Lo verificamos en qué
Estado K
(que fue el de todos los
gobiernos progresistas)
garantizó impunidad a
las transnacionales y socios locales.
Para ello confrontó con
las luchas por justicia
social y ambiental
que encaminan buenos vivires
convivires abajo.
Comencemos por analizar qué oculta la continuidad del
gobierno de Evo Morales-Álvaro García Linera en apariencia lo mejor del
progresismo:
Populismo y democracia en “tiempos líquidos”
La oferta alternativa: cuando el antipopulismo no basta
8
de mayo de 2017
No sé
si Bolivia está o no ante un fin de ciclo, pero reflexionar sobre el futuro del
populismo supone, necesariamente, elaborar una oferta alternativa, tanto
política como económica. Requiere rectificar, proponer y actuar. El
antipopulismo no basta, es necesario analizar las causas que alimentan esa
oferta política para ofrecer alternativas.
Por Juan Carlos Salazar*
El libro El fin del populismo – ¿Qué viene ahora? refleja desde el
título la encrucijada en que nos encontramos. Sus autores, todos profesionales
de experiencia y prestigio en sus respectivos campos, nos dicen que “Bolivia
está inmersa en un escenario delicado y potencialmente crítico”, en “un momento
crepuscular signado por el ocaso de un modelo económico de impronta populista”.
Como en el sueño
del faraón que nos relata el Génesis, las siete vacas flacas parecen estar a
punto de comerse a las siete vacas gordas que surgieron en los últimos años del
Nilo de la abundancia.
Pero no es que solamente hayan quedado atrás
los años de la bonanza, sino que -como nos dicen los ensayistas- estamos ante
“la decadencia del régimen autocrático y corporativo que lo ha prohijado”, en un
momento de inflexión y en puertas de una “crisis compleja”. Advierten que la
“perplejidad” ante el desafío puede ser paralizante, pero al mismo tiempo
admiten que el horizonte está poco claro. Y se preguntan: ¿qué viene ahora?,
¿cuál es el rumbo a seguir?
Parafraseando a René Zavaleta, quien dijo que
“conocer el mundo es casi transformarlo”, podemos decir que conocer el país y
sus problemas es empezar a cambiarlo. Y eso es lo que hacen los autores al
diagnosticar los males que nos aquejan. Pero no se limitan al diagnóstico.
Buscan y proponen alternativas, a fin de que la
época de las vacas flacas no nos sorprenda “desprovistos de ideas y herramientas
eficaces para preservar la estabilidad económica y evitar que el país se deslice
por una pendiente de inestabilidad e incertidumbre”.
Como dice el
politólogo neerlandés Cas Mudde, en la actualidad es imposible leer un artículo
sobre política sin toparse con la palabra “populismo”, porque en casi todas las
elecciones y referendos se enfrentan, como él mismo dice, a “un populismo
envalentonado y una clase dirigente en horas bajas”.
Después del
triunfo del Brexit en el Reino Unido y de Donald Trump en Estados Unidos, uno se
pregunta si el populismo está realmente en retroceso.
La buena noticia
de las elecciones francesas es la victoria del centrista Emmanuel Macron sobre
la ultraderechista Marine Le Pen, por menos de tres puntos de diferencia, pero
victoria al fin; la mala es que la señora Le Pen y el populista de izquierda,
Jean-Luc Mélenchon, han captado el 40 por ciento de los votos, casi el doble de
los partidos tradicionales -el socialista y el republicano-, y que el señor
Mélenchon se resiste a pedir el voto para Macron en la segunda vuelta. Ha dejado
la decisión en manos de la “inteligencia colectiva”.
Nótese el
tremendo paralelismo con lo ocurrido en España en las últimas elecciones:
Podemos se negó a votar por el socialista Pedro Sánchez, con lo que dejó el
camino libre al conservador Mariano Rajoy. ¿Podría ocurrir algo similar en
Francia? Por ahora, las encuestas dicen que no, pero ¡ojo! con las pinzas de
izquierda y derecha. Esperemos que la “inteligencia colectiva” no favorezca a
la opción xenófoba y antieuropeísta de Le Pen.
Más allá de las
comparaciones fáciles, de si Trump es un vulgar “populista latinoamericano” o el
“peronista del Potomac”, como lo calificó The Economist, lo cierto es que -para
citar nuevamente a Mudde- los populistas, sobre todo de derecha, pretenden
hacernos creer, desde una pretendida superioridad moral, que la sociedad está
dividida entre dos grupos homogéneos y antagónicos, los “puros”, que son ellos,
y la “élite corrupta”, que son los demás; los “puros”, que, obviamente, expresan
la “voluntad del pueblo”; y los “corruptos”, que están en contra de los
intereses populares.
El académico
habla del populismo europeo, pero su descripción coincide mucho con lo que vemos
en este lado del Atlántico.
El periodista,
filósofo y escritor español Josep Ramoneda nos dice que estamos ante un fin de
ciclo, pero no ante un fin de ciclo cualquiera,
sino en
“un fin de ciclo de la
democracia representativa”. Y por eso mismo llama a los dirigentes comprometidos
con la democracia a rectificar, proponer y actuar a partir del análisis de las
causas de la crisis.
Es decir, los convoca a entender las razones de
la irritación ciudadana y a darles una respuesta política, en lugar de
descalificar a los portavoces del malestar y reafirmarse en sus fallidas
estrategias,
porque, con la etiqueta de “populista”, muchos pretenden anular a
quienes han detectado los problemas que los partidos tradicionales no quieren
ver. Ramoneda advierte también que el “autoritarismo posdemocrático” es “un plan
B del populismo”.
“El renacer de
los llamados populismos -nos dice-, responde a realidades muy concretas: la
sensación de desamparo de gran parte de la población, agredida por un proceso de
individualización salvaje; la pérdida de capacidad de la política para defender
el interés general; la aceleración provocada por la globalización que ha
desmantelado tantas pautas referenciales; y la resistencia de parte de las
élites económicas a aceptar que no todo está permitido. Defender la democracia y
las instituciones quiere decir rectificar y proponer”.
Ante el peligro
lepenista, Macron, con sus 39 años, sus títulos académicos, su afición al piano,
su paso por la Banca Rothschild y su pasado socialista, no deja de ser un aire
fresco en la compleja coyuntura europea. Es, como dice la prensa del Viejo
Continente, “un liberal de corazón socialdemócrata”, un “socio-liberal”, un
europeísta convencido, cuya victoria podría marcar, como sostiene el politólogo
Víctor Lapuente Giné, catedrático de la Universidad de Gotemburgo, el inicio de
la “revolución liberal”. Macron se ha situado al lado del canadiense Justin
Trudeau como referente de lo que se ha comenzado en llamar el
“liberalismo-progresista”. ¡Y todo -dicho sea de paso- a costa de la
socialdemocracia!
Esto es lo que
está ocurriendo en el mundo, con referentes y paradigmas que sustituyen
rápidamente a otros.
Estamos viviendo tiempos de
cambio, “tiempos líquidos” -como dirían algunos observadores internacionales-,
tiempos donde todo fluye y nada se estanca. Cambia el mundo y cambiamos
nosotros.
He querido referirme a la situación
internacional por lo mismo que dijo Zavaleta a propósito del conocimiento del
mundo, y porque el destino de toda comunidad, por pequeña que sea, está ligado
y condicionado al futuro de la aldea global.
No sé si Bolivia está o no ante un fin de
ciclo, pero reflexionar sobre el futuro del populismo supone, necesariamente,
elaborar una oferta alternativa, tanto política como económica. Requiere
rectificar, proponer y actuar, analizar las demandas ciudadanas para construir
las políticas que las satisfagan.
Y el libro que hoy presentamos nos da muchas
pistas para hacer frente a este tremendo desafío, para que el “tiempo líquido”
no nos agarre desprevenidos.
No es mi
propósito entrar a un análisis detallado de los textos, puesto que no soy un
especialista, pero conviene decir que este volumen reúne siete estudios de
primer nivel, elaborados por verdaderos expertos que buscan repensar el modelo
de crecimiento desde diferentes perspectivas.
“Su sentido
general -nos dicen sus autores- no es otro que la vuelta a la racionalidad -la
reforma económica y política debe darse a la luz de la experiencia, la discusión
y la crítica- y la confianza en la libertad individual y la capacidad creativa
de la sociedad, lo que conlleva la exigencia (moral y cívica) de
responsabilidad personal”.
