domingo, 21 de abril de 2013

La comunicación con arraigo en las actuales disputas por territorios alerta sobre el PEA 2020


   Pone en debate que se está yendo contra la soberanía alimentaria y ocupando el territorio con agrocombustibles

Con el voto del 54%, la Presidenta se posiciona a favor de la agricultura sin agricultores y ocupación integral del país por las corporaciones imperialistas. Desde el Council de las Américas en Nueva York dice:“La inversión de Monsanto es importantísima también y va a ayudar a la concreción de nuestro plan, tanto agroalimentario 20-20, como nuestro plan también industrial. Y me decía, hoy, su titular que les había impresionado mucho el apoyo que nuestro Gobierno estaba dando a la ciencia y a la tecnología. Tengan ustedes la certeza que vamos a seguir en la misma línea”. Leer

Que la Presidenta pueda menospreciar las luchas e historias contra Monsanto en el mundo sin que haya reacción contundente de los de abajo, plantea no sólo cómo el gobierno CFK consigue "hacerles la cabeza" según aconseja Carlos Tomada a Pedraza a fin de subordinar a los trabajadores. Sino también urge indagar cómo la Red Nacional de Medios Alternativos puede contribuir a instalar y multiplicar espacios de deliberación y toma de decisiones entre los diversos de abajo. Procuraría que los pueblos de Argentina-Nuestra América elucidaran, por ejemplo, qué hacer frente al arrasamiento de las condiciones tanto de vida como de trabajo que el sistema globalizado de agronegocios lleva a cabo en asociación con todos los poderes locales.
Respecto del Plan Estratégico Agroalimentario 2020, en "Bosques nativos (I): el PEA y la profundización del modelo de deforestación", Luis Gauna (RED ECO) se refiere a:

(…)La dependencia del Modelo
“El Plan Agroalimentario tendrá un profundo y negativo impacto en el complejo sistema productivo de nuestro país, al consolidar el modelo de país agroexportador basado en la agricultura industrial, pools de siembra, agrotóxicos, monocultivos, despoblamiento rural y enormes ciudades insustentables” enunciaba el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata en oposición al horizonte extractivista y agroindustrial que el Gobierno de Cristina Kirchner propone con el PEA 2020.El modelo agroexportador que se erige es una contradicción en sí misma con aquella Ley de Bosques que se votara en 2007, puesto que sin percatarse del total de hectáreas que cada provincia propiciaba para el desmonte y el cultivo, propone una expansión de la frontera agropecuaria a casi 10 millones de hectáreas, aumentando la superficie de 32 millones de hectáreas a 41 millones (un 60% más de hectáreas para la agricultura; un 45% más para la ganadería).
“El PEA no se hizo en ningún momento pensando en cuanto a las restricciones que imponía la ley de bosques y el resultado está claro: la expansión de 10 millones más de hectáreas de la frontera agropecuaria es indirectamente decir que va a haber más desmontes y seguramente algunos en zonas que la ley de bosques protege. En el mejor de los casos si se desmonta toda la Zona verde (zona propicia para la deforestación, de acuerdo a lo que expone la ley), después va a haber presión sobre las otras regiones en función de cumplir con ese PEA” manifiesta Hernán Giardini (coordinador de Biodiversidad en Greenpeace), a la vez que remarca que dicho Plan no es una meta a la que el país se tenga que sujetar obligatoriamente, pero que “va a depender mucho del contexto nacional , si el precio de los granos se mantiene en estos niveles, si el precio de la carne sigue en aumento a nivel global o no”.
Augusto Calandrelli, consejero superior por el claustro estudiantil de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad de La Plata, remarcaba en aquella ocasión que “el PEA no es una síntesis debatida con universidades ni con organizaciones de la agricultura familiar, sino que es una decisión de funcionarios del Gobierno”.Con esto, queda enmarcado que de las exigencias del mercado mundial, se desprenderá el nivel de cuidado que recaiga sobre los bosques nativos, y por consecuente, del cumplimiento de la ley, más allá de la letra muerta. (...)
El silencio oficial ante las muertes y enfermedades que produce el monocultivo, cada tanto se rompe, últimamente en manifestaciones masivas, como también en estudios que avalan la contaminación que apareja el 'progresismo' de éste sistema”.Hace dos semanas, un equipo de docentes e investigadores de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba presentó un análisis de la situación sanitaria de Malvinas Argentinas, uno de los focos de resistencia contra la Multinacional Monsanto. En dicho documento, se califica de muy grave el escenario socio-ambiental de dicha ciudad, recomendando no someter a la población a efectos de contaminantes que intensifiquen el cuadro de vulnerabilidad. La exposición a los tóxicos que emana el polvo de cereal transgénico de los silos y otros tóxicos de la actividad de Monsanto, propiciarían a agravar la situación.“La vulnerabilidad social y económica de la población es las más alta en la Provincia de Córdoba y la capacidad del Estado Municipal de responder a la demanda de enfermedad es mínima. Someter a esta población a un nuevo golpe en su salud ambiental, como el que generará una enorme planta de semillas transgénicas de Monsanto en su jurisdicción no es recomendable desde el punto de vista médico, y es intolerable desde el punto de vista social” denunciaron en el análisis interdisciplinario.
Los nuevos caminos del modelo en el horizonte
“Yo le comentaba —y la gente de Monsanto no lo sabía— que tenemos una Patagonia, en la cual algún productor argentino tiene producción, por ejemplo, forrajera y que uno lo puede observar en medio de la estepa patagónica los círculos que solamente con riego producen forraje de primerísima calidad. Y tenemos también agua en la Patagonia, porque cuando me tocó inaugurar, el otro día, una ampliación de un emprendimiento minero: Cerro Vanguardia, en mi provincia, lo habíamos inaugurado cuando Néstor era Gobernador y cuando otros eran los propietarios, ahora hay nuevos propietarios. Y han pasado de la minería a cielo abierto a minería en excavación y es justamente donde han encontrado en plena Patagonia ríos subterráneos. A ellos les causa problemas, pero a nosotros nos ha llenado de alegría, porque esto nos da la idea de que el elemento vital: agua, nos va a permitir extender la frontera agropecuaria” manifestaba con alegría y efusividad la presidenta Cristina Fernández en la reunión que tuvo con los directivos de Monsanto, allá por Junio, en Nueva York. Monsanto, la empresa que monopoliza los transgénicos en nuestro territorio, recibía la oferta de tierra y sus recursos hídricos en la Patagonia argentina, la promesa de producir y expandir el negociado de la multinacional denunciada en Córdoba y otras provincias por los daños a la salud de sus habitantes.
 
Pero como así también se vanagloriaba esa posibilidad, hay otros sectores naturales que ya han visto su transformación, en pos del monocultivo y la frontera agropecuaria. Uno de estos, es el caso de los humedales, a pocos días de celebrar su día internacional. La región del delta del Paraná representa el final del mosaico de humedales más grande del mundo, que se inicia en el Mato Grosso brasilero y culmina en el estuario del Río de la Plata. El mismo es una gigantesca llanura de inundación de 17 mil kilómetros cuadrados pero, a pesar de ser tan vastos e importantes, el Estado nacional sólo protege el 0,3 por ciento de los mismos. Consecuentemente, la legislación entrerriana busca el incremento del agro negocio, con leyes como la 10.902, que perseguía la finalidad de privatizar las islas fiscales, públicas, para que se monocultive por cien años arroz, bajo el control de una sociedad anónima. Si bien la ley no prosperó por la resistencia ciudadana, son preocupantes los casi 900 kilómetros de terraplenes ilegales que se apostan sobre la región. La organización ambientalista “El Paraná No Se Toca” advirtió que hubo intentos de terraplenar para plantar soja y otros cultivos, con responsabilidad de productores ganaderos con tierras vecinas a Santa Fe, que pretenden afirmar sus campos mediante el cierre de las lagunas interiores, y la consolidación de esos espacios como tierras de pastoreo, “sacrificando de esta manera el humedal, la fauna, la pesca y toda la diversidad de especies que viven en él”. Leer

Veamos cómo el PEA 2020 y la ley Monsanto se enmarcan en la internacionalización capitalista del sistema agroalimentario:

Walter A. Pengue, en "Agricultura industrial y transnacionalización en América Latina ¿La transgénesis de un continente?"*, nos ayuda a situarnos en la realidad profunda que el gobierno CFK encubre por relato mistificador de que estamos en una etapa emancipatoria cuando sucede la recolonización hambreadora y desertificadora. Leamos:

Comentarios a modo de un final abierto

Las características centrales que ha adquirido el nuevo orden agrícola internacional - determinado por la internacionalización del sistema agroalimentario - como parte de la reestructuración global han sido el intento por alcanzar la concentración y centralización de la producción alimentaria a través de grandes corporaciones de los países desarrollados y un déficit estructural en los países dependientes. Producto fundamentalmente de la competencia, se establecen en las economías centrales políticas proteccionistas y el pago de altos subsidios a los productores junto al establecimiento de precios a la baja en el comercio mundial agrícola. En esta lucha por el poder hegemónico en el sector agroalimentario, los Estados Unidos primero y luego la Unión Europea reforzaron los mecanismos de colocación de excedentes hacia los países subdesarrollados, junto a políticas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional de desestímulo a la producción para el mercado interno de alimentos, la promoción de la producción de productos tradicionales y no tradicionales para la exportación y la construcción de cluster productivos, que faciliten un proceso de producción, concentración, transporte, comercialización y consumo a los grandes centros mundiales y a la periferia que califique para ello. 
El resultado principal de este proceso para los países dependientes ha sido principalmente la desestructuración de la producción alimentaria para el mercado interno y la reorientación de productos de exportación; una mayor marginación, exclusión, deterioro del nivel de vida de los pequeños productores de bajos ingresos, campesinos con y sin tierra y pueblos indígenas, concentración y aumento constante de la escala productiva, concentración en las empresas semilleras, de agroquímicas y del transporte, privatización del conocimiento y mayor destrucción y apropiación privada de los recursos naturales. 
Desde la Revolución Verde y la propuesta de planes para el Desarrollo, la situación de la agricultura en los países de América Latina ha estado fuertemente influida por las modalidades predominantes del proceso de globalización del capital, actuando ya las empresas transnacionales como un nexo entre el Sur proveedor de territorio, recursos naturales y productos subvaluados y el Norte demandante de alimentos siempre cada vez más baratos. Las grandes corporaciones, ubicadas todas en los países superdesarrolaldos, son quienes participan y controlan el mercado internacional de granos y de alimentos y los países periféricos, como los latinoamericanos, que logran ingresar a esta rueda, lo hacen siempre a expensas de la sobreexplotación de sus recursos naturales. Los países desarrollados, a su vez, son también los principales compradores de los productos alimentarios en el mercado mundial. La nueva división del orden agrícola internacional demuestra que la tendencia es a que la competencia sea con base en las ventajas competitivas y que los bienes estratégicos de consumo humano, en la agricultura de la globalización, adquieran un mayor carácter político de seguridad nacional percibida por el Norte pero no de la misma manera por los gobiernos del Sur.
 
