Ese avance lleva a
la desaparición forzada de
comunidades campesinas e indígenas.
comunidades campesinas e indígenas.
La agricultura industrial expande y profundiza el
hambre y la pobreza.
La Vía
Campesina, en su plataforma para combatir el hambre y la pobreza en el mundo
rural (Resoluciones y Mociones de Yakarta, julio 2013) señala:
Hoy
hay más personas en el mundo padeciendo hambre que en cualquier otro momento de
la historia humana. A su vez, el Banco Mundial recomienda cada vez más programas
asistencialistas, compensatorios, "focalizados", productivistas, privatizadores
y de liberalización de mercados, para supuestamente acabar con el hambre.
Y
cada vez más los gobiernos, muchas veces hermanados con el sector privado
nacional y transnacional, se esfuerzan por implementar estos programas. El
resultado ha sido más hambre y más pobreza en el campo y en la ciudad,
irónicamente con mayores oportunidades para la inversión y las ganancias
privadas.
El hambre y la pobreza son las más nuevas "commodities" (mercancías) para especular con ellas en los mercados al costo de los hambrientos y los pobres. Esta es la triste realidad. Si los gobiernos y las instituciones multilaterales de verdad quisieran reducir el hambre, la pobreza y la miseria, deberían empezar por asumir las verdaderas causas estructurales de las mismas y diseñar políticas públicas de Estados y apoyar las iniciativas de los movimientos dirigidas a atacar dichos problemas en su raíz.
La causas
El
hambre y la pobreza tienen sus causas estructurales en el sistema capitalista.
Aunado a esto, las políticas neoliberales de recorte de presupuestos y
servicios, y de transnacionalización de nuestras economías, empeoran tanto las
estructuras de inequidad como las condiciones actuales para nuestros pueblos.
Los programas asistencialistas y compensatorios no hacen nada para rectificar
esta situación; más bien enmascaran las causas verdaderas y permiten que se
sigan transformando nuestras economías en contra de nuestros propios intereses.
El sistema económico, capitalista global, ha generado diversas crisis, cuyas manifestaciones locales y regionales nos golpean más, incluyendo, entre otros, los efectos de la crisis global de los precios de los alimentos y de la crisis climática. Los alimentos subvencionados y baratos importados por las empresas transnacionales, posibilitados por los tratados de libre comercio, rebajan los precios que recibimos por nuestros productos agrícolas, obligando a las familias campesinas a abandonar el campo y a migrar a las ciudades, mientras se socava la producción alimentaria local y nacional. Justo cuando se haya suprimido la producción nacional de alimentos, sus precios se dispararán en los mercados internacionales, generando hambrunas que pudieran haber sido evitadas por políticas de Estado que apoyaran la producción campesina nacional de alimentos en cada país, a través de sus sistemas de producción.
Los
inversionistas extranjeros, invitados por algunos de nuestros gobiernos,
acaparan las mejores tierras de labranza,
desplazando aún
más a los campesinos y campesinas locales, productores y productoras de
alimentos, y reorientando las tierras hacia la minería, siendo social, cultural,
política, económica y ambientalmente devastadora, hacia las plantaciones de
agrocombustibles que alimentan a los automóviles en vez de a las personas y
hacia otras plantaciones dedicadas a la exportación, que atentan contra la
Soberanía Alimentaria de nuestros pueblos y sólo enriquecen a unos pocos.
Hay cada vez menos tierra para producir alimentos
para las personas, y cada vez más para minas y desiertos verdes. La
privatización por la venta y la contaminación del agua significa que los únicos
que pueden regar son los dueños multinacionales de las plantaciones para
agrocombustibles y la exportación.
