jueves, 5 de septiembre de 2013

El capitalismo se constituye sistema de acaparamiento de bienes comunes por oligopolios imperialistas y locales.

Ese avance lleva a la desaparición forzada de 
comunidades campesinas e indígenas.

La agricultura industrial expande y profundiza el hambre y la pobreza.

La Vía Campesina, en su plataforma para combatir el hambre y la pobreza en el mundo rural (Resoluciones y Mociones de Yakarta, julio 2013) señala:
Hoy hay más personas en el mundo padeciendo hambre que en cualquier otro momento de la historia humana. A su vez, el Banco Mundial recomienda cada vez más programas asistencialistas, compensatorios, "focalizados", productivistas, privatizadores y de liberalización de mercados, para supuestamente acabar con el hambre. 
Y cada vez más los gobiernos, muchas veces hermanados con el sector privado nacional y transnacional, se esfuerzan por implementar estos programas. El resultado ha sido más hambre y más pobreza en el campo y en la ciudad, irónicamente con mayores oportunidades para la inversión y las ganancias privadas.
El hambre y la pobreza son las más nuevas "commodities" (mercancías) para especular con ellas en los mercados al costo de los hambrientos y los pobres. Esta es la triste realidad. Si los gobiernos y las instituciones multilaterales de verdad quisieran reducir el hambre, la pobreza y la miseria, deberían empezar por asumir las verdaderas causas estructurales de las mismas y  diseñar políticas públicas de Estados y apoyar las iniciativas de los movimientos dirigidas a atacar dichos problemas en su raíz.
La causas
El hambre y la pobreza tienen sus causas estructurales en el sistema capitalista. Aunado a esto, las políticas neoliberales de recorte de presupuestos y servicios, y de transnacionalización de nuestras economías, empeoran tanto las estructuras de inequidad como las condiciones actuales para nuestros pueblos. Los programas asistencialistas y compensatorios no hacen nada para rectificar esta situación; más bien enmascaran las causas verdaderas y permiten que se sigan transformando nuestras economías en contra de nuestros propios intereses.
El sistema económico, capitalista  global, ha generado diversas crisis, cuyas manifestaciones locales y regionales nos golpean más, incluyendo, entre otros, los efectos de la crisis global de los precios de los alimentos y de la crisis climática. Los alimentos subvencionados y baratos importados por las empresas transnacionales, posibilitados por los tratados de libre comercio, rebajan los precios que recibimos por nuestros productos agrícolas, obligando a las familias campesinas a abandonar el campo y a migrar a las ciudades, mientras se socava la producción alimentaria local y nacional. Justo cuando se haya suprimido la producción nacional de alimentos, sus precios se dispararán en los mercados internacionales, generando hambrunas que pudieran haber sido evitadas por políticas de Estado que apoyaran la producción campesina nacional de alimentos en cada país, a través de sus sistemas de producción.
Los inversionistas extranjeros, invitados por algunos de nuestros gobiernos, acaparan las mejores tierras de labranza, desplazando aún más a los campesinos y campesinas locales, productores y productoras de alimentos, y reorientando las tierras hacia la minería, siendo social, cultural, política, económica y ambientalmente devastadora, hacia las plantaciones de agrocombustibles que alimentan a los automóviles en vez de a las personas y hacia otras plantaciones dedicadas a la exportación, que atentan contra la Soberanía Alimentaria de nuestros pueblos y sólo enriquecen a unos pocosHay cada vez menos tierra para producir alimentos para las personas, y cada vez más para minas y desiertos verdes. La privatización por la venta y la contaminación del agua significa que los únicos que pueden regar son los dueños multinacionales de las plantaciones para agrocombustibles y la exportación.

Al mismo tiempo, las emisiones descontroladas de gases de efecto invernadero y la contaminación del aire proveniente de los Países Desarrollados y del sistema agroalimentario global de las corporaciones -basado en el transporte a largas distancias y en la agricultura industrial- están cambiando el clima en nuestro detrimento. Nuestras tierras se vuelven más áridas, con cada vez mayor escasez de agua, afrontamos incrementos de las temperaturas y condiciones progresivamente más extremas, tales como fuertes tormentas, huracanes, inundaciones y sequías. Las fechas de las épocas lluviosas se han vuelto completamente impredecibles, de manera que ya nadie sabe más cuándo sembrar. Todo esto daña a las familias campesinas y pueblos originarios y afecta a la producción alimentaria. También, nos enfrentamos a la imposición de las semillas transgénicas en nuestros países, que amenazan la integridad de nuestras variedades locales de semillas –esenciales para hacer frente al cambio climático- y la salud de nuestros consumidores y consumidoras. (...) Leer

En el Llamamiento de la VI Conferencia de la Vía Campesina Egidio Brunetto – 9 al 13 de junio de 2013 (Yakarta, el 12 de Junio de 2013) se aclara:

(...)La Agroecología  es nuestra opción para el presente y para el futuro
La producción de alimentos basada en la agricultura campesina, el pastoralismo y la pesca artesanal sigue siendo la principal fuente de alimentos en el mundo. La agricultura campesina de base agroecológica constituye un sistema social y ecológico que está conformado por una gran diversidad de técnicas y tecnologías adaptadas a cada cultura y geografía. La agroecología elimina la dependencia de los agrotóxicos; rechaza la producción animal industrializada; utiliza energías renovables; permite garantizar alimentación sana y abundante; se basa en los conocimientos tradicionales y restaura la salud e integridad de la tierra. La producción de alimentos en el futuro estará basada en un creciente número de personas produciendo alimentos en forma diversa y resiliente.
La agroecología protege la biodiversidad y enfría el planeta.
Nuestro modelo agrícola no sólo puede alimentar a toda la humanidad sino que también es el camino para detener el avance de la crisis climática enfriando el planeta a través de la producción local en armonía con nuestros bosques, alimentando la biodiversidad y la reincorporación de la materia orgánica a sus ciclos naturales. 
Justicia social y climática, y solidaridad
A medida que avanzamos y construimos a partir de nuestra diversidad cultural y geográfica, nuestro  movimiento por la soberanía alimentaria se ve reforzado, integrando la justicia y la igualdad social. Practicando la solidaridad por sobre la competencia, rechazamos el patriarcado, el racismo, el imperialismo y luchamos por sociedades democráticas y participativas, libres de explotación de las mujeres, los niños, los hombres o la naturaleza.

Demandamos justicia climática ya mismo. Quienes más sufren este caos climático y ecológico no son los que lo han provocado. Las falsas soluciones de la economía verde para continuar el crecimiento capitalista están empeorando la situación. Se crea una deuda ecológica y climática que debe ser corregida. Por esta razón demandamos la inmediata detención de los mecanismos de mercados de carbono, geoingeniería, REDD y los agrocombustibles.
Ratificamos la necesidad y nuestro compromiso de luchar en forma permanente contra las corporaciones transnacionales, entre otras cosas, boicoteando sus productos y rechazando cooperar con sus prácticas de explotación. Los Tratados de Libre Comercio y los acuerdos de inversión han creado condiciones de extrema vulnerabilidad e injusticias para millones. La implementación de estos tratados trae como resultado la violencia, la militarización y la criminalización de la resistencia. Otra consecuencia trágica de los mismos es la creación de una masa masiva de migrantes mal pagados, con trabajos inseguros e insalubres y con violaciones de sus derechos humanos y discriminación. La Vía Campesina ha logrado colocar los derechos de los campesinos y campesinas en la agenda del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU y llamamos a los gobiernos a ponerlos en práctica. Nuestra lucha por los derechos humanos está en el corazón de la solidaridad internacional e incluye los derechos y protección social de los agricultores migrantes y trabajadores de la alimentación.
Las luchas por el derecho a la tierra, a la alimentación, al trabajo digno, contra la destrucción de la naturaleza, son criminalizadas. Son cientos los compañeros y compañeras que han sido asesinados en los últimos años y otros muchos ven amenazadas sus vidas o son perseguidos y encarcelados, frecuentemente con el apoyo o la complicidad de las autoridades públicas. (...)
Semillas, bienes comunes y agua
Enaltecemos a las semillas, el corazón de la Soberanía Alimentaria, con el principio Semillas Patrimonio de los Pueblos al Servicio de la Humanidad, reafirmado hoy por cientos de organizaciones en todo el mundo. Nuestro desafío pasa hoy por seguir manteniendo a nuestras semillas vivas en manos de nuestras comunidades, por multiplicarlas en el marco de nuestros sistemas campesinos. Continuaremos la lucha contra su apropiación a través de diversas formas de propiedad intelectual y su destrucción por su manipulación genética y otras nuevas tecnologías. Nos oponemos a los paquetes tecnológicos que combinan transgénicos con el uso masivo de pesticidas.
Seguimos hoy enfrentando la Leyes de semillas que, de la mano de los intereses de las corporaciones, son privatizadas y mercantilizadas. Seguimos enfrentando a los transgénicos  y luchando por un mundo libre de transgénicos. 
Los ciclos de la vida fluyen a través del agua y ella es una parte esencial de los ecosistemas y la vida. El agua es un bien común y como tal debe ser protegido.

