Comprobamos su confrontación
con
lo comunitario-popular en las
disputas de territorios.
Comencemos por situarnos en la
actual:
Crisis ecológica. Aprender a vivir
pisando ligeramente sobre la Tierra.
10 de junio de 2008.
Yayo Herrero
Ecologistas en Acción
Un mundo en crisis genera un
cambio global
El
planeta Tierra es un sistema cerrado. La única aportación externa es la energía
del sol (y algún material proporcionado por los meteoritos, tan escaso, que se
puede considerar despreciable) Es decir, los materiales que componen el planeta
son finitos, y todo lo que se renueva a partir del trabajo de la Naturaleza lo
hace con un ritmo parsimonioso en relación a la velocidad que requiere la
economía global. Hace ya más de 30 años, el conocido informe Meadows, publicado
por el Club de Roma, constataba la evidente inviabilidad del crecimiento
permanente de la población y sus consumos. Alertaba de que si no se revertía la
tendencia al crecimiento en el uso de bienes naturales, en la contaminación de
aguas, tierra y aire, en la degradación de los ecosistemas y en el incremento
demográfico, se incurría en el riesgo de llegar a superar los límites del
planeta, ya que el crecimiento continuado y exponencial, sólo podía darse en el
mundo físico de modo transitorio.
Sin embargo, más de 30
años después, una nueva versión del Informe Meadows1 , o la Evaluación de los
Ecosistemas del Milenio2 revelan que la humanidad ha sobrepasado los
límites del planeta y se estima que, aproximadamente, las dos terceras partes de
los servicios de la naturaleza se están deteriorando ya. La crisis ambiental se
materializa, a nuestro juicio, en una serie de problemas que se encuentran
interconectados, se realimentan unos a otros y requieren la misma solución:
ajustar con criterios de equidad los sistemas socioeconómicos a las capacidades
de la naturaleza.
En primer lugar, nos hallamos ante un calentamiento global, cuyo
efecto más divulgado esl
el cambio climático. Éste está
provocado por un aumento enorme y rapidísimo de la presencia de gases de efecto
invernadero en la atmósfera. El cambio climático supone
la alteración de las reglas del juego con las que interactúan el mundo físico y
el mundo vivo. La subida media de la temperatura está desencadenando un
proceso de cambio en cadena que afecta a los regímenes de lluvias, a los
vientos, a la producción de las cosechas, a los ritmos de puesta y eclosión de
los pollos de algunas aves, a la polinización, a la reproducción de multitud de
especies vegetales y animales, etc.
El
panorama de cambio se completa si añadimos el aumento de incertidumbre que
suponen la proliferación de la industria nuclear, la comercialización de miles
de nuevos productos químicos al entorno que interfieren con los intercambios
químicos que regulan los sistemas vivos, la liberación de organismos
genéticamente modificados cuyos efectos son imprevisibles o la experimentación
en biotecnología y nanotecnología cuyas consecuencias se desconocen.
Un segundo elemento relevante es el agotamiento de los recursos
naturales. Nos encontramos ante lo que
hace años Hubbert denominó el “pico del petróleo”3, es decir ese
momento en el cual se ha llegado al momento de extracción máxima. Una vez
alcanzado este pico, la extracción comenzaría a declinar declinar. Cada vez se
va agrandando más la brecha entre una demanda creciente y unas reservas que se
agotan y cuya dificultad y coste de extracción aumenta. Hoy día no existe
ninguna alternativa limpia viable que dé respuesta a las exigencias de un modelo
urbano-agro-industrial, sumamente energívoro, que, además, continúa creciendo4.
La
velocidad a la que se están consumiendo los recursos naturales es incompatible
con los ritmos que requiere la naturaleza para regenerarlos, por lo que ya ha
comenzado a manifestarse la progresiva escasez de otros recursos imprescindibles
para la vida como son el agua dulce, los bosques, la pesca, los suelos fértiles,
la fauna salvaje o los arrecifes de coral.
Un tercer problema grave es la pérdida de biodiversidad,
que constituye una especie de “seguro de vida para la vida”5. Se
afirma que nos encontramos ante la sexta gran extinción masiva, y la primera
provocada por una especie, la humana6. Esta
pérdida de biodiversidad se acompaña también de una pérdida de diversidad
cultural.
La globalización
aniquila rápidamente la enorme variedad de comportamentos culturales que la
humanidad creó a lo largo de su evolución. La arquitectura vernácula, por
ejemplo, aún mantiene un conocimiento que permite calentarse en invierno y
refrescarse en verano sin gasto de energía fósil, sin embargo, este tipo de
saberes desaparece rápidamente, sin que muchas veces las personas sean
conscientes de la gravedad de esta pérdida. Además, esta situación se da en un
entorno social profundamente desigual.
El
mundo se encuentra polarizado entre un Norte rico y consumista y un Sur
empobrecido y con dificultades de acceso a los recursos básicos. Según el
Informe sobre Desarrollo Humano 2005 7, 18 países con 460 millones de
personas han empeorado su situación con respecto a 1990. En 40% de la población
mundial sólo cuenta con el 5% de los ingresos, mientras que el 10% más rico
acapara el 54%. El deterioro de los territorios que han habitaban una buena
parte de los pueblos del Sur durante miles de años, y de sus condiciones básicas
de existencia, ha expulsado a las personas, obligando a unos movimientos
migratorios sin precedentes. Muchos pueblos han sido desposeídos de su derecho a
permanecer y se ven obligados a seguir la misma ruta que siguen las materias
primas y los frutos de los monocultivos que se extraen de los lugares donde
antes vivían, el viaje del Sur al Norte.
Además, las desigualdades dentro del propio Norte son también relevantes.
Existen bolsas crecientes de pobreza, millones de personas se encuentran paradas
y muchas otras no tienen hogar. Las mujeres encargadas en una buena parte del
planeta de las tareas que garantizan la subsistencia, sufren la crisis en mayor
medida. Tienen más dificultades para acceder a los recursos básicos; las tareas
de crianza o cuidados se llevan a cabo con mayor dificultades; sufren en sus
cuerpos la violencia de los conflictos bélicos, que en muchos casos esconden
luchas por la apropiación de los recursos, y en sus vidas la violencia
estructural de la pobreza, la explotación laboral y sexual.8
Paradójicamente, las mujeres, que junto con las poblaciones indígenas, son uno
de los grupos más golpeados por esta crisis compleja y polimórfica, han tenido
muy poco protagonismo en su desarrollo. A lo largo de la historia el
patriarcado, íntimamente asociado al capitalismo en los últimos siglos, ha
sometido y explotado a las mujeres y a la Naturaleza, aprovechándose de sus
trabajos y sus saberes, a la vez que los invisibilizaba.9
Un mundo físicamente limitado que
sueña con crecer indefinidamente
Pese a los avances en la concienciación ambiental y a las políticas puestas en
práctica, los resultados obtenidos hasta el momento no guardan relación con la
gravedad del problema que se pretende afrontar. Seguimos sin afrontar la raíz de
la crisis: el conflicto básico entre un planeta Tierra con recursos limitados y
finitos y un sistema socioeconómico impulsado por la dinámica de la acumulación
del capital que se basa en la expansión continua. Los recursos que los seres
humanos utilizamos cada año como fuentes de materiales y energía y como
sumideros de residuos superan hace tiempo la producción anual de la tierra.
Según el informe Planeta Vivo10, se calcula que a cada persona le
corresponden alrededor 1,8 hectáreas de terrenos productivos por persona. Pues
bien, la media de consumo mundial supera las 2,2has y este consumo no es
homegéneo. Mientras que en muchos países del Sur no se llega a las 0,9, un
ciudadano de Estados Unidos consume en promedio 8,6 hectáreas, un canadiense
7,2, y un europeo medio unas 5Has.
El crecimiento
económico, basado en un uso creciente de recursos y en una, cada vez más grande,
generación de residuos, se perfila, entonces, como un problema a resolver y no
como algo que merezca celebrarse. Después de algunas décadas de derroche
frenético, se empiezan a observar los efectos “colaterales” de los excesos:
desorden climático, guerras por el petróleo, conflictos por el agua, masas de
personas empobrecidas abocadas a emigrar, desaparición de especies animales y
vegetales, fuertes subidas en los precios de los alimentos que afectan en mayor
medida a los más pobres, ciudades contaminadas en las que respirar enferma, un
mundo rural envejecido y convertido en un parque temático, personas que pasan
una parte importante de su vida en atascos de tráfico, ...
Es momento
de evidenciar que la sociedad de crecimiento ha superado sus límites. En el
presente, lo que hemos denominado desarrollo se encuentra construido sobre la
miseria de muchos seres humanos y sobre el deterioro del entorno del que
dependemos, pero además, tal y como evidencia el cálculo de la huella ecológica,
no se va a poder sostener en el tiempo, ni siquiera para una buena parte de los
sectores más privilegiados.
