viernes, 22 de mayo de 2020

¿Hacia qué Abya Yala orienta el internacionalismo revolucionario de los '60-70?

 
El solidario e identificado con todos sus pueblos originarios.
 
Ya a mediados de 2019 los incendios en la Amazonía y en la Chiquitanía, así como en otros continentes, patentizaron la crisis de civilización en que el sistema mundo capitalista ha hundido a la humanidad. La actual emergencia sanitaria prueba que su modo de producción y desarrollo causa demasiada destrucción ecosocial, pobreza y desamparo de grandes mayorías, exterminio masivo de la vida humana y no humana.

Entonces urge liberar territorios y trabajos de su expoliación por el Capital Estado. Los pueblos originarios son quienes hoy representan el internacionalismo revolucionario de la «contra cultura» de los sesenta-setenta que trascendió hasta nuestros días. Tenemos presentes a los beatles, los hippies, el Mayo Francés, El Che, Fidel, Cuba...No es cuestión de idealizarlos pero sí de valorar que los pueblos originarios del Abya Yala nos han aportado principios para encaminar a todos los pueblos planetarios hacia sus autodeterminaciones. En efecto, nos orientan -a las diversidades de abajo sin fronteras ni muros- los significados e implicancias de: territorio, comunalidad, buenos vivires y derechos de la naturaleza.
 
Estamos ante:
 
Crisis civilizatoria y la construcción descolonizadora del saber desde el “mandar obedeciendo”:
la actualidad de Mariátegui.

Samuel SOSA FUENTES
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 22, núm. 77, 2017
Universidad del Zulia
Recepción: 09 Enero 2017
Aprobación: 29 Marzo 2017

Podemos afirmar que en el contexto de la actual crisis capitalista y civilizatoria, el movimiento indígena en América Latina es, quizás, uno de los procesos sociales y culturales más transformadores, creativos, dinámicos y complejos de realidad social latinoamericana y mundial desde finales del siglo XX hasta nuestro presente en la segunda década del siglo XXI. Al mismo tiempo, ha dejado de ser solo un movimiento de carácter defensivo y ha pasado a desarrollar una estrategia ofensiva de lucha popular por la construcción de otro mundo posible, particularmente, en la región del sureste mexicano y la andina de Nuestra América.
Así, a partir de una profunda crítica y ruptura con la visión eurocéntrica capitalista, su racionalidad universalista y excluyente, su modelo de modernidad inconclusa y de un desarrollo económico altamente desigual y devastador inserto en las estructuras mundiales de dominación y poder del capitalismo financiero neocolonial, el movimiento indígena latinoamericano, se plantea como un movimiento antineoliberal y, en algunos casos, antisistémico y anticapitalista capaz de recuperar y re-elaborar el legado histórico de los saberes de las culturas e identidades originarias, y proyectarlas con nuevos contenidos pluriculturales y autonómicos alternativos por el bien común y el Buen Vivir, basados en las formas de conocimiento y producción de conocimiento que han pervivido y resistido más de quinientos años de exclusión y negación.
De esta manera, el ser social indígena va adquiriendo esa conciencia revolucionaria que el gran pensador marxista latinoamericano y universal, José Carlos Mariátegui, había advertido hace más de 85 años, y que, actualmente, se ha convirtiendo en el centro de los análisis, debates y la reflexión contemporánea, tanto en el pensamiento crítico latinoamericano como en los procesos de construcción social alternativa por otro mundo posible, no capitalista y de liberación nacional en el siglo XXI. Pero, sobre todo, el pensamiento de Mariátegui, hoy día, cobra una extraordinaria presencia política y que, como praxis social, se ha puesto a prueba en varios países latinoamericanos, particularmente, en México con el surgimiento y la consolidación, logros y nuevos avances del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Mariátegui, señalo:
Una conciencia revolucionaria indígena tardará quizás en formarse; pero una vez que el indio haya hecho suya la idea socialista, le servirá como una disciplina, una tenacidad y una fuerza, en la que pocos proletarios de otros medios podrán aventajarlo. El realismo de una política revolucionaria, segura y precisa, en la apreciación y utilización de los hechos sobre los cuales toca actuar en estos países, en que la población indígena o negra tiene proporciones y rol importantes, puede y debe convertirse el factor raza en un factor revolucionario 16 .
3. LAS PRÁCTICAS DESCOLONIZADORAS DEL ZAPATISMO Y EL “MANDAR OBEDECIENDO”
Primeramente, es oportuno precisar aquí que los movimientos indígenas son, ante todo, procesos sociales no exentos de dificultades, problemas, contradicciones y limitaciones internas y externas, pero son también y sobre todo, la expresión más evidente y lograda de la construcción alternativa de otro mundo posible no neoliberal en Nuestra América

Al respecto, Michael Lowy, profundo conocedor del pensamiento y obra de Mariátegui, lo confirma así, a través del ejemplo actual de la lucha y los resultados alcanzados por dos de los movimientos indígenas y campesinos más trascendentes y notables de Nuestra América: el EZLN y el MST. Lowy, señala:

Para mí, tanto el EZLN como el MST son los herederos de la gran tradición revolucionaria latinoamericana representada por José Carlos Mariátegui y Ernesto Guevara. Ellos comparten con el amauta peruano y con el Che la valoración del campesino y del indígena, la sensibilidad anticapitalista radical, el antiimperialismo consecuente. Aunque ni los zapatistas ni los sin tierra se definan como marxistas, las ideas centrales del marxismo –en su versión latinoamericana- están presentes en su reflexión y en su estrategia. Han tratado de integrar orgánicamente el marxismo con las tradiciones –históricas, sociales, culturales, religiosas, indígenas- de sus pueblos…Además de eso, los dos movimientos, cada uno a su manera, se han transformado en la punta más avanzada de la lucha de la sociedad –brasileña o mexicana- en contra del neoliberalismo y de las nefastas políticas neoliberales implementadas por los gobiernos…Los dos movimientos han encontrado formas de lucha innovadoras, radicales, inéditas, que han tomado por sorpresa a las clases dominantes y se han ganado las simpatías de amplios sectores populares, también en las grandes ciudades. Tienen además una sensibilidad internacionalista, buscando construir redes de lucha mundial contra la globalización capitalista, como el Movimiento Vía Campesina (para el MST) o la Confederación Intergaláctica en contra del Neoliberalismo y por la Humanidad (1996) para los zapatistas. Construyendo la autonomía indígena en las comunidades de Chiapas y cooperativas comunitarias en las haciendas ocupadas por los campesinos brasileños, los zapatistas y los sin tierra se enfrentan con el orden establecido y plantan semillas de un futuro diferente 17 .

El desafío es entonces, descolonizar el poder y el saber del actual orden imperialista, y crear una nueva ética mundial social, popular, intercultural y revolucionaria de co-responsabilidad social para oponerse a las formas mundiales de injusticia, de exclusión y desigualdad que el neocolonialismo neoliberal ha impuesto. Esta nueva forma y praxis radical de otra democracia y una nueva ética del imaginario social, se fundamenta en la transformación y cambio de cómo repensar el poder, la ética y la política en la que, claramente, no exista un dominio o subordinación en el ejercicio de una función o cargo público, por el contrario, esta deberá ser concebida como una responsabilidad ética, solidaria y comprometida por el bien común.

Así, para Enrique Dussel, notable filósofo argentino, uno de los principales representante de la Teología de la Liberación latinoamericana, y destacado estudioso del pensamiento marxista de José Carlos Mariátegui y la cuestión indígena, nos advierte que esta nueva creación y praxis de otra democracia, actualmente, está avanzando, en el día a día y en resistencia, en la práctica de su autonomía bajo la cosmovisión indígena zapatista del “mandar obedeciendo” en las Juntas de Buen Gobierno de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas. Al respecto, Enrique Dussel, señala:

Enrique Dussel, señala:El proceso de democratización en el mundo poscolonial exige novedades teóricas y prácticas...En México, el EZLN no pide que la autonomía indígena sea “incluida” en la misma constitución que los excluía, sino que se pide una transformación del “espíritu” mismo de toda la Constitución. No se trata de un proceso de “inclusión”, sino de “creación” novedosa, analógica, transformadora. No es cuestión de hacer simplemente una nueva habitación para los excluidos en la antigua casa. Es necesario hacer una nueva casa, con nueva distribución, de lo contrario los indígenas, las mujeres y los afroamericanos irán a las habitaciones “de servicios”…como antes, como siempre 18 .

En este contexto general, el movimiento indígena zapatista ha creado sus espacios sociales alternativos en las comunidades indígenas autónomas, en donde, más allá de un control territorial, lo esencial del movimiento zapatista es la construcción de una práctica que genera un sentido colectivo, y confiere legitimidad —a través del «mandar obedeciendo»— a los procesos y estructuras propias de autogobierno. 

Esa lucha contra-hegemónica tiene impacto sobre las dinámicas de organización social más allá del núcleo de comunidades autónomas zapatistas, lo que inspira la construcción de un movimiento más amplio que desafía la lógica neoliberal y plantea formas diferentes de hacer política. Este proceso alternativo, antisistémico y anticapitalista, como hemos advertido, no está exento de dilemas y contradicciones. Las comunidades autónomas todavía están insertas en relaciones comerciales de mercado, mientras buscan canales alternativos como el comercio justo de café y otras existentes. No plantean una autosuficiencia total, así tienen que crear normas y estructuras para mediar las relaciones y coordinar sus estrategias frente a los actores externos: como las ONG, agencias gubernamentales, organizaciones campesinas no zapatistas, sociedad civil, etc. Sin embargo, el movimiento zapatista, con todo y contra todo, es un ejemplo importante de los nuevos movimientos sociales latinoamericanos que surgen como una expresión más de lucha, resistencia y creatividad contra el capitalismo neoliberal, 19 y sus luchas cotidianas —a nivel micro— por defender, sobre la marcha, la tierra y el territorio a través de sus prácticas colectivas autonómicas; pueden ganar el espacio social necesario para plantear una agenda de transformaciones a nivel local, nacional y regional, y construyendo a la vez, una paz digna para el bien común de todos que, bajo la palabra y cosmovisión zapatista representa la construcción de “un mundo donde quepan muchos mundos”. 

Así, en los hechos, podemos señalar que “desde 1996, las bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el estado de Chiapas, México se han dedicado a crear sistemas de gobierno y políticas sociales propias como parte de un reordenamiento territorial. Los más de 42 municipios autónomos indígenas en los Altos, la zona Norte y las cañadas de la selva Lacandona se caracterizan por rechazar la presencia de instituciones gubernamentales como parte de su posicionamiento contra el Estado neoliberal mexicano, las lógicas del capital y el legado de un poder-conocimiento colonial 20 .

    

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