sábado, 12 de abril de 2014

Otro país-mundo nos interpela a los diversos de abajo a unirnos para concretar la reforma agraria integral.


Es enfrentar al capitalismo e imperialismo 
en su ocupación desertificadora de Argentina y Nuestra América.

Indaguemos la cara oculta del elogiado crecimiento económico:

La desertificación, desertización o aridización, avanza y avanza
17/06/08
Por Norberto Ovando. Vicepresidente de la Asociación Amigos de los Parques Nacionales -AAPN- Experto de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas - WCPA
La Asamblea General de Naciones Unidas designó en 1994, el día 17 de junio como el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. La desertificación es el proceso por el que un territorio que no posee las condiciones climáticas de los desiertos, principalmente una zona árida, semiárida o subhúmeda seca, termina adquiriendo las características de éstos. Esto sucede como resultado de la destrucción de su cubierta vegetal, de la erosión del suelo y de la falta de agua. (…)
La desertificación en la Argentina
El 75% del territorio de la República Argentina se extiende bajo condiciones áridas y semiáridas.
Según los datos del Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación - PAN - (2002), de los 270 millones de ha que componen el territorio nacional, 60 millones están afectadas por distintos procesos y grados de desertificación.
La magnitud de las pérdidas económicas y sociales se evidencian si consideramos que las tierras secas de Argentina producen el 50 % de la producción agrícola y el 47 % de la ganadera.
La dramática disminución de las formaciones boscosas de la Argentina ha acompañado a la desertificación. En los últimos 75 años ha disminuido el 66 % de la superficie forestal natural (mayoritariamente en las zonas secas), por la sobreexplotación para la producción de madera, leña o carbón, el sobrepastoreo y la expansión de la frontera agropecuaria.
De 106 m. de ha de bosque nativo que existían en 1914, en 2005 quedan solamente 33 millones de ha, lo que significa sólo el 33% del potencial original. Se calcula una tasa de deforestación del bosque nativo de alrededor de 850.000 ha/año. De continuar a este ritmo, perderemos este valioso recurso en el año 2036.
En cuanto a la biodiversidad, el 40 % de las especies vegetales y animales de las regiones marginales se encuentra en peligro de desaparición.
También las actividades mineras e industriales producen desertificación, especialmente la exploración y explotación petroleras.
La Dra. Cristina Manzano opina "que la erosión que más preocupa no es la del suelo, sino la "erosión humana" que producen los procesos de desertificación y esto origina problemas de marginalidad y exclusión en la periferia de las grandes ciudades, lo que provoca que el 83 % de la población argentina sea urbana".
El informe de PAN nos dice que la República Argentina ocupa más del 80% de su territorio con actividades agrícolas, ganaderas y forestales, generando un impacto importante en la base de sus recursos naturales, que se expresa en la actualidad con más de 60.000.000 de hectáreas sujetas a procesos erosivos de moderados a graves. Cada año se agregan 650.000 ha, con distintos grados de erosión.
En la región Pampeana Semiárida (20.000.000 de ha), con suelos arenosos de pendientes suaves, se generalizó la agricultura con prácticas incorrectas y el sobrepastoreo en las áreas mas secas. Las sequías periódicas desataron procesos de erosión eólica (más de 8.000.000 de ha) dando origen a médanos y exponiendo los suelos a la erosión hídrica (4.000.000 de ha).
En la Patagonia (80.000.000 de ha), estepa con relieve de mesetas, la causante principal de la desertificación está dada por el sobrepastoreo ovino. Los sistemas ganaderos extensivos establecidos hace más de un siglo no contemplaron el uso sustentable del pastizal natural, acentuando sus condiciones de aridez por disminución o eliminación de la cubierta vegetal.
Coexisten en el ambiente patagónico los valles irrigados con severos procesos de salinización y revenimiento de acuíferos. Actualmente más del 30 % de la superficie de la región se encuentra afectada por procesos erosivos eólicos e hídricos severos o graves.
El Chaco semiárido (32.000.000 de ha) gran planicie ubicada en el centro norte del país, presenta un ecosistema con vocación forestal sujeto a desmonte masivo asociado a la expansión de la agricultura, que expone los suelos a las precipitaciones y temperaturas extremas, generando pérdidas en la fertilidad y eficiencia hídrica, y consecuentes procesos erosivos.
Esta situación se agrava hacia el suroeste, donde la región del Chaco árido presenta las condiciones más extremas de aridez y fuertemente sujeto al sobrepastoreo.
La Puna (8.000.000 de ha), altiplanicie despoblada, ubicada en el Noroeste a más de 3.000 metros de altura, junto a la desierta región Altoandina (8.000.000 de ha) está sujeta a procesos de erosión hídrica y eólica, fundamentalmente por sobrepastoreo.
Los Valles Áridos del Noroeste y las Sierras Secas Centrales (15.000.000 de ha), áreas montañosas con sistemas agrícolas bajo riego y ganadería extensiva en los faldeos montañosos, presentan problemas de erosión en las cuencas hidrográficas por sobrepastoreo, deforestación e incendios.


En el área de Cuyo (20.000.000 de ha) coexisten importantes áreas bajo riego, con problemas de salinización y revenimiento freático (oasis de cultivo), con extensas llanuras fluvioeólicas "de las travesías", sujetas a sobrepastoreo y deforestación.
El equipo de investigadores que forman el Proyecto de Prevención y Control de la Desertificación para el desarrollo sustentable de la Patagonia indica que "Es indispensable realizar substanciales cambios en la actitud de la Comunidad Patagónica y para ello se necesita una decisión de tipo político que interprete el verdadero Problema del Deterioro Ambiental, para evitar la Degradación Social que conlleva la desertificación".
La lucha contra la desertificación y la lucha contra la pobreza son con frecuencia una misma lucha: plantea el desarrollo sostenible de las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas. Debe entenderse también como una lucha en plano político.
Poblaciones rurales deben disponer de un entorno jurídico, legislativo, social y económico, sensible y propicio para las iniciativas encaminadas hacia la sostenibilidad del desarrollo. 

