jueves, 29 de noviembre de 2018

I. Generalicemos la conciencia hacia qué país-mundo  está yendo el capitalismo.

Comprobamos su confrontación 

con 

lo comunitario-popular en las 



disputas de territorios.

Comencemos por situarnos en la actual:

Crisis ecológica. Aprender a vivir

pisando ligeramente sobre la Tierra.
10 de junio de 2008.
Yayo Herrero
Ecologistas en Acción


Un mundo en crisis genera un cambio global
El planeta Tierra es un sistema cerrado. La única aportación externa es la energía del sol (y algún material proporcionado por los meteoritos, tan escaso, que se puede considerar despreciable) Es decir, los materiales que componen el planeta son finitos, y todo lo que se renueva a partir del trabajo de la Naturaleza lo hace con un ritmo parsimonioso en relación a la velocidad que requiere la economía global. Hace ya más de 30 años, el conocido informe Meadows, publicado por el Club de Roma, constataba la evidente inviabilidad del crecimiento permanente de la población y sus consumos. Alertaba de que si no se revertía la tendencia al crecimiento en el uso de bienes naturales, en la contaminación de aguas, tierra y aire, en la degradación de los ecosistemas y en el incremento demográfico, se incurría en el riesgo de llegar a superar los límites del planeta, ya que el crecimiento continuado y exponencial, sólo podía darse en el mundo físico de modo transitorio.

Sin embargo, más de 30 años después, una nueva versión del Informe Meadows1 , o la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio2 revelan que la humanidad ha sobrepasado los límites del planeta y se estima que, aproximadamente, las dos terceras partes de los servicios de la naturaleza se están deteriorando ya. La crisis ambiental se materializa, a nuestro juicio, en una serie de problemas que se encuentran interconectados, se realimentan unos a otros y requieren la misma solución: ajustar con criterios de equidad los sistemas socioeconómicos a las capacidades de la naturaleza.

En primer lugar, nos hallamos ante un calentamiento global, cuyo efecto más divulgado esl el cambio climático. Éste está provocado por un aumento enorme y rapidísimo de la presencia de gases de efecto invernadero en la atmósfera. El cambio climático supone la alteración de las reglas del juego con las que interactúan el mundo físico y el mundo vivo. La subida media de la temperatura está desencadenando un proceso de cambio en cadena que afecta a los regímenes de lluvias, a los vientos, a la producción de las cosechas, a los ritmos de puesta y eclosión de los pollos de algunas aves, a la polinización, a la reproducción de multitud de especies vegetales y animales, etc.

El panorama de cambio se completa si añadimos el aumento de incertidumbre que suponen la proliferación de la industria nuclear, la comercialización de miles de nuevos productos químicos al entorno que interfieren con los intercambios químicos que regulan los sistemas vivos, la liberación de organismos genéticamente modificados cuyos efectos son imprevisibles o la experimentación en biotecnología y nanotecnología cuyas consecuencias se desconocen.

Un segundo elemento relevante es el agotamiento de los recursos naturales. Nos encontramos ante lo que hace años Hubbert denominó el “pico del petróleo”3, es decir ese momento en el cual se ha llegado al momento de extracción máxima. Una vez alcanzado este pico, la extracción comenzaría a declinar declinar. Cada vez se va agrandando más la brecha entre una demanda creciente y unas reservas que se agotan y cuya dificultad y coste de extracción aumenta. Hoy día no existe ninguna alternativa limpia viable que dé respuesta a las exigencias de un modelo urbano-agro-industrial, sumamente energívoro, que, además, continúa creciendo4.

La velocidad a la que se están consumiendo los recursos naturales es incompatible con los ritmos que requiere la naturaleza para regenerarlos, por lo que ya ha comenzado a manifestarse la progresiva escasez de otros recursos imprescindibles para la vida como son el agua dulce, los bosques, la pesca, los suelos fértiles, la fauna salvaje o los arrecifes de coral. 

Un tercer problema grave es la pérdida de biodiversidad, que constituye una especie de “seguro de vida para la vida”5. Se afirma que nos encontramos ante la sexta gran extinción masiva, y la primera provocada por una especie, la humana6. Esta pérdida de biodiversidad se acompaña también de una pérdida de diversidad cultural.

La globalización aniquila rápidamente la enorme variedad de comportamentos culturales que la humanidad creó a lo largo de su evolución. La arquitectura vernácula, por ejemplo, aún mantiene un conocimiento que permite calentarse en invierno y refrescarse en verano sin gasto de energía fósil, sin embargo, este tipo de saberes desaparece rápidamente, sin que muchas veces las personas sean conscientes de la gravedad de esta pérdida.  Además, esta situación se da en un entorno social profundamente desigual.

El mundo se encuentra polarizado entre un Norte rico y consumista y un Sur empobrecido y con dificultades de acceso a los recursos básicos. Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2005 7, 18 países con 460 millones de personas han empeorado su situación con respecto a 1990. En 40% de la población mundial sólo cuenta con el 5% de los ingresos, mientras que el 10% más rico acapara el 54%. El deterioro de los territorios que han habitaban una buena parte de los pueblos del Sur durante miles de años, y de sus condiciones básicas de existencia, ha expulsado a las personas, obligando a unos movimientos migratorios sin precedentes. Muchos pueblos han sido desposeídos de su derecho a permanecer y se ven obligados a seguir la misma ruta que siguen las materias primas y los frutos de los monocultivos que se extraen de los lugares donde antes vivían, el viaje del Sur al Norte.

Además, las desigualdades dentro del propio Norte son también relevantes. Existen bolsas crecientes de pobreza, millones de personas se encuentran paradas y muchas otras no tienen hogar. Las mujeres encargadas en una buena parte del planeta de las tareas que garantizan la subsistencia, sufren la crisis en mayor medida. Tienen más dificultades para acceder a los recursos básicos; las tareas de crianza o cuidados se llevan a cabo con mayor dificultades; sufren en sus cuerpos la violencia de los conflictos bélicos, que en muchos casos esconden luchas por la apropiación de los recursos, y en sus vidas la violencia estructural de la pobreza, la explotación laboral y sexual.8 Paradójicamente, las mujeres, que junto con las poblaciones indígenas, son uno de los grupos más golpeados por esta crisis compleja y polimórfica, han tenido muy poco protagonismo en su desarrollo. A lo largo de la historia el patriarcado, íntimamente asociado al capitalismo en los últimos siglos, ha sometido y explotado a las mujeres y a la Naturaleza, aprovechándose de sus trabajos y sus saberes, a la vez que los invisibilizaba.9
 
Un mundo físicamente limitado que sueña con crecer indefinidamente
Pese a los avances en la concienciación ambiental y a las políticas puestas en práctica, los resultados obtenidos hasta el momento no guardan relación con la gravedad del problema que se pretende afrontar. Seguimos sin afrontar la raíz de la crisis: el conflicto básico entre un planeta Tierra con recursos limitados y finitos y un sistema socioeconómico impulsado por la dinámica de la acumulación del capital que se basa en la expansión continua. Los recursos que los seres humanos utilizamos cada año como fuentes de materiales y energía y como sumideros de residuos superan hace tiempo la producción anual de la tierra. Según el informe Planeta Vivo10, se calcula que a cada persona le corresponden alrededor 1,8 hectáreas de terrenos productivos por persona. Pues bien, la media de consumo mundial supera las 2,2has y este consumo no es homegéneo. Mientras que en muchos países del Sur no se llega a las 0,9, un ciudadano de Estados Unidos consume en promedio 8,6 hectáreas, un canadiense 7,2, y un europeo medio unas 5Has.

El crecimiento económico, basado en un uso creciente de recursos y en una, cada vez más grande, generación de residuos, se perfila, entonces, como un problema a resolver y no como algo que merezca celebrarse. Después de algunas décadas de derroche frenético, se empiezan a observar los efectos “colaterales” de los excesos: desorden climático, guerras por el petróleo, conflictos por el agua, masas de personas empobrecidas abocadas a emigrar, desaparición de especies animales y vegetales, fuertes subidas en los precios de los alimentos que afectan en mayor medida a los más pobres, ciudades contaminadas en las que respirar enferma, un mundo rural envejecido y convertido en un parque temático, personas que pasan una parte importante de su vida en atascos de tráfico, ...

Es momento de evidenciar que la sociedad de crecimiento ha superado sus límites. En el presente, lo que hemos denominado desarrollo se encuentra construido sobre la miseria de muchos seres humanos y sobre el deterioro del entorno del que dependemos, pero además, tal y como evidencia el cálculo de la huella ecológica, no se va a poder sostener en el tiempo, ni siquiera para una buena parte de los sectores más privilegiados. Aunque existen ya innumerables iniciativas ciudadanas que muestran la posibilidad de efectuar una transición hacia otra manera de vivir en el planeta Tierra, es preciso todavía realizar una importante labor de deconstrucción.

