Es generalizar la discusión sobre
la
prioridad de
organizar propiedades comunales (y no la estatal) para
garantizar derechos básicos de todos los de abajo.
En procura de ese enfoque esencial a
transformaciones sociales radicales reflexionemos
sobre:
La actualidad de
los bienes comunes
23 de febrero de 2015
23 de febrero de 2015
Entre lo privado y lo público está lo común y
este redescubrimiento de lo común nos conduce a un nuevo encuentro entre lo
político, lo económico, lo social y lo natural. La apelación a los bienes
comunes es una reivindicación de democracia económica.
Por Luis
Enrique Alonso - Economistas Sin
Fronteras
20/02/2015
En los últimos años ha surgido en el debate público
internacional un interés notable por el tema de los bienes comunes como formas
no convencionales de regulación y gestión de la propiedad de los recursos
socioeconómicos. Este interés sobrepasa con mucho el ámbito
estrictamente académico para entrar en el vocabulario de los movimientos
sociales actuales. Se ha introducido el discurso de lo común -en
todas sus dimensiones (cívicas, económicas, sociales, antropológicas, etc.)- en
el proceso de construcción de unas nuevas identidades reivindicativas que se
conecten con transformaciones profundas del mismo concepto de ciudadanía.
Los movimientos indignados han rescatado el discurso de lo común, tratando de encontrar un espacio entre el omnipresente y omnipotente avance de la privatización mercantil global en el ciclo histórico neoliberal y un sector público percibido como burocratizado y distante, cada vez más dependiente de los grandes poderes financieros y gobernado por políticos y técnicos absolutamente sumisos a los dictados de esos poderes mercantiles, presentados como inapelables y máximamente racionalizados.
Pero no sólo en la protesta ha tenido un sitio
importante la apelación al procomún y
los bienes comunes. Muchas prácticas sociales han recurrido a formas de
supervivencia y gestión de sus recursos así como a la creación de espacios de
intercambio, que se basan en una filosofía económica popular muy alejada de la
de la privatización mercantil al uso y abuso o de la de la formación de bienes
públicos estatales: consumos colaborativos, recursos informáticos y contenidos
de uso no privativo, formas de intercambio no monetario local y vecinal, usos
comunitarios y no mercantiles del territorio y la naturaleza, bancos de tiempo,
monedas virtuales o populares, fórmulas avanzadas de crowdfunding y
micromecenazgo, nuevas cooperativas de producción y consumo de alimentos y
bienes de proximidad, etc.
De esta forma, hemos venido conociendo un buen
número de experiencias que, protagonizadas por comunidades ciudadanas activadas,
tratan de diseñar vínculos que, como el añorado David Anisi sugirió en su día,
no están vinculados fundamentalmente por los precios o por las normas derivadas
de la burocracia estatal, sino por
los valores de las comunidades reales que se
empeñan en resolver colectivamente sus problemas y organizar sus recursos. Es la
solución colaborativa de la gente corriente para sus problemas cotidianos, que
no pasa por la entrega de su soberanía ni al mercado ni al Estado.
Además, no son pocos los hitos intelectuales
que han legitimado el uso del concepto de lo común como forma cooperativa y
activa de generación y gestión de recursos. La economía académica ha dado la
figura de la Premio Nobel Elinor Ostrom y sus tesis sobre el gobierno racional y
plausible de las unidades económicas comunes, demostrando analíticamente la
posibilidad de su gestión, frente a la tesis tradicional, extrapolada del
clásico trabajo de Garrett Hardin. Esta tesis sobre la tragedia de los bienes
comunes, tan utilizada por el neoliberalismo, es una especie de anuncio de una
ley inexorable que concluye que lo que es de todos no es de nadie y por lo tanto
caerá en el descuido y la ineficacia del que sólo se salvará si se vuelven a
establecer derechos de propiedad (individual y privada, por supuesto) sobre los
bienes públicos, o comunales.
Los historiadores, como el gran Edward Thompson
o el inclasificable Karl Polanyi, nos han hecho el relato de la enorme
importancia que las costumbres y modos económicos comunales han tenido en la
supervivencia de la humanidad; y, paralelamente, del esfuerzo y la violencia
privatista que supuso la primera acumulación histórica de capital, con
resultados máximamente pauperizadores y depredadores para las masas (o sea, para
“la gente común”). La filosofía política radical de Hard y Negri encuentra,
derivada de la noción de lo común, una forma
constituyente que, surgiendo de
la resistencia, es capaz de conectarse con modos de vida que utilizan su capital
intelectual para plantear mapas de necesidades (y deseos) alternativos y
emancipadores.
