Es cuestionar a nuestro trabajo
subsumido en la creciente acumulación oligopólica de riquezas y poder.
Los gobiernos neoliberales y progresistas de Nuestra América coincidieron en
viabilizar e impulsar al proceso de concentración y transnacionalización
económico territorial mediante:
Extractivismo, enclaves y destrucción ambiental
18 de
agosto de 2014
Por Renán
Vega Cantor*
Revista CEPA
En las últimas décadas se impuso un modelo
primario exportador, similar al que conoció el país en la segunda mitad del
siglo XIX, lo que ha venido acompañado de la desindustrialización, la
penetración renovada del capital extranjero, principalmente de las
multinacionales imperialistas, la expropiación de bienes comunes y la imposición
del dogma de las ventajas comparativas, como criterio que justifica nuestra
especialización en producir bienes primarios. Cada uno de estos aspectos
ameritaría un análisis detallado, pero nos limitamos a mencionar los aspectos
generales del capitalismo extractivista que se consolidó en el país, y que se
constituye en un factor importante para explicar lo que acontece en Colombia en
estos momentos.
Características
El extractivismo no se refiere solamente a la explotación de minerales o hidrocarburos, sino que incluye a diversas actividades económicas que se realizan en el país. El extractivismo se podría definir como el conjunto de actividades económicas –con sus correspondientes derivaciones militares, sociales, políticas, ideológicas y culturales– que posibilitan el flujo de materia, energía, biodiversidad y fuerza de trabajo desde un territorio determinado (en este caso Colombia) hacia los centros dominantes en el capitalismo mundial, donde se consumen a gran escala para garantizar la reproducción del capital. El extractivismo tiene características que lo identifican como modelo económico y social, con unos mecanismos particulares de funcionamiento político, como se describe brevemente a continuación.
Características
El extractivismo no se refiere solamente a la explotación de minerales o hidrocarburos, sino que incluye a diversas actividades económicas que se realizan en el país. El extractivismo se podría definir como el conjunto de actividades económicas –con sus correspondientes derivaciones militares, sociales, políticas, ideológicas y culturales– que posibilitan el flujo de materia, energía, biodiversidad y fuerza de trabajo desde un territorio determinado (en este caso Colombia) hacia los centros dominantes en el capitalismo mundial, donde se consumen a gran escala para garantizar la reproducción del capital. El extractivismo tiene características que lo identifican como modelo económico y social, con unos mecanismos particulares de funcionamiento político, como se describe brevemente a continuación.
En el extractivismo retornan las economías de enclave
–un concepto que se creía enterrado en la historia latinoamericano y que hace
unas décadas sonaba como un anacronismo–, en la medida en que las inversiones
extranjeras de “tipo productivo” que se implantan en el territorio nacional (en
las ciudades y en el campo) operan con la mirada puesta no en el mercado interno
sino en el mercado mundial. En los enclaves no se efectúan procesos de
acumulación de capital en el plano local y/o nacional –con los encadenamientos
productivos que eso generaría– sino que las actividades se desenvuelven en
consonancia con los intereses del capital transnacional, cuyo funcionamiento
está ligado a los grandes mercados de los países centrales. Como enclaves operan
los agronegocios, la minería pero también las zonas turísticas, los parques
naturales, y los espacios urbanos que están vinculados el capitalismo mundial.
Como economía de enclave de tipo extractivista funciona la producción de flores
en la sabana de Bogotá, que supone el traslado de agua al mercado mundial. Son
enclaves las maquilas, las zonas francas, los puertos y también los eslabones de
la “economía ilegal” (una noción cada día más difícil de usar por la hibridación
con lo legal), ligados a la trata de personas– al tráfico de especies animales,
al comercio mundial de estupefacientes, al blanqueo de divisas…
Las relaciones laborales que se imponen en los enclaves borran los derechos de los trabajadores, puesto que anulan sus conquistas históricas e implantan la flexibilización y la precarización como norma dominante. Aparte de que generan poco empleo, y este es efímero, aumentan los niveles de explotación de la fuerza de trabajo, con la finalidad de incrementar la tasa de ganancia de las inversiones efectuadas. Los parámetros laborales que se imponen en toda la economía replican lo que sucede en los enclaves, que viene a ser la generalización de los salarios chinos, no importa si se trata de actividades propiamente primarias, o del sector servicios, o de lo que queda de industria. Al mismo tiempo, se eliminan los sindicatos y se obstaculiza la lucha colectiva de los trabajadores, a la par con el incremento del trabajo informal, la terciarización laboral, y la eliminación de los derechos de los hombres y mujeres que viven de su trabajo. La degradación laboral se convierte en una de las cartas de presentación que ofrece el Estado y las clases dominantes locales para atraer inversiones extranjeras, quienes argumentan que en este país existe una fuerza de trabajo barata, capacitada y sumisa dispuesta a dejarse explotar por los inversores extranjeros que quieran invertir su capital en nuestro territorio.
El Estado es el garante de la imposición de estas condiciones laborales, las que se usan como un gancho que atrae a los emprendedores extranjeros. En lo esencial, el Estado es un peón al servicio del imperialismo y de sus empresas, y toda su política está destinada a presentarse como el “alumno más aventajado de la clase” a escala regional, es decir, el que está dispuesto a dar lo que sea sin contraprestación alguna e incluso pagándole a las multinacionales para que se llevan nuestras riquezas naturales. Al respecto, el estudio Minería en Colombia: fundamentos para superar el modelo extractivista afirma que entre el 2005 y el 2010 “las empresas mineras pagaron en promedio $878 mil millones anuales por concepto del impuesto a la renta”, pero en ese período “tuvieron deducciones, descuentos y exenciones que representaron un gasto tributario para el país de $1,78 billones. Es decir, por cada $100 efectivamente pagados por este concepto, las empresas mineras tuvieron descuentos que terminaron representando pérdidas para el Estado de más de $200. Esto significa que por cada peso que pagan esas empresas, el Estado les concede dos, que provienen de los dineros que los habitantes comunes y corrientes le cancelamos al Estado por concepto de impuestos. En síntesis, las ETN vienen a un territorio de Colombia, expulsan a las comunidades que allí habitan, destruyen los ecosistemas, contaminan las aguas, dejan luego de pocos años un tremendo cráter de miseria y destrucción, y aparte de todo les pagamos para que hagan todo eso.
Las relaciones laborales que se imponen en los enclaves borran los derechos de los trabajadores, puesto que anulan sus conquistas históricas e implantan la flexibilización y la precarización como norma dominante. Aparte de que generan poco empleo, y este es efímero, aumentan los niveles de explotación de la fuerza de trabajo, con la finalidad de incrementar la tasa de ganancia de las inversiones efectuadas. Los parámetros laborales que se imponen en toda la economía replican lo que sucede en los enclaves, que viene a ser la generalización de los salarios chinos, no importa si se trata de actividades propiamente primarias, o del sector servicios, o de lo que queda de industria. Al mismo tiempo, se eliminan los sindicatos y se obstaculiza la lucha colectiva de los trabajadores, a la par con el incremento del trabajo informal, la terciarización laboral, y la eliminación de los derechos de los hombres y mujeres que viven de su trabajo. La degradación laboral se convierte en una de las cartas de presentación que ofrece el Estado y las clases dominantes locales para atraer inversiones extranjeras, quienes argumentan que en este país existe una fuerza de trabajo barata, capacitada y sumisa dispuesta a dejarse explotar por los inversores extranjeros que quieran invertir su capital en nuestro territorio.
