Que hoy 
opera como poder económico imperialista sobre 
la gran mayoría de la humanidad.
la gran mayoría de la humanidad.
Reflexionemos 
porqué los diversos de abajo necesitamos superar nuestra polarización en torno a 
la resolución nº 125 y adquirir visión integral. Consideremos:
   
“China y Argentina 
juegan un juego peligroso”
Por Santiago O’Donnell
Según correos Stratfor cedidos por
Wikileaks a Página/12, la estrategia de las grandes comercializadoras de granos
debilita la posición argentina en su intento por defender a la industria
nacional de productos chinos baratos. ADM, Bunge, Cargill y Dreyfus, las cuatro grandes
comercializadoras de granos que concentran el negocio de las exportaciones
agrícolas en Argentina, a su vez realizan fuertes inversiones en China para
reducir su demanda de aceite de soja argentino. Según correos electrónicos de la agencia de
Inteligencia global Stratfor cedidos por Wikileaks a Página/12, la estrategia de las comercializadoras
debilita la posición argentina en su intento por defender a la industria
nacional de productos chinos baratos. “La demanda de soja en
China crece sostenidamente, y el gobierno chino está alentando a las firmas
chinas a que busquen fuentes alternativas (a la Argentina) para productos de soja. Esas fuentes
alternativas son principalmente Brasil y Estados Unidos, que ya exportan
grandes volúmenes de soja a China y tienen capacidad para expandir ese
intercambio. China también busca mejorar la cadena de valor agregado en la
producción de soja y reducir importaciones de aceite de soja expandiendo la
capacidad de procesamiento local, tarea en la cual las firmas estadounidenses
ADM, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus se han comprometido con fuertes
inversiones”,señala un análisis de la jefa en China de Stratfor, Jennifer
Richmond, del 19 de mayo del 2010. (...) Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-188869-2012-03-04.htm
Veamos cómo
   ADM, Bunge, Cargill y Dreyfus
han conseguido su acumulación de poder sobre 
Argentina.
 
 En 
la síntesis del libro
 
 "Repúblicas 
 Unidas de la Soja"
 
 
 de fines del año 2007, 
 
 
 Javiera Rulli 
 (compiladora) nos sitúa en cómo avanza el arrasamiento de la soberanía nacional 
 y popular. Nos advierte cómo se expande la ocupación económico territorial 
 en Sudamérica:
 
