martes, 22 de noviembre de 2016

Los asesinatos de Roberto López y Cristian Ferreyra nos interpelan a percibir qué país desterritorializado y reterritorializado a favor del saqueo capitalista e imperialista progresa oculto por la democracia representativa.

Se trata de que valoremos nuestro potencial social en 

las comunalidades-territorialidades a crear o afirmar 

 por nosotros, los diversos de abajo, 

en nuestras luchas de ir construyendo buenos vivires-convivires
 
para la humanidad entera.
 
 
Estamos los pueblos subsumidos en crisis civilizatoria a causa del capitalismo e imperialismo. En Nuestra América, las democracias encubren el arrasamiento de nuestros países y tendencias a la expansión de los terrorismos de estado ya existentes. Al mismo tiempo percibimos:  "luchas que enfrentan ‘entramados comunitarios’ y ‘coaliciones de corporaciones transnacionales’ (Raquel Gutiérrez A.), buscando la reorganización de la sociedad sobre la base de autonomías locales y regionales; la autogestión de la economía bajo principios comunales, aun si articuladas con el mercado; y una relación con el Estado pero solamente para neutralizar en lo posible la racionalidad del estado. En resumen, son luchas que buscan organizarse como los poderes de una sociedad otra, no-liberal, no-estatal y no-capitalista".
 
Entonces es hora, en primer lugar, de ir avizorando rumbos emancipatorios:
 

Desde abajo, por la izquierda y con la Tierra
2 de febrero de 2016

Por Arturo Escobar (en Lobo suelto)

El pensamiento crítico latinoamericano está más vibrante y dinámico que nunca. Las contribuciones teórico-políticas para repensar la región reverberan a lo largo y ancho del continente, en los encuentros de los pueblos, en las mingas de pensamiento, en los debates de movimientos y colectivos, en las asambleas de comunidades en resistencia, en las movilizaciones de jóvenes, mujeres, campesinos y ambientalistas, y sin duda también en algunos de aquellos sectores que tradicionalmente se han considerado los espacios del pensamiento crítico por excelencia, tales como las universidades, la academia y las artes.

 
Un listado de las tendencias más notables del pensamiento crítico latinoamericano tendría que incluir, entre otras, las críticas a la modernidad y a la teoría decolonial; los feminismos autónomos, decoloniales, y comunitarios; la diversa gama de debates ecológicos y de economías alternativas, incluyendo la ecología política, la economía social y solidaria (ESS), las economías comunales; las posiciones autonómicas; otras y nuevas espiritualidades; y las diferentes propuesta de transiciones civilizatorias, el posdesarrollo, el Buen Vivir, y el post-extractivismo. Más importante aún, toda genealogía y catálogo del pensamiento latinoamericano debe incluir las categorías, saberes, y conocimientos de las comunidades mismas y sus organizaciones como uno de las expresiones más potentes del pensamiento crítico. Esta última proposición constituye el mayor desafío para el pensamiento crítico latinoamericano dado que la estructura epistémica de la modernidad (ya sea liberal, de derecha o de izquierda) se ha erigido sobre el borramiento efectivo de este nivel crucial del pensamiento, y es precisamente este nivel el que emerge, hoy en día, con mayor claridad y contundencia.
 
Un análisis de la coyuntura regional y planetaria y de cómo ésta se refleja en los debates teórico-políticos del continente nos lleva a postular las siguientes hipótesis. Primero, que el pensamiento crítico latinoamericano no está en crisis, sino en efervescencia. Segundo, que los conocimientos de los pueblos en movimiento, de las comunidades en resistencia y de muchos movimientos sociales están en la avanzada del pensamiento para las transiciones, y cobran una relevancia inusitada para la reconstitución de mundos ante las graves crisis ecológicas y sociales que enfrentamos, más aun que los conocimientos de expertos, las instituciones y la academia. (Aclaro que esto no quiere decir que estos últimos sean inútiles, sino que ya son claramente insuficientes para generar las preguntas y pautas para enfrentar las crisis).
 
Para verlo de esta manera, sin embargo, es necesario ampliar el espacio epistémico y social de lo que tradicionalmente se ha considerado el pensamiento crítico latinoamericano para incluir, junto al pensamiento de la izquierda, al menos dos grandes vertientes que desde las últimas dos décadas han estado emergiendo como grandes fuentes de producción crítica: aquella vertiente que surge de las luchas y pensamientos ‘desde abajo’, y aquellas que están sintonizadas con las dinámicas de la Tierra. A estas vertientes las llamaremos ‘pensamiento autonómico’ y ‘pensamiento de la Tierra’, respectivamente. Mencionemos por lo pronto que el primero se refiere al pensamiento, cada vez más articulado y discutido, que emerge de los procesos autonómicos que cristalizan con el Zapatismo pero que incluyen una gran variedad de experiencias y propuestas a lo largo y ancho del continente, desde el sur de México al suroccidente de Colombia, y desde allí al resto del continente. Todos estos movimientos enfatizan la reconstitución de lo comunal como el pilar de la autonomía. Autonomía, comunalidad y territorialidad son los tres conceptos claves de esta corriente. Con pensamiento de la Tierra, por otro lado, nos referimos no tanto al movimiento ambientalista y a la ecología sino a aquella dimensión que toda comunidad que habita un territorio sabe que es vital para su existencia: su conexión indisoluble con la Tierra y con todos los seres vivos. Más que en conocimientos teóricos, esta dimensión se encuentra elocuentemente expresada en el arte (tejidos), los mitos, las prácticas económicas y culturales del lugar, y en las luchas territoriales y por la defensa de la Pacha Mama. Esto no la hace menos importante, sino quizás más, para la crucial tarea de todo pensamiento crítico en la coyuntura actual, a la cual nos referiremos como ‘la reconstitución de mundos’.
Así, quisiera definir el pensamiento crítico latinoamericano como el entramado de tres grandes vertientes: el pensamiento de la izquierda, el pensamiento autonómico y el pensamiento de la Tierra. Estas no son esferas separadas y preconstituidas sino que se traslapan, a veces alimentándose mutuamente, otras en abierto conflicto. Mi argumento es que hoy en día tenemos que cultivar las tres vertientes, manteniéndolas en tensión y en diálogo continuo, abandonando toda pretensión universalizante y de poseer la verdad. Dicho de otra manera, a la formula zapatista de luchar “desde abajo y por la izquierda”, hay que agregar una tercera base fundamental, “con la Tierra” (hasta cierto punto implícita en el zapatismo).
 El pensamiento de la izquierda y la izquierda del pensamiento
 
Qué tantas cosas es la izquierda: teoría, estrategia, práctica, historia de luchas, humanismo, íconos, emociones, canción, arte, tristezas, victorias y derrotas, revoluciones, momentos bellos y de horror, y muchas otras cosas. Cómo no seguir inspirándonos en los momentos más hermosos de las luchas revolucionarias socialistas y comunistas a través de su potente historia; al menos para mi generación, cómo no seguir conmoviéndose por la carismática figura del Che, o de un Camilo Torres esperando la muerte con un fusil en la mano que nunca disparó, figuras éstas que continúan engalanando las paredes de las universidades públicas de Colombia y el continente y que aún nos hacen sonreír al verlas. Cómo no pensar en el bello e intenso rojo de las banderas de las movilizaciones campesinas y proletarias de otrora, de campesinos aprendiendo a leer con los ubicuos libritos rojos, esperando marchar por el derecho a la tierra. Cómo no incorporar en toda lucha y en toda teoría los principios de justicia social, los imaginarios de igualdad de clase, y los ideales de libertad y emancipación de la izquierda revolucionaria.
 
