lunes, 28 de septiembre de 2015

I. Necesidad de deschavar el progresismo discutiendo qué país restauró y profundizó.  

Es descentramiento de la mirada mayoritaria que la contextualiza en
la creciente subordinación de Nuestra América 
al sistema mundo capitalista.

Nos reclama, abajo y a la izquierda, multiplicar espacios en común de debate sobre significados e implicancias de la gran expansión del extractivismo en el continente.
Es comenzar por cuestionar la creencia ampliamente difundida que los líderes son quienes han hecho de:

Latinoamérica, la mecha de la dinámica contestataria del orden mundial
19 de septiembre de 2015

Por René Naba(Madaniya)
Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
Ernesto Che Guevara 48 años después, In memoriam.
De Sitting Bull a Pancho Villa, Emiliano Zapata, Simón Bolívar, el comandante Ernesto Che Guevara de La Serna, el subcomandante Marcos (México), del presidente Arbenz Guzmán (Guatemala), primer presidente después de la Segunda Guerra Mundial derrocado por el ejército estadounidense en 1954, a su lejano sucesor Salvador Allende (Chile) que sufriría un final trágico 20 años después, en 1973, a Fidel Castro (Cuba), Lula (Brasil), Hugo Chávez (Venezuela) y Evo Morales (Bolivia), el continente latinoamericano es uno de los principales proveedores de figuras míticas de la mística revolucionaria del mundo contemporáneo. 
La mitología revolucionaria no constituye su único legado a la humanidad. Sus luchas contra los «conquistadores» españoles primero, contra los «gringos» después, su papel tradicional de principal foco de protesta en la esfera de la civilización occidental, confieren al hemisferio sur del continente americano un lugar de honor en el imaginario colectivo de los pueblos y un papel de mecha de la dinámica contestataria del orden mundial.
Por otra parte ese papel se amplifica por su incomparable posicionamiento geoestratégico constituido por un bloque basado en una continuidad territorial y una homogeneidad cultural y lingüística de más de 500 millones de personas repartidas en 20 países, raramente igualado en los demás continentes, y por la conjunción de dos rutas principales de las comunicaciones marítimas internacionales (océano Atlántico y océano Pacífico), así como por una lengua de comunicación planetaria, la lengua española, la cuarta más hablada del mundo, con 600 millones de hablantes, tras el chino, el indio y el inglés, delante del árabe con 300 millones (sexta posición) y muy por delante del francés (duodécima posición), con 200 millones de francófonos.
Su proyección demográfica en Estados Unidos, es decir, en el corazón del principal centro de producción de las riquezas y los valores de la época contemporánea, con la presencia de una población hispanófona de casi 40 millones de personas, equivalente al 12,5 % de la población de Estados Unidos, acentúa la importancia de ese despliegue cuya importancia se ampliará a los largo del siglo XXI.
En el hemisferio sur no existen la guerra entre el Islam y Occidente o el «choque de civilizaciones». Los «latinos» pertenecen a la esfera de la civilización occidental, pero a contracorriente de sus congéneres el 12 de octubre de 1492 no marca para ellos, o al menos para una mayoría aplastante, el descubrimiento del Nuevo Mundo, tan celebrado por todas partes en Europa y en Norteamérica, sino el principio de casi seis siglos de pillaje y sometimiento. También de la lucha por la recuperación de la personalidad autóctona, auténtico fundamento de la personalidad americana.

La Teología de la Liberación  
En el cénit de la Guerra Fría soviética-estadounidense (1945-1990), mientras la religión era instrumentalizada por Estados Unidos como arma de combate contra el ateísmo marxista, especialmente en los países árabes y musulmanes, Latinoamérica forjó un concepto nuevo, «la Teología de la Liberación», para justificar en nombre de la misma religión la lucha contra la hegemonía estadounidense.
Nada trivial, la expresión nos reenvía al cristianismo de las cavernas de los primeros tiempos de la cristiandad, a la época en la que los discípulos de Cristo predicaban la insurrección contra la idolatría, el paganismo, la abulia y la villanía.
El hecho de que los sacerdotes predicasen una «Teología de la Liberación» veinte siglos después de la llegada del cristianismo da la medida de las frustraciones acumuladas y las injusticias infligidas a lo largo del tiempo por los saqueos de un capitalismo desenfrenado.
Pero ese lema revolucionario, que no carece de ambición ni por sus autores ni por su proyecto, retumbaría en el contexto exacerbado de la Guerra Fría soviética-estadounidense como un lema subversivo para los amos del orden establecido, tanto en la jerarquía clerical como entre los latifundistas y sus aliados, los dirigentes de los conglomerados estadounidenses de la industria agroalimentaria «United Fruit», de la industria minera «Anaconda» o de las telecomunicaciones, IIT (International Telephone and Telegraph), que lucharon como tales.
A lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX fue un enfrentamiento sin cuartel. Todos los grandes países del Hemisferio fueron presa de la desestabilización. Las dictaduras militares, a menudo establecidas bajo cuerda por la CIA, la central de inteligencia estadounidense, ahogaron en sangre cualquier veleidad reivindicativa.
Desde Guatemala (1954) hasta Nicaragua (1980), pasando por Brasil (1964), Bolivia (1967), Chile (1973) y Argentina, todos los países pasaron a la posteridad por su macabro balance.

El plan Cóndor  
El más elaborado de los planes concebidos de represión colectiva, el plan Cóndor de siniestra memoria, ofrece el horroroso balance siguiente: De 1975 a 1983, de la caída de Saigón, bastión de la presencia militar estadounidense en Asia, al desmantelamiento del santuario palestino de Beirut, la vasta y despiadada caza a los opositores de los dictadores latinoamericanos lanzada en el conjunto del Cono Sur bajo la instigación del secretario de Estado de EE.UU. Henry Kissinger, con la colaboración de los dictadores de Paraguay, Alfredo Stroessner, y de Chile, Augusto Pinochet, causó varias decenas de miles de víctimas en seis países de Latinoamérica: Argentina (30.000), Bolivia (350), Brasil (288), Chile (3.000), Paraguay (2.000) y Uruguay (178).
La represión no perdonó a los clérigos católicos: a semejanza de sus émulos políticos, cuyas figuras emblemáticas pueblan todavía el imaginario colectivo universal, Latinoamérica también produjo figuras míticas en el orden religioso, auténticos iconos modernos del continente como Camilo Torres, el predicador colombiano –amigo del abate Pierre, protector de los desheredados franceses- promotor del «Frente Unido», que colgó los hábitos en 1964 para comprometerse en la lucha armada y murió con las armas en la mano en 1966 a los 40 años, una edad parecida a la de Cristo.
Otra figura mítica de la clerecía militante fue Helder Camara, arzobispo de Recife (Brasil), «el obispo rojo» de los suburbios y del « Banco da Providência» , activista del movimiento «acción, justicia y paz» y luchador contra la carrera armamentista. También el padre Rutilo Grande, asesinado el 12 de marzo de 1977 por un misterioso escuadrón de la muerte el año de la entronización de su amigo, monseñor Óscar Romero, el arzobispo de San Salvador al que también asesinaron tres años después.
La caza a los sacerdotes-guerrilleros incluso sobrepasó diez años el período del plan Cóndor, señal de lo influyente que puede ser la religión sobre una población creyente.
En el período de 1966 a 1992 el martirologio cristiano es impresionante: cuatro obispos, 85 sacerdotes, 19 religiosos católicos, 10 religiosos no sacerdotes, 9 pastores y 150 laicos miembros del movimiento católico y cooperantes extranjeros en un marco diocesano, fueron asesinados en Latinoamérica por motivos políticos. A esta lista hay que añadir al guatemalteco Juan Gerardi, asesinado en 1998. Este balance no contabiliza sin embargo a los sacerdotes guerrilleros muertos en combate, Camilo Torres (1966), Domingo Laín (1974) en Colombia y Gaspar Garcia Laviana (1978) en Nicaragua.
Además muchos teólogos de renombre han sido reducidos al silencio: Hans Kung (Suiza), Curran (Estados Unidos), Schillebeeck (Holanda) y Pohier (France). El destino singular de un teólogo de la liberación ilustra de manera trágica el drama de la iglesia latinoamericana: destinado a una buena carrera el clérigo brasileño Leonardo Boff, franciscano, profesor de la universidad, discípulo del cardenal Joseph Ratzinger –el exprefecto de la congregación para la Doctrina de la Fe que sucedió al papa Juan Pablo II con el nombre de Benedicto XVI- fue condenado el 26 de abril de 1985 al «silencio obsequioso», prohibición de palabra y escritura, una condena que para un teólogo equivale a la muerte civil.
Estoicos en la adversidad pero en coherencia con su ética, esos teólogos y guerrilleros han demostrado que la fe no es incompatible con la justicia. Además, gracias a su ejemplo se ha preservado el mensaje cristiano de una «iglesia de los pobres» que ha allanado el camino a sus sucesores laicos.
La generación del relevo: Hugo Chávez, Lula, Evo Morales  
Mientras la globalización y la privatización gangrenan las almas con beneficios, los mandatarios de la generación del relevo, en particular el boliviano Evo Morales, procedieron a su vez, veinte años después, a una revolución del orden semántico al nacionalizar las riquezas nacionales, un término borrado del léxico político desde el final de la Guerra Fría y el triunfo de la libre empresa del capitalismo financiero.
Gracias a las elecciones que se desarrollaron a principios del siglo XXI Latinoamérica ofrece ya una alternativa democrática al orden estadounidense en sus dos variantes:
·         La variante reformista representada por el brasileño Lula, apoyado por una superviviente de la dictadura de Pinochet, la chilena Michele Bachelet, hija de uno de los principales colaboradores de Salvador Allende.
·         La variante radical, promovida por los presuntos herederos del patriarca cubano Fidel Castro: Hugo Chávez (Venezuela) y Evo Morales (Bolivia).
La rivalidad está viva entre las dos ramas de la renovación: Brasil, el país más importante de Latinoamérica con una población de casi 250 millones de habitantes, es decir, tantos como todos los países árabes juntos, pretende ser el motor de la renovación humanista y democrática del subcontinente.
Además Brasil acoge el foro de Porto Alegre, lugar de concertación anual del movimiento altermundista que se celebra paralelamente al coloquio de Davos –que reúne en febrero en Suiza a los grandes patronos de las grandes empresas occidentales-. Brasil se dedica con la ayuda de India y Sudáfrica (BRICS) a edificar una estructura paralela al foro de las potencias industriales del mundo occidental (G7) con el fin de influir en nombre del Tercer Mundo en la escena internacional.
Venezuela, dirigida a constituir un núcleo militante en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) por medio de una alianza estratégica con Irán. En junio de 2006 Teherán y Caracas firmaron una decena de acuerdos de asociación por valor de 9.000 millones de dólares para el financiamiento de 125 proyectos y Washington sospechaba que Irán quería hacer de Venezuela su cabeza de puente comercial en Sudamérica. Venezuela debía ocupar en octubre de 2006 el escaño rotativo atribuido a Latinoamérica en el Consejo de Seguridad, un período marcado por las elecciones de medio mandato de Estados Unidos y los plazos diplomáticos relativos a la nuclearización norcoreana e iraní. Para soslayar el veto estadounidense Hugo Chávez cuidó en sus últimos tiempos a su pareja, el gigante brasileño, lo que le llevó a unirse al MERCOSUR, desmarcándose así espectacularmente de su aliado boliviano Evo Morales.
El mercado común de Sudamérica, el MERCOSUR, agrupaba a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. La adhesión de Venezuela, octavo productor y quinto exportador mundial de petróleo, convirtió al MERCOSUR en un bloque comercial que representa el 75% del PIB sudamericano y un mercado de 250 millones de personas. Bestia negra de Estados Unidos, que le consideraba el contrarresto del proyecto estadounidense de una zona de libre comercio a escala continental, Hugo Chávez buscó la «politización» de esa agrupación económica. Desde esa perspectiva cerró la puerta a la Comunidad Andina de las Naciones (CAN), bloque comercial que agrupa a Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.
El presidente Chávez reprochaba a Bogotá y Lima la firma de un acuerdo de libre comercio con Washington. Su alineamiento al MERCOSUR conllevaba el riesgo de debilitar a su aliado ideológico Evo Morales, al que de esa forma dejaba aislado frente a los estados derechistas de Perú y Colombia.
Más allá de las rivalidades, de las maniobras diplomáticas y de las luchas por el liderazgo regional, hay que subrayar que América Latina, en sus dos vertientes, reformista y radical, es un actor principal en el debate de la reconfiguración geoeconómica del planeta a la sombra de la globalización impulsada por la potencia estadounidense.
Llevada por el giro a la izquierda de América Latina, Cuba sale progresivamente de su aislamiento a pesar del bloqueo estadounidense de cincuenta años, el más largo de la época moderna, y la presencia militar estadounidense en la isla en la base de Guantánamo, de siniestra reputación.
A los 86 años, la misma edad de la reina de Inglaterra pero con una trayectoria sensiblemente diferente, y debido a problemas de salud, uno de los más célebres supervivientes de la historia contemporánea, Fidel Castro, cedió serenamente el poder en 2009, con ocasión del cincuentenario de la revolución cubana.
Con un espectacular restablecimiento, el decano absoluto de los contestatarios al orden estadounidense aparece ya en los anales de la historia de su país como un superviviente político sin parangón a pesar de todas las operaciones de desestabilización urdidas por su poderoso vecino. La llegada al poder de la generación del relevo político aparece así como la última afrenta infligida a la hegemonía estadounidense por el antiguo barbudo de la Sierra Maestra, a pesar de los errores y defectos de su régimen.
La venganza de todos los mártires de la represión estadounidense, del Che Guevara a Salvador Allende y Camilo Torres.
Como un guiño de la historia Cuba e Irán, ambos ausentes de la Conferencia de Bandoeng fundadora del Movimiento de los No alineados en 1955, el latino debido al dictador Fulgencio Batista y el chií debido a la dinastía imperial Pahlévi, han regresado en 2015 por la puerta grande a la escena internacional por un asiduo cortejo estadounidense, señal irrefutable de su voluntad inquebrantable en la lucha contra el imperialismo.
Es demostrar la falsedad de esa creencia al analizar  porqué el período progresista ha continuado y profundizado regímenes opuestos a la autodeterminación y buen vivir de los pueblos. Reflexionemos sobre:

Entrevista con Eduardo Gudynas
Extractivismo, gobiernos "progresistas" y alternativas del Buen Vivir
12 de marzo de 2015

Por Redacción de Plan V(Rebelión)
Eduardo Gudynas hace una descripción del extractivismo y la matriz productiva de los llamados gobiernos progresistas de Sudamérica. El intelectual, catedrático y ambientalista propone, a la par de la crítica al modelo desarrollista, alternativas para salir del extractivismo debido a los impactos sociales, culturales, políticos y económicos que tiene para nuestras naciones. 

 
¿Qué es el extractivismo? Es un término que tiene historia por detrás y se lo vincula directamente a los impactos de la explotación petrolera y minera en los países del sur. Y fue acuñado hace décadas para referirse a situaciones muy graves que ocurrían en los países petroleros de África y del Medio Oriente. Más recientemente, el concepto ha sido reformulado para enfocarse en la exportación de grandes volúmenes de recursos naturales o la exportación en la cual su explotación exige una gran intensidad y por tanto tienen altos impactos ambientales, y que el destino de esta exportación es a los mercado globales. Explotación de petróleo y minería no es sinónimo de extractivismo, que consiste en emprendimientos de gran volumen, explotados con alta intensidad y que se exportan.
¿También el monocultivo? Bajo esa definición también son actividades extractivas el monocultivo, donde el ejemplo más claro es la soya en el Cono Sur. Son exportaciones de materias primas como productos primarios, sin industrializar. Es también extractiva la pesca de altos volúmenes de pescado para hacer harina y exportarlo como harina de pescado, las piscinas camaroneras. Bajo esta nueva concepción se incluyen a sectores agrícolas y forestales.(...)

¿El extractivismo es un sistema cultural o tiene raíces culturales? Yo digo que tiene raíces culturales. Hay algunos autores que creen que todo el desarrollo es extractivista. Yo no lo creo así, las estrategias de desarrollo de los países son complejas, hay unos rubros extractivistas pero el desarrollo y el extractivismo no son sinónimos, por más importante que sea el petróleo, por ejemplo para Ecuador. La reflexión que hacemos es: por qué a pesar de tantos impactos sociales y ambientales los políticos, por la vía conservadora o la progresista son extractivistas y por qué la gente lo tolera. Y lo que hay que admitir es que hay unas raíces culturales latinoamericanas que aceptan y toleran el extractivismo y lo ven bien.
¿El extractivismo y sus impactos, incluso de sectores sindicales que están convencidos de que la contaminación es un costo que hay que pagar? Hay una herencia histórica de décadas, del sueño latinoamericano de que somos países con grandes volúmenes de recursos naturales y que nuestro problema era que no sabíamos explotarlos. Ese es un mito que viene desde la colonia. Luego, hay un sentido de revancha: luego de tantas décadas de sufrir en los mercados internacionales, ahora que tenemos altos precios en las materias primas porqué no aprovecharlo. También hay una cierta pereza en los gobiernos progresistas de no haber sido capaces de haber seguido explorando caminos alternativos distintos a la dependencia de materias primas; no disponen de otras herramientas de desarrollo, y por lo tanto vuelven a caer en las materias primas.
Cuando el gobierno del Ecuador resolvió explotar el Yasuní afirmó que estábamos sentados en un saco de oro y que los ambientalistas pretendían es mantener pobre a la gente porque los recursos naturales sirven para combatir a la pobreza ¿qué opina de esto? 