Construyendo desde nuestras fortalezas
Nuestra gran fortaleza es crear y mantener unidad en la diversidad. Nosotros tenemos una visión del mundo inclusiva, amplia, práctica, radical y esperanzada como invitación a unirnos en la transformación de nuestra sociedad y la protección de la Madre Tierra.
Las movilizaciones populares, la confrontación con los poderosos, la resistencia activa, el internacionalismo, el compromiso con los movimientos de base locales son esenciales para lograr cambios sociales efectivos.
En nuestra heroica lucha por la Soberanía Alimentaria continuaremos construyendo alianzas esenciales con los movimientos sociales, los trabajadores y organizaciones urbanas y de las periferias, con migrantes, con quienes luchan contra la megaminería y las megarrepresas, entre otras.
Nuestras principales herramientas son la formación, la educación y la comunicación. Estamos fomentando el intercambio de conocimientos acumulados hasta el presente con metodologías y contenidos de formación cultural, política e ideológica y técnica; multiplicando nuestras escuelas y experiencias de educación de nuestras bases y desarrollando nuestras herramientas de comunicación desde nuestras bases. 
Nos comprometemos a crear espacios especiales para potenciar a nuestros jóvenes. Nuestra mayor esperanza hacia el futuro es la pasión, energía y compromiso de nuestros jóvenes articulada en los jóvenes de nuestro movimiento.
Nos vamos de esta VI Conferencia Internacional de La Vía Campesina dando la bienvenida a las nuevas organizaciones que se han integrado al Movimiento, seguros de nuestras fortalezas y llenos de esperanzas hacia el futuro.
¡Por la tierra y la soberanía de nuestros pueblos!
¡Con solidaridad y lucha!

El extractivismo arrasa los sistemas vitales para la habitabilidad de Nuestra América que crearon los pueblos originarios.

Héctor Alimonda, en la Presentación del libro "La naturaleza colonizada", explica: Durante siglos, los Andes han sido un vasto escenario donde distintas culturas humanas fueron construyendo modos y estilos de convivencia con la naturaleza, expresados en saberes, tecnologías, formas de organización social y elaboraciones míticas y simbólicas. A partir de la cuidadosa observación de la variedad de los diversos ecosistemas que componen la inmensa región, de su flora, de su fauna, de sus variaciones climáticas y ecológicas según fajas de altitud, de sus diferentes suelos y disponibilidad de recursos hídricos, esas sociedades elaboraron sistemas complejos de aprovechamiento de esos múltiples recursos, en una perspectiva que hoy deberíamos calificar como “sustentable”. Y será bueno recordar, también, que esa actitud “sustentable” en relación a la naturaleza no se limitaba a una aceptación pasiva de sus determinaciones: a lo largo de miles de años (de la misma forma que en Mesoamérica) se realizaron experiencias de investigación biológica y agronómica sobre especies vegetales y animales, con el resultado de nuevas variedades, se implementaron nuevas técnicas de cultivo y se efectuaron notorias intervenciones sobre el medio físico, en la forma de obras de irrigación y de grandes terracerías, por ejemplo. Paradójicamente, estas experiencias, que constituían un tesoro de la humanidad, fueron destruidas en función de la implantación en esa región de una “economía de rapiña”, como la denominó en 1910 el geógrafo francés Jean Brunhes, basada en el saqueo extractivista. No es necesario recordar que sobre estas sociedades y estas naturalezas se arrojó el aluvión de la conquista europea, que las sometió a situaciones de colonialidad, recomponiéndolas en función de sus lógicas de acumulación económica y de control político y social. Destacamos, apenas, que fue el momento de aparición de una forma de explotación, inédita en la historia en su escala y su crueldad: la gran minería. A comienzos del siglo XXI, pasados quinientos años, la intensidad renovada por la apropiación y explotación de los recursos minerales se expresa en la multiplicación de mega proyectos de extracción en todo el continente. Pero, a diferencia de épocas pasadas, las condiciones tecnológicas permiten ahora prescindir de grandes contingentes de fuerza de trabajo. Las poblaciones locales, entonces, se transforman en víctimas de procesos de vaciamiento territorial que las excluyen de sus lugares de pertenencia, al mismo tiempo en que destruyen a los ecosistemas con los cuales han convivido, a veces, desde tiempo inmemorial. A pesar de los prolijos catálogos de buenas prácticas para la gobernanza ambiental y de las prescripciones de la responsabilidad socio- ambiental de las empresas, la resistencia generalmente tiene como respuesta la criminalización, la represión, los asesinatos por encargo: en el siglo XXI latinoamericano, la disputa por el control de los recursos naturales es un tema álgido de derechos humanos. Con significativa regularidad, estos procesos se multiplican dramáticamente en todos los países de la región, independientemente de las orientaciones políticas generales de sus gobiernos. En el caso específico del Perú, la profundización del modelo extractivista minero se ha visto acompañada, especialmente durante el gobierno de Alan García, por una ofensiva despiadada por la privatización y mercantilización de los recursos naturales, implicando en la anulación de las formas tradicionales de convivencia, con frecuencia ancestrales, que con ellos mantienen comunidades campesinas y naciones indígenas. Esa desposesión ha significado, inclusive, la modificación de regímenes legales de propiedad que protegían esos derechos. No sorprende, entonces, que desde hace años los motivos ambientales constituyan la mitad de las causas de los conflictos sociales en el cómputo mensual que realiza la esforzada Defensoría del Pueblo del Perú. (…)  

Héctor Alimonda, en La colonialidad de la Naturaleza, define al extractivismo como persistencia de la colonialidad que afecta a la naturaleza de Nuestra América:

(…)La conclusión que desde ya adelanto es que el trauma catastrófico de la conquista y la integración en posición subordinada, colonial, en el sistema internacional, como reverso necesario y oculto de la modernidad, es la marca de origen de lo latinoamericano. No estoy diciendo, atención, que esa marca de origen determine absolutamente toda nuestra historia de forma fatal. Al decir esto, claro está, pongo en evidencia que doy a la Historia un papel relevante en la interpretación de las sociedades. Por lo tanto, a nadie debe sorprender que, en mi perspectiva, la Ecología Política latinoamericana deba constituirse en una relación de diálogo y realimentación mutua con otra área de reflexión que se está desarrollando recientemente en la región, la Historia Ambiental. Luego de presentar estos puntos, intentaré cerrar la reflexión con referencias a diferentes propuestas en relación a la Ecología Política en América Latina. Quiero comenzar por destacar el punto que me interesa desarrollar en este momento: la persistente colonialidad que afecta a la naturaleza latinoamericana. La misma, tanto como realidad biofísica (su flora, su fauna, sus habitantes humanos, la biodiversidad de sus ecosistemas) como su configuración territorial (la dinámica sociocultural que articula significativamente esos ecosistemas y paisajes) aparece ante el pensamiento hegemónico global y ante las elites dominantes de la región como un espacio subalterno, que puede ser explotado, arrasado, reconfigurado, según las necesidades de los regímenes de acumulación vigentes. A lo largo de cinco siglos, ecosistemas enteros fueron arrasados por la implantación de monocultivos de exportación. Fauna, flora, humanos, fueron víctimas de invasiones biológicas de competidores europeos o de enfermedades. Hoy es el turno de la megaminería a cielo abierto, de los monocultivos de soja y agrocombustibles con insumos químicos que arrasan ambientes enteros –inclusive a los humanos–, de los grandes proyectos hidroeléctricos o de las vías de comunicación en la Amazonia, como infraestructura de nuevos ciclos exportadores. Hasta las orientaciones políticas “ecológicamente correctas” de los centros imperiales suponen opciones ambientalmente catastróficas para nuestra región: transferencia de industria contaminante, proyectos de basureros nucleares, mega-monocultivos de agrocombustible, etc. Una larga historia de desarrollo desigual y combinado, una ruptura a nivel global del metabolismo sociedad-naturaleza, que penaliza crecientemente a la naturaleza latinoamericana y a los pueblos que en ella hacen su vida (...). Leer

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Comunicación desde los indígenas de Chiapas

"A partir de Chiapas se gestó una de las redes pioneras en el activismo transnacional".