Nuestro modelo cultural se apuntala sobre una noción de progreso que se concibe como una proyección lineal que siempre evoluciona a mejor, e identifica bienestar con consumo, mostrando éste como la panacea capaz de resolver todos los problemas.

El cambio de metabolismo de la economía planetaria
Naredo11 pone de manifiesto cómo hasta la llegada de la revolución industrial, los hombres y las mujeres, al igual que el resto del mundo vivo, vivieron de los recursos que proporcionaba la fotosíntesis y de los materiales que encontraban en su entorno más próximo. Los seres humanos aseguraban sus sostenibilidad imitando a la Biosfera. La vida se basaba en el mantenimiento de la diversidad que existía. Todo era objeto de un uso posterior, en una cadena, un ciclo, que aseguraba la renovación de los materiales empleados. Los ritmos de vida eran los marcados por los ciclos de la naturaleza y éstos eran dinamizados por la energía del sol.

Sin embargo, los seres humanos se alejaron del funcionamiento de la biosfera al comenzar a utilizar la energía de origen fósil para acelerar las extracciones y las producciones. La disponibilidad, primero de carbón, y luego de gas natural y petróleo, posibilitó la extensión del transporte horizontal por todo el planeta. Los bosques enterrados 300 millones de años antes permitieron abastecer máquinas, con las que se podían extraer minerales y combustible para alimentar nuevas máquinas, comenzando así una espiral de crecimiento que ha configurado la actual civilización. Este crecimiento masivo e ilimitado, que se apoya en el manejo a gran escala de los stocks de los materiales contenidos en la corteza terrestre, sin devolverlos a su condición inicial de recursos, conduce sin remedio a profundizar el deterioro del patrimonio natural que ha legado la evolución, tanto por la extracción de recursos no renovables, como por la generación de residuos, resultando en el extremo globalmente inviable.

En la actualidad, los estudios de la economía ecológica12 revelan que la intervención humana sobre la corteza de la tierra orientada a la extracción de rocas y minerales supera en importancia a la de cualquier agente geológico, habiéndose convertido la especie humana en el principal agente modelador del relieve de la superficie terrestre. La sostenibilidad de la agricultura tradicional se mantenía gracias a que las extracciones de de minerales del suelo se ajustaban a los ritmos de recuperación, a que los cultivos respetaban las vocaciones productivas de cada suelo y cada clima. Pero hoy, incluso las producciones que tradicionalmente han sido renovables, como la agricultura, la pesca y la explotación forestales están dejando de serlo, ya que la inyección de energía fósil, agua, fertilizantes y las técnicas modernas han conseguido acelerar los ritmos de producción a costa del deterioro de los recursos naturales que habían posibilitado el desarrollo de la fotosíntesis13 .

Las promesas incumplidas de la desmaterialización
A finales de los años 80, en pleno debate sobre las bases materiales de la economía mundial, irrumpió la idea de que, gracias a un progreso tecnológico que aumenta la eficiencia en el uso de los recursos reduciendo la generación de residuos, y a la sustitución de las materias primas por otras más eficaces, era posible presagiar una progresiva independencia del crecimiento económico respecto al consumo de energía y recursos naturales. Este proceso, que desligaba crecimiento y límites, fue denominado desmaterialización de la economía14.

Lamentablemente, tal y como plantea Carpintero15, la realidad no ha acompañado estos augurios optimistas y los costes ambientales de los nuevos procesos de fabricación, así como el aumento de consumo global (efecto rebote) muestran que la necesidad de considerar los límites es cada vez más perentoria.

La tecnología del automóvil, por ejemplo, ha conseguido motores mucho más eficientes en el gasto de combustible, pero ha multiplicado el mismo al venderse muchos más coches y ser de mayor peso. Los esfuerzos tecnológicos para mejorar la eficiencia en el uso de recursos naturales y en la reducción de la contaminación son muy valiosos, sin embargo, no sirven para minimizar el deterioro ecológico, ya que conllevan enormes costes ambientales respecto a los productos a los que sustituyen y generan, en muchos casos, un efecto rebote que transforma la eficiencia y ahorro en un consumo a mayor escala de los productos fabricados.

También podemos observar que, aunque la potencia instalada de energías limpias (eólica, solar, geotérmica, etc) aumenta, no cesa de incrementarse también el consumo de energía fósil. Esto hace plantear a muchos expertos y expertas y a los movimientos sociales vinculados al ecologismo, que la mejora de la ecoeficiencia, siendo fundamental, tiene que ir acompañadas de iniciativas que conduzcan a una reducción neta de la presión sobre los recursos naturales y los servicios ambientales.

El dinero como única medida del valor
Como hemos visto, el cambio en el metabolismo de la economía a nivel global, tiene importantes repercusiones sobre los territorios, pero también sobre las sociedades y sobre el bienestar y la felicidad de las personas. La cultura capitalista otorga valor a los objetos en función de su traducción monetaria. La forma en la que una sociedad define y mide el progreso y la riqueza tiene una gran influencia en la forma en la que esa sociedad se organiza. En el margo de la globalización económica, el progreso se mide por la capacidad que tiene un país de aplicar políticas que acrecienten la escala de su actividad económica en el mercado, mejoren la eficiencia de los factores de producción, se especialicen y se extiendan. Aunque hay otros indicadores, podemos analizar el indicador por excelencia de la riqueza, el Producto Interior Bruto (PIB), que es la fórmula más reconocida para evaluar el comportamiento económico.

Sin embargo, el PIB es un indicador simplificador, que no considera la sostenibilidad, el agotamiento natural o las desigualdades económicas, y que, incluso, puede llegar a contabilizar el deterioro como si fuese riqueza. Por ejemplo, los desastres naturales y humanitarios más trágicos de los últimos años ha pasado desapercibidos en las cifras del PIB. En Sudán, por ejemplo, el PIB per cápita ha subido un 23% en la última década, a pesar de que 600.000 personas sufrieron hambre en 2001, 400.000 personas han muerto y 2,5 millones han sido desplazadas entre 2003 y 2007 por la tragedia de Darfur. También en Sri Lanka, el tsunami que provocó la muerte en 2004 de 36.000 y devastó las infraestructuras litorales, expulsando de sus territorios a millones de personas, no ha afectado a la constante subida del PIB.16

Además, las guerras, las enfermedades o el deterioro ambiental pueden terminar sumando como riqueza en un indicador que sólo considera intercambio monetarios y que está ciego a la destrucción que la causa de estos intercambios puede provocar. Sin embargo, la paz, el aire limpio, los trabajos asociados a los cuidados de las personas mayores y de los niños y niñas que desempeñan las mujeres, el callado trabajo de la fotosíntesis que realizan las plantas o los servicios del regulación del clima que realiza la Naturaleza, siendo imprescindibles para el mantenimiento la vida, son gratis y no cuentan en ningún balance de resultados de nuestro modelo económico17.

Esta manera de contabilizar el progreso ha influido en la consideración de lo que es o no es trabajo, uno elementos básicos en la construcción de los roles de género en Occidente y también en el resto del mundo, dado los fenómenos de globalización económica y cultural. Tal y como planteaba Adam Smith, uno de los padres de la economía neoclásica, si en el mercado operaban los agentes económicos racionales libremente, sin restricciones, a partir de la suma de los egoísmos e individualidades de estos agentes económicos, se conseguía el bien común. La famosa mano invisible del mercado conseguía transformar los millones de egoísmos individuales en el máximo bienestar común.

La fuerza de trabajo de las personas se convierte en una mercancía que se compra y se vende en el mercado de trabajo. Se consideraba que el verdadero trabajo, la verdadera producción, era el trabajo asalariado de los hombres. Por el contrario, muchos de las tareas que históricamente han venido desarrollando las mujeres y la naturaleza no tienen valor monetario ni pueden tenerlo. Muchos trabajos imprescindibles para la vida (parir, alimentar, cuidar, sanar, mejorar semillas y plantas, buscar leña, conseguir agua, apoyar emocionalmente, atender personas ancianas, asistir a personas con discapacidad o diversidad funcional, gestionar el presupuesto y los recursos de la casa en el corto y largo plazo, etc.) no son pagados y por tanto no figuran en ninguna cuenta de resultados, y en una cultura con un sistema económico hipertrofiado, son invisibles.