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Argentina: desertificación, lado escondido del boom granario

 
"En forma simultánea al incremento de los rendimientos, la frontera agrícola se ha desplazado hacia zonas más frágiles, tradicionalmente mixtas o ganaderas, en muchos casos ocupadas por montes nativos. Es por ello que las más de 200 mil hectáreas por año que se quedan sin su cobertura natural de bosques donde sufren grave riesgo de desertificación."
 
Hoy 17 de junio se celebra el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación, un problema del que poco se habla, a pesar de que amenaza la sustentabilidad en la producción de alimentos. En Argentina, por el imaginario del país "granero del mundo", se trata también de un tema oculto, subordinado al éxito del modelo agroexportador. Asimismo, un problema relacionado es la degradación de los suelos fértiles, porque también afecta la capacidad de producir. En tal sentido, un reciente estudio del INTA, difundido por la Secretaría de Ambiente de la Nación, concluye que el suelo pierde nutrientes. Incluso contabiliza esta pérdida en casi 4 mil millones de dólares, para la campaña 2010- 2011.
El trabajo "Extracción y balance de nutrientes en los suelos agrícolas de la Argentina", elaborado por Gustavo Cruzate y Roberto Casas del Instituto de Suelos del INTA fue publicado por el Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación, una iniciativa de la Secretaría de Ambiente de la Nación. Allí se alerta: "Se registra una elevada extracción de nutrientes no repuestos en igual magnitud, que provoca un deterioro progresivo en la fertilidad de los suelos poniendo en peligro la sustentabilidad de los sistemas productivos".
Desde la visión de la Economía Ecológica, siempre se cuestionó la rentabilidad del modelo agroexportador. Incluso el biólogo Raúl Montenegro de FUNAM, lo llama una "agricultura minera" puesto que extrae minerales sin reponerlos. Por lo cual, un recurso renovable como el suelo, se está convirtiendo en no renovable. De esto se trata el proceso de desertificación, el fenómeno por lo cual los suelos no pueden volver a ser fértiles que sucede en tierras áridas, semiáridas o subhúmedas secas. Sin embargo, en las zonas húmedas, la degradación también es un problema grave.
"Las cifras correspondientes al balance entre la extracción de nutrientes por los principales cultivos y los aportes por fertilización, continúan siendo deficitarias en los suelos agrícolas de la Argentina", así describe la situación el trabajo. En tal sentido, detalla que para la campaña 2010/11 se extrajeron 3.93 millones de toneladas de nitrógeno, fósforo, potasio, sodio y calcio, de los cuales sólo se repusieron 1.26 millones de toneladas. Esto representa un 34.6 por ciento de reposición, es decir, un déficit de casi el 65 por ciento.
 
El informe detalla además que el fósforo disminuye a razón de 1 a 2 partes por millón por año. Del mismo modo, la materia orgánica del área núcleo (Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe) sufrió un descenso de 0,5 por ciento en las últimas tres décadas. Y destaca: "Esta especie de “subsidio” que la riqueza natural de nuestros suelos otorga al usuario de la tierra y al estado, en realidad no es otra cosa que una pérdida paulatina del capital suelo".
Así entonces, haciendo bien las cuentas, el negocio no es tan negocio. "En términos económicos, se observa que la exportación neta de nutrientes en grano, correspondiente a la campaña agrícola 2010/11, fue de alrededor de 2.57 millones de toneladas, lo que representa una cifra de U$S 3.63 mil millones", cuantifican los investigadores del INTA. No estaban tan equivocados entonces los movimientos sociales que plantean de la soja: "Pan para hoy, hambre para mañana".
Es decir, como bien analizan los autores: "Si en los márgenes brutos de las explotaciones agropecuarias se incluyeran los costos de reposición de nutrientes extraídos por las cosechas, la rentabilidad de los cultivos sufriría variaciones en función del sistema de rotación elegido. Serviría además para demostrar la dificultad de obtener planteos sustentables tanto desde el punto de vista físico como económico, cuando la visión es estrictamente cortoplacista".
La problemática de la pérdida de fertilidad es más aguda con el avance de la deforestación. Según aclaran los investigadores: "En forma simultánea al incremento de los rendimientos, la frontera agrícola se ha desplazado hacia zonas más frágiles, tradicionalmente mixtas o ganaderas, en muchos casos ocupadas por montes nativos". Es por ello que las más de 200 mil hectáreas por año que se quedan sin su cobertura natural de bosques donde sufren grave riesgo de desertificación. Y la gran responsable allí es la sojización, que cuadriplicó la superficie en las últimas dos décadas.
Según los investigadores del INTI: “La situación descripta indica la existencia de sistemas productivos que no son sostenibles, afectando negativamente los niveles de fertilidad e incrementado los procesos de degradación de los suelos y, por ende, limitando el crecimiento de la producción agrícola nacional".

