Tratemos de explicar cómo
la 'democracia' gestionada por Evo Morales-Álvaro García Linera posibilitó el golpe de estado.
Como el Kirchnerismo, el MAS cultivó la
lectura binaria de la realidad social e internacional. Tengamos en cuenta
qué Silvia Rivera Cusicanqui explica.
La sociedad boliviana
“no ha renunciado a su
derecho,
a su memoria y a su
autonomía”:
Silvia Rivera Cusicanqui
24 de noviembre de 2019
Gloria
Muñoz Ramírez
Video y fotos:
Gerardo Magallón
La Paz,
Bolivia. Silvia Rivera
Cusicanqui, pensadora, feminista y activista boliviana, habla en entrevista con
Desinformémonos de la actual y compleja coyuntura en este país andino.
Inicia con lo que llama “la negación del fraude” de Evo Morales en su cuarta
reelección. Explica el machismo, el racismo y la “interculturalidad” en los 13
años de gobierno del MAS. Habla del capitalismo en Bolivia, del pensamiento
único y la descalificación a la crítica de los gobiernos progresistas, y de las
salidas desde abajo para la reconstrucción de Bolivia, entre otros temas.
La entrevista se
realiza en su casa de La Paz el 22 de noviembre, a un mes dos días de las
elecciones presidenciales y a 12 días del gobierno de facto de Jeanine Áñez, en
medio de la polarización y conflictividad política del país.
–
Hacia afuera se maneja únicamente la existencia del
binomio MAS o ultraderecha en Bolivia. ¿Hay algo intermedio?
–
El que se perciba que sólo hay la ultraderecha y el
masismo, ha sido construido. Todos los sectores intermedios hemos sido privados
de la voz. No existe en castellano una idea de mediación tan interesante
como la que hay en aymara: El hecho de que en opuestos se crea un espacio Taypi
que articula las diferencias, y por más que te demores un poquito tienes que
llegar a un espacio en el cual la polarización no genere inviabilidad social,
bloqueo mutuo. Eso yo lo he vivido desde 1971 en comunidades quechuas y aymaras.
Pero ahora las palabras mediación e intermediario y paz se han vuelto un cliché.
Yo creo que
estamos en la posibilidad de entendernos desde esas nociones aymaras, quechuas,
guaraníes. Hay mucho que discutir de democracia entre nuestras formas propias de
hacer las cosas que no siempre son de perfeccionismo lingüístico.
-¿Qué sistema se implantó con el MAS en el
poder?
Alguna vez dijeron
algo sobre capitalismo andino, amazónico, pero éste es
un proyecto capitalista que tiene todo su nexo con los BRICS, Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica, pero además tiene total nexo con la Iniciativa para la
Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), porque esto fue
un proyecto del Banco Mundial que se agarró Unasur en 2010 y se volvió
IIRSA-COSIPLAN. A esto yo le llamo el Plan Cóndor contra la Amazonía y contra
las tierras bajas.
Es la alianza
militar al margen de que si está Lula, Bolsonaro, Evo o no sé quién. Es una
cuestión sistémica, con un paquete enorme de carreteras, represas, todas
ellas vinculadas a lo que se llama el subimperialismo brasileño que fue
antiguamente un tema nuestro, cuando la época de las dictaduras, y eso se ha
totalmente lavado y olvidado. La gente no recuerda que ese poder brasileño
está vinculado al capitalismo y a la necedad del nexo con China, que es un
factor fundamental de expansión del capitalismo en el Brasil y en toda
América.0
-¿Qué forma tiene el capitalismo en Bolivia?
Lo lamento, pero
no tiene la forma empresarial que paga impuestos, tiene formas corruptas, de
burguesías compradoras. Y claro que, obviamente,
su eje
son los soyeros, productores de biodíesel, madereros y toda la gente que quiere
liquidar los árboles para hacer de eso una parte de la República de la soya o de
la palma africana. Eso muestra cuán arcaico es el modelo de desarrollo que se ha
instalado desde antes del Movimiento al Socialismo (MAS) y que ha continuado el
MAS, pero reciclado con este uso simbólico poderoso y con un factor de
redistribución de poder y redistribución económica.
Se trata de una
redistribución muy sesgada. Mi hija ha tenido dos wawas en casa con una partera
aymara maravillosa, una sabia. Pero ahora mi hija no califica para recibir el
Seguro Universal Materno Infantil porque tiene que ir al hospital, y si tú
rechazas eso, estás trabajando contra el Estado. ¿Pero acaso no es pluricultural
un parto con partera aymara? Es, y sin embargo no tiene derecho al SUMI. Mis
nietos han crecido con todo lo que el trabajo de mi hija ha podido generar para
comprar almendras, castañas, todas las cosas buenas que hay en ese paquete de
subvención.
La subvención
es entonces un proceso de disciplinamiento. Todas las formas de bonos o
subvenciones tienen ese factor de disciplinamiento, y eso me parece muy
tenebroso en tanto Estado central, porque no tiene nada de plurinacional. Ha
sido una forma muy estudiada, muy inteligente, de crear una pantalla
ideológica que permita a la gente entregar su subjetividad a aquellos entes
que se creen que lo saben todo. Y para mí eso está muy centrado en el
personaje de Álvaro García Linera y en sus nostalgias guerrilleras y de
poder, en toda una vida personal que me parece amerita no solamente el
análisis periodístico, sino también psicoanalítico y sociológico.
Digo esto con
profunda pena, porque hay seres humanos masculinos, maravillosos, llenos de amor
por su familia, que no usan a sus hijos para hacer política, y que para mí son
también una esperanza en las comunidades. Pero el hecho de que se ha
privilegiado una masculinidad agresiva, separatista de la comunidad, también de
eso es responsable el crecimiento de las opciones evangélicas, desde Chi, hasta
Camacho y Jeanine (Áñez).
La pantalla dice
que aquí ya se dijo todo, ya está hecho todo, hay un gay de ministro, hay
lesbianas, por eso el Estado ya está saneado de todo su monolitismo. Pero no. La
vida cotidiana no ha cambiado nada, y eso es lo que ha estallado, porque se ha
incubado frustración, desesperación, rabia. Se ha incubado además frente al
feminicidio la cuestión de que no podemos hacer nada porque hay mucho poder
distribuido en estratos masculinos, y ese poder está siendo usando de manera
tenebrosa, muy mala, muy sesgada, lejos del bien común. Se ha perdido la idea
del bien común como bien local, en el terreno, en la comunidad, en el barrio, y
se ha vuelto el bien público, donde el Estado define qué necesita la gente.
Lo que se ha redistribuido no es ni muy necesario ni muy
sostenible. Entonces hay un problema estructural, y por eso es que creo
que las mujeres en este momento estamos llorando, pero a la vez activando,
repensando nuestras comunidades, nuestras juntas, nuestros barrios, y dialogar y
ejercer un derecho a la disidencia.
Cuando hubo todos
los conflictos yo estaba enferma, y todo el mundo sacaba banderas. En mi barrio
era la bandera boliviana. Yo saqué bandera negra, porque para mí yo estaba
enterrando una ilusión, que era el Estado plurinacional. Ahora estamos
procurando crear las bases para la reconstrucción desde abajo de lo plural,
desde las comunidades, desde cada sindicato, desde cada junta.
Superar
el racismo, superar el temor al otro, superar el binarismo y hacer que las
calladas y los callados recuperen la voz para recuperar la posibilidad de una
estructura plural de organizaciones sociales. Y no esos llamados movimientos
sociales que generan una relación absolutamente vertical, como la Coordinadora
Nacional por el Cambio (Conalcam) de Bolivia, donde están de adorno las mujeres.
Conalcam era
la forma de quitarle a las bases toda la pluralidad que permitía que las
autonomías fueran debatidas. Los guaranís del parque Kaa Iya han
desarrollado una propuesta increíble de relación con los grupos no
contactados, con los meleros. Resulta que está quemado eso. ¿Dónde se ha
quemado? En todos los lugares controlados por la Agencia para el Desarrollo
de las Macroregiones y Zonas Fronterizas – ADEMAF.
Y de pronto el
fuego saltaba, del parque caía en el extremo sureste del país al parque
Madidi, que es en el extremo noroeste. Frontera que hay, frontera en la que
yo creo que hubo una inducción de fuego, porque es más barato quemar que
sacar los árboles a pulso o con máquinas. Por eso yo creo que lo que hay en
cierto modo invisible en esta coyuntura es el Plan Cóndor contra las tierras
bajas.
– Háblanos del discurso sobre el racismo de
Evo Morales
– Si tú como
Estado incurres en una política de educación para la rabia, para que el
resentimiento florezca y aflore como rabia, vas a generar organismos u
organizaciones arbitrarias. La suma de las arbitrariedades en cada una de estas
localidades, la corrupción de alcaldes, los sindicatos que estaban vinculados
con cosas medio oscuras, cuestiones de misoginia, escándalos sexuales de
dirigentes y concejales es un cúmulo de cosas. Y la gente común va a decir
«estos indios masistas». No representan todo lo que es la base del MAS pero se
ha acumulado una rabia contra esas sistemáticas arbitrariedades que da el poder
arbitrario, porque no es un poder que venga de abajo, no es un poder hacer, es
un poder de dominación, de control.
El control es
casi una exigencia estatal. En algunos lugares ha habido negociación,
pero en otros era sistemáticamente disciplinar y si no
dividir la organización. Eso ha pasado en el Territorio Indígena y Parque
Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS) y en todos lados. En Totora Marka
los maridos han ganado a las mujeres en el tema de la autonomía, las
autonomías que existen han sido tremendamente tuteladas. Pero estamos en la
posibilidad de recuperarlas.
Tenemos algo muy
grave encima, que es un sector de derecha que es revanchista. Para mí eso es
fomentar también el racismo. Por un lado la gente de a pie se ha enojado con
esas arbitrariedades del poder distribuido a sectores populares, y ellos siendo
de sectores populares han renegado de esas formas arbitrarias, y por el otro
lado está el resentimiento acumulado de las oligarquías por la pérdida de poder
y de influencia pública, y eso tiene el nombre de revanchismo.
– Evo Morales y Álvaro García han declarado en
México que los expulsaron por gobernar para los indios
-El racismo
también anida dentro del MAS. Para mí es racismo decirle a una concentración
indígena que se va a ocultar el sol y la luna se va a escapar si no votan por
ellos. Eso es creer que la gente es tonta. Además nunca lo ha dicho en aymara,
nunca lo ha dicho en quechua, es una interlocución trunca, porque él habla y hay
un mediador que traduce y posiblemente traduce con sesgos. Mientras no haya la
posibilidad de que la población indígena hable sus propios idiomas y piense con
su propia cabeza en cualquier instancia pública, eso está muy mal.
– ¿Por qué indio es visto, y tratado por el
poder, como pobre?
– Hay toda una
estrategia mundial que yo le llamo miserabilismo, de que indio es igual a pobre
y que por eso hay que darle todo y enseñarle todo porque no piensa. El
pensamiento que anida el agente de a pie, hable bien o no el idioma nativo, está
nutrido de una experiencia de vida que hace que las ideas tengan un arraigo y
que digan cosas poderosas. Yo me nutro de eso. La pobreza llamada así por ellos,
para mí es una riqueza olvidada, una riqueza negada.
– Qué es lo que pasa con la crítica a un
gobierno progresista. ¿Por qué los calificativos de traidores, vendepatrias,
derechistas a quienes los cuestionan?
Nos acusa una
izquierda arcaica, una izquierda que además tiene un afán de representar lo
indio sin conocerlo. Una izquierda masculino-centrada que ha arrastrado a todo
el mundo a sentirse avergonzado de tener pensamiento crítico. Yo le llamo el
nuevo pensamiento único. El caso boliviano tiene una relación muy fuerte con
una
coalición de izquierdas continentales vinculadas a los llamados progresismos,
que tiene la cola de paja porque son procapitalistas, entonces, por ejemplo,
quieren hacer una central nuclear en El Alto donde hay una falla geológica, pero
en realidad quieren uranio.
Los
periodistas que tienen el deber de averiguar qué están haciendo estos BRICS
en América Latina y cómo están haciendo para que los progresismos hagan que
sus inversiones no sean cuestionadas por el pueblo, y esto es a través de
los manipuleos simbólicos. La gente tiene que acordarse de cómo se les tapa
la boca a las personas indígenas en los foros públicos por parte de voceros
blancos, que no hablan idiomas nativos y que tienen grandes inversiones.
¿Quiénes están en ese esquema capitalista?
¿Qué color son? ¿Qué idioma hablan? Y nos vamos a ver con la misma estructura de
siempre.
-Qué relación tiene lo que mencionas con lo
que está ocurriendo en Colombia, Ecuador, Chile…
-Yo soy de las que
mira desde abajo. Con Chile tenemos aymaras en ambos lados de la frontera y todo
un proceso de deseos de algo distinto. En Chile hay una cordillera que está
siendo amenazada por estos BRICS y por todas las inversiones nefastas, como
parques eólicos y otros proyectos. Con Argentina sucede lo mismo, igual en
Bolivia. Ahí no tenemos naciones, tenemos regiones, territorios. Yo le llamo a
todo eso la matria.
La patria son las fronteras, la matria es el subsuelo
indio de América, de nuestro continente. En ese subsuelo es donde debemos fundar
las nuevas estructuras políticas hasta donde se pueda.
-¿Tú
crees que en este momento exista en Bolivia un espacio para esa construcción
desde abajo?
Todo lo que tú
amas permanece, como dice Ezra Pound. Lo que tú amas, la gente, la vida,
prevalece. En medio del incendio salen nuevamente plantitas. Estamos
reconstruyendo ese tejido vulnerado. Hay un texto en el Museo de Antropología
que dice que nuestra vida se ha convertido en una red de agujeros, según un
poeta anónimo náhuatl. Esos agujeros los tenemos que remendar, y ese remiendo lo
hacemos colectivas y colectivos y grupitos y barrios y asociaciones pequeñas y
cooperativas. Cada vez estamos tejiendo más lazos.
Hemos iniciado las
vigilias charlamentarias, y vamos a seguir porque se está multiplicando esta
imaginación. Mujeres Creando ha creado el Parlamento de Mujeres, pero también
hay no sé cuántos parlamentos convocados donde hay mujeres, hombres, abuelas,
monjas. Esta sociedad no ha renunciado a su derecho, a su memoria, a su
autonomía, y al hecho de que lo indio está en cada uno de nosotras. No vamos a
renunciar ni a volver al pasado, a hace 17 años.
