Por tanto, para qué mundo
sacrifica
nuestro presente y futuro:
se denomina
el capitaloceno.
Indaguemos significados de que la humanidad esté subsumida en:
El capitaloceno
27 de febrero de 2017
27 de febrero de 2017
Por Renán
Vega Cantor
Al borde del precipicio
Varias informaciones recientes indican el acelerado proceso de
destrucción de la naturaleza y de trastorno climático en el mundo, así como de
la miseria de millones de seres humanos, afectado por catástrofes que se
pretenden naturales pero que tienen un claro origen social, aunque eso no sea
evidente a primera vista. Sin pretender ser sistemáticos recordemos algunas de
las noticias que se registraron en el 2016 sobre caos climático, extinción de
especies, pérdida de biodiversidad y las mal llamadas “catástrofes naturales”.
(...)
Las
características del capitalismo, su lógica de funcionamiento, explican que se
haya convertido en una destructiva fuerza, que ataca a la mayor parte de los
seres humanos y destruye la naturaleza, habiendo originado el capitaloceno (La
época del capitalismo). Algunos de los elementos centrales de su funcionamiento
son los siguientes:
·
Primer elemento: la
acumulación capitalista que crece en forma exponencial e ininterrumpida en la
búsqueda insaciable de ganancias. Para obtener ganancias se debe explotar
intensivamente a los trabajadores y expoliar el medio ambiente, sin interesar si
se destruyen a otras formas de vida. Se supone que puede haber crecimiento al
infinito, como requisito de la acumulación de capital, en una tierra cerrada y
limitada en recursos.
·
Segundo elemento:
para obtener ganancias el capital rebasa las fronteras nacionales y se expande
por el mundo en búsqueda de fuentes de materias primas, trabajo barato y nuevos
mercados de inversión y consumo. Incluso, algunos lunáticos hoy hablan de la
“colonización de Marte”, como forma de huir de la tierra. Esta expansión tiene
como motor principal la competencia desenfrenada de capitales, que primero
compiten a escala local y luego en el mundo entero.
·
Tercer elemento:
obtener réditos en el corto plazo, porque, como decía Keynes, en el largo plazo
todos estaremos muertos. Esto supone que no se tienen en cuenta los tiempos de
la naturaleza, sino los tiempos del capital y los negocios. Como consecuencia se
aniquila a los ecosistemas, tal y como lo evidencia la explotación mineral o de
hidrocarburos, ya que no se tiene en cuenta el tiempo de reposición de los
ecosistemas (cuando hablamos de bienes renovables) y se actúa en contra de los
límites naturales.
·
Cuarto elemento: para
conseguir el incremento de ganancia en forma permanente se produce un
crecimiento ininterrumpido de las fuerzas productivas-destructivas, lo que se
expresa entre otras cosas en el desarrollo de la tecnociencia, lo que lleva a
inventar tecnologías más potentes, y que consumen mayores cantidades de materia
y energía, para extraer más materia y consumir hasta la última porción de
energía disponible. Esto genera una particular forma de arrogancia tecnocrática,
para la cual no hay límites naturales, ni de ninguna otra índole, y que postula
que tarde o temprano se encontraran las soluciones técnicas a los problemas que
ha generado el capitalismo.
·
Quinto elemento: se
estructura una jerarquía de valores que exaltan la competencia, el
individualismo, el egoísmo, la codicia, la sed de ganancias, el consumismo, la
explotación de otros seres humanos, como propias de la “naturaleza humana”. Esos
valores son inculcados desde la escuela, y por los medios de comunicación, lo
que legitima al capitalismo, que es visto como el orden natural de las cosas, un
sistema eterno e insustituible.
·
Sexto elemento: la
producción de mercancías obliga a su consumo, para poder obtener ganancia por
parte de los capitalistas. Esto conduce a impulsar el consumo, creando
necesidades artificiales e innecesarias, como puede verse hoy al examinar gran
parte de las mercancías que se
generan en el capitalismo, muchas de las cuales son inherentemente nocivas.