En este marco abordan temas tales como la innovación, la diversificación y la productividad; las políticas públicas y las reformas institucionales necesarias para acompañar tales esfuerzos, y para crear un clima efectivo para la inversión y el despliegue del talento y la iniciativa de las personas y las empresas.Lo que nos están diciendo es que el antipopulismo no basta, que es necesario analizar las causas que alimentan esa oferta política para ofrecer alternativas.El gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) suele decir que la oposición carece de visión de país y que, por tanto, no ofrece alternativas al llamado “proceso de cambio”. No quiero decir que los autores de este libro sean opositores, sino que sus ensayos no sólo ofrecen insumos para el necesario debate, sino también para eventuales proyectos alternativos.* Periodista, leído en la presentación del libro de referencia, el 26 de abril pasado; versión de Página Siete
Situémonos en nuestro país y percibamos en disputa a los sentidos comunes y no
al
Estado. Lo que anuncia el desafío abajo de instalar la agenda
pública sobre necesidades e intereses populares y no la electoralista.
Conozcamos y posicionémonos respecto a esa libertad de expresión tan
imprescindible para nuestra independencia de la clase o casta política, de
la politiquería y del poder mediático tanto progresista como ultra
conservador.
El empate pírrico entre una partidocracia agónica y un
pueblo sin liderazgo
5 de mayo de 2017
Por
Jorge Falcone
| Resumen Latinoamericano
Muy a pesar de que en Argentina
la conflictividad social no decrece, todo parecería indicar que el poder viene
triunfando en la disputa de sentidos y contagiando su criterio de éxito a vastos
sectores del campo popular permeados por el insistente discurso de la seguridad
y el respeto a cualquier costo de la propiedad privada.
Pero a pesar de la instalación de dicho imaginario,
el gobierno no atina a combatir la inflación
creando empleo, y la recesión se le ha ido de las manos. Sin ir
más lejos, el crecimiento de 2017 apunta a alrededor de un 2% y su PBI muy
probablemente iguale al de 2015. 2018, en tanto, promete ser un año de mayor
ajuste.
Más allá de la cacareada “lluvia de inversiones”, lo cierto
es que los grandes capitalistas, lejos de apoyar a Macri, lo acusan de
gradualista. Por ende, el modelo económico en curso – que por cierto envidiaría
el súper Ministro de Hacienda de la última dictadura José Alfredo Martínez de
Hoz -, tal como denuncia la militancia antisistémica, no sólo no cierra sin
represión sino que, a falta de reactivación, esa parece ser la herramienta
escogida por Cambiemos para disciplinar a un pueblo que no se rinde, así como
para fidelizar al núcleo más duro de su electorado.
En paralelo, mientras en palacio se tejen y destejen
alianzas con miras a las legislativas de octubre, en la calle una escéptica
clientela electoral se muestra cada vez más refractaria ante l@s candidat@s en
oferta, indicador de que esa gobernabilidad neoliberal tan interpelada durante
las puebladas de 2001 tiene los días contados.
Lo cierto es que, a distancia del frío cálculo
proselitista, el 30% plebeyo no tiene perspectiva de inclusión, porque
ya no hay un Estado en disputa.
Así, en el ámbito laboral, cuando la burocracia sindical no conduce reaparecen las regionales cegetistas, alentadas por un indisimulable recambio generacional en el que gremios como Aceiteros se van constituyendo en punta de lanza, todo lo cual habilita a pensar que, pese a la afligente dispersión de iniciativas conmemorativas del Día de los Trabajadores, la futura unidad del sector será el desafío de los más jóvenes.Pocos analistas de la realidad perciben tales fenómenos como el Papa Francisco, quien detectara antes que much@s al nuevo sujeto social en ciernes, y a quien desvela como a nadie la posibilidad de que éste salte el cerco del asistencialismo que hoy lo apacigua y se decida a “tomar el cielo por asalto”, ya que al Sumo Pontífice se lo mantiene enterado de que en la CTEP se multiplican las voluntades que más que una oficina de servicios exigen una herramienta para construir autonomía.En este panorama, la mujer entra en escena como actor político, más que como feminista, librando en los centros urbanos importantes batallas por la equidad de género, y en las periferias rurales por la defensa de la tierra y el territorio.A todo esto, con el debido respeto por las bases sociales que aún ven en la Dra. Cristina Fernández de Kirchner aunque más no sea la expectativa de alivianar los rigores del capitalismo salvaje, cabe señalar que sus periódicas irrupciones sacuden la siempre trabajosa organización popular autónoma, toda vez que el posibilismo opera como un lastre de lo viejo.
No obstante, aunque la movilización popular refluye sigue
siendo vinculante, ya que reconstruye la autoestima colectiva. Todo indicaría
pues que, pese al “impasse” electoral, de producirse el tarifazo posterior que
auguran much@s economistas, muy probablemente asistamos a una mayor virulencia
de la lucha social.
Previsiones semejantes hoy se hacen extensivas a buena
parte de Nuestra América, escenario ante el cual – por citar un ejemplo –
capitales europeos vienen financiando la prédica continental de referentes seudo
progresistas como “Pepe” Mujica para poner paño frío a posibles rebeliones.
En tanto, el primer presidente yanki con todo el poder
desde Eisenhower, marca la cancha planetaria amenazando a Corea y bombardeando
Siria y Afganistán (enclave que, bueno es recordarlo, ha sido la tumba de más de
un imperio) Con renovada voracidad económica, el capitalismo global hace gala de
poder convivir con países implotados.
Mientras el mundo se reconfigura, en este remoto sur el
pueblo argentino continúa protagonizando un nuevo ciclo de luchas con final
abierto, en medio de la que acaso sea la crisis más profunda del sistema en 200
años.-
Enfoquemos la Unidad
Ciudadana de Cristina Fernández de Kirchner como continuidad de su
bloqueo al rumbo fijado por "trabajo, dignidad y cambio social". En efecto,
propone el freno al ajuste o sea encubre el presente del capitalismo
mundializado, también lo oculta cuando atribuye lo antipopular al neoliberalismo.
En simultáneo, desplaza la derrota del ajuste por la movilización de la
sociedad, la sociedad en movimiento y su politización hacia la delegación en
los representantes votados. Tapa la crisis de representación y el hecho de
que todos
los gobiernos progresistas surgen de:
"una
capacidad popular de veto social que se fue produciendo colectivamente.
Se llegó a un momento en el que no era admisible una forma de ejercicio del
gobierno, una forma liberal, absolutamente pro-capitalista, y así fueron
cayendo esos gobiernos".
De modo
que es crucial la construcción emancipatoria desde abajo y a la izquierda.
Raquel Gutiérrez A.: “pensar
las condiciones de
una política no estadocéntrica”
28 de julio de 2014
28 de julio de 2014
Por: Emiliano Terán Mantovani
Opinión
Charlar con la socióloga, matemática y luchadora social mexicana, Raquel
Gutiérrez Aguilar, empaparse de una visión que se nutre fundamentalmente desde
las luchas populares, desde abajo, y confrontarla con las experiencias y saberes
producidos en el marco de la «Revolución Bolivariana» venezolana, hace de éste,
un encuentro más que fructífero y retador. Con Raquel, quien desde 2011 es
docente en el Instituto de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de
la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, compartiendo espacio con John Holloway
‒con
quien tiene una cercanía teórica‒,
y que además es una investigadora muy poco conocida en Venezuela
‒país
que nunca ha visitado‒,
hemos conversado sobre asuntos medulares para América Latina, como las claves
para entender los procesos recientes en la región, dónde ubicar y cómo mirar al
Estado en las cartografías políticas de análisis, interpretaciones del papel de
los gobiernos progresistas en nuestros procesos de transformación, y también
algunos planteamientos sobre el chavismo y el zapatismo.
ETM: Los
procesos de transformación recientes en América Latina han supuesto también,
tanto un redimensionamiento de las disputas epistemológicas para comprender
nuestros procesos históricos en la región, como la aparición de nuevos
problemas, nuevos elementos, nuevos sujetos. ¿Cuáles son las claves que propones
para interpretar estos procesos?
