Porque aceptamos como paz social a
la acumulación de riquezas de las "corpos".
Ana Esther
Ceceña, en “Sujetivando el
objeto de estudio o de la subversión epistemológica como emancipación”, nos
encamina a saber porqué es importante el papel de la Red Nacional de Medios
Alternativos. Aclara cómo procede:
LA CONTRAINSURGENCIA DEL SIGLO
XXI
Desde la
última década del siglo XX el Comando Conjunto de las fuerzas de seguridad
estadounidenses, como figura representativa del sujeto hegemónico, echó a
andar una iniciativa que se ha ido refinando sobre la marcha llamada
dominación de espectro completo (Joint Chiefs of Staff, 1996, 2000). La
pretensión consiste, ni más ni menos, en controlar cielos, mares, tierra y
subsuelo en todos los lugares, abarcando en un panóptico total a todos los
habitantes del planeta. El espectro es geográfico, espacial, social y
cultural simultáneamente, y cuenta para ello con el trabajo combinado de la
National Aeronautics Space Administration (NASA) y del Departamento de
Defensa con sus laboratorios tecnológicos. El propósito de alcanzar una
dominación de espectro completo va acompañado de una estrategia de guerra
que combina cuatro dimensiones: prevención, disuasión, persecución y
eliminación. Perseguir y eliminar brutalmente al disidente o al insurrecto
para que a nadie más se le ocurra desafiar al poder; evitar que los nuevos
contingentes de desposeídos, desestructurados o excluidos piensen en
rebelarse, encaminándolos hacia válvulas de escape producidas por el propio
poder o intimidándolos con la persecución y eliminación de los enemigos.
Guerra preventiva parece ser la palabra de orden que caracteriza los nuevos
modos de imponer la dominación. Sin embargo, la novedad de la guerra de fines
del siglo XX no es su carácter preventivo. Cuando los europeos llegaron a
América irrumpieron en todos los territorios con una estrategia similar:
(…)
Guerra asimétrica
Todos
estos adelantos tecnológicos –en el campo de las comunicaciones, de la
industria de guerra, del origen de la vida u otros–, enfocados hacia la
contrainsurgencia, permiten pensar en un intento por controlar ya no sólo
las acciones sino las mentes de los individuos, entendidos como esos seres
aislados de sus entornos o lazos comunitarios que el neoliberalismo ha ido
produciendo por todos lados. La manera mejor y menos costosa de prevenirse
contra la disidencia consiste en individualizar y aislar a los seres
humanos, robarles el sentido y generalizar la sensación de impotencia.
De esta forma, la dimensión
más importante en la estrategia de guerra hoy es sin duda la
prevención-disuasión, que lleva a dirigir la mayor parte de los esfuerzos
hacia el trabajo de inteligencia bajo una concepción de amplia visión.
Inteligencia como acumulación y procesamiento de información, como
vigilancia directa o indirecta, pero, sobre todo, inteligencia como
generadora de sentidos comunes enajenados. Como productora y generalizadora
de la visión del mundo que nos sume en la impotencia, que hace del otro un
enemigo, de la comunidad un lugar inseguro y de las relaciones sociales,
relaciones de disputa. Esta visión es ampliamente difundida con las campañas
para hacer de la seguridad el principal problema de la sociedad y para
convertir a cada individuo en un delator. Siempre estará la instancia
superior disciplinadora y emisora del discurso de verdad, ante la cual los
individuos en su pequeñez acuden para saber cómo es su vida y para pedir
protección19 .
La
creación de la no-comunidad (Ceceña, 2004a), la negación de los sentidos
históricos colectivos, tan vigorosamente impulsada por el neoliberalismo,
se combina con la instauración de una nueva cultura social que internaliza
la disuasión e inhibe paulatinamente cualquier posibilidad de emancipación:
la cultura del miedo y la cultura de la delación, que suponen y propician
la individualización extrema y la soledad total. Los productos son los
individuos aislados y envilecidos por la competencia y la delación, pero a
su vez son el blanco de esta guerra. No se trata más de una guerra contra
las instituciones, porque esa se despliega muy exitosamente a través de la
creación de organismos y normatividades internacionales. Esa es la guerra
de la OMC, el FMI, el BM e incluso la ONU.
