sábado, 2 de junio de 2018

I. Atrevámonos a hablar sobre cuánto sabemos del presente y la historia del PJ.

Será tomar conciencia a qué
Estado es esencial desde
los 70 hasta hoy.

Ubiquémonos en cómo y porqué el Justicialismo( con liderazgos de Menem y de los Kirchner) ha sido el más eficiente partido de estado. Apreciemos el análisis siguiente:
 
Debates
El despliegue del capital en
el Estado-nación y en el sistema mundial.
27 de mayo de 2018
 
Por Jaime Osorio
1
En su desarrollo el capital reclama una base territorial sustentada en el Estado-nación, pero también requiere desplegarse como sistema mundial. Este doble movimiento no está exento de contradicciones y problemas, la mayoría de ellos insolubles en el seno de la organización capitalista.
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El Estado-nación ofrece al capital una base territorial con fronteras definidas, frente a las indefiniciones presentes en los espacios en que se organizaba la producción feudal. Con el establecimiento del Estado-nación el capital logra crear unidades territoriales en donde impera una única moneda, lo que facilita y alienta el intercambio de mercancías; se avanza en la conformación de una misma ley de pesos y medidas; se establece un Estado de derecho y una única autoridad central [1]. Nunca como en el capitalismo el Estado requirió de una centralización tan férrea del poder político.
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En el Estado-nación se diversifican las actividades productivas y se universaliza la recaudación de impuestos, lo que otorga a la administración del aparato del Estado [2] mayor autonomía monetaria. Crea así las condiciones para profesionalizar el personal del aparato de Estado, el que tiende a crecer. Por otra parte, esa recaudación regular y amplia permite también la profesionalización de las Fuerzas Armadas y de la policía, cuyo número de miembros se expande en emergencias naturales o en tiempos de (peligros de) guerra.
4
La secularización del Estado, la fijación de territorios, el reconocimiento de la igualdad jurídica de los Estados y la soberanía, son algunos de los procesos centrales acordados en los tratados de paz de Westfalia (1648), y que se consideran como puntos de partida para la conformación del moderno Estado-nación (Bremer, 2013).
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El establecimiento del Estado-nación implicó no sólo favorecer el dominio de clases sociales determinadas, sino también de etnias, sobre otras clases y otras etnias. De esta manera el Estado-nación es simultáneamente un sistema de dominio de clases sociales y de etnias o naciones.
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El Estado-nación opera de manera activa en la reproducción del capital. En primer lugar al establecer un Estado de derecho que asegura la reproducción de las relaciones capitalistas, con la concentración de medios de producción en algunas pocas manos y con la multiplicación de los vendedores de fuerza de trabajo. Con el reconocimiento legal de la propiedad privada, el Estado sienta las bases para la mantención y reproducción del monopolio de reducidos sectores sociales sobre los medios de producción, y con ello del despojo de medios para la mayoría de la población. Con ello se abren las condiciones para el surgimiento de todo capital. Pero esto no significa que todos los capitales sobrevivirán, en tanto el capitalismo es un sistema de competencia, por lo que en esa lucha muchos capitales serán liquidados y absorbidos por otros, propiciando la centralización de capitales, lo que fortalece a su vez la acumulación y la concentración de medios de producción y de la riqueza social. En pocas palabras, el Estado asegura la reproducción de las relaciones sociales necesarias para la reproducción capitalista.
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El Estado también interviene en la reproducción por la vía de inversiones directas en infraestructura y en sectores diversos, convirtiéndose en un agente que alienta la demanda de bienes de capital y de bienes salarios, o a través de políticas económicas, creando condiciones para que la valorización del capital sea factible. Así determina criterios para la fijación de salarios mínimos, cuando no directamente los establece; abre concursos para abastecer demandas reclamadas por el Estado, sea en construcción, servicios, etc., lo que amplía las inversiones y ventas del capital privado; establece acuerdos comerciales con otros Estados nacionales o con organismos regionales. Devalúa o revalúa la moneda en función de intereses diversos del capital. Ofrece servicios (electricidad, agua, recolección de basura, etc.) y bienes que favorecen la reproducción.