El Estado es el garante de la imposición de estas condiciones laborales, las que se usan como un gancho que atrae a los emprendedores extranjeros. En lo esencial, el Estado es un peón al servicio del imperialismo y de sus empresas, y toda su política está destinada a presentarse como el “alumno más aventajado de la clase” a escala regional, es decir, el que está dispuesto a dar lo que sea sin contraprestación alguna e incluso pagándole a las multinacionales para que se llevan nuestras riquezas naturales. Al respecto, el estudio Minería en Colombia: fundamentos para superar el modelo extractivista afirma que entre el 2005 y el 2010 “las empresas mineras pagaron en promedio $878 mil millones anuales por concepto del impuesto a la renta”, pero en ese período “tuvieron deducciones, descuentos y exenciones que representaron un gasto tributario para el país de $1,78 billones. Es decir, por cada $100 efectivamente pagados por este concepto, las empresas mineras tuvieron descuentos que terminaron representando pérdidas para el Estado de más de $200. Esto significa que por cada peso que pagan esas empresas, el Estado les concede dos, que provienen de los dineros que los habitantes comunes y corrientes le cancelamos al Estado por concepto de impuestos. En síntesis, las ETN vienen a un territorio de Colombia, expulsan a las comunidades que allí habitan, destruyen los ecosistemas, contaminan las aguas, dejan luego de pocos años un tremendo cráter de miseria y destrucción, y aparte de todo les pagamos para que hagan todo eso.
Los enclaves vienen acompañados de la militarización de los territorios, porque el Estado se compromete a proteger las inversiones extranjeras, con el pretexto de que esa es la condición que garantiza la permanencia de esas inversiones. Por esto observamos que en los últimos años se ha presentado un crecimiento exponencial de las fuerzas represivas del Estado para resguardar las zonas de extracción de minerales e hidrocarburos, y los lugares donde se siembran los cultivos de exportación. La militarización no solamente la efectúan las fuerzas legales, sino los grupos paraestatales que son un componente esencial del modelo extractivista, creadas, financiadas y auspiciadas tanto por el Estado como por empresarios locales y transnacionales, como lo demuestran los ejemplos del banano en Urabá, del carbón en la costa caribe, de la palma aceitera en el Choco y en la costa pacífica. Los enclaves no generan modernización ni innovación tecnológica propia, sino que allí se implantan, cuando se hace, la tecnología que es producida y controlada por las multinacionales.
En concordancia la economía y el territorio colombianos se han convertido en una especie de basurero para la chatarra producida por las multinacionales, algo que se acentúa con los Tratados de Libre Comercio, que facilitan el ingreso de las tecnologías que ya se consideran obsoletas en esos lugares, como sucede, por ejemplo, con las armas, aviones y máquinas de guerra que el Estado colombiano le compra a Estados Unidos, la Unión Europea o a Rusia. Adicionalmente, nuestro territorio se convierte en el basurero de los residuos contaminantes que se exportan desde los centros imperialistas, lo cual se legitimó en términos legislativos en los últimos años con la Resolución 809 de mayo 10 de 2006, que autorizó el ingreso a Colombia de residuos tóxicos y peligrosos para la salud y el medio ambiente. Los Tratados de Libre Comercio rematan la arquitectura institucional en el plano interno del país, para consolidar la lógica extractivista, lo cual se fundamente con dispositivos jurídicos que protegen al capital transnacional. Estos tratados se sustentan en la teoría de las ventajas comparativas que revive el esquema de división internacional del trabajo del siglo XIX y que nos condenan irremediablemente a abandonar cualquier intento de construir una economía propia y autónoma y nos obligan a vivir prisioneros de la exportación de materias primas agrícolas y minerales.
En términos de la propaganda, adquieren fuerza el imaginario de enclave y la mentalidad extractivista (propio del colonialismo interno) que se basa en el prejuicio de pensar que el comercio internacional en sí mismo es la garantía de acceder al progreso, la modernización y la prosperidad. Ese mentalidad extractivista domina todas las actividades, como el deporte, la educación o la salud, por lo que no sorprende que los padres quieren que sus hijos sean exitosos futbolistas que conquistan el mercado europeo, o que el objetivo de los dueños de las universidades sea la competitividad, para lo cual preparan fuerza de trabajo barata y sumisa que le sirva al capitalismo transnacional en distintos frentes. Con el imaginario de enclave se impone la idea que el modelo exportador constituye la tabla de salvación del país, y quienes se oponen –trabajadores, campesinos, indígenas y afrodescendientes- son considerados como enemigos del progreso y del bienestar que se supone genera el libre comercio.
Consecuencias
El extractivismo tiene consecuencias nefastas en el ámbito social y ambiental. En el plano social destruye y desestructura a las comunidades locales, introduce nuevos hábitos y pautas de consumo, genera una mentalidad rentística y obliga a los habitantes de un territorio a subordinarse a los intereses de fracciones minoritarias de las clases dominantes que se articulan con el mercado internacional y se apropian de algunas migajas que les deja el libre comercio. El extractivismo aumenta la pobreza, la dependencia, la destrucción de los bienes comunes de tipo natural, que replican la eterna paradoja de la pobreza y la desigualdad en medio de la riqueza de recursos. Al mismo tiempo, se destruyen a las comunidades indígenas, y las que sobreviven son incorporadas brutalmente a la lógica extractivista, como acontece en Arauca, Boyacá, los Llanos Orientales, para mencionar algunos casos.
La destrucción de los ecosistemas por el extractivismo forma parte
de la historia de la actual Colombia desde la época de la dominación española.
Ahora, el extractivismo contemporáneo acelera esa destrucción en la medida en
que involucra a todas las actividades económicas y cubre la totalidad del
territorio nacional. La puesta en marcha de megaproyectos mineros y agrícolas
altera en forma inmediata y, en la mayor parte de los casos, de manera
irreversible la riqueza natural de nuestros suelos y subsuelos. Los ejemplos
abundan, como se comprueba con el impacto negativo de desviar ríos, como en el
Quimbo (Huila), en Ituango (Antioquia), o en la Guajira (con el río Ranchería),
para satisfacer el apetito de las empresas que extraen bienes naturales.
Otro ejemplo de actualidad es lo que sucede en
Paz de Ariporo (Casanare) –el segundo municipio más grande del país, con una
extensión mayor que departamentos como Quindío. Risaralda, Atlántico y Sucre- en
donde hace pocas semanas murieron miles de chigüiros, babillas, y otras especies
de la fauna local, como resultado de la confluencia de diversas actividades
depredadoras, entre ellas las de tipo extractivo. Según el Instituto Geográfico
Agustín Codazzi (IGAC) los acontecimientos trágicos de Casanare son un resultado
de la combinación funesta de por lo menos “cinco pecados”: impacto destructivo
en los páramos de alta montaña, donde nacen los ríos que surten al Casanare, por
la introducción de cultivos y ganadería; una ganadería intensiva que compacta
los suelos y obstruye la infiltración de aguas lluvias y escorrentía; una baja
capacidad de retención de humedad debido a la textura arenosa de los suelos; una
limitada capacidad productiva de los suelos; y, la utilización de aguas
subterráneas por parte de las empresas petroleras, que agrava una situación
local que ya se encuentra afectada por las modificaciones climáticas.
En cuanto al impacto de las actividades petroleras, debe recordarse que en el Departamento de Casanare operan las compañías Geopark, Perenco, Pacific Stratus Energy, Parex, New Granada Energy, Cepcolsa, Petrominerales, Ecopetrol, Canacol, Interoli, Adventage. En toda la Orinoquía colombiana estas empresas extraen diariamente 720 mil barriles de petróleo y 15 millones de barriles de agua, un dato que en sí mismo indica la magnitud del hidrocidio en marcha. En este contexto destructivo, resulta tragicómica la declaración del viceministro de Energía Orlando Cabrales, quien aseguró al conocer la magnitud del ecocidio del Casanare que las empresas petroleras no eran responsables y, en un verdadero oxímoron, aseguró que “agua y petróleo no son antagonistas. Son el futuro y el gran desafío que tiene este país para impulsar el desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de todos los colombianos”.
La mortandad de animales, y la escasez de agua que se empieza a percibir en el territorio mencionado es el resultado de un desequilibrio en el ciclo hídrico, por la destrucción de paramos y humedales, el aumento en la demanda y consumo de agua para la exploración y explotación de petróleo, junto con la ganadería que seca los suelos y la demanda de agua por cultivos como el arroz y la palma aceitera. Según el profesor Orlando Vargas de la Universidad Nacional, “la sequía se origina en el mal manejo del suelo, la destrucción de las zonas de recarga acuífera y la falta de planificación del territorio”.
