viernes, 28 de septiembre de 2018

Advirtamos qué Estado garantiza impunidad de acumulación ilimitada a los grandes capitales desde 1984.


   Es involucrarnos en las luchas antiextractivistas para defender la vida y la dignidad humana.
En cambio, el progresismo las estigmatiza.
 
Estamos, abajo y a la izquierda, frente a la oportunidad de ejemplificar con M.Macri a la burguesía local en su odio de clase a los trabajadores y pueblos de Argentina. Pero también nos muestra el carácter de entreguista y su felicidad de subordinarse a los imperialismos para tener más negocios lucrativos. Lo ha hecho desde sus orígenes históricos.
 
Es hora de percibir el nefasto papel de la burguesía local desde su financiamiento e ideación del genocidio en los setenta hasta su estafa oficializada como deuda pública externa y su protagonismo en la ocupación económico territorial de Argentina por capitales y estados imperialistas.
 
Argentina, crisis de la deuda y acuerdo con el FMI:
Camino a un nuevo colapso del modelo.
20 de septiembre de 2018
Por Carlos Carcione (Rebelión)
 
El primer acuerdo del gobierno Macri con el FMI duró apenas dos meses. Solicitado por el gobierno y firmado en junio cuando el Banco Central argentino demostró su incapacidad para frenar la corrida cambiaria. Los 15.000 millones de dólares, de un total de 50.000, hechos efectivos en ese mes se evaporaron, aspirados por la crisis. Para finales de agosto, en medio de una nueva corrida, la devaluación del peso superaba el 100% en apenas 6 meses, Macri pidió al Fondo el adelantamiento a 2019 de los desembolsos previstos para el 2020 y, según versiones, como parte de esta negociación, se estaría estudiando un refuerzo de otros 15.000 millones de dólares para el nuevo programa 1 .
Unos días después, cuando la corrida cambiaria se había convertido en crisis política, el gobierno anunció nuevas medidas de ajuste; una reestructuración del organigrama de funcionamiento del gobierno eliminando la mitad de los ministerios, y el llamado a lo que denomina “peronismo racional”, expresado en los gobernadores del PJ, a un acuerdo para aprobar el presupuesto de 2019 que contempla las exigencias del Fondo.
Sobre la base de estas “señales” y con el fracaso consumado del acuerdo de junio, el FMI aceptó comenzar a negociar un segundo acuerdo. Al tiempo que la directora general del organismo, Cristine Lagarde, confesaba en el Financial Times de Londres el 11 de septiembre, su temor de que las crisis de Argentina y Turquía se convirtieran, vía efecto contagio, en una nueva crisis mundial de la deuda.
No esta demás señalar que cuando el FMI todavía pronosticaba un 2018 sin mayores sobresaltos en la economía mundial, nosotros, desde anticapitalistas en red, alertamos sobre la posibilidad de un nuevo capítulo de la crisis internacional empujado por la inminente crisis de la deuda y la guerra comercial de Trump 2 .
Que estamos atravesando una “tormenta”, que el país ha vivido por por encima de sus posibilidades, que el déficit fiscal, que los subsidios, que la sequía, la falta de confianza, o la mala comunicación del plan, etcétera. Estas son algunas de las explicaciones de Perogrullo que desde el gobierno ensayan como causas locales de la actual crisis, además del impacto, ese si indudable, de la crisis capitalista mundial.
Sin embargo ninguna de estas explicaciones puede revelar por qué el acuerdo con el FMI de junio pasado, que incluye el mayor desembolso de la historia del organismo, ha fracasado en apenas 2 meses y es necesario renegociarlo. Las preguntas que hay que contestar son dos.
  • La primera es develar las causas de fondo, estructurales, de las crisis recurrentes del capitalismo dependiente argentino.
  • Y la otra es si la política económica del macrismo, independientemente de su claro carácter antiobrero, antipopular y antinacional, apunta a corregir o por el contrario profundizará esas causas estructurales, desembocando en un nuevo colapso.
Un patrón de acumulación basado en la fuga de capitales
Desde la quiebra del modelo de sustitución de importaciones a finales de la década de los 60 del siglo pasado, la elite dominante en el país buscó un nuevo patrón de acumulación de capital rompiendo la lógica de la reproducción ampliada 3 . Lo encuentra recién a mediados de los 70 con la dictadura militar y el plan económico de Martínez de Hoz, estimulado por el FMI y los capitales internacionales. Desde entonces hay una constante en la economía argentina: la fuga de capitales .

En varios estudios a lo largo de la última década, pero sobre todo en los realizados por el equipo de investigadores que encabeza Jorge Gaggero del CEFIDAR, se aportan importantes datos que son útiles para entender cómo funciona, desde entonces, el patrón de acumulación de las elites locales. En uno de ellos publicado en el 2010, por ejemplo, señala que: En 1974 la deuda externa era de US$ 7600 millones, y el capital fugado era prácticamente la mitad, US$ 3800 millones. En 1982 las cifras eran US$ 44.000 y US$ 34.000 millones, respectivamente. En 1989 la deuda era de US$ 65.000 millones y los capitales fugados llegaban a US$53.000 millones. A fines de 2001 la deuda era de US$ 140.000 millones y lo fugado US$ 138.000 millones.

Esta dinámica continúa durante todo el periodo kirchnerista y por supuesto se mantiene en la actualidad. Un ejemplo de ello es que la información brindada por el Banco Central para el primer semestre de este año para la cuenta Formación de Activos Externos de Residentes (un eufemismo para la fuga) muestra que esta fue un 117 % superior a la del mismo periodo del año anterior, llegando a los 16.676 millones de dólares 4 . Teniendo en cuenta que ha seguido de esa manera, es indudable que se establecerá un nuevo record histórico de Fuga de Capitales.

Es importante señalar también que el acumulado de los bienes de argentinos en el extranjero bordean según fuentes citadas por Gaggero los 400.000 millones de dólares hasta el año 2014 5 . Lo que permite afirmar que en la actualidad es muy superior, sobre todo teniendo en cuenta que el mismo informe del Banco Central citado arriba, muestra que en los dos últimos años, es decir el periodo Macri, la fuga supera largamente los 50.000 millones de dólares.
De todas maneras es importante destacar, como lo hace la investigadora de la UBA Magdalena Rua, que se desarrollaron dos maneras de alimentar esta fuga. Afirma Rua que durante el periodo kirchnerista, a pesar de haber descendido la relación Deuda –PBI, la fuga no se interrumpió, por el contrario se mantuvo en niveles similares a los actuales, pero financiada esencialmente por los superávit que el extraordinario periodo de precios internacionales de los cereales generó 6 .
En síntesis, financiada por deuda externa durante gran parte de las últimas cuatro décadas o por el superávit de cuenta corriente como ocurrió en una parte del periodo kirchnerista 7 , el patrón de acumulación de la burguesía local no se asienta en la reinversión productiva de los excedentes logrados en la producción y por la explotación del trabajo o por el diferencial obtenido por los precios extraordinarios de los comodities exportados (plusvalía extraída o renta agraria obtenidas), sino en la búsqueda de una valorización financiera de ese excedente vía fuga de capitales. Esto muestra al pasar, la íntima relación de los grandes grupos económicos locales con el capital financiero internacional y sus definidos rasgos mafiosos, especulativos y parasitarios.

Endeudamiento creciente, especulación y ajuste permanente, las herramientas del saqueo
En un artículo del 1 de enero de 2018 en el periódico El País de España 8 se afirmaba que a pesar de que la deuda argentina había crecido un 35% durante los dos años de mandato de Macri hasta entonces, ubicándose en los 342.000 millones de dólares para diciembre de 2017, señalaba que el consenso general (entre los funcionarios e inversores) era que esa deuda era sostenible en el tiempo. Para entonces la relación Deuda/PBI se ubicaba alrededor del 54%.
Apenas meses después Argentina debe recurrir al crédito más importante en la historia del FMI para no caer en la cesación de pagos y cumplir con el servicio de esa deuda que, en enero para El País era “sostenible”. Si una parte de las causas de esta situación se debe buscar en la evolución de la crisis económica internacional, las causas locales inmediatas, más allá de las estructurales que señalamos más arriba, tienen que ver con la política económica específica que desarrolló el macrismo desde el mismo momento de su asunción al gobierno. La liberación del tipo y las operaciones de cambio, la desregulación financiera, la eliminación de las retenciones para el agro y la minería, el aumento de la base imponible para el impuesto a las ganancias, y el pago de la deuda contraída por el gobierno De la Rúa a los fondos buitres, pago que estaba suspendido desde finales de 2001, entre otras, no lograron atraer las tan propagandizadas “inversiones de capitales” que vendrían al país cuando nos “abriéramos al mundo”. Pero si alimentaron un flujo de capital especulativo de cortísimo plazo. Cuando esos capitales especulativos comenzaron a desprenderse de los títulos y bonos en pesos del gobierno y pasarse a dólares para realizar una ganancia obscena obtenida por esa especulación, la burbuja de las LEBAC y otros instrumentos financieros especulativos estalló.
Por otra parte el llamado “ajuste en dos tiempos”, o “gradualismo”, en el ajuste neoliberal que se propuso al inicio del gobierno Macri y que duró hasta el inicio de la corrida, fracasó. El síntoma más claro del fracaso fue frente a la ofensiva del gobierno en diciembre pasado por imponer la reforma de la seguridad social y la reforma laboral, el fuerte rechazo del movimiento de masas impidió la segunda y llevó a que no se pudiera llevar el ajuste hasta donde pretendía Macri. Porque la eliminación de subsidios, el ataque al salario, el crecimiento de los despidos y del desempleo, la disparada inflacionaria, la recesión económica, similar en números de caída de producción y consumo al 2001, aunque brutales para la población, son insuficientes para encontrar el camino hacia el “país normal” que Macri le prometió a las Elites del país y extranjeras. Por eso a cada nuevo acuerdo con el Fondo sigue una nueva ronda de ajustes.
Frente a esta situación y al estallido de la burbuja especulativa 9 , sobrevino una nueva crisis de la deuda en el país. Los números son contundentes: A pesar del “apoyo” del FMI y de que, durante 2018 se pagarán en total algo más de 78.000 millones de dólares de deuda, el stock total de deuda al contrario de reducirse, aumentará, pasando de los 342.000 millones de dólares de finales de 2017 a superar los 390.000 millones a finales de 2018 (ver números actuales en Observatorio Fiscal) 10 . Y la deuda habrá pasado del 54% del PBI a representar a fines de 2018 un 107% del mismo como señalan los propios consultores burgueses 11 .
Entramos como en oportunidades anteriores, en una dinámica de grandes confrontaciones para definir ganadores y perdedores de esta crisis. Para evitar que se consolide un nuevo saqueo hacia el pueblo, los trabajadores y el país, las grandes mayorías que viven de su trabajo deben enfrentar con su movilización este pacto de Macri con el FMI y derrotarlo. La alternativa vuelve a ser: nuevo colapso del capitalismo dependiente argentino o modelo alternativo anticapitalista. 
Notas:
3 Carlos Marx, Acumulación y Reproducción Ampliada El Capital, libro 2do. Capítulo 1
4 Fuga de capitales primer semestre de 2018 Ámbito Financiero con datos del BCRA http://www.ambito.com/928345-la-fuga-de-capitales-se-duplico-en-el-primer-semestre-alcanzo-los-us-16676-millones
7 Hay estudios que demuestran en base a números oficiales que durante el periodo Kirchner, el aumento en la producción se basó esencialmente en la utilización de la capacidad instalada y no en la ampliación de la capacidad productiva. En algunas ramas como petroquímica y otras, hubo inversión productiva, el resto del aumento de la inversión en ese periodo se explica por la ampliación de la capacidad de almacenamiento.
8 El País España, La deuda argentina creció 35% desde la llegada de Macri. https://elpais.com/economia/2018/01/01/actualidad/1514832832_626904.html
9 Que sin dudas se extenderá a otros emergentes.