Yo hablo de 17
años, no de 14. La Agenda de Octubre tenía un cuarto punto:
autorrepresentarnos sin la mediación de partidos políticos. Pero lo que ha
hecho el último MAS en su máxima degradación es crear una ley de partidos
políticos donde ya no votamos por uninominal y donde ya no hay asociaciones
ciudadanas. Tiene que haber un aymara entre la corte electoral. Mi candidato
es Williams Bascopé, cívico de La Paz nacido en Santiago de Okola, una
región sagrada del lago Titikaka, hablante también de aimara pero abogado
constitucionalista. Ese es un ejemplo, debe haber muchos.
Es necesario
romper con esa absurda ley de elecciones primarias y partidos políticos y
retomar, aunque sea coja, la ley que había antes donde la asociación ciudadana
podía tener personería y capacidad de decidir mucho más desde abajo, porque como
vieron que ya no podían controlar eso porque se les fue de las manos, entonces
nos chantaron el monopolio del partido.
Al inicio de
su gestión Álvaro y Evo decían que el MAS no era un partido, sino una
articulación de los movimientos sociales, algo que la historia demostró que
no es así. Era tan partido y tan arcaico que ni siquiera había democracia
interna. Se cocinaban las cosas y se distribuía el discurso y luego se
encargaban los organismos entre información, comunicación, prensa, radio, de
generar una conciencia revanchista.
–
¿Qué puso a Bolivia en la actual crisis política?
– Este proceso
viene del fraude y de la negación del fraude. La negación del fraude tiene que
ver con la distribución escalonada de información. Hay lugares donde no llega
otra cosa más que el canal 7 y canales del exterior totalmente distractivos,
pero esa información va horadando la conciencia. Si a eso le añades que en su
momento el vicepresidente dijo que aquí el sol se iba a ocultar y la luna se iba
a esconder si no ganaba Evo, que eso no sólo fueron palabras, sino que venían
llenas de regalos. Se decía eso y se daban cocinas o canchas de césped o lo que
sea, toda una campaña de prebendalismo.
Yo he
distinguido tres formas de fraude que ya funcionaron, dos de ellas
notoriamente en la anterior elección. En la anterior elección ya había lo
que llamo el fraude prebendal, o sea la cuestión de que a cambio de votos
dan regalos. El segundo tipo es el fraude coactivo, donde está el sindicato
que dice que aquí todos votan así, mujeres calladas, no hay deliberación. Es
el control del voto, en el que la gente estaba obligada a mostrar que sí
había votado. “Si votan 100 por ciento les doy todo lo que quieran”, dijo
Morales, entonces “el todo lo que quieran” les hizo brillar los ojos a los
dirigentes, pero sólo eran valores simbólicos.
La posibilidad de
dar a las comunidades algo bueno para ellas, como un sistema de rescate de
semillas o un sistema de aguas, no se dio, lo que se ve son canchas, estadios,
cosas ornamentales que tienen que ver con bienes de prestigio. Entonces, si una
comunidad tiene un estadio, la otra quiere otro estadio, aunque vayan cuatro
gatos nada más. Se ha generado una cultura del Estado papá, del Estado que te lo
da todo.
Esto se da con la
plata del gas, que es producto de años de luchas y de colectividades enteras que
han buscado que ese recurso sea revertido hacia la formación de una sociedad
armónica, fuerte, beligerante, capaz de sobrevivir por sí misma. Los colectivos
del agua, de semillas, la gente que está trabajando en función de que la gente
tenga fe en su propia capacidad para manejar su vida, sus recursos, pero eso es
lo que sistemáticamente se ha expropiado a la gente durante años. Hay una idea
masculina ilustrada de que no hay otra forma más que el Estado te lo dé todo.
Para eso tiene que ser centralizado, para eso la autonomía indígena debe ser
tutelada, para eso el que se opone es antipatriota, antinacional. La idea del
nacionalismo ha hecho mucho daño porque en cada frontera hay algún pueblo
indígena que está a ambos lados.
El tercer
nivel de fraude es el informático, que es el que está ahora. Antes había,
pero era microfraude, porque a unos cuantos muertitos los hacían votar, a
señoras jubilidas y qué sé yo. Para mí, hoy la mayoría parlamentaria es
producto de esa suma de esos tres tipos de fraude. La otra cosa que me
parece que fue muy artera es que todo espacio intermedio en el parlamento
como potencial fue negado y cercenado, se le negaron personerías jurídicas a
cualquier persona que no fuera de ultraderecha. La ultraderecha vale para
polarizar el país y para decir que es lo único que hay.
A Carlos Mesa (el
candidato opositor a la presidencia por Comunidad Ciudadana) yo lo considero un
poco despistado en cuanto al curso del país, pero hizo un esfuerzo de aliarse
con el PRIN (Partido Revolucionario de la Izquierda Nacionalista), aunque no lo
suficientemente consistente, de modo que el MAS lo puso en la bolsa de que es la
derecha y de ahí prosperó la idea del golpe, advirtiendo que si ganaba Carlos
Mesa se iba a acabar el sol, la luna, el agua, el gas y todo. La campaña fue tan
sucia.
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A través de
Red Latina sin
fronteras
Consideremos que todos los extractivismos
no sólo destruyen las condiciones de vida (humanas y no humanas) tanto del
presente como del futuro sino también aumentan la acumulación de poder y
riquezas de los opresores. Así al promover el sistema de la soja transgénica
y su conversión en agrocombustibles, el gobierno de Evo Morales y Álvaro
García Linera viabilizó:
En 13 años, los agroempresarios consolidaron sus propiedades en las tierras
más aptas para la agricultura
26 de agosto de 2019
Los
grandes perdedores del “proceso de cambio” son la gran masa de campesinos
pobres que, en el ámbito de sus organizaciones controladas por los
campesinos ricos, no encuentran canales para manifestar sus demandas y
necesidades.
Desigualdades:
Pese al beneficio de los títulos, la nueva estructura agraria oculta que los
campesinos han consolidado, en promedio, apenas 14 hectáreas por familia,
los indígenas y originarios 56 por unidad familiar y los empresarios 930 ha
por unidad productiva.
El
saneamiento de tierras publicitado por el partido gobernante en tres
gestiones consecutivas desde 2006, no afectó a los grandes terratenientes y
agroempresarios, que más bien consolidaron sus posesiones en los suelos más
aptos para el desarrollo de la agricultura y la ganadería, ubicados
mayoritariamente en tierras bajas o llanos orientales.
Por el
contrario, los terrenos distribuidos a campesinos e indígenas en las tierras
bajas son marginales o no son adecuadas para la producción agropecuaria y
tienen más bien vocación forestal, mientras que los predios en manos de
campesinos e indígenas de altiplano y valles, sufren degradación y están
mayoritariamente parcelados como consecuencia del minifundio.
Las
conclusiones corresponden al reciente estudio
Tierras y producción agrícola: a 13 años de la “revolución agraria” del
MAS:, del investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo
Laboral y Agrario (CEDLA), Enrique Ormachea, que analiza entre otros temas
la calidad de las tierras tituladas en los últimos tres quinquenios.
Los intereses
de la burguesía agraria y de los terratenientes que obtienen renta
capitalista de la tierra nunca fueron amenazados por el gobierno del
Movimiento Al Socialismo, sostiene el especialista.
“De manera
paulatina, las demandas de los poderosos gremios agroindustriales fueron
transformándose en una serie de normas legales que consolidaron el poder
real que estas clases sociales ya tenían al final del periodo neoliberal,
pues concentran las mejores tierras para la producción agrícola y ganadera y
producen la mayor parte de la producción agropecuaria del país”, añade.
Ganadores y perdedores
Los grandes
perdedores son, “ni duda cabe, la gran masa de campesinos pobres que, en el
ámbito de las organizaciones campesinas controladas por los campesinos
ricos, no encuentran canales para manifestar sus demandas y necesidades”.
Destaca por
ello Ormachea que una parte importante de estos campesinos pobres son
trabajadores asalariados de temporada en predios de empresas y explotaciones
agropecuarias de los campesinos ricos: obreros agrícolas “que venden su
fuerza de trabajo al margen de las leyes laborales en vigencia, ante la
ausencia de organizaciones sindicales de obreros agrícolas que los aglutinen
y defiendan”.
Recuerda que,
desde hace un poco más de 40 años, los trabajadores asalariados del campo
reclaman su incorporación a los beneficios de la Ley General del Trabajo,
una demanda que durante los gobiernos neoliberales fue sistemáticamente
ignorada por los regímenes interesados en favorecer a los sectores
agroexportadores.
“Ya van 13
años, desde que Evo Morales asumió el gobierno, ignorando también esta
demanda, como le corresponde al partido de los campesinos ricos”.
El autor
demuestra también que no es evidente, como sostienen algunos investigadores
que creyeron en la revolución agraria del MAS, que Evo Morales se alió con
la “burguesía terrateniente de la media luna” solo en 2009.
“Desde el
inicio de su gobierno, siempre representó sus intereses e intentó aliarse
con ella”, sostiene Ormachea al evocar decisiones del entonces recién
presidente electo.
“Hizo uno de
sus primeros guiños a esta fracción de la clase dominante durante su primera
gira por Europa y Asia”, como presidente electo
‒antes
de asumir el gobierno en enero de 2006‒,
al informar a su retorno, que una de sus gestiones fue “abrir el mercado
chino para incrementar la producción de soya, cultivo con fuerte predominio
de grandes empresas capitalistas”.
En síntesis,
en oposición a los propósitos proclamados en 2007, subraya que el gobierno
del MAS “ha profundizado las desigualdades sociales en el campo, ha ahondado
las diferencias regionales en el ámbito de la producción agropecuaria y ha
agravado la dependencia alimentaria del país”.
Por el
contrario, no logró incrementar el aporte de los campesinos e indígenas a la
producción agropecuaria nacional, y, en cambio, promueve la colonización de
los pueblos indígenas de las tierras bajas a través de la expansión de la
frontera agrícola y de la explotación de recursos naturales no renovables en
sus territorios.
Desigualdades
Según la
Fundación Tierra citada por Ormachea, la nueva estructura agraria que emerge
del proceso saneamiento, oculta el hecho de que los campesinos han terminado
“consolidando 14 hectáreas en promedio por familia, los indígenas y
originarios 56 ha por familia unidad familiar y los empresarios 930
hectáreas en promedio por unidad productiva”.
Los datos del
Censo Agropecuario 2013 confirman estas desigualdades: mientras las unidades
productivas agropecuarias de corte capitalista tienen en promedio 83,6
hectáreas en propiedad y usufructo, las unidades productivas campesinas
tienen apenas 9,9 hectáreas.
Si bien estas
cifras demuestran desigualdades en el acceso a la tierra, no dejan de
esconder el tema de la calidad de las tierras tituladas, según Ormachea.
“Las medianas
y grandes empresas han consolidado sus posesiones en las tierras más aptas
para el desarrollo de la agricultura y la ganadería, ubicadas
mayoritariamente en las tierras bajas. Por el contrario, las tierras
distribuidas a campesinos e indígenas en las tierras bajas o son marginales
o no son aptas para la producción agropecuaria, pues tienen más bien
vocación forestal. Y las tierras que han consolidado los campesinos e
indígenas en las tierras altas sufren generalizados procesos de degradación
y están mayoritariamente parceladas como consecuencia del minifundio que
impera en ellas” (Boletín del CEDLA)
Comprobamos
que las llamadas democracias del Abya Yala expanden los extractivismos e
infraestructuras de integración exportadora valiéndose cada vez más de
perfeccionar el control sobre los pueblos y la militarización de los
conflictos. Sin embargo, hay un despertar de las rebeliones populares.
El plan Colombia se profundiza en el
país hermano pero se expande al Abya Yala para garantizar los
extractivismos.
Esperando a
los vándalos, construcción de otredad
Negativa
en la protesta social
en
Colombia
28 de
noviembre de 2019
Por
Equipo Jurídico
Pueblos
“DYLAN no murió, a DYLAN lo
asesinó el Estado” fue una de las consignas que retumbó en las redes sociales al
difundirse la noticia de su fallecimiento después de haber resultado gravemente
herido por un miembro del Esmad de la policía nacional cuando participaba en una
marcha dentro del paro nacional. Desde el 21 de noviembre el pueblo colombiano
ha salido a protestar. La movilización se ha extendido y continuado en las
principales ciudades del país, nutridas por la iniciativa de distintos sectores
inconformes con las políticas genocidas y la violencia estructural de un sistema
que lleva a la miseria a cada vez más personas. Las razones materiales sobran:
Colombia, es un país en el que persisten profundas inequidades. Ha sido ubicado
por la Ocde, como el segundo país latinoamericano después de Haití, el primero
en Suramérica y el cuarto en el mundo, con mayor desigualdad. Según las propias
cifras oficiales, el coeficiente Gini alcanza hoy el 0,517, lo cual significa
que los ingresos de los hogares más pobres ha disminuido mientras que se han
incrementado las arcas de las familias más ricas [1] .
Desde
hace seis días –como un hecho de lejanos precedentes en el país- alrededor de
las marchas, plantones, cacerolazos y otras múltiples formas de manifestación de
la disconformidad popular, se han
construido lazos de solidaridad, unidad y cooperativismo entre vecinos,
organizaciones y sectores populares. Y esta es tal vez una de las grandes
victorias del Paro Nacional, pues han sido justamente esas relaciones de
fraternidad e identidad de lucha del pueblo, las que han pretendido ser
transformadas mediante las prácticas genocidas de las clases en el poder.
La respuesta estatal a la
creciente movilización no se aparta de su práctica histórica: La represión y el
miedo. El carácter fascista del actual régimen político se ha hecho evidente en
las medidas adoptadas por los gobernantes en el marco del Paro.
Bajo la denominación de vándalo el
Estado ha venido creando una nueva otredad negativa a la que se legitima
detener, torturar y aniquilar en los contextos de movilización. De esta manera
se reafirma el carácter limitado del derecho a la protesta social que se
reconoce en Colombia y se envía un mensaje amenazante a quienes lo ejercen. Los
hechos hablan por sí solos:
Militarización
Desde
unos días antes del inicio de la jornada de movilización nacional, la población
bogotana se vio sorprendida con una fuerte presencia del Ejército, pese a lo
cual los mandatarios nacional y distrital, negaron la militarización de la
capital y justificaron la presencia del cuerpo bélico en “ la
protección de activos estratégicos de la ciudad ”.No
obstante, públicamente se supo el General Luis Fernando Navarro como comandante
de las fuerzas militares, mediante un radiograma, ordenó el acuartelamiento en
primer grado de todas las tropas, desde el 18 de noviembre a las 6:00 am, “con
ocasión del paro” [1] .
