Estas violencias de todo tipo exigen abajo construir el Nunca Más
a
la alianza de capitales y estados
imperialistas con los locales.
Reflexionemos acerca de
cómo la alianza hipoteca el futuro mediante la destrucción tanto de la
soberanía alimentaria como de los ecosistemas y el envenenamiento de las
poblaciones. Tengamos en cuenta la irracionalidad criminal de la política
económica no sólo por centrarse en hacer permanecer el creciente
desendeudamiento-endeudamiento a expensas de desmantelar al Estado garante
de los derechos de abajo sino también por implantación de un Estado de
espaldas a las graves consecuencias del modelo extractivista exportador,
monopolizador, desindustrializador y neocolonialista. Vayamos, entonces,
recapacitando sobre nuestra participación en las elecciones donde ninguno de
los posibles ganadores cuestiona la criminalidad e impunidad de la alianza y
por tanto, cualquiera sea nuestro voto, estamos legitimando la continuidad
de poderes
públicos que nos sacrifican para priorizar la acumulación de riquezas
oligopólicas e individuales.
Argentina: pampeanización y deuda ecológica –
Entrevista a Walter Pengue,
por Alfredo Hoffman
22 de diciembre de 2012
22 de diciembre de 2012
El
riesgo de dejar la alimentación en manos del mercado. Walter Pengue habló de la
inacción estatal ante el modelo y sus efectos ambientales y sociales.
En la
Argentina cada gran cosecha de soja implica un gasto de aproximadamente 1.000
millones de dólares en fertilizantes, y eso no alcanza para recuperar totalmente
la estructura del suelo. Con ese cálculo,
Walter Pengue revela una
parte de lo que pierde el país en recursos naturales en el marco del modelo
productivo imperante, es decir, cuál es la deuda ecológica que genera una
agricultura básicamente destinada al pago de la deuda externa.
Pengue,
magister en Políticas Ambientales y Territoriales y doctor en Agroecología,
estuvo ayer y el viernes en la capital provincial invitado por el Foro
Ecologista de Paraná para disertar sobre procesos de integración y soberanía
alimentaria. Durante una extensa charla que mantuvo con UNO expuso su visión
sobre
el proceso de
pampeanización, como él denomina al desplazamiento de la producción en casi todo
el país hacia el monocultivo de soja, alertó por el riesgo que significa para el
país dejar librado al mercado las decisiones sobre la alimentación de su
población y remarcó que será prácticamente imposible para la Provincia controlar
el avance sobre la frontera agropecuaria en detrimento del bosque nativo.
Para Pengue, la pampeanización de gran parte del territorio nacional en la última década ha significado la muerte definitiva del granero del mundo. ?Ser el granero del mundo significa producir alimentos variados y diversos y eso el país ya no lo hace?, señaló. ?La Argentina está recomponiendo su sistema productivo de la mano de avances tecnológicos. Esto ha generado un proceso de desplazamiento de muchísimos sistemas de producción hacia la soja?
Para Pengue, la pampeanización de gran parte del territorio nacional en la última década ha significado la muerte definitiva del granero del mundo. ?Ser el granero del mundo significa producir alimentos variados y diversos y eso el país ya no lo hace?, señaló. ?La Argentina está recomponiendo su sistema productivo de la mano de avances tecnológicos. Esto ha generado un proceso de desplazamiento de muchísimos sistemas de producción hacia la soja?
Que predomine el hambre en una nación históricamente productora de alimentos se
explica, en parte, por la nula intervención del Estado.
Durante la última década se disolvió la Junta Nacional de Granos, la Junta
Nacional de Carnes, el Instituto Forestal Nacional. Evidentemente, ningún país
que se precie podría dejar de lado simplemente a las fuerzas del mercado y a la
dominación monopólica y oligopólica de ciertos sectores la base de recursos más
importante: cómo alimentar a su propia población?. Una ecuación en boga indica
que hay dos toneladas de grano para cada argentino, lo cual para este
investigador es ?una aberración, un juego y una ironía? Incluso: ¿Puede haber
mucho más gente todavía sin ningún tipo de acceso a los alimentos y el país
navegar sobre un mar de dólares?.
