miércoles, 20 de noviembre de 2013

Conflicto esencial a los de abajo se da con el capitalismo.


Que hoy opera como poder económico imperialista sobre 
la gran mayoría de la humanidad.
Reflexionemos porqué los diversos de abajo necesitamos superar nuestra polarización en torno a la resolución nº 125 y adquirir visión integral. Consideremos:
“China y Argentina juegan un juego peligroso”
Por Santiago O’Donnell
Según correos Stratfor cedidos por Wikileaks a Página/12, la estrategia de las grandes comercializadoras de granos debilita la posición argentina en su intento por defender a la industria nacional de productos chinos baratos. ADM, Bunge, Cargill y Dreyfus, las cuatro grandes comercializadoras de granos que concentran el negocio de las exportaciones agrícolas en Argentina, a su vez realizan fuertes inversiones en China para reducir su demanda de aceite de soja argentino. Según correos electrónicos de la agencia de Inteligencia global Stratfor cedidos por Wikileaks a Página/12, la estrategia de las comercializadoras debilita la posición argentina en su intento por defender a la industria nacional de productos chinos baratos. “La demanda de soja en China crece sostenidamente, y el gobierno chino está alentando a las firmas chinas a que busquen fuentes alternativas (a la Argentina) para productos de soja. Esas fuentes alternativas son principalmente Brasil y Estados Unidos, que ya exportan grandes volúmenes de soja a China y tienen capacidad para expandir ese intercambio. China también busca mejorar la cadena de valor agregado en la producción de soja y reducir importaciones de aceite de soja expandiendo la capacidad de procesamiento local, tarea en la cual las firmas estadounidenses ADM, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus se han comprometido con fuertes inversiones”,señala un análisis de la jefa en China de Stratfor, Jennifer Richmond, del 19 de mayo del 2010. (...) Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-188869-2012-03-04.htm
Veamos cómo ADM, Bunge, Cargill y Dreyfus han conseguido su acumulación de poder sobre Argentina.
En la síntesis del libro "Repúblicas Unidas de la Soja" de fines del año 2007,  Javiera Rulli (compiladora) nos sitúa en cómo avanza el arrasamiento de la soberanía nacional y popular. Nos advierte cómo se expande la ocupación económico territorial en Sudamérica:
"(...) El nuevo modelo

Para entender el modelo de la soja, se debe aclarar que ya no estamos hablando de una agricultura tradicional que emplea escalas moderadas de superficie, abastece al mercado nacional y es una fuente de trabajo. Este modelo supone una agricultura sin agricultores, una agroindustria que consiste en la commoditizacion y primarización de la producción agrícola e implica la industrialización y el empoderamiento del sector por los agronegocios y la (re)estructuración de la dinámica productiva local/ regional. Finalmente, no se puede ignorar que el modelo agroexportador de la soja es una consecuencia inherente de los procesos de integración y globalización económica. Desde las dictaduras de los años 70 en el Cono Sur, se reordenaron los poderes económicos en el territorio, para que posteriormente, en democracia, las instituciones financieras internacionales pudieran diseñar programas económicos con objetivos geopolíticos. En la actualidad, las instituciones financieras y la banca internacional inyectan y especulan con los capitales desde sus diversas caras.

-Por un lado, la banca multilateral financia la construcción de la infraestructura que soporte al modelo agroexportador -tales como la hidrovía y todo el complejo del IIRSA, que consiste en autopistas, ductos, telecomunicación, puertos, etc.- y que finalmente se traducirá en mayores niveles de deuda externa.
-Por otra parte, las caras privadas de las instituciones financieras internacionales y la banca privada se dedican a inyectar dinero al sector industrial y de agronegocios promoviendo la expansión de la frontera agropecuaria. En la zafra del 2003/04 cuando los monocultivos de soja se extendían por 14,2 millones de ha, el 60% de la tierra estaba en manos de pooles de siembra o empresas similares.