Es una guerra que no aparece como
tal pero que condena a los pueblos a la desaparición por desposesión
paulatina pero implacable. Esta otra es contra el caos creativo y
libertario, contra la ingobernabilidad, contra la indisciplina de esos
pueblos desposeídos y avasallados en su materialidad y en su historia. Es
una guerra por destruir sujetos, por despersonalizar. Lo otro, lo externo
al sujeto dominante, puede ser controlado o destruido a través de su
objetivación: o bien es incorporado como objeto funcional al que se le
asignan tareas o roles, suplantado en su subjetidad, o bien es considerado
como objeto de destrucción por ser superfluo o por ser rebelde, raro,
anormal, inadaptado. La disuasión, categoría central para entender la
política del sujeto hegemónico, lo lleva a crear y hacer uso de todos los
medios para convencer, para persuadir al resto del mundo de que no hay otra
opción (Thatcher dixit). (…)
La creación de imágenes y mitos forma parte
de la lucha estratégica y transita tanto por noticieros, telenovelas y
otras expresiones de los medios de comunicación masivos como por las
explicaciones del mundo que se transmiten en los libros de historia, en
los discursos de los profesores de educación básica, en las universidades y
en la propia ciencia. Sin desmerecer la importancia de las acciones bélicas
y económico-financieras –que es sin duda fundamental, no sólo para construir
una situación de ventaja sino para crear imágenes de imposibilidad– el lugar
decisivo para prevenir y/o disuadir cualquier intento por modificar las
reglas del juego o por construir diques al dominio capitalista y apagar la
rebeldía, la disidencia o la insurgencia es el cultural, donde radican la
memoria histórica, las cosmovisiones, las epistemes y las utopías. Es ahí,
en la creación de sentidos, donde se arraiga el más profundo desafío.
Es ahí, en la creación de sentidos, donde se
arraiga el más profundo desafío. En las comunidades humanas, en mi visión,
hay una construcción de sentidos comunes que emana de la experiencia, del
intercambio con la naturaleza de la que en realidad forman parte, de la
observación e interacción con el cosmos y de las diferentes prácticas de
vida. Los sentidos comunes son así construidos como explicaciones colectivas
de aceptación general, que se van diseñando en el rumiar de las
experiencias y observaciones cotidianas, en el pensar y en el hacer de la
vida. Así, fue hasta la llegada del capitalismo en que la ciencia y la
técnica lograron ser desarrolladas a tales velocidades que se adelantaban a
las percepciones de la gente, produciendo resultados antes de que el proceso
tuviera término o suficiente madurez para ser incorporado colectivamente.
La visión del sujeto (o sujetos) dominante, apoyada en nuevos instrumentos y herramientas de todo tipo y con la preocupación de la competencia, se empezó a producir unilateralmente, sin permitir un procesamiento colectivo que le diera sustancia. La solidez se fue supliendo con impacto; la socialización de las ideas encontró vías indirectas (televisión, por ejemplo) en las que los objetos empezaron a jugar roles cada vez mayores, eliminando la construcción intersubjetiva; las ideas se dejaron de rumiar, de compartir, y los sentidos comunes dejaron de ser una construcción de la comunidad (dejaron de ser comunes) para convertirse en nuevos productos, sólo que dirigidos a la conciencia. La velocidad de las imágenes de estos sentidos producidos, ajenos, impide la reflexión propia, el intercambio de interpretaciones de la realidad y la socialización. Está trabando la construcción de un sentido general de realidad porque, a cada paso, se van produciendo nuevas imágenes que se suceden infinitamente, sin tener rutas de conexión entre sí, que rompen, niegan, vacían o confunden las percepciones colectivas. Nuevamente hay una utilización estratégica de las asimetrías que otorgan al poseedor de medios masivos de comunicación la ventaja de difundir su sentido de la vida y su concepción del mundo como sentidos generales.(…) Leer
Ana Esther Ceceña
destaca el poder emancipador de
"la reflexión propia, el intercambio de
interpretaciones de la realidad y la socialización"
y de recuperar la construcción colectiva de los
sentidos comunes. Es un estar convivencial y desalienante que las
comunidades campesinas indígenas y los pueblos originarios mantienen pese a
invasiones transculturales. También lo crean organizaciones territoriales de
trabajadores desocupados o subocupados y las asambleas de la UAC. En suma,
las resistencias al avasallamiento de derechos humanos fomentan el
desentramparse de imposiciones de ser, razonar y actuar como conviene a los
de arriba. De ahí que la nacionalización e internacionalización de las
luchas contra el sometimiento al saqueo y la contaminación de los
oligopolios rumbee hacia otra sociedad, otro país y otro mundo posibles.