A nivel teórico, es imperante reconocer las múltiples contribuciones del materialismo dialéctico y el materialismo histórico, su renovación en el encuentro con el desarrollismo (dependencia), el ambientalismo (marxismo ecológico), el feminismo, la teología de la liberación, el postestructuralismo (Laclau y Mouffe), la cultura (Stuart Hall) y lo poscolonial. Sin embargo, aunque esta amplia gama de teorías sigue siendo claramente relevante, hoy en día, reconocemos con facilidad los inevitables apegos modernistas del materialismo histórico (como su aspiración a la universalidad, la totalidad, la teleología y la verdad que se le cuelan aun a través del agudo lente analítico de la dialéctica). Más aún, no se puede desconocer que vamos aprendiendo nuevas formas de pensar la materialidad, de la mano de la ecología económica, las teorías de la complejidad, la emergencia, la autopoiesis y la auto-organización y de las nuevas formas de pensar la contribución de todo aquello que quedó por fuera en la explicación modernista de lo real, desde los objetos y las ‘cosas’ con su ‘materialidad vibrante’ hasta todo el rango de lo no-humano (microrganismos, animales, múltiples especies, minerales), que tanto como las relaciones sociales de producción son determinantes de las configuraciones de lo real. En estas nuevas ‘ontologías materialistas’ hasta las emociones, los sentimientos, y lo espiritual tienen cabida como fuerzas activas que producen la realidad.
Quisiera recalcar dos nociones de este breve recuento. Por un lado, la ruptura de los nuevos materialismos con el antropocentrismo de los materialismos de la modernidad. Del otro, y como corolario, el ‘desclasamiento epistémico’ a que se ven abocadas aquellas vertientes que usualmente consideramos de izquierda. Por desclasamiento epistémico me refiero a la necesidad de abandonar toda pretensión de universalidad y de verdad, y una apertura activa a aquellas otras formas de pensar, de luchar y de existir que van surgiendo, a veces con claridad y contundencia, a veces confusas y titubeantes, pero siempre afirmativas y apuntando a otros modelos de vida, en tantos lugares de un continente que pareciera estar cercano a la ebullición. Este desclasamiento convoca a los pensadores de izquierda a pensar más allá del episteme de la modernidad, a atreverse a abandonar de una vez por todas sus categorías más preciadas, incluyendo el desarrollo, el crecimiento económico y el mismo concepto de ‘hombre’. Los conmina a sentipensar con la Tierra y con las comunidades en resistencia para rearticular y enriquecer su pensamiento.
El pensamiento desde abajo
Un fantasma recorre el continente: el fantasma del autonomismo.
 
El autonomismo, es una fuerza teórico-política que comienza a recorrer Abya Yala/Afro/Latino-América de forma sostenida, contra viento y marea y a pesar de sus altibajos. Surge de la activación política de la existencia colectiva y relacional de una gran variedad de grupos subalternos –indígenas y afrodescendientes, campesinos, pobladores de los territorios urbanos populares, jóvenes, mujeres solidarias. Es la ola creada por los condenados de la tierra en defensa de sus territorios ante la avalancha del capital global neoliberal y la modernidad individualista y consumista. Se le ve en acción en tantas movilizaciones de las últimas dos décadas, en encuentros inter-epistémicos, en mingas de pensamiento, cumbres de los pueblos, y en convergencias de todo tipo donde los protagonistas centrales son los conocimientos de las comunidades y los pueblos que resisten desde las lógicas de vida de sus propios mundos. Involucra a todos aquellos que se defienden del desarrollo extractivista porque saben muy bien que “para que el desarrollo entre, tiene que salir la gente”. Son los que luchan, como sostienen los zapatistas, por un mundo donde quepan muchos mundos. Aquellos “que ya se cansaron de no ser y están abriendo el camino” (M. Rozental), de los sujetos de la digna rabia, de todas y todos los que luchan por un lugar digno para los pueblos del color de la Tierra.
A nivel teórico, el autonomismo se relaciona con una gran variedad de tendencias, desde el pensamiento decolonial y los estudios subalternos y postcoloniales hasta las epistemologías del sur y la ecología política, entre otros. Tiene un parentesco claro con nociones tales como la descolonización del saber, la justicia cognitiva y la inter-culturalidad. Pero su peso teórico–político gravita en torno a tres grandes conceptos: autonomía, comunalidad y territorialidad, sólo el primero de los cuales tiene alguna genealogía en las izquierdas, especialmente en el anarquismo. El autonomismo tiene su razón de ser en la profundización de la ocupación ontológica de los territorios y los mundos-vida de los pueblos-territorio por los extractivismos de todo tipo y por la globalización neoliberal. Esta ocupación es realizada por un mundo hecho de un mundo (capitalista, secular, liberal, moderno, patriarcal), que se arroga para si el derecho de ser ‘el Mundo’, y que rehúsa relacionarse con todos esos otros mundos que se movilizan cada vez con mayor claridad conceptual y fuerza política en defensa de sus modelos de vida diferentes. El autonomismo nos habla de sociedades en movimiento, más que de movimientos sociales (R. Zibechi, refiriéndose a la ola de insurrecciones indígeno-populares que llevaran al poder a Evo Morales), y podríamos hablar con mayor pertinencia aun de mundos en movimiento, porque aquello que emerge son verdaderos mundos relacionales, donde prima lo comunal sobre lo individual, la conexión con la Tierra sobre la separación entre humanos y no-humanos, y el buen vivir sobre la economía.
En el lenguaje de la ‘ontología política’, podemos decir que muchas luchas étnico-territoriales pueden ser vistas como luchas ontológicas – por la defensa de otros modelos de vida. Interrumpen el proyecto globalizador de crear un mundo hecho de un solo mundo. Dichas luchas son cruciales para las transiciones ecológicas y culturales hacia un mundo en el que quepan muchos mundos (el pluriverso). Constituyen la avanzada de la búsqueda de modelos alternativos de vida, economía, y sociedad. Son luchas que enfrentan ‘entramados comunitarios’ y ‘coaliciones de corporaciones transnacionales’ (Raquel Gutiérrez A.), buscando la reorganización de la sociedad sobre la base de autonomías locales y regionales; la autogestión de la economía bajo principios comunales, aun si articuladas con el mercado; y una relación con el Estado pero solamente para neutralizar en lo posible la racionalidad del estado. En resumen, son luchas que buscan organizarse como los poderes de una sociedad otra, no-liberal, no-estatal y no-capitalista.
 