Dicha tragedia ambiental está ligada en forma directa al extractivismo y al libre comercio, un vínculo criminal del que se tienen nefastos antecedentes históricos a nivel mundial, tal y como aconteció en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se presentaron los holocaustos de la era victoriana, que en un determinado momento fueron considerados como una derivación inmediata de los cambios climáticos que produce el fenómeno meteorológico de El Niño. Pero estas alteraciones no se dan en el vacío sino en condiciones económicas y sociales específicas, que aumentan el impacto destructor en la medida en que la producción local, que permite la subsistencia de los pequeños productores, ya no se dedica a alimentarlos sino que se exporta al mercado mundial. O también que la utilización del agua para propiciar la exportación de productos al mercado mundial destruye las fuentes hídricas y los ecosistemas, con lo que se garantiza la muerte de plantas y animales nativos, como un resultado directo del imperialismo ecológico. En concreto, en el período mencionado se presentaron terribles hambrunas que dejaron, como mínimo, 32 millones de muertos en India, China, Brasil y otros lugares del mundo, como resultado de la vinculación directa, por la vía del libre comercio impuesto a sangre y fuego por Inglaterra, entre la producción local de alimentos y su destino al mercado mundial. Mientras que los campesinos morían de inanición, el trigo y otros cereales que habían producido con sus manos y en sus tierras llenaba las arcas de los exportadores mundiales de alimentos que iban con destino principal a Europa.
Esta referencia histórica sirve para recordar que hoy las condiciones climáticas son peores que hace un siglo y por lo tanto sus efectos son más destructores, porque un trastorno climático en marcha afecta al mundo entero, pero que impacta de manera inmediata a ciertas regiones. Investigaciones recientes recalcan que las zonas tropicales (en donde se encuentra Colombia) son las primeras afectadas, básicamente por su estabilidad climática y por su biodiversidad. El último informe del Panel Intergubernamental sobre el cambio climático señala que uno de los países más afectados es y va a ser Colombia, por la deforestación, la contaminación hídrica, la minería y la ganadería extensiva. Algunos hechos lo indican con preocupante contundencia. Por ejemplo, los glaciares están muriendo aceleradamente ante nuestros ojos y al ritmo actual los que quedan van a desaparecer en las próximas décadas: en los últimos 60 años el área de los glaciares se ha reducido en un 60% y de 19 glaciares que teníamos en nuestro territorio en 1900 hoy sólo existen 6. Así mismo, de los 34 paramos que posee el territorio de Colombia (donde se encuentra el 49% de todos los que existen en el mundo) 22 están en grave riesgo de destrucción, como resultado de la ganadería, las quemas, la explotación minera y la expansión de la frontera agrícola.
Hoy las condiciones son más adversas que en la época victoriana –un momento en que hasta ahora estaba despegando la explotación del petróleo, rodaban los primeros automóviles en algunas ciudades de los Estados Unidos, en el mundo existían 1.650 millones de personas y la mayor parte de la gente vivía en el campo–, a la hora de considerar la retroalimentación entre el trastorno climático a escala global (que está en marcha en forma acelerada e irreversible) y los fenómenos locales (como el de Paz de Ariporo), que están relacionados con el funcionamiento del capitalismo extractivista. Además, lo acontecido en Paz de Ariporo indica a nivel micro y por anticipado cómo van a ser las guerras climáticas, en las cuales la sed insaciable de materia y energía del capitalismo destruye los hábitats locales al tiempo que exacerba la lucha por la supervivencia de los más pobres, que ya no tienen acceso ni siquiera al agua, y condena a la extinción a especies animales y vegetales, junto con la destrucción de la biodiversidad y de los ecosistemas. En este sentido, lo que sucede en Casanare es una terrible advertencia de lo que nos espera con el trastorno climático.
Luchas
En diversos lugares del territorio colombiano se han presentado protestas, resistencias y rebeliones contra el extractivismo y sus variantes. Según un estudio realizado para el Atlas Global de Justicia Ambiental, en estos momentos en Colombia se presentan 72 conflictos socio-ambientales. En Tolima, Santander, Cauca, los Llanos Orientales y otros lugares de Colombia se han desplegado notables protestas y la gente se organiza de múltiples formas para enfrentar la “locomotora minera” y los proyectos extractivistas. Entre esas luchas se destacan las libradas por los habitantes de Cajamarca y San Turban contra la minería del oro, y también las de los trabajadores petroleros en Puerto Gaitán contra la Pacific Rubiales., aunque tienen sentidos diferentes. Mientras los trabajadores petroleros están interesados en mejorar las condiciones de trabajo, sin cuestionar la misma extracción de petróleo, y las organizaciones laborales, como la Unión Sindical Obrera (USO) propenden por la nacionalización de los hidrocarburos y su explotación por parte del Estado, las comunidades locales, campesinas e indígenas, buscan que no sean extraídos esos bienes comunes de las entrañas de la tierra. Esto último se expresa en la lucha de los pobladores de El Tolima, que saben lo que implica la apertura de una descomunal mina de oro. Por eso, llevan años denunciando ese crimen social y ambiental, como lo ratificaron en la consulta de Piedras, donde el 99% de los votantes dijeron no a la AngloGold Ashanti.
En cuanto al impacto de las actividades petroleras, debe recordarse que en el Departamento de Casanare operan las compañías Geopark, Perenco, Pacific Stratus Energy, Parex, New Granada Energy, Cepcolsa, Petrominerales, Ecopetrol, Canacol, Interoli, Adventage. En toda la Orinoquía colombiana estas empresas extraen diariamente 720 mil barriles de petróleo y 15 millones de barriles de agua, un dato que en sí mismo indica la magnitud del hidrocidio en marcha. En este contexto destructivo, resulta tragicómica la declaración del viceministro de Energía Orlando Cabrales, quien aseguró al conocer la magnitud del ecocidio del Casanare que las empresas petroleras no eran responsables y, en un verdadero oxímoron, aseguró que “agua y petróleo no son antagonistas. Son el futuro y el gran desafío que tiene este país para impulsar el desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de todos los colombianos”.
La mortandad de animales, y la escasez de agua que se empieza a percibir en el territorio mencionado es el resultado de un desequilibrio en el ciclo hídrico, por la destrucción de paramos y humedales, el aumento en la demanda y consumo de agua para la exploración y explotación de petróleo, junto con la ganadería que seca los suelos y la demanda de agua por cultivos como el arroz y la palma aceitera. Según el profesor Orlando Vargas de la Universidad Nacional, “la sequía se origina en el mal manejo del suelo, la destrucción de las zonas de recarga acuífera y la falta de planificación del territorio”.
Dicha tragedia ambiental está ligada en forma directa al extractivismo y al libre comercio, un vínculo criminal del que se tienen nefastos antecedentes históricos a nivel mundial, tal y como aconteció en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se presentaron los holocaustos de la era victoriana, que en un determinado momento fueron considerados como una derivación inmediata de los cambios climáticos que produce el fenómeno meteorológico de El Niño. Pero estas alteraciones no se dan en el vacío sino en condiciones económicas y sociales específicas, que aumentan el impacto destructor en la medida en que la producción local, que permite la subsistencia de los pequeños productores, ya no se dedica a alimentarlos sino que se exporta al mercado mundial. O también que la utilización del agua para propiciar la exportación de productos al mercado mundial destruye las fuentes hídricas y los ecosistemas, con lo que se garantiza la muerte de plantas y animales nativos, como un resultado directo del imperialismo ecológico. En concreto, en el período mencionado se presentaron terribles hambrunas que dejaron, como mínimo, 32 millones de muertos en India, China, Brasil y otros lugares del mundo, como resultado de la vinculación directa, por la vía del libre comercio impuesto a sangre y fuego por Inglaterra, entre la producción local de alimentos y su destino al mercado mundial. Mientras que los campesinos morían de inanición, el trigo y otros cereales que habían producido con sus manos y en sus tierras llenaba las arcas de los exportadores mundiales de alimentos que iban con destino principal a Europa.