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El Estado-nación juega un papel fundamental en la lucha de clases. El Estado no es una entidad neutra que arbitra los conflictos de clase. Por el contrario interviene de manera decisiva en favor de los intereses del capital en general y de fracciones y sectores en particular. Favorece la organización de los dominados que reproducen la dominación, como las leyes que definen las modalidades de sindicalización, que pueden intervenir en la compra-venta de la fuerza de trabajo y en la organización del trabajo, pero nunca para poner fin a que dicha compra-venta se lleve a cabo. De igual manera, alienta la formación de partidos políticos sobre la base de la ciudadanía, allí en donde todos los miembros de la sociedad aparecen como políticamente iguales, ocultando las enormes diferencias entre ser dueño de una empresa o ser sólo el vigilante de la misma. La ciudadanización, por otra parte, es un mecanismo que opera desintegrando y atomizando a las clases sociales. Por ello, con el avance del capitalismo, los partidos de clase, que alguna vez tuvieron peso, tiende a convertirse en partidos de ciudadanos.
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El papel del Estado-nación es fundamental en la lucha de clases ya que establece también la frontera entre lo legal y lo ilegal, lo permitido y lo no permitido, las luchas sociales que son reconocidas porque operan dentro de la ley frente a las que no son reconocidas porque se apartan de la ley. Todo esto tine enormes consecuencias pues define formas y espacios de lucha posibles pero innecesarias, y formas y espacios de luchas no permitidas pero necesarias.
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Un elemento fundamental entre las razones por las cuales el capital requiere del Estado-nación es que sus autoridades son las únicas que pueden ofrecer desde el aparato de Estado paz social en sus territorios, esto es, garantizar obediencia o sumisión de la población a las leyes y normas adecuadas a las necesidades del capital. Esto no lo pueden alcanzar ni las más poderosas empresas transnacionales, sean General Motors, City Bank, Wall Mart o Facebook.
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Para el capital el Estado-nación es una instancia fundamental en su apertura hacia el sistema mundial. En tanto el capitalismo es una organización que se expande planetariamente, y los capitales de Estados-nación deben competir en el mercado mundial con capitales de otros Estados, el Estado-nación se constituye en un mecanismo de fuerza de los capitales, al tiempo que de protección y de garantías. Mayores serán esas garantías y esas protecciones mientras más fuerte sea el Estado-nación.
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En plena etapa de mundialización el Estado-nación juega un papel relevante para abrir condiciones a los capitales operantes en su espacio. Establece acuerdos comerciales con otros Estados-nación que alientan los flujos e intercambios de mercancías En las giras internacionales de presidentes o primeros ministros, de manera regular se incluyen a sectores empresariales con el fin de facilitar acuerdos, sea de inversión, firma de tratados comerciales, o elevar los intercambios comerciales con otras economías.

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¿Por qué el capitalismo requiere de un sistema mundial como espacio para desarrollarse? Porque sus procesos de reproducción, que reclaman materias primas, fuerzas de trabajo, mercados y nuevos campos de inversión, lo impulsan a expandirse por todo el planeta.
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El capital necesita subordinar de manera formal y también real al planeta como base de operaciones. Con la mundialización este paso se ha realizado. Esto implica primeramente una expansión extensiva, fluyendo hacia cada rincón del planeta. Pero también reclama una expansión intensiva: no le es suficiente operar sobre la superficie del planeta, sino que necesita alcanzar cada vez más su interior, elevarse a las alturas, pero sobre todo multiplicar las unidades de capital por espacio apropiado. Esa subordinación real implica para el capital poder operar venciendo las condiciones climáticas, las estaciones, la consistencia de suelos y capas, las distancias geográficas, operar con independencia de la profundidad de las aguas, etc. La mundialización es en este sentido mucho más que una mayor expansión extensiva y la multiplicación de la masa de mercancías intercambiadas a nivel del sistema mundial. Es por sobre todo un  salto cualitativo en la subordinación real del planeta, de territorios y espacios al capital.
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Al operar el capital como sistema mundial esto tiene consecuencias en el sistema mundial como unidad, como también en los Estados-nación que allí son integrados, ya que las operaciones en ese espacio propician la conformación de economías estructuralmente heterogéneas, con centros desarrollados y economías dependientes, y de un sistema interestatal jerarquizado y diferenciado, procesos que retroalimentan una forma particular de conformación del sistema mundial capitalista, en donde estas heterogeneidades se reproducen, amplificando las diferencias.
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Primariamente se constituyó un sistema mundial de imperios y colonias, las cuales bajo procedimientos de dominio político posibilitaba transferir metales preciosos, materias primas y alimentos a los centros imperiales, proceso que estableció un piso fundamental de acumulación que hará posible que en el siglo XVIII se produzca la revolución industrial en Inglaterra, y con ello las bases para futuras relaciones en donde serán mecanismos económicos y no primariamente políticos los que permitan la apropiación de valores por parte de las economías industriales desde las economías primario productoras.