Aunque existen ya innumerables iniciativas ciudadanas
que muestran la posibilidad de efectuar una transición hacia otra manera de
vivir en el planeta Tierra, es preciso todavía realizar una importante labor de
deconstrucción.
Nuestro modelo cultural se apuntala sobre una noción de progreso que se concibe
como una proyección lineal que siempre evoluciona a mejor, e identifica
bienestar con consumo, mostrando éste como la panacea capaz de resolver todos
los problemas.
El cambio de metabolismo de la
economía planetaria
Naredo11 pone de manifiesto cómo hasta la llegada de la revolución
industrial, los hombres y las mujeres, al igual que el resto del mundo vivo,
vivieron de los recursos que proporcionaba la fotosíntesis y de los materiales
que encontraban en su entorno más próximo. Los seres humanos aseguraban sus
sostenibilidad imitando a la Biosfera. La vida se basaba en el mantenimiento de
la diversidad que existía. Todo era objeto de un uso posterior, en una cadena,
un ciclo, que aseguraba la renovación de los materiales empleados. Los ritmos de
vida eran los marcados por los ciclos de la naturaleza y éstos eran dinamizados
por la energía del sol.
Sin embargo, los seres
humanos se alejaron del funcionamiento de la biosfera al comenzar a utilizar la
energía de origen fósil para acelerar las extracciones y las producciones. La
disponibilidad, primero de carbón, y luego de gas natural y petróleo, posibilitó
la extensión del transporte horizontal por todo el planeta. Los bosques
enterrados 300 millones de años antes permitieron abastecer máquinas, con las
que se podían extraer minerales y combustible para alimentar nuevas máquinas,
comenzando así una espiral de crecimiento que ha configurado la actual
civilización. Este crecimiento masivo e ilimitado, que se apoya en el manejo a
gran escala de los stocks de los materiales contenidos en la corteza terrestre,
sin devolverlos a su condición inicial de recursos, conduce sin remedio a
profundizar el deterioro del patrimonio natural que ha legado la evolución,
tanto por la extracción de recursos no renovables, como por la generación de
residuos, resultando en el extremo globalmente inviable.
En
la actualidad, los estudios de la economía ecológica12 revelan que la
intervención humana sobre la corteza de la tierra orientada a la extracción de
rocas y minerales supera en importancia a la de cualquier agente geológico,
habiéndose convertido la especie humana en el principal agente modelador del
relieve de la superficie terrestre. La sostenibilidad de la agricultura
tradicional se mantenía gracias a que las extracciones de de minerales del suelo
se ajustaban a los ritmos de recuperación, a que los cultivos respetaban las
vocaciones productivas de cada suelo y cada clima. Pero hoy, incluso las
producciones que tradicionalmente han sido renovables, como la agricultura, la
pesca y la explotación forestales están dejando de serlo, ya que la inyección de
energía fósil, agua, fertilizantes y las técnicas modernas han conseguido
acelerar los ritmos de producción a costa del deterioro de los recursos
naturales que habían posibilitado el desarrollo de la fotosíntesis13
.
Las promesas incumplidas de la
desmaterialización
A
finales de los años 80, en pleno debate sobre las bases materiales de la
economía mundial, irrumpió la idea de que, gracias a un progreso tecnológico que
aumenta la eficiencia en el uso de los recursos reduciendo la generación de
residuos, y a la sustitución de las materias primas por otras más eficaces, era
posible presagiar una progresiva independencia del crecimiento económico
respecto al consumo de energía y recursos naturales. Este proceso, que desligaba
crecimiento y límites, fue denominado desmaterialización de la economía14.
Lamentablemente, tal y como plantea Carpintero15, la realidad no ha
acompañado estos augurios optimistas y los costes ambientales de los nuevos
procesos de fabricación, así como el aumento de consumo global (efecto rebote)
muestran que la necesidad de considerar los límites es cada vez más perentoria.
La tecnología del
automóvil, por ejemplo, ha conseguido motores mucho más eficientes en el gasto
de combustible, pero ha multiplicado el mismo al venderse muchos más coches y
ser de mayor peso. Los esfuerzos tecnológicos para mejorar la eficiencia en el
uso de recursos naturales y en la reducción de la contaminación son muy
valiosos, sin embargo, no sirven para minimizar el deterioro ecológico, ya que
conllevan enormes costes ambientales respecto a los productos a los que
sustituyen y generan, en muchos casos, un efecto rebote que transforma la
eficiencia y ahorro en un consumo a mayor escala de los productos fabricados.
También podemos
observar que, aunque la potencia instalada de energías limpias (eólica, solar,
geotérmica, etc) aumenta, no cesa de incrementarse también el consumo de energía
fósil. Esto hace plantear a muchos expertos y expertas y a los movimientos
sociales vinculados al ecologismo, que la mejora de la ecoeficiencia, siendo
fundamental, tiene que ir acompañadas de iniciativas que conduzcan a una
reducción neta de la presión sobre los recursos naturales y los servicios
ambientales.
El dinero como única medida del
valor
Como hemos visto, el cambio en el metabolismo de la economía a nivel global,
tiene importantes repercusiones sobre los territorios, pero también sobre las
sociedades y sobre el bienestar y la felicidad de las personas. La cultura
capitalista otorga valor a los objetos en función de su traducción monetaria. La
forma en la que una sociedad define y mide el progreso y la riqueza tiene una
gran influencia en la forma en la que esa sociedad se organiza. En el margo de
la globalización económica, el progreso se mide por la capacidad que tiene un
país de aplicar políticas que acrecienten la escala de su actividad económica en
el mercado, mejoren la eficiencia de los factores de producción, se especialicen
y se extiendan. Aunque hay otros indicadores, podemos analizar el indicador por
excelencia de la riqueza, el Producto Interior Bruto (PIB), que es la fórmula
más reconocida para evaluar el comportamiento económico.
Sin embargo, el PIB es un indicador simplificador, que no considera la
sostenibilidad, el agotamiento natural o las desigualdades económicas, y que,
incluso, puede llegar a contabilizar el deterioro como si fuese riqueza. Por
ejemplo, los desastres naturales y humanitarios más trágicos de los últimos años
ha pasado desapercibidos en las cifras del PIB. En Sudán, por ejemplo, el PIB
per cápita ha subido un 23% en la última década, a pesar de que 600.000 personas
sufrieron hambre en 2001, 400.000 personas han muerto y 2,5 millones han sido
desplazadas entre 2003 y 2007 por la tragedia de Darfur. También en Sri Lanka,
el tsunami que provocó la muerte en 2004 de 36.000 y devastó las
infraestructuras litorales, expulsando de sus territorios a millones de
personas, no ha afectado a la constante subida del PIB.16
Además, las guerras, las enfermedades o el deterioro ambiental pueden terminar
sumando como riqueza en un indicador que sólo considera intercambio monetarios y
que está ciego a la destrucción que la causa de estos intercambios puede
provocar. Sin embargo, la paz, el aire limpio, los trabajos asociados a los
cuidados de las personas mayores y de los niños y niñas que desempeñan las
mujeres, el callado trabajo de la fotosíntesis que realizan las plantas o los
servicios del regulación del clima que realiza la Naturaleza, siendo
imprescindibles para el mantenimiento la vida, son gratis y no cuentan en ningún
balance de resultados de nuestro modelo económico17.
Esta manera de
contabilizar el progreso ha influido en la consideración de lo que es o no es
trabajo, uno elementos básicos en la construcción de los roles de género en
Occidente y también en el resto del mundo, dado los fenómenos de globalización
económica y cultural. Tal y como planteaba Adam Smith, uno de los padres de la
economía neoclásica, si en el mercado operaban los agentes económicos racionales
libremente, sin restricciones, a partir de la suma de los egoísmos e
individualidades de estos agentes económicos, se conseguía el bien común. La
famosa mano invisible del mercado conseguía transformar los millones de egoísmos
individuales en el máximo bienestar común.
La fuerza de trabajo de
las personas se convierte en una mercancía que se compra y se vende en el
mercado de trabajo. Se consideraba que el verdadero trabajo, la verdadera
producción, era el trabajo asalariado de los hombres. Por el contrario, muchos
de las tareas que históricamente han venido desarrollando las mujeres y la
naturaleza no tienen valor monetario ni pueden tenerlo. Muchos trabajos
imprescindibles para la vida (parir, alimentar, cuidar, sanar, mejorar semillas
y plantas, buscar leña, conseguir agua, apoyar emocionalmente, atender personas
ancianas, asistir a personas con discapacidad o diversidad funcional, gestionar
el presupuesto y los recursos de la casa en el corto y largo plazo, etc.) no son
pagados y por tanto no figuran en ninguna cuenta de resultados, y en una cultura
con un sistema económico hipertrofiado, son invisibles.