La autonomía es de esta forma una práctica teórico-política de los movimientos étnico-territoriales – pensarse de adentro hacia afuera, como dicen algunas líderes afrodescendientes en Colombia, o cambiando las tradiciones tradicionalmente y cambiando la forma de cambiar, como dicen en Oaxaca. “La clave de la autonomía es que un sistema vivo encuentra su camino hacia el momento siguiente actuando adecuadamente a partir de sus propios recursos”, nos dice el biólogo Francisco Varela, definición que aplica a las comunidades. Implica la defensa de algunas prácticas así como la transformación e invención de otras. Podemos decir que en su mejor acepción la autonomía es una teoría y práctica de la inter-existencia, una herramienta de diseño para el pluriverso.
 
El objetivo de la autonomía es la realización de lo comunal, entendida como la creación de las condiciones para la autocreación continua de las comunidades (su autopoiesis) y para su acoplamiento estructural exitoso con sus entornos cada vez más globalizados. Las nociones de comunidad están reapareciendo en diversos espacios epistémico-políticos, incluyendo las movilizaciones de indígenas, afrodescendientes y campesinos, sobre todo en México, Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Cuando se habla de comunidad se usa en varios sentidos: comunalidad, lo comunal, lo popular-comunal, las luchas por los comunes, comunitismo (activismo comunitario). La comunalidad (la condición de ser comunal) constituye el horizonte de inteligibilidad de las culturas de la América profunda e igualmente de luchas nuevas, aun en contextos urbanos; es una categoría central en la vida de muchos pueblos, y continua siendo su vivencia o experiencia más fundamental. Todo concepto de comunidad en este sentido se entiende de forma no esencialista, comprendiendo ‘la comunidad’ en toda su heterogeneidad e historicidad, siempre surtiéndose de la ancestralidad (el tejido relacional de la existencia comunal), pero abierta hacia el futuro en su autonomía.
Como dicen los comuneros indígenas misak del Norte del Cauca de Colombia, hay que “recuperar la tierra para recuperarlo todo … por eso tenemos que pensar con nuestra propia cabeza, hablando nuestro propio idioma estudiando nuestra historia, analizando y transmitiendo nuestras propias experiencias así como la de otros pueblos” (Cabildo Indígena de Guambia, 1980, citado en Quijano 2012: 257). O como lo expresan los nasa en su movilización, la minga social y comunitaria, "la palabra sin acción es vacía. La acción sin la palabra es ciega. La acción y palabra sin el espíritu de la comunidad son la muerte". Autonomía, comunalidad, territorio, y relacionalidad aparecen aquí íntimamente ligados, constituyendo todo un marco teórico-político original dentro de esta segunda vertiente del pensamiento crítico de Abya Yala/Afro/Latino-América.
 
El pensamiento de la Tierra
La relacionalidad – la forma relacional de ser, conocer y hacer – es el gran correlato de la autonomía y la comunalidad. Así puede verse en muchas cosmovisiones de los pueblos, tales como la filosofía africana del Muntu o concepciones de la Madre Tierra como la Pachamama, Ñuke mapu, o Mama Kiwe, entre muchas otras. También está implícita en el concepto de crisis civilizatoria, siempre y cuando se asume que la crisis actual es causada por un modelo particular de mundo (una ontología), la civilización moderna de la separación y la desconexión, donde humanos y no humanos, mente y cuerpo, individuo y comunidad, razón y emoción, etc. se ven como entidades separadas y autoconstituidas.
 
Las ontologías o mundos relacionales se fundamentan en la noción de que todo ser vivo es una expresión de la fuerza creadora de la tierra, de su auto-organización y constante emergencia. Nada existe sin que exista todo lo demás (“soy porque eres”, porque todo lo demás existe, dicta el principio del Ubuntusurafricano). En las palabras del ecólogo y teólogo norteamericano Thomas Berry, “la Tierra es una comunión de sujetos, no una colección de objetos. El Mandato de la Tierra del que hablan muchos activistas nos conmina por consecuencia a ‘vivir de tal forma que todos puedan vivir’. Este mandato es atendido con mayor facilidad por los pueblos-territorio: “Somos la continuidad de la tierra, miremos desde el corazón de la tierra” (Marcus Yule, gobernador nasa). No en vano es la relación con la Tierra central a las luchas indígenas, afro, y campesinas en el contexto actual.
 
Desde esta perspectiva, el gran desafío para la izquierda y al autonomismo es aprender a sentipensar con la Tierra. Escuchar profundamente tanto el grito de los pobres como el grito de la Tierra (L. Boff, Laudato Si). Es refrescante pensar que de las tres vertientes mencionadas la más antigua es esta tercera. Viene desde siempre, desde que los pueblos aprendieron que eran Tierra y relación, expresiones de la fuerza creadora del universo, que todo ser es ser-Tierra. Podemos decir, sin caer en anacronismo alguno, que las ‘cosmogonías’ de muchas culturas del mundo son el pensamiento primigenio de la Tierra. Es el pensamiento cosmocéntrico de los tejidos y entramados que conforman la vida, aquel que sabe, porque siente, que todo en el universo está vivo, que la conciencia no es prerrogativa de los humanos sino una propiedad distribuida en todo el espectro de la vida. Es el pensamiento de aquellos que defienden la montaña contra la minería porque ella es un ser vivo (M. de la Cadena), o los páramos y nacimientos de agua porque son el origen de la vida, con frecuencia lugares sagrados donde lo humano, lo natural, y lo espiritual se funden en un complejo entramado vital.
 
El pensamiento de la tierra subyace las concepciones de territorio. “Tierra puede tener cualquiera, pero territorio es otra cosa”, dicen algunos mayores afrodescendientes en el Pacífico colombiano, gran territorio negro. El territorio es el espacio para la enacción de mundos relacionales. El territorio es el lugar de aquellos que cuidan la tierra, como lucidamente lo expresaran las mujeres de la pequeña comunidad negra de La Toma en el Norte del Cauca, movilizadas contra la minería ilegal de oro: “A las mujeres que cuidan de sus territorios. A las cuidadoras y los cuidadores de la Vida Digna, Sencilla y Solidaria. Todo esto que hemos vivido ha sido por el amor que hemos conocido en nuestros territorios. Nuestra tierra es nuestro lugar para soñar con dignidad nuestro futuro. Tal vez por eso nos persiguen, porque queremos una vida de autonomía y no de dependencia, una vida donde no nos toque mendigar, ni ser víctimas” (Carta abierta de Francia Márquez, líder de La Toma, abril 24 del 2015). Marchando y defendiendo sus derechos, las mujeres de La Toma afirman que “el territorio es la vida y la vida no se vende, se ama y se defiende”.
También encontramos el pensamiento de la Tierra en la cosmoacción de muchos pueblos indignas. El Plan de Vida del pueblo misak, por ejemplo, se explica como una propuesta de “construcción y reconstrucción de un espacio vital para nacer, crecer, permanecer y fluir. El plan es una narrativa de vida y sobrevivencia, es la construcción de un camino que facilita el tránsito por la vida, y no la simple construcción de un esquema metodológico de planeación” (en: Quijano 2012: 263). Por esto, muchos pueblos describen su lucha política como ‘la liberación de la Madre Tierra”. La pregunta clave para estos movimiento es: ¿cómo mantener las condiciones para la existencia y la re-existencia frente al embate desarrollista, extractivista y modernizador? Esta pregunta y el concepto de liberación de la Madre Tierra, son potentes conceptos para toda práctica política en el presente: para la izquierda y los procesos autonómicos tanto como para las luchas ambientales y por otros modelos de vida. Vinculan justicia ambiental, justicia cognitiva, autonomía, y la defensa de mundos (J. Martínez-Alier, V. Toledo).
 