Al
mismo tiempo, las emisiones descontroladas de gases de efecto invernadero y la
contaminación del aire proveniente de los Países Desarrollados y del sistema
agroalimentario global de las corporaciones -basado en el transporte a largas
distancias y en la agricultura industrial- están cambiando el clima en nuestro
detrimento. Nuestras tierras se vuelven más áridas, con cada vez mayor escasez
de agua, afrontamos incrementos de las temperaturas y condiciones
progresivamente más extremas, tales como fuertes tormentas, huracanes,
inundaciones y sequías. Las fechas de las épocas lluviosas se han vuelto
completamente impredecibles, de manera que ya nadie sabe más cuándo sembrar.
Todo esto daña a las familias campesinas y pueblos originarios y afecta a la
producción alimentaria. También, nos enfrentamos a la imposición de las semillas
transgénicas en nuestros países, que amenazan la integridad de nuestras
variedades locales de semillas –esenciales para hacer frente al cambio
climático- y la salud de nuestros consumidores y consumidoras. (...)
Leer
En el Llamamiento
de la VI Conferencia de la Vía Campesina Egidio Brunetto – 9 al 13 de junio de
2013 (Yakarta, el 12 de Junio de 2013) se aclara:
(...)La Agroecología es nuestra opción
para el presente y para el futuro
La producción de alimentos basada en la agricultura campesina, el pastoralismo y la pesca artesanal sigue siendo la principal fuente de alimentos en el mundo. La agricultura campesina de base agroecológica constituye un sistema social y ecológico que está conformado por una gran diversidad de técnicas y tecnologías adaptadas a cada cultura y geografía. La agroecología elimina la dependencia de los agrotóxicos; rechaza la producción animal industrializada; utiliza energías renovables; permite garantizar alimentación sana y abundante; se basa en los conocimientos tradicionales y restaura la salud e integridad de la tierra. La producción de alimentos en el futuro estará basada en un creciente número de personas produciendo alimentos en forma diversa y resiliente.
La producción de alimentos basada en la agricultura campesina, el pastoralismo y la pesca artesanal sigue siendo la principal fuente de alimentos en el mundo. La agricultura campesina de base agroecológica constituye un sistema social y ecológico que está conformado por una gran diversidad de técnicas y tecnologías adaptadas a cada cultura y geografía. La agroecología elimina la dependencia de los agrotóxicos; rechaza la producción animal industrializada; utiliza energías renovables; permite garantizar alimentación sana y abundante; se basa en los conocimientos tradicionales y restaura la salud e integridad de la tierra. La producción de alimentos en el futuro estará basada en un creciente número de personas produciendo alimentos en forma diversa y resiliente.
La
agroecología protege la biodiversidad y enfría el planeta.
Nuestro modelo agrícola no sólo puede alimentar a toda la humanidad sino que también es el camino para detener el avance de la crisis climática enfriando el planeta a través de la producción local en armonía con nuestros bosques, alimentando la biodiversidad y la reincorporación de la materia orgánica a sus ciclos naturales.
Justicia social y climática, y
solidaridad
A medida que avanzamos y construimos a partir de nuestra diversidad cultural y geográfica, nuestro movimiento por la soberanía alimentaria se ve reforzado, integrando la justicia y la igualdad social. Practicando la solidaridad por sobre la competencia, rechazamos el patriarcado, el racismo, el imperialismo y luchamos por sociedades democráticas y participativas, libres de explotación de las mujeres, los niños, los hombres o la naturaleza.
A medida que avanzamos y construimos a partir de nuestra diversidad cultural y geográfica, nuestro movimiento por la soberanía alimentaria se ve reforzado, integrando la justicia y la igualdad social. Practicando la solidaridad por sobre la competencia, rechazamos el patriarcado, el racismo, el imperialismo y luchamos por sociedades democráticas y participativas, libres de explotación de las mujeres, los niños, los hombres o la naturaleza.
Demandamos
justicia climática ya mismo. Quienes más sufren este caos climático y ecológico
no son los que lo han provocado. Las falsas soluciones de la economía verde para
continuar el crecimiento capitalista están empeorando la situación. Se crea una
deuda ecológica y climática que debe ser corregida. Por esta razón demandamos la
inmediata detención de los mecanismos de mercados de carbono, geoingeniería,
REDD y los agrocombustibles.
