domingo, 17 de mayo de 2015

Necesidad de involucrarnos en las luchas populares y no en el progresismo.

Es asumir las externalidades y violaciones de derechos 

de la economía gran capitalista
 
que las encubre subsumiéndonos en la sociedad de consumo.
 
Consideremos en qué consisten las externalidades para la economía del capitalismo. A la alianza de los grandes capitales y estados locales e imperialistas sólo le importa su incesante crecimiento lucrativo que, desde los noventa, implica expansión del extractivismo rural y urbano a costa de expropiarle territorios a comunidades, de envenenarlas, de quitarles el agua y la energía, de destruirles sus posibilidades de vida y trabajo, de criminalizarlas e incluso aplicarles la ley antiterrorista por defender sus territorios.Es decir:
 
"En la oleada más virulenta de la globalización neoliberal, asistimos a un proceso de privatización, mercantilización y acaparamiento de ciertos bienes que, por su naturaleza, son vitales para la protección de la dignidad y de la vida humana.
 
Nos referimos al agua, a la tierra, a los alimentos, a los recursos energéticos, y a todos aquellos bienes cuya limitación a su acceso, disfrute o garantía podría poner en serio peligro el ejercicio de una amplia gama de derechos humanos (DDHH) reconocidos en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Algunos de estos bienes, incluso han sido elevados a la categoría de derechos humanos, como es el caso del agua, mediante Resolución de la Asamblea General de la ONU del año 2010.
En el marco de la protección de los DDHH, el estado ha sido y es el principal responsable de su respeto, protección y cumplimiento, y en el caso de las privatizaciones de servicios, no puede renunciar a sus obligaciones respecto de los mismos. Sin embargo, no podemos obviar que en estos procesos de privatización, mercantilización o acaparamiento de bienes esenciales para la vida, las empresas transnacionales (ETN) ocupan un papel fundamental, debiendo por lo tanto ser responsables de los posibles impactos negativos que sus actividades pudieran ocasionar sobre los derechos de las personas y de las comunidades afectadas por las mismas".
 

En "Negocios insaciables: Estados, transnacionales, derechos humanos y agua" (30 de abril de 2015) Lluís Basteiro Bertoli (Coord.), Lidia Serreno Tur (Coord.) y col. continúan:
"De hecho, de las 150 mayores economías del planeta, 87 son ETN y sólo 63 estados, lo que permite a éstas imponer determinadas decisiones para operar en un país. Las grandes corporaciones han amasado un poder económico sin precedentes, que paulatinamente se ha ido traduciendo en un mayor poder político, a medida que avanza el proceso de globalización y se consolida el modelo capitalista imperante. Este nuevo poder de las ETN se encarama por encima de las estructuras estatales, y pasa a tomar la iniciativa para priorizar sus intereses, con unas prácticas alejadas de la democracia y donde los DDHH son recurrentemente vulnerados; en muchos casos, indudablemente, con la connivencia y sumisión de los estados.

Por otra parte, si bien es cierto que en las últimas décadas ha habido un avance normativo significativo en el reconocimiento de los DDHH y se han adoptado tratados y protocolos vinculantes para los estados en la materia, también se ha producido una evolución sin precedentes del Derecho internacional mercantil y de inversiones, que ha generado una enorme asimetría entre la protección de los DDHH y la protección de las empresas en el desarrollo de sus operaciones comerciales o financieras, evitándose avanzar hacia un instrumento jurídico internacional vinculante en materia de DDHH. Ello significa que se ha priorizado la protección de las actividades de las empresas frente a la protección de los derechos de las personas y de los pueblos cuando ambos se han encontrado en conflicto.
En este documento se ha trabajado sobre tres cuestiones que resultan claves para entender la relación entre la privatización de bienes, los DDHH y el desarrollo de las personas y de los pueblos.
  • La primera, establecer la necesidad de mejorar el enfoque en el tratamiento jurídico de bienes que son esenciales para garantizar la vida humana, reconociéndolos conjuntamente como bienes públicos o bienes globales y como DDHH protegidos por un régimen de Derecho. Para ello se ha abordado la cuestión del agua, por su importancia no sólo como elemento vital para la humanidad, sino para el desarrollo de actividades productivas y económicas, y su categorización como bien común y como derecho humano.
  • La segunda de ellas, fijar cómo la privatización, la mercantilización o el acaparamiento de un bien esencial o el de su suministro, puede determinar un patrón de violaciones de una gama amplia de DDHH reconocidos internacionalmente. Para ello, hemos analizado seis casos de intervenciones de empresas transnacionales a través de diferentes operaciones comerciales, industriales o de prestación de servicios, en sectores económicos estratégicos en países de América Latina, en los que la gestión del agua aparece comprometida, y cómo el impacto de estas actividades sobre el recurso hídrico ha provocado toda una serie de graves violaciones de DDHH en las comunidades afectadas.
  • La tercera cuestión, exponer que no sólo los Estados pueden violar los DDHH, sino que las empresas también lo hacen, y además en un contexto de gran impunidad. Si el Derecho internacional establece claras obligaciones para los Estados en materia de DDHH, no hace lo mismo para las empresas, para quienes se ha establecido una serie de códigos o directrices de carácter no vinculante, que no hacen sino reflejar la ausencia de voluntad política para reconocer el impacto negativo de las actividades de las empresas sobre los DDHH y el desprecio hacia el derecho de las víctimas de dichas violaciones a ser reparadas.
1.1. El agua como bien común 
El agua como recurso ha sido caracterizado desde diferentes perspectivas; como bien económico, como bien público y como bien común. La consideración del agua como bien común, presupone la inalienabilidad del recurso y el control sobre su uso y gestión. De esta forma se garantizaría a todas las personas su acceso, teniendo como objetivo la justicia distributiva en el reparto de los beneficios que emergen de lo común, excluyendo así cualquier posibilidad de lucrarse con la gestión del agua. En este sentido, la asunción del agua como un bien común conlleva considerarla como un patrimonio universal, que debe ser gestionado a partir de los criterios de solidaridad, cooperación mutua, acceso colectivo, equidad, control democrático y sostenibilidad, y que son, a todas luces, incompatibles con cualquier aproximación mercantil que está, por su propia naturaleza, imbuida de expectativas cortoplacistas de lucro privado y beneficio personal. 
El concepto de «bien común» está radicalmente enfrentado con las políticas neoliberales que dominan en el contexto de la globalización económica, basadas en el fundamentalismo del mercado, y que promueven y favorecen que las empresas transnacionales (ETN) accedan directamente tanto a los recursos naturales, como a la gestión de los servicios asociados a sus usos. Y es esta visión del agua como bien eminentemente económico la que en demasiadas ocasiones ha sido priorizada por encima de la del bien común, y la que cataliza las violaciones de derechos humanos (DDHH) por parte de las ETN. La consideración conjunta del agua como un bien común, y del acceso básico al agua y al saneamiento como un derecho humano, constituye una de las principales reivindicaciones sociales frente a los procesos de privatización, que pretenden dejar en manos del mercado  la satisfacción de las necesidades humanas básicas, como la propia gestión del agua. Y es que sólo la titularidad colectiva del agua y el carácter público de los servicios de abastecimiento y saneamiento pueden asegurar el acceso universal a este recurso vital y a estos servicios esenciales, garantizando una gestión integral que resulte socialmente equitativa, ecológicamente sostenible, políticamente democrática y culturalmente aceptable1. 1.2. El agua como derecho humano Sin duda alguna, los impactos generados por las ETN en el sector agua, y las reacciones generadas en determinados movimientos sociales e incluso estados, han resultado fundamentales para impulsar el Derecho Humano al Agua y el Saneamiento (DHAS). No se puede olvidar como, por ejemplo, las vulneraciones del derecho al agua de las multinacionales Bechtel y Abengoa en Cochabamba, que desembocaron en la Guerra del Agua del 2000, o la gestión de Aguas de Barcelona e Iberdrola en Maldonado, que llevó en 2004 al referéndum contra la privatización del agua en Uruguay, han marcado profundamente el camino hacia el reconocimiento del DHAS. 
1.2. El agua como derecho humano
Sin duda alguna, los impactos generados por las ETN en el sector agua, y las reacciones generadas en determinados movimientos sociales e incluso estados, han resultado fundamentales para impulsar el Derecho Humano al Agua y el Saneamiento (DHAS). No se puede olvidar como, por ejemplo, las vulneraciones del derecho al agua de las multinacionales Bechtel y Abengoa en Cochabamba, que desembocaron en la Guerra del Agua del 2000, o la gestión de Aguas de Barcelona e Iberdrola en Maldonado, que llevó en 2004 al referéndum contra la privatización del agua en Uruguay, han marcado profundamente el camino hacia el reconocimiento del DHAS. 