La
mitad de la humanidad, las mujeres, han venido realizando históricamente todas
las labores asociadas a la reproducción y los cuidados de los seres humanos,
pero para un sistema económico que reduce el valor al precio, el valor de los
cuidados, de la armonía vital, de la reproducción y de la alimentación, del
cuidado de las personas mayores o dependientes, era algo pasivo, que no produce
valor en términos económicos18. La propia definición de población
activa define ésta como aquella parte de la población que trabaja para el
mercado y no incluye a estudiantes, amas de casa u otros colectivos que no
realizan trabajo remunerado. Según esta definición, una persona en edad legal de
trabajar que lleva a cabo tareas domésticas en su casa y no recibe remuneración
salarial está inactiva.
Algo similar sucede con los trabajos que realiza la naturaleza. La fotosíntesis,
el ciclo del carbono, el ciclo del agua, la regeneración de la capa de ozono, la
regulación del clima, la creación de biomasa, los vientos o los rayos del sol no
tienen precio y, aunque son imprescindibles para vivir, no pueden ser
contabilizados y también son invisibles para el mercado. La vida, y la actividad
económica como parte de ella, no es posible sin los bienes y servicios que
presta el planeta (bienes y servicios limitados y en progresivo deterioro) y sin
los trabajos de reproducción social y mantenimiento de la vida, pero la
organización social se ha estructurado en torno a los mercados como epicentro
mientras la cotidiana, crucial y difícil responsabilidad de mantener la vida
reside en la esfera de lo gratuito, de lo invisible, en el espacio de las
mujeres y de la naturaleza.
Deuda ecológica y deuda de los
cuidados
Desde una perspectiva de género, se pueden establecer paralelismos interesantes
entre las problemáticas y propuestas feministas y las ecologistas. La huella
ecológica, el indicador que traduce a unidades de superficie lo que un estado o
una comunidad consume y los residuos que genera, revela que si todos los
habitantes del planeta tuviesen el estilo de vida similar a la media de la
ciudadanía española, se necesitarían tres planetas para sostener ese nivel de
consumo. Paralelamente, cabría hablar de la huella de los cuidados de las
mujeres como indicador que evidencia el desigual impacto que tiene la división
sexual del trabajo sobre el mantenimiento y calidad de vida humana. La huella de
los cuidados es la relación entre el tiempo, el afecto y la energía amorosa que
las personas necesitan para atender a sus necesidades humanas reales (cuidados,
seguridad emocional, preparación de los alimentos, tareas asociadas a la
reproducción, etc) y las que aportan para garantizar la continuidad de vida
humana19. En este sentido, el balance para los hombres sería negativo
pues consumen más energías amorosas y cuidadoras para sostener su forma de vida
que las que aportan, por ello, desde el feminismo, puede hablarse de deuda de
los cuidados, como la deuda que el patriarcado ha contraído con las mujeres de
todo el mundo por el trabajo que realizan gratuitamente. Esta deuda es paralela
a la deuda ecológica que los países ricos han contraído con los países
empobrecidos debido al desigual uso de los recursos y bienes naturales, así como
la desigual responsabilidad en el deterioro y destrucción del medio físico.
Otro modo de estar en el mundo:
aprender a vivir pisando ligeramente sobre la tierra
Hemos visto cómo resulta urgente construir una nueva mirada sobre el mundo. Para
ello es preciso realizar una revisión profunda que permita indagar por dónde
deben caminar los procesos económicos y sociales para ser compatibles con los
ciclos naturales20. Esta revisión debe mostrar que la concepción de
progreso que ha mantenido la humanidad está íntimamente ligada al deterior
ecológico21; que la velocidad y la lejanía se oponen esencialmente a
los tiempos de la vida22; que el individualismo o la propiedad
privada no son ”naturales” y que a lo largo de la historia, la naturaleza y los
seres humanos, especialmente las mujeres, han desarrollado estrategias
colectivas de cooperación23. El cambio de mirada apuntaría a una
reducción de la extracción y de los residuos, así como una distribución
equitativa intra e intergeneracionalmente como los primeros pasos hacia un nuevo
modelo que avance hacia la sostenibilidad.
Por tanto, teniendo en cuenta que vivimos en un planeta limitado y que nos ha
tocado vivirl
en el Norte rico, el uso prudente de los recursos naturales, la recuperación de
los valores de la austeridad y de la suficiencia a la hora de consumir y la
readopción de una cultura que valora aquello que dura y permanece son tareas
pendientes de una sociedad que quiera minimizar los impactos de la crisis.
Debemos, en definitiva, aprender a vivir bien con menos La sostenibilidad debe
orientarse como una nueva relación con el tiempo24 reconstruyendol
las sociedades, la tecnología y las industrias de modo que tengan en cuenta el
largo plazo, se acomoden de manera armónica a los ciclos temporales de la
biosfera y a los tiempos necesarios para la participación y el consenso. En el
empeño por ajustar los sistemas socioeconómicos a los sistemas naturales,
debemos adoptar una cultura solar que imite los procesos de la biosfera. Una
sociedad sostenible es aquella que vive del sol y se preocupa por el cierre de
los ciclos. El reciclaje, entendido como la vuelta a los ciclos naturales de los
materiales, es básico para poder mantener los stocks naturales y por tanto
permitir el funcionamiento de los procesos naturales.
La sostenibilidad se
basa en un modelo de cercanía, en el que el transporte sea mínimo yl
los productos y recursos que se utilicen sean cercanos. Una economía basada en
lo próximo hace que las comunidades sean menos vulnerables y que tengan un mayor
control e independencia de las decisiones que se toman en centro de poder
lejanos. La futura viabilidad económica debe eventualmente transformarse
radicalmente hacia las economías locales bajo sistemas de gobernanza local y
regional (subsidiariedad) que resaltan, al máximo posible, la producción local
para el consumo local, la propiedad local haciendo uso de la fuerza de trabajo y
de materiales locales, en el marco de modelos ecológicos y democráticamente
estables25 .
La sostenibilidad sólo
se puede alcanzar en una sociedad que incorpora y da valor a losl
saberes y trabajos de las mujeres. Las mujeres por haber estado muy cercanas a
las condiciones materiales de subsistencia, han desarrollado trabajos y
habilidades que les hacen estar más adaptadas para caminar hacia la
sostenibilidad. Al igual que sucede con os trabajos de la Naturaleza, las tareas
que han venido desempeñando las mujeres son invisibles en el modelo económico
capitalista, ya que no se contabilizan en términos monetarios. La puesta en
valor de lo tradicionalmente asociado a lo femenino permite trascender los
cimientos patriarcales del mal desarrollo y transformarlos. Permite redefinir la
productividad como categoría vinculada a la producción, y no a la destrucción,
de la vida.
La
nueva cultura debe celebrar la diversidad de todo lo vivo y superar visiones
etnocéntricas que apuntalaron los excesos que han conducido a la crisis
ambiental y social. Se puede comprobar que existe una intensa correlación entre
los lugares en que reside la mayor diversidad, tanto biológica como lingüística
y agroecológica. Existen, por tanto, vínculos que relacionan la diversidad
genética, paisajística y cultural. La mayor densidad de bio-socio-diversidad se
encuentra en la franja intertropical del planeta. ¿Quiénes son los artífices del
mantenimiento de esta diversidad? Son sociedades rurales, indígenas y no
occidentales: “los llamados pueblos sin historia” 17 países albergan entre el
70% y 80% de la biodiversidad. 9 países conservan el 54% de las lenguas.
Mientras tanto, el 95% de la población del planeta habla 5 idiomas.26
Estos pueblos son guardianes de la memoria sociocultural y por tanto, la nueva ciudadanía debe mirar y aprender de ellos. Como vemos, el camino hacia la sostenibilidad implica “librarse de un modelo de desarrollo” 27 que antepone la obtención de beneficios al mantenimiento de la vida. En este sentido, la resistencia de las mujeres y de los pueblos indígenas, son referencia obligada. Los procesos de reflexión y movilización política que tratan de involucrar al conjunto de la sociedad proporcionan una ventana para soñar e inventar un modelo de organización social y económica que encare la crisis que ha causado vivir de espaldas a la Naturaleza y al resto de las personas.
Bibliografía (…)
Constatamos que el capitalismo local se desarrolla mediante
ecocidios-genocidios. Durante el boom de los commodities la más extensa desertificación,
en todos los sentidos del concepto, se debió ante todo al sistema global de
agronegocios cuyo paradigma es el monocultivo de soja transgénica. Con la
recuperación parcial de YPF, la designación de Galuccio como su ceo y la ley
Chevron (una de las pruebas sobre la corrupción de Cristina Fernández de
Kirchner) se reterritorializa Argentina a favor de extraer hidrocarburos no
convencionales en la formación geológica denominada Vaca Muerta
mediante fracking. Consideremos:
a) Problemas derivados de su utilización
Fracturación hidraúlica (Fracking)
Por
Gonzalo Ruiz Fornells
Alumno de 3º ESO del Colegio SAN LUIS GONZAGA,
Majadahonda
(…)Problemas
derivados de su utilización
La utilización de la
fracturación hidráulica acarrea importantes problemas, que hace que tenga
numerosos detractores. Son sobre todo inconvenientes de tipo medioambiental y
problemas para la salud humana. Los principales son los siguientes:
Grandes necesidades de
agua
El fracking utiliza
grandes volúmenes de agua, lo que tiene un coste medioambiental elevado. Para
fracturar un pozo se necesitan entre 9.000 y 29.000 metros cúbicos de agua, por
lo que una plataforma tipo de seis pozos necesita unos 54.000 a 174.000 metros
cúbicos. Estas grandes cantidades de agua deben estar almacenadas cerca del
pozo, ya que la operación de fractura de cada pozo dura entre dos y cinco días y
el agua tiene que estar disponible.
