lesa humanidad y naturaleza que reside en desertificar y
envenenar con el binomio indisoluble de los monocultivos
transgénicos-agrotóxicos.
El Gobierno incentiva el uso de agrotóxicos
con una baja de aranceles
/
27
abril, 2020
El Ministerio de Relaciones Exteriores argentino redujo aranceles para potenciar
la importación de insumos para la fabricación de agrotóxicos en el país, en una
maniobra que implica un beneficio para las multinacionales productoras de
herbicidas, diseñados para controlar las malezas de cultivos como maíz, soja,
caña de azúcar, algodón, yerba mate y tabaco, entre tantos otros.
La resolución la impulsó el
Ministerio a cargo del mismo ministro que
hace 25 años le abrió la puerta a la siembra directa y los paquetes tecnológicos
cancerígenos en nuestro país: Felipe Solá, por
aquellos años secretario de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación del
gobierno de Carlos
Saúl Menem y hoy
ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.
El acuerdo lo impulsó Argentina pero rige para los países del Mercosur e implica
una reducción del arancel para la importación de esas sustancias dentro del
bloque regional. Argentina hizo punta en el pedido a
pesar del
reclamo constante de gran parte de la población para reducir o eliminar el uso
de agrotóxicos en los cultivos por el comprobado daño causado en la salud de
los habitantes y del medio ambiente.
El acuerdo de rebajas arancelarias fue solicitado por la
Argentina y se concretó en una reunión en la capital uruguaya de Montevideo.
Sugestivamente, el ministerio a cargo de Solá no informó oficialmente acerca de
este acuerdo ni a través de sus voceros ni en su página donde cuenta las
novedades casi a diario. La
noticia trascendió por haber sido publicado en el Boletín
Oficial. Ni en las cuentas oficiales de las redes sociales ni en otro
sitio se informó del tema.
Por el País se
comunicó con el teléfono personal del vocero del funcionario, que nunca
respondió a la requisitoria a pesar de los insistentes mensajes.
En todos los casos, los
aranceles a aplicar son del 2 por ciento sobre el valor FOB de la mercadería
ingresada extra zona. El valor FOB es el valor de la mercancía puesta a bordo de
un transporte marítimo, el cual abarca tres conceptos: costo de
la mercancía en el país de origen, transporte de los bienes y derechos de
exportación.
Qué es cada compuesto
Los afectados por la «rebaja»
del gobierno son los compuestos químicos empleados para lafabricación
de agrotóxicos: monoisopropilamina y sus sales, con un cupo de 26.282 toneladas;
y dimetilamina, con
un límite de 6000 toneladas.
La monoisopropilamina es
uno de los componentes clave de la atrazina,
un herbicida selectivo que controla malezas
de hoja ancha y gramíneas en los cultivos de maíz, sorgo granífero, lino, caña
de azúcar y té. También se utiliza para fabricar otros herbicidas basados en glifosato,
el ingrediente activo de una de los herbicidas más usados en la agricultura
actual, Round
Up.
La atrazina
fue prohibida en la Unión Europea en 2004 por
su persistente contaminación de las aguas subterráneas. En cambio los Estados
Unidos se utiliza ampliamente. Algunos
de sus efectos en la salud: desequilibra el sistema endocrino, es
cancerígeno, provoca bajos niveles de esperma en hombres, causa daños al feto en
desarrollo, alergias, alteraciones del sistema nervioso, altera el sistema
inmunológico, entre otras.
La dimetilamina se utiliza, entre otras cosas, como fungicida agrícola. La
exposición a atmósferas contaminadas con dimetilamina son extremadamente
irritantes: afecta los tejidos de las vías
respiratorias, ojos y piel. Su inhalación puede tener consecuencias fatales como
resultado de espasmo, inflamación y edema de laringe y bronquios, neumonitis
química y edema pulmonar. La
exposición de los ojos a altas concentraciones puede provocar ulceración de la
córnea, conjuntiva y la destrucción de todos los tejidos oculares.
Un pedido urgente que ya lleva años
En decenas de puntos del
país, en especial Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba, la
lucha contra los agrotóxicos tiene una explicación: cáncer,
abortos, malformaciones, alergias, dermatitis, enfermedades respiratorias y
digestivas, entre otras patologías, son denunciadas día a día ante los
funcionarios, que lejos
de entregar una solución a la población financian con dinero del estado una
reducción impositiva para seguir envenenando.
El argumento de Argentina.
«La existencia de producción regional de un bien similar, pero el mismo no posee
las características exigidas por el proceso productivo de la industria del país
solicitante.
La Red de Médicos de Pueblos Fumigados precisó que el uso de agrotóxicos pasó de
30 millones de litros (en 1990) a 300 millones anuales en 2011 (200 millones son
glifosato). De dos litros del herbicida glifosato por hectárea se incrementó a
entre ocho y doce litros.
En 17 países está prohibido el uso del glifosato y en Alemania -país al que
pertenece la empresa Bayer-Monsanto- se dejará de usar el 31 de diciembre de
2023. Mientras
tanto, Argentina potencia su uso desde el Estado.