El Zapatismo y la Red Transnacional
Por Guiomar Rovira 
Número 47 Revista Razón y Palabra
El levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) el primero de enero de 1994 en el sudeste de México, encontró resonancia más allá de las fronteras del país y generó una red de solidaridad transnacional que significó algo más que el apoyo material o político a una lucha mexicana. El zapatismo de los indígenas de Chiapas funcionó como un referente simbólico para una nueva generación de movimientos sociales difíciles de caracterizar, sostenidos en redes, geográficamente dispersos, difusos, multitemáticos, intermitentes y no organizados formalmente. Son las redes del altermundismo que emergerán en Seattle en 1999, adquirirán visibilidad en las manifestaciones contra las instituciones económicas internacionales, en los foros sociales mundiales y en las protestas globales contra la guerra.
El estudio de las redes del zapatismo transnacional nos permite una aproximación a nuevas formas de acción política sostenidas en estrategias de comunicación transnacionales y a la vez nos obliga a pensar en el papel condensador del indígena como metáfora de la exclusión en tiempos de globalización y símbolo de la resistencia.

La multidimensionalidad del zapatismo

El zapatismo aparece desde 1994 interpelando varios niveles de localidad: por un lado, a nivel local enfrenta con las armas a los caciques, a los ganaderos, a los coyotes, pone sobre la mesa el problema de la tierra, la miseria y la violencia estructural sufrida por tzotziles, tojolabales, choles, tzeltales y mames de Chiapas durante de siglos. Pero no se limita a eso, el EZLN desafía al estado mexicano: declara la guerra al gobierno y exige “democracia, libertad y justicia”. Atenta contra el imaginario colectivo del país y al racismo subyacente en la construcción del estado nación. Tampoco se detiene en ese ámbito y desde el primer día del levantamiento armado, que coincide con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, los zapatistas enmarcan su lucha en un nivel global contra el neoliberalismo, al que tachan de “sentencia de muerte para los pueblos indígenas”.

Alrededor de estas causas esgrimidas con el levantamiento armado del primero de enero de 1994, surgen diversos actores colectivos que darán forma a lo que ha sido el zapatismo a lo largo de estos años. Por un lado, sale a la luz el principal protagonista: el EZLN, una organización político militar con amplia base popular en Chiapas, fruto del encuentro entre un núcleo de guerrilleros urbanos y las misérrimas comunidades indígenas de Chiapas, altamente politizadas por sus distintas experiencias organizativas y por la labor de una pastoral liberadora.
Por otro lado, a partir del alzamiento armado, sectores heterogéneos de la sociedad mexicana y también de otros países del mundo se movilizan para evitar una solución militar contra los indígenas alzados. Se trata de individuos, organizaciones y movimientos solidarios que marchan, debaten y actúan en sintonía con los indígenas rebeldes de 1994 en adelante y que vamos a denominar zapatismo civil ampliado1 . Dentro de éste convergen actores mexicanos y de otros países. Hablaremos entonces de zapatismo civil ampliado mexicano y de zapatismo transnacional2 para diferenciarlos analíticamente.
  • El zapatismo civil ampliado mexicano en su gran diversidad como movimiento social disperso, tuvo que tomar postura, enfrentar problemas y librar batallas políticas concretas en el país, no siempre con la mejor fortuna. Fueron quienes marcharon en las calles de las ciudades de México en enero de 1994 por un alto al fuego, quienes respondieron a las iniciativas del EZLN como la Convención Nacional Democrática, o el Movimiento de Liberación Nacional para derrotar al PRI, quienes organizaron y promovieron las consultas ciudadanas, la acogida y la logística de las marchas y caravanas de los indígenas rebeldes; quienes recabaron fondos y organizaron debates; quienes participaron en los Diálogos por la Paz entre el gobierno y el EZLN del lado rebelde en San Andrés Sacam´chen de los Pobres entre 1995 y 1996; quienes pensaron y escribieron sobre racismo, sobre indigenismo, sobre autonomía; quienes como estudiantes se fueron a las caravanas de ayuda, a las marchas, a los conciertos, quienes recogieron la iniciativa de formar el Frente Zapatista de Liberación Nacional y quienes dieron vida al Congreso Nacional Indígena a partir de la primera mesa del diálogo por la paz.
     
  • Como actor diferenciado del anterior aparece el zapatismo transnacional3 , pues no opera en el mismo terreno; puede acompañar los procesos, pero está exento de las contradicciones que minan el zapatismo civil mexicano más obligado a tomar postura en la coyuntura y ceñirse a la realidad compleja nacional. El zapatismo transnacional se teje como una red donde conviven una gran variedad de interpretaciones simbólicas, de acuerdo a los procesos locales y las luchas de los lugares donde tiene sus nodos. Los distintos colectivos, grupos y movimientos que se solidarizan con los zapatistas, se llevan una idea muy suya de Chiapas a su propio terreno, desencadenando concatenaciones de sentidos con amplia libertad interpretativa. La lejanía geográfica abre posibilidades para la apropiación del discurso zapatista a realidades y tradiciones activistas diferentes. Se produce entonces un estallamiento del símbolo originario, la rebelión del EZLN, en múltiples significados, de acuerdo a las necesidades políticas de los actores involucrados. El EZLN por su parte cuidará no buscar una definición estricta de su posicionamiento político que excluiría automáticamente a muchos de los implicados en la red transnacional, en la que encuentra un arma imprevista a su favor.
El zapatismo transnacional puede existir como tal en esa convergencia laxa de lo múltiple precisamente porque es una red. Las redes son relaciones entre actores sociales que se distinguen de otras formas de confluencia de individuos como serían las coaliciones, los movimientos o lo que ha venido a llamarse sociedad civil, puesto que son formas de organización que se caracterizan por patrones de comunicación e intercambio voluntarios, recíprocos y horizontales (Keck y Sikkink, 1998). En el caso del zapatismo transnacional, lo que une a los actores es el intercambio y la circulación de información para la acción solidaria. Es en este sentido que el Internet, al igual que otras herramientas para la comunicación, como el fax, el teléfono o el correo, juegan un papel relevante como infraestructura del propio movimiento. En el zapatismo, al igual que en el altermundismo, el Internet jugará un papel clave como medio que facilita la aparición de este tipo de relaciones reticulares a lo largo del planeta y se dirá que Internet es más que un medio4.
La red del zapatismo transnacional asume como principal motivo de existencia vigilar que no se aplique una solución bélica a la rebelión de Chiapas. Se constituye a partir del flujo espontáneo de comunicados, noticias, discursos y denuncias sobre las condiciones de vida de los indígenas en Chiapas. Correspondería a lo que Keck y Sikkink (1998) llaman una “red transnacional de defensa”5. Actúa como una parte agregada y nueva en el conflicto, lo reinterpreta, lo “enmarca” para hacerlo accesible a diversos contextos sociales, lo legitima ante la opinión pública local y se moviliza para presionar al gobierno mexicano. Logra una capacidad transnacional de acción que será usada como un recurso a favor de los rebeldes chiapanecos. Así el EZLN obtiene una influencia a la que no podría aspirar por su propia cuenta en el ámbito nacional.
La zapatista es una de las primeras redes transnacionales de solidaridad que usa Internet como instrumento para el activismo radical, y que promueve y se diluye en el rizoma de las redes globales del altermundismo, donde convergen en el rechazo al capitalismo mundializado muchas redes transnacionales multitemáticas que van desde la defensa de la soberanía alimentaria, las luchas contra la discriminación racial, los anarquistas, ecologistas, campesinos, indígenas, organizaciones no gubernamentales de todo tipo, derechos humanos, mujeres, etc.