Disposición que evidencia que –pese a los esfuerzos por ocultarlo o
maquillarlo-, desde las más altas instancias del poder, se diseñó y orientó
una respuesta estrictamente represiva contra la protesta popular. Esto es, el
gobierno nacional, optó por militarizar, antes que abrirse al diálogo con las
mayorías inconformes.
Amenazas veladas
De
hecho, en su alocución presidencial, el 21 de noviembre, Duque sólo atinó a
señalar que quienes se manifestaron pacíficamente fueron “escuchados” por el
Gobierno, pero nada dijo de las medidas que adoptaría para concretar las
reivindicaciones y exigencias de la población que salió a las calles a
protestar. Al contrario, la principal fuerza de su discurso estuvo encaminada a
anunciar que caería todo el peso
de la ley, contra quienes protagonizaran disturbios públicos, y a reiterar
las órdenes emitidas a las fuerzas militares para garantizar el ordenque
él representa, en todo el territorio nacional.
Allanamientos ilegales y detenciones arbitrarias
Los
allanamientos ilegales y detenciones arbitrarias, dos días antes al inicio del
Paro Nacional contra espacios culturales y comunitarios, constituyeron también actuaciones
disuasivas e intimidatorias, con las que buscaban generar
terror y estigmatizar anticipadamente la protesta. Pero estos operativos sólo
pusieron en evidencia los seguimientos ilegales de la Policía a colectividades
críticas, los cuales pretendieron legalizarcuriosamente
con un libreto muy similar al
que justificó el toque de queda decretado por Duque y Peñalosa en la ciudad de
Bogotá: La supuesta llamada de fuentes no formales a la línea 123 dando cuenta
de la presunta preparación de disturbios, desde algunos inmuebles o puntos de la
ciudad. Es decir que, las comunicaciones de personas desconocidas, cuya
identidad ni siquiera es registrada ni su credibilidad constatada, han
pretendido ser mostradas como informaciones fiables para ordenar medidas
excepcionales, invasivas y altamente restrictivas de las garantías ciudadanas (a
la inviolabilidad del domicilio y la libre movilidad de las personas entre
otras)
Eliminación de garantías demo-liberales
La
sola pretensión de legitimar la acción estatal mediante este tipo de coartadas
ofende la inteligencia y el sentido común de la población colombiana, pero,
además, dice mucho del criterio de
legalidad que ha marcado el
discurso de las autoridades de
gobierno en los últimos meses,
evidenciando el carácter aparente que
este ostenta: Los procedimientos se surten como verdaderas mamparas de
actuaciones abiertamente arbitrarias e inconstitucionales. Esta práctica, cada
vez más extendida y generalizada, deja ver la naturaleza “anti-liberal”
–en términos ideológicos- de tales actuaciones del Estado, muy propias del
fascismo.
Así
las cosas, no deja de ser sorprendente el cinismo con el que Duque y sus fuerzas
militares salen a la opinión pública llamando a la población a obrar dentro de
la legalidad, mientras dictan disposiciones que abiertamente ilegales en el
marco de las cuales se cometen abusos y crímenes graves contra el pueblo
disconforme.
Brutalidad policial
La
acción desmedida de la fuerza pública en el contexto del Paro Nacional ha
generado llamados de atención de la ONU, la Defensoría del Pueblo y la
Procuraduría General de la Nación. Han sido múltiples los actos de violencia
estatal contra los manifestantes que ha corrido por las redes sociales, la más
reciente de ellas, tiene al borde de la muerte al joven de 18 años, Dylan Cruz.
La
respuesta del Gobierno, la fuerza policial y en general, la derecha en Colombia
ante estas prácticas produce tanto desconcierto como indignación, pues por un
lado justifican la represión y por el otro la banalizan creando equiparaciones
de lo equiparable, desdibujando la responsabilidad de quienes trazan las
políticas que aniquilamiento contra quienes protestan.
Legitimación del autoritarismo
Las
afirmaciones (no desmentidas) de Uribe Vélez sobre la agresión (mediante una
patada en el rostro) contra una joven estudiante por parte de un agente del
Esmad, no sólo legitiman el proceder criminal de la Institución y sus agentes,
sino que lo alienta y respalda, pero además contiene una evidente carga de autoritarismo
y militarismo. Cuando este alto exponente del fascismo en Colombia dice que
al Esmad “no se le debe pegar porque pueden ocurrir cosas desagradables”
trasmite a la sociedad un mensaje claro de sometimiento irrestricto de la
población a la fuerza militar, so pena de ser represaliado e incluso aniquilado,
porque “lastimosamente la vida
tiene restricciones”.
Tras
la justificación de Uribe y el discurso de otros funcionarios del Estado como
Nancy Patricia Gutiérrez o el comandante de la Policía, se esconde además una
falsa simetría entre la gente que protesta y los efectivos de la fuerza estatal.
Ellos, cuando responden a las reclamaciones por el abuso policial, piden
investigaciones formales y a la par, suministran y lamentan una cifra de 300
uniformados heridos presuntamente por los manifestantes. Sin embargo, no existe
tal correspondencia o equilibrio que pretenden mostrar. Los agentes
del orden, están dotados de armas (que usan abusivamente) y equipamientos
tanto para su defensa como para hacer frente a situaciones de ataque.
Las personas que participan en las movilizaciones y protestas, en cambio no,
pues las veces que se enfrentan a la policía lo hacen con piedras o papas
explosivas que como lo dicen los
dictámenes periciales no tiene mayor capacidad de hacer daño.
Pero
son tan cuestionables estas justificaciones, equiparaciones y voces de aliento a
la fuerza pública, como aquellas que pretenden humanizar la
violencia estatal. Causan escozor las aparentes condolencias emitidas desde el
Gobierno y la Policía por el asesinato del joven Dylan Cruz tras el ataque
criminal del Esmad, seguidas de un llamado a compadecerse por la situación del
agente que disparó su arma letal (consciente
de trasgredir los protocolos de uso)
De
ninguna manera son equiparables el asesinato Dylan y las consecuencias jurídicas
que ahora debe enfrentar el uniformado que cometió este crimen. Mientras Dylan
representa a los jóvenes pobres condenados a la exclusión social que tienen toda
la legitimidad de tomarse las calles y exigir del Estado verdaderas
oportunidades; el agente estatal representa una política de aniquilamiento de
quien protesta, una política que como individuo nunca cuestionó, sino que por el
contrario, ejecutó a cabalidad.
Así
que es verdadero cinismo, llamar a la sociedad a “ponerse
en los zapatos” del agente que
asesinó a Dylan, en un impecable acto
de brutalidad policial, cometido desde una de las instituciones cuyo desmonte se
viene demandado desde hace ya varios años, porque ha cobrado la vida y la
integridad de muchos/as jóvenes críticos/as del país.
No son
equiparables –ni jurídica, ni política, ni ideológicamente- los
manifestantes y los policías. Quienes protestan (incluso mediante el uso de la
violencia) buscan y proponen cambios estructurales que beneficien a las grandes
mayorías excluidas. Los uniformados, por el contrario, representan a un poder
genocida que busca conservar su hegemonía. Quienes protestan, así como el grueso
del cuerpo represivo, suelen proceder de estratos humildes, pero no defienden
los mismos intereses, ni cumplen la misma función en la sociedad.
En el
campo estrictamente jurídico, de ninguna manera se pueden generar simetrías
entre la acción de los manifestantes y la del cuerpo policial. Mientras los
primeros ejercen un derecho (a protestar, a rebelarse), los segundos están
llamados constitucionalmente (al menos desde lo formal) a garantizar y a
proteger la vida de las personas. A la policía no se le ha otorgado patente
de corso (reiteramos, al menos
desde lo formal) para asesinar a los manifestantes, ni siquiera cuando se
presenten disturbios. Por eso están sometidos a protocolos claros en los que son
entrenados pero que en la práctica incumplen, conscientes de las consecuencias
que pueden acarrear. La policía tiene perfectamente claro que para controlar el orden imperante,
no se requiere matar o lesionar a las personas que protestan.
Por
esta razón no se puede responsabilizar a los manifestantes del actuar criminal
de los segundos, como sin siquiera sonrojarse lo hizo el comandante de la
Policía, Hoover Penilla para justificar el asesinado del joven Dylan Cruz, al
indicar que el Esmad estaba en el sitio
“…porque ha venido una serie de desórdenes, desmanes a nivel de la ciudad. Ya
estamos completando cuatro días en esta situación. Y vamos a restablecer el
orden, vamos a restablecer la normalidad. Y yo se los dije: cueste lo que
cueste, pero siempre cumpliendo las normas, las leyes. Respetando a todos y cada
uno, de uno y otro lado. Pero habrá situaciones que se nos van a salir de las
manos. Como esta [la de Dylan Cruz]. Lamentable. Soy el primero que lo lamenta”.
Ni
Dylan, ni ninguna de los seres humanos torturados y asesinados por el Esmad, así
como tampoco quienes ejercen la violencia política en contextos de protesta, y
mucho menos los que acuden a la manifestación de su inconformidad por medios
pacíficos, son responsables de los crímenes de Estado. Ninguna de estas personas
cuyas vidas han sido cegadas o su integridad física y sicológica marcada por el
accionar represivo de la Institución policial, pueden ser consideradas o
presentadas como “situaciones que se salen de las manos”.
Desde
el estricto tecnicismo jurídico, a aquellas situaciones que se salen de las
manos, como lo dice Hoover Penilla, se les denomina crímenes.
Crímenes que el Estado comete, indistintamente de que la gente proteste pacífica
o con beligerancia. El caso de Dylan Cruz lo demuestra.
Duque
y todos los funcionarios del Puesto de Mando Unificado, que planearon desde el
inicio, medidas fascistas para hacer frente al Paro Nacional, tienen que ser
juzgados por la acción criminal del Esmad. Quienes han desdibujado con el
término de vándalo, la identidad de lucha de un pueblo que reclama
transformaciones radicales y han legitimado y promovido su aniquilamiento, deben
responder a la sociedad colombiana por sus actos. Quienes han creado
intencionalmente –en el contexto del paro- pánico en la población para
polarizarla y enfrentarla, deben darle la cara al país y explicar el objetivo de
su campaña. Por su parte el Escuadrón policial de la muerte, Esmad, debe ser sin
duda alguna desmontado.
Dylan no murió, a dylan lo asesinaron
lo asesinó un estado genocida
lo aesinó un gobierno fascista
lo asesinó el terrorismo de estado
lo asesinó la brutalidad policial
---
El paro
nacional,
la
protesta social autoconvocada
y el
precariado movilizado
30 de
noviembre de 2019
Por
Fernando
Dorado
(Rebelión)
El 21N emergió en Colombia una
forma diferente de expresión política y de protesta social al calor de un paro
nacional convocado por las Centrales Obreras, sindicatos y organizaciones
sociales, protagonizada por lo que muchos llaman “clases medias” pero que en
verdad es el “precariado colombiano” que empieza a despertar y a
auto-descubrirse.
Por el marcado contraste que presenta este fenómeno con las marchas que
programan casi como una tradición religiosa los dirigentes del movimiento
sindical –estilo procesiones o desfiles–, pareciera un gran estallido que
algunos comparan con lo que sucede en Chile u otros países de la región y el
mundo, pero, en verdad, es solo una brizna de lo que puede estarse acumulando en
las profundidades de la sociedad y que va a explotar más adelante con una
potencia inimaginable.
Antes de avanzar con la descripción de los hechos y presentar un análisis
parcial e inicial del proceso y movimiento en desarrollo, señalo en forma
sintética algunas de las características más notorias de la protesta social y
política que se ha desarrollado en Colombia en forma continua en los últimos 7
días del mes de noviembre a partir del 21N.
- Nuevos sectores sociales citadinos, especialmente jóvenes y mujeres,
aprovecharon la convocatoria al paro nacional para manifestar en forma masiva,
creativa y festiva, su inconformidad con un gobierno inepto pero, también, para
expresar otra serie de aspiraciones que se vieron reflejadas en sus consignas,
marchas periféricas, plantones, cacerolazos, pancartas, performances, grafitis,
velatones, bailetones, besatones, desfiles de motociclistas y ciclistas,
bloqueos de vías y demás expresiones culturales llenas de rebeldía y alegría.
- El acumulado de frustraciones y de necesidades expresadas en estos días de
protesta están relacionados con aspectos estructurales de la sociedad colombiana
como la enorme desigualdad, la injusticia e iniquidad, la prepotencia de las
castas dominantes y de sus operadores políticos, el desempleo estructural, la
destrucción de nuestro medio ambiente, la corrupción político-administrativa, el
frustrado proceso de paz, etc., que hasta el momento –a pesar de los esfuerzos
que se han hecho en el marco de la institucionalidad– no han obtenido la más
mínima solución real. El modelo de desarrollo está allí detrás, pero pocos lo
señalan.
- El clamor general que se ha expresado durante todas las jornadas se ha
centrado en denunciar y enfrentar la incapacidad de un gobierno que no tiene
liderazgo y que cada que actúa comete graves errores que lo hacen ver débil,
incompetente, incapaz y, además, fantoche y ridículo, al querer mostrar una
fortaleza que no tiene. Las mayorías de protestantes movilizados saben que estos
gobiernos no pueden resolver los grandes problemas del país pero manifiestan su
inconformidad haciéndose ver, encontrándose con sus pares y siendo parte de una
masa social que recién empieza a dar sus primeros pasos de autonomía y rebelión.
- Se nota la enorme desconexión entre la dirigencia del “Paro” y los nuevos
actores sociales de las protestas. Mientras las gentes en las calles están
expresando un interés general de tipo político, los líderes del Comando de Paro
estaban más preocupados por el diálogo y la negociación con el gobierno (que es
lo que siempre han hecho) alrededor de los puntos del llamado “paquetazo”, y no
lograban conectarse con el sentir y la evolución del movimiento. Esa desconexión
han sido un factor de desmovilización y frustración, mucho más frente a la
estrategia de guerra material y psicológica (terrorismo de Estado) que
implementó el gobierno que no ha tenido una respuesta contundente y consecuente
de los directivos sindicales, quienes creen estar al frente de la protesta pero
en realidad se quedaron rezagados desde el principio.
- Es indudable que la influencia de los movimientos sociales y protestas que
ocurren en el mundo y en Latinoamérica también jugó un papel importante en
Colombia, sumada a la torpe actitud del gobierno y de Uribe que quisieron
impedir la realización de la protesta con argumentos que solo ellos se creían
(supuestas acciones del Foro de Sao Paulo, el complot desestabilizador de los
castro-chavistas, etc.) lo que motivó a muchas personas a participar activamente
por el solo hecho de llevarle la contraria al gobierno.