«¿De
la pandemia del agronegocio quién nos cuida?«,
es la pregunta que se hacen más de 100 organizaciones campesinas y
socioambientales luego de denunciar fumigaciones con agrotóxicos durante la
cuarentena. Santiago
del Estero, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, son algunas de las provincias
donde el agronegocio arrojó venenos sobre la población en días de cuarentena,
donde aparentemente se cuidaba la salud.
Monsanto y su desembarco en Argentina
El 25 de marzo de 1996 el gobierno de Carlos Menem autorizó la primera soja
transgénica con un trámite veloz de sólo 81 días y en base a estudios de la
propia empresa Monsanto, según denunció el periodista especializado Darío
Aranda. Para aprobarlo, Felipe Solá
invocó un dictamen jurídico que aún no se había firmado.
Dos décadas después, el
60 por ciento de la tierra cultivada tiene un sólo cultivo y se utilizan, cada
año, 200 millones de litros de glifosato. Sus consecuencias:
récord de desmontes, uso masivo de agrotóxicos y sus consecuencias sobre la
salud y el medio ambiente, inundaciones, desalojos a campesinos y pueblos
indígenas, concentración de tierras en pocas manos y más pobreza.
Fuente: http://porelpais.com.ar/el-gobierno-incentiva-el-uso-de-agrotoxicos-con-una-baja-de-aranceles/
"Estamos, hoy, ante una industria moribunda,
desesperada por extraer de nuestros suelos y fondos oceánicos hasta la última
gota de combustible para prolongar su vida mucho más allá de su apogeo. Una
industria que no solo ha causado estragos a nuestro clima que tardarán mucho
tiempo en superarse, sino también un daño profundo e inmediato al contaminar el
aire y el agua".El petróleo
es pilar de expansión capitalista.
Con el sector petrolero en la UCI
Ahora es el momento perfecto para
combatir el cambio climático
25 de abril de 2020
Por
Sonali Kolhatkar
Economy for All / Counterpunch
Traducido
para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
Mientras el mundo
entero se consume con la desastrosa pandemia del coronavirus, poca atención se
presta a ese sector de la economía cuya existencia ha representado hasta ahora
la mayor amenaza para la humanidad: la industria de los combustibles fósiles.
Pero tal vez sea ahora el mejor momento para dedicarle atención. Los precios del
petróleo y del gas se han derrumbado hasta alcanzar valores negativos.
Se trata
de un sector claramente en crisis, por lo que ahora es el momento perfecto para
que el movimiento por la justicia climática se haga fuerte.
Incluso antes de la aparición de la pandemia, ya existía un enorme excedente de petróleo y gas. La oferta era enorme y no había suficiente demanda, lo que provocó una caída nunca vista de los precios. Luego el coronavirus empezó a extenderse y la declaración de pandemia global provocó una interrupción espectacular de la industria. En una ciudad tras otra, el número de personas que se desplazaban al trabajo se redujo espectacularmente, a medida que se iban anunciando decretos obligando al confinamiento de la población en sus casas para contener la expansión del virus. Una aguda caída en la ya de por sí baja demanda situó los precios del petróleo y del gas tan bajos que el presidente Trump prometió intervenir al respecto: era demasiado para el capitalismo de libre mercado. Montó un gran espectáculo recibiendo en la Casa Blanca a los directivos de estas industrias y ha continuado prometiendo su apoyo a un sector que proporciona espectaculares beneficios económicos y una enorme destrucción medioambiental.
Antonia Juhasz,
destacada experta del sector del petróleo y el gas y autora del libro “La
tiranía del petróleo”, me explicó en una entrevista que la reciente caída de
precios hasta cifras negativas suponía “una completa quiebra petrolera”. Eso
significa que “los productores están pagando a los compradores para que se
lleven el petróleo. Y eso ocurre porque hay tantísimo producto que están
intentando por todos los medios quitárselo de las manos”.
Desde el inicio de
su presidencia, Trump se preocupó personalmente del bienestar de las compañías
de combustibles fósiles. Dio su apoyo incondicional a la moribunda industria del
carbón, y en sus mítines podían leerse pancartas con el texto: “Trump Digs Coal”*.
Afirmaba que había salvado a los mineros de los, según él, ataques
injustificados de su predecesor Barack Obama. Al ser elegido llenó su gabinete
de directivos del petróleo y el gas, desreguló espectacularmente el sector y
promovió una expansión masiva de las prospecciones marinas
(offshore).
Pero Trump no es el único presidente que ha contribuido al frenesí de producir un producto cuya demanda está en declive. El presidente Obama defendió el gas natural obtenido mediante fracturación hidráulica (fracking) como “combustible de transición”, promoviendo así un sector que acentuaba la crisis climática. Gracias a Obama (y a líderes de algunos estados, como el antiguo gobernador de California, Jerry Brown), el auge del fracking en Estados Unidos dio lugar a una sobreproducción. Juhasz explicaba que, de hecho, el sector del fracking en Estados Unidos ya estaba endeudado en torno a los 200.000 millones de dólares antes de la crisis del Covid-19, y que sin embargo no ha detenido la producción aunque la demanda siga cayendo.