La mitad de la humanidad, las mujeres, han venido realizando históricamente todas las labores asociadas a la reproducción y los cuidados de los seres humanos, pero para un sistema económico que reduce el valor al precio, el valor de los cuidados, de la armonía vital, de la reproducción y de la alimentación, del cuidado de las personas mayores o dependientes, era algo pasivo, que no produce valor en términos económicos18. La propia definición de población activa define ésta como aquella parte de la población que trabaja para el mercado y no incluye a estudiantes, amas de casa u otros colectivos que no realizan trabajo remunerado. Según esta definición, una persona en edad legal de trabajar que lleva a cabo tareas domésticas en su casa y no recibe remuneración salarial está inactiva.

Algo similar sucede con los trabajos que realiza la naturaleza. La fotosíntesis, el ciclo del carbono, el ciclo del agua, la regeneración de la capa de ozono, la regulación del clima, la creación de biomasa, los vientos o los rayos del sol no tienen precio y, aunque son imprescindibles para vivir, no pueden ser contabilizados y también son invisibles para el mercado. La vida, y la actividad económica como parte de ella, no es posible sin los bienes y servicios que presta el planeta (bienes y servicios limitados y en progresivo deterioro) y sin los trabajos de reproducción social y mantenimiento de la vida, pero la organización social se ha estructurado en torno a los mercados como epicentro mientras la cotidiana, crucial y difícil responsabilidad de mantener la vida reside en la esfera de lo gratuito, de lo invisible, en el espacio de las mujeres y de la naturaleza.

Deuda ecológica y deuda de los cuidados
Desde una perspectiva de género, se pueden establecer paralelismos interesantes entre las problemáticas y propuestas feministas y las ecologistas. La huella ecológica, el indicador que traduce a unidades de superficie lo que un estado o una comunidad consume y los residuos que genera, revela que si todos los habitantes del planeta tuviesen el estilo de vida similar a la media de la ciudadanía española, se necesitarían tres planetas para sostener ese nivel de consumo. Paralelamente, cabría hablar de la huella de los cuidados de las mujeres como indicador que evidencia el desigual impacto que tiene la división sexual del trabajo sobre el mantenimiento y calidad de vida humana. La huella de los cuidados es la relación entre el tiempo, el afecto y la energía amorosa que las personas necesitan para atender a sus necesidades humanas reales (cuidados, seguridad emocional, preparación de los alimentos, tareas asociadas a la reproducción, etc) y las que aportan para garantizar la continuidad de vida humana19. En este sentido, el balance para los hombres sería negativo pues consumen más energías amorosas y cuidadoras para sostener su forma de vida que las que aportan, por ello, desde el feminismo, puede hablarse de deuda de los cuidados, como la deuda que el patriarcado ha contraído con las mujeres de todo el mundo por el trabajo que realizan gratuitamente. Esta deuda es paralela a la deuda ecológica que los países ricos han contraído con los países empobrecidos debido al desigual uso de los recursos y bienes naturales, así como la desigual responsabilidad en el deterioro y destrucción del medio físico.

 
Otro modo de estar en el mundo: aprender a vivir pisando ligeramente sobre la tierra

Hemos visto cómo resulta urgente construir una nueva mirada sobre el mundo. Para ello es preciso realizar una revisión profunda que permita indagar por dónde deben caminar los procesos económicos y sociales para ser compatibles con los ciclos naturales20. Esta revisión debe mostrar que la concepción de progreso que ha mantenido la humanidad está íntimamente ligada al deterior ecológico21; que la velocidad y la lejanía se oponen esencialmente a los tiempos de la vida22; que el individualismo o la propiedad privada no son ”naturales” y que a lo largo de la historia, la naturaleza y los seres humanos, especialmente las mujeres, han desarrollado estrategias colectivas de cooperación23. El cambio de mirada apuntaría a una reducción de la extracción y de los residuos, así como una distribución equitativa intra e intergeneracionalmente como los primeros pasos hacia un nuevo modelo que avance hacia la sostenibilidad. 

Por tanto, teniendo en cuenta que vivimos en un planeta limitado y que nos ha tocado vivirl en el Norte rico, el uso prudente de los recursos naturales, la recuperación de los valores de la austeridad y de la suficiencia a la hora de consumir y la readopción de una cultura que valora aquello que dura y permanece son tareas pendientes de una sociedad que quiera minimizar los impactos de la crisis. Debemos, en definitiva, aprender a vivir bien con menos  La sostenibilidad debe orientarse como una nueva relación con el tiempo24 reconstruyendol las sociedades, la tecnología y las industrias de modo que tengan en cuenta el largo plazo, se acomoden de manera armónica a los ciclos temporales de la biosfera y a los tiempos necesarios para la participación y el consenso.  En el empeño por ajustar los sistemas socioeconómicos a los sistemas naturales, debemos adoptar una cultura solar que imite los procesos de la biosfera. Una sociedad sostenible es aquella que vive del sol y se preocupa por el cierre de los ciclos. El reciclaje, entendido como la vuelta a los ciclos naturales de los materiales, es básico para poder mantener los stocks naturales y por tanto permitir el funcionamiento de los procesos naturales. 

La sostenibilidad se basa en un modelo de cercanía, en el que el transporte sea mínimo yl los productos y recursos que se utilicen sean cercanos. Una economía basada en lo próximo hace que las comunidades sean menos vulnerables y que tengan un mayor control e independencia de las decisiones que se toman en centro de poder lejanos. La futura viabilidad económica debe eventualmente transformarse radicalmente hacia las economías locales bajo sistemas de gobernanza local y regional (subsidiariedad) que resaltan, al máximo posible, la producción local para el consumo local, la propiedad local haciendo uso de la fuerza de trabajo y de materiales locales, en el marco de modelos ecológicos y democráticamente estables25

La sostenibilidad sólo se puede alcanzar en una sociedad que incorpora y da valor a losl saberes y trabajos de las mujeres. Las mujeres por haber estado muy cercanas a las condiciones materiales de subsistencia, han desarrollado trabajos y habilidades que les hacen estar más adaptadas para caminar hacia la sostenibilidad. Al igual que sucede con os trabajos de la Naturaleza, las tareas que han venido desempeñando las mujeres son invisibles en el modelo económico capitalista, ya que no se contabilizan en términos monetarios. La puesta en valor de lo tradicionalmente asociado a lo femenino permite trascender los cimientos patriarcales del mal desarrollo y transformarlos. Permite redefinir la productividad como categoría vinculada a la producción, y no a la destrucción, de la vida. 

La nueva cultura debe celebrar la diversidad de todo lo vivo y superar visiones etnocéntricas que apuntalaron los excesos que han conducido a la crisis ambiental y social. Se puede comprobar que existe una intensa correlación entre los lugares en que reside la mayor diversidad, tanto biológica como lingüística y agroecológica. Existen, por tanto, vínculos que relacionan la diversidad genética, paisajística y cultural. La mayor densidad de bio-socio-diversidad se encuentra en la franja intertropical del planeta. ¿Quiénes son los artífices del mantenimiento de esta diversidad? Son sociedades rurales, indígenas y no occidentales: “los llamados pueblos sin historia” 17 países albergan entre el 70% y 80% de la biodiversidad. 9 países conservan el 54% de las lenguas. Mientras tanto, el 95% de la población del planeta habla 5 idiomas.26

Estos pueblos son guardianes de la memoria sociocultural y por tanto, la nueva ciudadanía debe mirar y aprender de ellos. Como vemos, el camino hacia la sostenibilidad implica “librarse de un modelo de desarrollo” 27 que antepone la obtención de beneficios al mantenimiento de la vida. En este sentido, la resistencia de las mujeres y de los pueblos indígenas, son referencia obligada. Los procesos de reflexión y movilización política que tratan de involucrar al conjunto de la sociedad proporcionan una ventana para soñar e inventar un modelo de organización social y económica que encare la crisis que ha causado vivir de espaldas a la Naturaleza y al resto de las personas.
 Bibliografía (…)

 
Constatamos que el capitalismo local se desarrolla mediante ecocidios-genocidios. Durante el boom de los commodities la más extensa desertificación, en todos los sentidos del concepto, se debió ante todo al sistema global de agronegocios cuyo paradigma es el monocultivo de soja transgénica. Con la recuperación parcial de YPF, la designación de Galuccio como su ceo y la ley Chevron (una de las pruebas sobre la corrupción de Cristina Fernández de Kirchner) se reterritorializa Argentina a favor de extraer hidrocarburos no convencionales en la formación geológica denominada Vaca Muerta mediante fracking. Consideremos:
 
 

a) Problemas derivados de su utilización


Fracturación hidraúlica (Fracking)


Por Gonzalo Ruiz Fornells
Alumno de 3º ESO del Colegio SAN LUIS GONZAGA, Majadahonda

(…)Problemas derivados de su utilización
La utilización de la fracturación hidráulica acarrea importantes problemas, que hace que tenga numerosos detractores. Son sobre todo inconvenientes de tipo medioambiental y problemas para la salud humana. Los principales son los siguientes:

Grandes necesidades de agua

El fracking utiliza grandes volúmenes de agua, lo que tiene un coste medioambiental elevado. Para fracturar un pozo se necesitan entre 9.000 y 29.000 metros cúbicos de agua, por lo que una plataforma tipo de seis pozos necesita unos 54.000 a 174.000 metros cúbicos. Estas grandes cantidades de agua deben estar almacenadas cerca del pozo, ya que la operación de fractura de cada pozo dura entre dos y cinco días y el agua tiene que estar disponible.