Poseer ventajas comparativas, en términos de territorio, calidad de suelos, aguas, genes y biodiversidad, es contar con los recursos necesarias para convertirse en foco de intereses, que solamente harán una explotación, a veces desmesurada y a costa de externalidades no reconocidas, producidas sobre esos territorios. Existe, desde la Revolución Verde y durante las décadas siguientes, una fuerza motora común que ha orientado las transformaciones en el uso del territorio regional. Esta fuerza se basa exclusivamente entonces en una tendencia a dejar en manos de la199 Comentarios a modo de un final abierto corporación internacional, el sistema de producción de granos y alimentos, lo que implica por otro lado una incompatibilidad fundamental que viene a expresarse hacia el interior de los diversos países en cuanto al tipo de agricultura y organización agroindustrial que se introduce en ellos. Los impactos negativos de la estrategia tecnológica de la Revolución Verde en el campo latinoamericano profundizaron los problemas ambientales, sociales, económicos y culturales.
Se manifiestan los problemas de contaminación puntual, erosión de suelos, desertificación, deforestación sumados al crecimiento de la marginación y expulsión de los pequeños agricultores, campesinos y poblaciones indígenas, pérdida de la soberanía alimentaria y concentración en la monocultura de exportación, de granos y animales.
Creció asimismo la fuerte dependencia de los agricultores y sus naciones de insumos externos a sus sistemas de producción, importados generalmente de los países centrales. Más allá de los aumentos de la producción agropecuaria, si contabilizásemos todos los impactos producidos, la política de la Revolución Verde, no fue positiva para los agricultores y campesinos latinoamericanos. El siglo XXI nos enfrenta a todos a un desafío mucho más apasionante y complejo. Con la llegada de la Ingeniería Genética, la Genómica y la Proteómica, el campo latinoamericano encara riesgos y escenarios diferentes que involucran cuestiones más amplias que aquellas planteadas por la Revolución Verde, y alcanzan a la ética, las cuestiones filosóficas, religiosas, morales y culturales que pueden cambiar el paradigma de lo que es la ruralidad en América Latina. Es muy claro, que los intereses, los desafíos, las implicancias, los beneficios y los riesgos son profundamente diferentes para las sociedades del Norte y del Sur. Mientras los primeros, han iniciado hace décadas un cambio rotundo en sus formas de hacer agricultura (y algunos pretenden «volver» a recuperar lo perdido) dejando en manos del sistema agroalimentario comercial muchos de sus procesos; en el Sur, la agricultura de muchas regiones forma parte de la vida y cultura de millones de personas. El peso de lo rural, de la mentalidad rural aunque se viva en algunos casos en pueblos y ciudades, es aún muy grande. Por tanto, la visión del Sur, no pasa solamente por la protección de un recurso por conservar o administrar, sino que arrastra siglos de relación y vinculo con el ambiente, que hace mucho perdieron las sociedades supraindustriales de EE.UU. y Europa. 
 
La llegada de la agricultura industrial y de su paquete tecnológico transgénico implica una nueva vuelta en el control y apropiación del germoplasma, desde la producción de semillas protegidas por la propiedad intelectual hasta su venta, cerrando ahora un círculo más acotado, semillas-agroquímicos, mucho más pernicioso. Esta vez, los agricultores del Tercer Mundo, se enfrentan al desafío de perder la riqueza del intercambio, para ser controlados totalmente en el qué hacer y el qué producir. Cuánto?, Cómo? Y de qué manera?. La clave de los intereses por desarrollar estos nuevos productos comerciales e instalarlos en las demandas de las sociedades pasa exclusivamente por las patentes, que dan prioridad monopólica a sus obtentores, quienes en retribución ofrecen un producto que genera continuamente una productividad o condiciones específicas mejores. Nuevamente, la visión y demandas para un agricultor del Norte o de los enclaves desarrollados del Sur, es muy diferente a aquel agricultor que produce en el marco de pautas culturales y sociales que el modelo lo obligará a perder o abandonar por siempre. Las semillas transgénicas, bajo el control corporativo y bajo la protección de patentes, tienen un precio mayor que las semillas convencionales. En algunos países, una de las estrategias corporativas para imponer el uso de semillas transgénicas ha sido no incluir el «royalty» en el precio de las semillas a los productores. A esto hay que agregarle el costo del resto del paquete, en el caso de la soja resistente a glifosato, el herbicida y los productos para proteger a la semilla. Los pequeños agricultores pobres de América Latina no tienen acceso al dinero, al crédito, a la asistencia técnica o al mercado. Cuando se les otorga crédito bancario, o a través de la agricultura a contrato con las agroindustrias, la historia abrumadora ha sido que se ven obligados a vender finalmente sus campos para saldar los créditos otorgados. El complejo agroexportador transgénico ha facilitado tanto el fuerte incremento de la producción y en algunos casos, la productividad. Pero esta productividad, no fue acompañada por sustentabilidad.
 