Esta referencia histórica sirve para recordar que hoy las condiciones climáticas son peores que hace un siglo y por lo tanto sus efectos son más destructores, porque un trastorno climático en marcha afecta al mundo entero, pero que impacta de manera inmediata a ciertas regiones. Investigaciones recientes recalcan que las zonas tropicales (en donde se encuentra Colombia) son las primeras afectadas, básicamente por su estabilidad climática y por su biodiversidad. El último informe del Panel Intergubernamental sobre el cambio climático señala que uno de los países más afectados es y va a ser Colombia, por la deforestación, la contaminación hídrica, la minería y la ganadería extensiva. Algunos hechos lo indican con preocupante contundencia. Por ejemplo, los glaciares están muriendo aceleradamente ante nuestros ojos y al ritmo actual los que quedan van a desaparecer en las próximas décadas: en los últimos 60 años el área de los glaciares se ha reducido en un 60% y de 19 glaciares que teníamos en nuestro territorio en 1900 hoy sólo existen 6. Así mismo, de los 34 paramos que posee el territorio de Colombia (donde se encuentra el 49% de todos los que existen en el mundo) 22 están en grave riesgo de destrucción, como resultado de la ganadería, las quemas, la explotación minera y la expansión de la frontera agrícola.
Hoy las condiciones son más adversas que en la época victoriana –un momento en que hasta ahora estaba despegando la explotación del petróleo, rodaban los primeros automóviles en algunas ciudades de los Estados Unidos, en el mundo existían 1.650 millones de personas y la mayor parte de la gente vivía en el campo–, a la hora de considerar la retroalimentación entre el trastorno climático a escala global (que está en marcha en forma acelerada e irreversible) y los fenómenos locales (como el de Paz de Ariporo), que están relacionados con el funcionamiento del capitalismo extractivista. Además, lo acontecido en Paz de Ariporo indica a nivel micro y por anticipado cómo van a ser las guerras climáticas, en las cuales la sed insaciable de materia y energía del capitalismo destruye los hábitats locales al tiempo que exacerba la lucha por la supervivencia de los más pobres, que ya no tienen acceso ni siquiera al agua, y condena a la extinción a especies animales y vegetales, junto con la destrucción de la biodiversidad y de los ecosistemas. En este sentido, lo que sucede en Casanare es una terrible advertencia de lo que nos espera con el trastorno climático.
Luchas
En diversos lugares del territorio colombiano se han presentado protestas, resistencias y rebeliones contra el extractivismo y sus variantes. Según un estudio realizado para el Atlas Global de Justicia Ambiental, en estos momentos en Colombia se presentan 72 conflictos socio-ambientales. En Tolima, Santander, Cauca, los Llanos Orientales y otros lugares de Colombia se han desplegado notables protestas y la gente se organiza de múltiples formas para enfrentar la “locomotora minera” y los proyectos extractivistas. Entre esas luchas se destacan las libradas por los habitantes de Cajamarca y San Turban contra la minería del oro, y también las de los trabajadores petroleros en Puerto Gaitán contra la Pacific Rubiales., aunque tienen sentidos diferentes. Mientras los trabajadores petroleros están interesados en mejorar las condiciones de trabajo, sin cuestionar la misma extracción de petróleo, y las organizaciones laborales, como la Unión Sindical Obrera (USO) propenden por la nacionalización de los hidrocarburos y su explotación por parte del Estado, las comunidades locales, campesinas e indígenas, buscan que no sean extraídos esos bienes comunes de las entrañas de la tierra. Esto último se expresa en la lucha de los pobladores de El Tolima, que saben lo que implica la apertura de una descomunal mina de oro. Por eso, llevan años denunciando ese crimen social y ambiental, como lo ratificaron en la consulta de Piedras, donde el 99% de los votantes dijeron no a la AngloGold Ashanti.
La oposición al extractivismo en Colombia ha tenido un mayor calado
en aquellas regiones en donde las comunidades locales sienten directamente
afectadas sus condiciones de vida y de subsistencia y lo hacen, además, a partir
de una defensa del territorio en donde entran en juego otras nociones de
territorialidad, producidas por y para las mismas comunidades. Esto indica que,
en contra de la propaganda de la globalización que nos anuncia el “fin de los
territorios”, éstos adquieren una renovada fuerza para el capital y, por lo
mismo, en esos lugares concretos es donde se ponen en juego las estrategias de
lucha y de construcción de nuevas alternativas, desde abajo y desde el sur, como
ha aflorado en los últimos años con los paros agrarios.
Gran parte de los conflictos ambientales se ubican en zonas habitadas por comunidades indígenas y pueblos afrocolombianos, como acontece en la Costa Atlántica en donde grupos étnicos soportan y se enfrentan al impacto negativo de la explotación de carbón, la expansión de la Ruta del Sol, la construcción de represas (Ranchería y Puerto Brisa) y los proyectos turísticos en el Parque Nacional Tayrona.
Aparte de los impactos económicos, sociales y ambientales del extractivismo en la vida cotidiana de las comunidades se despliegan un conjunto de antivalores (¿como cuáles?) que destruyen sus formas organizativas, sus tradiciones y sus relaciones ancestrales con sus territorios, tal y como lo demuestran los Awá, para quienes el petróleo es la sangre de la tierra y por lo tanto nunca debe ser extraído de las entrañas del suelo. Los conflictos socioambientales se constituyen en una respuesta de las comunidades al extractivismo, como se pone de presente con el hecho que hayan aumentado desde el momento en que se incrementó la concesión de títulos mineros durante los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos.
Gran parte de los conflictos ambientales se ubican en zonas habitadas por comunidades indígenas y pueblos afrocolombianos, como acontece en la Costa Atlántica en donde grupos étnicos soportan y se enfrentan al impacto negativo de la explotación de carbón, la expansión de la Ruta del Sol, la construcción de represas (Ranchería y Puerto Brisa) y los proyectos turísticos en el Parque Nacional Tayrona.
Aparte de los impactos económicos, sociales y ambientales del extractivismo en la vida cotidiana de las comunidades se despliegan un conjunto de antivalores (¿como cuáles?) que destruyen sus formas organizativas, sus tradiciones y sus relaciones ancestrales con sus territorios, tal y como lo demuestran los Awá, para quienes el petróleo es la sangre de la tierra y por lo tanto nunca debe ser extraído de las entrañas del suelo. Los conflictos socioambientales se constituyen en una respuesta de las comunidades al extractivismo, como se pone de presente con el hecho que hayan aumentado desde el momento en que se incrementó la concesión de títulos mineros durante los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos.
Notas:
Luis Jorge Garay (Director), Minería en Colombia. Fundamentos para superar el modelo extractivista, Contraloría General de la República, Bogotá, 2013.
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/U/uso_de_toxicos_aun_en_entredicho/uso_de_toxicos_aun_en_entredicho.asp
IGAC, Estos son los “cinco pecados” que podrían haber desencadenado la tragedia ambiental en El Casanare, en http://www.igac.gov.co/wps/wcm/connect/
Orlando Cabrales, “Agua o petróleo: un falso dilema”, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13826183
Citado en http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/ndetalle/article/mala-planificacion- y-uso-del-suelo-atizan-sequia-en-los-llanos.html
Mike Davis, Los holocaustos en la era victoriana tardía. El Niño, las hambrunas y la formación del Tercer Mundo, Universidad de Valencia, Valencia, 2006.
Ver: “El alarmante informe sobre cambio climático”, Revista Semana, marzo 31 de 2014.
IDEAM, Glaciares de Colombia: más que montañas con hielo, Bogotá, 2012; Greempace Colombia, Cambio climático: Futuro negro para los páramos, Bogotá, noviembre de 2009.
Harald Welzer, Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI, Katz Editores, Buenos Aires, 2010.
