Es reconocer al capitalismo mundial
integrado y
su criminalidad de lesa humanidad y lesa naturaleza.
Abajo y a la izquierda, nos urge generalizar la toma de conciencia sobre
la criminalidad de lesa humanidad del capitalismo. Pero mejor valoremos
qué nos advierte
Renan Vega
Cantor:"el
capitalismo. Y a éste es al que debe responsabilizarse en solitario como
el responsable de las transformaciones, con repercusiones geológicas,
que se han producido en las últimas décadas. Este ya no tiene enemigos
de peso a quien culpar por el ecocidio planetario en marcha, se
encuentra solo ante su misión destructiva. Como consecuencia de la
expansión mundial del capitalismo aumentó producción de CO2,
metano (CH4), se redujo la capa de ozono, se incrementó la
temperatura promedio en el planeta, disminuyó la biodiversidad y se dio
paso a la sexta extinción de especies. Este es el resultado,
sencillamente, de una de las leyes de la ecología, propuestas por Barry
Commoner, que indica que “nada es gratis”. Esos son los costos, ya para
nada ocultos, de la expansión del capitalismo en las últimas décadas, de
la colonización mercantil del último rincón del planeta y del desaforado
desarrollo de las fuerzas productivas-destructivas".
El capitaloceno
27 de febrero de 2017
27 de febrero de 2017
Por
Renan Vega Cantor
Al borde del
precipicio
Varias informaciones
recientes indican el acelerado proceso de destrucción de la naturaleza y
de trastorno climático en el mundo, así como de la miseria de millones
de seres humanos, afectador por catástrofes que se pretenden naturales
pero que tienen un claro origen social, aunque eso no sea evidente a
primera vista. Sin pretender ser sistemáticos recordemos algunas de las
noticias que se registraron en el 2016 sobre caos climático, extinción
de especies, pérdida de biodiversidad y las mal llamadas “catástrofes
naturales”. (...)
Homo
Sapiens catalogado como responsable genérico y la pretendida emergencia
del Antropoceno
La información presentada en el primer parágrafo puede aparecer como un
registro caótico de hechos inconexos y sin explicación lógica, pero el
trasfondo del asunto se llama capitalismo. Esta cuestión de fondo la retomamos
en la tercera parte de este ensayo. Por ahora, es necesario referirse a
la tendencia dominante que asegura que la destrucción de la naturaleza y
las aceleradas modificaciones climáticas son culpa del hombre en
general, del homo sapiens.
Esa
postura liberal le echa la culpa a todos para no inculpar a nadie y
mucho menos al sistema capitalista.
Esta interpretación no sólo es dominante en los medios de
desinformación, sino entre círculos científicos (de las ciencias
naturales y de las ciencias sociales). Connotados investigadores
(biólogos, geólogos, climatólogos, antropólogos, geógrafos...)
responsabilizan al homo sapiens como un todo y señalan que nosotros
hemos sido destructivos desde que existimos. Citemos dos autorizadas
afirmaciones al respecto. El célebre biólogo estadounidense Edward
Wilson dice: “…la humanidad ha iniciado la sexta gran convulsión de
extinción, haciendo que una gran fracción de las especies con las que
compartimos la tierra se apresuren a entrar en la eternidad en una sola
generación”21. El paleontólogo Richard Leakey y el
antropólogo y bioquímico Roger Lewin sostienen en el mismo sentido: “El
homo sapiens está maduro para ser el destructor más colosal de la
historia, sólo superado por el asteroide gigante que chocó con la tierra
hace sesenta y cinco millones de años, barriendo en un instante
geológico la mitad de las especies de entonces”22. En los dos
libros mencionados, no se nombra ni una vez al capitalismo como si este
no existiese. Eso demuestra que el terreno dominante de la investigación
científica parece ser cierta la afirmación de Frederick Jamenson de que
es más fácil imaginar el fin del mundo, que el fin del capitalismo.
Puede pensarse
que esta ausencia u ocultamiento se debe al “analfabetismo político” de
los científicos, o al hecho de no atreverse a romper con los marcos
dominantes de la lógica del conocimiento imperante en el mundo
occidental. Pese a efectuar notables investigaciones, la ciencia
dominante, como la representada por los autores mencionados, pareciera
vivir en un territorio aséptico políticamente. Las referencias que hemos
señalado, a modo de ejemplo, indican una manera dominante de afrontar
los problemas ambientales, cuya característica principal se sustenta en
la utilización de un equívoco e impreciso lenguaje de tipo genérico, con
la finalidad de responsabilizarnos a todos por igual y sostener que en
todas las épocas históricas ha habido destrucción de especies y
ecosistemas, siendo homo sapiens el directo responsable.
Con esa lógica se acuñó el término Antropoceno,
por Paul Creutzen, un químico holandés y Premio Nobel. Este vocablo
proviene del griego antropos, hombre, y de kainos, nuevo, y querría
decir algo así como la “nueva época del hombre”. Se plantea como un
sustituto del holoceno, actual época del periodo cuaternario en la
historia de la tierra. El holoceno comenzó hace 11.700 años antes del
presente y se caracteriza por tener un clima estable, luego de la última
glaciación. Terminaría con la irrupción del Antropoceno, vocablo que
indica que las acciones humanas tienen una incidencia directa sobre el
planeta tierra, hasta el punto que podría considerarse como una nueva
era geológica. Los que utilizan el término Antropoceno no están de
acuerdo con su fecha de origen. Para Paul Creutzen comenzó con la
revolución industrial, es decir, hacia 1750. Para otros se inició
en1945, con la invención y utilización de la bomba atómica, cuyos
residuos radiactivos se han expandido a lo largo y ancho del planeta.
Para Jan Zalasiewicz, presidente del Grupo de Trabajo del Antropoceno
"la importancia del Antropoceno radica en el hecho de que fija una
trayectoria diferente para el sistema terrestre integrado por los
humanos". Para Colin Waters, geólogo jefe del Instituto Geológico del
Reino Unido y secretario del Grupo de Trabajo, “poder identificar ese
intervalo de tiempo nos indica hasta qué punto las actividades humanas
tienen un impacto sobre nuestro planeta: "La noción del Antropoceno
consigue englobar todas las ideas relativas al cambio climático". Para
Chris Rapley, experto en cambio climático ex director del Museo de
Ciencia de Londres "el Antropoceno define un nuevo periodo en el que las
actividades de los humanos dominan el funcionamiento del planeta"23.
Siempre referencias etéreas, en las que no se hace ninguna
alusión a un determinado modo de producción caracterizado por cierto
tipo de relaciones sociales y tampoco al modo de vida que se deriva de
dicho modo de producción. Desde luego, en una especie de disonancia
cognitiva resulta fácil mirar para otro lado, no ver al capitalismo, y
centrar la atención en el homo sapiens, como si las responsabilidades en
la destrucción del planeta tierra fueran simétricas, como si no
existiese desigualdad social y económica, tanto entre países, como
dentro de cada uno de ellos, que conduce a que sea una minoría
insignificante de la población mundial (el 1 por ciento) la que se
beneficia en forma directa de la expoliación de la naturaleza.
Ahora bien, incluso a muchos “científicos puros” les preocupa que se
emplee el término Antropoceno por varias razones.
Sus dudas se refieren, en primer lugar, a
una percepción temporal, hasta cierto punto lógica, que se apoya en
dudar de la importancia geológica que pudiera tener un breve periodo de
tiempo (de doscientos años o un poco más) si se le compara con los
millones de años de duración de las eras geológicas. En ese mismo
sentido, se cuestiona que se dé por concluido el Holoceno, tan sólo
11.700 años después de su inicio, lo que es en términos geológicos una
bicoca de tiempo. En segundo lugar, los geólogos se centran en los
registros estratigráficos y la mayor parte de ellos duda que las
acciones humanas de hoy pudieran dejar huella fósil.
Estos
cuestionamientos tienen poco sustento, porque es evidente que el
capitalismo significa un cambio histórico sin precedentes, hasta el
punto que tiene impactos que quedan en el registro fósil, tales como el
uso de las armas nucleares, la producción de plásticos que pueden durar
miles de años en degradarse, o la generación de altos niveles de
nitrógeno y de fosfato en los suelos, que proceden de la utilización
intensiva de abonos artificiales.
Existen dos tipos de argumentación para
achacar al homo sapiens la
responsabilidad en la destrucción de la naturaleza.