La discusión superada.
Por Eduardo Soler
En medio del conflicto por la resolución 125, los efectos perjudiciales de la sojización fueron puestos en debate por actores sociales ligados al kirchnerismo. Esto, aunque la Presidente de la Nación acuñó la frase "la soja es en términos científicos un yuyo, porque crece prácticamente sin cuidados". Lo cierto es que crece sin cuidados, con poca mano de obra, por el paquete tecnológico del cultivo transgénico, preparado para ser resistente al glifosato, otro término técnico divulgado en la época.
En aquel tiempo, caracterizábamos al conflicto como apropiación de la renta agraria, no discusión del modelo. En la palabra del ingeniero agrónomo Walter Pengue, investigador universitario: "El gobierno sólo se basa en una política coyuntural de altos precios y rentabilidad interna, pero debería analizar el tema con una visión de sustentabilidad de los recursos, y manejar estos fondos para ello y no para su propia caja". Por ello mismo proponía instaurar "retenciones ambientales".
Así, el tiempo pasó, y el conflicto por las retenciones fue superado en gran medida, a pesar de la insistencia esporádica de dirigentes de la Mesa de Enlace, como registramos en la actualidad. En el cambio al agrobierno, la propia Presidente se convirtió en una de las mayores defensores de la biotecnología, apoyada explícitamente por el Estado Nacional a través del Ministerio de Ciencia. Al mismo tiempo, también cerró filas con la corporación Monsanto, sobre todo con las nuevas inversiones en Córdoba.
Hoy mismo, la Presidente, junto con los Ministros de Agricultura, de Industria y de Economía, recibió la visita oficial del empresario Gustavo Grobocopatel, quien anunció una inversión de 400 millones, que serán destinadas en buena medida a la compra de una empresa de agroquímicos. El así llamado "Rey de la Soja" es uno de los símbolos del agronegocios en el país. El comunicado destaca que de esta forma "la compañía vuelve a nacionalizarse".
No es noticia para quienes siguen de cerca las novedades del sector la cercanía del empresario con el gobierno nacional. Ambos trabajan en conjunto en la "creación" del primer trigo transgénico en el país, a través de un acuerdo entre el CONICET, el organismo científico estatal, junto con la compañía privada Bioceres, fundada por Grobocopatel. EL CEO es Federico Trucco, hijo de un dirigente de AAPRESID, quien fue uno de los impulsores de la introducción de la soja transgénica en Argentina, en la década de los noventa.
Fuente original: Comunicación Ambiental

 

Evaluemos cómo la subordinación a China, publicitada como progreso de Argentina, no sólo desindustrializa sino también desertifica el país-continente.

 

“Agua virtual”, agronegocio sojero y cuestiones económico ambientales futuras…

27/11/06 
 Por Walter Alberto Pengue
GEPAMA FADU UBA
Producir alimentos implica consumir agua. “Todo pasto es agua” decía el padre de la agricultura conservacionista argentina (Molina, 1967). Para producir un kilogramo de granos, se necesitan entre mil a dos mil kilogramos de agua, lo que equivale a alrededor de 1 a 2 m3 de agua. 1 Kg. de queso necesita alrededor de 5.000 a 5.500 Kg. de agua y uno de carne, demanda unos 16.000 kilogramos.

(*) Al final del presente artículo, se incluye un enlace para bajar completo el libro “Agricultura industrial y transnacionalización en América Latina. ¿La transgénesis de un continente?, de Walter A. Pengue (2005) en formato pdf cedido por el autor publicado por la Red de Formación Ambiental del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Serie Textos Básicos para la Formación Ambiental Nº 9 (México y Buenos Aires).
Todo “pasto” es agua…
La agricultura es una de las principales producciones demandantes de agua (suma alrededor del 70 % en el promedio mundial), siendo el riego una de las actividades que genera preocupación respecto a la disponibilidad e impactos sobre la demanda de agua potable que puede implicar el incremento de las extracciones a través de este hacia las décadas venideras (Bruinsma, 2003).
Producir alimentos implica consumir agua. “Todo pasto es agua” decía el padre de la agricultura conservacionista argentina (Molina, 1967). Para producir un kilogramo de granos, se necesitan entre mil a dos mil kilogramos de agua, lo que equivale a alrededor de 1 a 2 m3 de agua. 1 Kg. de queso necesita alrededor de 5.000 a 5.500 Kg. de agua y uno de carne, demanda unos 16.000 kilogramos de este elemento vital (Hoekstra, 2003).
En este sentido a pesar de la eficiencia que se ha buscado en la producción agrícola, el agua y la sequía han sido factores restrictivos para la producción en muchos países del mundo.
En el caso de la agricultura hay que distinguir dos componentes importantes en el agua que se mueve del suelo a la atmósfera, que son: la evaporación y la transpiración. La primera es la pérdida directa del agua del suelo hacia la atmósfera y la segunda es la cantidad de agua que se mueve a través de la planta al ser absorbida por la raíz, fluyendo por el xilema, evaporándose por el mesófilo y finalmente difundiendo como vapor de agua a la atmósfera a través de los estomas. Los dos componentes a los efectos de cálculos vinculados al consumo del recurso, se integran en el concepto de evapotranspiracion.
No obstante esta importancia, la producción de granos ha considerado el uso del agua en sistemas de secano como un insumo de uso no restrictivo y que no ha sido imputado a las cuentas de costos y beneficios. Sin embargo, los alimentos contienen una porción relativamente importante de agua en su estructura y han demandado porcentajes muchísimo más altos de este insumo, durante el proceso de producción.

El comercio agrícola mundial puede también ser pensado como una gigantesca transferencia de agua, en forma de materias primas, desde regiones donde se la encuentra en forma relativamente abundante y a bajo costo, hacia otras donde escasea, es cara y su uso compite con otras prioridades (Pengue, 2006).

