sábado, 21 de julio de 2018

Los gobiernos progresistas, al igual que los neoliberales, promueven los extractivismos.


   ¿Desarrollan qué economía?
 
Con las oficializadas como "externalidades"
 
que quitan autodeterminación a los pueblos.
 
 
 
El crecimiento económico en el capitalismo contemporáneo mira en exclusivo por la acumulación oligopólica en gran escala sin importar las graves consecuencias socioambientales. Pero hay crisis estructural del sistema que nos subsume en crisis civilizatoria y en asfixia por su ataque a todas nuestras posibilidades de vida y trabajo. Por eso,  es crucial generalizar la conciencia de que los gobiernos progresistas "nunca rompieron con los esquemas, dinámicas, procesos y el sentido mismo que imponía la violencia de la acumulación del capital, más bien los consolidaron. Se llega a esta conclusión luego de analizar la forma que asumió la política y la economía durante el período de los «gobiernos progresistas» de la región".

En la misma línea "es necesario comprender que América Latina como región ha sido integrada al sistema-mundo capitalista desde una relación asimétrica y desigual que corresponde a las nociones de centro-periferia (Wallerstein, 2004) y que los discursos políticos e ideológicos también forman parte de esa relación centro-periferia". (...) "Estas imposiciones producen en los países de la periferia del sistema-mundo capitalista una dinámica de despojo de territorios, de saqueo de recursos, de destrucción de las solidaridades y reciprocidades existentes, de expoliación a las sociedades y de uso estratégico de la violencia que, de cierta manera, repiten las formas primitivas de violencia que existieron durante la acumulación originaria del capital de los siglos XVIII y XIX."

 

El posneoliberalismo: Apuntes para una discusión

20 de mayo de 2016

Por Pablo Dávalos
 
El concepto de “posneoliberalismo” ha sido utilizado para calificar a la ruptura con el neoliberalismo que provocaron en su momento los gobiernos autodenominados “progresistas” en América Latina; sin embargo considero pertinente problematizar este concepto, porque ello quizá nos permita comprender el rol histórico que cumplieron esos gobiernos “progresistas” al interior de las dinámicas de la acumulación del capitalismo. Para el efecto, quizá sea conveniente establecer una línea teórica demarcatoria con el concepto de “neoliberalismo”.
El concepto de “neoliberalismo” está relacionado con Friedrich Hayek, Milton Friedman, F. Knight, Ludwig Von Mises, entre otros, y la “Sociedad del Monte Peregrino”. Este concepto nace en Europa luego de la segunda guerra mundial como una necesidad de renovar al discurso del liberalismo clásico y ponerlo a tono en un contexto en el cual el Estado liberal asume el formato de “Estado de Bienestar” y la existencia de economías socialistas centralmente planificadas1. La discusión teórica sobre el concepto “neoliberalismo” es abundante y se ha convertido, de hecho, en el mainstream del pensamiento económico, político, ideológico y social de la globalización. Las críticas al neoliberalismo son, asimismo, prolíficas.
 
El concepto de “posneoliberalismo”, por el contrario y hasta el momento, sólo tiene sentido y significación en el debate político latinoamericano. En efecto, esta noción nace desde América Latina y como una necesidad de caracterizar el tiempo histórico de los gobiernos latinoamericanos que surgieron desde las luchas sociales en contra del neoliberalismo y que configuraron los denominados “gobiernos progresistas” en referencia a Hugo Chávez y la “Revolución Bolivariana” en Venezuela; Evo Morales y el “Movimiento Al Socialismo” (MAS) en Bolivia; Rafael Correa y la “Revolución Ciudadana” en Ecuador; Néstor y Cristina Kirchner en Argentina; Lula Da Silva y Dilma Roussef y el “Partido de los Trabajadores”, en Brasil; Tabaré Vásquez y José Mujica y el “Frente Amplio” en Uruguay, principalmente.
 
Fue una expresión utilizada por Emir Sader, Atilio Borón2, Carlos Figueroa Ibarra, entre otros3, para marcar una distancia con aquellos gobiernos neoliberales adscritos a la agenda del Consenso de Washington. Con el concepto de “posneoliberalismo” se trataba de ubicar en la nueva geopolítica a los regímenes latinoamericanos que surgían en disputa con EE.UU. y fuertemente críticos con el modelo neoliberal. Estos gobiernos cambiaron el sentido de las políticas públicas hacia políticas más inclusivas y con mayor sensibilidad social, preocupándose por la inversión social y la lucha contra la pobreza. En un inicio, algunos de estos gobiernos latinoamericanos incluso acudieron a la ideología del socialismo para legitimarse4.
 