Por un lado, el señalar que siempre ha habido esa destrucción y, por
otro, indicar que ha habido sociedades que han colapsado en diversos
momentos del pasado. En cuanto al primer argumento, quienes señalan con
el dedo acusador al homo sapiens indican que desde nuestra aparición
hemos arrasado la naturaleza y hemos contribuido a la desaparición de
especies vegetales y animales, como sucedió con la megafauna hace varios
miles de años. Se sostiene que, en este sentido, no habrían diferencias
entre lo que sucede hoy y lo que sucedió en sociedades anteriores: todas
serían igualmente destructivas y ecocidas. Elizabeth Kolbert afirma al
respecto: Suele decirse que el Antropoceno comenzó con la revolución
industrial, o incluso más tarde con el crecimiento explosivo de la
población que siguió a la segunda guerra mundial. Según esta visión, los
humanos sólo nos hemos convertido en fuerzas capaces de alterar el mundo
gracias a la introducción de las modernas tecnologías, como las
turbinas, los ferrocarriles y las motosierras. Pero la extinción de la
megafauna sugiere que no es así. Antes de que los humanos aparecieran en
escena, ser grande y reproducirse lentamente era una estrategia de gran
éxito, y los animales de enorme tamaño dominaban el planeta. […] Aunque
sea bonito imaginar que hubo un tiempo en que el hombre vivía en armonía
con la naturaleza, no está claro que eso haya pasado nunca24.
Este tipo de argumentación es bastante discutible, por la sencilla
razón que la destrucción de la naturaleza, la extinción de especies, la
alteración de ecosistemas que se dieron en otros momentos de la historia
humana no tuvieron, de ninguna manera, el alcance, impacto, escala y
velocidad de lo que produce el capitalismo. Su alcance fue limitado a casos
puntuales, y aunque se hayan aniquilado especies animales y vegetales,
nunca se pusieron en riesgo miles de especies o se redujo la
biodiversidad en forma brutal como ahora. Su impacto fue limitado en
términos espaciales, sin cobijar al mundo entero y a todo tipo de
ecosistemas. Su escala en términos cuantitativos y cualitativos es
reducida si se compara con lo que acontece en la actualidad, cuando
confluyen un sinnúmero de factores negativos a nivel del mundo
(extinción masiva de especies, acidificación de los océanos, reducción
de la biodiversidad, aumento de la temperatura, deshielo del Ártico,
incremento en los gases de efecto invernadero, destrucción de los
corales, contaminación….). Su velocidad fue muy lenta, puesto que, para
señalar solo un aspecto, el grado de extinción de especies en épocas
anteriores no tiene ni punto de comparación con lo que sucede en la
actualidad. Edward Wilson lo reconoce en forma explícita cuando precisa
que “la tasa de extinción probablemente sea hoy cincuenta o quinientas
veces mayor que en los tiempos anteriores al hombre. Casi con seguridad,
esa tasa aumentará y alcanzará un orden de magnitud de mil o diez mil si
las especies que están en peligro en la actualidad desaparecen y se
destruyen los últimos vestigios de algunos ecosistemas, lo que acarreará
la destrucción total de las especies que son exclusivas de ellos”25..
Sobre este asunto sostiene el científico Will Steffen, director del
Instituto de Cambio Climático de la Universidad Nacional de Australia:
"Estamos llevando al planeta a unas condiciones que no han existido en
el pasado para la especie humana y nos estamos acercando a unos puntos
críticos que será mejor no atravesar. En el pasado, se han rebasado
varias veces estos límites a nivel local. La diferencia estriba en que
ahora estamos rebasando los límites planetarios a escala global"26.
En cuanto al segundo argumento, el del colapso, se sostiene que a
lo largo de la historia humana han desaparecido diversas sociedades, y
se trae a colación el caso de los mayas (Mesoamérica), los habitantes de
la Isla de Pascua (Océano Pacífico), los Anasazi (Sudeste de los
actuales Estados Unidos)… El principal representante de esta
interpretación es Jared Diamond,
quien nunca nombra al capitalismo (ni una vez, en un voluminoso libro de
750 páginas) y cuya base explicativa se basa en sostener que unas
sociedades buscan el éxito y otras el fracaso, como si existiese una
elección social al margen de los contextos, limitaciones y
características de los modos de producción y las formas de organización
social. Su análisis apunta a que en el mundo actual, si se toma
conciencia de los colapsos de otras épocas, algunas empresas pueden ser
ecológicamente responsables y no contaminar ni destruir y los Estados
Unidos son presentados como el lugar en donde la agricultura es la más
eficiente, lo que no considera su costo energético, que la hace la más
ineficiente de todas las que han existido en la historia de la
humanidad. Además, no se destaca lo suficiente que el colapso de
anteriores sociedades fue localizado, y producto en la mayor parte de
los casos de factores exógenos, como colonización y conquista, mientras
que el probable colapso de la civilización capitalista tendrá un impacto
mundial y se debe a la lógica interna de funcionamiento del capitalismo
y a sus diversas contradicciones, que se desprenden de la sed de
ganancias, crecimiento ilimitado y explotación intensiva de seres
humanos27.
Will Steffen, el científico antes
mencionado, sin nombrar el capitalismo –porque parece que su nombre
quema– sostiene que el actual "sistema económico que nos está llevando
de cabeza hacia un futuro insostenible y en el que a cada generación le
será más difícil sobrevivir […] La historia nos demuestra que hay
civilizaciones que surgieron y colapsaron porque no fueron capaces de
cambiar a tiempo: en ese punto es donde estamos hoy en día"28.
En definitiva, Antropoceno es un apelativo muy benigno porque en lugar
de indicar la responsabilidad del capitalismo, se centra en
culpabilizarnos a todos por igual de la destrucción ambiental del
planeta y del vuelco climático en marcha.
Por eso, no resulta extraño que hasta un órgano ideológico y
propagandístico del capitalismo mundial, como la revista The Economist,
haya publicado un dossier especial con título “Bienvenidos al
Antropoceno”.
Estamos
en el Capitaloceno
La noción de Antropoceno
no da pie para diferenciar responsabilidades y no tiene en cuenta la
existencia de unas relaciones sociales, profundamente desiguales,
injustas y explotadoras, la característica esencial del capitalismo,
y eso pese a que a la hora de ubicar cronológicamente al Antropoceno
exista una coincidencia plena con el capitalismo industrial, como es
evidente en la propuesta de Paul Creutzen, el inventor del término:
Parece adecuado asignar el término “Antropoceno” a
la actual era geológica, dominada de muchas formas por el ser humano,
como complemento del Holoceno –el período cálido de los últimos 10-12
milenios. Podría decirse que el Antropoceno comenzó en los últimos años
del siglo XVIII, cuando los análisis del aire atrapado en el hielo polar
muestran el principio de las concentraciones globales de CO2
y metano. Esta fecha también coincide con el diseño de la máquina de
vapor de James Watt en 1784 29. ¿Por qué si existe tal simetría
temporal, se utiliza una noción genérica que involucra a los seres
humanos en su conjunto, de hoy y de ayer, como si en efecto todos
fuéramos igualmente responsables de la transformación destructiva del
planeta tierra? ¿Si el capitalismo es el modo de producción dominante a
nivel mundial y se reconoce la coincidencia plena, de tipo histórico y
cronológico, de lo que se denomina Antropoceno con el origen del
capitalismo, porque se emplea un nombre tan vaporoso como el mencionado?
Nos parece, en concordancia con lo señalado, que es hora de empezar a
hablar de capitaloceno, que significa la “época del capitalismo”. Esta
época ya no sólo histórica, sino también geológica (más adelante veremos
por qué), no empieza propiamente con la Revolución Industrial inglesa, a
fines del siglo XVIII, sino unos siglos antes. A ese período anterior se
le suele llamar como la época del capitalismo mercantil, o en el
lenguaje usado por Karl Marx la “acumulación originaria de capital”.
Podría denominársele también con el nombre de capitalismo de guerra,
como lo bautiza el historiador Steven Beckert en un extraordinario libro
sobre la historia del algodón.
Este autor divide la historia del capitalismo en
dos fases: el capitalismo de guerra, referido al estadio en que la
esclavitud y la conquista colonial fueron la norma y sentaron las
premisas para la otra fase, la del capitalismo industrial. La segunda no
hubiera sido posible sin la primera, o dicho de otra forma, la industria
no hubiera podido surgir sin la esclavitud30. El capitalismo
de guerra impulsó la expansión mundial del naciente capitalismo
mercantil a gran parte del mundo, mediante la colonización, la violencia
y el sometimiento. Esa misma fase coincide con la destrucción de pueblos
enteros en África y América, pero también con una conquista biológica
que alteró ecosistemas, introdujo nuevas especies y trajo consigo nuevas
enfermedades. Este “imperialismo ecológico”, como lo llama Alfred Crosby,
tuvo dos consecuencias principales: arrasó con los habitantes de dos
continentes y alteró sus ecosistemas; y fue fundamental en el desarrollo
del capitalismo industrial en Europa unos siglos después. Desde la
perspectiva actual, nuevas investigaciones indican que la transformación
ambiental del mundo se aceleró con la conquista de América, que sentó
las premisas para la revolución industrial31.
