Deberá enfrentar la reestructuración local
del sistema mundo bajo
Estado policial y sociedad
vigilada.
El capitalismo se propone maximizar la
expoliación tanto de los trabajadores y los pueblos como de la naturaleza.
Restrinjámonos a la primera en:
Cómo se desarrolla la ‘uberización’
total del trabajo
14 de junio de 2020
Por Ricardo Antunes
Ya están claros los proyectos del gran
capital para la pos-pandemia: Informatizar todo; abusar del trabajo en casa,
desarticular la fuerza colectiva de los asalariados
Primer Acto
El mundo comenzó este trágico año de 2020
de modo muy diferente. No bastaba la recesión económica global y en curso
acentuada en Brasil, que ya visualizábamos en el radar señales de expresivo
aumento de los índices de informalidad, precarización y desempleo, por la
proliferación de una montaña de trabajos intermitentes, ocasionales, flexibles
etc., y por las formas abiertas y ocultas de sub-ocupación, sub-utilización y
desempleo, todos contribuyendo para la ampliación de los niveles ya abismales de
desigualdad y miseria social.
Paralelamente a ese cuadro social crítico,
el léxico empresarial que se expandía en el universo
maquino-informacional-digital se estampabacon mucha pomposidad: platform
economy, crowd sourcing, gig-economy, home office, home work, sharing economy,
entre tantas otras denominaciones, sin olvidar que los altos gestores (antes
presidentes y directores de las grandes corporaciones) fueron renombrados como
chief executive officer (CEO). Hasta el coaching -entrenamiento- fue inventado,
al final sería preciso alguien que ganase un buen sueldo para realizar algún
abrazo espiritual.
Y ese nuevo palabrerío, propalado por la
gramática del capital, se sumó a aquel ya consolidado y que adulteraba los
reales significados etimológicos de las palabras, que todos conocemos: mantener
siempre la resiliencia (En psicología, capacidad que tiene una persona para
superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un
accidente, o la pérdida del trabajo),actuar con mucha sinergia, convertirse en
autentico colaborador y en verdadero socio, vanagloriarse de la nueva condición
de emprendedor, ejercitar el trabajo voluntario (en verdad una “sutil”
imposición, ya que el voluntariado se tornó condición sine qua non para
obtención de empleo), entre tantos otros insultos al lenguaje, que le imponen
nuevas “significaciones”
Mas lo inesperado hizo que esa vistosa
nomenclatura, que parecía tan bella, virara a pura palabrería barata.
La pandemia del capital trató de demostrar
su impostura: “colaboradores” están siendo cesados por millares, “socios” están
pudiendo optar entre reducir los salarios o sumarse al desempleo y los pequeños
emprendedores no encuentran consumidores y ven como su renta desaparece.
Es bueno recordar, también, que así mismo
antes de la explosión de la pandemia de coronavirus la realidad cotidiana del
trabajo ya venía expresando enteramente otro: pejotización, (trabajo
intermitente, sub-ocupación, sub-utilización info-proletariado, cibertariado,
esclavitud digital, etc., terminología esa que, con tono irónico y crítico, se
originó del propio lugardel trabajo. Y por eso que uberización (de la empresa
Uber Technologies Inc. –transporte terrestre) tiene hoy el mismo trazo
peyorativo que walmartización -de Walmar corporación internacional de tiendas-
que ostentó cuando se hablaba de las pésimas condiciones de trabajo en los
hipermercados.
Si todavía era el escenario de navidad de
2019, con Trump, Bolsonaro, Victor Orban -primer ministro de Hungría- y otras
aberraciones semejantes, todo comenzó a agravarse al desatarse la pandemia. Con
la propagación global del coronavirus, lo que era desanimador se tornó
desolador. Y la crisis económica que atingía duramente al Brasil pasó a ser
amplificada por las crisis del gobierno Bolsonaro-Guedes, una simbiosis nada
esdrújula entre concepciones dictatoriales y fascistas y una variante de
neoliberalismo primitivo, desbastando todavía más nuestra base social ya
bastante disminuida.
Algunos datos ejemplares estampan esa abierta agresión a los trabajadores. En lo referente al primer trimestre de 2020, IBGE (Instituto Brasilero de Geografía y Estadística) presentó una intensificación de las condiciones deshumanas para la clase trabajadora: alcanzamos el contingente de 12,9 millones de desempleados, y la informalidad (flagelo que se tornó el impulso central para la acción del capital) supero el 40% con cerca de 40 millones de trabajadores y trabajadoras al margen de la legislación social protectora del trabajo.