  • Primero, los que defienden el extractivismo usualmente hacen mal las cuentas, porque no restan los daños y costos económicos que genera el extractivismo; no restan los costos por contaminación, los costos por desplazamiento de transacciones productivas locales, no restan los costos de subsidios perversos y ventajas que otorgan a las empresas que vienen a hacer la explotación. Por lo tanto, la cuenta de cuánta plata realmente se gana es muy incierta.
  • Segundo, no es correcto del todo decir que de cada dólar del petróleo que entra al país es un dólar que se va a usar en la lucha contra la pobreza. Porque esa asignación de recursos se distribuyen en los fondos del Estado y sólo una fracción pequeña va a parar a la lucha contra la pobreza. 
  • Tercero, estos Estados, los progresistas, hace poco tenían mucha plata, sus gastos en los bonos eran pequeños en el presupuesto fiscal y usaban enormes contingentes de dinero en otros fines en vez de diversificar la producción. Había dinero para diversificar la producción. Ejemplo concreto: voy a tener que subsidiar a empresas de explotación petrolera, o me conviene usar esos recursos para subsidiar la diversificación agrícola y ayudar al pequeño sector agrícola para ser más competitivos.
  • Cuarto, esta visión de aprovechar los recursos naturales es una visión reñida con los propios antecedentes históricos de la reflexión conceptual de la izquierda latinoamericana. La izquierda siempre vio mal la dependencia de las materias primas y criticó es. Quienes sostenían la idea de aprovechar los recursos naturales para hacer el salto al desarrollo eran los pensadores de la economía convencional.
  • Quinto, tenemos ejemplos de países no extractivistas que funcionan muy bien y tienen muy bajos índices de pobreza, bajos índices de indigencia y no tienen el 80% de su canasta de exportaciones basada en un recurso natural. Por ejemplo Uruguay: miren el patrón exportador de Uruguay, que tiene una economía diversificada, donde hay recursos naturales pero en un nivel mucho más bajo que el nivel ecuatoriano, y tiene una ventaja con acciones basadas en el sector agrícola y ganadero, porque permite resolver los problemas de pobreza rural, genera mucho más empleo que el extractivismo, que genera muy poco empleo y permite desandar un camino que padecen algunos países andinos y es que se han hecho tan extractivistas que han perdido su capacidad de producir alimentos. Entonces, tienen que exportar barriles de petróleo o carbón para comprar alimentos; mejor produzcamos nosotros mismos los alimentos. Y siguiendo ese razonamiento, nosotros tenemos muchas más capacidades para hacer agroindustria que hacer industrias a partir de los minerales; construir siderúrgicas es un proceso muy costoso, tarda mucho tiempo y consume mucha energía.
Sin embargo hay gobiernos, como el ecuatoriano, que a pesar de esta lógica virtuosa insisten en el extractivismo de modo radical, ¿por qué se da esto? No sólo el ecuatoriano, el gobierno uruguayo quiere desandar en la diversificación, quiere hacerse minero. Los gobiernos progresistas no han logrado aprovechar esta época de bonanza en explorar otras formas de desarrollo. No las han explorado; tienen una dependencia tan grande con los recursos fáciles de obtener que han abandonado esas otras exploraciones. Hay una culpa en estos gobiernos porque son los principales responsables de eso.
A pesar de todo el Ecuador hace un ministerio de minas, amplía las fronteras agrícola y petrolera, ¿qué pasa con los impactos? Nosotros dividimos los efectos en dos grandes familias. Una son los impactos locales, que son impactos ambientales, por ejemplo contaminación; hay impactos sociales, por ejemplo comunidades que deben abandonar territorios donde hacían agricultura; hay impactos sociales de la llegada del extractivismo que usualmente está asociada a incremento de la violencia social, prostitución, trata de mujeres; hay impactos sociales en la división dentro de las comunidades, entre los que están a favor o en contra del extractivismo, y finalmente estallan conflictos locales por sectores que resisten a esto. Luego tienes impactos territoriales, que son afectaciones a territorios preexistentes, por ejemplo de pueblos indígenas; hay impactos económicos pues las redes incipientes de economías locales desaparecen aplastadas por la empresa extractivista.
¿Y qué ocurre a escala nacional? En paralelo hay lo que nosotros llamamos el efecto derrame sobre cómo funciona todo un país. Y eso implica aceptar que haya violaciones de derechos humanos para que entre el extractivismo, y esa es una cosa que acepta el gobierno y todo un país. Otorgar beneficios a las empresas extractivistas, controlar la protesta ciudadana, vigilar a los líderes locales, criminalizar   manifestaciones populares; entonces, cuando el Estado reacciona en cada uno de estos rubros se crea efectos derrame que cambian la dinámica política, económica y cultural del país y esto cambia para todo: hay una visión recortada de la participación ciudadana, de los derechos y así sucesivamente. Bajo esa formas recortadas se genera o se acentúan democracias cada vez más presidencialistas. 
¿Ahí se consolida y se requiere el liderazgo fuerte que perdura y es incontrastable, además? Esos líderes dicen: vamos a hacer minería y no se puede discutir más. Y la legitimación de esto es que yo gané las elecciones. Mecanismos que habían antes, de contrapesos entre los poderes, por ejemplo el poder judicial que controla lo que hacen los otros poderes, o respeto del poder ejecutivo los poderes locales de los municipios desaparece; contrapesos de democracia participativa de hacer consultas o referendos son anulados.
¿Se está refiriendo al Ecuador o es una matriz que se repite en todos los países? Se repite en todos los países, con diferentes gradientes, en algunos casos es más suave en otros es más fuerte. Pongo algunos ejemplos de otros países que pueden tener resonancia en el Ecuador: en Uruguay, el presidente Mujica ha impedido e incluso ha anulado las resoluciones municipales que declaraban a los municipios como libres de megaminería. El gobierno de Cristina Fernández de Kichtner tenía un programa de la Policía para vigilar y controlar a los líderes ciudadanos de la protesta. El gobierno de Lula no perseguía a la protesta pero judicializaba a los lideres ciudadanos; y por lo tanto les impedía seguir ejerciendo su protesta. El gobierno central deja de aplicar con rigurosidad los controles ambientales; es el caso de Bolivia, que tolera los incumplimientos ambientales y se genera contaminación. Es esto el efecto derrame: hay alteraciones de la dinámica democrática, de la dinámica política y en cómo funcionan las relaciones sociales. A mí, lo que más me impacta es que se tolere las violaciones de los derechos; porque una de las conquistas de los países del sur de los últimos años es un fuerte apego al sistema de derechos. O sea, a través de los extractivismos se tolera que se invada una comunidad o se lleve preso a algún dirigente o que nunca se investiguen asesinatos de líderes. 
En nombre del “bien mayor” que es el la lucha contra la pobreza… En nombre de que necesitas la plata del extractivismo para combatir la pobreza. Eso la gente lo está comenzado a tolerar y eso me genera alarma.
¿Por qué es tan parecido todo esto en América Latina? Se aplica de manera distinta, los estilos son diferentes, pero el caroso –como decimos los uruguayos- es el mismo. Y eso es por la adhesión a ideas convencionales del desarrollo que tiene que ver con esto de la cultura. Nosotros en el fondo tenemos una idea de desarrollo occidental; queremos el auto propio, el televisor de plasma y así sucesivamente y eso ha permeado todos los sectores; un bienestar material, el consumismo. Entonces, los gobiernos progresistas han generado una gran adhesión social basados en varias patas: una es el consumo popular, en todos los países con gobiernos progresistas se ha disparado el consumo popular; han aumentado la inauguración de centros comerciales y el acceso a bienes de consumo electrónicos y de vehículos. El otro soporte es que a los sectores más desvalidos, más empobrecidos y marginados les doy un bono mensual, que es muy fuerte en Bolivia, Ecuador y en alguna medida en Brasil. Y la tercera pata es una retórica de nuevo tipo, que hace apelaciones a lo nacional, a lo popular; es una retórica que tomó prestadas ideas y conceptos de la izquierda tradicional latinoamericana, pero las ponen en un contexto desarrollista convencional que era muy ajeno a las discusiones de esa misma izquierda veinte años atrás. Ese trípode más o menos funciona porque el consumo popular da el sustento que tienen estos gobiernos, sobre todo con las clases medias; también dan esa legitimidad los programas de reducción de la pobreza y sirve para la propaganda.
¿Son gobiernos posneoliberales o qué son los gobiernos progresistas? Hay que ser cuidadosos con las palabras. No creo que los gobiernos progresistas sean conservadores o neoliberales; todos son posneoliberales, hasta el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos, pero lo posneoliberal no describe muchas cosas de la situación actual. Los gobiernos progresistas no son gobiernos de la izquierda que se pensaba a fines de los noventa y a principios del año dos mil. Los gobiernos progresistas son un nuevo bicho político, que es el progresismo y en el cual un factor predominantes para configurarlo es el desarrollismo convencional (porque la izquierda quería salir del desarrollismo convencional, quería hacer otro modelo de desarrollo, luego podemos discutir si es bueno o malo) que sigue exportando materias primas, como en el siglo diecinueve, y se lo festeja; estos gobiernos no han logrado instalar programas efectivos de industrialización –en la administración del PT, Brasil se ha desindustrializado-somos más extractivistas que antes, tenemos democracias –no hay dictaduras- pero son muy recortadas por el híperpresidencialismo y el énfasis electoralista donde hay una negociación entre tener democracia electoral y aceptar recortar algunos derechos de las minorías. Entonces, este es un animal político nuevo que no tiene semejanzas con los anteriores y es muy distinto de lo que pasa con otros países del globo y despierta algún grado de adhesión porque mucha de esta gente es simpática, Mujica es simpático, Evo Morales tiene esa imagen de dirigente indígena, Chávez tenía su carisma; claro, si yo comparo a estos presidentes sudamericanos con los presidentes conservadores que hay en Europa la situación acá es mucho mejor; eso explica la admiración que hay por allá al experimento  este progresista sudamericano; pero para el ciudadano de a pie que vive los regímenes progresistas lo cambios no se resolvieron ahora, hay una lista enorme de problemas que hay que atender, y estos gobiernos insisten en que ellos son la última alternativa, el fin de la historia, y cualquier otra alternativa es de derecha. 

¿El eje está ahí, en el progresismo versus izquierda?
 Creo que el eje de cambio radical, y por eso se ha desatado un debate, es en las discusiones alrededor de la idea genérica del Buen Vivir. Esta idea implica salir del debate repetido de los últimos setenta años de las variedades del desarrollo; te saca de la discusión sobre el desarrollo. Y me permite iniciar una discusión, para ir más allá de las ideas convencionales de desarrollo y permite hacer algo que es indispensable para la situación latinoamericana que es recuperar el diálogo y con respeto, con saberes de pueblos indígenas. No me gusta, no comparto y a veces me entristece esta manía de muchos intelectuales latinoamericanos de tener que seguir solo reflexionando y pensando con la política europea y con autores en inglés o en francés; hagamos un poquito más de política con quienes están acá al lado nuestro, aprendamos un poco más de ellos. Y ellos, como en parte está fuera del desarrollo, son fundamentales para pensar órdenes alternativos a las ideas convencionales de desarrollo. Ahí está la novedad. Y eso explica que en el gobierno de Evo Morales y de Rafael Correa haya una batalla por capturar la idea del Buen Vivir y reformatearla para hacerla afín a una lógica desarrollista convencional., que en el caso ecuatoriano se llama Socialismo del Buen Vivir y en el Boliviano se llama Buen Vivir como Producto del Desarrollo Integral. Es tratar de capturar eso que tiene unos enormes poderes de ruptura profunda y de alternativa.
¿Hay alternativa al extractivismo, al desarrollismo? La idea básica de la alternativa al extractivismo es que se pueden tener exportaciones mineras y petroleras para necesidades regionales y nacionales, pero no para nutrir el consumo de países industrializados o de China. Luego, tengo que reducir el papel de esos sectores extractivos y como complemento tengo que aumentar el papel productivo de los sectores agropecuarios. Eso requiere desarmar los subsidios y transferencias, muchas de ellas ocultas, que hacen los gobiernos a los sectores extractivos o vinculados al extractivismo y comenzar a usar ese dinero, que sí hay, para promover estas alternativas productivas. Necesitamos ordenamientos territoriales efectivos y una integración regional en serio. Hay varias alternativas que se discuten en diversos países, por distintos sectores, de cómo generar estos procesos de cambio para salir de la dependencia de minería, petróleo y monocultivos. 

¿Y por dónde van las resistencias desde lo político? Creo que lo están comenzando a pensar poco a poco. Hay una discusión florida y potente en Perú en torno a los caminos alternativos al extractivismo. Ha comenzado bajo un ambiente hostil, pero ha comenzado en Bolivia, porque se ha visto que extractivismo de empresas estatales o un cooperativismo capitalista popular sigue siendo contaminante. Y todo eso implica un debate político, pero este tiene dos particularidades:estas alternativas son postcapitalistas y postsocialistas a la vez, eso no lo entiende todo el espectro del progresismo de izquierda, porque para muchos de ellos el final de la utopía está en una empresa estatal extractivista, aunque esa empresa después reproduzca las lógicas perversas.  Y el otro componente es que también es una tarea cultural, por estas bases de la cultura de que tenemos profundamente arraigada de que hay que explotar la naturaleza y hay que aprovechar la bolsa de oro sobre la que estamos sentados y de que queremos ser consumistas... Esto no se soluciona con un recambio de partidos políticos; implica transformaciones profundas en la cultura. Hay resistencias al extractivismo y una parte de éstas es para conseguir una mejor participación en el propio extractivismo; es un tipo de resistencia que entiendo y valoro porque hay comunidades pobres que necesitan ser compensadas; pero me refiero a algo más profundo y esto es que no se soluciona sólo en compensaciones económicas sino que está en cambiar la estructura, la lógica y las sensibilidades que sostienen el desarrollo extractivista.
Eduardo Gudynas Montevideo, 1960. Secretario Ejecutivo del Centro Latino Americano de Ecología Social, CLAES. MSc en Ecología Social. Su área de trabajo apunta a las estrategias en desarrollo sostenible en América Latina, con especial énfasis en la conservación de la naturaleza, la situación de las áreas rurales, y los límites y posibilidades que ofrecen la integración regional y la globalización para alcanzar la sustentabilidad. 
Fuente original: http://www.planv.com.ec/historias/entrevistas/gobiernos-progresistas-son-otro-tipo-bicho-politico