Con
estos elementos, puede concluirse sin mucho esfuerzo que el capitalismo es
insustentable a corto plazo. Como indican Fred Magdoff y John Bellamy Foster: El
sistema capitalista mundial es insustentable en: (1)
su búsqueda por una acumulación sin fin de capital tendiente a una producción
que debe expandirse continuamente para obtener ganancias; (2) su sistema
agrícola y alimentario que contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el
acceso cuantitativo y cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada
destrucción del ambiente; (4) su continua reproducción y aumento de la
estratificación de riqueza dentro y entre los países; y (5) su búsqueda por la
“bala de plata” tecnológica para evadir los crecientes problemas sociales y
ecológicos emergentes de sus propias operaciones34.
El
término capitaloceno hace referencia a un periodo de tiempo reciente, una nueva
era geológica, y a una categoría analítica y explicativa.
En el primer sentido, establece una cronología para englobar un
conjunto de procesos cuyo nexo articulador es la existencia y el predominio de
la relación social capitalista, desde el momento mismo de su génesis, como
capitalismo de guerra en el siglo XVI, en algunos lugares de Europa y que luego,
se expande por el resto del mundo durante los últimos siglos, adquiriendo una
fuerza e impacto mundial tras la revolución industrial a finales del siglo XVIII.
En el segundo sentido, es una noción que se dirige a dar una
explicación de los fundamentos de funcionamiento del capitalismo y sus impactos
destructivos sobre el planeta tierra. Busca explicar en forma racional las
raíces de lo que sucede. Aunque el capitaloceno representa un período muy corto,
su impacto es tal que la mayor parte de las transformaciones que ha generado
tienen un carácter de irreversibles. El capitalismo es una fuerza geofísica
global, eminentemente destructora, aunque se suponga que es creadora, su
carácter devastador es de tal dimensión que puede catalogarse como un nuevo
meteorito, pero de origen social, similar al meteorito que se estrelló contra el
Golfo de México hace 65 millones de años y que produjo la quinta extinción de
especies y arrasó con el 90 por ciento de la vida que por entonces existía en la
tierra35.
Al hablar de capitaloceno no importa tanto que se le conciba como
una época histórica o una era geológica, y lo menos interesante es argüir que
hoy no pueden leerse los registros estratigráficos que demuestren su existencia.
Es poco importante que exista un reconocimiento estratigráfico del capitaloceno. Lo
fundamental es el sentido político del término y al desafío cognitivo de orden
colectivo que debería generar, que conduzca no solamente a cambiar nuestra
comprensión de la realidad, sino lo que es más importante y decisivo, nuestro
accionar como sociedades. El asunto es crucial, no es una cuestión terminológica
ni una querella entre geólogos. Tiene que ver con el esclarecimiento de las
razones y de las causas que producen la destrucción de la naturaleza, la
extinción de especies, el vuelco climático, la acidificación de los mares, la
destrucción de los corales…. El capitaloceno sí está dejando huellas de tipo
geológico. Al
respecto, uno de los cambios geológicamente más significativos, aunque aparezca
casi invisible para nosotros, es la modificación en la composición de la
atmosfera: las emisiones de bióxido de carbono (CO2), cuya
contribución al calentamiento global es innegable –lo que produce cambios
climáticos, concretamente elevación de la temperatura, que no se presentaban
hace millones de años– y que permanecen durante miles de años en la atmósfera.
Asimismo, el desplazamiento de plantas y animales hacia los polos, un movimiento
migratorio forzado por el aumento de la temperatura, que ya se está presentando,
va a dejar su registro fósil, en idéntica forma que la elevación del nivel del
mar en varios metros, con lo cual se hundirán ciudades completas.