Una red activista para el zapatismo

Las resonancias y repercusiones del ¡Ya basta! de los indígenas de Chiapas escaparon en mucho a lo que ellos mismos habían previsto. Uno de los efectos “colaterales” de la guerra fue que los periodistas y los activistas que obtenían los comunicados del EZLN, a veces simplemente porque tenían acceso a la prensa mexicana –principalmente los periódicos Tiempo, El Financiero,La Jornada y el semanario Proceso-, los mandaban por fax, o hacían la labor de tipógrafos y los transcribían completos en Internet, los forwardeaban a sus conocidos o a sus compañeros de lucha. En 1994 la World Wide Web cumplía un año de existencia, y el uso de Internet se extendía exponencialmente entre determinados sectores de la población mundial, principalmente en las universidades y entre los periodistas. La primera página electrónica sobre Chiapas, la que lleva por cuyo título hasta hoy: “Ya basta”, con dominio ezln.org, la crearon por su cuenta y riesgo dos estudiantes de Estados Unidos, los hermanos Paulson. De repente, surgieron también quienes espontáneamente y de forma anónima traducían los comunicados y las notas a multitud de lenguas y los difundían mediante forwards y listas de emails.
Es importante recalcar el hecho de que la red zapatista surgió de la iniciativa espontánea de activistas y reporteros. No fue, como a veces se ha señalado, organizada por un subcomandante Marcos conectado en algún lugar de la espesura de la selva, donde no llega el teléfono ni hay cobertura para los teléfonos móviles, tampoco hay electricidad. No fue hasta 1999 que el EZLN creó una Web “oficial”, con motivo de la Consulta por los Derechos y la Dignidad Indígena. Pero ni siquiera en este caso logró competir con la riqueza de contenido, anuncios e informaciones de las del zapatismo transnacional.
Una causa local, sin preverlo, provocó la gestación de una red extensa, sin cabeza ni órgano rector, espontánea y auto organizada, donde el EZLN funcionó como nodo de especial influencia. La voluntad extendida de defender el ¡Ya basta! de los indígenas de Chiapas permitió ensayar un marco común para la movilización concertada de una miríada de movimientos y grupos.
La red genera varios niveles de activismo: desde el que se mantiene esporádicamente informado, el que se informa continuamente y difunde la información entre sus allegados, el que opina a veces pero no se moviliza en las calles, hasta los que conforman el grupo activista de tiempo completo generador de información. La resonancia necesaria unos y otros no obliga a un acuerdo total, pero sí un entendimiento para la acción. En ese sentido, los programas no pueden fijarse como tales, sino como plataformas abiertas a la participación en todo nivel de involucramiento, no necesariamente constante. Ahí reside su fuerza, pero también su posible debilidad organizativa.
En la red del zapatismo transnacional habría distintos niveles en la generación y difusión de la información: en el centro, están las comunidades indígenas y los discursos del EZLN. A su alrededor, en un segundo nivel, están quienes elaboran la información en Chiapas para su difusión, que son: los medios de comunicación, entre los que destacan periódicos y revistas mexicanas (La Jornada, Proceso, Tiempo y El Financiero6 ), pero también medios extranjeros con corresponsales en Chiapas; las organizaciones no gubernamentales mexicanas y extranjeras instaladas en Chiapas; los activistas y los miembros de colectivos de solidaridad que acuden a las comunidades zapatistas y elaboran denuncias e informes.
Los mensajes procesados en este nivel pasan a ser distribuidos por los actores especializeados en distribuir todos estos relatos y que no necesariamente se encuentran localizadas en Chiapas: páginas Web nacionales y extranjras (donde destaca la página ezln.org, fzln.org, enlacecivil.org y todas las páginas de los comités de solidaridad y que implican traducción a distintos idiomas); las listas de correo electrónico, como Chiapas957organizada por el grupo Acción Zapatista de Austin, Texas, y que contaba en el año 2000 con 750 suscriptores, o la del Frente Zapatista: fzln-l; el e-mail y forwardeo de mensajes a amigos, conocidos y otros.

Los mensajes difundidos por estas vías llegan a múltiples receptores dispersos geográficamente que distribuyen la información en su ámbito local, en sus propias publicaciones, radios, revistas o eventos, y que forman parte de los grupos que están pendientes de lo que ocurre en Chiapas para movilizarse. Estos actores mantienen lazos de interacción con otros y cuentan con varias fuentes de información, desde los activistas en Chiapas, hasta las distintas suscripciones a listas electrónicas o la navegación por las páginas Web sobre el tema. A su vez, estos nodos locales de colectivos de solidaridad o grupos vigilantes envían la información cuando así lo consideran necesario a receptores transitorios que no dedican atención constante al tema, sólo en determinadas coyunturas, pero están decididos a apoyar si son requeridos. Un ejemplo serían los intelectuales y los políticos a los que los comités de solidaridad recurren para presionar al gobierno mexicano; así como todos los demás grupos y movimientos sociales del lugar que están dispuestos a movilizarse cuando la situación es de alarma en Chiapas.
Con información accesible, los grupos de la red zapatista se pueden activar cuando surge la necesidad, pero también pueden trabajar de forma autónoma en sus propios espacios en tiempos que no son críticos. Los grupos de solidaridad y la multitud de organizaciones pro zapatistas tienden a ser grupos pequeños y locales que están constantemente listos para la movilización –sólo esperan la oportunidad. Eso, señalarán Rondfelt y Arquilla (1998), representará una ventaja ofensiva y también defensiva, ya que un número muy grande de grupos pequeños son un objetivo muy difícil de apuntar.

Digamos entonces que esta intrincada red puede dedicarse a múltiples tareas. El nodo de especial influencia puede trasladarse a otro lugar: a una protesta contra la Organización Mundial del Comercio, o a una marcha contra la guerra, o a una campaña con una temática concreta. Es así como la red transnacional zapatista es sólo un momento de las redes altermundistas globales y de las luchas locales. Los zapatistas transnacionales están en las marchas multitudinarias por una Europa social o en las calles contra la OMC, el FMI, el BM, los tratados de libre comercio, las reuniones del Grupo de los Ocho, pero también están en sus localidades contra los pantanos o carreteras que atentan al equilibrio ecológico, en las marchas por la legalización de los inmigrantes, en las protestas sociales.

Formas de actuar del zapatismo transnacional

El zapatismo transnacional ha apelado a gran diversidad de acciones para defender la causa de los indígenas de Chiapas. Podemos clasificarlas en 4 grandes rubros:
1. Manifestaciones y encuentros en muchas ciudades del mundo para dar a conocer la situación de Chiapas, influir en la opinión pública local y presionar en las delegaciones diplomáticas mexicanas. 
2. Campañas de presión hacia las elites locales que a su vez presionaran al gobierno de México: en los Parlamentos, con los políticos, con los intelectuales más reconocidos.
3. La afluencia de extranjeros a las comunidades indígenas, ya sea como portadores de solidaridad material y proyectos productivos o como simples acompañantes de las comunidades zapatistas. Ellos sirvieron de multiplicadores de la causa y tejieron relaciones interpersonales.
4. La desobediencia civil electrónica en Internet, promovida por Critical Art Ensamble.
Estas formas de acción del zapatismo transnacional están intextricablemente imbricadas: las manifestaciones se concertan y coordinan a través de la red, las campañas de presión a las élites políticas locales se acompañan con movilizaciones y difusión de información a la opinión pública del país, estas mismas campañas llevan a que más gente se quiera ir a Chiapas, los observadores en Chiapas son quienes generan discursos y alimentan la red con nuevos puntos de vista y testimonios, incluso son quienes luego acuden a las instancias políticas con denuncias de violaciones a derechos humanos, son quienes responderán a las iniciativas de los que promueven los ciberactivistas.
Esta presencia corporal y virtual de activistas transnacionales en Chiapas aumentó evidentemente la visibilidad adquirida por los zapatistas y alejó, junto con las manifestaciones de la sociedad mexicana, la posibilidad de una solución violenta por parte del gobierno. Poner fin al conflicto con una masacre de indígenas provocaría una reacción no sólo en México sino también a nivel internacional de consecuencias graves para sus relaciones comerciales y políticas.
Las movilizaciones descentralizadas y encuentros
El zapatismo transnacional no sólo existe en la virtualidad de Internet sino también en las manifestaciones callejeras en muchas ciudades del mundo, en las concentraciones frente a las delegaciones diplomáticas mexicanas y en la opinión pública de los países.
Estas movilizaciones pueden ser decididas y gestadas en la misma interacción entre los colectivos de solidaridad y movimientos sociales especializados en el tema, o pueden organizarse a partir del llamado concreto del EZLN.
Así tenemos, por un lado, la gran reacción de toda la red tras la matanza de Acteal en 1997: miles de manifestantes salieron a las calles, hicieron happenings, decoraron las embajadas y consulados. Estas movilizaciones fueron decididas y compartidas en la red por los actores transnacionales. También ellos han organizado encuentros regionales de comités de solidaridad y todo tipo de eventos de discusión para decidir acciones a llevar a cabo, como la Comisión Civil Internacional de Observación de los Derechos Humanos que llevó a una delegación de casi 200 personas de varias nacionalidades a elaborar un informe de denuncia sobre la violencia en Chiapas en 1998 y 1999.
Pero por otro lado, tenemos la respuesta de la red a las iniciativas zapatistas, como los Encuentros Continentales e Intercontinentales por la Humanidad y contra el Neoliberalismo (conocidos como los “encuentros intergalácticos”) que se llevaron a cabo en 1996 en Chiapas, en 1997 en España, en 1998 en Brasil y que han sido uno de los gérmenes del movimiento altermundista o del Foro Social Mundial. Otro ejemplo es la convocatoria del EZLN en 1999 de organizar una Jornada de los Excluidos del Mundo como parte de la Consulta por los Derechos y Cultura Indígenas.
También entrarían en este rubro las giras, eventos y presentaciones de ponentes mexicanos expertos en el tema, las conferencias o los pases de videos documentales organizadas por los grupos de solidaridad para explicar la situación chiapaneca. Han hecho estas giras, por citar tan solo algunos ejemplos, Ofelia Medina, Elisa Benavides, Amado Avendaño, incluso el obispo Samuel Ruiz García, entre otros muchos.
Las campañas de presión hacia las elites políticas locales
Otra de las actividades del zapatismo transnacional ha sido apelar a las elites locales y a las instituciones de los diversos países para que a su vez presionaran al gobierno de México contra la represión en Chiapas. La publicación de manifiestos con firmas de cientos de personas de todo el mundo, algunos personajes reconocidos y premios Nobel, ha sido una constante desde 1994 hasta la fecha.
Después de la masacre de Acteal, en diciembre de 1997, los activistas arrancaron declaraciones y pronunciamientos de personajes como Bill Clinton, Lionel Jospin, Kofi Annan, Danielle Mitterrand. Las campañas en los Parlamentos locales no se hicieron esperar, el parlamento de Catalunya se pronunció contra la violación a los derechos humanos en México, lo mismo hizo la Junta de Aragón y el Parlamento Vasco, así como el alcalde de Venecia y el alcalde de Dublín.
Por otro lado, la Comisión Civil Internacional por los Derechos Humanos, tras regresar de México, se plantó en el Parlamento Europeo para presentar los resultados de su informe y exigir un pronunciamiento hacia México como cláusula para la firma del tratado de libre comercio con la Unión Europea. Los activistas italianos lograron que su Parlamento emitiera una resolución según la cual no iban a ratificar el tratado de libre comercio si en México no se reemprendía el diálogo con el EZLN.
En Estados Unidos, varios parlamentarios recibieron cientos de cartas y faxes exigiéndoles movilizarse contra la guerra en Chiapas. Un ejemplo de ello son las resoluciones del senador Patrick Leahy y la diputada Nancy Pelosi aprobadads en el Congreso de Estados Unidos (en el Senado y en la Cámara de Representantes) en noviembre de 1999. Los esfuerzos de convencimiento y el trabajo de presión los hicieron las organizaciones Global Exchange y Mexico Solidarity Network, actores de gran peso del zapatismo transnacional. Estas resoluciones piden al Secretario de Estado asegurarse de que la asistencia militar y la exportación a México sea usada en la lucha contra el narcotráfico y no por las fuerzas de seguridad mexicanas implicadas en la violación a los derechos humanos. También condenan la violación de la ley en el caso de las expulsiones sumarias de norteamericanos en México. Otro diputado, Luis Gutierrez de Estados Unidos, ha ido a Chiapas en diversas ocasiones, tras haber recibido, según sus propias declaraciones, más de 3 mil cartas sobre el tema instándole a hacerlo.
La comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson, también ha acudido a Chiapas en noviembre de 1999, presionada por las denuncias de las organizaciones que integran el zapatismo transnacional.