De tal manera que esos dos momentos no pueden
separarse, ambos forman parte del capitaloceno. El segundo momento
arrancaría con la revolución industrial a finales del siglo XVIII y se
extendería hasta 1945, cuando desde Inglaterra el capitalismo se expande
por el mundo entero, a través del colonialismo y del imperialismo. Desde
1945, con la consolidación del fordismo, se podría hablar, como hacen
algunos científicos, de la “gran aceleración”, que condujo a la fase
actual del capitaloceno, y comenzó tras el fin de la Segunda Guerra
Mundial, cuando aumenta exponencialmente la población, el PIB mundial,
la construcción de represas, el uso de agua, minerales e hidrocarburos,
la producción y utilización de fertilizantes, el surgimiento de
megaciudades en todos los continentes, el consumo de papel, la
producción de automóviles, aviones y motocicletas, el número de
teléfonos, el turismo internacional. Aunque una parte de esta fase
coincide con la existencia de la URSS, como un sistema que se pretendía
diferente al capitalismo, dado su desaparición y la derrota del proyecto
que encarnaba –así como la conversión de China al capitalismo– lo que
finalmente queda es
el capitalismo. Y
a éste es al que debe responsabilizarse en solitario como el responsable
de las transformaciones, con repercusiones geológicas, que se han
producido en las últimas décadas. Este ya no tiene enemigos de peso a
quien culpar por el ecocidio planetario en marcha, se encuentra solo
ante su misión destructiva. Como consecuencia de la expansión mundial
del capitalismo aumentó producción de CO2, metano (CH4),
se redujo la capa de ozono, se incrementó la temperatura promedio en el
planeta, disminuyó la biodiversidad y se dio paso a la sexta extinción
de especies. Este es el resultado, sencillamente, de una de las leyes de
la ecología, propuestas por Barry Commoner, que indica que “nada es
gratis”. Esos son los costos, ya para nada ocultos, de la expansión del
capitalismo en las últimas décadas, de la colonización mercantil del
último rincón del planeta y del desaforado desarrollo de las fuerzas
productivas-destructivas.
La “gran
aceleración” del fordismo, el camino hacia el abismo, comenzó con los
“treinta gloriosos” y tiene un segundo momento después de 1989, cuando
se universaliza el capitalismo tras la corta experiencia del socialismo
burocrático. La denominación de
“gran aceleración” no puede ser entendida si no hace referencia al
capitalismo, puesto que un elemento clave de la lógica capitalista es la
aceleración temporal y la contracción del espacio, un proceso que tiene
consecuencias positivas para el capital y los capitalistas, al
incrementar la tasa de recuperación de la ganancia, reduciendo costos
(mediante, por ejemplo, la destrucción acelerada de ecosistemas,
bosques, paramos, apertura de nuevas minas…), pero que tiene efectos
catastróficos para la mayor parte de seres humanos y para las diversas
formas de vida. Eso implica un choque de temporalidades, entre el tiempo
del capital (inmediato, de corto plazo, medido en mercancías y dinero) y
el tiempo de la naturaleza. Un ejemplo claro de esa gran aceleración
temporal es el de la extracción de petróleo, que se formó durante
millones de años (tiempo geológico) y cuyas fuentes se agotan en un
breve período histórico de apenas un siglo.
El asunto
del tiempo es decisivo a la hora de considerar la manera cómo el
capitalismo ha producido alteraciones irreversibles.
Debe resaltarse que la máxima mercantil “el tiempo
es oro” resume a la perfección la lógica esencial del capitalismo, que
se basa en la búsqueda de ganancia inmediata, sin medir las
consecuencias que ello pueda tener. Los tiempos de la naturaleza son
largos, a menudo de millones de años, mientras que el tiempo del
capitalismo es fugaz, instantáneo, inmediato. En ese sentido, cuanto más
rápido se gasten los bienes comunes de la naturaleza se incrementara el
crecimiento económico y se supone que eso traerá más progreso y
bienestar. Pero ese es un prejuicio de corto plazo: Se llega a pensar
que cuanto más velozmente se emplean los recursos de la naturaleza,
tanto más avanza el progreso […]. Pero este concepto de “tiempo
tecnológico o económico” es exactamente al “tiempo entrópico”. La
realidad natural obedece a leyes diferentes a las económicas y reconoce
el “tiempo entrópico”, es decir, cuanto más rápidamente se consumen los
recursos y la energía disponible del mundo, tanto menor es el tiempo que
queda para nuestra supervivencia. El tiempo tecnológico es inversamente
proporcional al tiempo entrópico; el tiempo económico es inversamente
proporcional al tiempo biológico32.
El tiempo
del capitalismo se sustenta en la búsqueda de la productividad máxima,
que es una simple obsesión por “ganar tiempo”: producir siempre más en
menos tiempo y con menos trabajo de los seres humanos.
Eso ha llevado a la fantasía de “doblar el tiempo”, como se intenta
hacer hoy con los artefactos microelectrónicos, y principalmente con los
teléfonos celulares, que significa la pretensión de realizar varias
cosas a vez, todas mal, sin poderse concentrar en ningún, tal como
manejar un automóvil y hablar por celular; trabajar y consultar el
celular cada dos minutos; atravesar una avenida repleta de automóviles,
con el semáforo en rojo para el peatón con el phone pegado a la oreja;
estar en una de clase y chatear… chismosear… Eso no es gratis, porque
genera un gasto desmesurado de materia y energía y constituye una brutal
aceleración temporal, que destruye los ecosistemas y unifica las
sociedades bajo los parámetros mercantiles del consumo y mata la
lentitud y la calma. Esto viene acompañado de la mercantilización total
del tiempo, lo cual está relacionado con la destrucción ambiental,
porque los celulares se construyen con materia y consumen energía a gran
escala, puesto que estamos hablando de la existencia de varios miles de
millones de celulares, los que al parecer ya superan en cantidad al
número de seres humanos. Eso significa que para mantener las
conversaciones basura y el consumo mercantil del tiempo es necesario
construir nuevas plantas energéticas, que se alimentan con petróleo,
carbón, uranio… Como dice Jorge Riechmann: “para preservar el internet
móvil mercantilizado que nos promete constante distracción y compañía,
así, para salvar ese perverso orden de prioridades, devastaremos la
biosfera y destruiremos el mundo humano” 33.
Las características del capitalismo, su lógica de funcionamiento,
explican que se haya convertido en una destructiva fuerza, que ataca a
la mayor parte de los seres humanos y destruye la naturaleza, habiendo
originado el capitaloceno (La época del capitalismo). Algunos de los
elementos centrales de su funcionamiento son los siguientes:
- Primer elemento: la acumulación capitalista que crece en forma exponencial e ininterrumpida en la búsqueda insaciable de ganancias. Para obtener ganancias se debe explotar intensivamente a los trabajadores y expoliar el medio ambiente, sin interesar si se destruyen a otras formas de vida. Se supone que puede haber crecimiento al infinito, como requisito de la acumulación de capital, en una tierra cerrada y limitada en recursos.
- Segundo elemento: para obtener ganancias el capital rebasa las fronteras nacionales y se expande por el mundo en búsqueda de fuentes de materias primas, trabajo barato y nuevos mercados de inversión y consumo. Incluso, algunos lunáticos hoy hablan de la “colonización de Marte”, como forma de huir de la tierra. Esta expansión tiene como motor principal la competencia desenfrenada de capitales, que primero compiten a escala local y luego en el mundo entero.
- Tercer elemento: obtener réditos en el corto plazo, porque, como decía Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos. Esto supone que no se tienen en cuenta los tiempos de la naturaleza, sino los tiempos del capital y los negocios. Como consecuencia se aniquila a los ecosistemas, tal y como lo evidencia la explotación mineral o de hidrocarburos, ya que no se tiene en cuenta el tiempo de reposición de los ecosistemas (cuando hablamos de bienes renovables) y se actúa en contra de los límites naturales.
- Cuarto elemento: para conseguir el incremento de ganancia en forma permanente se produce un crecimiento ininterrumpido de las fuerzas productivas-destructivas, lo que se expresa entre otras cosas en el desarrollo de la tecnociencia, lo que lleva a inventar tecnologías más potentes, y que consumen mayores cantidades de materia y energía, para extraer más materia y consumir hasta la última porción de energía disponible. Esto genera una particular forma de arrogancia tecnocrática, para la cual no hay límites naturales, ni de ninguna otra índole, y que postula que tarde o temprano se encontraran las soluciones técnicas a los problemas que ha generado el capitalismo.