Se trata
claramente de un sector incapaz de ver lo que se le viene encima y que disfruta
de un respaldo político que le permite prolongar su vida útil. Al igual que el
Dr. Frankenstein resucitó a un hombre muerto y creó un monstruo, el presidente
Trump ha intentado por todos los medios revivir los combustibles fósiles. Ha
tuiteado abiertamente que “jamás dejará que se hunda la gran industria del
petróleo y del gas norteamericana”.
Está tan
desesperado por salvarla que ha dado instrucciones al gobierno federal para
comprar hasta 92 millones de barriles de crudo para llenar la Reserva
Estratégica de Petróleo. En realidad, la función de esta reserva es contribuir a
mantener los precios bajos para el consumidor estadounidense cuando aquellos
suben, no actuar como un mecanismo de rescate de una industria moribunda. Juhasz
también señaló otra manera en la que el gobierno federal parece estar
apoyándola, cuando afirmó que “estamos obligando a las aerolíneas a mantener los
vuelos que tenían antes del Covid-19 aunque el número de pasajeros se haya
reducido un 90 por ciento”. El sector de las aerolíneas es un voraz consumidor
de combustibles fósiles, “porque, según Jushaz, una de las razones por las que
se les ha pedido que mantengan sus vuelos es que “son los únicos consumidores de
combustible para aviones”.
Los sectores petrolero y gasístico han intentado los
últimos años colocar sus productos en la industria del plástico, pero se han
encontrado con un movimiento cada vez mayor para reducir su consumo y prohibir
las bolsas y los productos de un solo uso. Ahora el sector aprovecha la pandemia
para pedir agresivamente un rescate con el dinero de los contribuyentes y que se
levante esa prohibición en localidades de todo el país, aprovechando el miedo
del público de la contaminación potencial de las bolsas reutilizables.
En cualquier caso, estamos ante una industria moribunda, desesperada por extraer de nuestros suelos y fondos oceánicos hasta la última gota de combustible para prolongar su vida mucho más allá de su apogeo. Una industria que no solo ha causado estragos a nuestro clima que tardarán mucho tiempo en superarse, sino también un daño profundo e inmediato al contaminar el aire y el agua. Hace diez años, el peor desastre medioambiental de la historia de EE.UU., el derrame de petróleo del Deepwater Horizon, causó unos daños inimaginables al Golfo de México que a día de hoy siguen siendo perceptibles.
La pandemia de coronavirus nos ha
demostrado que resulta factible reducir de forma espectacular el uso de
combustibles fósiles y escapar del abismo de las emisiones de carbono cada vez
mayores. Esta pandemia terminará de una de dos maneras: o bien las economías se
reconfiguran para evitar la necesidad de petróleo y gas, o bien el sector
resurgirá sacando partido a la inmensa reserva acumulada.
Ya hay muchos que están advirtiendo de que nuestra falta de preparación para la pandemia demuestra lo poco preparados que estamos para el catastrófico cambio climático. Incluso el antiguo Secretario de Estado John Kerry ha declarado que “el paralelismo [entre ambos desastres] está clamando a voces”. Si queremos resurgir de las cenizas de la crisis del Covid-19 con más fuerza y más resiliencia ante futuros desastres, ahora es el momento de desactivar de una vez por todas una industria que lleva demasiado tiempo en cuidados intensivos.
N. del T.: * Es un juego de palabras. Dig equivale a cavar
o excavar, pero también se usa informalmente cuando algo te gusta mucho. Por
tanto, “Trump Digs Coal” puede leerse como “Trump extrae carbón” y como “A Trump
le encanta el carbón”.
El presente artículo puede reproducirse libremente
siempre que se mencione a su autora, a su traductor y a Rebelión como fuente del
mismo.
Generalicemos la conciencia, abajo,
sobre que:
"Es
indispensable no sólo pensar y describir las causas de estos «emergentes
globales» sino también dar las propuestas para modificarlos y prevenirlos. Entre
estas causas ya por todos conocidas, sin dudas la mayoría entran en disputa con
los modelos capitalistas globales, pero seguramente, un cambio en la forma de
producción de alimentos hacia la agroecología podría ser un buen comienzo, al
igual que intentar dejar de estar «en guerra» con la naturaleza y dejar de
seguir alentando el «extractivismo salvaje»".
Destrucción ambiental, crisis climática y
agricultura industrial: la pandemia perfecta
26 de abril de 2020
Por Rafael C.
Lajmanovich
Cuando se combinan el extractivismo con la
crisis climática parecen “abrir la caja de Pandora” a la emergencia de viejas y
nuevas enfermedades globales. Como el ya muy conocido dengue que llegó para
quedarse, de la mano del calentamiento global. Por otra parte, no tenemos que
olvidar la capacidad bélica de destruirse a si misma y de aniquilar o extinguir
animales de vida silvestre de la especie humana. Esta belicosidad, agresividad
innata o como queramos llamarle, es una condición ancestral de nuestra alienada
sociedad. Seguramente por esto usemos términos militares para casi cualquier
cosa, por ejemplo “la guerra contra los virus”, “el enemigo invisible”,
“combatir una enfermedad” y así muchos más.
En este
paradigma “amigo-enemigo”, “bueno-malo” se emplean términos como “remedios” para
denominar a potentes y peligrosos agrotóxicos, que “combaten” “malezas”. Esta
concepción reduccionista del organismo humano, la naturaleza y de la salud a un
campo de batalla está directamente vinculada a las estrategias de “mercado” de
la industria global farmacéutica, las industrias química, biotecnológica o agroquímica, que
simplemente los ven a todos como “objetos de negocios”.
