domingo, 13 de mayo de 2012

Conflictos irreconciliables con el capitalismo que desafían a la construcción de «democracia plebeya»

Planteo
Como dice ATTAC Argentina – CADTM: "El centro de toda política debe estar puesto en satisfacer necesidades humanas básicas, en armonía con la naturaleza, no en el lucro del capital". Pero "el G20 ha sido muy claro, ya en 2009, al definir al liberalismo económico como “el único cimiento sólido para una globalización sostenible y una prosperidad creciente para todos”, y al reafirmar el compromiso de no levantar “nuevas barreras a la inversión o al comercio de bienes y servicios, de imponer nuevas restricciones, o de aplicar medidas incoherentes de la Organización Mundial de Comercio (OMC)”". De ahí "la decisión del G20 de recapitalizar al FMI para que sea el “gendarme” del sistema financiero internacional. Si bien lo decidió el G20, son las potencias las que, controlando al FMI, controlan a qué país y bajo qué condiciones se le presta asistencia financiera". Y ATTAC Argentina – CADTM sostiene:"estamos en contra de intentar salvar un sistema que concentra la riqueza en manos de las multinacionales, condenando a miles de millones de seres humanos a la pobreza y marginalidad, y que basado en un consumo irracional degrada el medio ambiente de tal forma que amenaza la existencia misma de la especie humana".



Contra este orden mundial y del extractivismo en los países de Nuestra América se levantan CAOI, ECUARUNARI, Conamaq, ONIC y Conacami señalando:"-Defender el agua es defender la vida. -Basta de extractivismo y de criminalización. -Por la construcción e implementación del Buen Vivir y de auténticos Estados plurinacionales". Sin embargo, "los gobiernos abiertamente neoliberales y los llamados alternativos o progresistas coinciden en insistir en el capitalismo neoliberal extractivista que saquea y depreda la Madre Tierra, vulnera los derechos humanos y colectivos de los pueblos indígenas y criminaliza a sus líderes, autoridades y dirigentes, acusándolos de estar financiados por la derecha y persiguiéndolos penalmente por graves delitos, como sabotaje, secuestro, terrorismo y tentativa de homicidio: maniobras de los gobiernos para cooptar y dividir a nuestras organizaciones".

Hay criminalización de la protesta social hasta el extremo de aplicar leyes antiterroristas como en Argentina y otros países de Nuestra América. Prohíben la lucha por nuestros derechos y autonomía cuando el poder actual de los oligopolios y Estados imperialistas sobre los pueblos planetarios fue por imponer la derrota al proletariado, al campesinado y a fuerzas de izquierda mediante terrorismo de estado, planes de ajuste, privilegio del honrar la 'deuda' externa pública sobre el Estado social, desregulaciones o regulaciones en exclusivo beneficio del gran capital, guerra psicológica, sindicalismo empresario y partidos de Estado (como el PJ y la UCR) al servicio de la transnacionalización o recolonización. Por eso, es fundamental que haya unidad en diversidad de quienes se han constituido sujetos colectivos de derechos humanos y autonomía del Estado hecho para imponer la falta de libertad de los diversos de abajo e injusticia social de la constante profundización de la desigualdad implícita en el vigente crecimiento económico.


Los brasileros ejemplifican ese rumbo anticapitalista mediante el 1er Congreso Nacional de la CSP Conlutas - Central Sindical y Popular que se reunió los días 27, 28, 29 y 30 de abril en Sao Paulo.

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Ideología
La llamada «cuestión ambiental» está en el centro de los conflictos entre los movimientos sociales y los gobiernos de Nuestra América. Es un enfrentamiento entre el ¡NO! y el ¡SÍ! al «modelo extractivo». Los gobiernos progresistas lo promueven y subsidian en nombre del crecimiento económico, de las fuentes laborales y la distribución de la renta. Sin embargo, la verdad es otra. Darío Aranda, en “Andalgalá, caso testigo”, escribe: “Bienestar económico, desarrollo local y cuidado ambiental. Son las principales promesas de las empresas mineras, gobiernos provinciales y funcionarios nacionales. Es lo mismo que prometió hace 18 años Minera Alumbrera, cuando comenzó su instalación. Los vecinos creyeron y, tras quince años de extracción de cobre y oro, rechazan la megaminería porque confirmaron en primero persona que no llegó el trabajo prometido, se acumulan las denuncias por contaminación y, en una nueva etapa de la política minera, se acentuó la represión contra los vecinos que rechazan la actividad. Bajo la Alumbrera, ubicado entre los diez principales yacimiento de cobre del mundo, es el caso testigo de una actividad tan millonaria como cuestionada que, en los últimos ocho años, aumentó 1500 por ciento (…)”