El análisis del uso del agua por el sector agrícola no puede menos que considerar el hecho que 98% de las tierras cultivadas en América Latina lo son en zonas de secano, pero que la agricultura industrial de exportación, demanda cada día más agua para sostener su sistema de producción e incrementar su productividad físico crematística (como por ejemplo comienza a suceder en la región pampeana argentina).
Ya muchas regiones latinoamericanas vienen sufriendo serios problemas. La disponibilidad de agua en México ha ido en descenso a raíz de la sobreexplotación de los mantos freáticos y de la creciente degradación de las partes superiores de las cuencas, lo que implica mayores costos. Como son los campesinos quienes han sido relegados a las partes superiores de las cuencas, y son ellos quienes han sufrido más de las políticas de apertura del comercio agropecuario y de contención de los precios básicos, tienen menos posibilidades de seguir sus labores tradicionales de manejo del agua y del suelo (Barkin, 1998).
El caso del uso del agua en la Argentina, especialmente para la producción de cultivos de exportación y acompañada de la mano de un posible ciclo más seco en los periodos por venir, obliga a una reflexión, sobre el uso consuntivo del recurso, especialmente frente a las nuevas demandas productivistas tanto en las áreas pampeanas, como en las regiones extrapampeanas. Es posible que el mayor desafío de los próximos años consistirá en evitar que, por su excelente rentabilidad en ambientes que para otras especies resultan desfavorables, la soja mantenga un predominio que muchos consideran perjudicial en el largo plazo (Sierra, 2006).

Países ricos y pobres en agua
Al contrario que el caso mexicano, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se asientan sobre uno de los tres acuíferos más grandes del mundo, que cuenta con un volumen de unos 37 mil kilómetros cúbicos y abarca alrededor de 1.190.000 kilómetros cuadrados: El acuífero Guaraní. Otro acuífero más telúrico y por encima del cuál se asienta la Pampa Ondulada es el Puelches, que llega hasta el centro de Santa Fe, este de Córdoba y Noreste de Buenos Aires (Arias, 1999). Este acuífero nutre a la ciudad de Buenos Aires y las zonas urbanas e industriales, junto a la creciente demanda de agua en la agricultura intensiva con riego.
En el caso del Guaraní, la extracción de agua subterránea en los cuatro países tiene como destino el 69 % para la agricultura, 21 % para industrias y 10 % para consumo doméstico. El acuífero representa el 6 % del territorio argentino pero se asienta sobre ricas áreas productivas como la mesopotámica y chaco pampeana.
La creciente demanda especialmente de la agricultura y la posibilidad de contaminación por la intensificación industrial de ésta, pone en atención la necesidad de identificar la posibilidad por un lado de los daños por contaminación del acuífero y por el otro, en un futuro mediato, las presiones vía el alocado sistema mundial de precios de los granos, para hacer uso del recurso natural, como fuente barata de “agua virtual”.
Entre estos costos o externalidades, las futuras ganancias del sector agrícola deberían considerar en forma directa a la compensación por la reducción de las áreas de producción agrícola como resultado de la intrusión salina, la degradación del suelo y el agotamiento de la disponibilidad o acceso a los recursos hídricos (aguas subterráneas y acuíferos), el mayor acceso (o su restricción) al agua por parte de los grupos rurales de menores recursos y más vulnerables para su propia subsistencia, la generación de sistemas de producción agrícola más ricos o su pérdida derivada de las monoculturas exportadoras y las restricciones del agua para otros usos, incluyendo los usos ambientales.(…)



China, agronegocios y soja argentina.
Para muchos argentinos, China se ha convertido en “La Meca” para la colocación de los productos de la agroindustria. Tanto el sector privado como el oficial prometen inversiones vinculadas con la logística y la producción agroindustrial apuntando a un fuerte incremento de las exportaciones de nuestros granos hacia este destino que recibe aproximadamente un 70 % de los envíos sojeros argentinos, entre granos, aceites y pellets.
Lo que realmente preocupa a los estrategas y planificadores chinos, es su escasez relativa de agua y su seguridad alimentaria (Liu y Yang, 2003), habiéndose convertido la agricultura en una situación de alta prioridad para ese país (China Agenda 21, 1994).
China tiene actualmente 1.2 billones de personas y sólo 0.06 hectáreas por cápita de suelo arable. Durante las próximas dos décadas se estima que la población China supere los 1.5 billones de personas por lo que el promedio de suelo agrícola se reducirá aun más a 0.025 hectáreas por persona. Es claro que para China, la situación de la seguridad alimentaria, se presenta como una cuestión de prioridad nacional. El desafío productivo es aún más importante para el área donde China tiene ubicada a casi el 60 % de su población, esto es el sur del país y el río Yangtze (Davis, 2003). Esa área de alta demanda alimenticia cuenta con el 20 % de los suelos arables, estando además las opciones productivas limitadas a las ya existentes, altamente trabajadas y una ocupación creciente de espacios para la producción industrial y las urbanizaciones. Hacia el sur del país, existe buena disponibilidad de agua, pero hay carencia de nutrientes. En el norte, sucede lo contrario, siendo limitante tanto los suelos degradados como los que no lo son, pues no cuentan con adecuada provisión de agua (Wittwer et al, 1987).
El área sur, luego de milenios de ser trabajada, tiene deficiencias importantes en los principales nutrientes como el N, P, K, Ca, Mg, S, Zn, B, Cu y Mo (Lu et al., 1992). El incremento de fertilizantes minerales esta generando importantes problemas de acidificación de suelos y oxidación de la materia orgánica (Yan, 1998).
Las harinas proteicas de soja se exportan al gigante asiático para la alimentación de cerdos y peces, especialmente ubicados en el sur del país, para luego abastecer la demanda de la creciente población urbana china.
Tiene el problema de costos crecientes en la producción de soja, dada la fuerte demanda por fertilizantes minerales que son importados, caros y marginalmente efectivos al inmovilizarse en el sustrato.
El otro de los recursos que tiene fuertemente limitado China es el agua. El manejo del riego para la producción de alimentos es uno de los principales destinos, pero sus costos son igualmente altos.
Nuevamente la distribución del agua es totalmente inequitava, mientras el sur se inunda, el norte se seca (Han, 1987).