Para nosotros, los urbano-modernos, que vivimos en los espacios más marcados por el modelo liberal de vida (la ontología del individuo, la propiedad privada, la racionalidad instrumental y el mercado), la relacionalidad constituye un gran desafío, dado que se requiere un profundo trabajo interior personal y colectivo para desaprender la civilización de la desconexión, del economismo, la ciencia y el individuo. Quizás implica abandonar la idea individual que tenemos de práctica política radical. ¿Cómo tomamos en serio la inspiración de la relacionalidad? ¿Cómo re-aprendemos a inter-existir con todos los humanos y no-humanos? ¿Debemos recuperar cierta intimidad con la Tierra para re-aprender el arte de sentipensar con ella? ¿Como hacerlo en contextos urbanos y descomunalizados?
 
¿Salir de la modernidad?
 
El desclasamiento epistémico de la izquierda implica atreverse a cuestionar el desarrollo y la modernidad. Solo de esta forma podrá el pensamiento de izquierda participar en pensar y construir las transiciones civilizatorias que se adumbran desde el pensamiento autonómico y de la Tierra. Como es bien sabido, el progresismo de las últimas dos décadas ha sido profundamente modernizador, y su modelo económico está basado en el núcleo duro de premisas de la modernidad, incluyendo el crecimiento económico y el extractivismo.
Tanto en el Norte Global como en el Sur Global, el pensamiento de las transiciones tiene muy claro que las transiciones deben ir más allá del modelo de vida que se ha impuesto en casi todos los rincones del mundo con cierta visión dominante de la modernidad. Salir de la modernidad solo se logrará caminando apoyados en las tres vertientes mencionadas. Sanar la vida humana y la Tierra requieren de una verdadera transición “del período cuando los humanos eran una fuerza destructiva sobre el planeta Tierra, al período cuando los humanos establecen una nueva presencia en el planeta de forma mutuamente enriquecedora” (T. Berry). Significa caminar decididamente hacia una nueva era, que algunos denominan como ‘Ecozoica’ (la casa de la vida; T. Berry/L. Boff). El cambio climático es solamente una de las manifestaciones más patentes de la devastación sistemática de la vida por la modernidad capitalista.
 
La liberación de la madre Tierra, concebida desde el cosmocentrismo y la cosmoacción de muchos pueblos-territorio, nos invitan a ‘disoñar’ el diseño de mundos. Este acto de disoñacion y de diseño tiene como objetivo reconstituir el tejido de la vida, de los territorios, y de las economías comunalizadas. Como lo dice un joven misak, se trata de convertir el dolor de la opresión de siglos en espereza y está en la base de la autonomía. Para los activistas afrocolombianos del Pacífico, tan impactado por las locomotoras desarrollistas, esta región es un Territorio de Vida, Alegría, Esperanza, y Libertad. Hay un sabio principio para la práctica política de todas las izquierdas en la noción de tejer la vida en libertad.
 
Las tres vertientes presentadas no constituyen un modelo aditivo sino de múltiples articulaciones. No son paradigmas que se reemplazan nítidamente unos a otros. Queda claro, sin embargo, la necesidad de que la izquierda y el autonomismo (y el humano) devengan Tierra. El humano ‘post-humano’ – aquel ‘humano’ que emerja del final del antropocentrismo – habrá de aprender de nuevo a existir como ser vivo en comunidades de humanos y no-humanos, en el único mundo que verdaderamente compartimos que es el planeta. La re-comunalización de la vida y la re-localización de las economías y la producción de los alimentos en la medida de lo posible – principios claves de los activismos y diseños para la transición – se convierten en principios apropiados para la práctica teórico-política del presente. En esto yace la esperanza; al fin y al cabo, “la esperanza no es la certeza de que algo pasará, sino de que algo tiene sentido, pase lo que pase” (G. Esteva).
 
Aquellos que aun insistan en la vía del desarrollo y la modernidad son suicidas, o al menos ecocidas, y sin duda históricamente anacrónicos. Por el contrario, no son románticos ni ‘infantiles’ aquellos que defienden el lugar, el territorio, y la Tierra; constituyen la avanzada el pensamiento pues están en sintonía con la Tierra y entienden la problemática central de nuestra coyuntura histórica, las transiciones hacia otros modelos de vida, hacia un pluriverso de mundos. No podemos imaginar y construir el postcapitalismo (y el postconflicto) con las categorías y experiencias que crearon el conflicto (particularmente el desarrollo y el crecimiento económico). Saltar al Buen Vivir sin completar la fase de industrialización y modernización es menos romántico que completarla, ya sea por la vía de la izquierda o de la derecha. No podemos construir lo nuestro con lo mismo … lo posible ya se hizo, ahora vamos por lo imposible (Activistas indígenas, campesinos y Afrodescendientes, Tramas y Mingas por el Buen Vivir, Popayán, 2014).
 
Podremos atrevernos a afirmar que Abya Yala/Afro/Latino-América hoy presenta al mundo, en la complejidad de su pensamiento crítico en las tres vertientes tan esquemáticamente resumidas, un modelo diferente de pensar, de mundo, y de vida. En esto – y a pesar de todas las tensiones y contradicciones entre las vertientes y al interior de cada una de ellas – radicaría ‘la diferencia latinoamericana’ para la primera mitad del Siglo XXI. Algo que si podemos decir con certeza, con la gran Mercedes Sosa, es que pueblos, colectivos, movimientos, artistas e intelectuales caminan la palabra ‘por la cintura cósmica del sur’ en ‘la región más vegetal del tiempo y de la luz’ que es el hermoso continente que habitamos. Gracias a la vida, que nos ha dado tanto…
 
 
 En segundo lugar, es hora de posicionarnos junto a las organizaciones real y efectivamente representativas de los pueblos y comunidades en vez de apoyar a los gobiernos progresistas. Constatemos porqué:
 
 
CONAIE frente a la llegada del presidente Chino a Ecuador
19 de noviembre de 2016
Por CONAIE


Boletín de Prensa

D.M. Quito, 18 de noviembre de 2016

La presencia del presidente de China Xi Jinping en el Ecuador es un síntoma de cómo se profundiza la dependencia del Ecuador, como proveedor de materias primas y bienes primarios para el principal productor industrial del planeta en esta nueva etapa de colonización con el imperio chino.

La “alianza estratégica” que el gobierno de Rafael Correa festeja expresando “eterna gratitud” al mandatario chino es presentada aisladamente como un mecanismo para concretar líneas de financiamiento para proyectos como la Refinería del Pacífico y dar nuevo impulso a ámbitos tradicionales de cooperación; sin embargo, la evidencia de los resultados de esta alianza estratégica en la década de la revolución ciudadana, es un alza en el endeudamiento externo atada a la venta de recursos naturales, que no ha resultado en un cambio de la matriz productiva, sino en una insoslayable avanzada del Estado sobre los territorios para la expansión extractivista –donde evidentemente nos encontramos en franca contradicción-.
Lo que está en debate es si la estrategia de desarrollo que promueve el gobierno a partir de la Alianza con China conduce de algún modo al Buen Vivir (o al socialismo), o es una necesidad para sostener una forma de neo desarrollismo que finalmente beneficia a los grupos capitalistas y a la profundización de un tipo de economía que ahonda la explotación cada vez más intensa de los trabajadores y de la naturaleza.