Es revisar cómo los gobiernos progresistas han usado el Estado para restablecer al sistema de negocios de las corporaciones locales e imperialistas. Ante todo bloquearon la organización popular gracias a recoger algunas de sus demandas más sentidas y hacerlas suyas pero adaptándolas, previamente, al orden capitalista sin que los de abajo se percatasen por su subsunción en él. Hoy
"la relevante propuesta de Alvaro García Linera intenta reactivar una nueva fe sobre lo estatal".
Tensión neoliberal y territorialización del poder:
Un diálogo crítico con Álvaro García Linera
9 de septiembre de 2015

Por Emiliano Terán Mantovani (Rebelión)
Presenciamos en la actualidad a escala planetaria, una agudización sin precedentes de las históricas contradicciones sociales y ecológicas del desarrollo capitalista mundial: peligros de una escalada bélica internacional, en sus diferentes modalidades [1]; dramáticas tensiones migratorias[2]; crecientes desajustes en el orden de los ciclos climáticos [3]; ralentización del gran salvador de la economía mundial desde 2008, China, y tendencia a la deflación global [4]; desbordamiento progresivo de las precarias “democracias” contemporáneas y conexión cada vez más fuerte entre la política formal y bandas criminales, narcotráfico, grupos extremistas, entre otros –con mayor énfasis en periferias o el Sur Global– [5]; desgarramiento de los tejidos sociales y reconfiguraciones de los límites del pacto social; entre otras.
Cuando el pastel de la riqueza se hace cada vez más pequeño y los apetitos crecen, las ilusiones de progreso se van vaciando, la acumulación capitalista se vuelve aún más salvaje. El neoliberalismo ―como modo de acumulación propio del capitalismo globalizado― se potencia, se reacomoda, busca ocupar espacios y ámbitos que se resisten a su lógica, y así expandir aún más el despojo y la mercantilización de todo. No importa en qué parte del mundo usted se encuentre, no importa si el gobierno de su país es considerado o no “progresista”, esta tensión neoliberal está presente, en diversos grados y formas, en cada proceso de acumulación formal o informal de capital en la actualidad.
Pregunta de orden estratégico: ¿quiénes, en este momento en América Latina, son las fuerzas antagónicas capaces de detener el avance de la acumulación por desposesión? ¿Qué actores o sectores sociales y políticos pueden aún encarnar hoy una alternativa, no sólo a este neoliberalismo mutante  [6]  que ha coexistido versátilmente entre nosotros, sino al propio orden capitalista?
Años atrás, parecía evidente que esta alternativa, entendida como “posneoliberal” [7], estaba centrada principalmente en los gobiernos progresistas de la región, y en los líderes que los han guiado. Ya estos gobiernos no serían fundamentalmente dominación, sino representación no sólo de los intereses populares, sino también de la construcción de la vía hacia modelos que podrían estar en un futuro, más allá del capitalismo y la dependencia. A estas alturas, sostener esta idea es más que problemático.
Desde varios meses atrás, venimos presenciando una aceleración de la deriva regresiva en la región, incluyendo claro está a todos los llamados gobiernos progresistas. Cuando baja la marea de las rentas obtenidas por los commodities –un nuevo tiempo de vacas flacas–, todo parece más árido, más tosco, se ve con más claridad la topografía excluyente e insostenible de los modelos extractivistas.
Sumadas a las políticas más conservadoras de la región, que tienen a los gobiernos de México, Colombia y Chile entre sus principales exponentes, resaltan las más claras definiciones a favor del ajuste ortodoxo y flexibilización (Agenda Brasil) en las políticas económicas del gobierno de Dilma Rousseff; en Argentina, se han impulsado reformas como la de la ley de hidrocarburos (oct. 2014), que propone una flexibilización favorable a las compañías petroleras transnacionales –con una de las regalías más bajas de la región [8]– para facilitar la extracción de no convencionales; y el nuevo Código Civil y Comercial (ago. 2015), en el cual se produce la pérdida del acceso público a todos los ríos del país –siendo para Viale y Svampa “la mayor privatización de tierras de la historia de nuestro país (…) en manos de la especulación inmobiliaria [9]; sin dejar de tomar en cuenta la proyección aún más a la derecha en los horizontes de la política oficial argentina, dadas las candidaturas favoritas para las próximas elecciones presidenciales a fines de octubre de este año.
En Ecuador, además de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con la Unión Europea (dic. 2014, aún no en vigor), resalta desde 2014 la más agresiva política de endeudamiento de todo el gobierno de Correa –casi 10.000 millones US$, de los 18.000 millones que se han adquirido desde el inicio de su mandato [10]–; el desconocimiento y la omisión de obligación de pago de casi 3.000 millones US$ con el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) –afectando el futuro de las jubilaciones [11]–; o la apertura a la participación privada en la prestación de gestiones públicas, a partir del proyecto de Alianzas Público-privadas (APP) [12]; en el marco general de una creciente conflictividad política interna.
En Uruguay, sobresale el ingreso en febrero de 2015 (de muy bajo perfil) del Acuerdo sobre el Comercio Internacional de Servicios (TISA) –que el Frente Amplio ha repudiado recientemente [13]–, un acuerdo impulsado por los EEUU y la UE, que supone un TLC con varios países, donde se propone la privatización de prácticamente todos los servicios públicos [14].
En Bolivia, se ha abierto el camino a transnacionales para nuevas exploraciones petroleras en áreas protegidas (Decreto 2366, mayo de 2015) [15], en el marco de progresivas flexibilizaciones en los términos de negocios con las mismas, donde destaca el reciente anuncio del gobierno boliviano (ago. 2015) de "incentivos a la exploración" para las petroleras, que implica un enorme subsidio de US$ 3.556 millones para elevar sus ingresos en 64% en los próximos diez años [16]; también destaca el avance de proyectos de legislación para una agresiva ampliación de la frontera agroindustrial –apuntando al "modelo cruceño de desarrollo", Agenda Patriótica 2025 [17]–. Todo esto, se desarrolla en un momento político en el cual, el gobierno de Evo Morales ha declarado “irregulares” a 38 ONG, entre ellas al CEDIB [18].
Y en Venezuela, ante la crisis del modelo rentista petrolero, y en el marco de una progresiva transformación en las políticas del gobierno nacional, destacan, por un lado, el decreto 1425 de "Ley de Regionalización Integral" (nov. 2014), que plantea la figura de las “Zonas económicas especiales” (ZEE) –tomadas del modelo chino–, las cuales representan una liberalización integral de regiones geográficas del país, para derribar obstáculos al capital (IED) y así “afianzar el desarrollo y enfrentar la pobreza estructural” [19] –la Faja Petrolífera del Orinoco fue declarada como una de las ZEE del país [20] y sería una "vitrina de la Venezuela que se quiere construir" [21]–; y por otro lado, el impulso de la “Operación para la Liberación del Pueblo” (OLP), que implica intervenciones de choque directas de los cuerpos de seguridad del Estado en diferentes territorios del país (rurales, urbanos, barrios periféricos), para "combatir el hampa" –al estilo de las operaciones en las favelas brasileñas–, lo cual tiene, y tendrá, bajo este enfoque, serias implicaciones sociales y políticas [22]. Se tratan en ambos casos, y es fundamental decirlo, de territorializaciones de ajuste.
Pensar estratégicamente: preguntas para un tiempo de mutaciones
La recurrente idea del ataque exterior, encarnada por el imperialismo estadounidense, en articulación con las derechas tradicionales de los respectivos países, a pesar de tener asidero, pues representa actores importantes que ejercen presión en el avance de esta deriva regresiva en la región, ha servido a algunos para querer explicarlo todo con ella. Pero como lo ha propuesto recientemente el propio François Houtart, “La teoría del complot tiene el peligro de velar las causas profundas del proceso [23]. Nos preguntamos: para convertir la dirección de un Estado en un gobierno de derecha, ¿hace falta cambiar los actuales gobernantes, o también se puede ir configurando su mutación desde adentro (sin “cambio de gobierno”)?
¿Es única y obligatoriamente el ajuste, el horizonte próximo de todos los gobiernos de la región? ¿Podrían los gobiernos progresistas tomar una serie de medidas que en teoría habían combatido en sus inicios?
Si el consumo se ha convertido en el principal factor de consenso político nacional –primordialmente en las ciudades–, lo cual permite amortiguar el impacto de ciertas políticas de ajuste, ¿hasta cuándo y con qué alcance se podría mantener esta modalidad?
También: los trabajadores y trabajadoras de la región, campesinos y pueblos indígenas, ¿prefieren el consenso de Beijing al consenso de Washington? Y de nuevo: ¿quiénes detienen las “restauraciones conservadoras”, o bien las reformulaciones neoconservadoras? En cada vez más ámbitos, los pueblos van contando sólo consigo mismos para defender sus reivindicaciones y territorios.
Ante este cambio de época en marcha en América Latina, e incluso ante la reciente y dramática capitulación de Syriza en Grecia, o la vacilante propuesta de Podemos en España, parece conveniente y profundamente estratégico, preguntarnos qué hemos aprendido como pueblos de estos procesos; insistir en un debate vital en torno a la forma Estado, y nuestra relación con ésta. ¿Pueden los desencantos recientes potenciar no sólo rabias coyunturales, sino nuevas disposiciones y cosmovisiones sobre la producción de lo político?
También parece conveniente insistir en que, ante la agudización de las contradicciones sistémicas mencionadas al principio, y de las manifestaciones de la crisis civilizatoria, podríamos estar ante escenarios en los cuales se estén configurando radicales modificaciones de las estructuras de poder tal y como las conocemos, de las formas de la soberanía, de las modalidades de control territorial –¿apuntamos hacia nuevas feudalizaciones del poder? [24]–. Si esto fuese así, los debates sobre el Estado se complejizan aún más, toman nuevos matices, aparecen nuevos elementos.
Fenomenología del Estado y territorialización del poder: un diálogo crítico con Álvaro García Linera
Como hemos propuesto, la discusión sobre el Estado, y la idea de la autonomía desde abajo ante el mismo, es profundamente estratégica ante los tiempos actuales. Podemos afirmar que existe en la región toda una línea teórico-política que insiste en la centralidad del Estado como alternativa de transformación social, en la cual el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera (AGL), aparece como uno de sus principales exponentes. La relevante propuesta de AGL intenta reactivar una nueva fe sobre lo estatal.
Para AGL, el debate «Autonomía o Estado» es un falso debate [25]. Nosotros en cambio, planteamos que la fusión (sic) que propone el autor, de integración de las luchas desde abajo con el Estado, es inconveniente; que una lucha popular de múltiples escalas, no supone necesariamente la integración de sus objetivos, formas y acciones con los de la máquina-Estado, que son claramente diferentes. En este sentido, mantener esta diferenciación es estratégico en la agenda política de las luchas desde abajo, sin que en ningún sentido se lleve adelante una política de aislamiento o una propuesta maniquea. Se trata de pensar, antes que en un «Estado Integral», en un horizonte de territorialización del poder.
a) El Estado omnipresente y la subsunción de lo común en lo público en AGL
A partir de lo que AGL llama el principio de incompletitud histórica –propuesto desde el Teorema de Gödel–, el autor propone que la tradición de la dominación [26] del Estado no es ahistórica, que tiene grietas, y que la gente tiene la posibilidad de trascenderla. Siendo esto cierto, la necesaria pregunta subsiguiente es: ¿cuáles son los límites de esta posibilidad de transformar al Estado?
Y también: aunque es importante definir al Estado como un “campo de lucha”, como una construcción política en permanente movimiento, o una estructura de relaciones maleables, no es la contradicción en sí, el elemento que lo define. Algo debe darle forma, sentido. Y su especificidad histórica, su sentido de existencia es ser una maquinaria de dominación y conducción política, tomando el propio concepto de AGL [27].
Esta modalidad monopólica, centralizadora y abstractalizante de poder, esta forma política de hacer que es el Estado, en AGL es al mismo tiempo materia e idea, es también creencia colectiva [28], lo que permite evidenciar, de manera muy útil, la forma fenomenológica del Estado. Sin embargo, hay una especie de omnipresencia e irresistibilidad que otorga el autor al Estado-idea colectiva: si éste es, por tanto, “las estructuras mentales, los esquemas simbólicos, los sistemas de interpretación del mundo que hacen que cada individuo sea uno con capacidad de operar y desenvolverse en ese mundo”; si las luchas populares, los saberes colectivos, los esquemas de organización del mundo, y las propias identidades sociales no están al margen del Estado, sino que éste los contiene; si éste es “la subalternidad misma en estado institucional y simbólico (…) es la comunidad social, los logros comunes, los bienes colectivos conquistados, aunque bajo una forma fetichizada”; si la “sociedad real (…) ha construido la estatalidad con sus logros y sus desdichas [29], parece pues, que el afuera del Estado es un desierto.
Estado no es igual a sociedad. No toda producción molecular de lo político es Estado, o tributa a su constitución, aunque coexista o se articule con él, aunque sufra su dominación. Seguramente la constitución popular de lo político está profundamente permeada por el Estado, pero éste no la configura de manera completa. Las exterioridades del Estado son múltiples, en el espacio, en las creencias, en los cuerpos, aunque puedan ser momentáneas y contingentes.