Sin embargo, las derivas extractivistas de estos gobiernos y su creciente separación con los movimientos sociales hasta llegar al punto de la confrontación abierta, entre otras señales, ameritan una reflexión adicional sobre la significación real del “posneoliberalismo”. ¿Se trata de una nueva categoría económica y política que rompe radicalmente con la tradición del neoliberalismo en América Latina o más bien es una continuación de éste? y, además, ¿Por qué llamarlo posneoliberalismo? ¿Qué sentido tiene añadir una preposición a un prefijo?
 
Para Carlos Figueroa y Blanca Cordero, por ejemplo, en “el posneoliberalismo, el Estado vuelve a adquirir la dimensión de agente rector de la vida social y lo público se coloca encima de lo privado” (Figueroa Ibarra y Cordero, Blanca, 2011: 13) pero no se problematiza sobre el retorno del Estado ni tampoco sobre el sentido que tiene “lo público”. Es decir, se asume que toda recuperación del Estado es ya una ruptura fuerte con el neoliberalismo. Se asumen las formas que asume la política como criterios determinantes para calificar el tiempo político de los “gobiernos progresistas”.
 
Empero, más allá de las formas que puede asumir el Estado, sobre todo con referencia a los “gobiernos progresistas” latinoamericanos, pienso que es necesario darle un mayor contenido analítico y espesor epistemológico al concepto de “posneoliberalismo”, porque este concepto corre el riesgo de convertirse en un tópico ideológico destinado a encubrir y legitimar prácticas gubernamentales que lesionan los derechos de los trabajadores, destruyen el tejido social, cooptan a las organizaciones sociales en el interior del aparato del gobierno, expanden la frontera extractiva, criminalizan las disidencias, entre otros fenómenos, y que son invisibilizados porque provienen desde los “gobiernos progresistas”. La discusión sobre el significado del “posneoliberalismo” no es académica sino política. La delimitación y aclaración de este concepto puede ayudar a visibilizar y comprender de mejor manera las resistencias de los movimientos sociales de la región.
 
Para el efecto, es necesario comprender que América Latina como región ha sido integrada al sistema-mundo capitalista desde una relación asimétrica y desigual que corresponde a las nociones de centro-periferia (Wallerstein, 2004) y que los discursos políticos e ideológicos también forman parte de esa relación centro-periferia. Los países capitalistas más avanzados conforman el centro del sistema-mundo e imponen sus condiciones a la periferia por medio de diferentes mecanismos, entre ellos, el intercambio desigual, o la colonización económica y monetaria del cual fue garante y condición el FMI, por la vía de los programas de ajuste económico (Dávalos, 2011), pero también crean las ideas, los conceptos y los marcos teóricos que definen y estructuran la comprensión de Lo Real. Como en esos países no consta entre sus prioridades el debate teórico sobre el “posneoliberalismo” entonces este debate no existe. Es necesario, en consecuencia, visibilizar ese debate, descolonizarlo de las relaciones de poder/saber centro-periferia y vincularlo con los procesos recientes del capitalismo como sistema-mundo desde aquello que Boaventura de Souza Santos denomina las “Epistemologías del Sur” (De Souza Santos, 2013).
 
Posneoliberalismo, financiarización y gestión de riesgo en el sistema-mundo (...)
Es como si esa violencia originaria, y que constituyó al capitalismo históricamente, fuese la condición de posibilidad del capitalismo en su periferia pero en forma permanente y continua. A más desarrollo capitalista en los países del centro, más violencia, más saqueo, más despojo en las regiones de la periferia. Es como si el capitalismo tuviese dos relojes: en el primer reloj las regiones del centro del sistema-mundo tienen un tiempo hacia delante, mientras que en la periferia ese mismo reloj las lleva al pasado. A este proceso que repite las formas primitivas y originarias de violencia de la acumulación capitalista en las regiones de la periferia del sistema-mundo, la economía política lo ha denominado como “acumulación por desposesión”7 y están asociadas a las nuevas formas de regulación por financiarización y gestión de riesgo especulativo a escala global.
 
La trama institucional del posneoliberalismo: hacia el neoliberalismo institucional
Ahora bien, la acumulación por desposesión se inscribe en el interior de una trama institucional que sirve de soporte a la financiarización y la gestión de riesgo del capitalismo especulativo. La trama institucional es clave para ese proceso especulativo porque a partir de ella se crean nuevas oportunidades y nuevas condiciones de posibilidad para la especulación. El eje más importante de esa trama institucional es, definitivamente, el Estado.
 