Colombia es el país con más conflictos ambientales de América Latina, http://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/mapa/30830
(*) Renán
Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica
Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo
XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy
Rebelde, (4 volúmenes), Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo:
mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; Capitalismo y
Despojo, Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2013, entre otros. Premio Libertador,
Venezuela, 2008. Su último libro publicado es Colombia y el Imperialismo
contemporáneo, escrito junto con Felipe Martín Novoa, Ed. Ocean Sur, 2014.Luis Jorge Garay (Director), Minería en Colombia. Fundamentos para superar el modelo extractivista, Contraloría General de la República, Bogotá, 2013.
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/U/uso_de_toxicos_aun_en_entredicho/uso_de_toxicos_aun_en_entredicho.asp
IGAC, Estos son los “cinco pecados” que podrían haber desencadenado la tragedia ambiental en El Casanare, en http://www.igac.gov.co/wps/wcm/connect/
Orlando Cabrales, “Agua o petróleo: un falso dilema”, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13826183
Citado en http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/ndetalle/article/mala-planificacion- y-uso-del-suelo-atizan-sequia-en-los-llanos.html
Mike Davis, Los holocaustos en la era victoriana tardía. El Niño, las hambrunas y la formación del Tercer Mundo, Universidad de Valencia, Valencia, 2006.
Ver: “El alarmante informe sobre cambio climático”, Revista Semana, marzo 31 de 2014.
IDEAM, Glaciares de Colombia: más que montañas con hielo, Bogotá, 2012; Greempace Colombia, Cambio climático: Futuro negro para los páramos, Bogotá, noviembre de 2009.
Harald Welzer, Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI, Katz Editores, Buenos Aires, 2010.
Colombia es el país con más conflictos ambientales de América Latina, http://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/mapa/30830
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188553
Pronunciamiento, con validez en toda Nuestra América, contra el
"modelo
capitalista y patriarcal de sociedad, concentrador de poder y de riquezas".
Mujeres campesinas en la lucha contra el agro-negocio,
por reforma agraria y
soberanía alimentaria.
Marzo 2009
Nosotras
mujeres, campesinas, ribereñas, extractivistas, indígenas, quilombolas y sin
tierra, denunciamos a través de nuestras acciones
políticas la extrema gravedad de la situación brasileña. No nos subordinaremos a
este modelo capitalista y patriarcal de sociedad, concentrador de poder y de
riquezas. No queremos el proyecto de agricultura del agronegocio, hidro-negocio
y de las transnacionales en Brasil.
Nos movilizamos, para enfrentar la crisis política,
económica, social y ambiental, creada por las elites que controlan el Estado: el
capital financiero internacional y las transnacionales. No aceptamos pagar la
cuenta de la crisis, con la súper-explotación de nuestro trabajo, bajos
salarios, aumento de la jornada de trabajo y con el avance de la explotación
sobre los recursos naturales. Por eso, DENUNCIAMOS:
EL AGRO E HIDRO-NEGOCIO SON
INSOSTENIBLES: los monocultivos, con destaque para la caña, soja y
eucaliptos, a través del uso intensivo de venenos, causan un fuerte
desequilibrio ambiental, serios problemas sociales y generando graves
consecuencias para la humanidad. Es un modelo que se apropia y domina el agua,
la tierra, las fuentes de energía, los recursos minerales, las semillas y toda
la biodiversidad. A través de los transgénicos ejerce el control de las
semillas, causando el aumento de enfermedades, especialmente en mujeres y niños.
Avanza
sobre los recursos naturales, con el objetivo de aumentar sus lucros sobre las
florestas, en Amazonia y el lo que aún subsiste del Cerrado, de la Floresta
Atlántica, del bioma pampa y del semi-árido del nordeste.
SÚPER-EXPLOTACIÓN DEL TRABAJO:
los grandes lucros
de este modelo son obtenidos a través de bajos salarios, precarización, amenaza
constante de desempleo y condiciones semejantes a las del trabajo esclavo.
Esta súper-explotación del trabajo es la que permite que las mercaderías
–resultantes de este modelo, sean una de las más baratas y competitivas del
mundo.
FINANCIACIÓN DEL ESTADO: Este modelo es beneficiado
a través de la inversión pública que
retira los recursos de los pobres – en la forma de
impuestos – y los repasa a los ricos. La sociedad brasileña gasta
actualmente alrededor de 150 billones de reales al año en el pago de los títulos
de la deuda pública, que son repasados para 20 mil familias, entre dueños de
bancos, especuladores nacionales e internacionales. Sin esos recursos, el
gobierno no consigue invertir en educación, empleo, salud, derechos de previsión
social, habitación y reforma agraria. Este repase ocurre, principalmente, a
través del FAT (Fondo de amparo al Trabajador) el del BNDES (Banco Nacional de
Desarrollo Económico y Social) – organismos gubernamentales. Es el modelo más
rentable para los capitalistas y el más dependiente de inversiones públicas. Por
generar divisas en dólares, el gobierno y el Estado le dan todo el amparo,
especialmente en líneas de crédito: el agro-negocio recibe más de 65 billones de
reales por año de los bancos públicos. Y con exención de impuestos de
exportación. Exportar apenas materias primas no desarrolla el país ni distribuye
la renta entre todas y todos.
ALIANZA CRIMINAL: Hay una alianza entre los
capitalistas y los grandes propietarios de tierra con las empresas
transnacionales que controlan el abastecimiento de insumos industriales –
abonos, fertilizantes, venenos y máquinas – controlan el precio y el mercado de
cada producto. Brasil continúa dando prioridad a la exportación de materias
primas, sin valor agregado, vendiendo a bajos precios, y transfiriendo parte de
nuestras riquezas naturales inclusas en el producto.
CRIMINALIZACIÓN DE LA LUCHA: En los últimos tiempos
el estado ha utilizado todo el aparato policial, el poder judicial y los medios
de comunicación para defender a las empresas, al agro-negocio y a la propiedad
privada, criminalizando las luchas sociales.
Reafirmamos la lucha como única alternativa para las
transformaciones sociales! Tenemos derecho a luchar! Nos movilizamos para
defender la agroecología, la biodiversidad, la agricultura campesina
cooperativada, la producción de alimentos saludables, la Reforma Agraria, los
derechos de previsión social, salud y educación gratuita y de calidad para
todos. Para defender la tierra, el agua, las semillas, la energía y el petróleo
como bienes naturales al servicio de la humanidad.
Rompemos el
silencio para rescatar la cultura y el conocimiento campesino, rescatar nuestro
Brasil. Por eso convocamos a todo el pueblo brasileño a luchar y unirse para
construir un nuevo proyecto de desarrollo que beneficie a todo el pueblo y no
sólo a las empresas y bancos. Continuaremos luchando y organizando mujeres,
hombres, juventud trabajadora niños para defender nuestro derecho a vivir en un
Brasil justo, igualitario y soberano.
VIVA EL 8 DE MARZO DÍA INTERNACIONAL DE LUCHA DE LAS
MUJERES TRABAJADORAS! VIA CAMPESINA BRASIL y FETRAF
Fuente: http://www.dariovive.org/notas/viacampesina2.htm
Fuente: http://www.dariovive.org/notas/viacampesina2.htm
Proyecto emancipatorio a recuperar por
los pueblos de Nuestra América y del Sur Global.
Zapata Vive: “¡Tierra
y Libertad!”, ayer y hoy
En
el marco del centenario de la Revolución Mexicana, Francisco Pineda,
antropólogo mexicano, autor de La irrupción zapatista y La revolución
del sur, señala en entrevista que “mientras exista explotación, la revolución es
una necesidad imperiosa”.
Francisco
Pineda es investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH),
estudioso del zapatismo y autor de dos libros y varios ensayos sobre el tema. En
esta entrevista habla del legado más importante del general revolucionario
Emiliano Zapata, de los problemas que enfrentó el Ejército del Sur, y de la
actualidad del grito de Tierra y Libertad. El antropólogo se refiere también,
desde una perspectiva histórica de larga duración, a las luchas de los pueblos
zapatistas, ayer y hoy.
A
continuación la entrevista:
¿Las
demandas por “Tierra y Libertad” de Emiliano Zapata y su movimiento están
vigentes en el México de hoy?