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Tras los procesos de independencia de las colonias en América Latina, tomará curso una división internacional del trabajo con economías y Estados-nación con estructuras industriales, más diversificadas y productivas, y economías y Estados-nación con estructuras productoras de materias primas y alimentos, menos diversificadas y con baja productividad, lo que propicia -por las diferencias de composición orgánica del capital- la venta de bienes con precios de producción por debajo del valor por parte de las economías agro-minero exportadoras, a cambio de bienes desde las economías industriales con precios de producción por encima del valor. Se establece de esta forma un proceso regular de intercambio desigual que favorece la acumulación y que alienta el desarrollo de unas economías y el subdesarrollo y la dependencia de otras, las que recrean en su interior las condiciones económicas y políticas para reproducir a su vez el desarrollo de algunas y la dependencia y subdesarrollo de otras.
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Lo anterior tiene como correlato en términos políticos la conformación de un sistema interestatal conformado por Estados-nación con grados desigual de soberanía, siendo mayor en los Estados-nación desarrollados, y menor o subsoberanía en los Estados-nación subdesarrollados o dependientes[3]. Las diferencias económicas y políticas señaladas generan un sistema interestatal con predominio de poder de algunos Estados-nación soberanos, en donde alguno ejercerá la hegemonía, y la subordinación en grados diversos de los Estados-nación subsoberanos.
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La creación y recreación de un sistema mundial y de Estados-nación en los términos económicos y políticos antes dibujado no es algo accidental o pasajero, sino que hace a la esencia del capitalismo en su despliegue como sistema mundial, propiciando desde las relaciones económicas y políticas desarrollo y subdesarrollo y Estados-nación soberanos y subsoberanos de manera simultánea. El capitalismo no puede funcionar sino produciendo y reproduciendo los procesos anteriores. Esta es una de las razones para sostener que las contradicciones que genera el despliegue del capital a nivel de Estados-nación y del sistema mundial no tienen solución en el mundo que conforma el capital.
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En el sistema mundial se van generando reglas y mecanismos de operación que favorecen a los Estados-nación con mayor poder, soberanía y desarrollo, en desmedro de Estados-nación con menor soberanía, poder y subdesarrollados. Esto se expresará en el derecho internacional que va tomando forma, así como en las instituciones abocadas a operar en el plano del sistema mundial, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización de las Naciones Unidas, los diversos tratados multinacionales de comercio, seguridad e integración, etc.
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Pero también aparecen unidades económicas que operan de manera regular rebasando las fronteras nacionales, dando vida a capitales transnacionales, y más recientemente a cadenas globales de producción que actúan a nivel del sistema mundial en forma jerarquizada (Gereffi, 2001), con segmentos productivos que reclaman mayores conocimientos que se ubican en los centros del sistema mundial, y segmentos que otorgan mayor peso al trabajo, ubicados de manera predominante en el mundo dependiente y periférico.
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El incremento y expansión de capital financiero y especulativo en las últimas décadas, y su capacidad de operar en tiempo real en desplazamientos de concentración o fuga de capitales, propiciando inestabilidades de diversos tipos, constituye uno de los ejemplos de las operaciones de capitales que traspasan de manera rutinaria las fronteras de los Estados-nación, haciendo del espacio del sistema mundial su campo normal de operaciones. Pero estas operaciones en el sistema mundial no deben llevar a perder de vista el hecho que estos capitales tienen sus bases de operación y sedes de sus casas matrices establecidas en espacios nacionales específicos, y es allí en donde tienden a concentrar ganancias alcanzadas en cualquier punto del planeta[4].
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Pero la presencia de capitales y de organizaciones productivas supranacionales también tiene como correlato la disputa de Estados-nación con mayor poder por inversiones, por apropiación de materias primas, por ventas, lo que alienta disputas entre estos Estados[5]. Pero en el mundo dependiente y periférico se produce un fenómeno parecido, por luchas entre Estados-nación para promocionar sus territorios como los mejores espacios para recibir las inversiones de las cadenas globales de valorización y por la atracción a sus territorios de segmentos productivos[6].
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Todo esto lleva a generar procesos de desterritorialización, de capitales financieros y especulativos que operan por el planeta y de segmentos productivos dispersos por los más variados rincones de la Tierra, al mismo tiempo que alienta nuevas territorializaciones, en la búsqueda de los capitales por la apropiación de nuevos yacimientos de minerales, de bosques, de fuentes de agua dulce, etcétera.