1.2.1. Origen, desarrollo y reconocimiento internacional del DHAS 
Tal y como plantea la Relatora Especial sobre el DHAS de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Catarina de Albuquerque, los marcos jurídicos e institucionales son la expresión formal de las intenciones que alberga un gobierno. Mediante el desarrollo de las leyes, políticas e instituciones pertinentes, el Estado demuestra su compromiso con el logro de unos objetivos determinados. Leyes y políticas que constituyen el marco para garantizar el DHAS, brindando las herramientas y mecanismos para su cumplimiento. El agua es un elemento natural imprescindible para la vida, y de ahí la importancia de considerarlo como un derecho humano. Pese a ello, el DHAS no estaba reconocido en la Declaración Universal de DDHH (DUDH) de 1948 y no es hasta el año 2010 que, después de un largo y complejo proceso3, y a partir de una propuesta de Bolivia apoyada por 40 países, se reconoce de forma expresa el DHAS a través de una Resolución de la Asamblea General de la ONU4. Dicha Resolución, a pesar de sólo tener un valor declarativo, ha adquirido gran importancia en el marco del sistema de la ONU al ser aprobada por unanimidad. Sin embargo, en el sistema de la ONU ya se había tratado el tema del agua y el saneamiento desde otras perspectivas, más amplias, como la protección de la salud o del medio ambiente. En este sentido, en la Conferencia sobre el Agua de Mar del Plata (1977) se plantea por primera vez que toda persona debe tener el derecho al agua en cantidad y calidad suficientes, pero no será hasta después de 25 años que se reconozca su vinculación con la protección de los DDHH. De hecho, será el Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales (DESC) quien defina y desarrolle por primera vez este derecho en la Observación General (OG) Nº 15 (2002), estableciendo que... el agua es un recurso natural limitado y un bien público fundamental para la vida y la salud... Se debe tratar como un bien social y cultural, y no como un bien fundamentalmente económico... El derecho humano al agua es indispensable para vivir dignamente y es condición previa para la realización de otros DDHH. En esta resolución aún no se hacía referencia al saneamiento, cuestión que si sería incluida 8 años más tarde, por la resolución de julio de 2010 de la Asamblea General, aprobada por 122 votos a favor, ninguno en contra y 41 abstenciones. Posteriormente, en septiembre de 2010, el Consejo de DDHH de la ONU emitía una resolución6 reconociendo el DHAS e instando a los países a tomar medidas para su cumplimiento. (…) 

1.2.2 Conceptualización del DHAS
La Declaración del Derecho Humano al Agua de 2010 se basa en la OG 15 del Comité DESC de la ONU (2002), e indica que el derecho humano al agua es el derecho de todas las personas a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico, así como para una agricultura de subsistencia9. Además, la OG también reconoce los usos asociados al mantenimiento de los ecosistemas, fundamentales para garantizar la calidad del agua, tanto para usos domésticos como para usos productivos de subsistencia, agricultura o pesca. Es en éste último caso donde las violaciones a cargo de la ETN extractivistas, por ejemplo, han sido más relevantes. (…) 
 
1.3. El agua y el saneamiento en la protección de otros DDHH y de otros colectivos
En este apartado se valora la vinculación del acceso al agua y al saneamiento con la protección de otros DDHH, pues como ya apunta la Conferencia de Viena de 1993, todos los DDHH son interdependientes, indivisibles, universales y se refuerzan mutuamente, por lo que la protección del DHAS supone también la protección de otros DDHH, así como de su garantía depende la protección de determinados grupos considerados vulnerables, como las mujeres, las niñas, las poblaciones más pobres y los pueblos indígenas. Es de destacar cómo, antes del reconocimiento expreso del DHAS en 2010, su afirmación había venido dada por su vinculación con otros DDHH, como así lo prueba la OGNº 15 al vincularlo a los art. 11 y 12 del PIDESC, es decir, al derecho al más alto nivel de vida adecuado y al derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental, así como también ha sido vinculado a otros derechos como el derecho a una vivienda digna o el derecho a la educación. Sin embargo, no sólo la falta de un acceso al agua implica la vulneración de otros derechos, sino que la realización de un acceso abusivo al agua, como sucede por ejemplo con la construcción de grandes presas, el acaparamiento de tierras para el agronegocio, o la minería aurífera, lleva a impactar decisivamente en derechos, como el derecho a la tierra o el derecho a la salud. En estos casos, los conflictos por los diferentes usos del agua, y la priorización de los usos lucrativos o industriales por encima de los asociados al DHAS, son constante fuente de violación del DHAS. Y es que la relación entre agua, energía y alimentos, más estrecha cuanto mayor es la escasez de agua, resulta fundamental para entender de manera amplia los impactos de una inadecuada gestión en varios DDHH. Para las corrientes de pensamiento dominantes, la mejor forma de gestionar la escasez es asignar precio a los recursos naturales, y establecer la competencia entre los usos. Pero los aspectos sociales quedan claramente relegados, y se sientan las bases para la violación de los DDHH. En el capítulo siguiente se exponen algunos ejemplos que ilustran estas situaciones. 
 
1.3.1 El agua y el derecho a una vivienda
Existe una relación directa entre agua y el derecho a una vivienda. Pero esta relación se debe visualizar desde una perspectiva amplia de vivienda, entendida como lugar donde vivir, incorporando en el ámbito rural el concepto de derecho a la tierra; tierra donde se dan las actividades agroproductivas de las comunidades campesinas para garantizar una agricultura de subsistencia. Sin embargo, esta visión amplia no es simplemente un matiz, sino que resulta muy relevante, puesto que este derecho a la tierra ha sido reiteradamente violado ante usos abusivos del agua, que ha priorizado el uso productivo e industrial por encima de los usos asociados al DHAS. Este sería el caso de los desplazamientos masivos de población ante la construcción de presas, o los capítulos de acaparamientos de tierras para grandes monocultivos. Pero pese a esta relación tan directa, entre DHAS y derecho a la tierra, no existe una definición formal del derecho a la tierra que recoja su interrelación con el agua. Donde sí que se explicita dicha relación es con el derecho a una vivienda digna, que se introduce de en la OG Nº 4 aprobada por el Comité DESC en 1991 al vincular el derecho a una vivienda digna con el derecho a un estándar de vida adecuado (art.11.1 PIDESC), que comprenda el acceso permanente a recursos naturales y comunes, a agua potable, y a instalaciones sanitarias y de aseo, entre otros. Los costes asociados a estos medios deben estar a un nivel que no comprometa ni amenaza el logro y la satisfacción de otras necesidades básicas.  También la vinculación directa entre la plena realización del derecho a una vivienda adecuada con el derecho a disponer de agua potable y servicios de saneamiento fue introducida el 2002 y 2003 por el Relator Especial sobre una vivienda adecuada, MiloonKothari. Es interesante destacar de sus informes la mención a los obstáculos que ponen en riesgo la garantía de la disponibilidad de agua, como los efectos de la deuda externa, los programas de ajuste estructural, la privatización de empresas públicas y el coste del agua, especialmente para los pobres60. Así, buena parte de la población que vive en la pobreza no puede asumir los costos de proporcionar al inversor la recuperación de costes o la tasa de rentabilidad exigida. A menos que se subvencionen algunos costos, lo más probable es que los grupos más vulnerables queden excluidos de los servicios. 
Tal y como recuerda el Relator, los gobiernos no deberían olvidar su responsabilidad de velar por que sus políticas sean compatibles con sus obligaciones en relación a los DDHH. Por ejemplo, cuando participan en negociaciones en el marco del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios de la OMC, u otro tipo de acuerdos comerciales como el Tratado de Libre Comercio entre EU-EE.UU. que se está negociando, y que intensificarán el proceso de privatización de recursos y servicios relacionados con el derecho a la vivienda, como el agua y el saneamiento.

Los gobiernos e instituciones internacionales deben primar la garantía de los DDHH, como la vivienda y el agua y el saneamiento, especialmente para la población pobre y vulnerable, por encima del lucro de actores privados, evitando que los DDHH puedan transformarse en meros activos económicos. 
1.3.2. El agua y el derecho a la alimentación
Se puede entender que una parte del derecho al agua está integrado en el derecho a la alimentación, como así lo hizo notar el anterior Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Jean Ziegler, incluyen0do en sus informes el agua potable en el derecho a la alimentación, y como así lo han reconocido también algunos textos jurídicos, como por ejemplo la Carta Europea del Agua, actualizada por la nueva Carta Europea sobre Recursos Hídricos de octubre de 2001. En esta línea, el informe de 2002 del Relator señaló que el agua potable es imprescindible para una nutrición sana, de modo que habrá que considerarla un bien público... Incluir el agua potable en el derecho a la alimentación es una manera importante de velar por esa responsabilidad y justiciabilidad. Un año más tarde, recalcó que es imposible tratar la nutrición y la seguridad alimentaria sin hacer referencia al agua potable… Otro elemento del derecho a la alimentación es el agua utilizada para el riego, dado que ésta es esencial para la producción de alimentos y para garantizar la disponibilidad de los mismos, en particular en los países donde los pobres dependen principalmente de su propia producción. 
En este sentido, vemos como la garantía del acceso al agua es necesaria para disponer de los medios esenciales para hacer efectivo el derecho a la alimentación. En este sentido el Comité DESC, en su OG Nº 12 (1997), señala la importancia de garantizar un acceso sostenible a los recursos hídricos con fines agrícolas para el ejercicio del derecho a una alimentación adecuada. Debe hacerse lo posible para asegurar que el campesinado desfavorecido y marginado, en particular las mujeres agricultoras, tengan un acceso equitativo al agua y a los sistemas de gestión del agua. Tomando nota de la obligación establecida en el párrafo 2 del artículo 1 del PIDESC, y reproducida en la OG Nº 15, que dispone que no podrá privarse a un pueblo de sus propios medios de subsistencia, los estados deberían garantizar un acceso suficiente al agua para la agricultura de subsistencia y para asegurar la de subsistencia de los pueblos indígenas. De hecho, la OG Nº 15 reconoce la garantía de un acceso sostenible a los recursos hídricos con fines agrícolas para el ejercicio del derecho a una alimentación adecuada. Debe hacerse lo posible para asegurar que los agricultores desfavorecidos y marginados, en particular las mujeres, tengan un acceso equitativo al agua y a los sistemas de gestión del agua. 
1.3.3. El agua y el derecho a la salud 
El Comité DESC, en la OGNº15, vincula el derecho al agua con el art.12 PIDESC, el derecho al más alto nivel de salud, considerando que el mismo comporta la adopción de medidas no discriminatorias para evitar los riesgos para la salud que representa el agua insalubre y contaminada por sustancias tóxicas. Por ejemplo, los Estados Partes deben garantizar que los recursos hídricos naturales estén al abrigo de la contaminación por sustancias nocivas y microbios patógenos. Análogamente, los Estados Partes deben supervisar y combatir las situaciones en que los ecosistemas acuáticos sirvan de hábitat para los vectores de enfermedades que puedan plantear un riesgo para el hábitat humano. De hecho, en la OGNº14 del Comité DESC sobre el derecho al más alto nivel de salud (2000) ya reconocía que debe darse una interpretación amplia al derecho a la salud, en el que se incluye el DHAS. Reconoce que el derecho a la salud abarca una amplia gama de factores socioeconómicos que condicionan una vida saludable, y hace ese derecho extensivo a factores determinantes básicos de la salud, como la alimentación y la nutrición, la vivienda, el acceso a agua limpia potable y a condiciones sanitarias adecuadas, y un medio ambiente sano. 
 