La rebelión no sólo proviene desde la propia experiencia de estatalidad [30] de los sujetos, sino al mismo tiempo de procesos productivos propios y territorializados que están también más allá del Estado. AGL parece incluir todas las contradicciones socio-políticas en el seno estatal.
Es necesario entonces otro tipo de fenomenología del Estado. Una que reconozca las diversas y múltiples formas de producción de lo político que se encuentra en las afueras de éste, las otras formas de hacer que se distinguen de él; que dé cuenta cómo sus objetivos, formas y acciones difieren de la forma de la estatalidad. La clave del cercamiento fenomenológico que propone AGL, y que al mismo tiempo traba el desbordamiento popular de las fronteras estatales, está en la subsunción que hace el autor de lo común en lo público. Dice AGL:
El Estado sólo puede producirse en la historia contemporánea si produce (como fruto de las luchas y de las relaciones sociales) bienes comunes, recursos pertenecientes a toda la sociedad, como la legalidad, la educación, la protección, la historia cívica, los aportes económicos para el cuidado de los demás, etc.; pero este común únicamente puede realizarse si al mismo tiempo de producirse, también se inicia el proceso de su monopolización, su concentración y su administración por unos pocos que, al realizar esa monopolización, consagran la existencia misma de los bienes comunes  [31].
En realidad el Estado sólo produce bienes públicos, no bienes comunes. El ámbito de lo público ha aparecido tradicionalmente en el imaginario político moderno/occidental como el ámbito por excelencia donde se manifiesta y organiza lo popular. Sin embargo, la forma de lo público se reproduce a través de la representación política trascendental del Estado, lo que supone una gestión monopólica y corporativa del poder territorial. Los bienes comunes, como materialidad de la vida, al ser un don de la misma otorgada a todos, preexiste a la apropiación y monopolización que ejerce el Estado, a diferencia de lo planteado por AGL –“los bienes comunes son creados (…) pero sólo existen si son a la vez monopolizados”, dice el autor [32]–. Las múltiples formas de lo común se basan en otra valoración de la Vida (si se quiere, de la naturaleza), en otras formas de gestionar los territorios (ecosistemas), en la acción colectiva dirigida a reproducir la vida inmediata –aunque puedan ser frágiles, discontinuas, inestables–, que en cambio son constitutivas de la dinámica social [33].
La distinción no es arbitraria ni insignificante. Es en el modo de gestión de los territorios, de la reproducción de la vida, en la forma de su horizonte vital, donde se produce este importante deslinde. No hacemos referencia a una comunalidad inmaculada, a un tipo de pureza, o de formas ideales libres de contradicciones. No hablamos de sujetos impecablemente cooperantes, sino pueblos rurales, semi-rurales y urbanos que apelan persistentemente a gestiones colectivas para posibilitar, en primera instancia, el curso de su vida.
Lo que es también importante recalcar, es como la representatividad estatal –siempre fluctuante, y en diversos grados dominante y represiva– impide, en el corto o en el largo plazo, la gestión directa de lo común. Los bienes públicos (como la educación, la vivienda, la salud, etc.) son usufructuados socialmente por la vía de una intermediación, y en numerosas ocasiones, se viven sólo como idea, suspendidos en la promesa de un futuro desarrollo, o una futura mejor gestión. Nuevas posibilidades y horizontes de lo político en la región, pasan por recuperar la centralidad de esta dimensión territorial inmanente de lo común. Producir con el trabajo colectivo y la riqueza inmediata, desde abajo, el experimento político que en algún momento del ciclo progresista quedó abortado.
b) Extractivismo y la entelequia del «Estado Integral»
Como ya es sabido, AGL plantea que el extractivismo es una fase temporal para generar condiciones para alcanzar una "futura fase social" [34], y en numerosas ocasiones ha propuesto que los críticos del extractivismo le hacen el juego al imperialismo, como lo ha expresado sobre ONGs como CEDIB (Bolivia) en su reciente carta Sobre el papel de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) en Bolivia y su financiamiento. Ya en otros espacios hemos intentado replicar esta idea de que para salir del extractivismo hace falta más extractivismo , y hemos señalado el peligroso camino de la satanización de la crítica.
Pero esta prometida fase temporal del extractivismo se sostiene sobre la idea –que suele ser recurrente– de que, ahora sí, hemos alcanzado un escalafón histórico de las luchas políticas, lo cual se traducirá en una alianza progresiva entre el Estado y el pueblo, que construirá el camino para deshacer al extractivismo. Esta alianza es lo que AGL ha llamado el «Estado Integral» [35].
Para AGL, a partir de la experiencia boliviana, en este Estado Integral se produce “la presencia directa de representantes de los sectores sociales movilizados en distintos niveles del aparato estatal”, y añade también “la presencia directa de las organizaciones sociales en la definición de las principales políticas públicas [36]. El Estado en AGL es una trama cotidiana en la cual gobernantes y gobernados, con distintos niveles de influencia, intervienen en torno a la definición de lo colectivo [37]. De ahí que el autor afirme que “Socialismo es entonces un largo proceso de transición en el que estado revolucionario y Movimientos Sociales se fusionan para que día a día se democraticen nuevas decisiones; para que día a día más actividades económicas entren a la lógica comunitaria en vez de la lógica del lucro [38].
Conviene insistir en lo siguiente: el «extractivismo» es una modalidad de acumulación capitalista que centraliza tanto el poder como la soberanía sobre el territorio; esto es, estructura un tipo de soberanía (nacional-estatal) que mercantiliza y monopoliza la decisión sobre los llamados “recursos naturales”.
Esta racionalidad, esta forma política de hacer particular, esta modalidad de dominación transnacionalizada y corporativa, que se superpone y evita que la gente realice una gestión directa de los bienes comunes, está dotada de sentido por los procesos de acumulación de capital a escala global, por la División Internacional del Trabajo y la Naturaleza.
La entelequia del «Estado integral» intenta fusionar modos de hacer, de producir de lo político, que se contraponen. Por medio de la coacción y la “manufactura de consensos” (de diversas maneras), éste evita o pone límites a la ocupación, recuperación y reapropiación de lo común (sea en espacios urbanos, tierras agrícolas, áreas de reserva natural, etc), en nombre de la protección de la propiedad privada, de la “soberanía nacional” y del mantenimiento del orden y la estabilidad. El Estado pues, no reconoce otra soberanía que no sea la nacional-estatal –no es casual que, por ejemplo, casi ninguna de las consultas previas en América Latina respecto a proyectos extractivos o desarrollistas sea reconocida por los poderes constituidos [39]–. Adicionalmente, en contextos de aguda crisis como las actuales, el Estado tiende a profundizar mecanismos políticos de acumulación por desposesión como medidas de ajuste, por lo que su conflicto con lo común se intensifica.
Pero sobre todo, es importante insistir en cómo, en las esferas más altas del Estado, donde se concentran las decisiones sobre los bienes comunes para la vida ―los llamados “recursos naturales”―, sobre las Fuerzas Armadas nacionales, las grandes finanzas, se evidencia con más claridad y crudeza la estructura jerarquizada, la modalidad corporativa transnacionalizada que posee la gestión de lo público (extracción de naturaleza, infraestructuras urbanas, adquisición de tecnología militar, financiamiento externo, etc.), lo radicalmente excluyente que es respecto a lo común, y lo complejo de delegar estas gestiones a unos cuantos representantes y voceros de movimientos sociales, para replicar los modelos de concentración de poder y manejo centralizado de la riqueza colectiva. Bajo este modelo, estos ámbitos son prácticamente intocables para las bases populares, por lo cual reformas progresistas sobre igualdad de género, aborto, derecho a la ciudad, figuras de participación política formal, entre otras, se convierten en reformas cosméticas sino se produce un proceso social de re-apropiación territorial.
c) Alternativas, correlación de fuerzas y territorialización del poder: la centralidad de las luchas desde abajo
Aunque se puedan producir las condiciones ―que siempre serán temporales― para llevar adelante una gestión política articulada de las formas de lo público, entre el Estado y una masa crítica popular contrahegemónica organizada ―siempre en diferentes grados―; aunque se resalte la importancia de trastocar y transfigurar la forma Estado “desde adentro” de la maquinaria; lo que consideramos fundamental es quitarle centralidad política a la idea de que hay que, en primera instancia, ocupar el Estado.
En la medida en la que un movimiento político desde abajo, efervescente, numeroso, potente, otorga centralidad en su lucha a la toma de la esfera estatal, se introduce en un campo asimétrico en el que puede, paradójicamente, ocupar al Estado, mientras que el Estado, lo ocupa a él. Si el Estado es también una relación social (dominante), entonces en sus formas se producen tipos de subjetividades, corporalidades, territorialidades, redes moleculares de poder, las cuales son finalmente funcionales a la reproducción del capital. Se genera pues, algo que pudiésemos llamar unadominación productiva, a partir de sus estructuras de relacionamiento y sus formas de racionalidad.
El reconocimiento del Estado como máquina de dominación, no supone un desentendimiento o abandono del mismo, del campo de lo público, cuando se trata de pensar horizontes anti y post extractivistas, rentistas y capitalistas. No sólo porque el Estado no va a desaparecer de la noche a la mañana, sino también porque su función en la escala del sistema interestatal mundial y la División Internacional del Trabajo y la Naturaleza, puede variar políticamente, es relativamente maleable, dependiendo de diversas luchas domésticas. Es decir, no solo se configura un duopolio cooperativo entre Estado y Mercado, sino que se pueden desarrollar diferentes niveles de contradicción entre ellos, que podrían ser más o menos favorables a procesos de luchas locales, lo cual puede ser aún más vital y relevante en los débiles Estados-nación periféricos. Se trata de la contradicción planteada por David Harvey entre la lógica del capital y la lógica territorial [40].
Pero lo fundamental, con miras a abrir o mantener las posibilidades de reproducción de una política popular de lo común –resistencia y constitución–, es el estado de la correlación de fuerzas en un espacio-tiempo específico, la síntesis que se produce en el completo campo de la política (que puede ser en un país, pero no únicamente), y que está determinada por las fuerzas y probabilidades de cumplir sus objetivos, por parte de los actores que disputan en dicho campo –para lo que nos compete, las subjetividades contrahegemónicas–. A esto lo podemos llamar la composición política.
Esta composición política pues, está fundamentalmente determinada por las luchas desde abajo. Todo proceso contrahegemónico de horizonte social emancipatorio, se mueve y produce a partir de la lucha popular ―es su factor constituyente y originario―, la cual puede generar una recomposición que mejore las condiciones de disputa, la gestión común de la vida y las posibilidades de transformación social. Esto aplica en particular para el Estado, que posee “internamente” su propia composición política que lo define, y que puede ser reformulada para que  ejerza un rol más favorable al proceso reproductivo de lo común.
Es la lucha popular territorial el punto de partida, llevada adelante para reproducir la vida, sin que esto implique, de ninguna manera, el abandono de ámbitos más amplios de disputa política, de escalas municipales, biorregionales, nacionales, continentales o incluso globales. Se trata de la configuración y el ejercicio de otras soberanías, de posibilidades para la autonomía material de pobladores y pobladoras, de producción de narrativas propias, que en primera instancia no admitan límites exteriores y anteriores a su propio despliegue y decisión –como lo ha propuesto Raquel Gutiérrez Aguilar [41]–, y que no detienen su movimiento territorial para esperar una supuesta “resolución histórica” de la contradicción Estado/movimientos sociales, orientada a la conformación de un imaginado «Estado integral».
La territorialización del poder se alimenta de esos otros códigos y formas de hacer contrahegemónicos, de las cotidianas deserciones que producen los pueblos desde abajo, presentes en movilizaciones de diversos tipos, como la de los pueblos indígenas bolivianos o las expresiones cooperativas del chavismo popular urbano. Lo importante es pues, mantener el deslinde vital entre lo público y lo común, entre lo que se instituye y lo constituyente.
Si las luchas masivas tienden inevitablemente a declinar, a agotarse, después de una ola ascendente y efervescente, y con ello, la composición política se hace más adversa a la producción y reapropiación de lo común, y el Estado se hace más reaccionario y conservador, la única alternativa ante esto es procurar el florecimiento territorial de lo común, de la comunalidad –vista como estabilización de lo común–, que permita que los procesos de lucha social, la configuración de alternativas y transformaciones, se hagan más orgánicas.
Si el Estado es también una creencia colectiva, es fundamental construir nuevos sentidos comunes, nuevas creencias sociales que busquen desplazar a la conciencia colectiva de su inevitabilidad, al fetiche del Estado, a su capacidad de abstractalizar el poder, a su esencia trascendente, para en cambio territorializar la posibilidad emancipatoria.