Reflexionemos sobre porqué atrevernos a construir otra sociedad mediante la nota siguiente:
 

El capitalismo y su democracia sin opciones
 
17 de agosto de 2018
Por Homar Garcés (Rebelión)

Para el sistema capitalista es sumamente esencial -además del control y la explotación de la diversidad de recursos presentes en la naturaleza- la existencia de la especie humana. Sin esta última, lógicamente, no sería nada posible la producción y la reproducción de los medios, los dividendos y las mercancías que contribuyen a darle un perfil definido a tal sistema. Necesita, por tanto, que la existencia humana esté regulada por una sociedad burocráticamente organizada. Una sociedad que responda de manera apropiada a sus vitales intereses y no le dé cabida alguna a cualquier tipo de cuestionamiento, inconformidad y/o rebeldía que haga pensar a muchos que éste pueda trascenderse.
Sin el soporte de esta sociedad ajustada a su lógica, el capitalismo sucumbiría irremediablemente. En este caso, las personas (asumidas como fuerza de trabajo) cumplen un doble propósito, enormemente beneficioso para la clase capitalista: como generadoras de plusvalía y como consumidoras. Gracias a la cultura de masas -fomentada en una gran parte por la industria ideológica a su servicio- el capitalismo dispone de un amplio contingente de compradores, logrando en muchos de ellos una compulsión consumista de la cual pocos adquieren conciencia.
Frente a ello, la pretensión de cambiar radicalmente el tipo de sociedad predominante a nivel mundial, sin plantearse con seriedad lo mismo respecto al sistema económico, resulta un enorme contrasentido. Ambos elementos se hallan consustanciados y no deberían aislarse uno en relación con el otro. Esto implica comprender, de una manera amplia, los rasgos y los mecanismos que legitiman y mantienen vigente al capitalismo. No bastará, por consiguiente, intentar alguna reforma, en uno u otro sentido, si éstos son desconocidos y se dejan intactos. Tampoco bastará con enunciar y legalizar los reclamos de justicia e igualdad sociales enarbolados por los sectores populares en sus luchas diarias.
“El nuevo proyecto conservador -explica Pablo González Casanova en su libro ‘De la sociología del poder a la sociología de la explotación. Pensar América Latina en el siglo XXI’- llega a plantear un sistema democrático en que no hay derecho a escoger una política económica distinta de la neoliberal, ni un gobierno democrático con fuerte apoyo popular. Propone una democracia ‘gobernable’ en que las elecciones se limiten a elegir a los grupos de las clases dominantes (o cooptadas por ellas) que muestren tener mayor apoyo en las urnas semivacías. Propone una democracia sin opciones en la que vote la minoría de los ciudadanos para escoger entre un pequeño grupo de políticos profesionales, cuyas diferencias ideológicas y programas son insignificantes”. Esto hace necesario explorar las potencialidades de los diferentes movimientos antisistémicos que se oponen a tal eventualidad. Aun de aquellos que no se han trazado la toma del poder como una de sus metas principales de lucha. En todo ello es fundamental la autonomía con que cada uno de estos movimientos puedan (y deban) manejarse, de modo que propicien en todo momento -sin dogmatismos ni exclusiones- una construcción social, económica y política por fuera de la lógica y la ideología dominantes.
La Comuna de París de 1871, los Soviets surgidos con la Revolución Bolchevique de 1917, los Consejos de fábrica constituidos en Turín (Italia) a comienzos del siglo XX, a semejanza de lo hecho en Rusia; la Revolución Cultural impulsada por Mao Tse-Tung en China y, más cercanamente en el tiempo y el espacio, los Caracoles Zapatistas en el estado de Chiapas en México, pudieran servir -en algún sentido práctico y teórico- de guías para el logro de dicha meta. Cada uno de estos importantes hechos históricos fueron destellos de una nueva forma de gestionar los asuntos públicos y de entender y ejercer la soberanía popular. Todos ellos supusieron -dentro de su contexto específico- la subversión y la desestructuración del Estado burgués liberal, impuesto (de cualquier modo) por el eurocentrismo extendido a todo el mundo.
La democracia (entendida ahora como una construcción colectiva desde abajo) es, en términos definitivos y definitorios, el autogobierno, razón por la cual los sectores populares están llamados a abrir paso a un modelo civilizatorio de nuevo tipo, donde las relaciones sociales y sus paradigmas sean algo absolutamente diferente a las imperantes. La autonomía, el autogobierno, el reconocimiento de la diferencia, la interculturalidad y las prácticas intercomunitarias tendrían que ser, entre otros, los rasgos distintivos de este nuevo modelo civilizatorio. Este, asimismo, tendrá que asentarse en un proceso permanente de reapropiación de los símbolos y los diversos tópicos que dieron origen a las luchas populares a través de la historia. 

 
Atendamos el siguiente enfoque de qué hacer desde las necesidades y perspectivas populares:
 
 
La crisis capitalista argentina y sus alternativas
11 de septiembre de 2018
Por Sergio Zeta (Rebelión)