- En el caso de Bogotá se pueden diferenciar cinco grandes clases de
manifestantes y protestantes: a) Los trabajadores sindicalizados (docentes,
trabajadores de servicios, etc.) que marchan tradicionalmente en orden y por un
día; b) Los estudiantes que se agrupan alrededor de sus organizaciones y combos,
pero que a partir del segundo día (22N), en el caso de los que son de estratos 1
y 2, y viven en el sur u occidente, se organizaron para bloquear estaciones de
TransMilenio y después marchar hacia el centro; c) Los pobladores de ciudades
pequeñas que están ubicadas alrededor de Bogotá (Soacha, Madrid, Mosquera,
Cajicá, Chía, etc.) que se organizaron para asistir a las marchas y
concentraciones en la capital el primer día, y han seguido realizando marchas y
otras actividades en sus cabeceras municipales; d) Los profesionales precariados
y otros sectores medios, que se manifestaron alrededor de sus conjuntos
residenciales e iniciaron el cacerolazo, ubicados principalmente en el norte y
occidente de la ciudad. e) Los jóvenes “radicalizados” de diferentes estratos
sociales, algunos con mensaje político, otros de “barras bravas” de equipos de
fútbol, y muchos más que han acumulado grandes frustraciones, y les encanta la
confrontación con la policía y otras formas de violencia, como un medio de
expresar su grito desesperado de que están vivos, que son personas, y que la
sociedad debe tenerlos en cuenta. A otros muchachos, ni eso les interesa.
Los hechos: desde el 21N hasta el 27N
- El 21N se movilizaron aproximadamente dos millones y medio de personas en más
de 550 municipios de Colombia.[1]
- En solo Bogotá participaron en marchas aproximadamente 350 mil personas, y en
las horas de la noche intervinieron en los cacerolazos más de un millón de
personas, especialmente de barrios de “clases medias”, en el centro, norte y
occidente de la ciudad.
- En Medellín, Cali, Bucaramanga, Cartagena, Barranquilla, Pasto, Popayán,
Neiva, Armenia, Manizales, Tunja, Ibagué, Santa Marta, Sincelejo, Buenaventura y
muchas otras ciudades, se realizaron marchas multitudinarias que son un hito
histórico de la protesta ciudadana y popular.
- Aunque se presentaron confrontaciones con la fuerza pública (Esmad) en muchas
ciudades, como lo que ocurrió en Bogotá en donde se atacó con gases lacrimógenos
a la multitud concentrada en la Plaza de Bolívar aprovechando la actuación de
jóvenes encapuchados (algunos infiltrados de la policía), se debe destacar lo
ocurrido en Cali, en donde la misma fuerza pública promovió saqueos a comercios
y utilizó grupos de “vándalos” para generar en urbanizaciones y conjuntos
residenciales un clima de pánico y de terror mediante una campaña de medios,
redes sociales y montaje de ataques a residencias y apartamentos, situación que
al otro día se replicó en Bogotá.
- A lo largo de los siguientes 6 días se han realizado múltiples actividades de
protesta hasta el 27N donde se realizó el segundo paro nacional con una
participación menos numerosa, pero con hechos nuevos como el bloqueo de la
carretera panamericana en el Cauca por parte del movimiento indígena.
- La falta de dirección del movimiento, la estrategia de represión y de
violencia manipulada por parte del gobierno, y la cercanía del mes de diciembre,
atentan contra el fortalecimiento y la continuidad de la protesta, pero deja ver
la potencialidad de los nuevos sujetos sociales hacia el futuro.
El precariado[2] colombiano: nuevo actor social en la protesta
Son sectores sociales conocidos como parte de las “clases medias”; habitan en
las grandes ciudades en conjuntos residenciales y urbanizaciones, y son en su
mayoría lo que identifico como “profesionales precariados”. Unos son asalariados
de empresas o instituciones privadas o públicas; otros son pequeños y medianos
“emprendedores” que prestan servicios de diversa clase; y, unos más, que
posiblemente sea el sector que participó con mayor fuerza en las protestas, está
compuesto por profesionales y técnicos que viven del “rebusque de cierto nivel”,
subsisten de pequeños contratos o negocios, y sufren la precariedad laboral en
medio de las presiones familiares y sociales. Hacen grandes esfuerzos por lograr
el nivel de vida de los profesionales asalariados y/o de los “emprendedores”,
pero están más cerca del desempleo estructural, de la informalidad permanente,
la migración y la pauperización social. Este sub-sector social seguirá
fortaleciéndose con los nuevos profesionales que salen graduados año a año de
universidades públicas y privadas, sin que el aparato productivo cree las
condiciones necesarias para ofrecerles empleos formales o las condiciones
mínimas para que sus pequeños y medianos emprendimientos logren prosperar y
construyan una verdadera estabilidad y sostenibilidad económica.
En el caso de Bogotá este sector social se había manifestado en agosto de 2013
en solidaridad con los pequeños y medianos productores de papa, leche y otros
productos de Cundinamarca y Boyacá que estaban protagonizando una emocionante y
beligerante lucha en el marco del Paro Agrario. Ellos y ellas, jóvenes
precariados, llenaron la Plaza de Bolívar en horas nocturnas, sin líderes
visibles, casi sin pancartas y sin banderas pero con un enorme espíritu de
lucha, rechazando beligerantemente la actitud arrogante y soberbia del
presidente Santos que había lanzado su famosa y provocadora frase de que “el tal
paro nacional agrario no existe”[3].
Después de las 6 pm del jueves 21 de noviembre, los jóvenes precariados se
sumaron al paro nacional, realizando marchas en diversos barrios y zonas de
Bogotá, especialmente en el norte y occidente de la ciudad, y desencadenaron un
bullicioso “cacerolazo” que tuvo réplicas en el resto de la capital, en
Medellín, Cali y otras ciudades. Su participación fue alegre, pacífica, con un
sentido periférico que no se corresponde con la centralidad de las marchas que
se dirigieron desde las horas de la mañana hacia el centro de la ciudad, la
carrera séptima y la Plaza de Bolívar. [4]
El día siguiente, 22N, el gobierno implementó durante todo el día una estrategia
de confrontación abierta con los manifestantes que siguieron movilizándose, a
pesar que algunos integrantes del Comando de Paro salieron a desautorizar la
continuidad de la protesta, argumentando que el paro nacional se había
programado para un solo día (24 horas), pero rápidamente tuvieron que rectificar
ante la evidencia de que la gente se iba a mantener en la lucha, tanto con
marchas y bloqueos del transporte como con otro cacerolazo y marchas
periféricas.
Ya en las horas de la tarde y las primeras horas de la noche, entre el gobierno
nacional y distrital ejecutaron la misma estrategia que se había utilizado en
Cali para engañar a la población y generar terror utilizando la amenaza de
supuestos “vándalos” que iban a atacar urbanizaciones y conjuntos residenciales.
La policía había contratado delincuentes y jóvenes descompuestos para desde
temprano destruir las estaciones de TransMilenio, realizar saqueos en comercios,
y filmar falsos ataques a casas de habitación, para desde las redes sociales y
teléfonos móviles, impulsar una campaña de pánico colectivo, utilizando a los
medios de comunicación para crear el desconcierto y la alerta general, usando
también a los mismos grupos de “vándalos” en sitios estratégicos para hacer más
real la parodia y la pantomima del ataque generalizado.
El mismo gobierno distrital en cabeza del alcalde Enrique Peñalosa tuvo que
reconocer al filo de las 11 pm del viernes 22N, que se había tratado de una
campaña mediática para generar terror, pero lo hizo señalando a “sectores
politiqueros y oportunistas que quieren destruir nuestra ciudad y nuestra
democracia”, palabras que fueron reafirmadas con el presidente Duque[5]. Ellos
mismos, actuando en llave, decretaron ese día el toque de queda en toda la
ciudad a partir de las 9 pm para darle mayor credibilidad al supuesto
vandalismo, que fue coordinado desde la jefatura de la policía como lo
demuestran los numerosos videos, fotografías y testimonios, que dejan ver que
todo el operativo se planeó para desvirtuar y debilitar la protesta social,
poniendo a la gente a exigir mano fuerte, legitimar la militarización de la
ciudad y del país, y derrotar el movimiento.
No obstante en los siguientes días, sábado 23 y domingo 24, el movimiento se
mantuvo en Bogotá y en otras ciudades, con grandes marchas, concentraciones,
velatones, cacerolazos y actividades culturales al aire libre, en donde las
cacerolas eran utilizadas de diversa manera como símbolo de la protesta. En el
norte de la ciudad capital, más de 3.000 jóvenes rodearon la casa de Duque,
gritando consignas de “inepto”, “incapaz” y hasta de “asesino”, como reacción a
la agresión sufrida por el joven protestante Dilan Cruz a manos de un integrante
del Esmad, quien le disparó a menos de 10 metros un proyectil letal que lo mandó
de inmediato al hospital y que le causó la muerte que finalmente se produjo el
martes 26 de noviembre.[6]
Que los jóvenes precariados bogotanos hayan obligado al presidente Duque a
trasladarse al Palacio de Nariño para evitar la presión de las diarias
manifestaciones alrededor de su casa de habitación, es un pequeño triunfo del
movimiento social, que la prensa ha minimizado pero que simbólicamente tiene un
gran valor. Al fin y al cabo, este sector social ha expresado de diferentes
formas que su inconformidad gira alrededor de la incapacidad e ineptitud de un
gobernante que todos saben que es “sub-presidente”, que no es autónomo, que es
manejado desde Washington, desde la hacienda “El ubérrimo” del presidente Uribe
o desde la oficina principal del Grupo Aval que maneja el mayor multimillonario
del país, Luis Carlos Sarmiento Angulo.
Los jóvenes precariados, muchos de los cuales están entre los 28 y 45 años,
tienen plena conciencia de que Duque no puede resolver ningún problema. No le
creen y empiezan a sentir una especie de fobia por el presidente, por cuanto
éste trata de ocultar su debilidad con falsas poses, discursos y propuestas en
las que nadie cree (“economía naranja”, “digitalización de la administración
pública”, etc.), y ha intentado ser histriónico cayendo en situaciones ridículas
que lo hacen ver como un payaso. Y además, todavía no ha cambiado la actitud de
la campaña electoral, proponiendo proyectos y soluciones a problemas que no
tiene bien identificados, esquivando las verdaderas iniciativas que tienen que
ver con darle continuidad al proceso de paz, cumplir una serie de compromisos
adquiridos con diversos sectores sociales (campesinos, indígenas, pequeños y
medianos productores, etc.), y por sobre todo, liberarse de la carga de Uribe
que es quien realmente –desde la sombra– le impone su agenda.
Es él quien lo comprometió con la campaña para derrocar a Maduro y “liberar” a
Venezuela del “castro-chavismo”, operación en la que perdió más de 6 meses de
gobierno, viajando por EE.UU., Europa y América Latina para realizar el “cerco
diplomático” que lo llevaría a conseguir un triunfo internacional para tapar sus
falencias y debilidades internas. Fue Uribe quien le impuso al ministro de
defensa Libardo Botero, un personaje oscuro y reaccionario que tenía como
obsesión limitar y regular la protesta social, que fue utilizado para revivir el
espíritu uribista dentro de las fuerzas militares, en las que se nombraron
generales troperos que tenían la tarea de revivir la política de los “falsos
positivos” (asesinato de civiles haciéndolos pasar por guerrilleros dados de
baja) y sabotear desde adentro lo poco que queda del llamado “proceso de paz”.
El descubrimiento del asesinato de 18 niños reclutados por grupos armados
ilegales mediante un bombardeo indiscriminado, que había sido ocultado y fue
denunciado en el Congreso en un debate de control político, obligó al ministro
de defensa a renunciar y dejó todavía más debilitado a Duque, luego de que su
partido (Centro Democrático) había sufrido una sonora derrota en las elecciones
del 27 de octubre.
Los profesionales precariados, especialmente los jóvenes recién salidos de las
universidades y que no encuentran oportunidad de trabajo, van a engrosar las
fuerzas populares en lucha, y pueden ser un sector muy dinámico e influyente en
las movilizaciones venideras. Lo más importante es que ya se están reconociendo
dentro del campo de los explotados y oprimidos, y están en proceso de entender
que su verdadero enemigo ni siquiera es nacional o gubernamental, que detrás de
las empresas o entidades en las que trabajan está el poder de la Gran Burguesía
Financiera Global, que está representada en Colombia por los bancos e
instituciones financieras, las grandes transnacionales y los poderosos grupos
económicos, que subordinan a todos los “emprendimientos” (pymes) a sus intereses
capitalistas mediante préstamos onerosos, monopolio de la propiedad intelectual
y tecnológica, y muchas otras formas, y son la verdadera causa de su cada vez
más difícil situación. En la medida en que lo entiendan, su contribución a las
luchas populares va a ser fundamental, por cuanto son personas con mayor
formación intelectual, vínculos globales y acceso a la información, y pueden
ayudar al resto del pueblo a avanzar por nuevos caminos, más creativos y
transformadores de la realidad.
Constatar que un sector de las “clases medias” en Colombia, especialmente en las
grandes ciudades, empezaron a movilizarse en esta coyuntura de protestas
sociales, nos debe obligar a reflexionar sobre por qué en países con gobiernos
progresistas dichos sectores fueron canalizados hacia proyectos políticos de
“derechas”, como ocurrió en Brasil, Ecuador y Bolivia. ¿No será que las
izquierdas y gobiernos progresistas no hicieron ningún esfuerzo por ganarse a
dichos sectores sociales, y después de que los derrotaron en elecciones
(incluyendo a Petro en Bogotá), plagiaron la teoría del “síndrome o complejo de
Doña Florinda” para echarle la culpa a la gente, por “arribista” y
“desagradecida”, con la intención de justificar sus errores?
El problema es que esas “clases medias” están compuestas por nuevos sectores
sociales, entre ellos, el “precariado del siglo XXI”, que son actores críticos
del asistencialismo y de invertir la mayor parte de los recursos estatales en
subsidios improductivos, muchos de los cuales –como hizo Uribe en Colombia– son
utilizados para hacer clientelismo de nuevo tipo, en vez de invertir en la
industrialización de nuestras materias primas apoyándose en esos “emprendedores”
y en los pequeños y medianos productores (“clases medias”), lo que sería parte
de la solución a los problemas estructurales de dependencia de nuestros países
con respecto a la economía de las potencias híper-industrializadas. Este es un
tema a explorar y desarrollar.
