miércoles, 4 de septiembre de 2013

Conflictos vitales en las disputas por territorios.

Están despertando la identificación con los pueblos originarios.

En Nuestra América, los gobiernos progresistas proceden de modo semejante tanto en la promoción de las transnacionales extractivistas como en la lucha contra quienes las confrontan pero los últimos se multiplican ante el privilegio de los súper negocios por sobre la vida. Comprobemos:

Yasuní convoca a la vida

Decio Machado (Revista del Observatorio de los Servicios Públicos, Guayaquil)
El proceso sociopolítico de modernización acelerada que vive el Ecuador desde hace seis años y medio, no sólo generó cambios en el entorno físico (desarrollo de infraestructuras) y en la reducción de los indicadores de pobreza, sino también en el plano de los actores con mayor incidencia en el ámbito social. Aunque el gobierno ha tenido la capacidad de generar una red clientelar en el entorno de las organizaciones sociales, lo que le ha permitido controlar en gran medida la capacidad de reacción de éstas a políticas públicas que podrían generar convulsión social (despidos de trabajadores en el sector público, políticas de criminalización de la protesta social, negociación del TLC con la UE…), no ha podido desarrollar el control sobre nuevos actores políticos en construcción o reconstrucción.
 
La decisión del presidente Correa, anunciada el pasado 15 de agosto, de explotar los pozos petroleros del Bloque 43 –el Ishpingo-Tiputini-Tambococha (ITT)- desató la incorporación en el ámbito de la política nacional de un actor que durante la era correísta había permanecido aletargado: la juventud.

El fin de la Iniciativa Yasuní ITT, lo que fuera la carta de presentación más revolucionaria del gobierno ecuatoriano, aunque genera malestar en amplios sectores de la población, movilizó de forma especial a la gente más joven. Desde entonces hasta hoy, diversas ciudades del país están siendo escenario de movilizaciones diarias protagonizadas por jóvenes, quienes manifiestan su rechazo a la decisión y reclaman una consulta popular en la cual el conjunto de la ciudadanía pueda expresar su posición.
La reacción de un gobierno acostumbrado a no tener oposición ni movilización social sostenida en las calles no ha podido ser otra, paralelamente al crecimiento del número de las manifestantes ha crecido también las descalificaciones, la desinformación y la represión respecto a quienes democráticamente pretenden ejercer su derecho a la participación social.
 
De lo viejo a lo nuevo
Según Antonio Gramsci, una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer. En el tiempo y en el espacio donde esto ocurre, ahí se presenta una auténtica crisis orgánica, crisis histórica, crisis total.
La opción electoral de Alianza PAIS se presentó en el año 2006 como algo nuevo, pretendió ser una nueva forma de hacer política frente a un deslegitimado sistema político controlado por la oligarquía y una decadente partidocracia. Sin embargo, la adopción por parte del presidente Correa de los discursos y prácticas utilizados históricamente por la partidocracia, han convertido a Alianza PAIS en el paradigma de lo que pretendió superar. El acelerado retroceso ideológico del correísmo ha hecho que termine sufriendo de lo que en medicina científica se conoce como el síndrome Hutchinson-Gilford, un cuadro clínico caracterizado por el envejecimiento prematuro de las personas (llegan a envejecer entre 5 y 10 veces más rápido de lo normal). Mientras cada día mayor número de jóvenes se manifiestan en las calles bajo consignas por la vida, la no explotación del Yasuní y un modelo de desarrollo marcadamente diferente, el oficialismo con el presidente Correa a la cabeza lanza los mismos mensajes que todo gobierno ecuatoriano ha emitido en los últimos cuarenta años: “la explotación de petróleo es para combatir la pobreza”, “sin explotación de petróleo no habría escuelas”, “la explotación de recursos naturales es la fuente que permite nuestro desarrollo”, “sin petróleo no habría subsidio de gasolina”… Es esto, lo que según los jóvenes, convierte a este proceso en una “caricatura de revolución”.
La mayoría de las personas que hoy protagonizan estas movilizaciones tenían a la llegada del presidente Correa al poder entre 14 y 20 años. Han crecido y se han formado durante el proceso correísta, carecen de pertenencia política organizada y lo que les moviliza es la construcción de un mundo más justo y respetuoso con una planeta que aceleradamente está siendo destruido. Estos jóvenes que han crecido oyendo hablar de la necesidad de preservar a los pueblos en aislamiento voluntario, de que la verdadera riqueza del Yasuní esta en su biodiversidad y no en el petróleo, o que edificamos esta sociedad sobre los pilares ancestrales del Buen Vivir y no sobre el desaforado consumo capitalista, hoy, coherentemente se movilizan diciéndole al gobierno y al Ecuador entero que ellos realmente sí aman a la vida.
 