Extractivismos y academia
Lamentablemente, en muchos casos desde los
claustros académicos (y lo que es peor, hasta desde la misma Universidad
Pública) este discurso también es apoyado por las mismas autoridades
universitarias es pos de obtener algún mísero subsidio, o por temor a cuestionar
un statu quo ya establecido
a favor de las grandes corporaciones con las que están en connivencia. Lo mismo
ocurre con la aparente “negación” a reconocer que alentando y promoviendo
modelos extractivistas vinculados a los agronegocios biotecnológicos, la
megaminería y el fracking también se está colaborando a la destrucción
ambiental, la crisis climática y el aumento de la desigualdad social.
Haciendo foco en el “extractivismo” como un
proceso de explotación indiscriminada de los bienes comunes, “recursos
naturales” para los economicistas o “expertos” en ciencias ambientales, se lo
puede relacionar muy fácilmente con las “pandemias” o enfermedades que se
extienden a distintos países y continentes. Por ejemplo, revisando las
estadísticas de los últimos años probablemente encontremos que las ultimas
“revoluciones” agrícolas (“verde” en los 60` y de los “organismos modificados
genéticamente” en los 90´) han tenido un enorme impacto sobre la tasa de
desmontes de todo el planeta, provocando pérdidas de diversidad biológica,
simplificación paisajística, cambio climático, contaminación y según los
expertos, todos estos factores colaboran en gran medida con el surgimiento de
nuevas epidemias.
Resistencia bacteriana
Otra consecuencia directa de la agricultura
industrializada es que al ocupar grandes territorios, tiende a confinar a los
animales de granja en los famosos “feedlot”. Justamente estas formas de
hacinamiento animal, principalmente pollos, cerdos y vacunos, recargados de
hormonas, antibióticos y antiinflamatorios para que puedan soportar condiciones
de vida infrahumanas y fuera de cualquier regulación ética animal. Poco se sabe
en nuestro país sobre los impactos ambientales, o de salud humana, de esta
agroindustria. No obstante, podríamos recordar que en 2017 la Dra. Paola Peltzer
y un equipo de investigadores de la Universidad Nacional del Litoral estudiaron
por primera vez para Sudamérica los efectos ambientales de las conocidas “camas
de pollo” en criaderos de pollos de Crespo (Entre Ríos).
Cabe destacar
que en esa región se encuentran concentradas entre el 65 y 70% de las granjas
avícolas del país. Estas “camas de pollo” o “poultry litter” son una
mezcla de aserrín, cáscara de arroz y viruta. Y hasta los mismos cadáveres de
los pollos muertos forman parte de este compost donde los animales deyectan
permanentemente excretando numerosos fármacos como analgésicos, antibióticos y
hormonas que se convertirán, una vez liberados indiscriminadamente al ambiente
como fertilizantes, en peligros disruptores endocrinos ambiéntales.
En el caso de los antibióticos están
fuertemente vinculados a una nueva “gran amenaza global” pandémica del futuro,
“la resistencia bacteriana”. La FAO anticipa que “10 millones de personas
podrían morir antes de 2050 por el aumento de la resistencia de los
antibióticos”. Tampoco hay que dejar de recordar que estas “granjas de carne
industrializadas” son el caldo de cultivo para el surgimiento de ya conocidas
enfermedades, algunas pandémicas, como la gripe aviar de Asia, y de la gripe
porcina (o H1N1), también del SARS (síndrome respiratorio agudo severo).
Salud natural, salud humana
Es indiscutible la conexión entre la salud
humana, la salud animal y el medio ambiente. Por esto mismo, tendríamos que
prestar mucha atención a recientes noticias (en medio de la pandemia global
COVID19 originada en China) sobre “Agronegocios” propiciados casualmente por la
industria farmacéutica veterinaria Biogénesis Bagó, que anuncian un mega
proyecto productivo para la cría intensiva en Argentina de 100 millones de
cerdos que necesita este país asiático.
Tenemos que
recordar que Asia es una de las regiones del mundo con altísimas tasas de
deforestación, con una pérdida del 30% de la superficie forestal en los últimos
40 años. Que junto con el aumento de la intrusión de humanos en hábitats de vida
silvestre y el hacinamiento de diferentes especies silvestre en mercados y
granjas húmedas, facilitan la transmisión interespecies. Por lo tanto, no fue
una sorpresa que en 2003 haya habido una epidemia de SARS que causó 774 muertes
entre 8098 casos en más de 30 países. Existiendo como reservorio natural
ancestrales de coronavirus grandes poblaciones del murciélago de herradura
chino (Rhinolophus sinicus), que puede haber transmitido el virus a otros
mamíferos de caza, incluidas las civetas de la palma del Himalaya (Paguma
larvata), perros mapache (Nyctereutes procyonoides) y hurón chino
tejones (Melogale moschata) en mercados de vida silvestre en el sur de
China.