La afluencia de observadores a las comunidades indígenas 
A partir de 1994, los colectivos y comités que se organizan principalmente en Europa y Estados Unidos empiezan a promover viajes al lugar de los hechos. Son los primeros contactos con las comunidades indígenas para muchos activistas, reporteros, personalidades reconocidas o anónimos jóvenes de todos los lugares del mundo. El territorio “liberado” que controlaba el EZLN desde enero de 1994 hasta la incursión militar de febrero de 1995 abarcaba toda la selva Lacandona, desde Margaritas hasta Altamirano, Ocosingo y Palenque. Se volvió una especie de Itaca, destino dorado de aquellos que pudieran pagarse el viaje de entre los movimientos alternativos.
Los zapatistas se abrieron y acogían a los “internacionales”8. Fue el gobierno mexicano el encargado de limitar el derecho a entrar a ese territorio sin reconocer ningún estado de excepción pero exigiendo visas especiales para los municipios rebeldes. Al flujo global de internacionalistas se opuso el derecho territorial y la soberanía del estado nación a través de las autoridades locales del Instituto Nacional de Migración que expulsaron a cientos de extranjeros mediante recursos legales ad hoc9. Los zapatistas, conscientes de que su guerra dependía de su visibilidad en México y en el mundo, fomentaron la presencia de visitantes de todas partes.
No hay datos exactos sobre la cantidad de extranjeros que han acudido desde 1994 hasta la fecha a las comunidades rebeldes de Chiapas, pero el flujo ha sido constante. Unos han llevado solidaridad a las comunidades, como es el caso de las caravanas de Pastores por la Paz, de Estados Unidos, o han creado proyectos como la construcción de escuelas de La Garriga Societat Civil de Cataluña en la Zona Norte, o la instalación de una electroturbina en La Realidad, por parte de Ya Basta! de Italia, o la hermandad de los dublineses con la comunidad 10 de Abril.

La afluencia de internacionalistas aumentó a partir de la ofensiva militar de febrero de 1995, cuando el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas hizo un llamado a instalar “campamentos civiles por la paz” en las comunidades más afectadas por el conflicto y por la presencia militar. El EZLN secundó esta iniciativa y a través de una ONG, Enlace Civil, A.C., invitó a los “observadores internacionales” a acompañar a las comunidades. No fue una empresa fácil, perseguidos por los agentes de Migración, llamados por Zedillo “extranjeros perniciosos” o “turistas revolucionarios”. Sin embargo, acudieron a cientos, a lo largo de los años podemos decir que a miles.
La peregrinación a Chiapas ha marcado toda una generación de activistas principalmente europeos y norteamericanos, pero también latinoamericanos y gente de otros continentes. Los zapatistas entendieron que los internacionales eran parte de su propia lucha más allá de las fronteras. Les hablaban en otras lenguas y les mostraban otras costumbres, no exentas de algunos roces, como cuando una legión de hippies se metieron encuerados al río de La Realidad y la comunidad decidió correrlos en ese instante, por irrespetuosos.
Muchos de los jóvenes internacionalistas han pasado meses o años de sus vidas en las comunidades de Chiapas, sin luz y sin agua corriente, a régimen de frijol y tortilla. El regreso a la “civilización” les ha producido un extrañamiento sobre su propia sociedad. Su experiencia y su testimonio han servido de multiplicadores de la causa. Las relaciones establecidas con familias indígenas y pueblos tejieron una auténtica comunidad global dispuesta a brincar ante cualquier atropello.

La desobediencia civil electrónica
A finales de los 80, en los Estados Unidos, aparece en escena la Desobediencia Civil Electrónica, término acuñado por el grupo de teatro y arte Critical Art Ensamble. La estrategia de la desobediencia civil electrónica se inspira en la desobediencia civil tradicional adaptada a los tiempos actuales. El espacio donde se puede enfrentar al poder ya no son solamente las calles ni los palacios, sino los flujos y las redes
10.
A partir de 1994 aparece con fuerza el hacktivismo (el activismo unido al espíritu de los hackers, cuya vocación es romper los códigos para el libre acceso a la información) del Electronic Disturbance Theather, especializado en trasladar las protestas de la calle a Internet. Este grupo de Estados Unidos decidió encaminar sus acciones al apoyo a Chiapas junto a los New York Zapatistas. Por ejemplo, para protestar por la masacre de indígenas en Acteal11 y el Bosque, el Electronic Disturbance Theather logró movilizar la red el 8 de septiembre de 1998, y provocar de forma simultánea el caos absoluto en los servidores del Pentágono, las páginas de Presidencia de la República en México y la Bolsa de Frankfurt. Su acción mereció la portada en el New York Times. Lo que hizo Electronic Disturbance Theater fue inventar un código (un software: FloodNet, creado en 1998 por el artista californiano Brett Stalbaun) con el que se puede llamar muchas veces a la puerta de los grandes servidores hasta que estos se saturan y caen. Participar en esta acción –de carácter público, a partir de un mensaje que enviaban y difundían las listas de los movimientos sociales-, fue tan simple como picar dos veces con el ratón sobre la dirección señalada por el grupo hacktivista.
Meses más tarde, el Electronic Disturbance Theater participó en el día de acción global contra el Capitalismo del 18 de junio de 1999, convocado por el movimiento altermundista, con un plantón virtual de nuevo con carácter zapatista: contra la embajada mexicana en el Reino Unido. El sistema FloodNet URL recibió un total de 18.615 llamadas de computadoras de 46 países diferentes. Este grupo de ciberactivismo imprescindible para entender las nuevas formas de lucha en los sistemas comunicativos, con vocación pacifista, invoca las siguientes palabras de la comandante Ramona del EZLN: “La red intergaláctica es más poderosa que cualquier arma”.
Por otro lado, en Estados Unidos, los universitarios, pioneros en el uso de la red internáutica encontraron en el levantamiento del EZLN la ocasión para darle mayor impulso al proyecto que vislumbraban y querían alcanzar: la vinculación a través de Internet de los movimientos de base de todo el mundo contra el neoliberalismo. El “Zapatismo en el ciberespacio” es parte de la reflexión que se dio en Austin, dentro de la comunidad de la Universidad de Texas12, Estados Unidos, sobre todo alrededor del investigador Harry Cleaver. La reflexión de este colectivo que podemos clasificar en la lucha por la comunicación alternativa es que la rápida expansión de las redes de computadoras representa una respuesta a los monopolios crecientes de las industrias culturales y los medios masivos.