"(...)
El 
nuevo modelo
Para entender el modelo de la soja, se debe aclarar que ya no estamos hablando 
de una agricultura tradicional que emplea escalas moderadas de superficie, 
abastece al mercado nacional y es una fuente de trabajo. Este modelo supone una 
agricultura sin agricultores, una agroindustria que consiste en la 
commoditizacion y primarización de la producción agrícola e implica la 
industrialización y el empoderamiento del sector por los agronegocios y la (re)estructuración 
de la dinámica productiva local/ regional. Finalmente, no se puede ignorar que 
el modelo agroexportador de la soja es una consecuencia inherente de los 
procesos de integración y globalización económica. Desde las dictaduras de los 
años 70 en el Cono Sur, se reordenaron los poderes económicos en el territorio, 
para que posteriormente, en democracia, las instituciones financieras 
internacionales pudieran diseñar programas económicos con objetivos 
geopolíticos. En la actualidad, las instituciones financieras y la banca 
internacional inyectan y especulan con los capitales desde sus diversas caras.
-Por un lado, la banca multilateral financia la construcción de la 
 infraestructura que soporte al modelo agroexportador -tales como la hidrovía 
 y todo el complejo del IIRSA, que consiste en autopistas, ductos, 
 telecomunicación, puertos, etc.- y que finalmente se traducirá en mayores 
 niveles de deuda externa. 
-Por otra parte, las caras privadas de las instituciones financieras 
 internacionales y la banca privada se dedican a inyectar dinero al sector 
 industrial y de agronegocios promoviendo la expansión de la frontera 
 agropecuaria. En la zafra del 2003/04 cuando los monocultivos de soja se 
 extendían por 14,2 millones de ha, el 60% de la tierra estaba en manos de pooles de siembra o empresas similares.
Cómo funciona
El modelo de la soja consiste en un paquete biotecnológico compuesto por la 
semilla transgénica de soja RR (Roundup Ready), plaguicidas - principalmente los 
herbicidas a base de glifosato- y la técnica de siembra directa. Este paquete es 
indivisible, dado que estos 3 componentes son los que permiten la 
industrialización de la agricultura, la implementación de grandes superficies de 
monocultivos y la ventaja de mínima mano de obra. Se trata de una agricultura 
sin agricultores. En la Argentina actual, con tecnología de punta, para 1000 has 
sólo se requieren 2 personas trabajando por año. Pero la necesidad de poseer 
capital, recursos económicos para poder adquirir insumos y solventar la 
maquinaria necesaria, hacen que la soja 
se vuelva sólo rentable a grandes escalas y esto genera un proceso violento en 
el que va desapareciendo el pequeño productor. El productor remanente se 
convierte en un personaje dependiente de pagar los créditos adquiridos y 
vive calculando lo que necesitará en insumos hasta la cosecha; depende pues 
completamente de los créditos y los adelantos que le otorgan los silos y las 
financieras. Es una carrera contra el tiempo para que este productor mediano 
desaparezca. La lógica subyace siempre en la obligación de expandirse 
continuamente para poder mantenerse competitivo. 
La 
cara visible
Con el modelo de la soja se inauguran nuevos grupos económicos; grupos 
inversionistas especulativos, tales como el grupo Los Grobo de la familia 
Grobocopatel en Argentina y el Grupo Favero S. A. en Paraguay. Estas son las 
caras más visibles, los llamados “reyes de la soja", de grandes grupos 
inversores que alquilan tierras en múltiples lugares, y ni siquiera recurren a 
comprar los terrenos porque sus proyecciones son “máximo rendimiento a corto 
plazo”, una especie de maquila agrícola. Según Grobocopatel él se considera 
el Sin Tierra más grande del mundo y plantea que la biotecnología ha 
democratizado la agricultura, porque ahora todos pueden dedicarse a la 
agricultura, solo se requiere tener capital. Así también se da la entrada masiva 
de capital extranjero, en Argentina el fenómeno de extranjerización de la tierra 
afecta el 17% de la superficie. También se produce este mismo fenómeno de forma 
oculta cuando se establecen empresas manejadas por locales, pero con capital 
extranjero. 
La 
cara oculta
Detrás de la soja, uno encuentra grupos anónimos de inversiones donde especulan 
con fondos de pensión, participan grupos de inversores que combinan los sectores 
de comunicación, ganadería y otros. Así se conforman los “pooles de siembra” 
donde se integran contratistas rurales, empresas de agroquímicos, inversores 
(nacionales y extranjeros) para llevar a cabo producción agropecuaria. Estos 
grupos de inversión son los actores más violentos en la penetración de las 
nuevas áreas. Se trata más bien de mercenarios empresariales con manejos de 
matones, una especie de “Chicago boys” mezclado con estilos de la “pesada” de la dictadura. Estos personajes, por apropiarse del terreno, en 
muchos casos no ponen límites en cuanto a la corrupción, violencia y destrucción 
ambiental. Este sector es la punta de lanza asociada con los silos 
transnacionales.
Los gigantes de la exportación 
La soja es exportada finalmente por unos pocos actores económicos. El mercado 
internacional está regido por un puñado de Corporaciones de las grandes 
graneleras -Cargill, ADM y Bunge - se han repartido el territorio del Cono Sur. 
Los protagonistas de este sector son las corporaciones de cerealeras que actúan 
como “gigantes invisibles” que controlan todo el mercado alimentario.
 
