Es analizar las relaciones 
 sociales e internacionales 
que manejan ambos
en confrontación con lo 
comunitario-popular.
Comencemos por cuestionar el 
carácter revolucionario del gobierno de Evo Morales y Álvaro García Linera:
"La derechización está en 
curso 
por la propia dinámica 
del gobierno 'progresista'"
Entrevista a Huáscar Salazar Lohman
2 de marzo de 2018
2 de marzo de 2018
Por
Verónica Gago y 
Diego Sztulwark
Economista boliviano, activista ligado a organizaciones sociales y miembro de la 
Sociedad Comunitaria de Estudios Estratégicos, Huáscar (1983) publicó el año 
pasado el libro Se 
han adueñado del proceso de lucha. Horizontescomunitario-populares en tensión y 
la reconstitución de la dominación en la Bolivia del MAS (2015)(SOCEE/Autodeterminación), 
con prólogo de Raquel Gutiérrez Aguilar, una investigación académica de largo 
aliento que trata de comprender lo ocurrido desde la llegada de Evo y del MAS al 
gobierno desde el punto de vista de 
las tramas comunitario-populares, que hasta 
entonces desarrollaron un enorme poder de veto contra las políticas modernizantes del estado neoliberal al punto de desestabilizar el conjunto de 
las categorías jurídicas, políticas y económicas de la dominación.
Luego de esa fecha, en cambio, y a contrapelo de la retórica oficial, esas 
mismas tramas retroceden ante la nueva síntesis estatal que no ha dejado de 
plantear intensos conflictos con sus iniciativas modernizantes de tipo 
neodesarrollista. Huáscar sostiene que no se entiende el proceso boliviano sin 
considerar que 
“la 
derechización ya está en curso por la propia dinámica” del gobierno 
“progresista”. Encontramos 
a Huáscar en octubre de 2015 en Puebla, en el Congreso de Comunalidad, y 
retomamos la conversación durante el verano para seguir de cerca el referéndum 
convocado por el gobierno boliviano en el que fracasó la iniciativa 
reeleccionista.
¿Qué es lo comunitario-popular en Bolivia y qué papel ha jugado en las luchas de 
los últimos años? ¿Qué valor tiene hoy día y qué horizonte abre?
Lo comunitario-popular es un horizonte que se establece a partir de una forma específica de producción de lo político, la cual parte de lo que Raquel Gutiérrez Aguilar –quien propone y desarrolla el término– denomina la reapropiación colectiva de la riqueza material disponible.[1] Un horizonte comunitario-popular es, entonces, la expresión política y de lucha de una serie de relaciones sociales que se tejen en torno a garantizar la reproducción de la vida, partiendo de formas autónomas, autorreguladas y siempre colectivas de ejercicio del poder y de la gestión de bienes comunes; contrapuestas siempre –aunque nunca en estado de pureza– a las que son impulsadas a partir del ordenamiento capitalista de la sociedad.
La defensa y el despliegue de esas relaciones, que básicamente implica resguardar y recuperar la capacidad colectiva de decidir sobre una base material que nos es común, es la lucha política empujada desde un horizonte comunitario-popular, el cual no parte del objetivo de la toma del poder estatal, sino que más bien tiende reapropiarse de prerrogativas sobre el ámbito material y simbólico expropiadas por la institucionalidad estatal y funcionalizadas al capital.
Si se revisa la larga historia de las luchas bolivianas, ese horizonte 
comunitario-popular ha sido un denominador común, el cual se ha expresado de 
diversas maneras en cada contexto particular, incluso en muchas ocasiones 
entremezclado con luchas centradas en la “toma del poder”. La Revolución 
Nacional del 52, por ejemplo, hubiera sido impensable sin los levantamientos 
indígenas y campesinos que la precedieron –muchos de ellos promovidos por el 
afán de recuperar sus tierras y sus propias formas de autogobierno– y que 
debilitaron las estructuras de dominación de ese entonces. No fue sólo una 
rebelión obrera, como se suele interpretar a este hecho histórico.
El ciclo rebelde de 2000-2005 fue una expresión profunda de ese horizonte, 
distintas fuerzas comunitarias, urbanas y rurales, lucharon sistemáticamente por 
la reapropiación colectiva del agua, los hidrocarburos, el territorio, además de 
poner en cuestión la forma de la política del Estado neoliberal. 
Era gente organizada a partir de asambleas, sindicatos agrarios, juntas 
vecinales, y otras formas organizativas centradas en la deliberación colectiva. 
En la mayoría de los casos no existían vanguardias iluminadas, sino que eran las 
formas cotidianas y autónomas de organización social las que se desplegaron en 
las calles. 
De ahí que se debe entender que si bien el Movimiento Al Socialismo emerge del 
movimiento cocalero en ese contexto de luchas, nunca fue la vanguardia de ellas 
y tampoco se debe pensar que esas luchas tenían como objetivo llevar a Morales 
al gobierno, ese fue un resultado más, que si bien fue importante, no expresaba 
el núcleo del horizonte que iba mucho más allá.
Lo comunitario-popular, entonces, se basa en la práctica colectiva de gestión de la vida social y la vigencia de este horizonte no depende de la presencia de un discurso ideológico, sino más bien de la capacidad de la puesta en práctica de aquellos mecanismos que permiten recrear la relación social comunitaria. Estos, aunque no desplegados, siguen muy vigentes en la realidad boliviana, aunque eso sí, también están fuertemente golpeados por la dinámica estatal de la presente coyuntura.
¿Cómo caracterizas al gobierno del MAS? ¿Qué papel juega desde su asunción,  a 
partir de 2006? Tu modo de exponer el proceso boliviano, que no se hace 
expectativas con el papel del estado y que ve en el MAS una fuerza de 
normalización quita esperanza a mucha gente, no sólo de Bolivia. ¿Cómo asumís 
este choque con las ilusiones que aún despierta en muchos lugares la figura de 
Evo?
Ha habido una gran dificultad para caracterizar y nombrar al gobierno del MAS. En un primer momento, desde la llegada de Morales al gobierno hasta, yo diría, el cierre de la Asamblea Constituyente, en 2008, pudimos evidenciar una forma de ejercicio de la política estatal en la que los gobernantes se vieron obligados a responder a una serie de presiones permanentes que venían desde distintas organizaciones populares –aquellas que habían asumido las banderas de luchas entre 2000 y 2005–. La fuerza política de estas organizaciones era la base social del gobierno, que le daba legitimidad y capacidad para enfrentar a las fuerzas más conservadoras del país. En otras palabras, estas organizaciones empujaban al gobierno a cumplir una agenda popular, al mismo tiempo que le dotaban de la fuerza e impulso para lograrlo. Distintas leyes –como la de Reconducción de la Reforma Agraria– y la propia Asamblea Constituyente fueron resultados de esta dinámica, que finalmente fue impulsada desde los entramados comunitarios.
Sin embargo, aquella no era una situación cómoda para los gobernantes y menos para el ejercicio que realizaban del poder estatal. Si se revisa cuál fue la actitud del MAS en los primeros años de gobierno frente a ese empuje popular, lo que vamos a encontrar es una disputa en la que el gobierno buscaba limitar la capacidad de presión de las organizaciones sociales, expropiando prerrogativas de decisión política que éstas habían logrado a través de la lucha, y para lograr esto la estrategia fue la de establecer alianzas con las élites dominantes.
Es así que, por ejemplo, si bien en el gobierno del MAS se estableció la 
Asamblea Constituyente por la presión de las organizaciones, fue el propio 
gobierno quien produjo una serie de límites para contener las posibilidades más 
profundas de transformación social que aquellas organizaciones sociales 
intentaron plasmar en ese proceso constituyente. 
Tanto es así que la 
Constitución Política del Estado aprobada por la Asamblea Constituyente no es la 
que está vigente, sino que quedó una modificación de ella, la cual se realizó en 
una negociación a puerta cerrada entre gobierno y fuerzas conservadoras, sin 
organizaciones sociales. En esa negociación se modificaron más de cien artículos 
quitando la esencia de aquella agenda popular. La muestra más clara: tenemos una 
Constitución Política del Estado que constitucionaliza el latifundio, cosa que 
antes no había sucedido.
Lo que hizo el MAS, en tanto fuerza gobernante estatal, fue expropiar la capacidad de decisión política sobre distintas cuestiones públicas, la cual había sido reapropiada por las fuerzas populares en casi seis años de lucha previa. Para esto se vio en la necesidad de, primero, desarticular las fuerzas populares que pugnaban por dar forma a la política estatal e instrumentalizar al gobierno –en la medida de lo posible– según las heterogéneas agendas que tenían. Para lograr esto subordinó y disciplinó a las cúpulas de las principales organizaciones sociales, y a las que no logró alinear a la política gubernamental, las intervino y las reprimió.
En segundo lugar, 
el gobierno del MAS asumió como suyo el proyecto de los nuevos y viejos sectores 
dominantes, desde las transnacionales hidrocarburíferas hasta la oligarquía 
terrateniente, pasando por las cooperativas mineras, capital comercial, etc. 
Esta no es una aseveración menor, pero basta una revisión detallada de la 
política económica de este gobierno para evidenciar –más allá de una serie de 
políticas de bonos y subvenciones– que 
el MAS logró consolidar en Bolivia buena parte de la agenda que el 
neoliberalismo intentó imponer pero no pudo; sólo que lo hizo en un contexto 
económico internacional favorable que le permitió financiar el corporativismo 
que ha asumido la estructura estatal y también lo hizo a partir de formas 
distintas.
Entre esas formas está la retórica reproducida por el gobierno, la cual también 
puede considerarse como un despojo de los discursos que articularon las luchas 
populares previas al gobierno del MAS. Esa retórica se ha sostenido como 
contraparte de una política que en esencia no tiene absolutamente nada que ver 
con ella y su enunciación se vuelve cada vez más vacía en el imaginario popular 
boliviano, lo que, por supuesto, quita esperanza y produce mucha frustración, 
era un proceso que no necesariamente tenía que tender a esto. 
El MAS, como lo esperábamos muchas y muchos de nosotros, podía haber coadyuvado a profundizar las transformaciones sociopolíticas que habían impulsado las luchas populares desde las calles, abriendo un tiempo histórico fértil para pensar alternativas sociales, y no debía ser el agente que más bien se encargara de cerrar ese tiempo.
Quizá todo esto es menos evidente afuera del país, y más si tenemos en cuenta 
que el gobierno boliviano ha establecido, como política de legitimación 
internacional, la sistemática difusión de un discurso altamente seductor para 
una izquierda progresista latinoamericana, la cual, lastimosamente, 
no está haciendo el esfuerzo por ver más allá de lo que el gobierno boliviano 
quiere mostrar.
Esas redes de apoyo internacional, que otrora eran profundamente útiles como 
cajas resonancia de las voces críticas existentes al interior del país, ahora 
están apagadas e, incluso, muchas de esas redes –las más 
institucionalizadas–, se han convertido en operadores intelectuales 
“iluministas” que 
se encargan de deslegitimar las voces críticas y las luchas populares que poco a 
poco emergen en la realidad boliviana.
Yo creo que la actual Bolivia estatal debe dejar de ser un referente de esperanza, porque es una esperanza vacía y esas esperanzas son estériles. Lo que puede convertirse en fuente de esperanza fértil –y que pasa acá y pasa en muchos lados– son las luchas populares que se empiezan a re-articular desde abajo.
¿Cómo evalúas la coyuntura de Bolivia a la luz de los cambios geopolíticos en 
Sudamérica?
Se habla del fin del ciclo “progresista” en América Latina, y si bien no me 
gusta mucho la idea de que veamos estos procesos como un “ciclo”, creo que la 
figura es útil para entender lo que se viene después de estos gobiernos que se 
autodenominaron como “progresistas”. Y sobre esto quiero puntualizar un aspecto: 
el horizonte que, desde la democracia formal, nos dejan este tipo de gobiernos 
es un horizonte de derecha. Me explico y lo ejemplifico en el caso de Bolivia 
–aunque por lo que conozco de otros países podría, guardando las diferencias, 
pensarse algo similar.
Por lo que expliqué anteriormente, más allá del discurso, el gobierno de Morales ha asumido como política de gobierno los intereses de lo que históricamente denominamos como derecha en Bolivia; es decir, esta aparente izquierda, desde una retórica popular, operativiza los intereses de la derecha, por lo que en este caso la derechización ya está en curso por la propia dinámica del gobierno “progresista”. Pero lo que también este gobierno hizo fue desarticular y aplastar los proyectos políticos críticos, aquellos que desde la heterogeneidad construían sus propias alternativas, incluso, muchas de ellas de corte electoral. El intento de monopolizar el ámbito de lo que entendemos por “izquierda”, llevó al MAS a aniquilar otros proyectos que emergieron desde abajo, un ejemplo fue el barrido y la destrucción del Poder Amazónico y Social (PASO), que era un esfuerzo de campesinos e indígenas del norte amazónico por estructurar su propio instrumento político electoral, como éste hay varios ejemplos más.
 Hace unos días, un intelectual del gobierno expresaba “tenemos un solo proyecto 
y un solo líder”. La lamentable realidad de sus palabras nos muestra que, en la 
democracia formal boliviana, aparentemente nos quedan dos opciones: el MAS que 
se perfila para seguir gobernando como la nueva derecha, y la única alternativa 
pareciera ser la derecha de siempre, la tradicional. 
En otras palabras, el gobierno progresista pareciera que nos deja un horizonte 
de derecha como única opción.
Yo creo que esta dinámica de derechización de la región va a venir con fuerza, 
bajo distintas formas pero de manera sistemática. 
Sobre esto habrá que ver cuál es la capacidad de reorganización de fuerzas 
populares que, más allá de que participen o no en el escenario electoral, 
mantengan su centro de gravedad hacia abajo, ya que ese podría ser el contrapeso 
principal para limitar dicho proceso.
¿Qué tipo de síntesis social no-estatal imaginas como perspectiva posible?
Debo admitir que siempre me exasperan las vertientes epistemológicas que tienden 
a reducir la posibilidad de lo político al ámbito estatal, en primer lugar, 
porque se corresponden con la vocación totalizante del Estado; es decir, una 
epistemología de este tipo reconoce al Estado como ámbito único y privilegiado 
para la producción de la decisión sobre los asuntos públicos. En segundo lugar, 
porque son desconocidas como legítimas y válidas otras formas de producción de 
lo político. Lo político desde abajo, que se hace desde los “márgenes”, en 
palabras de Raúl Zibechi, o el “subsuelo político”, en palabras de Luis Tapia, 
queda simplemente invisibilizado.