Es examinar cómo el Estado bajo gestión progresista se acerca a la neoliberal para perfeccionar la seguridad jurídica de las transnacionales y sus socios locales en el extractivismo.

Raúl Zibechi: "En Ecuador hay un régimen muy autoritario,

que quiere un ’Estado Total’ para controlar fuertemente a la población".

1 de septiembre de 2015

 

El viernes 21 de agosto, en el programa de la Red Nacional de Medios Alternativos “Enredando las mañanas”, Raúl Zibechi nos compartió su análisis de lo que está aconteciendo en Ecuador, Brasil y Grecia. El papel de los movimientos populares, las izquierdas, la derecha y los límites de la construcción en la institucionalidad. 
Por RNMA
Bienvenido Raúl, querríamos tener tu perspectiva, siempre crítica, sobre lo que está sucediendo en Ecuador primeramente.
En Ecuador hay un levantamiento indígena apoyado por los sindicatos. El levantamiento indígena comenzó el 2 de agosto con marchas desde el Sur, y luego desde el norte, que confluyeron en Quito el día 13. Ese día los sindicatos realizaron un paro de actividades. Se realizó una gran marcha que reunió entre 80 y 100 mil personas, la más grande que se hizo bajo el régimen de Correa, con algunas demandas que son importantes destacar para que se vea el tipo de conflicto que hay.
Una demanda fundamental gira en torno al extractivismo y a la ley de aguas que no fue consensuada con el movimiento indígena; la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) proponía un consejo plurinacional, para que conjuntamente con el Estado, los pueblos indígenas gestionaran el agua en base a sus conocimientos tradicionales, de usos y costumbres que es como se regula el agua.
Una segunda demanda, no voy a mencionarlas todas, sino las principales, es la recuperación de la educación intercultural bilingüe, desde hace más de 30 años los indígenas tienen una fuerte presencia allí y más o menos han ido consiguiendo una injerencia fuerte y una cierta autonomía de la educación intercultural, hace un año el gobierno de Rafael Correa se los quitó completamente.
Una tercera demanda gira en torno al poner fin al decreto 16, que es un decreto que obliga a todas las organizaciones, aún a una pequeña organización barrial, a inscribirse en un registro (Registro Único de Organizaciones Sociales y Ciudadanas): un sistema de información que tiene en su poder el ejecutivo, que regula el funcionamiento de todas las organizaciones sociales.
Una cuarta demanda es quitar las 17 enmiendas a la constitución, una constitución recientemente aprobada, en 2008, que entre muchas otras cosas plantea: la utilización de las Fuerzas Armadas para el orden interno, modificar la legislación (actualmente los obreros estatales están bajo una jurisdicción que les permite sindicalizarse) para cambiar de jurisdicción a los obreros e impedir la sindicalización, y otra serie de cuestiones, por ejemplo permite la reelección indefinida del presidente. Estas enmiendas a la constitución se pretenden aprobar, no con plebiscitos que sería lo razonable, sino con una simple mayoría parlamentaria, el gobierno tiene mayoría absoluta en el parlamento.
Estas son algunas de las demandas principales a un régimen autoritario, muy enfrentado a los movimientos sociales, que reprimió muy duramente la movilización del día 13 de este mes y revela un régimen que quiere un Estado Total, un estado que controle todos los poros de la sociabilidad y por supuesto que controle fuertemente a la población.
¿Cuál te parece que es el lugar de las izquierdas en este contexto? ¿Qué accionar están teniendo? No los movimientos populares que están en la calle, sino la izquierda más tradicional.
En cada país hay que distinguir la situación. En el caso de Ecuador, la izquierda es muy débil política y electoralmente, en las últimas elecciones Alberto Acosta sacó un 2 ó 3 % de votos, Pachakutik tiene muy pocos votos y pocos representantes (Pachakutik es la organización político-electoral del movimiento indígena) También los movimientos populares tienen algunas dificultades de análisis de la realidad. Es una realidad muy compleja, el mismo día que se movilizó la CONAIE, la derecha también se movilizó apoyando a la CONAIE. O sea, ahí hay tres actores: un gobierno autoritario, una oposición de derecha que está creciendo y los movimientos sociales que buscan su propio lugar.
En este escenario complejo, no es fácil situarse. Las derechas han salido muy vapuleadas de los 8 años de gobierno correista; como en toda la región hay un desnorteo muy fuerte; las políticas sociales de los gobiernos han debilitado enormemente a los movimientos y han perdido pie en muchos territorios que antes controlaban. Entonces, esta es una situación bien compleja, nada fácil, no se puede leer en blanco y negro y realmente las izquierdas no son las únicas que tienen dificultades. Los movimientos tienen enormes dificultades para ubicarse en este escenario, tan cambiante, tan complejo y donde, además, estamos viviendo una fuerte ofensiva de la derecha internacional, los Estados Unidos, el capital financiero y otros.
Raúl, recién mencionabas la injerencia de la derecha, la injerencia del imperialismo y te pido que nos vayamos, por un ratito aunque sea, a Brasil donde están habiendo también masivas movilizaciones a favor y en contra del gobierno de Dilma Rousseff. También con el peso que sabemos que tiene Brasil en la región, una suerte de sub-imperialismo, lo que acontece ahí tiene consecuencias inmediatas en el resto de la región. ¿Cuál es tu perspectiva sobre lo que está pasando en el hermano país de Brasil?
En Brasil, a diferencia de Ecuador, donde el movimiento popular tiene un gran protagonismo y está marcando parte de la agenda, en Brasil la derecha está a la ofensiva, el gobierno de Dilma Rousseff tiene un 7 % de apoyo, el de Correa tiene un 40 % (es una situación bien distinta) y la mayoría absoluta de la población quiere la destitución ya de Dilma. La destitución de Dilma no va a suceder, me parece a mí, porque el gobierno y la oposición llegaron a un acuerdo para que el gobierno asuma algo que se llama “Agenda Brasil”, que es la agenda de la derecha. Han logrado convencer a esa derecha, y centro porque está también la base de apoyo parlamentaria del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). El PT está pulverizado, vota dividido en el parlamento, una buena parte de las veces vota con la oposición, hay 70 diputados y 40 que apoyan a Dilma, de 500; es una situación tremendamente compleja, el PT y el gobierno están desmoralizados, deslegitimados y no aciertan a encontrar su lugar; están asumiendo la agenda de  la derecha que preveía incluso la privatización de todo el sistema público de salud, el SUS (Sistema Unificado de Salud). Acá lo que hay es una suma de crisis política y económica, la crisis económica la gestó el propio PT, que llevó a integrar a los pobres y a los sectores (decenas de millones de personas) a través del consumo, las familias se endeudaron, ahora no pueden pagar las deudas porque subieron los intereses, hay falta de empleo, hay mayor desocupación. Hay un círculo vicioso de restricción del mercado interno y en ese escenario están asumiendo, el gobierno, la agenda de la derecha.
Capaz que ustedes como militantes, han leído a este estratega histórico de la China antigua, Sun Tzu, que decía que la mayor victoria que uno puede tener es derrotar al enemigo sin combate, porque de esa manera se hace con todos sus bienes. Aquí está pasando algo parecido, el PT se está rindiendo sin combatir; y se está rindiendo porque esta política que era la famosa política por la que disminuyeron la pobreza, sacaron 40 millones de personas de la pobreza, no fue una sacada de la pobreza con cambios estructurales, ni con una disminución de la desigualdad. Sino un cambio de la pobreza a través del consumo. Eso tiene patas cortas porque el consumo en una sociedad capitalista tiene ciclos, hoy crece, mañana baja; me parece que ahí el PT hizo una apuesta económico-política tremenda, aliándose con el empresariado y la banca, porque la banca es una de las grandes beneficiarias de esta coyuntura. El lucro y los patrimonios de los bancos, bajo el período de Fernando Enrique Cardoso creció un 10 % y bajo el período del PT creció un 14 %. Esto quiere decir que los bancos fueron grandes beneficiarios de esta política. En el último trimestre cuando cayó el empleo, cayó la industria, las ganancias de los bancos crecieron un 15 %, en tres meses. Y la mayoría son bancos privados. Quiere decir que el PT hizo una política que en última instancia favoreció al sistema financiero. Pasa que cuando uno se plantea no pelear contra la oligarquía y la derecha, estoy pensado en Evita, en aquel período incluso había un enfrentamiento con la oligarquía, en este momento hay un rendirse a la oligarquía para evitar tener un conflicto social y resolver el tema de la pobreza con ingresos suplementarios producto de las exportaciones, con precios muy altos de las commodities. Pero todo eso se terminó, ahora hay déficit comercial, porque los precios de las commodities cayeron a la mitad, petróleo, soja, mineral de hierro, etc. Y el ciclo se terminó y las familias están endeudadas. Una situación dramática.