¿Hay hambre
solamente por la inacción del Estado o tiene algo de culpa el propio productor,
que se adhiere al modelo con los ojos cerrados?
No se le puede reclamar a un empresario una respuesta que tiene que ser de tipo
social y de definiciones de políticas. El hecho de que una persona esté pasando
hambre no tiene absolutamente ninguna relación con que un productor de soja se
enriquezca en este momento.
Si la Secretaría de Agricultura de la Nación, como lo muestra actualmente,
continúa con algunos pequeños ajustes que son sólo cosméticos, es imposible que
se pueda generar algún cambio.
La Argentina nunca analizó
profundamente una reforma agraria, una discusión de los planes de apoyo a la
promoción de pequeños y medianos agricultores y no una legislación que proteja a
grandes capitales que sobreexplotan los recursos naturales y se llevan las
ganancias. El desarrollo rural no pasa por la intensificación de la agricultura,
sino por incorporar a la gente a la producción.
Una de las
banderas del gobierno nacional ha sido la supuesta dureza en la negociación de
la deuda externa. Teniendo en cuenta la relación entre la deuda ecológica y la
deuda externa que usted menciona en sus trabajos, ¿piensa que esta negociación
es un cosmético más?
El problema de la deuda
externa no se resuelve desde la economía, sino desde la política. Hay una
relación directa entre lo que el país produce y lo que el Gobierno permite que
salga nuevamente para el pago de la deuda externa y eso yo lo relaciono con la
deuda ecológica.
Hemos
pagado intereses leoninos sin protestar y la deuda de la Argentina ha crecido.
Este Gobierno negocia aceptando muchas condiciones que no creo que sean tan
positivas para el pueblo argentino que no tiene la información suficiente para
comprender que no sólo es importante producir, sino
cómo se produce, especialmente en un país que depende de sus recursos naturales.
Debemos cuidar esos recursos y no ligarlos al pago de la deuda, porque nos van a
pedir que exportemos cada vez más. La importación de fertilizantes para
recuperar el suelo, por la extracción de minerales de nitrógeno y fósforo, la
estimamos en unos 1.000 millones de dólares en esta última campaña de 34
millones de toneladas de soja.
Y no se recupera
absolutamente la estructura del suelo.
¿Cuánto
tiempo le queda de rentabilidad a la soja? ?La soja va a seguir teniendo
rentabilidad, posiblemente, por un buen tiempo.
La estructura económica se
ha transformado para que la Argentina, Brasil y Estados Unidos sean básicamente
los países que produzcan soja. China sigue teniendo una demanda importante que
no puede ser abastecida por su propia producción, lo mismo le pasa un poco a la
Unión Europea. Sí van a tener problemas los que pretendan arrendar campos, al no
ser los precios tan interesantes como hoy. Esto puede presionar de nuevo para el
avance sobre la frontera agropecuaria.
El momento de parar la pelota
Según Walter
Pengue, será más que difícil para la Provincia ejercer el control sobre la tala
del bosque nativo, que ya se encuentra amenazado por la extensión de los
terrenos destinados al monocultivo. Más allá de la institucionalidad de la
legislación, si no tenemos los medios y las capacidades adecuadas para poder
controlar el avance tan fuerte sobre frontera agropecuaria, es un riesgo muy
grande permitir un uso aparentemente extractivo y controlado (del monte) para la
transformación hacia la agricultura.
Este es el momento de
parar la pelota y mirar para dónde vamos, no de acelerar los procesos. Porque
avanzar sin tener un ordenamiento territorial y una planificación estratégica
puede ser un error totalmente irreversible.
En este momento no sería adecuado para nada permitir una liberación ni siquiera
aparentemente controlada, porque la demanda por tierras para producir soja en
las próximas campañas será tan fuerte que hará que sea imposible controlarla.
Donde hubo
bosque nativo ahora hay soja y después de la soja ¿desierto? ?Dependerá mucho de
las condiciones agroecológicas de cada región. Después de hacer una monocultura
sojera durante un tiempo es muy posible que se pueda avanzar primero hacia una
degradación estructural del suelo, una pérdida de la riqueza en nutrientes, una
pérdida de la riqueza biológica y finalmente, al no existir una recuperación
racional, un avance hacia la erosión definitiva. Creo que no se va a llegar a
eso porque el mismo modelo está analizando otras alternativas que le van a ser
propicias económicamente. Posiblemente el año que viene ya se ofrezca hacer
maíz, que permitiría una recuperación estructural dentro del ciclo de
rotaciones. Esto forma parte del negocio de las semilleras para proponer otro
cultivo transgénico.