Sin el Estado no hay soporte para esa trama institucional y sin esa trama la especulación financiera y la gestión de riesgo perderían una de sus principales bazas. Por ejemplo, el mercado de carbono que involucra a los principales bancos del mundo y que generó en el año 2012 instrumentos derivados por cerca de 200 mil millones de USD (Lohmann, 2012), sería imposible sin la existencia del Estado y las regulaciones de cambio climático. De igual manera con toda la industria de los “servicios ambientales”, sería imposible sin la regulación que la codifica, estructura y establece. El “neoliberalismo institucional” necesita del Estado como actor fundamental de la economía global.
 
El retorno del Estado es una necesidad económica de la globalización financiera y la privatización de las instituciones de la vida social. El retorno del Estado fue ya propuesto por el Banco Mundial en su Informe de Desarrollo Humano del año 1997. Para el Banco Mundial, no se trataba de saber si el Estado tenía que formar parte activa de la economía sino la medida de esa participación. Ese informe del Banco Mundial, de hecho, tuvo como consultor principal a Douglass North, premio “Nobel” de economía y teórico importante del “neoliberalismo institucional”.
 
El nuevo marco teórico del “neoliberalismo institucional” articula conceptos y categorías que parecen alejadas del neoliberalismo tradicional pero que, en realidad, lo continúan a otro nivel, como por ejemplo: elecciones y conducta no-racional, costos de transacción, acción colectiva, economía de la información, derechos de propiedad, seguridad jurídica, inversión extranjera directa, externalidades, incertidumbre, contractualidad, organización económica, principal y el agente etc., es decir, el discurso del neoinstitucionalismo económico8.
 
El retorno del Estado a la economía no es una iniciativa de los “gobiernos progresistas” latinoamericanos sino una dinámica que se inscribe en el interior de la acumulación del capitalismo y su necesidad de ampliar la mercantilización y la especulación hacia la trama institucional de la sociedad. La recuperación de la violencia legítima del Estado tenía también por objeto garantizar la transferencia de la soberanía política del Estado hacia las corporaciones transnacionales y hacia la finanza corporativa mundial en el formato de los Acuerdos Internacionales de Inversión que tienen en la Organización Mundial de Comercio (OMC) su instancia más importante.
 
El “neoliberalismo institucional” tiene como centro de gravedad de sus preocupaciones teóricas, precisamente, los derechos de propiedad, y la institución que vigila y protege los derechos de propiedad en el ámbito internacional es, justamente, la OMC. La mayor parte de los Estados-nación en la globalización están articulando y armonizando sus leyes internas en función de lo establecido desde la OMC, a este proceso lo denomino “convergencia normativa”.
 
El Estado y la violencia posneoliberal
La vinculación de la trama institucional a los circuitos de especulación y de gestión de riesgo financiero-especulativo desgarra el tejido social. Produce una violencia que se extiende por todo el sistema-mundo. Ya no se trata solamente de la violencia de la producción mercantil sino la desestructuración de instituciones ancestrales que habían servido de soporte para la vida de las sociedades desde su misma conformación histórica. Un ejemplo de esa tensión provocada desde la especulación y la gestión de riesgo especulativo es la incorporación de los territorios a los circuitos financieros especulativos internacionales. Millones de seres humanos son desalojados de sus territorios ancestrales porque ahora estos territorios son fichas importantes en el juego de casino mundial, el extractivismo es una forma de esa violencia. Para procesar esa violencia el Estado no sólo es fundamental sino también estratégico9.
Efectivamente, el rol del Estado es clave porque desde ahí se fundamenta la legitimidad de la violencia de los modelos de dominación política. Se trata, en consecuencia, de otorgar al Estado la suficiente fuerza política que permita absorber a su interior toda la energía social y permitir, de esta forma, la acumulación por desposesión; con esa energía política el Estado puede disciplinar a sus sociedades desde una matriz de violencia sustentada en el discurso de la ley y el orden.
Pero la violencia de la desposesión se invisibiliza. El retorno del Estado se asume como un triunfo político en contra del neoliberalismo tradicional. El posneoliberalismo crea esa invisibilización de la violencia de la desposesión, porque utiliza mecanismos de control social que aparecen como medidas económicas en beneficio de los más pobres, como por ejemplo las políticas de inclusión social de las transferencias monetarias condicionadas, o la política fiscal en salud, educación, o “inclusión social” como la llama el Banco Mundial. Mas, en realidad, son dispositivos estratégicos que encubren la violencia de la desposesión.
 