Raúl, y en esta situación, en este escenario que estás describiendo que trascurre en Brasil se tiende a la polarización y a decir la derecha está desestabilizando (cosa que de hecho la derecha está intentando), pero cuál es el lugar de los sectores populares de izquierda, el Movimiento Pase Libre, y las otras organizaciones populares.
El Movimiento Pase Libre está muy debilitado, con crisis internas muy grandes; quien está en este momento más activo es el Movimiento Sin Tierra; estos días hubo movilizaciones en Brasil de movimientos populares, no en apoyo al gobierno, sino en contra de la destitución de Dilma, pero también con críticas al gobierno, porque un gobierno que tiene el 7 % de apoyo, incluso la base social de los Sin Tierra y del PT están en una posición crítica. Los movimientos empezaron a movilizarse, por lo menos hicieron una movilización importante y bueno veremos qué pasa los próximos meses. Yo creo que aquella posibilidad de que cayera Dilma, hoy no existe. Y eso es positivo, por un lado. Pero, por otro lado, coloca a los movimientos como aquellos actores que necesariamente son los que van a tener que dar respuesta a la crisis. Inhabilitados partidos como el PT, el movimiento sindical, por otro lado tiene sus más y sus menos…
La situación sigue siendo muy complicada, hemos hablado y ustedes también lo ha dicho, hay un cambio de ciclo en América latina muy evidente. Y ese cambio se está reflejando en estas crisis que estamos viviendo.
Una crisis que lamentablemente no es solo Latinoamericana, sino que también es global. Y a propósito de esta crisis global nos gustaría preguntarte también por la situación en Grecia. La reciente renuncia de Tsipras, luego de haber traicionado de algún modo, o de todos los modos posibles, al pueblo que había dado su veredicto con el referendum en la aplicación de un ajuste incluso peor en algunos aspectos que reclamaba la Troika y la posterior renuncia. ¿cómo lo ves?
El escenario es como el de Brasil o peor porque Tsipras llegó al gobierno con una expectativa, el partido se dividió, Syriza se dividió, se partió al medio, y estamos en una situación bien compleja. Probablemente el sector de izquierda de Syriza saque pocos votos, yo tiendo a pensar que va a volver a ganar Tsipras porque, eso de traición no es como lo siente la mayoría de los griegos. Una  minoría, no se bien de cuanto, 5 %, 8 %, que sería lo que yo creo que puede sacar este partido que se rompe de Syriza; la mayoría de los griegos lo ven como un tipo que hizo todo lo que pudo. Yo creo que esta palabra, “traición” no ayuda mucho a comprender las cosas y disculpen, porque si el tipo se iba del Euro, rompía con la Unión Europea (UE), tenía dos problemas graves: uno, un cauce económico terrible y el segundo, un probable golpe de estado porque los yankees no van a tolerar que un país como Grecia se vaya del Euro, de la UE, porque es el flanco sur de la OTAN. Entonces, siendo esto muy complejo, yo creo que la situación es muy buena para la banca internacional porque tenes un gobierno de izquierda que asume el programa de la derecha. En ese sentido, sí es una traición completa. Y en una situación en que el movimiento social, acá hay una lección para nosotros también, tanto en Grecia como en España apostó todo a lo electoral, a Podemos o a Syriza, generó una situación en la cual la movilización social, que fue la que dio origen a estos cambios, se vino abajo y en su lugar quedó un partido que no tiene fuerza en la sociedad, tiene fuerza electoral pero no fuerza política organizada y termina siendo rehén de las peores políticas. Yo creo que la situación, tanto en Grecia como en Brasil, tiene eso en común un partido supuestamente de izquierda que termina haciendo el programa de la derecha. Eso implica, para los sectores populares organizados, a mi modo de ver, una enorme desmoralización.
Una desmoralización de la cual ojala podamos sacar alguna enseñanza, porque lo cierto es que también había mucha expectativa alrededor de lo que estaba sucediendo con Syriza. Se lo ponía como una suerte de ejemplo nivel mundial de una coalición en la cual una serie de organizaciones y partidos dejan de lado sus diferencias y se meten en la disputa electoral y lamentablemente el final que ha tenido todo esto nos deja no solamente desmoralizados, sino también con la posibilidad de extraer enseñanzas para los movimientos sociales y populares.
Oajalá podamos porque necesitamos aprender de toda esta situación, de cómo una gran fuerza social que es capaz de derribar un gobierno en un momento, en poco tiempo se desarma.
Hace más o menos un mes entrevistamos a Theodoros Karyotis, periodista griego, y nos decía que esto que nosotros titulamos “el derrumbe de una ilusión” dejaba claro el límite de la construcción de poder popular en el marco de la institucionalidad. Lo que planteaba es que los movimientos populares tienen que construir desde abajo y a la izquierda y no dejar nunca todas sus posibilidades libradas al terreno electoral porque luego suceden cosas como las ocurridas con Syriza, que como bien vos decís, tampoco podía maniobrar mucho más…
Si, es complejo, cuando tenés que gobernar un país, ésa también es una lección que tenemos que aprender, ¿es posible gobernar un país de millones de personas como uno gobierna una asamblea de un barrio? Es una pregunta que para mí no tiene fácil respuesta, pero creo que está bueno plantearlo. Finalmente si gobernas un país a cambio de desarticular tu fuerza social, perdes lo único que te queda, sectores de la sociedad organizados que son los que en los hechos hacen los  cambios.
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La tenaza política y ecológica del cambio climático oprime a los pueblos indígenas

22 de septiembre de 2015

 

La problemática del cambio climático impone enormes problemas y riesgos para los pueblos indígenas sudamericanos. Esto ocurre a distintos niveles, desde los impactos locales por imponer extractivismos que generan los gases invernadero, a padecer los efectos en el cambio del clima, como pueden ser episodios de inundaciones o sequías. A su vez, las condiciones políticas cada vez más duras, con el regreso de la represión en algunos países o la intromisión gubernamental para dividir a las organizaciones indígenas. Son los dos brazos de una enorme tenaza, ecológica y política, que presiona sobre los pueblos indígenas.


El brazo ecológico: impactos ambientales vinculados al cambio climático

Las comunidades indígenas sufren una variedad de impactos ambientales directamente vinculados con el cambio climático. Desde el lado de las causas se deben atender dos procesos. Uno es la deforestación y los cambios en el uso de los suelos, como ocurre con el avance la agricultura o ganadería. Muchas veces esto pasa desapercibido, pero en países como Perú, Bolivia o Ecuador, es la principal fuente de gases que alimentan el cambio climático. A su vez, ese deterioro ambiental afecta los territorios y calidad de vida indígenas; se destruyen los ambientes originales que sustentan a muchas comunidades o se pierden las prácticas agrícolas propias.
Otro factor es la extracción de hidrocarburos, que si bien serán quemados casi siempre en otros países, desde donde contribuirán al cambio climático, tienen graves efectos locales. Esos pozos de petróleo o gas desencadenan impactos locales, como desplazamientos de indígenas o contaminación del agua o suelos de sus comunidades.
Pero también existen impactos sobre los indígenas como consecuencia del cambio climático. En efecto, están en marcha alteraciones climáticas, con alteraciones en los ciclos de lluvias o la duración de los períodos secos, en los vaivenes entre olas de frío y calor, e incluso en desencadenar catástrofes naturales (como pueden ser las inundaciones). Muchos de estos problemas afectan directamente a las comunidades indígenas, a veces de manera insidiosa como puede ser la pérdida de animales o cosechas por sequía, y en otras ocasiones de forma repentina y violenta, como sucede con las inundaciones. Las comunidades indígenas tienen menos recursos paras enfrentar esta variabilidad climática o las catástrofes, y cuando ellas ocurren tardan mucho  tiempo en recuperarse.
Este tipo de impactos ocurren en todo el continente y nadie escapa a ellos. Algunos territorios indígenas están doblemente afectados, tanto por los impactos locales que alimentan a los gases invernadero, como es la llegada de petrolera, como por los efectos de esta variabilidad climática. Ello es evidente, por ejemplo, en zonas de explotación de hidrocarburos en Bolivia, donde las comunidades indígenas tienen que lidiar simultáneamente con la contaminación petrolera y eventos de sequías o inundaciones.