La integración vertical de estas 
corporaciones les permite dirigir íntegramente el desarrollo de la agricultura a 
través del control total de los productores, convirtiendo a éstos en meros 
eslabones de una cadena de producción industrial. Con el surgimiento del mercado 
de agrocombustibles, el futuro de la producción agrícola se torna aún más 
lúgubre.  (...) 
Leer
Comprobemos 
cómo 
   Estados Unidos
hegemoniza el poder de los imperialismos sobre 
Argentina no sólo a través de las agroexportadoras.
Martín Burgos,
en "La soja y el triángulo económico del Pacífico", 
señala:(...)Al 
conocido patrón de comercio que se está consolidando entre Argentina y China, 
queremos agregarle un actor muy importante en esa relación, que es 
Estados Unidos.
La 
principal potencia mundial es a la vez uno 
de los 3 grandes exportadores de soja, junto a Brasil y 
Argentina. Es tan así que desde 2009, el 
principal producto que le exporta Estados Unidos a China es el poroto de soja: 
mientras en 2001 la soja representaba 3% de las exportaciones totales de Estados 
Unidos a China, a partir de 2009 empezó a representar alrededor de 10%.  Al 
revés, las exportaciones de “circuitos integrados y “microestructuras 
electrónicas” bajaron en el mismo período de 10% a 3%.
Estos 
datos, sorprendentes, marcan una reversión de las ventajas relativas cuyas 
causas podrían ubicarse en las mejora de los términos de intercambio para los 
productos alimenticios que se produjo en la última década. Este 
fenómeno convierte a la soja en uno de los sectores claves de la relación entre 
las dos principales potencias mundiales del siglo XXI con claras implicancias en 
las economías de Brasil y Argentina.
Pero la 
presencia de Estados Unidos también está implícita por otras razones: por un 
lado las técnicas de producción de la soja son originarias de Estados Unidos. 
Muchos insumos –como el 
glifosato y los plaguicidas en 
general– fueron patentados 
y son producidos por empresas estadounidenses, que 
en los casos más conocidos –como Monsanto– instalaron 
importantes plantas en Brasil y Argentina.
Por otro 
lado, la relación también es implícita en tanto Estados Unidos mantiene una 
fuerte influencia en los precios internacionales de los alimentos a través de 
políticas concretas –como la promoción de los agro-carburantes, los subsidios 
que otorga a su producción agrícola y la promoción de la reducción de aranceles 
en los países menos desarrollados a través de la OMC.
Incluso podemos adelantar que Estados Unidos tiene mayor influencia que China 
sobre los precios internacionales. 
Esto se puede comprobar con la evolución de los stocks de soja por países en los 
últimos años y más particularmente durante la última gran alza del precio en 
2008. Como lo vemos en el cuadro a continuación, 
los stocks de Estados Unidos son los que más caen a partir de 2006: 
64% en la campaña 2007/2008 respecto del año anterior y 47% en 2008/2009. Con 
estos datos podemos apreciar que Estados Unidos explica la totalidad de la caída 
del stock mundial de 2007 (10 millones de toneladas), mientras que Argentina y 
Brasil explican la totalidad de la caída del stock mundial de 2008 (9 millones 
de toneladas).
Analicemos 
cómo 
   el imperialismo de China 
sobre Argentina y Nuestra América se expresa en una de sus modalidades.
Martín Burgos,
en "La soja y el triángulo económico del Pacífico", 
continúa:(...)En 
contraposición, los 
stocks de China son anti-cíclicos a fin de moderar las alzas de precios. 
Así es como sus stock aumentan de 2,7 millones de toneladas a 7,5 durante el 
lapso 2007-2009. Pero su dependencia cuantitativa respecto de la soja obliga al 
gigante asiático a importar cuando los precios internacionales se elevan. En 
otras palabras, pareciera que las compras de China no provocan el ciclo alcista 
sino que son consecuencia de este. 
La forma que toma esta relación pareciera ser provechosa para Argentina y para 
Brasil 
dado que los 
mejores precios que impone Estados Unidos les permiten conseguir las divisas 
necesarias para su crecimiento económico y para enfrentar la restricción externa. 
A su vez, los precios industriales deprimidos por efecto de los bajos 
costos de producción en China redundan 
en una mejora de los términos del intercambio, tanto por aumento de sus precios 
de sus exportaciones como por reducción de sus precios de importación. La faceta 
negativa de este nuevo contexto es el efecto de primarización sobre las 
economías (llamado “enfermedad 
holandesa”), además de la configuración de un monocultivo con 
impactos sociales y ambientales de alcances riesgosos. En efecto, el 
desplazamiento de cultivos con menor rentabilidad pero 
que son necesarios para el consumo interno no sólo obliga a un aumento en los 
precios y una mayor inflación, sino que implica el éxodo 
de poblaciones campesinas hacia las ciudades. 
Leer
Examinemos 
  si conduce al progreso y bienestar social seguir intensificando el extractivismo 
  exportador. 
  América Latina: el costo 
  de vivir de las materias primas
Por Marcos Roitman Rosenmann (La 
  Jornada)
América Latina no ha dejado de vivir de 
  las materias primas. Los únicos cambios hacen referencia a los rubros 
  exportados. Durante el imperio español, oro, plata y azúcar. En los 
  siglos XIX y principios del XX, café, caucho, tabaco, cacao, banano, 
