jueves, 9 de marzo de 2017

La MVJ sobre las/os 30.000 nos exige percibir a qué mundo apoyaron los gobiernos K y el PJ.

  Es reconocer al capitalismo mundial integrado y
 su criminalidad de lesa humanidad y lesa naturaleza.
 
Abajo y a la izquierda, nos urge generalizar la toma de conciencia sobre la criminalidad de lesa humanidad del capitalismo. Pero mejor valoremos qué nos advierte Renan Vega Cantor:"el capitalismo. Y a éste es al que debe responsabilizarse en solitario como el responsable de las transformaciones, con repercusiones geológicas, que se han producido en las últimas décadas. Este ya no tiene enemigos de peso a quien culpar por el ecocidio planetario en marcha, se encuentra solo ante su misión destructiva. Como consecuencia de la expansión mundial del capitalismo aumentó producción de CO2, metano (CH4), se redujo la capa de ozono, se incrementó la temperatura promedio en el planeta, disminuyó la biodiversidad y se dio paso a la sexta extinción de especies. Este es el resultado, sencillamente, de una de las leyes de la ecología, propuestas por Barry Commoner, que indica que “nada es gratis”. Esos son los costos, ya para nada ocultos, de la expansión del capitalismo en las últimas décadas, de la colonización mercantil del último rincón del planeta y del desaforado desarrollo de las fuerzas productivas-destructivas".

El capitaloceno
27 de febrero de 2017
Por Renan Vega Cantor
 
Al borde del precipicio
Varias informaciones recientes indican el acelerado proceso de destrucción de la naturaleza y de trastorno climático en el mundo, así como de la miseria de millones de seres humanos, afectador por catástrofes que se pretenden naturales pero que tienen un claro origen social, aunque eso no sea evidente a primera vista. Sin pretender ser sistemáticos recordemos algunas de las noticias que se registraron en el 2016 sobre caos climático, extinción de especies, pérdida de biodiversidad y las mal llamadas “catástrofes naturales”. (...)
 
Homo Sapiens catalogado como responsable genérico y la pretendida emergencia del Antropoceno
La información presentada en el primer parágrafo puede aparecer como un registro caótico de hechos inconexos y sin explicación lógica, pero el trasfondo del asunto se llama capitalismo. Esta cuestión de fondo la retomamos en la tercera parte de este ensayo. Por ahora, es necesario referirse a la tendencia dominante que asegura que la destrucción de la naturaleza y las aceleradas modificaciones climáticas son culpa del hombre en general, del homo sapiens. Esa postura liberal le echa la culpa a todos para no inculpar a nadie y mucho menos al sistema capitalista. Esta interpretación no sólo es dominante en los medios de desinformación, sino entre círculos científicos (de las ciencias naturales y de las ciencias sociales). Connotados investigadores (biólogos, geólogos, climatólogos, antropólogos, geógrafos...) responsabilizan al homo sapiens como un todo y señalan que nosotros hemos sido destructivos desde que existimos. Citemos dos autorizadas afirmaciones al respecto. El célebre biólogo estadounidense Edward Wilson dice: “…la humanidad ha iniciado la sexta gran convulsión de extinción, haciendo que una gran fracción de las especies con las que compartimos la tierra se apresuren a entrar en la eternidad en una sola generación”21. El paleontólogo Richard Leakey y el antropólogo y bioquímico Roger Lewin sostienen en el mismo sentido: “El homo sapiens está maduro para ser el destructor más colosal de la historia, sólo superado por el asteroide gigante que chocó con la tierra hace sesenta y cinco millones de años, barriendo en un instante geológico la mitad de las especies de entonces”22. En los dos libros mencionados, no se nombra ni una vez al capitalismo como si este no existiese. Eso demuestra que el terreno dominante de la investigación científica parece ser cierta la afirmación de Frederick Jamenson de que es más fácil imaginar el fin del mundo, que el fin del capitalismo. Puede pensarse que esta ausencia u ocultamiento se debe al “analfabetismo político” de los científicos, o al hecho de no atreverse a romper con los marcos dominantes de la lógica del conocimiento imperante en el mundo occidental. Pese a efectuar notables investigaciones, la ciencia dominante, como la representada por los autores mencionados, pareciera vivir en un territorio aséptico políticamente. Las referencias que hemos señalado, a modo de ejemplo, indican una manera dominante de afrontar los problemas ambientales, cuya característica principal se sustenta en la utilización de un equívoco e impreciso lenguaje de tipo genérico, con la finalidad de responsabilizarnos a todos por igual y sostener que en todas las épocas históricas ha habido destrucción de especies y ecosistemas, siendo homo sapiens el directo responsable.
 
Con esa lógica se acuñó el término Antropoceno, por Paul Creutzen, un químico holandés y Premio Nobel. Este vocablo proviene del griego antropos, hombre, y de kainos, nuevo, y querría decir algo así como la “nueva época del hombre”. Se plantea como un sustituto del holoceno, actual época del periodo cuaternario en la historia de la tierra. El holoceno comenzó hace 11.700 años antes del presente y se caracteriza por tener un clima estable, luego de la última glaciación. Terminaría con la irrupción del Antropoceno, vocablo que indica que las acciones humanas tienen una incidencia directa sobre el planeta tierra, hasta el punto que podría considerarse como una nueva era geológica. Los que utilizan el término Antropoceno no están de acuerdo con su fecha de origen. Para Paul Creutzen comenzó con la revolución industrial, es decir, hacia 1750. Para otros se inició en1945, con la invención y utilización de la bomba atómica, cuyos residuos radiactivos se han expandido a lo largo y ancho del planeta. Para Jan Zalasiewicz, presidente del Grupo de Trabajo del Antropoceno "la importancia del Antropoceno radica en el hecho de que fija una trayectoria diferente para el sistema terrestre integrado por los humanos". Para Colin Waters, geólogo jefe del Instituto Geológico del Reino Unido y secretario del Grupo de Trabajo, “poder identificar ese intervalo de tiempo nos indica hasta qué punto las actividades humanas tienen un impacto sobre nuestro planeta: "La noción del Antropoceno consigue englobar todas las ideas relativas al cambio climático". Para Chris Rapley, experto en cambio climático ex director del Museo de Ciencia de Londres "el Antropoceno define un nuevo periodo en el que las actividades de los humanos dominan el funcionamiento del planeta"23.
 
Siempre referencias etéreas, en las que no se hace ninguna alusión a un determinado modo de producción caracterizado por cierto tipo de relaciones sociales y tampoco al modo de vida que se deriva de dicho modo de producción. Desde luego, en una especie de disonancia cognitiva resulta fácil mirar para otro lado, no ver al capitalismo, y centrar la atención en el homo sapiens, como si las responsabilidades en la destrucción del planeta tierra fueran simétricas, como si no existiese desigualdad social y económica, tanto entre países, como dentro de cada uno de ellos, que conduce a que sea una minoría insignificante de la población mundial (el 1 por ciento) la que se beneficia en forma directa de la expoliación de la naturaleza.
 
Ahora bien, incluso a muchos “científicos puros” les preocupa que se emplee el término Antropoceno por varias razones. Sus dudas se refieren, en primer lugar, a una percepción temporal, hasta cierto punto lógica, que se apoya en dudar de la importancia geológica que pudiera tener un breve periodo de tiempo (de doscientos años o un poco más) si se le compara con los millones de años de duración de las eras geológicas. En ese mismo sentido, se cuestiona que se dé por concluido el Holoceno, tan sólo 11.700 años después de su inicio, lo que es en términos geológicos una bicoca de tiempo. En segundo lugar, los geólogos se centran en los registros estratigráficos y la mayor parte de ellos duda que las acciones humanas de hoy pudieran dejar huella fósil. Estos cuestionamientos tienen poco sustento, porque es evidente que el capitalismo significa un cambio histórico sin precedentes, hasta el punto que tiene impactos que quedan en el registro fósil, tales como el uso de las armas nucleares, la producción de plásticos que pueden durar miles de años en degradarse, o la generación de altos niveles de nitrógeno y de fosfato en los suelos, que proceden de la utilización intensiva de abonos artificiales.
 