1.3.4. El agua y el derecho a la educación 
El derecho a la educación se ha vinculado de forma indirecta con la garantía del DHAS, a pesar de que, especialmente en las zonas rurales, mujeres y niñas realizan largos trayectos para tener acceso al agua, lo que en muchos casos, impide la asistencia a la escuela de las niñas. En este sentido, la posibilidad de ejercer el derecho a la educación se encuentra relacionada con el hecho de poder tener cubiertas las necesidades vinculadas al agua y al saneamiento, por ejemplo en las escuelas, ya que la insuficiencia de estructuras adecuadas que garanticen el acceso al agua potable y el saneamiento, constituye un freno para la eliminación del analfabetismo y la garantía del derecho al acceso universal a la educación, a la enseñanza obligatoria gratuita al nivel primario y a todos los niveles63. Cuestión que además tiene un gran sesgo de género, pues a quien afecta más es a niñas y mujeres. De hecho, se ha vinculado el agua y el saneamiento y el derecho a la educación en la aprobación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, considerándose que el suministro de agua y saneamiento es un elemento clave de las estrategias a favor de la igualdad de género, y por ello se deberá capacitar a las mujeres para que puedan influir sobre las decisiones relativas al agua y el saneamiento en el hogar y a escala local y nacional. 
 
1.3.5 El agua y los grupos vulnerables 
Pueblos indígenas 
Históricamente los pueblos indígenas han reclamado la necesidad de reconocer su derecho sobre los recursos naturales, entre los que se encuentra el agua, de forma conjunta al derecho a la tierra, desde una concepción de titularidad colectiva y ligada a sus valores y tradiciones ancestrales. De hecho, en el plano internacional, los pueblos indígenas han tenido dificultades para ser reconocidos como titulares de derechos. A pesar de ello, el Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes (1989), también conocido como el Convenio Nº169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en los art. 2 y 3 reconoce que los gobiernos deben asumir responsabilidades para proteger, sin discriminación, los derechos de los pueblos, y promover la plena efectividad de los DESC respetando su identidad social y cultural, sus costumbres y tradiciones, y sus instituciones. 
En relación al agua, reconoce en el art. 15.1 que los derechos de los pueblos… a los recursos naturales existentes en sus tierras deberán protegerse especialmente. Estos derechos comprenden el derecho… a participar en la utilización, administración y conservación de dichos recursos. En el caso de que pertenezca al estado la propiedad de los recursos del subsuelo, como las aguas subterráneas, minerales o hidrocarburos, los gobiernos deberán establecer o mantener procedimientos con miras a consultar a los pueblos interesados, a fin de determinar si los intereses de esos pueblos serían perjudicados y en qué medida, antes de emprender o autorizar cualquier… prospección o explotación de los recursos existentes en sus tierras, reconociendo, además, el derecho de participación de los pueblos indígenas en los beneficios que reporten tales actividades, y percibir una indemnización equitativa por cualquier daño que puedan sufrir como resultado de esas actividades.
Este aspecto resulta especialmente relevante, dado que en la práctica totalidad de las intervenciones de ETN en el ámbito de las extractivas, con la colaboración necesaria de los estados, se pasa impunemente por encima de los procesos de consulta previa vinculante. Un paso más, aunque sin constituir un tratado internacional vinculante sobre la materia, lo constituye la Declaración de la ONU sobre los derechos de los pueblos indígenas de 2007, en la que se reconoce que los pueblos indígenas tienen derecho a mantener y fortalecer su propia relación con las tierras, territorios, aguas, mares costeros y otros recursos que tradicionalmente han poseído u ocupado y utilizado y a asumir las responsabilidades que a ese respecto les incumben con las generaciones venideras (art. 25). Igualmente, reconoce que los pueblos indígenas tienen derecho a las tierras, territorios y recursos que tradicionalmente han poseído, ocupado o utilizado o adquirido. Por ello, los estados asegurarán el reconocimiento y protección jurídicos de esas tierras, territorios y recursos. Dicho reconocimiento respetará debidamente las costumbres, las tradiciones y los sistemas de tenencia de la tierra de los pueblos indígenas de que se trate (art.26). Uno de los retos en la garantía del DHAS y la preservación del agua como bien común en relación a los pueblos indígenas, viene dado por el hecho de que para los mismos la gestión de los recursos naturales, entre los que se encuentra el agua, está relacionada directamente con la conservación de la tierra. Pero ambos recursos, por lo general, no han sido parcelados dado que las comunidades indígenas-campesinas consideran el agua y la tierra como un bien común que debe gestionarse de forma integrada y conjunta, más allá de un título de propiedad o de posesión. En este sentido, no han sido otorgados títulos de propiedad privada ni positivizada la regulación que atañe a su gestión, hecho que ha provocado, en algunos casos, la apropiación de estos recursos por ETN o el propio estado, especialmente en América Latina. Aun así, cabe recordar que en la OGNº15 se reconoce la obligación de los estados de asegurar a los pueblos indígenas que el acceso a los recursos hídricos en sus territorios está protegido de la invasión o usurpación y de la contaminación ilegal. Para ello, los estados deben proveer de recursos a los pueblos indígenas para diseñar, distribuir y controlar el acceso al agua(...)
 
 
Insistamos, sin agua es imposible la vida. Todos los seres están estructurados y funcionan debido a contenerla e incorporarla en forma constante. También regula el clima y tanto la fertilidad como la constitución del suelo dependen de su presencia. Contra esta habitabilidad planetaria se despliega el extractivismo. Tanto el rural como el  urbano se desarrollan a expensas del agua dulce que es el 2,5% del total. De este porcentaje un 0,78% son aguas subterráneas que no se pueden extraer por la profundidad, un 1,71% están en forma de hielo en los casquetes polares y glaciares . Si restamos además el agua atmosférica, la que forma parte de los seres vivos y la de constitución de los suelos queda un exiguo 0,007% disponible para el hombre.
 
Los monocultivos de exportación implican una enorme transferencia de nutrientes y de agua virtual a China, Europa..
Desertifican además por requerir fumigación con agrotóxicos y deforestación para expandirse. Rompen equilibrios ecológicos generando sequías e inundaciones tan perjudiciales a los de abajo. A su vez, los megaemprendimientos turísticos e inmobiliarios, con la soja, contribuyen a arrasar la Pampa Húmeda, una de las pocas ecorregiones óptimas para la producción agropecuaria en la Tierra. Aún más se apropian y degradan los humedales. Escuchemos a:
 

La Asamblea Ambientalista de Escobar que nos explica la importancia de su conservación:
(…)Los humedales se encuentran entre los sistemas más productivos del planeta y brindan importantes beneficios económicos y sociales esenciales para la humanidad.
 
1.-Mitigar las inundaciones y regular sequías.
La gran diversidad biológica que habita en los humedales debe desarrollar adaptaciones para sobrevivir a cambios que pueden llegar a ser extremos, tales como inundaciones y sequías.
Los humedales contienen el exceso de agua provocado por la crecida de ríos y períodos de abundantes lluvias evitando que zonas cercanas sufran inundaciones, actuando como grandes esponjas naturales.
Las características del suelo y la vegetación permiten mantener agua que podrá ser administrada en épocas de pocas lluvias.
 
2.-Recarga de acuíferos.
Esto ocurre cuando el agua acumulada en el humedal desciende hasta las napas subterráneas abasteciendo así de agua dulce, que podrá ser utilizada para fines domésticos, agrícolas e industriales. La obtención de agua dulce se evidencia como uno de los problemas ambientales más importantes de los próximos años.
 
3.-Retención de contaminantes y sedimentos.
Las características del suelo y su vegetación permiten la retención de contaminantes( metales pesados, tóxicos) y sedimentos. Entonces un humedal estaría actuando como una económica planta potabilizadora de agua. Mejorando así la calidad de las aguas.  Cabe mencionar que luego de varios estudios realizados en un humedal de EE.UU. según Wetlands International se llegó a la conclusión que la pérdida del humedal les implicaría sólo para obtener agua potable una planta de no menos de 5.000.000 de dólares, además del  posterior consumo de energía para el funcionamiento de la misma y  sin tener en cuenta la pérdida de los demás beneficios que brinda un humedal. Por otro lado las plantas potabilizadoras que abastecen el agua de capital Federal sólo tratan nitritos, nitratos y añaden cloro; no tratan metales pesados y otros tipos de contaminantes.  
A nivel mundial se los conoce como “los riñones del planeta” así como a los bosques como “los pulmones del planeta”.
 