Es probable que mucho tiempo después de que nuestros autos, ciudades
y fábricas se hayan convertido en polvo, las consecuencias de quemar carbón y
petróleo equivalente a miles de millones de toneladas sean claramente
ostensibles. El bióxido de carbono calienta el planeta y, al mismo tiempo, se
cuela en los océanos y los acidifica. En algún momento de este siglo serán tan
ácidos que los corales ya no podrán construir arrecifes, lo que se registrará
geológicamente como "un hiato de arrecifes". Estos hiatos han marcado cada una
de las últimas cinco extinciones masivas principales. La más reciente,
que se cree fue causada por el impacto de un asteroide, tuvo lugar hace 65
millones de años, al final del periodo Cretácico; no sólo eliminó a los
dinosaurios, sino también a los plesiosaurios, los pterosaurios y los
ammonoideos. La escala de lo que les está sucediendo ahora a los océanos es, de
acuerdo con muchos expertos, incomparable desde entonces. Para los geólogos
futuros, dice Zalasiewicz, nuestro impacto podría parecer tan repentino y
profundo como el de un asteroide. (Bienvenido al Antropoceno, la era del hombre36)
Entre
algunos de los cambios que ha generado el capitalismo se encuentran: un
aumento en la tasa de extinción de la fauna y la flora a niveles sin precedentes
desde la aparición del homo sapiens; aumento en los niveles de C02 en
la atmosfera, que modifica el clima y aumenta las temperaturas, de tal forma que
no había sucedido hace 66 millones de años; producción masiva de plásticos, que
inundan ríos, lagos y océanos, interfiriendo en la vida de miles de especies; la
utilización de fertilizantes ha duplicado la cantidad de nitrógeno y de fosforo
en las tierras de cultivo. Se calcula que esto puede causar un impacto sobre el
ciclo de nitrógeno que no se presentaba hace 2.500 millones de años; “la
presencia de una capa permanente de partículas transportadas por el aire en los
hielos glaciares y sedimentos, como por ejemplo carbono negro procedente del
consumo de combustibles fósiles” 37.
Con estas evidencias, advierten algunos geólogos, "Muchos de estos cambios son
geológicamente duraderos y algunos son efectivamente irreversibles"38.
Los rasgos distintivos del capitaloceno no apuntan a señalar en
abstracto al ser humano como una fuerza geológica en sí misma de extinción
masiva, sino al sistema capitalista, como una forma de organización social e
histórica particular, cuyo funcionamiento ocasiona los problemas que vivimos en
la actualidad. Como tal,
desde su origen el Homo sapiens ha vivido en diversas formas de organización
social, y en ninguna de ellas se puso en peligro global la supervivencia de la
misma humanidad y de otras formas de vida a una escala masiva, como hoy
acontece. Uno de los aspectos que suele resaltarse cuando se habla de
Antropoceno es el tamaño de la población humana, cuyo número creció en forma
exponencial en los últimos dos siglos, tras la Revolución Industrial y en forma
más veloz en los últimos cincuenta años. Este crecimiento está asociado a las
energías fósiles, porque sin ellas no hubiera sido posible, algo que se deriva
entonces del mismo desarrollo del capitalismo. Pero un elemento adicional que no
puede ser negado es que no todos los seres humanos que hoy vivimos en el planeta
tierra tenemos el mismo grado de responsabilidad, puesto que hay una asimetría
evidente entre una ínfima minoría de grandes capitalistas y el resto de la
población mundial.
En otros términos, existe una segmentación en términos de producción
y consumo entre unos pocos países y el resto, y más en general, entre los más
ricos entre los ricos y millones de pobres y miserables. Oxfam
lo ha dicho en sus informes de enero de 2016 y de enero de 2017. En este último
proporciona algunos datos sobre la
aterradora desigualdad social y económica en el mundo:
1. Cuando una de cada diez personas en el mundo sobrevive con menos
de dos dólares al día, la inmensa riqueza que acumulan tan sólo unos pocos
resulta obscena. Sólo ocho personas (concretamente ocho hombres), poseen la
misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de
personas. […]
2. Siete de cada diez personas vive en un país en el que la
desigualdad ha aumentado en los últim últimos 30 años.
3. La desigualdad extrema tiene un enorme impacto en las vidas de
las mujeres, sobrerrepresentadas en los sectores con peores salarios y que
sufren mayores niveles de discriminación en el ámbito laboral y asumen la mayor
parte del trabajo de cuidados no remunerado. Al ritmo actual, llevará 170 años
alcanzar la igualdad salarial entre hombres y mujeres.
4. La evasión y elusión fiscal por parte de las grandes
multinacionales priva a los países pobres de al menos 100.000 millones de
dólares cada año en ingresos fiscales, dinero suficiente para financiar
servicios educativos para los 124 millones de niños y niñas sin escolarizar o
servicios sanitarios que podrían evitar la muerte de al menos seis millones de
niños y niñas cada año39.(...) Leer
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