Existen dos tipos de argumentación para achacar al homo sapiens la responsabilidad en la destrucción de la naturaleza. Por un lado, el señalar que siempre ha habido esa destrucción y, por otro, indicar que ha habido sociedades que han colapsado en diversos momentos del pasado. En cuanto al primer argumento, quienes señalan con el dedo acusador al homo sapiens indican que desde nuestra aparición hemos arrasado la naturaleza y hemos contribuido a la desaparición de especies vegetales y animales, como sucedió con la megafauna hace varios miles de años. Se sostiene que, en este sentido, no habrían diferencias entre lo que sucede hoy y lo que sucedió en sociedades anteriores: todas serían igualmente destructivas y ecocidas. Elizabeth Kolbert afirma al respecto: Suele decirse que el Antropoceno comenzó con la revolución industrial, o incluso más tarde con el crecimiento explosivo de la población que siguió a la segunda guerra mundial. Según esta visión, los humanos sólo nos hemos convertido en fuerzas capaces de alterar el mundo gracias a la introducción de las modernas tecnologías, como las turbinas, los ferrocarriles y las motosierras. Pero la extinción de la megafauna sugiere que no es así. Antes de que los humanos aparecieran en escena, ser grande y reproducirse lentamente era una estrategia de gran éxito, y los animales de enorme tamaño dominaban el planeta. […] Aunque sea bonito imaginar que hubo un tiempo en que el hombre vivía en armonía con la naturaleza, no está claro que eso haya pasado nunca24.
 
Este tipo de argumentación es bastante discutible, por la sencilla razón que la destrucción de la naturaleza, la extinción de especies, la alteración de ecosistemas que se dieron en otros momentos de la historia humana no tuvieron, de ninguna manera, el alcance, impacto, escala y velocidad de lo que produce el capitalismo. Su alcance fue limitado a casos puntuales, y aunque se hayan aniquilado especies animales y vegetales, nunca se pusieron en riesgo miles de especies o se redujo la biodiversidad en forma brutal como ahora. Su impacto fue limitado en términos espaciales, sin cobijar al mundo entero y a todo tipo de ecosistemas. Su escala en términos cuantitativos y cualitativos es reducida si se compara con lo que acontece en la actualidad, cuando confluyen un sinnúmero de factores negativos a nivel del mundo (extinción masiva de especies, acidificación de los océanos, reducción de la biodiversidad, aumento de la temperatura, deshielo del Ártico, incremento en los gases de efecto invernadero, destrucción de los corales, contaminación….). Su velocidad fue muy lenta, puesto que, para señalar solo un aspecto, el grado de extinción de especies en épocas anteriores no tiene ni punto de comparación con lo que sucede en la actualidad. Edward Wilson lo reconoce en forma explícita cuando precisa que “la tasa de extinción probablemente sea hoy cincuenta o quinientas veces mayor que en los tiempos anteriores al hombre. Casi con seguridad, esa tasa aumentará y alcanzará un orden de magnitud de mil o diez mil si las especies que están en peligro en la actualidad desaparecen y se destruyen los últimos vestigios de algunos ecosistemas, lo que acarreará la destrucción total de las especies que son exclusivas de ellos”25.. Sobre este asunto sostiene el científico Will Steffen, director del Instituto de Cambio Climático de la Universidad Nacional de Australia: "Estamos llevando al planeta a unas condiciones que no han existido en el pasado para la especie humana y nos estamos acercando a unos puntos críticos que será mejor no atravesar. En el pasado, se han rebasado varias veces estos límites a nivel local. La diferencia estriba en que ahora estamos rebasando los límites planetarios a escala global"26.
 
En cuanto al segundo argumento, el del colapso, se sostiene que a lo largo de la historia humana han desaparecido diversas sociedades, y se trae a colación el caso de los mayas (Mesoamérica), los habitantes de la Isla de Pascua (Océano Pacífico), los Anasazi (Sudeste de los actuales Estados Unidos)… El principal representante de esta interpretación es Jared Diamond, quien nunca nombra al capitalismo (ni una vez, en un voluminoso libro de 750 páginas) y cuya base explicativa se basa en sostener que unas sociedades buscan el éxito y otras el fracaso, como si existiese una elección social al margen de los contextos, limitaciones y características de los modos de producción y las formas de organización social. Su análisis apunta a que en el mundo actual, si se toma conciencia de los colapsos de otras épocas, algunas empresas pueden ser ecológicamente responsables y no contaminar ni destruir y los Estados Unidos son presentados como el lugar en donde la agricultura es la más eficiente, lo que no considera su costo energético, que la hace la más ineficiente de todas las que han existido en la historia de la humanidad. Además, no se destaca lo suficiente que el colapso de anteriores sociedades fue localizado, y producto en la mayor parte de los casos de factores exógenos, como colonización y conquista, mientras que el probable colapso de la civilización capitalista tendrá un impacto mundial y se debe a la lógica interna de funcionamiento del capitalismo y a sus diversas contradicciones, que se desprenden de la sed de ganancias, crecimiento ilimitado y explotación intensiva de seres humanos27.
 
Will Steffen, el científico antes mencionado, sin nombrar el capitalismo –porque parece que su nombre quema– sostiene que el actual "sistema económico que nos está llevando de cabeza hacia un futuro insostenible y en el que a cada generación le será más difícil sobrevivir […] La historia nos demuestra que hay civilizaciones que surgieron y colapsaron porque no fueron capaces de cambiar a tiempo: en ese punto es donde estamos hoy en día"28. En definitiva, Antropoceno es un apelativo muy benigno porque en lugar de indicar la responsabilidad del capitalismo, se centra en culpabilizarnos a todos por igual de la destrucción ambiental del planeta y del vuelco climático en marcha. Por eso, no resulta extraño que hasta un órgano ideológico y propagandístico del capitalismo mundial, como la revista The Economist, haya publicado un dossier especial con título “Bienvenidos al Antropoceno”.
 
Estamos en el Capitaloceno
La noción de Antropoceno no da pie para diferenciar responsabilidades y no tiene en cuenta la existencia de unas relaciones sociales, profundamente desiguales, injustas y explotadoras, la característica esencial del capitalismo, y eso pese a que a la hora de ubicar cronológicamente al Antropoceno exista una coincidencia plena con el capitalismo industrial, como es evidente en la propuesta de Paul Creutzen, el inventor del término: Parece adecuado asignar el término “Antropoceno” a la actual era geológica, dominada de muchas formas por el ser humano, como complemento del Holoceno –el período cálido de los últimos 10-12 milenios. Podría decirse que el Antropoceno comenzó en los últimos años del siglo XVIII, cuando los análisis del aire atrapado en el hielo polar muestran el principio de las concentraciones globales de CO2 y metano. Esta fecha también coincide con el diseño de la máquina de vapor de James Watt en 1784 29. ¿Por qué si existe tal simetría temporal, se utiliza una noción genérica que involucra a los seres humanos en su conjunto, de hoy y de ayer, como si en efecto todos fuéramos igualmente responsables de la transformación destructiva del planeta tierra? ¿Si el capitalismo es el modo de producción dominante a nivel mundial y se reconoce la coincidencia plena, de tipo histórico y cronológico, de lo que se denomina Antropoceno con el origen del capitalismo, porque se emplea un nombre tan vaporoso como el mencionado?
 
Nos parece, en concordancia con lo señalado, que es hora de empezar a hablar de capitaloceno, que significa la “época del capitalismo”. Esta época ya no sólo histórica, sino también geológica (más adelante veremos por qué), no empieza propiamente con la Revolución Industrial inglesa, a fines del siglo XVIII, sino unos siglos antes. A ese período anterior se le suele llamar como la época del capitalismo mercantil, o en el lenguaje usado por Karl Marx la “acumulación originaria de capital”. Podría denominársele también con el nombre de capitalismo de guerra, como lo bautiza el historiador Steven Beckert en un extraordinario libro sobre la historia del algodón. Este autor divide la historia del capitalismo en dos fases: el capitalismo de guerra, referido al estadio en que la esclavitud y la conquista colonial fueron la norma y sentaron las premisas para la otra fase, la del capitalismo industrial. La segunda no hubiera sido posible sin la primera, o dicho de otra forma, la industria no hubiera podido surgir sin la esclavitud30. El capitalismo de guerra impulsó la expansión mundial del naciente capitalismo mercantil a gran parte del mundo, mediante la colonización, la violencia y el sometimiento. Esa misma fase coincide con la destrucción de pueblos enteros en África y América, pero también con una conquista biológica que alteró ecosistemas, introdujo nuevas especies y trajo consigo nuevas enfermedades. Este “imperialismo ecológico”, como lo llama Alfred Crosby, tuvo dos consecuencias principales: arrasó con los habitantes de dos continentes y alteró sus ecosistemas; y fue fundamental en el desarrollo del capitalismo industrial en Europa unos siglos después. Desde la perspectiva actual, nuevas investigaciones indican que la transformación ambiental del mundo se aceleró con la conquista de América, que sentó las premisas para la revolución industrial31.
 