En ese sentido, pensar en una síntesis social parcial no-estadocéntrica –que no necesariamente es no-estatal–, implica pensar una sociedad en el que el Estado no ejerce el monopolio de la decisión política, sino que también se despliegan una multiplicidad de formas sociopolíticas de gestión de la vida, las cuales, permanentemente –y recalco esto porque es un proceso siempre inacabado– destotalizan la vocación totalizante de la relación estatal, a partir de formas autónomas y colectivas de ejercicio del poder.
No concibo una síntesis parcial no-estadocéntrica como una imagen prefigurada, sino más bien como el despliegue de una práctica que se vivió en Bolivia desde el 2000 hasta el 2008. En todo ese periodo, las fuerzas populares bolivianas cercaron al Estado y establecieron una serie de límites a la política desde su institucionalidad. A medida que eso pasaba, los hombres y las mujeres que luchaban se fueron re-apropiando, desde su vida cotidiana, de una serie de capacidades de decisión sobre asuntos que les importaban. Incluso en los dos primeros años del gobierno de Morales, distintas fuerzas políticas no estatales se desplegaron e intentaron plasmar una Constitución Política del Estado en la cual, más que establecerse las bases de una nueva “nación”, se buscaba consolidar de manera sostenible en el tiempo una serie de límites al Estado desde su propia gramática. La idea de territorios indígenas autónomos, la participación de autoridades originarias de manera directa en la democracia formal o la propuesta de consolidar un “cuarto poder” por medio del cual las distintas organizaciones tuvieran capacidad de veto sobre todas las decisiones del legislativo y ejecutivo, entre otras propuestas más, fueron reivindicaciones que iban en ese sentido.
Entiendo, entonces, que esa fuerza desplegada desde distintos horizontes 
comunitario-populares, y que se posicionó en la realidad social boliviana de 
manera efectiva –no solamente prefigurada–, nos permitió experimentar sobre las 
posibilidades de producir una síntesis social parcial y no-estadocéntrica.
Lo 
que también se aprendió de esa experiencia es que no basta producir una síntesis 
de ese tipo para luego transferir, por las buenas o las malas, las prerrogativas 
recuperadas a un gobierno que consideras “aliado”, ya que la dinámica estatal 
recompondrá las relaciones de poder a favor del Estado.
¿Qué repercusiones tendrá la reciente victoria del NO en el Referéndum para el 
proceso político boliviano?
La puesta en escena del referéndum de reforma constitucional para que Morales 
pueda ser re-elegido por tres periodos consecutivos marca claramente las 
prioridades que tiene esta administración: la consolidación de una estructura de 
poder dominante en torno a la figura de un caudillo. Era la primera reforma a la 
nueva Constitución Política del Estado y los temas más importantes, como el 
problema de la constitucionalización del latifundio u otros más, ni siquiera 
fueron pensados como una posibilidad de reforma desde este gobierno. Así pues, 
podríamos decir que el denominado “proceso de cambio” no sólo necesitaba 
habilitar a sus líderes como candidatos en 2019 para seguir existiendo, sino 
que, poco a poco, el “proceso de cambio” se ha convertido en eso.
La victoria del SÍ en el referéndum hubiera significado la consolidación del MAS como partido gobernante hegemónico, lo que, a su vez, se habría traducido en un clima aún más agresivo y de hostigamiento hacia cualquier intento de producción de alternativas políticas populares. Y, por tanto, también hubiera significado el afianzamiento del proyecto de la nueva derecha que: reprime indígenas (masacre de Chaparina o la brutal represión de Takovo Mora); que permite el incremento de la producción cultivos transgénicos (la producción de la soya transgénica pasó del 20% al 99% en los 10 años del MAS); que promueve la devastación de bosques (el perdonazo legislativo a los agroindustriales que desmontaron 5.5 millones de hectáreas); que promueve la construcción de carreteras para el gran capital pasando por territorios autónomos de indígenas sin consultar (el caso del TIPNIS y la represión a los indígenas); que ha generado una estructura prebendal nunca antes vista a todos los niveles de gobierno (empezando con el reciente caso de corrupción multimillonaria relacionada a la empresa china CAMC); que nacionaliza los hidrocarburos para pagar subvenciones a las petroleras (incentivos que llegan a otorgar el 74.5% del valor de la venta de los hidrocarburos a las transnacionales); que más allá del discurso es colonial en esencia (un vicepresidente que por fuera del país habla de pomposos conceptos y teorías, pero cuando le habla a la gente sencilla de su país, desde el paternalismo y soberbia que lo caracterizan, les dice que “Evo es como cristo resucitado”[2]); que utiliza el miedo como mecanismo de propaganda política (amenazas para quitar el apoyo a quienes no voten por el MAS[3])….En fin, la nueva derecha, esa nueva dirigencia política de las clases dominantes se habría visto fortalecida.
La victoria del NO, en cambio, ha significado la apertura de un espectro de 
posibilidades políticas. Por supuesto que entre esas está la derecha tradicional 
de este país, que es la que ahora trata de capitalizar el momento político, 
aunque sin mucho éxito. Esta vieja derecha le disputa el poder al MAS en el 
plano de la dirigencia, pero no en el plano del proyecto político; por lo que 
una discusión sobre cuál es menos malo es bastante estéril. 
Lo importante es el respiro que, esta pérdida de legitimidad y resquebrajamiento 
de hegemonía que ha sufrido el MAS, le da a distintas fuerzas políticas que 
posiblemente veremos emerger nuevamente en los próximos años. Que después 
algunas de estas alternativas se fortalezcan desde abajo y otras pasen a la 
democracia formal, será otro tema y habrá que ver de qué manera lo hacen. Pero 
en este momento lo que tenemos son cuatro años hacia adelante en el que continúa 
un gobierno de derecha pero debilitado y enfrentado con una derecha tradicional; 
y, en paralelo, tenemos una serie de fuerzas populares diversas y polifónicas 
que poco a poco encuentran cauces para su accionar político emancipador; estos 
son procesos que llevarán su tiempo pero que ahora la tienen un poco más fácil.
Siento que en Bolivia hemos pasado por distintas etapas frente al proceso del 
MAS, quizá la primera fue la de intentar  “reconducir” el “proceso de cambio” a 
la cabeza del actual gobierno, para pasar a un momento de  gran frustración e 
impotencia, que dejaron inmovilizados a las fuerzas populares, sin embargo, esta 
última etapa que estamos viviendo puede ser leída como un momento en que esas 
fuerzas empiezan a re-encontrarse y re-encausar sus esfuerzos, y lo hacen ya no 
interpelando al gobierno como un aliado, sino más bien como un contendiente 
político representante del nuevo orden dominante.
[3] https://video-frt3-1.xx.fbcdn.net/hvideo-xat1/v/t42.1790-2/10983953_455388304614160_1749238546_n.mp4?efg=eyJybHIiOjMwMCwicmxhIjo1MTIsInZlbmNvZGVfdGFnIjoicmVzXzQyNl9jcmZfMjNfbWFpbl8zLjBfc2QifQ%3D%3D&rl=300&vabr=146&oh=c1d69cffc0d38d41129c5e0e51e59c2
 
 Continuemos destacando que la dirección de los partidos de izquierda de los 
 gobiernos de ambos países tienen discursos y gestos correspondientes a sus 
 identidades políticas pero son fundamentales para el desarrollo del sistema 
 mundo capitalista en contra de los pueblos planetarios.
América Latina y China: ¿cooperación Sur-Sur
o «Consenso de Beijing»?
Marzo - Abril 2014
El incremento de poder 
económico, financiero y militar de China, junto con su capacidad para ejercer 
influencia política global, resulta uno de los fenómenos más notables en un 
sistema de producción y acumulación en transformación. Un análisis de los 
vínculos de América Latina con la nación asiática resulta imprescindible para la 
discusión sobre el modelo de desarrollo en la región. De allí la importancia de 
revisar críticamente las retóricas del gigante oriental sobre la equidad en las 
relaciones y unos vínculos sino-latinoamericanos fundados sobre principios de 
simetría.
Por Ariel 
Slipak
Introducción
La creciente relevancia global de la República 
Popular China en los planos económico, financiero y militar y su influencia 
política en diferentes regiones del planeta constituyen, sin dudas, uno de los 
acontecimientos más relevantes de finales del siglo XX e inicios del XXI. En 
simultáneo a los cambios en las formas de producción y acumulación global –las 
cadenas globales de valor se reorganizan desplazando gran parte de las 
actividades manufactureras hacia la región de Asia-Pacífico–, se produjeron en 
China reformas económicas y políticas que permitieron la consolidación de este 
país, hacia inicios de la segunda década del siglo XXI, como la segunda economía 
del planeta detrás de Estados Unidos, el primer prestamista de la Reserva 
Federal estadounidense, el principal productor mundial de manufacturas y el 
quinto emisor global de inversión extranjera directa (IED). No es menos 
importante agregar que las altas tasas de crecimiento económico han ubicado 
también al país asiático como el primer consumidor global de energía eléctrica y 
el segundo de petróleo1.
La creciente necesidad de China de productos básicos provenientes de actividades primario-extractivas ha derivado en notables incrementos de sus vínculos comerciales con América Latina desde la década de 1990, así como también en un importante desembolso de IED en la región a partir de 2009-2010 y en crecientes vínculos diplomáticos. Esto último es analizado por la mayor parte de la bibliografía en términos de «oportunidades y amenazas» u «oportunidades y desafíos» para América Latina. Otro enfoque usual es presentar a China como un nuevo posible hegemón con intenciones de desarrollar vínculos simétricos y cooperativos con nuestra región. Esta situación resultaría, así, en una superación de las tradicionales relaciones asimétricas que se han mantenido con otras potencias hegemónicas. En este artículo intentamos caracterizar cuál es la estrategia de vinculación de China con la región, discutiendo tanto con el enfoque de las «oportunidades y desafíos» como con el que presenta los vínculos sino-latinoamericanos como «simétricos».
La reemergencia de China y su rol global2
Hacia mediados de la década de 1980, la 
producción y acumulación a escala global se reorganizan. Las grandes empresas 
transnacionales aceleran la migración de la producción industrial a la región de 
Asia-Pacífico. Algunas de estas economías se convierten en centros 
manufactureros para las etapas con reducido contenido de valor agregado, pero en 
otros casos sobresale la localización de actividades intensivas en conocimiento.
El caso de China es particular. En 1978, Deng 
Xiaoping –nuevo líder del Partido Comunista Chino (PCCh)– inicia una serie de 
profundas reformas económicas, sociales y políticas. Marta Bekerman, Federico 
Dulcich y Nicolás Moncaut afirman que el otorgamiento de mayor autonomía a las 
unidades productivas y la flexibilización del sistema de determinación de 
precios han resultado claves para el incremento de los niveles de productividad 
de la industria en China3. 
Estos últimos fueron acompañados por una creciente apertura comercial y la 
creación en 1980 de zonas económicas exclusivas en el este del país4. 
Las grandes transnacionales 
globales emitieron importantes flujos de IED hacia estas zonas económicas 
exclusivas, ya que encontraban conveniente su radicación allí por los bajos 
costos laborales. El gobierno chino estableció como 
condicionamiento a las firmas transnacionales que arribaron al país la 
conformación de joint-ventures con 
empresas estatales y una gradual transferencia de tecnología hacia grandes 
empresas de capital local. Estas reformas se vieron igualmente acompañadas por 
una política de mantenimiento del rol del Estado como un activo planificador de 
la actividad económica y como orientador del crédito hacia actividades 
consideradas estratégicas.
Los incrementos de productividad laboral por encima de los salarios durante más de 30 años, en conjunción con abultados superávits comerciales, le han permitido a China mantener elevadas tasas de acumulación. Esto último implicó que el poderío de la República Popular también se extendiera al plano financiero, de manera tal que además de consolidarse como principal acreedor de la Reserva Federal de EEUU, pudo gracias a sus altas tasas de ahorro interno llevar adelante una agresiva política de inversión en diferentes regiones del planeta e incluso ser prestamista de muchos países de África y América Latina.
La creciente relevancia de China en la economía 
global no sólo se tradujo en que el PIB del país sea el segundo del mundo desde 
2011 –detrás del de EE.UU.–, tanto en términos corrientes como en paridad de poder 
adquisitivo, o en la transformación del país asiático en primer exportador y 
segundo importador mundial de manufacturas, sino también en el creciente poderío 
de sus grandes empresas transnacionales, mayoritariamente de propiedad estatal5.
En el plano geopolítico se observa una 
importante expansión de la actividad diplomática de China, que ha incrementado 
su presencia en foros y organismos internacionales de diferente índole e 
impulsado instancias bilaterales de cooperación con una cantidad creciente de 
países y regiones. Según la retórica del propio país oriental, se sigue una 
estrategia de «ascenso pacífico» en la jerarquía global, que también se ha dado 
a conocer como de «poder blando»6. 
Simultáneamente, China ha pasado a convertirse hacia finales del segundo lustro 
del siglo XXI en el segundo país con mayores erogaciones militares y ocupa un 
asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones 
Unidas (ONU)7.
En este contexto, numerosa bibliografía deja de otorgarle a China su tratamiento tradicional de país «emergente» o «en vías de desarrollo» desde diferentes marcos teóricos. Según autores como Luciano Bolinaga, el Estado oriental habría ingresado en un conjunto de países que detentan en el globo una posición de poder oligopólica8. De acuerdo con Rubén Laufer, debemos otorgar a China el estatus de gran potencia9; por su parte, Pablo Rossell sostiene, desde las concepciones del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein, que al encontrarse EEUU en declive como hegemón, crece la incidencia global de China10.A partir de estas consideraciones teóricas, estamos en condiciones de afirmar que China no constituye el nuevo hegemón que desplazó o puede desplazar a EEUU como potencia rectora del planeta. Sin embargo, verificamos una creciente relación competitiva por la influencia política y económica en diferentes regiones del globo que nos permite hablar de un nuevo orden global en el que China tiene un rol destacado11. En este nuevo orden, resulta crucial para los países de América Latina comprender las características de sus vínculos con el país oriental a la hora de definir su inserción global y los diferentes proyectos societales en juego en la región.
Con el fin de discutir con mayor profundidad 
cuál es la estrategia de vinculación de la República Popular China con América 
Latina, debemos tener en cuenta un elemento importante. Tras el significativo 
crecimiento industrial entre las últimas dos décadas del siglo XX e inicios del 
siglo XXI, la nación asiática abandona su posición de productor de manufacturas 
con contenidos tecnológicos reducidos o medios, para pasar a ser uno de los más 
importantes proveedores globales de productos industriales con alto contenido de 
valor agregado e intensivos en conocimiento. Dadas las altas tasas de 
crecimiento económico –con un promedio de 10% anual entre 1978 y 2011–, en China 
se incrementa la necesidad de varios productos básicos, tanto minerales e 
hidrocarburos como alimentos. Asimismo, se verifica una importante expansión de 
la urbanización y el crecimiento del ingreso per cápita12.
En este marco, el adecuado abastecimiento de energía y de productos básicos que provienen de actividades primario-extractivas resulta una condición necesaria para sostener el vertiginoso ritmo de crecimiento industrial e incluso para permitir gradualmente mayores niveles de consumo a la población asalariada urbana13. Por lo tanto, el gobierno chino pasó a considerar este tópico como un asunto de Estado, y ello influyó en su estrategia a la hora de entablar vínculos con los países de África y América Latina, lo que a su vez impactó en la forma de inserción de estas regiones en el nuevo esquema de producción y acumulación global.
China-América Latina y la «cooperación 
Sur-Sur»
Las relaciones diplomáticas y el intercambio 
comercial entre América Latina y China no son un fenómeno reciente. Desde la 
década de 1950 –poco después de la proclamación de la República Popular–, China 
desplegó una retórica diplomática basada en los denominados «cinco principios de 
la coexistencia pacífica». Estos incluyen el respeto mutuo por la integridad 
territorial, la no interferencia en asuntos internos de otras naciones y el 
trato igualitario entre los países cuyas relaciones deben ser de beneficio 
mutuo. Durante las décadas de 1960 y 1970, China mantuvo fluidos contactos 
diplomáticos con Estados de la región que fueron otorgando gradualmente su 
reconocimiento a la República Popular en detrimento de Taiwán. Este proceso se 
intensificó a partir de 1971 con el reconocimiento del escaño en la ONU a la 
China Popular, que desplazó así a la isla disidente. Sin embargo, el ritmo de 
incremento del comercio exterior se hace mucho más importante con el inicio del 
siglo XXI.
El cuadro de la página anterior refleja la 
intensificación de los vínculos comerciales entre China y América Latina. Hacia 
el año 2000, China no ocupaba un lugar privilegiado como destino de 
exportaciones u origen de importaciones de los países de la región. Para 2012, 
China representa, en casi la totalidad de los casos –con excepción de El 
Salvador–, uno de los tres principales proveedores de los países en cuestión. En 
cuanto a la creciente relevancia de China como destino de exportaciones, se 
verifica que la intensificación de los flujos comerciales se experimenta 
mayoritariamente para los países del Cono Sur, entre los que se destacan Brasil, 
Chile, Perú, Uruguay, Venezuela, Colombia y Argentina14.
En la mayoría de los casos, las exportaciones de la región al país oriental se encuentran concentradas en unos pocos rubros: se trata casi exclusivamente de productos provenientes de actividades primario-extractivas o de productos industriales basados en recursos naturales15. En tanto, las importaciones de los países de América Latina desde China se encuentran sumamente diversificadas y constan de productos con alto contenido de valor agregado16.
En el caso de Paraguay, es importante remarcar 
que sus exportaciones a China son prácticamente inexistentes ya que este país 
aún reconoce al gobierno instalado en Taiwán como la legítima «República de 
China». A pesar de que las exportaciones globales de Paraguay se componen de 
productos altamente demandados por China (porotos y aceite de soja, carne bovina 
y algunos tipos de maíz), el país sudamericano está vetado como proveedor como 
represalia por su política exterior. Este caso resulta sumamente ilustrativo 
sobre el proceder de la República Popular China hacia los países de la región.Un 
importante hito que aceleró el incremento de los vínculos comerciales entre 
China y varios países de la región fue la gira del entonces presidente Hu Jintao 
por Brasil, Argentina y Chile hacia fines de 2004. Como resultado de estas 
visitas, China firmó un memorándum de entendimiento con cada uno de estos 
países, en el cual las naciones sudamericanas le reconocen el estatus de 
economía de mercado. Eduardo Daniel Oviedo17 destaca 
que el reconocimiento de ese estatus (superior al reconocimiento de China por la 
Organización Mundial del Comercio [OMC] como «economía en transición» registrado 
en 2001) implica para los tres países sudamericanos limitar la aplicación de 
medidas anti-dumping hacia 
productos originarios de China18. 
Oviedo explica que, ante la imposibilidad del Mercado Común del Sur (Mercosur) 
de tratar este asunto a nivel regional19, 
China ha desplegado una estrategia de negociación bilateral con cada país que 
acentúa el carácter asimétrico de las relaciones. Indudablemente, el volumen de 
divisas que representan para estos países sus colocaciones de productos 
primario-extractivos en China actuó como una importante herramienta de coerción 
para el reconocimiento del estatus mencionado.
En materia comercial, también es relevante agregar que China tiene firmados tres tratados de libre comercio (TLC) con países de la región. Se trata de Chile (en 2005), Perú (en 2008) y Costa Rica (en 2011), y se encontraría próximo a la firma un acuerdo con Colombia. Transcurridos ocho años de firma del TLC entre Chile y China, se observa que las exportaciones del primer país hacia el segundo prácticamente se cuadriplicaron20. Sin embargo, en cuanto a la composición, se profundiza la tendencia a la concentración en productos primarios (cobre y sus derivados, mineral de hierro, madera, frutas y otros minerales). En el caso de Perú, desde la firma del TLC en 2008 el incremento de exportaciones también ha sido notable21. De manera análoga a lo sucedido con Chile, se mantiene la preponderancia de los productos primarios (diferentes minerales y pescado). Es de destacar que China estableció como precondición para entablar las conversaciones con Perú sobre un TLC el reconocimiento del estatus de economía de mercado, y lo mismo requirió de Colombia al inicio de las conversaciones para el estudio de la firma de un TLC en 2012. Solo Costa Rica escapa a estos patrones comerciales, ya que logró establecer cláusulas de protección a sus industrias nacientes y potenciar sus exportaciones de servicios con alto contenido de valor agregado a China. Ante este notable crecimiento de la relación comercial, hacia 2008 el gobierno de China publicó un documento conocido como el Libro Blanco de las Políticas de China hacia América Latina. Allí, las autoridades de la República Popular enuncian que sus vínculos con la región deben basarse en relaciones de equidad y cooperación mutuamente beneficiosas. Desde entonces continúan intensificándose las giras de altos dirigentes de China a la región, y creció la cantidad de memorándums de entendimiento y acuerdos de cooperación en materia científica, intercambios culturales y otras áreas firmados entre Beijing y países latinoamericanos. En estas instancias, China no deja de asumir su nuevo rol global, pero se presenta como un país que, al igual que otros del denominado «Sur» o «Tercer Mundo», procura diferenciarse de los hegemones tradicionales enfatizando la reciprocidad, el mutuo beneficio y la «cooperación Sur-Sur».
Con posterioridad a este documento, se inició 
un importante aluvión de inversiones chinas en varios países del Cono Sur, entre 
los que se destacan Brasil y Argentina, seguidos por Perú, Venezuela y Ecuador. 
El principal rubro al cual se orienta la IED china es el hidrocarburífero, 
seguido por la minería y otras actividades primarias. En un orden menor, pero de 
gran relevancia, también se observan inversiones en actividades terciarias que 
sirven de apoyo a las extractivas. Entre ellas, sobresalen las obras de 
infraestructura y los servicios financieros. 
Por razones de extensión, no 
caracterizaremos exhaustivamente los flujos de las inversiones chinas a la 
región, pero sí resulta importante resaltar algunas características:
- los proyectos de inversión no parecen buscar 
ganancias rápidas, sino simplemente el reaseguro del abastecimiento de los 
recursos naturales;- prevalecen la adquisición de firmas ya existentes o los 
pagos para acceder a licencias para llevar adelante una explotación, por sobre 
el desembarco de firmas nuevas;- en los reducidos casos en los que se establece 
una nueva empresa, no se observan transferencias tecnológicas a los países de 
destino de esas inversiones;- las firmas chinas (estatales) no establecen 
condicionamientos en materia jurídica o de política económica al país de 
destino, aunque suelen sugerirse políticas 
de posicionamiento internacional (por ejemplo, el reconocimiento de la 
existencia de «una sola China», lo cual implica desconocer el reclamo de Taiwán 
sobre China continental);- en los casos en que deban realizarse obras de 
infraestructura, se suele establecer la obligatoriedad de contratar firmas de 
origen chino para la provisión de insumos y la realización de etapas que 
implican mayor agregado de valor, como así también la concesión del uso de 
infraestructura local con exclusividad para sus empresas.
Otro fenómeno de gran relevancia es el otorgamiento de préstamos a países de la región a cambio de commodities como garantía, o de que estos puedan ser comprados a precios por debajo de los del mercado22.En líneas generales, mientras que China se presenta como un país con pretensiones de desplegar relaciones basadas en el mutuo beneficio, los vínculos resultan en verdad sumamente asimétricos. Esto se verifica tanto en el plano comercial, mediante una integración creciente basada en ventajas comparativas estáticas tradicionales, como en el desembarco de inversiones directas y en el desembolso de préstamos: aunque no se imponen los tradicionales condicionamientos que establecían EEUU, Europa o los organismos multilaterales, de una manera novedosa se alientan prácticas igualmente coactivas y coercitivas, propias de una relación entre un país periférico y uno central23.
¿Del Consenso de Washington al «Consenso de Beijing»?
Si bien no es nuestro objetivo caracterizar 
exhaustivamente los modelos de desarrollo de cada país de América Latina, 
seguimos a Maristella Svampa cuando afirma que en la región una importante 
cantidad de gobiernos construyen sus discursos a partir de una lógica contraria 
a la del denominado «Consenso de Washington». Las políticas ligadas al Consenso 
de Washington colocaban en el centro de la agenda la valorización financiera, al 
tiempo que conllevaban una política de ajustes y privatizaciones que se aplicó 
de manera homogénea en la región y en la que el Estado actuaba como un agente 
metarregulador24.
Svampa sostiene que en los últimos años la 
región habría entrado en una nueva etapa: la del «Consenso de los Commodities». 
En ella, tanto los gobiernos que muestran continuidades con el Consenso de 
Washington como aquellos que desde lo discursivo, lo político y lo productivo 
rompen con él, aceptan por igual una inserción en el sistema de producción y 
acumulación global como proveedores de productos básicos con bajo contenido de 
valor agregado, aprovechando sus elevados precios internacionales. De esta 
forma, priorizan el desarrollo y la expansión de megaproyectos extractivos y se 
constituyen en enclaves de exportación con destino a los centros manufactureros 
del planeta. En algunos casos, la renta de estas actividades es apropiada por el 
Estado para el despliegue de políticas progresistas. Sin embargo, todos estos 
gobiernos –a pesar de sus diferencias– asumen la necesidad de potenciar lo que 
Svampa denomina un «modelo de desarrollo neoextractivista» como destino 
inevitable, una verdad irrevocable, el sendero necesario hacia el desarrollo.
De manera análoga, sin 
importar cuáles sean las diferencias políticas entre sus gobiernos, ya sea que 
estos empoderen o no a los sectores subalternos, tengan o no una retórica de 
rechazo a las potencias tradicionales y al Consenso de Washington, todos los 
países de la región han colocado en el centro de su agenda la ampliación de los 
vínculos comerciales con China y la apertura a sus inversiones como una 
importante fuente de divisas. En un contexto internacional en el que EEUU, 
Europa y Japón están en crisis, 
la profundización de las 
relaciones con China se presenta como un destino irrevocable. 
Ante la nueva configuración global, los países 
latinoamericanos asumen una actitud adaptativa hacia el país que se presenta 
como una nueva gran potencia.Así como el «Consenso de los Commodities» 
reúne a gobiernos que adhieren a una matriz de pensamiento neoliberal ortodoxa 
junto a otros que la rechazan enfáticamente, lo mismo sucede con los vínculos 
sino-latinoamericanos. Los gobiernos que aún reivindican recetas neoliberales 
pueden celebrar TLC y practicar abiertamente una relación comercial basada en 
ventajas comparativas, mientras que los gobiernos progresistas presentan esta 
relación como una ruptura con los hegemones tradicionales25.
En un mundo cambiante en cuanto a las formas de 
producción y acumulación, la República Popular China cumple el rol de «gran 
potencia». Pero como sostiene Oviedo, al presentarse ante América Latina como un 
país en vías de desarrollo con el cual se establecerán relaciones mutuamente 
beneficiosas, el país oriental incurre en una «hipocresía internacional», que se 
verifica en los múltiples aspectos mencionados: en las negociaciones para 
entablar TLC, en los condicionamientos para las relaciones comerciales y para el 
arribo de inversiones y en los mecanismos coactivos y coercitivos para influir 
en los lineamientos de política internacional, entre otros26.
Por «Consenso de Beijing en América Latina» nos 
referimos, entonces, a la adhesión a la idea de que el sendero inevitable para 
el desarrollo de la región es la profundización de estos vínculos con la 
República Popular China. Vínculos que se presentan como de cooperación entre 
«países en vías de desarrollo» pero que, detrás de esa retórica, reproducen 
patrones de subordinación y dependencia característicos de relaciones entre 
centro y periferia. (…) 
Fuente: http://nuso.org/articulo/america-latina-y-china-cooperacion-sur-sur-o-consenso-de-beijing/
 
 Comprobemos porqué la derecha continental e izquierda del progresismo se 
 unen contra los pueblos.
Por qué Santos y Chávez nos quieren 
“reconciliar” con el Lobo
12 de abril de 2011
Por Tomás 
Andino Mencía
La población resistente de Honduras aun no sale de su asombro del giro 
inesperado que ha tomado la política internacional relacionada con el Golpe de 
Estado en nuestro país, no tanto por el ya conocido cinismo de la oligarquía 
hondureña que hoy bendice  a quien ayer satanizaba como el peor demonio del 
mundo, sino por el reconocimiento político y el apoyo que le ha brindado el 
Presidente Hugo Chávez al régimen sucesor del golpismo, tanto para su retorno a 
la OEA como para beneficiarse de las ventajas de PETROCARIBE.
En mayo 2010, durante la Cumbre Iberoamericana en Madrid, el Presidente Chávez 
anunció que no asistiría si participaba el Sr. Porfirio Lobo Sosa, por ser un 
gobierno “ilegitimo”;  once meses después el mismo Presidente Chávez expreso en 
Cartagena de Indias, Colombia, "Con 
mucho gusto he conocido al presidente Lobo (...) y los resultados son muy 
positivos”, y explico que "nosotros 
hemos hecho gestiones para tratar de ayudar a que Honduras se reintegre a todos 
los organismos internacionales y a los programas de cooperación con nuestros 
países"[1] ,en 
una clara referencia a la reincorporación del Estado de Honduras a la OEA y a 
normalizar las relaciones comerciales interrumpidas con el Golpe de Estado. Acto 
seguido, aparece sonriente en una fotografía estrechando la mano del verdugo del 
Pueblo hondureño.
Pero además del rol del Presidente venezolano, llama la atención que un país 
como Colombia se interese por la situación de Honduras. De hecho, el Presidente 
colombiano confeso que le ha dedicado tiempo a este asunto: “Desde hace algún 
tiempo hemos venido haciendo una diplomacia discreta para tratar de normalizar 
la situación de Honduras en el hemisferio, para que vuelva a reintegrarse a la 
OEA y para que su situación sea reconocida por todos los países como una 
situación normal”[2]
¿De qué se trata el juego? Según 
fue anunciado, en las próximas semanas los gobiernos de Colombia y Venezuela 
facilitaran un proceso de “diálogo” y “reconciliación” en Honduras que persigue 
“normalizar” la situación nacional y lograr que Honduras vuelva a ser aceptada 
en el sistema interamericano de cara a la próxima cumbre de la OEA a realizarse 
en junio en San Salvador, o de repente antes.
El Coordinador General del FNRP, quien no fue invitado a la cita y a quien, 
según dijo, se le llamó por teléfono en el momento, reaccionó “con 
aprehensiones” (desconfianzas) y anunció estar “vigilante” del proceso, dando a 
entender que no participo en el diseño de esta jugada de altos vuelos. Es 
difícil creer que Mel no supiera nada de lo que se cocinaba desde hace ya 
bastante tiempo, pero si tomamos su palabra, resulta inaceptable que dos 
gobiernos se pongan de acuerdo sin tomar en cuenta la opinión de la Resistencia 
Hondureña pues no es el futuro de Venezuela o Colombia el que está en juego, 
sino el futuro del pueblo de Honduras. Esa actitud despreciativa hacia el FNRP 
podríamos esperarla de un gobierno peón de Estados Unidos, como es el Gobierno 
colombiano, pero ha resultado difícil de digerir proviniendo del gobierno de 
Hugo Chávez, quien se suponía era nuestro aliado.
¿Ganaría algo la Resistencia con esa jugada?  En diferentes espacios, se nos 
vende la idea de que, como consecuencia de esos acuerdos, la Resistencia tendría 
los siguientes beneficios: 
a) Que se liquidarían los juicios que penden sobre el Ex Presidente Manuel 
Zelaya, viabilizando su retorno como parte del acuerdo; no obstante, persistiría 
siempre el riesgo de que, una vez en el país, le abran de nuevo los juicios 
porque el golpismo seguirá vivo y coleando en el sistema de (in) justicia;
b) Que se podría cambiar a los recalcitrantes funcionarios del Ministerio 
Publico y de la Corte Suprema de Justicia, lo cual no significa necesariamente 
una ganancia pues con ello solo se castigaría a “chivos expiatorios” y no a los 
verdaderos responsables del Golpe de Estado; además, no podemos esperar de Juan 
Orlando y Pepe Lobo que los sustituyan por gente progresista;
c) Que se podría castigar a los responsables del Golpe de Estado, sin embargo 
Arturo Corrales Alvares, uno de los artífices de esta maniobra en Honduras, 
desde ya aclara que al igual que se promoverá la absolución de  Manuel Zelaya, 
se haría lo mismo con los demás implicados en aras de la “paz” y la 
“reconciliación”; y,
d) Que gracias a ese acuerdo la Resistencia podrá participar en las próximas 
elecciones generales y que entonces “tomaremos el poder”, algo ilusorio pues la 
oligarquía no va a ceder ni un ápice en sus intereses, como lo demostró en la 
reciente huelga magisterial, mucho menos para pensar que entregara el Poder a la 
Resistencia popular.
En otras palabras, los supuestos beneficios son más hojas que tamal.
En cambio, los beneficios de la clase dominantes son más contundentes:
a) Tendría un fuerte beneficio económico porque 
se estaría gestando un jugoso negocio con PETROCARIBE que sacaría las castañas 
del fuego a la oligarquía y al régimen golpista hondureño, dado que los altos 
precios de los combustibles asfixian a sus negocios en medio de una difícil 
situación económica; no por otra razón el empresario Adolfo Facusse se lame los 
bigotes de felicidad soñando con esa oferta del gobierno venezolano y desde 
ahora se adelanta a recomendarla; 
b) Tendría un triunfo diplomático al 
abrírsele las puertas al mundo a un régimen heredero de un Golpe de estado, en 
un momento en que era despreciado por la comunidad interamericana, lo cual 
mejoraría la confianza de organismos de financiamiento internacionales y de las 
transnacionales para animarse a invertir en el país; y,
c) Tendría un éxito político a 
lo interno del país porque saldría en “caballo blanco”, fortaleciendo su 
desgastada imagen y su discurso demagógico, mientras masacra a palos y a tiros a 
la heroica resistencia popular.
Entonces, en el fondo esta jugada no parece diseñada para beneficiar a la 
Resistencia sino a la oligarquía golpista, en un ajedrez típico del Departamento 
de Estado de Estados Unidos, muy similar a la que hizo en San José, Costa Rica, 
cuando su peón Oscar Arias actuó de intermediario para hacer que Manuel Zelaya 
Rosales aceptara sentarse a negociar con un dictador que acababa de derrocarlo 
del Gobierno.
¿Cómo se explican estos hechos y hacia qué escenario conducen?  Para contestar 
esa pregunta indaguemos en las motivaciones que han tenido actores tan disímiles 
como los Presidentes Santos y Chávez para coincidir en este tamal.  
1. Los motivos de Juan Manuel Santos
Sabemos que Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia, es un peón del ala dura 
de los militares norteamericanos y del lobby Israelí. Siendo Ministro de Defensa 
de Álvaro Uribe, Santos fue clave en la instalación de las bases militares 
norteamericanas que se construyeron en territorio colombiano, con el propósito 
de agredir a Venezuela; bases que Santos siguió construyendo a pesar de una 
prohibición de la Corte Suprema de Colombia. Fue, además, responsable de 
innumerables violaciones a los derechos humanos. La siguiente cita, extractada 
de una larga y macabra biografía del Presidente Santos, en los tiempos en que 
fue Ministro de Defensa y después Presidente de Colombia, nos revela el tipo de 
funcionario que está alentando la “reconciliación” en Honduras.
“En noviembre de 2005, el ministerio de defensa (Juan Manuel Santos) aprobó una 
directiva secreta que ponía precio a la cabeza de los guerrilleros. Los 
militares se dedicaron a asesinar civiles, haciéndolos pasar por "rebeldes 
caídos en combate" que llamaron "falsos positivos". La Fiscalía General 
investiga unos tres mil casos, entre los que se encuentran adolescentes, 
retrasados mentales, indigentes, drogadictos. Cuando Santos llegó al ministerio, 
en julio de 2006, se registraron 274 casos de “falsos positivos”. Al año 
siguiente, se subió al tope: 505 asesinados... Aunque poco se menciona, se 
estima que 250.000 personas han sido “desaparecidas” por las fuerzas de 
seguridad y sus paramilitares. Tan sólo en los últimos cuatro años lo fueron 
casi 40.000 personas. Algunas de ellas fueron enterradas en la mayor fosa común 
de Latinoamérica, hallada detrás de un cuartel del Ejército a 200 kilómetros al 
sur de Bogotá: más de 2.000 cadáveres... Hay que subrayar también la estrecha 
relación de Santos con las autoridades de Israel y sus servicios de seguridad. 
En octubre de 1997, Manuel Santos ya había demostrado su falta de escrúpulos. Se 
reunió con los tres principales cabecillas paramilitares, para proponerles de 
participar en un golpe de Estado contra 
el presidente liberal Ernesto Samper (propuesta que también hizo a las 
guerrillas FARC y ELN)... En septiembre de 2008, el periodista venezolano José 
Vicente Rangel dijo de Santos: “Es el hombre del Pentágono en la política 
colombiana. Ha venido cobrando fuerza a la sombra de Uribe, y hoy es posible 
decir que rebasa al propio Uribe”  (“Juan Manuel Santos: de Halcón a 
Paloma”, ALAINET. http://alainet.org/active/45049).
Sin embargo, el Presidente Santos es un experto en camuflarse, como el camaleón. 
Hoy día ha abandonado su discurso confrontativo y se ha convertido en una figura 
latinoamericana que rivaliza con Lula y Chávez en América del Sur por suaudacia 
diplomática y política.[3]
Pero ¿Qué mueve al gobierno colombiano a preocuparse por Honduras?
Su interés tiene que ver con cuatro cuestiones.
Primero, 
Colombia firmó en agosto de 2007 un Tratado de Libre Comercio (TLC) con los 
países del Triángulo Norte centroamericano (Guatemala, El Salvador y Honduras) y 
a partir de ese año forma parte también del Plan Mesoamérica, un plan de masivas 
inversiones en hidroeléctricas, represas, energía renovable, etc., lo que la 
involucra de manera directa en la vida económica del istmo. En el caso de 
Honduras el TLC entró en vigor el 27 de marzo de 2010. Como nunca antes, existe 
un gran interés de empresas colombianas para invertir masivamente en Honduras, 
especialmente en los rubros de generación eléctrica, ingeniería, prendas de 
vestir, metalmecánica, autopartes y materiales de construcción.[4] Por 
ahora, ese mercado se ha desarrollado en El Salvador donde las empresas 
colombianas han invertido más de 1 mil millones de dólares.[5] Pero 
la situación actual de Honduras, de ser un estado ilegal, no favorece el clima 
de inversión que necesitan los capitalistas colombianos.
Segundo. 
Colombia tiene una frontera común con Honduras y por o
tro lado con Nicaragua (Isla de San Andrés) en el Caribe, por cierto en disputa 
limítrofe desde 1999. Nicaragua siempre ha denunciado de la alianza entre 
Honduras, Colombia y Costa Rica para atentar contra su soberanía. Ese conflicto 
casi lleva a la confrontación armada a Colombia con Nicaragua en 2004. Una 
ganancia para Santos con este trato puede ser contar con el apoyo de Honduras en 
la disputa limítrofe contra Nicaragua, porque también Honduras disputa el 
paralelo 17 con Nicaragua y sus límites con Colombia afectan a aquel país. Un 
escenario perfecto de alianzas para crearle un conflicto internacional a los 
sandinistas.
En ese sentido, es de interés del gobierno ultraderechista colombiano contar con 
Honduras como Estado aliado para fortalecer su posición en el triángulo norte 
centroamericano,  y un buen gesto en ese sentido es promover su retorno a la 
OEA.
Tercero. 
Lo anterior coincide con el interés del gobierno norteamericano de promover el 
retorno de Honduras a la OEA. Recuérdese que Estados Unidos ha lanzado este año 
una ofensiva diplomática en Latinoamérica, dirigida a moderar la recalentada 
América Latina, al punto que el mismo Barack Obama hizo una histórica gira en 
persona a tres países de la región:  Brasil, Chile y El Salvador.  Pues en el 
marco de esas entrevistas oficiales, Obama se reunió también con Juan Manuel 
Santos en territorio norteamericano a principios de abril.
No dudo que con todos ellos el mandatario gringo trato el caso de Honduras, a 
fin de lograr su reingreso a la OEA en la próxima cumbre a realizarse en El 
Salvador. Para ello ha debido convencer a sus homólogos de que Pepe Lobo ha 
hecho casi todo lo que se le ha pedido para cumplir las condiciones de ser 
reintegrado, siendo el retorno de Manuel Zelaya Rosales lo único que tiene 
pendiente de cumplir. Por consiguiente su estrategia consiste en presionar 
diplomáticamente para posibilitar un retorno controlado del ex Presidente.
Cuarto. 
Santos ya es parte del conflicto interno en Honduras y no precisamente del lado 
pacifista. Recordamos que Colombia fue el primer país en reconocer al régimen de 
Porfirio Lobo Sosa.  Por otro lado, existen evidencias de que el Presidente 
Santos tiene tiempo de hacer pactos con Porfirio Lobo Sosa en materia de 
"seguridad", asesorando a la policía hondureña, supuestamente en la lucha contra 
el narcotráfico, lo que la ha convertido en la nueva meca de los esbirros de 
Oscar Álvarez y compañía. Peor aún, el periodista Dick Emanuelsson  ha revelado 
evidencias que muestran la operación de miembros de Fuerzas especiales del 
ejército colombiano en Honduras, denominadas “GAULAS” al servicio de Porfirio 
Lobo Sosa, tomando como base la denuncia de la misma prensa colombiana.[6]
Es claro entonces que los motivos de Santos no son nada pacíficos ni 
desinteresados.
2.Los Motivos de Hugo Chávez
En cuanto al Presidente Hugo Chávez, queda descartada la hipótesis de que fue 
“sorprendido” como ingenua paloma por el frío y calculador Presidente 
colombiano, pues en sus declaraciones Chávez confirmó que viene haciendo 
esfuerzos hace algún tiempo y que los seguirá haciendo para abogar por el 
retorno de Honduras a la OEA.
Si fue intencional y de común acuerdo con el Presidente Santos, uno podría 
pensar que el paso dado por el mandatario venezolano tiene motivos de corte 
progresista, en virtud de la trayectoria de solidaridad mostrada por su gobierno 
con el gobierno del Presidente Zelaya y, después del Golpe, con la Resistencia 
hondureña. Pero aunque he buscado esos motivos progresistas, no los encuentro 
por ningún lado. En cambio, la información disponible apunta en la dirección 
contraria:
1)Toda la intencionalidad del proceso es lograr el ingreso de Honduras a la OEA, 
darle una salida electoral a la crisis y restablecer negocios con la dictadura 
mediante PETROCARIBE, lo cual beneficia al régimen golpista y a la estrategia 
norteamericana, como vimos párrafos atrás;
2)La orientación política que aplica el Presidente Chávez es diametralmente 
opuesta a la decidida por la Asamblea Nacional del FNRP del pasado 26 de 
febrero, que decidió apostar por un proceso de Refundación del Estado hondureño 
mediante un proceso de Auto Convocatoria Constituyente, a fin de construir Poder 
popular y sacar al golpismo del Estado; y,
3)Ningún órgano directivo de la Resistencia hondureña fue informado oficialmente 
de la maniobra con antelación y, en cambio, el régimen golpista estaba bastante 
enterado y fue tomado en cuenta en la operación. 
Si lo que quería el Presidente Chávez era ayudar al pueblo hondureño y a la 
reconstrucción de la democracia en Honduras, lo primero que debió hacer era 
consultar con la Resistencia popular, a través de su Coordinador Nacional, y a 
su vez, este consultar con los organismos de conducción internos para tomar una 
decisión  colegiada sobre el proceso, 
y no imponerlo como un hecho consumado desde afuera.
Duele decirlo pero las evidencias disponibles, apuntan en el sentido de que el 
gobierno bolivariano ha decidido entenderse con nuestro enemigo, el régimen 
golpista, además de fortalecerlo económicamente, en base a intereses que no son 
los de nuestro Pueblo. Aquí no veo cómo puede haber beneficio para la duda.
¿Cuál es la lógica de esta conducta política del Presidente Chávez?¿Qué 
intereses hay de fondo en esa conducta?  La 
siguiente es una hipótesis a partir del estudio del contexto  y 
de algunos antecedentes.
Las razones económicas del giro venezolano hacia Colombia
Colombia y Venezuela rompieron relaciones diplomáticas y comerciales en julio de 
2010 tras que el entonces Presidente de Colombia, Álvaro Uribe, acusara a 
Venezuela ante la OEA de apoyar a la guerrilla de las FARC y el ELN, en momentos 
en que desarrollaba una ofensiva para su desarticulación. Previo a eso ya 
existía un ambiente tenso por la incursión militar colombiana que destruyó un 
campamento de las FARC en Ecuador y por la firma en octubre de 2009 de un 
Convenio con Estados Unidos por el cual se autoriza la construcción de siete 
bases militares en territorio colombiano.
La ruptura de relaciones produjo una difícil situación económica para las 
burguesías de ambos países, pues las exportaciones de Colombia a Venezuela 
cayeron de 6 mil millones de dólares en 2008 a 1.5 mil millones en 2010,[7]además 
de problemas de no pago de las transacciones comerciales a colombianos por un 
monto de casi 800 millones de dólares y la suspensión de importantes obras de 
infraestructura petrolera y portuaria que resultan estratégicas para la economía 
venezolana, como la construcción de varios oleoductos y un canal seco con salida 
al océano pacifico, a ser usados para el comercio con los países suramericanos y 
asiáticos. A su vez, proyectos similares planificaba Colombia para beneficio de 
su oligarquía hacia el Caribe.
A lo anterior hay que sumar que la economía en Venezuela tuvo serios problemas 
en 2010 por la caída de los precios del petróleo, las consecuencias de la crisis 
financiera internacional, una crisis energética causada por una aguda sequía, la 
nacionalización de 12 instituciones bancarias y la corrupción.[8]
Asimismo, la ALBA como proyecto de integración de países políticamente afines, 
parece haber disminuido su perfil desde 2010 ante el surgimiento de UNASUR, un 
marco de integración más amplio que involucra no solo a países con identidad 
ideológica progresista (como el ALBA), sino una pluralidad de países entre los 
que se encuentra regímenes de derecha, como Colombia, y regímenes de centro 
izquierda, como Brasil, que lo lidera. A su vez, importantes eventos políticos 
influyeron para que los gobiernos de países del ALBA volvieran más su mirada 
hacia sus intereses políticos nacionales que hacia afuera, como venía sucediendo 
desde 2004. Estos acontecimientos políticos fueron, por un lado, las amenazas 
constantes de golpes de Estado en Bolivia y Ecuador, así como el golpe consumado 
en Honduras; el avance de la oposición derechista en Venezuela en 2010 así como 
una serie de desastres naturales en varios países.
En ese contexto se produjeron importantes replanteamientos políticos en Colombia 
y Venezuela que han llevado a ambos países a priorizar su integración económica 
por sobre otros procesos.[9]
Sin embargo, si bien con ese curso se han distendido las malas relaciones 
diplomáticas y económicas con Colombia que afectan la estabilidad económica 
interna en Venezuela, aun pende como amenaza la presencia militar norteamericana 
en aquel país.
Giro en lo político a colaborar con regímenes de derecha
Presionado por el cerco militar que implican las bases norteamericanas en 
Colombia, la estrategia internacional del gobierno bolivariano ha consistido en 
eliminar la imagen que ha construido la derecha latino y norteamericana que lo 
hace percibir como líder de procesos de desestabilización de “democracias” 
oligárquicas y promotor de cambios revolucionarios en el continente. Para 
lograrlo se ha mostrado dispuesto a tomar medidas que antes habrían sido 
impensables de su parte, sobre todo a un año del próximo proceso electoral. Una 
expresión de esa voluntad conciliadora con la derecha es su afán por demostrar a 
Colombia, a la OEA y al mundo que apuesta por las elecciones y que no fomenta la 
lucha armada.
En esa línea el gobierno de Hugo Chávez se ha mostrado dispuesto a colaborar 
cada vez más con su homólogo colombiano en materia de represión política a la 
izquierda insurgente. 
A partir del año 2010, ambos países firmaron un convenio de “seguridad” por la 
cual se comprometieron a capturar militantes de izquierda, o “subversivos”, en 
ambos lados de la frontera. De esa forma, combatientes de las Fuerzas Armadas 
Revolucionarias de Colombia (FARC) y del Ejercito de Liberación Nacional (ELN) 
también de ese país, son capturados en territorio venezolano y luego se los 
entrega, nada más ni nada menos que al gobierno más represivo de América 
(Colombia), donde les espera cárcel, tortura o muerte.  [10]
Se puede estar de acuerdo o estar en desacuerdo con la opción armada de estos 
movimientos, pero no existe una justificación válida para capturar y entregar a 
un gobierno fascista como el colombiano a activistas políticos de izquierda que 
no causan daño en Venezuela.
No me cabe duda que la incursión militar de la OTAN en Libia y recientemente en 
Costa de Marfil, han potenciado los temores del gobierno venezolano a una 
potencial intervención militar desde Colombia y desde otras bases en la región, 
lo que lo ha llevado a profundizar su estrategia de limpiar su imagen apostando 
por un liderazgo componedor a nivel internacional, como quedó evidenciado en su 
gestión como mediador en el conflicto libio.
Esto explica lo fácil que Chávez fue embarcado por el gobierno colombiano en 
esta estrategia “normalizadora” en Honduras, lo cual es un lamentable resultado 
de la política norteamericana de enseñar sus colmillos a través de sus bases, 
los Golpes de Estado y la reactivación de su IV Flota.
Resumiendo, los motivos del Presidente venezolano respecto al caso hondureño 
serian:
1. 
Modificar la imagen de promotor del conflicto hondureño que ha propagado la 
derecha latinoamericana y el Departamento de Estado USA sobre su gobierno, 
colaborando con su aliado estratégico colombiano, con la UNASUR y la OEA en la 
pacificación (“normalización”) de Honduras para reincorporarla al sistema 
interamericano, coincidiendo con la estrategia norteamericana en la región. En 
esa línea, fomentará condiciones políticas en Honduras que permitan una salida 
electoral a la crisis, evitando las posibilidades de una salida insurreccional y 
la auto convocatoria a una Constituyente que han sido definidas por el FNRP.
2. Generar 
confianza en el régimen oligárquico hondureño para que éste acepte 
hacer negocio con empresas como PetroCaribe y de la ALBA, en condiciones de 
competitividad, con vistas a reposicionarse económicamente en Honduras y 
fortalecer su presencia en Centroamérica.
3. Los 
motivos del imperio USA
Colombia y Venezuela, independientemente de sus propios motivos, contribuyen al 
juego que ha sido diseñado por el Departamento de Estado Norteamericano. ¿Cuál 
es ese juego?
En el contexto latinoamericano, Honduras no es un país de mayor importancia 
económica; pero si política e integracionista. Es el único país latinoamericano 
donde hubo un Golpe de Estado que no pudo ser revertido y en donde existe un 
movimiento de resistencia popular que ha definido como ruta un planteamiento de 
ruptura con el régimen oligárquico existente y de refundación del Estado 
mediante un proceso constituyente. Por eso, en un contexto regional en el que 
los Golpes de Estado están en la agenda del Estado norteamericano, Honduras se 
convierte en un referente peligroso porque sus niveles de movilización son 
fuente de inspiración de otros movimientos sociales en el mundo.
En el plano económico, Honduras tiene tres fronteras con países vecinos y a 
pesar de nuestra debilidad económica, es poco viable hablar de integración 
centroamericana, de un TLC y de un Plan Mesoamérica (antes Plan Puebla Panamá) 
exitosos sin nuestro país.
Por tanto, para el imperio norteamericano, es importante que:
1.El caso hondureño constituya un modelo de legitimación de un Golpe de Estado y 
de reconversión de la resistencia popular en un movimiento electoral por el cual 
se incorpora como oposición dentro del Estado oligárquico, alejando el espectro 
de la Revolución.
2. Se incorpore a Honduras a la OEA, para consolidar los procesos de integración 
capitalista del Plan Mesoamérica y del Tratado de Libre Comercio, y anime la 
inversión capitalista en los enclaves transnacionales(Ciudades Modelo, maquilas, 
minería, petróleo, biocombustibles, etc.)
Para lograr lo anterior, el lobby del 
Departamento de Estado norteamericano ha conjuntado un abanico de fuerzas que 
van desde la ultraderecha colombiana (Santos) y la centroizquierda salvadoreña 
(Funes) para lograr aquel propósito, sin necesidad de quemarse como ocurrió en 
las negociaciones del Pacto de San José.
Pero esta estrategia no puede funcionar si no se persuade a Manuel Zelaya 
Rosales y a la Resistencia para colaborar, algo que sólo se puede lograr con la 
intervención del Presidente Hugo Chávez, dado su prestigio en estas esferas. Tal 
intermediación se hace teniendo como “argumento” de peso una atractiva oferta en 
PetroCaribe, la cual sacaría de apuros al régimen oligárquico en momentos en que 
vive una dura crisis económica y cuando desata una furiosa ofensiva neoliberal y 
represiva contra la Resistencia popular.
Una necesaria rectificación
Mientras los hechos no digan lo contrario, todo indica que el Presidente Chávez 
ha sido arrastrado a este vergonzoso rol por el matrimonio que hoy lo une con 
uno de los regímenes más reaccionarios y represivos de América.
Resulta contradictorio que combatiendo a las fuerzas insurgentes o haciendo de bombero de los procesos insurreccionales de América Latina, está debilitando al largo plazo su propio proyecto bolivariano, pues su “mejor amigo” no es el fascista gobierno colombiano, el cual en el momento menos esperado le asestara una puñalada por la espalda, sino los movimientos de liberación de los pueblos latinoamericanos, los únicos dispuestos a entregar su sangre por la defensa de la revolución venezolana.
Es nuestro deseo que el Presidente Chávez rectifique cuando todavía está a 
tiempo de hacerlo, en consideración a la trayectoria que tuvo antes, la cual fue 
consecuente con los intereses de la Resistencia popular. Pero de no suceder esa 
rectificación, es nuestra potestad como Pueblo soberano no prestarnos a esa 
intención que sólo beneficia a los enemigos del cambio en Honduras, y continuar 
el curso definido por nuestra Asamblea Nacional del FNRP “Campesinos Mártires 
del Aguan” por la Refundación de nuestro país.
Dado en la ciudad de Tegucigalpa, M.D.C. el 12 de abril de 2011
[1]“Colombia 
y Venezuela extienden reglas comerciales. Ven a Honduras”, Reuters – sáb, 9 
abr 2011, disponible en: http://es-us.noticias.yahoo.com/colombia-y-venezuela-extienden-reglas-co...
[3]Diario 
El Tiempo de Bogotá dice: “En menos de 8 días, Santos y Holguín se habrán 
sentado a manteles con cuatro líderes internacionales, estratégicos para los 
intereses nacionales: Barack Obama, presidente de Estados Unidos; Hugo Chávez, 
presidente de Venezuela; José Luis Rodríguez Zapatero, jefe del gobierno 
español; y Ángela Merkel, jefa del gobierno alemán. En el último mes, Colombia 
se hizo a la presidencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y a la 
Secretaría General de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Guillermo 
Fernández de Soto, ex canciller y ex embajador en Europa, destacó que ya no hay 
una "política exterior solo con Estados Unidos, sino de contenido universal". Y 
aseguró que Santos "entendió que una política exterior de cooperación es más 
rentable que una de confrontación”. Otro ex canciller, Camilo Reyes, subrayó la 
"recuperación de las relaciones con la región, su consolidación con la Unión 
Europea, la apertura de nuevos espacios con Asia, sin poner en peligro su trato 
con Estados Unidos". (“Política Exterior, en un momento estelar”, El 
Tiempo, 10 de abril 2011, disponible en: http://m.eltiempo.com/politica/politica-exterior-en-un-momento-estelar/9...
[4] Centralamericadata, 
“Empresarios hondureños visitan Colombia”, 25 de mayo 2010, disponible 
en:http://www.centralamericadata.com/es/article/home/Empresarios_hondurenos...
[5] Long 
Island al Día New York, “Colombia está pisando fuerte en El Salvador; 
inversiones superan  los 1 mil 
millones de dólares”, 7 de febrero 2011. Disponible en: http://lialdia.com/2011/02/colombia-esta-pisando-fuerte-en-el-salvador-i...
[6] Ver 
su reportaje “El ejército Colombiano ya está en Honduras”, disponible 
en;  ver reportaje de Dick 
Emmanuelson enhttp://www.albatv.org/El-ejercito-colombiano-ya-esta-en.html
[7] “El 
deterioro de las relaciones entre los dos países impactó fuertemente la 
economía, sobre todo la colombiana, que según el DANE, en el 2007 exportó al 
país vecino 5.000 millones de dólares y en el 2008 la cifra estuvo por encima de 
los 6.000. Sin embargo, poco a poco el gobierno venezolano tomó decisiones que 
afectaron la balanza comercial al punto de que, según lo estiman los gremios, 
este año las exportaciones comerciales probablemente no lleguen a los 1.500 
millones de dólares.” (EFE, “Colombia y Venezuela: El Lanzamiento de una nueva 
relación”, 11 de agosto 2010, disponible en;http://www.google.com/#sclient=psy&hl=es&q=Colombia+y+Venezuela:+El+Lanz...)
[8]“Fue un año de grandes dificultades. Comenzamos con una verdadera crisis eléctrica, que nos obligó a tomar severas medidas. Incluso estuvimos a punto de un colapso eléctrico. Gracias al pueblo y al Gobierno que dio la cara, nos sobrepusimos a la crisis eléctrica, que ha podido ser hasta una catástrofe” (Hugo Chávez, Mensaje a la nación del 1 de enero 2011. Ver:http://www.correodelorinoco.gob.ve/economia/venezuela-supero-dificultades-2010-y-retoma-senda-crecimiento-economico)
[8]“Fue un año de grandes dificultades. Comenzamos con una verdadera crisis eléctrica, que nos obligó a tomar severas medidas. Incluso estuvimos a punto de un colapso eléctrico. Gracias al pueblo y al Gobierno que dio la cara, nos sobrepusimos a la crisis eléctrica, que ha podido ser hasta una catástrofe” (Hugo Chávez, Mensaje a la nación del 1 de enero 2011. Ver:http://www.correodelorinoco.gob.ve/economia/venezuela-supero-dificultades-2010-y-retoma-senda-crecimiento-economico)
[9]En 
el caso de Colombia, la burguesía industrial y comercial desplazo del poder al 
sector terrateniente representado por Uribe, caracterizado por una práctica y un 
discurso confrontativo y militarista que volvía inviable la reapertura de 
relaciones comerciales y la integración capitalista; por ello fue llevado a la 
presidencia Juan Manuel Santos, un empresario derechista que, como fue dicho, 
fue ministro de defensa aunque con un discurso “conciliador” y pragmático, 
proclive a la distensión con Venezuela, según lo aconsejaban los nuevos tiempos. 
Desde entonces, Santos ha desarrollado una agenda de ampliar relaciones con 
otros países que lo ha llevado a una intensísima actividad diplomática 
internacional. Por su parte, el gobierno venezolano decidió priorizar su 
relación integracionista con Colombia incluso por encima del proceso de 
integración que venía gestándose en la ALBA. Al poco tiempo de haber tomado 
posesión el Presidente Santos en agosto 2010, se produjo la reapertura de 
relaciones diplomáticas y comerciales y el inicio de un proceso de integración 
para retomar los proyectos paralizados e incluso constituir inversiones mixtas 
colombo-venezolanas. Eso tendera a aliviar la difícil situación económica y 
social que atravesó el país en 2010 y le permitirá contar con mejores 
condiciones para su reelección en el año 2012.
[10]  “El 
25 de diciembre, pocos días para cerrar el año 2010, Nilson Albín Teran Ferreira 
(Tulio), un líder del Ejército de Liberación Nacional (ELN) fue capturado por la 
policía de Venezuela y entregado a las Fuerzas Armadas de Colombia. Casi en la 
misma fecha en otra parte de Venezuela, el ejército capturo a Luis Ferney 
Saavedra Benavides (Oscar Nobles) otro revolucionario colombiano. También fue 
entregado a la policía del vecino país. Nilsson vivía en Venezuela, y en 
Colombia está condenado a 40 años de prisión por sus actividades subversivas.  .. 
En noviembre pasado del 2010 Venezuela capturo y deporto a Bogotá a otros dos 
integrantes del ELN y a un alto dirigente de las FARC, Nilson Navarro (ELN), 
Priscila Ayala (ELN) y Oswaldo Espinoza (FARC), fueron las primeras víctimas del 
acuerdo entre el gobierno de Chávez y el régimen de Colombia firmado en agosto 
pasado para colaborar en asuntos de seguridad y medias antisubversivas. Hay que 
recordar también que el 28 de marzo de 2010, el gobierno de Chávez apreso en el 
aeropuerto a Walter Wendelin, un activista político del movimiento Vasco. Este 
fue impedido de ingresar a ese país, detenido en Maiquetia, fue trasladado a un 
cuartel del Servicio de Inteligencia, y después fue expulsado a Francia.” (Arce 
Borja, Luis. “Chávez: ¿Antiimperialista o el judas de los revolucionarios?”, 
El Diario Internacional, tomado de La Haine del 4-1-2011)Fuente: https://www.alainet.org/es/active/45785
 
 Dilucidemos 
 que el embaucamiento de las mayorías desde el progresismo e izquierdismo 
 reformista fue por conversión de 
 la 
 ideología en máquina imaginaria de producción fetichista en similitud a cómo 
 opera la hegemónica en el sistema mundo capitalista.
La imagen angelical del imperio
20 de 
abril de 2018
Por 
Raúl Prada Alcoreza
La ideología es, como dijimos, la máquina imaginaria de producción fetichista; 
en las ideologías concretas hay peculiaridades. Algunas, las más antiguas, 
retrotrayendo el concepto moderno de ideología a los imaginarios religiosos, lo 
que no corresponde, pero, a fines de comparación sirve, se consideran escrituras 
sagradas; por lo tanto, la enunciación de la palabra de Dios. En consecuencia, 
la indiscutible verdad. Esta pretensión de verdad divina la heredaron las 
ideologías de la modernidad, sobre todo, las que se despliegan durante el siglo 
XX, a decir, de Alan Badiou, ultimatista. Si bien, la verdad moderna no se 
reclama de divina, se pretende la verdad histórica; por lo tanto, de la razón 
histórica. Pero, también hay ideologías que pretenden la verdad pragmática, ya 
venga ésta reclamada por medio de la investigación empírica, controlada en 
laboratorio o, en su caso, como verdad empírica, del sentido común, 
correspondiente a la experiencia individual, de familia o de grupo. 
El liberalismo es la otra ideología desenvuelta en la modernidad de alcance 
mundial, con pretensiones de verdad, aunque ésta no se reclame de histórica, 
sino como verdad jurídica-política, como realización del Estado de derecho y de 
la Constitución, como verdad equivalente a la libertad; sin embargo, libertad 
restringida a la libertad individual, acotada en los derechos civiles y 
políticos. Libertad de mercado y libertad de empresa, que van asociadas al 
derecho inalienable de la propiedad privada y a las garantías constitucionales y 
estatales a la propiedad privada.
Desde esta perspectiva ideológica, la libertad no es pensada como potencia, como 
potencia corporal y como potencia social.
Entonces el liberalismo se ha situado como verdad institucionalizada, como 
verdad jurídica en el Estado de derecho, que coloca a la Ley por encima del 
pueblo, el soberano de la república. También como verdad política, en los marcos 
de la democracia institucionalizada, formal y restringida, aceptada en el juego 
de las representaciones y delegaciones. 
Lo sugerente de todo esto es que determinada república, la primera república 
moderna, se considera como el paradigma a seguir por el resto de las democracias 
formales. Particularmente se les exige seguir su camino a las repúblicas 
flamantes del siglo XIX y a otras repúblicas que nacieron en el siglo XX. Lo 
llamativo es que la versión oficial o estatal de esta ideología liberal tenga 
una imagen angelical de sí misma. 
Sobresale esta narrativa fantasiosa en las difusiones de la hiper-potencia y 
complejo militar-economico-cientifico-tecnologico-cibernetico-comunicacional, el 
gendarme del imperio, del orden mundial.
Se trata de una narrativa cinematográfica, al estilo de Hollywood, que resume el 
guión a la confrontación entre buenos y malos; el gendarme del imperio es el 
bueno, en tanto que los “Estados totalitarios” son los malos; peor aún, los 
“Estados canallas”. Como se podrá ver ésta es otra versión del darwinismo social 
e histórico, que clasificó a las sociedades entre salvajes, bárbaras y 
civilizadas. 
En este caso, la civilización no soólo se asume como civilización moderna, sino, 
de manera más restringida, como el “estilo de vida americano”. 
La diplomacia de esta hiper-potencia ha tenido que tratar con diplomáticos de 
todos los países, entre ellos, de los países que llaman del “tercer mundo” o “en 
desarrollo”. La imagen que tienen de estos diplomáticos de los Estado-nación 
subalternos, considerados vasallos del imperialismo vigente, es que son unos 
bárbaros metidos en asuntos de la élite dominante mundial, la diplomacia de 
carrera. Si bien es ese un discurso solapado, que sobresale en las conductas y 
los comportamientos, desmintiendo lo que se dice diplomáticamente, el discurso 
contrasta con los actos intervencionistas del imperialismo, a lo largo de las 
historias políticas de la modernidad. 
Estas actuaciones tendrían que ser calificadas de bárbaras, desde la perspectiva 
del Estado de derecho y desde los derechos de las naciones y Estados en el 
contexto internacional. 
Sin embargo, se cierra los ojos ante la evidencia descomunal de la violencia 
imperial; se prefiere tener como referente la imagen angelical que tiene de sí 
mismo el imperio.
El discurso dominante en la diplomacia de la hiper-potencia tiene sus 
acompañantes, que repiten la misma narrativa en versiones nacionales, en los 
países de la inmensa periferia del sistema-mundo capitalista. 
Los medios de comunicación han sido los mecanismos de difusión de esta narrativa 
cinematográfica y siguen siéndolo; hay también periodistas y comunicadores que 
se encargan de hacerlo, aunque lo hagan de manera más sutil. Al difundir la 
información del testimonio de diplomáticos norteamericanos sobre su experiencia 
en países donde cumplieron funciones, lo hacen como si se tratara de una “fuente 
objetiva” y no de una fuente viciada por prejuicios ideológicos. Esta 
condescendencia se hace más notoria cuando el mismo testimonio confiesa, en 
otras palabras, no de manera directa, la intervención militar de su país en un 
Estado-nación soberano. Una intervención militar es eso, una intervención que 
viola la soberanía del Estado agredido, que vulnera el derecho internacional, 
que corrompe a militares del país afectado y ejecuta su intervención al estilo 
de comandos especializados. Un caso paradigmático es lo que ocurrió en Bolivia, 
a fines del primer quinquenio del siglo XXI. 
Este delito, el de intervención militar a un Estado-nación por parte de la 
hiper-potencia, si bien ha sido denunciado, no se la inculpado y procesado en 
los Tribunales internacionales competentes, ni se ha denunciado como corresponde 
en Naciones Unidas. Lo que se ha hecho es una persecución política a todo 
sospechoso o indilgado de sospecha de estar comprometido en el robo y desarme de 
misiles. En términos constitucionales, lo que han hecho los implicados 
nacionales es traición a la patria; lo que ha hecho la hiper-potencia es cometer 
un delito flagrante contra un Estado-soberano, interviniendo militarmente, 
aunque sea de manera secreta. Todo esto, además a nombre de “lucha contra el 
terrorismo”. Los misiles no estaban en manos de “terroristas” sino del ejército 
del Estado-nación; en todo el caso el terrorismo lo cometió el comando “Rambo” 
de la hiper-potencia.
La imagen angelical del imperio contrasta con su pragmatismo político, militar, 
económico. El contraste se hace notorio en la llamada “guerra contra el 
terrorismo”, también en la llamada “lucha contra el narcotráfico”. 
La “guerra contra el terrorismo”, declarada en el gobierno del presidente George 
W. Busch, ha sido una excusa para intervenir Irak, un país que no estaba 
involucrado en el atentado del 11 de septiembre de 2001; 
una excusa para establecer un “Estado de excepción” encubierto en el propio 
país. La “guerra contra el terrorismo” ha derivado en conformar organizaciones 
fundamentalistas, que desatan la “guerra santa” en el Medio Oriente y en otras 
latitudes, ocasionando la destrucción de otros países, cuyos Estados eran 
considerados “peligrosos”, pues no seguían la línea del establishment 
internacional. 
La “lucha contra el narcotráfico” ha servido y es útil para contener, controlar 
y desviar el segundo o primer negocio más grande del mundo. Entre otras cosas, 
además de blanquear en el propio país dominante el magnífico flujo dinerario, 
entre otras cosas, para armar a grupos insurgentes en contra de gobiernos 
“socialistas” en Centro América.
¿De qué se habla cuando se usa en el discurso la distinción entre “coca 
tradicional” y “coca ilegal” o “coca excedentaria”? ¿De que la “coca 
excedentaria” va directamente al narcotráfico, como se dice explícitamente en el 
discurso? ¿Este es el problema de fondo?
La economía política del chantaje, donde se encuentra la economía política de la 
cocaína, es decir, el lado oscuro de la economía-mundo, es complementaria del 
lado luminoso e institucional de la economía-mundo. El ingreso a la dominancia 
del capitalismo financiero y especulativo, en el ciclo largo del capitalismo 
vigente, ha ocasionado no sólo la expansión del lado oscuro de la economía, sino 
que ésta haya atravesado las mallas institucionales y empresariales del lado 
luminoso de la economía. Lo que hace este discurso, relativo a la imagen 
angelical del imperio, es mostrarse como el bueno de la película, ocultando las 
evidencias de las concomitancias del imperio no solo con el lado oscuro de la 
economía sino con el lado oscuro del poder.
En todo caso, el testimonio del diplomático norteamericano es revelador de a 
dónde alcanza la intervención y la influencia de la hiper-potencia. No sólo en 
lo que respecta a su capacidad para montar y efectivizar una intervención 
militar secreta, sino también en lo que respecta a la influencia e incidencia 
que tiene la misma embajada de la hiper-potencia en relación a personajes de la 
política boliviana. Se pueden catalogar sus intervenciones como consultivas, en 
unos casos, que, al mismo tiempo, connotan consultas a la embajada 
norteamericana; en otros, incluso de disuasivas, adelantando la reacción del 
Departamento de Estado y de la Casa Blanca al Respecto. En otros casos, es 
patente la definición y delimitación política, además de su accionar respecto a 
determinados temas problemáticos; uno, es el que tiene que ver con el 
narcotráfico; otro, tiene que ver con la relación del Estado boliviano con los 
gobiernos de Hugo Chávez de Venezuela y Fidel Castro, primero, Raúl Castro, 
después, de Cuba. Como se puede ver la embajada establece el rayado de la 
cancha, como se dice y, a partir de este rayado, busca incidir, influir, llegar 
a acuerdos o, por último, dejar en claro la diferencia de posiciones.
Todo esto es ilustrativo, no sólo en lo que respecta a la imagen angelical que 
tiene el imperio sobre sí mismo, sino, particularmente, al accionar de la 
extensa malla diplomática que la hiper-potencia despliega por el mundo. De todas 
maneras, la interpretación del testimonio diplomático tiene que ser contextuado 
en el momento, en el presente, concretamente en la coyuntura o coyunturas 
mundial, regional y nacional. La república de Estados Unidos de Norte América 
experimenta una fase problemática, para decirlo suavemente, en la historia 
política de la democracia formal americana, implantada desde la independencia y 
promulgación de la Constitución. Haciendo un resumen de lo que expusimos en 
otros ensayos, a propósito, se hacen patentes los problemas de legitimidad de la 
república. La llegada a la presidencia de Donald Trump muestra la crisis 
inmanente de la república, crisis manifestada abiertamente, es decir, de manera 
trascendente, durante la guerra de Secesión; crisis sumergida después de esta 
guerra; crisis inmanente que se hace parcialmente o tibiamente patente durante 
la guerra del Vietnam; y, que ahora, reaparece con rasgos que marcan cierta 
trascendencia. 
Es como si hubiera dos Estados Unidos de Norte América; uno, que recuerda el 
acto constitutivo harringtoniano, de perfil utópico; el otro, que se remonta a 
la actitud colonial y racial de las oleadas conquistadoras de peregrinos. 
Durante la guerra de Secesión se enfrentan estos dos momentos constitutivos 
diferentes; la victoria del Norte equivale a la consolidación de la república, 
del Estado Federal, de la Constitución liberal y de la democracia 
institucionalizada. Sin embargo, al parecer, las heridas que dejó la guerra no 
se cerraron, tampoco se clausuraron las concepciones de mundo que se enfrentaron 
en la guerra. El racismo es como un hábito en parte de la población 
norteamericana; así como los hábitos liberales se manifiestan en la otra parte 
de la población. La crisis inmanente se ha venido manejando y controlando con la 
alternancia partidaria entre demócratas y republicanos; sin embargo, desde las 
presidencias de los Busch, padre e hijo, se ha venido desgastando y haciéndose 
patente su incrementada ineficacia, sobre todo, en lo que respecta a lograr 
legitimidad. 
Trump llega a la presidencia pugnando con la élite del partido republicano; convoca no solamente a sectores de base descontentos republicanos, sino incluso demócratas descontentos con el partido demócrata terminan votando por Trump. Parte de la clase trabajadora, amenazada por el fantasma del desempleo, vota por Trump, incluso quizás muchos desempleados. Sectores nacionalistas lo hicieron, así como los sectores más recalcitrantes conservadores y cierta “clase media” acomodada, que buscó un hombre fuerte, ante la visión de partidos debilitados y con convocatorias disminuidas y rutinarias. Por lo menos, la crisis institucional de los partidos le abrió el camino a la presidencia, sin hablar todavía de la crisis de legitimidad que se enuncia en el régimen liberal, en su etapa decadente.
Presentarse como el paradigma de la “democracia” ante el mundo es, por cierto, 
la pose de la gendarmería del imperio. Presentarse como la cara angelical del 
orden mundial es como presentar un cuento de hadas en una feria de novelas. 
Los cuentos de hadas no solamente están dirigidos a los niños, sino que buscan 
mediante una pedagogía inocente y esquemas morales, restringidos hasta la 
caricatura, educar sobre los valores morales. La novela, desde lo que define 
como la primera novela Michel Foucault, El Quijote de la Mancha, corresponde a 
las narrativas del anti-héroe y de las tramas que interpretan los dramas de la 
modernidad. 
Hay pues un desajuste grande y un anacronismo visible en esta pretensión de 
aparecer como ángel en una supuesta guerra cósmica entre ángeles y demonios, 
cuando se trata de guerras modernas fratricidas, empujadas por las geopolíticas 
de las potencias imperialistas, después, como guerras policiales para preservar 
el orden mundial. 
Los hombres no son ni ángeles ni demonios, son cuerpos donde se inscriben las 
historias políticas y dejan sus huellas los diagramas del poder. Forman parte de 
dramas singulares, tramas singulares, tejidos singulares entrelazando hilados, 
compositores de combinaciones contradictorias y hasta explosivas. Los hombres 
son mónadas en los vendavales de la dramática. Para comprender lo que pasa en 
las coyunturas y contextos, que trata de describir la historia política, que 
trata de explicar el análisis político, es menester situarse en los planos y 
espesores de intensidad de estas dramáticas. Lo más lejos de una comprensión es 
esta narrativa del ángel en lucha contra demonios.
No hablemos de la hiper-potencia, que dejó la figura del imperialismo, como 
serpiente que cambia de piel, al finalizar la guerra del Vietnam, al ser 
derrotada por un país guerrero de la periferia del sistema-mundo capitalista. 
Ahora es el gendarme del imperio, del orden mundial de las dominaciones de la 
civilización moderna, en su fase decadente. Hablemos de los hombres que 
supuestamente la dirigen o, por lo menos creen que lo hacen, sin darse cuenta 
que son simples fichas en la rechinante maquinaria de los diagramas de poder, 
las cartografías políticas, los mapas económicos, del sistema-mundo moderno. No 
controlan el mundo efectivo, diremos, aunque tenga más alcance que la 
connotación conceptual de mundo, la realidad, sinónimo de complejidad; lo que 
controlan o parecen controlar es el mundo de las representaciones, el mundo 
representado, es decir, 
el mundo imaginario de sus narrativas maniqueas. 
El mundo efectivo los desborda, desborda a sus máquinas de poder, a sus máquinas 
de guerra, a sus máquinas económicas. Por eso, lo que planean, sobre todo, con 
los juegos de poder de sus geopolíticas, de sus conspiraciones, de sus 
intervenciones ocultas de servicios secretos, que se autonombran 
eufemísticamente de “inteligencia”, no les sale, pues los efectos masivos que 
provocan son incontrolables.
Hay que entender, a estas alturas de las historias políticas de la modernidad, 
que las formaciones ideológicas, las formas de Estado, las formas de 
gubernamentalidad, ya sean liberales o socialistas, ya sea neoliberales o 
“progresistas”, son las formas mutantes de las administraciones públicas de la 
acumulación originaria y ampliada de capital. 
Resolvieron, a su modo, a su estilo, los problemas que enfrentó la 
economía-mundo y el sistema-mundo capitalista en sus distintas etapas de 
acumulación, en los distintos contextos y en las diferentes coyunturas. 
Que los liberales se reclamen de “demócratas” es otra de sus poses, pues su 
“democracia” es restringida, acotada, usurpada al pueblo, diferida y transferida 
a los representantes, delegados y gobernantes. 
Que los “socialistas” se reclamen de portadores de la justicia social es también 
una pose; no puede realizarse la justicia social sin su substrato y, a la vez, 
complementariedad, que es la libertad. Que los neoliberales se reclamen de 
eficientes y competentes, es una pose, por así decirlo, posmoderna; ni fueron ni 
lo uno ni lo otro, salvo si se entiende que fueron eficientes en desentenderse y 
privatizar, externalizándolas, de las reservas naturales, de las empresas 
públicas, del ahorro de los trabajadores, de la salud y de la educación. 
El procedimiento de vaciamiento es eficaz en su demoledora destrucción social. 
Que los “progresistas” se reclamen de algo tan barroco como el “socialismo del 
siglo XXI” no es exactamente una pose, sino una confesión de su desorientación 
en el laberíntico presente, donde “izquierda” y “derecha” se confunden para 
hacer lo mismo, continuar con el modelo colonial extractivista del capitalismo 
dependiente.
A estas alturas del partido, como dice el refrán popular, que unos u otros de la 
curiosa casta política del mundo, a pesar de sus diferencias, se reclamen como 
el ejemplo y el modelo a seguir, es cómico, hace reír. Los pueblos del mundo, 
tanto los pueblos de la inmensa periferia de la geografía política del 
sistema-mundo moderno, como los pueblos del centro cambiante del sistema-mundo, 
tienen experiencias sociales acumuladas y memorias sociales que han guardado los 
tejidos de huellas de las experiencias; 
los pueblos saben, por lo menos intuyen que sus gobernantes, sus representantes, 
sus defensores, sus empresarios, son los anacronismos institucionales ateridos, 
persistentes, incrustados como garrapatas, a los cuerpos vitales de los pueblos. 
¿Cuándo los pueblos se liberarán de estos anacronismos y darán rienda suelta a 
sus potencias sociales, a la potencia creativa de la vida?
 
 Recordemos 
 que el progresismo e izquierdismo reformista de Nuestra América coincidió 
 con los gobiernos neoliberales en promover la expansión del extractivismo o 
 transnacionalización económico territorial de nuestros países con su 
 consiguiente empobrecimiento estructural tanto de los países como de los 
 pueblos. También en la  
 manipulación de la opinión pública e individual mediante la naturalización 
 de que el capitalismo es la modernidad generalizadora de bienestar social por 
 acceso a la sociedad de consumo. Aún más, suscitan e imponen la visión 
 dicotómica de la realidad nacional-mundial. De este modo censuran los disensos de las izquierdas antisistémicas 
 y sobre todo inducen indiferencia 
 hacia las "zonas de sacrificio".
¿Prohibido 
pensar?
21 de 
abril de 2018
Por 
Gilberto López y Rivas
(La Jornada)
Los semilleros-conversatorios organizados por 
el EZLN, como el que tiene lugar esta semana en San Cristóbal de las Casas, 
Chiapas, constituyen espacios abiertos al pensamiento crítico sobre lo que 
ocurre en México, –y en el ámbito planetario–, con 
la imposición de la globalización neoliberal basada en la guerra social, el 
despojo y la violencia sistémica y cotidiana propios de un proceso de 
recolonización de nuestros países.
Recordamos, en esta dirección, una de las tesis sobre las luchas antisistémicas 
del difunto subcomandante 
insurgente Marcos, que considero 
necesario asumir en su profundidad y actualidad: “No se puede entender y explicar el sistema 
capitalista sin el concepto de guerra. Su supervivencia y su crecimiento 
dependen primordialmente de la guerra y de todo lo que a ella se asocia e 
implica. Por medio de ella y en ella, el capitalismo despoja, explota, reprime y 
discrimina. En la etapa de globalización neoliberal, el capitalismo hace la 
guerra a la humanidad entera. (Escritos sobre la guerra y la economía 
política. México, Pensamiento 
Crítico Ediciones, 2017, p. 275)”
El análisis de la coyuntura electoral en curso tiene sentido cuando se fundamenta en este contexto de mundialización capitalista militarizada y criminal, en el que la democracia procedimental se viene abajo y entra en una crisis sin retorno, caracterizada por la pérdida de legitimidad y credibilidad de las entidades responsables de llevar a cabo, vigilar y sancionar la pretendida legalidad de esos procesos electivos.
La entrada de dos conocidos delincuentes 
electorales como candidatos supuestamente independientes a la Presidencia de la 
República es una demostración más del palpable deterioro institucional del 
Estado mexicano, desgastado gravemente por ese conflicto 
armado no reconocido, esto es, la guerra que inició Felipe Calderón y continuó 
Enrique Peña Nieto.
Especialmente resulta grotesca, y fuera de toda 
lógica jurídica, la resolución de los magistrados del Tribunal Electoral del 
Poder Judicial de la Federación (TEPJF) de avalar el registro del Jaime 
Rodríguez Calderón, alias El 
Bronco, en la boleta electoral para la Presidencia, cuando a todas luces sus 
firmas de apoyo ciudadano fueron obtenidas por medios fraudulentos; muchas eran 
apócrifas o simuladas; para respaldar otras miles ni siquiera presentó 
credenciales de elector; además, utilizó para su campaña recursos públicos, 
otros de procedencia desconocida o sospechosa, de empresas fantasmas; no reportó 
millones de pesos al INE, y, por si esto fuera poco, participaron en la 
recolección de firmas funcionarios de su fallida administración estatal. 
Asimismo, la forma adulterada e ilegal de obtención de apoyo ciudadano, el 
origen y ejercicio de los recursos monetarios de Margarita Zavala, han sido muy 
cuestionados, y, es claro, ambos personajes de la picaresca nacional no resisten 
una investigación judicial, al menos, por presuntos delitos electorales y 
fiscales.
La campaña de apoyo ciudadano de María de Jesús Patricio Martínez, en el otro polo equidistante, puso en evidencia la calaña moral de la clase política profesional y la de la partidocracia, y demostró una paradoja de los tiempos neoliberales, la izquierda antisistémica es la única capaz de actuar con honestidad y con base en principios éticos, respetando la legalidad y las reglas del juego, mientras las instituciones gubernamentales violentan sus propias leyes y reglamentos, actúan con discrecionalidad, acorde a sus intereses de clase, y son los principales enemigos del sistema de democracia representativa capitalista. El proceso electoral, en consecuencia, estará marcado por lo que ya se vislumbra como elección de Estado, que, en el caso mexicano, se caracteriza por un desvío de poder, esto es, por su carácter delincuencial. Esto significa que los poderes fácticos, los grupos mafiosos dominantes que lo sostienen, serán los que en última instancia decidirán quién puede garantizar la continuidad del sistema de explotación-dominación capitalista imperante y utilizarán los aparatos represivos con los que cuenta el Estado, legales y clandestinos, para tratar de imponer su candidato.
Por otra parte, la propuesta del Congreso 
Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, de conformar 
un Concejo Indígena de Gobierno, cuyo propósito es la reconstitución de los 
pueblos originarios, el establecimiento de alianzas con los explotados y 
oprimidos del país, conformando redes territoriales de apoyo y organización, 
coincide plenamente, con otra de las tesis del fallecido sub 
Marcos: las 
grandes transformaciones no empiezan arriba ni con hechos monumentales y épicos, 
sino con movimientos pequeños en su forma y que aparecen irrelevantes para el 
político y el analista de arriba. 
( Ibíd., p. 
276)
En esta 
guerra contra la humanidad, en la que está en juego la sobrevivencia misma de la 
especie humana, los pueblos originarios de todos los continentes constituyen los 
sectores socio-étnicos mejor preparados para enfrentarla debido a sus formas de 
organización y toma de decisiones tendencialmente colectivistas, que, en muchos 
casos, conlleva la formación de autogobiernos y la adopción de economías 
redistributivas y autosustentables, y, sobre todo, de cuidado de la Madre 
Tierra; a sus resistencias en defensa de los territorios asediados por las 
corporaciones capitalistas, en las que el crimen organizado amenaza directamente 
no sólo territorios sino también la existencia de la cultura indígena y la vida 
misma de los integrantes de los pueblos originarios.
Particularmente, en 
América Latina, los pueblos indígenas están en lucha permanente contra los 
neolatifundistas y sus modernas guardias blancas, ahora, con el uniforme de las compañías de seguridad; contra las 
consorcios que intentan adueñarse de las semillas e introducir variedades 
transgénicas; contra las empresas mineras que envenenan con mercurio y cianuro 
todo el entorno circundante, contaminando ríos y corrientes subterráneas; contra 
la privatización del agua; contra los megaproyectos carreteros, eólicos, 
turísticos e hidroeléctricos; en suma, contra todo lo que apoya la clase 
política que aspira a gobernar en nombre de la democracia y el progreso.
La lucha continúa. Hay vida después del primero de julio.
 
 Finalicemos situándonos en la confrontación de las «luchas desde abajo» de 
 Nuestra América con el sistema mundo capitalista.
 
 Neocolonización extractivista y resistencia comunitaria en el sur de Bolivia
¿Por qué debe 
importarnos tanto Tariquía?
18 de abril de 2018
Por 
Pavel López y 
Gaya Makaran
Rebelión
Tariquía[1], en la geografía boliviana parecía un lugar recóndito, 
alejado de nuestras preocupaciones cotidianas, ni céntrico ni estratégico en los 
mapas geopolíticos del continente, y 
de repente emerge, gracias a la lucha de las 
comunidades que lo habitan, como un nuevo referente de resistencia al 
extractivismo y al autoritarismo estatal que pretende imponerse en nombre de un 
interés general, “nacional” abstracto por sobre la opinión, voluntad y 
autodeterminación social de quienes allá reproducen sus vidas. 
Los planes estatales de explotación petrolera en esta reserva natural, 
presentados como “necesarios”, son muy claramente concebidos en el brutal, 
maquiavélico y ya evidente tablero neocolonial del despojo territorial promovido 
por un gobierno que hace rato ya se muestra en contubernio y genuflexo ante las 
fauces de la actual fase de acumulación capitalista con su cara neoextractivista 
en la región. 
Pero ¿por qué debería importarnos Tariquía, más 
allá de una simple solidaridad o identificación con la lucha de los/las 
comunarios de este territorio otrora área protegida? ¿Qué pertinencia tiene 
aquel puntito en las cartografías sociopolíticas de Bolivia y de América Latina?
Es que Tariquía no es la única, forma parte de 
una extensa red de resistencias y defensas comunitarias que tienen lugar en 
Bolivia y en toda Latinoamérica, resistencias ante un enemigo común que, 
independientemente de las banderas partidarias y los colores ideológicos, acosa 
a los territorios, pueblos, comunidades y formas de vida, las que, precisamente 
se resisten a la voracidad de la acumulación capitalista y sus proyectos de 
muerte.
Podríamos decir, parafraseando a Boaventura de 
Sousa Santos, que el colonizador retorna, montado en un buldócer, sembrando 
carreteras, represas y torres petroleras o desquiciadas tuberías para el fracking. 
Su bandera es la del “progreso”, “desarrollo” y “combate a la pobreza”, 
su cruz es la del capital transnacional que en alianza con 
el Estado arremete contra las últimas fronteras que le puso la naturaleza a la 
acumulación capitalista.
Esta nueva conquista, en la última década y media ha 
sido impulsada por los gobiernos “progresistas” o autodenominados “de 
izquierda”, los que en nombre del bienestar social y la soberanía nacional han 
emprendido proyectos de “desarrollo” y “modernización” capitalista, aunque lo 
que se ha evidenciado haya resultado, en la realidad de sus alcances y 
bestialidad de sus efectos, en “proyectos de muerte” para los territorios y para 
sus poblaciones y ecosistemas, en una inocultable reprimarización de modelos económicos con base extractivista, 
en contra principalmente de comunidades rurales y pueblos indígenas que desde 
los años 80 han resistido el embate neoliberal y han ido recuperando y 
resguardando sus territorios y sus modos de vida en un esfuerzo por su 
r-existencia (Porto Gonçalves) y autodeterminación social.
Este retorno del colonizador se inscribe en una 
larga historia de conquista y colonización de las tierras y poblaciones de 
América Latina, Abya Yala, que 
según las épocas, cambiaba de discurso legitimador, pero siempre respondía al 
proyecto de acumulación originaria del capital unido a la homogeneización 
cultural que tenía como objetivo asegurar la hegemonía plena de la empresa 
colonizadora. Se trata de someter la tierra y al ser humano que la habita para 
que sea “útil” y “productivo”; combatir lo otro y al otro como incompatible con 
el propósito de un monopolio epistémico planetario del capitalismo en tanto 
orden civilizatorio; quemar la selva “salvaje” con el fuego de la civilización, 
puesto que la Tierra no es madre, sino una virgen que hay que poseer, penetrar y 
domar violentamente; son pautas del ethos del 
colonizador que ha pervivido hasta nuestros días.
La colonización puede ser física y simbólica, 
violenta y sutil, se lleva contra los territorios y los cuerpos, contra los 
modos diversos de pensar el mundo y de reproducir la vida, su objetivo es su 
destrucción o subordinación a las lógicas “modernas” que viabilizan la 
acumulación del capital. 
La expropiación del ser humano de su capacidad 
multidimensional de decidir sobre su vida en colectivo, es una característica de 
la esclavitud moderna, donde la libertad se vuelve ilusoria: 
los caminos del colonizador llevan siembre al mismo lugar, no permiten el 
caminar libre en la selva de senderos comunitarios, clausuran espacios, trazan 
los límites de líneas rectas que cortan los territorios, liquidan pensamientos, 
compran conciencias, imponen costumbres. 
Nos convencen que no hay alternativas, que hay que 
adaptarse o morir. El espacio-tiempo del capital pretende imponerse sobre 
espacios-tiempos de los pueblos y comunidades y, por supuesto, a los 
espacios-tiempos de la naturaleza y sus ciclos bio-reproductivos con una lógica 
utilitarista y racionalista que de racional tiene muy poco.
La nueva empresa colonizadora se presenta hoy, 
sin embargo, más ambiciosa que las de antaño, puesto que esta vez pretende 
expandirse más allá de sus lugares tradicionales, que en el contexto 
latinoamericano corresponden en gran medida con enclaves extractivistas, e 
imponerse de manera irreversible y definitiva, imposibilitando la disputa por el 
espacio-tiempo, al subsumir todo el territorio y todas las formas de vida a la 
lógica del capital y a su espacio-tiempo único. Esta ambición totalizadora del 
capitalismo actual que trasciende la dimensión meramente económica y permea 
todos los aspectos de la vida humana, desde la organización política, 
reproducción cultural, relación con la naturaleza, etc., encuentra todavía 
resistencias que se “empeñan” a defender sus modos particulares de vida más 
allá, aunque difícilmente fuera, del binomio Estado-capital, apostando por la 
comunidad como base de una posible autonomía social. 
Estas luchas, aunque muchas veces invisibilizadas, criminalizadas y 
perseguidas por el aparato estatal, siguen siendo una importante señal de la 
vitalidad de los sujetos comunitarios y marcan al mismo tiempo los límites de la 
empresa extractivista.
El gobierno del Movimiento al Socialismo en 
Bolivia revela en este y otros tantos casos su apuesta ultra-extractivista que 
se caracteriza por la continuidad con varias de las apuestas del modelo 
neoliberal y el reforzamiento de la dependencia del capital transnacional, pero 
esta vez con un despliegue estatal incuestionable dirigido contra la autonomía 
social de aquel subsuelo político rebelde que hizo posible su arribo al poder. 
De hecho, el “Estado Plurinacional” en manos del masismo constituye un muro de 
contención y un aparato de desarticulación de las resistencias de “los de 
abajo”, impensable siquiera en la época neoliberal y como tal es una herramienta 
perfecta de dominación capitalista en servicio de las oligarquías nacionales 
(viejas y nuevas) y mundiales. En este sentido, la actual tendencia 
gubernamental/estatal también apunta re-subalternizar a los sujetos políticos 
autónomos, al dividir y destruir las grandes organizaciones indígenas y 
populares, expresión de un proyecto político propio, que tanto tiempo y con 
tanto esfuerzo se han ido articulando en el país. De ese modo, el gobierno del 
MAS como fuerza política y como fuerza monopólica estatal, a pesar de sus 
ambiciones de presentarse como representante del proyecto indígena-popular y de 
una supuesta refundación plurinacional se ubica, más bien, como una fuerza, 
primero de contención y cooptación, y luego de desmovilización, fragmentación y 
represión, cuya única ambición parece ser la “modernización” capitalista del 
país en base a la expansión extractivista proyectada sobre el despojo y la 
destrucción socioterritorial, a la vez que va acentuando cada vez más sus rasgos 
estadocéntricos, nacionalistas, caudillistas, patriarcales y autoritarios.
De esta manera, en nombre de un proceso 
“revolucionario”, hace ya tiempo desmentido y desenmascarado por la contundencia 
de la realidad, mediante el cual se pretendía supuestamente desactivar las 
formas coloniales, republicanas y capitalistas del Estado y su modo de relación 
con la sociedad, desde hace algún tiempo en Bolivia, como vimos, se estaría 
asistiendo más bien a su antítesis, al afianzar en alianza con las viejas élites 
el modelo del Estado-nación monopolizador, capitalista, extractivista y 
neocolonial, que promueve una neocolonización de espacios que históricamente 
fueron visto como “territorios baldíos” o de conquista, y que en las últimas 
décadas han venido desarrollado procesos de resistencia frente a las políticas 
avasalladoras del Estado-capital. Por lo que l a estrategia gubernamental 
estaría acaso proyectada y desplegada para pacificar a los sujetos rebeldes ya 
sea a través de cooptación, la fragmentación o la represión, sobre todo de 
sujetos sociocomunitarios y de base territorial.
En ese sentido, con el conflicto entorno a la 
defensa comunitaria de Tariquía queda claramente evidenciada la demanda de 
autodeterminación social como derecho colectivo de decidir y definir la vida en 
común, a partir, por un lado, de la defensa de sus formas de producción y 
reproducción social y económica y, por otro lado de las formas comunitarias de 
relación con su entorno, es decir de eco-territorialidades frente a una asonada 
extractiva. Nos muestra que un horizonte contra-hegemónico en Bolivia hoy se 
presentaría básicamente en torno a las manifestaciones de estas resistencias 
comunitarias, indígenas como en el caso TIPNIS, campesinas como en Tariquía, o 
articuladas entre ambos actores como vemos en la lucha contra el proyecto 
hidroeléctrico Rositas en el Chaco boliviano.
Un aspecto central de estas luchas, es que están 
protagonizadas de manera significativa por las mujeres que destacan por su 
firmeza y coraje, al posicionarse como referentes de la resistencia, más allá de sus organizaciones tradicionales, ocupando espacios 
hasta hace poco monopolizados por dirigentes únicamente varones, como sindicatos 
regionales. ¿Cómo se explica este fenómeno? Ellas mismas lo explican, evocando 
su papel que desempeñan como mujeres en sus comunidades: son las encargadas de 
reproducir la vida, de cuidar y alimentar, de asegurar el agua fresca, la leña y 
los alimentos que les da la naturaleza, incluidos proyectos como la apicultura 
en Tariquía. Ellas saben que la 
destrucción del bosque supondrá un peligro directo para el sustento de sus 
hogares, el futuro de sus hijos y sobre todo su autonomía productiva. Son justo 
las mujeres que primeras sufren la violencia , tanto directa como estructural 
del ethos colonizador, 
derivada del capitalismo, en sí patriarcal, que históricamente ha apuntado tanto 
a la subordinación de la mujer a través del despojo de los medios de 
reproducción de vida, de sus conocimientos y del control sobre su cuerpo[2]. 
Así, las mujeres de Tariquía, del TIPNIS, de Rositas y de otros tantos frentes 
de lucha y resistencia responden con una “digna rabia”, decididas a defender su 
dignidad, junto con los territorios donde sustentan y reproducen la vida, a 
decir de Arturo Escobar los “territorios de vida”, frente a los proyectos de 
muerte que asedian cada vez con más brutalidad.
¿Cuál sería el desenlace de esta tensión entre el 
proyecto recolonizador del MAS y las resistencias comunitarias? 
El escenario puede parecer negro: las históricas organizaciones indígenas 
quedaron fragmentadas y debilitadas, los horizontes emancipatorios estrechados o 
incluso borrados, los márgenes de la autonomía social se vuelven cada vez 
menores y la penetración simbólica y física de la modernidad capitalista, por 
más barroca que sea, en los espacios “otros” es considerable. Sin embargo, el 
gobierno del MAS, aunque quiera aparentarlo, tampoco es un buldócer arrollador 
invencible, y actualmente parece más bien el coloso con pies de barro, sumido en 
una crisis aguda, multidimensional e insostenible, desde la pérdida de 
legitimidad y credibilidad por las inconsistencias entre la práctica y el 
discurso, el descontento social por el malfuncionamiento de los servicios 
básicos como la educación y la salud, el hastío generalizado por los groseros 
niveles de la corrupción, hasta la protesta contra sus ambiciones de 
perpetuación en el poder del Estado y sus métodos autoritarios e impositivos que 
sustituyeron hace tiempo ya la negociación y el diálogo, todo esto con las 
simultáneas dificultades con mantener el control centralizado y discrecional de 
excedentes, así como la consecuente red clientelar de apoyos, ante la baja de 
los ingresos de los commodities.
No obstante, de la tierra quemada por el proyecto 
neocolonizador están brotando nuevas o, más bien, renovadas formas de 
resistencia comunitaria que con el tiempo podrían crecer y entretejerse para 
hacerle frente a este panorama gris o un horizonte poco esperanzador que se 
avecina. Son espinas y piedras en el camino del capital y aunque muchos vean su 
lucha como condenada al fracaso, allá siguen como las lianas que envuelven y 
penetran el motor de la locomotora capitalista, frenando cuanto pueden el 
galopar planetario hacia el precipicio. Nos invitan a retomar el caminar 
milenario por los senderos inciertos, pero hermosos, donde la reproducción de la 
vida más allá del Estado-capital no es una utopía, sino una práctica cotidiana y 
necesaria para defender la vida. ¡Por eso nos debe importar Tariquía, por eso 
debemos defenderla!
Notas:
 
[1] La Reserva 
Nacional de Flora y Fauna de Tariquía se encuentra en la región suroeste de 
Bolivia, en el departamento de Tarija que forma parte de un corredor ecológico 
Tariquía-Baritú. Su ecosistema corresponde a la subregión biogeográfica de 
bosque húmedo montañoso. Consituye una reserva natural de una notable diversidad 
de recursos biogenéticos y de fuentes de agua para la región. Historicamente ha 
enfrentado grandes amenazas provenientes principalmente del avance de la 
frontera agrícola, explotación maderera, la ganadería extensiva, y ahora la 
explotación petrolera. Está habitada comunidades campesinas dedicadas 
principalmente a la agricultura de subsistencia, apicultura (mujeres) y 
aprovechamiento sustentable del bosque. Fue declarada Reserva Natural mediante 
Ley 1328 en 1992 a petición explícita de sus habitantes. El gobierno de Evo 
Morales mediante del Decreto Supremo 2366 del 20 de mayo de 2015 legaliza la 
exploración y explotación de hidrocarburos en áreas protegidas del país, 
incluida la Reserva de Tariquía, lo que reactivó la movilización de las 
comunidades en defensa de este territorio. En marzo de 2018 el MAS aprobo leyes 
para la exploración y explotación de hidrocarburos en las áreas de San Telmo 
Norte, Astillero que son parte de la Reserva, a cargo de la petrolera Petrobras 
junto con la estatal YPFB (la inversión del proyecto sería de 700 millones de 
dólares y abarcaría una superficie de 21.093 ha). A esto se suma lo que el año 
pasado se conoció por parte de un estudio de CEDIB sobre el proyecto 
hidroeléctrico Cambarí, que sería construido en el núcleo de la Reserva. En 
abril de 2018 en el encuentro en Tarija entre el gobierno de Bolivia y los 
representantes de las petroleras, la empresa estatal YPFB declaró abrirse al fracking. 
[2] Véase Silvia Federici, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Madrid, Traficantes de Sueños, 2010.
Pavel López es Investigador social y activista boliviano. Gaya Makaran es investigadora del CIALC UNAM.
 
 
 
 
[2] Véase Silvia Federici, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Madrid, Traficantes de Sueños, 2010.
Pavel López es Investigador social y activista boliviano. Gaya Makaran es investigadora del CIALC UNAM.
 
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