La convergencia alrededor del zapatismo

El desbordamiento de sentido y los imaginarios que el zapatismo despierta en grupos lejanos y movimientos sociales de otros lugares del mundo puede deberse a su carácter “más revelatorio que programático” (Harvey, 2000: 209), funciona como inspiración y no como esquema o programa de lucha.
Para Manuel Vázquez Montalbán, un factor de éxito es el momento histórico en que aparece el EZLN, caracterizado por la desmovilización social y el fin de la guerra fría:
Lo que antes era un determinismo ahora es un nuevo fatalismo. Se difunde la idea de que nada se puede hacer, que no vale la pena buscar culpables en el pasado ni plantearse que el futuro puede ser diferente; obligan a la gente a vivir el presente inmediato. La izquierda no tiene estrategias de cambio y esa es su crisis... En este contexto, mensajes como los que vienen del zapatismo son tremendamente seductores porque implican salir del fatalismo y tratar de ver de manera diferente el desorden al que ha llevado el capitalismo (Vázquez Montalbán, 2001).
Quizás hay que tomar en cuenta el hecho de que el alzamiento zapatista de Chiapas revive distintas “subculturas activistas de larga duración” (McAdam, 1994) y construye a partir de ellas su propia singularidad. Esta yuxtaposición de herencias políticas facilita múltiples alineamientos y resonancias: Por un lado, el zapatismo interpela a las luchas de Liberación Nacional, es decir, los MLN, los procesos de independencia colonial y también las guerrillas de izquierda de tradición marxista, inspiradas en el modelo de la revolución cubana. El zapatismo atrae así la simpatía tanto de aquellos que apoyaron a las guerrillas centroamericanas como de partidos marxista-leninistas, organizaciones insurreccionalistas, movimientos que propugnan la lucha armada (aunque en muchos casos la presencia de otros marcos en el zapatismo alejará a los más ortodoxos de esta tradición, acusando al zapatismo de impuro e incoherente).
Pero el zapatismo encuentra clara resonancia con movimientos bastante distintos de éstos últimos, que no buscan hacerse con el poder político sino que propugnan la autogestión y la subvesión simbólica y cultural: desde anarquistas, “bloques negros”, autónomos, consejistas, hasta movimientos contraculturales como los punks, los rockeros, los situacionistas, algunos grupos de estudiantes, los okupas (squaters), etc.
Además, uno de los marcos más importantes del levantamiento indígena es apelar a las luchas por el reconocimiento cultural, inscribirse en la tradición de las luchas por los derechos civiles y contra la exclusión: negros, indios, mujeres y feminismo, lucha por la liberación sexual, los inmigrantes, etcétera.
Por supuesto, el zapatismo recupera el marco fundamental de las luchas campesinas e indígenas de la historia de México, a las que invoca en todo su discurso desde los forjadores de la independencia, pasando por Zapata y Villa, hasta las guerrillas de Genaro Vázquez, Lucio Cabañas, las luchas de los campesinos pobres del país, el rechazo a la Reforma del Artículo 27 Constitucional13. Sin olvidar las rebeliones indígenas constantes en la historia de los últimos siglos en Chiapas. Así, despierta simpatía en esos sectores del México más humilde que no tiene problema en identificarse con los zapatistas que son, como ellos, indígenas y/o pobres. Lo mismo ocurrirá a nivel transnacional con pueblos indígenas como los mapuches o los guaraníes, por citar algunos, o con la organización de las First Nations de Norte América y los campesinos del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil.
Estas referencias cruzadas a distintas herencias muestran que el zapatismo es a la vez continuidad y ruptura, una nueva síntesis a la vez generadora de nuevos marcos de protesta, que se adapta a los tiempos con dos reivindicaciones claves y extendidas: la democracia y los derechos humanos.
Pocos movimientos sociales apelan después de los ochenta y el fin de la guerra fría a la instauración del socialismo si quieren llegar a un público más amplio y resonar con el conjunto de creencias colectivas. El EZLN, pese a sus orígenes marxistas-leninistas, no ha manifestado abierta ni públicamente su vocación socialista. En cambio, ha erigido su reivindicación principal en el plano de la democracia en México, cuestionando a su vez la validez de las prácticas y las consecuencias de las democracias liberales, algo en lo que coinciden los movimientos sociales de la actualidad.
Lo mismo sucede con las luchas por los derechos y el reconocimiento cultural, en boga a partir de lo que ha venido a denominarse nuevos movimientos sociales. Allain Touraine señala que “la referencia a los derechos de los individuos, a los derechos de las minorías tanto como de la mayoría, es lo que confiere a estos nuevos movimientos sociales una importancia tan grande ya que aportan la contestación al orden dominante y más todavía, la liberación de las víctimas que alcanzan a transformarse en actores de los cambios sociales” (1999: 71). El zapatismo se situó en este canal dando prioridad a la lucha por el reconocimiento de los derechos y la cultura indígena, eje de su accionar a partir de los primeros acuerdos de paz, el 16 de febrero de 1996, en San Andrés.
Habría que añadir otro importante elemento a estos campos de resonancia que logra el zapatismo. Y es el papel del subcomandante Marcos como interlocutor de la intelectualidad crítica mundial. Marcos es reconocido como un igual entre los intelectuales de izquierda. Tanto en México como en el exterior, ven en el líder zapatista algo así como un colega que ha logrado una gesta heroica y romántica o un extravío disparatado, pero a fin de cuentas, un colega que maneja el mismo lenguaje, que puede hablar de los mismos temas, que responde a sus entrevistas. Marcos, como vocero y personaje mediático, ha sido calificado como “traductor” del mundo indígena. En esta traducción, la lista de los interlocutores es amplia, va desde el mundo académico hasta las amas de casa o los jóvenes urbanos. Su discurso hace uso de mitos y retórica, de ironía y cuento, y no solo de argumentación. En este sentido, ha conmovido a sectores de niveles educativos distintos. Sus textos sobre el neoliberalismo lo han llevado a las páginas de Le Monde Diplomatique, mientras que sus cuentos sobre la selva han sido plasmados en publicaciones para niños o sus cursilerías románticas han atraído a jóvenes admiradoras. Para algunos, Marcos es un Robin Hood del siglo XX, para otros un Che Guevara revivido, o el Votán Zapata de los mayas, para algunos, un impostor, un farsante manipulador de indígenas. Pero todos han tenido que opinar sobre él, sobre todo en México, como se muestra en el trabajo de Volpi (2004). Con Marcos como vocero, la interpelación a la opinión pública de la hazaña de los indios rebeldes de Chiapas ha adquirido una amplitud sin precedentes, que no sería tampoco explicable a ningún nivel sin la presencia de los medios de comunicación, en lo que muchas veces se ha calificado de “guerrilla mediática” o “guerra de papel” (Trejo Delarbre, 1994).
Desde el primer día de la insurrección, la presencia de reporteros nacionales y extranjeros en Chiapas actuó a favor de los indígenas. La sociedad mexicana y mundial descubría esa parte oculta que irrumpía de forma radical: los indígenas exigiendo dignidad. Entonces, quienes se llevaban “la nota” no eran los periodistas afines al gobierno mexicano14, sino los reporteros que se lanzaban a la selva y a los Altos en busca de zapatistas, los mismos que formaron hordas incontroladas y que no respetaron los controles militares de uno ni de otro bando. En Chiapas se les denominaba el “tercer ejército”.
Hay que señalar que los reporteros transmitieron al mundo su propio descubrimiento de los indígenas en relatos que tuvieron mucho de testimonial, llenos de experiencias singulares, de detalles de interés humano, de crónica, de imágenes. Es así que el EZLN logra una difusión masiva humanizada y conmovedora de sus objetivos y sus razones. A través de los medios, los movimientos sociales así como los intelectuales de otros lugares del mundo se sentirán interpelados y se abocarán a opinar y a actuar sobre Chiapas.
Es así que el zapatismo como lucha singular logra un efecto universalizante, demuestra que se puede resistir en un contexto internacional adverso y se convierte en un referente a defender para muchas luchas de izquierda dispersas en el mundo. Lo indígena se vuelve un símbolo de la resistencia contra la exclusión globalizada, la misma que muchos movimientos sociales hace tiempo que combaten. “Todos somos indios”, será el lema impreso en las camisetas de los Monos Blancos italianos15. El zapatismo se vacía del vínculo con significados muy particulares o locales y asume el papel de espacio de convergencia que permite encontrar un nexo de identificación entre una cantidad de luchas dispersas y diversas. Actúa como un “significante vacío” (Laclau, 1996). Sirve como inspiración libertaria para los anarquistas de Cataluña que ven en ellos un actuar antiautoritario, y a la vez de punto de reflexión sobre cómo relacionarse con las bases para un partido como Refundación Comunista de Italia, servirán como lugar de acción cristiana de base, caritativa y solidaria para los Pastores por la Paz de Estados Unidos, o de argumento poético para los últimos beatniks. En Brasil, el zapatismo se encadena con las luchas del Movimiento de los Sin Tierra y con el Partido del Trabajo en su ejercicio del presupuesto participativo en Porto Alegre. Los argentinos hablan del zapatismo como rebelión de los desposeídos, los ecologistas contra el trasvase del Ebro en España apelan a la defensa comunitaria de los indios de Chiapas; las páginas Web de las redes feministas ven en las mujeres con pasamontañas las razones íntimas de una rebelión de género. Los jóvenes rockeros consideran al zapatismo como un movimiento post-punk, joven, generacional, la imagen de Marcos aparece en camisetas, se abren cafeterías con nombre de Zapata en varios lugares de Alemania donde se consume café de las comunidades tzotziles para promover el “comercio justo” y aplacamiento de conciencias. En Japón los editores independientes apelan al valor literario de los comunicados de Marcos y los traducen... Y miles de personas de todo el mundo acuden a Chiapas, como en peregrinación, en busca del santo Grial que para cada quien tiene una forma diferente pero que hermana en la búsqueda de la resistencia global.
Lo más significativo de todo es que una vez hermanadas las luchas en redes pueden actuar de forma intermitente en muchas y diversas esferas de lo local y lo global, cambiando las formas de hacer activismo, como con las manifestaciones simultáneas y descentralizadas con amplia libertad de actuación local o la desobediencia civil electrónica. Cualquiera puede sumarse o borrarse. Las redes tienen capacidad para responder en muchos ámbitos y de forma rápida. Pero son imprevisibles. A partir de Chiapas se gestó una de las redes pioneras en el activismo transnacional. Su existencia sigue el curso de toda red, como el tendido eléctrico de la resistencia del que habla Scott (2000), que puede prenderse en cualquier momento. Sumidas en el rizoma de los flujos, las redes se vuelven incontenibles e imprevisibles. Si eso es una esperanza para las luchas emancipatorias o si es un impedimento para un proyecto antagonista que logre oponerse al sistema global, el tiempo lo dirá.Fuente: http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n47/grovira.html