De todos esos dispositivos quizá el más importante porque al tiempo que encubre la violencia la legitima, es aquel de la “lucha contra la pobreza” y su correlato del “financiamiento al desarrollo”. Los denominados “gobiernos progresistas” fueron los instrumentos, por así decirlo, más idóneos para encubrir la violencia de la desposesión. Su discurso de financiar la lucha contra la pobreza a través del extractivismo fue el argumento legitimante de esa violencia y que se expresó de múltiples formas. Por ello, muchos críticos con el neoliberalismo y que provenían de la izquierda fueron conniventes con la violencia de la desposesión que desplegaron los “gobiernos progresistas” latinoamericanos, porque nunca visibilizaron esa violencia y consideraron que el momento posneoliberal era una ruptura definitiva con la violencia del neoliberalismo10.
 
Ahora bien, la invisibilización de la violencia de la desposesión es un fenómeno más complejo, porque apela a universos simbólicos, imaginarios sociales y mecanismos de control y disciplina a la sociedad que dan cuenta de una estrategia de dominación política con un alto contenido heurístico. Es decir, a medida que la sociedad resiste que su trama institucional sea privatizada y crea nuevas formas de resistencia, la estrategia de dominación política trata de estar siempre un paso por delante de esas resistencias, trata de anticiparlas para anularlas, controlarlas y destruirlas. A esa capacidad política de controlar las resistencias que tienen ahora los Estados que emergen desde la transición del neoliberalismo tradicional hacia el neoliberalismo institucional, la denomino “modelo de dominación política” y son consustanciales del posneoliberalismo.
 
A todos estos procesos que configuran una nueva racionalidad política sustentada en mecanismos liberales de la política, como las elecciones, y que tienen como sustento cambios institucionales profundos con el objetivo de situar la trama institucional de la sociedad en el interior de los circuitos de financiarización y gestión de riesgo especulativo, con Estados fuertes y modelos de dominación social y política que invisibilizan la violencia de la desposesión la denomino posneoliberalismo.
 
Acudo a esta denominación para distinguir el neoliberalismo del Consenso de Washington y la imposición colonial del Fondo Monetario Internacional, en especial durante la década de los años ochenta, de aquellas formas diferentes que asume la política en las etapas posteriores al ajuste del FMI porque, aparentemente, propone una ruptura con las recomendaciones del Consenso de Washington, pero continúa con los cambios institucionales y sociales imprescindibles para garantizar la acumulación en el capitalismo tardío. En consecuencia, me desprendo de la interpretación hecha, entre otros, por Emir Sader o Atilio Borón, que ven en el posneoliberalismo una ruptura con el neoliberalismo clásico.
 
Más bien al contrario, considero al posneoliberalismo como un proceso complejo y que integra varias dimensiones que continúan, profundizan, consolidan y extienden la violencia neoliberal. Las dimensiones que configuran al posneoliberalismo, son las reformas estructurales de tercera generación, la convergencia normativa, los modelos de dominación política, etc..
La noción de posneoliberalismo nos permite comprender esa aparente contradicción entre los cambios políticos que se suscitaron en la región, muchos de ellos de la mano de gobiernos críticos con el FMI, con las relaciones de poder que emergen desde la acumulación por desposesión, con la consecuente tensión y conflictividad social que ahora utiliza el recurso de criminalizar a la sociedad para proteger el sentido y la dinámica de la acumulación capitalista. El posneoliberalismo nos permite estar alertas de esa intención de poner a la economía entre paréntesis y provocar cambios políticos sin alterar un milímetro el sentido de la acumulación y las relaciones de poder que le son correlativas.
La noción de posneoliberalismo problematiza la tradicional topología de la política entre partidos y organizaciones de “izquierda”, de “derecha” y de “centro”, porque las convierte en meros dispositivos ideológicos de la acumulación del capital en el interior de los modelos de dominación política. En el momento posneoliberal, para la acumulación por desposesión y la violencia que suscita, el hecho de que un gobierno sea de “izquierda” o de “derecha” es irrelevante. Su relevancia proviene de la forma por la cual administra la dialéctica consenso/disenso en el interior de los modelos de dominación política. Fuera de esta dialéctica, su importancia es prácticamente nula.
 
Ahora se puede comprender, por ejemplo, que Alianza País en el Ecuador, o el Partido de los Trabajadores en Brasil, fueron la forma política que asumió la acumulación capitalista en momentos del colapso de una variante del neoliberalismo, aquel del ajuste macrofiscal del FMI. El ajuste fondomonetarista, al menos en América Latina, finalmente se agotó, pero cedió sus posibilidades hacia una variante del neoliberalismo que tiene su interés en las instituciones de la vida social en el sentido más amplio del término y en la disciplina y control a las sociedades. Aquello que está en disputa no es la colonización monetaria y fiscal que realizó el FMI sino la puesta en valor de las instituciones por la vía del extractivismo minero, de las industrias de los servicios ambientales, transgénicos, agrocombustibles, ejes multimodales de transporte, etc. Esta puesta en valor de las instituciones de la vida social implica violencia y criminalización social11.
 