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Desde la perspectiva anterior, es posible señalar que con la mundialización asistimos a una aguda disputa del planeta por capitales con asiento predominante en Estados-nación centrales, la que incluye lucha por territorios, materias primas, obtener ventajas de las bajas remuneraciones y pobres condiciones laborales de la fuerza de trabajo en el mundo dependiente, y por mercados. En todo este proceso, sea de quiénes invierten, en dónde invierten, de quiénes venden y a quienes compran, los Estados-nación operan como punto de referencia y apoyo central de los capitales.
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El fenómeno supranacional también se presenta en el campo de los comunicaciones, cada vez más globalizadas: CNN, Fox News, y todos los medios derivados del desarrollo de internet. Pero lo supranacional no puede hacernos perder de vista los intereses sobre qué capitales y qué Estados- nación son los que prevalecen en crear información, en difundirla y ahora en capturarla y procesarla para efectos y demandas tan diversas como dirigir productos a mercados sociales definidos o para efectos de vigilancia y seguridad de los Estados.
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Existe un espacio en que los intereses del gran capital alemán no difieren mayormente de los intereses del gran capital estadounidense. Pero hay un trecho en donde las diferencias entre unos y otros se hacen presentes[7]. También emergen entidades políticas y de seguridad que rebasan a los Estados nacionales, como el tratado que dio vida a la Unión Europea, el Parlamento Europeo, o la OTAN, entre otras.
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¿Estos procesos significan la manifestación de una nueva tendencia que conduce a la declinación o extinción del Estado-nación? Es común que se presenten procesos que parecen caminar en esa dirección. Un ejemplo, entre muchos posibles: el Banco Central Europeo y el FMI impusieron a la Grecia gobernada por Alex Tsipras políticas de ajuste de una enorme agresividad, siendo la condición para que Grecia pudiera permanecer en el Unión Europea.
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Lo primero a considerar es el poder de Estados-nacionales y de capitales específicos que prevalecen en organismos supranacionales como los antes mencionados, para nada ajenos al gran capital alemán, en el Banco Central Europeo, y al gran capital de Estados Unidos en el FMI. Por otro lado no debe olvidarse que las políticas de injerencia de poderes estatales soberanos sobre Estados-nación subsoberanos no son nuevas. Desde que el sistema mundial capitalista tomó formas maduras y las relaciones se establecen entre Estados nacionales formalmente independientes, habría que decir que ellas son comunes. Esto es resultado de la heterogeneidad en materia de fuerza y soberanía entre los diferentes Estados, lo que permite que Estados más fuertes y soberanos impongan medidas a Estados más débiles o con menor soberanía en el sistema mundial. Esta es la contracara de procesos económicos diversos que permiten la apropiación de valor de ciertas economías y la pérdida de valor por otras.
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En América Latina, por ejemplo, hasta bien entrado el siglo XX, el embajador de los Estados Unidos “sugería” o definía quien sería el presidente de la república en muchos Estados-nación centroamericanos. Y hoy los Estados Unidos definen qué países son susceptibles de recibir préstamos y apoyos de la comunidad internacional y cuáles no, o cuáles pueden realizar intercambios comerciales y cuáles deben ser bloqueados, según se ubiquen o no en la lista de los Estados que propician el terrorismo, según los criterios del Departamento de Estado. Este tipo de imposiciones no son nuevas en el sistema mundial capitalista y no se deben adjudicar por lo tanto a la presencia de nuevas tendencias y/o de nuevos actores globales, como resultado de la mundialización.
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Tampoco hay que perder de vista que muchos Estados-nación poderosos llevan a cabo medidas que los favorecen bajo el paraguas de organismos supranacionales. Habría que recordar la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA), por presión de Estados Unidos sobre el resto de Estados latinoamericanos, medida a la que se opuso solamente el Estado mexicano, en un momento en que éste llevaba a cabo una política nacionalista y de mayor autonomía en su política exterior. En fechas más recientes se levantó el embargo comercial a Irán, luego que una Comisión de la ONU (a insistencia de Estados Unidos) certificó que se ha paralizado el enriquecimiento de uranio, paso indispensable para producir bombas nucleares[8]. Y todo ello en tiempos en que es un secreto a voces que Israel sí procesa uranio enriquecido y cuenta con armas nucleares, con el apoyo a lo menos de Estados Unidos.