Conflictos vitales en las disputas por territorios.

Están despertando la identificación con los pueblos originarios.

En Nuestra América, los gobiernos progresistas proceden de modo semejante tanto en la promoción de las transnacionales extractivistas como en la lucha contra quienes las confrontan pero los últimos se multiplican ante el privilegio de los súper negocios por sobre la vida. Comprobemos:

Yasuní convoca a la vida

Decio Machado (Revista del Observatorio de los Servicios Públicos, Guayaquil)
El proceso sociopolítico de modernización acelerada que vive el Ecuador desde hace seis años y medio, no sólo generó cambios en el entorno físico (desarrollo de infraestructuras) y en la reducción de los indicadores de pobreza, sino también en el plano de los actores con mayor incidencia en el ámbito social. Aunque el gobierno ha tenido la capacidad de generar una red clientelar en el entorno de las organizaciones sociales, lo que le ha permitido controlar en gran medida la capacidad de reacción de éstas a políticas públicas que podrían generar convulsión social (despidos de trabajadores en el sector público, políticas de criminalización de la protesta social, negociación del TLC con la UE…), no ha podido desarrollar el control sobre nuevos actores políticos en construcción o reconstrucción.
 
La decisión del presidente Correa, anunciada el pasado 15 de agosto, de explotar los pozos petroleros del Bloque 43 –el Ishpingo-Tiputini-Tambococha (ITT)- desató la incorporación en el ámbito de la política nacional de un actor que durante la era correísta había permanecido aletargado: la juventud.

El fin de la Iniciativa Yasuní ITT, lo que fuera la carta de presentación más revolucionaria del gobierno ecuatoriano, aunque genera malestar en amplios sectores de la población, movilizó de forma especial a la gente más joven. Desde entonces hasta hoy, diversas ciudades del país están siendo escenario de movilizaciones diarias protagonizadas por jóvenes, quienes manifiestan su rechazo a la decisión y reclaman una consulta popular en la cual el conjunto de la ciudadanía pueda expresar su posición.
La reacción de un gobierno acostumbrado a no tener oposición ni movilización social sostenida en las calles no ha podido ser otra, paralelamente al crecimiento del número de las manifestantes ha crecido también las descalificaciones, la desinformación y la represión respecto a quienes democráticamente pretenden ejercer su derecho a la participación social.
 
De lo viejo a lo nuevo
Según Antonio Gramsci, una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer. En el tiempo y en el espacio donde esto ocurre, ahí se presenta una auténtica crisis orgánica, crisis histórica, crisis total.
La opción electoral de Alianza PAIS se presentó en el año 2006 como algo nuevo, pretendió ser una nueva forma de hacer política frente a un deslegitimado sistema político controlado por la oligarquía y una decadente partidocracia. Sin embargo, la adopción por parte del presidente Correa de los discursos y prácticas utilizados históricamente por la partidocracia, han convertido a Alianza PAIS en el paradigma de lo que pretendió superar. El acelerado retroceso ideológico del correísmo ha hecho que termine sufriendo de lo que en medicina científica se conoce como el síndrome Hutchinson-Gilford, un cuadro clínico caracterizado por el envejecimiento prematuro de las personas (llegan a envejecer entre 5 y 10 veces más rápido de lo normal). Mientras cada día mayor número de jóvenes se manifiestan en las calles bajo consignas por la vida, la no explotación del Yasuní y un modelo de desarrollo marcadamente diferente, el oficialismo con el presidente Correa a la cabeza lanza los mismos mensajes que todo gobierno ecuatoriano ha emitido en los últimos cuarenta años: “la explotación de petróleo es para combatir la pobreza”, “sin explotación de petróleo no habría escuelas”, “la explotación de recursos naturales es la fuente que permite nuestro desarrollo”, “sin petróleo no habría subsidio de gasolina”… Es esto, lo que según los jóvenes, convierte a este proceso en una “caricatura de revolución”.
La mayoría de las personas que hoy protagonizan estas movilizaciones tenían a la llegada del presidente Correa al poder entre 14 y 20 años. Han crecido y se han formado durante el proceso correísta, carecen de pertenencia política organizada y lo que les moviliza es la construcción de un mundo más justo y respetuoso con una planeta que aceleradamente está siendo destruido. Estos jóvenes que han crecido oyendo hablar de la necesidad de preservar a los pueblos en aislamiento voluntario, de que la verdadera riqueza del Yasuní esta en su biodiversidad y no en el petróleo, o que edificamos esta sociedad sobre los pilares ancestrales del Buen Vivir y no sobre el desaforado consumo capitalista, hoy, coherentemente se movilizan diciéndole al gobierno y al Ecuador entero que ellos realmente sí aman a la vida.
 
La reacción del poder no ha podido ser otra que la que viene día tras día agudizándose en los últimos años: la descalificación sistemática. El aparato de propaganda gubernamental los descalifica intelectualmente a través de cadenas televisivas en las cuales indican que quienes organizan y dirigen las movilizaciones son los líderes políticos de los partidos de la oposición. En las contra manifestaciones organizadas por el oficialismo (minoritarias y sostenidas con funcionarios públicos y una gutierrista dosis de sandwiches y colas) se corean consignas que les hacen alusión como desestabilizadores y golpistas. La miopía política habitualmente existente en los gobiernos que ejercen el “todo-control” -por su capacidad de incidencia en todos los poderes del Estado-, se agudiza en el caso ecuatoriano, generando un nivel de confrontación contra los movilizados que supera las dimensiones de los hechos y que carece en el fondo de cualquier ética política. Son muchos los sectores de la sociedad que legítima y democráticamente demandan un plebiscito sobre el futuro del Bloque 43 y el Yasuní.
 
La prepotencia gubernamental ha generado tal ceguera que no terminan de entender que el Yasuní rebosa vida por todos los lados, tanta que permitió a una sociedad que estaba políticamente moribunda volver a resucitar. Nuevos actores sociales, reincorporación de la sociedad al debate político y un punto focal: manipulen o pongan a sus lacayos en el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, es igual, pero el Estado no debe negar el derecho que tiene la ciudadanía a la participación democrática en la toma de decisiones.
 