Sólo hay una cosa más grande que el amor a la libertad, el odio a quien te la quita
Ernesto “Che” Guevara
Un primer acercamiento a la grave crisis argentina indica que si las mayorías que vivimos o pretenderíamos vivir de nuestro trabajo perdemos es que hay otros que ganan a nuestras costillas. Mientras algunos apuestan al dólar, la mayoría apuesta apenas a comprar fideos. Algunas encuestas lo cuantifican indicando que un 18% de los consultados considera que su situación económica mejoró con el actual gobierno. Muy cerca de ese 20-25% que tradicionalmente ha sido fiel base social de las derechas en la Argentina. En la calle se verifica su contracara, una creciente y mayoritaria pobreza y descontento.
El proyecto de Cambiemos consiste esencialmente en transformar económica, social y culturalmente el país para hacer normal y aceptable una brutal transferencia de riquezas hacia el sector más concentrado de los capitales e insertar el país en forma subordinada al mercado mundial y a la geopolítica diseñada por los EE.UU. Una vez consumados estos pilares, el gobierno imaginaba un futuro venturoso para la gente. Claro que como “gente” califican sólo los de su clase.
Pero la luz al final del túnel se ve cada vez más lejos para el gobierno. Su situación es muy distinta a la que enfrentaron Carlos Menem o Néstor Kirchner, que lograron estabilizar por un tiempo proyectos que -con todas sus diferencias- aparecían como sólidos “proyectos nacionales” con amplio consenso. Mientras que el primero tuvo a su favor una fuerte derrota y confusión popular –en un contexto signado por la caída del muro de Berlín, hiperinflación e importantes huelgas derrotadas- que hicieron aparecer la “normalidad” neoliberal como deseable, el segundo llegó a la presidencia tras esa rebelión popular del 2001 que sumió a las clases dominantes en un temor tal que lo habilitó para repartir sin discusión porciones de la “torta” del capital mientras reconstruía el régimen político-institucional. Simultáneamente, una bonanza económica que se agotó a fines de la primera década del siglo permitió cierta distribución sin afectar intereses del poder económico.
El macrismo, en cambio, enfrenta a un pueblo que -en forma fragmentada y a contragolpe- resiste cada ataque. La crisis se enraíza en las resistencias moleculares a lo largo y ancho del país, en las peleas de lxs estatales y de los pueblos originarios en las provincias, en las multitudes movilizadas por los derechos humanos, por la educación o en la inmensa ola verde feminista, más que en el alza de las tasas de interés en los EE.UU. o la guerra comercial mundial, aunque éstas hayan sido la gota que rebalsó el vaso.
El gobierno despolitiza la crisis como si fuera solo una cuestión económica pasible de ser resuelta “tranquilizando” al mercado para “crear trabajo digno”. Oculta que es falso que sea el capital el que crea el trabajo, sino que son el trabajo y los bienes de la naturaleza -de los que se adueña el empresariado- quienes crean al capital. En esa lucha por adueñarse del trabajo y de los mal llamados “recursos naturales” se encuentra la base de la crisis.
Hay un énfasis excesivo, cuando no interesado, en limitar los análisis a sus aristas económicas y financieras. Nada más nombrado que el déficit fiscal, el endeudamiento o las Lebac. Pero son verdades a medias que, escindidas de la trama de relaciones sociales y de poder contradictorias y antagónicas -es decir, la lucha de clases y de sectores de clase en un país capitalista dependiente como el nuestro-, no alcanzan a explicar la crisis argentina. Es sobre esta trama que las medidas adoptadas por un gobierno mediocre pero pleno de revanchismo y odio de clase profundizaron la crisis al punto de la recesión y la catástrofe.
Crisis, sí ¿pero qué crisis?
Un primer nivel de la crisis es el rápido agotamiento de las expectativas y la bronca contra el gobierno que prometió un “cambio”, ante un horizonte que aparecía ya gris y sin futuro. Sin embargo, el hecho de que no pueda asegurarse un veloz tránsito hacia una rebelión al estilo “2001” no debe adjudicarse a una supuesta “estupidez” o pasividad popular, como hace el “progresismo” para evadir sus propias responsabilidades y presentar el imaginario de un pueblo inerme necesitado de una ayuda salvadora y providencial desde arriba. Por el contrario, día a día los sectores populares salen a la calle y le marcan la cancha al nefasto gobierno de Macri y el FMI, a pesar de una burocracia sindical colaboracionista y de un PJ que, en sus diversas alas y estilos, sustenta la gobernabilidad mientras se postula como recambio sistémico para el 2019.
La Plaza Congreso en la Capital es un buen espejo donde mirarse. Casi no hay día en que no se esté retirando una protesta al tiempo que otra ingresa a la plaza, lo que habla simultáneamente de la fortaleza de un pueblo que no está derrotado pero también de una enorme fragmentación, más allá de ocasiones excepcionales en que una impresionante masividad mantiene vivo al fantasma del “helicóptero”. No son menores los límites de las izquierdas para aportar a la articulación de lo disperso y construir colectivamente proyectos alternativos.
Un segundo nivel de la crisis, más reciente, es el que se da entre lxs ganadores del modelo, en disputa por tajadas del país, así como bajo qué plan estratégico estabilizar dicho reparto. La corrida cambiaria, las idas y vueltas en medidas adoptadas -como las retenciones-, las divergencias públicas en el seno del gabinete y en la alianza gobernante o los cuadernos de la corrupción, son apenas algunas de sus manifestaciones.
Estas divergencias se profundizan ante un gobierno incapaz de disciplinarlos en torno a un plan a futuro y que ni siquiera acierta con lo que va a pasar en lo inmediato. Si sancionó para el 2018 un presupuesto nacional que preveía un dólar a $19,5, una inflación del 15% y un crecimiento del 3,5% ¿qué esperar de sus proyecciones y perspectivas a mediano y largo plazo?
La incapacidad del gobierno se sustenta en un equipo gobernante que refleja la mediocridad de las clases dominantes locales así como en los límites estructurales del capitalismo dependiente argentino. Pero, sobre todo, en no haber podido derrotar a las clases populares a pesar de los golpes asestados y los triunfos parciales.
Fue notoria la alegría del ministro Nicolás Dujovne al anunciar el acuerdo con el FMI. Esperan que este organismo y otros como el Banco Mundial -además de fondos para solventar el creciente pago de intereses de la deuda- aporten el impulso y aval a los planes de reconfiguración económica, social, educativa y laboral, que los préstamos internacionales lubrican y conminan. Esperan poder así disciplinar al pueblo e inspirar confianza a los grupos económicos.
La brutalidad del acuerdo con el FMI -más brutal tras la renegociación en curso- coloca en negro sobre blanco la disyuntiva: o el gobierno y el gran capital derrotan al pueblo o es éste quien les impone una derrota y entierra el acuerdo.
Un tercer nivel de la crisis ya había comenzado a manifestarse desde el 2008 y más claramente desde el 2012. Esto no tiene que ver con la “pesada herencia” de la corrupción, como alega el macrismo, sino con factores estructurales de las crisis en la Argentina capitalista dependiente que permanecieron incólumes durante el gobierno anterior. Si hasta el 2008 parecieron desaparecer fue por la excepcionalidad del enorme salto en la tasa de ganancia empresaria tras la devaluación que golpeó los salarios en el 2002 y del fenómeno, inédito en más de un siglo de que los términos de intercambio entre los productos primarios y los industrializados favorecieran a los primeros, ante la demanda China.
Agotadas esas condiciones excepcionales, al kirchnerismo le resultó imposible seguir con su política de conciliación de clases. Mientras las clases dominantes que reclamaban enfrentar más a fondo y decididamente al pueblo le soltaban la mano, se erosionaban las expectativas de sectores populares que pasaron a esperar un “cambio”.
El macrismo se propuso aplicar las transformaciones de fondo que necesita la cúpula empresarial para superar los límites con que se topa periódicamente el capital en Argentina: una recurrente escasez de divisas y una tasa de ganancia que se niega a crecer ante un pueblo que no se deja explotar como quisieran.
La recurrente falta de dólares bautizada como “restricción externa” no es sólo responsabilidad del capital financiero. La industrialización deformada y dependiente agrava esa escasez con la remesa de ganancias, el pago de patentes, la compra de insumos y de tecnología a las casas matrices, los subsidios y exención de impuestos, la fuga de divisas. La industria automotriz es un caso paradigmático de fabricación de mercancías superfluas para las necesidades populares y para un desarrollo armónico, que agrava la necesidad de divisas para la importación de insumos, maquinarias y autopartes. Esto se aceleró cuando, en la fase neoliberal del capitalismo, las grandes empresas que controlan la economía dejaron de alentar el consumo local para requerir mano de obra barata que produjera para exportar hacia los nichos de alto consumo. Asimismo, el pago “serial” de la deuda se convirtió en política de Estado más allá de supuestos desendeudamientos. Cristina Kirchner reconoció en septiembre de 2013 que habían pagado 173.700 millones de dólares en diez años, a pesar de lo cual la deuda pública al fin de su mandato ya era de 254 mil millones. Esa cifra es hoy de más de 320 mil millones de dólares.
Si el capital nunca tuvo patria, en el capitalismo globalizado menos aún, saqueando y extrayendo su plusvalía donde le convenga para realizarla en cualquier otra zona del planeta.
La integración entre los capitales locales y los internacionales -si bien es una marca de nacimiento en Argentina- pegó un salto en los ’90. Por un lado, a través de la asociación de los capitales locales con los operadores extranjeros en las privatizaciones. Por el otro, con la integración de gran parte de la mediana y pequeña empresa a las redes de los grupos económicos, sea como proveedores o a través de la tercerización. O, como el caso emblemático de la Federación Agraria, integrándose al circuito sojero y convirtiéndose en fiel aliada de la Sociedad Rural.
Teorizar una “grieta” entre un capital financiero y agro-exportador que apoyaría el modelo y un “capital productivo” que busca alternativas no sólo es una visión alejada de la realidad sino incluso funcional a la construcción de “oposiciones” que rápidamente se revelan como continuidades.
El viejo país industrial de intelectuales “nacionales y populares” en busca de un sujeto inexistente se topa con el país real que vino a radicalizar el macrismo, dirigiéndolo hacia la exportación de bienes primarios (agro, petróleo, minería) y de sus derivados industrializados.
Un cuarto nivel de la crisis lo constituye el de la inserción internacional, señalado por el macrismo con la consigna de “volver al mundo”. El kirchnerismo ya había comenzado tal regreso, acordando con el Club de París mediante el pago de 9.700 millones de dólares, así como integrando en el 2008 el G20 a nivel presidencial, ante la imposibilidad de compatibilizar “capitalismo serio” con integración regional. La intención de una inserción mundial independiente no pasó del terreno de las declaraciones diplomáticas al de los hechos, como lo hubiera implicado la creación del anunciado Banco del Sur o la integración a un ALBA regido por la colaboración y complementariedad, desechando una competitividad que sólo ofrece como destino nacional el extractivismo sojero y el fracking de Vaca Muerta. El “progresismo” ubicó a la Argentina en el purgatorio: ni dentro ni fuera del infierno de la sumisión al imperio. En su momento fue un alivio pero, como se sabe, el purgatorio sólo admite una permanencia temporal de las almas en pena.
La “vuelta al mundo” que ofrece el macrismo deviene no sólo importación indiscriminada de mercancías sino apertura a la crisis estructural y civilizatoria del capital. Así, la vocación de “país normal” que enorgullece al macrismo implica que si los EE.UU. castigan a Turquía, sea a la Argentina (mejor dicho, a su pueblo) a quien le salga un moretón.
Resulta falaz la afirmación de que éste es el rumbo único y “normal”. A pocas semanas del fallecimiento del economista marxista Samir Amin, vale la pena revisitar su concepto de “desconexión”. No en el sentido de una imposible autarquía, sino de una desconexión de los valores naturalizados por el capitalismo para asegurar su dominio, valores como, entre otros, el “desarrollo” que impuso como meta EE.UU. en la segunda posguerra para condenarnos al “subdesarrollo” y a seguir sus dictados. Recientemente nos han ascendido a país “emergente”. Pero la alegría no trascendió de los círculos de poder. El camino de la integración de los pueblos latinoamericanos es el que puede aparejar la alegría y bienestar popular.
La triple ofensiva del capital y una necesaria refundación del pueblo trabajador
El capital encara una triple ofensiva sobre el pueblo para salir de su crisis. Por una parte, una ofensiva en los lugares de trabajo para flexibilizar y disciplinar. Trabajadorxs precarixs, tercerizadxs y cada vez más, desempleadxs son parte importante de una clase trabajadora explotada por el empresariado y ninguneada por sindicatos cuyos estatutos lxs excluyen. Miles de jóvenes, la mayoría inmigrantes, son salvajemente explotadxs con nuevas formas de trabajo “uberizadas”, mientras que el sistema no los considera trabajadores sino “emprendedores”, para evitar la conciencia de la explotación y romper lazos solidarios. Millones son lanzadxs a la “incertidumbre” de apechugar como puedan siendo “empresarixs de sí mismxs” para sobrevivir, aunque va creciendo la conciencia de ser trabajadorxs de la economía popular.
Por otra parte, se redobla una ofensiva para reestructurar el proceso de reproducción social del capital, penetrando en las casas, los barrios, las comunidades y cada lugar de la vida cotidiana, afectando especialmente a las mujeres que cumplen un rol preponderante en la reproducción social. El aumento de los femicidios, la negativa a la legalización del aborto o las reformas a la salud y educación (áreas mayoritariamente femeninas), constituyen espacios para nuevos negocios y para un redoblado disciplinamiento y maltrato patriarcal. Muchos sindicatos consideran a estos temas como ajenos al trabajo y acusan -al igual que los empresarios y los gobiernos- de “politizar” la protesta a quienes los asumen. Las mujeres constituyen una indudable vanguardia que no se expresa sólo en la lucha por la legalización del aborto.
En tercer lugar, el capitalismo neoliberal acentúa su carácter colonial y depredador para apropiarse de las riquezas naturales de nuestros países. Los sindicatos no sólo se hacen los desentendidos sino que contraponen falsamente la defensa de “las fuentes de trabajo” con las asambleas socio-ambientales que enfrentan el saqueo y la contaminación del extractivismo. El mismo argumento que utilizó el sindicato petrolero para aceptar la flexibilización laboral en la explotación de la reserva de petróleo y gas no convencional de Vaca Muerta, la segunda mayor del mundo y en donde se concentran gran parte de las esperanzas y proyectos de las clases dominantes. Allí fluyen los dólares mientras el pueblo paga la fiesta con los tarifazos y los pueblos originarios de la Patagonia son expulsados de sus tierras.
No nos encontramos frente a un “plan de ajuste” más, al que responder sectorialmente y de contragolpe, sino ante un plan global de reestructuración del país y de la sociedad que amerita una respuesta alternativa popular de similar tenor.
Se vuelve imperioso entonces encarar colectivamente un debate sobre las estrategias de las izquierdas y los sectores populares, así como las dificultades para comprender que se trata de una pelea simultáneamente anticapitalista, anticolonial y antipatriarcal, en la que la escisión conduce a la derrota.
La pelea por la construcción de alternativas populares no puede desligarse de la imprescindible refundación del pueblo trabajador, combatiendo la fragmentación pero respetando y aprovechando la diversidad.
Necesitamos poner en cuestión las tradicionales formas de lucha y organización que el movimiento obrero utilizó para enfrentar al capitalismo durante gran parte del siglo XX. Por un lado la construcción de poderosas herramientas gremiales para la lucha económico-social y, en forma separada, de grandes partidos para intervenir políticamente frente al sistema. Mantener esta “división de tareas” en el seno del pueblo trabajador fue posible en la situación especial que se vivió desde la segunda posguerra hasta fines de los setenta, cuando se generalizó la ofensiva neoliberal que reconfiguró el sistema capitalista. Durante ese período rigió el llamado “pacto keynesiano” por el cual se institucionalizó el otorgamiento de derechos laborales y sociales a lxs trabajadorxs, así como su derecho a reclamarlos y defenderlos, a cambio de no cuestionar al sistema. En la situación actual estas formas escindidas de acción y organización política y sindical han agotado sus perspectivas históricas y, si bien tienen su grado de utilidad, van acentuando su carácter conservador, incapaces de procesar las transformaciones ocurridas en el capitalismo y en el sujeto del cambio social. Por sobre todo, se plantea la exigencia de repensarlas ante la necesidad de desplegar estrategias revolucionarias que tengan como centro la construcción de un poder popular que necesita superar la escisión entre lo político y lo económico-social.
De la “gloria” a los cuadernos
El macrismo creyó tocar la gloria con la mano tras las elecciones del 2017. Es imposible no suponer que el estallido del affaire de los cuadernos no guarde relación con la intención de frenar -a través de una justicia adicta- el acelerado deterioro del oficialismo desde diciembre de ese mismo año. Mientras los medios masivos denuncian por sobre cualquier otra noticia a la “ruta del dinero K” como el pecado original del que derivan todos los males del país, otros medios resaltan la ruta y las maniobras “M” de un gobierno agónico.
Pero el caso amerita una mirada más compleja. No dudamos de la existencia de las rutas K, M y varias letras más del abecedario. Porque la corrupción es generalizada en esta fase del capitalismo y, gracias a los servicios de inteligencia, todos atesoran los “secretos” de todos para cuando necesiten ventilarlos. No es algo nuevo, vale recordar que el asesinato de José Luis Cabezas -del que el año pasado se cumplieron dos décadas- hizo estallar el caso del dueño de OCA, Alfredo Yabrán, “casualmente” cuando se dirimía la posesión del servicio postal entre grupos económicos. Hoy lo novedoso es la masividad de la fusión entre negocios “legales” e “ilegales”.