RGA: Yo
leo la historia reciente de América Latina a partir de las luchas que se han
protagonizado desde abajo, y que fueron un conjunto de luchas muy potentes, muy
decisivas, muy masivas, que se fueron relevando. Podemos empezar justamente
desde aquel «Caracazo» inaugural, empezar a ver en los noventas el acuerpamiento
y la potencia del movimiento indígena ecuatoriano, que empezó a ocupar tierra,
que empezó a disputar decisión política, que empezó a cuestionar formas de
exclusión, etc. Pero después, a partir del 2000, vemos una ola enorme de
movimientos en América latina, la sucesión de caídas de presidentes. En Buenos
Aires, por la lucha bonaerense básicamente, por la lucha piquetera,
pero que era una lucha en toda Argentina, y que descarriló el proyecto liberal
menemista, obligando y empujando a una reconstitución posterior. Vemos la ola de
levantamientos y movilizaciones en Bolivia que desde el 2000 en Cochabamba,
después con los continuos cercos a la ciudad de La Paz que estableció el
movimiento Aymara, con la insurgencia cocalera de Evo, fue desgastando
totalmente el modelo neoliberal en Bolivia hasta su caída y hasta la posterior
llegada a la presidencia por Evo Morales, uno de los representantes importantes
de esos movimientos que protagonizaban la lucha. Y así podríamos seguir pasando
lista. Esos que mencioné son los casos más conocidos, los casos más estridentes.
Yo tengo la impresión de que lo que se acentuó en esos momentos
fue una
capacidad de veto social, se fue produciendo colectivamente una capacidad de
veto.
Se llegó un momento en el que no era admisible una forma de ejercicio del
gobierno, una forma liberal, absolutamente pro-capitalista, y así fueron cayendo
esos gobiernos. Entonces, ese es un primer punto que me parece muy relevante.
Es decir, detesto expresarlo con claridad, las lecturas que parten de arriba
hacia abajo, que parten de
la omnipotencia, omnisciencia y gran sagacidad generalmente de un gran barón,
porque esa es una acción de desconocimiento radical de ese protagonismo de
quienes ponen el cuerpo en los caminos, en los bloqueos, en las luchas, etc.
Hombres y mujeres, niños, ancianos y ancianas, sociedad movilizada, sociedad en
movimiento, ¿a partir de qué? A partir de sus heterogéneas y polimorfas tramas
asociativas, que llega un momento en que se politizan. Entonces, no estoy
desconociendo la relevancia de organizaciones estructuradas de manera más
canónica, de las figuras de agregación sindical, frentista,
partidaria; estoy al mismo tiempo tratando de plantear una línea para
descentrarlas del protagonismo, y ver, tomar interés y darle la importancia a
eso, a lo cual no se le da.
En la narrativa del gran sujeto moderno que disputa al otro gran sujeto abstracto que es el capital ‒ entendido como relación social, pero de alguna manera inasible ‒, se le contrapone otro gran sujeto mítico en la figura de un caudillo, en la figura de un partido, en la figura de una gran organización sindical, que lo que hace es empañarnos la mirada para entender con mucha mayor claridad y con mayor profundidad este conjunto de actividades cotidianas, sistemáticas, desparramadas, desagregadas por el mismo capital, pero susceptibles de politización y de veto de aquello que no les conviene. Esa es mi clave de interpretación de la realidad latinoamericana, de ahí que yo nunca fui particularmente entusiasta por los gobiernos progresistas, sin estar en contra de ellos. Simplemente, ahí no me parece que está ni lo más interesante, ni lo más creativo, ni lo más capaz de producir novedades políticas que trastoquen y subviertan las relaciones de dominio del capital, me parece que eso está en lo otro. Y me parece también que la subversión de las relaciones del capital, de su domino, de su control, de su continua cadena de despojos e imposiciones, va de la mano con un sujetar políticamente a las personas, a estas tramas comunitarias centradas en la reproducción de la vida, polimorfas y susceptibles de asociación, que intervienen diciendo “no”, pero después, cuando empieza el momento de la positivización, son capturadas por acciones extranacionales. Y eso, siento yo, que es algo que ha pasado sistemáticamente en los propios países con gobiernos progresistas.
El gobierno venezolano, honestamente, no conozco exactamente cómo pasa, pero
tanto de los otros dos que son sus “primos chicos", el señor Correa y el señor
Morales, y los gobiernos que ellos encabezan,
me parece que han concedido demasiado en términos de reconstrucción de formatos
y leyes, formatos institucionales y andamiajes legales absolutamente
concordantes con el orden de acumulación del capital. Con un orden de
acumulación del capital un poco distinto que, por ejemplo en el caso boliviano,
limita y se trata de desatar de las corporaciones trasnacionales más poderosas
del mundo que anteriormente estaban ahí sujetando, pero que vuelve a atarse a
otro tipo de intereses, como los intereses de la oligarquía brasileña.
Finalmente,
la lucha potente protagonizada por estas comunidades que se suelen insolentar,
que se insubordinan y que pueden abrir caminos de reconstrucción de la
posibilidad de convivir de otra manera, no tiene nada que ver con escoger entre
modalidades de la acumulación del capital, sin negar que hay algunas más
profundamente depredadoras de otras, pero sabiendo al mismo tiempo que a la
larga van a ser lo mismo, y van a caminar en el mismo camino. Porque finalmente
–otra vez‒,
la relación de los procesos de acumulación del capital se basan en la
devastación, se basan en la desposesión y se basan en la explotación.
Entonces, partiendo de ahí ya tengo un panorama.
ETM: Creo que en la
actualidad tenemos signos muy claros de que estos recientes procesos de cambio
de corte progresista en América Latina parecen estar ralentizados o estancados,
donde además se han abierto espacios para que diversas fuerzas reemerjan y estén
disputándose, con más vehemencia, la hegemonía y el control político en varios
de esos países. Dado este escenario, ¿cómo visualizas el panorama de la región,
y en especial el de los gobiernos progresistas para los años venideros?
RAG: La cosa es que yo siento
que estos gobiernos progresistas en realidad se han dado un tiro en el pie,
porque han desconocido la fuerza de donde salieron, y han concentrado sus
esfuerzos en los últimos cinco o seis años en conseguir las condiciones
organizativas y políticas para cabalgar esos movimientos, para cooptarlos, para
capturarlos política y organizativamente, es decir, para limitar su capacidad
beligerante y sobre todo su posibilidad de relanzar objetivos políticos.
Entonces, lo que ha ocurrido es que ha habido un re-monopolización de la
decisión sobre el asunto general que excluye a los protagonistas que produjeron
los propios gobiernos, y que se coloca sobre ellos a título de esa cosa
abstracta que es “la nación” –que es la unidad ideal para la acumulación de
capital‒,
y se ha convertido en una especie de “administrador general” de cosas, en vez de
auspiciador de procesos transformativos; y eso colapsa porque tiene un límite.
Los gobiernos progresistas ahora están acosados desde varios lugares, se ven
amenazados, están siendo deglutidos por el capital chino en Ecuador
‒el
“deglutidos” en sentido literal‒,
y en el caso boliviano están siendo acosados, por ejemplo, por las
trasnacionales de la agroexportación, con las que nunca se desataron. Y sí,
tienen una creciente capacidad todavía en Bolivia, un poco más fisurada en
Ecuador, de establecer términos de control sobre sus propias poblaciones, de
generar procesos muy simulados
‒porque
son copia y calca de la democracia procedimental que hace diez años estábamos
tratando de hacer caer, tratando de habilitar procesos de producción de la
decisión política mucho más vastos, mucho más profundos‒;
tienen esa capacidad allí, pero cada vez menos tienen esa capacidad de
confrontar ofensivas como la que está atravesando Venezuela, cada vez están más
incómodos para eso, cada vez son más vulnerables,
porque hay un error
sistemático en esta cuestión de dónde viene la fuerza, de quiénes son los
protagonistas de la transformación social. Hay una confusión tremenda, y es que
los 300 ó 400 años –porque si ponemos una generalización de relaciones tendencialmente liberales y capitalistas a partir de las reformas borbónicas del XVIII,
digamos, para contar– hay históricamente una tendencia a ese desconocimiento de
la fuerza colectiva, una tendencia hacia una individualización brutal, una
tendencia hacia centrar la mirada en estos
procesos llamados modernizadores pero que son en realidad acciones brutales de
«despojos múltiples», porque son despojos múltiples en términos de riqueza
material y despojos de capacidad política.