¿Pero el
monocultivo de maíz no genera también problemas en el suelo? Sí. Cualquier
monocultura va a generar problemas. Con la misma siembra directa se generan
también inconvenientes, porque no estamos cortando los ciclos de las plagas y
las enfermedades. Entonces, al estar cambiando las condiciones agroecológicas
del medio estamos facilitando la llegada de nuevas enfermedades.
Redacción de
"UNO", Argentina
El discurso gran
capitalista en el mundo busca invertir la realidad y no sólo ilusionar con
falacias para justificar el constante avance en que
"los Estados-nación han venido cediendo parte de su soberanía en cuanto a
las decisiones socioeconómicas mientras las empresas transnacionales han
logrado ir consolidando y ampliando su creciente dominio sobre la vida en el
planeta".
Reflexionemos acerca de:
Llega la inversión extranjera, ¿llega la recuperación?
18 de enero de 2015
18 de enero de 2015
Pedro
Ramiro
(La Marea,
16 de enero de 2015)
(…)En realidad, la
inmensa mayoría de estas inversiones no tiene nada que ver con la mejora del
tejido productivo ni con la creación de empleo; esto se llama, lisa y
llanamente, especulación. Como en la América Latina de “la larga noche
neoliberal”, cuando las reformas del Consenso
de Washington obligaron a los países de la región a abrir sus
economías al capital transnacional con la promesa de que así se alcanzaría
el bienestar para la mayoría de la población, las instituciones que nos
gobiernan hoy nos aseguran que la atracción de inversión extranjera va a ser
uno de los motores para “salir de la crisis” y continuar con esa “historia
de éxito”. Pero seguir apostando por la lógica de la especulación financiera
y de la acumulación de capital, tal y como nos lo demuestra el ejemplo
latinoamericano en las tres últimas décadas, sólo sirve para sostener el
“progreso” de esa reducida minoría que controla la propiedad y la gestión de
las grandes compañías.
Pedro Ramiro (@pramiro_)
es coordinador del Observatorio
de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz
con Dignidad.
Leer
Empresas transnacionales: impactos y resistencias
20 de agosto
de 2013
Por Pedro
Ramiro y Erika González (Ecologista,
nº 77, junio de 2013)
En el último siglo y medio, mientras ha ido avanzando el capitalismo global y los Estados-nación han venido cediendo parte de su soberanía en cuanto a las decisiones socioeconómicas, las empresas transnacionales han logrado ir consolidando y ampliando su creciente dominio sobre la vida en el planeta. Especialmente, en las tres últimas décadas, ya que el avance de los procesos de globalización económica y la expansión de las políticas neoliberales han servido para construir un entramado político, económico, jurídico y cultural, a escala global, del que las grandes corporaciones han resultado ser las principales beneficiarias.
Las compañías multinacionales han pasado a controlar la mayoría de los sectores estratégicos de la economía mundial: la energía, las finanzas, las telecomunicaciones, la salud, la agricultura, las infraestructuras, el agua, los medios de comunicación, las industrias del armamento y de la alimentación [1].Y la crisis capitalista que hoy vivimos no ha hecho sino reforzar el papel económico y la capacidad de influencia política de las grandes corporaciones, que tan pronto hacen negocio con los recursos naturales, los servicios públicos y la especulación inmobiliaria, como con los mercados de futuros de energía y alimentos, las patentes sobre la vida o el acaparamiento de tierras.