Eduardo Gudynas, en "Alcances y contenidos de las transiciones al post-extractivismo desde fuera", define: "Extractivismo depredador. Corresponde al estilo de desarrollo actual, caracterizado por un extractivismo que es intensivo, que afecta grandes áreas geográficas, volcado a la exportación, de alto impacto social y ambiental, y dudosos beneficios para el desarrollo nacional. Sus ejemplos son las actividades clásicas, tales como la explotación petrolera en la Amazonia de Ecuador, la minería a cielo abierto en Perú y Bolivia, o la expansión de los monocultivos de exportación en los países del Cono Sur. En todos los casos se observan altos impactos sociales y ambientales, que ya fueron recordados más arriba. Son actividades que descansan en economías de enclave, casi siempre desconectadas de redes productivas locales o nacionales, y que en muchos casos deben estar protegidas por fuerzas de seguridad (sean privadas o estatales). Es un estilo con una fuerte presencia de empresas transnacionales, sea por emprendimientos propios de esas corporaciones (donde los ejemplos más claros se encuentran en Perú, Colombia y Argentina), o en asociación con empresas estatales o mixtas (tal como ocurre en Bolivia, Venezuela o Brasil). Es un sector orientado a la exportación de materias primas, empujado por la globalización, con altísimas ganancias para las empresas, y aceptado por los gobiernos sudamericanos como forma de alimentar sus economías".

Destaca: 
"(...)Alternativas y transiciones 
Llegados a este punto, frente a la seriedad de los impactos y limitaciones del extractivismo es necesario postular una estrategia alternativa post-extractivista. Esta alternativa debe ofrecer cambios que respondan a los diversos problemas que encierra el extractivismo, pero a la vez, deben demostrar que son posibles y viables. La tarea entre manos se puede ilustrar con algunos ejemplos, a saber: 
Los impactos sociales del extractivismo incluyen situaciones como el aumento de las desigualdades, desplazamiento de comunidades, violencia, etcétera, de donde las alternativas deberán proponer estrategias enfocadas en la calidad de vida de las personas y en erradicar la pobreza, sin esperar por las soluciones de supuestos “derrames” económicos. 
En los aspectos ambientales, las alternativas deberán impedir la destrucción de las áreas naturales, la contaminación y otros efectos negativos producidos por prácticas extractivistas. A su vez, en lo que podría calificarse como una dimensión socio-ambiental, se deberá revertir la actual externalización de los costos del extractivismo hacia el resto de la sociedad, modificando sustancialmente la asignación de precios. En la dimensión territorial, se deben detener los procesos de fragmentación y desterritorialización propios del extractivismo.
En el campo económico, es evidente que se vuelve imperiosa una reforma tributaria sobre el sector extractivista, y la aplicación de tasas y cánones para evitar cualquier dumping socio-ambiental.
De esta manera, es posible identificar urgencias y necesidades alternativas, que conforman un conjunto de puntos que necesariamente deben estar contemplados en cualquier alternativa. Varios de estos elementos se ilustran en las siguientes secciones del presente artículo. Pero este ejercicio también indica que las alternativas puntuales e instrumentales no son suficientes (entendidas como “desarrollos alternativos”), y que en realidad es necesario un cambio sustancial a toda la idea del desarrollo contemporáneo. 
Tal como ya se adelantó arriba, es necesario enfrentarse a la base ideológica que sustenta el desarrollo convencional contemporáneo, tanto en sus bases conceptuales como en sus prácticas, institucionalidad y discursos legitimantes. Por lo tanto, el post-extractivismo es parte de una “alternativa al desarrollo”. Existen muchos antecedentes que nutren estos esfuerzos. La crítica al desarrollo ya tiene más de cuatro décadas, y existe un nutrido acervo de reflexiones sobre los límites sociales y ambientales del desarrollo contemporáneo, y distintas propuestas de reorientación enfocadas en atacar la pobreza, la calidad de vida y la protección ambiental. Son particularmente importantes los programas para “desmaterializar” y reducir las economías, inspirados por ejemplo en los aportes del Instituto Wuppertal en Alemania (por ejemplo, Sachs y Santarius, 2007), en tanto implican reducir la demanda por materias primas y energía. A su vez, se han logrado propuestas detalladas sobre economías alternas viables que no descansan sobre el crecimiento (por ejemplo, Jackson, 2009). En paralelo existen expresiones de la sociedad civil con reclamos y ensayos similares. Por ejemplo, el movimiento de “ciudadanos en transición”, originado en Irlanda y ahora difundido en Inglaterra, Estados Unidos y otros países, se centra en reducir el consumo de energía y apoyarse en la resiliencia local (entendida como las capacidades de amortiguación y elasticidad ambiental local), y en promover la calidad de vida a nivel comunitario y estilos de vida simples (...).