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En debate con Kautsky, Lenin rechazó la tesis de la constitución de un superimperialismo o ultraimperialismo defendida por el primero, esto es, la constitución de un nuevo capitalismo, como resultado de la tendencia a la unificación de Estados propiciadas por los intereses de los grandes capitales de diversas economías, dispuestos a invertir de manera conjunta. De esta forma el imperialismo, que fomenta el belicismo y el nacionalismo, podría conllevar –en la visión de Kautsky- a una expansión pacífica del capitalismo. Frente a esta propuesta Lenin sostuvo que el capitalismo es un sistema de competencia entre capitales con bases estatales-nacionales diferenciadas, por lo que más allá de los acuerdos a los que puedan arribar capitales de diferentes Estados nacionales, esos acuerdos terminan por romperse, como resultado de la competencia y la lucha entre capitales y cuando es la sobrevivencia de unos u otros la que se pone en juego, lo que lanza a esos capitales a refugiarse en sus Estados nacionales y a alentar la guerra entre Estados[9]. Las dos guerras mundiales avalan el acierto de la reflexión de Lenin.
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Es real que han emergido en los últimos setenta años tendencias a la integración de capitales de diversas nacionalidades, realizando inversiones de manera conjunta en muy diversos proyectos. Tampoco puede dejar de mencionarse que los Estados imperialistas practican en estos años políticas de guerra sobre Estados subsoberanos, (Argelia, Vietnam, Irak, Libia, Afganistán, Siria), y que han logrado mantener, no sin dificultades, la paz entre ellos, sea por el reconocimiento de sus lugares secundarios dentro del bloque de poder hegemónico, del poder científico-tecnológico y armamentista de los Estados Unidos, sea porque Estados Unidos ha buscado incorporar a sus políticas belicistas a otros Estados del bloque hegemónico como socios (Gran Bretaña, Alemania, Japón, Francia o a la Unión Europea en bloque)[10].
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Sin embargo, en tanto Estados-nación con grados elevados de poder, como China y Rusia, mantienen conflictos –más abiertos o más soterrados- con Estados Unidos, no sería razonable calificar el actual poderío imperial de Estados Unidos como un poder superimperialista, o como un superimperialismo acotado, en tanto prevalecen problemas que Kautsky suponía que serían superados, como las disputas entre capitales con asiento en Estado-nación diferenciados, y las posibilidades de guerras[11].
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Dicho lo anterior, no puede desconocerse que las tendencias de la mundialización, con flujos de capitales que escapan al control de los Estados-nación, al igual que ocurre con los flujos de información, de redes diversas globalizadas, como diversas ONG´s, de operaciones supranacionales del crimen organizado, de articulación de Estados-nación para dar vida a entidades políticas también supranacionales, como la Unión Europea, con moneda única, y una Banco Central Europeo que toma decisiones con efectos en los Estados-nación (niveles del déficit público, montos de moneda lanzadas a la circulación, tasas de interés, entre otras), procesos que por sus dimensiones y cualidades constituyen una nueva realidad a nivel del sistema mundial y que establece nuevas condiciones al quehacer de los Estado-nación. Pero nada justifica suponer, a lo menos bajo las tendencias inherentes al capital, que éste dejará de reclamar el soporte y protección del Estado-nación[12].
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Por razones como las hasta aquí señaladas sobre el papel vital de los Estado-nación y del sistema mundial en la valorización y reproducción del capital, en el mediano y largo plazo seguiremos asistiendo a procesos en que las tendencias reclaman estas dos dimensiones espaciales y territoriales, y no parece posible para el capital sortear esta contradicción en el seno del ordenamiento social que ha conformado[13]. La acumulación a nivel mundial no camina en el sentido de “desvanecer” o “diluir” al Estado ni en el mundo desarrollado o central ni en el mundo subdesarrollado y dependiente. Este, como hemos visto, constituye condición que viabiliza los procesos de transferencias de valor desarrollado y hace viable a su vez las condiciones para la reproducción del capital a nivel mundial.
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La confusión anterior se ve alimentada porque se establece la ecuación ya comentada de “Estado es igual soberanía”, y como esta última tiende a debilitarse más aún en tiempos de mundialización, particularmente en los Estados histórica y estructuralmente subsoberanos, se apunta a establecer la liquidación o la extinción del Estado. Pero soberanía no es lo mismo que poder político, por lo que los Estados subsoberanos pueden ejercer hacia su población elevados niveles de poder y dominio, bajo modalidades en donde es el autoritarismo bajo formas variadas lo que tiende a prevalecer[14].