La reacción del poder no ha podido ser otra que la que viene día tras día agudizándose en los últimos años: la descalificación sistemática. El aparato de propaganda gubernamental los descalifica intelectualmente a través de cadenas televisivas en las cuales indican que quienes organizan y dirigen las movilizaciones son los líderes políticos de los partidos de la oposición. En las contra manifestaciones organizadas por el oficialismo (minoritarias y sostenidas con funcionarios públicos y una gutierrista dosis de sandwiches y colas) se corean consignas que les hacen alusión como desestabilizadores y golpistas. La miopía política habitualmente existente en los gobiernos que ejercen el “todo-control” -por su capacidad de incidencia en todos los poderes del Estado-, se agudiza en el caso ecuatoriano, generando un nivel de confrontación contra los movilizados que supera las dimensiones de los hechos y que carece en el fondo de cualquier ética política. Son muchos los sectores de la sociedad que legítima y democráticamente demandan un plebiscito sobre el futuro del Bloque 43 y el Yasuní.
 
La prepotencia gubernamental ha generado tal ceguera que no terminan de entender que el Yasuní rebosa vida por todos los lados, tanta que permitió a una sociedad que estaba políticamente moribunda volver a resucitar. Nuevos actores sociales, reincorporación de la sociedad al debate político y un punto focal: manipulen o pongan a sus lacayos en el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, es igual, pero el Estado no debe negar el derecho que tiene la ciudadanía a la participación democrática en la toma de decisiones.
 
Lo político -su origen etimológico remite al ámbito de lo “público”, de lo comunitario, de lo colectivo- hoy en el Ecuador, afortunadamente supera su concepto de reducción al campo del Estado o al sistema de partidos, al tiempo que rompe con el “fetichismo del poder” que se expresa en el ejercicio autorreferencial de la autoridad. Un sector cada vez más grande de la sociedad le está diciendo “basta” a un gobernante que se cree único soberano del poder, a la vez que asume su rol como actor político, rompiendo con una tradición política servil basada en el clientelismo político y social heredado de populismos anteriores.

http://www.deciomachado.blogspot.fr/2013/08/yasuni-convoca-la-vida.html Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=173299



También el reconocimiento de compartir destino con los pueblos originarios, se da por descubrimiento mutuo del desafío de descolonizarse.
 
