Las nuevas fronteras de
las commodities
en Venezuela
10 de marzo de 2016
Por Emiliano Terán Mantovani
“El capitalismo está definido por el movimiento de frontera […] La
apropiación de la tierra y el trabajo de frontera ha sido la condición
indispensable para las grandes olas de acumulación de capital, desde la era de
los Holandeses en el siglo XVII hasta el ascenso del neoliberalismo en los años
70 y 80 del siglo XX […] Las fronteras [son] la vía decisiva para que otros,
fuera del circuito del capital, [paguen] la factura de la acumulación
interminable de capital”.
Jason Moore
“La Faja [del Orinoco] es territorio virgen, no hay
resistencias”
Ricardo Menéndez, Ministro de Planificación, 2015
“Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de solo estar
contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y
patriarcal”.
Berta Cáceres
La significativa
reorganización geoeconómica del territorio venezolano que se está impulsando
actualmente alrededor del extractivismo no es cualquier cosa. Si hay algo que
ha unido a todos los grandes proyectos político-partidistas en disputa en el
país –Plan de la Patria, Programa de la MUD, “Petróleo en La Mejor Venezuela ”
de Leopoldo López– es su horizonte hacia un extractivismo repotenciado (y en
numerosos sentidos salvaje). Sólo que ahora en este contexto de capitalismo del desastre y de crisis histórica, se han creado
las condiciones para evitar cualquier resistencia por parte de políticas
nacionalistas: ahora la pelota parece estar del lado del capital transnacional.
Así pues, el capital
reorganiza coaliciones con las élites políticas nacionales, redefine las
funciones históricas de Venezuela en la división internacional del trabajo y la
naturaleza, y acelera la expansión tanto en extensión como en intensidad, a las
nuevas fronteras de las commodities, a la apropiación las últimas zonas
“vírgenes” del país, para abrir paso a un nuevo proceso de acumulación
originaria. Esto no es cualquier cosa porque no se trata sólo de la
conformación de un nuevo pacto político, o la asunción de nuevas estructuras de
poder, sino de cómo se va a moldear el territorio nacional, como se va a
desarrollar el capitalismo-en-la-naturaleza (J. Moore), orientado a las funciones
del mercado mundial, tal y como ocurrió en las primeras décadas de la Venezuela
petrolera. Estamos ante una oleada sin precedentes de mercantilización de la
naturaleza en el país. (…)
(…)Modalidades del
extractivismo en las nuevas fronteras de las commodities
Las nuevas fronteras
de las commodities no solo suponen un avance cuantitativo de la
mercantilización y apropiación de la naturaleza y la vida (más hectáreas
ocupadas, más cuotas extractivas, más sectores de la actividad extractiva). En
estos tiempos en los que se hace cada vez más borrosa la
distinción entre “progresismo” y neoliberalismo en América Latina,
es importante evaluar también qué modalidades y operaciones le dan forma a
estos proyectos y formas de gestión y gobernanza de los “recursos naturales” y
los territorios. Mencionaremos 4 modalidades:
- Pagar
con commodities: apropiación directa del “recurso”
Este formato ya se ha
venido desarrollando desde hace unos años con los préstamos por petróleo que ha
venido adquiriendo el gobierno venezolano con China. El “modelo exitoso de la
Faja del Orinoco” (E. Del Pino) parece que se aplicará en los demás convenios
extractivos. Por ejemplo, en enero de este año el Ministro Del Pino ofrecía
estímulos a inversores para levantar la extracción de carbón de Carbozulia,
proponiendo pagar con carbón de alta calidad parte del financiamiento adquirido
con éstos.
- Las
Fajas y las Zonas Estratégicas de Desarrollo Nacional: extractivismo como
desterritorialización salvaje
En noviembre de 2014
se hizo oficial la "Ley
de Regionalización Integral" (LRI), que plantea las figuras de las “Zonas
Estratégicas de Desarrollo Nacional” (ZEDN) y las “Zonas económicas
especiales” (ZEE) –tomadas del modelo chino–, las cuales representan una liberalización integral de regiones
geográficas del país, para derribar obstáculos al capital (IED). En ellas
se plantean políticas tales como: estímulos fiscales y aduanales, incentivos
económicos a las empresas para el desarrollo de las zonas; liberación de
restricciones arancelarias, suspensión de impuestos a empresas; definición de
una autoridad (coordinador) de la ZEDN; definición de un régimen especial y
extraordinario de contrataciones, acorde a los objetivos de la ZEDN que se
cree; posibilidad de una administración especial de los ingresos generados en
las zonas; autorizaciones para la movilización de mercancías y facilidades de
despacho, simplificación de trámites y obtención de permisos de forma sencilla;
y orientación de las ZEE a la exportación y comercio internacional (aunque no
únicamente).