Contaminación de las aguas subterráneas

El fluido de retorno del fracking contiene las sustancias químicas utilizadas en el fluido de fractura, además de metales pesados y sustancias radiactivas como radón, radio o uranio, que retornan a la superficie. Si existen accidentes o malas prácticas podrían liberarse de forma incontrolada y contaminar las aguas subterráneas, teniendo sobre las personas efectos potencialmente cancerígenos.

Por otro lado, entre un 15% y un 80% del fluido que se inyecta vuelve a la superficie como agua de retorno y el resto se queda bajo tierra, conteniendo aditivos de la fractura y sus productos de transformación.
En algunos casos las aguas residuales de retorno son mínimamente procesadas antes de ser vertidas a las aguas que alimentan los suministros públicos, y a veces son retenidas en los estanques que más tarde pueden verter estos productos químicos al medio ambiente.

 

Contaminación atmosférica
Las fugas en los pozos de gas y en las tuberías también pueden contribuir a la contaminación del aire y a aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, algunos estudios apuntan a que se ha registrado benceno, un agente cancerígeno, en el vapor que sale de los pozos de evaporación, donde a menudo se almacenan las aguas residuales.

 

Contaminación acústica y paisajística
Una plataforma de seis pozos requiere entre ocho y doce meses de perforación continua. También se necesitan alrededor de 5.000 viajes en camión para la construcción de una plataforma. Además, el paso diario de camiones y otros transportes que requiere la explotación de los pozos provoca una alta contaminación acústica.
Por otra parte, la perforación puede causar una degradación severa del paisaje por la ocupación del territorio. Normalmente en las explotaciones se instalan numerosos pozos que llegan a ocupar amplias áreas. De este modo, la degradación del hábitat afecta a las localida-des cercanas y a la fauna local.

Riesgo sísmico
Aunque no está plenamente contrastado, algunos estudios relacionan la existencia de pequeños terremotos con el empleo de las técnicas de fracturación. Se trata de pequeños movimientos locales, con bajo impacto sobre la población, pero que pueden poner en peligro las obras y conducir a determinadas contaminaciones. (…)

b) Desterritorialización y reterritorialización centrada en la renta petrolera.

 

Silíceas: las arenas movedizas del fracking

12 de mayo de 2017

Fernando Cabrera*.-  Si una premisa vertebra la lógica de YPF con respecto a los hidrocarburos no convencionales es la de lograr disminuir permanentemente los costos de la extracción. Desde mediados de 2014, con la caída del precio internacional del crudo, ese objetivo se volvió prioritario.
Según un relevamiento que realizó el periodista especializado Nicolás Gandini, YPF logró reducir un 40 % sus costos desde que comenzó a ser notable el bajo precio del barril. Según explica, la clave es la disminución del tiempo en la realización de cada pozo. En agosto de 2016 un pozo de shale oil con una rama horizontal con 18 fracturas demoraba 25,5 días promedio y costaba USD 9,9 millones. Mientras que en 2014, un pozo horizontal de entre 10 y 12 fracturas tardaba 41 días e insumía USD 16,6 millones (EIO, 29/08/2016).
Al respecto, YPF informaba en 2013 que un tercio del costo de cada fractura era por la arena, que se importaba casi en su totalidad y su transporte la encarecía considerablemente. El economista Julio Ibañez de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco indicó que en 2016 ha aumentado mucho la compra de arena local. “El mayor productor nacional de arenas es Entre Ríos, que hoy provee algo así como el 50 % de las que utiliza la explotación”, señaló en una exposición realizada en el marco del “Ateneo de Economía” que sostienen desde el Departamento de Economía de la sureña universidad. En la costa del Paraná, en las inmediaciones de la localidad Aldea Brasilera, una subsidiaria de Ferrum, Cristamine, es la principal compañía del rubro. Recientemente también ha habido anuncios sobre la posibilidad de extraer la arena de sílice en Gualeguay (Radio Nacional, 07/10/2016). En cuanto a la importación, el especialista indicó que el agente sostén proviene fundamentalmente de China, Estados Unidos y Brasil.
Tras la parcial expropiación de YPF, el país importaba arena para fractura por unos USD 500 millones. El proyecto de extracción en Chubut, sumado a la planta de Añelo, en la que YPF invirtió USD 150 millones (La Nación, 17/04/2015), pretendía sustituir una parte considerable de esas importaciones, con un consecuente efecto positivo en la balanza comercial. Según cifras de YPF, la fabricación local del insumo reduciría alrededor de un 40 % su valor, lo que le permitiría disminuir en por lo menos un 10 % el costo necesario para la realización de un pozo. Según el análisis de Gandini ese objetivo se cumplió ya que, como resultado de la utilización de arena de origen nacional procesada en la planta de tratamiento construida por YPF en Añelo, el costo por etapa de fractura descendió de USD 600 mil en 2014 a USD 400 mil en 2015, y se redujo hasta los USD 300 mil en el segundo trimestre de 2016  (EIO, 29/08/2016).
“El shale es arena dependiente”
La fractura hidráulica es un método de extracción de hidrocarburos más agresivo que el que se utiliza en los yacimientos convencionales. Consiste en realizar perforaciones verticales y horizontales en las que se introducen a presión millones de litros de agua, químicos y arenas. Ese compuesto resquebraja las rocas del subsuelo y, cuando el líquido se retira, la arena impide que las grietas vuelvan a cerrarse, lo que permite que los fluidos migren hacia la superficie de forma sostenida.
Por el objetivo que poseen, el sector hidrocarburífero denomina “agente sostén” a tres componentes: arena natural, resinada y cerámicos artificiales que soportan mayores presiones. Si bien las cantidades son variables se estima en 1500 toneladas lo que se inyecta en cada pozo y se ha comprobado que a mayor cantidad se obtienen mejores rendimientos. Un camión estándar puede cargar unas 30 toneladas, es decir que se necesitan aproximadamente 50 para cada pozo. Por estas condiciones es que Ibañez resalta que “el shale es arena dependiente”.
La planta de Chubut
En abril de 2015, YPF lanzó su Plan Nacional de Arenas, proyectando una cantera y planta de clasificación en las inmediaciones de los ejidos comunales de las localidades de 28 de Julio y Dolavon, Chubut.  La planta tendría una capacidad de procesamiento anual de 500 mil toneladas. Lo necesario para realizar unos 330 pozos. Una vez clasificada, la arena sería transportada 940 kilómetros hasta otra planta de tratamiento de la compañía ubicada en Añelo.
Antes de los anuncios, la compañía parcialmente estatizada ya había dado pasos fundamentales para el proyecto. En diciembre de 2013 creó Cimsa, especializada en explotar canteras de arenas para fracking, y adquirió los campos de arenas silíceas en Chubut. Seis canteras esperaban la aprobación del Ministerio de Ambiente de esa provincia: Yatén, Pitu, Betina, El Holandés, Apacheta y El Gauchito, todas bajo dominio de Cimsa (El Chubut, 20/11/2014).
Más allá de anuncios, hasta la fecha YPF no ha avanzado en la concreción del proyecto. Tanto el intendente del municipio de 28 de Julio, Omar Burgoa, como el secretario de gobierno de Dolavon, Guillermo Araneda, y el referente del Foro Social Ambiental de Trelew, Pablo Lada, coinciden en que YPF todavía no está trabajando en las canteras. No obstante, otro grupo empresario comenzó con la extracción.
Este es el Grupo Arenas Patagónicas, que está obteniendo arena en las inmediaciones del ejido de 28 de Julio y realizando el lavado y la separación en Dolavon antes de enviarla en camiones hacia el noroeste patagónico. El grupo empresario está conformado por Transportes Rada Tilly S.A., del chubutense Carlos Peralta, y Shale Kompass Srl, cuyo principal socio es el exministro de Energía de Neuquén Guillermo Coco (Boletín Oficial de Neuquén, 26/02/2016). Según explica la página web del Grupo, la compañía de Peralta está encargada “de la extracción y la manufactura de las arenas para fractura hidráulica” y la de Coco es la “responsable de la comercialización de las arenas de fractura”.
La planta de procesamiento de arenas silíceas inició su funcionamiento a comienzos de 2016, cuando YPF realizó un pedido de 25 mil toneladas ya que Entre Ríos, que hasta la fecha había sido su principal proveedor nacional, había sufrido una fuerte inundación. La construcción de la planta en Dolavon implicó $ 32 millones de inversión. En esa primer venta facturaron $ 70 millones.
El informe ambiental de la planta de procesamiento, fechado en septiembre de 2014, define en términos generales en qué consisten las tareas que se realizan allí. Precisa que la planta está destinada al tratamiento de arena silícea procedente de la cantera “La Picada”. Desde allí para llegar a la planta se debe recorrer 79 km de ripio consolidado por la ruta provincial 40 en sentido sureste hasta la ruta nacional 25. Luego se recorren 6,5 km por esa vía hasta acceder a la planta. En total la distancia suma 85,5 km. Nada se dice en torno a cómo será trasladado el material desde la planta a los pozos.
En el informe ambiental se define que la planta busca “mejorar las propiedades de la arena natural, principalmente mediante el ajuste de la distribución de tamaño de grano, a través de la eliminación de material de menor y gran tamaño y de impurezas en la arena o de las superficies de los granos de arena individuales, siendo para ello el lavado, secado y clasificación el método más simple y económico. (…) Por ser el yacimiento de origen un depósito muy puro con un contenido de sílice, SiO2, superior al 90 %, con presencia de arcillas (…), la clasificación, secado y el lavado resultan suficientes para producir arena cuya calidad reúna las especificaciones que requieren las distintas aplicaciones que la arena silícea tiene en el mercado nacional” (Transporte Rada Tilly, 09/2014: 48 y 49).
La planta elabora tres productos básicos: arena de sobretamaño, arena fina y arena ultrafina. Sus instalaciones fueron diseñadas para procesar 70 toneladas por hora de material bruto. Al trabajar un turno diario de ocho horas, genera 12.320 toneladas mensuales.
Luego de enumerar los impactos y proponer mecanismos de mitigación, el informe concluye que “ninguno de los potenciales impactos negativos identificados para la obra son limitantes o restrictivos para la ejecución del proyecto, por lo que resulta ambientalmente viable siempre y cuando se cumplan estrictamente todas las medidas de mitigación indicadas (…) se realicen las actividades de monitoreo sobre las variables ambientales afectadas” (Transporte Rada Tilly, 09/2014: 7).
El informe explicita los precios de la arena según los usos. Informa que la destinada parafracking varía entre $ 3000 y $ 5000 la tonelada. Otros usos de esa arena, como la construcción, paga $ 100 la tonelada, en tanto los valores para la industria del vidrio coloreado, la cerámica, los refractarios y la metalurgia varían entre $ 1350 y $ 2000.
Además, el informe enumera distintas justificaciones para la realización de la planta. La empresa obtendrá rentabilidad, la provincia y el municipio de Dolavon lograrán la creación de puestos de trabajo, el efecto multiplicador de la industria en el contexto local y el aumento de los aportes tributarios de las actividades existentes. Para el Estado Nacional, conjuntamente con los beneficios sociales e impositivos que se producen a partir de la producción, se destaca la sustitución de importaciones.
 