La acumulación, en esta fase de capitalismo globalizado, no tiene pruritos en realizarse por la vía que sea, tal como la acumulación originaria se basó en el comercio de esclavos y el saqueo de América. El narcotráfico o la trata de personas son algunas de las actividades más rentables para el capital. La circulación de dinero “sucio” y el lavado se multiplican por doquier. Los Estados asumen la defensa y promoción de estos intereses. Conviene recordar -ahora que el gobierno promueve la instalación de bases yanquis en nuestro país- que la invasión de los EE.UU. a Afganistán multiplicó la producción local de opio.
Los cuadernos de la corrupción resultan funcionales a la batalla geopolítica por el dominio de los recursos naturales y los mercados entre EE.UU y China. No casualmente, una de las empresas denunciadas, Electroingenieria, tenía contratos con China para la construcción de las represas hidroeléctricas Condor Cliff y Barrancosa, que el ministro de energía ya solicitó suspender. Por otra parte el grupo Techint, dirigido por el denunciado CEO Paolo Rocca, viene posicionándose como el principal inversor en Vaca Muerta, después de YPF.
No es posible prever hasta dónde llegará la crisis que detonaron los cuadernos o si el macrismo logrará que su impacto se limite al gobierno anterior, a pesar de estar profundamente implicado el grupo económico del presidente. La justicia juega a su favor, y originalmente el juez Bonadío había decidido investigar las coimas en la obra pública sólo en los años que van del 2008 al 2015 (lo que dejaba fuera de la causa al presidente Macri, ya que IECSA fue adquirida en 2007 por su primo, Ángelo Calcaterra), aunque luego se vio obligado a ampliar el período investigado hasta 2003. Está claro que lo que menos puede esperarse del Poder Judicial es justicia.
La crisis abierta por los cuadernos tiene más de un rumbo posible. O es aprovechada por las izquierdas y el pueblo para denunciar las lacras del sistema capitalista y su democracia liberal levantando una alternativa o será un trampolín para las derechas más rancias. Vale recordar el caso italiano donde tras el proceso judicial del “Mani Pulite” accedió al gobierno Silvio Belusconi o el brasileño donde después del “Lava Jato” uno de los candidatos mejor posicionados resulta ser el militar ultraderechista Jair Bolsonaro. Nadie puede asegurar el desenlace argentino.
Agotamiento y crisis de la democracia representativa
La democracia representativa liberal es cada vez más una herramienta inservible para unos y otros. Por un lado, los pueblos descreen cada vez más de “la política”, con sus ajenas y encumbradas instituciones y sus políticos profesionales. Hace muy poco, fue el Senado el que demostró que su función no es llevar la voz del pueblo sino negarla.
Vale la pena recordar el “que se vayan todos” del 2001. Hay quienes, aún en sectores de las izquierdas, desvalorizan y rechazan ese sentir popular que se transformó en grito y en acción colectiva. No ven que constituye una imprescindible base de apoyo para construir una política emancipatoria, opuesta a la naturalizada y aceptada como única práctica política “democrática”. Cómo señalaba la intelectual mexicana Rhina Roux:
Si la dominación del capital implica sometimiento de la actividad vital humana... la emancipación sólo puede significar liberación del poder hacer, reapropiación del control de la propia vida, autodeterminación... Significa que la lucha contra el capital es, sobre todo, una lucha por construir nuevas reglas de organización de la vida social: por definir las normas que ordenan la convivencia, lo que compete a todos, lo relativo a la res pública. Esta lucha es, necesariamente, una confrontación política [1].
Una lucha por construir nuevas reglas de la vida social, tiene poco que ver con la acción restringida al Estado y regida por los calendarios electorales.
Esta “otra política”, colectiva y desde abajo, que había comenzado a brotar con la rebelión popular, con el kirchnerismo dejó de ser una realidad y una forma de construir política para transformarse en slogan de una política hecha desde arriba, desde funcionarios y políticos profesionalizados. La participación política en los asuntos de la comunidad, en la “vida social” de millones de personas, fue restringida a “marchar” en silencio, un domingo cada dos años hacia las urnas.
Este régimen le está resultando un lastre al propio capital para consolidar su dominación. No les alcanzan ya los límites por los que “el pueblo no gobierna ni delibera”, necesitan una mayor sumisión y no toleran resquicios por lo que pueda colarse la voluntad popular.
La “lucha contra la inseguridad” se ha convertido en piedra filosofal de los Estados, ya desde el seno de los “progresismos” que, bajo los gobiernos de Dilma Rousseff y de Cristina Fernández, sancionaron sendas leyes “antiterroristas”. La justicia acentúa sus rasgos punitivistas y, cuanto más jóvenes y morochas sean sus víctimas, se vuelve más punitiva. Mientras tanto, los asesinatos de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel permanecen impunes. El vitalicio Poder Judicial va asumiendo funciones de los otros poderes, legislando a través de sus sentencias y/o declaraciones de inconstitucionalidad. Las campañas contra la “corrupción” dirimen disputas políticas y económicas que otrora ameritaban lobbies en el Congreso. Las fuerzas policiales no necesitan de la justicia para aplicar por su cuenta la pena de muerte, con más de cinco mil chicxs asesinados por “gatillo fácil” durante los gobiernos constitucionales, lo que ahora se acelera y adquiere carácter doctrinario, con Patricia Bullrich y el “valiente” asesino por la espalda Luis Chocobar.
Las nuevas subjetividades mercantiles se adueñaron definitivamente de lo electoral: lxs candidatxs ya no requieren militantes sino publicistas y el “ciudadano” se limita a elegir en la góndola de las ofertas electorales, generalmente el producto ofrecido como “menos malo”. Lo nuevo es la profesionalización que ha adquirido esta dinámica electoral, tanto que hasta gran parte de las izquierdas han incorporado sus parámetros, sin disrupciones que desenmascaren a las instituciones e introduzcan en ese terreno individualista lo colectivo y popular. Se da la paradoja de que la “democracia” representativa liberal, cuanto más inútil se revela -tanto para el pueblo como para las clases dominantes- más se enarbola cómo única y final forma de gobierno.
Una primera mirada sobre nosotrxs mismxs constata que gran parte de las izquierdas no resultaron indemnes a la “normalización” de la política que trocó el protagonismo popular por el de los aparatos políticos tradicionales. La búsqueda de la imprescindible unidad cambió de actores y los intentos de articulación con el pueblo trabajador -con sus múltiples componentes y organizaciones- derivó en la búsqueda de algún partido o aparato con quien aliarse. Ya no se buscó politizar la lucha social sino construir en el terreno que el sistema delega a lo político, reino excluyente de los partidos y las instituciones.
El régimen representativo no puede ser mejorado a través de parches que lo hagan más “participativo” o con la introducción de legisladores de izquierda en los parlamentos, aunque sea necesario para el pueblo tenerlos allí. Tampoco profundiza la democracia “social” la introducción de nuevos derechos, cómo se pretendió al reconstruir el régimen tras la rebelión del 2001. Siendo vital luchar por ellos, la “ampliación de derechos” nos ha acostumbrado a pelear por un derecho hoy o a defender otro mañana, con el resultado de hacernos perder la perspectiva de la unidad de las luchas ambientales, antiextractivistas, anticoloniales y antipatriarcales en un proyecto alternativo global y al calor del cual podría ir construyéndose el pueblo trabajador como sujeto de transformación, así como las bases para el poder popular y los procesos constituyentes hacia una nueva democracia.
¿Hacia un recambio sin superación del macrismo?
Se va instalando la necesidad de “una gran Unidad” para derrotar al macrismo en el 2019. Todo político que se precie lo enuncia con tono de sensatez. Pero desplazar a un gobierno no significa que indefectiblemente se modifique el rumbo antipopular.
No sería la primera vez que sucede. Ya la Alianza que desplazó a Carlos Saúl Menem, no sólo fue incapaz de cambiar el rumbo sino que terminó colocando a Domingo Cavallo a la cabeza de la economía. La fantasía de que con sólo desplazar al presidente mejorarían las cosas no duró mucho. Y hoy, lamentablemente, muchos juegan a lo mismo.
No se trata de voluntad, ni siquiera de buenas o malas intenciones, sino de lo que permite (o no) la realidad nacional. En la actualidad un cambio de rumbo no sería factible sin, como mínimo, romper los acuerdos con el FMI e investigar y desconocer la deuda infame. Asimismo, esta vez no se contará con precios extraordinarios de los commodities sino habrá que imponer tributos muy fuertes y retenciones al agronegocio para bajar el precio de la canasta alimentaria. Garantizar energía suficiente y barata necesitará de la reapropiación de las empresas de servicios públicos. Evitar la fuga de divisas exigirá como mínimo el control sobre la banca y el comercio exterior. Transformar de raíz el sistema anti-democrático necesitaría de un proceso constituyente con amplia y democrática participación y debate popular. Y se sabe, la participación popular y cada una de las medidas citadas “desalienta” a los inversores.
¿Qué haría entonces un gobierno de “amplia unidad” que pueda vencer al macrismo pero no pretenda enfrentar al capital? ¿Qué permite suponer que sería capaz de garantizar estas mínimas medidas para hacer efectivo un cambio de rumbo más allá de la retórica?
Tampoco pareciera que el kirchnerismo esté dispuesto a encarar estas medidas afectando intereses de las clases dominantes. La expresión de Cristina durante el debate por la legalización del aborto acerca de no enojarse con la Iglesia así como el pedido de Máximo Kirchner en el Plenario de la Militancia de que “al odio le respondamos con amor” no parecen preparativos para una dura pelea ¿Mera táctica electoral? No. Mucho más probable es que constituyan un emergente de la imposibilidad de un nuevo ciclo progresista en la actual realidad y de los aprestos a ser parte de esa “amplia unidad”.
En un reciente escrito, Claudio Katz pronosticó: “Se perfilan dos escenarios: una regresión controlada o un estallido inmanejable. El primer contexto repetiría lo ocurrido en Grecia y el segundo lo padecido en el 2001” [2].
Para el primer escenario se suceden las aún inconclusas negociaciones entre todos los sectores del PJ. Un acuerdo general es sostener al gobierno hasta el 2019 mientras se va perfilando un candidato de “unidad”. Uno de quienes cuenta con posibilidades es Felipe Solá, con buenos antecedentes para ser candidato de consenso entre los diferentes sectores, aunque se termine dirimiendo en las PASO: fue ministro de Agricultura e impulsor del monocultivo sojero con el menemismo, demostró que no le tembló el pulso para reprimir junto a Duhalde durante la Masacre de Avellaneda en la que fueran asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kostecki, fue hombre de Sergio Massa aunque con juego propio y hace muy poco fue nombrado por Cristina como uno de los mejores presidenciables, junto con Agustín Rossi. Otro candidato de “unidad” que se baraja es Roberto Lavagna, quien fuera ministro de economía de Eduardo Duhalde y se prolongara en los primeros tiempos del kirchnerismo.
Resulta probable que Cristina juegue como candidata sólo en el segundo escenario previsto por Katz, situaciones en las que ya ha demostrado su utilidad para las clases dominantes, al desarmar la rebelión popular del 2001. De no darse ese escenario, es muy difícil que sea aceptada por el resto de las alas del PJ.
En cualquiera de los escenarios posibles, el planteo de una “amplia unidad” contra Macri no resulta una palanca para terminar con el macrismo sino que constituye un dispositivo para canalizar el descontento y garantizar la gobernabilidad.
Párrafo aparte merecen las agrupaciones populares que aportan a la gobernabilidad del capital y se aprestan a ser parte de internas de las que pueda surgir tal candidatura unitaria. En especial aquellos que, como los “Cayetanos” (Movimiento Evita, Barrios de Pie y Corriente Clasista y Combativa) reconocen el liderazgo del Vaticano que, con el Papa Francisco (ex Bergoglio, ex Guardia de Hierro) está jugando fuerte en la interna política y sindical peronista.
El aporte de estos sectores a la gobernabilidad es radicalmente diferente al de la CGT, que a lo sumo convoca a medidas aisladas cuando necesita descomprimir y canalizar las broncas en medio de las peleas de aparato. A estas agrupaciones se las ve continuamente en la calle, con compañeras y compañeros librando peleas, algunas muy duras. Pero siempre evitando una toma de posición que pueda molestar al poder o a la Iglesia, como se pudo ver recientemente en el debate sobre el aborto. Uno de sus principales referentes, Juan Grabois, muy cercano al Papa, lo expresó claramente en la revista Crisis:
La lucha sindical dentro del capitalismo, la lucha económica dentro del capitalismo, es la lucha por los intereses económicos de un sector de la sociedad, por la plata, es bien concreta. Se cuenta en pesos. Y después hay otra lucha de las que algunos de nuestros compañeros participan muy abiertamente y lo hacen muy bien, que es la lucha política para ganar las elecciones... Yo creo que eso se resuelve en las urnas. Entonces no hay que pedirle a la calle, a mi criterio, lo que no corresponde a la calle, y eso no quiere decir que la calle no interviene en la política en términos generales, pero la calle no va a cambiar el gobierno [3].
Esa misma lógica, en que el pueblo sólo pelea por alguna mejora, por algunos pesos y la política es el arte de conseguir un lugar en las instituciones del poder, sin transformación de raíz, es la que permite que supongan que ser aceptados en el seno de la CGT constituye un paso hacia la “unidad de los trabajadores”.
La grave situación del país y del pueblo, las dificultades para desarrollar prácticas políticas desde abajo y sortear los dispositivos de gobernabilidad y el “sentido común” sistémico, hacen más urgente abrir un debate colectivo entre las izquierdas para construir desde el pueblo una alternativa superadora.
Alternativa de transformación de una izquierda transformada
Los reiterados llamados a esperar al 2019 no apuntan sólo ni principalmente a sostener a este gobierno agónico. Su mayor peligro es ocultar las tareas que el momento requiere. Porque no se trata sólo de cómo y cuándo debería irse eyectado el macrismo -algo sobre lo que el pueblo no pedirá permiso- sino de qué es lo que necesitamos emprender sin tardanza.
Porque hacer política construyendo una alternativa no puede agotarse en quien ocupa el Estado, aunque la disputa por el poder sea imprescindible. La construcción de poder popular exige mucho más que la construcción de un Partido, de un instrumento electoral o de disputar un gobierno. Requiere que el pueblo se organice, debata y luche por intervenir y decidir cotidianamente en cada aspecto de la vida de la sociedad y la comunidad.
¿Acaso no necesitamos imperiosamente poner ya en pie un amplio movimiento popular de ruptura con el FMI y por el desconocimiento de la deuda externa, para liberarnos de su yugo? O ahora que pretenden arrasar con la educación pública y popular y convertirla en instrumento de adaptación a los requerimientos del sistema, ¿no necesitamos converger en un congreso popular educativo de todos los niveles, que trascienda los sindicatos para insertarse en los territorios y la juventud, hacia un movimiento por la defensa y transformación de la educación pública y popular? ¿No necesitamos similares iniciativas ante cada necesidad para convertirlas en derechos? Y por sobre todo ¿no necesitamos trabajar pacientemente pero sin descanso por una confluencia de todo el pueblo trabajador movilizado, con sus organizaciones y colectivos, en un gran movimiento socialista, feminista, libertario y por una patria Nuestroamericana liberada?
Hay quienes suponen que levantar un proyecto de país y de sociedad que trascienda al capitalismo patriarcal es un lujo para este momento en que la ofensiva está en manos del capital. Pero sin una propuesta más allá de la reacción a contragolpe, indefectiblemente terminará por imponerse la aceptación resignada del ajuste y el neoliberalismo como alternativa al caos.
El gran desafío es si las víctimas de este sistema seremos capaces de construir una alternativa positiva, independiente y radicalmente opuesta al sistema actual, que las izquierdas recuperemos la audacia de abandonar el malmenorismo porque, tal como planteaba Samir Amin, “yendo de menos malo en menos malo, se acaba llegando al final a lo peor”. Los resultados están a la vista.
La paciente construcción del movimiento de mujeres durante décadas, que en los últimos tiempos hizo asambleas conjuntas multitudinarias, movilizó a millones, convocó a intelectuales y artistas, hizo reuniones en los barrios, confeccionó folletos, libros y videos, se viralizó por las redes, polemizó públicamente, impulsó el proyecto de ley por el derecho al aborto libre y gratuito pero fue más allá, reapropiándose de cuerpos, voluntades y deseos, es un gran ejemplo del que necesitamos aprender en todos los terrenos.
La fragmentación de las izquierdas no constituye un buen augurio para estas tareas. Quienes crean que los pueblos no tienen la capacidad de construir soluciones creativas y alternativas poderosas seguirán creyendo en “regresos” triunfales o en Partidos providenciales llamados a dirigir al pueblo. Seguirá, en ese caso, primando la diferenciación permanente. Pero no está determinado que éste sea el rumbo. Creer en el pueblo, en la construcción de su poder, obliga y empuja a aportar colectivamente, más allá de diferencias que, en todo caso, nadie más que el pueblo podrá dirimir.
En las múltiples peleas actuales está surgiendo una nueva generación, muy joven, de luchadoras y luchadores, sin experiencia pero también sin las taras que el progresismo sembró y con las que contaminó generaciones anteriores. Y así como los varones debemos deconstruir el machismo y el patriarcado internalizados, las viejas generaciones militantes debemos deconstruirnos frente a estas nuevas generaciones y experiencias y acompañar, con los valiosos bagajes y aprendizajes acumulados, los nuevos procesos y construcciones, comprendiendo que tenemos mucho por aprender de ellos.
Notas:
[1] Roux, Rhina; Dominación, insubordinación y política, 2002, en https://herramienta.com.ar/articulo.php?id=80
[2] Katz, Claudio. Otro camino para enfrentar la crisis, 2018. En https://katz.lahaine.org/b2-img/OTROCAMINOPARAENFRENTARLACRISIS.pdf
[3] Grabois, Juan, Adiós al gradualismo y ahora qué, 2018. En https://www.revistacrisis.com.ar/notas/adios-al-gradualismo-y-ahora-que
 