Lo político -su origen etimológico remite al ámbito de lo “público”, de lo comunitario, de lo colectivo- hoy en el Ecuador, afortunadamente supera su concepto de reducción al campo del Estado o al sistema de partidos, al tiempo que rompe con el “fetichismo del poder” que se expresa en el ejercicio autorreferencial de la autoridad. Un sector cada vez más grande de la sociedad le está diciendo “basta” a un gobernante que se cree único soberano del poder, a la vez que asume su rol como actor político, rompiendo con una tradición política servil basada en el clientelismo político y social heredado de populismos anteriores.

http://www.deciomachado.blogspot.fr/2013/08/yasuni-convoca-la-vida.html Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=173299



También el reconocimiento de compartir destino con los pueblos originarios, se da por descubrimiento mutuo del desafío de descolonizarse.
 
Colombia: Recolonización de las economías de los pueblos indígenas

Por Efraín Jaramillo Jaramillo*
9 de agosto, 2013.- El 9 de agosto se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo. En este día en Colombia se hablará mucho de sus derechos y sobre los problemas que tienen con grupos armados en sus territorios; naturalmente, el gobierno a través de sus funcionarios indígenas ensalzará sus ejecutorias. Los indígenas hablaran por su parte de la deplorable situación humanitaria por la que atraviesan sus comunidades por la ausencia de planes y programas para sus pueblos, pero también sobre el tema obligado, de cómo se imaginan la paz en Colombia. Nada nuevo entonces. De mi parte voy a aprovechar esta oportunidad para adelantar una reflexión más sobre un tema tan trascendental para bienestar de los indígenas, como es el desarrollo de las economías propias de sus pueblos. Esa es mi forma de saludarlos y de agradecerles por todo lo aprendido de ellos.
En un artículo anterior (¿Descolonización o recolonización de las culturas indígenas?), decíamos que ocurría un malestar en los pueblos indígenas por las decisiones económicas que tomaban algunos liderazgos indígenas para buscar el desarrollo económico y social de sus comunidades a como diera lugar y al precio que fuera, pues los angustiaba que la sociedad mayor que los rodea se modernizaba aceleradamente, mientras sus comunidades escasamente evolucionaban, pero sí crecían sus apremios de salud, nutrición y educación y sus deteriorados territorios ya no tendrían la capacidad de garantizarles la alimentación.(1) Decíamos también que este malestar creaba situaciones políticas insostenibles, cuando los fundamentos filosóficos que orientaban sus movilizaciones, más que responder a necesidades materiales de sus pueblos, los sumergían en una nebulosa fundamentalista que satisfacía anhelos de dignidad y necesidades de valoración social, pero poco aportaban a su desarrollo real. Al final abríamos un interrogante sobre si esta situación era el resultado de una falta de realismo de los líderes indígenas. Sin embargo presentíamos, que más que ausencia de realismo, se trataba de un esencialismo cultural que resistía el paso de los tiempos, una suerte de mística colectiva que condicionaba la conducta de las comunidades y los individuos, a la cual se acudía para explicar todos sus actos, que por demás, no requerirían interpretaciones racionales.
En este texto, que puede ser visto como una ampliación de las ideas del anterior, queremos señalar cómo la estructura económica propia que les da el sustento a las comunidades indígenas se ha deteriorado de tal manera, que no garantiza una vida digna en el territorio. Son comunidades en vías de “extinción económica” (no se me ocurre otro término). Hay varios pueblos que entran dentro de esta categoría (“guahibos” de Tame, yukpas del Perijá, chimilas de las sabanas de San Ángel, etc.).  Uno de ellos que es afectado sobremanera es el pueblo embera, pues además de las penurias económicas que experimentan sus comunidades, se presenta en ellas una creciente “desterritorialización”. Abrumadas por necesidades materiales, estas comunidades muestran una tendencia a abandonar sus tierras y a ocuparse en otras actividades económicas, diferentes a las denominadas tradicionales (aprovechamiento de la oferta ambiental).
Son suficientemente conocidas las razones por las cuales los recursos ambientales de los territorios indígenas han sido sobreexplotados, hasta llevarlos a su extinción (tala indiscriminada del bosque, sobreexplotación de la fauna, minería, contaminación de ríos, cultivos ilícitos, incluida la palma aceitera, ganaderización, etc.). Sobre eso ya se ha hablado bastante. Queremos entrar a enunciar  otros hechos conexos que se soslayan porque tocan aspectos internos de las organizaciones indígenas y eso les fastidia a algunos dirigentes. Pero qué le vamos a hacer, hay que mencionarlos.
El punto es que mientras en los territorios indígenas haya recursos que explotar, se aplaza el colapso económico. Aunque ya algunas comunidades se encuentran “raspando la olla”, este colapso puede ser alargado artificialmente, lo que sucede cuando algunos jefes de hogar, en su desespero por sobrevivir en sus desvencijados territorios, recurren a la sobreexplotación de la mano de obra de sus allegados (en general mujeres e hijas), con consecuencias tan dolorosas como es el suicidio de niñas, o el “desarraigo” (otra forma de suicidio, pues constituye una segregación, una desmembración con sus espacios de vida).
Pero esto es el resultado y no el origen del problema. La raíz del problema es que las comunidades, sobre todo sus dirigentes y organizaciones, no han sido capaces de realizar innovaciones en la estructura económica de las comunidades, utilizando de forma eficiente cuantiosos recursos de la cooperación al desarrollo. Pues no existen en las comunidades núcleos orgánicos, comprometidos y con formación en economía, que impulsen las necesarias transformaciones económicas de sus pueblos. Estas son fallas que se enmascaran con una sobrepolitización de la problemática económica. En lo general se cae en una retórica aparentemente radical, que busca las causas de su infortunio exclusivamente en las acciones de agentes externos (colonización, sustracción violenta de los bienes ambientales y medios de vida, narcotráfico, despojo de tierras, etc.).

 
Esa retórica radical se apoya en la suposición de que las insurrecciones se presentan allí donde las injusticias han tocado fondo y cuando “los proletarios no tienen nada más que perder salvo sus cadenas” (Manifiesto comunista). De allí se deriva la idea de que todo intento por mitigar la opresión, es prolongar la adversidad de los oprimidos.  Contrariamente a esto, son excepcionales los casos en que la miseria ha provocado la insubordinación de los oprimidos.  La regla ha sido que las insurrecciones se han producido allí donde se han presentado mejoras en las condiciones de vida de los oprimidos. Y no será un indígena caucano quien diga lo contrario, a menos que haya olvidado su propia historia y desconozca que las asombrosas movilizaciones indígenas contra un régimen tan intransigente como fue el de Uribe, no hubieran sido posibles, sin una mejora substancial de sus economías en las dos décadas anteriores, que condujeron a que tomaran conciencia de la injusticia que se cometía contra ellos. No quiero con esto minimizar o aún exculpar las actuaciones dolosas de los usurpadores de ayer y de hoy, que han arruinado los territorios de indígenas y negros, no faltaba más. Pero sí busco entender, lo que no significa justificar, lo que sucede con las economías de los pueblos indígenas.
En esa búsqueda por entender, nos hemos encontrado que se repite en muchas partes una suerte de “retórica ilusionista” de líderes indígenas, que proyectan el futuro de sus comunidades con una visión idealizada y romántica de un pasado glorioso, un reino de la abundancia, un paraíso que fue destruido por la maldad de los occidentales. Por esa vía se exculpan aquellas conductas (tradicionales o no, adoptadas o impuestas, da igual) que aprisionan a los resguardos y que incentivan estos éxodos (Jaibanismo extremo, autoritarismo, exceso de politización, mal manejo y deficiente distribución de los recursos, incluyendo la tierra).
“Los resguardos (también las organizaciones indígenas de todos los niveles, diría yo), deben pensarse de nuevo, buscando democratizar las relaciones a su interior”, decía el dirigente Chamí Aquileo Yagarí,. Este pensamiento expresado, aunque no desarrollado, en la Escuela Interétnica, llevó a que otros indígenas, pero también afrocolombianos como Silvano Caicedo, hablarán aún, de una “refundación de la democracia intercultural” para garantizar la paz en los territorios interétnicos.
Si hay algo seguro en Colombia, es que las ideologías (de derecha y de izquierda) han demostrado su incapacidad para construir una sociedad más incluyente y democrática, sobre todo para generar desarrollo económico y social. Pero esa incapacidad se enmascara con excesos de política. Y esto, como nos lo enseñara Hannah Arendt, no es una “verdad de opinión”, sino una “verdad de hecho”.

Mal harían los pueblos indígenas seguir enmascarando sus fallas vía excesos de política, pues por esa vía también se destruye la democracia y se desmovilizan y dividen las organizaciones y los pueblos. Ese es un pensamiento que han prestado de occidente, del cual tienen que sacudirse si quieren frenar la nueva recolonización de las economías propias de los territorios colectivos, que se encuentra en marcha. Las instituciones políticas prestadas, es como la ropa prestada: no sirve. Porque o les queda grande y se enredan al caminar o les queda chica lo que les impide moverse libremente.
Resguardo Embera katío
Quebrada Cañaveral del Alto San Jorge, Córdoba
9 de agosto de 2013