Contaminación de las aguas
subterráneas
El fluido de retorno del fracking contiene
las sustancias químicas utilizadas en el fluido de fractura, además de metales
pesados y sustancias radiactivas como radón, radio o uranio, que retornan a la
superficie. Si existen accidentes o malas prácticas podrían liberarse de forma
incontrolada y contaminar las aguas subterráneas, teniendo sobre las personas
efectos potencialmente cancerígenos.
Por otro lado, entre un 15% y
un 80% del fluido que se inyecta vuelve a la superficie como agua de retorno y
el resto se queda bajo tierra, conteniendo aditivos de la fractura y sus
productos de transformación.
En algunos casos las aguas
residuales de retorno son mínimamente procesadas antes de ser vertidas a las
aguas que alimentan los suministros públicos, y a veces son retenidas en los
estanques que más tarde pueden verter estos productos químicos al medio
ambiente.
Contaminación atmosférica
Las fugas en los pozos de gas
y en las tuberías también pueden contribuir a la contaminación del aire y a
aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, algunos estudios
apuntan a que se ha registrado benceno, un agente cancerígeno, en el vapor que
sale de los pozos de evaporación, donde a menudo se almacenan las aguas
residuales.
Contaminación acústica y
paisajística
Una plataforma de seis pozos
requiere entre ocho y doce meses de perforación continua. También se necesitan
alrededor de 5.000 viajes en camión para la construcción de una plataforma.
Además, el paso diario de camiones y otros transportes que requiere la
explotación de los pozos provoca una alta contaminación acústica.
Por otra parte, la
perforación puede causar una degradación severa del paisaje por la ocupación del
territorio. Normalmente en las explotaciones se instalan numerosos pozos que
llegan a ocupar amplias áreas. De este modo, la degradación del hábitat afecta a
las localida-des cercanas y a la fauna local.
Riesgo sísmico
Aunque no está plenamente
contrastado, algunos estudios relacionan la existencia de pequeños terremotos
con el empleo de las técnicas de fracturación. Se trata de pequeños movimientos
locales, con bajo impacto sobre la población, pero que pueden poner en peligro
las obras y conducir a determinadas contaminaciones.
(…)
b) Desterritorialización y reterritorialización centrada en la renta petrolera.
Silíceas: las arenas movedizas del fracking
12 de mayo de 2017
Fernando Cabrera*.-
Si una premisa vertebra la lógica de YPF con respecto a los hidrocarburos no
convencionales es la de lograr disminuir permanentemente los costos de la
extracción. Desde mediados de 2014, con la caída del precio internacional del
crudo, ese objetivo se volvió prioritario.
Según un relevamiento que
realizó el periodista especializado Nicolás Gandini, YPF logró reducir un 40 %
sus costos desde que comenzó a ser notable el bajo precio del barril. Según
explica, la clave es la disminución del tiempo en la realización de cada pozo.
En agosto de 2016 un pozo de shale
oil con una rama
horizontal con 18 fracturas demoraba 25,5 días promedio y costaba USD 9,9
millones. Mientras que en 2014, un pozo horizontal de entre 10 y 12 fracturas
tardaba 41 días e insumía USD 16,6 millones (EIO, 29/08/2016).
Al respecto, YPF
informaba en 2013 que un tercio del costo de cada fractura era por la arena,
que se importaba casi en su totalidad y su transporte la encarecía
considerablemente. El economista Julio Ibañez de la Universidad Nacional de la
Patagonia San Juan Bosco indicó que en 2016 ha aumentado mucho la compra de
arena local. “El mayor productor
nacional de arenas es Entre Ríos, que hoy provee algo así como el 50 % de las
que utiliza la explotación”, señaló en una exposición realizada
en el marco del “Ateneo de Economía” que sostienen desde el Departamento de
Economía de la sureña universidad. En la costa del Paraná, en las inmediaciones
de la localidad Aldea Brasilera, una subsidiaria de Ferrum, Cristamine, es la
principal compañía del rubro. Recientemente también ha habido anuncios sobre la
posibilidad de extraer la arena de sílice en Gualeguay (Radio Nacional,
07/10/2016). En cuanto a la importación, el especialista indicó que el agente
sostén proviene fundamentalmente de China, Estados Unidos y Brasil.
Tras la parcial expropiación de
YPF, el país importaba arena para fractura por unos USD 500 millones. El
proyecto de extracción en Chubut, sumado a la planta de Añelo, en la que YPF
invirtió USD 150 millones (La Nación,
17/04/2015), pretendía sustituir una parte considerable de esas importaciones,
con un consecuente efecto positivo en la balanza comercial. Según cifras de YPF,
la fabricación local del insumo reduciría alrededor de un 40 % su valor, lo que
le permitiría disminuir en por lo menos un 10 % el costo necesario para la
realización de un pozo. Según el análisis de Gandini ese objetivo se cumplió ya
que, como resultado de la utilización de arena de origen nacional procesada en
la planta de tratamiento construida por YPF en Añelo, el costo por etapa de
fractura descendió de USD 600 mil en 2014 a USD 400 mil en 2015, y se redujo
hasta los USD 300 mil en el segundo trimestre de 2016 (EIO, 29/08/2016).
“El shale es
arena dependiente”
La fractura hidráulica es un
método de extracción de hidrocarburos más agresivo que el que se utiliza en los
yacimientos convencionales. Consiste en realizar perforaciones verticales y
horizontales en las que se introducen a presión millones de litros de agua,
químicos y arenas. Ese compuesto
resquebraja las rocas del subsuelo y, cuando el líquido se retira, la arena
impide que las grietas vuelvan a cerrarse, lo que permite que
los fluidos migren hacia la superficie de forma sostenida.
Por el objetivo que poseen, el
sector hidrocarburífero denomina “agente sostén” a tres componentes: arena
natural, resinada y cerámicos artificiales que soportan mayores presiones. Si
bien las cantidades son variables se
estima en 1500 toneladas lo que se inyecta en cada pozo y se ha comprobado que a
mayor cantidad se obtienen mejores rendimientos. Un camión
estándar puede cargar unas 30 toneladas, es decir que se necesitan
aproximadamente 50 para cada pozo. Por estas condiciones es que Ibañez resalta
que “el shale es
arena dependiente”.
La planta de Chubut
En abril de 2015, YPF lanzó su
Plan Nacional de Arenas, proyectando una cantera y planta de clasificación en
las inmediaciones de los ejidos comunales de las localidades de 28 de Julio y
Dolavon, Chubut. La planta tendría una capacidad de procesamiento anual de 500
mil toneladas. Lo necesario para realizar unos 330 pozos. Una vez clasificada,
la arena sería transportada 940 kilómetros hasta otra planta de tratamiento de
la compañía ubicada en Añelo.
Antes de los anuncios, la
compañía parcialmente estatizada ya había dado pasos fundamentales para el
proyecto. En diciembre de 2013 creó Cimsa, especializada en explotar canteras de
arenas para fracking,
y adquirió los campos de arenas silíceas en Chubut. Seis canteras esperaban la
aprobación del Ministerio de Ambiente de esa provincia: Yatén, Pitu, Betina, El
Holandés, Apacheta y El Gauchito, todas bajo dominio de Cimsa (El
Chubut, 20/11/2014).
Más allá de anuncios, hasta la
fecha YPF no ha avanzado en la concreción del proyecto. Tanto el intendente del
municipio de 28 de Julio, Omar Burgoa, como el secretario de gobierno de
Dolavon, Guillermo Araneda, y el referente del Foro Social Ambiental de Trelew,
Pablo Lada, coinciden en que YPF todavía no está trabajando en las canteras. No
obstante, otro grupo empresario comenzó con la extracción.
Este es el
Grupo Arenas Patagónicas, que está obteniendo arena en las inmediaciones del
ejido de 28 de Julio y realizando el lavado y la separación en Dolavon antes de
enviarla en camiones hacia el noroeste patagónico. El grupo
empresario está conformado por Transportes Rada Tilly S.A., del chubutense
Carlos Peralta, y Shale Kompass Srl, cuyo principal socio es el exministro de
Energía de Neuquén Guillermo Coco (Boletín Oficial de Neuquén, 26/02/2016).
Según explica la página web del Grupo, la compañía de Peralta está encargada “de
la extracción y la manufactura de las arenas para fractura hidráulica” y la de
Coco es la “responsable de la comercialización de las arenas de fractura”.