En el seno de esta discusión está la vida de los pueblos indígenas, los derechos sociales y laborales, y la subsistencia de la diversidad como base a una economía no capitalista entre muchas otras dimensiones que determinan nuestro futuro. La ceguera del presidente por el desarrollo no le permite dimensionar las consecuencias de hipotecar nuestros territorios a la China. Por ello rechazamos la visita de Xi Jinping al país, peor sobre todo, rechazamos lo que ésta implica.

Como pueblos indígenas nos mantendremos firmes en defensa de nuestros territorios, de los derechos de nuestra gente, de un Estado Plurinacional y del Sumak Kawsay.

Por el Consejo de Gobierno Jorge Herrera PRESIDENTE CONAIE
 
 
En tercer lugar, es hora de enfocar la Patria Grande desde los pueblos y a la izquierda para no caer en la contradicción que la Minustah desde 2004 esté integrada por militares y policías enviadas por todos los gobiernos progresistas a excepción de Venezuela e incluso Brasil la dirija y aplique esa ocupación-represión también en las favelas de su país.


Haití: Los daños causados por el huracán Mathew 

son naturales y sistémicos
20 de noviembre de 2016

Los daños ocasionados por el huracán Mathew no son sólo naturales. Es cierto que Haití se halla ubicado sobre fallas tectónicas y en una zona ciclónica que con mayor o menor violencia precipita anualmente miles de metros cúbicos de lluvias torrenciales y azota con vientos de rara crueldad como los del 3 y 4 de octubre último. Frente a esta potencia de la naturaleza nadie, ni los científicos más evolucionados, es capaz hasta hoy y tal vez nunca de impedir desplegar sus fuerzas a la naturaleza.