Es clara la destrucción del ambiente que se está produciendo. Las externalidades – costos ambientales no reconocidos en las cuentas comerciales -producidas y los costos sociales del modelo agroexportador, comienzan a ser evaluadas exhaustivamente, y los números prometedores de los promotores, por ejemplo de la soja transgénica, se convierten en falaces, si consideramos todos los impactos producidos. En la Argentina, la concentración hacia el sector sojero, es el reflejo de la concentración que se ha producido en ese país: El 20% de la población más rica se lleva el 53% del ingreso nacional, mientras que el 20% más pobre sólo el 4,2%. Los aparentes, 2.000 kg. de alimentos (sólo considerando cereales y oleaginosas), por habitante y por año que el país produce, no llegan a las bocas de la mitad de sus ciudadanos. Sobran alimentos, pero no hay acceso a ellos. Diez millones de personas (26%) están en la indigencia o sea que no acceden a una alimentación básica y 20 millones (55%), están en la pobreza, con el 22% desocupado. El 20% de los niños, es decir, alrededor de 2.100.000 no cuentan con sus necesidades básicas satisfechas. 
 
A estas desgracias, no sólo en un país sino en un subcontinente rico en territorio y potencialidad productiva, los impulsores del modelo transgénico, proponen continuar expandiendo los cultivos de exportación y resolver los problemas imposibles de enfrentar en términos de empleo, distribución y soberanía alimentaria con más planes de ayuda solidaria, impulsados desde dentro como desde el exterior y comprometiendo recursos del gobierno para paliar una problemática en parte, generada por un modelo de desarrollo desigual. 
Este modelo de «subdesarrollo sostenible», no ha quebrado entonces con la visión errónea que no han podido resolver cuarenta años de una incipiente agricultura industrial hoy día más intensa. Tampoco facilitó un desarrollo científico tecnológico alternativo, que trabajase con objetivos de resolución de conflictos nacionales y regionales en términos de producción agropecuaria. El sistema científico y tecnológico, desafortunadamente apostó al trabajo por el incremento de la productividad y fue un participe necesario y facilitador del esquema transgénico. No permitió ni favoreció el desarrollo de alternativas productivas con esquemas agroecológicos de rápido y fácil aprovechamiento y apropiación social que muy posiblemente hubiesen202 Comentarios a modo de un final abierto favorecido a una sino solución, amortiguación de la crisis social que hoy día enfrenta la Región. Tampoco se desarrolló un marco regulatorio eficaz que contuviese y evaluara adecuadamente el riesgo y el impacto de cada evento transgénico, en cuanto a sus complejas interrelaciones con cada ecosistema. No implementa aún el abordaje multidisciplinario y de la complejidad de la situación demanda. La resolución respecto del riesgo o la propia incertidumbre que el manejo de las formas biológicas de la Ingeniería Genética no se encuentra en nada acabada y resuelta. Si no podemos contar o sabemos muy poco sobre las investigaciones desarrolladas, parte de sus métodos, actividades y ensayos en el campo o en la industria, tal como sucede hoy día en la protección de los desarrollos de transgénicos, ni la propuesta tan optimista de los impulsores ni tampoco el catastrofismo de sus detractores, nos brindan seguridad sobre la certeza o no del camino transgénico. En este contexto, es pertinente sostenernos en el Principio de Precaución para situaciones tan complejos y que involucraran la biodiversidad y sociedad del futuro. 
 Walter A. Pengue continúa anticipando el futuro que se está instalando legal y legítimamente en vez de la idea del Movimiento Nacional Campesino Indígena sobre una invasión de las transnacionales y sobre la importancia de ser propietarios. Si bien son los principales autores de la soberanía alimentaria y el buen vivir abajo, es prioritario involucrar a los diversos de abajo en lucha contra el Estado local y contra el poder económico imperialista. Pengue  plantea:
Las propuestas de resolución del hambre en el mundo, los problemas de pobreza y potencial enriquecimiento o el enfrentar a las enfermedades, son en parte por cierto falaces, al no condecirse los desarrollos actuales (y las tendencias de los futuros proyectos en la próxima década) con estas promesas. No obstante, la biotecnología, guarda instrumentos tremendamente poderosos que pueden ser aprovechados socialmente y que habrá que contemplar a la luz del control y ordenamiento de la política científico tecnológica de las sociedades que decidan tener agendas propias (situación muy compleja) en esta línea. Muy posiblemente los gobiernos y las sociedades del Sur, puedan encontrar nuevos desafíos a la encrucijada planteada.
El sector rural latinoamericano, está representado por millones de campesinos, pequeños, medianos y grandes productores, con objetivos y tendencias de producción diferentes. La agricultura familiar, aquélla que produce en niveles de escala económica adecuada a una distribución equilibrada de la tierra, puede ser uno de los caminos a impulsar en una agricultura alternativa, que involucre la multifuncionalidad que esta actividad tiene. El respecto por las pautas por el desarrollo rural en el propio entorno, en un marco de desarrollo endógeno, es otra situación relevante a contemplar en la agricultura latinoamericana. Es bien sabido que estos sectores estarán definitivamente excluidos de un modelo de agricultura industrial y es aquí donde los decisores políticos deberán evaluar, adecuada, justa y profundamente los impactos (que como se ve no pasan por un cultivo-gen solamente) de cada una de sus decisiones.
Los costos, en externalidades de decisiones equivocadas hacia el agro latinoamericano se pagarían por generacionesLa agricultura industrial, si bien facilita en algunos términos el proceso de acumulación de capital, éste no es reinvertido en el propio lugar donde se produjo y también se sale del sistema, produciendo un empobrecimiento (y no enriquecimiento como se argumenta) del campo en general. Los centros de servicios de la agricultura industrial, considerados como aquellos pueblos y ciudades que albergarían a los campesinos y agricultores que ya no tendrían su tierra, tampoco resuelven la falta de empleo futura, al no poder capacitar en las nuevas demandas (y tan sólo emplear sólo a algunos) a todos los expulsados. Seguramente el camino a seguir por América Latina en su cuestión rural, es amplio y diverso.