Finalmente, la antropología nos ha legado
suficientes testimonios, desde Marcel Mauss a la escuela anti utilitarista
actual, sobre la centralidad del don, la gratuidad y los intercambios simbólicos
y reales horizontales, como para desmontar cualquier tesis sobre la pretendida
esencia mercantil del ser humano y la dominación universal del homo
economicus.
En todo caso, aunque con un tono que algunos
han tachado de “nostálgico”, en el sentido de que vuelve a resucitar una
mentalidad mítica de lo comunal precapitalista, lo cierto es que este tema ha
abierto una enorme línea de pensamiento sobre cómo gestionar recursos en ámbitos
donde ni la definición de derechos de propiedad privativos y excluyentes ni la
estatalización clásica parecen ser ni eficientes ni equitativos: la gestión de
recursos naturales, el ámbito de los cuidados, la gestión de los contenidos en
las redes informáticas, la creación cultural y las formas propiedad intelectual,
la producción y distribución cooperativa, etc.
Lo mismo que en los orígenes del capitalismo histórico un conjunto de cercamientos fue expropiando y convirtiendo en propiedad privada y mercantil los recursos de las comunidades locales históricas, en los últimos años, con la hegemonía neoliberal, hemos asistido a una auténtica política de cercamiento de los bienes públicos, privatizándolos y disolviéndolos en el capital financiero, a la vez que haciéndolos inasequibles para importantes sectores de unas clases medias descendentes, a las que -en una especie de analogía un tanto macabra con el período histórico de expulsión de los comunes- también se las ha expropiado de buena parte de un capital social colectivo que se había formado en la era keynesiana y en sus extensiones.
No es de extrañar, por tanto, que en las
movilizaciones sociales en defensa de lo público haya aparecido un fuerte
comunitarismo como reivindicación de fondo. Y así, a las demandas de
mantenimiento de lo público se une una desconfianza radical de los tipos
actuales de gestión (destrucción) de lo colectivo, que desemboca en una
solicitud expresa de
mayor participación y control en la gestión de los
recursos económicos que se generan en la sociedad, porque, de hecho, su gobierno
se ha hecho cada vez más opaco-privativo y apartado de la más elemental lógica
democrática.
Éste es el principal interés del discurso
emergente de los bienes comunes: plantea una llamada a la ciudadanía activa, al
control directo por la comunidad y por colectivos de los recursos naturales y
económicos, a la apertura de espacios autogestionados, cooperativos y de
intercambios horizontales. Más que “la gran alternativa” con mayúsculas -como ha
sugerido Jeremy Rifkin desde una postura más tecnocrática que política y casi
exclusivamente asociada a los nuevos recursos tecnológicos, la apelación a los
bienes comunes es una reivindicación de democracia económica, que limita el
pensamiento único, obligatorio e impuesto en esta última época del
individualismo radical asociado al homo
economicus y a la
mercantilización de todo.
Pero es también una enorme llamada de atención
a los excesos de la burocratización estatal y a la usurpación de los gobiernos
públicos por los agentes políticos de los poderes económicos y financieros.
Entre lo privado y lo público está lo común y este redescubrimiento de lo común
nos conduce a un nuevo encuentro entre lo político, lo económico, lo social y lo
natural. Mirando al pasado podemos trazar un futuro en el que, en vez de
sumergirnos en una cruel era postdemocrática y de pérdida de soberanía de los
ciudadanos, podemos construir nuevos encuentros entre el individuo, la comunidad
y el Estado.
(A toda esa compleja problemática se dedica el
último número de la publicación trimestral de Economistas sin Fronteras Dossieres
EsF , que lleva por título “El
procomún y los bienes comunes” y
sobre el que se celebrará un coloquio el 25 de febrero, a las 18,30, en el
Espacio Abierto FUHEM, Duque de Sesto 40, Madrid).
Este artículo refleja la opinión y es
responsabilidad de su autor.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Portada_Principal/Documentos/La_actualidad_de_los_bienes_comunes
En ese camino de
convertir la supervivencia actual de nosotros en buenos vivires
convivires también es importante el cambio en nuestro estar siendo en el
mundo.