De tal manera que esos dos momentos no pueden separarse, ambos forman parte del capitaloceno. El segundo momento arrancaría con la revolución industrial a finales del siglo XVIII y se extendería hasta 1945, cuando desde Inglaterra el capitalismo se expande por el mundo entero, a través del colonialismo y del imperialismo. Desde 1945, con la consolidación del fordismo, se podría hablar, como hacen algunos científicos, de la “gran aceleración”, que condujo a la fase actual del capitaloceno, y comenzó tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando aumenta exponencialmente la población, el PIB mundial, la construcción de represas, el uso de agua, minerales e hidrocarburos, la producción y utilización de fertilizantes, el surgimiento de megaciudades en todos los continentes, el consumo de papel, la producción de automóviles, aviones y motocicletas, el número de teléfonos, el turismo internacional. Aunque una parte de esta fase coincide con la existencia de la URSS, como un sistema que se pretendía diferente al capitalismo, dado su desaparición y la derrota del proyecto que encarnaba –así como la conversión de China al capitalismo– lo que finalmente queda es el capitalismo. Y a éste es al que debe responsabilizarse en solitario como el responsable de las transformaciones, con repercusiones geológicas, que se han producido en las últimas décadas. Este ya no tiene enemigos de peso a quien culpar por el ecocidio planetario en marcha, se encuentra solo ante su misión destructiva. Como consecuencia de la expansión mundial del capitalismo aumentó producción de CO2, metano (CH4), se redujo la capa de ozono, se incrementó la temperatura promedio en el planeta, disminuyó la biodiversidad y se dio paso a la sexta extinción de especies. Este es el resultado, sencillamente, de una de las leyes de la ecología, propuestas por Barry Commoner, que indica que “nada es gratis”. Esos son los costos, ya para nada ocultos, de la expansión del capitalismo en las últimas décadas, de la colonización mercantil del último rincón del planeta y del desaforado desarrollo de las fuerzas productivas-destructivas.
 
 
La “gran aceleración” del fordismo, el camino hacia el abismo, comenzó con los “treinta gloriosos” y tiene un segundo momento después de 1989, cuando se universaliza el capitalismo tras la corta experiencia del socialismo burocrático. La denominación de “gran aceleración” no puede ser entendida si no hace referencia al capitalismo, puesto que un elemento clave de la lógica capitalista es la aceleración temporal y la contracción del espacio, un proceso que tiene consecuencias positivas para el capital y los capitalistas, al incrementar la tasa de recuperación de la ganancia, reduciendo costos (mediante, por ejemplo, la destrucción acelerada de ecosistemas, bosques, paramos, apertura de nuevas minas…), pero que tiene efectos catastróficos para la mayor parte de seres humanos y para las diversas formas de vida. Eso implica un choque de temporalidades, entre el tiempo del capital (inmediato, de corto plazo, medido en mercancías y dinero) y el tiempo de la naturaleza. Un ejemplo claro de esa gran aceleración temporal es el de la extracción de petróleo, que se formó durante millones de años (tiempo geológico) y cuyas fuentes se agotan en un breve período histórico de apenas un siglo.
 
El asunto del tiempo es decisivo a la hora de considerar la manera cómo el capitalismo ha producido alteraciones irreversibles. Debe resaltarse que la máxima mercantil “el tiempo es oro” resume a la perfección la lógica esencial del capitalismo, que se basa en la búsqueda de ganancia inmediata, sin medir las consecuencias que ello pueda tener. Los tiempos de la naturaleza son largos, a menudo de millones de años, mientras que el tiempo del capitalismo es fugaz, instantáneo, inmediato. En ese sentido, cuanto más rápido se gasten los bienes comunes de la naturaleza se incrementara el crecimiento económico y se supone que eso traerá más progreso y bienestar. Pero ese es un prejuicio de corto plazo: Se llega a pensar que cuanto más velozmente se emplean los recursos de la naturaleza, tanto más avanza el progreso […]. Pero este concepto de “tiempo tecnológico o económico” es exactamente al “tiempo entrópico”. La realidad natural obedece a leyes diferentes a las económicas y reconoce el “tiempo entrópico”, es decir, cuanto más rápidamente se consumen los recursos y la energía disponible del mundo, tanto menor es el tiempo que queda para nuestra supervivencia. El tiempo tecnológico es inversamente proporcional al tiempo entrópico; el tiempo económico es inversamente proporcional al tiempo biológico32.
 
El tiempo del capitalismo se sustenta en la búsqueda de la productividad máxima, que es una simple obsesión por “ganar tiempo”: producir siempre más en menos tiempo y con menos trabajo de los seres humanos. Eso ha llevado a la fantasía de “doblar el tiempo”, como se intenta hacer hoy con los artefactos microelectrónicos, y principalmente con los teléfonos celulares, que significa la pretensión de realizar varias cosas a vez, todas mal, sin poderse concentrar en ningún, tal como manejar un automóvil y hablar por celular; trabajar y consultar el celular cada dos minutos; atravesar una avenida repleta de automóviles, con el semáforo en rojo para el peatón con el phone pegado a la oreja; estar en una de clase y chatear… chismosear… Eso no es gratis, porque genera un gasto desmesurado de materia y energía y constituye una brutal aceleración temporal, que destruye los ecosistemas y unifica las sociedades bajo los parámetros mercantiles del consumo y mata la lentitud y la calma. Esto viene acompañado de la mercantilización total del tiempo, lo cual está relacionado con la destrucción ambiental, porque los celulares se construyen con materia y consumen energía a gran escala, puesto que estamos hablando de la existencia de varios miles de millones de celulares, los que al parecer ya superan en cantidad al número de seres humanos. Eso significa que para mantener las conversaciones basura y el consumo mercantil del tiempo es necesario construir nuevas plantas energéticas, que se alimentan con petróleo, carbón, uranio… Como dice Jorge Riechmann: “para preservar el internet móvil mercantilizado que nos promete constante distracción y compañía, así, para salvar ese perverso orden de prioridades, devastaremos la biosfera y destruiremos el mundo humano” 33.
 
Las características del capitalismo, su lógica de funcionamiento, explican que se haya convertido en una destructiva fuerza, que ataca a la mayor parte de los seres humanos y destruye la naturaleza, habiendo originado el capitaloceno (La época del capitalismo). Algunos de los elementos centrales de su funcionamiento son los siguientes:
  • Primer elemento: la acumulación capitalista que crece en forma exponencial e ininterrumpida en la búsqueda insaciable de ganancias. Para obtener ganancias se debe explotar intensivamente a los trabajadores y expoliar el medio ambiente, sin interesar si se destruyen a otras formas de vida. Se supone que puede haber crecimiento al infinito, como requisito de la acumulación de capital, en una tierra cerrada y limitada en recursos.
  • Segundo elemento: para obtener ganancias el capital rebasa las fronteras nacionales y se expande por el mundo en búsqueda de fuentes de materias primas, trabajo barato y nuevos mercados de inversión y consumo. Incluso, algunos lunáticos hoy hablan de la “colonización de Marte”, como forma de huir de la tierra. Esta expansión tiene como motor principal la competencia desenfrenada de capitales, que primero compiten a escala local y luego en el mundo entero.
  • Tercer elemento: obtener réditos en el corto plazo, porque, como decía Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos. Esto supone que no se tienen en cuenta los tiempos de la naturaleza, sino los tiempos del capital y los negocios. Como consecuencia se aniquila a los ecosistemas, tal y como lo evidencia la explotación mineral o de hidrocarburos, ya que no se tiene en cuenta el tiempo de reposición de los ecosistemas (cuando hablamos de bienes renovables) y se actúa en contra de los límites naturales.
  • Cuarto elemento: para conseguir el incremento de ganancia en forma permanente se produce un crecimiento ininterrumpido de las fuerzas productivas-destructivas, lo que se expresa entre otras cosas en el desarrollo de la tecnociencia, lo que lleva a inventar tecnologías más potentes, y que consumen mayores cantidades de materia y energía, para extraer más materia y consumir hasta la última porción de energía disponible. Esto genera una particular forma de arrogancia tecnocrática, para la cual no hay límites naturales, ni de ninguna otra índole, y que postula que tarde o temprano se encontraran las soluciones técnicas a los problemas que ha generado el capitalismo.
  • Quinto elemento: se estructura una jerarquía de valores que exaltan la competencia, el individualismo, el egoísmo, la codicia, la sed de ganancias, el consumismo, la explotación de otros seres humanos, como propias de la “naturaleza humana”. Esos valores son inculcados desde la escuela, y por los medios de comunicación, lo que legitima al capitalismo, que es visto como el orden natural de las cosas, un sistema eterno e insustituible.
  • Sexto elemento: la producción de mercancías obliga a su consumo, para poder obtener ganancia por parte de los capitalistas. Esto conduce a impulsar el consumo, creando necesidades artificiales e innecesarias, como puede verse hoy al examinar gran parte de las mercancías que se generan en el capitalismo, muchas de las cuales son inherentemente nocivas.
 