Conclusiones
A manera de
conclusión podemos afirmar que:
- La protesta social y ciudadana que está todavía en desarrollo rebasó los
objetivos inicialmente propuestos por el Comando Nacional de Paro;
- Esa situación se presentó porque algunos puntos sobre reforma laboral y
pensional fueron concedidos por el gobierno aún antes de realizarse el paro
nacional (así fuere de palabra), y los dirigentes no reaccionaron para
recomponer el pliego de exigencias convocando a otros sectores, sentires y
necesidades de la población movilizada y no movilizada;
- La movilización ciudadana centró sus principales exigencias en lograr cambios
sustanciales y efectivos en la actitud del gobierno frente a la manera de
administrar los intereses colectivos. “Escuche presidente”, “libérese de Uribe”,
“cambie Duque”, eran las solicitudes previas a la protesta, pero en medio de la
protesta se iba transformado en “renuncie Duque”;
- La dirigencia del Comando de Paro no estuvo a la altura del reto que le
colocaron los nuevos sectores movilizados. Mientras la gente quería fortalecer
el movimiento y ampliar su impacto político (no partidista), la cúpula de las
centrales obreras le rogaban al gobierno para que se sentara a negociar con
ellos mostrando plenamente su perfil puramente reivindicativo;
- La agresión guerrerista y militarizada contra la protesta social planteó
nuevas prioridades al movimiento. Exigir la destitución o renuncia de la cúpula
de la Policía y deslegitimar a Duque como interlocutor creíble y confiable del
movimiento social, era la actitud que tendría que haber asumido la dirigencia
del “Paro” para fortalecer el movimiento;
- Por todo lo anterior, se requiere el impulso y desarrollo de un proceso de
organización y participación que se corresponda con el espíritu de concurrencia
democrática que exigen amplios sectores de la sociedad colombiana que no se
sienten incluidos ni representados por las formas tradicionales de acción
política y no confían en la institucionalidad existente;
- Se necesitan con urgencia nuevos y más amplios canales de participación para
desarrollar un verdadero Diálogo Social, que sea amplio, incluyente,
participativo y transversal, que no solo incluya a sectores sociales y gremios
sino que abra amplios y plenos espacios para las nuevas generaciones, las
mujeres y las nuevas identidades de género, y desarrolle procesos y prácticas
interculturales y pluriétnicas vinculadas con el cuidado de la vida y de la
naturaleza.
- La dinámica de movilización social y ciudadana que se ha desencadenado en
Colombia requiere una nueva coordinación social y política de mayor cobertura y
alcance, que consiga armonizar tres objetivos básicos:
a) Fortalecer y ampliar la movilización y protesta ciudadana, generando procesos
de auto-organización y representación amplia y democrática en localidades,
regiones y a nivel nacional en todo el territorio colombiano;
b) Identificar con precisión las principales exigencias de la ciudadanía
movilizada, que respondan a intereses generales pero, a la vez, que sean
propuestas concretas y realizables a corto y mediano plazo;
c) Construir los mecanismos, procedimientos y formas efectivas para desarrollar
el Diálogo Social, sin dejarse condicionar por las dinámicas gubernamentales,
que por un lado, quieren dilatar los tiempos para desgastar el movimiento, y por
otro lado, tratan de reducir el diálogo y la negociación a cúpulas excluyentes,
para finalmente no cumplir los compromisos firmados como lo han demostrado las
negociaciones y falsos procesos de participación realizados por éste y
anteriores gobiernos.
Se pueden promover y organizar “Asambleas Auto-convocadas” en barrios y veredas,
localidades y municipios, y organizar a partir de ellas, “Cabildos Ciudadanos y
Populares” que sesionen en forma permanente con carácter constituyente.
&&&&&&&&&
Lo ocurrido hasta ahora es el inicio del despertar. En Colombia el conflicto
armado manipulado por las castas dominantes durante 6 décadas impidió el
desarrollo pleno de las luchas sociales y populares. Además, una casta de
dirigentes burocráticos se apoderó de la dirección de las organizaciones
sociales y se ha constituido en una traba para su desarrollo político. También,
se deben tener en cuenta dos factores que han impedido que la situación
económica sea todavía más crítica: por un lado, la inyección de recursos
provenientes de las economías ilegales (narcotráfico, minería ilegal, otras)
representa el 2,5% del PIB, y las remesas en dinero que llegan del exterior
corresponden al 1,9% del PIB, que alivian necesidades materiales de importantes
sectores de la sociedad y son un factor muy importante para sostener el
crecimiento económico y evitar la recesión que sufren casi todos los países de
América Latina.
&&&&&&&&&
Tal parece que el pueblo colombiano quiere honrar el Bicentenario de la
Independencia con mayores y más consistentes jornadas de emancipación social, de
transformación democrática y de construcción de autonomía y soberanía política,
que sean la base real y material para el logro de la justicia social, el
bienestar económico y la realización cultural de las grandes mayorías de la
Nación.
Notas
[1] La Silla Vacía (2019). Crónica en vivo: Así se vivió el 21N en 10 ciudades
del país. Crónica del 21 de noviembre de 2019. Ver: https://lasillavacia.com/cronica-vivo-asi-se-vivio-21n-10-ciudades-del-pais-74606
[2] Precariado: Término inventado por Guy Standing para definir lo que es una
nueva clase social, similar al proletariado, pero que tiene nuevas
características.
Ver: http://www.scielo.org.co/pdf/rcs/v38n1/v38n1a11.pdf
[3] Alai.net (2013).
Paro nacional agrario: saltos cualitativos en el movimiento social.
Ver:
https://www.alainet.org/es/active/66829
[4] Ese sentido periférico pareciera rechazar la simbología tradicional del
“poder”, concentrado alrededor de la Plaza de Bolívar donde está el Capitolio,
la Corte Suprema de Justicia, la Catedral Primada y la alcaldía. Los jóvenes del
norte de Bogotá prefirieron acosar directamente a Duque protestando varias veces
frente a su casa. Ver: https://www.pulzo.com/nacion/videos-cacerolazo-frente-casa-ivan-duque-PP804285
[5] El Tiempo (2019). Alcalde denunció un complot para generar terror en Bogotá
y el país. Artículo de 23 de noviembre de 2019. https://www.eltiempo.com/bogota/el-complot-que-descubrio-la-alcaldia-para-desatar-el-caos-y-el-vandalismo-en-bogota-436614
[6] Video del cacerolazo frente a la casa de Duque: https://twitter.com/i/status/1197841402425688064
Contextualicemos
el golpe de estado en Bolivia. Es descubrir que la conciliación con el poder
real masificada por Evo Morales-Álvaro si bien resultaba en exitoso
crecimiento económico de los grandes capitales ya no era gobernable a
consecuencia de la protesta social.
Es hora de reconocer al capitalismo
(sea su gestión progresista o neoliberal desembozada) como el sistema que
subsume a la humanidad en injusticias social y ambiental al extremo de estar
aniquilando las condiciones de vida (humana y no humana) del planeta.
Chile: El
factor anticapitalista
24 de
octubre de 2019
El malestar de la población corresponde a un complejo profundo que no limita con
objetivos puramente económicos. Incorpora un acumulado histórico propio de las
relaciones sociales devenidas del vínculo contradictorio entre opresores y
oprimidos. No se trata de una «masa» que persigue una mera «negociación
sindical» o un «promedio» entre peticiones y ofertas. No emergió desde abajo,
volcánicamente, para «llegar a un acuerdo» con los poderes establecidos. El
movimiento, en su propio despliegue y conforme a las particularidades originales
de la sociedad chilena, crea la narración identitaria de su despliegue.
Por
Andrés Figueroa Cornejo.
Que el alzamiento popular en
Chile ya transite su séptima jornada este 24 de octubre sin conocerse espacios
sociales y políticos que por sí solos puedan proclamar sus prerrogativas sobre
el movimiento, no significa que no existan organizaciones en su interior. De
hecho, en medio de las multitudes, tanto en las concentraciones populares a
escala territorial, como en las más centrales y visibles, los grupos sociales
que se referencian con una identidad política distintiva son un lugar común.
La sensibilidad política
general de la protesta se expresa en contra de las instituciones en su sentido
más amplio. ¿Qué quiere decir eso? El malestar de la población corresponde a un
complejo profundo que no limita con objetivos puramente económicos. Incorpora en
sus motivaciones un acumulado histórico propio de las relaciones sociales
devenidas del vínculo contradictorio entre señor y siervo, entre opresores y
oprimidos. Entonces no se trata de una «masa» que persigue una mera «negociación
sindical» o un «promedio» entre peticiones y ofertas. El movimiento no busca «un
consenso». No emergió desde abajo, volcánicamente, para «llegar a un acuerdo»
con los poderes establecidos, independientemente de cómo se resuelva la
coyuntura. El movimiento, en su propio despliegue y conforme a las
particularidades originales de la sociedad chilena en un espacio-tiempo dado,
crea la narración identitaria de su despliegue. «Renuncia de Piñera y
establecimiento de una sociedad justa», «Que termine la represión y el estado de
excepción, el toque de queda, y que los milicos vuelvan a los cuarteles», son
conceptualizaciones elementales que podrían aproximarse, hasta hoy, este 24 de
octubre, a las aspiraciones mediatas e inmediatas del alzamiento popular.
No obstante, y como parte
dinámica de la realidad, por diferentes causas y momentos anteriores a la
explosión de la protesta, existe, por ejemplo, un compuesto de dirigentes
sociales ligados a fracciones del Frente Amplio y a la ex Nueva Mayoría, y su
entorno no militante orgánicamente. No es una formación homogénea. Es inestable,
pero su cemento se resume en un conjunto de acuerdos mínimos y vocación
orientadora políticamente.
Pero no es la única fuerza que
aspira a «tener su lugar en el mundo», y en el movimiento real en lucha, con el
objetivo de constituirse en autoridad democráticamente legitimada.
Además de grupos ligados a las
culturas libertarias, y de otras tradiciones emancipatorias, se acaba de
formalizar el Polo Social Anticapitalista.
Según la dirigenta de la
Central Sindical Clasista de Trabajadoras y Trabajadores de Chile, Catalina
Rojas, «nuestro llamado es a la conformación de un polo social anticapitalista
que avance en la confluencia de organizaciones sindicales y sociales, y articule
a trabajadoras, trabajadores, estudiantes y pobladores y pobladoras bajo una
plataforma de lucha común que ponga como horizonte la lucha contra el
capitalismo para acabar con toda opresión y explotación», y añadió que, «este
polo social debe germinar desde la independencia de clase sin permitir la
cooptación de la clase en el poder ni de ninguno de sus organismos ni
organizaciones».
La sindicalista informó que «se
realizará una convocatoria amplia a conformar este bloque a todas las
organizaciones que se definan anticapitalistas y antipatriarcales para levantar
la articulación del pueblo en lucha».
Sin dudas, no sólo se
multiplica una politización y consciencia respecto de los derechos sociales y
humanos por parte del movimiento popular y social que, en su derrotero,
cuestiona el régimen de la ganancia e impone la necesidad vital del bienestar
común, como no ocurría desde hace décadas.
No sólo el miedo se desploma como arma disolvente del poder. También diversas
composiciones políticas y sociales con mayores definiciones y tomas de posición,
se suman al movimiento de desobediencia popular, esta vez, de manera
diferenciada. Semejante comportamiento político amerita un análisis e
interpretación que no cabe en una nota tan breve como la presente.
Al término del texto, el
Instituto Nacional de Derechos Humanos reportó que este 24 de octubre hubo casi
3 mil personas detenidas en todo el país; 582 personas heridas, de las cuales
295 lo fueron con armas de fuego. En el centro de Santiago trascendió que hay 40
personas heridas con perdigones en la Posta Central. Los perdigones son
municiones policiales de 6 milímetros, de metal recubierto con goma. Por eso
tantos heridos han perdido la visión de uno de sus ojos. La comisión de DDHH del
Senado solicitó a los uniformados la no utilización de perdigones. Sin embargo,
las razones de la represión no platican con el parlamentarismo.
Más Noticias
Hagamos balance crítico del
progresismo para generalizar la toma de partido por dejar atrás a la
conciliación con los expoliadores tanto de los trabajadores como de la
naturaleza. Comprendamos que el posibilismo nos ha ido hundiendo cada vez
más en precarización, sometimientos de distintos tipos, enfermedades e
infortunios a al ir viabilizando el avance del sistema mundo capitalista.
Confiemos en:
Crear comunas para ganar la calle
22 de octubre de 2019
Por
Iñaki Gil de San
Vicente
(Rebelión)
1.- Lecciones de
la historia
Roberto Perdía ha publicado un texto muy oportuno sobre cómo
combatir el capitalismo y a la vez sobre cómo avanzar en la prefiguración del
socialismo en la medida de lo posible teniendo en cuenta que nos hacen malvivir
en una prisión a la que el capital llama «democracia». El libro, con un título
que lo sugiere todo: Prisioneros
de esta democracia (Argentina,
agosto 2018) que con el Nº 1 inaugura la serie de Cuadernos de Formación
de Resumen Latinoamericano, un paso fundamental conociendo el amplio espectro de
colectivos y personas a las que llega este prestigioso medio digital que también
se difunde en lengua inglesa.
La actualidad del libro y el acierto de Resumen Latinoamericano,
son innegables: asistimos a lo que puede ser el reinicio de una nueva oleada de
luchas en un capitalismo que ha generalizado las peores “formas democráticas” de
explotación, y también lo ha hecho con las dictatoriales. La sublevación
nacional catalana, ecuatoriana, haitiana…; la revuelta permanente de los
chalecos amarillos; el resurgir de la lucha de clases en EEUU con formas y
contenidos idénticos a los que también emergen en otros Estados; la recuperación
popular en Nuestramérica y en varios países norteafricanos…, son solo algunos
indicios del despertar del fantasma del comunismo.
Incluso en Euskal Herria, en donde aparentaba reinar esa
«normalidad social» tan ansiada por el reformismo, vuelve la lucha de clases en
sus formas clásicas y actuales.
Roberto Perdía
ofrece una alternativa contraria a aquella consigna de «sacar el conflicto de la
calle, y llevarlo al parlamento»: organizar y expandir el conflicto en la calle
mediante la recuperación de la territorialidad obrera y popular autoorganizada
en comunas, para desde ellas y si se viera necesario, llevar el conflicto al
parlamento, pero siempre supeditado a la lucha de clases. La reconstrucción del
territorio social - «ganar la calle»- es uno de los secretos de la nueva
oleada de luchas que vuelven a ulular como una bella sinfonía roja.