La planta de procesamiento de
arenas silíceas inició su funcionamiento a comienzos de 2016, cuando YPF realizó
un pedido de 25 mil toneladas ya que Entre Ríos, que hasta la fecha había sido
su principal proveedor nacional, había sufrido una fuerte inundación. La
construcción de la planta en Dolavon implicó $ 32 millones de inversión. En esa
primer venta facturaron $ 70 millones.
El informe ambiental de la
planta de procesamiento, fechado en septiembre de 2014, define en términos
generales en qué consisten las tareas que se realizan allí. Precisa que la
planta está destinada al tratamiento de arena silícea procedente de la cantera
“La Picada”. Desde allí para llegar a la planta se debe recorrer 79 km de ripio
consolidado por la ruta provincial 40 en sentido sureste hasta la ruta nacional
25. Luego se recorren 6,5 km por esa vía hasta acceder a la planta. En total la
distancia suma 85,5 km. Nada se dice en torno a cómo será trasladado el material
desde la planta a los pozos.
En el informe ambiental se
define que la planta busca “mejorar las propiedades de la arena natural,
principalmente mediante el ajuste de la distribución de tamaño de grano, a
través de la eliminación de material de menor y gran tamaño y de impurezas en la
arena o de las superficies de los granos de arena individuales, siendo para ello
el lavado, secado y clasificación el método más simple y económico. (…) Por ser
el yacimiento de origen un depósito muy puro con un contenido de sílice, SiO2,
superior al 90 %, con presencia de arcillas (…), la clasificación, secado y el
lavado resultan suficientes para producir arena cuya calidad reúna las
especificaciones que requieren las distintas aplicaciones que la arena silícea
tiene en el mercado nacional” (Transporte Rada Tilly, 09/2014: 48 y 49).
La planta elabora tres productos
básicos: arena de sobretamaño, arena fina y arena ultrafina. Sus instalaciones
fueron diseñadas para procesar 70 toneladas por hora de material bruto. Al
trabajar un turno diario de ocho horas, genera 12.320 toneladas mensuales.
Luego de enumerar los impactos y proponer mecanismos de mitigación, el informe concluye que “ninguno de los potenciales impactos negativos identificados para la obra son limitantes o restrictivos para la ejecución del proyecto, por lo que resulta ambientalmente viable siempre y cuando se cumplan estrictamente todas las medidas de mitigación indicadas (…) se realicen las actividades de monitoreo sobre las variables ambientales afectadas” (Transporte Rada Tilly, 09/2014: 7).
El informe explicita los precios
de la arena según los usos. Informa que la destinada parafracking varía
entre $ 3000 y $ 5000 la tonelada. Otros usos de esa arena, como la
construcción, paga $ 100 la tonelada, en tanto los valores para la industria del
vidrio coloreado, la cerámica, los refractarios y la metalurgia varían entre $
1350 y $ 2000.
Además, el informe enumera
distintas justificaciones para la realización de la planta. La empresa obtendrá
rentabilidad, la provincia y el municipio de Dolavon lograrán la creación de
puestos de trabajo, el efecto multiplicador de la industria en el contexto local
y el aumento de los aportes tributarios de las actividades existentes. Para el
Estado Nacional, conjuntamente con los beneficios sociales e impositivos que se
producen a partir de la producción, se destaca la sustitución de importaciones.
La renta y los impactos
ambientales
La principal discusión que se ha
desarrollado públicamente en Chubut en torno a las arenas se vincula con la
obtención de la renta que esa producción generará. Varios
referentes políticos de Chubut se mostraron contrarios a la propuesta de YPF de
procesar la arena en Neuquén. Pretendían,
en cambio, que se realizara en su provincia.Por ese motivo,
todavía en la gestión kirchnerista YPF convocó a una reunión en Trelew y con la
presencia de varios de sus ingenieros intentó argumentar en pos del proyecto. El
intendente de 28 de Julio, Omar Burgoa, pese a ser parte del Frente para la
Victoria, que impulsaba el accionar de YPF, cuestionó duramente aquella visita.
“La gente de YPF básicamente dijo que no teníamos que joder. Ellos vinieron a
que nos calláramos la boca porque estábamos entorpeciendo el desarrollo
nacional. Con una altanería enorme, con una falta de tacto total. Yo les dije
que no estaban en Comodoro Rivadavia. Acá no hay cuatro generaciones de
petroleros que veneren a YPF. Entiendo que el petróleo no lo sacamos de acá,
pero también entiendo que si ellos van a sacar el petróleo en Neuquén lo van a
hacer con la arena nuestra. Yo no voy a permitir el saqueo de un recurso no
renovable gratuitamente”, sostuvo el jefe comunal (entrevista, 20/09/2016).
Más allá de las manifestaciones
y explicaciones ofrecidas por los representantes de la petrolera, el entonces
gobernador Martin Buzzi, quien también estaba alineado con el gobierno nacional,
advirtió que “si la explicación [desde YPF] no conforma tendrán que mejorar el
proyecto”. Puntualizó que “cualquier proyecto que funcione en nuestra tierra
tiene que tener sustentabilidad ambiental, social y que la gente diga que un
proyecto vale la pena” (La Jornada,
17/05/2015). Por aquel entonces, Mario Das Neves, quien actualmente es
gobernador, que en ese tiempo era diputado nacional y es desde hace años uno de
los políticos más influyentes de la provincia, coincidió en el reclamo de que la
industrialización se realice en territorio chubutense (Diario
Crónica, 06/07/2015).
Contrariamente, el por entonces
representante de Chubut en el directorio de YPF, Jorge Gil, fundamentó la no
instalación de la planta de procesamiento de arena en esa provincia. “Lavar aquí
sería agregar impurezas que luego tendrán que ser nuevamente quitadas. Además,
sobre los 80 puestos de trabajo que demanda el proyecto, el lavado hubiera
significado sumar solamente 15 puestos, es decir que no habría un gran impacto.
No opusimos resistencia a este punto, porque hubiera significado hacer inviable
el proyecto” (Suplemento Desarrollo, 20/05/2015).
En esa entrevista, Gil minimizó
la posible industrialización que generaría instalar una planta de arena en
Chubut. “Son proyectos que no requieren industrialización, hay un zarandeo y
clasificación de los granos por su tamaño (…) Este proceso, por razones de que
es necesario mantener la calidad, hay que hacerlo cerca de los centros de
utilización del proceso de perforación del pozo y esto es Vaca Muerta”, propuso.
Otro de los puntos que se
dirime entre YPF y la gobernación de Chubut en torno a la renta obtenida por la
extracción de arena consiste en definir, precisamente, cuál de las categorías
del Código de Minería enmarca este tipo de proyecto. La primera categoría define
a los minerales cuya titularidad le pertenece al Estado y por lo tanto por su
extracción debe abonarse una regalía, por ejemplo oro, plata, platino, mercurio,
entre otros. La tercera, en cambio, deja la titularidad en cabeza de quien
declara el descubrimiento (así inscribieron el yacimiento tanto YPF como Arenas
Patagónicas) por lo que se paga un canon mínimo, el mismo que la arena utilizada
para construcción.
Mientras hay una cantera en funcionamiento que fue inscripta como de tercera categoría, este debate continúa abierto. Todos los consultados para este informe coincidieron en la previsión de que la extracción de arena silícea sería finalmente entendida como una explotación de tercera categoría.
Otra de las críticas tiene que
ver con los puestos de trabajo que genera la planta. El secretario de producción
del municipio de Dolavon, Gustavo Quezada, estimó que en el lugar trabajan unas
45 personas, de las cuales únicamente 18 son de la localidad. “Se genera una
expectativa de que van a absorber una gran parte de la demanda laboral y esto no
sucede como se espera”, sostuvo.
Finalmente se encuentran las críticas desde la perspectiva socioambiental. El referente del Foro Ambiental Social de Trelew, Pablo Lada, enumeró los cuestionamientos socioambientales de la iniciativa. “Nuestra primera preocupación es que la arena es parafracking”, dijo, y explicó que eso genera en la zona donde se extrae innumerables problemas. También anticipó que si el precio internacional del barril de petróleo sube, la explotación mediante esta técnica se va a profundizar. Les preocupa esa posibilidad teniendo en cuenta lo sucedido en los estados de EE. UU. como Wisconsin o Minnesota, donde las canteras de arena destruyeron valles productivos similares a los del río Chubut.
Más allá de ese cuestionamiento
general, Lada indicó dos preocupaciones puntuales en torno a la planta ya
instalada vinculadas con la salud pública. “Una es el tamaño de las partículas,
que es 2.5 micrones, más chiquitas que un pelo, y que provoca silicosis. Eso
está totalmente estudiado y ellos lo reconocen pero como un problema de índole
laboral, que ocurre en cualquier planta que maneje con este tipo de particulado.
Y explican cómo se solucionaría este problema: echando agua para que las
partículas no vuelen”, expuso con sarcasmo. Además, señaló que hay fotos de la
planta donde los operarios están sin mascarillas, que es una medida de seguridad
mínima en este tipo de emprendimiento.