- Quinto elemento: se estructura una jerarquía de valores que exaltan la competencia, el individualismo, el egoísmo, la codicia, la sed de ganancias, el consumismo, la explotación de otros seres humanos, como propias de la “naturaleza humana”. Esos valores son inculcados desde la escuela, y por los medios de comunicación, lo que legitima al capitalismo, que es visto como el orden natural de las cosas, un sistema eterno e insustituible.
- Sexto elemento: la producción de mercancías obliga a su consumo, para poder obtener ganancia por parte de los capitalistas. Esto conduce a impulsar el consumo, creando necesidades artificiales e innecesarias, como puede verse hoy al examinar gran parte de las mercancías que se generan en el capitalismo, muchas de las cuales son inherentemente nocivas.
Con estos elementos, puede concluirse sin mucho esfuerzo que el
capitalismo es insustentable a corto plazo. Como indican Fred Magdoff y
John Bellamy Foster: El sistema capitalista mundial es insustentable en:
(1) su búsqueda por una acumulación sin fin de
capital tendiente a una producción que debe expandirse continuamente
para obtener ganancias; (2) su sistema agrícola y alimentario que
contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el acceso cuantitativo
y cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada destrucción del
ambiente; (4) su continua reproducción y aumento de la estratificación
de riqueza dentro y entre los países; y (5) su búsqueda por la “bala de
plata” tecnológica para evadir los crecientes problemas sociales y
ecológicos emergentes de sus propias operaciones34.
El término capitaloceno hace referencia a un periodo de tiempo reciente,
una nueva era geológica, y a una categoría analítica y explicativa.
En el primer sentido, establece una cronología
para englobar un conjunto de procesos cuyo nexo articulador es la
existencia y el predominio de la relación social capitalista, desde el
momento mismo de su génesis, como capitalismo de guerra en el siglo XVI,
en algunos lugares de Europa y que luego, se expande por el resto del
mundo durante los últimos siglos, adquiriendo una fuerza e impacto
mundial tras la revolución industrial a finales del siglo XVIII. En el
segundo sentido, es una noción que se dirige a dar una explicación de
los fundamentos de funcionamiento del capitalismo y sus impactos
destructivos sobre el planeta tierra. Busca explicar en forma racional
las raíces de lo que sucede. Aunque el capitaloceno representa un
período muy corto, su impacto es tal que la mayor parte de las
transformaciones que ha generado tienen un carácter de irreversibles. El
capitalismo es una fuerza geofísica global, eminentemente destructora,
aunque se suponga que es creadora, su carácter devastador es de tal
dimensión que puede catalogarse como un nuevo meteorito, pero de origen
social, similar al meteorito que se estrelló contra el Golfo de México
hace 65 millones de años y que produjo la quinta extinción de especies y
arraso con el 90 por ciento de la vida que por entonces existía en la
tierra35.
Al hablar de capitaloceno no importa tanto que se
le conciba como una época histórica o una era geológica, y lo menos
interesante es argüir que hoy no pueden leerse los registros
estratigráficos que demuestren su existencia. Es poco importante que
exista un reconocimiento estratigráfico del capitaloceno.
Lo
fundamental es el sentido político del término y al desafío cognitivo de
orden colectivo que debería generar, que conduzca no solamente a cambiar
nuestra comprensión de la realidad, sino lo que es más importante y
decisivo, nuestro accionar como sociedades. El asunto es crucial, no es
una cuestión terminológica ni una querella entre geólogos. Tiene que ver
con el esclarecimiento de las razones y de las causas que producen la
destrucción de la naturaleza, la extinción de especies, el vuelco
climático, la acidificación de los mares, la destrucción de los
corales…. El capitaloceno si está dejando huellas de tipo geológico.
Al respecto, uno de los cambios
geológicamente más significativos, aunque aparezca casi invisible para
nosotros, es la modificación en la composición de la atmosfera: las
emisiones de bióxido de carbono (CO2), cuya contribución al
calentamiento global es innegable –lo que produce cambios climáticos,
concretamente elevación de la temperatura, que no se presentaban hace
millones de años– y que permanecen durante miles de años en la
atmósfera. Asimismo, el desplazamiento de plantas y animales hacia los
polos, un movimiento migratorio forzado por el aumento de la
temperatura, que ya se está presentando, va a dejar su registro fósil,
en idéntica forma que la elevación del nivel del mar en varios metros,
con lo cual se hundirán ciudades completas.
Es probable que mucho tiempo después de que
nuestros autos, ciudades y fábricas se hayan convertido en polvo, las
consecuencias de quemar carbón y petróleo equivalente a miles de
millones de toneladas sean claramente ostensibles. El bióxido de carbono
calienta el planeta y, al mismo tiempo, se cuela en los océanos y los
acidifica. En algún momento de este siglo serán tan ácidos que los
corales ya no podrán construir arrecifes, lo que se registrará
geológicamente como "un hiato de arrecifes". Estos hiatos han marcado
cada una de las últimas cinco extinciones masivas principales. La más
reciente, que se cree fue causada por el impacto
de un asteroide, tuvo lugar hace 65 millones de años, al final del
periodo Cretácico; no solo eliminó a los dinosaurios, sino también a los
plesiosaurios, los pterosaurios y los ammonoideos. La escala de lo que
les está sucediendo ahora a los océanos es, de acuerdo con muchos
expertos, incomparable desde entonces. Para los geólogos futuros, dice
Zalasiewicz, nuestro impacto podría parecer tan repentino y profundo
como el de un asteroide. (Bienvenido al Antropoceno, la era del hombre36.
Entre algunos de los cambios que ha generado el capitalismo se
encuentran:
un aumento en la tasa de extinción de la fauna y
la flora a niveles sin precedentes desde la aparición del homo sapiens;
aumento en los niveles de C02 en la atmosfera, que modifica
el clima y aumenta las temperaturas, de tal forma que no había sucedido
hace 66 millones de años; producción masiva de plásticos, que inundan
ríos, lagos y océanos, interfiriendo en la vida de miles de especies; la
utilización de fertilizantes ha duplicado la cantidad de nitrógeno y de
fosforo en las tierras de cultivo. Se calcula que esto puede causar un
impacto sobre el ciclo de nitrógeno que no se presentaba hace 2.500
millones de años; “la presencia de una capa permanente de partículas
transportadas por el aire en los hielos glaciares y sedimentos, como por
ejemplo carbono negro procedente del consumo de combustibles fósiles”
37. Con estas evidencias, advierten
algunos geólogos,
"Muchos de estos cambios son geológicamente duraderos y algunos son
efectivamente irreversibles"38.
Los rasgos distintivos del capitaloceno no apuntan a señalar en
abstracto al ser humano como una fuerza geológica en sí misma de
extinción masiva, sino al sistema capitalista, como una forma de
organización social e histórica particular, cuyo funcionamiento ocasiona
los problemas que vivimos en la actualidad.
Como
tal, desde su origen Homo sapiens ha vivido en diversas formas de
organización social, y en ninguna de ellas se puso en peligro global la
supervivencia de la misma humanidad y de otras formas de vida a una
escala masiva, como hoy acontece. Uno de los aspectos que suele
resaltarse cuando se habla de Antropoceno es el tamaño de la población
humana, cuyo número creció en forma exponencial en los últimos dos
siglos, tras la Revolución Industrial y en forma más veloz en los
últimos cincuenta años. Este crecimiento está asociado a las energías
fósiles, porque sin ellas no hubiera sido posible, algo que se deriva
entonces del mismo desarrollo del capitalismo. Pero un elemento
adicional que no puede ser negado es que no todos los seres humanos que
hoy vivimos en el planeta tierra tenemos el mismo grado de
responsabilidad, puesto que hay una asimetría evidente entre una ínfima
minoría de grandes capitalistas y el resto de la población mundial.
En otros términos, existe una
segmentación en términos de producción y consumo entre unos pocos países
y el resto, y más en general, entre los más ricos entre los ricos y
millones de pobres y miserables.