Por esto, desde hace años ecoepidemiólogos
de China y de otras partes del mundo, advierten que debido a la deforestación,
el aumento de la intrusión humana en hábitats de vida silvestre más el
hacinamiento de diferentes especies de vida silvestre en mercados y granjas
húmedas facilitarían la transmisión interespecies de coronavirus. De hecho el
2018 científicos polacos y franceses publicaron una estimación de riesgo del 31%
de enfermedades emergentes asociadas a la transmisión de coronavirus de los
murciélagos a los humanos de Asia.
Los virus del hielo
Con el diario del lunes, sabemos que es la
explicación científica mas aceptada sobre la pandemia de la enfermedad por
coronavirus iniciada en China en diciembre 2019 o COVID19. Si a todo lo dicho
anteriormente le sumamos la emergencia de nuevos virus y bacterias de los
derretimientos del “permafrost” (capa de terreno que se encuentra helada durante
dos años o más consecutivos) originando por la emisión de grandes cantidades de
gases de efecto invernadero, tenemos un escenario ambiental global preparando la
“tormenta perfecta” para la propagación de patógenos.
Ya lo advierte el biólogo Jean-Michel
Claverie de la Universidad Aix-Marseille en Francia. La próxima pandemia podría
estar escondiéndose en el permafrost: “Los virus patógenos que pueden infectar a
humanos o animales podrían conservarse en viejas capas de permafrost, incluidos
algunos que han causado epidemias mundiales en el pasado”.
Es indispensable no sólo pensar y describir las causas de estos “emergentes globales” sino también dar las propuestas para modificarlos y prevenirlo. Entre estas causas ya por todos conocidas, sin dudas la mayoría entran en disputa con los modelos capitalistas globales, pero seguramente, un cambio en la forma de producción de alimentos hacia la agroecología podría ser un buen comienzo, al igual que intentar dejar de estar “en guerra” con la naturaleza y dejar de seguir alentando el “extractivismo salvaje”.
Instalemos en la agenda pública
que
la proclama «Un
Planeta Una Salud» vincula directamente la actual pandemia por
coronavirus con la destrucción ambiental.
Llama a la acción para volver a hermanarnos y sentirnos parte de la Tierra,
hacer la paz y construir un mundo mejor abandonando el modelo de economía
mundial basada en el crecimiento permanente y el apetito ilimitado por los
bienes de la Tierra, que son la raíz de esta crisis sanitaria y de futuras
pandemias.
La enfermedad de la Tierra
26 de abril de 2020
La pandemia demuestra que la salud de la humanidad depende de la salud del planeta
En el Día Internacional de la
Tierra (22 de abril) más de 500 organizaciones de afectados ambientales y
ecologistas de todo el mundo emitieron un documento global que manifiesta que
esta pandemia demuestra que la salud de la humanidad depende de la salud de la
Tierra.
Llama a la acción para volver a hermanarnos y sentirnos parte de ella,
hacer la paz y construir un mundo mejor abandonando el modelo de economía
mundial basada en el crecimiento permanente y el apetito ilimitado por los
bienes de la Tierra, que son la raíz de esta crisis sanitaria y de futuras
pandemias. La proclama Un
Planeta Una Salud vincula directamente la actual pandemia por
coronavirus con la destrucción ambiental.
El movimiento ambientalista
nació con las corrientes conservacionistas de fines del siglo XIX en Estados
Unidos, que promovían la construcción de Parques Nacionales como santuarios
prístinos de naturaleza; durante el siglo XX creció un ambientalismo verde en
Europa que propugnaba soluciones técnicas dentro del capitalismo para preservar
un ambiente, que se degradaba aceleradamente.
En este siglo se consolida un ecologismo que crece desde los afectados ambientales, un ecologismo del Sur del mundo que cuestiona sistémicamente el modelo de desarrollo. En nuestro país ese ecologismo popular se expresa en las movilizaciones contra la megaminería en Esquel, Mendoza, Famatina y Andalgalá; en las luchas contra las fumigaciones, Monsanto y el agronegocio y en la resistencia al fracking de Vaca Muerta. Para estas organizaciones y sus hermanas de todo el mundo la pandemia de Covid-19 «es una llamada de atención planetaria de la Tierra a la humanidad. Nos recuerda que somos uno con la Tierra, no estamos separados/as de ella, que no somos sus amos/as, dueños/as y conquistadores/as, ni que somos superiores a otras especies, como el dogma antropocéntrico nos quiere hacer creer».
“La pandemia nos recuerda que
violamos los derechos de la Tierra y de todas sus especies por nuestra cuenta y
riesgo, y que sería prudente que consideráramos los conocimientos y la sabiduría
ancestrales de los pueblos originarios, guardianes de la Tierra a lo largo de
los tiempos, cuyo profundo respeto por la Tierra se basa en la conciencia de la
interconexión de toda la vida. Dañar una parte significa dañar el todo”.
“Esta pandemia no es un «desastre natural», al igual que la crisis de la extinción de especies y los extremos climáticos no son desastres naturales». Las epidemias de enfermedades emergentes son antropogénicas – causadas por actividades humanas”.
