Afianzaron los subdesarrollos de cada uno y
todos mediante los extractivismos
que
confrontan con lo comunitario-popular.
Recordemos para situarnos en el Brasil conque hoy el progresismo
nos interpela:
Nuevos escenarios, nuevas resistencias.
6 de julio
de 2004
Por Raúl Zibechi
Los escenarios de los combates sociales latinoamericanos cambian a una velocidad
sorprendente. Un síntoma de estos cambios de escenario lo está protagonizando el
Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, que sostiene que
su principal enemigo ya no es el latifundio sino el agronegocio
La
profundización del capitalismo en las áreas rurales está provocando cambios
económicos, políticos, sociales y culturales en varios países de América Latina.
El cultivo de soja en Argentina, segundo productor mundial luego de Estados
Unidos, provocó entre 1991 y 2001 la emigración del 33% de la población activa
rural, además de una fuerte polarización económica y social y la destrucción del
patrimonio cultural y natural del país. Ahí donde es cultivada de forma intensa
y extensa, "la soja deja secuelas devastadoras"(1)
.
En Brasil, el agronegocio está en alza, tanto en el terreno económico como en el político. En 2003, primer año del gobierno de Luiz Inazio Lula da Silva, el agronegocio fue el responsable del mayor superávit comercial en la historia del país. Con 30 mil millones de dólares exportados, el negocio agropecuario es responsable del 42% de las exportaciones brasileñas. El llamado "complejo soja" lidera este proceso con el 25% de las exportaciones del sector; las exportaciones sojeras crecieron en un año un espectacular 35%. El alza de los precios internacionales y la tracción de mercados importantes, sobre todo China, explican en gran medida este suceso. Pero la exportación de productos agropecuarios por el agronegocio obliga a la importación de otros productos, tanto para el consumo popular como para uso industrial. Así, Brasil exporta algodón pero a su vez debe importar algodón para abastecer la industria nacional, en tanto está importando alimentos básicos como arroz, frijoles, maíz, trigo y leche(2) .
Nuevos equilibrios
El
agronegocio no sólo afecta la soberanía alimenticia del país sino también los
equilibrios políticos. En los próximos años las exportaciones del
agronegocio seguirán creciendo, y con ello el poder político del sector,
representado en el gabinete de Lula nada menos que por el ministro de
Agricultura, Roberto Rodrigues.
Una de las razones que explica la apuesta de
Lula al agronegocio es que la explosión de las exportaciones (están creciendo a
un ritmo del 22% anual desde comienzos de 2003) disminuye la vulnerabilidad
externa del país, mejorando la relación entre producto bruto y deuda externa(3)
.
La trampa es evidente: las exportaciones sólo crecen en aquellos rubros dominados por las multinacionales (soja y agronegocio son el mejor ejemplo de dominio absoluto de ese sector), lo que su vez provoca desequilibrios internos que redundan en un aumento de la dependencia (alimenticia) y, sobre todo, en un crecimiento del poder de las multinacionales. El caso argentino debería eximir cualquier comentario.
Los
desequilibrios sociales que provoca el agronegocio están modificando la
geografía de las luchas sociales. Bernardo Mançano Fernandes, geógrafo y asesor
del MST, sostiene que las grandes empresas en el campo brasileño concentran más
la tierra y la renta, no generan empleos ni alimentos y sus exportaciones están
destinadas a pagar los intereses de la deuda externa que nunca termina de
crecer. Por eso sostiene que "los sin tierra no luchan más sólo contra el
latifundio" y que ahora "su principal enemigo es el agronegocio"(4) . Y
concluye: "El latifundio improductivo está siendo arrendado para plantíos de
soja. Eso no genera empleo ni mueve la economía local".
Tampoco es cierto que la explosión exportadora promovida por el agronegocio
redunde en una menor vulnerabilidad internacional. Según un informe de la OMC, la corriente
mundial indica un crecimiento de los productos procesados entre las
exportaciones agrícolas, pero Brasil redujo las exportaciones de alimentos
procesados en siete puntos entre 1990 y 2002. En el mismo período, crecieron las
importaciones de productos agrícolas procesados(5) . Se trata del mismo proceso
de "reprimarización" de las exportaciones que registró Argentina desde la
aplicación del modelo neoliberal a comienzos de la década de 1990.
A
los desequilibrios anotados se suma la desigual distribución de la ayuda
estatal, que los profundiza. Los pequeños productores de Brasil
(responsables del 40% de la riqueza producida en el medio rural y del 70% de los
alimentos que llegan a la mesa de los brasileños) ocupan 14 millones de personas
mientras el latifundio exportador ocupa sólo 421 mil trabajadores. Sin embargo,
son esos latifundios los que concentran el grueso de la ayuda estatal: durante
el primer año del gobierno de Lula se liberaron 4.500 millones de reales en
apoyo de la agricultura campesina, la misma cifra que recibieron sólo 15
empresas transnacionales del sector agropecuario, entre ellas Nestlé, Bunge,
Cargill, Bayer y Monsanto(6) . Las previsiones para la zafra 2003/2004
establecen que el Estado apoyará con 7 mil millones de reales la agricultura
campesina pero con 38 mil millones al agronegocio.
Un viraje de largo aliento
Los
campesinos y sin tierra brasileños enfrentan un enemigo poderoso que intenta
expulsarlos de las zonas rurales. La capacidad de las grandes multinacionales
agropecuarias de avanzar sobre la tierra es hoy mucho mayor que la de los
campesinos de recuperarlas. Mançano Fernandes asegura que en la zona más
conflictiva del estado de San Pablo, el Pontal do Paranapanema, los sin tierra
recuperaron en diez años 100 mil hectáreas en las que se asentaron cinco mil
familias. Pero el reciente avance de la soja en la misma región ocupó otras 100
mil hectáreas en apenas dos años.
Uno de los escenarios que están cambiando tiene que ver con el tipo de argumentos que utilizan los sin tierra. Se señala que el latifundio es improductivo, pero no puede decirse lo mismo del agronegocio. Se trata de poner en cuestión el carácter de la producción: o está dirigida al mercado internacional o a las necesidades de la población; o a las exportaciones o al mercado interno. Ambas opciones son incompatibles. Ciertamente, nadie en su sano juicio puede negar la importancia de las exportaciones, pero la producción como tal debe no debe estar orientada al mercado internacional, siempre en manos de unas pocas multinacionales.
Un
segundo cambio de escenario está relacionado con el carácter de las luchas. Como señala Mançano Fernandes en el Jornal
Sem Terra, la táctica de las ocupaciones se acentuará hacia las áreas del
agronegocio. Esto supone una confrontación inédita, no ya con la vieja
oligarquía terrateniente en decadencia, sino con el más pujante sector
neoliberal. Este viraje en las luchas sociales rurales enfrenta al movimiento a
desafíos inéditos, que lo pueden llevar a profundizar su confrontación con el
sistema.
En
tercer lugar, el agronegocio está sólidamente instalado en el gobierno de Lula. Esta alianza crea también una situación nueva
y compleja al movimiento, que no podrá enfrentarla con una táctica simplista, en
virtud de la relación de fuerzas existente hoy en Brasil. Hasta ahora el MST ha
demostrado que ningún gobierno, ni siquiera el de Lula, es capaz de cooptarlo o
domesticarlo. Las luchas desarrolladas en el "abril rojo", mes en el que fueron
ocupadas unas cien haciendas, es una clara señal de que la autonomía del MST no
decae sino que se mantiene en todo su vigor. Pero los sin tierra tampoco buscan
un enfrentamiento frontal con el gobierno. De alguna manera, están construyendo
un nuevo escenario, más complejo que el anterior pero que, a su vez, abre nuevas
posibilidades para profundizar la lucha que llevan desde hace más de 20 años.
Este nuevo
escenario posneoliberal tiene algunas similitudes con la situación que
atraviesan los movimientos en Argentina, y parcialmente en Bolivia, donde ya no
es posible seguir peleando igual que antes de los gobiernos de Kirchner y Mesa.
Complejidad no es sinónimo de parálisis, sino de creación de nuevas formas de
acción para seguir avanzando
Notas:
(1) "Desojando",
informe en Cash, suplemento económico de Página 12, Buenos Aires, 13 de junio de
2004.
(2) Ariovaldo
Umbelino de Oliveira, "Os mitos sobre o agronegócio no Brasil", en Jornal Sem
Terra No. 24, mayo-junio de 2004.
(3) Véase O Estado
de Sao Paulo, "País fica mais forte para enfrentar risco externo", sección
Economía, 6 de junio de 2004.
(4) "MST volta
suas baterías contra o agronegócio", en O Estado de Sao Paulo, 30 de mayo de
2004.
(5) "País vai a
contramao do agronegócio, diz OMC", O Estado de Sao Paulo, 12 de junio de 2004.