El posneoliberalismo permite comprender varias dinámicas básicas, como por ejemplo, la acumulación por desposesión, el cambio institucional del Estado y del mercado, y los modelos de dominación política, en el interior de un solo proceso histórico signado por la mutación del capitalismo desde la financiarización hacia la gestión del riesgo especulativo. Es cierto que este proceso comprende al Estado de forma diferente al neoliberalismo del Consenso de Washington, pero no significa que implique una ruptura con éste.
 
Se llega a esta conclusión luego de analizar la forma que asumió la política y la economía durante el período de los “gobiernos progresistas” de la región. Estos gobiernos nunca rompieron con los esquemas, dinámicas, procesos y el sentido mismo que imponía la violencia de la acumulación del capital, más bien los consolidaron.
 
Este texto forma parte del primer capítulo del libro: Alianza País o la reinvención del poder. Siete ensayos sobre el posneoliberalismo en Ecuador. Pablo Dávalos, 2014, Ed. Desde Abajo, Bogotá-Colombia
 
La necesidad de generalizar la mirada sobre los procesos de sostenibilidad de la vida (o sea de reproducción tanto biofísica como sociocultural) lleva a expandir entre nosotros, los diversos de abajo, el identificarnos con: 
"Coincidimos en que cuando hablamos de Una Sola Salud, estamos reivindicando la salud para todos y todas, no sólo para nosotros, las y los seres humanos. Estamos reconociendo que somos una pequeña parte de un organismo viviente, una pequeña parte de un universo en que todo está entrelazado, un hilo en el tejido de la vida de este hermoso planeta, participantes todos de un equilibrio ecológico maravillosamente complejo. Estamos reconociendo que la salud humana es un reflejo de la salud de nuestro planeta."
 
 
Declaración del Encuentro Intercontinental
Madre Tierra una sola Salud
19 de junio de 2017

Encuentro Intercontinental Madre Tierra una sola Salud
IV Congreso Internacional de Salud Socioambiental
Declaración de Rosario
16 de junio de 2017
En el día de la Ciencia Digna y en homenaje a Andrés Carrasco que nos sigue acompañando, enseñando e inspirando

Somos colectivos académicos, sociales, ecologistas, de pueblos originarios, artistas, profesionales de la salud humana, animal y vegetal, productores de alimentos, activistas, científicas e investigadoras, creadores de nuevas economías, comunicadores de buenas noticias; que nos hemos encontrado en la semana del 12 al 16 de junio llegando desde Argentina, Australia, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, India, México, Paraguay, Perú, Suecia y Uruguay para construir espacios para el diálogo, el arte, la ciencia y la poesía, en el marco de los saberes ancestrales y académicos, visibilizando las historias de resistencia necesarias para la defensa de la vida.

Hemos llegado a Rosario para compartir la plácida urgencia de unificarnos en la diversidad, de multiplicar los esfuerzos por caminar con armonía evitando el desgaste y el derroche. También para compartir preocupaciones y diversas formas de resistencia y construcción frente a los ataques a la salud de la Madre Tierra y de sus muchas comunidades. Para esperanzarnos en modos de vida, inclusivos y diversos, y celebrar la cosecha de los frutos que hemos sembrado. Hemos buscado encontrarnos para alegrarnos, para soñar, volar, despertar y resistir. Para solidarizarnos, escucharnos y aprender junto al cuidado de las plantas, los animales, la Tierra y nuestras vidas. Para continuar soñando con los sueños del mundo buscando “el Corazón de la Ciencia y la Vida”.

Coincidimos en que cuando hablamos de Una Sola Salud, estamos reivindicando la salud para todos y todas, no sólo para nosotros, las y los seres humanos. Estamos reconociendo que somos una pequeña parte de un organismo viviente, una pequeña parte de un universo en que todo está entrelazado, un hilo en el tejido de la vida de este hermoso planeta, participantes todos de un equilibrio ecológico maravillosamente complejo. Estamos reconociendo que la salud humana es un reflejo de la salud de nuestro planeta. Reconociendo que nuestra Casa Grande, la Madre Tierra o Pachamama, es un macroecosistema que alberga millones de ecosistemas interconectados, cada uno con sus particularidades.