Entonces, no me extraña que estén desgastándose, viéndose más débiles, teniendo que conceder más cosas, viéndose acorralados por otros intereses, etc. La fuerza no era de ellos, nunca lo ha sido. Ellos fueron fuertes en tanto fueron expresión de ese conjunto de tendencias y de anhelos que se pusieron en juego y no pueden dejar de serlo, pero al mismo tiempo su intención fue tratar de dejar de serlo. Entonces, dan “gato por liebre”, es tremendo porque se expropia la capacidad de producir decisión sobre asuntos generales y se le devuelven bonos focalizados para permitirte consumir un poco más. Eso no es algo que estuviera planteado en el horizonte comunitario popular que yo creo que sí despegó, se hizo visible, audible, perceptible en América Latina en la década pasada.
Y ahora tenemos una revisión de los esfuerzos que ya hemos visto ocurrir, una revisión “trucha” ‒diríamos a lo peruano‒, una revisión pirata de una película que ya vimos, porque ni siquiera es un esfuerzo por reconstruir unos Estados más o menos parecidos a los tramos de bienestar que tuvimos en otros momentos, con Estados realmente fuertes que emprenden acciones económicas realmente serias. Tenemos una especie de Estados que negocian, que se arrogan en el mundo del mercado que domina al mundo, en calidad de titulares de la posibilidad de negociar lo que no es de ellos a partir de regímenes de concesión, por un lado, igualito que los gobiernos liberales más horribles como el de Colombia y el de México; y por otro lado, tenemos políticas de tutela a partir de programas focalizados. Entonces, concesión y tutela, los dos grandes pilares que, al menos en los países andinos de altura, quisieron destrozar y hacer caer estos movimientos, los ves reinstalados por los gobiernos progresistas que sí, mantienen cierto control y van a ganar las elecciones, con ese procedimiento tramposísimo que es el procedimentalismo electoral, y más si estás ocupando el aparato del Estado. Pero qué de aquellas grandes deliberaciones públicas, qué de aquella apropiación de la capacidad de decidir y de incidir, qué de aquella capacidad que la vimos existir. Bueno, por eso se dieron un tiro en el pie, entonces caminan cojos y a ver hasta dónde llegan, y caminan despacito, en eso va esa ralentización que tú ves, ese debilitamiento, así lo veo yo.
ETM: Si
estos gobiernos son tan funcionales al capital, ¿por qué el ataque imperialista
que se ha dado constantemente sobre estos países? ¿Cómo podríamos explicar esa
contraposición? Históricamente, uno ve que los sistemas más funcionales han sido
más bien sostenidos por los grandes capitales, evitando las conflictividades
internas y tratando de mantener justamente el orden. ¿Cómo tratar de entender,
si son tan funcionales al capital, que haya ese ataque de diversas formas?
RGA: O sea, los ataca el
imperialismo estadounidense, no los ataca el capitalismo ruso reconstruido: es
su aliado. No los ataca el capitalismo chino explotador: es su aliado. Entonces,
lee a nivel más amplio el conjunto de dinámicas, de confrontación geopolítica
que nos tienen al borde de la “N” guerra mundial, que nos tienen en vilo, porque
se está amenazando una confrontación muy drástica en momentos de una depresión
en el propio corazón del capitalismo industrial, que no acaba de terminar, que
no termina, y eso exacerba las contradicciones interimperialistas, como lo dicen
los clásicos. Pero es un recorte heredado de una lectura de los años 50, el
pensar que el imperialismo capitalista es solamente encarnado por los Estados
Unidos, y de lo que yo estoy hablando es de la relación del capital. Estos
gobiernos progresistas tienen de donde escoger, y eso es lo que han estado
negociando. Han estado negociando con el diablo habiéndose disparado en el pie,
pues, por eso es que están “remal”.
ETM: Si hipotéticamente,
se abriera en América Latina un nuevo proceso de reconstitución de un bloque
popular sobre la base del descontento social, donde se conjugaran los
movimientos sociales con los ciudadanos explotados, excluidos e indignados, y se
abriera un nuevo camino para la transformación profunda de las sociedades
latinoamericanas, o al menos de algunos países, ¿qué papel podría jugar el
Estado, tomando en cuenta sus propios límites estructurales, en la configuración
de procesos sociales de transición? ¿Qué rol juega no sólo en la dinámica
interna de un país determinado o de un bloque, sino en la geopolítica?
RGA: Pues,
me haces una pregunta que a mí me saca de mis cánones comprensivos. Yo no suelo
pensar desde el Estado porque no me interesa, y no es que sea un antiestatalismo
furibundo, es que a mí lo que me interesa es la lucha; porque lo que veo es que
es en la lucha donde se pone en juego la cosa, la posibilidad misma de
producción, la posibilidad misma de que tenga sentido tu pregunta. Entonces, lo
que estoy reflexionando desde el año 2009 cuando se empezó a sentir, a percibir
ya el aquietamiento de estos ritmos de transformación, se da sobre la base de
dos ideas centrales que me dan mucha luz: por un lado, el hecho de tener mayor
claridad y de seguir trabajando con una postura política de abajo que sea “no
estadocéntrica”, es decir, no estoy diciendo que sea antiestatal, a veces es muy
bueno tener un aliado en el Estado, pero ese no puede ser el objetivo nunca. Si
nos colamos de chanfle como en Bolivia colamos a Evo, de chanfle absoluto, a la
presidencia del gobierno, cuando se deciden las elecciones presidenciales de
2005, las que gana Evo, tenías el país paralizado por bloqueos en todos lados.
La gente movilizada fue capaz de poner cercos en La Paz, cercos en Sucre, cuando
el congreso se traslada a otra ciudad para poder sesionar y decidir las medidas
contra la población. En fin, ahí se desplomó, ahí quedó muy evidente que ya los
que estaban gobernando no podían gobernar, que se había quebrado un orden de
mando.
Entonces, lo más importante de ese momento, lo que yo he aprendido y eso es a
lo que pongo mi esfuerzo, es en pensar las condiciones de una política “no
estadocéntrica”, que puede hablar con el Estado, pero me interesa pensar y pulir
la política desde lo “no estadocéntrico”, es decir, cómo conservamos el lugar de
enunciación y la autonomía material, política y moral para continuar logrando
establecer una discusión política de altura con aquel que gobierne, sea quien
sea. Y la respuesta que voy encontrando, es que el punto de partida no puede ser
la recomposición de la acumulación de capital, o variar los términos de la
acumulación de capital, sino que tiene que ser el concentrarnos realmente en
entender y analizar el ámbito de la reproducción material de la vida social y
establecer desde ahí, desde las necesidades que estén produciéndose ahí, los
términos que tienen que guiar la actividad política de los que estén fuera del
Estado, y la posibilidad de mandatar a quien ocupa el Estado. Un poco así me
estoy imaginando la cosa.
Entonces, a partir de eso, si tú me concedes toda esa premisa, pues yo te trato
ahora sí de responder a tu pregunta, pero es totalmente hipotética. ¿Qué cosas
sí necesitamos y qué cosas no necesitamos? Eso es algo que tiene que deliberarse
socialmente. ¿Qué cosas sí queremos y qué cosas no queremos? ¿Qué cosas podemos
proponernos producir, qué cosas no podemos no necesitar, y qué cosas podemos
aplicar? Esa discusión social no es una cuestión de expertos decidiendo, esa
deliberación general, para ir dando respuestas a esas preguntas, pues, sería la
clave que me marcaría el tono de con qué capital y con qué procesos de
acumulación negocio y de cuál comienzo zafarme. Así un poco me lo imagino, pero
es una perspectiva.
A mí me da la impresión de que la contradicción principal, fundamental, que vivimos en América Latina es entre estas tramas comunitarias cada vez más despojadas de su posibilidad de reproducir su vida material y estos consorcios trasnacionales. Entonces, la cosa es cómo desde esta fuerza los repliegas, cómo te da tiempo ‒y que necesitas tiempo, esto es una cuestión de escala y de ritmo, es una cuestión de tiempo también‒, cómo empiezas a producir, cómo se empieza a producir colectivamente esta discusión, esta deliberación política sobre el modo que queremos vivir, y de ahí se va mandatando a quien ocupe la figura o lugar del Estado, de qué cosas sí se necesitan y qué cosas no. Así me imagino yo el comunismo de nuestra era, no el Socialismo del siglo XXI, sino eso.