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La fuerza y vigencia del Estado-nación en la mundialización también se hace manifiesta desde un ángulo conservador, y en algunos casos protofascista, en el auge de movimientos nacionalistas que en oposición a las modalidades que la mundialización bajo la impronta del gran capital asume, elevan un discurso de atrincheramiento en las fronteras nacionales para limitar ordenamientos y acuerdos formulados por organismos supranacionales, porque los consideran que atentan contra la soberanía, el bienestar y los empleos, y reclaman a su vez limitar el ingreso de inmigrantes y de refugiados de guerra, en tanto son identificados como sujetos que debilitan a la comunidad y sus valores morales y culturales, además de incrementar la competencia por empleos y de disputar los beneficios sociales alcanzados.
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Este es un tipo de reivindicación del Estado-nación que choca con las formulaciones aperturistas y globales que propulsa el gran capital transnacional el cual, como hemos desarrollado en puntos previos, se apertrecha en el Estado-nación en su proyección hacia el sistema mundial. Estas tendencias antiglobales han alcanzado un peso significativo en los últimos años, en el avance de movimientos y partidos políticos particularmente en el seno de Estados de la Unión Europea y en Estado Unidos. Su principal logro ha sido a la fecha el triunfo en el referéndum por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, el Brexit, superando a los partidos conservador y liberal, que apostaban por la continuidad, pero con nuevas prerrogativas y excepciones, situación que le otorgaba a Londres una posición ventajosa desde que se conformó la Unión Europea. También en el triunfo electoral de Donald Trump en las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
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No constituye una solución a la contradicción eliminar simplemente del horizonte reflexivo a alguna de las dimensiones espaciales que requiere el capital para desplegarse, como la que lleva a cabo Immanuel Wallerstein, al sobredimensionar el sistema-mundo y minimizar o de plano desechar al Estado-nación[15]. Por esta vía, son muchos los procesos que quedan ocultos, además que la propia noción de sistema-mundo pierde consistencia teórica. Entre algunas de las consecuencias de esta postura Wallerstein termina por definir como revolucionarios sólo aquellos procesos que modifican el sistema-mundo, restándole significación a los procesos de ruptura ocurridos a nivel del Estado-nación, sea las revoluciones rusa, china o cubana y antes a la Revolución francesa. Parece más productivo, en términos teóricos y políticos, preguntarse por qué si el socialismo reclama una dimensión planetaria para desarrollarse, esto es, un sistema mundial, sin embargo las revoluciones que se inscriben en esa tendencia han terminado tomando forma, hasta nuestros días, en Estados-nación (Wallerstein, 2005).
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Retomemos el problema: ¿por qué las revoluciones que han buscado poner fin al capitalismo se han hecho presente en los espacios de Estados-nación? ¿Qué hay en la dinámica del capitalismo que reclamando operar en un sistema mundial, sus fracturas sin embargo se producen en los acotados territorios del Estado-nación? ¿Por qué un proyecto que se reclama internacionalista, como el que subyace en la idea del socialismo y/o del comunismo, ha tenido que restringirse a ser iniciado en fronteras de Estados-nación?
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En un segundo nivel de interrogantes cabe formular: ¿Y por qué esas rupturas se han producido en Estados-nación de la periferia capitalista? Pregunta que nos traslada a una respuesta que obliga a considerar el sistema mundial como una unidad del desarrollo del capitalismo, proceso que sin embargo propicia fracturas de Estados-nación particulares, los del mundo periférico, subdesarrollado y dependiente, esto es, en Estados subsoberanos. Dentro del sistema mundial de dominación y poder, los Estados-nacionales constituyen los eslabones que condensan relaciones que articulan ese poder sistémico del capital. A diferencia de lo que señalan Hardt y Negri en torno al “no-lugar” del poder del Imperio (2002), siendo este global, el poder del capital tiene condensaciones particulares en los Estados-nación del sistema interestatal.
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Los eslabones estatales soberanos, más poderosos y con mayor desarrollo, se constituyen en las fortalezas del dominio global. Esto es, en ellos a la fecha la lucha de clases no alcanza dimensiones rupturistas. O bien, habiéndolas alcanzado, ellas no han terminado de articularse con la madurez de sujetos políticos (organizaciones) con voluntad histórica. Es en los Estados subsoberanos, subdesarrollados y dependientes en donde la lucha de clases ha logrado articular a la fecha sujetos políticos con voluntad histórica y relaciones de dominio con fisuras que hacen posibles la ruptura política. Son los Estados-subsoberanos, los subdesarrollados y dependientes los eslabones en donde se rompe la cadena de poder y dominio global. Esto significa que la construcción de un orden social que pretende superar el capitalismo se inicia allí en donde el capitalismo ha generado más barbarie que civilización[16]. He aquí una inversión que tiene diversas consecuencias.