Pengue convoca a los movimientos sociales a apoyar:
La agricultura familiar, necesita un apoyo importante para su sostenimiento y desarrollo, pero se muestra como una de las mejores alternativas para la recuperación de la soberanía alimentaria. Esta agricultura puede abastecer con alimentos básicos a muchas de sus regiones. La demanda de los movimientos sociales de la región y su apoyo a prácticas agrícolas sostenibles será un factor crucial en los nuevos procesos. También pueden favorecer al equilibro en el balance de ideas, intereses y demandas. La participación de los sectores rurales, incluidas las minorías, es relevante en este proceso. Todos pueden colaborar con los gobiernos en la toma de decisiones tan importantes. En un cambio más profundo, de mediano plazo, sería importante revisar las posibilidades y las formas para alcanzar un proceso de ecologización en el sector rural, que a través de una transición agroecológica a nivel de finca, integración y cooperativización, recupere parte el camino perdido y brinde sostenibilidad real al agroecosistema. 


Para alcanzar estos nuevos espacios, América Latina, deberá invertir en la formación, educación y socialización del conocimiento agroecológico, desde su escuela básica hasta la universidad. Los momentos de crisis vividos, permitieron demostrar que fue la agricultura de base familiar, de autoproducción, agroecológica la que está permitiendo resolver el problema básico de algunos países latinoamericanos (Argentina, Uruguay, Brasil) y no la agricultura industrial, que continuó con su fuerte producción y exportaciones. Es más que claro que Soberanía Alimentaria y la agricultura industrial dominada por el sistema mundial de alimentos en manos de las grandes corporaciones, no se relacionan. Es quizás esta, la última encrucijada que enfrenta el sector rural tradicional. Compleja, diversa pero con opciones, tanto agronómicas como con nuevas posibilidades sociales y de políticas al alcance de la mano. Comprender lo complejo del proceso y los impactos involucrados, a favor o en contra de cada decisión, facilitará la elección que la sociedad latinoamericana deberá realizar, acorralada hoy día por enormes presiones, internas y externas, pero sabedora que, para muchos países de su región, la decisión, está aún en sus manos. 
*Primera edición: 2005 © Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente Red de Formación Ambiental para América Latina y el Caribe Boulevard de los Virreyes 155, Colonia Lomas de Virreyes 11000, México D.F., México Leer

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