Vale resaltar que esos datos no reflejan lo
que pasa en el presente (segundo trimestre), dada la expansión exponencial de la
pandemia en Brasil, mas tan solamente lo poco que era visible hasta los primeros
días de marzo, visto que el desempleo -tanto abierto como aquel que refleja el
desaliento- está en gran medida invisible por la paralización de amplios
sectores de la economía, permitiendo tan solamente una aproximación sintomática
de la realidad. Si a esos datos incluimos los sub-ocupados (que trabajan menos
de 40 horas) y los sub-utilizados (que segundo o IBGE engloban tanto los
sub-ocupados como los desocupados y la fuerza de trabajo potencial), (1)
tendremos una idea más precisa del tamaño de la tragedia social que no para de
amplificarse en el país, que en fines de mayo se encuentra en el epicentro de la
pandemia.
Segundo acto
Fue en esa situación verdaderamente
catastrófica, en que la simultaneidad de la crisis económica, social y política
se verificó, que la nueva pandemia aterrizó en nuestros aeropuertos. Muy
distante de un virus cuya responsabilidad se debiese a algún error de la
naturaleza, tan a gusto de la apología de la ignorancia que hoy se desparrama
aquí y en el mundo, y que estamos presenciando, a escala global, y nunca
resultante de la expansión y generalización del sistema de metabolismo
antihumano del capital. Su verdadera causa.
Cargando una lógica esencialmente
destructiva, ese metabolismo solo puede vivir y reproducirse por medio de la
destrucción, sea de la naturaleza, que jamás estuvo en situación tan deplorable,
sea de la fuerza de trabajo, cuya corrosión sharing economy, y dilapidación se
tornaron absolutamente insustentables. Siendo expansionista e incontrolable,
desconsiderando la totalidad de los límites humanos, societarios y ambientales,
el sistema de metabolismo antisocial del capital se alterna entre producción,
destrucción y letalidad.
Si de esto dudamos qué significa la enorme
presión de amplias parcelas del empresariado predador que exige junto al
gobierno -de-tipo-lumpen- la inmediata vuelta al trabajo y la producción, en
medio de la explosión de muertes que no paran de crecer por cuenta de la
pandemia? Será para preservar los empleos, como afirman con total desvergüenza?
La respuesta es de una simple claridad y
está estampada no solo en el país, sino en todos los rincones del mundo. De
China a Suecia, de Alemania a África del Sur, de India a los EEUU, de Francia a
México, de Japón a Rusia, con la eclosión de la pandemia del capital, la
creación de riqueza y de lucro se estancó, dada la paralización de producción,
con excepción de las llamadas actividades esenciales (al ampliar o restringir
esa definición, cada gobierno estampa su nivel de mayor subordinación y
servilismo al capital)
Como las corporaciones globales saben mejor
que nadie que la fuerza de trabajo es una mercadería especial, una vez que es la
única capaz de desencadenar e impulsar el complejo productivo presente en las
cadenas productivas globales que hoy comandan el proceso de creación de valor y
de riqueza social, los capitales aprendieron bien, al largo de estos casi tres
siglos de dominación, a lidiar con (y contra) el trabajo.
Sabedores de que, si efectuasen la completa
eliminación del trabajo, ellos se verían en la incómoda posición de extinguir su
propia ganancia, su alquimia diaria, cotidiana y sin interrupción está volcado
fundamentalmente para reducir al máximo el trabajo humano necesario a la
producción. Y así se hace por medio de la introducción compensadora del arsenal
maquino-informacional-digital disponible, o sea, por el uso de las tecnologías
de información y comunicación (TIC), “internet de las cosas”, impresión 3D, big
data, inteligencia artificial, todo eso reunido, en nuestros días, en la más
emblemática propuesta de la industria 4.0.
Que ese complejo
tecnológico-digital-informacional no tenga como finalidad central los valores
humano-sociales, eso es más que una obviedad.
O será que alguien cree que la guerra entre
la norteamericana Apple y la china Huawei tenga como principal objetivo mejorar
sustantiva e igualitariamente de las condiciones de vida y trabajo de los miles
de millones de hombres y mujeres, blancos, negros, indígenas, inmigrantes, que
se desplazan entre el desempleo, sub-empleo, informalidad e intermitencia?