La renta y los impactos ambientales
La principal discusión que se ha desarrollado públicamente en Chubut en torno a las arenas se vincula con la obtención de la renta que esa producción generará. Varios referentes políticos de Chubut se mostraron contrarios a la propuesta de YPF de procesar la arena en Neuquén. Pretendían, en cambio, que se realizara en su provincia.Por ese motivo, todavía en la gestión kirchnerista YPF convocó a una reunión en Trelew y con la presencia de varios de sus ingenieros intentó argumentar en pos del proyecto. El intendente de 28 de Julio, Omar Burgoa, pese a ser parte del Frente para la Victoria, que impulsaba el accionar de YPF, cuestionó duramente aquella visita. “La gente de YPF básicamente dijo que no teníamos que joder. Ellos vinieron a que nos calláramos la boca porque estábamos entorpeciendo el desarrollo nacional. Con una altanería enorme, con una falta de tacto total. Yo les dije que no estaban en Comodoro Rivadavia. Acá no hay cuatro generaciones de petroleros que veneren a YPF. Entiendo que el petróleo no lo sacamos de acá, pero también entiendo que si ellos van a sacar el petróleo en Neuquén lo van a hacer con la arena nuestra. Yo no voy a permitir el saqueo de un recurso no renovable gratuitamente”, sostuvo el jefe comunal (entrevista, 20/09/2016).
Más allá de las manifestaciones y explicaciones ofrecidas por los representantes de la petrolera, el entonces gobernador Martin Buzzi, quien también estaba alineado con el gobierno nacional, advirtió que “si la explicación [desde YPF] no conforma tendrán que mejorar el proyecto”. Puntualizó que “cualquier proyecto que funcione en nuestra tierra tiene que tener sustentabilidad ambiental, social y que la gente diga que un proyecto vale la pena” (La Jornada, 17/05/2015). Por aquel entonces, Mario Das Neves, quien actualmente es gobernador, que en ese tiempo era diputado nacional y es desde hace años uno de los políticos más influyentes de la provincia, coincidió en el reclamo de que la industrialización se realice en territorio chubutense (Diario Crónica, 06/07/2015).
Contrariamente, el por entonces representante de Chubut en el directorio de YPF, Jorge Gil, fundamentó la no instalación de la planta de procesamiento de arena en esa provincia. “Lavar aquí sería agregar impurezas que luego tendrán que ser nuevamente quitadas. Además, sobre los 80 puestos de trabajo que demanda el proyecto, el lavado hubiera significado sumar solamente 15 puestos, es decir que no habría un gran impacto. No opusimos resistencia a este punto, porque hubiera significado hacer inviable el proyecto” (Suplemento Desarrollo, 20/05/2015).
En esa entrevista, Gil minimizó la posible industrialización que generaría instalar una planta de arena en Chubut. “Son proyectos que no requieren industrialización, hay un zarandeo y clasificación de los granos por su tamaño (…) Este proceso, por razones de que es necesario mantener la calidad, hay que hacerlo cerca de los centros de utilización del proceso de perforación del pozo y esto es Vaca Muerta”, propuso.
Otro de  los puntos que se dirime entre YPF y la gobernación de Chubut en torno a la renta obtenida por la extracción de arena consiste en definir, precisamente, cuál de las categorías del Código de Minería enmarca este tipo de proyecto. La primera categoría define a los minerales cuya titularidad le pertenece al Estado y por lo tanto por su extracción debe abonarse una regalía, por ejemplo oro, plata, platino, mercurio, entre otros. La tercera, en cambio, deja la titularidad en cabeza de quien declara el descubrimiento (así inscribieron el yacimiento tanto YPF como Arenas Patagónicas) por lo que se paga un canon mínimo, el mismo que la arena utilizada para construcción.
Mientras hay una cantera en funcionamiento que fue inscripta como de tercera categoría, este debate continúa abierto. Todos los consultados para este informe coincidieron en la previsión de que la extracción de arena silícea sería finalmente entendida como una explotación de tercera categoría.
Otra de las críticas tiene que ver con los puestos de trabajo que genera la planta. El secretario de producción del municipio de Dolavon, Gustavo Quezada, estimó que en el lugar trabajan unas 45 personas, de las cuales únicamente 18 son de la localidad. “Se genera una expectativa de que van a absorber una gran parte de la demanda laboral y esto no sucede como se espera”, sostuvo.
Finalmente se encuentran las críticas desde la perspectiva socioambiental. El referente del Foro Ambiental Social de Trelew, Pablo Lada, enumeró los cuestionamientos socioambientales de la iniciativa. “Nuestra primera preocupación es que la arena es parafracking, dijo, y explicó que eso genera en la zona donde se extrae innumerables problemas. También anticipó que si el precio internacional del barril de petróleo sube, la explotación mediante esta técnica se va a profundizar. Les preocupa esa posibilidad teniendo en cuenta lo sucedido en los estados de EE. UU. como Wisconsin o Minnesota, donde las canteras de arena destruyeron valles productivos similares a los del río Chubut.
Más allá de ese cuestionamiento general, Lada indicó dos preocupaciones puntuales en torno a la planta ya instalada vinculadas con la salud pública. “Una es el tamaño de las partículas, que es 2.5 micrones, más chiquitas que un pelo, y que provoca silicosis. Eso está totalmente estudiado y ellos lo reconocen pero como un problema de índole laboral, que ocurre en cualquier planta que maneje con este tipo de particulado. Y explican cómo se solucionaría este problema: echando agua para que las partículas no vuelen”, expuso con sarcasmo. Además, señaló que hay fotos de la planta donde los operarios están sin mascarillas, que es una medida de seguridad mínima en este tipo de emprendimiento.
Pero indicó que el problema trasciende el ámbito laboral. “En Wisconsin es tal el volumen de arenas que el particulado se encuentra fuera de las plantas. El viento patagónico es muy fuerte y estas arenas al ingresar a los pulmones generan silicosis y cáncer”, advirtió sobre el riesgo de la planta en relación a la población.
Los antecedentes y estudios científicos que provienen de Norteamérica son taxativos en cuanto a la peligrosidad de las arenas de sílice en términos de salud laboral en torno a quienes residen en las inmediaciones de los lugares donde se alojan estas arenas. Como señala el compendio de investigaciones científicas realizado por el Concerned Health Professionals of New York y Physicians for Social Responsibility, “las familias que viven cerca de donde se extrae arena industrial informaron que su salud se ha visto comprometida por el desarrollo de la mina de arena y están preocupadas porque las empresas no están monitoreando correctamente sus lugares de extracción” (2015: 96).