Con estos elementos, puede concluirse sin mucho esfuerzo que el capitalismo es insustentable a corto plazo. Como indican Fred Magdoff y John Bellamy Foster: El sistema capitalista mundial es insustentable en: (1) su búsqueda por una acumulación sin fin de capital tendiente a una producción que debe expandirse continuamente para obtener ganancias; (2) su sistema agrícola y alimentario que contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el acceso cuantitativo y cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada destrucción del ambiente; (4) su continua reproducción y aumento de la estratificación de riqueza dentro y entre los países; y (5) su búsqueda por la “bala de plata” tecnológica para evadir los crecientes problemas sociales y ecológicos emergentes de sus propias operaciones34.
 
El término capitaloceno hace referencia a un periodo de tiempo reciente, una nueva era geológica, y a una categoría analítica y explicativa. En el primer sentido, establece una cronología para englobar un conjunto de procesos cuyo nexo articulador es la existencia y el predominio de la relación social capitalista, desde el momento mismo de su génesis, como capitalismo de guerra en el siglo XVI, en algunos lugares de Europa y que luego, se expande por el resto del mundo durante los últimos siglos, adquiriendo una fuerza e impacto mundial tras la revolución industrial a finales del siglo XVIII. En el segundo sentido, es una noción que se dirige a dar una explicación de los fundamentos de funcionamiento del capitalismo y sus impactos destructivos sobre el planeta tierra. Busca explicar en forma racional las raíces de lo que sucede. Aunque el capitaloceno representa un período muy corto, su impacto es tal que la mayor parte de las transformaciones que ha generado tienen un carácter de irreversibles. El capitalismo es una fuerza geofísica global, eminentemente destructora, aunque se suponga que es creadora, su carácter devastador es de tal dimensión que puede catalogarse como un nuevo meteorito, pero de origen social, similar al meteorito que se estrelló contra el Golfo de México hace 65 millones de años y que produjo la quinta extinción de especies y arraso con el 90 por ciento de la vida que por entonces existía en la tierra35.
 
Al hablar de capitaloceno no importa tanto que se le conciba como una época histórica o una era geológica, y lo menos interesante es argüir que hoy no pueden leerse los registros estratigráficos que demuestren su existencia. Es poco importante que exista un reconocimiento estratigráfico del capitaloceno. Lo fundamental es el sentido político del término y al desafío cognitivo de orden colectivo que debería generar, que conduzca no solamente a cambiar nuestra comprensión de la realidad, sino lo que es más importante y decisivo, nuestro accionar como sociedades. El asunto es crucial, no es una cuestión terminológica ni una querella entre geólogos. Tiene que ver con el esclarecimiento de las razones y de las causas que producen la destrucción de la naturaleza, la extinción de especies, el vuelco climático, la acidificación de los mares, la destrucción de los corales…. El capitaloceno si está dejando huellas de tipo geológico. Al respecto, uno de los cambios geológicamente más significativos, aunque aparezca casi invisible para nosotros, es la modificación en la composición de la atmosfera: las emisiones de bióxido de carbono (CO2), cuya contribución al calentamiento global es innegable –lo que produce cambios climáticos, concretamente elevación de la temperatura, que no se presentaban hace millones de años– y que permanecen durante miles de años en la atmósfera. Asimismo, el desplazamiento de plantas y animales hacia los polos, un movimiento migratorio forzado por el aumento de la temperatura, que ya se está presentando, va a dejar su registro fósil, en idéntica forma que la elevación del nivel del mar en varios metros, con lo cual se hundirán ciudades completas.
 
Es probable que mucho tiempo después de que nuestros autos, ciudades y fábricas se hayan convertido en polvo, las consecuencias de quemar carbón y petróleo equivalente a miles de millones de toneladas sean claramente ostensibles. El bióxido de carbono calienta el planeta y, al mismo tiempo, se cuela en los océanos y los acidifica. En algún momento de este siglo serán tan ácidos que los corales ya no podrán construir arrecifes, lo que se registrará geológicamente como "un hiato de arrecifes". Estos hiatos han marcado cada una de las últimas cinco extinciones masivas principales. La más reciente, que se cree fue causada por el impacto de un asteroide, tuvo lugar hace 65 millones de años, al final del periodo Cretácico; no solo eliminó a los dinosaurios, sino también a los plesiosaurios, los pterosaurios y los ammonoideos. La escala de lo que les está sucediendo ahora a los océanos es, de acuerdo con muchos expertos, incomparable desde entonces. Para los geólogos futuros, dice Zalasiewicz, nuestro impacto podría parecer tan repentino y profundo como el de un asteroide. (Bienvenido al Antropoceno, la era del hombre36.
 
Entre algunos de los cambios que ha generado el capitalismo se encuentran: un aumento en la tasa de extinción de la fauna y la flora a niveles sin precedentes desde la aparición del homo sapiens; aumento en los niveles de C02 en la atmosfera, que modifica el clima y aumenta las temperaturas, de tal forma que no había sucedido hace 66 millones de años; producción masiva de plásticos, que inundan ríos, lagos y océanos, interfiriendo en la vida de miles de especies; la utilización de fertilizantes ha duplicado la cantidad de nitrógeno y de fosforo en las tierras de cultivo. Se calcula que esto puede causar un impacto sobre el ciclo de nitrógeno que no se presentaba hace 2.500 millones de años; “la presencia de una capa permanente de partículas transportadas por el aire en los hielos glaciares y sedimentos, como por ejemplo carbono negro procedente del consumo de combustibles fósiles” 37. Con estas evidencias, advierten algunos geólogos, "Muchos de estos cambios son geológicamente duraderos y algunos son efectivamente irreversibles"38.
 
Los rasgos distintivos del capitaloceno no apuntan a señalar en abstracto al ser humano como una fuerza geológica en sí misma de extinción masiva, sino al sistema capitalista, como una forma de organización social e histórica particular, cuyo funcionamiento ocasiona los problemas que vivimos en la actualidad. Como tal, desde su origen Homo sapiens ha vivido en diversas formas de organización social, y en ninguna de ellas se puso en peligro global la supervivencia de la misma humanidad y de otras formas de vida a una escala masiva, como hoy acontece. Uno de los aspectos que suele resaltarse cuando se habla de Antropoceno es el tamaño de la población humana, cuyo número creció en forma exponencial en los últimos dos siglos, tras la Revolución Industrial y en forma más veloz en los últimos cincuenta años. Este crecimiento está asociado a las energías fósiles, porque sin ellas no hubiera sido posible, algo que se deriva entonces del mismo desarrollo del capitalismo. Pero un elemento adicional que no puede ser negado es que no todos los seres humanos que hoy vivimos en el planeta tierra tenemos el mismo grado de responsabilidad, puesto que hay una asimetría evidente entre una ínfima minoría de grandes capitalistas y el resto de la población mundial.
 