 
Generalicemos la toma de conciencia que los extractivismos son ecocidios y genocidios. Detrás de la modernidad tecnológica ocultan la destrucción total las condiciones de vida y trabajo que si no se da en el presente inmediato, sí la habrá para el futuro próximo. 
 
El Capital y Estado son extractivistas. De ahí el imperativo vital de confrontarlos y multiplicar los espacios en común de deliberación sobre cómo esta lucha de clases nos separa, por completo, de líderes e intelectuales progresistas que, en lugar de procurar la transición hacia el socialismo, están empeñados en la gobernabilidad del capitalismo dependiente para el Abya Yala.
Aún más, como lo muestra Atilio Boron Leer , nos atacan y caricaturizan a quienes no olvidamos, no perdonamos ni nos reconciliamos con los promotores de extractivismos.
Los líderes e intelectuales progresistas no proyectan facilitar la autodeterminación de los pueblos, chantajean que de no votar la continuidad o regreso de su acérrimo presidencialismo progresista, habrá neoliberalismo e incluso fascismo. Denuncian al imperialismo de EE.UU. y lo declaran su enemigo pero han consolidado el subdesarrollo o el sometimiento a expoliación de los trabajadores y de la naturaleza.
 
Ahora la emancipación del sistema mundo capitalista nos reclama construir internacionalismos revolucionarios:
 
 
La magnitud de la crisis planetaria exige acciones de la misma dimensión; la solución es el cambio de sistema
10 de septiembre de 2018

 Por Karin Nansen

 

Enfrentamos una crisis climática y otras crisis sociales y ambientales muy profundas. El actual sistema económico dominante no puede ofrecer soluciones. Es hora de cambiar de sistema.
Necesitamos cambiar el sistema económico actual para resolver las crisis ambientales, climáticas y sociales que enfrenta el mundo.
Para Amigos de la Tierra Internacional, eso significa construir sociedades basadas en la soberanía de los pueblos y la justicia ambiental, social, económica y de género. Debemos cuestionar y desmontar la lógica capitalista de la acumulación.
La catástrofe climática está entrelazada con muchas otras crisis tanto sociales como ambientales, entre ellas la opresión, el poder empresarial, el hambre, el deterioro del agua, la pérdida de biodiversidad y la deforestación. Su origen reside en un sistema económico insustentable, cuyo único fin es el crecimiento ilimitado y el lucro, y que concentra la riqueza, el poder y privilegios obscenos en manos de unos pocos. Ese mismo sistema les da a las empresas transnacionales y las élites nacionales la potestad de explotar a la gente y los pueblos y sus medios de sustento con total impunidad.
Para combatir el cambio climático y las crisis sociales y ambientales asociadas tenemos que emprender acciones drásticas y urgentes que nos permitan encarar sus causas estructurales comunes; la privatización, financierización y mercantilización de la naturaleza y nuestras sociedades, y los sistemas de producción y consumo insustentables.
La magnitud de las crisis que enfrentamos exige un cambio de sistema.
El cambio de sistema implica la creación de sociedades sustentables y nuevas relaciones entre los seres humanos y de éstos con la naturaleza, basadas en la equidad y la reciprocidad. Pero no podemos construir este tipo de sociedades, ni defender los derechos de los pueblos, sin acrecentar el poder de los pueblos. Necesitamos reivindicar y recomponer el ámbito de la política. Ello significa construir democracias genuinas, radicales y justas centradas en la soberanía de los pueblos y la participación popular. El derecho internacional debe priorizar a la gente frente al lucro empresarial, garantizando la aplicación de normas vinculantes para las empresas y mecanismos que garanticen el acceso a la justicia para las víctimas de las corporaciones transnacionales.
Cambiar de sistema requiere la articulación de las luchas contra la opresión, o sea, contra el patriarcado, el racismo, el colonialismo y la explotación de clase y capitalista. Exige asimismo compromiso con la lucha contra la explotación de los cuerpos y el trabajo de las mujeres. Somos testigos de cómo la expansión del capital en los territorios conduce a un incremento de la violencia contra las mujeres y a la violación de sus derechos. La justicia de género sólo será posible cuando las mujeres sean reconocidas como sujeto político, se ponga fin a la violencia contra las mujeres, se fortalezca su autonomía y se fomenten los principios de la economía feminista, se desmonte la división sexual del trabajo y se reorganice el trabajo de los cuidados.
Para cambiar de sistema es fundamental transformar el sistema energético. Eso implica abandonar la dependencia en los combustibles fósiles, desmantelar el control empresarial de la energía y responder democráticamente preguntas clave como ¿para quién y para qué se produce la energía? La transición necesaria tiene que ser justa, fundada en los derechos de los y las trabajadores y trabajadoras y las comunidades. Para encarar los problemas estructurales de un sistema que transforma la energía en mercancía y niega el derecho a la energía de todos y todas, no alcanza sólo con cambiar las tecnologías y fomentar las energías renovables, también es necesario el control y la propiedad pública y comunitaria. Exige además equidad y justicia, especialmente para quienes ya sufren los impactos del cambio climático en el Sur global.
Un cambio genuino de sistema transformará radicalmente el sistema alimentario para lograr la soberanía alimentaria y el desarrollo de la agroecología. Para ello hay que valorar el conocimiento local, promover la justicia social y económica y el control de los pueblos sobre sus territorios, garantizando el derecho a la tierra, el agua y las semillas, alimentando relaciones sociales fundadas en la justicia y la solidaridad, reconociendo el papel fundamental de las mujeres en la producción de alimentos, y brindar así una forma efectiva de alimentar al mundo y enfrentar la agricultura industrial destructiva.
Quienes mejor protegen la biodiversidad y las selvas y bosquesson las comunidades que viven en ellos. Proteger las selvas y bosques puede mitigar el cambio climático al mantener almacenado el carbono natural y reducir el volumen de carbono que se libera a la atmósfera cuando hay deforestación, al mismo tiempo que provee a las comunidades con alimentos, fibras, abrigo, medicinas y agua. Apenas 8% de las selvas y bosques del mundo están manejados por comunidades; es vital que garanticemos los derechos de las comunidades sobre los bosques y selvas y sus medios de sustento.
El cambio de sistema debe resolver las necesidades individuales y colectivas de los pueblos y promover la reciprocidad, la redistribución y el intercambio y compartir. Las soluciones incluyen servicios públicos que se podrán hacer realidad mediante la justicia fiscal, la propiedad social y el cooperativismo, los mercados locales y el comercio justo, el manejo comunitario de bosques, y valorar el bienestar de la gente y el Planeta. Los pueblos en todo el mundo ya están experimentando o implementando miles de iniciativas que consagran la justica y cuestionan la lógica capitalista. Ahora debemos ampliarlas. Eso exige políticas públicas nacionales e internacionales proporcionales que faculten a la gente para luchar por un Estado democrático que garantice los derechos y brinde servicios públicos ambiental y socialmente justos, con participación popular activa; un Estado que garantice los derechos de los pueblos al agua, la tierra y el territorio, a la alimentación, salud, educación, vivienda y trabajos decentes.
Es necesario que todos y todas apoyemos la resistencia local e internacional, que participemos en la movilización popular, que luchemos por cambiar las políticas y ampliar las soluciones verdaderas, las soluciones de los pueblos. Eso es el cambio de sistema.
14 de agosto, 2018
 
 
Aclaremos cómo se están concretando internacionalismos revolucionarios:
 