ETM: Tomando en cuenta que
cada país latinoamericano tiene sus diferencias, ¿cómo impulsar, desde estos
sentidos que analizas, un proyecto emancipatorio en países en los cuales,
condiciones de relativa fortaleza de las tramas comunitarias, de relativa
organización social, no están dadas en su punto? ¿Cómo hacer cuando estos
tejidos comunitarios y las formas de organización popular han sido severamente
lesionados y desmembrados por un proceso de destrucción, de despojo largo y
prolongado? ¿Cómo podríamos pensar en esos escenarios un poco más complicados?
RGA: Yo
creo que estos pensamientos tienen un carácter muy particular y son pensamientos
que emergen desde situaciones, que están situados. Porque si te estoy hablando
de que yo trato de aprender de las luchas, que mi escalpelo para entender las
cosas es desde las luchas, es en medio de las luchas, entonces esto no te lo
sabría responder así en frío. Pero lo que yo pienso es que las luchas potentes
que ha habido en esos países en los momentos críticos, son los que tienen que
poder alumbrar otras posibilidades. Porque el pensamiento que dice que no hay
otra posibilidad que la que está siguiéndose es un pensamiento conservador y
cobarde. Entonces, esa esterilidad es de la que hay que renunciar. ¿Y dónde
están los momentos genuinamente fértiles para abrir las posibilidades? En los
momentos de quiebre, como decía Walter Benjamín, los momentos en los que las
contradicciones quedan iluminadas, los momentos en los que las posibilidades
también se delinean al menos como aspiración.
Bueno, qué pasó en esos países, ¿de cuál hablamos? ¿De Venezuela? Qué pasó en
el "Caracazo", qué pasó en la defensa de Chávez durante el golpe de 2002, qué
pasó en otros momentos importantes de protagonismo de la población venezolana en
su heterogeneidad. No sé si ahí haya o no haya tramas comunitarias, pero lo que
sí sé es que tiene que haber algún tipo de forma asociativa, porque la gente no
vive sola. Que pueden ser formas asociativas despolitizadas, pero qué hicieron
esas personas, esos hombres y mujeres concretos en esos momentos, qué quisieron.
Yo lo que haría sería estudiar eso y capaz encuentro que hay lugares donde eso
no existe, pero capaz encuentro que sí hay.
ETM: En estos procesos de
transformación regionales, en sus diversos grados, donde resalta el bloque
diverso que supuso los planteamientos más radicales, más alternativos, como lo
fueron Venezuela, Bolivia y Ecuador, y algunas reivindicaciones populares en
otros países, finalmente, vemos que todos ellos terminan convergiendo y
reinscribiéndose en la máquina capitalista, todos terminan redimensionando los
modelos capitalistas/rentistas que son los modelos predominantes en América
Latina. ¿Cómo desconectarse de estos proyectos y en qué sentido el proyecto del
zapatismo puede ser aún una referencia para las dinámicas políticas
emancipatorias de nuestra región?
RGA: Yo sigo sintiendo que el
zapatismo es una experiencia tremendamente valiosa, sin que necesariamente tenga
que ser referencia. Yo siento que la experiencia zapatista y todos sus
esfuerzos, y ahora todos esos esfuerzos desde los últimos diez años de construir
un autogobierno, de establecer condiciones, de relanzar siempre su posibilidad
de autodeterminación, por supuesto territorialmente asentada y defenderla, lo
que son es un ejemplo de perseverancia, y en ese sentido, como ellos mismos
dicen siempre, a lo más que pueden llegar es a ser un espejo, no un referente,
un espejo para que otros problemas se vean en ellos y decidan como le hacen. Esa
es la cosa, otras voces han puesto al zapatismo como modelo, yo siento que los
zapatistas no se han puesto ellos mismos de modelo nunca. Ellos lo que hacen es
decir que sí y que no, y tratan de lanzar conversaciones con el resto, pero no
están tratando de ser una teoría general, no están tratando de pretender que
pueden resolver ellos todos los problemas. Toman un lugar bastante más humilde,
que yo creo que nos convendría tomar.
¿Por qué pretendemos desde otro flanco ideológico, ocupar el mismo lugar al que
han ambicionado las élites dirigentes del capitalismo a lo largo de los siglos?
¿Por qué tendríamos que ser como ellos? ¿Por qué tendríamos que aspirar a un
lugar particular y afirmativo, que es el lugar del Estado? ¿Por qué no mejor
ensayamos una lucha tenaz en términos particulares y vemos hasta donde llega, y
otra, y otra, y nos preguntamos por los problemas que tienen esas luchas en
generalizarse y en producir puentes que les permitan reforzarse mutuamente? A mí
esas preguntas me parecen más interesantes que cómo pueda ser el modelo de
Estado X, porque eso no lo sé, y porque además en el momento en que haces las
preguntas desde ese lugar, ocupas un lugar de enunciación que va a jalar tu
propio pensamiento hacia condescender y hacia establecer términos de
reconstitución de mando, de desconocimiento de protagonismo, etc., ya ha pasado
muchas veces. Entonces, hay que relanzar las preguntas, me parece.
ETM: ¿Cuáles preguntas
propondrías tú, por ejemplo?
RGA: La
de cómo puede continuar la lucha, desde cómo pueden ser modos más agudos, de
cómo pueden haber articulaciones autónomas entre las luchas, de cómo se puede
pensar en la transformación a partir de la reproducción social de la vida
material –lo cual parece un oxímoron-, de cómo se puede descentrar el asunto de
entender la vida a partir de la reproducción del capital. Preguntas políticas,
preguntas epistémicas, preguntas de fondo. Esas son las que me gustan, esas son
las preguntas de la lucha.
ETM: Cuando uno piensa en
la idea de «agrietar el capitalismo» de Holloway, se pudiese decir que reconoce
que los proyectos populares emancipatorios se enfrentan a un sistema que está en
cierta forma omnipresente o intenta estarlo en la cotidianidad, en la
territorialidad. Y esta idea de agrietar el capitalismo pudiésemos llevarla, y
disculpa que insista, al carácter de relación social que también tiene el
Estado. Si como has dicho, el proyecto no debe ser estadocéntrico, pero reconoce
que el estado existe, ¿no habría una posibilidad también de admitir que hay que
agrietar al Estado?
RGA: Claro
que hay que agrietar al Estado, claro, pero el Estado no se agrieta solo. Hay
que agrietar el Estado y el Estado se agrieta desde afuera. Y si puedes colar a
alguien para que ayude a meter un barreno y haga palanca, pero tienes la fuerza
para que cuando te quiera pegar a ti con el barreno tú le dices: “oye, cálmate,
te tocaba palanquear para que se cayera lo que había”. Eso es un poco lo que
siento. Es que uno siempre está atravesado por la propia relación del capital
también, entonces uno siempre está desgarrado entre lanzar el vínculo con el
resto de una manera y otra, instrumentalizas o acuerpas, explotas o cooperas,
pero puedes hacerlo. Y no estoy tratando de reinstalar una especie de
individualismo metodológico porque yo siempre trato de pensar las cosas en
términos colectivos, pero lo que quiero decir es que siempre hay amplias
matrices de posibilidades, y que la estatal no es la única.
Entonces, vámonos construyendo palabras, términos, categorías analíticas para
ir distinguiendo desde afuera del Estado cómo queremos que sean, si alguien
tiene que estar ocupando en el mando, en vez de estarles echando porras. Y eso
no quiere decir que tú te pongas en una condición de sistemático desafío, de
sistemática contraposición, de ninguna manera, pero la fuerza social capaz de
protagonizar la transformación social no puede renunciar a pensar con su propia
cabeza, a hablar sus propias palabras, porque si no le aventamos una película.
Eso siento. ¡Ya está muy rollero esto! (Risas)
ETM: Déjame hacerte un par
de preguntas más. ¿Cómo evalúas los procesos de consolidación o germinación de
tramas comunitarias en el marco de la última década en América Latina? ¿En los
países más tocados por estos procesos de cambio, han crecido, han florecido, o
por el contrario se han visto en retroceso?