Hay que
tener en cuenta que en el caso de la revolución del sur TIERRA tuvo un sentido
amplio, claramente expuesto en los manifiestos en náhuatl de Emiliano Zapata
(1918): la lucha es por nuestra querida Madre Tierra, la que se dice Patria (to
tlalticpac-nantzi mihtoa Patria). Esta noción está presente en diversos modos;
por ejemplo, en la fotografía de la revolución del sur, en la canción, en los
manifiestos, documentos del Cuartel General del Sur, testimonios orales
zapatistas, etcétera. Es decir,
Tierra y
Libertad en este caso significa la lucha por la liberación social de todo el
pueblo mexicano. Incluye, por lo tanto, la lucha de liberación nacional.
En países
como México, no se puede pensar en la liberación social sin liberación nacional,
pues la dominación imperialista es parte constituyente del sistema de
explotación, despojo y humillación.
Zapata lo resumió, en una ocasión en estos términos:
la revolución
representa la emancipación de un pueblo oprimido desde hace cuatro siglos
(1912). En este sentido la causa de la liberación planteada por el Ejército
Libertador encabezado por Emiliano Zapata está vigente.
¿Cuáles han sido los logros más importantes del movimiento de Emiliano Zapata?
Uno, la
revolución del sur logró demoler el régimen colonial de propiedad agraria que
implantó Hernán Cortés en Morelos, la hacienda. La zafra de 1912-1913 fue la
última que se hizo en Morelos bajo ese régimen agrario colonial.
Dos, la
revolución del sur y la revolución del norte (villismo) lograron demoler al
ejército oligárquico. Ese ejército desapareció por completo en 1914, cuando fue
derrotado por la revolución en los campos de batalla.
Además, hay
que tener en cuenta que el zapatismo implantó, en la Convención Revolucionaria
de México (1915), otras medidas: abolición del presidencialismo; una política
sobre la tierra que incluía agricultura, minería y petróleo; reconocimiento del
derecho obrero para organizar sindicatos, huelga, boicot y sabotaje; el
reconocimiento del derecho a la emancipación de la mujer, empezando por
reconocerle su derecho al divorcio.
¿Cuáles fueron sus errores más graves?
En mi
opinión los problemas más serios se ubicaron en el plano de las alianzas. Los
zapatistas fueron burlados por Francisco Madero (1911), Pascual Orozco (1913),
los gobiernos convencionistas (1915) encabezados por villistas (Roque González
Garza y Francisco Lagos Cházaro). Finalmente, Emiliano Zapata fue asesinado al
implementar una alianza tan amplia (1919), con carrancistas, que incluyó al
operador del crimen, el coronel Jesús Guajardo. No hay que perder de vista que,
en el seno de esas alianzas, desde 1911, se tramó el asesinato de Zapata.
Está claro
que este problema general de la revolución, desde el inicio hasta el fin, rebasa
lo que podría ser considerado como “error”. Es decir, en primer lugar, no se
trata de un asunto unilateral; y, en segundo lugar, la voluntad de asesinar a
Zapata involucra aliados tales como “el apóstol de la democracia”, Madero.
¿Quiénes, cuáles sectores de la población mexicana, exigen hoy “Tierra y
Libertad”?
La
revolución del sur, en el Plan de Ayala, planteó que los pueblos tomarían
posesión de las tierras que les fueron despojadas y que las defenderían con las
armas en la mano. Esta medida revolucionaria es una
acción directa, sin la mediación del Estado. Ahí se puede apreciar coincidencia
con prácticas zapatistas contemporáneas.
Pero no hay
que perder de vista que hoy existe otro contexto. México no vive un periodo
revolucionario y tampoco la situación internacional es semejante a la
turbulencia mundial que se produjo desde la guerra de independencia de Cuba,
1898, hasta la insurgencia espartaquista alemana, 1919.
En
la actualidad, ¿qué fuerzas plantean demoler el capitalismo?
¿Quién
plantea, hoy, confiscar los monopolios? ¿quién plantea nacionalizar los bienes a
los enemigos de la revolución? Estas dos medidas revolucionarias constituyen dos
artículos del Plan de Ayala, 1911, y se pusieron en práctica, extensamente,
cuando la revolución derrotó a la dictadura militar huertista.
Pienso que,
para que las luchas avancen, en la época actual corresponde ser más autocríticos.
Y, en este sentido, podemos confrontar planteamientos históricos de la
experiencia revolucionaria -la confiscación zapatista de los monopolios, por
ejemplo- con los planteamientos que se levantan hoy. Pudiera ser que los
resultados de ese ejercicio nos sorprendieran y desencadenaran una actitud menos
conformista con nosotros mismos. Me parece que hay una fascinación, en la
actualidad, con frases del tipo “otro mundo es posible”. Creo que esto se debe a
que cada quién puede darle contenido a tal enunciado y esta posibilidad virtual
fascina. Pero al mismo tiempo, podemos considerar que si una frase así puede
aceptar infinitas posibilidades de contenido, esto se debe a que es una frase
vacía.
En otras
palabras, el postulado de la Comuna de París “la tierra es del que la trabaja”,
retomado por los zapatistas en la revolución mexicana, tiene un contenido
específico, con mayores posibilidades para orientar la lucha en el terreno
práctico. Fascina menos, pero orienta más.
Primera
plana del periódico “Excelsior” 1919
¿Cuáles son las coincidencias o las similitudes entre el zapatismo de la
Revolución Mexicana y el neo-zapatismo de hoy?
Desde una
perspectiva histórica de larga duración, las luchas de los pueblos zapatistas,
ayer y hoy, forman parte del mismo proceso de liberación. La colonialidad del
poder que se implantó hace cinco siglos está presente en la actualidad. Por
ejemplo, el Estado no reconoce los derechos y la cultura indígenas.
¿Cuáles son las diferencias más claras? ¿Es posible comparar a los dos
movimientos?
Desde una
perspectiva de corta duración, las diferencias son evidentes. No vivimos un
contexto revolucionario, como ya se ha dicho. El Ejército Libertador enarboló el
Plan de Ayala, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional ha levantado, hasta
ahora, seis Declaraciones de la Selva Lacandona.
Creo que es
posible compararlos en un sentido que es fundamental. En ambos casos, el sujeto
colectivo no es principalmente el aparato armado, sino
los pueblos
insurgentes quienes luchan por la liberación y adoptan múltiples formas
organizativas.
Una de estas formas, en ambos casos, es fundamental: el pueblo armado.
Todos conocemos la frase “si Zapata viviera, con nosotros estuviera”. ¿Con quién
estaría Zapata hoy?
El sentido
de esa frase es colectivo, Zapata estaría en la lucha actual, con todos
nosotros. Es decir, la frase nunca ha tenido un sentido semejante a “estaría
conmigo, no contigo”. Por otro lado, creo que se puede considerar que esa frase
-“Si Zapata viviera, con nosotros estuviera”- es una derivación de otra -“Zapata
vive, la lucha sigue”- que tuvo un origen histórico preciso.
En 1919,
cuando los carrancistas asesinaron a Emiliano Zapata, el Estado y los aparatos
dominantes de propaganda trataron de imponer un sentido específico al
acontecimiento histórico: “Murió Emiliano Zapata: el zapatismo ha muerto”. Por
eso exhibieron su cadáver y difundieron las fotografías, tratando de hacer
evidentes las dos cosas, la muerte de Zapata y del zapatismo.
Pero, desde
aquella ocasión, en Cuautla, Morelos, el pueblo rebelde también negó las dos
cosas: No es el cadáver de Zapata, ¡Zapata vive, la lucha sigue!
En mi
opinión, aquél día, los rebeldes hallaron la salida a un callejón sin salida.
¿Es
posible una nueva revolución en México? ¿O piensas que hay opciones más
realistas”?
En estas
cuestiones, generalmente, las opciones “más realistas” son conservadoras. Un
ejemplo, el 11 de abril de 1919, habría sido “muy realista” aceptar la muerte de
Zapata y poco “realista” sostener que “Zapata vive”, para lanzar el gran desafío
de ese momento: la lucha sigue.
