El solidario e identificado con
todos sus pueblos originarios.
Ya a mediados de 2019 los incendios en la Amazonía y en la Chiquitanía, así como
en otros continentes, patentizaron la crisis de civilización en que el sistema
mundo capitalista ha hundido a la humanidad. La actual emergencia sanitaria
prueba que su modo de producción y desarrollo causa demasiada destrucción
ecosocial, pobreza y desamparo de grandes mayorías, exterminio masivo de la vida
humana y no humana.
Entonces urge liberar territorios
y trabajos de su expoliación por el Capital Estado. Los pueblos originarios son
quienes hoy representan el internacionalismo revolucionario de la «contra cultura»
de los sesenta-setenta que trascendió hasta nuestros días. Tenemos presentes a los beatles, los
hippies, el Mayo Francés, El Che, Fidel, Cuba...No es cuestión de idealizarlos
pero sí de valorar que los pueblos originarios del Abya Yala nos han aportado
principios para encaminar a todos los pueblos planetarios hacia sus
autodeterminaciones. En efecto, nos orientan -a las diversidades de abajo sin
fronteras ni muros- los significados e implicancias de: territorio, comunalidad,
buenos vivires y derechos de la naturaleza.
Estamos ante:
Crisis civilizatoria
y la construcción descolonizadora del saber desde el “mandar
obedeciendo”:
la actualidad de Mariátegui.
Samuel
SOSA FUENTES
Universidad Nacional Autónoma de
México,
México
Utopía y Praxis
Latinoamericana,
vol. 22, núm. 77,
2017
Universidad del Zulia
Recepción:
09 Enero 2017
Aprobación:
29 Marzo 2017
Podemos afirmar que en el contexto de la
actual crisis capitalista y civilizatoria,
el movimiento indígena
en América Latina es, quizás, uno de los procesos sociales y culturales
más transformadores, creativos, dinámicos y complejos de realidad social
latinoamericana y mundial desde finales del siglo XX hasta nuestro
presente en la segunda década del siglo XXI. Al mismo tiempo, ha dejado
de ser solo un movimiento de carácter defensivo y ha pasado a
desarrollar una estrategia ofensiva de lucha popular por la construcción
de otro mundo posible, particularmente, en la región del sureste
mexicano y la andina de Nuestra América.
Así, a partir de una profunda crítica y ruptura con la visión eurocéntrica capitalista, su racionalidad universalista y excluyente, su modelo de modernidad inconclusa y de un desarrollo económico altamente desigual y devastador inserto en las estructuras mundiales de dominación y poder del capitalismo financiero neocolonial, el movimiento indígena latinoamericano, se plantea como un movimiento antineoliberal y, en algunos casos, antisistémico y anticapitalista capaz de recuperar y re-elaborar el legado histórico de los saberes de las culturas e identidades originarias, y proyectarlas con nuevos contenidos pluriculturales y autonómicos alternativos por el bien común y el Buen Vivir, basados en las formas de conocimiento y producción de conocimiento que han pervivido y resistido más de quinientos años de exclusión y negación.
De esta manera, el
ser social indígena va adquiriendo esa conciencia revolucionaria que el
gran pensador marxista latinoamericano y universal, José Carlos
Mariátegui, había advertido hace más de 85 años, y que, actualmente, se
ha convirtiendo en el centro de los análisis, debates y la reflexión
contemporánea, tanto en el pensamiento crítico latinoamericano como en
los procesos de construcción social alternativa
por otro mundo posible, no capitalista y de liberación nacional
en el siglo XXI. Pero, sobre todo, el pensamiento de Mariátegui, hoy
día, cobra una extraordinaria presencia política y que, como
praxis social, se ha puesto a prueba en
varios países latinoamericanos, particularmente, en México con el
surgimiento y la consolidación, logros y nuevos avances del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional. Mariátegui, señalo:
Una conciencia revolucionaria indígena
tardará quizás en formarse; pero una vez que el indio haya hecho suya la
idea socialista, le servirá como una disciplina, una tenacidad y una
fuerza, en la que pocos proletarios de otros medios podrán aventajarlo.
El realismo de una política revolucionaria, segura y precisa, en la
apreciación y utilización de los hechos sobre los cuales toca actuar en
estos países, en que la población indígena o negra tiene proporciones y
rol importantes, puede y debe convertirse el factor raza en un factor
revolucionario
16
.
3.
LAS PRÁCTICAS DESCOLONIZADORAS DEL ZAPATISMO Y EL
“MANDAR OBEDECIENDO”
Primeramente, es
oportuno precisar aquí que los movimientos indígenas son, ante todo,
procesos sociales no exentos de dificultades, problemas, contradicciones
y limitaciones internas y externas, pero son también y sobre todo, la
expresión más evidente y lograda de la construcción alternativa de
otro mundo posible no neoliberal en
Nuestra América.