  trigo, piedras preciosas y minerales como cobre, estaño, salitre o 
  hierro. A medida que la revolución industrial, científico-técnica, fue 
  dominando el proceso productivo, la demanda de materias primas creció 
  exponencialmente, dejando en evidencia el carácter desigual y predador 
  del capitalismo. Nada parece haber cambiado. En el siglo XXI, el tan 
  cacareado milagro chileno del neoliberalismo se reduce a exportar uvas, 
  manzanas, peras, melocotones, salmón, celulosa de papel, y el sempiterno 
  cobre, junto a nuevos minerales para la nanotecnología. Brasil, que goza 
  de cierto desarrollo 
  industrial, es un exportador neto de combustibles, minerales, carne, 
  alimentos, productos químicos, metales, bebidas, derivados de la madera, 
  etcétera, es decir, con poco valor agregado. A la zaga están México, 
  Venezuela y Argentina. Por citar aquellos de mayor extensión 
  territorial.
Caso especial son los países exportadores de 
  petróleo, objeto de deseo de las trasnacionales del sector: la crisis 
  energética de los años 70 del siglo XX les otorgó un valor 
  geoestratégico a medio y largo plazos. La necesidad de asegurarse la 
  posesión de las reservas ha generado guerras espurias, golpes de Estado 
  y bloqueo a los países con políticas nacionalistas y antiimperialistas. 
  De allí los conflictos entre las compañías o el patrocinio de la guerra 
  de Irak, sin ir más lejos. Hoy debemos añadir al petróleo y el gas 
  natural el valor que poseen las reservas acuíferas, la flora y la fauna 
  selváticas y cuanto pueda ser transformado en mercancía y huela a 
  negocio. Los recursos naturales son codiciados y representan un plus de 
  poder para quienes logren adueñarse de sus nichos.
Pero esto es sólo una parte del problema. A finales del siglo XX, Gonzalo Martner, ex ministro de Planeación del gobierno de Salvador Allende, publicó un estudio evidenciando el costo de vivir de las materias primas. En uno de sus apartados subraya: “en muchos productos básicos, desde la fase de producción, pasando por la distribución, el transporte y la comercialización, destaca la presencia de empresas multinacionales que articulan todos estos procesos como transacciones ‘intrafirma’ entre subsidiarias y la matriz. El comercio de productos básicos está controlado por empresas multinacionales entre 70 y 75 por ciento en los casos de banano, arroz, caucho y petróleo crudo; entre 75 y 80 por ciento en el de estaño; entre 85 y 90 por ciento para cacao, tabaco, trigo, algodón, yute, maderas y cobre; y entre 90 y 95 por ciento en los casos del hiero y la bauxita. El comercio intrafirma se hace con precios de ‘transferencia’ que no reflejan los precios de mercado, con lo que se evitan así los controles de cambio, se evaden impuestos y se trasfieren utilidades”.El problema se torna más sangrante cuando Martner señala que: del precio de venta al consumidor en un país industrial, el país productor recibe 11 por ciento en el caso del banano, 14 en el caso del café, 15 por ciento en el cacao, 30 por ciento en los cítricos y 10 por ciento en el mineral de hierro. Sin olvidar el deterioro de los términos de intercambio que se produce entre la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados. Sólo en este concepto, según el Sela, en los años 80 del siglo XX se dejaron de percibir más de 50 mil millones de dólares.
Señeramente, Cuba patrocinó, siendo ministro de 
  Industria Ernesto Che Guevara, 
  entre los años 1963 y 1965, un encuentro para debatir las condiciones 
  que enfrentaba Cuba y el tipo de sociedad que surgiría del capitalismo, 
  tras la ruptura revolucionaria. En él intervinieron diferentes ministros 
  e invitados internacionales como Charles Bettelheim y Ernest Mandel. 
  Conocido como el gran debate, 
  hoy su relectura se vuelve imprescindible para repensar el costo que 
  supone vivir de las materias primas cuando se inicia un proceso de 
  transición al socialismo y soberanía política.
El capitalismo no presenta soluciones para un planeta que se ve abocado al colapso. Sus formas de explotación ahondan la política de tierra arrasada, exterminio y reinstauración de la esclavitud. Un ejemplo lo tenemos en el actual litigio que enfrenta a Ecuador con la trasnacional Chevron. Durante décadas, antes Texaco, depositó residuos tóxicos en zonas protegidas de la Amazonia, generando un daño medioambiental cuasi irreversible, y un desplazamiento de los pueblos originarios que la habitaban. Hoy desconoce el daño generado y demanda al gobierno de Rafael Correa pidiendo indemnización por su expropiación al Banco Mundial y el CIADE.
El problema sigue y sólo se resolverá en la 
  medida que nuestros países logren articular un proyecto de soberanía 
  productiva y controlen el proceso de producción, comercialización y 
  distribución de las materias primas. El quid no es sólo vivir de las 
  materias primas, sino la estructura del comercio internacional 
  implantada por el capitalismo que impide el retorno de los beneficios 
  mediante el intercambio y el desarrollo desigual. 
  Sólo generando 
  políticas emancipatorias y anticapitalistas superándolo se podrá 
  conseguir la independencia política y económica al tiempo que dar lugar 
  a los anhelos de justicia social, dignidad y democracia.
 
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