Cómo funciona

El modelo de la soja consiste en un paquete biotecnológico compuesto por la semilla transgénica de soja RR (Roundup Ready), plaguicidas - principalmente los herbicidas a base de glifosato- y la técnica de siembra directa. Este paquete es indivisible, dado que estos 3 componentes son los que permiten la industrialización de la agricultura, la implementación de grandes superficies de monocultivos y la ventaja de mínima mano de obra. Se trata de una agricultura sin agricultores. En la Argentina actual, con tecnología de punta, para 1000 has sólo se requieren 2 personas trabajando por año. Pero la necesidad de poseer capital, recursos económicos para poder adquirir insumos y solventar la maquinaria necesaria, hacen que la soja se vuelva sólo rentable a grandes escalas y esto genera un proceso violento en el que va desapareciendo el pequeño productor. El productor remanente se convierte en un personaje dependiente de pagar los créditos adquiridos y vive calculando lo que necesitará en insumos hasta la cosecha; depende pues completamente de los créditos y los adelantos que le otorgan los silos y las financieras. Es una carrera contra el tiempo para que este productor mediano desaparezca. La lógica subyace siempre en la obligación de expandirse continuamente para poder mantenerse competitivo. 

La cara visible
Con el modelo de la soja se inauguran nuevos grupos económicos; grupos inversionistas especulativos, tales como el grupo Los Grobo de la familia Grobocopatel en Argentina y el Grupo Favero S. A. en Paraguay. Estas son las caras más visibles, los llamados “reyes de la soja", de grandes grupos inversores que alquilan tierras en múltiples lugares, y ni siquiera recurren a comprar los terrenos porque sus proyecciones son “máximo rendimiento a corto plazo”, una especie de maquila agrícola. Según Grobocopatel él se considera el Sin Tierra más grande del mundo y plantea que la biotecnología ha democratizado la agricultura, porque ahora todos pueden dedicarse a la agricultura, solo se requiere tener capital. Así también se da la entrada masiva de capital extranjero, en Argentina el fenómeno de extranjerización de la tierra afecta el 17% de la superficie. También se produce este mismo fenómeno de forma oculta cuando se establecen empresas manejadas por locales, pero con capital extranjero. 

La cara oculta
Detrás de la soja, uno encuentra grupos anónimos de inversiones donde especulan con fondos de pensión, participan grupos de inversores que combinan los sectores de comunicación, ganadería y otros. Así se conforman los “pooles de siembra” donde se integran contratistas rurales, empresas de agroquímicos, inversores (nacionales y extranjeros) para llevar a cabo producción agropecuaria. Estos grupos de inversión son los actores más violentos en la penetración de las nuevas áreas. Se trata más bien de mercenarios empresariales con manejos de matones, una especie de “Chicago boys” mezclado con estilos de la “pesada” de la dictadura. Estos personajes, por apropiarse del terreno, en muchos casos no ponen límites en cuanto a la corrupción, violencia y destrucción ambiental. Este sector es la punta de lanza asociada con los silos transnacionales.

Los gigantes de la exportación

La soja es exportada finalmente por unos pocos actores económicos. El mercado internacional está regido por un puñado de Corporaciones de las grandes graneleras -Cargill, ADM y Bunge - se han repartido el territorio del Cono Sur. Los protagonistas de este sector son las corporaciones de cerealeras que actúan como “gigantes invisibles” que controlan todo el mercado alimentario. La integración vertical de estas corporaciones les permite dirigir íntegramente el desarrollo de la agricultura a través del control total de los productores, convirtiendo a éstos en meros eslabones de una cadena de producción industrial. Con el surgimiento del mercado de agrocombustibles, el futuro de la producción agrícola se torna aún más lúgubre.  (...) Leer