Una red de vida
interconectada
“La emergencia sanitaria a la
que nos enfrentamos como comunidad mundial está relacionada con la emergencia
sanitaria a la que se enfrenta la Tierra: su constante degradación, la extinción
y desaparición de especies y la emergencia climática. Cuando utilizamos venenos
y agrotóxicos, como insecticidas y herbicidas para matar insectos y plantas en
el modelo industrial de agricultura, producimos desertificación, contaminamos el
agua, el suelo, el aire y destruimos la biodiversidad. Los agrotóxicos están
llevando a la extinción a las especies, incluyendo a los agentes polinizadores,
como hemos visto en la drástica disminución de las abejas. Cuando hacemos
minería metalífera a cielo abierto utilizamos millones de litros de agua que es
esencial para la vida humana y la naturaleza. Cuando practicamos la fractura
hidráulica alteramos la conformación geológica y aumentamos el riesgo sísmico.
Cuando quemamos el carbono que la tierra ha fosilizado durante 600 millones de
años, violamos las fronteras planetarias. Al industrializar y globalizar
nuestros sistemas alimentarios contribuimos hasta un 50% de los gases de efecto
invernadero y el cambio climático es la consecuencia”.
“La ciencia nos informa de que a medida que invadimos los ecosistemas forestales, destruimos los hogares de las especies y manipulamos las plantas y los animales para obtener beneficios, creamos las condiciones para nuevas epidemias. En los últimos 50 años, han surgido hasta 300 nuevos patógenos. Está bien documentado que alrededor del 70 por ciento de los patógenos humanos, incluyendo el VIH, el Ébola, la Gripe, el MERS y el SRAS surgieron cuando los ecosistemas forestales fueron invadidos y los virus pasaron de los animales a los humanos”.
“Cuando los animales están hacinados en
granjas industriales para maximizar las ganancias, nuevas enfermedades como la
gripe porcina y la gripe aviar surgen y se propagan. La agricultura industrial
intensiva con el uso de agrotóxicos y los sistemas alimentarios industriales dan
lugar a enfermedades crónicas no transmisibles como
malformaciones, cáncer, alteraciones endocrinas, diabetes, problemas
neurológicos e infertilidad. Con las infecciones de Covid-19, la morbilidad
aumenta dramáticamente con estas condiciones preexistentes”.
“Mientras afirma alimentar al
mundo, la agricultura industrial ha empujado a miles de millones de seres
humanos al hambre y este número está creciendo con el bloqueo mundial y la
destrucción de los medios de vida”.
Nuestra salud y la del planeta es una sola
“Respetar los límites de los
ecosistemas y la integridad de las especies es vital para proteger el planeta y
nuestra salud. Las soluciones al cambio climático son también soluciones para
evitar nuevas epidemias. En el debate sobre la cuestión del cambio climático no
se puede evitar considerar cómo el modelo tecnológico y económico dominante,
basado en los combustibles fósiles, no tiene en cuenta la finitud de los
recursos de la Tierra. Una economía mundial basada en el mito del crecimiento y
el apetito ilimitado por los recursos de la Tierra es la raíz de esta crisis
sanitaria y de futuras crisis”.
Regresar a la Tierra
“Durante la crisis de la
Covid-19 y mientras salimos de la cuarentena necesitamos aprender
definitivamente a proteger la Tierra, sus sistemas climáticos, los derechos y
espacios ecológicos de diversas especies, y de diversas personas – indígenas,
niños, niñas, jóvenes, mujeres, agricultores/as y trabajadores/as. Para la
Tierra no hay especies prescindibles, no hay personas desechables. Todos
pertenecemos y somos parte de la Tierra”.
“Para evitar futuras pandemias y hambrunas y un posible escenario de personas prescindibles, debemos ir más allá del sistema económico globalizado, industrializado y competitivo, que está incentivando el cambio climático, empujando a las especies a la extinción y propagando enfermedades que amenazan la vida. La localización deja espacio para que prosperen las diversas especies, las diversas culturas y las diversas economías locales vivas”.
“Debemos pasar de la economía de
la codicia y el crecimiento ilimitado, de la competencia y la violencia, que nos
han empujado a una crisis existencial, a una Economía del Cuidado para la
Tierra, para las personas y para todas las especies vivas”.
“Debemos abandonar la visión
utilitaria, colonial, capitalista y antropocéntrica que nos ha enseñado a
nombrar los dones de la naturaleza como ‘recursos naturales’. Sólo así podremos
reducir conscientemente nuestra huella ecológica: actuando responsablemente como
los antepasados del futuro”.