En otros términos, existe una segmentación en términos de producción y consumo entre unos pocos países y el resto, y más en general, entre los más ricos entre los ricos y millones de pobres y miserables. Oxfam lo ha dicho en sus informes de enero de 2016 y de enero de 2017. En este último proporciona algunos datos sobre la aterradora desigualdad social y económica en el mundo: 1. Cuando una de cada diez personas en el mundo sobrevive con menos de dos dólares al día, la inmensa riqueza que acumulan tan sólo unos pocos resulta obscena. Sólo ocho personas (concretamente ocho hombres), poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas. […] 2. Siete de cada diez personas vive en un país en el que la desigualdad ha aumentado en los últimos 30 años. 3. La desigualdad extrema tiene un enorme impacto en las vidas de las mujeres, sobrerrepresentadas en los sectores con peores salarios y que sufren mayores niveles de discriminación en el ámbito laboral y asumen la mayor parte del trabajo de cuidados no remunerado. Al ritmo actual, llevará 170 años alcanzar la igualdad salarial entre hombres y mujeres. 4. La evasión y elusión fiscal por parte de las grandes multinacionales priva a los países pobres de al menos 100.000 millones de dólares cada año en ingresos fiscales, dinero suficiente para financiar servicios educativos para los 124 millones de niños y niñas sin escolarizar o servicios sanitarios que podrían evitar la muerte de al menos seis millones de niños y niñas cada año39.
 
Con datos como estos, resulta muy amañado seguir diciendo que la población en sí misma es el problema, cuando este estriba en la desigualdad social y económica, lo que conduce a marcados desniveles de apropiación de la producción y el consumo dentro de los países y a nivel mundial40. Claro que debe plantearse un control en el crecimiento de la población, ante la reducción acelerada de los bienes comunes de la naturaleza, pero algo más crucial radica en señalar la destrucción que significa el consumo de los ricos, y el costo ambiental que esto trae para el planeta. No es tanto la reducción de los pobres lo que necesita el planeta tierra, sino más bien la reducción de los ricos y su consumo y despilfarros ostentosamente obscenos. En el capitaloceno la pregunta esencial no es cuánto le cuesta un pobre al medio ambiente, sino cuánto le cuesta un rico, cuestión que apunta a vincular la desigualdad con la destrucción ambiental. Si Antropoceno es una palabra que genera algún rechazo, Capitaloceno va a ser un término absolutamente denostado y ocultado, porque apunta a señalar al sistema capitalista como el responsable de las catástrofes climáticas y ambientales que destruyen diversas formas de vida, asesinan diariamente a millones de seres humanos (pobres y explotados) y pone en peligro la misma supervivencia de nuestra especie. Y plantea, por supuesto, que la única alternativa para que la humanidad pueda sobrevivir es rebasar el capitalismo. En conclusión, nos encontramos en la Era Catastrozoica, del Período “Cabernario”, Época del capitaloceno y el nuevo meteorito que destruye nuestro planeta no viene del espacio exterior, El meteorito de nuestro tiempo se llama capitalismo y resulta inútil tratar de cambiarle el nombre.
 
 
 
Interpelémonos sobre porqué pensamos absurdo e ingenuo proponerse la despetrolización del país-mundo como cambio clave hacia buenos vivires pero no cuestionamos que: "Las Conferencias de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos realizados en Vancouver en 1976, Estambul en 1996, y Quito en 2016 son un testimonio claro de la relación entre la industria petrolera y la agenda de la urbanización planetaria: las ciudades crecientes son motor, justificación y destino de los hidrocarburos y sus derivados; se constituyen en fuente de energía; y permiten incrementar los ingresos y el poder de la industria del petróleo, gas y carbón, de la abrumadora industria automotriz, la petroquímica, la minería, así como del capital financiero especulativo. Este modelo urbano es una expresión de la civilización petrolera y está profundamente vinculado con la crisis ambiental mundial". Reflexionemos sobre:
 
 

Declaración del Oilwatch por un Hábitat despetrolizado
 
26 de octubre de 2016

La Asamblea General de Oilwatch, celebrando sus 20 años de existencia, reunida en Quito en el marco del Foro Social Resistencia al Hábitat III declara:
  1. Las Conferencias de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos realizados en Vancouver en 1976, Estambul en 1996, y Quito en 2016 son un testimonio claro de la relación entre la industria petrolera y la agenda de la urbanización planetaria: las ciudades crecientes son motor, justificación y destino de los hidrocarburos y sus derivados; se constituyen en fuente de energía; y permiten incrementar los ingresos y el poder de la industria del petróleo, gas y carbón, de la abrumadora industria automotriz, la petroquímica, la minería, así como del capital financiero especulativo. Este modelo urbano es una expresión de la civilización petrolera y está profundamente vinculado con la crisis ambiental mundial.
  2. La Nueva Agenda Urbana, lema y objetivo del Hábitat 3, abre la puerta a nuevos patrones de producción, distribución y consumo “sostenibles y responsables”, calificativos que ocultan la obsolescencia, la explotación de la naturaleza y del trabajo humano; el sacrificio de los cuerpos y de territorios como consecuencia de la extracción de petróleo, gas y carbón, fuentes de energía y de insumos para la petroquímica.
  3. Hábitat III promueve e imagina un futuro global esencialmente urbano, desconociendo la importancia de los territorios rurales y el aporte de las comunidades indígenas y campesinas en la sustentación de la vida en el planeta. Justifica el despojo territorial de pueblos ancestrales; el vaciamiento de los territorios para proveer con materia prima a la industria; la urbanización de las selvas, bosques y comunidades campesinas a través de proyectos de “vivienda para los pobres”, “ciudades del milenio” u otros proyectos que se presentan como parte de las agendas sociales, de conservación o de “compensación”.
  4. Para enfrentar la crisis del hábitat, se propone la economía verde, se impone el discurso de la sostenibilidad y se promueven proyectos como los de compensación de la biodiversidad y absorción de carbono, que son más bien estrategias para perpetuar la primacía del mercado y permite que los responsables de esta crisis puedan evadir sus responsabilidades. Estos proyectos justifican la destrucción, desmovilizan y desplazan las comunidades, y enriquecen a las empresas con nuevos negocios, mientras se mantiene y fortalece el capitalismo petrolero.
  5. Los agresivos procesos de urbanización, siempre organizados alrededor de millones de automóviles, provocan desalojos, desplazamientos, invasiones tanto en las fronteras de las ciudades como en los territorios de extracción. La agenda de crecimiento urbano con la construcción de carreteras y la supervehiculación de las sociedades, es sobre todo funcional a la expansión de las fronteras extractivas de nuevas y viejas empresas de hidrocarburos, con viejas y nuevas tecnologías.
  6. Es de especial preocupación para Oilwatch en el marco de la petrolización del hábitat, la ausencia de discusión sobre:
I. El uso y fomento de energías extremas para apuntalar la urbanización agresiva
Las nuevas tecnologías de la industria de petróleo, gas y carbón ligadas a la búsqueda, extracción, transformación, y manejo de desechos,  en lugar de proteger la naturaleza,   y respetar los derechos de las comunidades aumentan los riesgos y los impactos.  La extracción de crudos extrapesados, el gas y aceite del fracking, la extracción de gas asociado al carbón, la minería de carbón y petróleo, la explotación de aguas superprofundas, la biotecnología para la industria petrolera y la expansión de la petroquímica tienen los mismos y peores impactos de los ya observados en el planeta.
II. La creación de nuevas zonas de sacrificio
Las nuevas fronteras de extracción de petróleo, gas y carbón son parques nacionales, territorios indígenas, arrecifes de coral, mares profundos, glaciares y otras zonas de extrema vulnerabilidad, así como los cuerpos de los trabajadores y las poblaciones cercanas a estos proyectos. Destruir estas zonas no solo implica la pérdida de un patrimonio de la humanidad, sino que desatará fuerzas incontrolables de la naturaleza. Las industrias ligadas a los hidrocarburos, incluyendo las petroleras, las de servicios, la minera, la automotriz y la petroquímica están ejerciendo  presiones criminales sobre el planeta y su gente. Se hace indispensable establecer las redes de responsabilidad  que actúan frente a este ecocidio y etnocidio.
La frontera extractiva se expande incluso en las ciudades, causando accidentes, derrames, contaminación, despojo de tierras, entre otros impactos adversos, con riesgos enormes para la vida en el planeta.
III. El análisis sobre las causas del cambio climático y los riesgos de sus efectos sobre las ciudades
La extracción de carbón, petróleo y gas no sólo ha provocado la crisis climática planetaria sino que está provocando desastres extremos, en gran parte, por el carácter experimental de las tecnologías que se usan. Por ejemplo, el fracking está asociado a la generación e incremento de sismos y temblores. La perforación en aguas profundas y la combustión in situ implica graves riesgos para trabajadores y el territorio. Las ciudades cada vez más grandes, son vendidas como espacios de seguridad, bienestar y salvación para las poblaciones que se pretende desplazar, pero son realmente espacios de colapso, en donde se están desatando las peores crisis climáticas.
IV. El exterminio de poblaciones de extrema vulnerabilidad
Los últimos pueblos indígenas aislados que habitan la selva amazónica y el Gran Chaco sudamericano, las comunidades del bosque de la cuenca del Congo, los pueblos pastores del continente africano, las minorías étnicas de Arakan en el sudeste asiático, los pescadores artesanales y recolectoras entre otros, están siendo acorralados por los planes de desarrollo y  extracción de minerales e hidrocarburos.
En los últimos meses en Bolivia, Ecuador y Perú en territorios en donde se realizan actividades de exploración sísmica y de extracción de crudo se ha reportado la presencia de estos pueblos aislados. Siendo estos una prioridad de protección para las Naciones Unidas, urgen acciones inmediatas y la paralización de los proyectos petroleros que amenazan su existencia.
NUESTRA AGENDA POR EL HÁBITAT ES:
Oilwatch trabaja por una civilización post-petrolera, para desfosilizar la economía y descentralizar y diversificar la energía, despetrolizar el sistema alimentario industrial, desurbanizar las vidas de las sociedades, desautomovilizar el transporte, proteger los territorios/comunidades y recuperar las aguas, cuerpos y las selvas.
Oilwatch demanda a las Naciones Unidas bloquear la influencia de empresas en los escenarios de decisión internacional, controlarlas y sancionarlas por sus delitos, transparentar las relaciones de la industria de hidrocarburos y de automóviles con la agenda de crecimiento urbano.
Oilwatch reconoce que los defensores y defensoras de la naturaleza son los únicos que están actuando en responsabilidad con nuestro Hábitat, y demanda parar inmediatamente su criminalización, hostigamiento, estigmatización, desprestigio y judicialización.
Oilwatch celebra las formas cómo la naturaleza se rebela reencauzando los ríos a sus cauces naturales, impidiendo el hallazgo y extracción de los fluidos de la tierra (la sangre de la tierra de acuerdo a los pueblos indígenas) y poniendo frenos a la expansión urbana.
Oilwatch se presta a la construcción de alianzas con las organizaciones urbanas para promover juntos nuevas formas de convivencia, armoniosas con la naturaleza, respetuosas de las sociedades, que construyan solidaridad, democracia y planes de vida en común y por el bien colectivo.
Quito, 20 de octubre de 2016
Fuente: http://www.opsur.org.ar/blog/2016/10/26/declaracion-del-oilwatch-por-un-habitat-despetrolizado/
 