Comprobemos cómo Estados Unidos hegemoniza el poder de los imperialismos sobre Argentina no sólo a través de las agroexportadoras.
Martín Burgos, en "La soja y el triángulo económico del Pacífico", señala:(...)Al conocido patrón de comercio que se está consolidando entre Argentina y China, queremos agregarle un actor muy importante en esa relación, que es Estados Unidos.
La principal potencia mundial es a la vez uno de los 3 grandes exportadores de soja, junto a Brasil y Argentina. Es tan así que desde 2009, el principal producto que le exporta Estados Unidos a China es el poroto de soja: mientras en 2001 la soja representaba 3% de las exportaciones totales de Estados Unidos a China, a partir de 2009 empezó a representar alrededor de 10%.  Al revés, las exportaciones de “circuitos integrados y “microestructuras electrónicas” bajaron en el mismo período de 10% a 3%.
Estos datos, sorprendentes, marcan una reversión de las ventajas relativas cuyas causas podrían ubicarse en las mejora de los términos de intercambio para los productos alimenticios que se produjo en la última década. Este fenómeno convierte a la soja en uno de los sectores claves de la relación entre las dos principales potencias mundiales del siglo XXI con claras implicancias en las economías de Brasil y Argentina.
Pero la presencia de Estados Unidos también está implícita por otras razones: por un lado las técnicas de producción de la soja son originarias de Estados Unidos. Muchos insumos –como el glifosato y los plaguicidas en general– fueron patentados y son producidos por empresas estadounidenses, que en los casos más conocidos –como Monsanto– instalaron importantes plantas en Brasil y Argentina.
Por otro lado, la relación también es implícita en tanto Estados Unidos mantiene una fuerte influencia en los precios internacionales de los alimentos a través de políticas concretas –como la promoción de los agro-carburantes, los subsidios que otorga a su producción agrícola y la promoción de la reducción de aranceles en los países menos desarrollados a través de la OMC.
Incluso podemos adelantar que Estados Unidos tiene mayor influencia que China sobre los precios internacionales. Esto se puede comprobar con la evolución de los stocks de soja por países en los últimos años y más particularmente durante la última gran alza del precio en 2008. Como lo vemos en el cuadro a continuación, los stocks de Estados Unidos son los que más caen a partir de 2006: 64% en la campaña 2007/2008 respecto del año anterior y 47% en 2008/2009. Con estos datos podemos apreciar que Estados Unidos explica la totalidad de la caída del stock mundial de 2007 (10 millones de toneladas), mientras que Argentina y Brasil explican la totalidad de la caída del stock mundial de 2008 (9 millones de toneladas).
Analicemos cómo el imperialismo de China sobre Argentina y Nuestra América se expresa en una de sus modalidades.
Martín Burgos, en "La soja y el triángulo económico del Pacífico", continúa:(...)En contraposición, los stocks de China son anti-cíclicos a fin de moderar las alzas de precios. Así es como sus stock aumentan de 2,7 millones de toneladas a 7,5 durante el lapso 2007-2009. Pero su dependencia cuantitativa respecto de la soja obliga al gigante asiático a importar cuando los precios internacionales se elevan. En otras palabras, pareciera que las compras de China no provocan el ciclo alcista sino que son consecuencia de este. La forma que toma esta relación pareciera ser provechosa para Argentina y para Brasil dado que los mejores precios que impone Estados Unidos les permiten conseguir las divisas necesarias para su crecimiento económico y para enfrentar la restricción externa. A su vez, los precios industriales deprimidos por efecto de los bajos costos de producción en China redundan en una mejora de los términos del intercambio, tanto por aumento de sus precios de sus exportaciones como por reducción de sus precios de importación. La faceta negativa de este nuevo contexto es el efecto de primarización sobre las economías (llamado “enfermedad holandesa”), además de la configuración de un monocultivo con impactos sociales y ambientales de alcances riesgosos. En efecto, el desplazamiento de cultivos con menor rentabilidad pero que son necesarios para el consumo interno no sólo obliga a un aumento en los precios y una mayor inflación, sino que implica el éxodo de poblaciones campesinas hacia las ciudades. Leer
Examinemos si conduce al progreso y bienestar social seguir intensificando el extractivismo exportador.
América Latina: el costo de vivir de las materias primas