Hay otra función imprescindible de la Red Nacional de
los Medios Alternativos que es poner en debate cómo el gobierno CFK y sus
científicos e intelectuales construyen la legitimidad del modelo de los
oligopolios. Consideremos sólo una de las varias tácticas empleadas para viabilizar la entrega a Chevron y la expansión de los
cultivos
transgénicos:
♣Relatos y mentiras
Por
Darío Aranda
La
presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, afirmó ayer: “Sé que algunos se
subieron a torres de YPF (...). Pero no hacían esas cosas cuando Repsol se
llevaba toda la guita de la Argentina y no invertía un solo mango acá, no
hacían nada, eh, no pasaba nada de eso, nadie se quejaba”. (17 julio 2013)
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El
Pueblo Mapuche denuncia la contaminación de Repsol desde 1995 en Loma la
Lata.
-La Defensoría
de Menores de Neuquén (a pedido de las comunidades), en representación de
los niños de las comunidades, inició una causa civil en 1997 para exigir al
gobierno.
-En abril de 1997, la Justicia hizo lugar al pedido y ordenó al gobierno de
Neuquén la provisión inmediata de agua de manera permanente, realizar
estudios médicos a todos los niños y tomar las necesarias para asegurar la
preservación del ambiente (nunca lo hizo).
-El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó en 1998 un
informe ambiental sobre la contaminación petroleras en Añelo y Pehuenches
(en cercanías a Loma La Lata). Confirmó la contaminación.
-En noviembre de 2001 se presentó en la Universidad Nacional del Comahue un
estudio del laboratorio alemán Umweltschutz Nord. La investigación, de más
de mil páginas, focalizó el trabajo en el impacto de la explotación
hidrocarburífera sobre el ambiente y la salud en Loma La Lata.
-Las
comunidades Paynemil y Kaxipayiñ escribieron el 6 de diciembre de 2002 a los
tres poderes del Estado. Exigieron que se cumpla el derecho básico a la
consulta a las comunidad (vigente en Constitución de Neuquén, Nacional y
Convenio 169 de la OIT). Dirigida al presidente Fernando de la Rúa, al
ministro de Economía (José Luis Machinea), a la secretaria de Energía
(Débora Giori), a los presidente de la Cámara de Senadores y Diputados de
Nación, y a la Corte Suprema.
La carta explicitó la contaminación que la comunidad denunciaba hacía una
década y cuestionaba la prórroga de concesiones hasta 2027.
No tuvieron respuesta.
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Alcanza con abrir un buscador y se confirma que el Pueblo Mapuche denunció a
Repsol muchísimas veces, y nunca fue escuchado por ningún Gobierno.
Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/2001/01-05/01-05-03/pag16.htm----
♣Los
organismos genéticamente modificados (OGM) en la Argentina y la construcción
de legitimidad
Por
Guillermo Folguera( Rebelión)
El discurso asociado a los OGM y la búsqueda de legitimidad
Los efectos que han tenido el uso de los organismos genéticamente
modificados (OGM) en la estructura política, científica, económica y social
de nuestros países latinoamericanos necesariamente nos obligan a analizar
las características de los discursos tecnocientíficos correspondientes que
han servido como legitimadores sociales. Así, la pregunta central que
abordamos aquí es: ¿qué características presenta el discurso tecnocientífico
en la búsqueda y construcción de legitimidad social para el caso de los OGM
en la Argentina? Para ello, en este análisis presentaremos cuatro aspectos
presentes en el discurso relativo a los OGM: a) Los OGM como estrategia de
“salvación de la humanidad”, b) El carácter necesario en
la introducción y perpetuación de los OGM, c) La ambivalencia en relación
con la pertinencia (o no) de considerar la dimensión ética y política de los
desarrollos tecnocientíficos, y d) La confiabilidad de los OGM frente a la
falta o la insuficiencia de información.
La tecnología como estrategia de salvación de
la humanidad
Una de las promesas que se han dado en el
contexto de introducción y consolidación de los OGM, estuvo dada en relación
con una tecnología que fue presentada tanto por parte de empresarios,
políticos como de científicos como vía para “resolver” la problemática del
“hambre” y como estrategia para mejorar la calidad de la alimentación y de
la salud humana a escala global. El discurso de los especialistas en
biotecnología en Argentina reprodujo dicha idea, presentando a los OGM como
inherentemente progresivos, a la vez que asumiendo y reforzando la noción de
que la tecnología representa un bien en sí mismo. En la introducción y
consolidación de los OGM en el escenario latinoamericano y, en particular en
Argentina, esta “promesa” social estuvo (y aún lo está) fuertemente
representada. Independientemente de que la misma no se haya cumplido, es
interesante observar cómo fue instalada la noción de que el uso de la
tecnología tiene implicancias necesariamente positivas al respecto.
