Fue de extractivismos en confrontación con lo
comunitario-popular
y a favor de la acumulación gran
capitalista.
El Comité
Organizador del “Primer Congreso Internacional de Comunalidad. Luchas y
estrategias comunitarias: horizontes más allá del capital”, que se llevó a cabo
en la ciudad de Puebla, México, durante los días 26, 27, 28 y 29 de octubre de
2015, realizamos el siguiente pronunciamiento público en torno a una serie de
temas y preocupaciones que fueron abordados a detalle durante estos días de
discusión y reflexión:
-
Ante los violentos
procesos de despojo material y simbólico a los cuales se enfrentan los
pueblos de América Latina y el mundo, desencadenados por la dinámica
incesante del capitalismo global que trata de convertir toda relación social
y toda relación humana con la naturaleza en un vehículo para la producción
de ganancias para unos cuantos; es fundamental apuntalar las luchas sociales
que emergen cotidianamente desde el sentido y la práctica común de los
pueblos y colectivos por garantizar la reproducción colectiva de la vida. Estas
luchas, que emergen desde saberes, conocimientos y haceres compartidos de
mujeres y hombres que día a día reproducen su existencia, son la base de una
emancipación siempre en curso.
-
La comunalidad, lo
comunitario, lo común, son nombres que refieren a una relación social en la
cual el centro de la actividad humana es la reproducción de la vida
compartida, a partir del establecimiento de una serie de tejidos colectivos
que emergen desde la capacidad autónoma de las personas de autogobernarse,
autorregularse. Desde la palabra que circula y acuerda, y desde los acuerdos
en los que autónomamente nos obligamos, brota la capacidad y la habilidad
para ocuparnos de los asuntos que en común nos atañen. Lo común, lo
comunitario, la comunalidad no es una condición inalterada de la existencia
humana, no es una esencia: es una producción sistemática a partir del
trabajo de servicio, de faena, de tequio, de cax´qol, del trabajo en común
que se teje colectivamente para materializar los acuerdos. Si bien son los
pueblos indígenas, con profundas raíces históricas, los que más experiencia
y práctica tienen en producir estas relaciones compartidas y comunes, eso no
significa que éstas no estén permanentemente actualizadas y que puedan ser
producidas en otros ámbitos, en otras latitudes, y en espacios tan duros
como los urbanos. La comunalidad, lo común, lo comunitario es una
relación social y una multiplicidad de prácticas que se materializan en una
diversidad de presentes que apuestan y pugnan por la vida. No es, bajo
ningún punto de vista, una mera etiqueta (de la cual intentan apropiarse los
organismos internacionales de crédito o las organizaciones filantrópicas).
-
Como profesorxs,
estudiantes, luchadores e intelectuales de distintas latitudes y con
diferentes temáticas de interés, planteamos la necesidad de producir un
conocimiento que sea útil para las luchas por lo común y el cuidado de la
vida. Es fundamental una reflexión epistémica que revise el sentido que
asume el conocimiento que se elabora desde las ciencias sociales y que
plantee y/o recupere formas de conocer que se articulen y se produzcan a la
par del hacer de los pueblos, sus luchas y sus horizontes emancipadores,
rompiendo con la presuntuosa, falaz y estéril aspiración de ser un
conocimiento “superior”. Se deben propiciar debates fértiles en torno a
la labor intelectual para potenciar un conocimiento que vaya más allá de la
autoreferencialidad y la legitimación de la dominación.
-
El panorama político
de América Latina evidencia que si bien existen países en los que se ha dado
continuidad a un programa neoliberal, mientras que en otros se han impulsado
procesos de transformación estatal a los cuales se ha denominado como
“progresistas”, el denominador común de ambos modelos es el despojo, el
extractivismo y la intensificación de la explotación (que incluye novedosas
formas financieras), que derivan en una agresión directa a las formas
comunitarias y populares de organización de la vida. Bajo la égida del
desarrollo, ya sea a través de un patrón de acumulación que gire en torno al
mercado o a otro centrado en el control estatal, los gobiernos de la región
han quedado insertos en una práctica que tiende a consolidar la necesidad
capitalista de controlar la vida, que en realidad la niega y la deforma,
imponiéndose casi siempre a través de la represión, la judicialización, la
tortura y la muerte. Por tanto, es necesario repensar las posibilidades
de acción política a partir de una clave que subvierta la política liberal
estadocéntrica que fácilmente se conjuga con un “neodesarrollismo”, para
volver a mirar, impulsar y entender la política que desde abajo se practica;
esa otra política que busca todo el tiempo trastocar y subvertir las
herencias de la modernidad capitalista apostando a veces por la
construcción de modernidades alternativas.
-
Puebla, México, sede
del Primer Congreso Internacional de Comunalidad, es una ciudad y un estado
parte de un país que durante estos últimos años ha vivido una escalada de
violencia desgarradora. La política estatal en resguardo de los grandes
capitales nacionales y transnacionales –legales e ilegales–, nos ha colocado
en un estado de guerra. En esa guerra los “enemigos” del estado somos
nosotros, los hombres, las mujeres y en general los pueblos que oponemos
resistencia a los procesos de despojo de recursos comunes y luchamos contra
la incrementada explotación del trabajo. El amedrentamiento, persecución y
asesinato de miles de personas, la mayoría luchadoras y luchadores
cotidianos, por parte del aparato represivo del estado o de organizaciones
criminales, que en la mayoría de los casos asumen una función paraestatal
represiva, se ha convertido en el mecanismo de contención de cualquier
posibilidad de emancipación. Ante esta situación es fundamental, hoy en
México, y también en cualquier otro país, reconstituir e impulsar los
tejidos sociales que permitan resguardar la vida en torno a acciones
colectivas que sean capaces de poner límites a la ofensiva de la dominación.
Hace poco más de 13 meses, 43 estudiantes de la normal Isidro Burgos de
Ayotzinapa fueron desaparecidos por policías municipales y miembros del
grupo paramilitar Guerreros Unidos, con conocimiento de miembros del
ejército y de la Policía Federal. Esta misma noche fueron vilmente
asesinados 3 otros estudiantes de la Normal y 3 personas más, todxs a manos
de fuerzas estatales. Los 43 se sumaron a más de 27 mil desaparecidxs, y lxs
asesinadxs a más de 153 mil desde que inició el sexenio de Felipe Calderón,
cuando empezó la guerra en contra del narcotráfico, que es, en realidad, una
guerra contra el pueblo mexicano. La rabia y la indignación por estos
hechos de barbarie, por los anteriores y por los que siguieron nos ha
nutrido en este congreso, desde donde exigimos la aparición con vida de
todxs lxs desaparecidos en México y ratificamos nuestro compromiso con la
lucha contra la desaparición, el feminicidio, la tortura y la muerte. ¡Vivos
se los llevaron, vivos los queremos!
- Nos solidarizamos y manifestamos nuestro compromiso, también, con las distintas luchas por la defensa de lo común, del agua, del territorio; por trabajo digno y contra el despojo múltiple que ocurre en cada vez más lugares de México, de América Latina y del mundo.
Describamos
el extractivismo para aclarar porqué despierta la resistencia de las
poblaciones pertenecientes a las zonas de sacrificio suyas y porqué persigue
desintegrar lo comunitario popular.
También permite ilustrar el papel de China en esta devastación ambiental y
desalojos, envenenamientos y quita de las condiciones básicas para la vida a
las poblaciones de las designadas "zonas de sacrificio".
Maristella Svampa: “A mayor extractivismo,
menor democracia”.
23 de septiembre de 2015
23 de septiembre de 2015
Publicado en LATINOAMERICA
-Cuándo hablamos de extractivismo, ¿
¿De
qué estamos hablando? Sabemos que es un tema que poco se discute en los medios
de comunicación.
– El
extractivismo es una categoría que se ha difundido mucho en el pensamiento
crítico y también en el lenguaje de los movimientos sociales de América Latina
en los últimos 5 o 6 años y designa
el proceso de sobre explotación de recursos o bienes naturales no renovables o
agotables y la expansión de las fronteras de producción hacia territorios antes
considerados improductivos.
Es decir que la sobre explotación es uno de los rasgos fundamentales, así como la exportación de materias primas a gran escala. Porque efectivamente nuestros países latinoamericanos han sido históricamente productores de naturaleza, pero en los últimos 15 años y a raíz del aumento del precio de los commodities, la mayor parte de los países, amparándose en el lenguaje de las ventajas comparativas, aceptaron de manera pasiva esta nueva división del trabajo internacional, exportando a gran escala a través de la introducción de nuevos grandes emprendimientos: sean de minería, mega represas, petróleo, la expansión de la explotación hidrocarburífera en los no convencionales y el modelo de los agronegocios a gran escala en todos nuestros países.
La Argentina
es uno de los países que ilustra claramente estos modelos que yo denomino de mal
desarrollo. Cuando hablamos
de emprendimientos estamos subrayando también la envergadura de los mismos,
como el caso de lo que sucedió en San Juan. Veladero es un gran emprendimiento y
por ende sus impactos también son mayores; se utiliza mayor cantidad de agua,
mayor cantidad de energía y termina por reconfigurar efectivamente el
territorio. Se trata también de mega proyectos que son implantados en el
territorio de manera vertical sin consultar a las poblaciones. Por eso, en los
últimos 10 años, hemos avanzado en una lectura que pone énfasis en la ecuación
de más extractivismo menos democracia.
-¿Cuáles son las consecuencias en la vida cotidiana de nuestro pueblo?
– Hay como
una cierta
desconexión entre esas luchas que son locales, que afectan sobre todo a pequeñas
y medianas localidades -a veces a territorios más aislados y por ende los
sujetos involucrados son mucho más vulnerables-, y los grandes centros urbanos que
no viven cotidianamente la amenaza de la introducción de un mega emprendimiento,
que no sólo implica una amenaza clara en el mediano plazo, sino que también
amenaza con reconfigurar toda una estructura productiva.
En ese
sentido yo creo que la gente que habita las grandes ciudades tiende a comprender
mejor la envergadura de estos fenómenos cuando uno habla de cuáles son las
consignas que movilizan a la mayor parte de los
movimientos que luchan contra el
extractivismo, que es la defensa del agua.
Porque todos estos mega emprendimientos requieren la utilización de grandes cantidades de agua; sea petróleo no convencional, mega minería, mega represa o agro negocios. Y afecta a las fuentes hídricas y en algunos casos amenazan claramente con contaminar como sucede ahora en el caso de San Juan con la mina Veladero. Es decir que están afectando fuentes hídricas que no reconocen fronteras y que vienen de la cordillera y alimentan los cauces de los ríos de los cuales nosotros tomamos el agua potable. Así que impacta claramente también en las formas de vida de las grandes poblaciones.Esto también se puede explicar por el lado del modelo de consumo. Lo que encontramos aquí son poblaciones que están apostando a modelos de consumo que están basados en la sobre explotación de recursos naturales cada vez más escasos.La emergencia de una conciencia ambiental, en ese sentido, no es espontánea. Implica difusión de información, comunicación y por otro lado implica también tener en cuenta que hay grandes intereses que lo que van a hacer es favorecer la consolidación de esta matriz extractiva.
-¿Es
posible un proyecto de país que no esté basado ni en la soja ni en otro
extractivismo?
– Esto exige
construir escenarios de transición. Algo que en nuestro país no está previsto.
En sí, en nuestro país ha habido una adaptación muy pasiva a las demandas del
mercado mundial, y esto
obturó la posibilidad de pensar escenarios de transición hacia,
por ejemplo, energías alternativas, o hacia otras matrices productivas. Pero de
hecho nosotros venimos trabajando, yo particularmente vengo trabajando con el
Grupo Latinoamericano de Alternativas al Desarrollo; vengo colaborando también
con el CLAES (Centro Latinoamericano de Ecología Social), que dirige Eduardo
Gudynas; desde los cuales trabajamos con hipótesis de transición que impliquen
por un lado una moratoria, es decir, una suspensión de proyectos extractivos, que
combinen una moratoria extractiva con el aumento de la renta por la vía de
grandes impuestos a actividades extractivas indispensables.
Esa
combinación entre mayores controles ambientales, mayores impuestos a actividades
extractivas consideradas indispensables y moratoria de grandes y nuevos
proyectos implicaría configurar un escenario de transición diferente y
económicamente impactaría más bien de manera positiva en la propia caja de los
gobiernos.
Este
escenario fue, por ejemplo, planteado por economistas peruanos hace un par de
años, aunque efectivamente el gobierno peruano hizo caso omiso a esta propuesta,
pero implica
que en realidad lo que no existe es voluntad política para pensar otros
escenarios posibles. Nuestros gobiernos lo que hacen es optar
por aquello que es más fácil, que es seguir extendiendo la frontera minera, la
frontera sojera, comprometiendo
la vida de los territorios, avanzando con más criminalización y
represión y respondiendo a la demanda de commodities del mercado internacional.
En un momento, además, en el cual ha habido una caída de los precios
internacionales de los commodities, sobre todo a partir de 2013, los gobiernos
entran como en una suerte de espiral perverso que es el de hacer más
extractivismo para poder en ese sentido mantener una balanza comercial positiva.
-¿Cuál es tu mirada sobre el nuevo código civil donde desaparece el derecho al
agua potable como un Derecho Humano?
– La verdad
que nosotros hicimos con Enrique Viale, abogado ambientalista, varias notas que
publicamos en diversos diarios sobre el tema del Código Civil, inclusive desde
Plataforma 2012 nos expresamos críticamente, no sólo por ese artículo, sino por
otros más, pero en lo que tiene que ver con lo ambiental y derechos básicos
ligados a esta dimensión cada día más esencial. Criticamos la exclusión de este
artículo, siendo que hoy
todos los movimientos socioambientales lo que hacen es reivindicar como un
derecho humano elemental el agua para impedir su mercantilización.
Lo que hace entonces el Código Civil es avanzar en la mercantilización y también
en la privatización de los espacios públicos.
A nivel
urbano hay también otras cuestiones que no están ligadas al Código Civil, pero
sí a la matriz extractiva, que es lo que nosotros denominamos urbanismo
neoliberal o extractivismo urbano, que está más vinculado por ejemplo a la idea
de que en las ciudades -sobre todo en las zonas suburbanas- se están
multiplicando las urbanizaciones privadas que se asientan sobre humedales. Los humedales
también son reguladores hídricos y esto tiene una repercusión
muy negativa en épocas en las cuales sufrimos lo que son las consecuencias del
cambio climático y por ende estamos sujetados a estos cambios tan extremos, que
en los últimos años se han traducido también por las distintas inundaciones.
Es decir
que, lo
de las inundaciones no está ligado solamente al cambio climático, sino al modelo
de ciudad neoliberal que
se ha venido alimentando en los últimos años. Lejos de creer que con el
kichnerismo, en estos 12 años de llamada ‘Década Ganada’ hemos avanzado hacia un
modelo de ciudad inclusiva, en realidad lo que nosotros sostenemos es que se ha
considerado una matriz cada vez más excluyente y de corte neoliberal, que
implica privatización y consecuencias socio ambientales muy nefastas, que por
sobre todas las cosas impacta en primer lugar en los sectores más vulnerables.
-Sos
una de los pocos intelectuales que han alertado sobre las relaciones asimétricas
que está entablando nuestro país con China. ¿Qué repercusiones tienen tus
críticas?
– La verdad
que no sé, se dicen tantas cosas. En realidad a mi me sorprende mucho -y en
varios países de América Latina lo hemos discutido- que ante el nuevo fenómeno
del gigante asiático, que se está constituyendo como nuevo hegemón (para decirlo
en lenguaje politológico) que ciertos
sectores de la izquierda latinoamericana reaccione de manera tan ingenua,
pensando que en realidad esto serviría para hacer de contrapeso al imperialismo
norteamericano.
En realidad se está construyendo una nueva hegemonía. América Latina está negociando de manera absolutamente unilateral con China, más allá del declamado discurso regional o de integración latinoamericana. Algunos de ellos están celebrando tratados de libre comercio; otros, convenios unilaterales, como es el caso de Argentina. Con lo cual se negocia además en una situación de absoluta subordinación, mucho más en un contexto de crisis. La Argentina ha abierto las puertas a la inversión china en casi todos los rubros, en minería, petróleo, construcción de mega represas, hay una estación espacial en el norte de Neuquén cuyo convenio tiene cláusulas secretas y que efectivamente no sabemos si puede tener usos militares o no. Hay otros países también que están obteniendo préstamos de China a cambio de commodities, como es el caso de Venezuela o Ecuador; que se endeudan a tasas bastante altas con China y a cambio de ello están obligados a entregar petróleo. En un contexto de caída de los precios internacionales imagínense que esto es bastante problemático.
Pero bueno,
creo que en líneas generales no ha habido todavía de parte de intelectuales que
se dicen de izquierda, ligados al gobierno,
un análisis de lo que significa
el ingreso de China como nuevo actor hegemónico y la relación de dependencia que
se está gestando de América Latina al
mismo.
ACTA
Fuente: http://movimientom4.org/2015/09/maristella-svampa-a-mayor-extractivismo-menor-democracia
---
Las espirales del debate sobre extractivismo
y los nuevos tiempos
11 de
septiembre de 2014
Por Emiliano Teran Mantovani
Hay claros
indicios de que estamos frente al agotamiento de un ciclo político en América
Latina, y en el tránsito hacia otra fase que nos enfrenta a una serie de
amenazas de diferentes grados para los pueblos de la región. Es importante
destacar que los diversos procesos de lucha social latinoamericanos suelen
estar, en buena medida, atravesados por el carácter cíclico de nuestras
economías, que influye poderosamente en las movilizaciones sociales, en la
legitimidad del sistema político, en la relación entre el poder constituido y el
poder constituyente, y en la composición política del Estado en un momento
determinado. Esto evidentemente ha marcado las dinámicas de transformación de
los últimos años, y marcará las que vendrán en el futuro.
Los
debates sobre extractivismo toman aún más importancia en la actualidad debido a
varias razones, de las cuales destacamos dos:
a)
Después de 10-15 años de estos procesos de transformación
política, social y cultural en la región, lo que tenemos como saldo es, junto a
un robustecimiento de nuestro carácter primario-dependiente, una gran expansión
de las fronteras extractivas, avanzando en muchas ocasiones sobre territorios
“vírgenes”, o que habían sido muy poco impactados por la modernización
capitalista. Este avance extractivista se incrusta en nuestros territorios no
sólo por la vía de infraestructuras, sino también mediante varios acuerdos de
mediano y largo plazo con empresas transnacionales, al tiempo que se siguen
explorando y negociando nuevos enclaves de extracción, muchos de ellos de
fuentes no convencionales.
Si mapeáramos los
diversos proyectos de explotación de la naturaleza en los países
latinoamericanos, podríamos advertir con gran preocupación cómo cada vez más
territorio es comprometido, hipotecado y/o ocupado por la lógica de despojo y
depredación del capital, tanto si hablamos de gobiernos francamente neoliberales
(donde destacan Colombia [1] [2], Perú [1] [2] y México), hasta llegar a los
denominados “progresistas” (como por ejemplo los casos de Ecuador [1] [2] [3],
Bolivia y Venezuela [1] [2]).
Ya se ha
subrayado en otros momentos las crecientes consecuencias económicas,
ambientales, políticas, geopolíticas, sociales y culturales de profundizar el
carácter extractivista de nuestros modelos de sociedad.
b)
Al parecer, una segunda fase del nuevo extractivismo (neoextractivismo)
en América Latina se configura entonces sobre la base del desgaste,
ralentización y estancamiento de los procesos de transformación recientes en la
región, con una tendencia progresiva a la mutación del perfil social
reivindicativo que han tenido buena parte de los gobiernos latinoamericanos en
los últimos años, hacia formas híbridas y más complejas de acumulación por
desposesión
‒esto es,
lo que hemos llamado el «neoliberalismo mutante»‒,
que podrían apuntar a
políticas más crudas, ortodoxas y explícitas de neoliberalismo. Un “cambio de
época” como este para América Latina, supondría que los dispositivos de
dominación que se desprenden del extractivismo sería más tenaces y agudos.
La configuración de nuevos tiempos y escenarios para la región ha hecho al mismo
tiempo brotar nuevas espirales en el debate sobre extractivismo, a la vez que la
necesidad de enfrentar futuros desafíos exige intentar caracterizar los flujos y
corrientes de poder político y epistemológico que se desprenden de ellos.
Aquí
proponemos 7 hipótesis de trabajo para la discusión sobre viejos y nuevos
tópicos que se han vinculado a los debates sobre extractivismo en América
Latina.
1) Pensar el extractivismo como proceso metabólico y un tipo de régimen de
reproducción de la vida
Buena parte de
los debates sobre extractivismo plantean un enfoque en el cual parece que se
está discutiendo únicamente sobre un “modelo económico”, o bien un tipo de
perfil o gestión estatal. La cuestión es que el extractivismo no es sólo esto,
sino que en su esencia es un tipo de metabolismo [1] del sistema capitalista que
atraviesa, permea e interviene sobre los propios procesos de producción de vida,
para adaptarlos a su función específica en la División Internacional del
Trabajo, y en el caso del ordenamiento territorial interno de los países, a lo
que hemos llamado la «División Nacional de la Naturaleza» [2] , que producen los
Estados extractivistas.
En este sentido,
se trata de una reivindicación del análisis del extractivismo desde la
transdisciplinariedad, enriquecido primordialmente desde la geografía crítica y
la ecología política, que haga que, por un lado, reconozcamos que el
extractivismo es un sistema transterritorial, y por el otro un régimen
biopolítico, en el cual la territorialidad no puede ser sólo entendida como una
sociabilidad posada en un espacio inerte, sino que se trata de la reproducción
biosocial de la vida, una simbiosis que es indivisible.
El sistema extractivista genera pues territorialidades, ordenamientos geográficos, que se ven articulados jerárquicamente en torno a procesos hegemónicos de acumulación de capital; genera poder sobre los cuerpos; genera configuraciones narrativas y culturales funcionales a estas dinámicas; reproduce un proceso metabólico particular sobre la naturaleza y la producción de energía. Se hegemoniza no sólo al establecer una estructura organizada, transnacionalizada y corporativa de extracción/producción de energía y materia para el mercado mundial, sino también al intentar configurar los procesos productivos moleculares y territoriales haciendo que se deriven de ésta.
La temporalidad y
la velocidad del metabolismo biosocial de un país como Venezuela, sus
particulares ritmos de procesamiento del consumo y el movimiento, no están sólo
determinados por la disposición de tecnología que tiene para ello, sino en
primera instancia por cómo la lógica del capital ha generado históricamente un
sesgo que se hace cada vez más brutal en su territorialidad
‒piénsese que el 96% del monto de sus exportaciones son petroleras,
y el porcentaje de importación del total del consumo nacional de alimentos ha
crecido enormemente [3]
‒, por
cómo el extractivismo petrolero venezolano configura un
ordenamiento geográfico donde los sujetos han sido progresivamente desterritorializados de sus ecosistemas originarios, de sus metabolismos
tradicionales, para que sus procesos de producción/consumo/vida se adapten a la
específica relación espacio-temporal que genera el dinero de la renta petrolera,
con sus particulares formas de producción de subjetividad, de corporalidades, su
tipo de representación de los imaginarios sociales, sus intensivos procesos
energéticos per cápita.
Al analizar los denominados “recursos minerales estratégicos”, haciendo un mirada especial sobre el litio, uno de los metales que ha creado mayores expectativas en vías a nuevos proyectos y ejes extractivos en Suramérica, vemos que sus principales usos están dirigidos a las cadenas de producción de electrodomésticos, como televisores pantalla plana, teléfonos celulares, computadores portátiles, cámaras de video o de fotografías, y otros similares. Este metabolismo depredador transterritorial que determina los «modos de vida imperial» (U. Brand), puede alimentar guerras o conflictos de orden geopolítico, o bien el robustecimiento del carácter extractivista del Estado boliviano ‒país donde se encuentran las mayores reservas de litio del mundo‒, una reconfiguración de su ordenamiento territorial, así como la desterritorialización subjetiva de los afectados por estos nuevos proyectos extractivos, todo para alimentar procesos de acumulación de capital de estas ramas de la producción industrial transnacional, y los consumos suntuarios de un fragmento “privilegiado” de la población mundial.
El sistema
extractivista pues, interviene “de arriba hacia abajo” sobre procesos socio-bioproductivos
populares, que pueden tener un carácter autónomo, autosuficiente y de escala
molecular, desestimando socialmente los valores que produce, subordinándolos a
su modo de acumulación, o bien destruyéndolos ‒externalizando costos hacia los
trabajadores, pobladores y la naturaleza‒. Se conforman así, las rutas
metabólicas del sistema, un patrón energético piramidal que a partir de una
serie específica de productos, materias y energías funcionales al capital,
alimentan una cadena que llega hasta la cotidianidad de hombres, mujeres y
niños.
Creemos entonces conveniente, analizar la lógica de dominación de los sistemas extractivistas más allá del proceso extractivo en sí, más allá de sus dinámicas estructurales, o bien que trasciendan una visión puramente “económica”, o política (centrada en el Estado), etc. Poder hacer visibles las derivaciones metabólicas que se originan de un tipo de régimen de reproducción de la vida que opera transterritorialmente, es decir, que sobrepasa el territorio donde se produce la extracción de naturaleza, en el sentido en que articula en torno a su modo de acumulación, múltiples espacios geográficos, subjetividades, funciones sociales, que pueden ser muy diversos unos de otros, pero que están subordinados a las zonas donde se masifican los «modos de vida imperial» (puede ser países como Suiza, Suecia o Canadá, o bien, zonas privilegiadas de Johannesburgo, Santa Cruz de la Sierra o Buenos Aires). Esto por supuesto, tiene implicaciones en la ampliación de los objetos y sujetos que se analizan desde la crítica al extractivismo.
2) Extractivismo, soberanías y neoliberalismo mutante
La muy promovida
socióloga peruana Mónica Bruckmann afirma que: El acceso, la gestión y la
apropiación de los recursos naturales abre un amplio campo de intereses en
conflicto en América Latina, evidenciando, por lo menos, dos proyectos en
choque: la afirmación de la soberanía como base para el desarrollo nacional e
integración regional y, por otro lado, la reorganización de los intereses
hegemónicos de Estados Unidos en el continente que encuentra en los tratados
bilaterales de libre comercio uno de sus principales instrumentos para debilitar
el primero [4] .
Es importante
resaltar que una disputa fundamental que se desarrolla en torno al debate del
extractivismo es la que tiene que ver con la soberanía, la cual parece ser
entendida casi unánimemente como un problema de Estados-nación o sistemas
interestatales. Esto oculta otros actores
‒en
realidad los actores constituyentes de los procesos políticos‒
y los territorios que están en disputa tanto contra el capital, como contra el
Estado, para evitar procesos de explotación y despojo, y la imposición de
proyectos extractivos.
(...)
Lucha en general en torno a la defensa del territorio y de los bienes comunes, como una fuerza de resistencia antidespojo, pero que al mismo tiempo busca reconfigurar su realidad territorial alrededor de lo común. Lamentablemente, y a pesar de la difusión de un imaginario latinoamericanista, son luchas normalmente atomizadas y poco articuladas unas con las otras en términos regionales, a pesar de algunos esfuerzos que resaltan en los últimos años.
Hay sobre estas interpretaciones que hemos propuesto, un factor clave en el
debate sobre extractivismo, que tiene que ver con la importante distinción entre
lo común, lo público y lo privado.
La defensa de lo común, de nuestros comunes, se vuelve imperiosa ante el avance
permanente de la acumulación por desposesión, sobre todo tomando en cuenta que
tres de los cuatro proyectos en disputa mencionados, con sus diferencias, se
proponen expandir el modelo y las fronteras del extractivismo.
De la emergencia epistemológica de lo común se desprenden toda una serie de
ideas no sólo sobre nuevas subjetividades y premisas ontológicas, así como
diferentes formas de resistencias desde el territorio, sino incluso algunas
bases para pensar transiciones post-extractivistas y post-capitalistas en las
cuales los pueblos ejerzan un tipo de gobernanza y tengan una soberanía directa
por medio de formas de autogobierno y autogestión sobre sus territorios y bienes
comunes.
Podemos, en
efecto, evaluar el papel del Estado, tratando de salvar un teórico nexo
fundamental y productivo entre lo común y lo público, sobre todo en los
gobiernos denominados “progresistas”. UNASUR se ha propuesto crear el Instituto
de Altos Estudios de la unión, alrededor del cual ya giran algunas
intelectualidades como Theotonio Dos Santos y Mónica Bruckmann, que sostienen
que esta “ afirmación de la soberanía” nacional se da sobre la base de estados
fuertes que a partir de sus “recursos naturales”, planifican su uso sustentable
para el provecho de la mayoría de los actores sociales [5] . El “desarrollo
nacional” se alcanzaría ahora por la vía de una industrialización de la
naturaleza.
Sin embargo, y
sin poder profundizar mucho más sobre las apreciaciones de los teóricos de la
UNASUR, es importante resaltar lo profundamente problemático que es el supuesto
vínculo “progresivo” entre nacionalismo energético y la defensa de los comunes
(en términos de mantener la soberanía de los pueblos en sus territorios y
conservar la naturaleza de la degradación expansiva), y más bien consideramos
fundamental demarcar claramente la diferencia entre el ámbito de lo común y el
de lo público.
Esto es así por
dos razones.
-
La primera es que la intensificación progresiva del extractivismo y la lógica desarrollista en América Latina están en profunda relación con la paulatina distensión de los vínculos que los gobiernos en esta era de perfil “progresista”, han tenido con los movimientos populares que los llevaron al poder, y le dieron sentido a su proyecto político; están también en relación con la pérdida de la composición radical que ha tenido este “bloque político del descontento” y el retroceso de las prácticas alternativas que han dado vida al impulso transformador de los proyectos de estos gobiernos; y a su vez con la progresiva desmovilización de los pueblos y la burocratización de dichos procesos de cambio social. A estas alturas creemos que es evidente que los Estados de orientación popular y progresista han podido hacer más de lo que finalmente han hecho, en términos de iniciar transiciones post-extractivistas; y el hecho de lesionar los vínculos con sus bases populares organizadas, debido al no reconocimiento de que la fuerza constitutiva de estos proyectos de cambio profundo está en ella, ha traído consecuencias, evidentes en la situación de estancamiento político que se vive actualmente en la región.
-
La segunda razón tiene que ver con las enormes presiones que ejerce la crisis del sistema capitalista mundial sobre los Estados, principalmente los periféricos o los del Sur Global, para que tengan un carácter político y administrativo cada vez más flexible y abierto a los flujos del mercado, lo que a su vez provoca una gran presión de los Estados sobre los territorios, en busca de procesos de acumulación por desposesión. De ahí las preocupaciones de Eduardo Gudynas sobre el anclaje del progresismo con la globalización [6] .
La UNASUR
se propone mapear todos los recursos naturales de la región mediante el Servicio
Geológico Suramericano (SGSA), insertarse de una manera repotenciada al mercado
global capitalista ‒aquí no se habla en ningún sentido de post-desarrollismo,
post-extractivismo, ni mucho menos post-capitalismo‒, así como impulsar toda una
red de infraestructuras territoriales para la integración multimodal: ferrovías,
hidrovías, carreteras, puertos y aeropuertos [7] , bajo la lógica del COSIPLAN
(antiguo IIRSA). Los peligros de que la hibridación que impulsan las formas
mutantes del neoliberalismo, por las diversas razones antes mencionadas, termine
configurando una política masiva de acumulación por desposesión son muchos. La
profundización del extractivismo, con sus crecientes necesidades expansivas de
flujos de capital y de conexiones globalizadas abre aún más estos riesgos.
¿Cómo seguir las pistas de este proceso? Tal vez preguntándonos: ¿hacia dónde están apuntando actualmente las políticas estatales respecto al enfoque del rendimiento económico en las exportaciones directas; a la actitud ante la apertura a la inversión extranjera directa y la inserción en el mercado mundial; al tipo de trato y relacionamiento interno que se da con los inversionistas extranjeros; a las políticas cambiarias; al tipo de ejercicio soberano que pone en práctica el Estado ante los grandes capitales respecto a sus “recursos naturales”; a la manera cómo intermedia respecto al acceso popular a los bienes comunes para la vida; a la manera cómo estructura los procesos redistributivos domésticos y la composición de quiénes son los sectores más favorecidos por estos; a cómo opera y qué alcance tiene la voluntad de protección que posee el Estado ante los sectores históricamente excluidos de la sociedad? [8]
3) Extractivismo, «capitalismo delincuencial» y guerra mundial por los recursos
El impresionante
despliegue de diversas formas de violencia y guerras a lo largo y ancho del
planeta en la actualidad, hacen parte, o se encadenan, a un mismo conflicto
geopolítico de orden global, que responde no sólo a la propia crisis mundial del
sistema capitalista, sino
a una guerra por los llamados “recursos”, que determina la hegemonía o la
supervivencia, siendo uno de sus objetivos centrales el control del territorio.
En este sentido, no sólo hablamos de una progresiva ampliación de la militarización de los territorios, sean de origen estatal o formas privadas paraestatales; del establecimiento de mecanismos policiales de represión y satanización social de la protesta ‒todos podemos ser potenciales sospechosos de “terrorismo”‒; sino también de la forma en la que la política tradicional se ha articulado creciente y alarmantemente con formas delincuenciales instituidas y en expansión; de cómo las disputas y soberanías territoriales que desbordan a los Estados son afrontadas por complejas corporaciones mafiosas transnacionalizadas que tienen cada vez más incidencia en estas dinámicas de poder y dominación del espacio geográfico.
Como ya lo hemos
expuesto en otro momento, el modelo de acumulación de capital en el siglo XXI va
tomando la forma de un capitalismo delincuencial, como lo ha planteado Ana
Esther Ceceña. Dispositivos como estos en México y Centroamérica, Colombia y muy
evidente en tiempos recientes en Venezuela, Brasil y en muchos territorios de
toda la región, dan cuenta de una estrategia sumamente preocupante, que podría
apuntar a una intensificación de la relación entre extractivismo y violencia,
apuntando a la expansión de formas de extractivismo delincuencial, o bien de
delincuencia extractiva articulada a redes más amplias de poder.
Estas tendencias suponen que la crítica al extractivismo no se dirigiría únicamente al poder de los Estados y las compañías transnacionales, sino a todo un entramado corporativo profundamente mafioso que puede reconfigurar la forma tradicional como se constituyen las correlaciones de fuerza y las disputas políticas en las luchas territoriales. Creemos que es importante analizar bien esta situación, y preguntarnos qué supone este escenario de feudalización mafiosa en la resistencia de los pueblos ante el extractivismo.
4) Ciudades y extractivismo urbano
El grueso de los
debates sobre extractivismo ha centrado, con toda justificación, su mira
geográfica en áreas rurales y semi-rurales, zonas campesinas, territorios
indígenas, así como áreas de reserva natural. Sin embargo, y como hemos
propuesto,
es necesario reconocer el proceso metabólico transterritorial del extractivismo;
esto es, que los rasgos más intensivos de este proceso se reproducen en las
ciudades; que la conformación y/o expansión de un enclave urbano, de la
masificación de los «modos de vida imperial», suponen al mismo tiempo la
implantación y/o extensión de las «zonas de sacrificio» que sostienen ese
“desarrollo”,
sea de forma directa, por la vía de “importar” de manera creciente bienes
comunes como agua, cultivos, entre otros; o primordialmente de forma indirecta
por la vía de la intermediación del capital: su transformación en dinero, que
retorna al Estado en forma de renta o ingresos transferidos como petrodólares y
luego se distribuye para la modernización. En la medida en la que este patrón de
poder se ejerce metabólicamente, entonces este proceso sólo podrá ser
trascendido metabólicamente.
Ahora bien, lo que se suma a esta importancia de un análisis transterritorial del extractivismo, es el impacto de las transformaciones socio-espaciales que se han dado en América Latina en los últimos 15 años. La oleada de modernización en la región que se sigue del boom de los commodities a partir de la década de 2000, tiene un correlato directo con la expansión cuantitativa y cualitativa de los enclaves urbanos en nuestros países. Esto a su vez, hace que la incidencia política, económica, social y cultural de la cuestión urbana se haga aún más compleja y problemática de lo que ya era.
Si revisamos los
últimos años vemos que buena parte de las movilizaciones políticas determinantes
fueron de origen urbano: por ejemplo las movilizaciones por las tarifas del
transporte público en São Paulo del año pasado y en general las protestas contra
el mundial en Brasil en este año; movimientos estudiantiles en Chile y Colombia,
así como el movimiento «Yo soy 132» en México; los diversos saqueos por el
conflicto policial en distintas provincias en Argentina en 2013; y las diversas
manifestaciones, con una fuerte carga contrainsurgente, en Venezuela en 2014. En
este sentido, la territorialidad urbana, tanto como fenómeno particular de un
sistema extractivista, como un objeto esencial de políticas post-extractivistas,
toma una importancia completamente fundamental. Piénsese en qué suponen los
debates sobre extractivismo en una Venezuela que tiene casi 90% de la población
viviendo en ciudades.
Es esencial pues, comunicar y conectar espacios que aparecen desvinculados,
luchas que parecen divorciadas
‒la lucha contra el extractivismo y la lucha por el derecho a la
ciudad‒,
no sólo porque la explotación del trabajo en las zonas urbanas, tiene su base
material en la extracción masiva de naturaleza en el campo, sino también porque
en este período neoliberal, de predominio de la acumulación por desposesión, las
operaciones de extracción (S. Mezzadra) también se producen en las ciudades. Más
allá de la explotación social del trabajo, el «extractivismo urbano» (E. Viale)
[9] apunta también a la desposesión social de bienes comunes en las urbes, como
lo vemos permanentemente en numerosas ciudades de América Latina, y de manera
muy grosera y reciente en la Brasil del Mundial de Futbol [10] . Esta es una
faceta del extractivismo sobre la que creemos hay que profundizar.
5) Extractivismo y el papel de China en América Latina
El avance de
China en el mundo, y su vertiginoso posicionamiento en América Latina, que
comienza a expandirse desde la década de 2000, ha abierto el debate sobre el
papel geopolítico que tiene esta “potencia emergente” respecto a procesos
soberanos y de “liberación” de los países de la región. Las dramáticas huellas
que ha dejado y sigue dejando el imperialismo estadounidense en la historia
latinoamericana, ha provocado una especie de justificación para que algunos
países se cobijen cálidamente en los robustos brazos del gigante asiático.
Para Mónica
Bruckmann, China retomaría el espíritu de Bandung de 1955 [11]
‒un
espíritu anticolonial y de movimiento de países no alineados‒
y junto a la emergencia de los BRICS, abriría el camino para un proyecto de
coexistencia global que nos llevará a un profundo cambio de paradigmas: del
«choque de civilizaciones» hacia un nuevo enfoque de «alianza de civilizaciones»
[12] . El propio presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, del país que tiene los
nexos relativos más estrechos con China en toda la región, ha dicho que “por
primera vez en la humanidad surge una nueva potencia no imperialista, ya eso es
mucho” [13] .
Esta matriz de opinión de una «potencia no imperialista» o de la formación de un
imperialismo amable, oculta cuatro factores fundamentales: a)
no es posible ser una potencia en el sistema capitalista sin impulsar procesos
de explotación y despojo a escala mundial, dado que el carácter intrínseco del
capital es de naturaleza polarizante;
b)
la crisis sistémica global del capitalismo tensiona cada vez más a que los
capitales mundiales hegemónicos (como los chinos) masifiquen formas de
acumulación por desposesión
‒de ahí el carácter “correctivo” del
neoliberalismo‒;
c) el imperialismo no sólo opera por la vía militar, sino que cuenta
con un muy diverso y sofisticado aparato biopolítico para garantizar sus
procesos de control territorial y acumulación capitalista, incluyendo claro está
el capital financiero [14] ; y
d) habría que no sólo recordar los procesos de acumulación por
desposesión que se dieron en la propia China, sus esquemas políticos domésticos,
sus formas de externalización de costos sobre la naturaleza, que impulsaron el
muy notorio crecimiento de su economía desde los 90; sino también los actuales
mecanismos geopolíticos de posicionamiento de sus capitales a lo largo y ancho
del mundo,
para tener una idea de cómo opera la reproducción de esta potencia capitalista
en auge, y si es posible que sea considerada un amable naciente imperio.
La repotenciación del extractivismo en América Latina tiene también la marca de China. La presión que ha ejercido el gigante asiático dirigiendo sus inversiones en muy buena medida hacia la extracción de materias primas, atenazándonos por la vía financiera, posicionando sus mercancías en nuestros vulnerables mercados [15] , y disputándose nuestros territorios geopolíticamente, ha tenido una poderosa influencia en las nuevas dimensiones de los sistemas y metabolismos extractivos de la región. El problema no es sólo con quiénes generamos alianzas estratégicas, sino tal vez primordialmente qué tipo de alianzas y bajo qué modelos las hacemos. Probablemente esta visión romantizada de algunos sobre nuestra relación con China sea, con el tiempo, cada vez más difícil de sostener.
6) Persiste el falso dilema desarrollo-ambiente
Un
argumento que sigue teniendo fuerza para desacreditar la crítica al
extractivismo es la supuesta oposición entre “desarrollo” y “ambiente”.
Por
supuesto, la forma como son presentadas estas dos variables, de manera
cosificada y trascendental, oculta un patrón de poder biosocial. Lo que aparece
como un problema de orden temporal
‒“en América Latina debemos llegar al estadio
superior del desarrollo”‒, y que supondría un inevitable sacrificio de la naturaleza para
alcanzar tan “ansiada” meta es, en términos de dominación geopolítica, un
problema de orden geográfico.
La depredación sostenida del ambiente se justifica en el sentido de decir que se trata de una reivindicación de progreso para la gente en detrimento de la naturaleza, pero eso que se ha instrumentalizado como “ambiente”, en realidad es una relación ecosistémica de vida que además de “naturaleza”, implica al mismo tiempo la existencia de tierra y territorio. Por eso, en este proceso de dominación geográfica no sólo hay una degradación de biodiversidad, sino que también está involucrada una desterritorialización social que supone que la gente que habita esas áreas sufre los despojos que hacen posible el desarrollo, pierden el suelo que pisan, el agua y los frutos de la tierra de los que se abastecen directamente, y esto es algo que el ideal del progreso siempre ha querido ocultar.
En verdad
no se trata de que la gente se enriquece en detrimento de un empobrecimiento de
la naturaleza. La real polarización no es la de “desarrollo-ambiente”, sino una
polarización colonial constitutiva que rige la División Internacional del
Trabajo y la Naturaleza, y la división social y racial del trabajo (A. Quijano).
Cuando hablamos de una dominación de orden geográfico, nos referimos a cómo el
capital controla, administra y/o coopta el proceso metabólico de un territorio,
que implica la síntesis indivisible de devastación ambiental y polarización
social, en beneficio de una coalición de oligarquías globalizadas que por
supuesto genera utilidades a las élites nacionales y a las burocracias de
nuestros Estados extractivistas. Esta es la verdadera polarización a la que hay
que atender. Así que el extractivismo, aunque prometa y prometa riqueza y
desarrollo, siempre generará gente que se empobrece.
A
esto hay que agregarle algo.
El desarrollo de los
capitalismos extractivos convierte a la naturaleza en renta,
en dinero captado internacionalmente
‒algunos
dicen que es la riqueza de las naciones‒, y el dinero capitalista es un mecanismo de dominación porque,
entre otras cosas, genera una intermediación, que resaltamos en dos sentidos:
a) configura una nueva territorialidad que gira en torno al mercado mundial, en
el cual se va destruyendo o cooptando el vínculo directo que hay entre el
trabajo, el territorio y el acceso a los bienes comunes, lo que obliga a la
gente a requerir de la intermediación del dinero para acceder al consumo
(que generalmente compra naturalezas procesadas de los despojos de
otras partes del mundo);
y b) en términos del sistema-mundo, la conversión de los bienes comunes
territoriales en dinero, hace que la riqueza fluya acorde a los inmensamente
desiguales mecanismos de distribución y transferencia de capital a nivel mundial [16] . El nivel máximo de este proceso internacional de despojo es
la crisis de la deuda externa. En ambos sentidos de la intermediación, resalta
la relación entre pobreza y dependencia. El extractivismo es un problema
económico porque es un problema ecológico y geográfico también.
7) Extractivismo y producción de subjetividad
Poco se trabaja
la dimensión cultural del extractivismo, el impacto que tienen estos sistemas,
sus modelos políticos, en la producción de subjetividad. Venezuela es un buen
ejemplo de cómo en la medida en la que el metabolismo biosocial de todo un país
está más determinado por el extractivismo, este genera fuerzas muy influyentes
en la producción de subjetividad, que incluso, como ha pasado en la Revolución
Bolivariana, atentan contra los cambios de modelo y los procesos de
transformación.
El antropólogo
venezolano Rodolfo Quintero había nombrado desde principios de los años 70 a
este proceso de producción de subjetividad en la Venezuela petrolera, la
«cultural del petróleo», para hacer referencia a los diversos recursos
materiales e inmateriales que producían este patrón de vida que “crea una
filosofía de la vida para adecuar la población conquistada a la condición de
fuente productora de materias primas” [17] . A partir de ahí muy poco se ha
trabajado esta importante relación en la literatura política del país.
Desde este
análisis metabólico que proponemos, un lugar común como la idea de que para
superar nuestros principales males sociales hay que impartir una mejor
educación, debe ser problematizada. Si se generaran tales procesos “educativos”,
manteniéndose todos los procesos metabólicos propios de los capitalismos
extractivos, que reproducen las formas culturales de estas subjetivaciones
rentistas, difícilmente se podrían alcanzar tales objetivos
‒nuevamente,
Venezuela es un buen ejemplo de ello‒. Por citar un ejemplo,
los fenómenos de
reprimarización de las economías latinoamericanas, producto de la abundante
captación de la renta internacional de la tierra desde mediados de la década de
2000, con sus efectos perniciosos sobre los factores productivos, sobre el
ensanchamiento artificial de los mercados internos por la vía de las
importaciones, están en profunda relación con la necesidad de redimensionar este
tipo de subjetivación cultural rentista. Se trata de un requerimiento metabólico
de estos modos de acumulación extractivos respecto al ámbito cultural, que tiene
sus modalidades territoriales en las zonas de los proyectos extractivos
‒en
contra de culturas campesinas ancestrales, de pueblos indígenas‒, y en los
complejos enclaves urbanos.
Los signos de un cambio de época en América Latina, los peligros de procesos masivos de despojo territoriales y degradación de la naturaleza en la región, y el impulso de teorías ad hoc para justificar la expansión del extractivismo, hace de estos debates espacios necesarios para el diálogo y la reflexión, en pro no sólo de insistir en la creación de caminos alternativos, sino de defender los comunes. Lo único que nos queda.
Emiliano Teran Mantovani es
investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos – CELARG.
La Paz, septiembre
de 2014
Fuentes consultadas: (...)
Notas:(...)
Fuente: http://www.revistapueblos.org/blog/2014/09/11/las-espirales-del-debate-sobre-extractivismo-y-los-nuevos-tiempos/
Insistamos en examinar consecuencias e implicancias del extractivismo y de
la intervención de China. Pero, además, es crucial señalar el papel nefasto
de los gobiernos progresistas incluyendo a los de izquierda como el de
Venezuela y Bolivia.
Emiliano Teran Mantovani: “Con el Arco Minero del Orinoco
estamos frente a un suicidio”.
Publicado por Portal de la Izquierda en 4 de septiembre de 2017
Entrevistó Carlos Carcione. UPC de CER Latinoamericana para
Aporrea.org | Domingo,
03/09/2017
Investigador y activista, Sociólogo de la Universidad Central de Venezuela, con
una Maestría en Economía Ecológica de la Universidad de Barcelona, trabaja en
circuitos de investigación militante, relacionados con círculos regionales en
América Latina. Circuitos que tienen que ver con el debate y la lucha medio
ambiental, e igualmente en el activismo que está relacionado con los movimientos
ecologistas. Sobre todo con los ecologismos ligados a las luchas populares, por
los territorios, por los bienes comunes, contra las desigualdades generadas por
los impactos ambientales. En debate directamente relacionado con el
cuestionamiento al modelo. Es parte de grupos como Alternativas al Desarrollo de
la Fundación Rosa Luxemburgo, la Red Oilwatch Latinoamérica y otras
organizaciones que acompañan luchas de comunidades indígenas, campesinas,
urbanas, contra los impactos del extractivismo. Fue Mención del Premio
Libertador al Pensamiento Crítico. Es uno de los jóvenes intelectuales y
activistas comprometidos con los procesos de transformación más destacado del
país.
Cuál es tu principal preocupación por el avance de la ampliación de la frontera
extractiva en el último tiempo en Venezuela.
Hay varias
preocupaciones. Pero hay una fundamental: A lo largo de la historia venezolana
hemos estado planteándonos salir del modelo, o empezar a salir del modelo, hemos
atravesado momentos en que se llega a crisis profundas, momentos de bifurcación,
en los que está planteado salir del modelo o continuar en él. Hoy estamos otra
vez en uno de esos momentos.
Hay que insistir en que
éste no es un debate solamente de ecologistas sino que tiene que ver con el tema
de la dependencia, que tiene que ver con la soberanía, porque es un modelo de
altas concentraciones de poder de los sectores que capturan la renta.
Entonces
una preocupación fundamental es que, en esta bifurcación, se están reformulando
un conjunto de acuerdos que son o que suelen ser, acuerdos de largo plazo. Lo
interesante para analizar es que son acuerdos de fuerzas muy negativas para el
Estado Venezolano, es decir no son acuerdos de partes con potencialidades
políticas iguales, sino que se
estos acuerdos tienen que ver con concesiones,
tienen que ver con desregulaciones, flexibilización creciente, formas de favorecimiento
al desmontaje de la visión nacionalista energética que ha tenido en su momento
el presidente Chávez. Y que estos acuerdos se van haciendo orgánicos, por
ejemplo, la concreción de los acuerdos de PDVSA con el capital foráneo que ya no
sólo aparecería como “accionista” sino como “prestatario”, citando a Eulogio del
Pino, presidente de PDVSA.
Qué
significa esto, y ésta es la trampa de lo que yo llamo el «neoliberalismo
mutante»: por más que en términos formales, yo estado o PDVSA sea accionista
mayoritario y tu privado, transnacional, seas minoritario, si tu pones tu
capital accionario y además me prestas para que yo coloqué el mío, esto termina
enredándose en una forma en la que en realidad tú tienes el control. Todo aquel
que tiene la gran parte de la inversión, controla. Piensa por ejemplo en la
participación de Estados Unidos en el FMI, en el Banco Mundial, o lo que supone
el mecanismo de endeudarte, en lo que respecta al control de la relación
económica o política que se tiene con respecto a las decisiones sobre los
modelos económicos, de negocios, políticos, etcétera.
Por eso
sostengo que el modelo que se está configurando desde hace dos años en Venezuela
y la respuesta que se ha tratado de plantear es la siguiente: intentar hacer un
piso mínimo, el que permitiría un flujo de caja mínimo para el gobierno y que
las retribuciones se hagan de ese piso hacia arriba. En síntesis el
planteamiento es subir el extractivismo en todos los ámbitos para poder
retribuir con ese excedente, con lo que sería ese nuevo aumento del
extractivismo, a la ganancia y a la devolución de la inversión en esos casos.
Esto
supone además, una expansión de todos estos elementos que hacen a la
arquitectura del extractivismo en Venezuela. Y que abre a otra preocupación que
calza en esta situación, es toda la reconfiguración social que está ocurriendo
en los territorios.
Hay que
pensar por ejemplo en lo que escribía Rodolfo Quintero, toda la transformación
antropológica, económica, social, cultural que se daba en los campos petroleros.
Lo que está ocurriendo en Santiago de Cabrutica o en la zona sur de Monagas,
todos estos cambios sociales que tiene que ver con afectación de tierras
cultivables, problemas de agua severos, la migración de formas de trabajo
productivo al taladro, provocando un mayor abandono de la agricultura, una
agricultura extremadamente precarizada como lo está en la actualidad. Entonces
lo que tienes es dos tendencias opuestas en términos de la crisis.
Una tendencia de una enorme gravedad, con una población de muchas décadas asimilada a la economía rentista, a los sectores terciarios de distribución de la renta, y una necesidad histórica de producción interna que necesita una subjetividad que tenga alguna cultura del trabajo. Entonces tienes dos tendencias que están caminando en sentido contrario y que va a agravar la crisis. La otra consecuencia es el tema ambiental, yo entiendo que el tema ambiental tiene poca incidencia en el país, por la fragilidad de los movimientos ambientalistas. Pero además, sobre todo por la poca información que existe sobre el problema ambiental.Por ejemplo, el tema ambiental del agua en Venezuela es gravísimo, ahí tenemos varias bombas de tiempo. Por ejemplo lo que está ocurriendo con los embalses de Paucachinche y Camatagüa que atienden a 10 millones de personas en el país, que está proveyendo agua con más escasez, por la incapacidad de potabilización. Porque viene además contaminada por diversas razones, pero entre ellas el proyecto de trasvase de agua para evitar que el lago de Valencia siguiera creciendo, pero entonces estamos tomando agua con heces aquí en Caracas, en Valencia y Maracay es peor, y esto es una bomba de tiempo política. Te voy a dar un ejemplo: en el 2014 hubo una crisis del agua en Sao Paulo en la cual Dilma Rousseff termina declarando que esa crisis se convierte en un asunto de Seguridad Nacional, por qué lo declara, porque una ciudad de más de 12 millones de personas colapsando por la escasez de agua es claramente una crisis política. Lo mismo en los Estados Unidos declara problema de seguridad nacional el tema, por ejemplo, del cambio climático.
Esta
tendencia es a que se agrave porque hay negligencia e incapacidad para
atenderlo. Y el extractivismo produce una agudización, una profundización de
estos patrones. La expansión del extractivismo para dar un ejemplo concreto,
generaría una contaminación severa del Río Socuy, que alimenta embalses
fundamentales para suministrar agua a la población de Maracaibo, del Tablazo, de
San Francisco, donde hay también millones de personas, ahí tienes también
problemas de seguridad. Yo lo veo desde el punto social y ambiental, pero si lo
tomamos del punto de vista más político hay una cosa de seguridad nacional con
esta crisis.
Y el Arco
Minero del Orinoco ni se diga las consecuencias. Pero es bueno mencionarlas. El
4% del agua que consumimos está en la zona norte costera donde vive el 90% de la
población. Es decir nosotros dependemos de las cuencas hidrológicas del sur del
país. Cuencas hidrológicas que ya están sumamente contaminadas por varias
razones. Entre ellas la contaminación que producen las industrias básicas, el
tema petrolero, pero también por la minería ilegal, es decir una cosa dramática,
esta expansión del cianuro en las aguas. El tema del Arco Minero sería llevar a
una devastación el tema del agua. Hay datos científicos de lo que llaman la
huella hídrica del oro, que te dice que para obtener una onza de oro necesitas
mil litros de agua. Y en el proyecto del AMO, estamos hablando de 7000 toneladas
de reservas de oro que se plantea sacar. Tal vez no las saquen completas, pero
el dato sirve para tener una idea de los billones y billones de litros de agua
comprometida, sólo hablando de la extracción de oro. Es decir, yo creo que no
hay ninguna duda en decir que estamos frente a un suicidio socio ecológico en
puertas. Un muerta lenta. Y los que contrarían estos argumentos hablan
justamente de un tema de seguridad y de soberanía. Pero que tengamos agua para
vivir, es el verdadero tema de soberanía y seguridad.
Me parece
que el debate del extractivismo ha sido poco comprendido porque no se entiende
que toca todas las aristas de la vida. La arista cultural, la arista económica,
la arista geopolítica y política, la arista ambiental y por supuesto la arista
social.
Porque se
supone que es en realidad la concepción del uso de la tierra y de la soberanía
de los sujetos sobre esa tierra, nada más y nada menos. Entonces te diría que no
solo se trata de este nuevo avance de frontera, sino cómo se va a hacer el
avance de frontera y el contexto histórico en el cual está este nuevo avance de
frontera.
Esto hay que detenerlo como sea.
Pero para eso hace falta politizar más el tema ecológico, que se entienda que es un tema que tiene ver con territorio, con vida. Y yo no diría solo que crezca el reclamo de las organizaciones ambientalistas sino que hay que ecologizar también las luchas populares que tienen que ver con sindicatos. Por ejemplo los sindicatos que se han movilizado, aunque el reclamo no sea estrictamente ambientalista, sino por reclamos que hacen a la salud de los trabajadores, son los sindicatos del complejo petrolero industrial de Jose. Así sea por su seguridad laboral, pero por ahí hay algo que va haciendo el vínculo.
Vamos a cambiar de tema. Cómo ves la Constituyente…
Reconociendo de mí parte lo descabellado de la propuesta de la Constituyente y
los claros visos autoritaristas que se han mostrado en el gobierno, mi punto es
tratar de analizar el conjunto de actores sociales, la idea de este empate
catastrófico en el que estaríamos, de una relación de fuerzas bastante
similares. Al mismo tiempo la noción de la polarización gobierno oposición no
explica la cantidad de actores que están en interacción en ese sentido. Creo que
habría que entender, no solo la Constituyente como una posibilidad, sino la
aparición de múltiples posibilidades. Inclusive algunas inesperadas.
Reconociendo un poder que quiere aprovechar la Constituyente para tales o cuales
cosas negativas. Incluso sea porque el gobierno termina de derrotar a la
oposición, o porque se genera un pacto, como la Constituyente ha quedado
controlada por los mismos de siempre, es decir los constituyentistas elegidos,
es potencialmente un peligro para hacer una reestructuración de corte
neoliberal.
Pero insisto en que también hay que verla como un campo en disputa. Aunque el campo popular este fragmentado, este bastante afectado por la situación, por el nivel de confusión de lo político que se establece hoy en día. Habría que reconocer que la constituyente fue asumida por muchos activistas de la base popular chavista como una lucha. Y esto no se puede desconocer. Los pueblos tienen unos tiempos, es una paradoja, porque las necesidades de las transformaciones a veces son urgentes, pero los pueblos tienen sus tiempos.
El campo
popular del chavismo que yo reconozco como el campo con mayores potencialidades,
el que ha asumido las banderas más claramente transformadoras, revolucionarias
en muchos sentidos, reivindicativas en muchos sentidos. Que son sujetos que
generan críticas, que entienden los riesgos de otras alternativas, pero que
también asumen el desafío del momento actual, y no lo digo intelectualmente, lo
he visto en las discusiones. Ahí habría que pensar y entro directamente a la
constituyente, como este desafío, denunciado hasta el cansancio del
autoritarismo y de las reformas neoliberales que allí se busca, pero también
comprender este proceso de disputa. Que no se puede dar un paso al costado
frente a él, y ver como plantear las cosas que estamos criticando. Cómo las
reformas del marco jurídico y de las probables transformaciones en la
gobernabilidad tienen que ver con una reestructuración económica. Tenemos que
posicionar ese tema, pero hacerlo desde ese tejido social y no desde afuera.
Porque para mí lo contrario lleva a una soledad política que frena los avances.
Pero ¿en esa disputa también entran los capitales transnacionales?
Esa es una
disputa de disputas. Estamos hablando de una disputa desde el campo popular. El
campo popular no es homogéneo tampoco, y esas disputas se generan a lo interno,
es decir vamos a debatir cuales son las potencialidades políticas que van más
allá del marco jurídico de este proceso, y cuáles son los peligros que están
allí.
Pero ¿por
qué?
Porque al menos desde el año 2014, los que venimos siguiendo el campo económico
estamos viendo procesos progresivos de flexibilización económica, desregulación,
tasas preferenciales para las corporaciones en la Faja Petrolífera del Orinoco,
zonas económicas especiales, reestructuración de la deuda con China. No es
casual por ejemplo que la reestructuración de la deuda con China en 2014, sale
en gaceta, y un tiempito después sale las zonas económicas especiales.
Recordemos que el FMI prestaba a cambio de reestructuraciones. Entonces
hay que preguntarse qué significa el consenso de Beijín en ese sentido.
Pero el
capital internacional necesita garantizarse un marco jurídico para sus
reestructuraciones, incluso el capital que no está y quiere venir. Y cómo el
gobierno ha insistido, en su retórica, en su discurso, está planteando un marco
de inversiones especiales para atraer al capital, para que venga a invertir en
el país, y cómo eso está de la mano de una política y de unas políticas
concretas que se formalizan en Gacetas, en Decretos y tal.
Y cómo eso está
totalmente conectado, al menos en su potencialidad, el peligro que tiene en un
proceso constituyente, liquidar articulados o secciones de la Constitución que
representan una barrera jurídica para una desregulación más amplia.
Una apropiación con la
que el capital obtendría los recursos naturales o de los mercados venezolanos, y
está necesitando derribar toda una normativa que existe. Y estas reformas están
siendo solicitadas por el capital transnacional.
Y en este punto no
olvidemos el nivel de deuda que tiene Venezuela. Recientemente un informe de la
CEPAL indica que Venezuela tiene una deuda de 130.000 millones de dólares, y el
mismo informe señalaba que el país lo puede sustentar. Porque justamente el tema
es ese, Venezuela tiene un nivel de recursos, de “riquezas materiales,
precisamente lo que sugiere la CEPAL es que puede pagar y pagar bien pero, hay
que agregar que se haría hipotecando el futuro del país.
Entonces: la deuda acompaña a las peticiones del capital foráneo y hay un peligro claro dentro del marco de la constituyente, de que esas reformas terminen tocando ya el centro de la tierra, el núcleo del proyecto de la revolución bolivariana que no es sólo conceptual sino que tenía que ver con un proyecto al menos anti neoliberal ya que no era anticapitalista. La pregunta es ¿a quién hay que convocar a detener ese proyecto?, para mí al chavismo popular.
Estamos
frente a una encrucijada histórica de los últimos 100 años, si el chavismo
popular aprueba esto, es una desvirtuación de su propio sentido de ser
histórico. Este es un peligro y el otro es: qué es lo que va a hacer el chavismo
popular. Esta es parte de la disputa. Porque aquí ya no hay soluciones fáciles.
Desde mi punto de vista lo que va a haber es un largo periodo de conflicto, que
probablemente sea un conflicto de alta intensidad. Porque probablemente ha
terminado un ciclo de batallas pero vendrán otras próximamente.
E insistir, sobre todo, en el debate del extractivismo. Porque nosotros somos una economía que se basa en que el capital foráneo extrae, nos despoja de nuestros bienes comunes, que deja una gran devastación ambiental, que deja culturalmente una dependencia de la renta, que nos deja cada vez más lejos de una cultura productiva. Que aunque yo, personalmente, creo que la idea de sembrar el petróleo es inviable, al menos como se planteaba en este proyecto, también creo que eso no significa que no se pudiera usar los excedentes para otras inversiones.
Creo que
el proyecto es otro. Que hay que elaborarlo, creo que hay que seguir trabajando
en la crítica sobre el modelo rentista, capitalista venezolano. Entender que el
capital traza las rutas de la próxima fase económica sobre el extractivismo. Es
decir el capital foráneo no va a orientar a la economía venezolana hacia un
modelo producción industrial. Va a aprovechar el potencial económico venezolano
que es el extractivismo. Y eso significa que los males que hemos conocido
históricamente se van a reproducir, pero en un contexto más caotizado y de
colapso histórico del modelo.
Entonces el debate sobre el extractivismo no es una cuestión adicional para pensárselo con tiempo. Es un debate sobre el modelo, un debate presente. Tiene que ver con el contexto de la dependencia. Del colonialismo. Ese es también un debate sobre los progresismos. No es sólo responsabilidad del progresismo, pero la situación actual es también reconocer que hubo políticas que no se dieron. Y esto no se puede evadir eternamente. Porque para estos debates nunca fue el momento. Al menos esto es lo que se siempre se ha dicho desde el poder.Hay que hablarlo y hay que volver a insistir en el debate sobre el extractivismo y entender que no es un debate sobre la extracción. El modelo se basa en la extracción pero tiene todo un circuito de acumulación de capital que está también en la distribución, en la construcción de infraestructura, en el financiamiento, todo eso está ahí. Extractivismo es toda una arquitectura. Es el modelo de acumulación de capital a nivel nacional, es un circuito que va desde la exploración extracción y pasa luego por la venta, la captación de un excedente y todos los mecanismos de distribución que reproducen el extractivismo, que legitiman el extractivismo. Eso es lo que nos interesa analizar.
Como están los movimientos sociales y la reacción frente a este plan
extractivista en América Latina.
Los movimientos empezaron a reaccionar ante una mayor politización del tema
ambiental, una mayor politización del tema indígena, una valoración política de
estos temas.
Estos temas estuvieron durante mucho tiempo en un baúl, no eran considerados
temas importantes. Y eso hay que decirlo autocríticamente como
parte también de una tradición de una izquierda que no le interesó este tema por
mucho tiempo. No eran sujeto de la revolución.
Y lo curioso fue que el
sujeto de la revolución en Bolivia, por ejemplo, era el indígena, para darte un
ejemplo.
Luego los proyectos de los progresismos empiezan a prometer una transformación,
empiezan a hablar del buen vivir, de los pueblos indígenas, del socialismo indoamericano, empiezan a hablar de los
derechos de la naturaleza, empiezan a hablar de salir del modelo de la
dependencia, elementos que tomó el gobierno de Chávez, que habló del buen vivir,
lo que pasa es que terminó siendo una tarjeta de crédito. Chávez reivindica a
los indígenas cuando coloca el capítulo octavo de la constitución, y reivindica
la naturaleza con el capítulo séptimo, el de los derechos ambientales.
Estas demandas que eran previas, fueron tomadas por Chávez. Esto no es casual, esto viene de una corriente de lucha, por un cambio de cultura política de una nueva valoración, que no se quedó ahí. Pero los progresismos comenzaron nuevamente a relanzar el extractivismo, empezaron a profundizar este modelo, teniendo conflictos con las comunidades en todos los países, con marchas, movilizaciones y ocupaciones a veces violentas en muchos países. Aquí la lucha Yupka fue bandera. Y aunque otras luchas no salieran tan públicas igual se dieron. Hay una lucha en la península de Paraguaná, gente afectada por Cáncer. Desde los años 90 por ejemplo, contra el puerto de aguas profundas que quieren poner en la península de Araya. Aquí los pueblos indígenas se han pronunciado contra la minería ilegal y algunos contra el Arco Minero del Orinoco, y hay luchas muy fuertes porque están defendiendo su territorio.
Estas
fueron luchas en la región y que aquí tuvieron poca resonancia pero esto es lo
hay que cambiar. El giro político que tenemos que dar es en la identificación de
los nuevos sujetos revolucionarios, si quieres verlo así. Es un sujeto campesino
también, también, no es únicamente campesino, es un conjunto, es la mujer, es el
indígena, es un sujeto urbano, y no por un tema de proporción porque la
proporción en Venezuela, por ejemplo, es muy desigual, el sujeto urbano es más
del 90%. Es tomar los saberes ancestrales, el concepto de territorio. No hay
diferencias sustanciales entre el proyecto de la comuna y el proyecto que tienen
los pueblos indígenas, porque es comunal también.
Creo muy importante y necesario recuperar la dimensión del territorio. Es como que para nosotros el espacio geográfico fuera una abstracción, eso revela un desligue con la tierra, el territorio y los bienes comunes. ¿Qué significa esto? El problema del agua podemos decir que en un caso determinado fuera un proyecto a futuro, pero no es el caso nuestro. El problema del agua en Caracas es cada vez más dramático, en Valencia, en Maracay, en el Zulia, y en casi todo el país, en Lara, en la Región Guayana, en el Oriente por el tema petrolero. Es un problema político, social, cultural, eso es necesario incluirlo en las demandas sociales políticas. Y entender que hay una posibilidad en este momento justamente por la crisis, para una subjetividad más integral, precisamente se puede unir las demandas que tienen que ver con las reivindicaciones del trabajo y las que tienen que ver con la reproducción de la vida. Este sujeto tendría una potencialidad enorme.
Hace muy
poco estamos tratando de retomar el debate por la reivindicación de los derechos
de los pueblos indígenas que cuestionó recientemente Luis Brito García. El
sugiere eliminar los derechos indígenas en la Constitución, pero
ese debate no
es sólo sobre los derechos indígenas, es un debate contra la concepción que se
tiene sobre el territorio, sobre el extractivismo, sobre el poder, esta todo
allí. Y buena parte de lo que llamo chavismo popular, verá entonces que ese no
es su proyecto. Se preguntarán, 500 años esperando, postergando y ahora viene un
intelectual del chavismo a cuestionar lo que habíamos avanzado.
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