El reordenamiento
geográfico de este formato extractivista propone una territorialización que no
se centra únicamente en el enclave extractivo, planteando en cambio todo un eje
integral desarrollista, una nueva forma del capitalismo-en-la-naturaleza:
las fajas (faja minera, faja petrolífera, faja pesquera). Junto a Paraguaná, el
eje Morón-Puerto Cabello, y en el eje Ureña-San Antonio, estos enclaves de las
nuevas fronteras de las commodities han sido decretados oficialmente como ZEDN,
para potenciar la acumulación originaria que allí se proyecta.
Aunque la LRI no hace
referencia específica a ningún parámetro ambiental, preocupa que esta
liberalización territorial sea un cheque en blanco para la devastación de la
naturaleza, y haga prácticamente imposible detener estos procesos destructivos
de la vida, si acaso pudiendo apenas remediarlos posteriormente.
- La
naturaleza como reserva monetaria: hipotecar la vida
La expansión del
extractivismo de oro en Venezuela tiene relación no sólo con el negocio en sí,
sino también con las posibilidades de reforzar directamente las reservas
internacionales del país. Adicionalmente, tras una reforma de la Ley del Banco
Central realizada por el presidente Maduro en diciembre de 2014, el diamante y
demás piedras o metales preciosos forman parte de las reservas internacionales.
Así que, incluso lo
que no se ha extraído entra a la valoración del casino del mercado mundial –de
ahí el afán por la certificación de las reservas mineras–. La Vida ecológica
pasa a ser reserva monetaria, forma de cumplimiento de pago de deuda, y
garantía de la hipoteca.
Con esta neoliberalización de la naturaleza, esta entra de lleno
en los términos del ajuste y la reestructuración económica. De ahí que la
relación de la minera canadiense Gold Reserve Inc. con el gobierno nacional
pasara, de ser expropiada en 2009, seguido de un arbitraje del CIADI por este
caso que falló contra Venezuela por 760 millones US$ en 2014, a firmar en febrero
de este año (2016) un acuerdo con dicho gobierno para operar en la mayor mina
de oro del país –el CEO de Gold Reserve ha dicho también que aspira contar con
la conformación de una ZEE–, al tiempo que Venezuela se comprometió a pagar el
monto del arbitraje en 60 días. Hemos pasado del extractivismo por
desarrollismo al extractivismo por endeudamiento. En esencia, la trampa de la
deuda se cobra con taladros, excavadoras y cianuro.
- Gobernanza
sobre los “recursos naturales”: la amenaza de una oligarquía autoritaria
Una expansión
territorial de este tipo supone necesariamente un tipo gobernanza sobre los
llamados “recursos naturales” y el territorio que se amolde a ella. Una
coalición corporativa aparece como la garante del “desarrollo” y la seguridad
nacional. Conviene pues preguntarse, cuál será el papel tanto del sector
militar, como el de las compañías transnacionales en estos procesos.
Respecto al primero,
además de evaluar su rol histórico en la composición del Petro-estado
venezolano y su papel en el devenir de la Revolución Bolivariana ,
el decreto del 10/02/2016 de la creación de la Compañía Anónima Militar
de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (CAMIMPEG - Gaceta Oficial N°
40.845) parece indicar las formas de este nuevo rol: no solo apunta a una
completa “securitización” de los recursos naturales del país –ya se contemplan
despliegues de las Fuerzas Armadas y labores de inteligencia logística en las
ZEDN–, sino también a una gestión directa del sector militar en el proceso
extractivo, siendo que la Camimpeg estará facultada para realizar una
larguísima lista de operaciones que lo abarca prácticamente todo (art. 3): “todo
lo relativo a las actividades lícitas de Servicios Petroleros, de Gas y
Explotación Minera en general, sin que esto implique limitación alguna”. La
sociedad mercantil tendrá una duración de al menos 50 años y otorga
atribuciones directas al Ministro de la Defensa.
Esto se combina con un
mucho mayor nivel de incidencia territorial por parte de las compañías
transnacionales por medio de las flexibilizaciones y liberalizaciones de las
ZEDN y los acuerdos económicos realizados con el gobierno nacional, en el marco
de un Decreto de Emergencia Económica (Gaceta Oficial Extraordinaria N° 6.214)
y la declaración de estado de excepción en varios municipios de estados
fronterizos desde fines del año pasado. En comparación con la forma de la
alianza política en los primeros años de la Revolución Bolivariana
(Petro-Estado y base popular organizada), donde se plantearon Comunas, NUDES o
demarcación de tierras indígenas, la crisis y la nueva correlación de fuerzas
podrían apuntar a una modalidad de autoridad y gobernanza oligárquica sobre el
territorio y los recursos naturales.