Ganar la calle exige
autoorganizar el nuevo territorio material y simbólico en el que el pueblo
obrero recrea su autoconciencia, sobre las cenizas del anterior que el capital
destruyó con su contraofensiva mundial lanzada en los ’80 del siglo pasado. Si
pudiéramos hacer ahora una síntesis de la historia de los movimientos
revolucionarios desde finales del siglo XVIII, conectándolos con las luchas
populares de las ciudades y comunas medievales desde el siglo XIV, y con toda la
experiencia de las comunas precapitalistas, volveríamos a ver la importancia
decisiva del territorio material y simbólico en el que la humanidad explotada se
autoorganiza. Llamémosles comités, asambleas, anteiglesias, concejos,
ayuntamientos, casas-grandes, comunas, consejos, soviets, repúblicas…, por
debajo de esas diferencias fluye la vitalidad del territorio social en el que se
autoorganiza el poder de los y las explotadas por la propiedad privada.
Resumen Latinoamericano ha sabido evaluar la dinámica de las
contradicciones del capital para encargar a Roberto Perdía este N.º 1 de sus
Cuadernos de Formación, mérito –que no acierto- que nos permite abrir un libro
que la izquierda europea y en especial la de aquellos países responsables por su
historia y por su presente de la sobre explotación de otros pueblos, debe leer
con lupa autocrítica ya que viene a ser, por un lado, un compendio de las
aportaciones de las fuerzas revolucionarias de Nuestramérica; y por otro lado
una valiosa aportación creativa a los debates y a las prácticas que vuelven a
escena tras el augurado fracaso del reformismo que se ocultaba debajo del
pomposo nombre de «Socialismo del Siglo XXI»
No debemos estudiar esta obra por simple moda de solidaridad
progre, al estilo de las Ongs bienintencionadas, porque para tan poco no hace
falta rigor autocrítico ninguno. Necesitamos hacerlo porque la lucha entre el
capital y el trabajo es una a nivel mundial, y aunque las distancias entre, por
ejemplo, Euskal Herria y Argentina sean grandes, sin embargo, la burguesía
vasco-española se enriquece ahora mismo gracias a que el euro imperialismo
asegura la transferencia de valor entre ambos extremos, empobreciendo al de allí
y enriqueciendo al de aquí.
O sea, a la lucha vasca también le afecta para bien o para mal
según avancen o retrocedan las de nuestras hermanas y hermanos de clase
argentinos. Por esto es necesario estudiar sus aportaciones teóricas porque
descubriremos muchas prácticas comunes que surgen de esa unidad mundial básica
que identifica a las clases explotadas. Ahora bien, lo primero que debemos
evitar es el error del eurocentrismo, de creer que el resto del mundo debe
seguir a pies juntillas los senderos que el proletariado occidental abrió y por
los que transita mal que peor. Para evitar este error de consecuencias trágicas,
hemos de estudiar la historia concreta de los pueblos machacados desde, al
menos, la irrupción del colonialismo en la segunda mitad del siglo XV.
Roberto Perdía nos resumen los momentos decisivos en la formación
de lo que ahora denominamos Argentina desde mediados del siglo XVI, resaltando
la resistencia tenaz de los pueblos originarios y de sus formas comunales que se
negaban a entregar sus tierras y culturas, sus identidades, a los invasores,
recordando la rebelión andina de finales del siglo XVIII. Ahora mismo, cuando
hemos seguido segundo a segundo la enésima sublevación del pueblo de Ecuador
contra el imperialismo, el FMI y sus lacayos, vemos la continuidad profunda de
las resistencias contra el «genocidio constituyente» -feliz expresión que el
autor retoma- como la base de la Argentina actual que fue tomando cuerpo gracias
a traiciones sucesivas de las oligarquías criollas que defraudaron los deseos
populares de 1810 de una independencia plena no sólo de España sino de otras
potencias, fundamentalmente de Gran Bretaña.
En el Congreso de Tucumán de 1816 se analizó crear un poder
incaico con capital en Cuzco, posibilitando una amplia tierra liberada con el
nombre de Provincias Unidas de Sud América. De haber triunfado este proyecto
revolucionario, el destino de Sud América y probablemente de toda Nuestramérica
hubiera sido muy diferente. Pero las clases ricas regionales buscaban sus
propios y exclusivos Estados, provocando luchas fratricidas instigadas también
por potencias extranjeras. La constitución de 1853 fue el resultado de aquellos
cambalaches de las clases ricas, porque:
«Más allá de la libertad para usar el puerto, los representantes
de esos mismos sectores no tenían mayor interés en cambiar las condiciones
sociales y económicas existentes. Minimizaron la participación protagónica de
los sectores populares. Los indígenas, los negros y los criollos pobres
sembraron con su sangre los territorios nuestro-americanos para que aquellos
comerciantes realizaran sus intereses» (p. 36)
La exposición de las lecciones de la historia no se limita sólo a
la Argentina. Hemos visto cómo el autor citaba la gran rebelión andina dirigida
por Condorcanqui de 1780. También nos recuerda la revolución haitiana iniciada
en 1791, que en 1805 aprobó la Constitución más radical hasta el momento, y que
en 1825 el colonialismo francés llevó 25 barcos de guerra a Haití, para
obligarles a pagar una «reparación» por las pérdidas francesas, antigua potencia
ocupante: hasta 1883 el pueblo de Haití estuvo pagando el «precio» de su
libertad. Cita el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826 en el que Bolívar
había puesto tantas esperanzas, y que fue boicoteado por Estados Unidos, Gran
Bretaña…, y por las burguesías latinoamericanas que ya entonces les obedecían. Y
el autor escribe: «Al regreso de sus delegados, Bolívar les pregunta: ¿Tenemos
gobierno y ejército únicos? Ante su respuesta negativa, murmuró: ¡Hemos
fracasado!» (p. 36)
Varias veces, Roberto Perdía insiste en que fueron aquellas
derrotas de los proyectos contrarios a las potencias colonialistas las que
impusieron el contenido dependiente del capitalismo de Nuestramérica: «Es por
ello que conquista, colonia, independencia, inmigración, población y cultura
nativa no son un pasado ya superado de nuestra historia. En su desarrollo
dialéctico forman parte de un presente que no ha sido capaz de sintetizarlas
asumiendo el rol que tuvo cada una de ellas. Esta es otra de las características
de este estado-nación. En él se expresan estas limitaciones del pasado que
influyen en nuestra menguada independencia nacional, en el casi inexistente
respeto de los pueblos nativos y en la crisis e inviabilidad de sus
instituciones actuales» (p. 37)
2.- Crítica del posibilismo
Estas son los condicionantes sociohistóricos que debemos tener en
cuenta para entender lo que se plantea en el libro. Por ejemplo, los efectos de
la crisis sistémica, civilizatoria, que mina al capitalismo tienen una dureza
concreta con el pueblo obrero de Argentina precisamente por los condicionantes
vistos. La crítica que se hace de la democracia burguesa es implacable, y
durante esa crítica vamos viendo cómo podemos aprender de la experiencia
argentina a pesar de las enormes diferencias sociohistóricas arriba apuntadas,
porque Roberto Perdía resalta una característica de la democracia burguesa común
a Argentina y a Euskal Herria: las promesas que hacen los partidos
electoralistas y que lo más probable es que no sean cumplidas, que queden en
promesas o peor aún, en mentiras dichas para engañar a incautos. El autor hace
muy bien utilizando un ejemplo crudo: «el cínico reconocimiento de Carlos Menem:
“Si hubiese dicho lo que iba a hacer, nadie me hubiese votado”» (p. 59).
Hay que recordar que Carlos Menem fue presidente de Argentina entre 1989 y 1999,
aplicando políticas de austericidas que empobrecieron al pueblo y enriquecieron
a una burguesía corrupta.
La democracia burguesa se sostiene en buena medida sobre la
mentira y la manipulación, también en Argentina y en Euskal Herria. Solamente la
izquierda revolucionaria dice lo que piensa hacer en el parlamento si es que ha
decidido ir a ese instrumento del capital, y si puede decirlo abiertamente sin
sufrir represión. La sociología electoral, el mercado del voto, la tele política
y la manipulación psicológica de masas conocen a grandes rasgos el precio medio
del voto convenientemente “trabajado” por la industria del control social de
masas que sabe buscar en el big
data lo que necesita. Roberto
Perdía, en base a los más recientes estudios al respecto, nos advierte de que:
«Según recientes investigaciones realizadas en la Universidad de
Cambridge, con 100 “likes” se puede conocer la personalidad, la orientación
sexual, el origen étnico, la opinión política, la religión, grado de
inteligencia, consumo de drogas y constitución familiar de una persona. Con 150
“me gusta”, mediante un algoritmo, se podría conocer y predecir el
comportamiento de una persona mucho mejor de lo que puede hacerlo su pareja. Con
250 “likes” de Facebook, ni el propio interesado sabe lo que la estructura
informática puede conocer de dicha persona» (p.71).
La manipulación psicopolítica tiene instrumentos desconocidos
hace treinta años que permiten a las fuerzas burguesas más poderosas guiar parte
de la irracionalidad de la estructura psíquica colectiva hacia el
fortalecimiento del sistema. ¿Quiere esto decir que la izquierda ha de renunciar
para siempre a la intervención electoral como parte supeditada a la estrategia
revolucionaria? Una demostración de la validez del texto de Roberto Perdía la
encontramos casi al final cuando desarrolla tres reflexiones sobre la idoneidad
o no de luchar dentro de la democracia burguesa. Ahora debemos esperar porque
para comprender la profundidad de los tres puntos, antes debemos seguir la
lógica que los sostiene. Y una primera e inexcusable medida que debemos
realizar, es el rechazo explícito del «posibilismo»:
«Los cultores de dicho posibilismo se reivindican pragmáticos y
realistas, que “hacen lo que se puede…”. De un modo irónico, cínico y resignado,
esa idea se ha instalado en la calle bajo la expresión: “Es lo que hay”.
Cargados de lúdicos diagnósticos de la realidad, siempre eligen “el mal menor…”.
Guiados por esos principios, terminan siendo lógicos reproductores del sistema
que cuestionan y critican, Carentes de una verdadera autocrítica, no ponen en
duda sus pensamientos; y sólo esperan enancarse en la lógica resistencia de los
pueblos para reiterar –una vez más- ese inconducente “posibilismo”» (p. 75).
El reformismo, el posibilismo y el pragmatismo son tres
corrientes políticas que surgieron a finales del siglo XIX en Alemania, Francia
y EEUU, y que con el tiempo han confluido en una sola. Después, al calor de las
órdenes y de las ofertas de la industria cultural, la casta intelectual ha
multiplicado las ofertas: ya sabemos en qué han quedado tantas promesas de
lograr definitivamente la «hegemonía de los nuevos sujetos sociales» para
transformar la realidad sin lucha revolucionaria. El autor ha resumido en nueve
puntos las constantes del posibilismo argentino, en la pág. 76; pensamos que
aprenderemos mucho si las adaptamos a Euskal Herria:
Primera: «El no cuestionar realmente los mecanismos de
explotación capitalista vigente, es una parte vital de la matriz de ese
pensamiento en materia económica; y una de las razones de su fracaso, que
termina consolidando el saqueo de nuestra riqueza y la explotación de los
trabajadores». El reformismo posibilista y pragmático quiere aumentar votos
y escaños, y hablar de la dureza de la explotación asalariada o no asalariada
pero imprescindible para la burguesía, puede espantarlos; la solución es
sermonear sobre democracia, derecho, justicia… de manera abstracta y polisémica
para fascinar a sectores de la pequeña y hasta mediana burguesía; la lucha
sistemática en fábricas, escuelas, servicios, barrios, etc., contra todas las
explotaciones concretas en las que se materializa la unidad y lucha de
contrarios entre el capital y el trabajo, cuando se realiza, es abandonada en
manos del sindicato y de las organizaciones secundarias, y nunca llevada a las
instituciones, al parlamento… para no asustar al voto potencial.
Segunda: «El extractivismo y el consumismo son dos aspectos
inseparables de su proceder político-económico». Una de las fuentes de la
acumulación originaria de capital en Euskal Herria fue el estractivismo de
mineral de hierro entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Ahora ha
vuelto otro «estractivismo»: el de la fuerza de trabajo cualificada que tiene
que buscar explotadores en el extranjero que les den más salario porque los de
la burguesía vasco-española son una miseria. La ideología consumista no
combatida por el reformismo, refuerza la alienación de esos jóvenes que en vez
de luchar en y por su pueblo y clase, se escapan buscando un explotador «más
justo», pero sin integrarse en la lucha de clases del pueblo que los recibe.
Tercera: «La concentración y extranjerización económica y los
privilegios del capital financiero, fueron efecto de sus políticas». En la
Euskal Herria peninsular la izquierda vasca fue el centro motor de la
resistencia al capital financiero y a la desindustrialización que éste exigía.
Ahora lo es también en muchas explotaciones concretas sin olvidar las
aportaciones de grupos de izquierda estatal; pero el nuevo reformismo
electoralista ha abandonado la estrategia independentista y socialista que daba
perspectiva histórica y coherencia programática a todas las expresiones
concretas de resistencia precisamente cuando la nueva crisis mundial exige una
decidida praxis concienciadora.
Cuarta: «Un cierto fetichismo del Estado lleva a considerarlo
como el factor prácticamente excluyente de los cambios a producir». La
destrucción del Estado del capital es una exigencia ineludible, simultánea a la
construcción de un poder obrero y popular transitorio basado en la democracia
socialista, Comuna lo llamaron Marx y Engels desde 1871. Las naciones oprimidas,
interesadamente neutralizadas como «naciones sin Estado», tenemos la urgente
necesidad de construir nuestra Comuna como único recurso para avanzar al
socialismo.
Quinta: «Como legítimos herederos del pensamiento de la
modernidad eurocéntrica, consideran a las ideas de “progreso” y “desarrollo”
(fundado en los datos de sobre “crecimiento económico”) como claves de la
sociedad y de la vida humana». El pueblo trabajador vasco llevó hasta
mediados de la década de 1980 una titánica lucha contra el plan de instalar
cuatro centrales nucleares en un área de 17.234 km2, bajo control español. De
haber triunfado el plan, entonces sería la zona más nuclearizada del mundo,
teniendo en cuenta que a muy pocos km funcionaba la central de Garoña. La
ideología del “progreso” y del “desarrollo” legitimaba tamaña barbaridad hecha
fracasar por el pueblo. Aquella larga lección ha dejado una conciencia
ecologista práctica apreciable en muchos comportamientos sociales, pero el paso
a la retaguardia del independentismo socialista, perdiendo vigencia actual, más
la presión casi aplastante de las nuevas formas capitalistas, así como otros
factores, favorecen la recuperación del desarrollismo.
Sexta: «El tema de la corrupción por parte de algunos
dirigentes progresistas, hábilmente manejado desde ese gran corruptor que es el
sistema capitalista y sus personeros, es un acto de traición a lo que dicen
representar y proclaman querer realizar». En la Euskal Herria bajo
dominación española, el eufemismo denominado «transición democrática» desde la
dictadura militar a la monarquía impuesta por los militares, logró que
centenares de “progresistas” e incluso luchadores antifranquistas se
convirtieran en poco tiempo en defensores de esa monarquía militar al ser
cooptados como funcionarios, trabajadores públicos, etc., de las nuevas
instituciones regionales que el capital necesitaba urgentemente para aparentar
el cambio. Las abundantes corrupciones clásicas ocultaron esa degradación
corrupta de la progresía que se integró con buenos sueldos en la “democracia”
impuesta olvidándose de la democracia real. Ahora mismo, una de las causas de la
profunda crisis política en el Estado español nace de la alta corrupción que
pudre a la política oficial y a la gran burguesía, y de la pequeña corrupción de
los nuevos reformismos y grupos de extrema derecha capaces de todo con tal de
sentarse en un sillón.
Séptima: «También nos meteremos en la frustración que deja
este modo de pensar y actuar en las cuestiones político-institucionales, con una
democracia representativa alejada del pueblo, sus aspiraciones y necesidades».
A grandes rasgos, en Euskal Herria sur, ha habido tres momentos de frustración:
uno, cuando el reformismo se arrodilló ante la monarquía impuesta por la
dictadura, legitimándola, lo que hizo que cientos de antifranquistas,
socialistas y comunistas se hundieran en el desconcierto y otros se
corrompieran, como hemos visto arriba. Otro, cuando una parte de la izquierda
abertzale se descompuso desde la segunda mitad de la década de 1980 y sectores
se integraron en el aparato de Estado, desplome paralelo al de grupos menores de
izquierda revolucionaria. Y el tercero, la que han padecido cientos de
militantes al imponerse la «nueva estrategia». En las tres frustraciones se
descubre la quiebra del referente político estratégico que guiaba a sus
militancias y que vieron cómo la nueva política se acomodaba a la «democracia
representativa».
Octava: «Su paso deja el saldo de una débil y auténtica
organización y protagonismo del pueblo. Ello impide el despliegue de sus
potencialidades y olvida aquél viejo principio de que ¡Sólo el pueblo salvará al
pueblo!». En todas partes sucede lo mismo: cuando la organización o partido
referencial se hunde, gira al centro, parte de su militancia queda perpleja,
desconcertada…y con frecuencia desiste y abandona la militancia. Según sea la
historia, memoria, conciencia y contexto, se tardará un tiempo para que la lucha
vuelva a los niveles anteriores.
Novena: «Tampoco debemos eludir la consideración del abismo
que media entre su discurso cargado de “buenas intenciones”, junto a una
práctica que termina por reproducir el sistema imperante». No hace falta que
nos extendamos en las “buenas intenciones” del posibilismo que promete de todo
en la campaña electoral, pero que se olvida de lo prometido a los pocos días,
intentando mantener o recuperar la confianza del electorado prometiéndole nuevas
maravillas.
Vemos cómo son aplicables en lo esencial a Euskal Herria las
nueve características del progresismo posibilista argentino, y con diversas
precisiones lo son también para Occidente siempre y cuando hablemos de izquierda
revolucionaria. Un estudio más sutil y concreto debemos hacer cuando el autor,
Roberto Perdía, se detiene en los logros democráticos de Cuba, Bolivia,
Venezuela, Argentina en 1945-55, y la primera Constitución de la provincia del
Chaco de1951, que no podemos siquiera sintetizar en su quintaesencia porque nos
llevaría demasiado tiempo al tener que analizar las diferencias cualitativas de
todos ellos con Euskal Herria: nos dividen y oprimen dos Estados que nos trocean
en tres territorios con muy distintas administraciones con leyes, sistemas
contables, educativos, administrativos, etc., muy diferentes; las leyes que nos
imponen están pensadas para impedir toda centralidad nacional; no tenemos
representatividad internacional alguna, etc.…, mientras que Cuba, Bolivia,
Venezuela y Argentina ya eran Estados independientes antes de esas valiosas
experiencias.
3.- Construir territorio comunal
Para los pueblos oprimidos que debemos destruir el Estado
ocupante y crear un poder comunal cualitativamente diferente, Roberto Perdía
hace aportaciones vitales sobre la territorialidad del poder comunal, sobre el
anclaje de la autoorganización en un territorio que la clase trabajadora quiere
liberar. La raigambre en el territorio es decisiva porque es uno de los mejores
marcadores del avance, estancamiento o retroceso de la lucha popular. Un pequeño
centro social de barrio, una cooperativa de producción y consumo, una asamblea
vecinal, una asociación de cultura relacionada con alguna o algunas asambleas de
taller o fábrica, un radiotelevisión local autogestionada, un colectivo de
educación sexual, una gimnasio de autodefensa anti patriarcal y antirracista,
una universidad popular conectada con algún centro educativo oficial…, son
primeros avances en la autoorganización que pueden dar contenido y forma a lo
que supone la comuna:
«La Comuna supone un tipo de organización que va más allá de las
propuestas para una reforma estatal, de raíz eurocéntrica, que el progresismo
viene formulando […] lo estratégico es la organización del pueblo, y lo que se
propone en su organización en esta perspectiva comunal. Pensar el futuro desde
la lógica de las comunas, es hacerlo teniendo en vista la comunidad, y no el
mercado. Para hacerlo realidad, además de la voluntad explícita puesta en esa
dirección, se requiere un largo tiempo de lucha y organización […] La
construcción de la comuna adquirirá peso reivindicativo y dimensión política, en
la medida en que se logra avanzar en la territorialización de las luchas
sociales» (pp. 118-119)
Territorializar una lucha social quiere decir conectarla con
otros grupos que también actúan en ese espacio urbano, en la vida en el barrio
popular, etc.; en suma, el espacio productivo-reproductivo inmediato en el que
se libran esos y otros conflictos, en síntesis: «dominar la calle» en sentido
general, que es el espacio decisivo en el que se deciden los primeros momentos
de la victoria de la rebelión contra la tiranía. Por territorio comunal debemos
entender aquellas zonas en las que la autoorganización de colectivos ha
permitido y a la vez exige su autogestión directa, de base y horizontal para que
esa autoorganización se expanda. Un colectivo o red de grupos que no se
autogestione, que no se gestione desde su interior y según su proyecto
estratégico, está condenado a la desaparición o a la integración en el sistema
al que dice combatir.
Al fin y al cabo, gestionarse así mismo es y exige el ejercicio
de la autodeterminación, de decidir sin injerencias ni condicionantes externos,
qué se quiere hacer y cómo hacerlo. Pero más temprano que tarde se demuestra que
un territorio social autoorganizado, autogestionado y autodeterminado no sirve
de nada cuando se desahucian viviendas, se cierran locales liberados, el poder
impone la gentrificación y la policía permite la droga y la delincuencia
mafiosas pero reprime a la juventud y a colectivos sociales, el terror
patriarcal prolifera a falta de medidas en contra, las empresas destrozan la
ecología urbana, el poder municipal rechaza toda propuesta vecinal exigiendo
servicios y espacios públicos, …Ante estos y otros ataques del capital, el
territorio popular empieza a descomponerse por falta de autodefensa.
Llegados a este punto, Roberto Perdía hace muy bien en
advertirnos sobre la trampa que se esconde debajo de la inmensa mayoría de las
medidas burguesas, sean reaccionarias o reformistas, contra el empobrecimiento
inherente al capitalismo. La territorialización comunal puede detenerse y
retroceder hasta su extinción si el poder lograr imponer la trampa de las
«ayudas contra la pobreza». Muchos organismos del capital, la ONU, el Estado,
oficinas públicas, grandes bancos y empresas, grupos religiosos, etc., actúan
«contra la pobreza» desde el asistencialismo más neutro que no ataca la causa:
el capital. Nos parece muy pertinente la crítica del autor al Ingreso Ciudadano
Universal, y a su variante el «ingreso universal» a todos los «ciudadanos», como
“soluciones” que no solucionan nada y desarman la conciencia del proletariado.
También tiene razón el autor cuando insiste en que el rechazo a estos métodos de
cooptación no implica la absoluta negativa a utilizar críticamente los sistemas
asistenciales del Estado y otras instituciones burguesas: se trata de un uso
crítico destinado a impulsar la estrategia de doble poder, del «poder dual»:
«De todos modos, la ideas que formulamos no niegan el
aprovechamiento de estas políticas asistencialistas por parte del actual Estado.
Por el contrario, se propone crear alternativas que le arranquen todas las
concesiones posibles a este sistema estatal, mientras va construyendo otra
modalidad de vínculos entre las personas y de éstas con la naturaleza, su
pachamama.
El sujeto, el más dinámico territorialmente hablando, es en
realidad un sujeto histórico en transición que, en la medida que vaya
organizando al pueblo de un determinado territorio, irá adquiriendo
significación política y capacidad de trasmitir su experiencia a otros sectores.
Por eso, la idea comunal no se agota en el territorio de los
actuales desposeídos; es una propuesta que se extiende hacia la perspectiva de
construir las ciudades comunales, y el propio estado comunal.
Eso, que podemos denominar la construcción de un poder dual, se
inscribe en lo que podemos denominar su vocación de poder. Desde el vamos a
poner en ejercicio la voluntad de gobernar y legislar sobre un determinado
espacio físico; y más allá que no cuente con la institucionalidad estatal, va
tensionando hacia la construcción de su propia institucionalidad. Eso es la
acumulación constituyente, o construcción del poder popular» (pp.123-124).
La territorialización del poder popular aumenta en la medida en
que más y más grupos, colectivos y movimientos pertenecientes al pueblo obrero
se integran en el «Bloque de Poder» que, como su propio nombre indica, se
autodefine como una fuerza que construye poder popular a la vez que destruye
poder burgués, es decir, que pone en el centro la famosa «cuestión del poder».
Vemos que existe un abismo entre las inquietudes de la progresía occidental por
la “democracia” y la dirección directa del «bloque del poder» hacia la
llave de la libertad: el poder comunal. O si queremos decirlo más crudamente: la
democracia abstracta y hueca contra el poder de la clase trabajadora, y más en
concreto, el poder de la mujer trabajadora dentro del poder del pueblo obrero.
Roberto Perdía dedica cuatro páginas (pp. 124-127) a la cuestión del poder
sociopolítico de la mujer trabajadora y a la urgencia de unir el mundo de la
reproducción con el de la producción:
«Si logramos fundir ambas cuestiones en torno a la idea de la
reproducción de la vida y la búsqueda de la felicidad, en lugar del poder y del
dinero, es probable que estemos alumbrando un mundo mejor, con un feminismo
popular que haga que el nuevo poder esté determinado por una mirada femenina […]
Las organizaciones sociales y el poder popular, por medio de las Comunas, pueden
ser los lugares de prueba donde estas cuestiones muestren, con el paso del
tiempo, sus primeros y más efectivos logros. Esto es parte de la revolución
cotidiana que, aspiramos, se pueda poner en marcha» (p. 127).
El «bloque de poder» avanzará en la medida en que se
extienda, por un lado, la revolución cotidiana por entre los entresijos de la
dominación patriarco-burguesa, carcomiéndola en sus raíces; y, por otro lado,
aumente el poder de base de los grupos militantes en su avance territorial:
«En este sentido no se propone la idea tradicional de una “zona
liberada”, tal como se lo entiende en la lucha guerrillera de tipo rural. Aquí
se propone otro tipo de mecanismo: se trata de construir “zonas políticamente
autónomas”, donde el poder popular esté radicado en la propia expresión del
pueblo territorialmente organizado, para sus acciones en materia de producción,
salud, educación, vivienda y la necesaria autodefensa de sus derechos e
instituciones.
En definitiva, se trata de la puesta en práctica del sistema de
doble poder. Uno, el construido actualmente vigente; otro, el constituyente,
asentado en el pueblo que va organizando un nuevo sistema institucional que le
permita atender sus necesidades cotidianas.
Esta construcción no supone negar los vínculos con otro tipo de
organizaciones por reivindicaciones sectoriales, que pueden llegar a abarcar
todo el territorio nacional (agua, medio ambiente, minería, bosques, glaciares,
defensa de los pueblos originarios), ni tampoco con estrategias que tengan por
objetivo la organización y respuesta de la población frente al sistema opresor
(frentes sociales y políticos, huelgas, procesos insurreccionales).
Aquí se hará referencia a lo que ocurre en el territorio local,
los municipios y la organización barrial, donde –hoy- nos interesa desarrollar
las categorías de ese Bloque de
Poder para la construcción del
poder comunal.
Es aquí donde destacamos la organización de los desocupados, los
trabajadores en “negro”, los del trabajo informal. En esta construcción se hará
visible lo que tenemos dicho sobre el rol significativo de la mujer. Todos estos
sectores, prácticamente excluidos del actual sistema, pueden constituirse –como
trabajadores de la economía popular- en el sujeto social más dinámico del
territorio local» (pp. 129-130).
Nadie debe creer que el poder comunal es un movimiento exclusivo
de los sectores de la economía sumergida e informal, de las y los trabajadores
desempleados. No: «Además de los sectores ya descriptos, ese Bloque
de Poder–que también es un poder de clase- supone la participación de los
trabajadores organizados en el mismo territorio (sindicatos, comisiones
internas, cuerpos de delegados, agrupaciones)». (p. 130) Como poder de la clase
trabajadora, la comuna adquiere un contenido revolucionario antagónico con el
Estado burgués, y con sus instituciones, contradicción que se agudizará en la
medida en que el Bloque de Poder integre
tanto a pequeños comerciantes, profesiones liberales, etc., con las precauciones
que ello exige conociendo el comportamiento histórico de estos «sectores
medios», y a los pueblos originarios, a las naciones oprimidas.
Roberto Perdía se cuida muy mucho en caer en el error del
espontaneísmo que niega la necesidad de la dialéctica entre organización
revolucionaria y autoorganización popular:
«Es por ello que, de ninguna manera, se puede escindir ese poder
local de la perspectiva general. Eso demanda una plataforma común, una
organización de tipo revolucionario, donde se articulen las perspectivas locales
no sólo entre sí, sino junto a otros mecanismos de lucha y organización que lo
hagan participativo de una transformación nacional y regional. De ahí que esa
construcción territorial no sólo no sea opuesta, sino que puede transformarse en
principal animadora de otras formas de lucha anti-sistema […] La cuestión es
organizar en el territorio local el antagonismo social y político contra el
actual modelo y sus lacras, que caracterizan a la sociedad de clases del
capitalismo. […] Se trata de un modelo de construcción diferenciado del
autonomismo esencialista o de un progresismo reformista. Se trata de ir
prefigurando el futuro en la construcción cotidiana. […] El Che planteaba que en
la construcción del Poder Popular, era necesario desarrollar los “gérmenes de
socialismo” que están presentes en el pueblo, atendiendo a las expectativas del
mismo» (p. 133).