Es posible,
a partir de esto, considerar que el “realismo” puro es una forma de aceptación
de las condiciones vigentes (dominación), mientras que la “realidad” de un
proceso revolucionario se inscribe, al mismo tiempo, dentro del sistema vigente
y fuera de él.
Mientras
exista explotación, la revolución es una necesidad imperiosa. La posibilidad de
la revolución está en la fuerza que logren desplegar los explotados.
Obras
de Francisco Pineda
Libros (ambos
en Ediciones Era):
La irrupción zapatista, 1911.
La revolución del sur, 1912-1914.
La irrupción zapatista, 1911.
La revolución del sur, 1912-1914.
Algunas publicaciones recientes:
“Operaciones de poder sobre la imagen de Zapata, 1921-1935”, Julieta Haidar (Coord.), La arquitectura del sentido II, ENAH, en prensa, 2010.
“Operaciones de poder sobre la imagen de Zapata, 1921-1935”, Julieta Haidar (Coord.), La arquitectura del sentido II, ENAH, en prensa, 2010.
“La guerra
zapatista, 1911-1915”, en Historia de Morelos. Tierra, gente, tiempos del Sur,
tomo 7, Horacio Crespo (Dir.), 2010.
“Rebeldías
sin fronteras: el zapatismo y Cuba, 1916-1920”, Dulce María Rebolledo y
Francisco Pineda, en Historia de Morelos. cit.
“Chinameca:
operaciones de Estado sobre la imagen de Zapata”, Memoria n. 247, octubre 2010.
“Racist Discourse in Mexico”, Alicia Castellanos, Jorge Gómez y Francisco
Pineda, en Racism and Discourse in Latin America, Teun A. van Dijk (Ed.);
Lexington Books, Laham, Maryland, USA, 2009. “To tlalticpac-nantzi mihtoa
Patria. Retórica nahua en la revolución del sur, 1918”, en Conceptos y objetos
de la retórica ayer y hoy, Gerardo Ramírez Vidal (Ed.), UNAM, México, 2008.
"Hegemonías,
dominaciones y resistencias son otras expresiones con las que se puede
representar dichas luchas. Considerados como prácticas discursivas, «buen
vivir» y «desarrollo» suponen la producción de verdades destinadas a
legitimar un orden o estatuto de saberes (objetos, límites y métodos); así
como también una constelación de poderes que se articulan asimétricamente en
torno a prácticas protagonizadas por diversas instituciones (Estado,
organismos internacionales, sociedad civil); y, además, la elaboración o
producción de identidades o subjetividades múltiples".
La construcción
social del “Buen Vivir” (Sumak Kawsay) en Ecuador
Genealogía del diseño
y gestión política de la vida
Por
David Cortez* (Ecuador)
(...)1.4
Respecto al método
En el
presente ensayo se asume la perspectiva teórica sugerida en el análisis de
discurso de Michel Foucault; retomando dicho instrumental de análisis para
plantear en perspectiva histórica el sentido del “desarrollo” en contextos
latinoamericanos, del modo como lo ha hecho, entre otros, Arturo Escobar.[13]
Desde este
trasfondo conceptual, “sumak kawsay” y “desarrollo” se consideran como
“prácticas sociales” cuyas dinámicas se pueden representar en términos de
“discurso”. Por consiguiente, la pregunta metodológica que orienta estas
investigaciones no es “objetiva” –por ejemplo, ¿qué es “buen vivir” o, a su vez,
“desarrollo”?–, sino “política”: ¿qué actores y con qué estrategias
intervinieron socialmente para legitimar discursos sobre la “vida buena” o, a su
vez, sobre el “desarrollo”? En este sentido, lo que interesa es un análisis del
ejercicio “político” que acompaña el aparecimiento de dichos discursos en el
marco histórico al cual hacemos referencia. En este sentido, nos referiremos a
los debates sobre “buen vivir” (Sumak Kawsay) y “desarrollo” desde las múltiples
luchas implicadas (teóricas, prácticas y simbólicas) en la construcción de
formas de vida que polemizan con la hegemonía histórica de otras que ha sido
implementadas por el Occidente moderno europeo-norteamericano en Latinoamérica y
otras regiones del mundo. Hegemonías, dominaciones y resistencias
son otras expresiones con las que se puede representar dichas luchas.
Considerados como prácticas discursivas, “buen vivir” y “desarrollo” suponen la
producción de verdades destinadas a legitimar un orden o estatuto de saberes
(objetos, límites y métodos); así como también una constelación de poderes que
se articulan asimétricamente en torno a prácticas protagonizadas por diversas
instituciones (Estado, organismos internacionales, sociedad civil); y, además,
la elaboración o producción de identidades o subjetividades múltiples.
Referirse al “buen vivir” como una perspectiva política desde estrategias plurales de construcción de espacios de resistencia y alternativas en el contexto de la dominación / opresión experimentadas con la implementación histórica de paradigmas de modernidad en la historia del estado-nación ecuatoriano. No interesa analizar una visión o sujeto abstracto que sería portador del “buen vivir”, sino la confluencia de múltiples perspectivas que se dan cita alrededor de estrategias que pugnan por la construcción de un “buen vivir”. 2. El “Buen Vivir” antes de los debates constituyentes En este apartado se aporta en la elaboración de una aproximación histórica de cómo se fue gestando el “sumak kawsay” o “buen vivir” en la sociedad ecuatoriana anterior a los debates constitucionales del año 2008. Se registran acontecimientos en los que están involucrados actores e instituciones de la época que comprende desde el así llamado retorno a la democracia a finales de la década del setenta hasta inicios del nuevo siglo. La construcción discursiva del “sumak kawsay” ocurre en el marco de la consolidación del capitalismo en términos de globalización y los consiguientes efectos negativos generados por la aplicación de programas neoliberales en la región. En este contexto, se destaca el protagonismo alcanzado por el movimiento indígena ecuatoriano, entre otros, así como también un contexto internacional que agudizó los debates en torno al sentido histórico y político de la celebración de los 500 años en 1992, especialmente respecto a las poblaciones originarias. Además, es una época en la que se articula una cierta sensibilidad ambiental que se expresó en eventos como la cumbre de Río en 1992, impulsando una agenda internacional que buscaba alternativas ante el fracaso de programas de desarrollo inspirados en los viejos postulados del industrialismo. Pero es sobre todo en relación a la construcción política del estado-nación que los conceptos de “plurinacionalidad” e “interculturalidad”, inicialmente propuestas por diversos sectores del movimiento indígena, que lograrán un campo de convergencia discursiva que, posteriormente, se articulará como el centro del “sumak kawsay”. En primer lugar, se presenta la perspectiva ambientalista que Vladimir Serrano caracteriza como “humanista” y “ecológica”. A continuación, nos referimos al legado de Mariátegui en las filas del Partido Socialista Ecuatoriano, así como también la convergencia que Alberto Taxo considera se da entre “la concepción runa de la economía” (1992) y una antropología de inspiración marxista. Constatando lo mismo en un evento organizado por el Comité Nacional por Renovación del Socialismo en el Ecuador en 2005. Seguidamente se destaca la labor de la “pastoral indígena” que se observa especialmente en la obra y planteamientos del obispo Leonidas Proaño en la provincia de Chimborazo. Se continúa con la presentación del “proyecto político de la Conaie” de 1997; así como con la propuesta pedagógica de la Universidad Intercultural Amawtay Wasi que ya se refiere explícitamente al “buen vivir”. Finalmente, se aborda el planteamiento de “desarrollo con identidad” que fuera elaborada por el Fondo Indígena, permitiendo una mirada a las tesis de una propuesta regional que también toma el “buen vivir” como planteamiento básico.