Por Marcos Roitman Rosenmann (La Jornada)
América Latina no ha dejado de vivir de las materias primas. Los únicos cambios hacen referencia a los rubros exportados. Durante el imperio español, oro, plata y azúcar. En los siglos XIX y principios del XX, café, caucho, tabaco, cacao, banano, trigo, piedras preciosas y minerales como cobre, estaño, salitre o hierro. A medida que la revolución industrial, científico-técnica, fue dominando el proceso productivo, la demanda de materias primas creció exponencialmente, dejando en evidencia el carácter desigual y predador del capitalismo. Nada parece haber cambiado. En el siglo XXI, el tan cacareado milagro chileno del neoliberalismo se reduce a exportar uvas, manzanas, peras, melocotones, salmón, celulosa de papel, y el sempiterno cobre, junto a nuevos minerales para la nanotecnología. Brasil, que goza de cierto desarrollo industrial, es un exportador neto de combustibles, minerales, carne, alimentos, productos químicos, metales, bebidas, derivados de la madera, etcétera, es decir, con poco valor agregado. A la zaga están México, Venezuela y Argentina. Por citar aquellos de mayor extensión territorial.
Caso especial son los países exportadores de petróleo, objeto de deseo de las trasnacionales del sector: la crisis energética de los años 70 del siglo XX les otorgó un valor geoestratégico a medio y largo plazos. La necesidad de asegurarse la posesión de las reservas ha generado guerras espurias, golpes de Estado y bloqueo a los países con políticas nacionalistas y antiimperialistas. De allí los conflictos entre las compañías o el patrocinio de la guerra de Irak, sin ir más lejos. Hoy debemos añadir al petróleo y el gas natural el valor que poseen las reservas acuíferas, la flora y la fauna selváticas y cuanto pueda ser transformado en mercancía y huela a negocio. Los recursos naturales son codiciados y representan un plus de poder para quienes logren adueñarse de sus nichos.
Pero esto es sólo una parte del problema. A finales del siglo XX, Gonzalo Martner, ex ministro de Planeación del gobierno de Salvador Allende, publicó un estudio evidenciando el costo de vivir de las materias primas. En uno de sus apartados sub­raya: “en muchos productos básicos, desde la fase de producción, pasando por la distribución, el transporte y la comercialización, destaca la presencia de empresas multinacionales que articulan todos estos procesos como transacciones ‘intrafirma’ entre subsidiarias y la matriz. El comercio de productos básicos está controlado por empresas multinacionales entre 70 y 75 por ciento en los casos de banano, arroz, caucho y petróleo crudo; entre 75 y 80 por ciento en el de estaño; entre 85 y 90 por ciento para cacao, tabaco, trigo, algodón, yute, maderas y cobre; y entre 90 y 95 por ciento en los casos del hiero y la bauxita. El comercio intrafirma se hace con precios de ‘transferencia’ que no reflejan los precios de mercado, con lo que se evitan así los controles de cambio, se evaden impuestos y se trasfieren utilidades”.

El problema se torna más sangrante cuando Martner señala que: del precio de venta al consumidor en un país industrial, el país productor recibe 11 por ciento en el caso del banano, 14 en el caso del café, 15 por ciento en el cacao, 30 por ciento en los cítricos y 10 por ciento en el mineral de hierro. Sin olvidar el deterioro de los términos de intercambio que se produce entre la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados. Sólo en este concepto, según el Sela, en los años 80 del siglo XX se dejaron de percibir más de 50 mil millones de dólares.
Señeramente, Cuba patrocinó, siendo ministro de Industria Ernesto Che Guevara, entre los años 1963 y 1965, un encuentro para debatir las condiciones que enfrentaba Cuba y el tipo de sociedad que surgiría del capitalismo, tras la ruptura revolucionaria. En él intervinieron diferentes ministros e invitados internacionales como Charles Bettelheim y Ernest Mandel. Conocido como el gran debate, hoy su relectura se vuelve imprescindible para repensar el costo que supone vivir de las materias primas cuando se inicia un proceso de transición al socialismo y soberanía política.
El capitalismo no presenta soluciones para un planeta que se ve abocado al colapso. Sus formas de explotación ahondan la política de tierra arrasada, exterminio y reinstauración de la esclavitud. Un ejemplo lo tenemos en el actual litigio que enfrenta a Ecuador con la trasnacional Chevron. Durante décadas, antes Texaco, depositó residuos tóxicos en zonas protegidas de la Amazonia, generando un daño medioambiental cuasi irreversible, y un desplazamiento de los pueblos originarios que la habitaban. Hoy desconoce el daño generado y demanda al gobierno de Rafael Correa pidiendo indemnización por su expropiación al Banco Mundial y el CIADE.

El problema sigue y sólo se resolverá en la medida que nuestros países logren articular un proyecto de soberanía productiva y controlen el proceso de producción, comercialización y distribución de las materias primas. El quid no es sólo vivir de las materias primas, sino la estructura del comercio internacional implantada por el capitalismo que impide el retorno de los beneficios mediante el intercambio y el desarrollo desigual. Sólo generando políticas emancipatorias y anticapitalistas superándolo se podrá conseguir la independencia política y económica al tiempo que dar lugar a los anhelos de justicia social, dignidad y democracia.

  

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