Ratificamos
la necesidad y nuestro compromiso de luchar en forma permanente contra las
corporaciones transnacionales, entre otras cosas, boicoteando sus productos y
rechazando cooperar con sus prácticas de explotación. Los Tratados de Libre
Comercio y los acuerdos de inversión han creado condiciones de extrema
vulnerabilidad e injusticias para millones. La implementación de estos tratados
trae como resultado la violencia, la militarización y la criminalización de la
resistencia. Otra consecuencia trágica de los mismos es la creación de una masa
masiva de migrantes mal pagados, con trabajos inseguros e insalubres y con
violaciones de sus derechos humanos y discriminación. La Vía Campesina ha
logrado colocar los derechos de los campesinos y campesinas en la agenda del
Consejo de los Derechos Humanos de la ONU y llamamos a los gobiernos a ponerlos
en práctica. Nuestra lucha por los derechos humanos está en el corazón de la
solidaridad internacional e incluye los derechos y protección social de los
agricultores migrantes y trabajadores de la alimentación.
Las luchas por el derecho a la tierra, a la alimentación, al trabajo digno, contra la destrucción de la naturaleza, son criminalizadas. Son cientos los compañeros y compañeras que han sido asesinados en los últimos años y otros muchos ven amenazadas sus vidas o son perseguidos y encarcelados, frecuentemente con el apoyo o la complicidad de las autoridades públicas. (...)
Semillas, bienes comunes y agua
Enaltecemos a las semillas, el corazón de la Soberanía Alimentaria, con el principio Semillas Patrimonio de los Pueblos al Servicio de la Humanidad, reafirmado hoy por cientos de organizaciones en todo el mundo. Nuestro desafío pasa hoy por seguir manteniendo a nuestras semillas vivas en manos de nuestras comunidades, por multiplicarlas en el marco de nuestros sistemas campesinos. Continuaremos la lucha contra su apropiación a través de diversas formas de propiedad intelectual y su destrucción por su manipulación genética y otras nuevas tecnologías. Nos oponemos a los paquetes tecnológicos que combinan transgénicos con el uso masivo de pesticidas.
Enaltecemos a las semillas, el corazón de la Soberanía Alimentaria, con el principio Semillas Patrimonio de los Pueblos al Servicio de la Humanidad, reafirmado hoy por cientos de organizaciones en todo el mundo. Nuestro desafío pasa hoy por seguir manteniendo a nuestras semillas vivas en manos de nuestras comunidades, por multiplicarlas en el marco de nuestros sistemas campesinos. Continuaremos la lucha contra su apropiación a través de diversas formas de propiedad intelectual y su destrucción por su manipulación genética y otras nuevas tecnologías. Nos oponemos a los paquetes tecnológicos que combinan transgénicos con el uso masivo de pesticidas.
Seguimos hoy
enfrentando la Leyes de semillas que, de la mano de los intereses de las
corporaciones, son privatizadas y mercantilizadas. Seguimos enfrentando a los
transgénicos y luchando por un mundo libre de transgénicos.
Los ciclos
de la vida fluyen a través del agua y ella es una parte esencial de los
ecosistemas y la vida. El agua es un bien común y como tal debe ser protegido.
Construyendo desde nuestras fortalezas
Construyendo desde nuestras fortalezas
Nuestra gran
fortaleza es crear y mantener unidad en la diversidad. Nosotros tenemos una
visión del mundo inclusiva, amplia, práctica, radical y esperanzada como
invitación a unirnos en la transformación de nuestra sociedad y la protección de
la Madre Tierra.
Las movilizaciones
populares, la confrontación con los poderosos, la resistencia activa, el
internacionalismo, el compromiso con los movimientos de base locales son
esenciales para lograr cambios sociales efectivos.