Por Marc Arthur Fils-Aimé* Alter presse}

Los científicos han declarado que los sismos y los ciclones forman parte, por lejos, de las necesidades intrínsecas de la naturaleza para regenerarse y equilibrarse. Por lo tanto no es posible que la naturaleza se adapte a los caprichos de los seres humanos. Lo contrario debería ser la regla. Desgraciadamente, en nombre de la modernidad y de la civilización, la avidez de las clases dominantes ha aprovechado en todo el mundo los conocimientos científicos para explotarlos en provecho propio y paralelamente en detrimento de la buena salud de la Madre Tierra, como la llamaban los primeros habitantes de nuestro continente. Naomi Klein escribió: “Las raíces de la crisis climáticas se hallan en el fondo de los mitos fundadores de la civilización occidental, surgido de la Ilustración, según los cuales la humanidad tiene vocación de dominar una naturaleza considerada ilimitada y absolutamente modificable. Esto no sólo se debe atribuir a la derecha política o a los EE.UU., se trata de un gran relato que trasciende las fronteras y los desacuerdos ideológicos (1).
Algunas clases sociales, en una inicua comprensión sociopolítica y económica en la que la acumulación del capital no tiene límites, han contribuido ampliamente a este desorden atmosférico. Tal es la razón por la que decimos que los daños ocasionados por el paso del Mathew en Haití no se deben sólo a causas de origen natural. La población se halla atrapada entre ese modelo sistémico dominante en el planeta y la visión átona de nuestros dirigentes dentro de ese mismo modelo. Es inútil insistir sobre el aspecto coyuntural de este suceso, puesto que conocemos bien la cantidad de perjuicios que directa o indirectamente sufre una gran parte, absolutamente devastada, del país. Sobre la crisis estructural se ha engarzado una crisis coyuntural que con su triple dimensión social, económica y política ha empeorado la situación de las masas populares. Es precisamente ese aspecto estructural el que se ha ligado dialécticamente al aspecto coyuntural y por lo tanto sobre el que nos interesa específicamente reflexionar.
No intentamos sin embargo negar la absoluta responsabilidad, sin excepción, de los diferentes gobiernos que han pasado por Haití desde 1804 hasta la actualidad. Por el contrario queremos mostrar de qué modo han contribuido a todas estas desgracias.
El capitalismo y su enorme responsabilidad en el desequilibrio del medioambiente y de sus subsistemas ecológicos
Reconozcamos en primer término que el sistema capitalista se ha vuelto aún más inhumano, en su fase neoliberal ha desequilibrado el medioambiente y todos sus subsistemas ecológicos. Todos los dirigentes de aquí y de todas partes han reconocido los daños al cambio climático. La Vigésima Primera Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre los Cambios climáticos (COP 21), que se celebró en París entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre de 2015, lo prueba... No fue la primera ni será sin duda la última. Los resultados de esas reuniones nos han convencido de que muy pocos de esos dirigentes se han mostrado dispuestos a salvar lo que aún es posible. No están ni política ni ideológicamente convencidos de restringir al menos el poder de las multinacionales y de otras fuerzas no tan poderosas culpables hoy día de esos desórdenes que hipotecan el porvenir del planeta.
Paradójicamente esos dirigentes en lugar de estar al servicio de sus países han aceptado el lugar de metrónomos dispuestos a mejor someterse a las megapotencias financieras y económicas... Los meteorólogos han reconocido que este año 2016 es el más cálido que han registrado desde que han asumido esa tarea. También los ha sorprendido la manera en que el huracán Mathew acrecentó su fuerza pasando rápidamente del valor 1 al valor 5.
¿Cuál es el papel de la estructura social haitiana en esta catástrofe?
Estos terribles golpes que acaba de sufrir el país que tiene la maligna costumbre de padecer desde su emergencia insular, tiene un vínculo directo con la estructura social haitiana. Sin duda es una consecuencia del modo de producción burguesa-feudal bajo la férula de la oligarquía vinculada a las potencias imperialistas. EE.UU. no oculta su intromisión en todas las instancias estatales desde su primer desembarco en 1915. Desde 1804, fecha de nuestro nacimiento como Estado-nación, los diferentes gobiernos que se sucedieron al frente del Estado expulsaron a las masas populares hacia las laderas de las montañas o hacia las tierras más áridas. Las que permanecieron en los medios urbanos se vieron obligadas a juntarse en chabolas o villas miseria construidas en su mayor parte en zonas pantanosas o en el fondo de los barrancos. Es por eso que los hábitats en los que residen se hunden al primer amago de lluvia y de viento.
La clase política tradicional consideró siempre que las clases trabajadoras son una reserva de mano de obra barata –y se enorgullecen de su aporte a la ganancia de los tiburones propios y de afuera– y constituyen una reserva electoral para mantenerse a perpetuidad. Tal es la razón por la cual la desolación que afecta a una considerable cantidad de nuestros compatriotas luego del paso del huracán Mathew no ha afectado a la conciencia de esa clase. Reclama a voces la celebración de elecciones con el propósito de resolver los problemas que enfrenta el país: problemas que son de orden estructural más que coyuntural. Esto se debe a que su conciencia, o su subconsciente, se nutren de la idea de que el éxito depende más del imperialismo estadounidense que del propio pueblo. El nombramiento de René Preval en 1996, el de Martelly en 2010-11 y todos los posteriores a la ocupación yanqui de 1915, a excepción del anciano presidente Aristide en diciembre de 1990, se mantienen aún vivos en el recuerdo de los políticos tradicionales dispuestos a sucumbir a la misma tentación y ofrecer el país al mejor postor. De acuerdo con la antedicha comunidad internacional, nunca han concedido a las mayorías populares, dentro de esta perspectiva, más que un papel destinado a legitimar su democracia.
Por lo tanto los indescriptibles daños causados por el Mathews están directamente relacionados con la arquitectura de la sociedad haitiana. Juzgamos equivocada la evaluación de las pérdidas estimadas por el ministro de Economía y Finanzas, Yves Roman Bastien, de alrededor de 2.000 millones de dólares. Hemos observado una tendencia casi generalizada a comparar la cantidad de viviendas destruidas por el terremoto del 12 de enero de 2010 con el desastre de este comienzo de octubre. ¿Se podría, con la ayuda de un método de cálculo económico, establecer montos del derrumbamiento del entorno, del hundimiento ecológico de por lo menos tres departamentos uno de los cuales el Gran Anse, era uno de los más boscosos del país? Veamos lo que Jacques Stephen Alexis expresó, Los árboles Músicos, el poder del árbol en la creencia popular: “Cuando salieron empapados, seguidos por una multitud de campesinos y de gente del pueblo, vieron avanzar a toda velocidad a Joseph Boudin, el jefe de la región. Con sus ropas desgarradas, sin sombrero, sin aliento, Joseph parecía preso de la locura. Sus ojos despavoridos y todas sus actitudes mostraban que no era simplemente un poseído. Cuando estuvo próximo al gomero ubicado en el centro del patio cuyas raíces se extendían por el suelo hacia todas partes, el hombre se echó atierra y se puso a barrer con su frente el suelo pedregoso del patio. Apoyó con todas sus fuerzas el occipucio en una de las largas raíces. Las venas de su cuello se inflaban, respiraba con un ruido estentóreo, exhibiendo una fuerza demencial, levantando lentamente la raíz…Bois d’Orme se aproximó. Habían corrido a llamarle para que viniera a auxiliar a quién los dioses habían impuesto este terrible castigo” (2).
Las clases explotadoras debido a su condición clasista, bajo la tramposa apariencia de estar al servicio de todos los hijos e hijas de la nación, han construido un país en el que las clases explotadas se hallan obligadas a realizar tareas que a mediano plazo van contra sus intereses, La industria del carbón de leña es uno de esos emblemáticos ejemplos que ha mantenido indiferentes a las clases dirigentes a despecho de la existencia de soluciones alternativas. Nuestros bosques se reducen a un ritmo letal sin generarles la menor inquietud... A menudo son las mismas esferas estatales las que participan directamente de esa extinción firmando contratos leoninos con firmas extranjeras. El acuerdo firmado en 1941 entre el presidente Lescot y la SHADA (Sociedad Haitiana-americana de Desarrollo Agrícola) constituye un convincente ejemplo. Myrtha Gilber nos ha proporcionado una excelente investigación sobre este tema. Ha escrito: “El diario Le Nouvelliste (31 de enero de 1942) publica este mes de enero, otra de las principales actividades de la SHADA que llamaremos la deforestación activa o más bien la masacre de nuestros bosques que los contratos haitianos llaman eufemísticamente “la explotación científica de nuestros bosques”.