Al respecto
Emmanuel González-Ortega
nos ubica:“Hemos asumido
que la comida está allí y ya, que uno va al centro comercial y ahí compra lo que
va a comer. Observamos en este tipo de investigaciones la necesidad de reavivar
las preguntas de dónde viene la comida, quién la produce y cómo es que llega a
la mesa. Y que debemos, todos juntos, explorar las posibles soluciones, y buscar
quién produzca alimentos de otra manera, no gente que produzca veneno”.Además
de superar al autómata que hay en cada uno de nosotros por adaptación al
capitalismo, sobre todo se trata de que descubramos porqué confrontar con
los agronegocios y no sólo organizarnos en comunidades mirando por
necesidades e intereses populares.
Maíz, transgénesis, agronegocio y
ciencia:
con el investigador mexicano Emmanuel González-Ortega
10 de noviembre de 2016
10 de noviembre de 2016
Por Marcelo
Aguilar
(...)¿Cuál es el papel que juega la ciencia en el
modelo global del agronegocio?
-Uno de los conflictos que viven la ciencia y
los centros universitarios es que ante las agendas económicas que pautan el
mercado global, en ocasiones se privilegia el cumplimiento de esas agendas y se
deja de lado la investigación pública e independiente de la agroindustria y los
intereses de las grandes empresas. Lamentablemente, la tendencia parece que va
en ese sentido, de que cada vez más compañías privadas -no solamente semilleras-
incidan con mayor fuerza en los centros de educación públicos universitarios y,
por lo tanto, orienten investigación hacia la obtención de beneficios para los
inversores. La ciencia es un campo de debate abierto todo el tiempo. Y eso la
mueve: las posturas encontradas. Pero desde la construcción y sin conflicto de
intereses. Como se ha evidenciado muchas veces, en la agrobiotecnología
transgénica hay conflictos de interés de científicos que trabajan en compañías,
después ocupan puestos de gobierno, después en universidades, y eso pasa en todo
el mundo, en el fenómeno conocido como “puerta giratoria”.
¿Cuáles son los riesgos de quedarse sin maíz
nativo? ¿Eso puede llegar a pasar?
-México es centro de origen y diversidad del
maíz. Hay un acompañamiento mutuo entre las comunidades campesinas e indígenas y
el maíz; se han adaptado de tal manera, que el maíz es la base de la
alimentación en nuestro país. Un mexicano puede consumir anualmente más de 100
kilos de maíz. Ante este hecho, y en el contexto del calentamiento global y el
cambio climático, es importantísimo conservar el maíz como reservorio genético
para la generación de variedades que puedan ser adaptadas a cambios climáticos
como sequía o condiciones de mayor humedad. Otro aspecto es a nivel económico y
de seguridad y soberanía alimentaria. Hasta hoy la mayoría de las variedades que
se plantan para comer son no transgénicas, y si se llena de transgénicos, las
comunidades estarían en riesgo de no poder mantenerse y proporcionar ese
alimento. Otro riesgo central es a nivel de salud pública. Aunque faltan
estudios epidemiológicos, hay evidencias que señalan riesgos potenciales a la
salud por el consumo de maíces transgénicos.
¿El maíz transgénico que llega a México es
importado?
-México importa aproximadente una tercera parte
del maíz que utiliza, no solamente para fines alimentarios, sino también para
fines industriales, como producción de etanol y producción de almidones. Lo
importa principalmente desde Estados Unidos, donde entre 90% y 95% del maíz que
se siembra es transgénico. Por las mismas condiciones geoecológicas y
geoambientales en México, que son altamente diversas, la presencia de maíces
transgénicos podría causar una disminución en la siembra, presencia y
supervivencia de variedades nativas.
Homogeneizaría...
-Exactamente. A nivel genético, homogeneizaría
las variedades nativas; a nivel agronómico, bajarían los rendimientos si llegara
a aumentar la siembra de maíces híbridos transgénicos.
La base de la agricultura es la diversidad, y
este modelo se rige por patrones unificantes...
-Efectivamente, la agricultura está basada en
la diversidad. Los cultivos que son base de la alimentación mundial se
originaron a partir de ella. Esa diversidad se generó con diferentes situaciones
ambientales o geográficas que permitieron que las comunidades humanas que había
en ese momento se asentaran y, progresivamente, fueran realizando un
mejoramiento de esas variedades para cubrir sus necesidades alimentarias. Este
modelo, en cambio, está orientado a que los beneficios económicos sean los
máximos. A que el productor utilice la menor cantidad posible de mano de obra,
con la menor cantidad de insumos, y obtenga un rendimiento mayor. No toma en
cuenta la diversidad mundial, y las situaciones particulares de las regiones.