Pero indicó que el problema
trasciende el ámbito laboral. “En Wisconsin es tal el volumen de arenas que el
particulado se encuentra fuera de las plantas. El viento patagónico es muy
fuerte y estas arenas al ingresar a los pulmones generan silicosis y cáncer”,
advirtió sobre el riesgo de la planta en relación a la población.
Los antecedentes y estudios científicos que provienen de Norteamérica son taxativos en cuanto a la peligrosidad de las arenas de sílice en términos de salud laboral en torno a quienes residen en las inmediaciones de los lugares donde se alojan estas arenas. Como señala el compendio de investigaciones científicas realizado por el Concerned Health Professionals of New York y Physicians for Social Responsibility, “las familias que viven cerca de donde se extrae arena industrial informaron que su salud se ha visto comprometida por el desarrollo de la mina de arena y están preocupadas porque las empresas no están monitoreando correctamente sus lugares de extracción” (2015: 96).Por otro lado, Lada señaló otro problema que no está mencionado en el informe ambiental: “La poliacrilamida es usada como un floculante en el lavado de la arena. Y no está mencionada en el Informe. La poliacrilamida tiene un componente que es la acrilamida que es nefasta, muy tóxica: en pequeñas proporciones, tan chiquitas que prácticamente no hay máquinas para medirla, es un poderoso neurotóxico. En proporciones ínfimas ya es tóxico. Cuando se calienta la poliacrilamida, y en el proceso de lavado se calienta, aparece la acrilamida”, explicó con preocupación.
Los millones de toneladas de
arena, que deben recorrer miles de kilómetros para explotar Vaca Muerta, y que
implican un porcentaje importante del gasto en cada pozo, se convierten en otras
de las aristas nodales del megaproyecto.
Algo que a primera vista podría parece inocuo, como la
arena, extraído en estas dimensiones y con estos fines, también puede generar
altos impactos económicos, sociales y ambientales.
* Una versión anterior de este informe fue publicado en
“Externalidad del megaproyecto Vaca Muerta” que se terminó de escribir en
diciembre de 2016. Desde entonces, han sucedido dos novedades importantes sobre
el tema. La primera es que YPF
se comprometió a conformar una Unión
Transitoria de Empresas (UTE) con la provincia de Chubut para
explotar las arenas y la segunda es que los mayores costos de la extracción en
Chubut, hicieron que ante un mejor condición climática en Entre Ríos, YPF
volviera a adquirir el insumo en esa provincia
Mesopotámica.
Fuentes
y bibliografía
Entrevistas
Fuente: ww.opsur.org.ar/blog/2017/05/12/siliceas-las-arenas-movedizas-del-fracking/
c) Desastre social y ambiental:
Los
derrames de Vaca Muerta
20 de
noviembre de 2018
Por
Página12
El Observatorio Petrolero
Sur denuncia que se está produciendo “un desastre ambiental y social”. Los
derrames provocan graves perjuicios a los productores de frutas. Las Naciones
Unidas mostraron su preocupación.
“Fracking seguro” y “Vaca
Muerta no va a contaminar” fueron los eslogan empresario y mediático en 2013,
cuando comenzó a explotarse la formación petrolera Vaca Muerta (Neuquén). La
técnica (llamada “fractura hidráulica”) era ya muy cuestionada en el mundo por
sus impactos ambientales. A cinco años del acuerdo YPF-Chevron que dio inicio a
la explotación, se cumplió lo que alertaban comunidades mapuches y
organizaciones socioambientales: decenas de derrames, explosión de pozos e
incendios. La provincia reconoce que se producen dos derrames por día y Naciones
Unidas llamó a detener Vaca Muerta.
El 19 de octubre se produjo un
derrame de petróleo que afectó entre 40 y 80 hectáreas. Se trató de un pozo de
YPF y Schlumberger (multinacional estadounidense) en Bandurria Sur (a once
kilómetros de Añelo) que estuvo 36 horas fuera de control. El hecho se conoció
porque fue difundido por los propios trabajadores. El subsecretario de Ambiente
de Neuquén, Juan de Dios Lucchelli, señaló que fueron “algunas hectáreas”. YPF
reconoció, diez días después del desastre, que fueron 47 hectáreas. Las
organizaciones Greenpeace y FARN (Fundación Ambiente y Recursos Naturales)
mediante imágenes satelitales advirtieron que se trataba de al menos 80
hectáreas.
El último derrame de YPF es sólo
una muestra de algo mayor: en la cuenca neuquina se produce un promedio de dos
derrames por día. Publicado
por el periodista Matías del Pozzi (en el Diario Río Negro), en los últimos
cuatro años las petroleras admitieron 3368 “incidentes ambientales”, eufemismo
de las empresas y el Gobierno para los hechos de contaminación.
En base a información oficial
de la Secretaría de Ambiente de Neuquén se detalla que en sólo diez meses de
2018 (enero a octubre) se registraron 934 hechos de contaminación. En 2017
fueron 703, en 2016 se trató de 868 y en 2015 fueron 863.
El
Observatorio Petrolero Sur (Opsur) es un espacio de referencia en la
investigación del accionar de las petroleras y sus impactos. “En Vaca Muerta se
está produciendo un desastre ambiental y social. De continuar la explotación
será aún peor y no afecta sólo a quienes viven allí, la contaminación del aire y
el agua nos llegará a todos”, afirmó Fernando Cabrera, del Opsur. Recordó que en
el derrame de YPF-Schlumberger no dieron información oficial durante diez días.
“Estos eventos se producen porque son los propios vecinos, campesinos o
trabajadores los que denuncian. Otra muestra de que no se puede confiar en
empresas ni en los gobiernos”, destacó.
Un relevamiento del Enlace por
la Justicia Energética y Socioambiental (integrado por Opsur y Taller
Ecologista) precisó los hechos graves de petroleras en la localidad rionegrina
de Allen (donde la avanzada petrolera perjudica a los tradicionales productores
de frutas de la región). Entre marzo de 2014 y enero de 2018 hubo al menos
catorce hechos que desmienten el “fracking seguro”: explosión de pozos,
incendios con llamas de hasta 15 metros de altura, derrames en zonas de
producción de peras, roturas de canales de riego y 240 mil litros de agua tóxica
derramada sobre chacras, entre otros.
La Confederación Mapuche de
Neuquén (que cuestiona la avanzada petrolera desde hace más de veinte años),
organismos de derechos humanos y la Asociación de Abogados Ambientalista
presentaron una denuncia penal enmarcada en la Ley de Residuos Peligrosos (para
las empresas) y “abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de
funcionario público” para las autoridades ambientales de la Provincia. La
Confederación recordó que ya realizó cinco denuncias por hechos graves de
contaminación y por la falta de acción de los funcionarios del Gobierno. También
responsabilizaron al Poder Judicial por la falta de avance en las causas.
El
Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) de Naciones Unidas
emitió en octubre su “Cuarto Informe Periódico de Argentina”. Remarcó los
impactos negativos de Vaca Muerta y resaltó su preocupación para su incidencia
en el clima mundial. “La explotación total de todas las reservas de gas de
esquisto (de Vaca Muerta) consumiría un porcentaje significativo del presupuesto
mundial de carbono para alcanzar el objetivo de un calentamiento de 1,5 grados,
estipulado en el Acuerdo de París”. Y recomendó “reconsiderar la explotación a
gran escala de combustibles fósiles no convencionales mediante el fracking en la
región de Vaca Muerta” para garantizar el cumplimiento de los compromisos
climáticos asumidos por el Estado argentino.
El Comité de la ONU también
alertó que no se evaluaron correctamente los impactos negativos del fracking y
afirmó que no se consultó adecuadamente a las comunidades locales.
El Panel Intergubernamental de
Cambio Climático (IPCC) había emitido, dos semanas antes, un informe con tono
advertencia: si la temperatura del planeta sigue en aumento y supera el 1,5
grados para 2030 se producirán “impactos catastróficos” en la vida de las
personas y el medioambiente. Para alcanzar el objetivo (para 2030) se debe
reducir a la mitad el uso de petróleo y el de gas a un tercio. La explotación de
Vaca Muerta va en sentido opuesto.
En Vaca Muerta están presente, además de YPF y Chevron, las grandes
multinacionales Shell, Wintershall, ExxonMobil, Total, PAEG (Bulgheroni, CNNOC,
BP), Equinor, Schlumberger, Pluspetrol, Pampa Energía y Mercuria.
Observemos
que Vaca Muerta tampoco es futuro promisorio, como el kirchnerismo y
el macrismo alardearon en sus respectivos momentos, respecto a la renta
petrolera.
