lunes, 20 de marzo de 2017

II. La Memoria, Verdad y Justicia (MVJ) sobre las/os 30.000 nos exige percibir qué país garantizaron los gobiernos K y el PJ


   Nos exige también enfocar el proyecto de cambio radical, las razones de romper con el progresismo y los fundamentos e ideas motoras del rumbo hacia buenos vivires convivires abajo.

Veamos porqué construir desde abajo y a la izquierda:
 
Decio Machado y Raúl Zibechi publican “Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo” (Zambra y Baladre)
Estado, neodesarrollismo y autonomía popular
28 de febrero de 2017
 
Por Enric Llopis (Rebelión)
 
Venezuela (1999), Brasil y Argentina (2003), Bolivia y Uruguay 82005), Ecuador (2007), Paraguay (2008)... Gobiernos de izquierda, progresistas y transformadores? “Ha entrado en crisis un proyecto que buscó administrar el capitalismo realmente existente (o sea extractivo) pero con buenos modales”. Y al que se agregó el “ascenso de nuevas camadas de gestores que se incrustaron en los altos escalones del Estado”. Más aún, sostienen los periodistas Decio Machado y Raúl Zibechi, la lucha contra la pobreza y las desigualdades encubrió la cooptación de los líderes populares y el aplanamiento de los movimientos sociales. A desarrollar esta hipótesis dedican los dos autores 120 páginas del libro “Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo”, editado en 2016 por Zambra y Baladre. El libro empieza el 27 de febrero de 1989, cuando los pobres descendieron de los “ranchos” para tomar Caracas. Fue el llamado “caracazo” contra el alza de los precios de la gasolina y el transporte, cuya represión se saldó con una cifra de muertos que oscila entre los 276 y el millar. Gobernaba Venezuela el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, de acuerdo con las recetas del FMI para afrontar el déficit fiscal. En febrero de 1992 tiene lugar una rebelión cívico-militar frustrada en la que participa Hugo Chávez, quien no saldrá de la prisión hasta dos años después. “A partir de entonces Hugo Chávez Frías va ocupando el centro del escenario, nada será igual en las protestas”.
Decio Machado es sociólogo y periodista de origen hispano-brasileño, director de la fundación Alternativas Latinoamericanas de Desarrollo Humano y Estudios Antropológicos (ALDHEA) y miembro del equipo fundador del periódico Diagonal. Es coautor de “Rescatar la esperanza. Más allá del neoliberalismo y del progresismo” (2016) y “La restauración conservadora del correísmo” (2014). En cuanto a Zibechi, es responsable de la sección Internacional del semanario uruguayo Brecha, columnista del periódico mexicano La Jornada e investigador vinculado a los movimientos populares. Zambra y Baladre han publicado una parte de su extensa obra, por ejemplo “Latiendo Resistencia. Mundos nuevos y guerras de despojo” o “Descolonizar el pensamiento crítico y las prácticas emancipatorias”.
En perspectiva histórica, uno de los periodos de fuerte pujanza de las organizaciones sociales en América Latina es el comprendido entre 1989 y 2005. En apenas 15 años, y de manera directa o indirecta por las movilizaciones en la calle, se produce la caída de once gobiernos (tres en Ecuador, dos en Argentina y otros dos en Bolivia). Excepto en Perú, en todos los países donde se ha desarrollado un ciclo de luchas y protestas, las tendencias progresistas y de izquierda accedieron al poder por la vía electoral. Una vez instalados y aunque pudieran gobernar en solitario, afirman Decio Machado y Raúl Zibechi, “tomaron el camino del fortalecimiento del aparato estatal”. Pese a la tipología diversa, los periodistas señalan trazos más o menos comunes: un modelo extractivo basado en los hidrocarburos, la minería a cielo abierto y el despliegue de monocultivos como la soja; éste sería el fundamento del “éxito económico”. Además, los gobiernos progresistas y de izquierda basarían su legitimidad en políticas sociales “ancladas en las transferencias monetarias”. El resumen de la idea central del libro tal vez se halle en las palabras del expresidente de Ecuador, Rafael Correa, en una entrevista publicada por El Telégrafo en 2012: “Básicamente estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación, antes que cambiarlo (...)”.