4.- Resumen
Las aportaciones de Roberto Perdía dan un salto adelante después
de lo anterior, que es mucho, lanzándonos once características muy sintéticas
que recorren las experiencias del Poder Popular llevadas a su nivel teórico:
Una: «Se trata de la organización de sectores populares».
Las dos clases fundamentales del capitalismo son la burguesía y el proletariado;
pero existen también la mediana y pequeña burguesía, las mal llamadas «clases
medias», el campesinado, etc. Cada clase o fracción de clase se muestra de forma
muy diferente según la historia de sus sociedades concretas, complejidad que se
multiplica al existir la opresión patriarco-burguesa y la nacional; pero siempre
existe una unidad y lucha de contrarios entre el capital y el trabajo en lo
universal. Para abarcar esta diversidad de formas en las que se presenta y actúa
la clase proletaria, se han creado conceptos flexibles y abarcadores –sectores
populares, pueblo obrero, pueblo trabajador, nación trabajadora, masas
populares, etc.- que deben ser entendidos en su específica lucha sociohistórica,
pero que a pesar de eso siempre nos remiten a ese antagonismo mundial. Por esto,
las comunas integran la rica complejidad de los «sectores populares», al igual
que los soviets y los consejos conectados en el territorio integran las
múltiples formas de lucha de clases entre el trabajo y el capital.
Dos: «Que lo hacen en función de sus variadas reivindicaciones
de todo tipo». Es la interrelacionada multiplicidad de las explotaciones,
opresiones y dominaciones que sufren las muchas formas en las que se presenta en
concreto la humanidad trabajadora, la que explica las «variadas
reivindicaciones de todo tipo» que objetivamente tienden a coordinarse en
los territorios en los que actúan las comunas, consejos, soviets, asambleas,
comités, etc. Inicialmente, son relaciones puntuales, tácticas y circunscritas a
la lucha particular; pero con la concienciación que da la experiencia y la
teoría, se avanza hacia una coordinación estratégica, que es la verdaderamente
teme el Estado. “Casualmente” una de las características del reformismo es
negarse a impulsar esa unidad estratégica que respeta la autonomía de las
luchas, boicoteándola o rompiéndola, e incomunicando totalmente cada lucha de
las demás, para así llevarla al redil burgués.
Tres: «Que constituyen sus derechos confrontando con el poder
constituido». Es la práctica la que enseña qué es el derecho concreto que se
plasma en el derecho y la justicia popular como antesala del futuro derecho
socialista. Por ejemplo, el derecho popular de señalar en la calle,
públicamente, a violadores, racistas, fascistas, corruptos, explotadores, etc.;
este derecho concreto del pueblo es justo lo contrario del derecho burgués a la
mentira que ejerce a diario con su prensa y sus medios de alienación. El derecho
al aborto libre y gratuito, a la educación, sanidad, transporte,
infraestructuras…, sólo se descubren en su materialidad cuando se lucha por
ellos. La burguesía siempre intenta falsificar o borrar la historia que enseña
que los derechos concretos sólo se han conseguido con la intervención rectora
del pueblo trabajador, asustando así al capital y obligándole a ceder, Por esto
es tan importante que la comuna mantenga actualizada la memoria histórica y la
teoría revolucionaria.
Cuatro: «Que construyen de un modo autónomo, respecto al poder
estatal de su marco territorial; esto no significa ignorar al Estado, sino
mantener la autonomía en medio de esa tensión permanente». El proceso que va
de la autoorganización a la autodefensa, que transita por la autogestión y la
autodeterminación, se desarrolla fuera del control del Estado, aunque como ya se
ha dicho intentando utilizar todo aquello que pueda ser utilizado para reforzar
la comuna. Siempre hay que dudar de cualquier promesa estatal porque siempre
tiene la intención de dividir y desanimar para, una vez logrado, atacar con más
fuerza hasta destruir los derechos conquistados.
Cinco: «Que en ese territorio van construyendo expresiones de
un poder dual respecto al propio poder estatal constituido». Un pequeño
colectivo barrial organiza algunas denuncias que tienen éxito: se forma un
contrapoder local con capacidades reducidas. Con menos errores que aciertos,
amplía su implante territorial y sus razones, ayudando a crear un movimiento que
empieza a ser una autoorganización comunal. Surge un problema grave: una
transnacional quiere convertir un terreno en su vertedero de residuos en donde
la comuna tenía pensado crear un centro social multiuso: surge una crisis de
poder dual, o de doble poder en una cuestión decisiva para la comuna, pero
también para la gran empresa. El centro social es imprescindible para vencer a
la droga y a la incultura, para hacer reuniones, para todo…En fases de ascenso
popular, la creación de contrapoderes es frecuente según la relación de fuerzas,
pero pocos de ellos logran confluir en un potente movimiento estructurado de
poder dual, que tal vez pueda llegar a ser la antesala de la revolución.
Seis: «Que ese poder dual va creciendo en varios sentidos:
articulando diversos intereses reivindicativos (salud, educación, vivienda,
producción, entre otros) y avanzado políticamente sobre el poder estatal de
dicho territorio, sin negar la posibilidad de llegar a construir sistemas de
seguridad o autodefensa propios que pongan freno al monopolio de la violencia
estatal o paraestatal». La posibilidad de crear autodefensa se convierte en
necesidad desde el momento en el que la burguesía se percata del peligro real de
los iniciales contrapoderes. La violencia estatal dosifica sus represiones en
estos primeros momentos, pero es muy frecuente que lance la violencia
paraestatal, los matones de la patronal, el neofascismo y el fascismo, los
grupos paramilitares… todos ellos controlados por el Estado. Son muchas las
formas de autodefensa: pacífica, no violenta, desobediencia civil y boicoteo
pasivo, utilización de la legalidad, movilizaciones de masas, etc.… pero su
efectividad última, en el momento decisivo, depende tanto de cómo estén insertas
en una estrategia que interrelaciona todas las formas de autodefensa, y de cómo
el poder dual esté organizado y decidido a llevar hasta el final su autodefensa
total en la situación extrema.
Siete: «En esa construcción es donde las compañeras han
demostrado su capacidad de participación protagónica, que habrá que incentivar y
asegurarle que no se obture su presencia en los niveles de dirección». Las
mujeres trabajadoras han sido y son muchas veces las personas que fuerzan con
sus iniciativas que las resistencias den un salto cualitativo hacia adelante,
abriendo la nueva y más radical fase de lucha ofensiva; también han sido las que
frecuentemente han asumido los sitios defensivos más peligrosos. No hace falta
decir que, además, su tarea interna en las huelgas, en los movimientos, en las
marchas populares, etc., es decisiva. Pero la historia la escriben los hombres,
sobre todo los académicos de derechas, y eso se nota en el momento de conocerse
el protagonismo de las mujeres trabajadoras.
Ocho: «Los excluidos del sistema, los asalariados y
trabajadores de todo tipo son sus componentes sociales básicos, porque son ellos
los que tienen la posibilidad de cuestionar la reproducción del actual sistema».
Como hemos dicho arriba, la diversidad múltiple en las que se expresa la
humanidad explotada por el capital, al final de su análisis nos remite siempre a
la clase esencial, el proletariado, que es el componente social básico del poder
comunal en su avance a Estado comunal, según lo define Roberto Perdía. Esta
precisión es crucial porque sin ella caemos en los muchos reformismos que
aseguran, por un lado, que “el proletariado ha muerto” sustituido por los muy
diferentes entre sí “nuevos sujetos sociales”, con lo que desaparece la lucha de
clases; y, por otro lado, aseguran que por ello mismo es imposible desarrollar
la propuesta novena que hace el autor:
Nueve: «Para asegurar la continuidad de esta perspectiva de
acumulación, su construcción no debe ser ajena a la tríada: producción,
distribución, consumo (de la producción para el mercado a la producción para la
comunidad)». Una crisis
particular de doble poder, de poder dual, siempre es corta porque o vence el
proletariado o el proletariado es vencido. Para multiplicar las fuerzas de los
sectores populares que siguen a la clase obrera, se ha confirmado que ésta ha de
hacerse dueña del circuito entero que empieza en la producción y acaba no en la
ampliación del beneficio capitalista, sino en el consumo comunal, que decide qué
parte de lo producido vuelve a la producción para mejorar aún más las
condiciones de vida del pueblo. Este dilema siempre surge en las cooperativas,
en las fábricas recuperadas, en cualquier comuna que quiera ser una «isla
socialista en un creciente archipiélago de islas socialistas». Lo tiene muy
difícil porque se enfrentan sin apenas poder sociopolítico a la raíz del
capitalismo: producir bienes, valores de uso, sin propiedad privada y sin
mercancía, aunque sea a muy poca escala: pero hasta ese pequeño embrión es un
peligro inaceptable para la burguesía.
Diez: «Otras cuestiones que no podrán faltar a la hora de
articular los intereses comunes en el territorio, están vinculados a: La
apropiación popular del sistema de salud; las políticas en materia de salud;
hábitat y vivienda; en la realización de las políticas de género y juventud; en
la recuperación del territorio de manos del narcotráfico; en el desarrollo de
las necesidades de autodefensas». No creamos que son necesidades exclusivas
del mal llamado «tercer mundo»: la devastación social generalizada la está
llevando a primer orden en el imperialismo, en donde el empobrecimiento ya es
admitido como estructural y creciente. La muy reaccionaria Academia Sueca ha
dado los Nobel de economía a tres técnicos en caridad y asistencialismo de
limosnas a los «pobres», para aparentar que el capitalismo puede mejorar el
drama de varios miles de millones de personas en el mundo.
Once: «Por último, cómo vincular la edificación del poder
comunal y su relación con el municipio y las elecciones locales». Sobre esta
cuestión tan debatida siempre, el autor nos propone las exigencias mínimas para
lograr una participación electoral eficaz partiendo de la experiencia argentina
y latinoamericana en buena medida:
A.
«Cuando
existe una fuerza social suficientemente desarrollada social, política e
ideológicamente, para comprender el rol de esa participación en el espacio
geográfico (municipio, departamento, provincia, nación), en el que se da esa
competencia. En este caso, colocamos la importancia del poder social acumulado
como una cuestión básica para determinar si hay condiciones para la
participación electoral. Pero, además, resulta necesario que esa fuerza esté
política ideológicamente preparada para dar ese paso. No son pocos los ejemplos
históricos de fuerzas que dilapidaron su caudal de representación social y
política en aras de una participación donde terminaron diluyéndose y entregando
cuadros para terminar, ese acto, consolidando la continuidad de lo que decían
combatir.
B.
Dado que es muy común que esa participación se de en el marco de
un frente, alianza o coalición electoral, habrá que asegurarse que la misma no
tenga posiciones antagónicas con nuestro proyecto y nos permita una
participación protagónica, que respete la fuerza que se representa y la
posibilidad de expresar la matriz de ese pensamiento revolucionario. Ello supone
dos temas, que habrá que medir en cada caso. En primer lugar, que la campaña
electoral pueda ser un período de acumulación de fuerzas que, por guardar
coherencia con nuestro pensamiento, permita sostenerse más allá del acercamiento
propio de la campaña electoral, que suele dispersarse terminado el acto
electoral. El segundo aspecto tiene que ver con la posibilidad de conseguir
algún nivel de representación, en ese caso de asegurarse la posibilidad que la
misma tenga la posibilidad de expresar los intereses construidos socialmente.
C.
Otra posibilidad de participación aparece como conveniente o
necesaria cuando las elecciones no son más que la “escribanía” que
institucionaliza el poder social y político alcanzado. Dos típicos ejemplos
históricos de esta actuación son, en el nivel nacional, las elecciones que
colocaron al gobierno de Héctor Cámpora en 1973, y en Nuestra América el caso de
Hugo Chávez en Venezuela en 1998.
En concreto, y bajo las condiciones actuales, parece muy difícil
la participación orgánica de las diferentes organizaciones denominadas sociales,
aunque su función es política, en los procesos electorales más amplificados:
Nacionales o Provinciales». (pp.
177-178)
Recordemos que el libro que reseñamos y estas tres reflexiones
sobre si participar o no en las instituciones burguesas, se basa sobre todo en
la experiencia argentina y en menor medida, aunque también, en la
latinoamericana. Teniendo esto presente, sin embargo, es innegable la actualidad
del problema por varios motivos: uno, en todas partes la burguesía vacía de
poder efectivo a las instituciones elegidas por sufragio y concentra el poder
real en los aparatos de Estado y cada vez más en poderes para y extra estatales,
además de que potencia la independencia de las grandes corporaciones
transnacionales y sus lobbies, tejiendo redes de poder flexible entre fracciones
burguesas estatales inaccesibles al poder testimonial del sufragio
parlamentario.
Además, el desarrollo de la industria de la manipulación
psicopolítica de masas refuerza y a la vez oculta el vaciamiento de las
instituciones burguesas, creando nuevos obstáculos que frenan la concienciación
revolucionaria según criterios ya superados. Por no extendernos, la
desestructuración social que está imponiendo el capital al romper la centralidad
espacio-temporal de la cotidianeidad obrera y popular típica de la fase
keynesiana y Taylor-fordista, multiplica las nuevas dificultades de la izquierda
para recomponer la conciencia de clase para sí en el capitalismo presente.
En este contexto es suicida seguir con los planteamientos
electoralistas anteriores a finales del siglo XX. Una de las muchas virtudes de
este primer cuaderno de formación de Resumen Latinoamericano es que, como hemos
dicho al comienzo, muestra cómo se pueden actualizar desde la perspectiva de la
comuna una de las mejores bazas históricas de la humanidad explotada: la
recuperación de la territorialidad material de la conciencia, ahora que el
capital se lanza a la desterritorialización absoluta –aunque imposible- para
imponer la –también imposible- desmaterialización absoluta del sistema en base
al mito de la supuesta “cuarta revolución tecnocientífica”.
Frente a tanto engaño que fascina al reformismo, y que en
realidad le hunde aún más en el agujero negro del electoralismo parlamentarista
tal como existía hasta la década de 1980, la reconstrucción de los espacios
materiales de la cotidianeidad proletaria y de los sectores populares es una
tarea urgente y necesaria.