Por otro lado, Lada señaló otro problema que no está mencionado en el informe ambiental: “La poliacrilamida es usada como un floculante en el lavado de la arena. Y no está mencionada en el Informe. La poliacrilamida tiene un componente que es la acrilamida que es nefasta, muy tóxica: en pequeñas proporciones, tan chiquitas que prácticamente no hay máquinas para medirla, es un poderoso neurotóxico. En proporciones ínfimas ya es tóxico. Cuando se calienta la poliacrilamida, y en el proceso de lavado se calienta, aparece la acrilamida”, explicó con preocupación.
Los millones de toneladas de arena, que deben recorrer miles de kilómetros para explotar Vaca Muerta, y que implican un porcentaje importante del gasto en cada pozo, se convierten en otras de las aristas nodales del megaproyecto. Algo que a primera vista podría parece inocuo, como la arena, extraído en estas dimensiones y con estos fines, también puede generar altos impactos económicos, sociales y ambientales.
 
 
* Una versión anterior de este informe fue publicado en “Externalidad del megaproyecto Vaca Muerta” que se terminó de escribir en diciembre de 2016. Desde entonces, han sucedido dos novedades importantes sobre el tema. La primera es que YPF se comprometió a conformar una Unión Transitoria de Empresas (UTE) con la provincia de Chubut para explotar las arenas y la segunda es que los mayores costos de la extracción en Chubut, hicieron que ante un mejor condición climática en Entre Ríos, YPF volviera a adquirir el insumo en esa provincia Mesopotámica.
 
Fuentes y bibliografía
Entrevistas
Fuente: ww.opsur.org.ar/blog/2017/05/12/siliceas-las-arenas-movedizas-del-fracking/
 
 

c) Desastre social y ambiental:

 
Los derrames de Vaca Muerta
20 de noviembre de 2018
Por Página12

El Observatorio Petrolero Sur denuncia que se está produciendo “un desastre ambiental y social”. Los derrames provocan graves perjuicios a los productores de frutas. Las Naciones Unidas mostraron su preocupación.
“Fracking seguro” y “Vaca Muerta no va a contaminar” fueron los eslogan empresario y mediático en 2013, cuando comenzó a explotarse la formación petrolera Vaca Muerta (Neuquén). La técnica (llamada “fractura hidráulica”) era ya muy cuestionada en el mundo por sus impactos ambientales. A cinco años del acuerdo YPF-Chevron que dio inicio a la explotación, se cumplió lo que alertaban comunidades mapuches y organizaciones socioambientales: decenas de derrames, explosión de pozos e incendios. La provincia reconoce que se producen dos derrames por día y Naciones Unidas llamó a detener Vaca Muerta.

El 19 de octubre se produjo un derrame de petróleo que afectó entre 40 y 80 hectáreas. Se trató de un pozo de YPF y Schlumberger (multinacional estadounidense) en Bandurria Sur (a once kilómetros de Añelo) que estuvo 36 horas fuera de control. El hecho se conoció porque fue difundido por los propios trabajadores. El subsecretario de Ambiente de Neuquén, Juan de Dios Lucchelli, señaló que fueron “algunas hectáreas”. YPF reconoció, diez días después del desastre, que fueron 47 hectáreas. Las organizaciones Greenpeace y FARN (Fundación Ambiente y Recursos Naturales) mediante imágenes satelitales advirtieron que se trataba de al menos 80 hectáreas.
El último derrame de YPF es sólo una muestra de algo mayor: en la cuenca neuquina se produce un promedio de dos derrames por día. Publicado por el periodista Matías del Pozzi (en el Diario Río Negro), en los últimos cuatro años las petroleras admitieron 3368 “incidentes ambientales”, eufemismo de las empresas y el Gobierno para los hechos de contaminación.
En base a información oficial de la Secretaría de Ambiente de Neuquén se detalla que en sólo diez meses de 2018 (enero a octubre) se registraron 934 hechos de contaminación. En 2017 fueron 703, en 2016 se trató de 868 y en 2015 fueron 863.
El Observatorio Petrolero Sur (Opsur) es un espacio de referencia en la investigación del accionar de las petroleras y sus impactos. “En Vaca Muerta se está produciendo un desastre ambiental y social. De continuar la explotación será aún peor y no afecta sólo a quienes viven allí, la contaminación del aire y el agua nos llegará a todos”, afirmó Fernando Cabrera, del Opsur. Recordó que en el derrame de YPF-Schlumberger no dieron información oficial durante diez días. “Estos eventos se producen porque son los propios vecinos, campesinos o trabajadores los que denuncian. Otra muestra de que no se puede confiar en empresas ni en los gobiernos”, destacó.
Un relevamiento del Enlace por la Justicia Energética y Socioambiental (integrado por Opsur y Taller Ecologista) precisó los hechos graves de petroleras en la localidad rionegrina de Allen (donde la avanzada petrolera perjudica a los tradicionales productores de frutas de la región). Entre marzo de 2014 y enero de 2018 hubo al menos catorce hechos que desmienten el “fracking seguro”: explosión de pozos, incendios con llamas de hasta 15 metros de altura, derrames en zonas de producción de peras, roturas de canales de riego y 240 mil litros de agua tóxica derramada sobre chacras, entre otros.
La Confederación Mapuche de Neuquén (que cuestiona la avanzada petrolera desde hace más de veinte años), organismos de derechos humanos y la Asociación de Abogados Ambientalista presentaron una denuncia penal enmarcada en la Ley de Residuos Peligrosos (para las empresas) y “abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público” para las autoridades ambientales de la Provincia. La Confederación recordó que ya realizó cinco denuncias por hechos graves de contaminación y por la falta de acción de los funcionarios del Gobierno. También responsabilizaron al Poder Judicial por la falta de avance en las causas.
El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) de Naciones Unidas emitió en octubre su “Cuarto Informe Periódico de Argentina”. Remarcó los impactos negativos de Vaca Muerta y resaltó su preocupación para su incidencia en el clima mundial. “La explotación total de todas las reservas de gas de esquisto (de Vaca Muerta) consumiría un porcentaje significativo del presupuesto mundial de carbono para alcanzar el objetivo de un calentamiento de 1,5 grados, estipulado en el Acuerdo de París”. Y recomendó “reconsiderar la explotación a gran escala de combustibles fósiles no convencionales mediante el fracking en la región de Vaca Muerta” para garantizar el cumplimiento de los compromisos climáticos asumidos por el Estado argentino.
El Comité de la ONU también alertó que no se evaluaron correctamente los impactos negativos del fracking y afirmó que no se consultó adecuadamente a las comunidades locales.
El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) había emitido, dos semanas antes, un informe con tono advertencia: si la temperatura del planeta sigue en aumento y supera el 1,5 grados para 2030 se producirán “impactos catastróficos” en la vida de las personas y el medioambiente. Para alcanzar el objetivo (para 2030) se debe reducir a la mitad el uso de petróleo y el de gas a un tercio. La explotación de Vaca Muerta va en sentido opuesto.
En Vaca Muerta están presente, además de YPF y Chevron, las grandes multinacionales Shell, Wintershall, ExxonMobil, Total, PAEG (Bulgheroni, CNNOC, BP), Equinor, Schlumberger, Pluspetrol, Pampa Energía y Mercuria.
 
Observemos que Vaca Muerta tampoco es futuro promisorio, como el kirchnerismo y el macrismo alardearon en sus respectivos momentos, respecto a la renta petrolera.
 