Durante estos intensos días hemos compartido testimonios y evidencias científicas de la devastación de la Tierra y de las enfermedades que esa destrucción –motivada por el sistema industrial de producción y consumo y su afán de lucro desmedido– provoca a las comunidades, los seres humanos y a otras formas de vida. Hemos visto testimonios de las múltiples interrelaciones entre la salud de la mente, los cuerpos, las estructuras económicas, políticas y los ecosistemas; y hemos intercambiado experiencias y evidencias del buen convivir en la sociedad y la naturaleza, para refrescar nuestros sentidos y retomar el camino de la complementariedad, la solidaridad y la cooperación con todos los seres.
 
Estamos construyendo una plataforma con todos los saberes para cuidar las semillas, la biodiversidad, la vida microbiana, nuestras economías y culturas, para detener la degradación de los elementos y recuperar la salud de la Madre Tierra y de nuestras comunidades.
 
Hemos comprobado como globalmente se intenta imponer un modelo de agricultura y alimentación industrial corporativo que conlleva una enorme devastación ambiental y causa hambre, malnutrición y destrucción de los territorios campesinos y de los pueblos indígenas. De la mano de las grandes corporaciones se siguen imponiendo en vastos territorios semillas transgénicas, monocultivos industriales y fumigaciones masivas con agrotóxicos. La concentración corporativa es cada vez mayor, siendo apenas un puñado las corporaciones que controlan los mercados globales de semillas, biotecnología, agrotóxicos, maquinaria agrícola y fertilizantes. Todo el proceso marcha hacia una mayor concentración en muy pocas empresas transnacionales, con el objetivo de convertir a los agricultores en meros esclavos de las empresas. Las leyes de semillas, las normas sanitarias y fitosanitarias, las nuevas tecnologías y la imposición en los mercados de alimentos ultraprocesados son algunas de las herramientas que el capitalismo está usando para imponer este sistema agro-alimentario. Un sistema que está ligado a la mayoría de las enfermedades más frecuentes de las personas, los animales y el planeta.
 
El extractivismo es otra faceta de este proceso de destrucción y a partir de los relatos concretos de compañeros y compañeras, de campesinos y pueblos indígenas, hemos podido compartir como con la minería a gran escala y a cielo abierto, la extracción de hidrocarburos, la imposición del fracking (fractura hidráulica) y otros megaproyectos se está expulsando a comunidades enteras y se las agrede, violenta y criminaliza frente a la justa resistencia que oponen, único camino que les queda para su supervivencia. Al mismo tiempo las mega-ciudades se han convertido en otro espacio del extractivismo, de la mano de la especulación inmobiliaria, la ocupación irracional del espacio urbano y la brutal utilización de recursos que el modelo de consumo implica.
 
También hemos podido ver que los llamados “Sistema de salud” son en realidad “Sistemas de enfermedad” donde el foco está puesto en el comercio y la mercantilización y donde el resultado es un sistema que enferma y mata, controlado, también en este caso, por un puñado de corporaciones (muchas de ellas también son corporaciones de agrotóxicos como es el caso de Bayer que hoy está en proceso de adquisición de Monsanto). En ese contexto los medicamentos industriales son, junto a la tecnología médica, una de las principales herramientas para el control de las vidas de nuestros pueblos. Las patentes, la concentración de medicamentos en pocos laboratorios y el uso abusivo de los mismos son todas facetas de una misma problemática.
 
Un capítulo especial merece el uso indiscriminado de antibióticos tanto en su uso por las personas como en su aplicación en la agricultura y la ganadería que está produciendo el surgimiento de microorganismos resistentes que se están convirtiendo en amenazas cada vez más graves y que muy pronto podrán ser incontrolables en nuestras sociedades.
También hemos podido reconocer en uno de los problemas más graves que afectan a nuestras sociedades, el de la basura, la muestra patente de una sociedad que se ha desentendido de los ciclos vitales y ha perdido el control de su propio metabolismo para convertirse en una generadora de los gérmenes de su propia muerte.

¡Nos declaramos en resistencia contra este modelo de muerte!

Y por eso las resistencias de los pueblos fumigados, la de los pueblos originarios en sus territorios, el ejemplo de los recicladores, el de las mujeres movilizadas, las luchas contra los transgénicos, contra el fracking y contra la minería son ejemplos que alientan nuestro andar colectivo y solidario.
Pero al mismo tiempo, y porque sabemos hacia dónde vamos, hemos compartido una enorme cantidad de saberes, propuestas, búsquedas, ideas, principios y paradigmas que conforman las semillas, diversas y complementarias, del mundo nuevo que está naciendo en nuestro andar.
 