 
Apuntemos, además de la urbanización planetaria, a otros dos desarrollos de la civilización petrolera:
 


a. Los plásticos necesitan ayuda
9 de marzo de 2017
Por Público
Durante muchos años los plásticos han sido un subproducto de la industria petrolífera con dos graves problemas. Producen una variedad de residuos muy engorrosos y difíciles de tratar, a diferencia de los residuos del papel, vidrio y metal. Y se fabrican en infinidad de formulaciones cuyo efecto sobre el medio ambiente y la salud puede ser peligroso, como las que contienen bisfenol A que se usan en revestimientos de latas de conserva. Así no podemos seguir, reconocen todos los organismos, desde la ONU al Foro de Davos.
La industria de estos materiales necesita hacer tres cosas principales: abandonar el petróleo, dejar de producir tantos residuos intratables y fabricar solamente formulaciones que no sean peligrosas para la salud. La ruta de los plásticos hacia la sostenibilidad, visto lo anterior, no va a ser fácil.
Y aquí es donde entramos nosotros, los ciudadanos, que no podemos dar un paso sin tropezarnos con un producto plástico, desde la carcasa de la lavadora al biberón del niño. ¿Qué podemos hacer para ayudar a que los plásticos se encaminen hacia la sostenibilidad? Pues más cosas de las que pensamos. He aquí algunas:
Dejar de usar bolsas de supermercado desechables. Utilizar en su lugar bolsas de la compra de las de toda la vida o carritos. Hay que tener en cuenta que está próximo a su publicación un decreto que prohíbe las bolsas de plástico gratuitas e incrementa el precio de las que se cobran, que ahora es muy bajo (5-10 céntimos).
No abandonar nunca plásticos fuera de su contenedor correspondiente, que es el amarillo de envases ligeros. Así nos aseguramos de que estos materiales pasan por un correcto proceso de reciclaje o al menos que no terminan en la playa más cercana o formando parte de las inmensas “islas de plástico” que ensucian mares y océanos. Se calcula que dentro de unos años habrá más plástico que peces en los océanos.
En general, intentar evitar comprar plásticos desechables. Eso no es fácil, desde luego. En el mercado, preferir los envases de vidrio, papel, tela o metálicos a los plásticos. Las legumbres o el arroz en una bolsa de plástico pueden ser una opción razonable, pero se deben rechazar los sobres de plástico con lonchas de embutido. No sólo el producto sale más caro que si compras a granel, sino que además evitas el riesgo de transmisión de aditivos plásticos potencialmente peligrosos a la carne.
Si puedes elegir, elige productos elaborados con bioplásticos. Tienen diversas denominaciones, pero todos coinciden es estar fabricados con materias vegetales (o algunas animales, como las plumas de los pollos). Por cierto, ten cuidado con los plásticos biodegradables. Si te olvidas una bolsa de este material en un armario, descubrirás que se convierte en una especie de polvo impalpable difícil de limpiar.
Intenta reducir tus compras de ropa con contenido plástico. Estudios recientes muestran que el lavado de tejidos sintéticos en lavadora libera al ambiente grandes cantidades de micropartículas de poliéster y acrílicos, que terminarán en los fondos marinos. Otra fuente de partículas plásticas son las microesferas plásticas que contienen algunos cosméticos.
Hasta ahora todo lo que hemos dicho es evitar, reducir y huir de los plásticos. ¿No tienen un lado mejor? Pues sí, y pueden tenerlo mucho mayor que el actual. Por ejemplo, envases de bioplástico completamente inocuos (es decir, sin ftalatos, bisfenol A y otros componentes potencialmente tóxicos) pueden ser de gran ayuda en la lucha contra el desperdicio de alimentos. También podemos imaginar coches eléctricos muy ligeros fabricados a base de materiales plásticos. Hay todo un mundo de posibilidades para que los insostenibles plásticos dejen de serlo.