 

El brazo político: restricciones, hostigamientos y criminalizaciones

Para enfrentar esa compleja situación ecológica, los pueblos indígenas necesitan de ciertas condiciones políticas. Ellas deben ir desde proteger sus derechos, implementar mecanismos efectos de información y consulta, y respetar su autonomía y organizaciones propias. Como ellos están entre los más afectados, necesitan de ese tipo de condiciones para poder hacer oír sus voces, proteger sus territorios y participar bajo condiciones de igualdad en los debates políticos nacionales e internacionales.
Sin embargo, la situación actual que se observa en América del Sur es casi la opuesta. Estamos frente al otro brazo de la tenaza sobre los pueblos indígenas: Se esconde información o cuando se la publica es inentendible, no se respetan las decisiones locales imponiéndose los extractivismos dentro de sus territorios, y cuando eso desencadena una comprensible reacción, se apela a la criminalización o la represión. Gobierno, empresarios y muchos académicos defienden esos extractivismos apelando a descalificaciones de los indígenas, exponiéndolos como ignorantes que impiden el progreso. O bien se insiste en justificar la llegada de las petroleras o la expansión agrícola prometiendo o brindando compensaciones económicas, convertidas en una taladra de mercantilizaciones que penetran poco a poco dentro de las cosmovisiones indígenas. Estos casos nos rodean, y tan solo como ejemplos, allí están en Perú los paquetazos ambientales o el debate sobre la extracción petrolera en Loreto (Perú).
Se podrá decir que muchos de estos problemas tienen una larga historia, y no hay nada nuevo en indicarlos. Pero también se puede argumentar que en algunos casos hay un agravamiento de la situación, ya que está regresando la criminalización y la represión, y desde un flanco inesperado, desde los gobiernos progresistas.
Recordemos que algunos gobiernos progresistas, como los de Lula da Silva en Brasil o Hugo Chávez en Venezuela, prometieron un nuevo relacionamiento con lospueblos indígenas. Compromisos de ese tipo fueron mucho más fuertes con Rafael Correa en Ecuador, y por ello recibió unos cuantos apoyos iniciales desde organizaciones indígenas. Seguramente los apoyos más intensos ocurrieron con Evo Morales en Bolivia, quien además se presentó como “presidente indígena”, y liderando un “gobierno para los indígenas”.
Por lo tanto, se esperaba que esos estados respetaran y escucharan a los pueblosindígenas, contribuyeran al fortalecimiento de sus organizaciones, lo que significa promover su autonomía, y se actuara para mejorar sus condiciones de vida. Importantes avances, como los derechos de la Naturaleza o de la Madre Tierra, o el concepto de Buen Vivir, sin duda sirven tanto para enfrentar el cambio climáticocomo para respetar sus territorios e ideas. Esos compromisos obligan, sin dudar, a reducir drásticamente las emisiones nacionales de gases con efecto invernadero debidas a la deforestación, o a congelar la explotación petrolera en la Amazonia. Si se aplicaran medidas de ese tipo, no sólo atacarían el cambio climático, sino que a la vez favorecerían mejores condiciones de vida para los pueblos indígenas y asegurarían la integridad de sus territorios.
Todos estos dichos ambientales no se están cumpliendo, mientras que las opciones de participación política de los pueblos indígenas siguen deteriorándose. Todo esto ya fue denunciado por las organizaciones indígenas en el marco de la cumbre sobre cambio climático en Lima (diciembre de 2015(1)).
Esas promesas no se están cumpliendo, mientras se profundizan las restricciones políticas sobre los pueblos indígenas. Se fortalece así este brazo político de la tenaza que oprime sobre las naciones originarias. Los dos componentes, el ecológico y el político, presionan especialmente sobre las comunidades locales, y ellas no tienen escapatoria.

 

La tenaza boliviana

La situación boliviana ilustra esta problemática, y es importante analizarla ante la invitación de ese gobierno a una nueva “cumbre de los pueblos” sobre cambio climático y derechos de la Madre Tierra.
Los discursos del gobierno de Evo Morales aluden a la Pacha Mama y denuncia el cambio climático global, y eso es muy positivo. Sin embargo, dentro del país ha decido aumentar la explotación petrolera y amparar ciertos tipos de actividad agropecuaria con efectos ecológicos negativos sobre las comunidades indígenas. Ha aprobado medidas que liberan la exploración petrolera dentro de áreas protegidas (en muchas de las cuales viven comunidades indígenas), recorta derechos indígenas y minimiza las voces de alerta. Es más, allí donde surgió un bloqueo de indígenas guaraníes al ingreso de las petroleras, se aplicó la represión policial(2).
El gobierno boliviano critica al capitalismo global, pero ha anunciado un plan de apoyo a la inversión en exploración petrolera de más de 3 500 millones de dólares, una típica medida capitalista que las corporaciones aprecian. Esa enorme cifra de dinero además muestra que existen recursos económicos que lastimosamente en vez de aplicarse en la promoción de alternativas productivas o energéticas son usados para profundizar los extractivismos.
En Bolivia las acciones gubernamentales de penetración dentro de los mundos indígenas han calado profundamente. El gobierno alterna el apoyo a organizaciones y líderes indígenas afines a sus planes, con hostigamiento y castigos a quienes se oponen. Se llegó a una situación donde las dos grandes federaciones indígenas están divididas, y por eso hay una CONAMAQ oficialista y otra independiente, y de la misma manera una CIDOB alineada con el gobierno y otra autónoma(3). Se prometen compensaciones económicas a aquellas comunidades que acepten el ingreso de los extractivismos, y presiona sobre las que se resisten.

También se ha lanzado una campaña contra muchas ONG, varias de las cuales han apoyado solidariamente los reclamos indígenas. No es algo nuevo, porque muchas de ellas fueron atacadas por apoyar a la marcha indígena en defensa del TIPNIS. Pero ahora se impusieron medidas de funcionamiento más restrictivas, 38 de ellas han sido declaradas “irregulares” y se anuncia una medida similar para otras 290(4).
Finalmente, el gobierno insiste en promover a las compensaciones económicas como medio para justificar los extractivismos. Esto se puede resumir en la idea de “te contamino, pero te pago”. Esas concepciones penetran poco a poco en el seno de las comunidades, incluso dentro de las familias. Muchos las aceptan, y es comprensible allí donde las condiciones de pobreza y escasez tienen una larga historia. Pero esas medidas tienen un alto costo, ya que con ellas se aceptan que los daños a territorios, a la salud y la vida tradicional se la puede compensar en dinero. Se abren las puertas a una forma de pensar y sentir enmarcada en el dinero, una racionalidad mercantil, que penetra en las cosmovisiones indígenas.
Es evidente que el pago en dinero no devuelve a la vida a los bosques talados, ni limpiará automáticamente al agua contaminada, ni hará desaparecer los metales pesados en la sangre de los niños. Pero si es evidente que muchos de esos mecanismos terminan en tristes situaciones, como acaba de ocurrir con el Fondo Indígena boliviano, donde el dinero del petróleo desembocó en alimentar redes denunciadas por corrupción.
Estas condiciones tan restrictivas, desemboca en muchas interrogantes sobre una posible “cumbre de los pueblos” en Bolivia sobre cambio climático, si es que las voces de muchos de esos “pueblos”, los originarios, sufren estas restricciones y hostigamientos. Pero también dejan en claro como la tenaza ecológica y política presiona sobre los pueblos indígenas.

 

Alternativas y autonomía

Las presiones ecológicas asociadas sea a acciones que contribuyen al cambio climático como a sus consecuencias, y las restricciones políticas para abordar estas cuestiones, afectan sobre todo a los pueblos indígenas. Es necesario dejar muy en claro cómo está operando esta tenaza ecológica y política. Cada día que persiste o se profundiza esa situación, la calidad de vida de muchas comunidades empeora, las divisiones internas dentro del mundo indígena avanzan, y las pretensiones de resolver todos los problemas con compensaciones en dinero se refuerzan. Esto ocurre tanto bajo gobiernos conservadores como progresistas.
Una vez que se reconoce todo esto, las posibles alternativas a esta tenaza ecológica   y política necesariamente deben partir desde la autonomía de las organizaciones indígenas. Ellas mismas puedan discutir la situación y explorar las vías de salida, sin presiones, sin injerencias, sin divisionismos externos. Esa autonomía es una precondición indispensable, y es una obligación asegurar todos los derechos, desde aquellos que aseguran una vida digna y en libertad, a los que se expresan en el acceso a la información y la consulta. Todo esto no se agota simplemente en medidas   legales, sino que requiere un cambio cultural en nuestras propias sociedades para respetar y entender de otra manera a los pueblos indígenas.
Notas:
(1) Por ejemplo, las organizaciones indígenas, en su comunicado en la cumbre de cambio climático señalaron entre otros puntos, que. (5) “El extractivismo del Abya Yala se muestra en todas las iniciativas que toman los gobiernos de nuestra región y que implican: ampliación de la frontera hidrocarburífera, priorización de las actividades mineras y de hidroeléctricas respecto de las necesidades de los pueblos, crecimiento de la deforestación para la conversión de los bosques en zonas con cultivos agroindustriales.  Lo más triste de esta situación es que los gobiernos de izquierda y de derecha se comportan de manera similar ante la acumulación por despojo como característica fundamental del capital global, cuyas principales víctimas somos los pueblos indígenas”. Pueblos del Abya Yala frente a los desafíos climáticos.http://www.cop20.coica.org.ec/index.php/component/k2/item/152-pueblos-del-abya-yala-frente-a-los-desafios-climaticos
(2) Guaraníes denuncian violenta represión en Takovo Mora, Página Siete, 18 agosto 2015, La Paz (Bolivia),http://www.paginasiete.bo/nacional/2015/8/18/guaranies-denuncian-violenta-represion-takovo-mora-67049.html
(3) La ocupación de la sede de CONAMAQ y el hostigamiento a sus autoridades, fue denunciado repetidamente por organizaciones indígenas de países vecinos y la redes internacionales; ver por ejemplo comunicado de COICA, Solidaridad con CONAMAQ ante el despojo de su casa de gobierno por la política boliviana, 15 deciembre 2013.
(4) El gobierno declara “irregulares” a 38 ONG, entre ellas al CEDIB. Página Siete, 7 setiembre 2015, La Paz (Bolivia), http://www.paginasiete.bo/nacional/2015/9/7/gobierno-declara-irregulares-ong-entre-ellas-cedib-69218.html
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