En nuestra heroica
lucha por la Soberanía Alimentaria continuaremos construyendo alianzas
esenciales con los movimientos sociales, los trabajadores y organizaciones
urbanas y de las periferias, con migrantes, con quienes luchan contra la
megaminería y las megarrepresas, entre otras.Nuestras principales herramientas son la formación, la educación y la comunicación. Estamos fomentando el intercambio de conocimientos acumulados hasta el presente con metodologías y contenidos de formación cultural, política e ideológica y técnica; multiplicando nuestras escuelas y experiencias de educación de nuestras bases y desarrollando nuestras herramientas de comunicación desde nuestras bases.
Nos comprometemos a crear espacios especiales para potenciar a nuestros jóvenes. Nuestra mayor esperanza hacia el futuro es la pasión, energía y compromiso de nuestros jóvenes articulada en los jóvenes de nuestro movimiento.
Nos vamos de esta VI Conferencia Internacional de La Vía Campesina dando la bienvenida a las nuevas organizaciones que se han integrado al Movimiento, seguros de nuestras fortalezas y llenos de esperanzas hacia el futuro.
¡Por la tierra y la soberanía
de nuestros pueblos!
¡Con solidaridad y lucha!
El extractivismo arrasa los sistemas vitales para
la habitabilidad de Nuestra América que crearon los pueblos originarios.
Héctor Alimonda,
en la Presentación del libro "La naturaleza colonizada", explica:
Durante siglos, los Andes han sido un vasto escenario
donde distintas culturas humanas fueron construyendo modos y estilos de
convivencia con la naturaleza, expresados en saberes, tecnologías, formas de
organización social y elaboraciones míticas y simbólicas. A partir de la
cuidadosa observación de la variedad de los diversos ecosistemas que componen la
inmensa región, de su flora, de su fauna, de sus variaciones climáticas y
ecológicas según fajas de altitud, de sus diferentes suelos y disponibilidad de
recursos hídricos, esas sociedades elaboraron sistemas complejos de
aprovechamiento de esos múltiples recursos, en una perspectiva que hoy
deberíamos calificar como “sustentable”. Y será bueno recordar, también, que esa
actitud “sustentable” en relación a la naturaleza no se limitaba a una
aceptación pasiva de sus determinaciones: a lo largo de miles de años (de la
misma forma que en Mesoamérica) se realizaron experiencias de investigación
biológica y agronómica sobre especies vegetales y animales, con el resultado de
nuevas variedades, se implementaron nuevas técnicas de cultivo y se efectuaron
notorias intervenciones sobre el medio físico, en la forma de obras de
irrigación y de grandes terracerías, por ejemplo. Paradójicamente, estas
experiencias, que constituían un tesoro de la humanidad, fueron destruidas en
función de la implantación en esa región de una “economía de rapiña”, como la
denominó en 1910 el geógrafo francés Jean Brunhes, basada en el saqueo
extractivista. No es necesario recordar que sobre estas sociedades y estas
naturalezas se arrojó el aluvión de la conquista europea, que las sometió a
situaciones de colonialidad, recomponiéndolas en función de sus lógicas de
acumulación económica y de control político y social. Destacamos, apenas, que
fue el momento de aparición de una forma de explotación, inédita en la historia
en su escala y su crueldad: la gran minería. A comienzos del siglo XXI, pasados
quinientos años, la intensidad renovada por la apropiación y explotación de los
recursos minerales se expresa en la multiplicación de mega proyectos de
extracción en todo el continente. Pero, a diferencia de épocas pasadas, las
condiciones tecnológicas permiten ahora prescindir de grandes contingentes de
fuerza de trabajo. Las poblaciones locales, entonces, se transforman en
víctimas de procesos de vaciamiento territorial que las excluyen de sus
lugares de pertenencia, al mismo tiempo en que destruyen a los ecosistemas con
los cuales han convivido, a veces, desde tiempo inmemorial. A pesar de los
prolijos catálogos de buenas prácticas para la gobernanza ambiental y de las