A. Planteos, desde la clase de los trabajadores, de cuestionar hacia qué el Capital destina la producción y rebelarse como trabajador, por ejemplo, a seguir posibilitando la megaminería, el fracking o los agronegocios. Pero esclarezcámonos con la declaración del SAT de Cádiz y comencemos por cómo definen su militancia:
"Insistimos en que estamos ante una tarea política de alcance en términos de militancia anticapitalista y antiimperialista a fin de que nuestros compañeros de la clase obrera no tengan que vender su fuerza de trabajo para la producción de mercancías que siembran la muerte; de la misma manera que es un reto estratégico mayor que nuestro pueblo no consuma mercancías realizadas con la superexplotación criminal que nuestras empresas multinacionales 'estelares'  imponen en los talleres de la ignominia del llamado Tercer Mundo".
España vende armas a Arabia Saudita:
Declaración del SAT de Cádiz ante el caso de la venta de armas a Arabia Saudí y su implicación en Navantia San Fernando.
19 de septiembre de 2018
 La Unión Local del SAT de Cádiz, tras recabar información directa de nuestra Sección Sindical en Navantia San Fernando, conociendo la contradictoria y tensa situación vivida en el conjunto de su plantilla, tras ver los diferentes posicionamientos llegados desde diferentes organizaciones (con especial atención a aquellas con los que tenemos una relación de trabajo cotidiano), sabiendo también de las expectativas que sobre nuestra opinión había en diferentes colectivos compañeros en todo el Estado español, ha considerado que no podía dilatar más un pronunciamiento público al respecto.
En este sentido, lo primero que tenemos que dejar por sentado es que no se nos escapa que este pronunciamiento sale más tarde de lo que realmente correspondía. Y hemos tomado nota autocrítica ante ello y valorado la experiencia desde distintos ángulos para sacar las lecciones organizativas que corresponden a fin de afrontar situaciones parecidas… que sin duda seguirán llegando. Pero al tiempo que nos excusamos ante quienes –sobre todo– desde el compañerismo y la amistad han aguardado a una posición que se ha hecho esperar demasiado, les informamos que esa tardanza no ha sido porque no tuviéramos una postura muy formada y bastante consensuada (y también diferenciada, como se verá) sobre el asunto en cuestión. Una posición, la nuestra, que transmitimos en comunicaciones internas en las que, entre otras cosas, apostábamos por conjugar nuestros principios irrenunciables con la elección de los términos más eficaces para que –especialmente– nuestros compañeros de la Sección Sindical pudieran proseguir en las mejores condiciones posibles el magnífico trabajo, en cuanto a ejemplaridad y concienciación “a largo plazo”, que llevan haciendo desde hace años bajo el lema “somos clase obrera en (y no  de) Navantia”, y a los que en esta nota queremos reiterar nuestro máximo respaldo.  
De hecho, esta nota pública no es más que una prolongación de los puntos fundamentales que hemos expuesto en diferentes ámbitos organizativos particulares. También, por supuesto, ha tenido que adaptarse al cambio de la situación tras el “paso atrás” del gobierno español con respecto a la venta de las bombas de precisión a la dictadura ultrarreaccionaria y proimperialista de Arabia Saudí que ejecuta la masacre contra el pueblo yemení; un cambio de criterio que, por cierto, no hace sino confirmar la caracterización que de esa postura gubernamental hacemos en el primer punto de nuestra declaración que ahora sigue. 
– En el anuncio proclamado desde las instancias gubernamentales y de sus actuales aliados de no vender armas utilizables directamente en la masacre del pueblo yemení ha habido mucho de “postureo” y oportunismo pre-electoral; entre otras cosas, para dar un barniz progresista y elegir temas de los que distinguirse de la derechona, y así eludir “meter el diente” a lo que realmente es el programa del verdadero cambio que se correspondía con las movilizaciones de los últimos años. No ha sido realmente una postura de principio. No ya porque finalmente han echado marcha atrás con declaraciones vergonzosas por parte de diferentes elementos del gobierno, sino porque desde el comienzo se vio que se utilizaba como arma arrojadiza entre las diferentes sucursales de las marcas electorales en juego. Unas sucursales interesadas, ante todo, en situarse lo mejor posible ante el largo período electoral que de nuevo se avecina empezando por la primaria confección de sus listas. 
 Es completamente hipócrita desgajar al régimen ultrarreaccionario de Arabia Saudí del conjunto del bloque guerrero imperialista occidental, sin el cual no se puede entender la destrucción bárbara a que se viene sometiendo a todo Oriente Medio desde hace años (Irak, Libia, Siria,…) y ahora Yemen. Arabia Saudí es un abominable peón de un bloque imperialista que bajo ningún concepto podemos tildar de acoger democracias ejemplares a los que sí se pueden vender armas, como es el caso de una larga lista que encabezan EEUU, Inglaterra, Francia y Alemania en tanto que miembros cualificados de la organización terrorista por excelencia: la OTAN. Así, la negación de ventas a este execrable peón que es Arabia Saudí no pude hacerse sustrayéndolo del tablero imperialista del que el Estado español es activo jugador, todo él, de forma criminal. Estamos, pues, ante una cuestión de política de altura de proyección revolucionaria que requiere de una prolongada acumulación de fuerzas que acabe con el sistema capitalista e imperialista que está llevando al escenario mundial a una nueva barbarie de la que el régimen saudí no es sino uno de sus peores abortos.
– Por tanto, no vemos correcto culpabilizar a quienes trabajan en las empresas fabricantes de material bélico de la clientela a la que se vende este material. Insistimos en que estamos ante una tarea política de alcance en términos de militancia anticapitalista y antiimperialista a fin de que nuestros compañeros de la clase obrera no tengan que vender su fuerza de trabajo para la producción de mercancías que siembran la muerte; de la misma manera que es un reto estratégico mayor que nuestro pueblo no consuma mercancías realizadas con la superexplotación criminal que nuestras empresas multinacionales “estelares” imponen en los talleres de la ignominia del llamado Tercer Mundo.
– Ahora bien, si en un momento dado, por contradicciones en determinadas instancias estatales o incluso a nivel internacional entre bloques imperialistas, se señala de forma parcial a un odioso régimen como el de Arabia Saudí (que ni siquiera guarda las formas para mejor cometer su crimen como sí hacen las viejas potencias “democráticas” imperialistas, de largo e incesante currículo infame de atrocidades), si ese odioso régimen es señalado, aunque sea por intereses espurios, entonces, ¿cómo no aprovechar la coyuntura y contribuir a su aislamiento y destrucción pero siempre desde un discurso y una acción globales antiimperialistas? Por eso, apoyaremos toda movilización que dificulte la acción criminal de Arabia Saudí en Yemen.
– Expresamos nuestra comprensión por la angustia de los trabajadores y trabajadoras ante la falta de “carga de trabajo” en general, y en particular en la machacada Bahía de Cádiz. Y bajo ningún concepto apoyamos los pronunciamientos militantes que les califican de “reaccionarios”.  Caer en eso es completamente contraproducente e impropio de quien pretenda un trabajo paciente de concienciación y de fortalecimiento de la clase obrera. Otra cosa es el tratamiento que se dispense a esos representantes del sindicalismo llamado mayoritario, totalmente integrado en el sistema y que desde hace décadas ha venido aislando, atomizando, dispersando, desmoralizando y dividiendo a la clase trabajadora que, efectivamente, conoció casos gloriosos como cuando se impidió entrar en la misma factoría de San Fernando al buque-centro de torturas chileno “Esmeralda”. Pero aquello fue el resultado de un terreno previamente regado de organización y de cohesión obrera. Y es que la solidaridad y hasta el heroísmo también se organizan con paciencia y humildad militantes; lo que incluye cuidar mucho en qué términos nos dirigimos al resto de nuestra clase. Sobre todo, esta es una exigencia para quien tiene el honor de militar sin cálculo personal alguno al servicio de la causa obrera y popular.
– Pero ciertamente todo esto está supeditado a algo más supremo aún. No puede haber “final feliz” ni en la senda del trabajo sindical ni en el de otra índole de concienciación y de organización combativas si el trabajo militante no parte de principios. Estos no bastarán: serán sólo, en el sentido más literal del término, un “comienzo”. Pero comienzo ineludible para no corromper todo el camino. Toca especialmente a las organizaciones militantes salvaguardar esos principios por mucha (y necesaria) comprensión que tengamos con determinados colectivos laborales.
Por eso:
 – No avalamos ni pasadas ni futuras movilizaciones que exijan que se vendan armas letales utilizables por una asesina dictadura proimperialista y reaccionaria con tal de que no rompa determinados contratos. En consecuencia, por más que sepamos del juego politiquero que rodea todo este asunto, no apoyamos movilizaciones que alimenten chantajes comerciales por parte de Arabia Saudí.
– Denunciamos el discurso vomitivo de los portavoces de los “sindicatos mayoritarios”  que han impulsado las recientes movilizaciones; una convocatoria que ha tenido por estos lares el apoyo –no  hay que sorprenderse– de la caverna político-mediática de siempre. Pero que ha contado también con la connivencia –habrá que sorprenderse cada vez menos– de las llamadas “fuerzas del cambio” más locales que han antepuesto no la lógica prudencia de una concienciación a largo plazo, sino un maniobrerismo cortoplacista electoral lleno de demagogia (otra vez primaria) sin apenas ningún cambio con respecto a la derecha de siempre.
– Por último, llamamos a engrosar las filas de quienes apuestan por un cambio de modelo productivo en la Bahía de Cádiz, sostenible en lo energético y alejado de la industria de la guerra. Pero hacemos ese llamamiento desde la convicción de que nada mejor para acercar su materialización que integrar esa justa reivindicación en una estrategia contundente y clara de superación de un sistema que necesita de la precarización industrial que mata. Y de la industria de la muerte que presupone el chantaje de la miseria para asegurarse su infame singladura.
 Cádiz a 18 de septiembre de 2018
colabora con el SAT:  http://tiendasat.org/index.php  Leer

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B. Potencial de reproducción en otras latitudes y sociedades es la autoafirmación de una singular subjetividad colectiva al entrar en subversión por reconocer sus arraigos y perspectivas emancipatorias.

Una disputa central de territorios con el sistema mundo capitalista es la Mapuche que sostiene:
"Con base en una cosmovisión y ética ancestral de que el ser Mapuche es parte de la Tierra, nuestra lucha debe apuntar a hacer una diferencia con la forma de vida impuesta por los actuales grupos de poder a nivel local, regional y global que basan sus malos gobiernos en formas coloniales, corruptas y destructoras de la naturaleza.

Nación Mapuche / Chile. Contundente rechazo a Plan Araucanía y un llamado a la unión para que los propios Mapuche decidan la vida y el futuro del Wallmapu.

26 de septiembre de 2018

Resumen Latinoamericano / Radio del Mar
Marcha en Temuco reunió a diversas identidades territoriales mapuche que afirmaron que la tierra y el mar No se venden ni se arriendan, se recuperan, con unión y creación de un propio plan de los mapuche en los territorios indígenas.
Potenciar la unidad para crear un plan Mapuche para la buena vida en el Wallmapu, resumió la masiva y diversa marcha realizada este miércoles 26 de septiembre en las calles de Temuco por comunidades provenientes de diversos territorios indígenas. Este acto se realiza a dos días del publicitado anunció del gobierno chileno de Sebastián Piñera, de abordar las complicaciones que tienen empresas chilenas y multinacionales, además de terratenientes, para seguir imponiendo su modelo de desarrollo extractivista y sin reconocer la historia de despojo y ocupación estatal en las tierras Mapuche.
La actividad realizada en las calles y en la plaza central de Temuco, reunió a comunidades Lafkenche, Pehuenche, Williches, Nagches y Warriaches, entre otras, que a los sonidos del Kultrún y la trutruca escucharon a los diferentes Werkenes, Lonkos, y otros representantes de la diversidad política, cultural y espiritual Mapuche.
Mujeres, hombres, familias y organizaciones apoyaron una de las principales de mandas mapuche: defender los territorios Mapuche. “La tierra no se vende ni se arrienda, se recupera”.
Énfasis también a la recuperación del mar, señalaron las comunidades Lafkenche con lo cual refirmaban que los Mapuche no solo son gente de la Tierra, sino que del mar, de las cordilleras, de los lagos y ríos.
Las comunidades realizaron una parada frente a la cárcel de Temuco para apoyar a los prisioneros políticos y repudiar la militarización de los territorios mapuche y rechazar los montajes judiciales creados por policías, fiscales y políticos en contra de dirigentes indígenas.
Respecto del Plan del gobierno para “la Paz y el desarrollo en la Araucanía”; dirigentes afirmaron que “este plan es para las transnacionales, para los empresarios, para las forestales, para los políticos corruptos”. Frente a esto hay que movilizarse por todo el Wallmapu para “recuperar nuestro territorio, nuestro lenguaje, nuestra vida y nuestra gente”, agregaron.

