Discutamos qué Estado
consolidaron
por bloquear las
autonomías populares.
La
Revolución Rusa, en cambio,
fue de
los oprimidos.
Reflexionemos sobre el desafío
abajo de cuestionar la siguiente visión en apariencia orientada hacia la
emancipación de nuestros pueblos pero sucede que las nacionalizaciones y los extractivismos
van contra los bienes comunes e impulsan el refuerzo al sometimiento de nuestros países a
permanecer periféricos del sistema mundo:
Liberalismo o
liberación
La democracia en
una semicolonia
21 de octubre de 2017
Por
Eduardo Paz Rada (Rebelión)
El capitalismo tiene, en su fase imperialista, la característica de
profundizar las brechas y desigualdades entre las potencias imperialistas y los
países y pueblos dominados, coloniales y semicoloniales y de afianzar la
división internacional del trabajo que permite la explotación y extracción de
excedentes de manera incesante en beneficio de las corporaciones transnacionales
y de los centros metropolitanos.
De ahí surge la necesidad de quebrar esta lógica, generando la estrategia de
combinar la cuestión nacional y colonial con la cuestión social para avanzar en
los procesos revolucionarios de liberación nacional.
El carácter
semicolonial, tal el caso de los países de América Latina y el Caribe, implica
la vigencia de una formal independencia con instituciones propias y marcadas por
los parámetros republicanos, al mismo tiempo que está presente la colonización
mental y económicamente se mantienen los lazos de dependencia y control exterior
de las decisiones y modalidades de las actividades fundamentales de la
producción. De ahí la imposición del librecambio y de las condiciones favorables
al inequitativo orden internacional.
Para generar la ruptura de estas condiciones se generan movimientos
nacional-populares, movimientos patrióticos antiimperialistas, que tienen como tarea principal quebrar las relaciones de
dominación y dependencia mediante la formación de bloques sociales donde
participen los sectores obreros, campesinos, cuentapropistas, urbano-populares y clases medias que coinciden en la tarea
emancipadora; en el caso de Bolivia en los últimos años se ha avanzado
sustancialmente al respecto con las nacionalizaciones, la recuperación de los
recursos naturales y de varias empresas que fueron estatales, la
industrialización y el fortalecimiento del mercado interno.
Este proceso tuvo
la virtuosa coincidencia de articularse durante la última década con procesos
similares que se producían en la región con los gobiernos de Brasil, Argentina,
Venezuela, Cuba, Ecuador y Nicaragua, entre otros, que impulsaron procesos de integración y unidad de
América Latina y el Caribe al margen de la estrategia de dominación de Estados
Unidos.
Desde esa
perspectiva general, corresponde, por tanto, diferenciar, lo que son los
procesos democráticos en las potencias imperialistas y en las regiones y países
dependientes, En las primeras se ha construido bajo su propia experiencia
histórica la democracia liberal mientras que en estos últimos el eje de la
democracia está en lo que René Zavaleta llamó la “democracia de
autodeterminación nacional” que no es únicamente el cumplimiento formal de los
procedimientos electorales, de las relaciones equilibradas entre los poderes del
Estado o la normativa constitucional, sino en desarrollar procesos de
emancipación y liberación nacional con la participación activa de la mayoría
oprimida de la nación transformando las relaciones de sometimiento.De ahí la primordial importancia en Bolivia, como momento histórico constitutivo, la rebelión popular de octubre de 2003 que no solamente tiró abajo, con las movilizaciones populares, el sistema de partidos conservadores y neoliberales, sino que generó las condiciones de la autodeterminación nacional con la agenda que incluía las nacionalizaciones, la Asamblea Constituyente y la recuperación de la dignidad y la soberanía.
Por eso se hace importante reconocer la
importancia de los treinta cinco años de la recuperación democrática con la
lucha y el sacrificio del pueblo boliviano, pero es más importante establecer
que en los catorce últimos años la democracia ha dado saltos cualitativos
importantes.
Eduardo Paz Rada. Sociólogo boliviano y docente
de la UMSA. Escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.
Constatemos,
al comparar con el gobierno de Macri, cómo operó el de CFK para
la viabilidad de la acumulación oligopólica por desposesión y
superexplotación tanto de los trabajadores como de la naturaleza.
Santiago
Maldonado y “la grieta”
21 de octubre de 2017
21 de octubre de 2017
Por
Miguel Mazzeo
Resumen
Latinoamericano,
Santiago Maldonado lo puso evidencia. Desnudó
algunas tramas. Mostró cuan velados en su politicidad estaban algunos
conflictos. Es cierto que existe una grieta en nuestra sociedad. Es muy
profunda, prácticamente insondable. Hay palabras que se oponen. Cuerpos que se
repelen. Visiones del mundo y la vida incompatibles e irreconciliables. Dos
argentinidades.
La grieta se ensancha día a día. Y celebramos que
eso pase. Porque la realidad, que en el fondo siempre es fatal, se torna más
clara y se achican los espacios para la perplejidad, la ambigüedad y la mentira.
Bienvenido el tiro en la boca de la indiferencia. Bienvenida la encrucijada.
Porque obliga a algunos al deslinde nítido y nos obliga a nosotros a repensar un
conjunto de conflictos cotidianos como ámbitos de disputa política.
La grieta es mucho más que la distancia que separa al gobierno de la oposición (una parte por lo menos), a la derecha del “progresismo”. Es algo más sustancial. Es el antagonismo de los proyectos de país y de sociedad. Es la lucha de clases, por supuesto, pero con un plus. O varios. Por ejemplo: es lucha entre los procesos de subjetivación desde abajo y los procesos de desubjetivación desde arriba. O entre las representaciones construidas horizontalmente y las representaciones impuestas verticalmente desde los grandes medios de desinformación.
Es bueno que la grieta se torne cada vez más
visible, que se reconozca en detalle la topografía de cada orilla y el contenido
de lo que las separa. Esa visibilidad atenta contra la eficacia de las
estrategias que promueven las convivencias infundadas, o las convivencias
fundadas en la opresión, en fin: la promiscuidad entre los dominados y los que
dominan, entre los que aman y los que menosprecian.
La grieta exhibe lo que hay de un lado y del
otro: los sentimientos altruistas y la insensibilidad; lo que religa y lo que
disgrega; lo que empareja y lo que reproduce las asimetrías; la indocilidad de
los dignos y la indignidad de los constructores de obediencia y sumisión, la
ética y el pragmatismo; la pulsión de vida y la pulsión de muerte; lo humano
(amor, amistad, valentía, dignidad) y lo inhumano (opresión, violencia,
crueldad); las genealogías plebeyas y las genealogías opresoras (la grieta tiene
historia y se pueden confeccionar cadenas retrospectivas con cada uno de sus
polos), la patria y el mercado, la patria y el patrioterismo fascistoide, la
verdad y el embuste.
De un lado la nobleza de Santiago, la ternura de
su familia, la solidaridad de sus compañeros y del otro lado la indolencia moral
de Mauricio Macri, la impasibilidad de estatuas de sus funcionarios, la
voracidad de los empresarios. De un lado corazones trepidantes, tibios nidos,
del otro lado corazones que son como baúles viejos y llenos de pura penumbra. De
un lado el pueblo mapuche, del otro Benetton y especies similares.
El gobierno de la
derecha carece de recursos políticos y simbólicos para disimular la grieta, para
mantenerla en un punto equilibrio apelando a paraísos de convivencia
artificiales. Esa es una gran diferencia con el gobierno anterior. El gobierno
de la derecha no posee de capacidad de simbolización para metabolizar la grieta
real. Y la ensancha. Carece de mitos seductores que instituyan horizontes de
expectativas comunes y sus fetiches son lúgubres. Sólo puede crear un “nosotros”
banal u obtuso y oscuro. Los límites de su lenguaje son los límites de su mundo,
del particularismo que expresa y defiende. De este modo, termina haciendo lo que
no quiso hacer el gobierno anterior, poner en evidencia la grieta. Polarizar a
la sociedad. Le queda a la derecha la tarea de repolarizar simplificando y
sintetizando los altos grados de diferenciación que existen en nuestra sociedad.
Tal vez la inelasticidad política e ideológica de la derecha ayude a muchos y a
muchas a entender y a entenderse. Tal vez puedan dar el salto desde el trampolín
ontológico de la conciencia y pasar a ser actores concientes y dejar de ser
subproductos y cómplices; para que, como decía Emil Ciorán, vivir equivalga a la
imposibilidad de abstenerse.
Ahora las máscaras
se caen. Y aparecen los rostros verdaderos.
Coincidimos en que no
podemos
“desconocer o ignorar procesos puestos en marcha por el pueblo (NO por quiénes
después se adueñaron y lo expropiaron en su favor)”.
Bolivia hacia la
transición democrática del 2019
La agenda 21F
23 de octubre de 2017
Por Arturo D. Villanueva Imaña
(Rebelión)
En un contexto de repudio generalizado ante el nuevo intento
gubernamental para prorrogarse en el poder en forma indefinida, en la ciudad de
La Paz a mediados del mes de septiembre, se presentó la denominada Agenda 21F [i] /
que cuenta con el respaldo de 180 personalidades del ámbito ciudadano, algunos
de los cuáles ya ejercieron cargos públicos y con la ausencia notoria de
representantes de sectores populares.
A diferencia
de lo que sucede en ocasiones similares donde prevalece la presentación de
candidatos o alianzas políticas para terciar en elecciones, la iniciativa estuvo
marcada por la presentación de una propuesta programática que encare la
transición democrática que se avecina en Bolivia.El contenido destaca que su principal propósito es lograr “la transición del actual Estado autoritario corporativo, hacia un Estado democrático que garantice los derechos de las personas, los pueblos y la naturaleza”. El planteamiento busca catalizar la indignación nacional que rechaza el intento inconstitucional que quiere prorrogar en el poder al actual gobierno de Bolivia.Para ello se propone un cambio de régimen, cuyo resultado sería “la vigencia plena del Estado social y democrático de derecho” que Bolivia tuvo en el pasado sólo de una manera embrionaria.
Dicho tipo de Estado estaría basado en la independencia de poderes, una institucionalidad que garantice el cumplimiento de derechos y “en el principio republicano de la igualdad de todos frente a la ley y la limitación de los poderes públicos al derecho”.
Dicha caracterización corresponde al modelo liberal y republicano,
consustancial con el sistema capitalista y la democracia burguesa. Es decir, un
tipo de Estado y una forma de democracia, que supondría un retorno al pasado
para cumplir un ansiado (como conservador) proyecto burgués que siempre quiso
desarrollar plenamente el ciclo capitalista en Bolivia. Pero además (como
añadido no menor), supondría la imposibilidad total de cumplir con el loable
propósito de “respetar los derechos de la naturaleza, así como los límites
biofísicos y la capacidad de regeneración de los ecosistemas”,
por la sencilla razón
de que el capitalismo es el principal instrumento de explotación, extractivismo
y depredación de los recursos naturales y del propio hombre. No se puede
proteger la naturaleza, si la causa que origina su destrucción y depredación, es
el mismo sistema que provoca el daño y su explotación salvaje.
Parecería que
con tal de NO repetir el actual Estado corporativo y clientelar, en el que
prevalecen “el despilfarro prebendal, la corrupción, el patriarcalismo, la
profundización del extractivismo, la ineptitud, el autoritarismo y la
impostura”; importa más aferrarse a un ideal democrático y
un tipo de Estado
que al margen de corresponder al pasado, también responde a los intereses, la
visión y el propósito trunco de una burguesía nacional que no pudo
efectivizarlos hasta ahora. Es más, va a contra ruta de la acumulación histórica
nacional, y descarta la experiencia y las luchas del pueblo que ya marcaron una
tónica y una forma de ejercicio democrático.
Innegablemente la idea de tener una democracia asentada en un
verdadero Estado de derecho, con institucionalidad, respeto de las minorías,
contrapesos y equilibrios de fuerzas, etc., es verdaderamente atrayente. Más
aún, cuando se hace cada vez más evidente la desinstitucionalización, la
corporativización y las imposiciones autoritarias que se hacen cada vez más
agudas en Bolivia. Pero de allí a desconocer o ignorar procesos puestos en
marcha por el pueblo (NO por quiénes después se adueñaron y lo expropiaron en su
favor), es cuando menos desentenderse y hacer caso omiso de procesos históricos
de mayor envergadura, o sencillamente volver a reeditar un impulso que quiere
imponer visiones e intereses que no responden a la memoria, ni la experiencia de
la lucha popular.
Quizás por
todo ello, es razonable concluir que existe el empeño por constituir un tipo de
Estado de derecho (con el argumento de que nunca se concretó en el país, o se lo
hizo de manera embrionaria), con la esperanza de que este ideal burgués y
capitalista, pueda ser el motivo aglutinante para una ciudadanía nacional que
quiere cambiar. Una propuesta de este tipo, además, resulta muy atrayente y
puede calzar perfectamente a los intereses político electorales de una derecha
ansiosa por arrimarse o por encontrar un modo para capitalizar y atraer el gran
descontento, la bronca y el rechazo popular contra el régimen actual.Sin embargo, ello no contempla que los bolivianos evidentemente quieren cambiar la situación actual, pero NO a costa de reeditar las viejas formas de gobierno, la democracia pactada y los acuerdos neoliberales que se dieron en el pasado. Mucho menos, sabiendo que el pueblo desdeña y desprecia a esa misma derecha conservadora y neoliberal, precisamente porque representan un pasado al que no se quiere volver.
Por tanto, si lo que verdaderamente se busca es un “cambio de proceso para la transición política, económica, social y ambiental”; entonces no basta con entenderla únicamente como un cambio en el régimen democrático y la vigencia plena de un nuevo Estado de derecho.
En cuanto a otros aspectos relevantes del documento, puede mencionarse que una de las más importantes ambigüedades está incluida en el acápite de Nueva Matriz Energética y Productiva. Allí se sostiene que “la transición política irá acompañada de una transición hacia una nueva matriz energética y productiva”. Para ello, “la economía boliviana debe abandonar aceleradamente el modelo extractivista y la dependencia de los combustibles fósiles”.
Se trata de una afirmación indiscutiblemente clave en la perspectiva
de construir un post capitalismo. Al respecto vale la pena precisar y subrayar
que el modelo económico extractivista predominante, NO está relacionado
únicamente a la matriz energética, e hidrocarburo-dependiente. No debe olvidarse
que también está relacionado con los demás recursos naturales (incluidos la
tierra, los bosques y la biodiversidad), y sobre todo con el carácter
entreguista, antinacional y depredatorio que se ha impuesto. Por eso, cuando se
habla de “abandonar aceleradamente el modelo extractivista”, no basta con
hacerlo sustituyendo únicamente las fuentes energéticas que dependen de los
combustibles fósiles. Es indispensable precisar claramente que de lo que se
trata es de establecer un modelo alternativo al capitalismo depredador, que se
exprese en el establecimiento de una relación armoniosa INTEGRAL con la
naturaleza.
En lo que
corresponde a la matriz productiva, la Agenda 21F sostiene que “se requiere
apostar por la diversificación productiva en armonía con la vocación natural de
las diversas ecorregiones (…) empleando las innovaciones tecnológicas que ofrece
la comunidad mundial”. También es un asunto clave.
Aquí lo que se debería
aclarar es: ¿qué sentido tendría apostar por la diversificación productiva (aun
respetando la vocación natural de las ecoregiones), si al mismo tiempo en vez de
incorporar prácticas ecológicas y armoniosas con la naturaleza, se emplean
“innovaciones tecnológicas” con el uso de transgénicos, agrotóxicos y que
generalmente suponen la quema y destrucción de grandes extensiones de bosques y
biodiversidad, para expandir el latifundismo y los monocultivos extensivos de
exportación que no tienen nada que ver con seguridad y soberanía alimentaria?.
Ello sin mencionar el riesgo de exterminio del campesinado.Respecto a vacíos destacables, llama la atención que no se hayan incluido algunos temas verdaderamente importantes (al menos para una visión de izquierda y popular).
Es el caso del machismo y el patriarcalismo imperantes, asuntos tan caros y estratégicos para el conjunto de las mujeres que representan el 50% del total de la población (y especialmente para los sectores feministas); pero sobre todo para construir una agenda integral y holística de cambio. Resulta extraño que a pesar del respaldo y la adherencia expresadas por connotadas representantes de las luchas feministas al contenido de la Agenda 21F, el documento no incluya ni haga prácticamente ninguna mención sobre este asunto.
En ese mismo rango de importancia, tampoco existe la más mínima referencia sobre la descolonización y la lucha contra los intereses corporativos transnacionales. Por su envergadura, el vacío no es menor, habida cuenta de su impacto y las profundas implicaciones sobre la soberanía, la independencia y la liberación nacional.
En cuanto a aquellos valores fundamentales como la libertad y la igualdad (igualmente estratégicos para la construcción de una sociedad alternativa, solidaria, socialista y no competitiva); se ha podido advertir que la mención a la igualdad sólo parece ser entendida como un atributo frente a la ley y el derecho, pero no necesariamente en la sociedad, la economía y en la producción.
En el acápite del Estado Autonómico propuesto, no se hace ninguna
referencia (como si no existiesen, ni estuviesen reconocidas) a las autonomías
indígenas (y por tanto sus gobiernos). No puede entenderse razonablemente esta
ausencia, habida cuenta que no se trata únicamente de transferencia de
competencias y recursos económicos; sino de la construcción del Estado
Plurinacional, la interculturalidad y el derecho a la autodeterminación de los
pueblos indígenas y su autogobierno.
Para finalizar, no puede desconocerse la
importante expectativa despertada en el conjunto de la ciudadanía con la
presentación de la Agenda 21F. Sin embargo, siendo que lo que importa es la
verdadera reacción y respuesta que provocará, entonces queda por ver lo que esta
Plataforma Ciudadana haga hacia adelante. Pero sobre todo, saber si cumplirá con
esa convocatoria para “enriquecer colectivamente la Agenda”, que se señala al
final del documento. En ese campo, si lo que la Agenda 21F quiere transmitir no
es una mera opción electoralista más, sino que se abre a construir una
alternativa diferente de izquierda popular, sea oportuno mencionar que la
complementariedad de opuestos no es la mera suma de componentes que supondría
únicamente una agregación mecánica y acrítica de las partes que lo componen.
Tampoco es un producto híbrido resultante de la mezcla o la unión de elementos
de distinta naturaleza. En realidad es una síntesis, cualitativamente superior
del conjunto que se encuentra en pugna y contradicción. Este es el espíritu con
el que se han planteado las reflexiones, esperando contribuyan a encontrar ese
producto nuevo que, como en la naturaleza al unir la semilla con la tierra,
permite la germinación de una nueva vida.
Notas
[i] / Ver: https://polisfmires.blogspot.de/2017/09/bolivia-agenda-del-21f-propuesta.html?m=1
Arturo D. Villanueva Imaña, Sociólogo, boliviano.
[i] / Ver: https://polisfmires.blogspot.de/2017/09/bolivia-agenda-del-21f-propuesta.html?m=1
Arturo D. Villanueva Imaña, Sociólogo, boliviano.
Descubramos cómo, desde abajo, se abren caminos a la autodeterminación de
los países de Nuestra América.
“Para ser soberanos tenemos que ser
libres de
decidir colectivamente qué cosechar y
qué comer”.
19 de octubre de 2017
Así lo declaró Marcela
Isaza Guerrero, integrante de “Vecinos Autoconvocados por la vida” entrevistada
en el Enredando las Mañanas. La
organización viene hace tiempo resistiendo a las fumigaciones en Pueblo Andino,
Provincia de Santa Fe, y proponiendo una alternativa soberana.
Durante la semana pasada,
los/as vecinos/as del Pueblo Andino, se encontraron con una nueva fumigación en
curso que contaba con el aval del juez de faltas. “Los inspectores decían que
estaba todo en regla autorizado por un ingeniero agrónomo quien no estuvo en
ningún momento de la fumigación”, explicó Marcela quien además agregó que no
estaban dadas las condiciones climatológicas.
Hace tiempo que la lucha
del Pueblo Andino viene haciendo su recorrido:
“Somos vecinos preocupados por la
salud y el medioambiente”, remarcó Marcela quien contó que han sido varios las
personas intoxicadas, con problemas de salud e incluso hospitalizadas.
Además de toda la lucha
mediante el reclamo que vienen llevando adelante los/as “Vecinos Autoconvocados
por la vida”, también están trabajando en alternativas como la realización,
junto con el INTA, de talleres socioambientales de concientización y prácticas
organizadas, “para demostrar que hay modelos alternativos al modelo
agroindustrial impuesto, como la agroecología y la permacultura”.
Sumado a esto,
asesorados/as por Ingenieros Agrónomos y Pueblos Fumigados, presentaron una
ordenanza que busca aumentar la distancia de la franja libre de fumigación de
100 a 800 metros. Dicha ordenanza fue ignorada por los responsables políticos y
aún no cuenta con una respuesta.
De hecho, el presidente
comunal, Juan Carlos Palotti, acusa a los/as vecinos/as de hacer política
partidaria. “No estamos de acuerdo con el sistema productivo, cristalización
absoluta del capitalismo, pero eso no quiere decir que estemos haciendo política
partidaria para beneficiar a algún candidato”, respondió Marcela.
“La ordenanza que proponemos es agroecológica, parte de la soberanía alimentaria”, la cual Marcela diferencia de “seguridad alimentaria”. Este último término hace referencia a garantizar alimentos mientras que “para poder ser soberanos tenemos que ser libres de decidir colectivamente qué cosechar, qué comer y defender los bienes comunes”, indicó. En este punto hace especial hincapié en el rol que juegan las multinacionales: “Si le damos a las multinacionales, que hoy en día manejan a los gobiernos, la autoridad de manejar nuestra soberanía alimentaria, estamos garantizando la esclavitud para esas corporaciones”.
Además, continúa
explicando que para que haya una soberanía alimentaria tiene que existir un
ambiente sano para todos/as, no debe haber la explotación y la pobreza debe ser
suplida por un trabajo colectivo y articulado en donde se respeten las practicas
del medioambiente y de consumo. Es por ello que Marcela finaliza con la idea
clave desde la cual luchan en colectivo: “La base de la soberanía alimentaria es
la producción local, familiar, la defensa del trabajo digno y la defensa y
protección de los bienes comunes”.
Fuente: http://www.rnma.org.ar/noticias/18-nacionales/3816-para-ser-soberanos-tenemos-que-ser-libres-de-decidir-colectivamente-que-cosechar-y-que-comer
Fuente: http://www.rnma.org.ar/noticias/18-nacionales/3816-para-ser-soberanos-tenemos-que-ser-libres-de-decidir-colectivamente-que-cosechar-y-que-comer
Consideremos:
Revolución de Octubre,
ascenso de los oprimidos
11 de noviembre de 2017
Por
Yahir Contreras
(Rebelión)
La verdad es siempre revolucionaria. Lenin
La más profunda transformación social en la
historia de la humanidad acaeció hace cien años en Rusia. Triunfó en octubre de
1917, pero en estricto se celebra el 7 de noviembre a causa de la diferencia de
días entre los calendarios juliano y gregoriano.
En Rusia nació la primera experiencia de una
sociedad conducida por los de abajo con un sentido colectivo, socialista. Desde
la Revolución Francesa de 1789 la sociedad no se había impactado en semejante
magnitud. En París nació la sociedad conducida por la burguesía y se rompió el
dique feudal en pos del capitalismo que perdura hasta nuestros días.
Con la Revolución de Octubre, por primera vez
en la historia, los oprimidos asumieron el poder político conducidos por los
revolucionarios dirigidos por Vladimir Ilich Ulianov, conocido en la historia
como Lenin. Los oprimidos derrocaron el gobierno provisional que se había apoderado
del poder luego de defenestrar al zarismo. Los Soviets de obreros, soldados y
campesinos asumieron todo el poder el 7 de noviembre (25 de octubre) bajo la
conducción de los bolcheviques. La insurrección popular triunfó rápidamente
después de la intentona de febrero de ese año, que llevó al gobierno provisional
a diversos actores vacilantes que querían avanzar sin rupturas, conciliando con
los reaccionarios de los partidos burgueses. Los revolucionarios rusos asumieron
la tarea de dirección y con la alianza obrero-campesina hicieron realidad su
consigna: ¡Todo el Poder a los
Soviets!
La tarea revolucionaria era titánica: construir
un orden nuevo, el socialismo, que vislumbraba alcanzar la igualdad social como
lo preconizaron Marx y Engels unas décadas antes. Rusia era un país atrasado,
feudal, con incipiente capitalismo, en guerra con Europa y Asia, el zarismo
estaba en crisis y la revolución alcanzo tierra fértil. La burguesía europea
-Alemania en particular y las vetustas monarquías-, se aterrorizaron de saber
que en Rusia se empezaba a construir un orden nuevo, socialista, que cuestionaba
su poderío, que derruía el sistema capitalista con la clase obrera al frente,
hombro a hombro con soldados y campesinos. La reacción no se hizo esperar y
todos los regímenes europeos se aliaron para sabotear la nueva Rusia y desataron
la guerra civil en la periferia con la creación del Ejército blanco para
intentar retomar el poder soviético sustentado y defendido por el Ejército Rojo.
Los primeros años fueron intensos de conmoción social, de avances y retrocesos,
de intentonas contrarrevolucionarias. Paz,
pan y tierra era la consigna
del poder soviético para satisfacer a la masa obrero-campesina que había tomado,
al fin, el poder.
Los primeros decretos del gobierno soviético vislumbraban la revolución: se ordenó el horario laboral de ocho horas, se garantizó la propiedad de la tierra para los campesinos, se declaró obtener la paz con Alemania, se inició el plan de alfabetizar a toda la población, se consagraron los derechos de los pueblo de Rusia y del derrocado imperio zarista bajo el principio de la autodeterminación, se promulgó la igualdad legal de los sexos, se sustituyeron los entes de justicia por nuevos bajo directrices revolucionarias, se abolieron los títulos y rangos sociales, se separó la iglesia del Estado, se expropiaron los bienes de las iglesias y pasaron a manos estatales, así como la educación en general. Se dotó de vivienda a los desposeídos de las ciudades. Se nacionalizaron las industrias y los bancos, se desconoció la deuda contraída por el zarismo. Un mundo nuevo había nacido: se consumó una revolución democrático-burguesa pero dirigida por revolucionarios que tenían en mente construir la utopía en este mundo, erigir a la brevedad una nueva sociedad: el socialismo. La nueva Constitución consagró en 1918 el nuevo orden: por primera vez en la historia los oprimidos gobernaban un país y asumían el control de las instituciones y del poder en la República Socialista Federativa Soviética de Rusia.
La genialidad de Lenin trazó el derrotero, la
continuidad de la revolución: el sistema capitalista es un hueso duro de roer y
la economía es un serio problema: socializar la agricultura, la producción
industrial, la pequeña producción era un paso que requería de método para no
colapsar. Para ello, el líder trazó la Nueva Economía Política (NEP) que
permitiera una transición de la producción neta capitalista y feudal a una
socialista. Durante esos años, hasta la muerte de Lenin en 1924, la tarea fue
cumplida y se sentaron las bases del socialismo, tarea que se emprendió bajo los
planes quinquenales, que planificaron desde el Estado toda actividad económica
estratégica. En 1922 se había fundado la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas que resolvía la relación entre naciones disímiles en una asociación
que perduró hasta 1991 con la disolución de la URSS y la restauración del
capitalismo.
Durante la década de los 20 y 30 la Unión
Soviética cimentó una producción industrial conducida por el Estado, se
modernizó la agricultura bajo las cooperativas campesinas (koljoses) y la
producción agrícola del Estado (sovjoses). En el ámbito político, la ausencia de
Lenin desató intensas polémicas que terminaron con la ruptura entre dos alas
dirigidas por Trotski y Stalin, respectivamente. Pese a los juicios tendenciosos
que distorsionan la historia (los errores de Stalin, la persecución de este a
Trotski, las purgas intra-partidistas, los excesos de la colectivización
forzada) el gran logro es innegable e imborrable: la Unión Soviética se
convirtió en una potencia política, económica y militar que jugó su decisivo
papel en la Segunda Guerra Mundial, la Gran Guerra Patria.
Sin la URSS la
derrota de la Alemania nazi y los fascistas europeos hubiera sido muy difícil.
La historia que se cuenta en estos tiempos pretende dar a Estados Unidos la
victoria que el Ejército Rojo labró desde su resistencia por la incursión
militar nazi que llegó a las puertas de Moscú, hasta la toma de Berlín por
tropas soviéticas el mayo de 1945.
La Revolución Rusa de 1917 marcó la humanidad para siempre: pese a las derrotas de la revolución acaecidas en Europa y diversos países del orbe a lo largo del siglo XX, un mundo sin capitalismo es posible, un mundo gobernado por los oprimidos es posible . La penetración de la ofensiva ideológica desde la última década de la centuria pasada y lo que va del siglo XXI, pretende hacer creer que el neoliberalismo capitalista es invencible y que no hay esperanza. Los caminos de la historia nunca se vieron libres de obstáculos y derrotas de las causas más nobles. El futuro de la humanidad pende de un hilo sostenido por el Capital, que fiel a su esencia pretende vendernos la idea de su triunfo definitivo.
Estamos al borde de la desaparición de la humanidad y la civilización por las desgracias capitalistas: destrucción acelerada del medio ambiente por la explotación despiadada de la tierra y todos los recursos naturales no renovables, desigualdad social incontenible que se denota en la periferia y en las metrópolis, pauperización de grandes masas de población mundial de siete mil 600 millones de habitantes, migración desesperada a Europa, entre otra desgracias. Y al frente, desde el poder, a nivel mundial y en la mayoría de países, una clase minoritaria, la burguesía que manda desde los centros imperiales y tiene sus vasallos en cada país colonizado o recolonizado.
La Gran Revolución
de Octubre, a un centenario de su triunfo, es un faro que aún marca el
derrotero. Ni los medios y la clase dominante
pueden ignorarla: se preocupan por academizarla y presentarla como el pasado que
no volverá, como su pesadilla que ya pasó. El siglo XXI alberga esperanzas como
Cuba y Venezuela y varios gobiernos progresistas en Nuestra América. Nada
es eterno es este mundo, la fuerza de los oprimidos se levantará como los
Soviets de hace un siglo. La
humanidad necesita nuevos rebeldes soviets o la inminente destrucción nos
hundirá en la aniquilación. Lenin aún está presente con sus libros y su
conducción. Los humildes, los de abajo, tienen que tomar la palabra antes de que
sea demasiado tarde. La Revolución es necesaria antes que el sistema capitalista
nos borre del universo para siempre.
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La revolución
bolchevique 100 años después
11 de noviembre de 2017
Por
Yazle A. Padrón Kunakbaeva
(Rebelión)
En estos días, en que una hora nos parece mucho tiempo, cien años
representan una cantidad de tiempo absurda.
Toda la maquinaria de la industria
cultural y la dinámica del mundo económico se conjugan para hacer que vivamos en
un mundo de lo efímero y lo fugaz. Esto es verdad incluso en Cuba, donde se
supone que deberíamos estar a salvo. Es por eso que cien años es algo cuya
verdadera densidad ya casi no podemos experimentar. Cuando nos enteramos de que
se cumplen cien años o doscientos de algo, es como si pasara un cometa: ocupa
por un momento el cielo, extraño, venido de otro mundo, y luego desaparece. No
resulta extraño, por tanto, que nos cueste trabajo reaccionar frente al
centenario de la Revolución de Octubre.
Lo interesante, no obstante, es el estado de incomodidad ante la efeméride que existe entre los más diversos actores del escenario actual. Nadie sabe muy bien qué hacer. Son muchos los que no quieren celebrarla, pero son incapaces de dejarla pasar en silencio. Los cien años de la Revolución de Octubre recuerdan el derrocamiento del absolutismo zarista y el surgimiento del primer estado socialista, una conmoción que sacudió los cimientos del mundo. Pero traen también a la memoria los horrores del estalinismo, la opresión de millones de personas en Europa del Este, etc. Se trata de una de esas fechas ante las que se hace necesario tomar una posición, decidir de qué lado se está.
Lo interesante, no obstante, es el estado de incomodidad ante la efeméride que existe entre los más diversos actores del escenario actual. Nadie sabe muy bien qué hacer. Son muchos los que no quieren celebrarla, pero son incapaces de dejarla pasar en silencio. Los cien años de la Revolución de Octubre recuerdan el derrocamiento del absolutismo zarista y el surgimiento del primer estado socialista, una conmoción que sacudió los cimientos del mundo. Pero traen también a la memoria los horrores del estalinismo, la opresión de millones de personas en Europa del Este, etc. Se trata de una de esas fechas ante las que se hace necesario tomar una posición, decidir de qué lado se está.
La revolución de los bolcheviques pasó ya hace
cien años. Puede parecer mucho tiempo, pero lo realmente sorprendente es que
hayan pasado sólo cien años. Cuando uno piensa en cuanto ha cambiado el mundo
desde 1917, parece que han pasado milenios. Las figuras de la revolución parecen
provenir de un pasado mítico, de una época definitivamente perdida. En 1917
todavía era posible que la historia vibrara y explotara. Todavía eran posibles
un Lenin de inteligencia y convicción titánicas, un Smolny atestado de
bolcheviques y un Petrogrado rebelde, indómito. Todavía era posible, en fin, un
asalto al palacio de invierno. Se creía, por aquellos días, en que sería posible
construir una sociedad sin clases.
Frente a la grandeza de aquel acontecimiento y a los cien años transcurridos es necesario hacerse la siguiente pregunta: ¿Cómo fue posible que la hermosa locura revolucionaria de aquellos días se perdiera y diera a luz a un estado dictatorial e incluso sanguinario? ¿Cómo fue posible que el socialismo se corrompiera hasta el punto de convertirse en un peso muerto sobre la vida de los hombres, en una verdadera muestra de vida enajenada? El mismo pueblo ruso que inició la construcción del socialismo fue aquel que derrocó al estado soviético y abjuró de él. ¿Fue el socialismo siempre un error?
No hay ninguna evidencia de que el socialismo como horizonte social sea una opción errónea, sino todo lo contrario. Cada vez es más evidente que el capitalismo como sistema social es insostenible a largo plazo. En algún momento, el afán de hacer trabajar a otros para enriquecerse y la necesidad de trabajar para sobrevivir deben dejar de ser las principales motivaciones para producir. En su lugar, debe aparecer la voluntad de construir un mundo mejor como motor de la sociedad. De lo contrario, la especie humana se vería aplastada por las consecuencias de su propio desarrollo descontrolado. El socialismo, como modelo de una sociedad donde se cumplen de verdad los ideales de la ilustración francesa (igualdad, libertad, fraternidad), no ha dejado de ser un objetivo válido.
Tampoco puede decirse que fue un error intentar construir el socialismo durante el siglo XX. La evidencia muestra que sólo el socialismo pudo sacar a Rusia del atraso y convertirla en un país industrializado. En general, en todos los países en los que hubo un proceso revolucionario verdadero, el socialismo generó condiciones de vida superiores a las que había con anterioridad. Además, de no haber existido la Unión Soviética, con su modelo de economía planificada, los países capitalistas no habrían realizado las reformas estructurales que les permitieron superar la crisis del liberalismo decimonónico y construir los estados de bienestar general. También los países capitalistas desarrollados tienen algo que agradecerle al socialismo del siglo XX.
El verdadero error está, como siempre, en los
métodos. El gran discurso de los documentos teóricos no es la verdadera casa de
la ideología de una sociedad. El método es la ideología. La manera en que los
hombres hacen las cosas es lo que determina la manera en la que piensan, aunque
digan otra cosa. Esta es la enseñanza primera del marxismo. Desgraciadamente, en
los países del socialismo real, los métodos fueron autoritarios, basados en el
ordeno y mando generalizado. Frente a ese proceder, el discurso de la democracia
obrera tenía muy poco que decir.
Es cierto que resulta muy difícil para una sociedad desprenderse de los métodos autoritarios, sobre todo cuando estos vienen validados desde el mismo nivel del paradigma de racionalidad. La ciencia y la técnica moderna están constituidas para ser utilizadas por élites empresariales y tecnocráticas. El socialismo, en cambio, exigiría el desarrollo de una democracia cognitiva como fundamento de la democracia política. Este cambio de paradigma, evidentemente, es poco factible ahora mismo (mucho menos hace cien años), pero no por ello resulta menos necesario.
Los sistemas del socialismo real chocaron con la dificultad ontológica de construir relaciones sociales no autoritarias y se rindieron pronto. Se conformaron con eliminar la propiedad privada, sin eliminar la gestión tecnocrática de los recursos económicos. A partir de ahí, sólo fue cuestión de tiempo que la corrupción autoritaria se adueñara de todos los aspectos de la vida.
Ni la revolución ni el socialismo fueron un error: más bien se trató de un salto a lo desconocido que, como suele pasar, terminó mal a la larga. Lo imperdonable sería que nosotros no aprendiéramos nada de lo que ha pasado en estos cien años y continuáramos cometiendo los mismos errores.
¡Viva la Gran Revolución Socialista de Octubre!
Es cierto que resulta muy difícil para una sociedad desprenderse de los métodos autoritarios, sobre todo cuando estos vienen validados desde el mismo nivel del paradigma de racionalidad. La ciencia y la técnica moderna están constituidas para ser utilizadas por élites empresariales y tecnocráticas. El socialismo, en cambio, exigiría el desarrollo de una democracia cognitiva como fundamento de la democracia política. Este cambio de paradigma, evidentemente, es poco factible ahora mismo (mucho menos hace cien años), pero no por ello resulta menos necesario.
Los sistemas del socialismo real chocaron con la dificultad ontológica de construir relaciones sociales no autoritarias y se rindieron pronto. Se conformaron con eliminar la propiedad privada, sin eliminar la gestión tecnocrática de los recursos económicos. A partir de ahí, sólo fue cuestión de tiempo que la corrupción autoritaria se adueñara de todos los aspectos de la vida.
Ni la revolución ni el socialismo fueron un error: más bien se trató de un salto a lo desconocido que, como suele pasar, terminó mal a la larga. Lo imperdonable sería que nosotros no aprendiéramos nada de lo que ha pasado en estos cien años y continuáramos cometiendo los mismos errores.
¡Viva la Gran Revolución Socialista de Octubre!
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