¿Es posible separar la discusión sobre los
transgénicos de otros costos que tiene el modelo, como las poblaciones fumigadas
o la contaminación del agua y el ambiente?
-Después de 20 años de presencia de cultivos
transgénicos, volver a intentar responder la pregunta únicamente desde la
ingeniería genética, la biotecnología o la biología molecular implicaría que
estamos atrasados. Debemos preguntarnos de manera crítica qué es lo que está
pasando y cuáles son los efectos en la salud y en la ecología en regiones de
países como Argentina, que han adoptado desde hace años ya este modelo de
producción a gran escala.
En el caso de México te escuché hablar de
“doble despojo”, en la medida en que las empresas están contaminando el maíz
criollo, pero al mismo tiempo se están llevando el maíz limpio.
-Sí. Partamos de que indudablemente hay
presencia de maíz transgénico en campos de zonas donde no hay permisos
específicos para esto, hecho reconocido hasta por organismos oficiales
mexicanos. Cada vez hay menor acceso a semillas nativas propias de los
campesinos. Y hemos detectado empresas de reciente salida al mercado que tienen
como misión buscar maíces nativos libres de transgénicos para venderlos en el
mercado de Estados Unidos a restaurantes gourmets,
a precio dedelicatessen. Hay investigaciones que documentan que las
moléculas que les dan el color a los maíces pigmentados tienen propiedades
bioactivas, anticancerígenas y antioxidantes, y hoy están buscando llevarse este
maíz sano y dejarnos el contaminado con transgenes y con agroquímicos. Esto es,
claramente, un doble despojo.
¿Cómo se instala el debate sobre comer
transgénicos en la sociedad, si no es posible explicar cabalmente qué implica
que un producto tan consumido tenga transgénicos?
-Es que no se sabe qué implica, pero hay
preguntas para hacerse. De dónde viene la comida, quién la produce y cómo es que
llega a la mesa. Hemos asumido que la comida está allí y ya, que uno va al
centro comercial y ahí compra lo que va a comer. Lo que estamos observando en
este tipo de investigaciones es que hay necesidad de reavivar esas preguntas y
que debemos, todos juntos, explorar las posibles soluciones, y buscar quién
produzca alimentos de otra manera, no gente que produzca veneno.
Ahí, en el veneno, quizás haya una pista...
-Sí. Claro. Pero precisamente, quienes nacimos
y vivimos en las grandes ciudades no tenemos demasiada opción, porque no podemos
acceder a un terreno donde plantar nuestros propios alimentos. Sin embargo, al
día de hoy la producción de alimentos sanos está en manos de pequeños
productores con la menor cantidad de recursos y la menor cantidad de tierra, con
la menor cantidad disponible de agua, pero con sus propias semillas.
¿Una alternativa sería potenciar eso?
-Sí, porque ante lo que se está viviendo -no
solamente en México, sino a nivel mundial-, la gente eventualmente buscará tener
acceso a esos alimentos, y para que haya disponibilidad y acceso se debe
mantener la agricultura campesina, que a su vez es la que está siendo más
afectada por la agricultura industrial y los transgénicos.
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Nuevas trampas transgénicas y
la emergencia de la ciencia digna
25 de agosto de 2016
Por
Silvia Ribeiro25 de agosto de 2016
Ecoportal
Lo mejor de los transgénicos es que en todo el mundo han despertado una enorme reacción en su contra. Aunque las transnacionales que los manejan gastan cientos de millones de dólares en propaganda, corrupción de científicos y gobiernos, para tratar de convencernos de que son inocuos y hasta mejores que las semillas híbridas, no lo logran.
La mayoría de la gente, en cualquier parte del mundo, prefiere no comer transgénicos. Muchos no pueden evitarlo, porque no saben qué alimentos los contienen: las empresas han hecho todo lo posible para que ni siquiera se etiqueten. Pero aún así, la actitud de rechazo continúa, aunque los transgénicos sean impuestos en campo o alimentos, no existe resignación.
Esto podría parecer nimio, pero es una enorme ganancia para nuestro
campo, porque no solamente significa prevenir y protegerse de los impactos de
los transgénicos, además es un estupendo ejemplo de resistencia a la
colonización de la mente. Cuando no aceptamos una situación, aunque sea impuesta
por la legalidad o la fuerza, siempre seguiremos buscando la manera de salir de
ella. Es una gran diferencia con la llamada "Revolución Verde", que logró
asentar en la mayoría de la gente el mito de que semillas híbridas, agrotóxicos
y maquinarias eran señal de progreso y le darían de comer a la humanidad, lo
cual nunca sucedió, pero desataron una ola de contaminación, acaparamiento de
tierras y desplazamiento de parcelas campesinas.