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Es en la dinámica de esa inversión en donde residen las potencialidades de la revolución. Es en los Estados-nación dependientes y subdesarrollados en donde se condensan no sólo las contradicciones económicas y políticas locales de la reproducción del capital, con su secuela de explotación redoblada, pauperismo, y una riqueza concentrada y oprobiosa, sino también las del sistema mundial capitalista. Es así como las tendencias y contradicciones mundializadas se hacen locales.
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La valorización a nivel del sistema mundial proletariza, pauperiza y explota en niveles que agudiza la superexplotación. Esta modalidad de explotación es posible por las rupturas del ciclo del capital que presentan las economías dependientes, -donde la producción (y explotación) se realiza en los espacios nacionales, pero la realización en los mercados mundiales, lo que privilegia a los trabajadores locales como productores, pero con escaso o nulo papel en la expansión del mercado interno y en el consumo-, y como compensación a las transferencias de valor propiciadas por el intercambio desigual, lo que genera desarrollo en unas regiones y Estados y subdesarrollo y miseria en otros. Esa pauperización y explotación redoblada no es resultado sólo de las transferencias de valor, sino también de la conversión de parte del fondo de consumo de los trabajadores en fondo de acumulación de los capitales que operan en las economías dependientes, junto a extensiones de las jornadas laborales y demás formas que someten y mantienen en la barbarie al grueso de la población. Ello es posible porque la dinámica de la reproducción del capital se vuelca a las exportaciones hacia los mercados mundiales, pudiendo dar las espaldas a las necesidades de consumo de la población trabajadora local, resultado de la ruptura del ciclo del capital antes señalada.
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Allí radica la internalización local de las contradicciones del sistema mundial. En estas condiciones las posibilidades de que el Estado-nación del mundo subdesarrollado y dependiente pueda generar imaginarios de comunidad se ven restringidas, cuando no anuladas, prevaleciendo por el contrario su dimensión de poder despótico y autoritario. En esta lógica reside el que sean Estados-nación dependientes y subdesarrollados los eslabones débiles de la cadena de dominio y poder que el capital articula y unifica en el sistema mundial.
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El que las revoluciones contra el capital implosionen primero en Estados-nación, y dos en Estados-nación del mundo subdesarrollado y dependiente, provoca por otra parte serias limitaciones a las posibilidades de construcción de socialismo, una forma de organización de la vida en común que -también y con mayor fuerza que el capitalismo- reclama un sistema mundial para constituirse.
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Los límites territoriales del Estado-nación son demasiados estrechos para conformar socialismo. Las rupturas en Estados-nación subdesarrollados y dependientes ponen el punto de partida para las nuevas formas de organización de la vida en común en espacios de desarrollo de las fuerzas productivas muy lejanos respecto a lo requerido para conformar socialismo. Y esto se agrava aún más si es el capital el que predomina en el sistema mundial, golpeando, cercando y bloqueando las revoluciones que logran generarse, con el fin que las rupturas producidas sean aplastadas, o bien vegeten o mueran por inanición.
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No se equivocaron los que hicieron revoluciones y los que hacen revoluciones en estas condiciones. Estas son las condiciones existentes en el que seguramente será un largo y escabroso camino en el tránsito del capitalismo al socialismo. Sin los primeros pasos que ya se han dado, y de los que le seguirán, ese tránsito sería sin duda más largo y difícil.
Jaime Osorio, profesor/investigador del Departamento de Relaciones Sociales de la UAM-Xochimilco. Imparte docencia en el Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM.
Bibliografía: (...)
<1/ . Ya no principados que debían obediencia tanto al Papa como al emperador.
12/ . Establecemos una distinción conceptual entre Estado, en tanto condensación de relaciones sociales de poder, dominio y construcción de comunidad, y aparato de Estado, cosificación de aquellas relaciones, que se expresa en instituciones, personal y leyes jerarquizadas. Véase (Osorio, 2004). Para un desarrollo más específico puede verse el artículo “Los dilemas del dominio en un mundo de hombres libres”, en (Osorio, 2012).