RGA: Mira,
las tramas están de por sí. En los lugares en los que el capital ha avanzado
tremendamente las tramas se destejen, por supuesto que sí, pero las tramas se
regeneran también en otras partes. El problema duro que hay que ver es la
despolitización creciente de esas tramas, ese es el verdadero problema, ese el
tiro en el pie, la despolitización de esas tramas. Es decir, su cooptación, su
sujeción, su enmarcamiento en formatos de decisión ajena, la inhibición de su
deliberación, etc. Lo que vimos –que yo te destacaba con mucho gusto porque me
tocó vivirlo, por suerte, en América del sur‒,
ese momento en el que se hace evidente esa capacidad política de la gente común,
es un momento mágico, es un momento feroz, es un momento fuerte. Entonces, cómo
es posible que hayamos regresado al estado de despolitización, es la pregunta
que me quita el sueño, y cómo sería posible volver a contribuir a su
politización. La tarea que yo tomo para mí es la de ir tratando de tomar esa
pregunta desde una especie de razonamiento muy abstracto y tratar de
contestarla, y son todas las cosas que te he dicho, eso es lo que veo. Entonces,
el entramado comunitario no lo veo desbarajado, lo veo reconstruido, lo veo
reconstruyéndose, pero sí lo veo
despolitizado, como en el caso mexicano.
ETM: Finalmente. Las
luchas contrahegemónicas populares, de la izquierda, antisistémicas –como
quisiéramos catalogarlas‒
en Latinoamérica están hermanadas, en el sentido de que todas son producto del
sufrimiento de la explotación capitalista, de la discriminación y el despojo, el
ataque a sus territorios. Pero uno nota al menos en los últimos 20 años que hay
una divergencia marcada. Por ejemplo, por un lado está el zapatismo como una
especie de marca, de característica de cómo pensar la lucha; y por el otro está
el “chavismo”, entendiéndose como un proceso que está enmarcado primordialmente
en torno al Estado. Estas dos corrientes en algunos escenarios parecen
confrontarse, parecen contraponerse, no sólo interpelarse, sino a veces hasta
chocar y señalarse mutuamente. Si uno parte de la premisa de que es fundamental
la articulación de movimientos de lucha, ¿En qué horizontes podemos articular
estas dos líneas políticas, que en realidad están hermanadas por las luchas
anticapitalistas y antineoliberales que constituyen los movimientos desde sus
bases populares, pero que en algunos escenarios aparecen como confrontadas, o
satanizándose unas a las otras? Es decir, ¿Cómo podemos rearticular estas dos
luchas o estos dos campos en un sentido de lucha a escala regional?
RGA:
El zapatismo sí sé que es, el chavismo no me queda muy claro. El chavismo me
parece un término demasiado polisémico, porque el chavismo puede ser la decisión
de Maduro y su almohada, o la lucha generada de todos los venezolanos sacando y
peleando por algo que les compete y deliberando entre sí lo que quieren o no
establecer. Entonces, una tarea para el chavismo, me parece, ahora que falta
Chávez, es establecer los términos del contenido desde esa expresión. Entonces,
bajo el contexto actual me parece que no se puede, no le veo, ¿por qué? Porque
de un lado sí veo que está claro y uno puede opinar lo que uno quiera del
zapatismo, puede haber una guerra tremenda de posiciones, pero está bastante
bien dicho qué cosa hacen y qué cosa no. Y han establecido a lo largo de muchos
años su unidad y la han ido desarrollando, han vuelto sobre ella, y la han
relanzado. Pero digamos que me resulta más comprensible, quizá porque soy
mexicana y porque nunca he ido a Venezuela. Pero la polisemia del término
“chavismo” me parece abismal, porque hay que preguntarse desde la pertinencia de
una política no estadocéntrica, si esta idea, en una de las acepciones del
chavismo, puede ser compatible con uno de los ejemplos contemporáneos más
sistemáticos de plantear políticas estadocéntricas. Pues no se puede. Ahora, lo
que yo creo es que en el proceso y en la lucha larga del pueblo venezolano hay
muchos más contenidos que los contenidos estadocéntricos que quedan explícitos
por lo general, y que son destacados por la prensa internacional, pero a veces
también por el propio gobierno, como si ellos fueran el ojo de Dios o los que
hacen las cosas. Entonces, ahí mi interés sería más bien tener posibilidad de
saber qué más hay, eso me gustaría mucho, entender las fuentes de la fuerza del
pueblo venezolano que nutrieron a Chávez, pero que Chávez no es la fuente.
Puebla, mayo 2014
- Emiliano Teran Mantovani es
sociólogo de la Universidad Central de Venezuela e investigador del Centro de
Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos - CELARG
Descubramos la
mayor trascendencia para la vida y los buenos vivires de la
unión en diversidad que establecen los de
abajo respecto a la Unidad ciudadana
cuya líder, durante sus dos presidencias, promovió el sistema de saqueo
y envenenamiento que es el extractivismo en nombre del consumismo como
bienestar social.
México: Se suman organizaciones al frente
en defensa del agua y el territorio
14 de junio de
2017
Una decena de
organizaciones presentaron hoy el Movimiento para la Defensa del Agua, del
Territorio y la Vida (Modatv), frente social contra la privatización del agua en
el estado y la Ley de Aguas, y a favor de garantizar en el estado el derecho
humano al agua, priorizando el uso agrícola y ganaderos sobre el industrial.
En rueda de prensa, presentaron su plan de
acción para los próximos meses, que incluye movilizaciones y protestas
pacíficas, tomas de presidencias municipales, cierre de carreteras, plantones
ante la Conagua y una concentración masiva en el zócalo para exigir la
abrogación de la Ley de Aguas de 2012.
El nuevo frente social fue conformado el pasado
5 de mayo en Tlaxcalancingo, municipio de San Andrés Cholula, oficializando así
la unificación de luchas que fueron expuestas en el foro realizado en Izúcar de
Matamoros.
Integrantes de Pueblos Unidos contra la
Privatización del Agua (PUCPA), Coordinadora Nacional Plan de Ayala Movimiento
Nacional Puebla, Movimiento Obrero Campesino Urbano y Popular (Miocup), Consejo
Democrático Magisterial Poblano, Asamblea Social del Agua, Unión Popular de
Vendedores Ambulantes “28 de Octubre”, Alianza Popular de Ciudadanos Unidos de
Atlixco, Barzón Poblano, Mixteca Poblana en Defensa del Agua, Movimiento para la
Defensa del Agua y la Tierra (Modat), y Movimiento para la Autogestión Social
Campesina Indígena Popular (MASCIP), anunciaron su adhesión en un colectivo
apartidista que enfrente las políticas públicas de despojo.
“Este colectivo dará la lucha contra la entrega del agua, la tierra, los minerales, etc. a grandes empresas nacionales y transnacionales que vulneran nuestra soberanía nacional, que no dejan un beneficio para los pueblos y por el contrario generan despojo, descomposición del tejido social y contaminación”, dice el primer posicionamiento de la nueva organización.Entre las acciones se contempla impulsar una Ley General de Consulta para Pueblos y Comunidades Indígenas que garantice el ejercicio democrático de los pueblos a decidir sobre el uso de su territorio y la consulta libre, previa, informada y vinculante, con base en el convenio 169 de la OIT.El nuevo frente social exigió también cese al hostigamiento, persecución, acoso, desaparición y asesinato de luchadores sociales, defensores de derechos humanos y periodistas.También buscará declarar reservas agrícolas para proteger los campos de cultivo de la voracidad de los desarrollos inmobiliarios e industriales.
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Colombia: Desde las entrañas de la tierra y junto a los gritos del agua,
Cajamarca dijo NO a la minería
2 de mayo
de 2017
"La victoria de las y los habitantes de Cajamarca, que nace de las entrañas de
la tierra, de la fuerza del volcán Machín y del grito de las aguas, es la
victoria de todas las comunidades rurales y urbanas que durante años han
advertido y sufrido en carne propia lo que significa la minería en sus vidas".
El 26 de marzo asistimos a un hecho histórico
que se convierte en un hito en la lucha de las comunidades populares colombianas
frente a la gran minería del país. La contundente victoria de miles de voces
venidas de las veredas y los rincones más recónditos de este municipio, que
durante años han resistido el embate de la gran minería de oro y han resguardado
su vocación agrícola y campesina, va más allá de un NO rotundo a la minería.
Cajamarca
ha dado una lección a Colombia acerca de la participación y la voluntad popular.
Participando ha mostrado que la paz se construye desde los territorios con
ejercicios concretos y haciendo respetar su voluntad popular, ha desafiado la
“dictadura minera” impuesta desde hace años en nuestro país, en donde para el
sector y para los últimos gobiernos la gran minería lo justifica todo.