Las enormes
ganancias acumuladas por las empresas transnacionales tienen su origen en los
mecanismos de extracción
y apropiación de la riqueza económica que están en la base del funcionamiento
del capitalismo. La creciente explotación de trabajadores y trabajadoras y la
constante devaluación salarial, la presión ilimitada sobre el entorno en busca
de materias primas y recursos naturales, la especulación financiera tanto con el
excedente obtenido como con todo aquello que pueda ser comprado y vendido, la
mercantilización de cada vez más esferas de las actividades humanas y la
absoluta prioridad de la que gozan los mecanismos de reproducción del capital
frente a los procesos que permiten el sostenimiento de la vida
han servido, efectivamente, para que los principales directivos y accionistas de
las grandes corporaciones se conviertan en multimillonarios.
Pero, del
mismo modo que Amancio Ortega es el tercer hombre más rico del mundo a la vez
que Inditex produce sus prendas en fábricas textiles con pésimas condiciones
laborales en Bangladesh y en talleres que utilizan trabajo esclavo en Brasil y
Argentina, estos extraordinarios beneficios empresariales no serían posibles sin
la generación de toda una serie de impactos socioambientales que afectan
directamente a las poblaciones y los ecosistemas de todo el planeta.
Dice David
Harvey que, en el
nuevo imperialismo, “para mantener abiertas oportunidades rentables
es tan importante el acceso a inputs más
baratos como el acceso a nuevos mercados”. Por eso, en los últimos años, ante la
caída de los niveles de consumo, el progresivo agotamiento de los combustibles
fósiles y la rebaja de las tasas de ganancia del capital transnacional en los
países centrales, las grandes corporaciones han puesto en marcha una fuerte
estrategia de reducción de costes y, a la vez, han intensificado su ofensiva
para lograr el acceso a nuevos negocios y nichos de mercado. Es lo que el
geógrafo británico ha denominado acumulación
por desposesión: “Muchos recursos que antes eran de propiedad
comunal, como el agua, están siendo privatizados y sometidos a la lógica de la
acumulación capitalista; desaparecen formas de producción y consumo
alternativas; se privatizan industrias nacionalizadas; las granjas familiares se
ven desplazadas por las grandes empresas agrícolas; y la esclavitud no ha
desaparecido” [2].
En este agresivo contexto, como no podía ser de otra manera, los conflictos
socioecológicos y las violaciones de los derechos humanos se han multiplicado
por todo el globo, con el consiguiente crecimiento de las luchas sociales frente
a todos estos impactos empresariales.
Caracterizando los impactos socioecológicos de las multinacionales
Las escuelas
de negocios y los think
tanks vinculados a las
compañías multinacionales, por su parte, han elaborado estudios y análisis para
vincular la presencia internacional de las empresas transnacionales con el logro
de los objetivos de desarrollo y bienestar que se prometieron para justificar su
llegada a los países periféricos. Ante el aumento de la pobreza y las
desigualdades a nivel mundial y el creciente rechazo social que han ido
generando, las grandes corporaciones pretenden construir un relato con el que no
pueda cuestionarse su centralidad en la economía global: “Estoy convencido de
que las empresas más que parte del problema son parte de la solución. En
términos generales, las empresas, más que los gobiernos y la sociedad civil,
están mejor preparadas para ser catalizadoras de innovación y transformación
hacia un mundo sostenible”, afirma el presidente del BBVA [3].
Así, con
objeto de aumentar su legitimación social y posicionarse como un actor
imprescindible para “salir de la crisis”, presentan teorías revestidas de
objetividad y neutralidad que pretenden demostrar los impactos positivos de sus
actividades en aspectos como la transferencia de tecnología, la mejora de la
provisión de bienes públicos y privados, el incremento del empleo, el acceso de
las mujeres al mercado de trabajo y el fomento de la inversión como motor de
desarrollo [4].
Frente a
ello, diferentes centros de estudios, organizaciones no gubernamentales y
movimientos sociales –así como ciertos sectores de la academia que aún se
resisten a aceptar la lógica de la excelencia y
de la obligada transferencia de conocimiento desde la universidad a la empresa–
han venido realizando un trabajo de documentación y sistematización sobre las
consecuencias de la expansión global de las corporaciones transnacionales en el
marco del actual modelo socioeconómico.
En este sentido, las investigaciones
realizadas por diversos observatorios, ONGD y redes de solidaridad han servido,
sobre todo, para demostrar tres cuestiones centrales.
-
Primero, que las empresas transnacionales no han contribuido a una mejora de la cantidad y la calidad del empleo, ni tampoco de la prestación de los servicios que ofrecen, prácticamente no han realizado inversiones en mantenimiento, apenas han favorecido los procesos de transferencia tecnológica y, al fin y al cabo, no han traído de la mano el progreso y el bienestar para las poblaciones de la región, que era lo que se prometía con su llegada después de las privatizaciones y las reformas neoliberales de los años ochenta y noventa.
-
Segundo, que junto con las consideraciones económicas hay toda una lista de graves efectos sociales, políticos, ambientales y culturales que van asociados a la internacionalización de los negocios de estas empresas.
-
Y, en tercer lugar, que quienes han salido ganando con ello no han sido precisamente las clases trabajadoras y las mayorías sociales, sino los dueños de esas compañías, los beneficiarios de las rentas del capital y los políticos y empresarios que se han hecho de oro atravesando las puertas giratorias que conectan el sector público y el mundo empresarial.
Tribunal Permanente de los Pueblos
A la hora de
avanzar tanto en la denuncia de los abusos cometidos por las empresas
transnacionales como en los procesos de movilización y resistencias que permitan
construir alternativas al dominio de las grandes corporaciones, una de las
experiencias más interesantes es la que, en los últimos años, se ha venido
articulando en torno al Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP). Y es que las
distintas sesiones de este tribunal de opinión que se han dedicado a juzgar los
impactos de la presencia de las compañías multinacionales en América Latina han
contribuido a fomentar la investigación y la sistematización de los efectos
negativos producidos por estas empresas [5].
Los ejemplos
van desde las consecuencias de la extracción a toda costa de los recursos
naturales, puestas de manifiesto con los casos de la minera Goldcorp en
Guatemala, la papelera Botnia en Uruguay o la petrolera Repsol en Argentina,
Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador; hasta los efectos ambientales de la
construcción de grandes infraestructuras, ilustrados con el caso de la empresa
alemana Thyssen Krupp y su macrocomplejo industrial para la exportación de acero
en Río de Janeiro; pasando por la financiación del Santander y BBVA a proyectos
muy agresivos socioambientalmente en Brasil y Perú, junto a los efectos de la
privatización de los servicios públicos, con Aguas de Barcelona en México,
Proactiva-FCC en Colombia y Unión Fenosa en Colombia, Guatemala y Nicaragua. Y
todos estos casos, según la sentencia final del TPP, “deben ser considerados no
simplemente por sus elementos de unicidad, sino como expresión de una situación
caracterizada por lo sistemático de las prácticas” [6].
A través de las dinámicas de lucha y resistencia que se expresan en la realización de las citadas audiencias del TPP y las campañas de movilización que las han acompañado, otros centros de estudios, observatorios y organizaciones sociales han venido trabajando en esta misma línea y, de este modo, han desarrollado diversas herramientas para la caracterización de los conflictos socioecológicos generados por las multinacionales [7]. Así pues, existen diferentes propuestas para la sistematización de estos impactos que, no obstante, siguen enfoques complementarios: mientras unas ponen énfasis en los sectores de actividad de las transnacionales y efectúan una radiografía de las políticas, instrumentos y actores cómplices en la violación de los derechos humanos cometidos por las grandes corporaciones [8], otras se basan en realizar una descripción minuciosa de las dimensiones e indicadores de los efectos ocasionados por estas compañías [9] o analizan el marco jurídico y socioeconómico dentro del cual se insertan dichos impactos [10].
Por nuestra
parte, como queda recogido en la tabla 1, consideramos que las consecuencias de
las operaciones de las empresas transnacionales pueden sintetizarse en cinco
dimensiones fundamentales (económica, política, social, ambiental y cultural),
de las que a su vez se derivan otra serie de impactos (laborales, fiscales, de
género, etc.).
En muchas de
estas campañas está presente un fuerte componente de movilización social, ya que
sobre la base de ellas se han conectado y articulado luchas populares que
encuentran en las empresas transnacionales
uno de sus principales
antagonistas a la hora de definir nuevos modelos de economía y desarrollo,
mientras otras, por su parte, tienen una más acusada vertiente de denuncia e
incidencia política, y se fundamentan en fomentar la sensibilización y la
formación de una mayoría ciudadana que posibilite el cambio social. Ambas
opciones son, en todo caso, complementarias, y caminando hacia la unión de estos
dos caminos es por donde podrán darse los pasos para construir ese “otro mundo
posible” del que tanto se ha hablado en la primera década del presente siglo.
En este contexto, resulta imprescindible continuar con la investigación, el análisis, la denuncia y la movilización contra los abusos que cometen las empresas transnacionales en su expansión global. Porque, lejos de debilitarse con la actual crisis económica y financiera, el hecho es que las grandes corporaciones continúan fortaleciendo su poder e influencia en nuestras sociedades gracias a sus renovadas estrategias corporativas y a la aplicación de nuevos modelos de negocio [13].
Por eso, a
la vez que se profundizan las desigualdades y las mayorías sociales ven cómo sus
derechos quedan relegados frente a la protección de los intereses comerciales y
los contratos de las compañías multinacionales, se hace más necesario que nunca
fortalecer las luchas y resistencias en contra de las empresas transnacionales.
Y, al mismo tiempo, ha de avanzarse en
la reflexión y la construcción de alternativas socioeconómicas que nos permitan
mirar más allá del capitalismo, abriendo ventanas hacia esos otros modelos
posibles, esas otras realidades que no pasen por situar a las grandes
corporaciones en el centro de la actividad de la sociedad sino que, justamente
al contrario, las desplacen a un lado para colocar en su lugar a las personas y
a los procesos que hacen posible la vida en nuestro planeta.
Pedro Ramiro y Erika
González, investigadores del Observatorio
de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz
con Dignidad.
Las
externalidades para la centralidad del lucro de corporaciones y socios
menores adquieren consecuencias graves y mortales que interpelan a los de
abajo ya con proyectos adecuados a resolverlas en beneficio del buen vivir
popular.
Córdoba: "la catástrofe no es natural"
17 de febrero de 2015
17 de febrero de 2015
Luego del temporal que azotó las Sierras Chicas vecinos y
representantes de organizaciones agrupados en la “Coordinadora Ambiental y de
Derechos Humanos Sierras Chicas” exigen y reclaman a las autoridades mayor
participación y planificación territorial. Manifestaron que las cuencas altas
están siendo devastadas, desprotegiendo e impermeabilizando el suelo que pierde
de esta manera, su capacidad de absorción. Denuncian que “las
políticas impulsadas por la provincia y los municipios, son ineficientes y
pensadas a muy corto plazo, y además se gestionan primando los intereses de
grupos económicos
ANRed
reproduce Comunicado:
Coordinadora de Sierras
Chicas ante Inundaciones
Horas de mucha
angustia y desesperación vivimos los vecinos de las Sierras Chicas.
Desde Ascochinga
hasta La Calera, la tormenta trazó el mismo recorrido de la Cruzada de las
Sierras Chicas: una caminata que une a más de once localidades serranas en
demanda de participación ciudadana en las políticas del agua y de la tierra.
Curiosa
coincidencia. Y no tanto.
La lluvia, esa
“bendición celestial” que era invocada por los intendentes y funcionarios hace
poco más de un año, esta vez fue demasiada. Tanto así que en el camino se llevó
vidas, sueños, y parte del mismísimo acueducto que inauguraron con moño, foto y
solución en cómodas cuotas.
Mientras tanto en
nuestras ciudades el agua lame los postes donde cuelgan los carteles
proselitistas rumbo a 2015. Ellos son, en muchos casos, los mismos candidatos y
las mismas puertas que venimos tocando desde hace tres años con petitorios
entregados en todas las reparticiones de la Provincia de Córdoba y en cada
Municipio del corredor. Además de informes, como el que presentó la Asamblea
Ciudadana Unquillo Ambiente en octubre de 2013 que advierte sobre el riesgo de
deslizamientos ante inundaciones, y las notas de esta Coordinadora que exigen y
reclaman participación y planificación territorial.
Y es que más allá
de la cantidad de agua caída, la “catástrofe” no es “natural”: Lo natural es que
cuando llueve el agua se infiltre y vuelva lentamente a la superficie (efecto de
esponja). Pero las cuencas altas están siendo desmontadas, incendiadas y
edificadas, desprotegiendo e impermeabilizando el suelo que pierde su capacidad
de esponja. Ya no retiene el agua cuando llueve, y no la libera cuando falta.
Y así hoy, ésta
escurre imparable cuesta abajo.
Pero no es la primera vez que ocurre, ya imparable ha bajado hace algunos años, y cada tantos más, de nuevo. Sólo debemos hacer memoria. Y así como cada cierto tiempo nos sobra, también cada cierto tiempo nos falta. Lo “natural” no es la catástrofe, lo natural son los ciclos, pero que se hacen cada vez más extremos mientras más deterioramos nuestras cuencas, que son las que los amortiguan. Lo natural es que en época de sequía las sierras entreguen el agua que acumularon en época de lluvia. Y sólo recuperando ese buen estado de salud podremos recuperar el equilibrio entre que hoy sobre en demasía y mañana nos sea tan escasa.
Así, la
crisis hídrica y las inundaciones terminan siendo dos caras de la misma moneda.
Cuando no hay
agua, se la pretende traer de otra parte, pero llegan las sequías y las
“soluciones” nunca alcanzan. Y si ésta no falta, bastan unas gotas para rebasar
las cuencas. Así, las políticas impulsadas por la provincia y los municipios,
son ineficientes y pensadas a muy corto plazo, y además se gestionan primando
los intereses de grupos económicos. Todo ello, sin contemplar la participación
de los propios habitantes que somos quienes hoy estamos sacando el barro de
nuestras viviendas a fuerza de balde y bronca.
Con menos del 5% de Bosque Nativo en la provincia de Córdoba, se desmonta una hectárea por hora, ostentando así el triste récord mundial en depredación de nuestros bienes comunes. Es así que, en la pampa las topadoras le abren paso a la soja, y acá en nuestras sierras las mismas topadoras le abren paso al desarrollista amigo que trae sus canchas de golf (El Terrón) y barrios exclusivos (El Montecito y Ticupil). Son los grandes empresarios que, asociados con el poder, construyen rutas como las que ayer demolió el agua. Agua que ya no pudo absorber la montaña y escupió al progreso su fuerza natural.
Es por
todo ello que venimos exigiendo y trabajando para reglamentar y poner en
funcionamiento cada una de las once reservas hídricas que tenemos en lo alto de
nuestras cuencas, más arriba de nuestras ciudades. Y
por lo que venimos también proponiendo la conformación del Corredor Hídrico y
Biológico de las Sierras Chicas. Porque
sólo de esta forma vamos a poder alcanzar ese equilibrio, tan quebrado como se
nos ha demostrado hoy.
Por todo lo
dicho, es que manifestamos infinita tristeza e impotencia y nos solidarizamos
con nuestros vecinos y amigos que hoy se ven despojados de sus bienes y cargados
de preguntas sin respuesta. El cómo y el por qué seguramente pasarán a formar
parte de la arena mediática, pero esperamos que de una vez por todas, las
respuestas formen parte de la agenda pública. Esperamos que las soluciones no
sean solamente obras faraónicas que se traducen en promesas electorales.
Agradecemos a
nuestros bomberos, a Defensa Civil y demás fuerzas vivas, y a cada persona que
colabora y se solidariza con quienes hoy lo necesitamos.
Esperamos
respeto por cada habitante. Y por sus hijos, y los hijos de ellos. Para que
todos tengan agua en el vaso y no en el colchón.
Y
esperamos que cada uno de nosotros, como habitantes y como vecinos de estas
sierras, las que nos dan un suelo, un hogar, su agua y su belleza, aprendamos y
nos comprometamos a recuperarlas, cuidarlas y respetarlas.
Hoy más que nunca, seguiremos encontrándonos, trabajando y movilizándonos para exigir nuestro derecho a participar en las decisiones que, visto está, nos afectan profundamente, y para que podamos reconstruir así el equilibrio y la salud de nuestras sierras, nuestras ciudades y nuestro territorio.
Contactos:
Fernanda: 0351
3053948
Yamila: 0351
3371739
Vilú: 0351 3030709
Fuente original: Indymedia
Fuente:
http://www.anred.org/spip.php?article9338
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