Colombia: Recolonización de las economías de los pueblos indígenas

Por Efraín Jaramillo Jaramillo*
9 de agosto, 2013.- El 9 de agosto se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo. En este día en Colombia se hablará mucho de sus derechos y sobre los problemas que tienen con grupos armados en sus territorios; naturalmente, el gobierno a través de sus funcionarios indígenas ensalzará sus ejecutorias. Los indígenas hablaran por su parte de la deplorable situación humanitaria por la que atraviesan sus comunidades por la ausencia de planes y programas para sus pueblos, pero también sobre el tema obligado, de cómo se imaginan la paz en Colombia. Nada nuevo entonces. De mi parte voy a aprovechar esta oportunidad para adelantar una reflexión más sobre un tema tan trascendental para bienestar de los indígenas, como es el desarrollo de las economías propias de sus pueblos. Esa es mi forma de saludarlos y de agradecerles por todo lo aprendido de ellos.
En un artículo anterior (¿Descolonización o recolonización de las culturas indígenas?), decíamos que ocurría un malestar en los pueblos indígenas por las decisiones económicas que tomaban algunos liderazgos indígenas para buscar el desarrollo económico y social de sus comunidades a como diera lugar y al precio que fuera, pues los angustiaba que la sociedad mayor que los rodea se modernizaba aceleradamente, mientras sus comunidades escasamente evolucionaban, pero sí crecían sus apremios de salud, nutrición y educación y sus deteriorados territorios ya no tendrían la capacidad de garantizarles la alimentación.(1) Decíamos también que este malestar creaba situaciones políticas insostenibles, cuando los fundamentos filosóficos que orientaban sus movilizaciones, más que responder a necesidades materiales de sus pueblos, los sumergían en una nebulosa fundamentalista que satisfacía anhelos de dignidad y necesidades de valoración social, pero poco aportaban a su desarrollo real. Al final abríamos un interrogante sobre si esta situación era el resultado de una falta de realismo de los líderes indígenas. Sin embargo presentíamos, que más que ausencia de realismo, se trataba de un esencialismo cultural que resistía el paso de los tiempos, una suerte de mística colectiva que condicionaba la conducta de las comunidades y los individuos, a la cual se acudía para explicar todos sus actos, que por demás, no requerirían interpretaciones racionales.
En este texto, que puede ser visto como una ampliación de las ideas del anterior, queremos señalar cómo la estructura económica propia que les da el sustento a las comunidades indígenas se ha deteriorado de tal manera, que no garantiza una vida digna en el territorio. Son comunidades en vías de “extinción económica” (no se me ocurre otro término). Hay varios pueblos que entran dentro de esta categoría (“guahibos” de Tame, yukpas del Perijá, chimilas de las sabanas de San Ángel, etc.).  Uno de ellos que es afectado sobremanera es el pueblo embera, pues además de las penurias económicas que experimentan sus comunidades, se presenta en ellas una creciente “desterritorialización”. Abrumadas por necesidades materiales, estas comunidades muestran una tendencia a abandonar sus tierras y a ocuparse en otras actividades económicas, diferentes a las denominadas tradicionales (aprovechamiento de la oferta ambiental).
Son suficientemente conocidas las razones por las cuales los recursos ambientales de los territorios indígenas han sido sobreexplotados, hasta llevarlos a su extinción (tala indiscriminada del bosque, sobreexplotación de la fauna, minería, contaminación de ríos, cultivos ilícitos, incluida la palma aceitera, ganaderización, etc.). Sobre eso ya se ha hablado bastante. Queremos entrar a enunciar  otros hechos conexos que se soslayan porque tocan aspectos internos de las organizaciones indígenas y eso les fastidia a algunos dirigentes. Pero qué le vamos a hacer, hay que mencionarlos.
El punto es que mientras en los territorios indígenas haya recursos que explotar, se aplaza el colapso económico. Aunque ya algunas comunidades se encuentran “raspando la olla”, este colapso puede ser alargado artificialmente, lo que sucede cuando algunos jefes de hogar, en su desespero por sobrevivir en sus desvencijados territorios, recurren a la sobreexplotación de la mano de obra de sus allegados (en general mujeres e hijas), con consecuencias tan dolorosas como es el suicidio de niñas, o el “desarraigo” (otra forma de suicidio, pues constituye una segregación, una desmembración con sus espacios de vida).
Pero esto es el resultado y no el origen del problema. La raíz del problema es que las comunidades, sobre todo sus dirigentes y organizaciones, no han sido capaces de realizar innovaciones en la estructura económica de las comunidades, utilizando de forma eficiente cuantiosos recursos de la cooperación al desarrollo. Pues no existen en las comunidades núcleos orgánicos, comprometidos y con formación en economía, que impulsen las necesarias transformaciones económicas de sus pueblos. Estas son fallas que se enmascaran con una sobrepolitización de la problemática económica. En lo general se cae en una retórica aparentemente radical, que busca las causas de su infortunio exclusivamente en las acciones de agentes externos (colonización, sustracción violenta de los bienes ambientales y medios de vida, narcotráfico, despojo de tierras, etc.).