Oxfam lo ha dicho en sus informes de enero de
2016 y de enero de 2017. En este último proporciona algunos datos sobre
la aterradora desigualdad social y
económica en el mundo: 1. Cuando una
de cada diez personas en el mundo sobrevive con menos de dos dólares al
día, la inmensa riqueza que acumulan tan sólo unos pocos resulta
obscena. Sólo ocho personas (concretamente ocho hombres), poseen la
misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600
millones de personas. […] 2. Siete de cada diez personas vive en un país
en el que la desigualdad ha aumentado en los últimos 30 años. 3. La
desigualdad extrema tiene un enorme impacto en las vidas de las mujeres,
sobrerrepresentadas en los sectores con peores salarios y que sufren
mayores niveles de discriminación en el ámbito laboral y asumen la mayor
parte del trabajo de cuidados no remunerado. Al ritmo actual, llevará
170 años alcanzar la igualdad salarial entre hombres y mujeres. 4. La
evasión y elusión fiscal por parte de las grandes multinacionales priva
a los países pobres de al menos 100.000 millones de dólares cada año en
ingresos fiscales, dinero suficiente para financiar servicios educativos
para los 124 millones de niños y niñas sin escolarizar o servicios
sanitarios que podrían evitar la muerte de al menos seis millones de
niños y niñas cada año39.
Con datos como estos,
resulta muy amañado seguir diciendo que la población en sí misma es el
problema, cuando este estriba en la desigualdad social y económica, lo
que conduce a marcados desniveles de apropiación de la producción y el
consumo dentro de los países y a nivel mundial40.
Claro que debe plantearse un control en el
crecimiento de la población, ante la reducción acelerada de los bienes
comunes de la naturaleza, pero algo más crucial radica en señalar la
destrucción que significa el consumo de los ricos, y el costo ambiental
que esto trae para el planeta. No es tanto la reducción de los pobres lo
que necesita el planeta tierra, sino más bien la reducción de los ricos
y su consumo y despilfarros ostentosamente obscenos.
En el
capitaloceno la pregunta esencial no es cuánto le cuesta un pobre al
medio ambiente, sino cuánto le cuesta un rico, cuestión que apunta a
vincular la desigualdad con la destrucción ambiental.
Si Antropoceno es una palabra que genera algún rechazo, Capitaloceno va
a ser un término absolutamente denostado y ocultado, porque apunta a
señalar al sistema capitalista como el responsable de las catástrofes
climáticas y ambientales que destruyen diversas formas de vida, asesinan
diariamente a millones de seres humanos (pobres y explotados) y pone en
peligro la misma supervivencia de nuestra especie. Y plantea, por
supuesto, que la única alternativa para que la humanidad pueda
sobrevivir es rebasar el capitalismo. En conclusión,
nos encontramos
en la Era Catastrozoica, del Período “Cabernario”, Época del
capitaloceno y el nuevo meteorito que destruye nuestro planeta no viene
del espacio exterior, El meteorito de nuestro tiempo se llama
capitalismo y resulta inútil tratar de cambiarle el nombre.
Notas:(…) Fuente: http://www.rebelion.org/docs/223396.pdf
Interpelémonos sobre porqué pensamos absurdo e ingenuo proponerse la
despetrolización del país-mundo como cambio clave hacia buenos vivires
pero no cuestionamos que:
"Las Conferencias
de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos realizados en Vancouver en
1976, Estambul en 1996, y Quito en 2016 son un testimonio claro de la
relación entre la industria petrolera y la agenda de la urbanización
planetaria: las ciudades crecientes son motor, justificación y destino de
los hidrocarburos y sus derivados; se constituyen en fuente de energía; y
permiten incrementar los ingresos y el poder de la industria del petróleo,
gas y carbón, de la abrumadora industria automotriz, la petroquímica, la
minería, así como del capital financiero especulativo. Este modelo urbano es
una expresión de la civilización petrolera y está profundamente vinculado
con la crisis ambiental mundial".
Reflexionemos sobre:
Declaración del Oilwatch
por un Hábitat despetrolizado
26
de octubre de 2016
La
Asamblea General de Oilwatch, celebrando sus 20 años de existencia,
reunida en Quito en el marco del Foro Social Resistencia al Hábitat III
declara:
- Las Conferencias de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos realizados en Vancouver en 1976, Estambul en 1996, y Quito en 2016 son un testimonio claro de la relación entre la industria petrolera y la agenda de la urbanización planetaria: las ciudades crecientes son motor, justificación y destino de los hidrocarburos y sus derivados; se constituyen en fuente de energía; y permiten incrementar los ingresos y el poder de la industria del petróleo, gas y carbón, de la abrumadora industria automotriz, la petroquímica, la minería, así como del capital financiero especulativo. Este modelo urbano es una expresión de la civilización petrolera y está profundamente vinculado con la crisis ambiental mundial.
- La Nueva Agenda Urbana, lema y objetivo del Hábitat 3, abre la puerta a nuevos patrones de producción, distribución y consumo “sostenibles y responsables”, calificativos que ocultan la obsolescencia, la explotación de la naturaleza y del trabajo humano; el sacrificio de los cuerpos y de territorios como consecuencia de la extracción de petróleo, gas y carbón, fuentes de energía y de insumos para la petroquímica.
- Hábitat III promueve e imagina un futuro global esencialmente urbano, desconociendo la importancia de los territorios rurales y el aporte de las comunidades indígenas y campesinas en la sustentación de la vida en el planeta. Justifica el despojo territorial de pueblos ancestrales; el vaciamiento de los territorios para proveer con materia prima a la industria; la urbanización de las selvas, bosques y comunidades campesinas a través de proyectos de “vivienda para los pobres”, “ciudades del milenio” u otros proyectos que se presentan como parte de las agendas sociales, de conservación o de “compensación”.
- Para enfrentar la crisis del hábitat, se propone la economía verde, se impone el discurso de la sostenibilidad y se promueven proyectos como los de compensación de la biodiversidad y absorción de carbono, que son más bien estrategias para perpetuar la primacía del mercado y permite que los responsables de esta crisis puedan evadir sus responsabilidades. Estos proyectos justifican la destrucción, desmovilizan y desplazan las comunidades, y enriquecen a las empresas con nuevos negocios, mientras se mantiene y fortalece el capitalismo petrolero.
- Los agresivos procesos de urbanización, siempre organizados alrededor de millones de automóviles, provocan desalojos, desplazamientos, invasiones tanto en las fronteras de las ciudades como en los territorios de extracción. La agenda de crecimiento urbano con la construcción de carreteras y la supervehiculación de las sociedades, es sobre todo funcional a la expansión de las fronteras extractivas de nuevas y viejas empresas de hidrocarburos, con viejas y nuevas tecnologías.
- Es de especial preocupación para Oilwatch en el marco de la petrolización del hábitat, la ausencia de discusión sobre:
Las nuevas tecnologías de la industria de petróleo, gas y carbón ligadas a la búsqueda, extracción, transformación, y manejo de desechos, en lugar de proteger la naturaleza, y respetar los derechos de las comunidades aumentan los riesgos y los impactos. La extracción de crudos extrapesados, el gas y aceite del fracking, la extracción de gas asociado al carbón, la minería de carbón y petróleo, la explotación de aguas superprofundas, la biotecnología para la industria petrolera y la expansión de la petroquímica tienen los mismos y peores impactos de los ya observados en el planeta.
II. La creación de nuevas zonas de sacrificio
Las nuevas fronteras de extracción de petróleo, gas y carbón son parques nacionales, territorios indígenas, arrecifes de coral, mares profundos, glaciares y otras zonas de extrema vulnerabilidad, así como los cuerpos de los trabajadores y las poblaciones cercanas a estos proyectos. Destruir estas zonas no solo implica la pérdida de un patrimonio de la humanidad, sino que desatará fuerzas incontrolables de la naturaleza. Las industrias ligadas a los hidrocarburos, incluyendo las petroleras, las de servicios, la minera, la automotriz y la petroquímica están ejerciendo presiones criminales sobre el planeta y su gente. Se hace indispensable establecer las redes de responsabilidad que actúan frente a este ecocidio y etnocidio.
La frontera extractiva se expande incluso en las ciudades, causando accidentes, derrames, contaminación, despojo de tierras, entre otros impactos adversos, con riesgos enormes para la vida en el planeta.
III. El análisis sobre las causas del cambio climático y los riesgos de sus efectos sobre las ciudades
La extracción de carbón, petróleo y gas no sólo ha provocado la crisis climática planetaria sino que está provocando desastres extremos, en gran parte, por el carácter experimental de las tecnologías que se usan. Por ejemplo, el fracking está asociado a la generación e incremento de sismos y temblores. La perforación en aguas profundas y la combustión in situ implica graves riesgos para trabajadores y el territorio. Las ciudades cada vez más grandes, son vendidas como espacios de seguridad, bienestar y salvación para las poblaciones que se pretende desplazar, pero son realmente espacios de colapso, en donde se están desatando las peores crisis climáticas.