En este sentido, cabe señalar algunos elementos sumamente significativos propios de esta estructura argumental. Un primer aspecto tiene que ver con la conceptualización de la noción de “alimento” que se presenta desde dichos abordajes. Así, puede verse que una producción dada básicamente en los términos de un monocultivo, sumado a la incentivación de su consumo por la población -tal como el caso de la soja en Argentina- pretende “reducir” la diversidad propia de la alimentación a la mera ingesta de uno o de un pequeño grupo de alimentos. Esta intencionalidad presenta asociados problemas básicos, tanto en lo referido a las nociones biológicas básicas involucradas como así también respecto a la propia dimensión cultural. ¿A qué nos referimos? Por un lado, el “olvido” de una dimensión biológica que nos recuerda omnívoros y que, en particular, obliga a concebir una dieta que alterne productos animales y vegetales, más aún durante las etapas del desarrollo. Pero también se enfrenta con la noción básica de alimentación en su dimensión cultural, en la que se reconoce lo fundamental de concebir a los sujetos (también) a partir y desde sus alimentos, y donde la ingesta sólo ocupa una pequeña parte de esta compleja y fundamental relación.
El segundo aspecto tiene que ver con las
características particulares del tipo de producción agrícola que se ha dado
en la Argentina. Nos referimos a que es presentado como alimento para el
hombre un forraje, lo cual violenta aún más los dos aspectos antes
señalados. Por ejemplo, recordemos aquellas campañas publicitarias de muy
distinta índole que se hicieron en los últimos años a los fines de
incorporar a la soja dentro de la dieta de los ciudadanos argentinos
tratando, incluso, de reemplazar la propia carne vacuna por dicho
monocultivo para los chicos de edad escolar.
El tercer aspecto que nos
interesa señalar (sin ninguna pretensión de exhaustividad) tiene que ver con
los propios objetivos y modos utilizados en estos esquemas argumentales:
sólo la tecnología podrá resolver los problemas que aquejan a los pueblos en
la actualidad y en tiempos futuros. Esta idea que sólo la tecnología puede
resolver las problemáticas sociales conduce incluso a sostener, en numerosos
casos, que las propias problemáticas generadas por la implementación de la
misma tecnología sólo encontrarían solución a partir de una introducción de
nuevos productos tecnológicos. Como puede verse, este recorrido argumental
sólo nos encierra de manera intensificada en un esquema sin salida,
excluyendo cualquier “alternativa” incluso antes de elaborarse. Este aspecto
se conecta, justamente, con el siguiente ítem desarrollado: el carácter de necesidad de
los OGM.
La biotecnología y su carácter necesario
Otro de los elementos que son susceptibles de
ser reconocidos en este discurso tecnocientífico por parte de los
“especialistas” es el carácter de necesidad que
se le otorga a los OGM. ¿De qué se trata esta necesidad?
Sin dudas, forma parte de una herencia muy significativa del positivismo, a
partir del cual los “avances” científicos y tecnológicos no sólo son vistos
como positivos per se sino
que a su vez se presentan como inevitables e irreversibles. Desde esta
postura, el origen y expansión de los OGM son explicados como el resultado
inevitable del progreso científico y tecnológico que responde a la necesidad
de satisfacer nuevas demandas y necesidades sociales.
Ahora bien, ¿cómo se expresa dicha necesidad?
Una de sus expresiones principales se relaciona, obviamente, con la
imposibilidad de revertir el proceso iniciado. Esta irreversibilidad puede
estar justificada por elementos de orden diverso, pero más allá de eso, es
notable reconocer cómo opera sobre las decisiones individuales y colectivas
de nuestros pueblos. Así, se presenta como un elemento sistémico que sin que
haya sido propiamente “elegido” ni su primer ingreso (allá por la década de
1990) ni su perpetuación, sin embargo no admite ser problematizada.