4.-Establecer  microclima.
Los humedales contribuyen al establecimiento de microclimas regulando la temperatura. La evaporación y la transpiración de la vegetación  mantienen los niveles locales de humedad y precipitaciones.  

5.-Reducir la erosión costera.
El humedal es un ecosistema que se encuentra entre el ecosistema terrestre y el acuático, por lo tanto al no haber contacto directo de las aguas con el ecosistema terrestre la erosión se reduce.
 
6.-Productores de oxígeno.
Al tener densa vegetación son generadores de gran cantidad de oxígeno reduciendo de este modo el efecto nocivo de gases tóxicos como los provenientes del Basural de la Isla.
Hace tiempo se llamaba a Escobar “la pequeña Córdoba” por la calidad del aire  y el microclima que lo caracterizaban.

7.- La pesca actividad importante.
Los humedales fluviales y costeros son irremplazables como áreas de reproducción, desove, cría y alimentación de peces de río y muchas especies marinas. Por lo tanto los humedales son criaderos naturales y gratuitos de pescado. (…) Leer
 
 
Por tanto, las asambleas de vecinos autoconvocados contra la megaminería aciertan en embanderar su lucha con "el agua vale más que el oro".También cuestionan a la sociedad de consumo que restringe la capacidad de satisfacer necesidades (aun cuando sean las más elementales) a quienes tienen poder adquisitivo familiar e individual y cuya máxima realización es ese patrón de riquezas que denuncian en su criminalidad de obtención. Constatemos:
 
 
Extracción de oro por minería a cielo abierto (MCA)
Rafael Bolívar Grimaldos.
Ing. Metalúrgico UIS. Magister Ciencia de Materiales UNC. Dr. Ing. Industrial UPV.



Generalidades

Minería. La minería a cielo abierto es una actividad industrial de alto impacto ambiental, social y cultural. Una actividad industrial insostenible, ya que la explotación del recurso supone su agotamiento. La minería de vetas subterráneas con altos contenidos de oro ha sido desplazada por la explotación, en minas a cielo abierto, de minerales de menor contenido de oro, diseminados en grandes yacimientos. La minería a cielo abierto remueve la capa superficial del terreno para hacer accesibles los extensos yacimientos de mineral de bajo contenido de oro. Los modernos equipos de excavación, las bandas transportadoras, la gran maquinaria, el uso de nuevos insumos y tuberías de distribución permiten hoy remover montañas enteras en cuestión de horas, haciendo rentable la extracción de menos de un gramo de oro por tonelada de material removido. El desarrollo de este proceso se justifica cuando el yacimiento abarca grandes extensiones y se encuentra cerca de la superficie.
Extracción. El creciente interés por la explotación de oro se origina por el aumento en el precio del oro, un gramo se cotiza por encima de los 12 dólares. Este precio ofrece un alto margen de utilidad, para la extracción de oro de yacimientos sumamente pobres, gracias a la tecnología de extracción de oro a cielo abierto por lixiviación con cianuro. Por este proceso es económicamente viable extraer minerales con solamente 0.01 onzas de oro por cada tonelada de mineral. La cianuración ha substituido a la recuperación de oro por amalgamación con mercurio, proceso ineficiente, pues solo permite recuperar un 60% de oro del mineral, en comparación con más de un 97% en el caso de la extracción con cianuro. La extracción de oro por lixiviación con cianuro aumentó de 468.284 onzas en 1979 a 9,4 millones de onzas en 1991. Para ello en 1991 se trataron más de 683 millones de toneladas de mineral con cianuro.
Impactos ambientales. Existe consenso en que ninguna actividad industrial es tan agresiva ambiental, social y culturalmente como la minería a cielo abierto (MCA). La minería a cielo abierto permite recuperar el oro del resto del material removido, de manera intensiva, con grandes cantidades de cianuro, una sustancia muy tóxica. Durante el proceso, se cavan cráteres gigantescos, que pueden llegar a tener más de 150 hectáreas de extensión y más de 500 metros de profundidad.
En términos ambientales y sociales, ninguna actividad industrial es más devastadora que la minería superficial a cielo abierto. Puede alterar cursos de aguas, formar grandes lagunas y montañas del material desechado.

 

Permisos
Permiso de exploración. La empresa solicita al gobierno permiso para explorar un territorio con el fin de investigar la cantidad de oro que hay en ese territorio, se le llama "permiso de exploración". Para ello la empresa minera saca pedazos de roca que está en la superficie y en el fondo de la tierra para analizarlos y detectar los lugares donde hay más oro.
Permiso de explotación. Si el estudio realizado indica que hay suficiente oro para que la mina sea un buen negocio, entonces la empresa minera solicita al gobierno permiso para sacar el oro, a ese permiso se le llama "permiso de explotación". El gobierno pide a la empresa un estudio de impacto ambiental, que es un documento donde la empresa explica la forma en que va a sacar el oro y los compromisos que adquiere con el ambiente y las comunidades cercanas al proyecto.
Operaciones mineras
Una vez aprobado el estudio de impacto ambiental y cumplidos otros requisitos legales la empresa inicia las operaciones mineras. Las operaciones mineras de extracción por lixiviación con cianuro, en minas a cielo abierto, involucran seis elementos principales: Fuente de mineral. Plataforma y cúmulo. Solución de cianuro. Procesamiento y recolección. Embalses de almacenamiento de las soluciones. Planta para recuperación de metales.
Limpieza superficial. Para iniciar la minería a cielo abierto cortan todos los arboles y raspan la capa vegetal dejando descubierta la roca que contiene oro. (…)

 

Efectos de los impactos ambientales de la minería a cielo abierto de oro.
Minería
Destrucción irreversible en el área de explotación de ambientes nativos, y de su biota, o sea, del conjunto de especies de plantas, animales y otros organismos que ocupan esta área.
Interrupción en los flujos de especies entre ambientes nativos.
Alteraciones paisajísticas de envergadura.
Alteración de cuencas hídricas superficiales y subterráneas.
Disminución en los caudales de agua disponible.
Contaminación del aire con partículas, gases y ruidos molestos.
Accidentes durante el transporte y uso de explosivos.
Generación de depósitos de residuos mineros.
Lixiviación
Posibilidades de pérdida de cianuro y residuos contaminados con cianuro a través de geomembranas o forros. Si las geomembranas no existen el impacto será muy serio.
Contaminación del aire con vapores de las sustancias químicas utilizadas.
Contaminación del suelo y de aguas superficiales y subterráneas con filtraciones y residuos peligrosos de sistemas de conducción y de almacenamiento.
Accidentes durante el transporte de sustancias peligrosas y derrames en el área de lixiviación.
Alteraciones severas del paisaje.
Afectación de la biota y de las personas que trabajan en el área de lixiviación.
Recuperación
Posibilidades de contaminación del suelo y de aguas superficiales y subterráneas con residuos de metales pesados y otras sustancias peligrosas.
Contaminación del aire con vapores de las sustancias químicas que se utilizan en la recuperación.
Accidentes durante el transporte de sustancias peligrosas y derrames en el área de recuperación.
Alteraciones severas del paisaje.
Afectación de la biota y de las personas que trabajan en el área de recuperación.

 

 Leer más: http://www.monografias.com/trabajos89/extraccion-oro-mineria-cielo-abierto-mca/extraccion-oro-mineria-cielo-abierto-mca.shtml#efectosdea#ixzz3aImfc8Ur

Desde hace unos años el extractivismo se ha reforzado con el fracking cuyo potencial destructivo y oneroso se oculta detrás del valor simbólico de YPF e inducción de la creencia en que es la gran promesa económica de las próximas décadas. Pero sopesemos:

Los diez impactos negativos de Vaca Muerta

El boom petrolero también tiene su lado oscuro.
29 de diciembre de 2014
NEUQUÉN (AN).- Desde que dejó de ser una promesa para pasar a ser una realidad, Vaca Muerta trajo consigo un derroche de optimismo. Una lluvia de dólares, más puestos de trabajo, más desarrollo y millonarias obras son algunos de los augurios que provoca el desarrollo no convencional, la gran promesa económica de las próximas décadas.
Sin embargo, la fiebre petrolera ya empezó a mostrar su lado oscuro. Y no es que se trate de algo nuevo, hay sobradas experiencias en la historia de los beneficios pero también de los perjuicios que esta "marea negra" puede generar en las sociedades. En cualquier caso, todos estos efectos no deseados pueden ser evitados o al menos atenuados con políticas públicas activas. Pero el primer paso es hacer visible el otro costado del boom, y en Neuquén y parte de Río Negro hay al menos una decena de puntos para señalar.
1. Economía de enclave. Contra toda proclama, la economía regional sigue siendo cada vez más dependiente del gas y el petróleo. Esto no sólo obtura otras actividades productivas, sino que la deja invariablemente atada a la cotización del barril de crudo, que por estas horas muestra otra vez cómo en pocos meses puede perder un 50% de su valor y poner en vilo al mundo.
2. Desigualdad. Neuquén tiene los mejores indicadores en casi todas las estadísticas, menos en la que mide la distribución del ingreso. Según la Encuesta de Hogares Urbanos del Indec, para el segundo trimestre del 2013 (última fecha disponible) sólo cuatro provincias (Catamarca, Corrientes, Río Negro y Salta) tenían un reparto más desigual de la riqueza este distrito. El indicador que se utiliza para medir ese impacto es el Coeficiente de Gini, que compara la "distancia" que hay entre los más pobres y los más ricos. La señal es clara: Vaca Muerta genera una gran riqueza, pero el esperado "derrame" no alcanza a todos los sectores de la sociedad.
3. Diferencia de salarios. Los ingresos de los petroleros explican una buena parte del problema anterior. Según el Indec, un asalariado promedio del sector cobra 43.191 pesos, mientras que uno de comercio recibe 9.000 y uno de la administración pública nacional 13.000. Esa enorme diferencia genera una economía a dos tiempos: todo se mide con la "vara petrolera" y el resto de los sectores debe aguantar esas expectativas afrontando precios muy por encima de su poder adquisitivo.
4. Competencia laboral. Ese abismo entre el salario petrolero y el promedio del sector público y privado atenta contra otras actividades que no pueden seguir ese ritmo. Así lo advirtió -para citar un ejemplo- el empresario frutícola Jorge Cervi a "Río Negro" días atrás, cuando contó que los trabajadores más calificados dejan las chacras, los galpones y los frigoríficos para irse a los yacimientos, donde cobran mucho más.
5. Burbuja inmobiliaria. La presión que el desarrollo petrolero ejerce sobre el valor de la tierra es enorme. En Añelo se llegan a pedir entre 3 y 5 millones de pesos por un lote pequeño. Los alquileres en la capital de Vaca Muerta pueden superar los 15 mil pesos. Sus habitantes deben mudarse a localidades aledañas en busca de precios más bajos. La vivienda propia es un sueño muy lejano: con la excepción del Procrear, no existe crédito inmobiliario accesible. Los alquileres se llevan una parte cada vez mayor de los salarios. La mayor parte de la construcción en Neuquén es para buscar renta, alimentando una burbuja que en cualquier momento podría estallar.
6. Falta de infraestructura. Si, como dicen algunos estudios, Neuquén tendrá en 2018 100 ó 200.000 habitantes más, habrá que repensar las estructuras sanitarias y educativas. Y Añelo oficia por estas horas de globo de ensayo. Su único centro sanitario ya no da abasto para la demanda local y el nuevo hospital avanza a paso lento. Mientras tanto, localidades como Centenario -con uno de los crecimientos de población más dinámicos- padecen la falta de bancos en las escuelas. Ya no hay edificio que alcance.
7. Rutas saturadas. Unir Neuquén capital con Añelo es una odisea. Al tránsito infernal deben agregarse los innumerables pozos y tramos con banquinas destruidas. Según datos de Vialidad Nacional y Provincial, unos 3.000 camiones circulan por día en las rutas petroleras. Y eso tan sólo con un sólo yacimiento en marcha sobre Vaca Muerta: cuando sean cinco o seis, los caminos provinciales definitivamente no darán abasto para el movimiento.
8. Impacto ambiental. Sólo en Loma Campana YPF perforó casi 300 pozos en tres años. El nivel de actividad del shale es enorme y con él, son mucho mayores los riesgos ambientales de la actividad. Además, la técnica del fracking obliga a utilizar millones de litros de agua, algunos de los cuales vuelven contaminados a la superficie y deben ser tratados. Existen a su vez miles de kilómetros de cañerías de yacimientos viejos que deben ser cambiados, así como infraestructura cercana a zonas urbanas que deberá ser relocalizada.
9. Impacto social. Los mayores ingresos y la propia dinámica del sector petrolero hacen a sus trabajadores más vulnerables a las adicciones y al juego. Algunas empresas llegaron inclusive a aplicar controles en el campo. En localidades como Añelo, Rincón o Buta Ranquil florecen las salas de juego. El desarraigo y la mayor exposición a accidentes de tránsito es otro impacto que debe ser considerado.
10. Trata de personas. La economista de la UNC Adriana Giuliani advirtió en reiteradas oportunidades desde sus columnas en este medio sobre el florecimiento de redes de trata en la región a partir de la actividad petrolera. En el último tiempo hubo varios procedimientos en Añelo e inclusive hace algunos años se rescató a dos mujeres obligadas a prostituirse.
 
 
Como en toda Nuestra América es abajo donde se construye la erradicación de este criminal modo capitalista de producción y desarrollo.
 

El Fracking, Vaca Muerta, Chevron y la Resistencia Mapuche
17 de julio de 2013

 

Tras la expropiación de la española Repsol, la empresa YPF, controlada ahora por el Estado, asumió el control de las operaciones extractivas, desde la certeza de que sería necesaria la llegada de otra transnacional que contase con la tecnología necesaria para acceder a los recursos del subsuelo. Es entonces cuando entra en el juego Chevron, que el pasado 15 de junio alcanzó un preacuerdo con YPF, auspiciado por los gobiernos nacional y provincial, para reactivar la explotación. (…)
 

Un pueblo en proceso de resistencia y reconstrucción

“Se viene la destrucción para todos, pero nosotros vamos a defender el Wallmapu [territorio ancestral] por miles de años”. Con esta determinación, Elías Maripán, lonko -”autoridad”- de la Confederación Mapuche del Neuquén expresa la postura de un pueblo demasiado acostumbrado a resistir. Y es que los mapuches, a diferencia de otros pueblos del continente, nunca fueron conquistados por los invasores castellanos. Incluso firmaron un tratado internacional con la Corona Española (Tratado de Killen, 1641) que respetaba parcialmente su integridad territorial en el Sur de lo que hoy se conoce como Chile y Argentina.
Tras la independencia, los nuevos Estados trataron de someter al pueblo mapuche por medio de diferentes vías, que fueron desde las políticas de asimilación al intento de exterminio físico, hasta que -ya a finales del siglo XIX- se ocupó militarmente el territorio. Desde entonces, muchas comunidades mapuches se vieron obligadas a abandonar sus tierras y sus formas de vida, hasta quedar dramáticamente diezmadas.

Hoy en día, y en el marco de un admirable proceso de reconstrucción histórica, lingüística y cultural, los pueblos mapuches del Puel Mapu -”tierra del oeste”, es decir, los que habitan en la actual Argentina- reivindican no sólo su identidad, sino también su autonomía política y territorial. Y en este marco, se enfrentan al despojo de sus riquezas naturales -principalmente recursos hídricos, gas y petróleo-, proponen nuevos modos de relacionarse con el resto de la sociedad y plantean a las instituciones un desafío democrático de cuya resolución depende, muy probablemente, la posibilidad de construir sociedades verdaderamente respetuosas con la diversidad.
Si hay un ejemplo que da cuenta de la vitalidad de este proceso de reconstrucción es el que protagonizan los jóvenes componentes del grupo musical Puel Kona  -”puel”: oeste; “kona”: joven, guerrero- los cuales, además de participar activamente en las estructuras propias de su pueblo y usar fluidamente el idiomamapuzungún, han sido capaces de adaptar los instrumentos tradicionales a los nuevos sonidos -rock, ska, reagge, ...-, concretando todo ello en un puñado de canciones que pasean orgullosamente por escenarios de todo el país.
En este camino de reconstrucción, el pueblo mapuche no está solo, ya que sus luchas se entrelazan con la de otros movimientos sociales con quienes comparten demandas, reivindicaciones y apoyo mutuo. Por ejemplo, la ruka -”casa”- colectiva de la comunidad Newen Mapu, en las afueras de la ciudad, se levantó con el apoyo de la familia de Leticia Veraldi para dar continuidad al compromiso con la causa mapuche que había asumido esta joven de 17 años, detenida-desaparecida por la dictadura en 1977.
Y hacia el exterior, no sólo se fortalecen los hilos con los hermanos del otro lado de la cordillera, sino que su presencia en foros regionales y continentales es creciente.

 

La maldición del petróleo

"La naturaleza nos invita a un ciclo de vida nuevo: se recicla. Y nosotros queremos que en este momento tan particular se dé un compromiso con toda esa vida amenazada por la industria extractiva", resumió Jorge Nahuel, lonko de la comunidad de Newen Mapu, durante la celebración del Wiñoy Xipantv -el cambio de ciclo que se produce con el solsticio austral-.
Y esa amenaza tiene tal magnitud, que asusta. En la provincia de Neuquén se encuentran dos de los yacimientos petrogasíferos más grandes de la Argentina: el de Loma de la Lata, y el de Vaca Muerta. El primero de ellos, venía siendo explotado por Repsol-YPF hasta la expropiación de la empresa española por parte del Estado argentino, fecha en la que las operaciones quedaron suspendidas. Aquí, la extracción ha dado lugar a enormes impactos medioambientales -contaminación de las tierras, el agua y la atmósfera-, ha desembocado en la intoxicación crónica de decenas de personas por metales pesados, y ha aumentado la conflictividad social y la represión hacia las autoridades mapuches.
 
Por su parte, para iniciar las operaciones en el yacimiento de Vaca Muerta, YPF estaba obligada a encontrar un socio empresarial que aportase la complicada tecnología que ha de usarse para aprovechar las riquezas fósiles del subsuelo. Complicada y dañina, ya que estos hidrocarburos no tradicionales exigen el uso de la técnica del fracking o ruptura hidráulica, la cual está siendo cada vez más cuestionada por los impactos que causa en el medio ambiente.
Y esta socia empresarial no es otra que Chevron, que acaba de firmar un preacuerdo con YPF y cuyos operarios ya están presentes en las comunidades mapuche, según constata el lonko de la comunidad Maripe Purran, quien denuncia la entrada en sus territorios de camiones de la compañía y también el aumento de las agresiones contra activistas locales. De hecho, no es difícil encontrarse personal de la empresa por las calles de la ciudad, o en el aeropuerto. Su uniforme los delata.