 
Ya nada será igual
Venezuela y la crisis de 

la civilización petrolera
30 de mayo de 2018
 
Por Emiliano Teran Mantovani (Aporrea)
 
Consumadas ya las elecciones presidenciales, es necesario nuevamente subrayarlo: independientemente de cuánto tiempo dure Nicolás Maduro como primer mandatario; independientemente de si las élites que gobiernen en los próximos meses o años, sean militares, empresarios, derechas, izquierdas, populistas, tecnócratas, socialistas, neoliberales, blancos, azules o rojos; finalmente todos tienen y tendrán que enfrentar al desmoronamiento de los viejos pilares de una economía, una sociedad, una nación que fueron construidas en torno a un petróleo altamente rentable, fluido, abundante y estable. Eso está llegando a su fin.
Y si sirve la metáfora del Titanic para pensar nuestro rumbo actual, entonces agreguemos que en nuestro caso el barco no navega en aguas tranquilas (como aquel), sino que está siendo sacudido por la tormenta de la crisis energética global. Todo es parte del mismo proceso mundial. Si usted está buscando una de las más claras expresiones de la crisis de la civilización petrolera, pues ponga sus ojos en Venezuela.

¿A qué nos enfrentamos?
a) No estamos en capacidad de predecir el rumbo de los precios internacionales del crudo: Durante el boom de precios del petróleo en la década pasada, e incluso con el repunte que se dio después de la debacle de 2009, numerosos analistas planteaban que estos marcadores se mantendrían altos, debido a las necesidades de elevados ingresos para cubrir los costosos proyectos de hidrocarburos no convencionales que venían en auge –tales como los petróleos de esquisto o las arenas bituminosas–, mientras que los crudos más rentables aprovechaban la renta diferencial.
Este fue uno de los principales argumentos sostenidos por analistas, asesores y propagandistas para justificar las alucinantes metas de extracción petrolera para la Venezuela del futuro (recordemos los 6 millones de barriles diarios para 2021, basado principalmente en 4 millones sólo en la Faja Petrolífera del Orinoco - FPO), lo cual sería la base para llevarnos a ser una “Potencia Energética Mundial”.
Lo que planteamos no es una tajante afirmación de que el petróleo se mantendrá en valores discretos, o bien afirmar, ahora que vienen subiendo los precios, que logrará mantenerse en niveles altos, sino que la propia volatilidad se está convirtiendo en la normalidad. Si la economía venezolana depende completamente del petróleo –y esto también es el resultado de haber orientado una política de expansión del extractivismo– esto implica que el propio proyecto político y la estabilidad social se volatilizan con el vaivén desenfrenado de los precios del crudo.
 
b) Un horizonte extra-pesado: chicos, el negocio ya no es tan rentable como antes: el progresivo declive de los crudos convencionales de las cuencas petroleras tradicionales, junto con particulares intereses en el desarrollo de la FPO nos han llevado a que la actual composición de los crudos extraídos en Venezuela sean ya en su mayoría pesados y extra-pesados (casi el 60% del total).
Es necesario recordar que este tipo de hidrocarburos son los más difíciles de extraer, difíciles de procesar, por tanto más caros, generan mayores impactos socio-ambientales, requieren mayores niveles de energía por unidad extraída y procesada, y en general son económicamente menos rentables y representan inversiones más inestables.
Lo que nos parece más significativo de este asunto, es que el problema va más allá del propio negocio petrolero y la salud económica de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Por el enorme significado que tiene esta industria para el país, estamos hablando de una afectación estructural de la rentabilidad del factor dinamizador por excelencia de la economía nacional, y por tanto un límite histórico del modelo de acumulación dominante, del capitalismo rentístico. Esto, además, impacta determinantemente en las estructuras de poder construidas en torno al Petro-Estado e incluso en todas las instituciones sociales, políticas y económicas alimentadas por la renta petrolera.
 Basado en estos y otros factores, en el libro ‘El fantasma de la Gran Venezuela propusimos en su momento una crítica al proyecto de la FPO y sus dimensiones faraónicas, debido a la sensible relación entre el enorme nivel de inversión requerida en pocos años –más de 240 mil millones US$–, los límites del modelo de acumulación y gestión centralizada del Petro-Estado, la inestabilidad y financiarización del mercado petrolero internacional y los peligros de potenciar un nuevo ciclo de endeudamiento público (externo) y posterior proceso de acumulación por desposesión. Todo esto en el marco de un proyecto país de proyección de mediano y largo plazo, basado en una alta concentración del rol de los sectores extractivos (más extractivismo). Hasta ahora las tendencias han apuntado dramáticamente hacia la agudización de estos procesos críticos señalados.
 
No bastará la contra-propuesta de los tecnócratas que anuncian que el problema se resuelve re-organizando la industria sobre la base únicamente de criterios de eficiencia y rentabilidad. El petróleo es un asunto político, en la medida en la que ha sido la base material de la gobernabilidad en la Venezuela contemporánea, el factor posibilitante del sueño de riqueza y progreso nacional. Así que en realidad, al volver a plantear que el trozo de la torta para la población debe ser más pequeño, reavivará viejos conflictos, atizará los actuales y creará otros nuevos.
 
c) Se modifica el mapa de actores en el mercado energético mundial: es importante recordar el rol internacional que desde décadas atrás ha jugado Venezuela, por ejemplo, en el nacimiento de la OPEP en 1960. Su influencia internacional contemporánea ha estado fundamentalmente determinada por su papel como un importante exportador de crudos y su capacidad de construir coaliciones geopolíticas en torno al petróleo. En este sentido, conviene resaltar dos factores: el primero, es que la afectación estructural del proceso de acumulación de capital doméstico tiene impacto en el rol político del Petro-Estado venezolano y por tanto afecta su influencia internacional y su capacidad de negociación (elemento muy estudiado por Bernard Mommer en ‘La cuestión petrolera’). El segundo factor, es que los cambios en el mercado energético internacional han modificado el conjunto de los grupos y bloques de poder que se configuran en torno a los hidrocarburos, resaltando la pérdida de influencia geopolítica de la OPEP, el crecimiento de algunos grandes productores no-OPEP a partir de sus reservas no convencionales (como los mismos Estados Unidos) o el incremento de la importancia de los sectores financieros en el negocio.
 
d) No estamos en capacidad de saber cómo se comportará la brecha entre oferta y demanda mundial de crudos en el futuro: Uno de los factores clave de la crisis energética global es la brecha que se va configurando entre la demanda y la oferta mundial de crudos. La demanda se proyecta en los próximos años a un incremento en términos absolutos y por las crecientes necesidades de energía es claro que tiene una base que a pesar de los factores de crisis y volatilidad se mantiene invariable. Mientras tanto el mantenimiento de la oferta se enfrenta no sólo a las limitaciones físico-geológicas del declive de las fuentes convencionales, sino también a crecientes necesidades de inversión para mantener el ritmo expansivo de la demanda.
Dichas inversiones se ven limitadas o ralentizadas por la crisis económica global, la volatilidad de los precios de los hidrocarburos y las tendencias anuales al incremento de los costos de producción de los crudos a nivel mundial. La brecha entre demanda y la oferta podría crecer. Esto supone una situación determinante y excepcional que tiene y tendrá enormes repercusiones en todas las economías del mundo.
Esto obliga a re-evaluar el rol relativo del petróleo en un mundo que podría apuntar al incremento proporcional de la importancia de otro tipo de energías (sin que esto implique decir que el petróleo deje de ser un commodity de gran importancia). Las presiones para impulsar políticas ante el agravamiento del cambio climático o las expectativas e iniciativas económicas (oportunidades de negocio) hacia otros mercados energéticos refuerzan estas tendencias.
Al mismo tiempo, lo que ocurre en Venezuela (incluyendo la actual debacle de la operatividad de PDVSA y las cuotas de “producción” diarias) es también expresión de los factores que provocan este desacoplamiento energético oferta-demanda, y las limitaciones que va teniendo la propia industria petrolera. Además hace evidente una reflexión crítica sobre la viabilidad de las inversiones en la ampliación del extractivismo en la FPO (ej. tener que competir con crudos convencionales en un contexto de severa crisis económica global y tendencias al crecimiento estacionario), y amarrar la economía nacional a este tipo de proyectos.
Mientras tanto, antes de la actual situación de emergencia para tratar de recuperar anteriores niveles de “producción” (cuando se mantenían en alrededor de 3 millones de barriles/día), el Gobierno nacional se ha tambaleado en la esquizofrenia discursiva de anunciar recortes de la misma para favorecer el incremento de los precios internacionales –acuerdos con productores mundiales y OPEP–, al tiempo que declara que el proyecto de la “Venezuela Potencia Energética” se basa en el incremento de la producción hasta 6 millones de barriles diarios (emulando además la propuesta neoliberal de los años 90).
 
e) La larga crisis del capitalismo rentístico es también una crisis de los propios mecanismos correctivos del sistema: el petróleo no sólo ha generado renta; también ha constituido las estructuras de poder del Petro-Estado, ha formateado las instituciones republicanas, y ha impactado determinantemente en las esferas societales. Por lo tanto, una crisis del modelo no es sólo económica: es también sistémica, integral y multidimensional.
 