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Premisas e hipótesis
La emancipación del capitalismo cuyo funcionamiento patentiza Walmart no provendrá de la integración con el Estado como el II FORO NACIONAL “Hacia Otra Economía” hizo. Un rumbo más representativo de la liberación social comenzó a impulsarse con el 1er Congreso Villero. “Ahora el desafío es consolidar la corriente villera, darle continuidad al espacio y empezar a luchar juntos para llevar adelante lo discutido. Como dijimos en nuestra convocatoria, somos hombres y mujeres de trabajo, capaces de pelearle a la vida un lugar de dignidad. Hoy el desafío es ese, poner en pie al movimiento villero”.
 
Sobre "La crisis de la representatividad y la insurgencia de la democracia de la calle" en Venezuela nos habla Andrés Antillano (Rebelión): "(...)El Caracazo supone la emergencia, violenta y definitiva, de un nuevo sujeto popular. Si los episodios de luchas de masas habían sido protagonizados hasta entonces por estudiantes y movimientos sindicales, el 27 de febrero de 1989 es testigo de la insurgencia de un sujeto marcado por la pérdida de la condición laboral, esencialmente desempleados o trabajadores precarios, excluidos tanto del mundo del trabajo, del consumo y, en tanto habitantes de las periferias urbanas empobrecidas, de la ciudad como trama de inscripción social.

Se trata entonces de un sujeto excluido y precarizado, que no tiene a la fábrica como espacio de socialización y organización, pues es el barrio y las relaciones de convivencia y solidaridad las que le dan forma; ya no es la lucha por el rescate del trabajo o la plusvalía la que lo moviliza, pues la vida toda es ahora un bien en disputa; la ciudad, y especialmente los suburbios, es la superficie de su irrupción. No es casual que las protestas de aquel día se hayan desencadenado en las ciudades satélites de los pobres en contra del alza del pasaje, para luego extenderse a toda la ciudad y diversificar sus objetivos, enfrentándose a la policía, saqueando comercios o destruyendo vehículos e inmuebles.
Este sujeto, que tiene sus precedentes en luchas de marcado carácter urbano como las protestas por el agua, contra el alza del pasaje o contra intentos de desalojo de barrios populares, desarrolladas en los años previos, se convertirá en el actor central de los procesos históricos que vivirá Venezuela desde entonces y hasta la fecha. Su gestación es inseparable de las nuevas formas que adquiere el capital, el trastrocamiento del capital productivo en capital especulativo que parasita todas las esferas de la vida; que sustituye la ganancia, producida en la explotación directa del trabajo, por la renta, extraída de todas las actividades y necesidades colectivas. No se trata ya de luchas laborales. El ataque masivo a la vida supone que la vida toda, las condiciones para su reproducción (vivienda, servicio, consumo, recreación y afirmación simbólica), se vuelve materia de lucha.
Sus formas de lucha son propias de su naturaleza y de la naturaleza de sus demandas: la recuperación de espacios y bienes expropiados por la lógica del capital, privatizados o excluyentes, la toma de terrenos, de fábricas, de espacios públicos, la apropiación violenta de bienes y servicios, la acción directa y explosiva. La calle es su escenario. Se abandonan las formas tradicionales de organización. El tumulto, la auto-convocatoria, la asamblea sustituyen a estructuras formales y rígidas de pertenencia.
Tanto sus demandas, sus métodos y sus formas de organización implican, de manera inmediata y directa, una transgresión de los límites de las formas democráticas tradicionales, encorsetadas en la representación de intereses y en los canales institucionales por los que discurriría esa representación. Se trata en cambio de la puesta en escena de formas de «democracia plebeya», de calle, en que por la vía de la acción directa de las masas desestructuran las formas de dominación y se apropian colectivamente de espacios y procesos de los que son excluidos. Esta acción política de las masas supone la crisis de la representación. Partidos, sindicatos y otras formas de intermediación conocen un acelerado proceso de deslegitimación, al igual que los medios convencionales de participación política(.)".










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