 

Chevron, prófuga de la justicia

“Llega a nuestro territorio una de las empresas más contaminantes del continente. Que huyó de Ecuador luego de devastar el territorio de los pueblos kofán y siona”. Esta frase, tomada del manifiesto firmado por la Confederación Mapuche del Neuquén, es rigurosamente cierta. Se refiere al que se conoció como el juicio del siglo, en el que la compañía Texaco -hoy parte del conglomerado Chevron- fue condenada a pagar una indemnización de 19 mil millones de dólares a las 30.000 familias que se vieron afectadas por sus operaciones en la Amazonía ecuatoriana. Operaciones que se centraron en la extracción petrolera empleando para ello técnicas obsoletas y contaminantes.
El año pasado, en cumplimiento de esta sentencia, la justicia argentina inició los trámites para el embargo de los bienes con los que cuenta la compañía en el país. Este proceso fue adelante hasta que la Corte Suprema le puso fin, precisamente en el momento en el que avanzaban las negociaciones entre Chevron e YPF para explotar los yacimientos de Neuquén. Una más, entre las decenas de improbables casualidades que se dan en los negocios de altos vuelos.
 
Dirigentes comunitarios afectados por Chevron-Texaco en Ecuador, y abogados del caso, estuvieron presentes en Neuquén. Junio de 2013
Entre los damnificados por Chevron en Ecuador, se encuentran varios pueblos indígenas, cuyos representantes estuvieron recientemente visitando Neuquén para denunciar el levantamiento del embargo, y para alertar a sus hermanos del sur de los peligros que entraña la llegada de la compañía a los territorios indígenas.
Los daños causados por la explotación petrolera en las selvas del oriente ecuatoriano se cuantificaron en una millonaria indemnización, pero en realidad, son incalculables: 103 millones de litros de crudo derramado, 63.000 millones de litros de agua tóxica arrojada a ríos y dos millones de hectáreas, donde vivían y trabajaban pueblos indígenas y campesinos, contaminadas.

 

Retos ante un futuro complejo

El futuro que se cierne sobre el pueblo mapuche de Neuquén no es esperanzador. Tampoco resulta sencillo apuntar salidas frente a la política de hechos consumados, y a la histórica invisibilización de las reivindicaciones indígenas que practican las instituciones públicas argentinas. En la práctica, Chevron está ya en el territorio, y se imponen medidas urgentes para afrontar una realidad que enfrenta a un gigante empresarial global contra unas comunidades de medios muy escasos, pero con una sólida determinación y una historia ancestral de resistencias.
En este escenario, ni siquiera la constatación de que los derechos indígenas recogidos por el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) -de obligado cumplimiento por parte del Estado argentino- están siendo conculcados tanto por las instituciones como por la compañía parece que pueda detener la maquinaria extractivista. Y es que la vía jurídica, aún contando con el precedente ecuatoriano, parece estar sujeta a una serie de obstáculos difícilmente salvables: un sólido apoyo oficialista y empresarial, unas instituciones que no han asumido los avances en el reconocimiento de los derechos humanos de los pueblos originarios, etc.
 
Es en el terreno social donde parecen surgir más opciones. Las organizaciones mapuche forman parte preeminente de un movimiento de resistencia frente a los megaproyectos extractivos y a las nocivas técnicas que aplican, especialmente el fracking, que parece cobrar mayor fuerza a medida que pasan los meses. Igualmente, la implantación de megaproyectos mineros en el norte -a cargo de la tristemente célebre compañía canadiense Barrick Gold- parece estar asentando una nueva consciencia ecológica en la población argentina, y un mayor conocimiento de los estragos que causa el extractivismo a gran escala sobre las comunidades locales.
Pero en este camino resulta especialmente importante la cohesión a nivel local, y aquí aparecen nuevas dificultades, sobre todo por la táctica de división y enfrentamiento empleada por las empresas. Además, Neuquén es una ciudad de nuevo cuño, levantada en torno a los beneficios que produce el petróleo: una buena parte de su población vive y trabaja a la sombra de la actividad extractiva y los negocios paralelos o subsidiarios.
Una frase de un joven activista mapuche - Aukán-, trabajador de FaSinPat (Fábrica Sin Patrones, antigua Zanón, bajo control obrero desde 2002), evidencia lo complejo de la situación: “hasta ahora, los compañeros de la fábrica han apoyado la causa mapuche y se han solidarizado con nuestras reivindicaciones, pero ¿qué pasará el día en que les digamos que vamos a cortar el grifo que nos surte del gas que necesitamos para producir?”.
Un dilema que los pueblos originarios de Neuquén tratan de afrontar orientados por una experiencia de siglos de resistencia.
EcoPortal.net
 
 
 
Enfoquemos que el cuestionamiento mayoritario contra "el agua vale más que el petróleo" del movimiento social constructor de territorios libres de fracking Leer es "cómo viviremos y trabajaremos sin petróleo". Se trata, entonces, de construir consenso sobre
que esa metodología criminal sólo prolonga por corto plazo la civilización petrolera pero sirve a súper negocios de grandes capitales y estados que profundizan la injusticia social como:
Habrá subsidios a petroleras.
Publicado el 28 diciembre 2014
Ante la caída del precio internacional del crudo y para que no se vean afectadas la producción nacional de combustibles y las inversiones, el gobierno auxiliará a las compañías del sector que sostengan o incrementen sus exportaciones.
El gobierno nacional otorgará subsidios a las empresas petroleras para evitar que caigan sus producciones frente a la caída en el precio internacional del crudo.
La iniciativa abarca a la estatal YPF y a la norteamericana Chevron, la francesa Total y la brasileña Petrobras, entre otras, según informó ayer el matutino porteño La Nación.
Según trascendió, esta determinación la transmitió el ministro de Economía Axel Kicillof a las empresas, las provincias y los sindicatos en el mismo momento en que se acordaba bajar un 5 por ciento los combustibles y el precio del petróleo en el mercado interno a partir del 1º de enero.
El objetivo es que las petroleras sostengan o aumenten la producción hasta 3 dólares por barril de petróleo que produzcan, ya que ante la caída en el precio internacional del crudo podría empezar a registrarse una parálisis en las inversiones.
Asimismo, serán subsidiadas aquellas firmas que sostengan o incrementen las exportaciones, una de las pocas vías por las que entran dólares a la Argentina.
Más allá de estar de acuerdo con la iniciativa del gobierno, hay muy pocas empresas que están capacitadas para cumplir con ese requisito: sólo YPF y Pan American Energy (PAE), de los hermanos Bulgheroni, la china Cnooc y la británica BP.
Todas ellas registraron una suba importante hasta octubre en las exportaciones, según un informe del Instituto General Mosconi, que agregó que “el resto de los operadores mantiene una pronunciada tendencia decreciente”.
En ese sentido, la producción de petróleo cayó 1,6 por ciento en octubre pasado en relación al mismo período del año anterior, mientras que en los últimos 12 meses acumula una baja de 1,1 por ciento.
Es por eso que el gobierno nacional dispuso esta medida con el fin de cambiar esa situación, en una especie de golpe de timón para evitar una caída pronunciada en la producción de crudo.
De Vido aclaró: “La actividad petrolera está en crecimiento”
El ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, afirmó ayer que “la actividad petrolera se encuentra en niveles de crecimiento e inversión notables, fundamentalmente desde la estratégica recuperación de YPF”, y destacó que el gobierno continuará con los estímulos a la inversión de hidrocarburos, “defendiendo el empleo, la actividad del sector y que la energía siga a costos competitivos”. De esta manera, el ministro salió al cruce de un artículo publicado en el diario La Nación. Según consigna un comunicado oficial, el ministro remarcó que “los planes de estímulos a la inversión en hidrocarburos y el plan energético de obras siguen creciendo con resultados contundentes, lo que demuestra el éxito de las políticas energéticas implementadas desde el año 2003, ya que de otra manera sería imposible abastecer una demanda que se duplicó en 10 años”. “Basta con observar que la tasa anual de crecimiento global de pozos y metros perforados es del 10 por ciento, con un desempeño histórico y exponencial de parte de YPF”, explicó.
 
A fin de terminar con este sacrificio del presente y futuro en Argentina-Nuestra América por destruir las bases ineludibles para la vida o la biosfera constituida por la simbiosis de la naturaleza con la diversidad de culturas planetarias, analicemos:

 
Geopolítica crítica de la civilización petrolera. Una mirada desde América Latina

Por Efraín León y Octavio Rosas Landa Centro de Análisis Social, Información y Formación Popular, AC. Ciudad de México

Introducción
Pensar la geopolítica de la civilización petrolera va más allá del horizonte marcado por las estrategias diseñadas para definir, difundir y sustituir el uso energético de los hidrocarburos. Es considerar, además, el papel que el petróleo tiene en nuestras sociedades como fibra que teje el conjunto de la reproducción social y su grado de correspondencia con la hegemonía estadounidense. Es necesario comprender el conjunto de intereses petroleros nacionales o corporativos que luchan por emerger, mantenerse o reacomodarse en la estructura productiva que indiscutiblemente comanda el mercado mundial, al menos desde sus dos usos esenciales: el energético y el no energético. Pero también, juntas y por separado, hay que considerar las diversas dimensiones de las estrategias (tecnológica, productiva, militar, política y financiera) y sus temporalidades (corto, mediano y largo plazo). Esto se hace necesario para evidenciar los mecanismos íntimos que fundamentan el poder de los capitales petroleros y las contradicciones profundas contenidas en esta lógica de acumulación de riqueza. En última instancia es entender el uso productivo y reproductivo que la sociedad petrolera hace del territorio y los amargos límites que ésta acarrea.
 