Alguien puede imaginar que el objetivo de
las grandes corporaciones globales sea dar trabajo digno, salarios justos, vida
dotada de sentido, atención plena de sus necesidades materiales y simbólicas?
Una breve mirada para las condiciones de
trabajo de la tercerizada global Foxconn, en sus unidades en China donde produce
la marca Apple, nos reveló que hubo diecisiete tentativas de suicidio en 2010,
de las cuales trece lamentablemente se concretizaron. Podemos recordar también
las rebeliones contra el notorio “sistema 9-9-6”, practicado por Huawei (y
tantas otras empresas chinas del ramo digital, como Alibaba), que significa
trabajar de las 9 a 21 horas (9 horas), seis días por semana. Fácil, no?
Si así caminaba el admirable mundo del trabajo antes de la explosión del coronavirus, imaginen lo que está siendo gestado en el presente, en plena pandemia del capital? Cuantas experimentaciones del trabajo están siendo maquinadas en los laboratorios del capital, en cuanto una parte expresiva de la clase trabajadora llena los túmulos que, a cielo abierto, están acogiendo sus cuerpos?
Tercer acto
Si nuestro análisis está en la dirección
cierta, si estamos descubriendo la tendencia general, la principal forma
experimental del trabajo post-pandémico se encuentra en el trabajo ‘uberizado’.
aprovechándose ilimitadamente de la informalidad, flexibilidad, precarización y
des-reglamentación, trazos destacados del capitalismo en el Sur global (y que se
expande intensamente también en el Norte), cabe a las grandes plataformas
digitales y aplicativos, como Amazon (y Amazon Mechanical Turk), Uber (y Uber
Eats), Google, Facebook, Airbnb, Cabify, 99, Lyft, iFood, Glovo, Deliveroo,
Rappi etc., dar un gran salto por la adopción y adición de las tecnologías
informacionales.
Y aquí los algoritmos se destacan, visto
que son programas cuidadosamente preparados para procesar inmenso volumen de
informaciones (tiempo, lugar, cualidad), capaces de conducir la fuerza de
trabajo según las demandas requeridas, dándoles la apariencia de neutralidad.
Juntamente con la inteligencia artificial y
todo el arsenal digital canalizado para fines estrictamente lucrativos, eso
viene posibilitando la creación de un nuevo monstruo que adultera la concreción
y efectividad de las relaciones contractuales vigentes.
Los trabajos asalariados se transfiguran en
“prestación de servicios”, lo que resulta su exclusión de la legislación social
protectora del trabajador. Impulsados por el ideario que los hacía soñar con un
“trabajo sin patrón”, se convirtieron en lo que, en el privilegio del servicio,
denomine la esclavitud digital
Realizando jornadas de trabajo
frecuentemente superiores a 8, 10, 12 o más horas por día, muchas veces sin
descanso semanal; percibiendo salarios bajos y que están siendo sustraídos
durante la pandemia sin explicación por parte de las plataformas digitales;
padeciendo expulsiones sin ninguna justificación; teniendo que cargar con los
costos de manutención de vehículos, motos, celulares y equipamientos etc.,
comenzamos a descubrir, en los laboratorios del capital, los múltiples
experimentos que pretenden implantar después de la pandemia, que se pueden así
resumir: exploración y espoliación acentuadas y ningún derecho del trabajador.
Si la desmedida imposición empresarial continua dictando el tono, tendremos más informalidad con informatización, “justificada” por la necesidad de recuperación de la economía pos-Covid-19. Y sabemos que la existencia de una monumental fuerza sobrante de trabajo favorece sobremanera esa tendencia destructiva del capital pos-pandémico.
Hay todavía otros ejemplos ilustrativos de
las experimentaciones del capital en curso. La simbiosis entre trabajo informal
y mundo digital viene permitiendo que los gestores puedan soñar con trabajos
todavía más individualizados y visibilizados
Al percibir que el aislamiento social
realizado durante la pandemia viene fragmentando la clase trabajadora y así
dificultando las acciones colectivas y la resistencia sindical, ellos procuran
avanzar en la ampliación del home office (trabajo desde la casa) y del
teletrabajo. De ese modo, además de la reducción de costos, abren nuevas puertas
para una mayor disminución de los derechos del trabajador, acentuando la
desigual división socio-sexual y racial del trabajo y confundiendo a la vez el
tiempo de trabajo y de vida de la clase trabajadora.