b. El petróleo y los alimentos
9 de octubre de 2007
Por Juan Carlos Guerra
Un mundo sin petróleo amenaza nuestra posibilidad de acceder a los alimentos. Para muestra un dato: El 17% de la energía consumida en el mundo se utiliza en la producción, distribución y suministro de productos agrícolas. Este porcentaje se divide de la siguiente manera: 4% a la producción; 5% al procesamiento; 8% al transporte y distribución desde la granja hasta los supermercados. [1]
Dado que el común de nosotros se limita a ir al supermercado a comprar sus alimentos, muchas veces no nos damos cuenta de todo el proceso que agotan esos productos antes de llegar a las góndolas de esos establecimientos. No advertimos que la agricultura moderna depende casi totalmente del petróleo.
El motor de gasolina aplicado a los tractores, los camiones, las maquinas cosechadoras, ha reemplazado a la fuerza humana y a la de los caballos, mulas y bueyes como fuente primaria de energía en la granja. Y no solo en la siembra y el transporte esta la dependencia del petróleo en la agricultura: la producción intensiva de los alimentos también está altamente influenciado por los hidrocarburos.
El uso de fertilizantes y pesticidas derivados de productos petroquímicos han servido de bujía esencial para que la agricultura dejara de ser una actividad familiar para convertirse en una industria y abastecer la alta demanda de una población que ha crecido vertiginosamente en el último siglo.
El uso de fertilizantes y pesticidas comenzó en el año 1950. A partir de esa fecha la demanda de fertilizantes creció de 13 millones a 150 millones de toneladas en el año 2005 y la de pesticidas paso de 90,000 kilos en 1950 a 3,200 millones de kilos en 2005, según el Informe sobre Pesticidas y Fertilizantes de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente.
La mecanización de la agricultura, el uso de fertilizantes y pesticidas derivados del petróleo, así como la introducción de avances en las técnicas de cultivo, han disparado la producción alimentaria, a la vez que han reducido la cantidad de mano de obra humana en la granja.
En un articulo publicado recientemente en la revista Science, titulado "The Mechanization of Agriculture" (La mecanización de la agricultura) se arroja el siguiente dato: "En 1850, un solo agricultor generaba alimentos suficientes para mantener a cuatro personas. En la actualidad, un solo agricultor genera alimentos en cantidad suficiente para mantener a setenta y ocho personas. La productividad agrícola aumento un 25% en los años cuarenta, un 20% en los cincuenta, un 17% en los sesenta, y mas del 28% en la década de los ochenta."
Ese aumento de la productividad agrícola se ha hecho a costa de incrementar la cantidad de petróleo consumido en el proceso. Según Jeremy Rifkin en su famoso libro La economía del Hidrogeno: "Para producir una lata de cereales de 270 calorías, el granjero consume la ingente cantidad de 2,790 calorías para mantener la maquinaria en funcionamiento y obtener los fertilizantes y los pesticidas. Así pues, por cada caloría de energía producida, el tecnificado granjero termina consumiendo diez calorías de energía." (p. 239).
Otro dato mas revelador que el anterior es sacado a relucir por David Pimentel en su estudio titulado "Food, Energy and Society" hecho para la Cornell University, de la ciudad de Ithaca en New York: "Un vehiculo que consume 4 litros de gasolina (un galón) por cada 50 Km.; en diez Km. quema la cantidad de gasolina necesaria para producir una barra de pan". Impresionante.
Un elemento importante es el referente al daño que causa en el suelo el uso de pesticidas y fertilizantes. El suelo se erosiona dada la alta cantidad de estos productos utilizada para aumentar su productividad. La contaminación que se deriva de los fertilizantes es responsable de la mitad de la contaminación actual del agua y de dos tercios de nuestros residuos sólidos.
El uso de pesticidas no es menos dañino, pues contribuyen también a la degradación del suelo. Para que tengamos una idea clara de lo que estamos diciendo, baste explicar que en el suelo habitan millones de bacterias microscópicas, hongos, algas y protozoos, así como gusanos y artrópodos que tienen la tarea de mantener la fertilidad y la estructura del suelo. Los pesticidas al destruirlos aceleran su proceso de agotamiento y erosión.
Los seres humanos consumimos cada vez mas energía para producir alimentos, pero esta producción es siempre menor al consumo. Según C. Ponting en su libro Historia Verde del Mundo: "En las dos primeras décadas de intensa explotación agrícola basada en productos petroquímicos que vinieron después de la Segunda Guerra Mundial, el consumo total de energía en el sector agrícola aumento un 70%, pero la producción alimentaria solo creció un 30%."
Como hemos visto el crecimiento de la producción agrícola, a través de la mecanización y el uso de fertilizantes y pesticidas, ha llevado consigo un aumento significativo del consumo de petróleo generando mayores emisiones de CO2. Lo que nos deja con una conclusión preocupante dadas sus implicaciones: la agricultura intensiva es uno de los principales agentes para el calentamiento global.
Conclusión confirmada por Rifkin en su ya mencionada obra con el siguiente dato: "Para responder a la demanda anual de carne de una familia media de cuatro personas es necesario consumir mas de 984 litros (260 galones) de combustibles fósiles. La quema de estos combustibles libera en la atmósfera 2,25 toneladas adicionales de CO2, la misma cantidad que emite un vehiculo medio en seis meses de funcionamiento normal." (op. Cit. Pág. 244).
Dado este panorama estamos ante la grave perspectiva de que los costos para la producción de alimentos aumente en tal magnitud que cuando entremos en la época en que la producción petrolera llegue a su techo, cientos de millones de seres humanos no estarán en condiciones de adquirir los alimentos necesarios para garantizar la propia subsistencia y la de sus familias. Esto sin contar con que actualmente hay 854 millones de personas que padecen de hambre y desnutrición.
Ciertamente, la humanidad está hoy enfrentada a problemas que amenazan su propia existencia. Decir que el fin de la especie humana esta cerca, seria un gigante acto de alarmismo, los seres humanos todavía estamos a tiempo de salir victoriosos ante estos retos. Indudablemente, a la civilización humana como hoy la conocemos le quedan pocas décadas. Probablemente en el último tercio de este siglo sentará sus bases una nueva civilización que regirá al planeta por los próximos siglos.
Es nuestro deber asegurar primero, que el fin de la humanidad no llegue con el final de esta civilización. Y segundo, tan importante como lo primero, garantizarle a esas generaciones la construcción de su nueva civilización a partir de un mundo en donde la desigualdad, la guerra y la pobreza sean solo capítulos de los libros de historia. La especie humana está en peligro. Pero aún puede salvarse y ser mejor.
[1] Beyond Oil, J. Gever, University Of Colorado, 1991, pag. 172.

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Agricultura Ecológica versus Agricultura Industrial: Algunos Datos Reveladores
26 de abril de 2012
Por Juan José Ibáñez 
Hoy seré muy breve, para vuestro alivio. Ya os comenté que  la Sociedad Española de Agricultura Ecológica -SEAE me invitó a sus Jornadas Técnicas (septiembre 2011) que versaban sobre el manejo ecológico de suelos con vistas a impartir una ponencia. Si bien, otros asuntos impidieron que asistiera a todas las charlas, extraje varias conclusiones que por su interés son dignas de reseñar en este blog, aunque lamentablemente no exhaustivas, por las razones previamente aludidas. En primer lugar, al menos en el seno de la  SEAE,  sus miembros no emplean los contaminantes residuos sólidos urbanos. 
 
Mientras los defensores de la agricultura industrial y de conservación proclaman que bajo principios ecológicos los rendimientos son mucho menores, tal aserto debe ponerse, como mínimo, en entredicho.  Así, por ejemplo, al margen de obtenerse productos de consumo mucho menos contaminados, y como corolario más saludables, las producciones de las cosechas que se mostraron no diferían en demasía. En algunos casos resultaban ser superiores, en otros similares y finalmente los rendimientos pueden ser inferiores entre un 10 y 25%. Todo depende del ambiente, tipo de suelo y materia orgánica que se encuentren a disposición de los agricultores ecológicos, etc. Ahora bien, dado que se elimina (o minimiza) el uso de agroquímicos, como fertilizantes y plaguicidas, el rendimiento energético puede llegar a ser un 70% mayor que en la agricultura industrial. Y por las mismas razones, en términos monetarios, los productores ahorran bastante dinero por este ítem aunque pudieran verse reducidos sus ingresos por otros. Si nos atendemos indirectamente a las externalidades derivadas de la descontaminación de suelos y aguas, así como de sus repercusiones sobre la salud humana, que deben sufragarse con cargo a los erarios públicos, la sociedad gasta menos (en términos energéticos y pecuniarios), consumiendo de paso alimentos que no dañan a la salud pública. ¿Y qué decir del efecto de los transgénicos, sin los cuales la agricultura industrial no podría atender a la creciente demanda de producción mundial alimentaria?
 
Como ya había percibido personalmente de la literatura científica publicada a este respecto, la Doctora Jaizme, que al contrario que este impresentable administrador es experta en el tema, mostró que resulta totalmente imposible extraer conclusiones. En este sentido, a título personal, considero que se trata más de una contaminación deliberada por parte de las industrias e investigadores que se lucran tocando los genes más de lo necesario. Se sabe que los transgénicos cambian los exudados de las raíces y como corolario la composición de las rizosferas. Empero mientras en algunos artículos se habla de efectos negativos, en otros no son detectables y en un tercer grupo positivos. No se avanzará a no ser que conozcamos quien  subvenciona cada uno de ellos. De disponer de estos últimos datos quizás podríamos llegar a ofrecer conclusiones más claras y objetivas.
Resumiendo, devienen en asertos totalmente falaces aquellos que no se cansan de proclamar la superioridad incuestionable de la agricultura industrial en base a transgénicos, excepto en lo que a contaminación de suelos, aguas y alimentos se refiere.
Al margen del volumen  que será publicado en la Revista Agroecología (AE), espero y deseo que la  SEAE cuelgue en acceso abierto, dentro de su página Web, los resúmenes de los estudios allí mostrados. Desde esta bitácora les apoyaremos en la medida de nuestras posibilidades. Fue una gozada conoceros ¡colegas!
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La agricultura campesina puede enfriar el planeta
12 de octubre de 2010

GRAIN

Hay una crisis climática que nos afecta a todos, pero que está golpeando especialmente a los pueblos del campo. Ya casi no es posible predecir las lluvias, llueve cuando no corresponde, pasamos fácilmente de inundaciones a sequías, sufrimos de olas de calor o frío extremo, hay tormentas de viento que antes no se daban, el granizo es más frecuente, el agua está cada vez más escasa, etc. Esto es lo que llaman “cambio climático” o “calentamiento global”. Y su efecto es que cada vez mayor, haciendo  más difícil vivir y producir en el campo. Si esta contaminación sigue el clima estará tan alterado que la vida de todos se hará realmente difícil.
 