En ese camino hemos podido reafirmar la necesidad de consolidar como base para nuestro andar la producción de alimentos sanos para pueblos libres. Únicamente la agricultura agroecológica de base campesina, diversa, local y en armonía con la naturaleza podrá producir alimentos saludables para nuestros pueblos como lo han venido haciendo a lo largo de los últimos diez mil años. Esos alimentos son los que nos nutren, los que nos vinculan con los otros, los que se enriquecen cada día de la cultura de nuestros ancestros, los que nos sanan, lo que nos hacen comunidad y los que nos permiten seguir dialogando con la naturaleza y generando diversidad.

En ese contexto, la Soberanía Alimentaria es la vía, principio y guía para recorrer el camino hacia un mundo sin hambre y que produzca alimentos saludables en armonía con la naturaleza. La Soberanía Alimentaria se expresa en las luchas de todos los pueblos ligados a la tierra que defienden sus territorios, sus bienes naturales, sus semillas y sus sistemas de vida. El único camino es lograr que ese derecho de los pueblos a decidir que cultivar y como hacerlo se instale a nivel global como norma y como práctica irrenunciable.
También encontramos en las luchas feministas, en los feminismos populares, en los movimientos contra la violencia contra las mujeres y en el cuestionamiento radical al sistema patriarcal dominante otra de las fuentes de inspiración que nos nutren, nos estimulan a la transformación y nos guían en el camino a una sociedad sin violencias. De estas luchas hemos aprendido que nuestros cuerpos también son nuestros territorios y que defenderlos y cuidarlos es un componente fundamental e integral de los territorios de vida que estamos defendiendo y construyendo. La diversidad es la base de todas las formas de vida y también de las resistencias. Denunciamos y nos solidarizamos contra los feminicidios en todas partes. Vemos como esencial la construcción y la lucha de las mujeres, aprendemos de la sabiduría de las mujeres indígenas y campesinas, reafirmando la necesidad de mantener y fortalecer los cuidados colectivos que todos tenemos que ejercer, de la Tierra y de todos los seres vivos.

Así podemos comprender que reparando y sanando los territorios podemos proteger la salud colectiva y garantizar una vida saludable para nuestros pueblos. Y así nos encontramos con la posibilidad concreta de una naturaleza que nos sane, nos nutra y nos permita vivir plenamente. Allí los microorganismos juegan un rol indispensable, por ser los más viejos y más numerosos en nuestro planeta, para sostener el balance de la vida promoviendo la diversidad, en su imprescindible contribución a los procesos biológicos esenciales y también en su resistencia a la toxicidad de nuestras medicinas.

Muchos de nosotros somos parte de grupos de investigación y educación dentro de universidades y buena parte de estos días los hemos dedicado a debatir sobre nuestro rol, nuestra responsabilidad y nuestros desafíos. A partir de estas conversaciones y nutriéndonos de las luchas por la Reforma Universitaria de Córdoba hace 99 años, nos vemos comprometidos a llegar a los 100 años de esa Reforma asumiendo los desafíos actuales y planteándonos:
- Así como en el año 1918 se planteó que los estudiantes debían tener un rol fundamental en la vida universitaria hoy nos planteamos que el aprendizaje basado y centrado en los pueblos y territorios debe ser el eje que se enarbole y ponga en práctica en la próxima Reforma.
- Nos comprometemos con la Ciencia Digna, ciencia para la vida como camino hacia un modelo de construcción de conocimiento que contemple la diversidad de saberes que habitan en nuestra diversidad de pueblos. Haciendo nuestras las palabras de Andrés Carrasco “Los pueblos latinoamericanos tienen el derecho irrenunciable a desarrollar una ciencia transparente, autónoma y que sirva a sus intereses. Para ello esa ciencia deberá comprometerse con honestidad, teniendo en cuenta que de no hacerlo así, puede violar su compromiso con la verdad, para formar parte de la legitimación que todo desarrollo tecnológico dominante requiere como instrumento de control y colonialismo”.
-Nos comprometemos a continuar investigando los signos y síntomas de la enfermedad que afecta a la Madre Tierra, a profundizar el estudio de los problemas que se presentan local, nacional y regionalmente, a generar evidencias que permitan fortalecer las acciones terapéuticas interactivas con la Madre Tierra, y a la elaboración de la “Guía Terapéutica Interactiva Planetaria”.
-Impulsaremos desde lo local proyectos y acciones de reparación y de sanación que permitan curar las heridas de la Madre Tierra, tales como la propuesta de Ciudades o Pueblos Inteligentes en el Cuidado de los Antibióticos, para cuidar la Vida.
- Frente a la crisis civilizatoria que de modo radical nos interpela en el presente creemos que la Universidad debe asumir un rol activo escuchando a los pueblos y comprometiéndose con los procesos sociales y políticos que ellos han puesto en marcha.
- Como científicas y científicos comprometidos con la sociedad y la naturaleza:
  • Reafirmamos el compromiso de trabajar por una ciencia independiente de las transnacionales, con y para los pueblos, siguiendo el ejemplo de Andrés Carrasco. Denunciamos el intento de los agronegocios por imponer nuevas formas de ingeniería genética, altamente riesgosas, englobadas ahora bajo el nombre de “edición genómica”, con la intención de que éstas lleguen a los mercados sin siquiera pasar por evaluaciones de bioseguridad.
  • Denunciamos el esquema desde empresas y grupos de poder políticos y académico de empujar falsas “soluciones tecnológicas”, para aumentar sus ganancias con su venta y patentamiento, y evitar que se cuestionen las causas de las crisis, sean alimentarias, de salud, ambientales o climáticas.
  • Denunciamos la estrategia de eliminación sistemática de militantes y defensores de nuestros territorios a nivel Global, pero fundamentalmente en América Latina.
  • Denunciamos y rechazamos las estrategias de los Gobiernos al servicio de las corporaciones, que impulsan acciones como el Pacto Minero (en Argentina), las denominadas “Leyes de Semillas” que en realidad son leyes de protección de las corporaciones, la entrega de nuestros territorios al poder económico estableciéndose prácticas de eliminación de pueblos originarios y campesinos.
  • Rechazamos el intento de liberar mosquitos genéticamente manipulados en varios países del continente, así como todas las propuestas de usar, comercializar y liberar animales, insectos y microorganismos manipulados genéticamente. Rechazamos enérgicamente las propuestas de frente a las crisis climáticas, manipular el clima (geoingeniería).
  • Rechazamos el veto a la Ley de Semillas en Ecuador que abre las puertas para la introducción de transgénicos en el país violando la Constitución Nacional que los prohíbe. Exigimos la prohibición total de las fumigaciones con agrotóxicos en todo el continente. Exigimos que las autoridades desistan de mantener políticas que protegen la salud de las corporaciones, a costa de la salud de los pueblos y los territorios.
 
Todas las tecnologías, y particularmente las nuevas tecnologías, deben ser evaluadas
desde la sociedad, con una multiplicidad de visiones y perspectivas, que integren académicos, científicos y otros trabajadores, vecinos y colectivos urbanos y campesinos, ambientalistas, movimientos de mujeres y género, pueblos indígenas, movimientos de salud colectiva y popular y otros. Saludamos la iniciativa de la Red de Evaluación Social de Tecnologías en América Latina, que recoge muchas de las perspectivas de los Congresos Socio Ambientales.
El camino que estamos recorriendo no puede transitarse sin enriquecerse y nutrirse del diálogo con el arte y los saberes ancestrales y es así que los relatos, la música, la danza, el teatro, las experiencias vivenciales nos enriquecen y nutren, son otras formas de expresar las historias de resistencia por la vida; historias de amor, libertad y esperanza que esperan ser contadas.
Vivimos en un mundo, invadido por las Corporaciones… Un mundo en el que sin embargo aún es posible construir resistencias saludables, desde los encuentros y diálogos que nacen del respeto a la diversidad, a los procesos cooperativos, propios de los pueblos que supieron darse el tiempo necesario para cuidar y domesticar las semillas, que permitieron las siembras vitales.
Esas siembras emancipatorias que, habilitaron a los pueblos a encarnar y hacer realidad el sueño de cosechar futuros soberanos para todos, en territorios saludables…
Podemos asumir el desafío de reconstruir nuestros territorios, a partir de recuperar una praxis capaz de reconocer el valor de la Diversidad y el Tiempo como dimensiones esenciales para hacer florecer una nueva Política, de los Encuentros, de lo Colectivo, la Cooperación, la Humildad, la Solidaridad, que ponga freno al extractivismo que se nos impuso, priorizando la Salud de la Madre Tierra por sobre la de las corporaciones.
Durante esta semana nos hemos nutrido de experiencias, vivencias, afectos y compromisos, proyectos y propuestas, salud y alimentos saludables y reafirmamos nuestro compromiso de sanar el planeta para recuperar el flujo de la vida y de seguir caminando con la palabra, la acción, la memoria y el saber de nuestros pueblos y científicos el compromiso con la vida y el Buen vivir construyendo juntos una sociedad justa, solidaria, saludable y esperanzadora.

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