Nación Mapuche / Chile. Allkütun pu peñi, pu lamngen!!! Es un plan chileno en la Araucanía. No es un Plan Mapuche para el Wallmapu

24 de septiembre de 2018

Resumen Latinoamericano
Por Patricio Melillanca, Mapuexpress
Un plan chileno en la Araucanía, es difícil, sino imposible, que integre las demandas históricas del Pueblo Mapuche. Ante esto, sólo nos queda aumentar la organización, potenciar las redes, la comunicación, y fortalecer el Kimun y Rakiduam Mapuche.
Hablar de Araucanía, es hablar de un territorio que el Estado de Chile ha definido administrativamente con ese nombre. Pero decir Araucanía no necesariamente es entender lo que es el Pueblo Mapuche o el Territorio Mapuche, el Wallmapu.
Presentar un plan para “la paz y el desarrollo” en esa zona, como lo que está haciendo el presidente chileno Sebastián Piñera, y su terrateniente ministro, Alfredo Moreno, no es enfrentar con buena fe y mirada de futuro las demandas históricas de las comunidades mapuche.
El plan Araucanía, es un plan estatal creado desde Santiago y no consensuado con la diversidad política y cultural al interior del mundo mapuche. Eso hay que tenerlo presente, más aún cuando desde la dictadura cívico militar -e incluso antes-, y pasando por todos los gobiernos post Pinochet, siempre estas propuestas han fracasado por su poca seriedad, y además por el bloqueo y defensa de sus intereses de sectores políticos, militares, eclesiásticos y empresariales.
Es ingenuo pensar que otra propuesta gubernamental que no toma las cuestiones de fondo de las demandas mapuche, como son autonomía política y territorial, revisión y reconocimiento histórico de la invasión y ocupación militar y empresarial de los territorios al sur del Biobío, la libre determinación y participación de nuestro pueblo en el concierto mundial de las naciones, y el rechazo a las industrias extractivas y energéticas, vendrá a acallar la lucha histórica de mujeres, hombres, familias y organizaciones Mapuche.
Ellos quieren imponer la paz en lugares en que siempre ha existido paz, pero que ha sido interrumpida por la usurpación, el despojo y la ocupación militar de nuestros territorios.
Este nuevo plan Piñera-Moreno, ni siquiera toma en cuenta el trabajo, malo o bueno, de los anteriores gobiernos que también pusieron empeño en tratar estos temas.
En resumen, el nuevo Plan Araucanía tira un bistec al ring de la clase política y a sus corruptos partidos, al ofrecer a las comunidades originarias facilidades para competir y tener representación en el Parlamento chileno; propone modificar la Ley Indígena para que empresas y particulares mercantilicen las tierras Mapuche; intenta imponer un peculiar registro estatal de Machis y Lonkos; busca establecer un Ministerio de Asuntos Indígenas; y,… nuevamente ofrece reconocimiento constitucional a los Pueblos Originarios, pero que no incluye la plurinacionalidad, la autonomía territorial, ni la autodeterminación.
Y por supuesto el plan Piñera-Moreno, señala que construirán más hospitales y carreteras, pondrán dinero en los sistemas de agua potable rural, dañados y estrujados por las forestales; aumentarán el financiamiento para el turismo y las energías renovables, y potenciarán la agricultura. Todo esto además de una curiosa comisión de revisión de los libros de historia de enseñanza primaria y secundaria
Sin embargo, el plan de este gobierno, no toma en cuenta serios y fundamentados documentos de sectores chilenos, como los diversos manifiestos de los historiadores, provenientes de las principales universidades, que reconocen la ocupación militar y oligárquica chilena en los territorios Mapuche. Nada tampoco se habla de la deuda histórica que el Estado debe al Pueblo Mapuche.
Es curioso que mientras ocurría el anuncio de este nuevo plan chileno en la Araucanía, el peculiar y dañino “comando jungla”, de la policía militarizada, continúa en los territorios mapuche como una especie de guardias privados de las forestales.
En definitiva muchos de los anuncios de Piñera deberán discutirse en el Parlamento chileno y las orientaciones son nuevamente impulsar la inversión privada, chilena y multinacional, por sobre las iniciativas colectivas de las comunidades y organizaciones Mapuche.
Frente a este nuevo plan de los gobiernos chilenos, hay que continuar el avance de fortalecer las organizaciones ancestrales y las nuevas formas de participación que de manera autónoma, sin influencias de partidos políticos, empresas y gobiernos, vienen desarrollando diversas agrupaciones.
Un plan chileno en la Araucanía, es difícil, sino imposible que integre las demandas históricas del Pueblo Mapuche. Ante esto, sólo nos queda aumentar la organización, potenciar las redes, la comunicación, y fortalecer el Kimun y Rakiduam Mapuche.
Con base en una cosmovisión y ética ancestral de que el ser Mapuche es parte de la Tierra, nuestra lucha debe apuntar a hacer una diferencia con la forma de vida impuesta por los actuales grupos de poder a nivel local, regional y global que basan sus malos gobiernos en formas coloniales, corruptas y destructoras de la naturaleza.
Los desafíos son grandes para los que piensan y trabajan en el fortalecimiento del pueblo Mapuche y la construcción de una Nación indígena en el Cono Sur, que haga valer sus derechos de autonomía y libre determinación con el fin de seguir existiendo y participar activamente en la discusión internacional de las naciones.
La construcción de la Nación Mapuche debe avanzar con la diversidad de propuestas que tienen las distintas identidades territoriales, incluidas ahora las identidades de la ciudad, las y los conocidos warriaches.
Allkütun pu peñi, pu lamngen!!! Lo de hoy es otro plan chileno en la Araucanía. No es un Plan Mapuche para el Wallmapu.

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C. Disposición constante a aprender que "no existe un modelo único de lucha contra la desigualdad pero sí una multiplicidad de luchas, que pueden ser heterogéneas entre sí, como heterogéneas son sus protagonistas".

"La experiencia de los Encuentros resultó decisiva para que estos feminismos se alejaran de las nociones de una falsa unidad instalada por el proyecto civilizatorio occidental. Ese modelo blanco y heteropatriarcal se había inscripto como una matriz monocultural universalista que comenzaría a resquebrajarse al incluir luchas contra el racismo, el colonialismo, la precariedad y la desposesión".


“Aborto legal, un grito global”

Este mediodía integrantes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito realizaron un conferencia de prensa en Telam, para convocar a la marcha que se realizará mañana en el marco del Día de Lucha por la legalización y despenalización del aborto en América Latina y el Caribe. 
Por ANRed

Este mediodía integrantes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito realizaron un conferencia de prensa en Telam, para convocar a la marcha que se realizará mañana en el marco del Día de Lucha por la legalización y despenalización del aborto en América Latina y el Caribe “Agradecemos las adhesiones de todas las organizaciones, somos mas de 500 a nivel nacional y eso es lo que genera nuestra gran fuerza” expresaron.
Asimismo adelantaron que el año que viene se presenta nuevamente el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo “a principios de marzo vamos a presentar el proyecto nuevamente”.
Durante la conferencia, destacaron el contexto de crisis nacional en el que se desarrolla la lucha por el derecho al aborto legal “me parece muy importante destacar en este momento en el que hay crisis económica y desconfianza política vamos a sostener la lucha y llamamos a todas las personas para que renueven su compromiso para que el derecho al aborto sea ley” manifestaron.
La convocatoria de la marcha, será mañana a las 17hs desde el Congreso de la Nación hacia Plaza de Mayo. Asimismo desde las 16hs habrá un gazebo donde se ofrecen los pañuelos verdes y el material de consulta.
Por último la conferencia culminó con agradecimientos  “los y las trabajadoras de Telam se han comprometido con la lucha de muchos sectores. Agradecemos a esta agencia que aunque en el marco de su conflicto apoya esta causa que es Federal e Internacional”.


Genealogía del 28 de septiembre, día de lucha por el aborto legal

27 de septiembre de 2018
Rumbo a #UnGritoGlobal por el #AbortoLegal las investigadoras y activistas feministas queer y lgtb Mabel Bellucci y Gabriela Mitidieri remontaron río arriba los encuentros, confluencias, transformaciones e identidades del feminismo latinoamericano interseccional para llegar a este presente auspicioso y ancho como la diversidad que nos une. 
Por LATFEM
Chicanas, negras, indígenas, mestizas, campesinas, pobladoras pobres urbanas y rurales, migrantes, lesbianas, inmigrantes irregulares, trabajadoras a domicilio, jornaleras, refugiadas políticas y económicas. La intervención de todas ellas en los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe marcaron una ruptura de toda ilusión de homogeneidad entre norte y sur.

Es que hacia los años ochenta, los feminismos de América Latina y del Caribe fueron potenciados por el activismo político/social y también el académico que hasta ese entonces solo miraban en dirección al norte. Los enfoques múltiples a partir del conflicto social y cultural operaron como motor de la crítica transfronteriza, desparramados en un movimiento por fuera del colonialismo blanco y eurocéntrico. La experiencia de los Encuentros resultó decisiva para que estos feminismos se alejaran de las nociones de una falsa unidad instalada por el proyecto civilizatorio occidental. Ese modelo blanco y heteropatriarcal se había inscripto como una matriz monocultural universalista que comenzaría a resquebrajarse al incluir luchas contra el racismo, el colonialismo, la precariedad y la desposesión.

Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe

El comienzo de los Encuentros se sitúa en julio de 1981 cuando más de doscientas feministas latinoamericanas se reunieron en Bogotá para conocerse, intercambiar ideas y hacer proyectos para el futuro. Hasta ese momento, América Latina había permanecido aparentemente ajena al expandido Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM) de los países centrales (1). Bogotá fue el envión para sostener en el tiempo la continuidad de los encuentros hasta el presente. Tal como lo expuso la histórica activista y teórica Virginia “Gina” Vargas en su libro Feminismos en América Latina. Su aporte a la política y a la democracia sobre los ‘80, los vínculos entre latinoamericanas habían comenzado por lo general fuera del propio continente, como un reflejo de la centralidad del feminismo del norte. De ahí la importancia que tuvo para el crecimiento de las redes de mujeres, la instalación cada vez con mayor fuerza de los Encuentros Feministas de Latinoamérica y el Caribe. Luego vinieron Lima en 1983, Berteoga en 1985, Taxco en 1987 y San Bernardo en 1990 y muchos más hasta hoy. Así, colectivas y agrupaciones reafirmaron aquello de que al “reconocer que no éramos unas cuantas en cada país sino varias más en muchos países” contaron con más seguridad y llegaron a valorar la necesidad de un intercambio más directo entre ellas de este lado del mapa.
Desde entonces, los encuentros se organizan de forma autogestiva, por fuera de las instituciones clásicas, como una dimensión central de lo político, ya sea a través de actividades para la recaudación de fondos o con nuestro trabajo cotidiano, como activistas y mujeres, muchas veces invisible y subvalorado. Se llevan a cabo cada dos años aproximadamente. Al finalizar se elaboran documentos que concentran lo debatido a lo largo de las jornadas, que permiten armar un cuadro de situación preciso en torno a los principales acontecimientos de la coyuntura. El próximo será el XIV y se realizará en Montevideo, Uruguay, el 23, 24 y 25 de noviembre de 2017. (2)
En simultáneo, los feminismos de cada país preparan sus propios encuentros nacionales y también regionales. Por ejemplo, las feministas históricas de Buenos Aires recuerdan que el Primer Encuentro Nacional de Mujeres, realizado en 1987, siguió los lineamientos y el formato organizativo de los encuentros latinoamericanos. Por eso en los feminismos vemos un compromiso de impulsar emprendimientos emancipatorios. Con avances y retrocesos, nuestra trayectoria no se presenta como un fenómeno acabado, sino, más bien, como expresión de una lucha temporal en la cual las dinámicas se modifican por su constante interacción con la cotidianeidad y en su confrontación con lo público- institucional.
Por caso, en el manifiesto –publicado en el número 111 de la revista chilena Mujer/Fempress– del V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, realizado en nuestro país en 1990 (3), se definía al movimiento como “siempre opuesto a un orden específico, sea patriarcal, capitalista, imperialista y colonialista. Pretende transformar las relaciones de poder de un sexo sobre otro, de una clase sobre otra y de una raza sobre otra. Nuestro feminismo se va construyendo en diversidad de formas y sus manifestaciones son múltiples”.
Esa heterogeneidad, que refleja necesidades diferentes y diversos niveles de conciencia, exige y exigió encontrar demandas conjuntas para avanzar en la construcción de una corriente amplia y autónoma. Es neurálgica la relación de los feminismos con otros sectores de mujeres, de movimientos sociales y del activismo de la disidencia sexual, ya que en nuestros contextos esas articulaciones constituyen espacios de significativa contestación en América Latina. Y tal como lo marca el activista e investigador Emmanuel Theumer: “Hoy se sabe que ninguna subalternidad es base para un punto de vista privilegiado, que se necesita del contagio y la coalición, interceptar en términos de posiciones de resistencia excéntrica, de una transversalización de la lucha política, de vulnerabilidades compartidas, de un situacionismo transfeminista”.
En suma, no existe un modelo único de lucha contra la desigualdad pero sí una multiplicidad de luchas, que pueden ser heterogéneas entre sí, como heterogéneas son sus protagonistas. De alguna manera, al abrir una hendija se constata cómo diferentes categorías -raza, etnicidad, género, religión, nacionalidad, orientación sexual, edad, clase, discapacidad-, construidas social y culturalmente, interactúan en múltiples y, con frecuencia, simultáneos niveles, y contribuyen a consolidar un régimen desigual y opresivo. Por lo tanto, estas distinciones no actúan de modo independiente unas de las otras, por el contrario: se interrelacionan en formas de discriminación múltiples. Resulta que las reivindicaciones aparecen contradictorias, disímiles y desiguales, sin que todas graviten en el escenario social y político con la misma intensidad e, incluso, muchas de ellas, contengan grados de espontaneísmo. En esa misma línea, la investigadora dominicana Rosa Curiel Pichardo polemiza acerca del sujeto homogéneo del feminismo: “Desde un cuestionamiento a la categoría «mujeres» por su pretensión universal las afrodescendientes o negras han hecho aportes significativos relacionando categorías como la «raza» al sexo/género demostrando cómo el patriarcado tiene efectos diferentes en las mujeres cuando estas categorías les atraviesan”. Hasta entonces el feminismo heterosexual e institucionalizado centraba su interés exclusivamente en torno a las desigualdades entre ambos sexos. Ahora bien, al desconocer las diferencias entre las propias mujeres, se silenció otras relacionadas a la raza, clase, orientación sexual y etnia. De esta manera, sus estudios y postulados no eran aplicables a todas las demás.
A partir de los años ‘80 se empezó a gestar lo que hoy se conoce como “feminismo periférico” o “feminismo de frontera”. Como expresión del pensamiento crítico latinoamericano, este feminismo contrahegemónico y de resistencia contra las prácticas de opresión, incorporó nuevas realidades de afroamericanas, afrolatinas, caribeñas, indígenas, campesinas, lesbianas  y del “tercer mundo” para pensar y actuar feminismos situados en el capitalismo globalizado. Además, las condiciones materiales y simbólicas en que se presentaba el racismo, el heterosexismo y la pobreza. Frente al etnocentrismo del feminismo occidental dominante, las voces y las experiencias excluidas empujaron desde varios frentes para que el proyecto intelectual y político del feminismo se descolonialice, se democratice. Había un objetivo de crear las alianzas necesarias que apoyen procesos transformadores para las mujeres y hombres de las comunidades empobrecidas y minusvaloradas.
La antropóloga Teresa Pires Do Rio Caldeira llama a tales tensiones en el prólogo a Ruth Cardoso: obra reunida “la ambigüedad entre lo nuevo y lo viejo”. En efecto, los feminismos en danza, con su amplia gama de heterogeneidades, aún representan una fuerza impulsora en el continente, como crítica cultural y como crítica a la dominación, a la exclusión y a la explotación que permiten identificar nuevos y nuevas alianzas para la acción política. En efecto, pujar por abrirse a cuestiones vinculadas a sectores y a colectivos omitidos y silenciados en la agenda de aquellas personas “que tienen derecho a tener derechos”.
 

1990: San Bernardo, un punto de inflexión

Tres mil mujeres de todos los tamaños, edades y colores -en representación de 38 países de nuestro continente y de otros también- se reunieron la noche del domingo 18 de noviembre de 1990 en la plaza central de la ciudad balnearia de San Bernardo. Juntas o separadas debatieron acerca de todo lo que se pudiese suponer y mucho más. Este encuentro marcó una bisagra crítica de lo andado. En primer lugar, las asistentes ya no eran exclusivamente feministas, con una militancia clara y explícita alrededor de la problemática de género. Como escribió Gina Vargas: “Ahora, la composición era otra: además de las cristianas, ecologistas, pacifistas, investigadoras, lesbianas, heterosexuales, centroamericanas, conosureñas y andinas, de una cultura urbana de clase media la mayoría de ellas, estuvieron las negras, las indígenas de Honduras, México, Perú, Bolivia, Argentina; las pobladoras guatemaltecas, mexicanas, brasileñas, las sindicalistas argentinas, uruguayas, peruanas”.
Esta novedosa confluencia de identidades, si bien profundizó ciertas líneas divergentes, también reforzó lazos transnacionales y sentó las bases para los acuerdos posibles y necesarios. Entre los puntos de convergencia que trascendieron fronteras pueden nombrarse, los talleres propios que convocaron las académicas feministas, las instancias de intercambio entre militantes de partidos políticos -quienes por primera vez se unieron para diseñar estrategias feministas en el interior de sus propias estructuras-, las indígenas que aportaron herramientas potentes para abordar género y racismo, cultura y etnicidad. Mientras, el grueso del activismo lésbico organizó un espacio alrededor de un tema vital que atravesaba sus experiencias en el movimiento: la lesbofobia dentro del feminismo; y las esotéricas proponían hermosas ceremonias nocturnas en la playa, a la luz de las velas.
Hubo lugar también para aquellas alianzas que marcaban a fuego los horizontes de ese feminismo amplio, en vías de consolidación y crecimiento: nuevas fechas que se transformarán en jornadas de lucha en nuestro calendario feminista latinoamericano comenzaban a consensuar entre todas las presentes en San Bernardo. Uno en particular que aún nos convoca con fuerza inclaudicable: el 28 de septiembre como día de acción feminista latinoamericana por la conquista del aborto voluntario.
 
Así, se constituyó el Taller sobre Aborto, organizado por la Comisión por el Derecho al Aborto (CDA) de la Argentina, Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) de Uruguay junto con la participación de colectivas feministas de Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay y Perú, entre otros tantos lugares. La propuesta surgió de un grupo de brasileñas al elegir el 28 de septiembrecomo “Día de la Lucha por la Despenalización y Legalización del Aborto en América Latina”. Se designó esa fecha no de manera casual ni caprichosa: todo lo contrario, se conmemoraba en ese país la resolución de la “libertad de vientres”, sancionada en 1888. Para las latinoamericanas, dicho acontecimiento encarnó un símbolo de soberanía de los cuerpos: “Libertad de vientres. Libertad de esclavos. Legalización del aborto. Libertad de la mujer para decidir”. Esta propuesta llamaba también a convocar movilizaciones en cada país para ese día con ese objetivo puntual. Para conquistar la despenalización a lo largo y ancho del continente propusieron acciones para el corto y largo plazo:
“1. Crear comisiones por el Derecho al Aborto en cada país y/o apoyar a las ya existentes. 2. Formar la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe para la movilización por el Derecho al Aborto.
3. Lograr el apoyo de las mujeres de los países que ya cuentan con este derecho en la práctica y a su vez apoyarlas en sus luchas por mantenerlo vigente.
4. Hacer campañas en cada país y conjuntamente en nuestro continente para lograr ejercitar este derecho en forma legal, no clandestina, segura y digna para cada una de nosotras”, como indicaba el volante “Declaración de San Bernardo”, del 28 de septiembre de 2000, de la Coordinadora por el Derecho al Aborto.

 

28 de septiembre 2017: #UnGritoGlobal por el #AbortoLegal

Rumbo al 28 de septiembre próximo, la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y la coordinación regional de la Campaña 28 de Septiembre para América Latina y el Caribe, convocaron a todo el activismo, redes y  organizaciones  en lucha por el derecho al aborto a unirse y a organizar #UnGritoGlobal por la despenalización y legalización del derecho al aborto en nuestro continente. La coordinación regional está integrada por movimientos de mujeres, feministas y de la diversidad organizadxs desde todos los continentes, entre más de 21 países y al menos 7 redes regionales. En cada uno se realizarán acciones de sensibilización, acceso a la información y a políticas públicas.
Se sabe que solo cuatro países de la región (Cuba, Puerto Rico, Uruguay y Guyana) y un distrito (Ciudad de México) cuentan con legislación y políticas públicas que garantizan y reconocen en la interrupción voluntaria del embarazo el derecho a la salud integral de las mujeres. Sin embargo, en el resto de la región la Campaña indica que “los Estados siguen persiguiendo, condenando y siendo responsables de que el aborto inseguro sea la principal causa por la que mueren las mujeres gestantes”. Además, señala que “El aborto practicado en condiciones de salubridad es menos riesgoso que un parto. En más del 95% de los casos es efectivo con pastillas y es una práctica que, cuando se realiza de forma idónea, no pone en riesgo futuros embarazos, no causa cáncer, ni infertilidad, ni afecta la salud mental”. A la vez, instan a los gobiernos de la región y a los poderes e instituciones a despenalizar y legalizar el derecho al aborto y garantizar su práctica en los sistemas de salud públicos y privados. También demandan por el acceso a la educación sexual para decidir y métodos anticonceptivos para no abortar. En cuanto al gobierno de la Argentina, la Campaña propone que para garantizar efectivamente la salud de las mujeres, derecho humano básico, se debe implementar la provisión universal de los servicios de anticoncepción (Ley 25.673), el cumplimiento de los abortos legales (art. 86 inc. 1 y 2 del CP), así como el derecho y acceso a la educación sexual integral en todas las escuelas y niveles (Ley 26.150)”. Por último, la Campaña exige al Congreso de la Nación que en defensa del derecho a la salud de las mujeres ponga en debate y sancione el Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), que viene siendo postergado desde hace más de una década. En homenaje a las propuestas surgidas en el Encuentro de San Bernardo en cuanto a constituir una Coordinadora Latinoamericana y del Caribe para conquistar el derecho al aborto, este año se confluye en acciones conjuntas regionales para un 28 de septiembre global. Como todo en la vida, siempre hay un antes para un después.
 
(1) Marysa Navarro, “El primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, 1982”, Portal de Ideas Feministas de Nuestra Américahttps://ideasfem.wordpress.com/textos/i/i21/
(2) DIVERSAS PERO NO DISPERSAS, XIV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, 23, 24 y 25 de noviembre 2017, Montevideo, Uruguay Disponiblehttps://twitter.com/hashtag/14eflacuruguay?src=hash
(3)  S/R, “Documento: El feminismo de los 90. Desafíos y propuestas”, Santiago de Chile, Mujer/Fempress, n° 111,1991.
*Mabel Bellucci es activista feminista queer. Integrante del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) en el Instituto de Investigación Gino Germani (IIGG)-UBA y de la Cátedra Libre Virginia Bolten de la UNLPlata. Autora Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Capital Intelectual. 2014
**Gabriela Mitidieri es activista feminista LGTB, militante de Democracia Socialista, historiadora, becaria doctoral del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (Facultad de Filosofía y Letras – UBA)


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