“Como muestra la pandemia, son
las comunidades alimentarias locales las que pueden proporcionar y distribuir
alimentos con regularidad, mientras que las cadenas alimentarias globalizadas,
en algunas partes del mundo, se derrumbaron e incluso especularon con el aumento
de los precios de los alimentos”
“Contrariamente a lo que se nos hace creer, no es la globalización la que protege a las personas de las hambrunas, que ella misma produce y agrava, sino la soberanía alimentaria de los pueblos, en la que las personas a nivel comunitario tienen derecho a producir, elegir y consumir alimentos adecuados, sanos y nutritivos, en virtud de acuerdos de precios justos para la producción y el intercambio local. Los futuros sistemas alimentarios tienen que basarse en la soberanía de las semillas y la soberanía alimentaria, en economías locales circulares que devuelvan a la tierra, y con la garantía de precios justos a los productores”“La mente mecanicista que domina nuestras sociedades, crea beneficios corporativos y personales a través de la extracción y la manipulación. Las corporaciones y los multimillonarios con sus acciones han declarado la guerra a la Tierra y han creado las múltiples crisis del mundo, se preparan ahora para la intensificación de la agricultura industrializada a través de la digitalización y la inteligencia artificial. Están imaginando un futuro de agricultura sin agricultores/as, y un futuro de alimentos falsos producidos en laboratorios. Estos acontecimientos profundizarán la crisis ecológica, destruyendo la biodiversidad y aumentando nuestra separación de la Tierra”
“La comida es la red de la vida
y hacer la paz con la Tierra comienza con la comida. Volvemos a la Tierra cuando
cuidamos el suelo y la biodiversidad. Recordamos que somos humanos porque somos
del humus del suelo. Sólo nuestras mentes, corazones y manos trabajando junto
con la Tierra, como parte integral de su creatividad, pueden sanar la Tierra,
proveyéndonos a nosotros/as y a todas las demás especies de alimentos
saludables”.
“Como nos ha enseñado nuestra
experiencia junto con otras organizaciones y redes de concientización sobre la
Tierra para la Libertad de Semillas y la Libertad de Alimentos, los sistemas
alimentarios orgánicos, agroecológicos locales y biodiversos regeneran el suelo,
el agua y la biodiversidad y proporcionan alimentos sanos para todos/as y
fortalecen el sistema inmunológico humano. La riqueza de la biodiversidad en
nuestros bosques, huertas, alimentos y el propio microbioma intestinal conectan
el planeta y sus diversas especies, incluidos los seres humanos. Así, la salud
se convierte en el hilo conductor, al igual que la enfermedad del Coronavirus,
hoy en día, nos lo muestra tan claramente”.
Una guerra contra el futuro de la humanidad
“Todas las emergencias que
amenazan la vida en nuestros tiempos tienen sus raíces en una visión
mecanicista, militarista y patriarcal del mundo, en la que los humanos están
separados de la naturaleza, como amos de la Tierra que pueden poseer, manipular
y controlar otras especies como objetos para obtener beneficios. También está
arraigada en un modelo económico que considera los límites ecológicos y éticos
como obstáculos que deben eliminarse en interés del beneficio y el poder
corporativo desenfrenado”.
“Las predicciones científicas
indican que si no detenemos esta guerra antropogénica contra la Tierra y su
especie, pronto destruiremos las mismas condiciones que permitieron a los
humanos evolucionar y sobrevivir. La codicia, la arrogancia y la
irresponsabilidad humanas nos llevan a la próxima pandemia y finalmente a la
extinción”.
“La Tierra refleja lo que somos.
Nos muestra su interconexión y nos llama a empezar a reconocer sus diversas
inteligencias vivientes: en la red alimentaria del suelo, en las plantas y
animales, y en nuestros alimentos”.
“La Tierra ha enviado un
diminuto virus invisible para ayudarnos a dar un salto cuántico y crear una
nueva civilización planetaria y ecológica basada en la armonía con la
naturaleza; que hoy en día es un imperativo de supervivencia”.
Nuestra resolución
“Al firmar este manifiesto, nos
comprometemos, como coalición planetaria, a instar y exhortar a las autoridades
y representantes de los gobiernos de cada uno de nuestros países, ciudades,
pueblos y comunidades, a que pasen del paradigma de ecocidio que hoy rige
nuestros modelos de productividad, a un paradigma en el que la responsabilidad
ecológica y la justicia económica sean fundamentales para crear un futuro
saludable y vibrante para la humanidad”.
“La verdadera acción contra el cambio climático significa dejar atrás nuestra civilización basada en la extracción de petróleo y avaricia e iniciar una nueva era de interconexión y cuidado de la Tierra. Pedimos el apoyo concertado de las comunidades, territorios y naciones que ponen la ecología en el centro de un paradigma de una nueva y justa economía del cuidado”.“La Tierra nos ha dado un claro mensaje a través de la pandemia. Es nuestro imperativo moral, dedicar este momento en el tiempo para hacer una transición a una civilización ecológica para que sembremos las semillas de un futuro común para la humanidad y todos los seres”.“Es hora de abandonar nuestros sistemas económicos intensivos en recursos y beneficios que han creado estragos en el mundo, alterando los ecosistemas del planeta y socavando los sistemas de salud, justicia y democracia de la sociedad”.“Preparémonos para una recuperación post Coronavirus en la que la salud y el bienestar de todos los pueblos y del planeta sean el centro de todas las políticas gubernamentales e institucionales, la construcción de comunidades y la acción cívica”… Y en ese camino realizan una serie de propuestas que se pueden consultar en este link donde figuran también todas las asambleas, redes y organizaciones firmantes e incluso se puede sumar adhesiones como organización y personales.
* Red Universitaria de Ambiente y Salud / Médicos de Pueblos Fumigados
Asumamos, abajo y a la izquierda, la
vigencia del llamamiento de Vía Campesina en 2013 al orientarnos en el
cómo construir el internacionalismo revolucionario de nuestra época y cómo
sustancia a
Un
Planeta Una Salud con
las aspiraciones más sentidas de las grandes mayorías sin fronteras.