IV. El exterminio de poblaciones de extrema vulnerabilidad
Los últimos pueblos indígenas aislados que habitan la selva amazónica y el Gran Chaco sudamericano, las comunidades del bosque de la cuenca del Congo, los pueblos pastores del continente africano, las minorías étnicas de Arakan en el sudeste asiático, los pescadores artesanales y recolectoras entre otros, están siendo acorralados por los planes de desarrollo y extracción de minerales e hidrocarburos.
En los últimos meses en Bolivia, Ecuador y Perú en territorios en donde se realizan actividades de exploración sísmica y de extracción de crudo se ha reportado la presencia de estos pueblos aislados. Siendo estos una prioridad de protección para las Naciones Unidas, urgen acciones inmediatas y la paralización de los proyectos petroleros que amenazan su existencia.
NUESTRA AGENDA POR EL HÁBITAT ES:
Oilwatch trabaja por una civilización post-petrolera, para
desfosilizar la economía y descentralizar y diversificar la energía,
despetrolizar el sistema alimentario industrial, desurbanizar las
vidas de las sociedades, desautomovilizar el transporte, proteger
los territorios/comunidades y recuperar las aguas, cuerpos y las
selvas.Oilwatch demanda a las Naciones Unidas bloquear la influencia de empresas en los escenarios de decisión internacional, controlarlas y sancionarlas por sus delitos, transparentar las relaciones de la industria de hidrocarburos y de automóviles con la agenda de crecimiento urbano.
Oilwatch reconoce que los defensores y defensoras de la naturaleza son los únicos que están actuando en responsabilidad con nuestro Hábitat, y demanda parar inmediatamente su criminalización, hostigamiento, estigmatización, desprestigio y judicialización.
Oilwatch celebra las formas cómo la naturaleza se rebela reencauzando los ríos a sus cauces naturales, impidiendo el hallazgo y extracción de los fluidos de la tierra (la sangre de la tierra de acuerdo a los pueblos indígenas) y poniendo frenos a la expansión urbana.
Oilwatch se presta a la construcción de alianzas con las organizaciones urbanas para promover juntos nuevas formas de convivencia, armoniosas con la naturaleza, respetuosas de las sociedades, que construyan solidaridad, democracia y planes de vida en común y por el bien colectivo.
Fuente: http://www.opsur.org.ar/blog/2016/10/26/declaracion-del-oilwatch-por-un-habitat-despetrolizado/
Apuntemos, además de la urbanización planetaria, a otros dos desarrollos de
la civilización petrolera:
a.
Los plásticos necesitan
ayuda
9 de marzo
de 2017
Por
Público
Durante muchos años los plásticos han sido un
subproducto de la industria petrolífera con dos graves problemas. Producen una
variedad de residuos muy engorrosos y difíciles de tratar, a diferencia de los
residuos del papel, vidrio y metal. Y se fabrican en infinidad de formulaciones
cuyo efecto sobre el medio ambiente y la salud puede ser peligroso, como las que
contienen bisfenol A que se usan en revestimientos de latas de conserva. Así no
podemos seguir, reconocen todos los organismos, desde la ONU al Foro
de Davos.
La industria de estos materiales necesita hacer
tres cosas principales: abandonar el petróleo, dejar de producir tantos residuos
intratables y fabricar solamente formulaciones que no sean peligrosas para la
salud. La ruta de los plásticos hacia la sostenibilidad, visto lo anterior, no
va a ser fácil.
Y aquí es donde entramos nosotros, los
ciudadanos, que no podemos dar un paso sin tropezarnos con un producto plástico,
desde la carcasa de la lavadora al biberón del niño. ¿Qué podemos hacer para
ayudar a que los plásticos se encaminen hacia la sostenibilidad? Pues más cosas
de las que pensamos. He aquí algunas:
Dejar de usar bolsas de supermercado desechables. Utilizar en su lugar bolsas de la compra de las de toda la vida o carritos. Hay que tener en cuenta que está próximo a su publicación un decreto que prohíbe las bolsas de plástico gratuitas e incrementa el precio de las que se cobran, que ahora es muy bajo (5-10 céntimos).
Dejar de usar bolsas de supermercado desechables. Utilizar en su lugar bolsas de la compra de las de toda la vida o carritos. Hay que tener en cuenta que está próximo a su publicación un decreto que prohíbe las bolsas de plástico gratuitas e incrementa el precio de las que se cobran, que ahora es muy bajo (5-10 céntimos).
No abandonar nunca plásticos fuera de su
contenedor correspondiente, que es el amarillo de envases ligeros. Así nos
aseguramos de que estos materiales pasan por un correcto proceso de reciclaje o
al menos que no terminan en la playa más cercana o formando parte de las
inmensas “islas de plástico” que ensucian mares y océanos. Se calcula que dentro
de unos años habrá más plástico que
peces en los océanos.
En general, intentar evitar
comprar plásticos desechables. Eso no es fácil, desde luego. En el mercado,
preferir los envases de vidrio, papel, tela o metálicos a los plásticos. Las
legumbres o el arroz en una bolsa de plástico pueden ser una opción razonable,
pero se deben rechazar los sobres de plástico con lonchas de embutido. No sólo
el producto sale más caro que si compras a granel, sino que además evitas el
riesgo de transmisión de aditivos plásticos potencialmente peligrosos a la
carne.
Si puedes elegir, elige productos elaborados
con bioplásticos. Tienen diversas
denominaciones, pero todos coinciden es estar fabricados con materias vegetales
(o algunas animales, como las plumas de los pollos). Por cierto, ten cuidado con
los plásticos biodegradables. Si te olvidas una bolsa de este material en un
armario, descubrirás que se convierte en una especie de polvo impalpable difícil
de limpiar.
Intenta reducir tus compras de ropa con
contenido plástico. Estudios recientes muestran que el
lavado de tejidos sintéticos en lavadora libera
al ambiente grandes cantidades de micropartículas de poliéster y acrílicos, que
terminarán en los fondos marinos. Otra fuente de partículas plásticas son las microesferas plásticas
que contienen algunos cosméticos.
Hasta ahora todo lo que hemos dicho es evitar,
reducir y huir de los plásticos. ¿No tienen un lado mejor? Pues sí, y pueden
tenerlo mucho mayor que el actual. Por ejemplo, envases de bioplástico
completamente inocuos (es decir, sin ftalatos, bisfenol A y otros componentes
potencialmente tóxicos) pueden ser de gran ayuda en la lucha contra el
desperdicio de alimentos. También podemos imaginar coches eléctricos muy ligeros
fabricados a base de materiales plásticos. Hay todo un mundo de posibilidades
para que los insostenibles plásticos dejen de serlo.
b.
El petróleo y los alimentos
9 de octubre
de 2007
Por
Juan Carlos
Guerra
Un mundo sin petróleo amenaza nuestra posibilidad de acceder a los
alimentos. Para muestra un dato: El 17% de la energía consumida en el mundo se
utiliza en la producción, distribución y suministro de productos agrícolas. Este
porcentaje se divide de la siguiente manera: 4% a la producción; 5% al
procesamiento; 8% al transporte y distribución desde la granja hasta los
supermercados. [1]
Dado que el común de nosotros se limita a ir al supermercado a
comprar sus alimentos, muchas veces no nos damos cuenta de todo el proceso que
agotan esos productos antes de llegar a las góndolas de esos establecimientos.
No advertimos que la agricultura moderna depende casi totalmente del petróleo.
El motor de gasolina aplicado a los tractores, los camiones, las
maquinas cosechadoras, ha reemplazado a la fuerza humana y a la de los caballos,
mulas y bueyes como fuente primaria de energía en la granja. Y no solo en la
siembra y el transporte esta la dependencia del petróleo en la agricultura: la
producción intensiva de los alimentos también está altamente influenciado por
los hidrocarburos.
El uso de fertilizantes y pesticidas derivados de productos
petroquímicos han servido de bujía esencial para que la agricultura dejara de
ser una actividad familiar para convertirse en una industria y abastecer la alta
demanda de una población que ha crecido vertiginosamente en el último siglo.
El uso de fertilizantes y pesticidas comenzó en el año 1950. A
partir de esa fecha la demanda de fertilizantes creció de 13 millones a 150
millones de toneladas en el año 2005 y la de pesticidas paso de 90,000 kilos en
1950 a 3,200 millones de kilos en 2005, según el Informe
sobre Pesticidas y Fertilizantes de la Agencia para la Protección del Medio
Ambiente.