China comprará globalmente alrededor de 16 a 18 millones de toneladas de poroto de soja en 2006, lo mismo o más de lo que produce, lo cual le representa una salida de divisas del orden de los 3.500 millones de dólares, a valores actuales.
China consume el 23 % del aceite de soja y el 16 % de la harina de soja mundial, importando en la actualidad el 34 % de los granos de soja que circulan por el mundo. 

Como he dicho es el principal destino de los granos argentinos.
Lo hace porque es una economía en expansión cuya población, en la medida que mejora su ingreso, se vuelca hacia las proteínas animales, que se producen sobre la base de hidratos de carbono y proteínas vegetales, exportados estos por países como Argentina.
Pero también porque lo que no le sobra a China es precisamente agua, además de estar mal distribuida y disponible en los lugares donde no es tan necesaria para la producción (su Sur, Mapa Nº 2).
Si bien, es el quinto en el ranking mundial de países en cuanto a volumen de recursos hídricos, los 1.200 millones de habitantes que posee hacen que la disponibilidad de agua per cápita lo ubique entre los últimos del planeta.
Hoy China enfrenta el creciente problema que su industria en expansión y una población que accede a más ingresos le demandan más recursos hídricos, que necesariamente debe quitárselos a la agricultura, en particular en la región norte del país, donde buena parte del trigo que allí se produce utiliza agua de riego, a costos elevadísimos.
Sucede que el país asiático se autoimpuso, lo logró y superó, generar el 95 por ciento del consumo de trigo, maíz y arroz. Pero estos cultivos son sumamente ineficientes en el uso de agua. Mantener la producción triguera en el norte del país ha llevado a drásticas reducciones de los acuíferos - que se contaminaron con agua salobre - y negativos impactos ambientales, que hoy comienzan a resquebrajar su sistema productivo y alimenticio.

En este sentido, el Departamento de Agricultura de los EE.UU. dio a conocer en marzo de 2005, un informe denominado “China's Agricultural Water Policy Reforms” donde plantea que se producirán cambios en el perfil de la producción agrícola del país asiático, desde los cultivos extensivos altamente demandantes en agua, hacia los intensivos, de alta demanda en mano de obra - ventaja comparativa de China - y con factibilidad de aplicar tecnologías de conservación del riego, con viabilidad económica. Lo demás lo estarán importando”.
Cuando China importa sus 18 millones de toneladas de soja ingresan “virtualmente” los 20.000 millones de metros cúbicos de agua que hicieron falta para producirlas.
La demanda por soja en China, es uno de los factores más llamativos, al crecer sin parar desde los 2,9 millones de toneladas importadas una década atrás (1995). Este cambio sostenido se debe a transformaciones en la dieta (importan proteínas vegetales para producir proteínas animales) y el crecimiento de su población. Mientras importan más soja, la producción propia de maíz aumenta de manera importante y permanente.
En el caso de Argentina, solamente teniendo en cuenta las exportaciones de granos de soja, que son los que China más demanda desde el país (al castigar con barreras paraarancelarias o aranceles altos, las importaciones de aceites y granos) estamos exportando en promedio, agua virtual por un volumen de 5.000 millones de metros cúbicos anuales.
Los agricultores argentinos están haciendo uso de otra de las ventajas comparativas disponibles en el país, como el agua, que tampoco en este es ilimitada, pero se maneja como tal. China esta apelando a una ventaja competitiva, estratégica, al utilizar los precios globales para comprar en el exterior y producir cultivos más rendidores en agua como el maíz, ocupando para obtener la soja que sigue necesitando para su producción de carne de cerdo y peces, el espacio territorial y los recursos de Argentina, vía precios.

El incremento del comercio global de agua virtual implica cambios drásticos en los patrones de producción agrícola de los países y que tiene que ser examinado en las cuestiones de políticas de seguridad y soberanía alimentaria y formas sostenibles en el uso de los recursos hídricos.
Este comercio mundial no deja de soslayar, para el caso argentino, un incremento de la demanda por soja de parte de países importadores como China seguido por la Unión Europea. Todos estos, países faltos de agua y por ende, de escaso potencial productivo para alcanzar los niveles de producción exigidos hoy día en la Argentina.
La sobreexplotación y subvaluacion de recursos como los nutrientes exportados (Pengue, 2005,2006) y ahora la de agua virtual no reconocida aun por los traders compradores, amerita identificar si este modelo de crecimiento sesgado hacia uno o dos cultivos para Argentina (soja y maíz), no pone por un lado en peligro la estabilidad estructural agropecuaria y por el otro la estabilidad ambiental y la seguridad alimentaria nacional en el mediano plazo.
Las agendas ambientales de Argentina, deberían incluir en sus cuentas nacionales la información referida al comercio de agua virtual (WWC, 2003).
El caso de Argentina, que se esta convirtiendo en un exportador neto de pocos productos como la soja, fuerte demandante de agua, indicaría que el indicador debería ser considerado. Especialmente, cuando todos los guarismos muestran una demanda siempre en aumento. El crecimiento de las plantas de crushing agrega un factor adicional de consumo, utilización y disponibilidad a gratuidad del recurso.

La situación histórica que en sus primeros tiempos tuvieron Las Pampas, en un ámbito de alta resiliencia, hoy en día ha cambiado. Los disturbios y transformaciones ocasionadas por la incorporación de ciertas tecnologías y nuevos procesos económicos globales, han sacado del sistema a una gran cantidad de recursos que se explotan hasta su agotamiento y luego, se pretende se restituyan por la vía de la reposición artificial.



Si con los granos fertilizados se puede seguir adelante un tiempo más; en el caso del agua, la limitante no será tan sencillamente resuelta y desde el vamos, estos costos, no sólo para su reconocimiento sino para poner un freno y orden a un sistema de consumo irracional, deberían ser seriamente considerados, ayudando así a revisar más holísticamente los riesgos ambientales a la estabilidad de países como Argentina.

Nuevamente la percepción por la problemática y el uso del indicador no pasan meramente por su cálculo y el guarismo obtenido (de por sí, alarmante) sino que, la preocupación manifiesta, es por la aparición confirmada de un nuevo conflicto ecológico distributivo que tiene al agua de los países sudamericanos en su centro, pero que aún como sucede con la Argentina, se subvalúa o considera pobremente. La deuda por nutrientes, se refuerza con esta deuda por agua virtual que no estamos evaluando aún pero que nos enfrenta a otro problema, al ocuparse no sólo espacio territorial, sino recursos acuíferos vitales para la vida y estabilidad ambiental mediata en la Argentina. La huella hídrica de China sobre Argentina es un guarismo indicador de la intensidad relativa del uso del recurso, y que puede ser una medida de ajuste al incorporarse la externalidad en las grandes transacciones que los traders cerealeros hoy día obvian por completo. www.ecoportal.net
Para bajar completo el libro “Agricultura industrial y transnacionalización en América Latina. ¿La transgénesis de un continente?, de Walter A. Pengue (2005) en formato pdf pulse aquí LibroPNUMAagriculturaindustrialPENGUE.pdf 1,56 MB Bibliografía(…)
 

 

En consecuencia, el crecimiento económico del capitalismo e imperialismo en nuestro país-continente destruye las comunidades de vida e historia y avasalla los derechos de la naturaleza o Madre Tierra que la vuelven inhabitable. Tanto el sistema globalizado de agronegocios como todos los otros componentes del modelo extractivo arruinan los suelos, las biodiversidades y el ciclo del agua (los acuíferos, humedales, cuencas hidrográficas, sistema glaciar y periglaciar, etc.).

Es hora de comprometerse con poner en práctica la «reforma agraria integral» como autoorganización socioeconómica e institucional de comunidades en resistencia a la ocupación territorial por el narcotráfico, las redes de trata y prostitución, el Estado represor y militarizado y las corporaciones de megaemprendimientos agrarios, mineros, hidrocarburíferos, turísticos, comerciales, inmobiliarios y de IIRSA (represas, hidrovías, etc.). En esa unión en diversidad de los de abajo para ejercer la soberanía de nuestros pueblos resulta fundamental descolonizarnos y escudriñar las posibilidades de nueva sociedad implícitas en el buen vivir.

 

 
Buen vivir, un concepto en disputa
Ecuador /18-10-2013
Por Remedios Sánchez
La persistencia y recrudecimiento de varios problemas sociales, económicos, ambientales y culturales, evidencian que el planeta atraviesa en la actualidad una crisis que amenaza no sólo la estabilidad política de varios países, sino que pone en tela de duda los supuestos sobre los que se ha levantado la llamada modernidad. Obsesionados por vivir “mejor”, en términos de tener cada vez más posesiones materiales y supuestos satisfactores, los seres humanos no hemos tenido empacho en echar mano de todo lo que nos rodea bajo la creencia de que la tecnología suplirá los daños que provocamos al planeta y nos permitirá resarcir, posteriormente, la pérdida de ecosistemas, biodiversidad y especies. Poco ha importado que en esta desenfrenada voracidad por vivir mejor, grandes contingentes de seres humanos hayan quedado relegados de la consecución de sus más elementales derechos, o que hayamos olvidado que somos parte de un sistema mayor en el que cada uno de sus componentes tiene una función que alimenta la trama de la vida. Menos importancia hemos dado a la erosión y pérdida de culturas, de lenguas y saberes milenarios, de los que con mayor humildad y una menor devoción a la “verdad” de occidente, podríamos aprender –o haber aprendido- nuevas formas de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza.
En esta lógica de crecimiento económico ilimitado, con un gran simplismo confundimos los medios con los fines, y otorgamos al mercado y al dinero un papel decisivo en la definición del rumbo por el que debería transitar la humanidad (Leff 2006). No hemos concedido oídos a lo señalado un siglo atrás por el economista húngaro Polanyi al advertir la falacia de considerar como mercancías a la naturaleza y a la fuerza de trabajo (Alimonda2011).
 
Las astronómicas cifras económicas en términos de producción interna bruta de los países, deuda externa, flujos financieros internacionales, no han podido paliar un descontento social cada vez más amplio respecto a la forma en cómo el mundo está organizado. Los problemas ambientales contemporáneos como los impactos generados por el calentamiento global, el debilitamiento de la capa de ozono, el achicamiento de la masa polar, las crecientes dificultades en el acceso a agua y merma significativa de su calidad, la pérdida de especies y bosques, erosión y pérdida de suelos, contaminación atmosférica, constituyen motivos de alerta para pensar que la carrera por el crecimiento económico continuo es claramente insostenible y que no podemos mantener los mismos patrones de producción y consumo, menos aún reproducir la forma de vida de las economías más ricas del planeta. Hay sobradas evidencias para afirmar que el “perfil metabólico”[1](Fischer-Kowalski y Haberl 2000)- los flujos de energía y materiales que utilizan estos países para satisfacer sus estilos de vida-no alcanzan para todosy que es imperativo comenzar a tomar en serio los límites finitos de la tierra, la escasez de recursos y las restricciones en sus funciones de absorción de residuos y ritmo de reposición natural de los recursos no renovables.
En medio de este panorama complejo, si algo positivo puede desprenderse de la crisis contemporánea que atravesamos es el llamado de atención a la necesidad de reubicar el centro de nuestras motivaciones y a considerar que la complejidad de los problemas actuales demanda respuestas integrales, innovadoras y contundentes, que den sentido a la vida, que doten nuevamente a la naturaleza de su significado propio, independientemente de la economía, y que identifiquen puntos de encuentro entre lo natural y lo social, la ecología y la cultura, lo material y lo simbólico(Leff 2006). Entre los inmensos cambios que debemos introducir, resulta ineludible el desafío de proponer una nueva epistemología que interpele el discurso occidental homogenizante y aportar en lo que hoy se denomina como “pensamiento de frontera”, “que cuestiona la modernidad (…) y se interroga sobre caminos y lógicas alternativas” (Alimonda2011: 26). Para decirlo en palabras de Escobar, “la habilidad de la modernidad para proveer soluciones a los problemas modernos es cada vez más estrecha, haciendo (…) factible una discusión sobre una transición más allá de la modernidad” (2011: 83).
 
En este contexto, y recogiendo el conocimiento milenario de los pueblos ancestrales, en los últimos años ha comenzado a configurarse un nuevo paradigma que contradice la noción del progreso sin fin: la noción del Buen Vivir, inspirada en el “Sumak Kawsay” o “Suma Qamaña” de los pueblos indígenas de los andes ecuatorianos y del altiplano boliviano, respectivamente, y que puede equiparse al "UtzK'aslemal" de los pueblos Mayas.Aunque no existe una definición única y compartida del Buen Vivir (lo que desde otra perspectiva también podría ser entendido como una poderosa potencialidad de este concepto en ciernes), resulta interesante discutir algunos de sus fundamentos sobre los que parecería identificarse cierto consenso alrededor de su acepción y alcance.
 
La noción del Buen Vivir busca la consecución de un equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza. En este sentido, propone romper con la visión antropocéntrica que ha colocado a la naturaleza al servicio de los seres humanos y la ha convertido en su objeto de manipulación, dominio y apropiación. Al llamar a modificar nuestra actitud frente a la naturaleza, el Buen Vivir parte del principio de que todo forma parte de una sola unidad y que la alteración de un elemento fractura la estabilidad del flujo vital. Apela por tanto a recrear una forma de co-existencia con la naturaleza que en lugar de asentarse sobre la explotación de los recursos hasta su agotamiento, promueva su optimización para el bienestar colectivo.
 
Pero, lejos de ser una postura que únicamente aboga por las causas ecológicas, el Buen Vivir reconoce la necesidad de garantizar una vida plena para las comunidades humanas, desligada de la mercantilización a la que inevitablemente nos ha conducido el capital y un proceso de acumulación sin fin que ha desdibujado el sentido mismo de la existencia.
De ahí que el Buen Vivir ponga énfasis, en la reciprocidad como principio fundacional de la convivencia humana y en la complementariedad según la que cada ámbito, sector o dimensión de la realidad se corresponden de manera armoniosa con otro ámbito, sector o dimensión del mundo. En la búsqueda de una vida plena, el Buen Vivir está íntimamente ligado a la interculturalidad y a la plurinacionalidad y en esa medida sugiere, por un lado, la necesidad de repensar nuevas formas de organización social y política de la mano con un nuevo modelo económico y aboga por otro lado, el encuentro entre saberes ancestrales, prácticas basadas en el lugar –para usar el lenguaje propuesto por Arturo Escobar (2011)- y lo mejor del pensamiento occidental y de los logros alcanzados en el mundo contemporáneo.
El Buen Vivir atraviesa la Constitución del Ecuador y consta como un derecho en la Constitución de Bolivia gracias a la lucha de movimientos sociales –principalmente de los pueblos indígenas- de ambos países y de una correlación de fuerzas que facilitó, en su momento, canales de interlocución y diálogo social. La construcción y concreción de sus postulados y principios está sin embargo aún pendiente. No basta que la incorporación del Buen Vivir conste en los más importantes cuerpos legales nacionales. Esta aparente conquista puede ser al mismo tiempo su mayor debilidad debido a los riesgos de institucionalizar su sentido.
 
La institucionalización del Buen Vivir y su consiguiente tecnocratización podría coartar y desviar la dimensión contestataria al orden establecido que está implícita en la génesis de esta noción pues con demasiada frecuencia el tradicional concepto de desarrollo, ese ideal de progreso (acumulación) incesante que promueve el capitalismo, es suplantado indiscriminada y acríticamente por el Buen Vivir.En última instancia, al ser cooptado por la institucionalización, el Buen Vivir es sólo el ropaje bajo el que, con un aparentemente nuevo léxico, continúa un modelo de crecimiento económico fundamentalmente orientado a satisfacer la demanda externa, una democracia de baja intensidad y un manejo centralizado del poder político. Esta afirmación no es lamentablemente lejana al caso ecuatoriano en donde, antes que cambios estructurales, procesos de redistribución serios y sostenidos y rupturas profundas, bajo el régimen del Buen Vivir impulsado por el gobierno de la Revolución Ciudadana, hay cada vez más cercanía con una política de desarrollo basada en las denominadas ventajas competitivas –patrimonio natural- del que dispone el país y con un estilo de gestión política poco propenso a la participación y el diálogo.
 