Las consultas populares han pasado por varias estaciones de discusión y disputa. Todos los mecanismos de participación ciudadana están consignados en la Constitución desde 1991 pero repetidamente han sido reversados y restringidos como una manera de favorecer intereses particulares. En el caso de la minería, la participación en todos sus espectros ha sido reducida meramente a un trámite, ni siquiera las consultas previas para las comunidades étnicas han sido realizadas de buena fe y con las disposiciones requeridas. No obstante, las comunidades, en su autonomía han recuperado el valor de estos mecanismos de participación ciudadana como una forma legal y taxativa de exigir que su voluntad sea de obligatorio cumplimiento, y además como un mecanismo de protección de la vocación del suelo y las formas tradicionales de habitar el territorio, que son notablemente amenazadas por las actividades extractivas en el país.
Desconocer la importancia y los efectos
vinculantes de las consultas populares, los cabildos abiertos, las iniciativas
normativas y legislativas, entre otros, en la política pública colombiana
resulta anticonstitucional y antidemocrático, además de terriblemente
desafortunado para el momento de post acuerdo que vivimos. No sólo porque
desdibuja el derecho a participar, necesario para construir democracia, sino
porque además nos sigue hundiendo en el totalitarismo extractivo que no admite
voces disidentes y que, en complicidad con los gobiernos de turno, nos sigue
imponiendo la muerte como el único camino a un desarrollo, que está lejos del
significado de buen vivir que las comunidades rurales y populares defendemos.
Sin duda, la victoria de las y los habitantes
de Cajamarca, que nace de las entrañas de la tierra, de la fuerza del volcán
Machín y del grito de las aguas, es la victoria de todas las comunidades rurales
y urbanas que durante años han advertido y sufrido en carne propia lo que
significa la minería en sus vidas. No es necesario irse lejos para constatar que
los argumentos de multinacionales como Anglo Gold Ashanti han sido repetidamente
desmontados: la Guajira, el Cesar, Montelíbano son los ejemplos más cercanos que
tenemos para anticipar lo que podría ser la Colosa y la sentencia de muerte que
la gran minería lleva consigo.
Teniendo en perspectiva que los escenarios de
relacionamiento entre el sector multinacional y las comunidades han sido
extremamente desiguales, la consulta popular de Cajamarca nos muestra que más
allá del dinero y el aparataje corrupto asociado al accionar de las empresas, el
arraigo, el amor y la resistencia por el territorio prevalece en los corazones
de los campesinos y campesinas de nuestro país, quienes son los responsables de
abastecer de alimento a las ciudades y además de ser los cuidadores del agua.
Estos valores sin precio han superado las artimañas mercantiles que las empresas
han utilizado para comprar la dignidad y han mostrado que frente a la gran
minería no existen puntos medios, ni “gana – gana”, como fue expresado por la
viceministra de Minas y Energía, sino una necesidad imperiosa de desmontar el
modelo extractivo trasnacional que sólo nos ha traído pérdidas y afectaciones
irreparables e incompensables.
Por estas razones, nos sumamos a las exigencias de las comunidades de respetar a cabalidad y acatar la decisión del pueblo cajamarcuno de declarar su territorio libre de minería, y del reconocimiento de los mecanismos de participación ciudadana dispuestos constitucionalmente.El talante democrático de las campesinas y campesinos del municipio y del proceso del Comité Ambiental en Defensa de la Vida, del que hacen parte organizaciones de Cajamarca como COSAJUCA (Colectivo Socioambiental Juvenil de Cajamarca), Conciencia Campesina, APACRA (Asociación de productores agroecológicos de Cajamarca), Asociación por la defensa de Chorros Blancos - Asocuencua Chorros Blancos, es una muestra de la autonomía y la soberanía de los pueblos y de la necesidad de una resistencia nacional por la defensa de las aguas.ANUNCIO: Mientras aquí discutimos si es vinculante o no el resultado de la consulta, en El Salvador dan un paso firme para avanzar hacia el post-extractivismo, con la prohibición de cualquier minería metálica.
Discutamos conceptos claves a la
construcción de los buenos vivires convivires abajo
De lo
Común, lo Público y lo Privado
9 de junio de
2013
Al hilo de lo que
escribimos en el anterior post
sobre el cuidado de las personas
hemos de reconocer que han surgido
bastantes reflexiones y debates al respecto. Cuando te paras a observar el mundo de
los cuidados como si
de un hilo del que no puedes parar de tirar se tratara, surgen
debates y conceptos que merecen ser atendidos. Uno de ellos sin
duda es el de LO
COMÚN.
En plena ofensiva
privatizadora de todo lo que huela a servicio público, por parte de los
gobernantes, más que nunca merece la pena que nos paremos a reflexionar cómo
encaramos este nuevo desafío. Como se suele decir, lo
urgente no puede pisar a lo importante y
es por ello que debemos ir
más allá de las dos únicas opciones que el sistema parece ofrecernos: lo público
o lo privado.
Para lograr abrir
una vía de escape a esta mal intencionada dicotomía que nos ofrecen, es
imprescindible hacer un esfuerzo por crear alternativas desde
abajo, desde los nadie, y desde un nuevo
imaginario que podría
realizarse a través del rescate
de “lo común”:
El filósofo y
escritor Michel
Hardt lo
explica así:
“Tenemos la mala costumbre de ver al mundo dividido entre privado y público, ya
que parecen ser las dos únicas posibilidades. La tierra, por ejemplo, o era
propiedad pública o era propiedad privada. Lo mismo también si hablamos de otros
bienes, por ejemplo bienes inmateriales como las ideas, la música, etcétera. Así
que si queremos atacar la estrategia neoliberal de privatizar todo parece que la
única arma que tenemos es la propiedad pública, el control estatal.
Pero también está claro que hay mucho mundo natural, y también muchas ideas y muchas prácticas, que no son ni públicas ni privadas, es decir, son parte de una autorganización de la comunidad o de diversas comunidades.”
Por tanto parece
imprescindible que empecemos haciendo un diccionario
común sobre qué
significan ciertos términos que usamos con asiduidad y que en muchas ocasiones
utilizamos indistintamente sin ser conscientes de que hay matices importantes a
tener en consideración. Es el caso de términos como lo
COMÚN, lo PÚBLICO y lo COMPARTIDO. Resignificar las palabras,
reapropiarnos de su sentido original, el que ha sido usurpado por el poder, se
convierte pues en una tarea imprescindible. En un ejercicio de reflexión y
debate interno, nuestra propuesta sería la siguiente:
LO PÚBLICO y LO COLECTIVO: Servicios
y bienes que se han construido con los esfuerzos y aportes de las personas que
habitan un territorio, pero que están controlados o gestionados por el Estado y
sus instituciones.
LO COMÚN es
lo compartido, lo que nos une y hace crear comunidad. Generalmente, una
comunidad se conforma al amparo de la consecución de un objetivo, una necesidad,
o una meta compartida.
La diferencia es
evidente: mientras en lo común te sumas voluntariamente a la consecución del
objetivo compartido, en lo público tu aportación se reduce al uso de un espacio
o un servicio sin que por ello tenga que existir un nexo -una relación- entre
las personas.
Aclarados los
términos, como decíamos, lo público está siendo privatizado por el Estado; no lo
controlamos, ellos lo gestionan y deciden cómo tenemos que usarlo. Como si en
una trinchera estuviéramos, defendamos lo público, pero vayamos más allá y reivindiquemos
lo común.
Debemos hacer un
esfuerzo en esquivar el debate que nos intentan imponer y generar nuevos foros
en los que construir
y recuperar
términos sugerentes y emancipadores. Ese es uno de los grandes
retos que tenemos por delante.
Convendréis con
nosotras que vivimos en tiempos de crisis y confusión, así que aprovechemos el
lance y démosle la vuelta para que se conviertan en tiempos
de oportunidades para
crear el mundo que queremos vivir. Merece la pena intentarlo!
Generalicemos la toma de conciencia
sobre el imperativo actual de nuestra autonomía del Estado capitalista y de
reemplazo radical de sus instituciones políticas, económicas y sociales. Lo
último será obra de la autoorganización abajo para la emancipación de la
alianza de capitales y estados imperialistas con los locales.
