domingo, 29 de julio de 2018

I. Los gobiernos progresistas, como los neoliberales, promueven los extractivismos.


¿A qué país tienden? Reterritorializado conforme a la eficiencia en la transferencia de recursos naturales y militarizado 
contra la autodeterminación
de sus respectivos pueblos.
 

 

Miguel Mazzeo, en su artículo ¿Es posible un nuevo “ciclo progresista” en Nuestra América?,nos ayuda a superar la idea dominante abajo y a la izquierda sobre que el enfrentamiento, crucial en la actual situación límite, es sólo contra el gobierno de Macri. Nos ubica:
 
Estamos ante un nuevo episodio de la crisis del capitalismo dependiente en Nuestra América. Una crisis que está relacionada de manera directa con la crisis mundial del capital y con las modalidades que asume la acumulación en la fase de descomposición sistémica. La voracidad cada vez más descontrolada del capitalismo,  acentuada en el mundo periférico, es una señal demasiado evidente como para pasarla por alto. Las estructuras del capitalismo se nutren de cadáveres, y son insaciables. No hay indicios de una inminente expansión del capital capaz de articular crecimiento con bienestar. Todo lo contrario: el proceso de mercantilización se acelera y amplía su espectro de espacios a degradar: territorios, culturas, cuerpos. Asistimos al retorno de las viejas formas de explotación y a la irrupción de otras nuevas. El capitalismo actual exhibe su faceta de sistema no sustentable. Destruye todo lo que toca. Lucra destruyendo. (...) Leer

Esa devastación y exterminio totalitaria no tiene la debida reacción de quienes componemos las grandes ciudades. Es imprescindible generalizar el debate sobre el capitalismo dependiente del Abya Yala que la causa al adquirir formas-contenidos de extractivismos. Arrasa y avasalla sólo para el acaparamiento oligopólico e imperialista. En efecto, más de una deKada de expansión del sistema imperialista de agronegocios (cuyo paradigma es el monocultivo de soja transgénica), de mega minería a cielo abierto y de súper explotación pesquera e hidrocarburífera maximizó la concentración y transnacionalización económica territorial de nuestro país. Al mismo tiempo, significó pisotear los derechos de las comunidades oficializadas como "zonas de sacrificio" y nuestra complicidad de aceptarlas por racismo, también por falsa concepción de progreso.

Argentina. Las graves consecuencias del modelo extractivista: el envenenamiento y criminalización de nuestros pueblos e indígenas.

20 de octubre de 2015
·                                  
·          Por Sebastian PolischukResumen Latinoamericano/.-  A pesar de que se pretenden acallar las voces de militantes sociales, sean médicos, ambientalistas o pueblos indígenas, cada vez sale a la luz las resistencias a las desastrosas consecuencias llevadas a cabo por la minería a cielo abierto, la explotación de petróleo con el fracking (fractura hidráulica), y el monocultivo de la soja con el agronegocio, siendo precisamente un año particular de luchas contra este modelo.
 
Casos de visibilización de la contaminación de la empresa Barrick Gold en la provincia de San Juan O la lucha de médicos, abogados e indígenas que pelean contra el modelo de los agronegocios (impulsor de cultivos con semillas transgénicas y el uso de agroquímicos en la agricultura) han obligado a que en marzo la Organización Mundial de la Salud recién considere a los agroquímicos tales como el glifosato, peligroso para la salud.  Siendo un modelo que afecta y que va a la par del quite de tierras a pueblos como los qom, Pilagá, Wichí y Nivaclé, se mantienen firmes en su lucha  acampando por más de 8 meses en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en  defensa y por la devolución de sus tierras. Lo mismo sucede con otros pueblos como los mapuches y la comunidad Winkul Newen que resiste al avance de las petroleras, donde a Relmu Ñamku (una de sus integrantes) la justicia neuquina pretende condenarla a prisión, usando la Ley Antiterrorista.
El verdadero modelo del agronegocio: Cánceres, abortos, y malformaciones en aumento
 
Alrededor de 13.400.000 de personas en Argentina conviven con la aplicación de más de 370 millones de litros anuales de agrotóxicos en lo que hace al 60% del territorio cultivado por monocultivos como soja, que es principal producto de la economía de nuestro país[1]. Según la Organización Mundial de la Salud y otras instituciones, los agrotóxicos son causantes de graves daños en el ADN, además de cáncer, alergias y enfermedades respiratorias, afectando de manera escalonada a gran parte de la población que habita con estas plantaciones[2]. El coordinador de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, Medardo Ávila Vásquez aseguró que está “probado que en los poblados próximos a las áreas fumigadas el número de muertes por cáncer, que en el país es de 1 cada 5, se eleva a una cada tres y llega a una cada dos en los casos más graves”[3].
En la localidades agrícolas, como la cordobesa de Monte Maíz, Ávila Vásquez reveló que “casi el 10 por ciento de las mujeres embarazadas de entre 15 y 40 años sufrieron abortos espontáneos en los últimos 10 años, cuando la media nacional es del 3 por ciento; además de que el 3 por ciento de los niños vivos menores de 10 años habían nacido con malformaciones, mientras la media provincial era de 1,68 por ciento”[4]. Otro de los tantos ejemplos es el de la comunidad qom de Avia Terai, cercana a Sáenz Peña (Chaco), donde está la planta CFM Mandiyú Monsanto, la abogada Alejandra Gómez afirmó que en ese lugar, “el 31 por ciento de las familias tuvieron parientes con cáncer en los últimos 10 años”[5].
La intomable agua y desertificación que deja la minería a cielo abierto
En la provincia de San Juan la empresa minera Barrick Gold, provocó el 12 de septiembre, el derrame de más de un millón de solución cianurica. Profesionales de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) analizaron inmediatamente el agua de las localidades de Jáchal e iglesia cercanas a la minera Veladero. En esos estudios comprobaron que si bien el cianuro no estuvo presente en las muestras, se detectó gran cantidad de metales pesados dañinos para la salud. Según el geólogo de esa universidad Marcelo Giraud, estos componentes “superan un porcentaje muy significativo, hasta 1400 veces por encima de los máximos establecidos por la Ley Nº 24.051 sobre residuos tóxicos y la Ley Nº 24.585 de protección ambiental minera, y son valores que también corresponden a los del código alimentario argentino. Los resultados establecieron que el agua no es apta ni para consumo humano, ni tampoco para riego, ni para bebida de ganado”[6].
El intento de aplicar la Ley Antiterrorista a los mapuches en su resistencia a las petroleras
 
Tanto Relmu Ñamku como Martín Maliqueo y Mauricio Rain deberán afrontar, a partir del 26 de octubre al 5 de noviembre un juicio por haber resistido a uno de los tantos desalojos que padecía la comunidad Winkul Newen, frente a la empresa petrolera Apache (hoy YPF, empresa estatal aliada a la estadounidense Chevron) en diciembre de 2012, en el que resultó herida una oficial de policía, mientras velaban a un bebé muerto por malformaciones, producto de la contaminación. Para este caso la fiscalía los imputó sin indagar en los maltratos y la violencia que la empresa y la policía ejercían contra la comunidad en reiteradas ocasiones. A Relmu la acusan de “tentativa homicidio” basándose en Ley antiterrorista (Ley 26.734) y pretenden darle más de 15 años de prisión en un juicio que va a ser por jurado, mientras que a los otros dos imputados los acusan por “daño”. Y lo grave es, como ella afirma por esta causa que: “vemos que detrás de nosotros se va a ampliar a todos los que estamos luchando y eso es lo peligroso”.
Todos estos casos son innumerables ejemplos de cómo está operando el modelo extractivista que actúa bajo la complicidad estatal, donde por más que intenten no podrán acallar la resistencia y el combate de los y las que luchan.

Raúl Zibechi nos ayuda a comprender:
El extractivismo como cultura
14 de octubre de 2016
A medida que el extractivismo y los procesos políticos asentados en ese modelo comienzan a mostrar grietas, por la abrupta caída de los precios de las commodities, estamos en mejores condiciones para comprender sus características profundas y las limitaciones de los análisis anteriores. Una de ellas, y debemos asumir la autocrítica en primera persona, consiste en haber mirado primordialmente el costado ambiental y depredador de la naturaleza del modelo de conversión de los bienes comunes en mercancías.
 
Ahora podemos dar un paso más, algo que ya hicieron los zapatistas hace más de una década, cuando definieron el modelo como cuarta guerra mundial. El otro error de bulto fue considerar el extractivismo como modelo económico, siguiendo el concepto de acumulación por desposesión de David Harvey. En suma, al error de haber centrado las críticas –de modo casi excluyente– en lo ambiental, se sumó el economicismo del que adolecemos muchos de los formados en Marx.
 
El capitalismo no es una economía, sino un tipo de sociedad (o formación social), aunque evidentemente existe una economía capitalista. Con el extractivismo sucede algo similar. Si la economía capitalista es acumulación por extracción de plusvalor (reproducción ampliada del capital), la sociedad capitalista produjo la separación de la esfera económica de la política. La economía extractiva, de conquista, robo y pillaje, es apenas un aspecto de unasociedad extractiva, o una formación social extractiva, que es la característica del capitalismo en su fase de dominio del capital financiero.
 
Más allá de los términos, interesa subrayar que vivimos en una sociedad cuya cultura dominante es de apropiación y robo. ¿Por qué hacer hincapié en la existencia de una cultura extractivista diferente de la hegemónica en otros periodos del capitalismo? Porque nos ayuda a comprender de qué se trata el mundo en el que vivimos y las características del modelo contra el que nos rebelamos.
 
Para comprender mejor en qué consiste esa cultura, sería necesario compararla con la cultura hegemónica en periodos anteriores, por ejemplo, durante el predominio de la industria y el Estado desarrollista. En aquel lapso, los trabajadores manuales de la industria sentían orgullo por su oficio y por ser productores de riqueza social (aunque una parte sustancial fuera apropiada por el patrón). Ese orgullo tomaba forma de conciencia de clase cuando se identificaban los intereses propios mediante la resistencia a los explotadores.
No era el orgullo tonto de quien se cree superior, sino el resultado del lugar que tenían los obreros en la sociedad; lugar que no habían heredado, sino construido en una larga y paciente lucha. Entre mediados del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX, los obreros –y a veces las obreras– se formaron a sí mismos a la luz de la vela luego de extenuantes jornadas de 12 horas de trabajo, crearon espacios propios de encuentro y ocio (ateneos, teatros, bibliotecas, cooperativas, sindicato), instituyeron formas de vida con base en la ayuda mutua, crearon maravillas como la Comuna de París y la Revolución de Octubre, además de una larga decena de insurrecciones urbanas. Tenían motivos para la autoestima.
En la vida cotidiana, la cultura obrera giraba en torno al trabajo, la austeridad por convicción, el ahorro como norma de vida y la solidaridad por religión. El mameluco de trabajo y la gorra eran señas de identidad con las que andaban por sus barrios, porque no querían vestirse como los patrones; todo en sus vidas, desde la vivienda hasta los modales, los diferenciaba de los explotadores. Esa cultura tenía sesgos opresores, como bien saben las mujeres y los hijos e hijas de los obreros industriales. Pero era una cultura propia, basada en el autocultivo de sí mismos, no en la imitación de los de arriba.
Este largo rodeo pretende llegar a un punto nodal: la cultura obrera podía conectar con la emancipación. La cultura extractivista va a contrapelo. Aunque portaba elementos opresivos, aquella cultura contenía aspectos valiosos, potencialmente anticapitalistas.
 
La cultura extractivista es el resultado de la mutación generada por el neoliberalismo, a caballo del capital financiero. El trabajo no tiene el menor valor positivo, lugar que ocupan ahora el pillaje y sus contracaras, el consumismo y la ostentación. Donde antes había orgullo por hacer, la cultura gira ahora en torno al pavoneo de marcas y modas. Mientras los obreros de antaño condenaban el robo, por razones estrictamente éticas, hoy se festeja la apropiación, aun cuando la víctima sea vecina, amiga y hasta familia.
 
No toda la sociedad luce esta forma de vivir, ciertamente. Pero son modos que han ganado terreno en sociedades donde los jóvenes no tienen empleo digno ni un lugar en la sociedad, ni la posibilidad de labrarse un oficio trabajando, ni conseguir un mínimo ascenso social luego de años de esfuerzos. Ni memoria de aquel pasado, que es lo más pernicioso, ya que atenta contra la dignidad.
 
El extractivismo ha evaporado los sujetos, porque en la llamada producción sencillamente no los hay. Incluso en la esfera de la reproducción, el sistema se esfuerza por mercantilizarlo todo, desde los nacimientos hasta la alimentación, arremetiendo contra el papel central de las mujeres en esos espacios. De ahí la importancia de las microresistencias: el tianguis, el barrio, los territorios populares, los espacios colectivos del más diverso tipo. Ellas alimentan las grandes rebeliones.
Si es cierto que la cultura hegemónica bajo el extractivismo obstruye los procesos emancipatorios, la organización y las resistencias, estamos ante la necesidad imperiosa de trabajar a contrapelo de esa cultura. Los cimientos del mundo nuevo están ahí, en la vida cotidiana. Por eso el empeño en los trabajos colectivos, en todas las resistencias. Esos trabajos moldean una cultura nueva, que rescata lo mejor de la cultura obrera e intenta (no siempre) acotar las opresiones.

 
Plantea que: "Los cimientos del mundo nuevo están ahí, en la vida cotidiana. Por eso el empeño en los trabajos colectivos, en todas las resistencias. Esos trabajos moldean una cultura nueva, que rescata lo mejor de la cultura obrera e intenta (no siempre) acotar las opresiones".
 

Raúl Zibechi: “La única alternativa al extractivismo

es crear algo nuevo”.

25 de octubre de 2016
Por enREDando 
 
Así lo afirmó el periodista y escritor uruguayo quien participó del Segundo Seminario Internacional “Desde el extractivismo a la reconstrucción de alternativas” que se realizó en la ciudad de Rosario. Un recorrido por el debate que dieron organizaciones y gremios sobre capitalismo, colonialismo y patriarcado desde la mirada de este especialista que estudia la realidad de los movimientos sociales en Latinoamérica.
 
Por Carina Toso
 
La sociedad está atravesando una crisis civilizatoria en la que el extractivismo y el colonialismo exacerban la dominación patriarcal que lleva a la humanidad a un límite nunca antes conocido”, expresó el periodista, militante y escritor uruguayo Raúl Zibechi y definió al modelo extractivo como “una guerra contra los pueblos, mediante el capitalismo depredador”. Para él no es sólo un modelo o una forma económica: “Es un tipo de sociedad, definió durante la realización en Rosario del Segundo Seminario Internacional “Desde el extractivismo a la reconstrucción de alternativas. Colonialismo, capitalismo y patriarcado. Continuidades y profundizaciones”.
 
Esta actividad se llevó a cabo entre el 13 y 14 de octubre en la Facultad de Ciencias Médicas y estuvo organizado por Bienaveturados los Pobres (BePe), ATE, CTA y Pañuelos en Rebeldía. Del seminario participaron un centenar de asistentes para debatir sobre el modelo productivo desde la mirada de diversos actores y actrices de las luchas y la resistencia popular.
Junto con Zibechi, quien ofició de moderador de este seminario, participaron además la escritora y educadora popular Claudia Korol y el profesor e investigador Horacio Machado. Entre los ejes principales figuraron el narcotráfico y la violencia machista, que el periodista calificó como “formas de control a sectores populares a cielo abierto”.
En una charla con enREDando, Zibechi, quien está abocado a estudiar e investigar la realidad de los movimientos sociales en Latinoamérica, analizó varios aspectos de la sociedad actual de acuerdo al debate que se dio entre organizaciones, gremios y agrupaciones en este seminario.
 
¿Cómo se desarrolló este debate sobre extractivismo y cuáles fueron los puntos más destacados?
– Raúl Zibechi: El debate que se dio en este caso fue sobre capitalismo, colonialismo, patriarcado y las alternativas al extractivismo. El núcleo de estas discusiones es cómo el modelo actual extractivo es un modelo económico pero también político y social de los estados de colonización de las sociedades y de vulnerabilización de los sectores populares. Una brutal ofensiva que fortalece al patriarcado, al capitalismo y a las grandes empresas y que debilita a las organizaciones populares, a los movimientos sociales y al propio Estado. El panorama hoy es una creciente violencia, una creciente militarización de las sociedades y situaciones en las cuales la vulnerabilidad de los jóvenes es cada vez mayor. Frente a ese panorama se discutió cómo salir adelante. Si bien en el diagnóstico hay bastante acuerdo en el quehacer la cosa se complica, porque aparecen generalmente una situación de “luche y vuelve”. Es decir, ¿Volvemos a diciembre de 2015, o antes de que cayera Dilma por ejemplo, volvemos a lo que ya fue o vemos otras alternativas? Y esas otras alternativas, ¿De qué tipo serían? ¿Hay que buscar una verdadera izquierda que llegue electoralmente al gobierno, hay que fortalecer los movimientos de base? Tengo una posición sobre eso y entiendo que no es la más aceptada en el mundo pero me parece que este modelo es sistémico. El narco es sistémico, el femicidio es sistémico. Entonces si pensamos en cambiar el gobierno, puede ser que el próximo sea menos represivo o un poco mejor pero buena parte de lo que tenemos hoy ya lo teníamos en diciembre de 2015.
 
– ¿En qué fallan entonces los gobiernos que no logran resolver estas problemáticas de fondo?
– R. Z.: Es que los gobiernos no gobiernan. Vos podés tener la mejor ley ambiental y el río Paraná va a seguir siendo contaminado. Porque el Estado no tiene capacidad ni voluntad política de enfrentar a estos monstruos que tienen 40 terminales aquí, más todas las fábricas, más el glifosato. Al extractivismo no hay alternativa, como no hay alternativa al patriarcado. Para eso hay que derrotar y crear algo nuevo, y es en ese punto en donde estamos entrampados en los debates. Entre corrientes que apuestan a que electoralmente se llegue a gobiernos mejores y corrientes que pensamos que se trata de una fuerte acumulación de fuerzas en la sociedad pero no sólo en el sentido de resistir y luchar, sino también en crear espacios alternativos.
 
-Por ejemplo, ¿Por dónde se podría empezar o que espacios que ya existan se pueden fortalecer?
– R. Z.: Por ejemplo pensemos en el periodismo. La ley de medios fue una ley bastante buena. Ahora, independientemente del cambio de gobierno, hasta qué punto la ley de medios consiguió desmonopolizar a los grandes medios. No lo consiguió porque los monopolios tienen mucha fuerza. Entonces hay que seguir apostando a leyes mejores, hay que seguir resistiendo los monopolios, pero además, hay que crear comunicación alternativa, porque si no creas comunicación alternativa no tenés referencia de qué tipo de comunicación querés. Si te quedás esperando que algún día caigan los monopolios no te comunicás y no tenés alternativas de comunicación. Y esto último por suerte ya se está haciendo, hay medios alternativos de comunicación a los monopolios de radio, internet y televisión. Todas las que hay son más pequeñas y dispersas que abarcan a un porcentaje pequeño pero no marginal de la población. En la época de Farco surgieron unas tres mil radios comunitarias, no era moco de pavo. El hecho de que ya tengas una comunicación por fuera de los monopolios madura y funcionando pese a todos problemas que eso tiene implica, que ya tenés tu alternativa ahí.
 
¿Cómo acercar esos medios alternativos a los lectores, oyentes y televidentes que están captados por los medios hegemónicos?
– R. Z.: El medio hegemónico es el dominante, la gente ve la tele. Solamente en coyunturas como el 19 y 20 de diciembre, apaga el televisor y sale a la calle. Sí podemos estar seguros hoy, que hay una porción, sobre todo de jóvenes, que se informan por esos medios. El Encuentro de Mujeres de Rosario no lo convocó ningún medio monopólico y participaron más de 100 mil personas. Son medios alternativos y populares, pero no son marginales. Tienen su influencia en aquella parte de la sociedad que es la que nos interesa. Malo sería que esa porción de la sociedad sólo tuviera a Clarín y a la tele para informarse. Que hay medios que van a tener siempre la mayor parte de la audiencia es así y no va a cambiar. La gente que se revela contra el sistema, siempre es una minoría. Así fue en la Revolución Rusa, en la Revolución China. Hay un debate en el que dicen que hay que llegar a las mayorías pero es al revés, las mayorías tienen que llegar a esos medios y lo van a hacer en la medida que dichos medios persistan en el tiempo hasta que demuestren que están contando cosas que los otros no. Que Revista Barcelona o La Vaca venda 20 mil ejemplares por mes no es poca cosa. ¿Es suficiente? No. Pero estamos llegando a un porcentaje de la población, a aquella población que quiere cambiar. Evidentemente la mayoría de la sociedad no quiere cambiar el mundo, porque está bien y son los de la mitad para arriba. El resto, una parte por comodidad, otra por miedo o por ignorancia prefiere que esto siga así. Pero hay un diez por ciento que se moviliza, y ese diez por ciento son cuatro millones de argentinos. Eso hace la diferencia.
 
Actualmente a los movimientos y organizaciones sociales se les complica desde el punto de vista económico mantener sus actividades, ¿Cuál sería el mejor camino para seguir adelante y hacer frente al extractivismo?
R. Z.: Nosotros tenemos que leer el extractivismo y el capitalismo actual en este sentido: la mitad de la sociedad queda por fuera, ya sea con empleo precario, sin empleo o en condiciones de precariedad de vida y no sólo laboralmente. Todo lo que tenemos que hacer, y de hecho se está haciendo, es crear una propia economía. No vamos a crear un sistema que le compita al capitalismo, pero ya hay iniciativas productivas, hay un montón de pequeños campesinos produciendo, hay mucha gente que se fue de la ciudad al campo o a las sierras con pequeños emprendimientos. Creo que estamos en un lugar mucho mejor del que creemos. Hoy se pueden comprar productos en lugares que están por fuera del circuito capitalista o monopólico. Podés trabajar o moverte al menos en una parte de tu vida por fuera de eso. ¿Cuándo tuvimos esa oportunidad? La tuvimos en la primera etapa del movimiento obrero, de los anarquistas que tenían una microsociedad, pero hoy eso es mucho más desarrollado. ¿Le vamos a ganar? No sé, pero no quiero competir con ellos, quiero mejorar lo que hacemos.
        
– ¿El fin del capitalismo es una utopía?
– R. Z.: Creo que para terminar con el capitalismo lo primero que tenemos que hacer es consolidar, fortalecer, profundizar lo nuestro. Volvemos al periodismo, si vos tenés un medio digital y a ese medio lo hacés cada día mejor, y por ahí conseguís algún recurso, aunque sea del Estado, y a ese medio lo potenciás, estás sacándole espacio a otro medio. Quizás no la primera semana o el primer año, pero le sacás lectores al sistema. Y la gente se siente mucho más a gusto entrando a La Tinta por ejemplo y viendo tres artículos ahí, que yendo al quiosco a comprar Clarín o Página 12. Si quiero saber ciertas cosas no me voy a enterar por esos medios. Si quiero saber cómo fue el Encuentro Nacional de Mujeres, lo voy a encontrar en las páginas como la de ustedes. Eso es insustituible para quienes quieran luchar contra el sistema.

 
-¿Cuál es el perjuicio para un país cuando tiene un gobierno que apoya o fomenta la explotación desmedida de bienes naturales sin cuidados ambientales como se da con la megaminería en Argentina?
– R. Z.: Tanto la minería como el cultivo de soja crecieron exponencialmente durante el kirchnerismo que los potenció. El progresismo se apoyó, y va a volver a apoyarse si vuelve a ser gobierno, en el extractivismo. Y la minería, que es una de las facetas más terrible del extractivismo, fue uno de los grandes inventos del progresismo. Riéndose de los glaciares, de la contaminación, cómo si eso no existiera. Eso nos indica que apostaron a un modelo de sociedad, porque la minería y el extractivismo son un modelo de sociedad. La diferencia es que al 50% de abajo le daban más planes sociales que los gobiernos de la derecha. Y subsidian mejor los servicios y otras cosas.
– Otros de los males que se instaló en la sociedad, sobre todo en Rosario, es el narcotráfico, ¿La solución es militarizar la ciudad como hizo Colombia o hay otras opciones para luchar contra esta actividad?
– R. Z.: Como te decía, el narcotráfico es sistémico, el problema es que nosotros miramos al narcotráfico desde arriba. Es decir, hay que pensar qué harían esos pibes si no existiera el narco. Quizás hoy estarían en una lucha revolucionaria pero no. Porque el sistema utiliza al narcotráfico como forma de controlar a los pibes pobres. Eso pasa con los progre y con los conservadores. Ese es el núcleo del problema, el panóptico funciona para la mitad de arriba: familia nuclear, escuela en condiciones, facultad o secundaria, empleo, etc. Para la mitad de abajo todo eso no funciona. No hay formas de disciplinamiento. Y el narcotráfico, los feminicidios, son formas de disciplinamiento de esa mitad de abajo y en particular sobre los y las jóvenes, que son quienes son capaces de generar más cambios. Son las principales víctimas.
 
– Este es un modelo se repite por toda Latinoamérica…
– R. Z.: Claro, si mirás Perú, con un gobierno conservador o en Chile, comparado con Argentina o Bolivia, es más o menos parecido. Si nosotros pensamos en ganar concejales y gobernaciones está muy bien, pero ese no es mi camino. Si mirás un poco más allá, incluso aunque gobierno el Partido Obrero o el PTS o la izquierda más radical, no va a cambiar porque es una estructura. ¿Cómo erradicas al narco? Yo hoy no tengo respuestas porque es sistémico. ¿Cómo erradicas el patriarcado? No se erradica y menos desde un gobierno. Entonces hay que hacer una revolución, y hoy una revolución es crear estos espacios de los que venimos hablando y ampliarlos, fortalecerlos y profundizarlos.
-¿Cuál es su expectativa con respecto a eso?
– R. Z.: Un día un profesor me dice,” Zibechi, quiero hacerle una pregunta. En la Revolución Rusa, ¿Cuánta gente se involucró?” Y me desconcertó, porque en ese momento en Rusia habría 50 millones de habitantes y capaz los bolcheviques podían mover a un millón. Uno en 50 y en el mejor momento. Pero me hizo pensar. Los grandes procesos históricos nunca se dieron pacíficamente y la gente que se involucró no fue la mayoría pero muchas veces es suficiente para dar vuelta la historia. Que el sistema capitalista caiga no depende de nosotros. El capitalismo surgió tras la peste negra que creó las condiciones culturales, materiales y espirituales para la acumulación. Yo tengo un punto de vista optimista. No podemos despreciar todos los espacios alternativos que ya hemos construido y estamos construyendo todos los días. Estamos parados en un lugar mucho mejor del que creemos y además con victorias concretas.
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[…] (11) Raúl Zibechi: “A única alternativa ao extrativismo é criar algo novo” […]
 
Renán Vega Cantor (Revista CEPA) nos explica cómo se desarrolla el capitalismo en Colombia y es válido para los otros países de Nuestra América porque lo hallamos bajo gestión tanto progresista como neoliberal:

Extractivismo, enclaves y destrucción ambiental
18 de agosto de 2014
 
 En las últimas décadas se impuso un modelo primario exportador, similar al que conoció el país en la segunda mitad del siglo XIX, lo que ha venido acompañado de la desindustrialización, la penetración renovada del capital extranjero, principalmente de las multinacionales imperialistas, la expropiación de bienes comunes y la imposición del dogma de las ventajas comparativas, como criterio que justifica nuestra especialización en producir bienes primarios. Cada uno de estos aspectos ameritaría un análisis detallado, pero nos limitamos a mencionar los aspectos generales del capitalismo extractivista que se consolidó en el país, y que se constituye en un factor importante para explicar lo que acontece en Colombia en estos momentos.(...)
En el extractivismo retornan las economías de enclave –un concepto que se creía enterrado en la historia latinoamericano y que hace unas décadas sonaba como un anacronismo–, en la medida en que las inversiones extranjeras de “tipo productivo” que se implantan en el territorio nacional (en las ciudades y en el campo) operan con la mirada puesta no en el mercado interno sino en el mercado mundial. En los enclaves no se efectúan procesos de acumulación de capital en el plano local y/o nacional –con los encadenamientos productivos que eso generaría– sino que las actividades se desenvuelven en consonancia con los intereses del capital transnacional, cuyo funcionamiento está ligado a los grandes mercados de los países centrales. Como enclaves operan los agronegocios, la minería pero también las zonas turísticas, los parques naturales, y los espacios urbanos que están vinculados el capitalismo mundial. Como economía de enclave de tipo extractivista funciona la producción de flores en la sabana de Bogotá, que supone el traslado de agua al mercado mundial. Son enclaves las maquilas, las zonas francas, los puertos y también los eslabones de la “economía ilegal” (una noción cada día más difícil de usar por la hibridación con lo legal), ligados a la trata de personas– al tráfico de especies animales, al comercio mundial de estupefacientes, al blanqueo de divisas… 

Las relaciones laborales que se imponen en los enclaves borran los derechos de los trabajadores, puesto que anulan sus conquistas históricas e implantan la flexibilización y la precarización como norma dominante. Aparte de que generan poco empleo, y este es efímero, aumentan los niveles de explotación de la fuerza de trabajo, con la finalidad de incrementar la tasa de ganancia de las inversiones efectuadas. Los parámetros laborales que se imponen en toda la economía replican lo que sucede en los enclaves, que viene a ser la generalización de los salarios chinos, no importa si se trata de actividades propiamente primarias, o del sector servicios, o de lo que queda de industria. Al mismo tiempo, se eliminan los sindicatos y se obstaculiza la lucha colectiva de los trabajadores, a la par con el incremento del trabajo informal, la terciarización laboral, y la eliminación de los derechos de los hombres y mujeres que viven de su trabajo. La degradación laboral se convierte en una de las cartas de presentación que ofrece el Estado y las clases dominantes locales para atraer inversiones extranjeras, quienes argumentan que en este país existe una fuerza de trabajo barata, capacitada y sumisa dispuesta a dejarse explotar por los inversores extranjeros que quieran invertir su capital en nuestro territorio. 

El Estado es el garante de la imposición de estas condiciones laborales, las que se usan como un gancho que atrae a los emprendedores extranjeros. En lo esencial, el Estado es un peón al servicio del imperialismo y de sus empresas, y toda su política está destinada a presentarse como el “alumno más aventajado de la clase” a escala regional, es decir, el que está dispuesto a dar lo que sea sin contraprestación alguna e incluso pagándole a las multinacionales para que se llevan nuestras riquezas naturales. Al respecto, el estudio Minería en Colombia: fundamentos para superar el modelo extractivista afirma que entre el 2005 y el 2010 “las empresas mineras pagaron en promedio $878 mil millones anuales por concepto del impuesto a la renta”, pero en ese período “tuvieron deducciones, descuentos y exenciones que representaron un gasto tributario para el país de $1,78 billones. Es decir, por cada $100 efectivamente pagados por este concepto, las empresas mineras tuvieron descuentos que terminaron representando pérdidas para el Estado de más de $200. Esto significa que por cada peso que pagan esas empresas, el Estado les concede dos, que provienen de los dineros que los habitantes comunes y corrientes le cancelamos al Estado por concepto de impuestos. En síntesis, las ETN vienen a un territorio de Colombia, expulsan a las comunidades que allí habitan, destruyen los ecosistemas, contaminan las aguas, dejan luego de pocos años un tremendo cráter de miseria y destrucción, y aparte de todo les pagamos para que hagan todo eso. 
Los enclaves vienen acompañados de la militarización de los territorios, porque el Estado se compromete a proteger las inversiones extranjeras, con el pretexto de que esa es la condición que garantiza la permanencia de esas inversiones. Por esto observamos que en los últimos años se ha presentado un crecimiento exponencial de las fuerzas represivas del Estado para resguardar las zonas de extracción de minerales e hidrocarburos, y los lugares donde se siembran los cultivos de exportación. La militarización no solamente la efectúan las fuerzas legales, sino los grupos paraestatales que son un componente esencial del modelo extractivista, creadas, financiadas y auspiciadas tanto por el Estado como por empresarios locales y transnacionales, como lo demuestran los ejemplos del banano en Urabá, del carbón en la costa caribe, de la palma aceitera en el Choco y en la costa pacífica. Los enclaves no generan modernización ni innovación tecnológica propia, sino que allí se implantan, cuando se hace, la tecnología que es producida y controlada por las multinacionales. (...) Leer

Mateo Crossa (en SubVersiones/ Agencia Autónoma de Comunicaciones) nos permite analizar en qué consiste el progreso de la actual acumulación gran capitalista de riquezas y poder en el Abya Yala y en el mundo.

México en el giro de tuerca mundial:

Zonas Económicas Especiales (Parte II)
24 de noviembre de 2015

Por Mateo Crossa

La ley de Zonas Económicas Especiales fue firmada en Tapachula, Chiapas, por Peña Nieto el 29 de septiembre, mismo día en que fue enviada a la cámara de diputados. El documento comienza con una justificación de la ley donde se pone énfasis en el bajo crecimiento y baja productividad de la región sur del país en comparación con el norte. La ley lo expone de la siguiente manera:
«Los estados de la región sur de nuestro país presentan barreras estructurales que inhiben el desarrollo de actividades económicas de elevada productividad. Entre estos obstáculos destacan i) un ambiente de negocios débil que genera incertidumbre sobre el retorno de las inversiones ii)carencia de infraestructura que limitan el acceso a mercados de tamaño relevante y elevan los costos de transacción iii)menores niveles de capital humano que reducen la productividad laboral y dificultan el desarrollo de actividades económicas más sofisticadas iv)escasa innovación que limita el escalamiento productivo de las empresas v) ausencia de empresas en sectores altamente productivos (…) vi)una baja integración a la economía mundial».
El documento está empecinado en insistir que el sur mexicano no es productivo como si lo es el norte. ¿Qué obsesión tienen ahora por hablar de productividad en el país cuando existe una dependencia tecnológica como nunca antes provocada por la apertura económica con el TLCAN? ¿Con qué insistencia hablan de productividad después de haber aprobado la reforma energética que deja en manos extranjeras el proyecto energético del país y la reforma laboral que impide la capacitación de la mano de obra y promueve mayor precarización del trabajo para ofertar salarios bajos a las multinacionales? En julio de este año, la OCDE y el gobierno mexicano organizaron Cumbre Internacional de Productividad donde Peña Nieto, en una intervención de media hora, delineó algunas iniciativas de su gobierno, entre las cuales estaban las ZEE. Para justificar tales medidas mencionó que la prioridad de su gobierno es la productividad y que todos los esfuerzos se harán para «aumentar la productividad del país». La productividad, según él y la OCDE, nos salvará de todo mal y nos llevará a las filas del desarrollo y progreso. La pregunta que nos debemos hacer es ¿qué entienden por productividad?
Existen sólo dos maneras de aumentar la productividad. La primera es con avances científicos y tecnológicos que permitan producir más en menos tiempo. Para ello se requiere de un proyecto de educación que califique mano de obra e invierta en investigación, tecnología y ciencia. Sin embargo éste no es el caso mexicano que sólo contribuye con 0.82% de la propiedad intelectual nivel mundial y tiene un grandísimo rezago en innovación tecnológica y científica. La segunda manera de aumentar la productividad es superexplotando la fuerza de trabajo, es decir, aumentando la producción sin aumentar los costos de producción. Esta manera de aumentar la productividad es la que conocemos en México desde los años ochenta y particularmente en los noventa después de la firma del TLCAN. Para el norte de México, región a la que el gobierno mexicano llama «altamente productiva» por estar integrada al mercado mundial, la productividad no significó otra cosa más que la generalización del modelo maquiladora.
En términos generales, la maquila es el aumento de la producción mediante la venta barata de mano de obra. Eso es lo que nos ha enseñado la experiencia de Ciudad Juárez, donde se integró una mano de obra barata y femenina para redoblar la explotación y aumentar las ganancias de los empresarios. Eso es para ellos un ejemplo de productividad aunque mucho se sepa sobre el grado de descomposición social en esta ciudad. En Ciudad Juárez, la industria maquiladora «altamente productiva» ha significado la generalización de la pobreza, la militarización y el crecimiento exponencial de la delincuencia. Es el epicentro de la descomposición social, el epicentro de la violencia contra las mujeres, el epicentro del control laboral y el epicentro de la vida sin derechos. Según ellos, ese es el mundo de la productividad que buscan promover de manera renovada en el sur de Mexico con las ZEE. Ese ese el norte productivo que no sólo es Ciudad Juárez, sino todas las ciudades y regiones industriales de este país que están encadenadas a la economía global por medio de industrias maquiladoras de exportación.
Entre los elementos más importantes de ser subrayados sobre la ley, esté el tema de la expropiación de tierras. El despojo de tierras será una condición intrínseca del proyecto. La nueva iniciativa de ley menciona que las ZEE son territorios de interés público y las regiones donde se consideren apropiadas para ser instaladas, serán expropiadas.
«La presente iniciativa de Ley califica a la construcción mantenimiento, ampliación y desarrollo de la Zona, como causas de utilidad pública, lo cual tiene efectos para la eventual aplicación de las medidas previstas en la Ley de Expropiación, cuando así se requiere para promover bienes o servicios para tales actividades».
El Ejecutivo es quién declara un territorio como zona de utilidad pública y el Ejecutivo es quien expide el decreto de expropiación de ese territorio. Lo único que le queda a las regiones afectadas es esperar la indemnización. Así lo prueba el hecho de que Peña Nieto ha anunciado tres zonas económicas especiales y nadie está enterado cómo funcionará, de qué se tratarán, para quién, cómo, cuándo, dónde. Se va a aprobar la ley y nadie tiene información, sólo los círculos cerrados de la clase política mexicana e instituciones internacionales como OCDE, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, etc. Esta falta de información demuestra que aquello que aparece como «interés público», es todo lo contrario. Entre menos se sepa, mejor.
La excepcionalidad arancelaria será también una condición de las ZEE. Las empresas que decidan invertir en las Zonas Económicas Especiales estarán exoneradas de pagar impuestos arancelarios de importación y exportación. Esta ya es una historia conocida en México que se volvió normal con el TLCAN y hoy se renueva con esta ley:
«El Ejecutivo deberá establecer los beneficios fiscales en materia de contribución que se consideren necesarios para impulsar el establecimiento y desarrollo de las zonas (…). Los beneficios que otorgue el Ejecutivo federal en los términos del presente artículo deberán tener como mínimo una duración de ocho años».
Las empresas que operen en las ZEE no pagarán impuestos ni tampoco aranceles por los productos importados. En pocas palabras, se retoma nuevamente el modelo maquilador que ensambla productos importados para ser rápidamente exportados del país sin tener que pagar agregados por esa maniobra. Territorios tomados por el gran capital, enclaves de exportación.
Hasta la fecha se ha anunciado la creación de tres zonas económicas. De acuerdo a comunicaciones oficiales, se construirá el Corredor Industrial Inter-Oceánico, el Puerto Lázaro Cárdenas y el Puerto Chiapas. Antes de que sepamos qué actividades productivas, extractivas o comerciales se lleven a cabo de las zonas, el Estado tiene que hacerse cargo de preparar la región para que las empresas tengan la infraestructura necesaria para operar. Hasta ahora lo que sabemos, de acuerdo con información oficial, es que se construirán tres ZEE que tendrán a grandes rasgos las siguientes características:
  1. Corredor Industrial Inter-Océanico en el Istmo de Tehuantepec que conectará al Océano Pacífico con el Golfo de México. En esta zona se promoverá la creación de un gasoducto transoceánico de Coatzacoalcos, en Veracruz, a Salina Cruz, en Oaxaca. Se promoverá también la rehabilitación del ferrocarril del Istmo, un trazo que, históricamente, ha sido muy valioso en el desarrollo productivo de esta región del país. Para apoyar esta conectividad también se impulsará la carretera transístmica.
  2. Puerto Lázaro Cárdenas y municipios colindantes. Se emprenderán diversas obras de infraestructura, equipamiento y modernización de Puerto Lázaro Cárdenas en Michoacán. Los municipios colindantes de la Costa Grande de Guerrero también serán beneficiados con la ampliación e inversión que se proyectan en Lázaro Cárdenas.
  3. Puerto Chiapas: Su importancia radica en que detonaría el desarrollo en la zona fronteriza del estado de Chiapas. Se impulsará el gasoducto Salina Cruz-Puerto Chiapas-Guatemala con lo que Puerto Chiapas acompañaría el impulso generado por el corredor transístmico.
Estas han sido las zonas económicas especiales anunciadas por el presidente y mientras se discute la ley de ZEE en el congreso, se va preparando el terreno. Existe un proyecto de infraestructura que se está llevando a cabo para que en un futuro no tan lejano puedan operar las empresas trasnacionales. Estos proyectos de infraestructura son parte del Programa Nacional de Infraestructura 2014-2018 que también se puede llamar Programa Nacional de Despojo.
A pesar de que la ley de Zonas Económicas Especiales menciona que los proyectos se harán sobre la base de consultas de pueblos indígenas de la región, ya podemos ver algunos casos de infraestructura relacionada con las ZEE que está siendo construida sin el consentimiento de los pueblos:
El gasoducto Salina Cruz-Puerto Chiapas-Guatemala anunciado como parte de la infraestructura que abastecerá de gas a la Zona Económica Especial de Puerto Chiapas comenzó a realizarse desde 2014. Este gasoducto transportará gas natural desde Salina Cruz hasta Guatemala y tendrá una longitud de 600 kilómetros. El proyecto forma parte de una estrategia de encadenamiento regional que involucra a México y los países del Triángulo Norte de Centroamérica. Cuenta con la asesoría y apoyo financiero del Banco Interamericano de Desarrollo así como del Departamento de Estado de EU, a través de Buró de Recursos Energéticos.
Para el caso de la Zona Económica Especial Corredor Industrial Transoceánico, se anunció el inicio de la construcción de gasoductos que atravesarán 14 municipios de Veracruz y 13 de Oaxaca con una extensión de 381 kilómetros de largo. El proyecto llamado Cinturón Transoceánico se anunció en agosto del 2015 y consiste «en la construcción de dos gasoductos en la región del Istmo de Tehuantepec, para transportar gas LP de Pajaritos, Veracruz, y gas natural de Chinameca, Veracruz, hasta Salina Cruz». De acuerdo con medios locales,
«La construcción de los gasoductos representa para el Istmo una gran inversión, puesto que implicaría tener gas natural para atraer a las grandes industrias transformadoras de cualquier parte del mundo a instalarse en la región, parar generar empleos permanentes bien pagados. El sureste mexicano tiene la ubicación más estratégica de todo país, pero no cuenta con gas natural para desarrollar su industria, a diferencia del norte del país donde existen varias interconexiones. Ahora será diferente».
Pocas semanas después de haberse hecho público el anuncio del Cinturón Transoceánico, los pobladores de la región hicieron sentir su rechazo en el foro ciudadano llamado «Los Gasoductos y su Impacto Social». Los participantes, en su mayoría de pueblos indígenas de la región istmeña advirtieron a las autoridades que no otorguen permisos de cambio de uso de suelo y manifestaron su rechazo a la construcción de los gasoductos por los efectos ambientales y sociales que ocasionarán. A pesar de este rechazo popular al despojo, la empresa encargada de la construcción (Grupo PMI), publicó una defensa del proyecto argumentando que los reclamos son infundados. En otras palabras, la propiedad privada parece tener mayor razón que la propiedad pública.
Con estos dos casos va quedando claro quién define la utilidad pública de estos proyectos. Ni siquiera se ha aprobado la ley y ya se está llevando a cabo el despojo de tierras sobre campesinos pueblos indígenas de la región. Con esto están dejando claro cómo van a funcionar las reglas del juego: primera regla, la población no participa.
Las Zonas Económicas Especiales significarán un proyecto de maquilización de la tierra istmeña del sur mexicano. El objetivo es convertir a esa región del país en un gran enclave productivo para la exportación que participe activamente en el nuevo armazón económico de escala mundial promovido por EU. Lo que ya podemos observar es que la infraestructura que se va a poner a disposición de las ZEE se construye dándole la espalda a los pueblos de la región. La clase política y las cámaras empresariales se jactan una y otra vez de que las ZEE son proyectos que servirán a la población del sur del país, pero desde ya podemos observar que es todo lo contrario.
Recién comienzan las obras de infraestructura y ya queda claro lo lejano que estarán de las necesidades de la población de la región. Las Zonas Económicas Especiales están insertas en una dinámica de renovación del dominio comercial estadounidense y México será una geografía fundamental en ese teatro. Para las empresas trasnacionales que ocuparán esas zonas, la excepcionalidad arancelaria, la infraestructura gratuita y la baratísima mano de obra que se les ofrece serán motores de sus ganancias. Para la economía mexicana será mayor desarrollo del subdesarrollo, mayor dependencia, mayor despojo y mayor precariedad de la vida social.

Emiliano Terán Mantovani destaca el problema del agua y los derechos de los pueblos originarios que constituyen desafíos centrales para todos nuestros países. Es una de las consecuencias más graves de los extractivismos en el Abya Yala: "Es un problema político, social, cultural, eso es necesario incluirlo en las demandas sociales políticas. Y entender que hay una posibilidad en este momento justamente por la crisis, para una subjetividad más integral, precisamente se puede unir las demandas que tienen que ver con las reivindicaciones del trabajo y las que tienen que ver con la reproducción de la vida. Este sujeto tendría una potencialidad enorme.
Hace muy poco estamos tratando de retomar el debate por la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas que cuestionó recientemente Luis Brito García. El sugiere eliminar los derechos indígenas en la Constitución, pero ese debate no es sólo sobre los derechos indígenas, es un debate contra la concepción que se tiene sobre el territorio, sobre el extractivismo, sobre el poder, está todo allí".

Emiliano Terán Mantovani:

“con el Arco Minero del Orinoco estamos frente a un suicidio…”.

3 de septiembre de 2017
 

Entrevistó Carlos Carcione. UPC de CER Latinoamericana para Aporrea.org 

Investigador y activista, Sociólogo de la Universidad Central de Venezuela, con una Maestría en Economía Ecológica de la Universidad de Barcelona, trabaja en circuitos de investigación militante, relacionados con círculos regionales en América Latina. Circuitos que tienen que ver con el debate y la lucha medio ambiental, e igualmente en el activismo que está relacionado con los movimientos ecologistas. Sobre todo con los ecologismos ligados a las luchas populares, por los territorios, por los bienes comunes, contra las desigualdades generadas por los impactos ambientales. En debate directamente relacionado con el cuestionamiento al modelo.
 
Es parte de grupos como Alternativas al Desarrollo de la Fundación Rosa Luxemburgo, la Red Oilwatch Latinoamérica y otras organizaciones que acompañan luchas de comunidades indígenas, campesinas, urbanas, contra los impactos del extractivismo. Fue Mención del Premio Libertador al Pensamiento Crítico. Es uno de los jóvenes intelectuales y activistas comprometidos con los procesos de transformación más destacado del país.
 
Cuál es tu principal preocupación por el avance de la ampliación de la frontera extractiva en el último tiempo en Venezuela.
Hay varias preocupaciones. Pero hay una fundamental: A lo largo de la historia venezolana hemos estado planteándonos salir del modelo, o empezar a salir del modelo, hemos atravesado momentos en que se llega a crisis profundas, momentos de bifurcación, en los que está planteado salir del modelo o continuar en él. Hoy estamos otra vez en uno de esos momentos. Hay que insistir en que éste no es un debate solamente de ecologistas sino que tiene que ver con el tema de la dependencia, que tiene que ver con la soberanía, porque es un modelo de altas concentraciones de poder de los sectores que capturan la renta.
Entonces una preocupación fundamental es que, en esta bifurcación, se están reformulando un conjunto de acuerdos que son o que suelen ser, acuerdos de largo plazo. Lo interesante para analizar es que son acuerdos de fuerzas muy negativas para el Estado Venezolano, es decir no son acuerdos de partes con potencialidades políticas iguales, sino que se estos acuerdos tienen que ver con concesiones, tienen que ver con desregulaciones, flexibilización creciente, formas de  favorecimiento al desmontaje de la visión nacionalista energética que ha tenido en su momento el presidente Chávez.  Y que estos acuerdos se van haciendo orgánicos, por ejemplo, la concreción de los acuerdos de PDVSA con el capital foráneo que ya no solo aparecería como “accionista” sino como “prestatario”, citando a Eulogio del Pino, presidente de PDVSA.

Qué significa esto, y esta es la trampa de lo que yo llamo el neoliberalismo mutante: por más que en términos formales, yo estado o PDVSA sea accionista mayoritario y tu privado, transnacional, seas minoritario, si tu pones tu capital accionario y además me prestas para que yo coloqué el mío, esto termina enredándose en una forma en la que en realidad tú tienes el control. Todo aquel que tiene la gran parte de la inversión, controla. Piensa por ejemplo en la participación de Estados Unidos en el FMI, en el Banco Mundial, o lo que supone el mecanismo de endeudarte, en lo que respecta al control de la relación económica o política que se tiene con respecto a las decisiones sobre los modelos económicos, de negocios, políticos, etcétera.
Por eso sostengo que el modelo que se está configurando desde hace dos años en Venezuela y la respuesta que se ha tratado de plantear es la siguiente: intentar hacer un piso mínimo, el que permitiría un flujo de caja mínimo para el gobierno y que las retribuciones se hagan de ese piso hacia arriba. En síntesis el planteamiento es subir el extractivismo en todos los ámbitos para poder retribuir con ese excedente, con lo que sería ese nuevo aumento del extractivismo,  a la ganancia y a la devolución de la inversión en esos casos.
Esto supone además,  una expansión de todos estos elementos que hacen a la arquitectura del extractivismo en Venezuela. Y que abre a otra preocupación que calza en esta situación, es toda la reconfiguración social que está ocurriendo en los territorios.
Hay que pensar por ejemplo en lo que escribía Rodolfo Quintero, toda la transformación antropológica, económica, social, cultural que se daba en los campos petroleros. Lo que está ocurriendo en Santiago de Cabrutica o en la zona sur de Monagas, todos estos cambios sociales que tiene que ver con afectación de tierras cultivables, problemas de agua severos, la migración de formas de trabajo productivo al taladro, provocando un mayor abandono de la agricultura, una agricultura extremadamente precarizada como lo está en la actualidad. Entonces lo que tienes es dos tendencias opuestas en términos de la crisis.
Una tendencia  de una enorme gravedad, con una población de muchas décadas asimilada a la economía rentista, a los sectores terciarios de distribución de la renta, y una necesidad histórica de producción interna que necesita una subjetividad que tenga alguna cultura del trabajo. Entonces tienes dos tendencias que están caminando en sentido contrario y que va a agravar la crisis. La otra consecuencia es el tema ambiental,  yo entiendo que el tema ambiental tiene poca incidencia en el país, por la fragilidad de los movimientos ambientalistas. Pero además, sobre todo por la poca información que existe sobre el problema ambiental.
Por ejemplo, el tema ambiental del agua en Venezuela es gravísimo, ahí tenemos varias bombas de tiempo. Por ejemplo lo que está ocurriendo con los embalses de Paucachinche y Camatagüa que atienden a 10 millones de personas en el país, que está proveyendo agua con más escases, por la incapacidad de potabilización. Porque viene además contaminada por diversas razones, pero entre ellas el proyecto de trasvase de agua para evitar que el lago de Valencia siguiera creciendo, pero entonces estamos tomando agua con heces  aquí en Caracas, en Valencia y Maracay es peor, y esto es una bomba de tiempo política. Te voy a dar un ejemplo: en el 2014 hubo una crisis del agua en Sao Paulo en la cual Dilma Rousseff termina declarando que esa crisis se convierte en un asunto de Seguridad Nacional, por qué lo declara, porque una ciudad de más de 12 millones de personas colapsando por la escasez de agua es claramente una crisis política. Lo mismo en los Estados Unidos declara problema de seguridad nacional el tema, por ejemplo, del cambio climático.
Esta tendencia es a que se agrave porque hay negligencia e incapacidad para atenderlo. Y el extractivismo produce una agudización, una profundización de estos patrones. La expansión del extractivismo para dar un ejemplo concreto, generaría una contaminación severa del Río Socuy, que alimenta embalses fundamentales para suministrar agua a la población de Maracaibo, del Tablazo, de San Francisco, donde hay también millones de personas, ahí tienes también problemas de seguridad. Yo lo veo desde el punto social y ambiental, pero si lo tomamos del punto de vista más político hay una cosa de seguridad nacional con esta crisis.
Y el Arco Minero del Orinoco ni se diga las consecuencias. Pero es bueno mencionarlas. El 4% del agua que consumimos está en la zona norte costera donde vive el 90% de la población. Es decir nosotros dependemos de las cuencas hidrológicas del sur del país. Cuencas hidrológicas que ya están sumamente contaminadas por varias razones. Entre ellas la contaminación que producen las industrias básicas, el tema petrolero, pero también por la minería ilegal, es decir una cosa dramática, esta expansión del cianuro en las aguas. El tema del Arco Minero sería llevar a una devastación el tema del agua. Hay datos científicos de lo que llaman la huella hídrica del oro, que te dice que para obtener una onza de oro necesitas mil litros de agua. Y en el proyecto del AMO, estamos hablando de 7000 toneladas de reservas de oro que se plantea sacar.  Tal vez no las saquen completas, pero el dato sirve para tener una idea de los billones y billones de litros de agua comprometida, sólo hablando de la extracción de oro. Es decir, yo creo que no hay ninguna duda en decir que estamos frente a un suicidio socio ecológico en puertas. Un muerta lenta. Y los que contrarían estos argumentos hablan justamente de un tema de seguridad y de soberanía. Pero que tengamos agua para vivir, es el verdadero tema de soberanía y seguridad.
Me parece que el debate del extractivismo ha sido poco comprendido porque no se entiende que toca todas las aristas de la vida. La arista cultural, la arista económica, la arista geopolítica y política, la arista ambiental y  por supuesto la arista social.
Porque se supone que es en realidad la concepción del uso de la tierra y de la soberanía de los sujetos sobre esa tierra, nada más y nada menos. Entonces te diría que no sólo se trata de este nuevo avance de frontera, sino cómo se va a hacer el avance de frontera y el contexto histórico en el cual está este nuevo avance de frontera. Esto hay que detenerlo como sea.
Pero para eso hace falta politizar más el tema ecológico, que se entienda que es un tema que tiene ver con territorio, con vida. Y yo no diría sólo que crezca el reclamo de las organizaciones ambientalistas sino que hay que ecologizar también las luchas populares que tienen que ver con sindicatos. Por ejemplo los sindicatos que se han movilizado, aunque el reclamo no sea estrictamente ambientalista, sino por reclamos que hacen a la salud de los trabajadores, son los sindicatos del complejo petrolero industrial de Jose. Así sea por su seguridad laboral, pero por ahí hay algo que va haciendo el vínculo.

Vamos a cambiar de tema. Cómo ves la Constituyente…
Reconociendo de mí parte lo descabellado de la propuesta de la Constituyente y los claros visos autoritaristas que se han mostrado en el gobierno, mi punto es tratar de analizar  el conjunto de actores sociales, la idea de este empate catastrófico en el que estaríamos, de una relación de fuerzas bastante similares. Al mismo tiempo la noción de la polarización gobierno oposición no explica la cantidad de actores que están en interacción en ese sentido. Creo que habría que entender, no sólo la Constituyente como una posibilidad, sino la aparición de múltiples posibilidades. Inclusive algunas inesperadas. Reconociendo un poder que quiere aprovechar la Constituyente para tales o cuales cosas negativas. Incluso sea porque el gobierno termina de derrotar a la oposición, o porque se genera un pacto, como la Constituyente ha quedado controlada por los mismos de siempre, es decir los constituyentistas elegidos, es potencialmente un peligro para hacer una reestructuración de corte neoliberal.
Pero insisto en que también hay que verla como un campo en disputa. Aunque el campo popular este fragmentado, este bastante afectado por la situación, por el nivel de confusión de lo político que se establece hoy en día. Habría que reconocer que la constituyente fue asumida por muchos activistas de la base popular chavista como una lucha. Y esto no se puede desconocer. Los pueblos tienen unos tiempos, es una paradoja, porque las necesidades de las transformaciones a veces son urgentes, pero los pueblos tienen sus tiempos.
El campo popular del chavismo que yo reconozco como el campo con mayores potencialidades, el que ha asumido las banderas más claramente transformadoras, revolucionarias en muchos sentidos, reivindicativas en muchos sentidos. Que son sujetos que generan críticas, que entienden los riesgos de otras alternativas, pero que también asumen el desafío del momento actual, y no lo digo intelectualmente, lo he visto en las discusiones. Ahí habría que pensar y entro directamente a la constituyente, como este desafío, denunciado hasta el cansancio del autoritarismo y de las reformas neoliberales que allí se busca, pero también comprender este proceso de disputa. Que no se puede dar un paso al costado frente a él, y ver como plantear las cosas que estamos criticando. Cómo las reformas del marco jurídico y de las probables transformaciones en la gobernabilidad tienen que ver con una reestructuración económica. Tenemos que posicionar ese tema, pero hacerlo desde ese tejido social y no desde afuera. Porque para mí lo contrario lleva a una soledad política que frena los avances.
Pero ¿en esa disputa también entran los capitales transnacionales?
Esa es una disputa de disputas. Estamos hablando de una disputa desde el campo popular. El campo popular no es homogéneo tampoco, y esas disputas se generan a lo interno, es decir vamos a debatir cuáles son las potencialidades políticas que van más allá del marco jurídico de este proceso, y cuáles son los peligros que están allí.
Pero ¿por qué? Porque al menos desde el año 2014, los que venimos siguiendo el campo económico estamos viendo procesos progresivos de flexibilización económica, desregulación, tasas preferenciales para las corporaciones en la Faja Petrolífera del Orinoco, zonas económicas especiales, reestructuración de la deuda con China. No es casual por ejemplo que la reestructuración de la deuda con China en 2014, sale en gaceta, y un tiempito después sale las zonas económicas especiales. Recordemos que el FMI prestaba a cambio de reestructuraciones. Entonces hay que preguntarse qué significa el consenso de Beijín en ese sentido.
Pero el capital internacional necesita garantizarse un marco jurídico para sus reestructuraciones, incluso el capital que no está y quiere venir. Y cómo el gobierno ha insistido, en su retórica, en su discurso, está planteando un marco de inversiones especiales para atraer al capital, para que venga a invertir en el país, y cómo eso está de la mano de una política y de unas políticas concretas que se formalizan en Gacetas, en Decretos y tal. Y cómo eso está totalmente conectado, al menos en su potencialidad, el peligro que tiene en un proceso constituyente, liquidar articulados o secciones de la Constitución que representan una barrera jurídica para una desregulación más amplia.
Una apropiación con la que el capital obtendría los recursos naturales o de los mercados venezolanos, y está necesitando derribar toda una normativa que existe. Y estas reformas están siendo solicitadas por el capital transnacional. Y en este punto no olvidemos el nivel de deuda que tiene Venezuela.  Recientemente un informe de la CEPAL indica que Venezuela tiene una deuda de 130.000 millones de dólares, y el mismo informe señalaba que el país lo puede sustentar. Porque justamente el tema es ese, Venezuela tiene un nivel de recursos, de “riquezas materiales, precisamente lo que sugiere la CEPAL es que puede pagar y pagar bien pero, hay que agregar que se haría hipotecando el futuro del país.
Entonces: la deuda acompaña a las peticiones del capital foráneo y hay un peligro claro dentro del marco de la constituyente, de que esas reformas terminen tocando ya el centro de la tierra, el núcleo del proyecto de la revolución bolivariana que no es solo conceptual sino que tenía que ver con un proyecto al menos anti neoliberal ya que no era anticapitalista. La pregunta es ¿a  quién hay que convocar a detener ese proyecto?, para mí al chavismo popular.
Estamos frente a una encrucijada histórica de los últimos 100 años, si el chavismo popular aprueba esto, es una desvirtuación de su propio sentido de ser histórico. Este es un peligro y el otro es: qué es lo que va a hacer el chavismo popular. Esta es parte de la disputa. Porque aquí ya no hay soluciones fáciles. Desde mi punto de vista lo que va a haber es un largo periodo de conflicto, que probablemente sea un conflicto de alta intensidad. Porque probablemente ha terminado un ciclo de batallas pero vendrán otras próximamente.
E insistir, sobre todo, en el debate del extractivismo. Porque nosotros somos una economía que se basa en que el capital foráneo extrae, nos despoja de nuestros bienes comunes, que deja una gran devastación ambiental, que deja culturalmente una dependencia de la renta, que nos deja cada vez más lejos de una cultura productiva. Que aunque yo, personalmente, creo que la idea de sembrar el petróleo es inviable, al menos como se planteaba en este proyecto, también creo que eso no significa que no se pudiera usar los excedentes para otras inversiones.
Creo que el proyecto es otro. Que hay que elaborarlo, creo que hay que seguir trabajando en la crítica sobre el modelo rentista, capitalista venezolano. Entender que el capital traza las rutas de la próxima fase económica sobre el extractivismo. Es decir el capital foráneo no va a orientar a la economía venezolana hacia un modelo producción industrial.  Va a aprovechar el potencial económico venezolano que es el extractivismo. Y eso significa que los males que hemos conocido históricamente se van a reproducir, pero en un contexto más caotizado y de colapso histórico del modelo.
Entonces el debate sobre el extractivismo no es una cuestión adicional para pensárselo con tiempo. Es un debate sobre el modelo, un debate presente.  Tiene que ver con el contexto de la dependencia. Del colonialismo. Ese es también un debate sobre los progresismos. No es sólo responsabilidad del progresismo, pero la situación actual es también reconocer que hubo políticas que no se dieron. Y esto no se puede evadir eternamente. Porque para estos debates nunca fue el momento. Al menos esto es lo que se siempre se ha dicho desde el poder.
Hay que hablarlo y hay que volver a insistir en el debate sobre el extractivismo y entender que no es un debate sobre la extracción. El modelo se basa en la extracción pero tiene todo un circuito de acumulación de capital que está también en la distribución, en la construcción de infraestructura, en el financiamiento, todo eso está ahí. Extractivismo es toda una arquitectura. Es el modelo de acumulación de capital a nivel nacional, es un circuito que va desde la exploración extracción y pasa luego por la venta, la captación de un excedente y todos los mecanismos de distribución que reproducen el extractivismo, que legitiman el extractivismo. Eso es lo que nos interesa analizar.
Como están los movimiento sociales y la reacción frente a este plan extractivista en América Latina.
Los movimientos empezaron a reaccionar ante una mayor politización del tema ambiental, una mayor politización del tema indígena, una valoración política de estos temas. Estos temas estuvieron durante mucho tiempo en un baúl, no eran considerados temas importantes. Y eso hay que decirlo autocríticamente como parte también de una tradición de una izquierda que no le interesó este tema por mucho tiempo. No eran sujeto de la revolución.
Y lo curioso fue que el sujeto de la revolución en Bolivia, por ejemplo, era el indígena, para darte un ejemplo. Luego los proyectos de los progresismos empiezan a prometer una transformación, empiezan a hablar del buen vivir, de los pueblos indígenas, del socialismo indoamericano, empiezan a hablar de los derechos de la naturaleza, empiezan a hablar de salir del modelo de la dependencia, elementos que tomo el gobierno de Chávez, que habló del buen vivir, lo que pasa es que terminó siendo una tarjeta de crédito. Chávez reivindica a los indígenas cuando coloca el capítulo octavo de la constitución, y reivindica la naturaleza con el capítulo séptimo, el de los derechos ambientales.
Estas demandas que eran previas, fueron tomadas por Chávez. Esto no es casual, esto viene de una corriente de lucha, por un cambio de cultura política de una nueva valoración, que no se quedó ahí. Pero los progresismos comenzaron nuevamente a relanzar el extractivismo, empezaron a profundizar este modelo, teniendo conflictos con las comunidades en todos los países, con marchas, movilizaciones y ocupaciones a veces violentas en muchos países. Aquí la lucha Yupka fue bandera. Y aunque otras luchas no salieran tan públicas igual se dieron. Hay una lucha en la península de Paraguaná, gente afectada por Cáncer. Desde los años 90 por ejemplo, contra el puerto de aguas profundas que quieren poner en la península de Araya. Aquí los pueblos indígenas se han pronunciado contra la minería ilegal y algunos contra el Arco Minero del Orinoco, y hay luchas muy fuertes porque están defendiendo su territorio.
Estas fueron luchas en la región y que aquí tuvieron poca resonancia pero esto es lo hay que cambiar. El giro político que tenemos que dar es en la identificación de los nuevos sujetos revolucionarios, si quieres verlo así. Es un sujeto campesino también, también, no es únicamente campesino, es un conjunto, es la mujer, es el indígena, es un sujeto urbano, y no por un tema de proporción porque la proporción en Venezuela, por ejemplo, es muy desigual, el sujeto urbano es más del 90%. Es tomar los saberes ancestrales, el concepto de territorio. No hay diferencias sustanciales entre el proyecto de la comuna y el proyecto que tienen los pueblos indígenas, porque es comunal también.
Creo muy importante y necesario recuperar la dimensión del territorio. Es como que para nosotros el espacio geográfico fuera una abstracción, eso revela un desligue con la tierra, el territorio y los bienes comunes. ¿Qué significa esto? El problema del agua podemos decir que en un caso determinado fuera un proyecto a futuro, pero no es el caso nuestro. El problema del agua en Caracas es cada vez más dramático, en Valencia, en Maracay, en el Zulia, y en casi todo el país, en Lara, en la Región Guayana, en el Oriente por el tema petrolero. Es un problema político, social, cultural, eso es necesario incluirlo en las demandas sociales políticas. Y entender que hay una posibilidad en este momento justamente por la crisis, para una subjetividad más integral, precisamente se puede unir las demandas que tienen que ver con las reivindicaciones del trabajo y las que tienen que ver con la reproducción de la vida. Este sujeto tendría una potencialidad enorme.
Hace muy poco estamos tratando de retomar el debate por la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas que cuestionó recientemente Luis Brito García. El sugiere eliminar los derechos indígenas en la Constitución, pero ese debate no es sólo sobre los derechos indígenas, es un debate contra la concepción que se tiene sobre el territorio, sobre el extractivismo, sobre el poder, está todo allí. Y buena parte de lo que llamo chavismo popular, verá entonces que ése no es su proyecto. Se preguntarán, 500 años esperando, postergando y ahora viene un intelectual del chavismo a cuestionar lo que habíamos avanzado.