Para el caso de los OGM, la necesidad se reconoce naturalizada y oculta, sin que queden establecidas sus razones. Entre posibles motivos que la sostienen, hay uno en particular que nos interesa señalar, siendo mencionado con suma frecuencia tanto por parte de tecnocientíficos como por funcionarios y empresarios: los OGM son presentados como un modo de generar “liderazgo”, sea tanto a escala social (dirigido a los sujetos involucrados) como incluso a escala de los Estados, presentándose como uno de los elementos claves en el “rol” de Argentina en la actualidad (cualquiera sea éste). A su vez, esta necesidad se relaciona directamente con la idea de presentar a los OGM como parte fundamental de un nuevo estado productivo. Así, cualquier crítica dirigida al respecto, presenta a las alternativas como parte de “estados inferiores”. Esta noción, parece enmarcarse en el caso epistemológico, nuevamente en un positivismo extremo que presenta al estado tecnocientífico como una fase superior y a posibles estados alternativos no sólo como “inferiores” en cuanto a su eficiencia, sino incluso en términos temporales, por lo que se caracteriza como un “volver atrás” a cualquier mirada alternativa. Ciertamente, la incorporación de lo temporal no es una novedad en los argumentos respecto a la tecnociencia, pero no deja de ser importante de ser reconocido en el contexto de los OGM en Argentina.
Tecnociencia, transgénicos, ética y política
Los dos ítems anteriores nos acercan a un
elemento central: ¿cuál es la postura que asume el discurso de los
especialistas en biotecnología sobre los OGM en relación con las dimensiones
ética y política? Nuevamente, reproduciendo determinadas estructuras y
valores heredados del positivismo, en una primera aproximación el
posicionamiento de quienes exponen este discurso parece reproducir la imagen
del científico como mero descriptor del mundo, una especie de “espejo” cuyo
rol es el de “reflejar” lo que sucede. Así, este actor social se atribuye
una función social crucial: la de mostrar las cosas “tal como son”,
sustentado en medios empiristas y racionalistas, y ajeno a las pasiones e
intereses, los cuales prevalecen en el resto de los ámbitos humanos. De este
modo, los positivistas lógicos trazaron una férrea línea divisoria entre
ciencia y valores. Sin embargo, el escenario de la tecnociencia impide bajo
cualquier punto de vista esta (discutible y discutida) distinción. Es que en
el contexto actual la invocada neutralidad de la ciencia encubre que los
presupuestos teóricos, los propósitos y los usos de los desarrollos
tecnocientíficos son aspectos íntimamente vinculados entre sí e imposibles
de ser distinguidos, de modo que las consecuencias sociales y los aspectos
tanto éticos como políticos de los mismos, no pueden ser soslayados o
confinados exclusivamente a sus aplicaciones.
En el caso de los OGM, en una primera instancia los discursos tecnocientíficos parecen, sin embargo, haber asumido tanto la neutralidad ética como política. Esta tensión entre la neutralidad -tanto ética como política- y el carácter positivo per se que se atribuye a este desarrollo tecnocientífico parece constituir un marco que explícita o implícitamente, estructura los discursos de los especialistas locales acerca de los OGM.
La (falta de) información y los OGM
Uno de los argumentos más utilizados en el
discurso dominante sobre los OGM, orientado a dar una justificación
“científica” de la supuesta inocuidad de los alimentos derivados, se ha
dirigido (y continúa haciéndolo) a la ausencia de evidencia científica sobre
los riesgos o efectos imprevistos. De este modo, se asume a
priori el denominado
“principio de equivalencia sustancial”, criterio cuestionado en la
literatura especializada. En el caso de los discursos de los “especialistas”
en Argentina, aun en aquellos casos en que es admitida la necesidad de
realizar más investigaciones, no es contemplada sin embargo la posibilidad
de detener las aplicaciones tecnológicas, lo cual resultaría pertinente
conforme a lo previsto por el ‘principio de precautorio’.
Más aún, con gran frecuencia, el ‘principio precautorio’ no sólo es ignorado, sino que se asume la lógica inversa (esto es, que se debe demostrar que las aplicaciones de esta tecnología causan efectivamente algún tipo de daño). De este modo, se desprende que para obtener “conclusiones científicas” se necesitarían nuevas investigaciones, independientemente de la magnitud de los riesgos a los que se exponga la sociedad y de los daños que se produzcan hasta entonces. Sin embargo, es importante señalar que las investigaciones disponibles y actualmente en curso orientadas a evaluar los potenciales impactos de esta tecnología son particularmente escasas, y la mayor parte de las realizadas hasta el momento son mayoritariamente diseñadas y solventadas por las propias empresas que la producen y comercializan.En este marco, la innegable tendencia a la uniformización de estructuras de producción de conocimientos, a través de la sumisión a las reglas del mercado, plantea como desafío y como política prioritaria la recuperación de la pluralidad y heterogeneidad en la investigación científica, la inversión pública en investigación independiente y la urgente reflexión sobre la dimensión ético-política de estos temas, cuyo destino no puede quedar exclusivamente bajo las decisiones de expertos y tecnólogos, ya que sus consecuencias afectan a toda la sociedad.