En este sentido, la debacle de los circuitos del negocio petrolero, y por tanto de los procesos de acumulación, van socavando las propias capacidades para la captación, centralización y retención de la renta petrolera, y por tanto la capacidad de respuesta del Petro-Estado (y las élites gobernantes) para enfrentar la crisis y poner en marcha políticas coherentes para salir de la misma. Podríamos decir que la historia de Venezuela de los últimos 40 años es también la de la relación entre la crisis del modelo de acumulación y la crisis de hegemonía.
 
Por estas razones, es imperioso mencionar que el incremento de la conflictividad política nacional ha potenciado estas dinámicas, llevando la resolución de las crisis al plano de la confrontación por medidas de fuerza. Las sanciones económicas impuestas por el Gobierno de los Estados Unidos contra PDVSA y, en general, bloqueando operaciones financieras con Venezuela, atacan estas vulnerabilidades descritas, al tiempo que buscan ser detonantes de un colapso de amplia escala.
Es en todo este marco crítico en el cual la corrupción hace metástasis, y aparece como uno de los principales mecanismos de captura y distribución de la renta, motorizada por una relativamente desordenada disputa de intereses particulares para apropiarse de los excedentes rentísticos. Al mismo tiempo, esta precariedad de la economía formal, le ha dado cabida a un extraordinario auge de las economías informales. Estos factores representan la emergencia de múltiples puntos de fuga fragmentados para confrontar la crisis, que antes que rasgos cooperativos, parecen ser fundamentalmente competitivos.
 
f) Ecología política y economía ecológica del petróleo: los “daños colaterales” del desarrollo rentista se han vuelto sencillamente insostenibles: la historia del desarrollo del capitalismo rentístico es también la historia del progresivo socavamiento de los medios ecológicos de vida de los y las venezolanas, principalmente al norte del río Orinoco. Esta zona septentrional ha sido altamente degradada (ej. un 50% de su superficie ha sido deforestada) y la población va sintiendo cada vez más la sensible precariedad que se ha establecido en la distribución ecológica (veamos por ejemplo la grave situación actual del agua). El proyecto de la FPO tendría consecuencias ambientales devastadoras –como lo explicamos detalladamente en “El Fantasma de la Gran Venezuela”– y mucho más si los dispositivos para la recuperación de la tasa media de ganancia apuntan a la radicalización de las externalizaciones ambientales. Una proyección de mediano y largo plazo de este extractivismo petrolero es simplemente irrealizable en términos ecológicos y constituye un salto al vacío.
 
Buscar alternativas: las bases materiales de una coalición popular contra-hegemónica
Los nuevos escenarios del petróleo y los hidrocarburos marcarán la geopolítica global, los patrones energéticos, y en especial a las economías estructuradas en torno a los crudos. Marcará a Venezuela y al propio desenlace de la crisis actual, como ya lo está haciendo en la actualidad. Debemos prepararnos y tratar de trascender los delirios retóricos o económicos del extractivismo.
Lamentablemente los líderes de los principales grupos políticos hacen caso omiso de esta situación, poniéndonos en una condición sumamente crítica y vulnerable. No es sólo el gobierno de Nicolás Maduro, sino también los delirios extractivistas que tuvieran Henrique Capriles Radonski –“Petróleo para tu progreso”– o Leopoldo López –“Petróleo en la Mejor Venezuela”– como modelo de país para el futuro. Todos comparten la misma receta expansiva.
 
Preocupa la consciente evasión para generar debates públicos, inclusivos y verdaderamente vinculantes de temas tan medulares como estos, que en cambio no se discuten, o se tratan con slogans y superficialidades. También inquieta la permanente desestimación y omisión de alternativas que surgen desde diferentes actores políticos y sectores de las organizaciones sociales. Por ejemplo, las posibilidades de invertir en la recuperación secundaria en pozos convencionales que aún tienen en promedio una vida de 60 a 70 años, suficiente tiempo para financiar una transición de modelo; el aprovechamiento de la capacidad instalada para la producción económica y generación de energía; relanzamiento productivo de tierras ociosas y el incentivo a las iniciativas productivas existentes (en vez de ser atacadas); una política fiscal que cargue a los sectores económicamente más poderosos; entre muchas otras.
 
Estamos ante una situación de cambios significativos y esto supone la activación de novedosos mecanismos políticos, sociales y epistémicos para enfrentarla. Planteamos que, un camino diferente, productivo, inclusivo y participativo, y ecológicamente sustentable, no será impulsado desde las élites políticas y económicas del país, sino que tendrá que venir como propuesta impulsada y peleada desde las bases sociales, sobre todo las más organizadas.
Sabemos que esta crisis ha impactado notablemente el campo popular, sus horizontes, sus energías, sus tejidos, sus esperanzas. No queda más que comenzar a crear a partir de lo existente, reinventarnos, reencontrar las potencialidades de un pueblo que ha sabido ocupar las calles por sus demandas, que ha sabido ser torbellino, enjambre, épica. Pero debemos insistir: necesitamos otros códigos, otros sentidos comunes, otras valoraciones, otras subjetividades. Esta crisis está también sostenida por los paradigmas epistémicos y antropológicos de la cultura del petróleo.
Más allá de la retórica, creemos que es posible orientar una coalición popular contra-hegemónica a partir de dos de los factores materiales fundamentales que rigen la organización de la vida: la distribución económica y la distribución ecológica. Es decir, para nuestro caso, la confluencia entre demandas por mayor justicia en la distribución de la renta petrolera y las luchas contra el extractivismo en los territorios.
Respecto a la primera, creemos que un factor que puede nuclear movilizaciones de grupos muy diversos tiene que ver con la creación e impulso de una amplia plataforma para una auditoría de todas las cuentas públicas: asignación de presupuestos y partidas, inversiones en proyectos, adquisición de deuda pública (en especial la externa o externalizada), y un largo etcétera. Este tipo de propuesta ha sido impulsada en otros países y en Venezuela se ha promovido desde organizaciones como la Plataforma para la Auditoría Pública y Ciudadana y el Capítulo Venezuela del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM-AYNA). Lo ideal es lograr formas variadas de participación popular en dichas auditorías, así como poder impulsar la formalización de mecanismos permanentes de contraloría social de las cuentas públicas, como los llamados “Gobiernos electrónicos o “e-gobiernos”.
 
En relación a la distribución ecológica, es fundamental hacer visible que la propia existencia y distribución de la renta está determinada por los diferentes proyectos extractivistas, que suponen impactos territoriales, socio-ambientales, culturales y, en general, económicos negativos. Esto supone vincular directa o indirectamente a las organizaciones y bases movilizadas por las auditorías públicas con los diferentes conflictos y movilizaciones que se producen en el país en torno a la defensa de los bienes comunes y de la justicia ambiental (piénsese en las múltiples protestas por el acceso al agua que se desarrollan en el país), y poder evidenciar tanto el origen de la cadena de desigualdades, explotación y pobreza, conocer el conjunto de las injusticias que genera el modelo de desarrollo, así como la necesidad de una integralidad de las luchas por la reproducción social de la vida.
 
Se trata inclusive de un proceso altamente pedagógico para el propio campo popular, como ha ocurrido en otros países latinoamericanos en los últimos años, en torno a la coalición de diversas luchas económicas, políticas y ecológicas.
 
El Arco Minero del Orinoco, mega-proyecto propuesto por el Gobierno nacional para enfrentar la crisis estructural del modelo rentista petrolero, revela tal vez con mayor claridad la confluencia de muchos de los factores críticos descritos: el impulso de falsas soluciones (salir de la crisis creada por el modelo extractivista, con más y nuevo extractivismo), la opacidad de los convenios y acuerdos, el respaldo de la deuda asumida irresponsablemente con la mercantilización de la naturaleza de nuestros territorios, y los múltiples impactos socio-ambientales que conllevará el proyecto.
Estos factores materiales son uno de los más sensibles a la población y constituyen tanto algunas de las urgencias inmediatas para confrontar la situación con justicia social y ambiental, como la apertura de más espacios para discutir y confrontar los temas medulares que tienen que ver con el propio modelo de sociedad que queremos y que no queremos. Es apenas una propuesta más para empezar a nuclear voluntades.
 
*Emiliano Teran Mantovani es sociólogo de la UCV, ecologista político e investigador asociado al Centro de Estudios para el Desarrollo (CENDES). Participa en el Grupo Permanente de Trabajo Sobre Alternativas al Desarrollo organizado por la Fundación Rosa Luxemburgo y es miembro de la Red Oilwatch Latinoamérica.