Llamamiento de la VI Conferencia de la Vía Campesina Egidio Brunetto – 9 al 13 de junio
(Yakarta, el 12 de Junio de 2013) Nosotros, La
Vía Campesina, venimos a extender nuestro llamado urgente a tejer hilo a hilo la
unidad a nivel global entre organizaciones del campo y la ciudad para participar
activa, propositiva y decididamente en la construcción de una nueva sociedad,
basada en la soberanía alimentaria, la justicia y la igualdad. (...)
(...)Justicia social y climática, y solidaridad
A medida que avanzamos y
construimos a partir de nuestra diversidad cultural y geográfica, nuestro
movimiento por la soberanía alimentaria se ve reforzado, integrando la justicia
y la igualdad social. Practicando la solidaridad por sobre la competencia,
rechazamos el patriarcado, el racismo, el imperialismo y luchamos por sociedades
democráticas y participativas, libres de explotación de las mujeres, los niños,
los hombres o la naturaleza.
Demandamos
justicia climática ya mismo. Quienes más sufren este caos climático y ecológico
no son los que lo han provocado. Las falsas soluciones de la economía verde para
continuar el crecimiento capitalista están empeorando la situación. Se crea una
deuda ecológica y climática que debe ser corregida. Por esta razón demandamos la
inmediata detención de los mecanismos de mercados de carbono, geoingeniería,
REDD y los agrocombustibles.
Ratificamos la
necesidad y nuestro compromiso de luchar en forma permanente contra las
corporaciones transnacionales, entre otras cosas, boicoteando sus productos y
rechazando cooperar con sus prácticas de explotación. Los Tratados de Libre
Comercio y los acuerdos de inversión han creado condiciones de extrema
vulnerabilidad e injusticias para millones. La implementación de estos tratados
trae como resultado la violencia, la militarización y la criminalización de la
resistencia. Otra consecuencia trágica de los mismos es la creación de una masa
masiva de migrantes mal pagados, con trabajos inseguros e insalubres y con
violaciones de sus derechos humanos y discriminación. La Vía Campesina ha
logrado colocar los derechos de los campesinos y campesinas en la agenda del
Consejo de los Derechos Humanos de la ONU y llamamos a los gobiernos a ponerlos
en práctica. Nuestra lucha por los derechos humanos está en el corazón de la
solidaridad internacional e incluye los derechos y protección social de los
agricultores migrantes y trabajadores de la alimentación.
Las luchas por
el derecho a la tierra, a la alimentación, al trabajo digno, contra la
destrucción de la naturaleza, son criminalizadas. Son cientos los compañeros y
compañeras que han sido asesinados en los últimos años y otros muchos ven
amenazadas sus vidas o son perseguidos y encarcelados, frecuentemente con el
apoyo o la complicidad de las autoridades públicas.
Un mundo sin violencia y discriminación contra las mujeres
Nuestra lucha es para construir
una sociedad basada en la justicia, la igualdad y la paz. Exigimos el respeto de
todos los derechos de las mujeres. Rechazando el sistema capitalista,
patriarcal, la xenofobia, la homofobia y cualquier tipo de discriminación,
reafirmamos nuestro compromiso en lograr una equidad total entre hombres y
mujeres. Esto requiere el fin de toda forma de violencia contra las mujeres,
doméstica, social e institucional, tanto en las zonas rurales como en las zonas
urbanas. Nuestra Campaña contra la Violencia hacia las Mujeres está en el
corazón de nuestras luchas.
Paz y desmilitarización
Paz y desmilitarización
Vivimos un
incremento de conflictos y guerras para la apropiación, proliferación de bases
militares y criminalización de la resistencia. La violencia es intrínseca a este
sistema capitalista mortal basado en la dominación, la explotación y el pillaje.
Nosotros estamos comprometidos con el respeto, la dignidad y la paz.
Nos duelen y
nos honran los cientos de campesinas y campesinos que han sido amenazados,
perseguidos, encarcelados, asesinados por sus luchas. Continuaremos exigiendo
rendición de cuentas y castigo para quienes violan los derechos humanos y los
derechos de la naturaleza. Demandamos también la liberación inmediata de todos
los presos políticos.
Tierra y territorios
Defendemos una Reforma Agraria Integral que ofrezca plenos derechos sobre la tierra, reconozca los derechos legales de los pueblos indígenas a sus territorios, garantice a las comunidades pesqueras el acceso y el control de las zonas y ecosistemas de pesca y reconozca el acceso y el control de las tierras y las rutas de migración de pastoreo. Esta es la única manera de asegurar un futuro para los jóvenes del campo.
La Reforma
Agraria Integral, vista como una distribución masiva de tierras junto con el
apoyo con recursos para la producción y el sustento, debe garantizar el acceso
permanente a los jóvenes, las mujeres, los desempleados, los sin tierra, para
complementar a las pequeñas fincas, a los desplazados y todos aquellos que estén
dispuestos a participar en la producción a pequeña escala de alimentos
agroecológicos. La tierra no es una mercancía. Deben reforzarse las leyes
existentes y crear nuevas para protegernos de la especulación y un marco
jurídico que impida la especulación con ellas y su acaparamiento. Continuaremos
nuestra lucha en defensa de las tierras y los territorios.(...)Leer