Ya nada será
igual
Venezuela y la
crisis de
la civilización petrolera
30 de mayo de 2018
Por
Emiliano Teran
Mantovani
(Aporrea)
Consumadas ya
las elecciones presidenciales, es necesario nuevamente subrayarlo:
independientemente de cuánto tiempo dure Nicolás Maduro como primer mandatario;
independientemente de si las élites que gobiernen en los próximos meses o años,
sean militares, empresarios, derechas, izquierdas, populistas, tecnócratas,
socialistas, neoliberales, blancos, azules o rojos; finalmente todos tienen y
tendrán que enfrentar al desmoronamiento de los viejos pilares de una economía,
una sociedad, una nación que fueron construidas en torno a un petróleo altamente
rentable, fluido, abundante y estable. Eso está llegando a su fin.
Y si sirve la
metáfora del Titanic para pensar nuestro rumbo actual, entonces agreguemos que
en nuestro caso el barco no navega en aguas tranquilas (como aquel), sino que
está siendo sacudido por la tormenta de la crisis energética global.
Todo es
parte del mismo proceso mundial. Si usted está buscando una de las más claras
expresiones de la crisis de la
civilización petrolera, pues ponga sus ojos en Venezuela.
¿A
qué nos enfrentamos?
a) No
estamos en capacidad de predecir el rumbo de los precios internacionales del
crudo:
Durante el boom de precios del petróleo en la década pasada, e
incluso con el repunte que se dio después de la debacle de 2009, numerosos
analistas planteaban que estos marcadores se mantendrían altos, debido a las
necesidades de elevados ingresos para cubrir los costosos proyectos de
hidrocarburos no convencionales que venían en auge –tales como los petróleos de
esquisto o las arenas bituminosas–, mientras que los crudos más rentables
aprovechaban la renta diferencial.
Este fue uno de los principales argumentos sostenidos por analistas, asesores y propagandistas para justificar las alucinantes metas de extracción petrolera para la Venezuela del futuro (recordemos los 6 millones de barriles diarios para 2021, basado principalmente en 4 millones sólo en la Faja Petrolífera del Orinoco - FPO), lo cual sería la base para llevarnos a ser una “Potencia Energética Mundial”.
Lo que
planteamos no es una tajante afirmación de que el petróleo se mantendrá en
valores discretos, o bien afirmar, ahora que vienen subiendo los precios, que
logrará mantenerse en niveles altos, sino
que la propia volatilidad se está convirtiendo en la normalidad.
Si la economía venezolana depende completamente del petróleo –y esto también es
el resultado de haber orientado una política de expansión del extractivismo–
esto implica que el propio proyecto político y la estabilidad social se
volatilizan con el vaivén desenfrenado de los precios del crudo.
b) Un
horizonte extra-pesado: chicos, el negocio ya no es tan rentable como antes: el
progresivo declive de los crudos convencionales de las cuencas petroleras
tradicionales, junto con particulares intereses en el desarrollo de la FPO nos
han llevado a que la actual composición de los crudos extraídos en Venezuela
sean ya en su mayoría pesados y extra-pesados (casi el 60% del total).
Es necesario
recordar que este tipo de hidrocarburos son los más difíciles de extraer,
difíciles de procesar, por tanto más caros, generan mayores impactos
socio-ambientales, requieren mayores niveles de energía por unidad extraída y
procesada, y en general son económicamente menos rentables y representan
inversiones más inestables.
Lo que nos parece más significativo de este asunto, es que el problema va más allá del propio negocio petrolero y la salud económica de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Por el enorme significado que tiene esta industria para el país, estamos hablando de una afectación estructural de la rentabilidad del factor dinamizador por excelencia de la economía nacional, y por tanto un límite histórico del modelo de acumulación dominante, del capitalismo rentístico. Esto, además, impacta determinantemente en las estructuras de poder construidas en torno al Petro-Estado e incluso en todas las instituciones sociales, políticas y económicas alimentadas por la renta petrolera.
Basado en estos y otros factores, en el libro ‘El
fantasma de la Gran Venezuela’
propusimos en su
momento una crítica al proyecto de la FPO y sus dimensiones faraónicas, debido a
la sensible relación entre el enorme nivel de inversión requerida en pocos años
–más de 240 mil millones US$–, los límites del modelo de acumulación y gestión
centralizada del Petro-Estado, la inestabilidad y financiarización del mercado
petrolero internacional y los peligros de potenciar un nuevo ciclo de
endeudamiento público (externo) y posterior proceso de acumulación por
desposesión. Todo esto en el marco de un proyecto país de proyección de mediano
y largo plazo, basado en una alta concentración del rol de los sectores
extractivos (más extractivismo). Hasta ahora las tendencias han apuntado
dramáticamente hacia la agudización de estos procesos críticos señalados.
No bastará la
contra-propuesta de los tecnócratas que anuncian que el problema se resuelve
re-organizando la industria sobre la base únicamente de criterios de eficiencia
y rentabilidad.
El petróleo es un asunto político, en la medida en la que ha sido
la base material de la gobernabilidad en la Venezuela contemporánea, el factor
posibilitante del sueño de riqueza y progreso nacional. Así que en realidad, al
volver a plantear que el trozo de la torta para la población debe ser más
pequeño, reavivará viejos conflictos, atizará los actuales y creará otros
nuevos.
c) Se
modifica el mapa de actores en el mercado energético mundial: es
importante recordar el rol internacional que desde décadas atrás ha jugado
Venezuela, por ejemplo, en el nacimiento de la OPEP en 1960. Su influencia
internacional contemporánea ha estado fundamentalmente determinada por su papel
como un importante exportador de crudos y su capacidad de construir coaliciones
geopolíticas en torno al petróleo. En este sentido,
conviene resaltar
dos factores:
el primero, es que la afectación estructural del proceso de
acumulación de capital doméstico tiene impacto en el rol político del Petro-Estado
venezolano y por tanto afecta su influencia internacional y su capacidad de
negociación (elemento muy estudiado por Bernard Mommer en ‘La cuestión
petrolera’). El segundo factor, es que los cambios en el mercado energético
internacional han modificado el conjunto de los grupos y bloques de poder que se
configuran en torno a los hidrocarburos, resaltando la pérdida de influencia
geopolítica de la OPEP, el crecimiento de algunos grandes productores no-OPEP a
partir de sus reservas no convencionales (como los mismos Estados Unidos) o el
incremento de la importancia de los sectores financieros en el negocio.
d) No
estamos en capacidad de saber cómo se comportará la brecha entre oferta y
demanda mundial de crudos en el futuro: Uno
de los factores clave de la crisis energética global es la brecha que se va
configurando entre la demanda y la oferta mundial de crudos. La demanda se
proyecta en los próximos años a un incremento en términos absolutos y por las
crecientes necesidades de energía es claro que tiene una base que a pesar de los
factores de crisis y volatilidad se mantiene invariable.
Mientras tanto el
mantenimiento de la oferta se enfrenta no sólo a las limitaciones
físico-geológicas del declive de las fuentes convencionales, sino también a
crecientes necesidades de inversión para mantener el ritmo expansivo de la
demanda.
Dichas
inversiones se ven limitadas o ralentizadas por la crisis económica global, la
volatilidad de los precios de los hidrocarburos y las tendencias anuales al
incremento de los costos de producción de los crudos a nivel mundial. La brecha
entre demanda y la oferta podría crecer. Esto supone una situación determinante
y excepcional que tiene y tendrá enormes repercusiones en todas las economías
del mundo.
Esto obliga a
re-evaluar el rol relativo del petróleo en un mundo que podría apuntar al
incremento proporcional de la importancia de otro tipo de energías (sin que esto
implique decir que el petróleo deje de ser un commodity de gran importancia).
Las presiones para impulsar políticas ante el agravamiento del cambio climático
o las expectativas e iniciativas económicas (oportunidades de negocio) hacia
otros mercados energéticos refuerzan estas tendencias.
Al mismo tiempo,
lo que ocurre en Venezuela (incluyendo la actual debacle de la operatividad de
PDVSA y las cuotas de “producción” diarias) es también expresión de los factores
que provocan este desacoplamiento energético oferta-demanda, y las limitaciones
que va teniendo la propia industria petrolera. Además
hace evidente
una reflexión crítica sobre la viabilidad de las inversiones en la ampliación
del extractivismo en la FPO (ej. tener que competir con crudos convencionales en
un contexto de severa crisis económica global y tendencias al crecimiento
estacionario), y amarrar la economía nacional a este tipo de proyectos.
Mientras tanto,
antes de la actual situación de emergencia para tratar de recuperar anteriores
niveles de “producción” (cuando se mantenían en alrededor de 3 millones de
barriles/día), el Gobierno nacional se ha tambaleado en la esquizofrenia
discursiva de anunciar recortes de la misma para favorecer el incremento de los
precios internacionales –acuerdos con productores mundiales y OPEP–, al tiempo
que declara que el proyecto de la “Venezuela Potencia Energética” se basa en el
incremento de la producción hasta 6 millones de barriles diarios (emulando
además la propuesta neoliberal de los años 90).
e) La
larga crisis del capitalismo rentístico es también una crisis de los propios
mecanismos correctivos del sistema: el
petróleo no sólo ha generado renta; también ha constituido las estructuras de
poder del Petro-Estado, ha formateado las instituciones republicanas, y ha
impactado determinantemente en las esferas societales. Por lo tanto, una crisis
del modelo no es sólo económica: es también sistémica, integral y
multidimensional.