Sin embargo, pensar la civilización petrolera desde una geopolítica crítica requiere además que la confrontación entre capitales petroleros sea vista desde la propia sociedad y desde los movimientos y organizaciones sociales que enfrentan el poder petrolero. Se trata de una perspectiva fuera de la lógica de este poder que pretende construir argumentos útiles para la construcción de formas justas de reproducción de nuestra sociedad, pero que no deja de contemplar las características íntimas del poder que la somete. Punto de partida que propone construir luchas y resistencias conjuntas ante la lógica hegemónica de la civilización material petrolera, identifica conexiones reales a partir de sus contradicciones, muestra sus límites materiales en cada una de ellas y reconoce la necesidad de pensar una geopolítica crítica desde la reproducción social común y colectiva. Es decir, de una lucha social y territorial que recupere colectivamente el conjunto de la reproducción social, una gestión social que no haga culto a la ganancia sino que sea de seres y para seres humanos.

I. Capitalismo y civilización material petrolera
Los usos del petróleo y el poder general del capital petrolero Hasta antes del uso masivo del petróleo en la producción de las más diversas mercancías, nunca antes en la historia de la humanidad se había conocido una materia prima tan versátil y de utilidad tan grande, al grado de constituirse como la responsable de definir, dirigir y erigir avasalladoramente el comportamiento y desarrollo de toda una civilización. La importancia del petróleo —y en general de los hidrocarburos— en nuestra sociedad no está dada sólo por la multiplicidad de los productos para consumo final que se obtienen directa o indirectamente de su procesamiento petroquímico (Barreda, Espinosa y Rosas Landa, 1998), sino además por su presencia en prácticamente todos los sectores y ramos industriales (farmacéutico, alimentos, transporte, cosméticos, vestido, entretenimiento, etc.), por su indispensable uso en varios momentos al interior del proceso productivo (lubricantes, empaques, bandas elásticas de producción, anticorrosivos, etc.), como responsable de revolucionar las comunicaciones y el transporte (recubrimientos impermeables para tendidos submarinos de diversa índole, uso masivo del automóvil o el desarrollo del asfalto), pero, sobre todo, como base energética que permite el movimiento completo de la producción y la reproducción en nuestra sociedad (gasolinas, diesel, turbosina, etcétera).

El grado tan profundo y diverso en que el petróleo se entreteje materialmente en nuestra sociedad le confiere rasgos tan distintivos —e imposibles de imaginar sin su presencia— que exige pensar la época comprendida desde 1860 hasta la fecha como una auténtica civilización material petrolera (Casifop-Oilwatch, 2004; 2006). La mayor capacidad y eficiencia energética de los hidrocarburos posibilitaron su constitución como la fuerza motriz abrumadoramente dominante del último siglo —destino final del 93% de su uso— pero además, dada la multiplicidad de los valores de uso derivados de la petroquímica y dirigidos al hilado productivo y al consumo final han convertido también al petróleo en la fibra material del tejido total de la reproducción social. Por si esto fuera poco, en torno del petróleo se han conformado poderes económicos y políticos tan grandes que son capaces de dirigir, entre otros procesos, el desarrollo de la ciencia, la forma en que la sociedad gestiona su alimentación, salud y entretenimiento, la invención o promoción de movimientos sociales, el derrocamiento de gobiernos e, incluso, la creación y control total de Estados nacionales. Este poder, personificado en las grandes corporaciones petroleras mundiales, no sería posible sin su capacidad material de satisfacer —bajo el imperativo de la ganancia— el cúmulo de necesidades reales de nuestra civilización.

Muchos desarrollos técnicos, estrategias políticas, militares y comerciales y todas las artimañas necesarias para difundir los usos del petróleo, serían innecesarios si la materialidad social petrolera no estuviera presente. La dependencia material que nuestra sociedad ha construido respecto de los hidrocarburos se constituye como la medida real del poder del capital petrolero y muestra el grado de fragilidad que frente a él tienen los Estados, el resto de los sectores económicos y la sociedad en su conjunto. Este colosal poder se explica, fundamentalmente, en el control del abasto de esta materia prima estratégica y de los instrumentos técnicos necesarios para su manejo y procesamiento.

Límites en la reproducción de la civilización petrolera
Más allá de cualquier uso particular, central o marginal, o de los rasgos específicos que la civilización material ha adquirido, pensar el petróleo en nuestra sociedad es pensarlo como rasgo fundante y como directriz de nuestra civilización, pero además, y es quizás su mayor contradicción, la importancia del petróleo en nuestra sociedad es del mismo grado que la vulnerabilidad que genera. En varios sentidos, el límite de nuestra civilización se encuentra contenido en los propios límites materiales petroleros. Nunca antes en la historia de la humanidad, en la misma medida de la utilidad de un recurso, éste se había convertido en factor de su destrucción. De forma lenta y paulatina o rápida y explosiva, la ambición capitalista por el petróleo, al tiempo que destruye a la sociedad sumergiéndola en sus propias contradicciones, con el acelerado agotamiento de las reservas petroleras amenaza con destruirla desde su propio tejido interno.

Contradicciones y crisis
El capitalismo magnifica hasta un punto casi insostenible las contradicciones que su proyecto civilizatorio conlleva. No sólo en la relación metabólica entre el sujeto y el objeto, sino por todas y cada una de las relaciones sociales que median y determinan esta relación primordial: las relaciones entre el capital y el trabajo, las relaciones políticas entre los Estados nacionales, las relaciones entre el campo y la ciudad, o entre clases. Cada una de estas contradicciones se manifiesta bajo la figura de una crisis singular, pero que, en el fondo, se corresponde con las demás en un complejo entramado de crisis múltiples. En primer lugar, el apetito canino de ganancia del capital petrolero generó, en el último siglo, una crisis laboral que se corresponde con la diversificación progresiva de la división del trabajo al interior del sector y que se acentúa a medida que las ganancias de las empresas petroleras trasnacionales y estatales se acumulan. Además, si las condiciones extremas de la producción global de hidrocarburos amenazan la reproducción adecuada de la fuerza de trabajo que emplea (y, en mayor o menor medida, replicadas en el resto de los sectores productivos ligados directa e indirectamente al petrolero), su correlato consuntivo se extiende al conjunto de la sociedad, sin importar si habita en el espacio rural o urbano. Podría decirse que el siglo XX es el periodo en que el capitalismo redondeó su control sobre el mundo a partir de la masificación de una humanidad desligada de lazos familiares, comunitarios, de clase y nacionales (Veraza, 2004).

Esta masificación creciente se encuentra en la base de la hiperconcentración demográfica planetaria en ciudades medianas y grandes.1 Con la consolidación de las redes y corredores interurbanos que densifican el tejido productivo, la movilidad forzosa de la fuerza de trabajo y los intercambios comerciales planetarios, el capitalismo impuso un modelo de urbanización salvaje cuyo saldo es devastador en la población urbana y rural. El capitalismo petrolero del siglo XX produjo, además de lo anterior, un gigantesco simulacro de “desarrollo nacional” que hoy también está en crisis, especialmente en la periferia.
 
Durante los últimos cien años, cada una de las naciones “bendecidas por la naturaleza” con este don ha apostado su historia, así como la vida presente y futura de sus pueblos, al espejismo del desarrollo fundado en petróleo como “motor del crecimiento y el progreso”. El resultado está a la vista: de un modo u otro, cada una de las naciones petroleras subdesarrolladas se ha visto envuelta en innumerables conflictos internos y externos vinculados con la disputa por la riqueza petrolera del subsuelo y el mar. En un momento u otro, de manera individual o conjunta, las naciones exportadoras de petróleo y gas son sumidas en el torbellino de las catástrofes económicas que someten su integridad territorial y soberanía política y económica, mediante mecanismos de deuda (como los países de América Latina a inicios de los ochenta), de sobreacumulación y especulación con los precios (como la Unión Soviética, a finales de esa misma década), o bien, por la rapiña balcanizadora del imperio (caso de la misma Unión Soviética, o Afganistán e Irak más recientemente). Sin embargo, la mayor encrucijada a la que se enfrenta la civilización petrolera es el agotamiento del petróleo y la devastación ambiental planetaria, anuncio del límite tecnológico del patrón civilizatorio petrolero. Un límite que pone al capitalismo al borde de la ruina histórica. La crisis por agotamiento de los hidrocarburos (como energéticos universales) pone hoy de manifiesto el carácter cínicamente dilapidador del capitalismo a lo largo de su historia reciente (Kozlik, 1968); no sólo porque la mitad del petróleo y gas existentes en el mundo han sido ya consumidos o porque las reservas actuales se consumirán a un ritmo (por lo menos) cuatro veces mayor —Chevron dixit— sino además porque su exploración, extracción, transporte, refinación y transformación han implicado el desperdicio de una gran parte de la riqueza material no petrolera, incluyendo la vida y salud de la población.
 