La búsqueda por otra relación ciencia-sociedad
En este trabajo, hemos analizado algunos de los
elementos presentes en el discurso de los especialistas que atañen a la
generación de legitimidad por parte de los discursos asociados a los OGM en
la Argentina. Entre ellos, se ha podido reconocer cómo esta tecnociencia se
ha atribuido “propiedades” y “valores” que generalmente son adjudicados a
las investigaciones denominadas “básicas” o “puras”. Recordemos que desde la
tradición del empirismo lógico, el problema de la elección y la
responsabilidad ética no surge como desafío en relación con la ciencia
llamada “pura” sino en el ámbito de la denominada “ciencia aplicada”, los
desarrollos tecnológicos y las innovaciones. Notablemente, en el caso del
discurso acerca de los OGM, los aspectos ético-políticos son desestimados
aun en la esfera práctica, delegando este ámbito a los denominados “decididores”,
quienes a través de resoluciones particulares dan o no curso a las prácticas
tecnológicas.
Así, esta mirada posibilita no sólo eludir las necesarias evaluaciones previas a su aplicación, su seguimiento y control: sino que también bloquea la posibilidad de un análisis crítico acerca de las ventajas, los costos sociales y los riesgos potenciales asumidos al adoptar esta tecnología. Este escenario se refuerza a la luz de la idea del desarrollo lineal y progresivo de una ciencia neutral, que en sus versiones aplicadas conduce inexorablemente al avance tecnológico, el cual siempre es entendido como una fuerza transformadora inherentemente positiva.
Sin embargo, diferentes actores y conflictos
sociales expresan señales de malestar y disenso que cuestionan estos
supuestos. A pesar de la pretendida “necesidad” de los OGM, se erige una
actitud de desconfianza y desencanto frente a la tecnociencia, vinculada a
sentimientos de desposesión que muchos de estos desarrollos han generado en
la sociedad. A quince años de la introducción de OGM en las prácticas
agronómicas, este desencanto es asumido, incluso, en el discurso de Nature,
una de las revistas científicas estadounidenses que más han bregado por las
bondades de esta tecnología. En su editorial del 29 de julio de 2010, en
cuya tapa se pregunta, ¿Puede la ciencia alimentar al mundo?, se afirma:
“Los granos GM son una parte importante de la
agricultura sostenible pero no son la panacea para el mundo hambriento más
allá de muchas aseveraciones en contrario de sus defensores (…) En la
práctica la primer generación de granos GM ha sido largamente irrelevante
para los países pobres. Exagerar sus beneficios sólo puede incrementar la
desconfianza pública sobre los OGM, tal como lo muestra la preocupación
sobre la percepción de privatización y monopolización de la agricultura
focalizado en la ganancia (…) Ni la ciencia ni la tecnología por sí mismas
son panacea para la solución del hambre. Es la pobreza, no la falta de
producción de alimentos, la causa del hambre” (Editorial Nature 2010, pp.
531-532).
Por cierto, las soluciones alternativas que se
proponen en esta revista se orientan, tal como era de esperar, al desarrollo
de nuevas y más sofisticadas respuestas tecnológicas. Sin embargo, no deja
de ser interesante cómo ciertos discursos permanecen en el ámbito local, aún
cuando internacionalmente ya han sido modificados.
En este sentido, resulta fundamental avanzar en la construcción de discursos alternativos que apunten a la democratización y a la reapropiación social de la ciencia y la tecnología, planteando la “necesidad” de trabajar colectivamente de modo amplio y continuo sobre los modos de decisión, control, seguimiento y evaluación de las elecciones científicas y tecnológicas, no sólo la comunidad académica, funcionarios y gestores de los organismos de ciencia y tecnología, sino también, evidentemente, los pueblos involucrados.Guillermo Folguera es miembro del Grupo de Reflexión RuralFuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=171199
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