Los bancos, que ejercitan una pragmática de
enorme explotación desde hace décadas, una vez que hayan utilizado intensamente
del arsenal digital, ya deben estar haciendo los cálculos de cuánto van a lucrar
con la introducción del home office y del teletrabajo.
Vale, por fin, destacar otro ejemplo que ha sido emblemático: el EAD (enseñanza a distancia). Esa práctica, que se está intensificando durante la pandemia, tanto en la enseñanza privada como en la pública y especialmente en las facultades privadas, además de promover la reducción de los costos y aumentar los lucros, permite fortalecer grandes conglomerados privados “educacionales”. Recientemente, como informó ampliamente la prensa, la Laureate, que congrega varias facultades privadas, además de utilizar robot en la corrección de trabajos -sin conocimiento de los alumnos-, despidió más de un centenar de profesores.
Así, por medio de esos y de otros
mecanismos, nuevas modalidades de corrosión del trabajo vienen ganando fuerte
impulso durante la pandemia y extendiéndose en las más diversas actividades
económicas, invadiendo también el espacio público y las empresas estatales.
Pocas semanas atrás, el CEO de Petrobras se sumó al coro al decir que la estatal
puede “trabajar con 50% de las personas en su casa” y así “liberar varios
predios que cuestan mucho”. Vale recordar que, poco antes de la eclosión del
coronavirus, hubo una importante huelga nacional de los petroleros.
En medio de tanta reflexión, imaginar que
el apoyo de 600 reales (120 dólares) por tres meses para los que se encuentran
en la informalidad sea suficiente para reducir el flagelo y la miseria a que
están sometidos solo es posible para un gobierno que practica la necro-política
y la necro-economía, lo que lo llevo a “descubrir” que existen más de 40
millones de trabajadores/as invisibles, una dura constatación del principal
resultado de su política genocida.
Descubramos trabajadores que han
iniciado la desobediencia al sistema opresor-represor no sólo como
autogestión de la empresa recuperada sino sobre todo como otro estar siendo
en comunidad y más aún entrelazándose mediante comunalidades cada vez más
extensas y comprensivas. Recordemos al movimiento piquetero y en especial al
MTD con su bandera de "trabajo, dignidad y cambio social". Hoy
ejemplifiquemos con quienes parecen estar -entre sí- en las antípodas.
Declaración de la Unión de Científicos comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina
frente a la pandemia del COVID-19
22 de junio de 2020
La Unión de Científicos
Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCCSNAL)
comparte la preocupación global por la pandemia del COVID-19 que azota a la
humanidad.
Vemos con preocupación el
sufrimiento de pueblos indígenas, poblaciones carcelarias, personas migrantes,
grupos sociales empobrecidos, subalimentados y viviendo en condiciones
insalubres, que están siendo diezmados por la pandemia del COVID-19. Nuestra
condición de científicos y científicas nos obliga a reflexionar sobre esta
situación desde las diversas causas que la originaron, las cuales están
interrelacionadas entre sí y apuntan al actual modelo productivo, que sume en la
pobreza a la gran mayoría de la población, al tiempo que destruye a un ritmo
acelerado los bienes comunes del planeta.
Desde la perspectiva de la Ciencia
Digna criticamos expresamente a la ciencia mercantil desprovista de su carácter
humanitario. Existen sobrados ejemplos del uso del desarrollo científico con
fines bélicos o concebidos para satisfacer oscuras ambiciones de grupos de poder
que dominan el mundo sin la más mínima ética, poniendo en riesgo a todas las
expresiones de vida sobre el planeta.
Los descubrimientos científicos y
el desarrollo tecnológico tuvieron y tienen el poder de imponer sobre la
sociedad y el ambiente, modificaciones que provocan daños irreversibles y
permanentes. Tal es el caso de la introducción de organismos genéticamente
modificados (OGM) en la agricultura que se expandieron irresponsablemente sin
evaluar las consecuencias que acarrearía su implementación a gran escala.
Décadas después, los resultados de ese experimento ha sido una ganancia de miles
de millones de dólares para las empresas multinacionales del agronegocio y, en
contrapartida, han provocado una catástrofe ambiental de tal magnitud en los
países invadidos que las víctimas de la contaminación y de la exclusión
territorial se cuentan por millones. Un sufrimiento que se destila como una
pesadilla, pues las consecuencias de la manipulación genética son impredecibles
y se extienden incluso a las generaciones venideras.