En este sentido, la debacle de los circuitos del negocio
petrolero, y por tanto de los procesos de acumulación, van socavando las propias
capacidades para la captación, centralización y retención de la renta petrolera,
y por tanto la capacidad de respuesta del Petro-Estado (y las élites
gobernantes) para enfrentar la crisis y poner en marcha políticas coherentes
para salir de la misma. Podríamos decir que la historia de Venezuela de los
últimos 40 años es también la de la relación entre la crisis del modelo de
acumulación y la crisis de hegemonía.
Por estas
razones, es imperioso mencionar que el incremento de la conflictividad política
nacional ha potenciado estas dinámicas, llevando la resolución de las crisis al
plano de la confrontación por medidas de fuerza. Las sanciones económicas
impuestas por el Gobierno de los Estados Unidos contra PDVSA y, en general,
bloqueando operaciones financieras con Venezuela, atacan estas vulnerabilidades
descritas, al tiempo que buscan ser detonantes de un colapso de amplia escala.
Es en todo este
marco crítico en el cual la corrupción hace metástasis, y aparece como uno de
los principales mecanismos de captura y distribución de la renta, motorizada por
una relativamente desordenada disputa de intereses particulares para apropiarse
de los excedentes rentísticos. Al mismo tiempo, esta precariedad de la economía
formal, le ha dado cabida a un extraordinario auge de las economías informales.
Estos factores representan la emergencia de múltiples puntos de fuga
fragmentados para confrontar la crisis, que antes que rasgos cooperativos,
parecen ser fundamentalmente competitivos.
f) Ecología
política y economía ecológica del petróleo: los “daños colaterales” del
desarrollo rentista se han vuelto sencillamente insostenibles: la
historia del desarrollo del capitalismo rentístico es también la historia del
progresivo socavamiento de los medios ecológicos de vida de los y las
venezolanas, principalmente al norte del río Orinoco. Esta zona septentrional ha
sido altamente degradada (ej. un 50% de su superficie ha sido deforestada) y la
población va sintiendo cada vez más la sensible precariedad que se ha
establecido en la distribución ecológica (veamos por ejemplo la grave situación
actual del agua). El proyecto de la FPO tendría consecuencias ambientales
devastadoras –como lo explicamos detalladamente en “El Fantasma de la Gran
Venezuela”– y mucho más si los dispositivos para la recuperación de la tasa
media de ganancia apuntan a la radicalización de las externalizaciones
ambientales. Una proyección de mediano y largo plazo de este extractivismo
petrolero es simplemente irrealizable en términos ecológicos y constituye un
salto al vacío.
Buscar
alternativas: las bases materiales de una coalición popular contra-hegemónica
Los nuevos
escenarios del petróleo y los
hidrocarburos marcarán la geopolítica global, los patrones energéticos, y en
especial a las economías estructuradas en torno a los crudos. Marcará a
Venezuela y al propio desenlace de la crisis actual, como ya lo está haciendo en
la actualidad. Debemos prepararnos y tratar de trascender los delirios retóricos
o económicos del extractivismo.
Lamentablemente
los líderes de los principales grupos políticos hacen caso omiso de esta
situación, poniéndonos en una condición sumamente crítica y vulnerable. No es
sólo el gobierno de Nicolás Maduro, sino también los delirios extractivistas que
tuvieran Henrique Capriles Radonski –“Petróleo
para tu progreso”– o Leopoldo López –“Petróleo
en la Mejor
Venezuela”– como modelo de país para el futuro. Todos
comparten la misma receta expansiva.
Preocupa la consciente evasión para generar debates públicos,
inclusivos y verdaderamente vinculantes de temas tan medulares como estos, que
en cambio no se discuten, o se tratan con slogans y superficialidades. También
inquieta la permanente desestimación y omisión de alternativas que surgen desde
diferentes actores políticos y sectores de las organizaciones sociales. Por
ejemplo, las posibilidades de invertir en la recuperación secundaria en pozos
convencionales que aún tienen en promedio una vida de 60 a 70 años, suficiente
tiempo para financiar una transición de modelo; el aprovechamiento de la
capacidad instalada para la producción económica y generación de energía;
relanzamiento productivo de tierras ociosas y el incentivo a las iniciativas
productivas existentes (en vez de ser atacadas); una política fiscal que cargue
a los sectores económicamente más poderosos; entre muchas otras.
Estamos ante una
situación de cambios significativos y esto supone la activación de novedosos
mecanismos políticos, sociales y epistémicos para enfrentarla. Planteamos que,
un camino diferente, productivo, inclusivo y participativo, y ecológicamente
sustentable, no será impulsado desde las élites políticas y económicas del país,
sino que tendrá que venir como propuesta impulsada y peleada desde las bases
sociales, sobre todo las más organizadas.
Sabemos que esta
crisis ha impactado notablemente el campo popular, sus horizontes, sus energías,
sus tejidos, sus esperanzas. No queda más que comenzar a crear a partir de lo
existente, reinventarnos, reencontrar las potencialidades de un pueblo que ha
sabido ocupar las calles por sus demandas, que ha sabido ser torbellino,
enjambre, épica. Pero debemos insistir: necesitamos otros códigos, otros
sentidos comunes, otras valoraciones, otras subjetividades. Esta crisis está
también sostenida por los paradigmas epistémicos y antropológicos de la cultura
del petróleo.
Más allá de la
retórica,
creemos que es posible orientar una coalición popular
contra-hegemónica a partir de dos de los factores materiales fundamentales que
rigen la organización de la vida: la distribución económica y la distribución
ecológica.
Es decir, para nuestro caso, la confluencia entre demandas por
mayor justicia en la distribución de la renta petrolera y las luchas contra el
extractivismo en los territorios.
Respecto a la
primera, creemos que un factor que puede nuclear movilizaciones de grupos muy
diversos tiene que ver con la creación e impulso de una amplia plataforma para
una auditoría de todas las cuentas públicas: asignación de presupuestos y
partidas, inversiones en proyectos, adquisición de deuda pública (en especial la
externa o externalizada), y un largo etcétera. Este tipo de propuesta ha sido
impulsada en otros países y en Venezuela se ha promovido desde organizaciones
como la Plataforma para la Auditoría Pública y Ciudadana y el Capítulo Venezuela
del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM-AYNA). Lo ideal
es lograr formas variadas de participación popular en dichas auditorías, así
como poder impulsar la formalización de mecanismos permanentes de contraloría
social de las cuentas públicas, como los llamados “Gobiernos electrónicos o
“e-gobiernos”.
En relación a la distribución ecológica, es fundamental hacer
visible que la propia existencia y distribución de la renta está determinada por
los diferentes proyectos extractivistas, que suponen impactos territoriales,
socio-ambientales, culturales y, en general, económicos negativos. Esto
supone
vincular directa o indirectamente a las organizaciones y bases movilizadas por
las auditorías públicas con los diferentes conflictos y movilizaciones que se
producen en el país en torno a la defensa de los bienes comunes y de la justicia
ambiental (piénsese en las múltiples protestas por el acceso al agua que se
desarrollan en el país), y poder evidenciar tanto el origen de la cadena de
desigualdades, explotación y pobreza, conocer el conjunto de las injusticias que
genera el modelo de desarrollo, así como la necesidad de una integralidad de las
luchas por la reproducción social de la vida.
Se trata inclusive
de un proceso altamente pedagógico para el propio campo popular, como ha
ocurrido en otros países latinoamericanos en los últimos años, en torno a la
coalición de diversas luchas económicas, políticas y ecológicas.
El Arco Minero del Orinoco, mega-proyecto propuesto por el
Gobierno nacional para enfrentar la crisis estructural del modelo rentista
petrolero, revela tal vez con mayor claridad la confluencia de muchos de los
factores críticos descritos: el impulso de falsas soluciones (salir de la crisis
creada por el modelo extractivista, con más y nuevo extractivismo), la opacidad
de los convenios y acuerdos, el respaldo de la deuda asumida irresponsablemente
con la mercantilización de la naturaleza de nuestros territorios, y los
múltiples impactos socio-ambientales que conllevará el proyecto.
Estos factores materiales son uno de los más sensibles a la
población y constituyen tanto algunas de las urgencias inmediatas para
confrontar la situación con justicia social y ambiental, como la apertura de más
espacios para discutir y confrontar los temas medulares que tienen que ver con
el propio modelo de sociedad que queremos y que no queremos. Es apenas una
propuesta más para empezar a nuclear voluntades.
*Emiliano
Teran Mantovani es sociólogo de la UCV, ecologista político e investigador
asociado al Centro de Estudios para el Desarrollo (CENDES). Participa en el
Grupo Permanente de Trabajo Sobre Alternativas al Desarrollo organizado por la
Fundación Rosa Luxemburgo y es miembro de la Red Oilwatch Latinoamérica.