prescripciones de la responsabilidad socio- ambiental de las empresas, la
resistencia generalmente tiene como respuesta la criminalización, la represión,
los asesinatos por encargo: en el siglo XXI latinoamericano, la disputa por el
control de los recursos naturales es un tema álgido de derechos humanos. Con
significativa regularidad, estos procesos se multiplican dramáticamente en todos
los países de la región, independientemente de las orientaciones políticas
generales de sus gobiernos. En el caso específico del Perú, la profundización
del modelo extractivista minero se ha visto acompañada, especialmente durante el
gobierno de Alan García, por una ofensiva despiadada por la privatización y
mercantilización de los recursos naturales, implicando en la anulación de las
formas tradicionales de convivencia, con frecuencia ancestrales, que con ellos
mantienen comunidades campesinas y naciones indígenas. Esa desposesión ha
significado, inclusive, la modificación de regímenes legales de propiedad que
protegían esos derechos. No sorprende, entonces, que desde hace años los motivos
ambientales constituyan la mitad de las causas de los conflictos sociales en
el cómputo mensual que realiza la esforzada Defensoría del Pueblo del Perú.
(…)
Héctor Alimonda, en La colonialidad de la Naturaleza, define al
extractivismo como persistencia de la colonialidad que afecta a la naturaleza de
Nuestra América:
(…)La conclusión que desde
ya adelanto es que el trauma catastrófico de la conquista y la integración en
posición subordinada,
colonial,
en el sistema internacional, como reverso necesario y oculto de la modernidad,
es la marca de origen de lo latinoamericano. No estoy diciendo, atención, que
esa marca de origen determine absolutamente toda nuestra historia de forma
fatal. Al decir esto, claro está, pongo en evidencia que doy a la Historia un
papel relevante en la interpretación de las sociedades. Por lo tanto, a nadie
debe sorprender que, en mi perspectiva, la Ecología Política latinoamericana
deba constituirse en una relación de diálogo y realimentación mutua con otra
área de reflexión que se está desarrollando recientemente en la región, la
Historia Ambiental. Luego de presentar estos puntos, intentaré cerrar la
reflexión con referencias a diferentes propuestas en relación a la Ecología
Política en América Latina. Quiero comenzar por destacar el punto que me
interesa desarrollar en este momento: la persistente colonialidad que afecta a
la naturaleza latinoamericana. La misma, tanto como realidad biofísica (su
flora, su fauna, sus habitantes humanos, la biodiversidad de sus ecosistemas)
como su configuración territorial (la dinámica sociocultural que articula
significativamente esos ecosistemas y paisajes) aparece ante el pensamiento
hegemónico global y ante las elites dominantes de la región como un espacio
subalterno, que puede ser explotado, arrasado, reconfigurado, según las
necesidades de los regímenes de acumulación vigentes. A lo largo de cinco
siglos, ecosistemas enteros fueron arrasados por la implantación de
monocultivos de exportación. Fauna, flora, humanos, fueron víctimas de
invasiones biológicas de competidores europeos o de enfermedades. Hoy es el
turno de la megaminería a cielo abierto, de los monocultivos de soja y
agrocombustibles con insumos químicos que arrasan ambientes enteros –inclusive a
los humanos–, de los grandes proyectos hidroeléctricos o de las vías de
comunicación en la Amazonia, como infraestructura de nuevos ciclos exportadores.
Hasta las orientaciones políticas “ecológicamente correctas” de los centros
imperiales suponen opciones ambientalmente catastróficas para nuestra
región: transferencia de industria contaminante, proyectos de basureros
nucleares, mega-monocultivos de agrocombustible, etc. Una larga historia de
desarrollo desigual y combinado, una ruptura a nivel global del metabolismo
sociedad-naturaleza, que penaliza crecientemente a la naturaleza latinoamericana
y a los pueblos que en ella hacen su vida (...).
Leer