Consecuencias
Los cambios en curso,
en el marco de la reproducción del extractivismo, un modelo de acumulación
capitalista que genera profundas desigualdades sociales, devastación ambiental
y dependencia sistémica, tendrían consecuencias que podrían ser muy
significativas. Mencionaremos algunas de ellas:
a) Renta extractiva, déficit
ecológico y pobreza estructural: uno de los argumentos principales es
que esta colonización salvaje de las nuevas fronteras se hace para obtener más
divisas, “impactar positivamente en el PIB” y garantizar la continuidad de las
políticas sociales. Lo que en realidad terminará ocurriendo es la liquidación
masiva de riqueza de la vida natural, de los medios
de reproducción de la vida social, para transformarlos en dinero el cual
serviría para el consumo de productos importados en las ciudades o para pagar
la deuda externa.
Hay por tanto una
riqueza que emerge (renta extractiva) sobre la destrucción de otra (vida
natural) –esta
imagen promocional del gobierno nacional representa muy bien esta disputa de
valoraciones–. Un ejemplo de esto está en la altísima huella de
agua y materiales que supone la minería de oro a cielo abierto (que será
aplicada en el proyecto Brisas-Las Cristinas). Si partimos de la estimación del
Ministro Del Pino, de las 7.000 toneladas de las reservas potenciales de oro en
el Arco Minero se obtendrían unos 200.000 millones US$ (esto dependería de los
flujos y condiciones del mercado mundial y de las pautas de los convenios).
Pero al mismo tiempo, obtener esta suma de dinero supondría, por ejemplo, una
pérdida abismal de riqueza de agua (la que sería utilizada específicamente para
el proyecto) de entre 3,1 a
7,4 billones de litros de agua –basado
en estimaciones en diversas investigaciones de minería de oro a cielo abierto
en Colombia–.
Desde un criterio de
sostenibilidad, el cotejo MMM US$/billones lts de agua es absurdo en semejantes
cantidades, sencillamente porque la gente no puede ni comer ni beber dinero.
Además, la transformación de la naturaleza en dinero hace que dicha riqueza
circule bajo las lógicas del capital mundial (flujos financieros), favoreciendo
a las clases propietarias y los países del Norte Global. Las consecuencias de
esto son un aumento del déficit ecológico y el potenciamiento de las bases
estructurales de la pobreza.
b) Patrón primarizado, dependencia
y crecimiento del metabolismo social: aunque se esté anunciando que
ahora sí vamos a salir del modelo rentista, este reordenamiento del territorio
supone un fortalecimiento del patrón primarizado, produciéndose un conflicto
entre usos del suelo, a favor del extractivismo. Como ejemplo, podríamos
preguntarnos ¿qué va a pasar con la agricultura en estados como Guárico,
Anzoátegui y Monagas, donde se va desarrollando la Faja del Orinoco?; ¿qué va a
pasar con la pesca en Sucre si se sigue impulsando megaproyectos gasíferos y de
infraestructuras en sus costas?
Adicionalmente, la
expansión de los impactos ambientales va mermando la disponibilidad de bienes
comunes naturales para la vida, al tiempo que podría crecer el metabolismo
social producto de la modernización y urbanización de nuevas zonas. Por
ejemplo, la gravísima crisis eléctrica en Venezuela –el ministro de Energía
Eléctrica, Luis Motta Domínguez, ha advertido de un colapso eléctrico en abril,
si no se toman medidas urgentes– es también producto del enorme sesgo urbano
nacional (casi 90% de la población) y la incapacidad doméstica para sostener el
crecimiento del metabolismo social del país. Un mayor déficit ecológico acentúa
la insostenibilidad económica del capitalismo rentístico venezolano.
c) Una devastación ambiental de
grandes proporciones: la vida en Venezuela es posible gracias a sus
fuentes de agua, al papel que cumplen sus sistemas ecológicos no urbanos, inclusive
posibilitando la existencia de las grandes ciudades del país, que dependen de
la importación de naturaleza para sobrevivir. La enorme devastación ambiental
que conlleva la expansión de estos megaproyectos extractivos tendría un impacto
en la vida integral del país. Recordemos, por ejemplo, que la zona FPO /Arco Minero se
desarrollaría en el medio de la cuenca hidrográfica más importante del país.