Esta crisis o cambio climático se debe a que el aire está contaminado con una serie de gases a los que se les llama “gases invernadero” y que se producen por utilizar petróleo o gasolina, quemar los bosques, destruir los suelos, acumular basuras, criar animales en grandes granjas industriales, etc. Los países del mundo se comprometieron a reducir la contaminación, pero han hecho poco o nada. En diciembre de 2009 los compromisos debían ser renovados en una reunión de los gobiernos llevada a cabo en Copenhague, pero salieron de allí sin comprometerse a nada. Por ello, el presidente Evo Morales llamó a una Cumbre de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra. Miles de asistentes provenientes principalmente de organizaciones populares discutieron sobre las verdaderas causas del cambio climático y propusieron soluciones reales. En diciembre de este año (2010) los gobiernos se reunirán nuevamente en Cancún, México. Diversos movimientos sociales, incluidas la CLOC y la Vía Campesina, se preparan para realizar manifestaciones populares para exigir que los gobiernos ataquen las verdaderas causas de los problemas del clima y pongan en marcha soluciones reales.
 
¿Cuáles son las verdaderas causas de la crisis climática? La Cumbre de los Pueblos concluyó que es el capitalismo, debido a las formas de producción y consumo que promueve y a que pone las ganancias por sobre el bienestar de las personas y de la Madre Tierra en general. La Vía Campesina viene diciendo lo mismo desde el año 2007. También ha dicho que el sistema agrícola-alimentario industrial y el modelo agroexportador que se impone en el mundo es una grave causa de la contaminación que cambia el clima. La Vía Campesina también ha dicho claramente que las campesinas y campesinos del mundo están enfriando el planeta.
 
El año 2009 GRAIN hizo un estudio para determinar cuánta contaminación producía la gran agricultura y cuánto podían enfriar el planeta las y los campesinos del mundo. Los resultados confirman con creces lo dicho por la Vía Campesina.
 
El uso de fertilizantes, pesticidas,  maquinarias y  la destrucción de los suelos provocan algo más de la décima parte de los gases invernadero. Una de las principales causas de la destrucción de los suelos es que ya no se devuelve la materia orgánica al suelo.
 
La producción animal en grandes granjas y concentraciones es otra gran fuente de contaminación: muchos autores dicen que cerca de la quinta parte de los gases invernadero provienen de allí. Esto se debe a que las grandes granjas de crianza producen miles de toneladas de guano y orina que no pueden devolverse al suelo por ser demasiada cantidad. Al acumularse en grandes concentraciones producen toneladas de metano, uno de los gases más contaminantes.
 
Otra fuente de metano son las vacas que comen en exceso o comen muy poco. En las granjas industriales las vacas comen a destajo y, en la medida que las familias campesinas tienen menos tierra, sus vacas comen cada vez más mal. Los procesos simultáneos de concentración de la producción animal y la pérdida de tierras por parte de campesinos, pastores y pueblos indígenas provocan entonces calentamiento global.
 
La deforestación es otra gran fuente de contaminación. La destrucción de los bosques y de los suelos que antes protegían los bosques provoca también casi un quinto de los gases que contaminan y alteran el clima. La mayor causa de deforestación actualmente es la expansión de las grandes plantaciones forestales para producir celulosa, las plantaciones de caña de azúcar y palma aceitera para agrocombustibles y la expansión de los monocultivos de soja para alimentar los animales criados en las grandes granjas.
 
La contaminación sigue adelante con el procesamiento, comercialización y exportación e importación de alimentos. Alrededor de un tercio de todo el transporte terrestre es para llevar alimentos de un extremo del mundo al otro. El procesamiento industrial de alimentos, los envases y la refrigeración en el transporte, en los supermercados y en la casa producen más de un sexto de todos los gases con efectos sobre el clima. Y todo ello no le agrega nada a la calidad de nuestra alimentación. Por el contrario, el procesamiento industrial nos llena de conservantes, saborizantes, antioxidantes y colorantes que son una amenaza seria a nuestra salud y especialmente a la de los niños. Este es un sistema que, por ejemplo, hace que comamos carne y frutas que pueden tener más de un año de antigüedad.
 
Por último, los grandes depósitos de basuras -que aumentan mientras más alimentos envasados compremos- producen cerca del 5% de todos los gases invernadero.
Si sumamos todas estas fuentes de gases contaminantes, nos encontramos con que al menos la mitad de los gases invernadero provienen del sistema de producción agrícola y alimentario industrial.
 
Las alternativas
 
¿De qué forma la agricultura campesina puede enfriar el planeta? Si la agricultura campesina volviese a ser la agricultura predominante en el mundo, una primera forma de enfriar el planeta sería devolviendo la materia orgánica al suelo. Nada más haciendo eso, la contaminación con gases invernadero se reduciría en al menos un tercio. Con ello además mejorarían los suelos y además los fertilizantes serían innecesarios, porque la materia orgánica que hoy se pierde tiene más nutrientes que todos los fertilizantes que actualmente se consumen.
 
Una segunda forma de enfriar el planeta sería recuperando todas las prácticas campesinas para hacer una agricultura sin pesticidas, fungicidas o herbicidas
 
Una tercera forma de reducir la contaminación es desconcentrando la producción animal. Si se apoyara nuevamente la producción integrada y en pequeña escala de cultivos y animales, los animales no producirían montañas contaminantes de guano, sino el guano necesario para fertilizar el suelo. Tampoco necesitarían transportar alimentos para los animales de un extremo del mundo al otro.
 
Fomentar los mercados locales y más pequeños sería otra manera muy importante de enfriar el planeta. Con ello, comeríamos alimentos más frescos, necesitaríamos menos refrigeración y no se gastaría cantidades absurdas de petróleo en llevarlos al otro lado del mundo. Otro cambio importante es que  los mercados locales nos permitirían deshacernos de tanto envoltorio y envase plástico y de procesamientos innecesarios.
 
Por último, eliminar las plantaciones, proteger e incluso recuperar los bosques sería otro aporte extremadamente importante al enfriamiento del planeta.
 
Si sumamos todo esto, nos encontramos con que la agricultura campesina e indígena podrían reducir los gases invernadero en hasta un 75%. Con ello, sería posible exigir a los otros sectores productivos que eliminen la contaminación restante e incluso se comience a limpiar la atmósfera de los contaminantes que se han ido acumulando. El planeta, efectivamente, podría ser enfriado.
Pero para que la agricultura campesina e indígena pueda hacer su gran aporte se necesitan otras condiciones. Se necesita, por sobre todo, que la tierra esté en manos de los pueblos campesinos e indígenas. Por lo mismo, la Reforma Agraria y la restauración de los territorios indígenas se hace hoy más urgente que nunca, como una forma fundamental de asegurar el futuro de la humanidad y de la Madre Tierra.
 
Necesitamos formas de investigación, apoyo técnico y crediticio que no amarre a las familias del campo a los agrotóxicos ni a los grandes poderes comercializadores o exportadores. Necesitamos el fin de los tratados de libre comercio para que la agricultura pueda cumplir su papel social fundamental de alimentarnos sanamente. Necesitamos terminar con las políticas que atentan contra las y los pequeños productores y que dejan a las y los jóvenes sin posibilidades de vivir de la agricultura. En otras palabras, necesitamos soberanía alimentaria y comunidades indígenas y campesinas que puedan vivir dignamente de su insustituible trabajo de alimentar a la humanidad.
 
- GRAIN es una  organización no gubernamental que promueve el manejo y uso sustentable de la biodiversidad agrícola con sede en Barcelona, España.
 
Artículo publicado en América Latina en Movimiento (ALAI), No. 459, "Nuevas tendencias en el agro". http://alainet.org/publica/459.phtml


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