Las relaciones interdependientes
que existen entre todos los seres y procesos en la Tierra son ignorados o
menospreciados por quienes integran la intrincada red de intereses económicos al
servicio de las elites de poder. Esta pandemia está demostrando una vez más que
ciertos desequilibrios constituyen condiciones límites frente a las cuales la
vida no se sustenta. La situación actual indicaría que podríamos haber llegado a
uno de esos límites: un punto de inflexión en la evolución de los seres humanos
en el planeta. La pandemia del COVID-19 podría ser sólo una de sus
manifestaciones.
Señalamos el carácter sistémico de
la actual crisis sanitaria. Una crisis resultante de la degradación
socio-ambiental impulsada por el capitalismo mundial. La pandemia viene a
desnudar la aberrante inequidad social y obliga a reflexionar sobre el modelo de
consumo propiciado por la propaganda de los medios masivos de comunicación. El
colapso de los sistemas de salud en casi todos los países del mundo es el primer
indicador de la obsolescencia del actual paradigma civilizatorio. Las tasas de
contagio y la letalidad de la enfermedad han dejado al descubierto la crisis
sanitaria global incubada por el neoliberalismo.
.
Es evidente que la salida de la crisis social, económica, ambiental y política que ya se vislumbra en Latinoamérica será una oportunidad para reconfigurar el actual modelo civilizatorio dando visibilidad y relevancia a caminos que ya están siendo recorridos: nuevas formas de organización, nuevos modos de producir y consumir, descentralizados, de pequeña escala pero ensamblados en redes más amplias. Este nuevo orden no carece de sustento filosófico ya que es alumbrado por el paradigma del Buen Vivir recuperado como preciosa semilla del Saber de los Pueblos Originarios. Las organizaciones de la agricultura familiar, campesina e indígena, las asociaciones de la economía social y popular, y colectivos urbanos e instituciones afines en número creciente se incorporan a estos modos de producir, son actores esenciales en la transformación de los sistemas alimentarios, y la base de un nuevo modo de relaciones, horizontales y solidarias.
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Es evidente que la salida de la crisis social, económica, ambiental y política que ya se vislumbra en Latinoamérica será una oportunidad para reconfigurar el actual modelo civilizatorio dando visibilidad y relevancia a caminos que ya están siendo recorridos: nuevas formas de organización, nuevos modos de producir y consumir, descentralizados, de pequeña escala pero ensamblados en redes más amplias. Este nuevo orden no carece de sustento filosófico ya que es alumbrado por el paradigma del Buen Vivir recuperado como preciosa semilla del Saber de los Pueblos Originarios. Las organizaciones de la agricultura familiar, campesina e indígena, las asociaciones de la economía social y popular, y colectivos urbanos e instituciones afines en número creciente se incorporan a estos modos de producir, son actores esenciales en la transformación de los sistemas alimentarios, y la base de un nuevo modo de relaciones, horizontales y solidarias.
Debemos fortalecer estas redes de
base, robustecerlas, multiplicarlas, porque son el soporte de nuevas maneras de
afrontar las crisis, pero también nuevos escenarios de relaciones sociales y con
la naturaleza que se perfilan como alternativas a las lógicas del consumismo de
mercado. También somos conscientes que el capital globalizado buscará que la
“vuelta a la normalidad” implique la profundización del neoliberalismo, el
extractivismo, las desigualdades y el control social. Reafirmamos que este
camino solo puede llevarnos como humanidad a un desastre socio ambiental sin
retorno.
Desde el enfoque de la Ciencia
Digna , la crisis desencadenada por la COVID-19 es una oportunidad para que
académicos y académicas, pensadores y pensadoras y referentes sociales de las
diversas organizaciones sociales, comunitarias y barriales, interactuemos
superando las distancias que históricamente nos separó Es hora de abrir un
debate en la comunidad científica en torno a la responsabilidad de la ciencia
hegemónica en esta crisis y de su inoperancia para afrontar este tipo de
situaciones. Hacemos un llamado a la reflexión sobre qué ciencia debemos hacer
en los países de nuestra región e invitamos a pensar cuales serían los temas y
los propósitos de una ciencia basada en el pueblo y respetuosa de la naturaleza,
interdisciplinaria y en diálogo con las comunidades y los saberes populares,
orientada al desarrollo de nuevos conocimientos que integren la dimensión
socioambiental y se proyecten en escenarios de cooperación para resolver los
graves problemas que aquejan a la humanidad.