Y Thomas Fennel informa: “Entre las numerosas actividades de la Sociedad Haitiana–americana de Desarrollo Agrícola se debe mencionar la división forestal establecida en Morne des Commissaires… La compañía ya tiene bajo su control 10.000 acres. El aserradero enviado a la compañía por el Servicio Técnico de Agricultura de acuerdo con los términos contractuales con el Gobierno haitiano, funciona de pleno. Más de 60.000 pies de tablas recientemente manufacturadas ya han sido comercializadas localmente… Las máquinas para la instalación de un nuevo aserradero ya se han recibido y comenzarán a funcionar muy pronto” (3).
Gilbert reconoce más adelante: “Aunque amputada de su principal proyecto la SHADA ha continuado su actividad en las plantaciones de pita y continúa la explotación científica del Bosque de Pinos de la que extraerá más de tres millones de tablas de pino superior a la de 1944 cuya mayor parte fue exportada. Por otra parte la SHADA continuará con el Bosque de Pinos hasta 1950” (4). Francois Duvalier, aquel avaricioso insaciable de poder ordenó la deforestación de zonas que deberían haberse declarado de utilidad pública para desalentar la lucha armada contra él. En el transcurso de los años 60 todavía se veía anclar en la rada de Puerto Príncipe barcos que la población llamaba “vapé” que venían a embarcar toneladas de madera de Campeche con destino a EE.UU. Thomas Sankara estaba en lo cierto cuando declaró públicamente “la lucha contra la desertificación es un combate antiimperialista”.
Siempre con esa perspectiva de considerar al país una vaca lechera, ningún gobierno ni de anteayer, ni de ayer ni actual se ha esforzado en presentar un plan que incluya módulos de ejecución concretos destinado a reparar los daños ocasionados al medioambiente en el Parque Maca, en el Bosque de Pinos y en cualquier otro sitio ecológico en vías de desaparición. ¿Cuál ha sido la propuesta de los ministerios involucrados frente a los árboles destrozados por el Mathew?
Junto a la preocupación por evitar las muertes en serie por inanición y deshidratación ayudando con aportes de primera necesidad a la población descapitalizada, ¿por qué el Gobierno ha silenciado todos los problemas estructurales, a menos que quiera mantener una importante parte del territorio bajo perfusión por razones comprensibles pero inconfesables? ¡Que antiguos ministros que dirigieron diversas ramas de la administración pública denuncien las incoherencias del Estado con cualquier ejemplo! ¿Qué han hecho mientras desempeñaron sus funciones para corregir lo que hubiera sido posible corregir? No han dejado de denunciar su propio balance de la catástrofe, de criticar al Estado y a todos los gobiernos reclamando propuestas de recambio.
El Estado haitiano y los diferentes gobiernos antipopulares
El primer Gobierno del que partió el primer soplo de independencia y de libertad en favor de los esclavos fue el de Toussaint Louverture en su constitución de 1801. No nos vamos a detener en la epidermis de los personajes que concibieron este acto. No queremos seguir el mismo camino que algunos historiadores que han insistido más en el color de la piel que en su pertenencia de clase. Lo importante era el proyecto subyacente, es decir, las medidas antipopulares que ahogaban a los nuevos libertos de la esclavitud y que los sometían a los grandes propietarios terratenientes. Jean Price Mars nos lo dice así: “La respuesta a este asunto es la eterna vergüenza y la eterna desigualdad que heredamos de nuestros padres y cuyo estigma indeleble aún llevamos con una indiferencia que tiene tanto que ver con la inconsciencia como con la cobardía. Aunque inmediatamente después de la victoria armada proclamamos con énfasis que la esclavitud estaba abolida para siempre abolida en Haití y sin embargo fue Toussaint Louverture, nuestro inmortal hombre de Estado que había comandado tácita o efectivamente a la colonia durante y después de la sangrienta lucha, inauguró una política de conciliación con los antiguos amos cuya finalidad no era otra que la reconstrucción disfrazada del sistema que acababa de abolirse gracias a la devoción incansable de la dócil multitud”(5).
Así pues se perdió una primera oportunidad de realizar una distribución igualitaria de tierras a los campesinos, ya que Toussaint Louverture disponía de un gran control sobre los aparatos del Estado colonial. Con los campesinos armados habría podido destruir para siempre el modelo colonial inhumano y todas sus secuelas. Los intereses de la clase propietaria prevalecieron sobre los intereses de los nuevos libertos. Fred Doura ha hecho la siguiente reflexión. “Por otra parte Toussaint Louverture poseía también cinco grandes empresas cafeteras, cinco hatos y varias casas en la región de Artibonite. Toussaint convirtió al general Dessalines, según Pamphilio De Lacroix (citado por Paul Moral: 22) en granjero, es decir propietario de treinta y dos azucareras que le rendían un promedio de 100.000 francos anuales de renta cada una. Fue así como se formó, según Paul Moral, una nueva aristocracia terrateniente de generales–granjeros, beneficiarios del militarismo agrario o más bien un acaparamiento sistemático de tierras dirigiendo las explotaciones según el modelo de porciones. Esta no reforma agraria o más bien este acaparamiento sistemático de tierras por la satrapía de los generales y de los oficiales superiores y los admitidos excluía así de la propiedad a una gran cantidad de nuevos libres que debía asegurarles la indispensable base económica de su libertad. Es lo que condicionaría a través del tiempo el desastre socioeconómico que aún sufre el país dos siglos después” (6).
Las leyes agrarias de Dessalines de 1805, las de Petion y las de Christophe posteriores unos años después del asesinato del emperador Dessalines, procedían de la misma inspiración. Las muchas leyes agrarias decretadas por los gobiernos haitianos no respondían a las necesidades de los campesinos. Entendemos por campesinos a quienes tienen a la agricultura como actividad básica, aunque esté asociada a algunas actividades artesanales como la fabricación de sombreros de paja, esteras y otras actividades conectadas que les permiten ocuparse en las estaciones en que no se cosecha. El campesino es también aquel que en el período entre cosechas en su microclima va a vender su capacidad laboral a otros cultivadores en otras regiones para regresar luego a sembrar su parcela. Se ha convertido en proletariado agrícola y pescador. A veces cruza la frontera haitiana-dominicana con el mismo estatuto de clase y el mismo objetivo.
Esas pretendidas leyes agrarias son apenas comprimidos de aspirina destinados a calmar coyunturalmente las aspiraciones campesinas a la propiedad de la tierra. El bluf del primer mandato del presidente Preval en 1996 fue paradojalmente la última tentativa de engaño sobre la parcelación campesina encuadrada en una superficie bien delimitada del valle de Artibonite.
El Estado y el gobierno haitianos se han caracterizado a través de la historia por su indiferencia hacia el destino de las masas populares y del Estado-nación.
Tanto el Estado haitiano como sus diferentes gobiernos no han tomado, durante el transcurso de dos siglos, medidas drásticas destinadas a proteger el medioambiente y los numerosos microsistemas que han otorgado su especificidad al país. Los alcaldes de las ciudades solo se preocupan del cobro de impuestos relacionados con la construcción de viviendas y del impuesto municipal, rechazando absolutamente todas las obligaciones de la legislación haitiana. Esto explica el hábitat jerarquizado que se ha desarrollado en la aglomeración de Puerto Príncipe y que se reproduce en las ciudades y en los pueblos de las provincias, hasta en los que en otro tiempo gozaban de reputación por su limpieza y sus agradables paisajes.
El sismo de 2010 no cambió en nada las formas de funcionamiento del Estado haitiano y de la sociedad en general a pesar de los 300.000 muertos y todos los daños vinculados. Algunos creyeron que esa catástrofe cambiaría la mentalidad de nuestra ciudadanía y erigiría otro modelo de poder y de dirigentes políticos. Contrariamente a lo esperado todo cambio de mentalidad o toda toma de conciencia del ser social que tiene sus propias exigencias no podría proceder de un gesto místico e individual. Fred Doura, desde una visión materialista dialéctica ha escrito: “La historia de toda sociedad humana ha demostrado que cuando se modifica el ser social también se modifica la conciencia. Cuando el fundamento material de la sociedad o el ser humano se modifica o se mejora aparecen las nuevas ideas, compiten hasta destruirlas y terminan por desaparecer” (7). Naomi Klein en otra oportunidad opinó en el mismo sentido: “El problema va mucho más allá de la falta de recursos institucionales: se ubica en cada uno de nosotros. El capitalismo contemporáneo no sólo ha favorecido los comportamientos que agravan la crisis climática: ha transformado también al individuo haciéndolo acelerar, desarraigándolo y desmaterializándolo a imagen del sector financiero, en el que cada uno se encuentra en todas partes y en ninguna a la vez. Se reconocen allí las preocupaciones de nuestro tiempo (¿Cuáles son los efectos de Twitter sobre mi concentración? ¿En que se han convertido las relaciones humanas con todas esas pantallas?) Las que además influyen ampliamente sobre nuestro modo de reaccionar frente a la crisis climática” (8).