La escasez terminal de petróleo en el mundo (que significaría el fin de su uso energético, pero no necesariamente el de su aprovechamiento petroquímico, origen de la casi inconmensurable variedad de mercancías de consumo productivo o reproductivo), actualiza en el presente y proyecta hacia el futuro la ominosa crisis ambiental global que amenaza la permanencia del sistema capitalista, pero también la del planeta. Este límite objetivo se desdobla en dos ámbitos críticos para la reproducción social y que se corresponden mutuamente como crisis ambiental metabólica interna y externa. De un lado, la riqueza de la civilización petrolera capitalista se desdobla como crisis ambiental interna con la creciente miseria de la salud humana. En las ciudades, el desmedido consumo energético de la industria, el transporte y los hogares vuelve el aire prácticamente irrespirable, causa de distintos tipos de cáncer, infecciones respiratorias, de la piel, de los ojos, así como de la crónica depresión del sistema inmunológico de sus habitantes. Qué decir además del hacinamiento demográfico en urbes y megaurbes y su correspondiente aglomeración del parque vehicular, que favorecen el aumento del estrés, depresiones y todo tipo de patologías nerviosas que, a su vez, son tratadas con fármacos que provienen, en muchos casos, de la síntesis química del petróleo. En el campo, merced a la revolución técnica de la agricultura, se insume todo tipo de productos petroquímicos tóxicos en sus actividades (que a través de la tierra contaminan agua y alimentos producidos), que se transfieren al organismo de quien los produce y consume. Aunado a esto, es indispensable mencionar que todas y cada una de las actividades petroleras, desde la exploración hasta su transformación petroquímica, e incluso su venta directa (como el de gasolinas, solventes, etc.) y consumo, tienen efectos nocivos sobre la salud de la población que vive en sus proximidades. La crisis ambiental externa —la otra cara de esta moneda— acentúa la irracionalidad con la que el capitalismo petrolero gestiona la reproducción social global y local: calentamiento atmosférico, adelgazamiento de la capa de ozono, contaminación de suelos, acuíferos y aire, deforestación, destrucción de ambientes marinos, desaparición de especies y ecosistemas enteros, contaminación transgénica, así como la degradación de la calidad de todos y cada uno de los valores de uso necesarios para la vida. Sin embargo, cada una de estas contradicciones que, en lo individual o de conjunto, arriban a graves límites, el capitalismo las enfrenta como únicamente sabe hacerlo: profundizándolas, posponiéndolas en el tiempo y desplazándolas en el espacio (Barreda, 1995). (…)

III. Margen de la geopolítica de la civilización petrolera capitalista
El recorrido puntual de cada una de las contradicciones y crisis ocasionadas por la lógica de acumulación de capital al interior de la civilización petrolera nos obliga a cuestionar su capacidad para reproducir la sociedad en el largo plazo, y en las múltiples agresiones a las que nos somete. Sean de orden laboral, social, de soberanía nacional o de índole ambiental (externas e internas), estas contradicciones generan límites que exigen pensar una geopolítica no subordinada a los intereses del capital petrolero, que la critique desde dentro y fuera, pero que se instale desde una reflexión crítica para la reproducción social global comunitaria y colectiva. Límites de la geopolítica al interior de la civilización petrolera capitalista En los albores del presente siglo, la civilización petrolera ha puesto de manifiesto, no sólo su contradictoriedad, sino además, el limitado alcance de las estrategias que urden las potencias del Norte global (empezando por Estados Unidos, pero incluyendo a Europa, Japón, Rusia y China) para garantizar nuestra reproducción, aunque mediante el afianzamiento de su poder —incluso si se las piensa desde una perspectiva que no impugne la dinámica pasada y presente de acumulación de capital. Cada uno de los límites de la civilización petrolera capitalista confluye en una crisis global de la reproducción social que se extiende ya, a todo lo largo y ancho del planeta y que no se va a resolver, en el futuro próximo, sólo sustituyendo el petróleo, como energético, por gas, hidrógeno, hidroelectricidad o energía nuclear, o los polímeros y demás petroquímicos por materiales nano o biotecnológicos, de los que se conocen ya muchos de sus efectos nocivos sobre el ambiente, la salud y la seguridad de la población (Grupo ETC, 2002), a pesar de que son promovidos como “la solución” a todos los males del planeta. Así, el problema de fondo no es únicamente quién y cómo detenta hoy o en el futuro la hegemonía capitalista, sino también qué implica para la población mundial que esta hegemonía se sostenga y, si para hacerlo, es necesario que todos paguemos el altísimo costo que ello representa: la posibilidad de que el capitalismo se colapse ambientalmente y con él, la vida.

El discurso geopolítico tradicional parece ser ámbito exclusivo de quienes actúan dentro de las esferas empresarial, académica, estatal o militar y, en el mejor de los casos, los movimientos sociales y las comunidades locales sólo podemos recoger e interpretar las formulaciones o aportes de los “verdaderos teóricos geopolíticos” y criticarlos o adoptar sus ideas (según convenga) o, en el peor, descartar este tipo de enfoques por su evidente carga ideológica, porque no nos representa y, en última instancia, porque nuestros objetivos no son imperiales. En todo caso, se han puesto a debate cuestiones que no son menores: ¿Cómo entender que el discurso geopolítico tradicional hace abstracción de los pueblos que construyen el espacio que cada nuevo proyecto imperialista sueña con dominar? ¿Es útil la geopolítica para pensar procesos que no implican la construcción y mantenimiento de hegemonía económica, política y militar? ¿En que medida puede plantearse una geopolítica de los movimientos y organizaciones sociales y de la sociedad en general, es decir, una geopolítica desde abajo?

El margen de la civilización petrolera: la geopolítica desde fuera
Resulta evidente que para una geopolítica desde abajo sí tiene sentido pensar los procesos de expansión territorial de los poderes económicos y políticos. En principio, desde la perspectiva de las propuestas nacionales de acumulación petrolera en la periferia, los movimientos geopolíticos implican la posibilidad de garantizar condiciones suficientes para mantener la reproducción social y un intercambio más equitativo entre el norte y el sur (es el caso de la reciente nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia que posibilita el reparto, hacia la población, de los excedentes por su exportación). Por su parte, los movimientos ambientalistas que enfrentan la depredación territorial y humana de los capitales petroleros en el planeta (por medio de luchas jurídicas, denuncias de desastres ecológicos, campañas que difunden la búsqueda de nuevas culturas de consumo, etc.), contribuyen a mantener y restaurar condiciones materiales mínimas de existencia, en otro momento a cargo de los Estados. Tanto los movimientos nacionalistas y ambientales, como muchos otros que se realizan en contra de las contradicciones de la civilización petrolera (luchas salariales, por mejores condiciones de trabajo y derechos económicos, sociales y culturales), en lo particular y de conjunto, son expresiones no sólo de la competencia de los Estados, sino también de movimientos y organizaciones sociales de base.
 
Pese a la utilidad histórica de cada una de estas luchas, mientras no se vinculen desde una propuesta que considere la crítica profunda a la civilización petrolera, serán insuficientes para gestionar la reproducción social y ambiental global en el largo plazo. Para pensar desde abajo no basta saber cómo se proyecta e instrumenta la gestión capitalista petrolera, es necesario identificar y aprovechar las resquicios y vacíos resultantes de su confrontación, para que la aplicación de las alternativas sea factible. Esto se traduce en la necesidad de formas alternativas para la elaboración de diagnósticos geopolíticos y su correspondiente vinculación práctica con procesos en marcha (desde, de y para los de) abajo, sin ignorar la estrategia petrolera. Las movilizaciones globales de millones de personas en 2003 contra la invasión estadounidense en Irak, al grito unificado de no blood for oil, exhibe claramente este límite, pero también abre la vía a la construcción de alternativas sociales planetarias en la reproducción social futura.
 
En este sentido, los saberes locales y tradicionales que las comunidades de todo el mundo han generado históricamente son, por definición, espaciales, y pueden servir a otros propósitos, a otra finalidad. Estos saberes implican, en todo caso, una noción distinta de la territorialidad, una que posibilita vincular orgánicamente al sujeto social con el medio natural, porque el territorio es la comunidad y la comunidad el espacio que produce (ocupa, nombra, fracciona, trabaja, habita, etc.). Asimismo, constituyen un instrumento indispensable para la reconstrucción del tejido social que la civilización petrolera ha rasgado desde sus inicios, así como para dotar a sus habitantes de una autonomía productiva, técnica (e incluso política) que el capitalismo petrolero ha minado sistemáticamente y hasta abolido militarmente.

Lo que las comunidades locales defienden en la Amazonia, el delta del Níger, el sur de México o Irak contra las trasnacionales (incluidas las petroleras) no es un retorno atávico a un pasado idílico, sino el derecho a existir y reproducir su vida sin tener que pedir permiso al capital petrolero. En el campo y la ciudad, por medio de luchas territoriales, ambientales, laborales, por la salud, en contra de la guerra, etc., lo que se defiende es el derecho de todos a decidir sobre los usos posibles de los recursos, la gestión de la salud y la alimentación y, en general, sobre su vida; es decir, se trata de la lucha por el derecho a la autodeterminación colectiva y directa de nuestra reproducción, que el capital petrolero nos ha robado. En suma, los desafíos para la sociedad actual (y su reproducción futura y posible) incluyen, entre otros, el de dar respuesta a la necesidad social de comprender los procesos y las estrategias que el capital hegemónico (estadounidense) y sus adversarios/aliados geopolíticos (Europa, Japón, China o Rusia) despliegan para mejor dominar cada momento de nuestra reproducción. Pero comprenderlos no supone justificarlos (ni mucho menos legitimarlos), sino reconocerlos para poder captar el alcance y límite de cada una de sus dimensiones (por separado o de conjunto) y su insoslayable impacto sobre nuestra vida, así como para dar paso a la articulación de las luchas locales, nacionales y globales sobre la base de una geopolítica crítica desde y para la reproducción social. En esta tarea, la academia comprometida tiene hoy mucho por decir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario