martes, 19 de julio de 2016

A 200 años veamos el capitalismo como "acumulación por exterminio" tanto bajo gestión progresista como neoliberal.


   Es asumir qué mundo genera mediante guerras y 

expulsión de poblaciones de sus países o territorios.

Necesitamos, abajo y a la izquierda, percibir el sistema mundo capitalista en su totalidad para comprender cómo nuestro estar siendo espectadores o nuestra indiferencia nos vuelve cómplices de la acumulación por exterminio como la designa Raúl Zibechi Leer  e incluso suicidas. Creer que los gobiernos progresistas han sido y son posneoliberales es ningunear al extractivismo tanto destructor de nuestros países como sostenedor de los imperialismos y por tanto del sistema mundo capitalista. Procuremos aproximarnos al análisis integral del sistema:
Un mundo cada día más convulsionado
La era de la desintegración
4 de julio de 2016
Por Patrick Cockburn (TomDispatch)
Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García

Un interminable ciclo de guerras que no resuelven nada
Introducción de Tom Engelhardt
He aquí un hecho inevitable: estamos ahora en un mundo brexit. Estamos viendo las primeras señales de una importante fragmentación del planeta que, hasta hace poco tiempo, los entendidos estaban convencidos de que estaba globalizándose rápidamente y dirigiéndose hacia todo tipo de unificaciones. Si queréis una sola imagen que capte el desalentador espíritu del momento, esta imagen es la cifra 65 millones. Este es el número de personas que la Oficina del alto comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR, por sus siglas en inglés) estima que fueron desplazadas en 2015 por “los conflictos y la persecución”, un refugiado por cada 113 habitantes del planeta Tierra. Esta situación es peor de la que se produjo al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando importantes partes del mundo habían sido devastadas. De los 21 millones de refugiados de entonces, el 51 por ciento eran niños (muchas veces separados de sus padres y sin posibilidad alguna de acceder a la educación). Muchos de los desplazados de 2015 eran, de hecho, refugiados internos, incluso en su propio despedazado país. Casi la mitad de aquellos que cruzaron alguna frontera provenían de tres países: Siria (4,9 millones), Afganistán (2,7 millones) y Somalia (1,1 millones).
A pesar de los titulares de la prensa que hablan de refugiados que se dirigen a Europa –aproximadamente un millón de ellos consiguieron llegar allí en el última año (dejando muchos muertos en el camino)–, muchos de los desarraigados que habían dejado su tierra acabaron en empobrecidas zonas de países vecinos; a la cabeza de ellos, Turquía, donde hoy hay 2,5 millones de refugiados. De este modo, la propagación de conflictos y caos, especialmente en el Gran Oriente Medio y África, no hace otra cosa que llevar más conflicto y caos allí donde esos refugiados son forzados a ir.
No olvidéis que, con todo lo extremo que ese guarismo –65 millones– pueda parecer, sin duda es el comienzo –no el final– de un proceso. Una razón: esa cifra no incluye a los 19 millones de personas desplazadas el año pasado por condiciones climáticas extremas y otros desastres naturales. Incluso, en las próximas décadas, el calentamiento global con la posibilidad de fenómenos climáticos extremados (como la actual ola de calor en el oeste de Estados Unidos) y la elevación del nivel del mar, indudablemente provocarán nuevas aleadas de refugiados, que no harán más que sumarse a los conflictos y la fragmentación.
Como Patrick Cockburn lo señala hoy, hemos entrado en “una era de la desintegración”. Y él debe saberlo. Quizá no haya un informador occidental que haya cubierto el sombrío amanecer de esta era en el Gran Oriente Medio y el norte de África –desde Afganistán hasta Irak, desde Siria hasta Libia– tan exhaustivamente como él lo ha hecho en los últimos 10 años y medio.
Su libro más reciente, Chaos & Caliphate: Jihadis and the West in the Struggle for the Middle East, es una vívida muestra de su forma de informar y de un mundo que se está resquebrajando como consecuencia de los conflictos que lo han tenido como testigo. E imaginad que esto empezó con una operación –los atentados del 11 de septiembre de 2001– que, según estimaciones, apenas costó entre 400.000 y medio millón de dólares y empleó a 19 fanáticos (sobre todo saudíes) y algunos aviones secuestrados. Osama bin Laden debe estar sonriendo en su acuática tumba.
* * *
El neoliberalismo, el intervencionismo, la maldición de los recursos y un mundo en fragmentación
Vivimos una época de desintegración. En ningún sitio esto es más evidente que en el Gran Oriente Medio y África. En todo el territorio que va desde Pakistán a Nigeria hay por lo menos siete guerras en curso –en Afganistán, Irak, Siria, Yemen, Libia, Somalia y Sudán del Sur–. Estos conflictos son extraordinariamente destructivos; están desgarrando los países donde ellas tienen lugar; tanto que se duda que puedan recuperarse alguna vez. Ciudades como Alepo, en Siria; Ramadi, en Irak; Taiz, en Yemen; y Benghazi, en Libia, están parcial o totalmente en ruinas. Además, hay por lo menos otras tres serias insurgencias: en el sureste de Turquía, donde el ejército turco combate contra la guerrilla kurda; en la península de Sinaí, Egipto, donde un apenas comentado pero muy feroz conflicto de guerrillas está librándose; y en el noreste de Nigeria y los países vecinos, donde Boko Haram continúa lanzando mortíferos ataques.
Todos estos enfrentamientos tienen varios aspectos en común: son eternos y nunca parecen producir claros ganadores y perdedores (efectivamente, Afganistán está en guerra desde 1979 y Somalia desde 1991), y conllevan la destrucción o el desmembramiento de las naciones implicadas o su partición de facto en medio de movimientos populares y alzamientos; muy tratadas mediáticamente en el caso de Siria e Irak, aunque menos en lugares como Sudan del Sur, donde más de 2,4 millones de personas han sido desplazadas en los últimos años.
Hay una similitud más, no menos importante por ser obvia: la mayor parte de estos países –donde el Islam es la religión predominante–, los movimientos extremistas de orientación salafista-yihadista –entre ellos el Estado Islámico (Daesh, en adelante), al-Qaeda y el Talibán– son prácticamente la única forma de vehiculizar la protesta y la rebelión. A estas alturas, han reemplazado por completo a los movimientos socialistas y nacionalistas que predominaban en el siglo XX; en estos últimos años ha habido una total reversión hacia la identidad religiosa, étnica y tribal, hacia los movimientos que tratan de establecer un territorio propio y exclusivo mediante el acoso y la expulsión de las minorías.
En el proceso y debido a la presión de la ingerencia militar extranjera, una vasta porción del planeta parece estar abriéndose en canal. Aun así, la comprensión de lo que está sucediendo es muy limitada en Washington. Recientemente, esta situación se hizo patente cuando 51 diplomáticos del departamento de Estado de Estados Unidos protestaron contra la política siria del presidente Obama y sugirieron que debían lanzarse ataques aéreos selectivos contra las fuerzas del régimen sirio en la creencia de que el presidente Bashar el-Assad estaría dispuesto a un cese del fuego. El pensamiento de los diplomáticos continúa siendo ingenuo en el más complejo de los conflictos mencionados y supone que el bombardeo con barriles explosivos a los civiles realizado por el gobierno sirio es “la principal causa de la inestabilidad que continúa castigando a Siria y toda la región”.
Es como si la mente de esos diplomáticos estuviera todavía en los tiempos de la Guerra Fría, como si aún estuviesen luchando contra la Unión Soviética y sus aliados. Contra toda lo visto en los últimos cinco años, suponen que una apenas existente oposición moderada siria se beneficiaría con la caída de el-Assad y una falta de comprensión de que la oposición armada en Siria está completamente dominada por el Daesh y los clones de al-Qaeda.
A pesar de que en estos momentos se reconoce ampliamente que la invasión de Irak en 2003 ha sido una equivocación (incluso por quienes en su día la apoyaron), no se ha aprendido lección alguna sobre cómo las intervenciones militares –directas e indirectas– de Estados Unidos y sus aliados en los últimos 25 años sólo han empeorado la violencia y acelerado el fracaso de algunos países.

Una extinción en masa de países independientes
El Daesh, que justamente celebra su segundo aniversario, es la derivación grotesca de esta época de caos y conflicto. La existencia misma de esta monstruosa secta no es más que un síntoma de la profunda dislocación sufrida por las sociedades de esa región, una región gobernada por elites corruptas y carentes de reputación. Su surgimiento –y el de sus variaciones estilo Talibán o al-Qaeda– muestra la dimensión de la debilidad de sus oponentes.
El ejército de Irak y sus fuerzas de seguridad, por ejemplo, tenían registrados 350.000 soldados y 660.000 policías en junio de 2014, cuando unos pocos miles de combatientes del Daesh capturaron Mosul, la segunda ciudad del país, que aún mantienen en su poder. En estos momentos, el ejército iraquí, los servicios de seguridad y unos 20.000 paramilitares chiíes respaldados por el enorme poder de fuego de Estados Unidos y la fuerza aérea de sus aliados se han abierto camino dentro de la ciudad de Fallujah, a 64 kilómetros al oeste de Bagdad, luchando contra la resistencia de los combatientes del Daesh, que quizás sean unos 900 hombres. En Afganistán, el resurgimiento del Talibán, supuestamente derrotado totalmente en 2001, tiene menos que ver con la popularidad de ese movimiento que con el desprecio con que los afganos miran a su corrupto gobierno con sede en Kabul.
En todas partes los estados nacionales están debilitados o derrumbándose, mientras unos jefes autoritarios luchan por su supervivencia frente a las presiones, tanto exteriores como interiores. Así es muy difícil esperar que la región pueda desarrollarse. Se suponía que unos países que en la segunda mitad del siglo XX habían conseguido quitarse de encima la dominación colonial se unirían más a medida que el tiempo pasara, no menos.
Entre 1950 y 1975, los líderes regionales accedieron al poder en buena parte del anterior mundo colonial. Prometieron que alcanzarían la autodeterminación nacional; para ello, crearon poderosos países independientes mediante la concentración de todos los recursos políticos, militares y económicos que estuviesen disponibles. En lugar de eso, después de algunas décadas, muchos de esos regímenes se convirtieron en Estados policiales controlados por un reducido número de familias extraordinariamente ricas y un círculo de hombres de negocios que dependían de sus conexiones con jefes como Hosni Mubarak, en Egipto, o Bashar el-Assad, en Siria.
En los últimos años, esos países se abrieron también al torbellino económico del neoliberalismo, que destruyó cualquier rudimentario contrato social que existiera entre gobernantes y gobernados. Tomemos a Siria, por ejemplo. En este país, las ciudades y poblaciones rurales que una vez habían apoyado al régimen baazista de la familia al-Assad porque les proporcionaba empleos y mantenía bajos los precios de los artículos de primera necesidad fueron, después de 2000, abandonados a las fuerzas del mercado que siempre favorecen a quienes detentan el poder. Estas poblaciones se convertirían en la columna vertebral del levantamiento posterior a 2011. Mientras tanto, instituciones como la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que en los setenta habían hecho tanto por el aumento de la riqueza y el poder de los productores de crudo de la región, habían perdido su capacidad de actuar de común acuerdo.
La pregunta en este momento es: ¿Por qué se está produciendo una “extinción en masa” de países independientes de Oriente Medio, el norte de África y más allá? Es frecuente que los políticos y los medios occidentales se refieran a esos países como “estados fallidos”. La implicación subyacente en esa expresión es que el proceso que viven esos países es de tipo destructivo. Pero unos cuantos de esos estados ahora etiquetados como “fallidos”, como puede ser el caso de Libia, sólo accedieron a esa categoría después de que un movimiento de oposición respaldado por Occidente se hiciera con el poder gracias al apoyo y la intervención militar de Washington y la OTAN y demostrara ser demasiado débil como para imponer su poder gubernamental centralizado y el correspondiente monopolio de la violencia dentro del territorio nacional.
De un modo u otro, en Irak 2003, este proceso se inició con la intervención de una coalición liderada por Estados Unidos que condujo al derrocamiento de Saddam Hussein, la proscripción del Partido Baazista y la disolución de sus fuerzas armadas. Fueran cuales fueran sus defectos, tanto Saddam como el autocrático mandamás de Libia, Muammar Gaddafi fueron satanizados y culpabilizados de todas las disputas étnicas, sectarias y regionales de los países que gobernaban, unas disputas que de hecho se dispararon del modo más nefasto después de la muerte de cada uno de ellos.
Sin embargo, aún hay una pregunta más: ¿Por qué la oposición a los autócratas y a la intervención occidental adquirió la forma islámica y cómo es qué los movimientos islámicos fueron los que consiguieron dominar la resistencia armada particularmente en Irak y en Siria; una resistencia tan violenta, regresiva y sectaria? Formulémosla de otra manera: ¿Cómo pudieron esos grupos encontrar tanta gente dispuesta a morir por una causa, mientras que sus oponentes apenas consiguen reclutar alguna? Cuando las unidades de combate del Daesh arrasaban el norte de Irak en el verano de 2014, los soldados [iraquíes] se quitaban el uniforme, dejaban sus armas y desertaban abandonando las ciudades del norte del país; y justificaban su fuga diciendo desdeñosamente: “¿Morir por [el primer ministro Nouri] al-Maliki? ¡Jamás!”.
Una explicación corriente de la ascensión de los movimientos islámicos de resistencia es que la oposición socialista, laica y nacionalista había sido aplastada por las fuerzas de seguridad del antiguo régimen, mientras que no había pasado lo mismo con los islamistas. Sin embargo, en países como Libia y Siria, los islamistas habían sido también salvajemente perseguidos, pero llegaron a dominar la oposición. Aun así, aunque esos movimientos confesionales fueron lo bastante fuertes como para oponerse a los gobiernos, en general demostraron no tener la fuerza suficiente como para reemplazarlos.

Demasiado débiles para ganar, pero demasiado fuertes para perder
A pesar de que está claro que hay muchas razones para la actual desintegración de países y que esas razones difieren de un lugar a otro, hay algo que es incuestionable: el fenómeno en sí mismo se está convirtiendo en la norma válida a lo largo y ancho de una vasta porción del planeta.
Si buscamos las causas del fracaso de naciones en nuestro tiempo, el punto de partida es sin duda el final de la Guerra Fría, hace un cuarto de siglo. Una vez acabada, ni Estados Unidos ni la Rusia que surgió del descalabro de la Unión Soviética tenían un interés especial en continuar apuntalando “estados fallidos”, como lo habían hecho durante tanto tiempo ante el temor de que lo hiciera la superpotencia rival y sus ‘apoderados’ locales. Antes de eso, los líderes nacionales de regiones como el Gran Oriente Medio habían sido capaces de mantener a sus respectivos países en cierto grado de independencia conservando un equilibrio entre Moscú y Washington. Con el colapso de la Unión Soviética, eso ya no era factible.
Además, el triunfo de la economía neoliberal de libre mercado tras el colapso de la Unión Soviética agregó un ingrediente crítico a la mezcla; con el tiempo se vería que esto era mucho más desestabilizante.
Una vez más, tomemos en consideración a Siria. La expansión del libre mercado en un país en el que nunca había habido una responsabilidad democrática ni regido la ley por encima de todo significó una cosa: los plutócratas relacionados con la familia gobernante del país se apropiaron de todo lo que parecía ser potencialmente rentable. Gracias a esto, aumentaron pasmosamente su fortuna, mientras que los empobrecidos habitantes de las aldeas, los pueblos rurales y los barrios de chabolas de las ciudades de Siria, que una vez había dependido del Estado para conseguir trabajo y alimentos baratos, ahora sufrían. Nadie debería sorprenderse de que estos lugares se convirtieran en el centro de los levantamientos en la Siria posterior a 2011. En la capital, Damasco, mientras se extendía el reinado del neoliberalismo, incluso los miembros de rango bajo de la mukhabarat, o policía secreta, vivían con entre 200 y 300 dólares por mes; mientras tanto, el Estado se transformó en una maquinaria dedicada al robo.
En esos años, el robo y la subasta del patrimonio nacional se propagaron por toda la región. El nuevo gobernante de Egipto, el general Abdel Fattah al-Sisi, implacable con cualquier asomo de disenso interior, fue típico. En un país que alguna vez había sido el modelo a emular de los regímenes nacionalistas de todo el mundo, al-Sisi no titubeó el pasado abril en entregar dos islas en el mar Rojo a Arabia Saudí, de cuyos financiamientos y ayudas depende régimen egipcio (sorprendiendo a todo el mundo, recientemente un tribunal de El Cairo anuló la decisión de al-Sisi).
Este gesto, sumamente impopular entre los cada vez más empobrecidos egipcios, fue el símbolo de un cambio de mayor alcance en el equilibrio de poder en Oriente Medio: los otrora países más poderosos de la región –Egipto, Siria e Irak– habían sido nacionalistas laicos y un auténtico contrapeso respecto de Arabia Saudí y las monarquías del golfo Pérsico. Según se debilitaban las autocracias seculares, aumentaba el poder y la influencia de las monarquías sunníes fundamentalistas. Si 2011 fue testigo de la propagación de la rebelión y la revolución en todo el Gran Oriente Medio, mientras la Primavera Árabe florecía fugazmente, también vio la extensión de la contrarrevolución financiada por las monarquías absolutistas del Golfo ricas en petróleo, que nunca iban a tolerar cambios de régimen democráticos y no confesionales en Siria o Libia.
Hay algo más en juego que agrega todavía más fragilidad a esos países: la producción y comercialización de recursos naturales –crudo, gas y minerales– y la cleptomanía que acompaña a esas actividades. Esos países sufren a menudo los efectos de lo que se conoce como “la maldición de los recursos”: unos estados cada vez más dependientes de los ingresos por la venta de sus recursos naturales –teóricamente suficientes como para asegurar un nivel de vida razonablemente decente– que en cambio pasan a ser unas dictaduras grotescamente corruptas. En ellas, los yates de los multimillonarios locales con importantes conexiones con el régimen de turno se balancean en puertos rodeados de barrios de chabolas sin agua corriente ni saneamiento. En esas naciones, las políticas suelen centrarse en rencillas y maniobras de elites para robar los dineros que ingresa el Estado y trasladarlos fuera del país lo más rápidamente posible.
Esta ha sido la pauta de la vida económica y política de gran parte del África subsahariana desde Angola a Nigeria. En Oriente Medio y el norte de África, sin embargo, existe un sistema algo diferente, uno normalmente mal comprendido fuera de esas regiones. En Irak o Arabia Saudí hay una desigualdad parecida y unas elites igualmente cleptómanas. No obstante, han gobernado mediante Estados clientelares en los que a una parte importante de la población se le ofrece empleo en el sector público a cambio de la pasividad política o el apoyo a los cleptócratas.
Por ejemplo, en Irak, con una población de 33 millones de personas, no menos de siete millones están en la nómina del gobierno, gracias a salarios o pensiones que cuestan al Estado unos 4.000 millones de dólares por mes. Este burdo sistema de distribución popular de los ingresos derivados del petróleo ha sido denunciado frecuentemente por comentaristas y economistas occidentales con el nombre de corrupción. Estos, por su parte, recomiendan generalmente recortar el número de esos empleos, pero eso significaría que todos –no solo una parte– los ingresos estatales provenientes de los recursos naturales serían robados por la elite. De hecho, este es cada vez más el caso en esos territorios a medida que el precio del petróleo toca fondo; incluso los miembros de la realeza saudí han empezado a recortar la ayuda estatal a la población.
Una vez se pensó que el neoliberalismo era el camino hacia la democracia secular y la economía de libre mercado. En la práctica, ha sido cualquier cosa menos eso. En lugar de ello, junto con la maldición de los recursos y las repetidas intervenciones militares de Washington y sus aliados, la economía de libre mercado ha desestabilizado profundamente el Gran Oriente Medio. Alentado por Washington y Bruselas, el neoliberalismo del siglo XXI ha hecho que las sociedades desiguales sean todavía más desiguales y ha ayudado a transformar regímenes que ya eran corruptos en maquinarias de pillaje. Por supuesto, es también una fórmula para el éxito del Daesh o cualquier otra alternativa extremista al statu quo. Esos movimientos están limitados a encontrar apoyo en las zonas empobrecidas u olvidadas, como el este de Siria o el este de Libia.
Sin embargo, tengamos presente que este proceso de desestabilización de ninguna manera está limitado al Gran Oriente Medio y el norte de África. Ciertamente, estamos en la era de la desestabilización, un fenómeno en alza en el ámbito global, y ahora mismo propagándose en los Balcanes y el este de Europa (con una Unión Europea cada día más incapaz de influir en los acontecimientos en su ámbito). Ya no se habla de la integración europea, sino de cómo impedir un completo desmembramiento de la UE después de que los británicos votaran para marcharse de ella.
Las razones para que una exigua mayoría de ciudadanos británicos votara por el brexit tienen paralelos con Oriente Medio: las políticas económicas de libre mercado seguidas por los gobiernos desde que Margaret Thatcher fue primer ministro han ensanchado la distancia entre ricos y pobres y entre ciudades prósperas y buena parte del resto del país. Es posible que Gran Bretaña haya hecho bien las cosas, pero millones de ciudadanos del Reino Unido no han participado de esa prosperidad. El referéndum sobre si continuar o no siendo miembro de la UE, la opción defendida por casi la totalidad del establishment británico, se transformó en el catalizador de la protesta contra el statu quo. La rabia de los votantes por “salir” tiene mucho en común con la de los seguidores de Donald Trump en Estados Unidos.
Estados Unidos continúa siendo una superpotencia, pero ya no es tan poderosa como lo fue una vez. Este país también está sintiendo las tensiones de este momento mundial, en el que tanto EEUU como sus aliados son los suficientemente poderosos como para pensar que pueden acabar con regímenes que no son de su agrado; sin embargo, el éxito no les ha acompañado bastante, como en Siria, o si han tenido éxito, como en Libia, no han podido reemplazar aquello que destruyeron. Un político iraquí dijo una vez que el problema de su país era que los partidos eran “demasiado débiles para ganar, pero demasiado fuertes para perder”. Este patrón es el que predomina cada vez más en toda la región y se extiende por todas partes. Esto implica la posibilidad de un interminable ciclo de guerras que no resuelvan nada y una era de inestabilidad que ya ha comenzado.
Patrick Cockburn es corresponsal en Oriente Medio del periódico The Independent de Londres y autor de cinco libros sobre Oriente Medio; el más reciente es Chaos and Caliphate: Jihadis and the West in the Struggle for the Middle East (OR Books).

 
Sigamos intentando introducirnos en cómo funciona el capitalismo y esta vez tratando de dilucidar cómo proceden los presidentes de máxima responsabilidad en este devenir criminal del mundo.
 

El horror y la barbarie transformados en metafísica vacía
de la soledad del líder supremo
9 de julio de 2016
Por Rosa Guevara Landa (Rebelión)

Haider al Abadi, el primer ministro iraquí, fue el día 26 de junio a Faluja: quería izar la bandera iraquí en la ciudad mártir. Faluja, a sesenta kilómetros de Bagdad, ha visto, desde la invasión norteamericana de 2003, cómo la muerte se adueñaba de sus calles. En 2004, las tropas norteamericanas bombardearon con fósforo blanco la ciudad, pese a las convenciones internacionales, sin temor a la comisión de crímenes de guerra.
Higinio Polo (2016)
Como Mister Obama está de viaje por esta colonia mediterránea -la suya- se trata seguramente de hacerle (más) la pelota con aires metafísicos. Y de algo más.
“Soledad” es el título de un artículo publicado recientemente por el jefe de opinión (o algo así) del global imperial: José Ignacio Torreblanda [JIT]. El titular que le acompaña: “Obama ha cultivado la imagen de ser un hombre de familia que en absoluto se escuda en su carrera política para huir de la cotidianeidad”.
Les resumo. Obama, asegura JIT, cena en casa cinco de cada siete días. ¡Vaya por Dios! Su gabinete tiene órdenes estrictas: “no más de dos cenas oficiales a la semana”. Frente a otros presidentes usamericanos, Obama ha cultivado, según JIT, “la imagen de ser un hombre de familia (a“family man”, como dicen allí), que en absoluto se escuda en su carrera política para huir de la cotidianeidad”. Ha cultivado la imagen. Insisto “cultivado”. Para un hijo de padre ausente y de una madre antropóloga que viajó por todo el mundo, prosigue muy conmovido JIT, “los anclajes familiares son muy importantes. Obama ha contado la fascinación que sintió cuando descubrió las cenas familiares en casa de Michelle”. Allí, afirma el jefe de Opinón, “había una familia americana de verdad, con un padre muy trabajador, una madre ama de casa dedicada a sus hijas y una iglesia a unas pocas manzanas en la que reunirse los domingos”. ¿Una familia muy americana? ¿Y qué será eso?
Pero ese Obama familiar, viene ahora la arista político-metafísica, “es también el presidente de Estados Unidos, un hombre con una responsabilidad tan especial y delicada que su jornada continúa después de cenar”. Veamos en que consiste esa jornada extra.
Entonces, después de la relajada cena familiar, Obama vuelve al despacho. En la tranquilidad de las últimas horas del día, es JIT quien escribe, “examina las listas de terroristas que han preparado los equipos de la CIA y el Pentágono y aprueba uno a uno y personalmente su designación como objetivo para los ataques con drones”. ¡Lista de terroristas preparada por la CIA y el Pentágono! ¡Sin juicios ni historias! Es una responsabilidad, comenta JIT elogiosamente, “que ha querido para sí y que como comandante en jefe siente que no puede ni quiere delegar”.
¿Pero de qué hablamos? Hablamos, según cifras que EE.UU. ha dado a conocer, cedo de nuevo la palabra a JIT, “de un total de 473 operaciones que han causado la muerte de unos 2.500 combatientes enemigos y de entre 64 y 114 civiles”. Sin poner en cuestión las cifras oficiales. ¡2 mil quinientos supuestos combatientes enemigos, los llamados antes terroristas, y más de 64 civiles asesinados! ¡Como el que dice que llueve en Sevilla y siente nostalgia de aquel ser guardián del lenguaje en su cabaña apacible y retirada!
La metafísica final está a la altura: “¿Qué respondes a tus hijas cuando les das un beso antes de acostarte y te preguntan: “¿Qué tal tu día?”. Supongo que se respira hondo y se dice “bien, vida” mientras les das un beso de buenas noches. Qué inmensa soledad”.
¿Qué inmensa soledad… o qué inmensa barbarie y qué servilismo periodístico tan ruin?¿Esta es la forma de mostrar y explicar uno de los crímenes más horrendos, un auténtico acto de barbarie y supuesta civilización que diría Benjamin, de una presidencia a la que le fue otorgada el Premio Nobel de la Paz? ¿Metafísica literaria de unos crímenes de esta naturaleza para hacer presentable a su máximo responsable?
Dijeron hace años que podían. ¿Y qué es lo que podían? ¿Ordenar asesinatos después de una relajada cena familiar? ¿Se trataba de eso?
Nota:

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Notas marginales sobre el informe Chilcot y los crímenes de Estado

11 de julio de 2016
Por Rosa Guevara Landa (Rebelión)

1. Brevemente, para situarnos y tomando pie en el artículo de la imprescindible y admirada Amy Goodman y de Denis Moynihan (“La guerra de Irak y las mentiras en que se basó siguen generando polémica” [1]): 1. Se ha dado a conocer un devastador informe sobre la activa participación del Reino Unido en la invasión y ocupación de Irak. 2. A día de hoy continúan buscándose entre los escombros los cuerpos de las personas fallecidas en el peor atentado suicida con camión bomba que tuvo lugar la semana pasada en Bagdad desde el inicio de aquella funesta guerra en 2003. 3. “El informe Chilcot” -por su principal investigador y autor, Sir John Chilcot- fue encomendada en 2009 por el entonces primer ministro Gordon Brown. Sir J. Chilcot dio a conocer el informe de 6.000 páginas el pasado miércoles 6 de julio, tras siete años de trabajo. 4. En el informe ofrece una larga lista de críticas al ex primer ministro Blair. Deja al descubierto de qué manera se exageró la amenaza que suponían las presuntas armas de destrucción masiva de Saddam Hussein. También la inquebrantable y servil lealtad que Blair demostró al presidente Bush II. Del comunicado que acompañó a la publicación del informe: “Ahora resulta claro que las políticas sobre Irak se elaboraron sobre la base de información de inteligencia y valoraciones infundadas que no fueron contrastadas”. ¿Antes no? 5. Muchos ciudadanos, entre ellos referentes parlamentarios del propio Partido Laborista, piden que Blair sea llevado a juicio por crímenes de guerra (Julio Anguita se ha manifestado en los mismos términos). 6. A la invasión y posterior ocupación se destinaron miles de millones de dólares, y se destinarán o dicen que se destinarán miles de millones más para el cuidado de por vida de los veteranos heridos y emocionalmente afectados. Sin embargo, se reconoce en el informe, “la mayor e incalculable pérdida es la que ha sufrido el pueblo iraquí”. 7. De las varias iniciativas para contabilizar la cifra de víctimas fatales de la guerra: el número más bajo de los estimados se ubica entre los 160.000 y los 180.000 fallecidos [2].
2. De uno de los diarios más conservadores, más establishment y más neoliberales del mundo (El País): “El informe Chilcot sobre la participación de Reino Unido en la guerra de Irak, presentado el miércoles (6 de julio), viene a dar la razón a los millones de personas que durante la primavera de 2003 se manifestaron en las calles de todo el mundo condenando la acción militar”. ¿Se acuerdan de los que decían de nosotras entonces? ¿Desinformadas, locas, irresponsables, buenistas sin seso, aliadas inconscientes de un dictador, descerebradas, etc?
3. Más del editorial: “Según la minuciosa investigación iniciada en 2009, los motivos del ataque e invasión de Irak fueron falsificados y los gobiernos implicados en la toma de decisiones ocultaron que no se habían agotado todas las opciones antes de recurrir a la guerra”. Uno de esos gobiernos: el gobierno español.
3.1. Presidente de gobierno en aquellos años: José María Aznar. Uno de los vicepresidentes del gobierno: Mariano Rajoy, el actual presidente en funciones. ¿Va, puede seguir siendo un político profesional así presidente de gobierno?
3.2. Observaciones del presidente en funciones: no ha leído el informe y, además, ha añadido, todo sucedió hace 13 años. Ya está… A otra cosa. No molesten.
4. ¿Cuántas personas han muerto realmente, cuántas han sido asesinadas o viven en las más absoluta desesperación por esa decisión de Bush-Blair-Aznar-Barroso?
5. ¿Alguien recuerda, es oportuno señalarlo, las sesudas reflexiones sobre la tercera vía del “laborista” Mister Blair?
5.1. ¿Cabe creer alguna palabra que salga de la boca de un político profesional tan capaz de todo? ¿Quién puede creerse sus lamentos?
5.1.1. ¿Monumentos en su honor? ¿Páginas en los libros de historia?
6. ¿Son o no son los cuatros actores principales (Bush, Blair, Barroso, Aznar), principales pero no los únicos de esta barbarie, criminales de guerra?
6.1. Tras el informe, ¿deberíamos emprender una iniciativa seria para que personas como Bush, Blair o Aznar, rindan cuentas por la muerte y la destrucción que siguen teniendo lugar en Irak y en otras partes del mundo?
7. En un blog que lleva por nombre Del alfiler al elefante ”Este blog se ocupa principalmente de temas internacionales, con especial referencia a Europa y a la política exterior española. Pero también a Estados Unidos, Oriente Próximo, China y todo cuanto venga a cuento de la conversación con los lectores. 'Del alfiler al elefante' es un homenaje a Manuel Vázquez Montalban", Lluís Bassets, el subdirector del global, ha publicado “Buenismo belicista”[1]. Algunas observaciones:
7.1. “Estrictas novedades, pocas. Muchas confirmaciones. Las peores sospechas han quedado dramáticamente demostradas: no había base legal para invadir Irak, no existía evidencia alguna sobre las armas de destrucción masiva, la preparación de la guerra y de la posguerra fue deficiente, en ningún caso la guerra fue el último recurso. Quienes se opusieron a la segunda guerra de Irak tenían toda la razón y el Informe Chilcot ha venido ahora a remacharlo con una detallada indagación que constituye todo un pesadísimo alegato, al menos político, contra Tony Blair”. Queda dicho, conviene no olvidar en tres mess.
7.2. ”Como todos sabían y ha sido sobradamente documentado, Bush decidió terminar con Saddam Husein primero y buscar los argumentos y las bases legales después”. Blair, señala Bassets, fue quien más le ayudó en la faena; de ahí el título de 'caniche de Bush'. ¿Por qué entonces los insultos contra quienes señalaron en su momento esa dependencia y el núcleo de esas decisiones? ¿Estúpidas izquierdistas era designación adecuada?
7.3. ”No fue el único: Aznar, que sale numerosas veces citado de pasada en el informe, fue el caniche del caniche. Pero el caso de Blair es especialmente grave, por su prestigio como líder de la Tercera Vía y su sobrada experiencia política, que contrastaba con la bisoñez de Bush, y porque además comprometió a su país, su ejército, sus servicios secretos y sus instituciones, incluida la BBC, en la construcción del castillo de sofismas y falsedades de la causa belicista. Tras los atentados del 11-S Blair estaba totalmente decidido a apoyar a Bush”. ¿Y cómo llegó a engañarnos a tantas con sus aires de socialista renovador? ¿Qué renovaba? ¿Quiénes eran realmente los paleo-paleto-socialistas? ¿Ser caniche del caniche es excusa para irse tranquilo a casa? ¿NO se dijo entonces que se jugaba en la Champions?
7.4. Cierto, señala el subdirector, “que también lo intentó todo para evitar una decisión unilateral, buscar cobertura legal de Naciones Unidas e incluso agotar los caminos diplomáticos y las inspecciones sobre la existencia de las famosas armas de destrucción masiva que ya no existían”. ¿Lo intentó todo? ¿Qué todo intentó? ¿No se está siendo demasiado generosos con alguien de la bajura poliética de Blair? ¿No estamos disculpándolo?
7.5. La confusión que algo queda: ”El Informe Chilcot es un auto de acusación abrumador, especialmente en los aspectos más políticos, que cae en un momento especial de la política británica y extiende un enorme interrogante sobre las decisiones del ejecutivo, la responsabilidad de sus primeros ministros y su capacidad para manipular la opinión pública. Las evidencias sobre una de las peores decisiones de la historia británica como es la entrada en la guerra de Irak llegan con una extensa conciencia británica e internacional de que Reino Unido acaba de tomar otra de sus peores decisiones históricas, como es abandonar la Unión Europea; dos reveses de graves consecuencias geopolíticas separados solo por trece años”. ¿Y qué tendrá que ver una y otra cosa? ¿Por qué mezclar la gasolina criminal y una decisión de salida de estas características?
7.6. El único argumento de Blair, señala Bassets, es de una debilidad portentosa. ¿Argumento, eso es un argumento? “Pide disculpas, expresa su pesar, pero se niega a admitir que mintió, porque lo hizo de buena fe: maquiavelismo de buena fe, en definitiva. Blair se vio revestido con los hábitos de Churchill para combatir al lado de Estados Unidos el nazismo del siglo XXI, representado por Saddam Husein, en mitad de la mayor soledad europea. Solo una extraña combinación de arrogancia y autoindulgencia le permite cerrar los ojos ante las consecuencias: los soldados muertos, un país entero destruido, un terremoto político cuyas consecuencias llegan hasta ahora mismo con el Estado Islámico y la crisis de los refugiados. ¿Todo por la cabeza de Saddam? No, todo por la relación especial con Estados Unidos, la misma relación que el Brexit ha venido a erosionar”. De nuevo el Brexit. Lo que cuenta realmente: ¿qué es eso del argumento de la buena fe? ¿Alguien se lo puede creer? ¿Más mentiras sobre mentiras? ¿Combatir al lado de Estados Unidos contra el nazismo sin citar a la URSS? ¿Y que tendrá que ver la lucha antifascista y antinazi de la II Guerra con la destrucción criminal de un país y de sus pobladores? ¿Eran inventadas las políticas criminales y expansionistas de la Alemania nazi? [3]
No sé si Manuel Vázquez Montalbán hubiera vibrado con este análisis del subdirector de El País publicado en una columna que recuerda las que él publicaba en el vespertino Tele/Express y que muchas devorábamos todas las tarde, aprendiendo, recortándolas, archivándolas y tomando notas.
Notas:
[2] Como sostiene el detallado anexo histórico que acompaña al informe Chilcot, la cosa viene de lejos: “Para asegurar ese petróleo para Gran Bretaña, en la primavera de 1914, el Primer Lord del Almirantazgo, Winston Churchill, adquirió para el Gobierno Británico el 51% de las acciones de la Anglo-Persian Oil Company o Compañía de Petróleos Anglo-Persa”. Y fue así como todo un siglo de ocupación, explotación, represión, violencia y dolor se ha grabado a fuego en la vida de los iraquíes y en la historia de Irak
[3] Un ejemplo a no olvidar: Ramadani nació en Irak pero vive en Londres desde que se convirtió en un exiliado del régimen de Saddam Hussein. Durante mucho tiempo se ha dedicado ha impulsar el movimiento contra la invasión y la ocupación de Irak, pero también contra las devastadoras sanciones que las precedieron. Poco después de que el informe Chilcot fuera dado a conocer, dijo en “Democracy Now!”: “Irak, como sociedad, como Estado, fue destrozado de la manera más cruel desde la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam, con tácticas como la llamada de ‘conmoción y pavor’ y con crímenes en masa a una escala indescriptible. El verdadero objetivo no era sacar al dictador, sino controlar Irak. Y al no poder controlarlo, lo destruyeron, al igual que están haciendo con Libia, con Siria y demás. Esto entra en esa escala. Pero la peor de las tragedias es la pérdida de vidas”.


 
Indaguemos ante todo qué nos enseña y crea el internacionalismo revolucionario a fin de resolver problemas vitales. Nos desafía a ir: "En unidad con todos los pueblos explotados y oprimidos del mundo, caminando juntos hacia la erradicación definitiva del capitalismo y la promoción de una cultura de vida plena". Al revés de los objetivos de UNASUR y menos del MERCOSUR.
 
 
VII Foro Social Mundial de las Migraciones, São Paulo
“Migrantes construyendo alternativas frente al desorden y 

la crisis global del capital”
15 de julio de 2016

Por Foro Social Mundial de las Migraciones (Rebelión)
En el VII Foro Social Mundial de las Migraciones, las y los participantes, 1.600 militantes y activistas provenientes de 57 países de todos los continentes, reunidos en la Universidad Zumbi dos Palmares en São Paulo, Brasil, del 7 al 10 de julio de 2016, manifestamos al término de este importante encuentro:
1. Bajo el lema “Migrantes construyendo alternativas frente al desorden y la crisis global del capital”, volvemos a remarcar que la causa estructural del carácter forzado que ha asumido la migración, el desplazamiento y el refugio de millones de seres humanos en esta era, es la naturaleza brutal que ha asumido el capitalismo contemporáneo.
2. La humanidad atraviesa momentos dramáticos. El imperialismo estadounidense, y sus aliados en el capitalismo central y periférico, han resuelto enfrentar las tendencias de cambio que amenazan su hegemonía en el mundo con una escalada de agresiones a nivel planetario; desplegando una verdadera embestida contra la humanidad y contra la madre naturaleza que nos alberga.
3. Esta ofensiva está orquestada por el estado imperial y el poder corporativo al que sirve, donde un puñado de empresas multinacionales concentra alrededor del 50% de la riqueza mundial, el 93% de las patentes globales, y transacciones financieras que triplican el producto mundial. Lo anterior lleva a la recolonización imperialista del capitalismo periférico, en un proceso de acumulación por despojo, con superexplotación del trabajo y depredación de la naturaleza. Lo que conduce al planeta a una crisis civilizatoria, en que se amenaza la supervivencia del género humano.
4. Los pueblos del Sur Global, de Asia, África, América Latina y el Caribe están siendo nuevamente cercados por la violencia y la guerra, la desestabilización económica y política, el saqueo de nuestros bienes comunes -tangibles e intangibles- por el extractivismo, el sometimiento de la soberanía de los pueblos a nuevos Tratados con pretensión geopolítica, la criminalización de la protesta social, así como innumerables muertes de migrantes en el mediterráneo y fronteras del mundo; en suma, un cerco a los procesos que pueden dar lugar a un cambio sistémico y multidimensional.
5. Esta ofensiva imperialista del siglo XXI representa una doble agresión en contra de los trabajadores y trabajadoras, incluyendo a las y los migrantes, desplazados y desplazadas, refugiados y refugiadas, a nivel nacional e internacional. Solo el 30% de los trabajadores y trabajadoras del mundo tienen acceso a un trabajo formal, pero cada vez más amenazado por la precariedad. Asimismo, las y los migrantes y desplazados internos, que en la actualidad ascienden a mil millones de personas y que en conjunto representan alrededor del 30% de la fuerza laboral del planeta, siguen siendo el segmento más vulnerable; los que se ven hoy enfrentados a las barreras y los muros más duros que nos haya tocado jamás enfrentar.
6. Las resistencias de los pueblos al capitalismo neoliberal abrieron paso en las últimas dos décadas a procesos de cambio y un nuevo ciclo de movilizaciones, particularmente en América Latina. En este marco, se lograron imponer avances en la democracia y se concretaron prácticas y debates en la construcción de un nuevo paradigma civilizatorio.
7. Por otra parte, la nueva contraofensiva imperialista, en alianza con las oligarquías locales y el poder que éstos conservan en los medios de comunicación, en los parlamentos y el poder judicial, en los últimos años busca poner freno a estos procesos y a los logros alcanzados en las democracias y la integración regional que se venían desarrollando, con el objetivo de desestabilizar a los gobiernos progresistas que surgieron como fruto de los procesos de cambio abiertos por la movilización popular.
8. En particular, al realizar este VII Foro Social Mundial de las Migraciones, en la ciudad de Sao Paulo en Brasil, queremos expresar nuestro más enérgico rechazo al golpe de estado con que la ultraderecha y fuerzas conservadoras intentan desplazar al gobierno democráticamente electo en este país, para intentar revertir los avances en las políticas públicas con enfoque de derechos humanos y en el proceso de integración regional. 
9. Tal vez podrán desestabilizar temporalmente a estos gobiernos, pero no lograrán detener las resistencias y rebeldías de nuestros pueblos, los que persistiremos en la construcción, como sujetos históricos de transformación, de un mundo en el que quepan muchos mundos. 
10. Es en este contexto, que hemos debatido a través de seis ejes temáticos, en un total siete plenarias, y más de 165 talleres y conversatorios realizados como actividades autogestionadas. En todas ellas ha destacado la voz de las mujeres y de los jóvenes como protagonistas centrales de este Foro.
Los seis ejes temáticos en torno a los que se organizó el intercambio y debate de experiencias fueron:
Eje 1: La crisis sistémica del capitalismo y sus consecuencias para la migración
Las y los migrantes y refugiados reunidos en el Foro denunciamos que continúan la xenofobia, la homofobia, el racismo y el sexismo, muchas veces provocados por distintas formas de violencia y opresión imperantes en las sociedades de destino, así como por la precariedad en la que ocurre regularmente la movilidad humana. Asimismo, el mito extendido que asocia a la migración con la delincuencia, alimentado por la manipulación de los medios de comunicación hegemónicos y reforzado por leyes de securitización de los gobiernos neoliberales, permite justificar la necesidad de intensificar la militarización de las fronteras.
Reiteramos la importancia de reconocer a las y los migrantes como sujetos de derechos y de políticas públicas inclusivas, entre otros, para niños, niñas y adolescentes, combatir la precarización de los derechos laborales de las y los migrantes y buscar una mejoría de sus condiciones socioeconómicas. Es fundamental también reforzar la formación política de las y los migrantes, y garantizar su derecho al voto y a ser elegidos, para su inclusión plena como ciudadano y ciudadana en los países de residencia.
Eje 2: Resistencias y alternativas desde los sujetos migrantes
Apoyamos la reivindicación del derecho del Pueblo Palestino a retornar a su territorio, sus lares y propiedades, consagrado en la resolución 194 de las Naciones Unidas; la supresión de las actuales políticas públicas locales, estatales y federales que criminalizan a las y los migrantes y refugiados; la necesidad de modificación del marco jurídico actual; y al mismo tiempo rechazamos la estigmatización y criminalización de los flujos migratorios, así como la denegación de sus derechos humanos.
Insistimos en la necesidad de promover la integración de las diferencias culturales desde la sensibilización, la modificación del marco legal actual de migrantes y refugiados, y la elaboración de una declaración pública contra las políticas de Estado de Israel y en apoyo a la reivindicación de los derechos palestinos por la vía del Boicot Económico, Desinversión y Sanciones (BDS) y otras formas de resistencias. Hacemos un llamado a la solidaridad con el Pueblo Palestino, a la unión internacional de las luchas y las reivindicaciones de las y los migrantes y refugiados, y a consagrar el derecho a la libre circulación nacional e internacional.
Eje 3: Migración, género y cuerpo
La lucha contra el silenciamiento de la situación que afecta a las mujeres migrantes y la ausencia de políticas públicas que garanticen sus derechos marcaron los debates. Si la población migrante ya tiene sus derechos reducidos, las mujeres migrantes son todavía más invisibilizadas, dada la naturalización de las opresiones sistémicas a las cuales están expuestas.
Exigimos, por tanto, el fin a la colonización de nuestros cuerpos, que se expresa por medio de múltiples opresiones, como la desvalorización del trabajo femenino, los feminicidios, la violencia doméstica, obstétrica y psicológica, tráfico de migrantes, trata con fines de explotación sexual y laboral, la imposición de la heteronormatividad, entre otras, que configuran una industria de explotación de las migraciones.
Es fundamental el reconocimiento del protagonismo y el empoderamiento de las mujeres, la formulación de políticas públicas que reconozcan la especificidad de las relaciones de género asociadas a los flujos migratorios contemporáneos, desde una perspectiva de género amplia que incluya también a la población LGBTTI, considerando los Principios de Yogyakarta. De la misma forma, establecer que el Foro se comprometa a mantener el eje de Migración, género y cuerpo en sus próximas ediciones, a fin de garantizar la visibilidad y la implementación de espacios de protagonismo -con una participación del 50%- para las mujeres migrantes, refugiadas, indígenas, afrodescendientes, y de la población LGBTTI, tanto en la organización como en el desarrollo del encuentro.
Eje 4: Migración, los derechos de la Madre Naturaleza, el cambio climático y las disputas Norte-Sur
El capitalismo extractivista, como sistema de producción y de consumo, impacta en forma directa al medio ambiente e intensifica los efectos del cambio climático, condenándonos a un futuro donde cada vez más personas tendrán que migrar para garantizar su sobrevivencia fuera de sus lugares de origen, principalmente a las poblaciones más vulnerables y pobres alrededor del mundo. Aunque invisibilizados, hoy ya existen 50 millones de desplazados ambientales producto del calentamiento global y se estima que estos podrían alcanzar las 250 millones de personas en las próximas décadas.
Proponemos, frente a esta crisis ambiental y migratoria sin precedentes, una transformación radical del sistema de producción y de los modelos extractivos, y el fin del agronegocio. Asimismo exigimos proteger los conocimientos tradicionales de las comunidades campesinas e indígenas, y detener la apropiación de los recursos existentes en los territorios ancestrales de los pueblos originarios, sin su consentimiento previo, libre e informado, como obliga el Convenio 169 de la OIT.
Exigimos que se reconozca la condición de desplazado ambiental forzado y se garantice un instrumento internacional específico para la protección de sus derechos humanos; que se establezcan políticas públicas que consideren una agenda y un planeamiento estratégico vinculado a los cambios climáticos, con la participación activa de migrantes, afrodescendientes, indígenas y campesinos en su formulación.
Eje 5: Derechos Humanos, Trabajo Digno, Educación, Vivienda, Participación Política y Movimientos Sociales 
Los debates durante el Foro abordaron este eje de una forma multidimensional, privilegiando una crítica a todas las formas de violencia, discriminación y exclusión que impiden a la población migrante el pleno disfrute de sus derechos humanos, el acceso a condiciones de trabajo dignas y a derechos humanos básicos como la salud, la educación, la vivienda, seguridad social, acceso a la justicia y la consagración de sus derechos para la participación política, expresado en su derecho al voto y a ser elegido, así como el derecho a la libre circulación con igualdad de condiciones, como un derechos fundamentales de las y los migrantes.
Exigimos que se garantice el acceso a la educación y al conocimiento universal, y el reconocimiento de la equivalencia de títulos, diplomas y certificaciones, desde la enseñanza básica a la superior. Asimismo exigimos que la educación adopte modelos no hegemónicos, descolonizados y multiculturales como herramientas de combate a la xenofobia y al trabajo no digno.
Exigimos también campañas de combate al trabajo esclavo y tráfico de personas para la implementación del derecho al trabajo digno y sin discriminación de migrantes y refugiados, fortaleciendo su promoción por las más diversas vías.
Alentamos el fortalecimiento de las redes de organización de los y las migrantes, de centros de investigación y de cultura, la creación de espacios interculturales, la oficialización de unidades multiculturales de salud de las y los migrantes, entre otras medidas tendientes a cerrar la brecha entre los migrantes y la población local.
Eje 6: Derecho a la Ciudad, Inclusión Social y Ciudadanía de los Migrantes
Exigimos el pleno e irrestricto acceso de migrates y refugiados a la educación, cultura, comunicación, documentación, expresión, salud, transporte y movilidad, vivienda, así como el acceso a la justicia y seguridad.
Asimismo, el desarrollo de políticas interculturales en sectores como la salud, la educación, el esparcimiento, la vivienda, la seguridad y la cultura, así como de respeto a la diversidad religiosa de las poblaciones migrantes.
11. Las propuestas emanadas de este Foro servirán para nutrir y enriquecer nuestra lucha anticapitalista, antimperialista, anticolonial y antipatriarcal, que tienen en las y los migrantes, en los trabajadores y trabajadoras, en los pueblos indígenas, en los afrodescendientes, en los pobres de la ciudad y el campo, en las mujeres y los movimientos por la diversidad sexual, así como en otros grupos discriminados, explotados y oprimidos, a los forjadores de otro mundo posible y necesario para la preservación de la Humanidad y de la Madre Tierra.
12. Otro mundo está naciendo de la mano de nuestras iniciativas y construcciones sociales, económicas, políticas y culturales, que son semilla de esperanza y vitalidad, basadas en la solidaridad, la celebración de la fraternidad, la complementariedad y la diversidad como riqueza de nuestros pueblos, en armonía con la naturaleza.
Desde São Paulo, ciudad declarada en este Foro capital mundial de los migrantes, hacemos un llamado a la construcción de una alianza entre movimientos sociales y autoridades locales para avanzar hacia una ciudadanía universal y formas alternativas para abordar las migraciones internacionales.
En unidad con todos los pueblos explotados y oprimidos del mundo, caminando juntos hacia la erradicación definitiva del capitalismo y la promoción de una cultura de vida plena.
Apoyamos plenamente la decisión del Comité Internacional de celebrar el VIII Foro Social Mundial de las Migraciones, en la ciudad de México en 2018, bajo la coordinación de MIREDES Internacional y la Red Internacional de Migración y Desarrollo.

http://fsmm2016.org

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