La mecanización de la agricultura, el uso de fertilizantes y
pesticidas derivados del petróleo, así como la introducción de avances en las
técnicas de cultivo, han disparado la producción alimentaria, a la vez que han
reducido la cantidad de mano de obra humana en la granja.
En un articulo publicado recientemente en la revista Science,
titulado "The Mechanization of
Agriculture" (La mecanización de la agricultura) se
arroja el siguiente dato: "En 1850, un solo agricultor generaba alimentos
suficientes para mantener a cuatro personas. En la actualidad, un solo
agricultor genera alimentos en cantidad suficiente para mantener a setenta y
ocho personas. La productividad agrícola aumento un 25% en los años cuarenta, un
20% en los cincuenta, un 17% en los sesenta, y mas del 28% en la década de los
ochenta."
Ese aumento de la productividad agrícola se ha hecho a costa de
incrementar la cantidad de petróleo consumido en el proceso. Según Jeremy Rifkin
en su famoso libro La economía del
Hidrogeno: "Para producir una lata de cereales de 270 calorías, el granjero
consume la ingente cantidad de 2,790 calorías para mantener la maquinaria en
funcionamiento y obtener los fertilizantes y los pesticidas. Así pues, por cada
caloría de energía producida, el tecnificado granjero termina consumiendo diez
calorías de energía." (p. 239).
Otro dato mas revelador que el anterior es sacado a relucir por
David Pimentel en su estudio titulado "Food,
Energy and Society" hecho para la
Cornell University, de la ciudad de Ithaca en New York: "Un vehiculo que
consume 4 litros de gasolina (un galón) por cada 50 Km.; en diez Km. quema la
cantidad de gasolina necesaria para producir una barra de pan". Impresionante.
Un elemento importante es el referente al daño que causa en el
suelo el uso de pesticidas y fertilizantes. El suelo se erosiona dada la alta
cantidad de estos productos utilizada para aumentar su productividad. La
contaminación que se deriva de los fertilizantes es responsable de la mitad de
la contaminación actual del agua y de dos tercios de nuestros residuos sólidos.
El uso de pesticidas no es menos dañino, pues contribuyen también a
la degradación del suelo. Para que tengamos una idea clara de lo que estamos
diciendo, baste explicar que en el suelo habitan millones de bacterias
microscópicas, hongos, algas y protozoos, así como gusanos y artrópodos que
tienen la tarea de mantener la fertilidad y la estructura del suelo. Los
pesticidas al destruirlos aceleran su proceso de agotamiento y erosión.
Los seres humanos consumimos cada vez mas energía para producir
alimentos, pero esta producción es siempre menor al consumo. Según C. Ponting en
su libro Historia Verde del Mundo: "En
las dos primeras décadas de intensa explotación agrícola basada en productos
petroquímicos que vinieron después de la Segunda Guerra Mundial, el consumo
total de energía en el sector agrícola aumento un 70%, pero la producción
alimentaria solo creció un 30%."
Como hemos visto el crecimiento de la producción agrícola, a través
de la mecanización y el uso de fertilizantes y pesticidas, ha llevado consigo un
aumento significativo del consumo de petróleo generando mayores emisiones de
CO2. Lo que nos deja con una conclusión preocupante dadas sus implicaciones: la
agricultura intensiva es uno de los principales agentes para el calentamiento
global.
Conclusión confirmada por Rifkin en su ya mencionada obra con el
siguiente dato: "Para responder a la demanda anual de carne de una familia
media de cuatro personas es necesario consumir mas de 984 litros (260 galones)
de combustibles fósiles. La quema de estos combustibles libera en la atmósfera
2,25 toneladas adicionales de CO2, la misma cantidad que emite un vehiculo medio
en seis meses de funcionamiento normal." (op. Cit. Pág. 244).
Dado este panorama estamos ante la grave perspectiva de que los
costos para la producción de alimentos aumente en tal magnitud que cuando
entremos en la época en que la producción petrolera llegue a su techo, cientos
de millones de seres humanos no estarán en condiciones de adquirir los alimentos
necesarios para garantizar la propia subsistencia y la de sus familias. Esto sin
contar con que actualmente hay 854 millones de personas que padecen de hambre y
desnutrición.
Ciertamente, la humanidad está hoy enfrentada a problemas que
amenazan su propia existencia. Decir que el fin de la especie humana esta cerca,
seria un gigante acto de alarmismo, los seres humanos todavía estamos a tiempo
de salir victoriosos ante estos retos. Indudablemente, a la civilización humana
como hoy la conocemos le quedan pocas décadas. Probablemente en el último tercio
de este siglo sentará sus bases una nueva civilización que regirá al planeta por
los próximos siglos.
Es nuestro deber asegurar primero, que el fin
de la humanidad no llegue con el final de esta civilización. Y segundo, tan
importante como lo primero, garantizarle a esas generaciones la construcción de
su nueva civilización a partir de un mundo en donde la desigualdad, la guerra y
la pobreza sean solo capítulos de los libros de historia.
La especie humana está en
peligro. Pero aún puede salvarse y ser mejor.
[1] Beyond
Oil, J. Gever, University Of Colorado, 1991, pag. 172.
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Agricultura Ecológica versus
Agricultura Industrial: Algunos Datos Reveladores
26 de abril de 2012
Por
Juan José Ibáñez
Hoy seré
muy breve, para vuestro alivio. Ya os comenté que la Sociedad
Española de Agricultura Ecológica -SEAE me
invitó a sus Jornadas
Técnicas (septiembre
2011) que versaban sobre el manejo
ecológico de suelos con
vistas a impartir una ponencia. Si bien, otros asuntos impidieron que asistiera
a todas las charlas, extraje varias
conclusiones que por su interés son dignas de reseñar en este
blog, aunque lamentablemente no
exhaustivas,
por las razones previamente aludidas. En primer lugar, al menos en el seno de la
SEAE,
sus miembros no
emplean los
contaminantes residuos
sólidos urbanos.
Mientras
los defensores de la agricultura industrial y de conservación proclaman que bajo
principios ecológicos los rendimientos son mucho menores, tal aserto debe
ponerse, como mínimo, en entredicho.
Así, por ejemplo, al margen de obtenerse productos de
consumo mucho menos contaminados, y como corolario
más
saludables, las
producciones de las cosechas que se mostraron no diferían en demasía.
En algunos casos resultaban ser superiores, en otros similares y finalmente los
rendimientos pueden ser inferiores entre un 10 y 25%. Todo depende del ambiente,
tipo de suelo y materia orgánica que se encuentren a disposición de los
agricultores ecológicos, etc. Ahora bien, dado
que se elimina (o minimiza) el uso de agroquímicos, como fertilizantes y
plaguicidas, el rendimiento energético puede llegar a ser un 70% mayor que en la
agricultura industrial. Y
por las mismas razones, en términos monetarios, los productores ahorran bastante
dinero por este ítem aunque pudieran verse reducidos sus ingresos por otros. Si
nos atendemos indirectamente a las externalidades
derivadas de la descontaminación de
suelos y aguas, así como de sus
repercusiones sobre la salud humana, que deben sufragarse con cargo a los
erarios públicos, la sociedad gasta menos (en
términos energéticos y pecuniarios), consumiendo
de paso alimentos que no dañan a la salud pública. ¿Y
qué decir del efecto de los transgénicos, sin los cuales la agricultura
industrial no podría atender a la creciente demanda de producción mundial
alimentaria?
Como ya
había percibido personalmente de la literatura científica publicada a este
respecto, la Doctora Jaizme, que al contrario que este impresentable
administrador es experta en el tema, mostró que resulta
totalmente imposible extraer conclusiones.
En este sentido, a título personal, considero que se trata más de una
contaminación deliberada por parte de las industrias e investigadores que se
lucran tocando los genes más de lo necesario. Se sabe que los transgénicos
cambian los exudados de las raíces y como corolario la composición de las
rizosferas.
Empero mientras en algunos artículos se habla de efectos negativos, en otros no
son detectables y en un tercer grupo positivos. No se avanzará a no ser que
conozcamos quien subvenciona cada uno de ellos. De disponer de estos últimos
datos quizás podríamos llegar a ofrecer conclusiones más claras y objetivas.
Resumiendo, devienen
en asertos totalmente falaces aquellos que no se cansan de proclamar la
superioridad incuestionable de la agricultura industrial en base a transgénicos,
excepto en lo que a contaminación de suelos, aguas y alimentos se refiere.
Al margen
del volumen que será publicado en la Revista
Agroecología (AE), espero y deseo que la SEAE cuelgue
en acceso abierto, dentro de su página Web, los resúmenes de los estudios allí
mostrados. Desde esta bitácora les apoyaremos en la medida de nuestras
posibilidades. Fue una gozada conoceros ¡colegas!