Aunque podría argumentarse que en consideración del lapso transcurrido desde la aprobación de la Constitución ecuatoriana vigente (2008) a la actualidad es aún prematuro plantear una suerte de regresión en el alcance del concepto del Buen Vivir que instrumenta la institucionalidad del poder, algunos elementos de la coyuntura permiten corroborar tal afirmación. En efecto, es poco probable pensar que las excepcionales condiciones con las que ha contado el gobierno –importante respaldo social, control de todos los poderes del Estado, elevados ingresos producto de los altos precios del petróleo- puedan redituarse en los siguientes años a fin de introducir los cambios que aspiraba el país para transitar hacia el Buen Vivir y que posibilitaron el ascenso al poder del Presidente Correa. Estos cambios no se han producido en la magnitud y la forma que se esperaban; más bien se ha acentuado una orientación de la gestión pública distinta a la volcada en el primer plan de campaña y que ha provocado el distanciamiento con sus iniciales aliados: indígenas, ambientalistas y sectores de izquierda.
El proceso de institucionalización del Buen Vivir en el Ecuador ha dado poco espacio al diálogo intercultural, al juego democrático y a una real descentralización de la gestión pública, menos aún ha sentado las bases para avanzar en la construcción del Estado Plurinacional. La participación se circunscribe actualmente, como en el pasado, a los procesos electorales; sin diálogo ni espacios para procesar diferencias. El disenso es sinónimo de traición y no en pocos casos ha significado la criminalización de la protesta social.
En el plano económico, pese a la disponibilidad de un régimen de Buen Vivir y del reconocimiento de la naturaleza como sujeto de derechos[2], el énfasis de las actuales políticas públicas descansa aún en el extractivismo–que en el corto plazo se pretende extender hacia regiones relativamente alejadas de la dinámica del mercado- y en una concepción según la quees necesario inyectar importantesrecursos económicos para avanzar en la superación de la pobreza y corregir las asimetrías sociales que soporta el Ecuador. En esta carrera hacia el progreso siguen pendientes políticas para modificar la estructura de propiedad de la tierra, una de las más inequitativas en la región, y disminuyen cada vez más las expectativas sobre los prometidos cambios para modificar la matriz productiva e iniciar la transición hacia una economía post-extractiva.
 
La propuesta más difundida al respecto, la Iniciativa ITT-Yasuní que proponía mantener en tierra las reservas petroleras de los campos Ishpingo-Tambococha-Tiputini (estimadas en 920 millones de barriles) localizadas al interior del Parque Nacional Yasuní, a cambio de una compensación internacional equivalente al 50% de los ingresos netos de las potenciales exportaciones de dichas reservas (estimadas en 7,2 millones de dólares), fue unilateralmente abandonada por el gobierno a mediados de agosto del 2013. A cambio de esta compensación, Ecuador se comprometía a no emitir 420 millones de toneladas métricas de CO2 a la atmósfera del planeta (cantidad equiparable a lo que cada año emiten Francia o Brasil).
 
Tal iniciativa constituía una oportunidad excepcional para sentar las bases de una nuevo pacto civilizatorio entre seres humanos y naturaleza, incorporaba el criterio de responsabilidades comunes y diferenciadas, abría las puertas para otro tipo de cooperación y para el reclamo de la deuda ecológica, protegía diversidad biológica única contenida en el Parque Yasuní y la vida de pueblos en aislamiento voluntario; constituía una respuesta efectiva para enfrentar el calentamiento global y el cambio climático. Así lo entendieron pueblos indígenas, jóvenes y diversos sectores sociales que se identificaron con la Iniciativa Yasuní-ITT y que, a raíz de la decisión gubernamental, presionan por la realización de una consulta ciudadana que decida su futuro. 
 
El abandono de la Iniciativa Yasuní ITT por parte del gobierno ecuatoriano es solo el corolario de una tendencia que comenzó a manifestarse con más claridad hacia mediados de su segundo mandato (2009-2013) y sobre la que el Presidente Correa no ha tenido empacho en reiterar su adhesión: una economía sustentada en las riquezas hidrocarburíferas y minerales del país, una constante minimización de los impactos ambientales y sociales bajo el argumento de las bondades tecnológicas y una división de la sociedad entre supuestos defensores y detractores del progreso.
 
En este contexto, la posibilidad de mantener la noción del Buen Vivir como una “ilusión movilizadora”, como una postura política que confronte la racionalidad dominante, que haga eco de otras y diversas visiones e identidades y que reivindique los saberes plurales (Leff 2006; Escobar 2011),no puede supeditarse a lo que haga o deje de hacer el poder. El hecho de que el Buen Vivir siga siendo parte de una epistemología alternativa –y de una ecología política renovada- dependerá en gran medida de la correlación de fuerzas existente en cada sociedad, de la capacidad de organización y propuesta de los sectores sociales, de la necesaria reapropiación política de los conceptos, de la profundización de una democracia participativa y con espacios para la resolución de conflictos y disensos. Ventajosamente, el Sur global presenta evidencias de la construcción de una voluntad social cada vez más grande para iniciar una reconciliación entre los seres humanos y la Tierra y para establecer el cimiento de un nuevo pacto civilizatoria. Disputemos entonces el verdadero sentido del Buen Vivir.

Fuente: http://alainet.org/active/68295&lang=es

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