Son conocidos los crecientes problemas de contaminación y acceso al agua de la
región norte de Venezuela –la más poblada del país–, que se ven agravados por
fenómenos de intensas sequías (2010, o la actual). A su vez, podríamos asistir
a una mayor depredación de zonas de reserva como la Reserva Forestal
del Imataca, Parques Nacionales como Canaima o el Aguaro-Guariquito, o el Delta
del Orinoco. Antes que una reivindicación paisajista, se trata de un llamado a
la preservación de las posibilidades de vida armoniosa en el país.
d) Extraordinaria amenaza para la
subsistencia de los pueblos indígenas del país: los pueblos indígenas
se encuentran ubicados, fundamentalmente, en las nuevas fronteras de las
commodities. Los varios yukpa asesinados en los últimos años, la contaminación
por mercurio de la mayor parte de los pueblos Yekwana y Sanema en la cuenca del
río Caura, o los desplazamientos por contaminación y las infecciones de VIH en
el pueblo Warao, son ejemplos de efectos directos o indirectos que las
actividades extractivas dejan en sus territorios, y que se verían
extraordinariamente potenciados por esta expansión extractivista, que se
realiza sin ninguna consulta previa a estos. Una alerta debe propagarse para
evitar que este proceso colonizador arrase con lo que queda de nuestros
pobladores originarios.
Alternativas al tren
del extractivismo: ¿se pueden ‘ambientalizar’ las luchas en un país tan urbano
como Venezuela?
Existen alternativas a
esta nueva oleada de acumulación por desposesión, que estarían vinculadas, por
ejemplo, al impulso de la agricultura en diversas escalas; la recuperación de
pozos petroleros convencionales no explotados, en vez de insistir en la FPO y
la megaminería depredadora (moratorias), lo que serviría para financiar una
recuperación y la transición hacia otro modelo, como lo ha propuesto el
analista petrolero Carlos Mendoza Pottellá; usos diferentes de estas reservas
naturales, como el turismo sustentable; o bien una nueva arquitectura de
distribución de las rentas que tenga un sentido de justicia social (abolir
impuestos a los más necesitados y pechar, por ejemplo, a la banca nacional) de
transición ecológica (estímulos a actividades productivas comunitarias
sostenibles y desincentivos a actividades que generen devastaciones
ambientales), y de estrategia geopolítica (¿existe deuda odiosa en Venezuela?).
Pero no se puede dejar
de reconocer que la correlación de fuerzas ha cambiado negativamente respecto a
años atrás y el estado de corrupción que reina en las élites políticas,
gobernantes, partidos políticos y grandes sectores económicos del país es
enorme, lo que achica notablemente el margen de maniobra para una política de
izquierda.
Esto supone que una
alternativa ante esta ola de mercantilización de la naturaleza y depredación de
la vida debe ser construida necesariamente desde abajo. Diversos conflictos
eco-territoriales están en desarrollo en el país, generalmente vinculados a
pueblos indígenas, que defienden sus territorios y sus modos de vida ante el
avance desarrollista. Pero la población de las ciudades suele estar bastante
desvinculada de estos conflictos, o apática ante los procesos de degradación
ambiental en otros territorios lejanos al lugar donde habita.
La paradoja para un
país tan urbanizado como Venezuela es que, para detener el tren del
extractivismo, o al menos frenar lo más posible su desenfreno, es necesario el crecimiento de un
movimiento de justicia ambiental en las ciudades. ¿Podría la crisis del
capitalismo rentístico, el aumento de las dificultades para acceder al agua en
las ciudades, la creciente insostenibilidad de las mismas, abrir una etapa para
una mayor “ambientalización” del movimiento popular? Creemos que sí.
Esto en ningún sentido
es una tarea fácil. La histórica “cultura del petróleo” (Rodolfo Quintero) que
en buena medida ha configurado nuestros imaginarios, cuerpos y prácticas, se ha
proyectado como un ideal urbano, anti-agrícola y colonial con la naturaleza. Si hay
algo que podría ser culturalmente revolucionario en Venezuela es promover la
agricultura urbana y la ambientalización de las luchas populares. No porque
esto vaya a resolver todos los problemas del país, sino que puede constituir la
base orgánica de una transformación profunda y necesaria, que tenga como una de
sus premisas la defensa de los medios
de reproducción de la vida.
- Emiliano
Terán Mantovani es sociólogo es investigador
Fuentes consultadas: (…)
Notas: (…)
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Las_nuevas_fronteras_de_las_commodities_en_Venezuela
Fuente:
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