Es imprescindible analizar
críticamente las políticas científicas que, de la mano de las corporaciones,
promueven, sin debate social alguno, la introducción de nuevas tecnologías
disruptivas cuyos impactos son impredecibles, como a edición genética, la red
5G, la geoingeniería, los desarrollos de biología sintética, las vacunas
experimentales y la nanotecnología, entre otras.
La reflexión en torno a este
asunto se ha instalado en la sociedad. Esta crisis pone de manifiesto la
estrecha relación existente entre la salud y el ambiente y revela el papel del
modelo de producción agroindustrial como responsable de la destrucción de los
ecosistemas, con todas las consecuencias socio-ambientales que esta destrucción
trae aparejadas. En este contexto se está poniendo en tela de juicio la
producción y el consumo de alimentos de origen vegetal impregnados de venenos
agrotóxicos, así como aquellos que provienen de animales criados en
hacinamiento, modalidad de producción que se encuentra profundamente ligada a la
producción de semillas transgénicas. Al mismo tiempo, se generalizan las ideas y
las discusiones acerca de la crisis ecosistémica y civilizatoria del capitalismo
globalizado, que explica las condiciones en las que los virus emergentes -y
otros males- se propagan en las poblaciones humanas.
Esta crisis a la par que ha
mostrado la fragilidad de la vida y la precariedad de los sistemas de salud para
hacer frente a la emergencia sanitaria, también ha permitido observar la
recuperación del ambiente en muchos lugares del mundo gracias al confinamiento y
la parálisis de la maquinaria productiva.
En este escenario, estamos seguras
y seguros que nos encontramos un poco más cerca de una nueva etapa en la cual el
paradigma de la Ciencia Digna tiene mucho que aportar. Un férreo compromiso con
una Ciencia al servicio de la sociedad y de la naturaleza, dará la oportunidad
de poner en valor y fortalecer el enorme potencial intelectual y ético que sin
duda enraíza y florece en nuevas generaciones de científicos y científicas.
Junio 2020
En homenaje a Andrés Carrasco
---
México_Oaxaca: Declaración de
la Asamblea de Pueblos Originarios
en Defensa del Territorio de
la Cuenca del Papaloapan
noviembre 2018
A nuestr@s compañer@s del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional:
A nuestr@s compañer@s del Congreso Nacional Indígena:
Al Concejo Indígena de Gobierno:
A nuestr@s compañer@s de la Red Contra la Represión y por la Solidaridad
A la Sexta en México y el Mundo:
A los Pueblos de Oaxaca, México y el Mundo:
A los Gobiernos pasados, presentes y futuros:
Los que suscribimos somos los descendientes de los pobladores primeros de estas tierras, somos hermanos y hermanas de los pueblos zapoteco, mixe, chinanteco, mazateco y ojiteco, somos los herederos legítimos de nuestras lenguas madres, tenemos conciencia de nuestras raíces ancestrales, somos los hijos de nuestra madre tierra, somos los guardianes del territorio y de la vida, somos la Asamblea de Pueblos Originarios en Defensa del Territorio de la Cuenca del Papaloapan.
Somos una asamblea permanente de Autoridades Municipales y Agrarias de comunidades pertenecientes a las cuencas de los ríos Cajonos, Lalana y Papaloapan.
Tenemos muy presente la explotación y discriminación que por más de quinientos años hemos padecido, que nos han negado la capacidad de conducir con sabiduría y dignidad nuestro propio destino, además de los múltiples intentos de exterminio.
Hoy, nuestra situación como pueblos originarios ha cambiado y no para bien, todo lo contrario, vivimos en medio de una guerra de despojo para la acumulación de la riqueza en unas cuantas manos, desde nuestros pueblos podemos mirar que para el futuro solo nos ofrecen la muerte.
Nuestros Territorios y Tierras ancestrales representan la totalidad de nuestro hábitat en donde reproducimos nuestra existencia material y espiritual como pueblos, queremos conservarlos íntegramente y mantener la tenencia comunal de nuestras tierras, pues sólo así es posible preservar nuestra cohesión social, conservar las formas de trabajo gratuito y colectivo en beneficio de toda la comunidad y asegurar el patrimonio y el futuro de las próximas generaciones.
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