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La agricultura campesina puede enfriar el planeta
12 de octubre de 2010
12 de octubre de 2010
GRAIN
Hay una crisis climática que nos afecta a todos, pero que está golpeando
especialmente a los pueblos del campo. Ya casi no es posible predecir las
lluvias, llueve cuando no corresponde, pasamos fácilmente de inundaciones a
sequías, sufrimos de olas de calor o frío extremo, hay tormentas de viento que
antes no se daban, el granizo es más frecuente, el agua está cada vez más
escasa, etc. Esto es lo que llaman “cambio climático” o “calentamiento global”.
Y su efecto es que cada vez mayor, haciendo más difícil vivir y producir en el
campo. Si esta contaminación sigue el clima estará tan alterado que la vida de
todos se hará realmente difícil.
Esta crisis o cambio climático se debe a que el aire está contaminado con una
serie de gases a los que se les llama “gases invernadero”
y que se producen por utilizar petróleo o gasolina, quemar los bosques, destruir
los suelos, acumular basuras, criar animales en grandes granjas industriales,
etc. Los países del mundo se comprometieron a reducir la contaminación, pero han
hecho poco o nada. En diciembre de 2009 los compromisos debían ser renovados en
una reunión de los gobiernos llevada a cabo en Copenhague, pero salieron de
allí sin comprometerse a nada. Por ello, el presidente Evo Morales llamó a una
Cumbre de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra.
Miles de asistentes provenientes principalmente de organizaciones populares
discutieron sobre las verdaderas causas del cambio climático y propusieron
soluciones reales. En diciembre de este año (2010) los gobiernos se reunirán
nuevamente en Cancún, México. Diversos movimientos sociales, incluidas la CLOC y
la Vía Campesina, se preparan para realizar manifestaciones populares para
exigir que los gobiernos ataquen las verdaderas causas de los problemas del
clima y pongan en marcha soluciones reales.
¿Cuáles son las verdaderas causas de la crisis climática? La Cumbre de los Pueblos concluyó que es el capitalismo, debido a las formas de producción y consumo que promueve y a que pone las ganancias por sobre el bienestar de las personas y de la Madre Tierra en general. La Vía Campesina viene diciendo lo mismo desde el año 2007. También ha dicho que el sistema agrícola-alimentario industrial y el modelo agroexportador que se impone en el mundo es una grave causa de la contaminación que cambia el clima. La Vía Campesina también ha dicho claramente que las campesinas y campesinos del mundo están enfriando el planeta.
El año 2009 GRAIN hizo un estudio para determinar cuánta contaminación producía
la gran agricultura y cuánto podían enfriar el planeta las y los campesinos del
mundo. Los resultados confirman con creces lo dicho por la Vía Campesina.
El uso de fertilizantes, pesticidas, maquinarias y la destrucción de los
suelos provocan algo más de la décima parte de los gases invernadero. Una de las
principales causas de la destrucción de los suelos es que ya no se devuelve la
materia orgánica al suelo.
La producción animal en grandes granjas y concentraciones es otra gran fuente de
contaminación: muchos autores dicen que cerca de la quinta parte de los gases
invernadero provienen de allí. Esto se debe a que las grandes granjas de crianza
producen miles de toneladas de guano y orina que no pueden devolverse al suelo
por ser demasiada cantidad. Al acumularse en grandes concentraciones producen
toneladas de metano, uno de los gases más contaminantes.
Otra fuente de metano son las vacas que comen en exceso o comen muy poco. En las
granjas industriales las vacas comen a destajo y, en la medida que las familias
campesinas tienen menos tierra, sus vacas comen cada vez más mal. Los procesos
simultáneos de concentración de la producción animal y la pérdida de tierras por
parte de campesinos, pastores y pueblos indígenas provocan entonces
calentamiento global.
La deforestación es otra gran fuente de contaminación. La destrucción de los
bosques y de los suelos que antes protegían los bosques provoca también casi un
quinto de los gases que contaminan y alteran el clima. La mayor causa de
deforestación actualmente es la expansión de las grandes plantaciones forestales
para producir celulosa, las plantaciones de caña de azúcar y palma aceitera para
agrocombustibles y la expansión de los monocultivos de soja para alimentar los
animales criados en las grandes granjas.
La contaminación sigue adelante con el procesamiento, comercialización y
exportación e importación de alimentos. Alrededor de un tercio de todo el
transporte terrestre es para llevar alimentos de un extremo del mundo al otro.
El procesamiento industrial de alimentos, los envases y la refrigeración en el
transporte, en los supermercados y en la casa producen más de un sexto de todos
los gases con efectos sobre el clima. Y todo ello no le agrega nada a la calidad
de nuestra alimentación. Por el contrario, el procesamiento industrial nos llena
de conservantes, saborizantes, antioxidantes y colorantes que son una amenaza
seria a nuestra salud y especialmente a la de los niños. Este es un sistema que,
por ejemplo, hace que comamos carne y frutas que pueden tener más de un año de
antigüedad.
Por último, los grandes depósitos de basuras -que aumentan mientras más
alimentos envasados compremos- producen cerca del 5% de todos los gases
invernadero.
Si sumamos todas estas fuentes de gases contaminantes, nos encontramos con que al menos la mitad de los gases invernadero provienen del sistema de producción agrícola y alimentario industrial.
Las alternativas
¿De qué forma la agricultura campesina puede enfriar el planeta? Si la
agricultura campesina volviese a ser la agricultura predominante en el mundo,
una primera forma de enfriar el planeta sería devolviendo la materia orgánica al
suelo. Nada más haciendo eso, la contaminación con gases invernadero se
reduciría en al menos un tercio. Con ello además mejorarían los suelos y además
los fertilizantes serían innecesarios, porque la materia orgánica que hoy se
pierde tiene más nutrientes que todos los fertilizantes que actualmente se
consumen.
Una segunda forma de enfriar el planeta sería recuperando todas las prácticas
campesinas para hacer una agricultura sin pesticidas, fungicidas o herbicidas
Una tercera forma de reducir la contaminación es desconcentrando la producción
animal. Si se apoyara nuevamente la producción integrada y en pequeña escala de
cultivos y animales, los animales no producirían montañas contaminantes de guano,
sino el guano necesario para fertilizar el suelo. Tampoco necesitarían
transportar alimentos para los animales de un extremo del mundo al otro.
Fomentar los mercados locales y más pequeños sería otra manera muy importante de
enfriar el planeta. Con ello, comeríamos alimentos más frescos, necesitaríamos
menos refrigeración y no se gastaría cantidades absurdas de petróleo en
llevarlos al otro lado del mundo. Otro cambio importante es que los mercados
locales nos permitirían deshacernos de tanto envoltorio y envase plástico y de
procesamientos innecesarios.
Por último, eliminar las plantaciones, proteger e incluso recuperar los bosques
sería otro aporte extremadamente importante al enfriamiento del planeta.
Si sumamos todo esto, nos encontramos con que la agricultura campesina e indígena podrían reducir los gases invernadero en hasta un 75%. Con ello, sería posible exigir a los otros sectores productivos que eliminen la contaminación restante e incluso se comience a limpiar la atmósfera de los contaminantes que se han ido acumulando. El planeta, efectivamente, podría ser enfriado.
Pero para que la agricultura campesina e indígena pueda hacer su gran aporte se necesitan otras condiciones. Se necesita, por sobre todo, que la tierra esté en manos de los pueblos campesinos e indígenas. Por lo mismo, la Reforma Agraria y la restauración de los territorios indígenas se hace hoy más urgente que nunca, como una forma fundamental de asegurar el futuro de la humanidad y de la Madre Tierra.
Necesitamos formas de investigación, apoyo técnico y crediticio que no amarre a
las familias del campo a los agrotóxicos ni a los grandes poderes
comercializadores o exportadores. Necesitamos el fin de los tratados de libre
comercio para que la agricultura pueda cumplir su papel social fundamental de
alimentarnos sanamente. Necesitamos terminar con las políticas que atentan
contra las y los pequeños productores y que dejan a las y los jóvenes sin
posibilidades de vivir de la agricultura. En otras palabras, necesitamos
soberanía alimentaria y comunidades indígenas y campesinas que puedan vivir
dignamente de su insustituible trabajo de alimentar a la humanidad.
- GRAIN es una organización no gubernamental que promueve el
manejo y uso sustentable de la biodiversidad agrícola con sede en Barcelona,
España.
Artículo publicado en América Latina en Movimiento (ALAI), No.
459, "Nuevas tendencias en el agro". http://alainet.org/publica/459.phtml
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