Al respecto, Michael Lowy,
profundo conocedor del pensamiento y obra de Mariátegui, lo confirma
así, a través del ejemplo actual de la lucha y los resultados alcanzados
por dos de los movimientos indígenas y campesinos más trascendentes y
notables de Nuestra América: el EZLN y el
MST. Lowy, señala:
Para mí, tanto el EZLN como el MST son
los herederos de la gran tradición revolucionaria latinoamericana
representada por José Carlos Mariátegui y Ernesto Guevara. Ellos
comparten con el amauta peruano y con el Che la valoración del campesino
y del indígena, la sensibilidad anticapitalista radical, el
antiimperialismo consecuente. Aunque ni los zapatistas ni los sin tierra
se definan como marxistas, las ideas centrales del marxismo –en su
versión latinoamericana- están presentes en su reflexión y en su
estrategia. Han tratado de integrar orgánicamente el marxismo con las
tradiciones –históricas, sociales, culturales, religiosas, indígenas- de
sus pueblos…Además de eso, los dos movimientos, cada uno a su manera, se
han transformado en la punta más avanzada de la lucha de la sociedad
–brasileña o mexicana- en contra del neoliberalismo y de las nefastas
políticas neoliberales implementadas por los gobiernos…Los dos
movimientos han encontrado formas de lucha innovadoras, radicales,
inéditas, que han tomado por sorpresa a las clases dominantes y se han
ganado las simpatías de amplios sectores populares, también en las
grandes ciudades. Tienen además una sensibilidad internacionalista,
buscando construir redes de lucha mundial contra la globalización
capitalista, como el Movimiento Vía Campesina (para el MST) o la
Confederación Intergaláctica en contra del Neoliberalismo y por la
Humanidad (1996) para los zapatistas. Construyendo la autonomía indígena
en las comunidades de Chiapas y cooperativas comunitarias en las
haciendas ocupadas por los campesinos brasileños, los zapatistas y los
sin tierra se enfrentan con el orden establecido y plantan semillas de
un futuro diferente
17
.
El desafío es
entonces, descolonizar el poder y el saber del actual orden
imperialista, y crear una nueva ética mundial social, popular,
intercultural y revolucionaria de co-responsabilidad social para
oponerse a las formas mundiales de injusticia, de exclusión y
desigualdad que el neocolonialismo neoliberal ha impuesto. Esta nueva
forma y praxis radical de
otra democracia y una nueva ética del
imaginario social, se fundamenta en la
transformación y cambio de cómo repensar el poder, la ética y la
política en la que, claramente, no exista un dominio o subordinación en
el ejercicio de una función o cargo público, por el contrario, esta
deberá ser concebida como una responsabilidad ética, solidaria y
comprometida por el bien común.
Así, para Enrique
Dussel, notable filósofo argentino, uno de los principales representante
de la Teología de la Liberación latinoamericana, y destacado estudioso
del pensamiento marxista de José Carlos Mariátegui y la cuestión
indígena, nos advierte que esta nueva creación
y praxis de otra
democracia, actualmente, está avanzando, en el día a día y en
resistencia, en la práctica de su autonomía bajo la cosmovisión indígena
zapatista del “mandar obedeciendo” en las
Juntas de Buen Gobierno de los Municipios
Autónomos Rebeldes Zapatistas. Al respecto, Enrique Dussel,
señala:
Enrique Dussel,
señala:El proceso de democratización en el
mundo poscolonial exige novedades teóricas y prácticas...En México, el EZLN no pide que la autonomía indígena sea “incluida” en la misma
constitución que los excluía, sino que se pide una transformación del
“espíritu” mismo de toda la Constitución. No se trata de un proceso de
“inclusión”, sino de “creación” novedosa, analógica, transformadora. No
es cuestión de hacer simplemente una nueva habitación para los excluidos
en la antigua casa. Es necesario hacer una nueva casa, con nueva
distribución, de lo contrario los indígenas, las mujeres y los
afroamericanos irán a las habitaciones “de servicios”…como antes, como
siempre
18
.
En este contexto
general, el movimiento indígena zapatista ha creado sus espacios
sociales alternativos en las comunidades indígenas autónomas, en donde,
más allá de un control territorial, lo esencial del movimiento zapatista
es la construcción de una práctica que genera un sentido colectivo, y
confiere legitimidad —a través del «mandar
obedeciendo»— a los procesos y estructuras propias de
autogobierno.
Esa lucha contra-hegemónica tiene impacto sobre las
dinámicas de organización social más allá del núcleo de comunidades
autónomas zapatistas, lo que inspira la construcción de un movimiento
más amplio que desafía la lógica neoliberal y plantea formas diferentes
de hacer política. Este proceso alternativo, antisistémico y
anticapitalista, como hemos advertido, no está exento de dilemas y
contradicciones. Las comunidades autónomas todavía están insertas en
relaciones comerciales de mercado, mientras buscan canales alternativos
como el comercio justo de café y otras existentes. No plantean una
autosuficiencia total, así tienen que crear normas y estructuras para
mediar las relaciones y coordinar sus estrategias frente a los actores
externos: como las ONG, agencias gubernamentales, organizaciones
campesinas no zapatistas, sociedad civil, etc. Sin embargo, el
movimiento zapatista, con todo y contra todo, es un ejemplo importante
de los nuevos movimientos sociales latinoamericanos que surgen como una
expresión más de lucha, resistencia y creatividad contra el capitalismo
neoliberal,
19 y sus luchas cotidianas —a nivel micro— por defender,
sobre la marcha, la tierra y el territorio a través de sus prácticas
colectivas autonómicas; pueden ganar el espacio social necesario para
plantear una agenda de transformaciones a nivel local, nacional y
regional, y construyendo a la vez, una paz digna para el bien común de
todos que, bajo la palabra y cosmovisión zapatista representa la
construcción de “un mundo donde quepan muchos
mundos”.
Así, en los hechos, podemos señalar que “desde 1996, las
bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el
estado de Chiapas, México se han dedicado a crear sistemas de gobierno y
políticas sociales propias como parte de un reordenamiento territorial.
Los más de 42 municipios autónomos indígenas en los Altos, la zona Norte
y las cañadas de la selva Lacandona se caracterizan por rechazar la
presencia de instituciones gubernamentales como parte de su
posicionamiento contra el Estado neoliberal mexicano, las lógicas del
capital y el legado de un poder-conocimiento colonial
20 .
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