"Inventar" un Poder Popular Revolucionario
24 de mayo de 2017
Por: Homar Garcés
De existir en Venezuela, como generalmente se proclama, un poder popular revolucionario que, además de verdadero, actuara de una manera totalmente autónoma frente a las diversas instituciones que conforman al Estado, hace largo tiempo se habría dilucidado el dilema en cuanto a continuar o no con las viejas estructuras políticas, económicas y sociales liberal-burguesas aún vigentes o, contrariamente, reemplazarlas de raíz, dando lugar a una transformación estructural y, por ende, produciendo una revolución popular que se extienda a todos los aspectos o ámbitos de la sociedad. De resultar positiva esta segunda situación, jamás habría tenido efecto nada de lo hecho o pretendido por las agrupaciones opositoras y el imperialismo gringo para acabar con todo lo logrado en más de una década de gobierno chavista. Pero ello no ha sido posible en un cien por ciento gracias a la cooptación de dirigentes populares por parte de gobernantes locales que recurren con suma frecuencia al clientelismo político tradicional, evitando así que se incremente el protagonismo y el nivel de conciencia revolucionaria de los sectores populares y, adicionalmente, su organización revolucionaria independiente.
Cuestión que también es aprovechada por la oposición de derecha,
alimentando la ilusión de una prosperidad a granel para todos a través del
sistema capitalista (aunque no lo mencionen específicamente), dando por sentado
que sólo se requiere renovar el antiguo sistema de élites gobernantes y seguir
incondicionalmente las pautas dictadas por Washington para librar al país de las
consecuencias de las políticas socioeconómicas del «nefasto régimen» que
actualmente lo estarían destruyendo. Esto último, obviando, por supuesto, las
causas que han llevado a Venezuela a la condición actual de dificultades
productivas y económicas, con una propaganda negra internacional y nacional que
busca acentuar el malestar y frustración del pueblo, mayoritariamente chavista.
Para reimpulsar y profundizar los objetivos primordiales del
proyecto de la Revolución Bolivariana es necesario que se abandonen y se
combatan en todo momento los patrones burocrático-representativos
institucionalizados que impiden, confrontan, impugnan y buscan tutelar el
surgimiento de un verdadero poder popular revolucionario.
Es preciso, por tanto, "inventar" un poder popular revolucionario.
Asumir una mayor audacia revolucionaria para que se alcancen estos importantes
objetivos, de modo que estos sirvan para desmantelar no solamente estos patrones
contrarrevolucionarios sino también para fortalecer la organización y la
conciencia de los sectores populares frente a las pretensiones derechistas de
restaurar las distintas realidades del pasado. Esto implica adoptar posiciones
radicales que cuestionen en todo momento las políticas de Estado que estarían
afectando, de una u otra manera, la marcha de los cambios revolucionarios que
anticipen este nuevo modelo de sociedad.
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El Estado
(colonial) y la revolución
24 de junio
de 2017
Por
Raúl Zibechi (La Jornada)
Ha transcurrido un siglo desde que
Lenin escribiera una de las piezas más importantes del pensamiento crítico: El
Estado y la revolución. La obra fue escrita entre las
dos revoluciones de 1917, la de febrero que acabó con el zarismo, y la de
octubre que llevó a los soviets al
poder. Se trata de la reconstrucción del pensamiento de Marx y Engels sobre el
Estado, que estaba siendo menoscabado por las tendencias hegemónicas en las
izquierdas de aquel momento.
Las principales ideas que surgen del texto son básicamente dos. El Estado es un órgano de dominación de una clase, por lo que no es apropiado hablar de Estado libre o popular. La revolución debe destruir el Estado burgués y remplazarlo por el Estado proletario que, en rigor, ya no es un verdadero Estado, puesto que ha demolido el aparato burocrático-militar (la burocracia y el ejército regular) que son sustituidos por funcionarios públicos electos y revocables y el armamento del pueblo, respectivamente.Este no-verdadero-Estado comienza un lento proceso de extinción, cuestión que Lenin recoge de Marx y actualiza. En polémica con los anarquistas, los marxistas sostuvieron que el Estado tal como lo conocemos no puede desparecer ni extinguirse, sólo cabe destruirlo. Pero el no-Estado que lo sustituye, que ya no cuenta ni con ejército ni con burocracia permanentes, sí puede comenzar a desaparecer como órgano de poder-sobre, en la medida que las clases tienden también a desaparecer.
La Comuna de París era en aquellos años el
ejemplo predilecto. Según Lenin, en la comuna el
órgano de represión es la mayoría de la población y no una minoría, como siempre
fue el caso bajo la esclavitud, la servidumbre y la esclavitud asalariada.
Véase el énfasis de aquellos revolucionarios en destruir el corazón
del aparato estatal. Recordemos que Marx, en su balance sobre la comuna, sostuvo
que la clase obrera no puede
simplemente tomar posesión del aparato estatal existente y ponerlo en marcha
para sus propios fines.
Hasta aquí una brevísima reconstrucción del pensamiento crítico
sobre el Estado. En adelante, debemos considerar que se trata de reflexiones
sobre los estados europeos,
en los países más desarrollados del mundo que eran, a la
vez, naciones imperiales.
En América Latina la construcción de los estados-nación fue bien diferente.
Estamos ante estados que fueron creados contra y sobre las mayorías indias,
negras y mestizas, como órganos de represión de clase (al igual que en Europa),
pero además y superpuesto, como órganos de dominación de una raza sobre otras.
En suma, no sólo fueron creados para asegurar la explotación y extracción de
plusvalor, sino para consolidar el eje racial como nudo de la dominación.
En la mayor parte de los países
latinoamericanos, los administradores del Estado-nación (tanto las burocracias
civiles como las militares) son personas blancas que despojan y oprimen
violentamente a las mayorías indias, negras y mestizas. Este doble eje, clasista
y racista, de los estados nacidos con las independencias no sólo no modifica los
análisis de Marx y Lenin, sino que los coloca en un punto distinto:
la dominación estatal no puede sino ejercerse mediante la violencia racista y de
clase.
Si aquellos consideraban al Estado como un parásito adherido
al cuerpo de la sociedad, en América Latina no sólo parasita (figura que remite
a la explotación), sino que es una máquina asesina, como lo muestra la historia
de cinco siglos. Una maquinaria que ha unificado los intereses de una clase que
es, a la vez, económicamente y racialmente dominante.
Llegados a
este punto, quisiera hacer algunas consideraciones de actualidad.
-
La primera, es que la realidad del mundo ha cambiado en el siglo anterior, pero esos cambios no han modificado el papel del Estado. Más aún, podemos decir que vivimos bajo un régimen donde los estados están al servicio de la cuarta guerra mundial contra los pueblos. O sea, los estados le hacen la guerra a los pueblos; no estamos ante una desviación sino ante una realidad de carácter estructural.
-
La segunda es que, tratándose de destruir el aparato estatal, puede argumentarse (con razón) que los sectores populares no tenemos la fuerza suficiente para hacerlo, por lo menos en la inmensa mayoría de los países. Por eso, buena parte de las revoluciones son hijas de la guerra, momento en el cual los estados colapsan y se debilitan en extremo, como sucede en Siria. En esos momentos, surgen experiencias como la de los kurdos en Rojava.
No tener
la fuerza suficiente, no quiere decir que deba darse por bueno ocupar el aparato
estatal sin destruir sus núcleos de poder civil y militar. Todos los gobiernos
progresistas (los pasados, los actuales y los que vendrán) no tienen otra
política hacia los ejércitos que mantenerlos como están, intocables, porque ni
siquiera sueñan con entrar en conflicto con ellos.
El problema es que ambas burocracias (pero en
particular la militar) no pueden transformarse desde dentro ni de forma gradual.
Suele decirse que las fuerzas armadas están subordinadas al poder civil. No es
cierto, tienen sus propios intereses y mandan, aún en los países más democráticos.
En Uruguay, por poner un ejemplo, los militares impidieron hasta hoy que se
conozca la verdad sobre los desaparecidos y las torturas. Tanto el actual
presidente, Tabaré Vázquez, como el anterior, José Mujica, se subordinaron a los
militares.
Es muy poco serio pretender llegar al gobierno sin una política clara hacia las burocracias civil y militar. Las más de las veces, las izquierdas electorales eluden la cuestión, esconden la cabeza como el avestruz. Luego hacen gala de un pragmatismo sin límites.Entonces, ¿qué hacer cuando no hay fuerza para derrotarlos?Los kurdos y los zapatistas, además de los mapuche y los nasa, optaron por otro camino: armarse como pueblos, a veces con armas de fuego y otras veces con armas simbólicas como los bastones de mando. No es cuestión de técnica militar sino de disposición de ánimo.
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