2.1 Ambientalismo y
desarrollo
Que la
“cosmovisión indígena” pudiera contribuir para superar la dicotomía entre
economía y ecología, resultante de la aplicación de modelos económicos
industrialistas, es una tesis que, sin llegar a desarrollarla, Vladimir Serrano
planteó, poco antes de 1992, en su extenso ensayo “El desarrollo económico y
social desde una perspectiva humanista y ecológica”.[14] Contexto general de sus
reflexiones es el debate generado por la diferencia de posiciones en materia de
economía entre una visión de “desarrollo sostenible”, que fue presentado y dado
a conocer por el informe Bruntland (1987) de las Naciones Unidas, por un lado, y
la propuesta de “ecodesarrollo” que fue posteriormente elaborado por Morris
Strong e Ignacy Sachs, por otro lado. Separándose de la primera, porque todavía
mantendría una esperanza únicamente en el desarrollo tecnológico y científico
occidental, Serrano se identifica con la segunda posición y propone tres
principios que deberían orientar una propuesta de desarrollo: conciencia
ecológica, ciencia holística y tecnología intermedia. La perspectiva holística
habría que entenderse como producción interdisciplinar de conocimientos y, sin
usar el término, como saber intercultural que recogería el legado de los pueblos
orientales e indígenas americanos. 6 Serrano retoma la crítica de Schumacher a
la “tecnología dura” dominante en la economía moderna, que se basaría en un
“antropomorfismo económico” al haber olvidado o subordinado el aporte y valor de
la naturaleza. Siguiendo al mismo autor, Serrano también recurre al concepto de
“tecnología intermedia”, que no es otra cosa que, a su vez, una crítica al
presupuesto del predominio antropocéntrico, es decir, la implícita sujeción del
hombre a la máquina. Tesis que, según Serrano, también coincidirían con los
planteamientos sobre “convivencialidad” que fueran planteados por Ivan Illich.
En este marco, nuestro autor ve el acervo tecnológico de las culturas andinas
como un campo de saber que en diálogo con saberes occidentales críticos podrían
emprender la elaboración de un campo de conocimientos alternativos: Debe
investigarse a fondo la existencia de las antiguas tecnologías andinas producto
precisamente de una concepción del mundo y por lo tanto de formulaciones
científicas, hay que propiciar su utilización y lograr su propia expansión,
enriquecerlas con conocimientos, nuevos incluso tomados de la tecnología
occidental pero ahora ya fundamentados en la realidad misma sobre la cual esos
conocimientos se aplicarían.[15] Sin poder saber lo que sería el futuro, Serrano
escribía programáticamente: La verdadera revolución en el Ecuador deberá ser
retroprogresiva, esto quiere decir que los grandes cambios se proponen a partir
del encuentro con sus raíces culturales, su pasado reivindicado y al mismo
tiempo proyectándose hacia el futuro, en función de cambios cualitativos muy
importantes que involucren entre otras cosas el forjar su nuevo ser cultural, en
el cual la ciencia y la tecnología tienen un papel fundamental,
más aún si se toma
en cuenta que la verdadera riqueza del país está no tanto en lo que se ha
considerado individualmente sus recursos naturales, sino precisamente en la
biodiversidad y la enorme riqueza ecológica.[16] (...)
2.4
Proyecto político de la Conaie 1997
En el documento “Proyecto político de la CONAIE”,[35] que elaboró y
publicó el consejo de gobierno de la misma organización, en 1997, no se menciona
el término “buen vivir” o “sumak kawsay”. No obstante, a lo largo del texto se
alude a un “modo de vida”, que podría ser constatado en los “valores
culturales”, en la “riqueza cultural y espiritual” y en una “cosmovisión”
particular, siendo hasta la fecha los pueblos y nacionales indígenas del Ecuador
sus principales protagonistas.
Los contenidos de dicho “modo de vida” aparecen explicitados sobre todo en el
apartado “Nuestros principios políticos e ideológicos”. Aquí aparecen
mencionados un “humanismo integral”, “comunitarismo”, “democracia plurinacional,
comunitaria y participativa”, “plurinacionalidad”, “interculturalidad”,
“autodeterminación”, “soberanía”, “independencia” y “solidaridad internacional”.
El documento se refiere a un “Humanismo Integral” en el que también se
expresaría el legado ancestral de los pueblos y nacionalidades indígenas del
Ecuador: “El humanismo que los Pueblos y Nacionalidades indígenas practicamos es
un Humanismo Integral donde el hombre, la naturaleza y el cosmos en estrecha y
armónica interrelación garantizan la vida.”[36] Que este “humanismo integral”
encuentra especial sentido en su relación con la naturaleza es algo que se puede
notar en la explícita referencia a la “madre naturaleza”. Siendo, además, el
modo de vida “comunitario” la forma en la que históricamente hablando los
pueblos indígenas habría sabido adaptarse, sufriendo también modificaciones,
pero sin haber llegado a desaparecer, siendo practicado hasta la fecha: “El
comunistarismo en la forma de vida de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas
basada en la reciprocidad, solidaridad e igualdad; un sistema socioeconómico y
político de carácter colectivo en el que participan todos sus miembros.”[37] La
CONAIE también propone la construcción de un modelo de “Estado Plurinacional,
Plurilingue y Pluricultural” como eje de su proyecto político; aspiración que en
la introducción del documento aparece sintetizada como la “Nueva Sociedad
Humanista Intercultural” y en el apartado de principios políticos, a su vez, se
presenta como un tipo de democracia plurinacional, comunitaria y participativa.
Proyecto en que el contenido de la “plurinacionalidad” se sustentaría en “la
diversidad real e innegable de la existencia de los Pueblos y Nacionalidades
indígenas como entidades económicas políticas y culturales históricas
diferenciadas.”
En este sentido, “nación” se define en el documento como un “grupo
humano unido por vínculos especiales de homogeneidad cultural, histórica,
política, económica y linguística, que comparten un territorio y están regidos
por un mismo gobierno. Territorio de un país. Conjunto de habitantes de un país
regidos por un mismo gobierno.”;[38] lo cual no atentaría contra el principio de
la unidad política porque la “nación plurinacional” se entendería como “El
conjunto de Nacionalidades diversas, asentadas en un territorio definido de un
país y regidos por un solo gobierno.”[39] Finalmente, la “interculturalidad”
aparece en el documento como el principio que progugna el respeto de la
“diversidad de Pueblos y Nacionalidades Indígenas y demás sectores sociales
ecuatorianos, pero a su vez demanda la unidad de estas, en el campo, económico,
social, cultural y político, en aras de transformar las actuales estructuras y
construir el Nuevo Estado Plurinacional, en un marco de igualdad de derechos,
respeto mutuo, paz y armonía entre las nacionalidades.”[40](...)
Fuente: http://www.uasb.edu.ec/UserFiles/369/File/PDF/CentrodeReferencia/Temasdeanalisis2/buenvivirysumakkawsay/articulos/Cortez.pd
Fuente: http://www.uasb.edu.ec/UserFiles/369/File/PDF/CentrodeReferencia/Temasdeanalisis2/buenvivirysumakkawsay/articulos/Cortez.pd
En Argentina ya comenzó a andar desde hace años la praxis de los desafíos agroecológicos. Al respecto Javier Carrera señala:"El éxito de esta estrategia dependerá de la capacidad de articulación y sostenimiento económico de los actores que impulsan la agrobiodiversidad en esta etapa inicial. América Latina tiene una tradición de varias décadas de lucha social y política en el tema, de la mano de varias organizaciones a nivel nacional y continental. Gracias a su trabajo, las semillas se han posicionado como un tema importante y que genera reacciones muy positivas en la opinión pública. Pero esta labor, si bien ha frenado la expansión del monopolio fitogenético en varios frentes, no ha logrado asegurar un autoabastecimiento de semillas a nivel local, con lo que la erosión genética continúa. Ése es el reto que ahora tratan de enfrentar las redes de guardianes y custodios de semillas, que existen o se están formando en cada país del continente. Son grupos de ciudadanos, productores y productoras de semillas que se están organizando para afrontar juntos los retos de la producción orgánica de semillas en las difíciles condiciones actuales". LeerDe ahí la relevancia del Primer Encuentro Nacional que, a la vez, va construyendo la «reforma agraria integral» por recuperación comunal de territorios mirando a la soberanía alimentaria.
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