 
Esa retórica radical se apoya en la suposición de que las insurrecciones se presentan allí donde las injusticias han tocado fondo y cuando “los proletarios no tienen nada más que perder salvo sus cadenas” (Manifiesto comunista). De allí se deriva la idea de que todo intento por mitigar la opresión, es prolongar la adversidad de los oprimidos.  Contrariamente a esto, son excepcionales los casos en que la miseria ha provocado la insubordinación de los oprimidos.  La regla ha sido que las insurrecciones se han producido allí donde se han presentado mejoras en las condiciones de vida de los oprimidos. Y no será un indígena caucano quien diga lo contrario, a menos que haya olvidado su propia historia y desconozca que las asombrosas movilizaciones indígenas contra un régimen tan intransigente como fue el de Uribe, no hubieran sido posibles, sin una mejora substancial de sus economías en las dos décadas anteriores, que condujeron a que tomaran conciencia de la injusticia que se cometía contra ellos. No quiero con esto minimizar o aún exculpar las actuaciones dolosas de los usurpadores de ayer y de hoy, que han arruinado los territorios de indígenas y negros, no faltaba más. Pero sí busco entender, lo que no significa justificar, lo que sucede con las economías de los pueblos indígenas.
En esa búsqueda por entender, nos hemos encontrado que se repite en muchas partes una suerte de “retórica ilusionista” de líderes indígenas, que proyectan el futuro de sus comunidades con una visión idealizada y romántica de un pasado glorioso, un reino de la abundancia, un paraíso que fue destruido por la maldad de los occidentales. Por esa vía se exculpan aquellas conductas (tradicionales o no, adoptadas o impuestas, da igual) que aprisionan a los resguardos y que incentivan estos éxodos (Jaibanismo extremo, autoritarismo, exceso de politización, mal manejo y deficiente distribución de los recursos, incluyendo la tierra).
“Los resguardos (también las organizaciones indígenas de todos los niveles, diría yo), deben pensarse de nuevo, buscando democratizar las relaciones a su interior”, decía el dirigente Chamí Aquileo Yagarí,. Este pensamiento expresado, aunque no desarrollado, en la Escuela Interétnica, llevó a que otros indígenas, pero también afrocolombianos como Silvano Caicedo, hablarán aún, de una “refundación de la democracia intercultural” para garantizar la paz en los territorios interétnicos.
Si hay algo seguro en Colombia, es que las ideologías (de derecha y de izquierda) han demostrado su incapacidad para construir una sociedad más incluyente y democrática, sobre todo para generar desarrollo económico y social. Pero esa incapacidad se enmascara con excesos de política. Y esto, como nos lo enseñara Hannah Arendt, no es una “verdad de opinión”, sino una “verdad de hecho”.

Mal harían los pueblos indígenas seguir enmascarando sus fallas vía excesos de política, pues por esa vía también se destruye la democracia y se desmovilizan y dividen las organizaciones y los pueblos. Ese es un pensamiento que han prestado de occidente, del cual tienen que sacudirse si quieren frenar la nueva recolonización de las economías propias de los territorios colectivos, que se encuentra en marcha. Las instituciones políticas prestadas, es como la ropa prestada: no sirve. Porque o les queda grande y se enredan al caminar o les queda chica lo que les impide moverse libremente.
Resguardo Embera katío
Quebrada Cañaveral del Alto San Jorge, Córdoba
9 de agosto de 2013






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