Se necesita hacer permanentemente referencia a nuestro sistema político para poder captar la realidad con sus diferentes parámetros. Digamos nuevamente con Fred Douras que: “la conciencia del haitiano se ha formado bajo la influencia de sus condiciones de vida, en el marco de sus relaciones con el medioambiente. Ahora bien, es de la conciencia social de donde extrae su saber, su cultura, sus convicciones, etc. Que interiorice las tradiciones, las normas morales dominantes en la sociedad o en un medio social más restringido: que adquiera así sus ideas, sus costumbres, sus gustos que identifican profundamente su comportamiento… El individuo es el producto de las condiciones sociales de su propia época” (9).
El medio rural se halla afortunadamente libre de esa clase de predación que ejercen las alcaldías y de toda clase de colectividades territoriales aunque paga las consecuencias de la incompetencia y de la mala fe de las autoridades en el mediano y en el largo plazo. De todas maneras la sangría se halla omnipresente y sólo le deja los huesos y la piel. El Estado devastador y corrupto lo espera en la ciudad y le tiende toda clase de trampas para sustraerle los magros frutos de su trabajo. Entre los principales verdugos del campesinado haitiano puede identificarse al oficial de estado civil. Requiere de los padres del recién nacido una cantidad inaudita para reconocer su nacimiento y otorgarle su certificado de nacimiento y por lo tanto su ciudadanía. Últimamente se han puesto en evidencia miles de falsas actas de nacimiento registradas con el mismo número. Es por lo tanto comprensible lo difícil que es identificar a las personas que mueren o desaparecen en circunstancias particulares, porque la mayor parte son personas anónimas: no existen ni para el propio Estado. Casi todas forman parte del campesinado, de los sin tierra o de los medios más paupérrimos de los pueblos y de las ciudades. A las autoridades locales les ha resultado más cómodo contabilizar la cantidad de animales y aves aniquiladas por la furia del ciclón que las personas muertas y desaparecidas... Las autoridades locales son capaces de identificar los edificios dañados pero incapaces de ubicar la localización de las casitas derruidas por el huracán. Franz Duval, un editorialista del diario Le Nouvelliste nos regaló un jugoso panfleto cuando escribió: “Nuestros expertos del Ministerio de Agricultura han podido determinar en seis departamentos (Sud, Grand ’Anse, Nippes, Sud- Est, Ouest et Nord-Ouest) a menos de una semana del desastre y al detalle la cantidad de animales caprinos muertos… A este logro de tan alta precisión merece que se le otorgue al menos el Premio Nobel y la medalla Fields. La catástrofe es verdadera. Los emprendedores y sobre todo los habitantes de varios departamentos han perdido sus ahorros con el ganado. El ministerio de Agricultura, Recursos Naturales y Desarrollo Rural, los prestamistas que los acompañan, los agrónomos y los veterinarios del país no puede servirnos esta especie de ensalada sobre los daños causados por el Mathew” (10). Esta indiferencia se halla vinculada al carácter clasista del poder. Ha sido la indiferencia la que ha conducido a las autoridades a invitar a las masas perjudicadas a habitar provisorios alojamientos sin el menor respeto por su dignidad.
El Estado haitiano se ha caracterizado por su desprecio a las clases populares. Efectivamente sólo controla un 10% del sistema de educación pública, el 90% es privado. El sistema de salud pública sólo cuenta con hospitales y centros de salud repugnantes. Quienes asisten a ellos lo hacen por obligación y no por placer.
No es por lo tanto por azar que la gente se refugie en escuelas o en iglesias que no han sido construidas con ese fin, sino que además lo han hecho fuera de toda norma. La poca ayuda recibida luego de muchas vueltas y desvíos, llegada a los lugares con mayores urgencias no es adecuada para ningún tipo de cambios. La corrupción reina en todas partes. Los representantes del ejecutivo, del legislativo, de las autoridades territoriales, de los candidatos a diversos cargos electivos, han hecho primar sus intereses personales en lugar de los de miles de siniestrados que enfrentan las más urgentes necesidades. El hambre, la sed, sin omitir el recrudecimiento del cólera importado por las tropas de la MINUSTAH, se están haciendo sentir.
No es por casualidad que la gente, ante la ausencia del Estado en su espacio social, haya vuelto a reconstruir su casa en el mismo lugar y del mismo modo que la tenía antes del seísmo de enero de 2010 y del Mathews en el último octubre. Debemos destacar que no se debe confundir, siguiendo falsas propagandas, la ausencia de Estado con lo que algunos se complacen en calificar como Estado débil... Un Estado débil ¿pudo luego de 200 años no haber faltado nunca a su deber político siguiendo con fuerza y determinación su trayectoria antipopular en provecho de la oligarquía y de los imperialistas? ¿No tuvo acaso la costumbre de exhibir su fuerza y su verdadero carácter al reprimir a las masas populares cuando reivindicaban pacifica o violentamente sus derechos a una vida mejor? Nicos Poulantzas, lo explica:”El Estado capitalista con la hegemónica dirección clasista directamente no representa los intereses de las clases dominantes, sino sus intereses políticos: constituye el centro del poder político de las clases dominantes y conforma el factor organizador de su lucha política”. (11). La diferencia entre la falta de víctimas en Cuba y los más de 20 muertos en los EE.UU. muestra la evidencia de que no es el dinero lo que determina estas situaciones. La clarividencia política en la que el ser humano vale más que cualquier otra cosa material acaba de ponerse de manifiesto en nuestra vecina isla revolucionaria.
En definitiva, pese al aspecto estructural con su doble carácter natural y sistémico que requiere transformaciones profundas para las reivindicaciones populares que se conviertan en prioritarias para el Estado, de modo que el presidente Jocelerme Privert y su primer ministro Enex Jean-Charles no tienen las manos atadas porque un gobierno provisorio, no significa que deba producirse un paréntesis en la gestión de la cosa pública. Este apelativo de gobierno provisorio no interrumpe la continuidad de este Estado burgués ni promueve otro tipo de Estado en su lugar. Sólo una revolución puede quebrar la estructura de una forma dominante de producción y edificar sobre el cadáver del viejo Estado uno más progresista con la participación activa de las masas populares. La revolución de 1804 a pesar de todas sus debilidades, la mayor parte heredadas de la época colonial, es la única que el país ha experimentado hasta nuestros días. Esto quiere decir que el equipo Priver/Jean Charles dispone de todas las palancas de la administración pública para tomar las medidas que se necesitan para aliviar los sufrimientos de esta siniestrada población.
¿Cómo puede este Gobierno, aunque sea efímero, implicarse en la reconstrucción de las viviendas de las víctimas del sistema y en su recapitalización en semillas, en ganado? ¿Qué hacer para proporcionarles las necesarias atenciones psicosociales para liberarles de sus traumas? El Estado y su Gobierno tienen la obligación de remediarlos. Una de las medidas es la de enfrentarse al neoliberalismo realizando un serio control del mercado y la recuperación soberana de las riendas del Estado. Deben darse cuenta sobre todo de que es un momento ideal para que las potencias financieras y económicas locales e internacionales se apropien de los recursos naturales que codician. Decimos con Naomi Klein: “Los partidarios de la doctrina del shock creen firmemente que sólo una fractura social –una inundación, una guerra, un atentado terrorista– pueden generar la clase de vastas páginas en blanco con las que sueñan. Es durante los momentos de gran maleabilidad –lo que psicológicamente llamamos sin ataduras y físicamente desplazados– cuando los artistas de la realidad se remangan y emprenden la tarea de rehacer el mundo” (12).
Notas:
(1) Naomi Klein: Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima.
(2) Jacques Stephen Alexis: Les arbres musiciens. P 324-325, Gallimard.
(3) Myrtha Gilbert: SAHADA. P 70.Chronique d’une extravagante escroquerie.
(4) Myrtha Gilbert: ibid. P 170
(5) Price Mars: La vocation de l’élite. P.62 Les éditions Fardin 2002.
(6) Fred Doura: ibid P.74-75.
(7) Fred Doura: Mythes, paradoxes et réalités de la pigmentation au cours de l’histoire. P318. Les Éditions DAMI.
(8) Naomi Klein: ibid.
(9) Fred Doura: Mythes, paradoxes et réalités de la pigmentation au cours de l’histoire. P94 et 95. Les Éditions DAMI.
(10) Frantz Duval Le Nouvelliste Nº. 39818. 12 de octubre de 2016.
(11) Nicos Poulantzas: Pouvoir politique et classes sociales. Tome II. Petite collection Maspéro.P9.
(12) Naomi Klein: La doctrina del shock.
* Marc-Arthur Fils- Aimé es d irector del Instituto Cultural Karl Lévèque
* Traducido del francés para Rebelión por Susana Merino
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article13203

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

  

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