3/ . Este tema inicialmente lo desarrollamos en el libro(Osorio, 2004). El tema también es relevante porque pone en entredicho la ecuación “Estado es igual a soberanía”, tan cara al pensamiento político prevaleciente.
4/ . Una forma recurrente de estos capitales es establecer algunas bases de operación den los llamados paraísos fiscales, que permiten reducir el pago de impuestos o reducir la transparencia de sus gestiones. Pero esos paraísos fiscales, generalmente instalados en Estados del mundo subdesarrollado, o pequeñas islas, son apenas una fórmula de triangulación empleada por grandes capitales financieros con sedes en economías de Estados-nación desarrollados.
5/ . La venta de armamento sofisticado es uno de los tantos campos de disputa entre capitales del mundo central, sea en grandes aviones de pasajeros, entre Boeing (estadounidense) y Airbus (europea), en submarinos, tanques, aviones de guerra o la instalación de satélites en el espacio para coberturas de mejoras en las telecomunicaciones.
6/ . En la reestructuración de la industria automotriz y en la aeroespacial, Estados de la antigua Europa Oriental y de América Latina se disputan segmentos productivos que las cadenas globales de producción de estas industrias generan. En niveles de mayor subdesarrollo, las luchas aparecen en los segmentos de la industria del vestido, con Estados de Centroamérica (Honduras en primer lugar), y Estados del sudeste asiático, como Cambodia, Viet Nam, Myanmar (antigua Birmania), entre los principales.
7/ . Basta haber seguido el escándalo de la Volkswagen por manipular los grados de contaminación de sus vehículos y la forma como fue abordado por los medios estadounidenses y de otros Estados competidores de Alemania en la Unión Europa en el campo automotriz.
8/ .- En abril del 2018, el presidente Trump ha retirado a Estado Unidos del acuerdo establecido con Irán, recrudeciéndose las amenazas de sanciones, y fortaleciendo las aspiraciones expansionistas de Israel.
9/ . “Si llamamos ultraimperialismo a la unión internacional de los imperialismo nacionales (o con mayor exactitud, a los que actúan dentro del marco de los distintos Estados), unión que “podría” eliminar los conflictos (…) desagradables, alarmantes e inquietantes (…), como por ejemplo las guerras , las conmociones políticas, etc., entonces ¿por qué no evadirnos de la época imperialista actual que ya ha llegado, que ya está aquí, sobrecargada de conflictos y catástrofes, mediante ingenuos ensueños sobre un “ultraimperialismo” relativamente pacífico, relativamente desprovisto de conflictos y catástrofes? (…) Kautsky dice (…) que ´semejante fase nueva del capitalismo (ultraimperialismo) es en todo caso concebible´; en cuanto a ´si es realizable, todavía no existen premisas suficientes para saberlo´”. (Lenin, [1971] 1976:27).
10/ . Sobre las particularidades del imperialismo en su fase actual véase en (Katz, 2001)lismo en su fase actual véase en 002),
11/ . Tanto Rusia como China son grandes potencias nucleares, lo que constituye un factor de peso en la moderación de Estados Unidos en sus diferendos con estos Estados-nación.
<12/ . En la crisis propiciada por la especulación de las grandes empresas financieras estadounidenses en 2008, que generó protestas y repudio a estas instituciones, Washington no dudó en ofrecer cuantiosos apoyos para salvarlas de la catástrofe. Al fin que eran “sus” capitales los que peligraban.
13/ . “(…) el desarrollo marcha en tales circunstancias, con tal ritmo, con tales contradicciones, conflictos y conmociones –no sólo económicas, sino también políticas, nacionales, etc. etc.- que inexorablemente, antes de que se llegue a un único trust mundial, a la unión mundial “ultraimperialista” de los capitales financieros nacionales, será inevitable que estalle el imperialismo y el capitalismo se convierta en su contrario” (Lenin, [1971] 1976:28-29).
14/ . A la identificación de Estado con soberanía, se realiza otra ecuación igualmente discutible, la del Estado igual a bien común, con lo que la condensación de poder político y dominio del Estado queda en lugares secundarios, cuando no desaparece del todo.
15/ . Señala Wallerstein: “Los sistemas-mundo de análisis significaron antes que nada la sustitución de una unidad de análisis llamada ´sistema-mundo´ en vez de la unidad estándar de análisis, que había sido el estado nacional” (Subrayado JO) (2005:32).
16/ . En el lenguaje ortodoxo, se diría, en Estados-nación en donde las fuerzas productivas no han alcanzado su mayor desarrollo.

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