Junto al rechazo a los transgénicos, crece también una crítica más
profunda al sistema alimentario agroindustrial, a las corporaciones que se
apropian de nuestros cuerpos y territorios, que nos llenan de tóxicos agua,
tierra y alimentos, incluso a la propia tecno-ciencia que les dio origen, no
sólo porque haya sido Monsanto que creó el primer transgénico. Hay un
cuestionamiento cada vez más extendido a esa tecno-ciencia reduccionista que
elimina la complejidad, los factores sociales, culturales, ambientales o
cualquier otro que impida convertir su investigación en productos para la
ganancia.
El término que han elegido para referirse a estas nuevas biotecnologías es "edición genómica", una forma que quieren que parezca inocua, como cambiar una letra o una palabra en un texto, que pretenden no afectaría gran cosa. Aquí engloban tecnologías, como nucleasas con dedos de zinc (ZFN), nucleasas sintéticas (TALEN), micro ARN, ARN de interferencia o metilación dependiente de ARN y CRISPR, entre otras. No voy a detallar las particularidades de estas técnicas, pero al igual que con los transgénicos, se trata de ingeniería, no de métodos naturales, es manipulación deliberada de la composición genética de seres vivos, sea cortando o desactivando funciones de los genes o agregando otros.
Estas nuevas biotecnologías han ido surgiendo por la búsqueda de nuevas herramientas más eficaces para la manipulación genómica, en su vasta mayoría motivada por el afán de lucro de empresas. De cierta forma son un reconocimiento implícito de lo que siempre hemos dicho sobre la ingeniería genética aplicada a los transgénicos: que es una técnica burda, que no tiene control de las consecuencias que provocan en las interacciones entre los genes, en los organismos o los ecosistemas.
Pero al ser manipulación de genomas, todas esas nuevas biotecnologías conllevan también impactos y consecuencias imprevistos, ya que el conocimiento sobre las funciones de los genes y sus interacciones siguen teniendo grandes vacíos.
La mayoría de estas nuevas tecnologías están basadas en biología sintética, es decir, ya no usan genes de seres vivos, sino genes sintetizados en laboratorio que pueden o no replicar los que existen, por lo que agregan toda una nueva serie de impactos posibles y desconocidos.
De todas ellas, hay dos tecnologías de alto impacto que es importante conocer: CRISPR-Cas9 y una aplicación particular de ésta, que son los llamados "conductores genéticos".
CRISPR, por sus siglas en inglés, significa "repeticiones palindrómicas cortas agrupadas e interespaciadas regularmente" y es una construcción sintética que imita una forma de defensa natural de las bacterias. Cas9 es un sistema de doble "corte" de la cadena de ADN para silenciar o agregar otros genes.
Esta tecnología apenas se hizo funcional en 2012, pero tiene dos aspectos que hicieron que se diseminara muy rápidamente: es barata y es más exacta que las técnicas que se usan con los transgénicos. En éstas era imposible determinar en qué lugar del cromosoma se insertaba un constructo genético. CRISPR-Cas9 permite reconocer un gen específico y cortarlo, deshabilitando ese gen, o insertar otros.
Aunque parezca más exacta, la tecnología no es tan precisa como la
quieren presentar. Como explica el Dr. Jonathan Latham, de Independent Science
News, creer que precisión equivale a control es un gran error, particularmente
en sistemas vivos como el ADN: "Supongamos que yo, que no hablo chino, quisiera
eliminar de forma precisa un carácter de un texto escrito en chino, o una línea,
o una página. Tendría un cien por ciento de precisión, pero ningún control sobre
los cambios en el significado. La precisión, por tanto, sólo es útil en la
medida en que va acompañada de comprensión, y ningún biólogo puede afirmar que
en este momento entendamos el ADN – ¿si no por qué lo seguimos estudiando?" (J.
Latham, El mito de la precisión de CRISPR).
No existen en ningún país regulaciones de bioseguridad adecuadas a
estas nuevas biotecnologías ni se conocen qué impactos pueden tener sobre salud
o medioambiente. La industria biotecnológica, desde sus mayores corporaciones,
está ahora intentando convencer a la Unión Europea y Estados Unidos que
cualquier planta u organismo que se manipule con estas nuevas tecnologías,
solamente están "editados genómicamente" y por tanto no necesitan pasar por las
regulaciones de bioseguridad. Ya lo consiguieron en el caso de un champiñón
manipulado con CRISPR para no volverse marrón al cortarlo, que se vende desde
este año en Estados Unidos sin que el público tenga idea de ello. En Europa la
presión de la industria para no pasar por regulación o que no se considere
transgénico es aún mayor porque hay 17 países que prohíben transgénicos.
Esta nueva construcción genética –organismos con conductores genéticos– asegura que el gen permanezca en todas las generaciones subsiguientes. Si es por ejemplo un gen para hacer que sólo nazcan machos (desde plantas y mosquitos a cualquier mamífero) se podría extinguir toda una especie. Aunque lo presentan como opción para eliminar "especies dañinas", es un arma muy peligrosa en manos de quiénes fácilmente pueden definir todo lo que molesta a sus negocios agrícolas u otros, como dañino o plaga. (Ver artículo de Jim Thomas, ETC)
Son tecnologías, cuyo espectro de acción es tan amplio y las consecuencias tan devastadoras, que es necesario trabajar por su prohibición.
En ese sentido, la extendida crítica social hacia los transgénicos es una base de apoyo, necesitamos ahora desarmar las nuevas armas de lenguaje con que nos quieren confundir las empresas y los científicos que trabajan para ellas.
La reciente declaración de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza en América Latina (UCCSNAL) sobre nuevas tecnologías, apunta a ello. "Cuestionamos la seguridad de esta tecnología, que juega con la manipulación genética a pesar del gran desconocimiento que existe sobre su funcionamiento, y sobre los efectos que su aplicación podrían desencadenar a nivel celular, del organismo de la salud humana y del ambiente. No pedimos para estas nuevas tecnologías la aplicación de normas de bioseguridad ni el desarrollo de estrictas evaluaciones de riesgo, sino la suspensión de toda la experimentación en este campo.
Cuestionamos el exagerado rol que se da a "la ciencia" y al sistema científico tecnológico en el proceso de toma de decisiones relacionado con la adopción de estas nuevas tecnologías, pues sabemos que la investigación científica encarna las mismas relaciones de poder que se dan en la sociedad, y que las principales líneas de investigación son decididas por quienes las auspician y financian."
En búsqueda de que una creciente mayoría de nosotros, los de abajo, no
permitamos la existencia de las "zonas de sacrificio" para el progreso
capitalista ni creamos que la devastación y el avasallamiento de derechos
humanos están circunscriptos a ellas, nuestro desafío es tratar de
generalizar el cuestionamiento de los discursos desde arriba que las
justifican como imprescindibles para el bienestar de todos. Hagámonos
las siguientes preguntas:
¿Qué es el fracking y cuáles
son los peligros en Argentina?
11 de septiembre de 2013
11 de septiembre de 2013
Por Sofía
Turruella
El método no
convencional para extraer hidrocarburos conocido como Fracking o fractura
hidráulica es denunciado por nueve países en el mundo y ya fue prohibido por
dos, por los impactos que, según especialistas, son más importantes que los que
produce la minería a cielo abierto, al vincular las formaciones de petróleo y de
gas con acuíferos.
Pese a las denuncias y consecuencias, este tipo de explotación se realiza en distintos puntos del país como por ejemplo Neuquén donde la firma del contrato entre la empresa estadounidense Chevron y la empresa nacional YPF, no pudo ser evitado siquiera ante un masivo reclamo que dejó como saldo varios heridos.
El ingeniero en
petróleo y máster en Energía Renovable (entre otros títulos) Eduardo
D`elía explicó que, “si no se toman medidas muy drásticas a corto tiempo
es probable que estemos comprometiendo nuestra soberanía”.
A continuación
todas las preguntas claves para entender el tema:
-¿Qué es el
fracking o fractura hidráulica y cómo funciona?
Los
hidrocarburos se formaron en una roca que se llama roca generadora o roca madre
en la cual había organismos vivos que se encontraban presentes sin la presencia
de oxígeno, y que a grandes temperaturas y presiones, terminaron transformándose
en petróleo. Los movimientos telúricos, los terremotos, los desplazamientos,
hicieron que estas rocas, impregnadas en hidrocarburos, tanto petróleo como gas,
se rompieran y liberaran esos hidrocarburos. Al romperse, estos migraron dentro
de formaciones que tienen poros comunicados entre sí. De este modo, los
hidrocarburos se fueron acumulando dentro de otras formaciones porosas y hasta
ahora, la humanidad ha explotado este tipo de formaciones que se llaman
normalmente trampas de petróleo.
Como estás
trampas se han agotado en el mundo -en Argentina se agotaron en 1998 en el caso
del petróleo y en el 2003 en el caso del gas- y en función de que la demanda
sigue creciendo y la oferta ha empezado caer, se buscan los hidrocarburos que
quedaron en esa roca madre y que la naturaleza aún no ha roto.
La técnica
consiste en hacer algo parecido a lo que hizo la naturaleza: romper la roca,
generar la mayor cantidad de fisuras posibles para poder liberar el petróleo o
el gas y que éste pueda ser extraído. Esto se denomina Fracking o fractura
hidráulica, por que se hace a través de agua y productos químicos a muy alta
presión, y es la técnica que implementa Estados Unidos hace aproximadamente 10
años y que tantos impactos ambientales ha causado. En Argentina recién se empezó
a hacer en Vaca muerta, Neuquén.
-¿Cuáles son
los principales riesgos?
Son muchos pero
lo más graves son dos: primero la gran posibilidad de contaminar con
hidrocarburos las fuentes de agua dulce. Esto ya ocurrido y ha generado que
junto con el agua potable venga asociado gas natural. Son muy conocidas las
imágenes del documental Gasland en
el cual se ve claramente cuando la gente le acerca un fósforo al agua que toma
de las canillas, esta literalmente estalla.
El segundo
riesgo es que en Argentina esta técnica se está aplicando en lugares donde nunca
hubo explotación petrolera. El petróleo y el gas están asociados a agua salada
con alto contenidos de hidrocarburos que hacen que sea un agua altamente
contaminada. En las provincias como Santa Cruz, Neuquén o Chubut, donde ya hay
explotación petrolera, las compañías se deshacen de esta agua inyectándola en
viejos yacimientos petroleros que están fuera de uso y esto es una técnica
normal y segura.
El tema es que
en otros lugares, como la provincia de Buenos Aires o Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes, Misiones, Brasil, Uruguay o Paraguay, donde nunca hubo explotación
petrolera, se perfora un pozo hasta encontrar una formación geológica que
permita admitir el agua. El problema que ha ocurrido en Ohio, Oklahoma,
Arkansas, Holanda e Inglaterra es que esta inyección de agua ha generado
movimientos sísmicos, desplazamientos de placas geológicas, generando terremotos
de hasta 5,2 en la escala de Richter, que perfectamente puede tirar abajo una
casa.
-En el último
tiempo Neuquén ha estado en el centro del debate por el reciente acuerdo entre
el gobierno provincial con la empresa estadounidense Chevron para la explotación
no convencional. ¿Cómo es la situación en esta zona?
He demostrado
que el dinero que va a gastar Chevron en sacar hidrocarburos con altos riesgos
ambientales y generación de cambio climático, perfectamente podría invertirse en
energía renovable y estaría aportando más energía.
Yo estuve en
Neuquén debatiendo con el propio Luis Sapag (diputado del Movimiento Popular
Neuquino -MPN- y presidente de la Comisión de Energía) y lamentablemente, la
gran mayoría está a favor de esta técnica, pero a medida que la ciudadanía se
concientice sobre esto y quiera otra cosa, faltan dos años para una renovación
de la cámara, y por ahí a través del voto ciudadano conseguimos diputados
comprometidos que puedan revertir esta situación.
-¿Cuáles son
las alternativas al Fracking?
Yo demostré que
un pozo de fractura hidráulica para extraer petróleo que dura aproximadamente 6
ó 7 años, entrega la cuarta parte de energía que si con el mismo dinero
instaláramos un parque eólico con seis generadores, que tiene una vida útil de
25 a 30 años. Esto significaría que al final de la vida útil de un parque
eólico, la energía total entregada es aproximadamente 80 veces superior.
-¿Por qué
entonces no se construyen parques eólicos, en lugar de pozos de fractura
hidráulica para poder cubrir la demanda de energía que hoy tiene el país?
La respuesta es
simple, los parques eólicos los construyen los municipios, las cooperativas, las
pequeñas empresas, hasta una persona puede instalar un generador eólico. En
cambio estos pozos de fractura hidráulica son monopolio de las grandes compañías
petroleras, a las cuales se les da más beneficios impositivos de los que hoy
tienen quien quiera generar energías limpias en nuestro país.
-O
sea que todo es parte de un negocio millonario y fundamentalmente de decisiones
políticas de estado.
Hace 5 años
atrás éramos el mayor productor de energía eólica de Sudamérica, hoy Brasil no
pasó 40 veces en potencia. Son políticas del estado que Argentina no tiene.
La principal
fuente de energía que ha tenido el hombre desde sus inicios ha sido el sol, con
el sol crecen los vegetales con los cuales nos alimentamos, se alimentan los
animales con los cuales también nos alimentamos, el sol genera el ciclo del
agua, gracias al sol soplan los vientos, las olas en los mares, todavía parte
del sol queda debajo de la tierra como energía geotérmica. El sol sigue siendo
nuestra principal fuente de energía, sin embargo, nos empecinamos en escarbar la
roca cuando la solución la tenemos levantado la cabeza y mirando el cielo.
-Entre los
argumentos de aquellos que defienden este tipo de explotación, sostienen que la
dependencia energética es parte de el sistema actual de la sociedad industrial y
que esta energía extra que producen los combustibles, es la que permite que la
población cuenten con elementos básicos de calidad de vida (trabajo, transporte,
ciencia). Y que si elegimos dejar eso de lado, se podría provocar un caos
superior.
El último
informe de la Asociación Brasilera de Energías Renovables demuestra que no solo
han evitado quemar petróleo para producir energía sino que han generado 16 mil
puestos de trabajo, gracias la energía eólica. Es una falsedad hablar de que
esto va a generar una disminución del empleo, al contrario, si se tiene en
cuenta que la vida útil de los pozos es de seis años.
-En teoría
todo cierra, a lo práctico y teniendo en cuenta los procesos tradicionales y
usos de nuestra sociedad, ¿Ve posible una reconversión en la explotación de los
recursos a un nivel global?
Nuestra fuente
de energía primaria en el país depende un 90 por ciento de los hidrocarburos.
¿Cómo lo revertimos? Dejando de consumir pero por supuesto no es tan simple, no
se puede hacer de un día para el otro. Hay que revertir nuestra matriz de
trasporte, hoy no puede ser que nuestra principal fuente de transporte de
personas y de carga siga siendo el colectivo y el camión, habiendo desaparecido
el tren y el barco, tremendamente eficientes. No estamos hablando de disminución
del empleo sino de modificación.
-Los grandes
cambios o decisiones pertinentes parecen quedar a merced de las políticas de
estado, ¿Qué puede hacer un ciudadano común que no esté de acuerdo ante esta
situación?
Nada más que
manifestarse y eso ya es bastante, pero por más ahorro energético que estemos
haciendo, tenemos una matriz energética muy mal distribuida. En Argentina no
tenemos gas y el 52 por ciento de nuestra energía eléctrica es a fuerza de
quemar gas que no tenemos y tenemos que importarlo.
-¿Cuán
urgente es revertir estas técnicas?
Hablando con el
propio secretario de energía de La Nación de los últimos 11 años, él me decía
que encontraron al país en una situación bastante comprometida por el desempleo
y la desocupación y que piensan revertir la situación energética en el 2020.
Yo creo que si
no se toman medidas muy drásticas en el corto tiempo a nivel estado es probable
que estemos comprometiendo nuestro futuro. No existe la posibilidad de que un
país crezca si no tiene un excedente de energía, nosotros no estamos en esa
condición y es probable que estemos muy complicados y tengamos comprometida a
nuestra propia soberanía en esas condiciones. Y no hay ninguna intención de
cambio.
-Aunque el
panorama parece desalentador, el hecho de que se de este tipo de debates hacen
pensar que es posible un cambio. ¿Usted tiene esperanza de que se puedan
modificar estos tipos de explotación dañinos?
Cuando yo di mi
primer charla en contra del fracking fue en la capital del petróleo argentina,
en Comodoro Rivadavia, y me miraban con cara extraña porque nunca habían sentido
hablar de eso y sin embargo, hoy allí se pudo parar el primer equipo de fracking
en El trébol, a través de una acción de amparo. En Entre Ríos, en su vida habían
visto un mecanismo de perforación y hoy varias localidades han prohibido el
Fracking. Vengo de Mendoza y aparentemente va a ser la primera provincia que
prohíbe el fracking por lo menos por dos años hasta no interiorizarse de los
posibles impactos. Todo eso da esperanza.
Fuente: http://www.opsur.org.ar/blog/2013/09/11/que-es-el-fracking-y-cuales-son-los-peligros-en-argentina
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