(6) "Pequeno
produtor sustenta setor agrícola, mas tem créditos restritos", en www.mst.org.br
26 de mayo de 2004.
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Se impone el agrobusiness en Brasil y
aplasta la
agricultura familiar, con el apoyo del gobierno.
27 de marzo de 2013
27 de marzo de 2013
"La
pugna entre un proyecto de campo basado en la agricultura familiar para la
producción de alimentos y otro de una zona rural de latifundios y producción
enfocada en la exportación de granos está lejos de ser justa. A pesar de los
programas y auxilios anunciados por el gobierno, es evidente que la báscula del
poder favorece al agrobusiness. Aparte de su expresiva presencia en la
administración, cuentan con recursos excesivos, sin ninguna proporción con
aquellos destinados a la agricultura familiar."
Por
Brisa
Araujo
Gobierno Lula: el sueño frustrado
No hay dudas de que la
llegada del primer obrero a la presidencia de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva,
llenó los movimientos sociales brasileños de esperanza. 2002 fue el año de la
histórica victoria de la izquierda en el país más grande de América Latina – en
área y en población. Su toma de posesión llevó a miles de militantes y
apoyadores del Partido de los Trabajadores (PT) a B
rasilia, que vio un mar rojo
saludar al nuevo presidente. Más allá de la simbología de tener un presidente
que viene del pueblo, la plataforma de gobierno petista traía la promesa de la
eliminación de la pobreza, la generación de millones de empleos y la promoción
de mayor justicia social en un país cuya desigualdad era una de sus
características más estructurales.
Para el Movimiento de
los Trabajadores Sin Tierra (MST) ese escrutinio representó la potencial llegada
de una nueva etapa. El conocido movimiento defendía y defiende la reforma
agraria y la redefinición de los patrones de ocupación, producción y
sociabilidad en el campo brasileño. Por su estrategia de lucha – la ocupación de
latifundios improductivos – fueron perseguidos duramente en el gobierno de
Fernando Henrique Cardoso, anterior al de Lula, y rotulados como criminales por
los grandes medios de comunicación y las clases altas defensoras de la propiedad
privada. La llegada del Partido de los Trabajadores al poder significó, en ese
entonces, la posibilidad de descriminalización del movimiento, de diálogo y
negociación y de realización de una reforma agraria estructural. Lula había sido
gran simpatizante del movimiento desde sus orígenes y dejó muy claras sus
intenciones de, una vez presidente, tratar la reforma agraria y al MST con la
dignidad que merecían.
A pesar de promesas y
expectativas, lo que se observó en Brasil durante el gobierno Lula respecto a la
situación del campo fue la disminución, año tras año, del número de latifundios
expropiados para la reforma agraria. La Constitución brasileña de 1988 contiene
la función social de la propiedad, determinada en el ámbito urbano por la
sustitución del individualismo propietario por el de la dignidad humana y, en el
ámbito rural, por la protección a los derechos laborales y ambientales. La
propiedad rural debe cumplir con los patrones del desarrollo sostenible y,
aunque lo haga, puede ser expropiada por el gobierno, una vez que lo que debe
prevalecer es su utilidad pública – es el caso de propiedades que no tienen
producción o número de funcionarios compatible con su área.
A los gobiernos posteriores a la redemocratización les quedó la importante tarea de promover el uso social de la tierra y propiedades urbanas y se suponía que Lula era el más calificado para cumplir con esta demanda, dado su origen y cercanía al MST. Empero, el número de expropiaciones en sus dos mandatos fue bastante inferior al de su antecesor, el social-demócrata Fernando Henrique Cardoso. Lula expropió tan sólo mil 990 propiedades, ante 3 mil 532 durante el gobierno de Cardoso.El año 2005 fue el punto de inflexión de las expropiaciones – desde entonces, se han visto cada vez menos propiedades parceladas para la agricultura familiar. Coincidentemente o no, este mismo año trajo un decreto presidencial que tornó legal el uso de semillas transgénicas para la producción agrícola.
Las semillas de soya de
Monsanto empezaron a ser contrabandeadas desde Argentina a Brasil en 1998, sin
cualquier tipo de regulación hasta la medida tomada por Lula siete años después.
Hoy se estima que las semillas genéticamente modificadas representan un 85 por
ciento de la producción total de soya en el país – porcentaje que puede ser
todavía más grande, una vez que estas semillas son altamente contaminantes, lo
que hace que no sea posible controlar estrictamente su presencia.
La combinación de esos dos factores, aliados al crecimiento de exportaciones a Asia, especialmente, benefició a los grandes empresarios del agrobusiness. Las publicitarias cifras de la balanza comercial dieron a Brasil nacional e internacionalmente la imagen de una verdadera revolución social. Mientras tanto, la bancada rural de la Cámara de Diputados y el Senado (que representa los intereses de los empresarios agroexportadores) hacía crecer su influencia en el gobierno petista, la propuesta de reforma agraria seguía intocada y el MST, olvidado.
Las cifras no son
fiables, el incremento en la productividad y la creciente presencia de Brasil en
el escenario internacional ocultan datos menos estimulantes:
el 10 por ciento
de los propietarios retienen el 85 por ciento de la producción y 85 por ciento
de las tierras cultivadas en Brasil están reservadas para la producción de maíz,
soya, pasto y caña de azúcar – es decir, o se destinan a la producción de ración
animal y a la exportación, o son productoras del combustible etanol. La
producción de caña, históricamente conectada al esclavismo colonial, fue
celebrada por Lula como la gran solución
para la excesiva dependencia del petróleo como combustible. Lo que se le olvidó
decir es que la planta de caña de azúcar, cuando es cultivada extensiva y
continuamente, causa la destrucción de suelos y la transformación radical de
ecosistemas. Del mismo modo, se le olvidó comentar que las haciendas de caña son
las que más emplean trabajadores en condiciones indignas, incluyendo esclavos y
niños.
Gobierno
Dilma: ¿erradicación de la miseria o todo el apoyo al agrobusiness?
Dilma Rousseff llegó al poder con una percepción un
poco menos onírica desde los movimientos sociales. Aún así, representaba un
cambio más: la primera mujer, ex-guerrillera que luchó en contra del
autoritarismo en el período dictatorial. Con fama de rigidez para el trabajo y
una imagen de honestidad, la “hija” de Lula
ganó las elecciones
después de gran campaña de unión de toda la izquierda en contra de la amenaza
del regreso de la derecha al poder, sintetizada en la figura del autoritario
José Serra (PSDB).
Su principal bandera de
gobierno es la erradicación de la pobreza y la expansión del desarrollo del país
– llevadas a cabo a través de dos programas multiministeriales: Brasil Sin
Miseria y los Planes de Aceleración del Crecimiento (PACs).
El Plan Brasil Sin
Miseria concentra 47 por ciento de sus esfuerzos en el campo, a través
primordialmente del fomento a la agricultura familiar, generando beneficios
financieros a fondo perdido para la compra de insumos y equipo para la
agricultura. Con el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA), el gobierno
federal busca incentivar a la agricultores familiares con la compra de la
producción para su uso en entidades asistenciales, hospitales, universidades,
unidades prisionales y para formación de estoques. Además de eso, el programa
también cuenta con la ampliación del acceso al agua.
El último 8 de marzo,
la presidenta anunció una medida que presuntamente colaborará para el desarrollo
de la agricultura familiar – responsable del 70 por ciento de los alimentos
consumidos en hogares brasileños: todos los productos de la canasta básica pasan
a ser exentos de impuestos federales, lo que representa la reducción en el costo
de 9.25 por ciento para los alimentos incluidos (carnes, leche entera, huevos,
arroz, frijol, pan, frutas, legumbres, entre otros) y 12.25 para papel
higiénico, jabón de ducha y pasta de dientes. Además de permitir mayor consumo
entre las clases más bajas, la medida busca generar mayor dinamismo y expansión
en los negocios en pequeñas comunidades – bien como el crecimiento de la
presencia de la agricultura familiar.
Todas esas medidas son
obviamente bienvenidas, pero es necesario ponerlas en contexto para entender
hasta qué punto la “revolución en el campo”, de la que habla con orgullo Dilma,
es verdadera.
A pesar de las
recurrentes promesas de realización de la reforma agraria – la última de ellas
realizada en reunión con trabajadores rurales para la firma de la Política
Nacional para Trabajadores Rurales Empleados, en los primeros días de marzo -,
ya acercándose a la mitad de su tercer año de gobierno, Dilma casi fue la jefe
de gobierno que menos expropió tierras para la reforma agraria, con solamente 86
propiedades destinadas a este fin. Por encima de ella está solamente Fernando
Collor de Mello, presidente entre 1990 y 1992, impedido por una política
económica que confiscaba los ahorros de los ciudadanos y por involucrarse con la
corrupción – quien expropió en su período solamente 28 latifundios. Dicho sea de
paso, el ex-presidente, hoy Senador de la República, es parte de la gran base de
apoyo de Dilma en el Poder Legislativo.
Hablando del Legislativo, es imposible no darse cuenta del gran incremento de la influencia de la bancada rural en el transcurso del gobierno de Dilma. En 2012 este grupo de legisladores logró aprobar una propuesta de Código Forestal que significaba una afrenta a los movimientos sociales rurales, los ambientalistas y los pueblos indígenas. Permitiendo que se colocaran en el mercado para especulación títulos de carbono y cuotas de reservas ambientales, la legislación ponía a la Amazonia brasileña en la ruta de la globalización. Los dueños de latifundios improductivos pasarían a justificar la función social de sus propiedades bajo la justificación de explotar carbono en zonas que cuentan con cuotas de reservas ambientales. En caso de que decidieran usar las tierras para producción agrícola – y acabar con los bosques – nada más necesitarían compensar la devastación con la reforestación de una pequeña parcela de su propiedad (que no llegaría al 10 por ciento). Además de eso, dio una salida a los grandes propietarios para que no necesitaran abrir mano de sus tierras con el fin del crecimiento de las tierras de agricultura familiar, otorgando a la agricultura familiar 4,9 millones de hectáreas en zona de devastación de la selva amazónica – para que ya no se tocaran los latifundios improductivos ni consideraran a los productores responsables de la devastación de los bosques. Otra medida fue no penalizar a propietarios que acabaran con zonas de bosques.
El gobierno federal no
fue capaz de generar oposición dentro del legislativo para bloquear la nueva
legislación – por el sencillo motivo de que la mayor parte de sus proponentes
componían la base gobiernista -, lo que hizo necesario que la presidenta la
vetara. La expectativa de los movimientos sociales y ambientalistas era que el
veto a la propuesta fuera integral. Empero, la presidenta prohibió solamente
nueve artículos de la ley y pasó el Programa de Regularización Ambiental, que
exceptuó de multa a propietarios rurales que generaron devastación en los bosques,
bajo la condición de que presentaran un plan de recuperación de las áreas
degradadas. Dicha recuperación será de máximo el 20 por ciento de la propiedad,
sin tomar en consideración que muchas propiedades de las regiones centro-oeste y
norte del país vienen integralmente del desmate de la Amazonía.
Si con relación al
medio ambiente, Rousseff fue permisiva y permitió la ampliación del poder de los
latifundiarios, en lo que dice respecto a los derechos indígenas la situación no
es mejor. El gobierno brasileño, desde Lula, hace propaganda de haber demarcado
la mayor cantidad de tierras indígenas de América Latina. Lo que no dice es que
el 95 por ciento de estas tierras están localizadas en la Amazonía o en regiones
cercanas a centros urbanos
– por lo tanto, en zonas con menor disputa por la
tierra. Los pueblos indígenas que habitan regiones con presencia de haciendas
destinadas al agronegocio han sido prácticamente ignorados en sus demandas por
demarcación de reservas, y sufren violencia cotidiana por parte de capataces de
los latifundistas – violencia que pone en riesgo la existencia de esos pueblos.
Un ejemplo es el caso de los Guarani-Kaiowá, del estado de Mato Grosso do Sul,
que en 2012 recibieron del Estado orden de despojo de sus tierras ancestrales,
en un contexto de asesinatos, violaciones y suicidio de indígenas.
La pugna entre un proyecto de campo basado en la agricultura familiar para la producción de alimentos y otro de una zona rural de latifundios y producción enfocada en la exportación de granos está lejos de ser justa. A pesar de los programas y auxilios anunciados por el gobierno, es evidente que la báscula del poder favorece al agrobusiness. Aparte de su expresiva presencia en la administración, cuentan con recursos excesivos, sin ninguna proporción con aquellos destinados a la agricultura familiar.
En febrero, la
presidenta anunció en su plan agrícola para 2013/2014, que invertirá 133 mil
millones de reales. El monto impresiona, pero su división impresiona más: 115
mil millones de reales estarán destinados a la agricultura empresarial, ante 18
mil millones para la agricultura familiar. Dinero que será invertido
primordialmente en la compra de máquinas para la modernización de la producción.
En una feria destinada al agronegocio, Dilma Rousseff afirmó que siempre habrá
más recursos: “Todo lo que gasten, lo cubriremos”. Días después, la petista
volvió a apapachar a los agroexportadores, anunciando su gran orgullo: en 2013
Brasil tendrá la mayor cosecha de granos de su historia, llegando a 185 millones
de toneladas. Claro, todo esto sin considerar la cosecha de alimentos – que
mereció nada más que una mención en el discurso de la presidenta.
El contexto como un
todo marea: si Dilma quiere fomentar la agricultura familiar y las economías
locales, y para eso quita los impuestos de la canasta básica y compra las
cosechas de los pequeños productores, ¿por qué no aplica la reforma agraria?,
¿por qué permite la promulgación casi integral de un Código Forestal que en la
práctica acaba con la legitimidad de las expropiaciones de latifundios
improductivos?, ¿por qué otorga inversiones fuera de proporción a los
latifundistas?, ¿por qué no defiende a los pueblos indígenas y garantiza su
derecho a la tierra?
Con un discurso
amigable y mucha inversión en publicidad, el gobierno del PT muestra que en su
proyecto nacional la agricultura familiar sólo tiene cabida si no interfiere en
el desarrollo y la inserción del país en la globalización. “Un país rico es un
país sin miseria”, slogan del gobierno Dilma, vale para elevar a Brasil en las
clasificaciones internacionales y para crear un gran conjunto de ciudadanos
consumidores. ¿Hasta qué punto el país rico de Dilma es, como dice el slogan del
gobierno de Lula, “un país de todos”?
Publicado el 25
de marzo de 2013
Leer
---
Lucha por la
tierra vs. colonización
23 de abril de 2018
Editorial Virginia Bolten
(Argentina)
El modelo de desarrollo basado en la extracción mineral sigue siendo un factor preponderante al pensar en los conflictos por la tierra. El caso más emblemático, y que devela cómo se dan estos conflictos y el rol del Estado en el proceso de legitimación de la lógica de dominación es la Masacre del El dorado dos Carajás, en la provincia de Pará, región Norte de Brasil.
El 17 de abril de 1996, 19 miembros del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra –MST-, fueron asesinados por las fuerzas policiales de la provincia de Pará en una marcha que tenía por objetivo reivindicar junto al gobierno del Estado las promesas incumplidas de expropiación de una hacienda –Fazenda Macaxeira– ocupada por 3.500 familias, en septiembre de 1995. De los 154 agentes involucrados en la operación, sólo dos de ellos fueron responsabilizados por la masacre. En 2002, la fecha del 17 de abril fue establecida como el Día Internacional de la Lucha Campesina.
Según la constitución brasilera, en el artigo 184 de la Constitución Federal, “es deber del conjunto de las provincias expropiar por interés social, para llevar a cabo la reforma agraria, la propiedad que no esté cumpliendo su función social, mediante previa y justa indemnización en títulos de la deuda agraria, con clausulas de preservación real, rescatables en un plazo de veinte años, a partir del según año de emisión, y con utilización definida por la ley”.
Estos conflictos son una consecuencia de la concentración de tierras, de la concentración económica y del poder político. La articulación entre lo público y lo privado, y la no separación ente estas dos instancias, termina por concretar acciones sin autorizaciones judiciales y la consecuente profundización en la asimetría entre terratenientes y movimientos en lucha por la reforma agraria.
El índice de concentración de tierras en Brasil es uno de los más altos del mundo. Y, mientras los movimientos en lucha por la tierra siguen reivindicando el derecho a tener derechos, los terratenientes y las corporaciones actúan al margen de la legalidad.
En Brasil, las masacres como la de Carajás no son hechos aislados. Según la Comisión Pastoral de la Tierra –CPT-, entre los años 1985 y 2017, los casos de conflictos en el campo con registro de asesinatos fueron de 1.438, llegando al total de 1.904 víctimas. De todos estos casos, sólo uno 8% fue juzgado. Y de los 70 asesinatos ocurridos sólo en el año 2017, 28 son caracterizados como masacres, lo que desvela un avance del genocidio hacia las comunidades campesinas en el último período.
La exclusión social impuesta de forma brutal lleva a cuestionar el “proceso civilizador” dominante que naturaliza la barbarie. Un proceso que criminaliza las luchas de las personas trabajadoras del campo, utilizando estrategias de estigmatización –apoyados por los medios de comunicación. Así, estos sujetos en lucha son convertidos en no deseables y asesinables por el conjunto de la sociedad que guarda, aún hoy, un fuerte inconsciente colonial.
La lucha campesina y el poder de resistencia de estos movimientos, no sólo es capaz de denunciar los aspectos ocultos de las estructuras de poder, como también demostrar una alternativa al modelo capitalista, generando nuevos modos de vida.
Pensando la lucha por la tierra como un dispositivo de radicalización del poder popular, nosotras desde de Virginia Bolten preguntamos: ¿es posible salir de la actual crisis sin apoyar a la lucha campesina y a la reforma agraria? Nota:
[1] Comunidades descendientes de quilombos son
grupos cuyos ancestros fueron personas victimas de la esclavitud en Brasil. Son
comunidades que generalmente vivieron sin contacto con el mundo urbano durante
mucho tiempo.
Referencia:
Referencia:
BARREIRA, Cesár. Crônica
de um massacre anunciado: Eldorado dos Carajás
https://www.ecodebate.com.br/2018/04/17/analise-da-cpt-revela-que-assassinatos-no-campo-batem-novo-recorde-e-atingem-maior-numero-desde-2003/
http://virginiabolten.com.ar/editorial/lucha-la-tierra-vs-colonizacion/
https://www.ecodebate.com.br/2018/04/17/analise-da-cpt-revela-que-assassinatos-no-campo-batem-novo-recorde-e-atingem-maior-numero-desde-2003/
http://virginiabolten.com.ar/editorial/lucha-la-tierra-vs-colonizacion/
Necesitamos, abajo y a la izquierda, generalizar la deliberación sobre la
defensa neoliberal y la progresista del capitalismo local. Debate
esclarecedor y a la vez definidor de rumbos emancipatorios concretos. Esto
implica establecerlos desde las «luchas desde abajo» que parten de la rebelión ante la impunidad criminal de extractivismos.
Es mirada hacia crear
vínculos con los pueblos originarios
por sus derechos y por coincidir en el imperativo de la autodeterminación de
todos los pueblos de Nuestra América y del mundo. Es involucramiento con el
internacionalismo de Vía Campesina y las multisectoriales-redes por la
soberanía alimentaria, la agroecología.
El daño alimentario del agronegocio en la Argentina –
Alimentos envenenados con agrotóxicos, 2018
24 de
abril de 2018
En
el mes de abril de 2017, Naturaleza de Derechos accedió a los controles sobre
frutas, verduras y hortalizas realizados por el SENASA entre los años 2011 y
2016. Los resultados de los controles indican la situación de riesgo de daño
alimentario en la que se encuentra la Argentina, por la altísima presencia de
agrotóxicos en casi todos los productos alimenticios de consumo directo, o de
materias primas esenciales, como el maíz, trigo y girasol.
Estamos hablando de residuos químicos que son
incorporados diariamente al organismo humano, sobre los cuales la ciencia digna
e independiente ha señalado que una exposición crónica a los mismos, representa
una situación de riesgo grave para la salud humana, dado que en razón de
evidencias claras, han sido caracterizados y hasta determinados, sin objeciones
científicas y/o académicas, como agentes cancerígenos, disruptores endocrinos,
genotóxicos, mutagénicos Y teratogénicos.
Casi la totalidad del sistema agroalimentario
argentino, está sometido al modelo productivo impuesto por el Agronegocio, con
la aquiescencia del poder político. La agro industrialización a través de la
incorporación de semillas modificadas genéticamente y el uso masivo de
agrotóxicos, tanto para los cultivos extensivos como los intensivos, no está
sujeto a una regulación legislativa en la Argentina.
Efectivamente, en la Argentina, no hay una ley
nacional que regule el proceso de registros, autorización y usos de los
agrotóxicos, ya sea para su doméstico, línea jardín o en el sistema
agroalimentario. Tampoco hay una ley sobre bioseguridad y Organismos Vegetales
Genéticamente Modificados (OVGM).
El acceso a los datos de los controles
realizados por el SENASA sobre las frutas, verduras y hortalizas en los mercados
de abasto (Central, de La Plata y General Pueyrredón), ha sido una bisagra en el
camino por una agricultura libre de agrótoxicos.
Pues se trata de información que confirma todas
las sospechas sobre la seguridad de los alimentos de consumo directo sometidos
al uso de agrotóxicos. Los resultados son elocuentes, un primer análisis ligero
de los números de los controles , nos indica que más del 63 % de las frutas,
verduras y hortalizas que consumen más de 20 millones de personas en la
Argentina tiene al menos un residuo de agrotóxico.
Un segundo análisis, más profundo, detallado y
desclasificado (que hemos realizado en estos meses y que estamos presentando),
nos advierte que estamos ante una situación de emergencia de inocuidad y
seguridad alimentaria en la Argentina. Sin eufemismos denunciamos que toda la
población está expuesta a un Daño Alimentario.
Los números son fríos, pero con la información
previa son determinantes.
En el caso de los alimentos contaminados con
agrotóxicos en la Argentina, además son alarmantes.
Según los propios datos del SENASA enviados a
Naturaleza de Derechos sobre los controles de presencia de agrotóxicos en 38
alimentos, en el período 2011-16, se detectaron 65 principios activos de dichas
sustancias.
Si se realiza una clasificación por los efectos
en la salud de cada agrotóxico hallado, surge que del grupo compuesto por 38
alimentos analizados, en el
97 % de los productos alimenticios, se detectaron agrotóxicos considerados disruptores
endocrinos;en el 92 %, agrotóxicos cuyo mecanismo de acción es lainhibición
de las colinesterasas; en el
87 %, agrotóxicos concapacidad cancerígena, y en
el 84 %, agrotóxicos con efectos
teratogénicos.
No estamos ebrios, ni somos fundamentalistas.
El Estado y el Agronegocio nos envenan.
Descargar el informe (PDF) a continuación:
El daño alimentario del agronegocio en la
Argentina - Alimentos envenenados con agrotóxicos 2018 (2,13 MB)
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Argentina: ¿Otra agenda para el 19?
Mercado interno y desarrollo productivo
5 de marzo de 2018
Por Carlos
A. Vicente
La propuesta es reflexionar sobre los errores,
contradicciones y retrocesos de la década pasada. Observaciones a la energía
nuclear, explotación de hidrocarburos no convencionales y la minería.
La nota de Eduardo Dvorkin “Tareas urgentes a
encarar con otro gobierno. La agenda del 19”, publicada el 4 de febrero en el
Cash, resulta una invitación a la reflexión que no quiero dejar la oportunidad
de aprovechar. Por un lado casi nadie de este lado de la Argentina puede dejar
de acompañar los objetivos presentados como centrales: volver a desarrollar el
mercado interno coetáneamente con el desarrollo productivo; incluir para crecer
y crecer para incluir y poner al Estado en la conducción del proceso productivo.
Sin embargo a la hora de analizar las
propuestas concretas para cumplir con estos objetivos aparece una reiteración de
las que fueron las propuestas del kirchnerismo durante toda su gestión y que
merecen hoy por lo menos ser revisitadas, analizadas y cuestionadas. Porque
enfrentar hoy al monstruo que se ha apoderado del país no nos debe impedir
reflexionar sobre los errores, contradicciones y retrocesos sufridos la década
pasada. Esta será la única manera de mirar y construir un futuro mejor.
Creo que hay por lo menos tres ejes sobre los
que las “tareas urgentes” hacen agua:
Uno de ellos es apelar a un modelo productivo que es
profundamente cuestionado y al que muchos países ya han renunciado por sus
catastróficos resultados: el desarrollo de la energía nuclear, la explotación de
hidrocarburos no convencionales, la minería. Los impactos de estas tres áreas de
“desarrollo” ya están más que demostrados (Fukushima o la
catástrofe de Mariana en Brasil son muestras más que suficientes) y los países
centrales claramente han puesto las fichas en que el desarrollo de las mismas
sea en los países subordinados (salvo en los Estados Unidos por supuesto, donde
están dispuestos a todo para conservar su hegemonía). Llama la atención que no
se sume a esta tríada de propuestas la profundización del modelo agrícola basado
en transgénicos y agrotóxicos. ¿Será porque el Ministro de Ciencia y Tecnología
seguirá siendo Lino Barañao y, por lo tanto, este tema ni siquiera necesita ser
mencionado?
Otro es no mencionar el poder corporativo en el que se
sustentan estas propuestas de “desarrollo” y las implicancias que tienen.
Las mineras canadienses, con Barrick Gold a la
cabeza; Chevron de la mano de la
“estatal” YPF o la no mencionada Monsanto (hoy comprada por Bayer) conforman el
espectro de “oportunidades” que seguirán manteniéndonos en la subordinación y la
imposibilidad de pensar en un futuro autónomo para nuestro país.
El tercero, fundamental cuando lo que estamos abordando es
el futuro, es no plantear los impactos en los territorios de estas propuestas. En Argentina, millones de personas cuestionan
local y regionalmente la devastación producida por la minería, la extracción de
hidrocarburos no convencionales o el modelo sojero y sus fumigaciones masivas. No tener presentes
a los pueblos que sufren las consecuencias de estos proyectos es darle la
espalda a buena parte de los argentinos. Pero además el costo del extractivismo
lo estamos pagando todos: la destrucción de ecosistemas, la pérdida de nuestros
últimos bosques nativos, la contaminación de la cuencas de agua, los suelos y
las comunidades por agrotóxicos, la destrucción de economías locales son
realidades perfectamente documentadas cuyas cifras son alarmantes pero exceden
la extensión de esta nota. La información está allí, producidas por
Universidades, Asambleas y organizaciones sociales. Quién quiera oir que oiga.
Todos estos temas son parte del debate
cotidiano en la política y en los grandes medios en buena parte del planeta. En
Argentina sin embargo se los ha borrado del mapa y han quedado relegados y por
suerte visibilizados por los medios alternativos. Quizás sea hora de aprovechar
el momento, y a pesar del enemigo común poderoso que enfrentamos, ampliar la
mirada y los debates que tenemos.
* Integrante de las ONG Grain y Acción
por la Biodiversidad y
coeditor de la revista Biodiversidad, Sustento y Culturas.
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Nicaragua
Hay que condenar la represión y
las medidas neoliberales de Daniel Ortega
25 de abril de 2018
Sin embargo a la hora de analizar las
propuestas concretas para cumplir con estos objetivos aparece una reiteración de
las que fueron las propuestas del kirchnerismo durante toda su gestión y que
merecen hoy por lo menos ser revisitadas, analizadas y cuestionadas. Porque
enfrentar hoy al monstruo que se ha apoderado del país no nos debe impedir
reflexionar sobre los errores, contradicciones y retrocesos sufridos la década
pasada. Esta será la única manera de mirar y construir un futuro mejor.
Por
Olmedo Beluche
(Rebelión)
El gobierno de Daniel Ortega, del partido FSLN, ha procedido a
realizar una drástica reforma de las pensiones, aumentando la cuota obrero
patronal y descontando 5% de las jubilaciones de los actuales jubilados. Todo
esto sugerido por el Fondo Monetario Internacional en una típica medida de corte
neoliberal.
Por menos que esto, en Panamá, el movimiento
popular organizó el Franadesso original, en 2005, se realizaron masivas
movilizaciones y una huelga general. Así que es plenamente legítima, como lo fue
la nuestra, la movilización de los estudiantes y trabajadores nicaragüenses
contra la reforma que ahora impone el gobierno de Ortega. Movilizaciones masivas
que han sido duramente reprimidas con su secuela de muertos.
Aquí es donde se evidencia la verdadera cara del llamado “progresismo” latinoamericano. Gobiernos que alardean de revolucionarios y chacharean de “socialismo”, pero que en la práctica no pasan los límites del sistema capitalista. La crisis del progresismo en todo el continente es la crisis del reformismo burgués, incapaz de verdaderas medidas socialistas en un momento de crisis sistémica y caída de precios de las materias primas.
Aquí no vale que el sandinismo aduzca la
existencia de “conspiraciones” de la derecha y el imperialismo, si ellos mismos
metieron la cabeza en la guillotina para aplicar una medida económica de derecha
ordenada por el imperialismo (FMI).
Frente al reformismo burgués inconsecuente y frente a los proyectos de la extrema derecha proimperialista, es la hora de construir verdaderas alternativas políticas revolucionarias y socialistas.
Socialismo no son unas cuantas políticas
públicas (“transferencias”, como las llama el Banco Mundial) financiadas por las
exportaciones de materias primas, sin tocar el corazón de la propiedad
capitalista. Socialismo es verdadera participación popular, con sus organismos
de poder, con su democracia, con la nacionalización de la banca y el comercio
exterior.
Podemos defender a Nicolás Maduro de la
política golpista de Estados Unidos y la derecha venezolana,
pero hay que decir que, igual que Ortega en Nicaragua,
tiene responsabilidad en la crisis actual, por lo que ha hecho y dejado de
hacer.
Otro tanto de Lula, a quien defendemos de la
conspiración derechista para sacarlo de la contienda electoral, pero cuyas
políticas reformistas dieron alas a la derecha, incluso su partido, el PT, le
regaló al golpista M. Temer, la vicepresidencia al lado de Dilma Rousseff.
Lo que pasa hoy en Nicaragua debe ser un
llamado de atención a los verdaderos revolucionarios y socialistas del
continente del deber de construir una verdadera alternativa de la clase
trabajadora, por fuera de la sombra de “progresistas” y reformistas
inconsecuentes, que llevan a la derrota de los movimientos antineoliberales que
iniciamos hace 20 años.
Atendamos
a los sujetos colectivos con origen en las «luchas desde abajo» que, al
afirmarse en sus derechos humanos, nos interpelan a todos los distintos
oprimidos por el capitalismo y definen rumbos a la emancipación de todos.
Declaración del Foro de los Pueblos Indígenas ante
la VIII Cumbre de las Américas:
En defensa del territorio y la libre determinación de los pueblos o naciones.
23 de
abril de 2018
“Nosotros y nosotras como representantes de los pueblos, Naciones y
Nacionalidades Indígenas del Abya Yala, en el marco y ejercicio del derecho a la
libre determinación y en defensa de nuestra Madre Tierra, damos a conocer
nuestras conclusiones y planteamientos como resultado del Foro de los Pueblos
Indígenas, en el marco
de la VIII Cumbre de las Américas, celebrado en Lima del 10 de Abril de 2018."
El martes 10 de
abril, se realizó el Foro de los Pueblos Indígenas organizado por el
Pacto de Unidad, en el marco de la
Cumbre de las Américas. Fue el primer acto oficial de la Cumbre y trajo el
debate y análisis desde las diferentes organizaciones, líderes y liderezas que
concluyó en la aprobación de la Declaración del Foro de Pueblos Indígenas frente
a los jefes de Estado. El Pacto de Unidad está conformado por organizaciones que
integran el proceso del Foro
Social Panamazónico, que adhiere y asume como suya esta
Declaración, que dejamos a continuación en su texto íntegro, agradeciendo su más
amplia difusión
DECLARACIÓN
DEL FORO DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS ANTE LA VIII CUMBRE DE LAS AMÉRICAS REALIZADA
EN LIMA: EN DEFENSA DEL TERRITORIO Y LA LIBRE DETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS O
NACIONES
Nosotros y
nosotras como representantes de los pueblos, Naciones y Nacionalidades Indígenas
del Abya Yala, en el marco y ejercicio del derecho a la libre determinación y en
defensa de nuestra Madre Tierra, damos a conocer nuestras conclusiones y
planteamientos como resultado del Foro de los Pueblos Indígenas, en el marco de
la VIII Cumbre de las Américas, celebrado en Lima del 10 de Abril de 2018.
CONSIDERANDO:
Que en nuestro
continente somos aproximadamente 826 pueblos indígenas que preexistimos a los
Estados y vivimos en armonía con la Madre Tierra, desde nuestros ancestros.
Que desde la
invasión Europea se nos ha impuesto un modelo económico de extracción de
recursos por lo que hemos sido sistemáticamente expoliados y despojados de
nuestros territorio.
Que los Estados republicanos nacieron excluyendo a los pueblos originarios,
con una política de asimilación cultural, con prácticas racistas, genocidas,
patriarcales y monoculturales; de colonización de nuestras mentes.
Que
actualmente nos encontramos frente a un modelo de desarrollo depredador y
destructor donde las corporaciones buscan acumular riquezas para unos pocos,
vulnerando nuestros derechos y destruyendo la Madre Tierra, a través de la
imposición de mega proyectos extractivos como: la minería, hidroeléctricas,
hidrocarburos, forestales, monocultivos y de infraestructura en nombre del
desarrollo, que se ejecutan sin la consulta ni el consentimiento libre, previo e
informado.
Que, a lo
largo de la historia, los pueblos hemos resistido y luchado por el respeto de
nuestra libre determinación, autonomía, y autogobierno; y por acabar con todas
las formas de colonialismo y subordinación.
Que las
mujeres indígenas cumplimos un rol decisivo en la protección y transmisión de
nuestras identidades culturales, prácticas y saberes ancestrales, conservación
de la biodiversidad, defensa del territorio y seguridad alimentaria.
Que, gracias a nuestras luchas, hemos logrado avances en el derecho Constitucional e Internacional como la Resolución 1514 (XV) de la Naciones Unidas, el Convenio 169 de la OIT de 1989, la Declaración de Viena de 2003, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de Discriminación Racial, la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas de 2007, la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, la doctrina y Jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que son de obligatorio cumplimiento para los Estados.
Que, los Estados
han institucionalizado políticas y prácticas corruptas que se evidencian en la
producción normativa, la gestión y administración pública, y el sistema de
justicia, favoreciendo a las corporaciones transnacionales y vulnerando nuestros
derechos como pueblos.
Que, a pesar de
las obligaciones vinculantes del Estado en materia de derechos indígenas,
persiste la criminalización del ejercicio de nuestra autoridad, funciones
jurisdiccionales y defensa de derechos colectivos, a través del asesinato,
desaparición física, represión penal, amenazas, acoso, estigmatización y otras
formas de persecución arbitraria.
Que, los acuerdos
de las siete cumbres de las Américas no han implementado acciones concretas para
el ejercicio pleno de los derechos colectivos de los pueblos indígenas en los
Estados miembros.
DEMANDAMOS a los Jefes de Estado y Gobiernos de las Américas lo siguiente:
1. Que los Estados den cumplimiento efectivo a sus obligaciones internacionales relativas a los derechos de los pueblos indigenas, adoptadas en ejercicio de su soberania, incluyendo tratados, medidas cautelares, sentencias y otros mandatos internacionales; derogando las normas nacionales que se oponen a tales obligaciones.
1. Que los Estados den cumplimiento efectivo a sus obligaciones internacionales relativas a los derechos de los pueblos indigenas, adoptadas en ejercicio de su soberania, incluyendo tratados, medidas cautelares, sentencias y otros mandatos internacionales; derogando las normas nacionales que se oponen a tales obligaciones.
2. Que los
Estados respeten y garanticen nuestros derechos a la libre determinación,
autonomía y autogobierno; formas de vida, modelos de desarrollo, planes de vida
y buen vivir.
3. Que los
Estados reconozcan la personalidad jurídica de pueblos, naciones o
nacionalidades indígenas, y sus formas propias de organización.
4. Que el Estado
garantice la participación institucional de los pueblos dentro de la estructura
del Estado, a todo nivel y con poder de decisión.
5. Que los
Estados aseguren nuestro derecho a la propiedad del territorio ancestral
integral, incluyendo los recursos naturales necesarios para nuestra subsistencia
como el agua, bosques, tierras eriazas, etc.
6. Que los
Estados adopten normas y políticas para garantizar la seguridad y soberanía
alimentaria, que incluya la prohibición de patentes de nuestras semillas y
productos nativos; la priorización del consumo interno sobre la exportación, y
el veto al uso de organismos transgénicos.
7. Que cesen las
políticas de parcelación y titulación individual de los territorios colectivos;
de fragmentación y despojo de territorios a través de políticas de conservación
y establecimiento de áreas protegidas.
8. Que los
Estados deroguen las normas que facilitan la pérdida de la propiedad territorial
indígena a través de figuras jurídicas como: la “cesión en uso de los bosques”,
la posibilidad de venta de tierras; la expropiación y servidumbre forzosa; la
cesión de propiedad para la construcción de infraestructura.
9. Que los
Estados cesen las políticas de colonización, invasión de los territorios
indígenas, y de toda forma de violencia que afecta de manera particular a las
mujeres indígenas.
10. Que los
Estados implementen los procesos de participación, consulta y consentimiento
previo, libre e informado antes de adoptar normas, políticas, programas y
medidas susceptibles de afectar a los pueblos indígenas, como concesiones,
autorizaciones, contratos u otros.
11. Que los
Estados garanticen medidas efectivas para la participación plena de las mujeres
y jovenes indígenas en la toma de decisiones de políticas públicas susceptibles
de afectarles.
12. Que los
Estados implementen políticas públicas de salud y educación bilingüe
intercultural, incorporando en ellas la historia, cosmovisión, filosofía y
saberes ancestrales como parte del proceso de descolonización y buen vivir.
13. Que los
Estados respeten los saberes y prácticas ancestrales de medicina, formas de
transmisión de conocimiento, expresiones culturales y artísticas, y que
garanticen los medios para su desarrollo autónomo.
14. Que los
Estados promuevan el derecho a los medios de comunicación indígena, redes
comunitarias y el uso y acceso de las tecnologías de comunicación en nuestros
propios idiomas.
15. Que los
Estados adopten normas y políticas para eliminar toda forma de discriminación y
el racismo institucionalizado.
16. Que los
Estados investiguen de oficio y sancionen a los funcionarios y servidores
públicos involucrados en hechos de corrupción, estableciendo la
imprescriptibilidad de este delito y que los corruptos no vuelvan a ejercer
función pública.
17. Que los
Estados investiguen y sancionen ejemplarmente a las empresas -y sus titulares-
involucradas en hechos de corrupción, anulando los contratos obtenidos por
medios ilegales y que no se vuelvan a beneficiar de contratos o recursos
públicos.
18. Que cese la
criminalización y estigmatización de autoridades y miembros de pueblos indígenas
por ejercer su autoridad, funciones jurisdiccionales y proteger sus territorios
y demás derechos; derogando las normas de criminalización, archivando los
procesos judiciales y disponiendo la libertad de las personas detenidas.
19. Que los
Estados respeten y garanticen el pluralismo jurídico igualitario, es decir que
respeten las decisiones de la justicia indígena como cosa juzgada y, que con
participación de los pueblos, se establezcan mecanismos de coordinación con la
justicia ordinaria.
20. Que los
Estados promuevan la capacitación de los jueces, fiscales y policías para que
conozcan, respeten valoren los sistemas jurídicos de los pueblos indígenas.
Para que se
fortalezca la paz de todos los pueblos indígenas de nuestra Abya Yala,
rechazamos todos los actos de violencia y persecución arbitraria, militarización
y estados de emergencia que vienen sufriendo nuestros pueblos de América Latina.
Y en particular, queremos manifestar nuestra solidaridad con nuestros hermanos y
hermanas: – De los pueblos originarios del distrito de Chalhuahuacho (Apurimac)
y Chulmivilcas (Cusco), actualmente con presencia policial y military; y bajo
estado de emergencia, por lo que demandamos su levantamiento. – De los pueblos
Mapuche, Awajun, Achuar, Kichwa, por la persecución arbitraria que vienen
sufriendo en defensa de sus derechos. – Los pueblos indígenas de Venezuela, que
se ven afectados por la crisis humanitaria, fundamentalmente por razones de
salud y alimentación. – De los pueblos originarios de Cajamarca, en particular
de Valle Laguna Azul, quienes están condenados a 10 años de pena privativa de
libertad por presunto delito de extorsión debido al ejercicio de funciones
jurisdiccionales.
Dado en la ciudad
de Lima el 10 de abril de 2018.
Agradecemos el
envío de Luis Hallazi de IBC e Ismael Vega de CAAAP.-
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Día Internacional de la Lucha Campesina:
el sistema agroalimentario en disputa
23 de
abril de 2018
"Ya no
se trata de lograr únicamente la distribución de la tierra con el objetivo de
democratizar las estructuras agrarias sino de cuestionar los patrones de poder y
acumulación. Para ello, la reforma agraria y la soberanía alimentaria se
entrelazan con la propuesta/opción por la agroecología."
Por Pablo
Barbetta y Diego Domínguez -
Grupo de Ecología Política Comunidades y Derechos, Instituto de Investigaciones
Gino Germani (FSOC-UBA). Investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas.
Cada 17 de abril,
la Vía Campesina, una alianza internacional de organizaciones campesinas,
indígenas, pescadores artesanales y de trabajadores rurales, rememora la masacre
de Eldorado dos Carajás, donde 19 campesinos Sin Tierra fueron asesinados en
1996 en Pará, Brasil. Este año el “Día Internacional de las Luchas Campesinas”
lleva como consiga “¡Por tierra y por la vida! ¡Basta de Tratados de Libre
Comercio, basta de impunidad!” Se trata de una consigna contra el
capitalismo, racismo, patriarcado y masiva violación a los derechos humanos de
miles campesinos y campesinas, donde losTratados de Libre Comercio (TLC) son
considerados como herramientas impulsadas por corporaciones y Estados que
establecen reglas para vender los bienes naturales. En este contexto, se trata
de una lucha para para defender y
conquistar la reforma agraria, entendida
como el derecho de los pueblos a la tierra, territorios, al agua y a las
semillas nativas, base fundamental para la Soberanía Alimentaria.
Pero no debemos
confundir la idea de la reforma agraria con aquellas proclamas que surcaron los
territorios latinoamericanos en la década del 50’ y 60’. En efecto, ya no se
trata de lograr únicamente la distribución de la tierra con el objetivo de
democratizar las estructuras agrarias sino de cuestionar los patrones de poder y
acumulación. Para ello, la reforma agraria y la soberanía alimentaria se
entrelazan con la propuesta/opción por la agroecología. Para la Vía Campesina,
la agroecología –aunque puede asumir otros nombres- más allá de componer un
sistema tecnológico apropiado para los campesinos, es ante todo “práctica
campesina de resistencia ante el agronegocio y el avance del capital” (Vía
Campesina, 13/10/2015). Ésta contiene en sí tres dimensiones fundamentales
íntimamente relacionadas: a) como una teoría
crítica al sistema agrícola
industrializado en torno a los aspectos ecológicos, agronómicos, social y
económicos, b) una práctica desplegada
por aquellos que aplican -explícita o implícitamente- la visión alternativa que
se despliega en el nivel de la teoría y c) como un movimiento
social que no sólo incluye a
aquellos relacionados con el nivel de la práctica y la teoría sino también a
aquellos interesados por alimentos sanos y seguros, por un ambiente limpio, en
la justicia social y una relación equilibrada entre campo y ciudad. En este
contexto, la agroecología interpela tanto a académicos como a productores y
organizaciones sociales, sean estas campesinas o no, en torno a la relación
entre el hombre y la naturaleza a partir de la necesidad de una mirada integral
u holística sobre la sociedad y la producción agraria. Incluso, algunos autores
consideran a la agroecología como parte de un nuevo paradigma civilizatorio.
La agroecología
entendida como práctica refiere a las diversas búsquedas de modelos para la
sustentabilidad ecológica de la producción primaria. Este aspecto puede
observarse en la proliferación de experiencias de producción agroecológica en
distintos países, siendo Latinoamérica y el Caribe lugares donde adquieren
especial importancia, vinculada sobre todo con los modos campesinos de
producción, los cuales incluso han sido definidos como modalidad sustentable de
uso de los bienes de la naturaleza y los ecosistemas que habitan.
En Argentina,
también existen múltiples experiencias agroecológicas o denominadas agriculturas
de proceso por basarse en las interacciones biológicas de la naturaleza. Los
movimientos y asociaciones de campesinos y de productores familiares llevan
adelante proyectos de agroecología en forma cooperativa, pero también acompañan
con apoyo técnico y económico a sus integrantes en fortalecer sistemas
sustentables de producción de alimentos para el autoconsumo y los mercados
locales, en pequeñas y medianas ciudades. También se destacan como parte del
fortalecimiento de la propuesta agroecológica las escuelas campesinas de
agroecología del Movimiento Campesino de Santiago del Estero Vía Campesina
(MOCASE-VC) o la Unión de Trabajadores sin Tierra (UST), y la Universidad
Campesina en la frontera de Santiago del Estero y Córdoba, donde los
conocimientos científicos y campesinos se encuentran y dialogan, con
participantes de diferentes provincias.
De forma
creciente ocurre que productores familiares del corazón pampeano del agro
argentino vinculados a una agricultura industrial, insumo químico intensiva,
denominada también como convencional, están haciendo un giro hacia el paradigma
de la agroecología. Reflejo de ello son la creación de la Red Nacional de
Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología (RENAMA) con fuerte
presencia en la provincia de Buenos Aires, la red provincial de productores
agroecológicos Nueva Semilla de Córdoba, la reconversión productiva de los
horticultores del área metropolitana que alimentan Buenos Aires, y la expansión
de la Asociación para la Agricultura Biológico Dinámica de Argentina (AABDA)
también en esa provincia así como en Misiones y Santa Fe. Algunos de los
establecimientos de la producción familiar que se destacan en la transición
agroecológica son Naturaleza Viva en el norte santafecino, la Aurora en Benito
Juárez premiada por la FAO como modelo de producción agroecológica, o los
Jardines de Yaya en Villa General Belgrano, entre otras. Muy significativas
también son en el plano de la comercialización de productos agroecológicos las
decenas de ferias de la agroecología que funcionan semanalmente en diferentes
provincias, incluso con ayuda del INTA y de lo que fuera en su momento la
Secretaria de la Agricultura Familiar. Estas realidades se diferencian no solo
de la agricultura industrial ligada a los mercados internacionales de
commodities, sino de la agricultura orgánica certificada que también busca sus
nichos de mercado fuera del país. Esta propuesta de agricultura en plena
expansión pretende proveer de alimentos sanos al consumo popular local en primer
término, rescatando las identidades campesinas y chacareras del país. Su
potencial es tal que se ha constituido en una alternativa real para sustituir el
modelo de agricultura dominante hoy día que deprime las economías
regionales, se orienta mayormente a la exportación, enferma a los productores
directos y los pueblos agrarios, y a los consumidores de las grandes ciudades,
por la magnitud y características de los agroquímicos que emplea, y deja en
manos de un puñado de empresas el sistema agroalimentario del país.
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ARGENTINA. Se realizó el Primer Parlamento de Mujeres Originarias en Ensenada: “Nos queremos plurinacionales”
Resumen Latinoamericano
/ 24 de abril de 2018 – Durante todo el fin de semana del sábado 21 y domingo 22
de abril, el Polideportivo Municipal de la ciudad de Ensenada fue sede del
Primer Parlamento de Mujeres Originarias, constituyéndose en un hecho histórico
en el camino de construcción política y organización de los pueblos-nación
originarios de nuestro país.
Este primer parlamento contó
con la participaron de más de un centenar de mujeres pertenecientes a una
diversidad de pueblos-naciones. Estuvieron presentes mujeres de los pueblos ava
guaraní, mbya guaraní, pilagá, tonocoté, chaná, qom, wichi, kolla, aymara,
quechua, charrúa , diaguita calchaquí, ranquel, mapuche, mapuche-tehuelche y
zapoteca (México); que durante el día sábado debatieron de manera cerrada, entre
ellas, discutiendo y parlamentando específicamente respecto a los temas
centrales de su agenda política; para luego, al día siguiente, abrir el
parlamento a la participación de las mujeres no originarias que quisieran
participar y apoyar esta iniciativa.
En el transcurso de los dos
días, el debate giró en torno a cuestiones como:
-
La depredación de la naturaleza en manos del capitalismo extractivista (megamineria – agronegocio) a través sus agentes, las empresas transnacionales, y los impactos de extrema gravedad que esto tiene en las comunidades que habitan esos territorios.
-
La actual situación de recrudecimiento de la represión y persecución política-judicial que el Estado ejerce sobre las comunidades y sobre algunos/as herman@s en particular. En este punto, se hizo especial énfasis en el reclamo de LIBERTAD A LOS PRESOS Y PRESAS POLÍTIC@S INDÍGENAS, haciendo mención explicita de la situación del machi Celestino Córdova, en huelga de hambre desde hace 100 días en Chile, y con urgente riesgo de vida; y a la exigencia de DEROGACIÓN DE LA LEY ANTITERRORISTA.
-
El repudio y los medios para combatir toda forma de discriminación, xenofobia y racismo; y la necesidad de avanzar en la descolonización y despatriarcalización de la sociedad.
-
La autovaloración y recuperación de la propia identidad, a través del desarrollo y puesta en práctica de las actividades productivas ancestrales, de la medicina ancestral, de los diversos conocimientos de cada pueblo-nación, y de la discusión del actual modelo educativo colonizante, que discrimina los saberes de las comunidades indígenas, entronizando aquella educación occidental como “el único conocimiento” que existe.
-
La construcción de una justicia con perspectiva de pueblos originarios.
-
La libre determinación de los cuerpos-territorios-pueblos.
-
Contra la privatización de las semillas, y a favor del resguardo y cuidado las mismas. Se planteó la necesidad de exigir una ley o legislación que declare el libre intercambio de nuestras semillas.
Otra cuestión fundamental, a
la cual se le dedicaron varias horas de debate, es la situación respecto al
Encuentro Nacional de Mujeres (ENM), y la necesidad de pulsar para transformarlo
en un Encuentro PLURINACIONAL.
En ese sentido, desde la
Marcha de Mujeres Originarias, y con la anuencia de todo el Parlamento y de
diversas organizaciones no-originarias presentes el día 22/04, se lanzó la
campaña “Nos queremos plurinacionales”, para ir construyendo,
desde ahora y de cara al próximo ENM, a realizarse en la ciudad de Trelew,
provincia de Chubut y territorio mapuche-tehuelche; una alternativa al feminismo
occidental y blanco, que realmente contemple las problemáticas y las
cosmovisiones de todas las mujeres que habitan el territorio. Que sea realmente
democrático y a partir del cual se pueda plantear una alternativa sistémica y
civilizatoria.
Así, durante dos días de
debate intenso, la savia de la tierra fluyó hacia Ensenada a través de las
raíces profundas de nuestra identidad colectiva, encarnada en el centenar de
mujeres que viajaron cientos y miles de kilómetros, para reencontrarse, para
organizarse, y para plantear una alternativa política esperanzadora para
nuestros pueblos, con el eje puesto en la armonía con la naturaleza y el cuidado
de la vida en el planeta.
A continuación,
dejamos algunas fotos del Parlamento de Mujeres Originarias y la Conferencia de
prensa ofrecida al día siguiente, 23 de abril, en Radio Futura, La Plata: (...)
Leer
Valoremos, en momentos en que se embauca sobre UNASUR ocultando su hacer
posible la expansión de Cosiplan IIRSA, la siguiente concepción: "integración desde abajo implica otra mirada desde la territorialidad de los
pueblos que deciden/decidieron acabar con la continua soberanización de los
minerales, es decir, radicalizar no solamente las alternativas de vida, sino
fomentar más y de forma incluyente los diversos actores y perspectivas de/desde
Latinoamérica. En ese sentido, tenemos que la integración de
pueblos contra el extractivismo minero implica un avance en la descolonización
que está siendo producida al radicalizar las alternativas a la modernidad desde
las resistencias para liberar el presente y el futuro".
Integración,
descolonización y
extractivismo
minero
29 de marzo de 2018
Por Cristian Abad
Restrepo
La democracia implica respetar los espacios de reproducción, lo que a su vez
implica plurinacionalizar el territorio del Estado moderno; dar cabida a la
gestión del territorio sobre diversas formas de ver y reproducir la vida.
Existe una revuelta de la naturaleza desde los pueblos del
continente americano, dado el agotamiento de la reproducción de la vida que,
como respuesta, abren sus mundos para reencantar el pensamiento desde-hacia
otros horizontes de afectividades, para encontrar
sentidos de vida ante la duda de la existencia porque la modernidad ya no ofrece
futuro.
Esto quiere decir que desde los pueblos hay fisuras
político-epistémicas que están situando las alternativas de vida, modos diversos
de estar en el mundo, basadas en
las relaciones comunales para recrear los sueños y posibilidades de un futuro
abierto no prediseñado por el
Estado moderno, cuyo modelo de más desarrollo, más progreso y más extractivismo
minero nos quieren implantar a como dé lugar.
Dice Zibechi que ‘ese mundo nuevo existe, ya no es un proyecto ni un programa
sino múltiples realidades, incipientes y frágiles. Defenderlo, para permitir que
crezca y se expanda, es una de las tareas más importantes durante las próximas
décadas’ (Zibechi, 2003) en el siglo XXI. Dicho de otra forma, las
múltiples realidades son aquellas que provienen de los pueblos racializados (indígenas,
afrodescendientes y campesinos) que con sus dinámicas propias de sus lugares
están reproduciendo otras formas de pensar y de sociabilizar. La
democracia que requerimos en Panamá, México, Colombia, Argentina, Ecuador,
Brasil, Honduras, en definitiva, en todos los países, implica respetar los
espacios de reproducción, lo que a
su vez implica plurinacionalizar el territorio del Estado moderno, es decir,
darle cabida a la gestión del territorio sobre diversas formas de ver y
reproducir la vida, lo que desencadenaría en una gestión pluriversal del
territorio.
Resistencias y descolonización
Las resistencias contra la minería moderna nos abren esas
posibilidades de descolonizar tanto el futuro como el espacio-tiempo presente
regido por la modernidad. Es decir, un
futuro abierto a los múltiples espacios-tiempos de los pueblos existentes que
fueron encubiertos (Dussel,
1996), y que hoy pugnan, no sólo por su reconocimiento institucional, sino por
la creación de mundos sin necesidad de recurrir al Estado y al mercado
capitalista, cuya creación se basa
en la autodeterminación y autonomía territorial.
Las resistencias que vemos en los últimos tiempos, no son resistencias propias de los actuales momentos, sino una manifestación de los pueblos silenciados por siglos, que cobran una importancia en la actualidad porque ya es imposible seguir encubriendo el entrampe de la modernidad (Bautista, 2015), que ha llevado todo a la muerte. Por eso, las resistencias por mantener la vida son luchas contra-modernas, de allí la importancia de valorar el legado milenario de saberes que nos han permitido ir más allá que la modernidad (Bautista, 2015).Las actuales resistencias contra-extractivas además de ser expresiones contra la acumulación de hechos, de opresión, de aniquilamiento cultural, de racismo, de la humillación histórica, de la pérdida constante de la vida, en un contexto histórico de neocolonialismo minero, son también manifestaciones de la recreación de los paisajes de pensamiento como nunca antes visto y sentido en la historia latinoamericana. La valoración de formas de trabajo enfocadas en el alimento, en la gestión de cuidado de las montañas, del agua y el amor por el río, son ahora prácticas ‘críticas a la modernidad’ (Abdiel, 2018) que podemos hacer, porque la modernidad privilegió trabajos monstruosos basados en disparar bombas y balas, producir pobreza y acumular riqueza, estallar montañas y contaminar la tierra, expropiar la cultura de los cuerpos y territorios mediante la violencia.
Las resistencias son manifestaciones de la r-existencia [Por06], de
aquel residuo que ha quedado después de siglos de destrucción constante de
mundos y de saberes. Ese residuo
se convierte hoy en la semilla que empieza a expandirse con potencia desde la
solidaridad de los pueblos y de articulación de posicionalidades sobre la vida
que guardan un objetivo presente común: reproducir la vida-cultura-naturaleza,
en definitiva, el territorio.
Radicalidad de las múltiples alternativas
Los conflictos ambientales que resultan del extractivismo minero
tienen entonces una solución, una única salida, la vida del territorio o la
muerte del mismo. No hay puntos medios, ni negociación posible porque como
indica Machado (2015) ‘allí donde se radica la mina, estalla el conflicto como
conflictividad estructural de larga duración’.
La radicalidad no debe de entenderse como simple fundamentalismo ecológico, como lo piensan los extractivistas y funcionarios del Estado, es que no hay otra forma u otro modo posible sino descolonizar la naturaleza, lo que implica radicalizar las múltiples alternativas existentes al extractivismo minero. La negociación nos condena de antemano a la pauperización y creciente racismo (inferiorización) de nuestros pueblos. De allí, que las resistencias hayan comprendido que con el extractivismo minero no hay posibilidades de convivencia porque su razón y su lógica de ser es racializar al extremo a los pueblos, transferir/producir escasez, en definitiva, la ampliada destrucción de la vida. La descolonización de la madre naturaleza [Wal08] es ahora una visión desde el presente que asumieron/asumimos las resistencias contra el extractivismo minero, ya posible en el siglo XXI.
Las transiciones epistemológicas y políticas que requiere la
humanidad están siendo construidas desde este continente para el mundo. Tomará
años, como dice Dussel, para ver más nítidas esas transiciones, pero es un
proceso no reversible de transición hacia otra cosa, hacia otra forma de vida.
Esa es quizás la mayor
característica que podamos asignar a las ‘sociedades en movimiento’ (Zibechi,
2017) en la actualidad, su capacidad de producir transiciones hacia otra vida
posible en la diversidad. Arturo Escobar (2014) denomina este proceso como Pluriverso. Ya
entendemos el porqué de la negación en las consultas populares-autonómicas
contra la megaminería y la creciente hermandad de pueblos en diversos momentos
en la historia reciente, donde convergen posicionalidades que se articulan en
agendas y construcción de alternativas de liberación desde una geopolítica de
otro modo. En
definitiva, es una geopolítica que nos remite a la integración latinoamericana
de los pueblos ‘desde’ abajo. Ganar más integración implica avanzar hacia la
descolonización.
Más integración = más descolonización
Lo anterior supone la construcción de una integración
latinoamericana desde abajo. Hemos visto en los últimos 20 años un sinnúmero
de actores sociales y comunales contra el extractivismo minero en congresos,
encuentros y creación de redes cuyo carácter ha sido integrista a favor de la
causa de la liberación de Latinoamérica como el Movimiento
Mesoamericano contra el Modelo Extractivo Minero, la Red
Colombiana Frente a la Gran Minería Transnacional, Coordinadora
Andina de Organizaciones Indígenas, Unión
de Asambleas Ciudadanas en Argentina. Es decir, tales formas de organización
en redes y congresos deben ser entendidos desde la integración de los pueblos en
América sin las cuales no es posible avanzar hacia las múltiples
descolonizaciones,
precisamente porque la colonización implicó la fragmentación
de los cuerpos de sus contextos y de los amplios territorios/territorialidades,
al implantar fronteras modernas a favor de la gestión del extractivismo minero.
Dicha integración desde abajo implica otra mirada desde la territorialidad de los pueblos que deciden/decidieron acabar con la continua soberanización de los minerales, es decir, radicalizar no solamente las alternativas de vida, sino fomentar más y de forma incluyente los diversos actores y perspectivas de/desde Latinoamérica. En ese sentido, tenemos que la integración de pueblos contra el extractivismo minero implica un avance en la descolonización que está siendo producida al radicalizar las alternativas a la modernidad desde las resistencias para liberar el presente y el futuro.
25/03/2018