Los autores de “Cambiar el mundo desde arriba” rebaten la afirmación de que los gobiernos progresistas hayan reducido las desigualdades. Sí que se redujo la pobreza, por ejemplo en Ecuador en el periodo 2007-2014, donde según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), la pobreza nacional medida por ingresos disminuyó en un 14,2%. En una reciente entrevista publicada por el brasileño Instituto Humanitas de Unisinos-Adital, Decio Machado apunta lo que considera efectos de no haber intervenido en los desequilibrios de renta: actualmente el 10% más rico de la población latinoamericana concentra el 71% de la riqueza regional. El sociólogo advierte además de la recesión que padece América Latina, “la primera de carácter bianual en más de tres décadas”; existe el riesgo, por tanto, de que sectores incorporados a las clases medias puedan retroceder en el escalafón social. Machado apunta otro dato que hace presagiar nubarrones. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2015 el número de pobres en América Latina aumentó en siete millones.
Los dos periodistas toman como punto de referencia el gigante brasileño para desmentir lo que consideran lugares comunes. “Los grandes bancos de Brasil están obteniendo las mayores ganancias de su historia”, afirman. Si durante los ejecutivos neoliberales de Cardoso (1995-2003), los beneficios de la banca aumentaron entre el 10% y el 11%, durante el mandato de Lula da Silva (2003-2011) lo hicieron en un 14%. Uno de los factores que explica el fenómeno es el endeudamiento familiar destinado al consumo privado. En un artículo publicado el pasado 18 de febrero en La Jornada (“La vieja izquierda no recuperará hegemonía), Zibechi recuerda que el Partido de los Trabajadores (PT) “estrechó alianzas con los grandes empresarios y con el sector financiero; fue el gran defensor del agronegocio (…); la corrupción que ahora se destapa, interesadamente por parte de las derechas, no es una anomalía, sino intrínseca al sistema”. Se refiere a la operación “Lava Jato” (en referencia al lavado de dinero), que investiga la corrupción en la petrolera estatal Petrobras, de la que se beneficiaron los principales partidos y constructoras de Brasil. La operación se hizo pública en marzo de 2014, y hasta noviembre de 2015 había más de cien personas encarceladas y más de 75 condenadas. La columna de Zibechi parte de un comentario del filósofo italiano, Antonio Negri, sobre el recorrido de la izquierda brasileña: “terriblemente decepcionante”.
El texto publicado por Zambra y Baladre se detiene en las burguesías emergentes que han promocionado los gobiernos progresistas. Aunque los autores rechazan las generalizaciones, sí que apuntan en el cooperativismo minero boliviano la tendencia a una “élite bien posicionada, que atrapa una parte sustancial del plusvalor generado por los obreros”. Pero Raúl Zibechi y Decio Machado consideran que hace falta perspectiva y distancia para comprobar si estos casos se consolidan. Además la represión se configura como la otra cara del “neodesarrollismo”. “La historia represiva ha venido siendo una constante del régimen correísta”, afirman. Por ejemplo, con motivo del “levantamiento” indígena ocurrido entre el 2 y el 26 de agosto de 2015. Se contabilizaron hasta 229 agresiones, detenciones (o intentos de detención) y allanamientos, sobre todo en las provincias de la Amazonía y la Sierra Sur. En Bolivia, Evo Morales trató de “neutralizar” a dos de las organizaciones sociales más críticas, Cidob y Conamaq, apuntan Zibechi y Machado, a lo que añaden otro ejemplo de represión; las medidas adoptadas en Uruguay por el gobierno de Tabaré Vázquez durante las huelgas y paros de la enseñanza, ocurridos en agosto de 2015.
¿Cuándo se produce el divorcio entre los movimientos sociales que elevaron al poder a los gobiernos progresistas y estos? Aunque no ha pasado tiempo suficiente como para realizar afirmaciones categóricas, tal vez en Argentina se produjera la separación en diciembre de 2010, durante la ocupación del Parque Indoamericano en Buenos Aires por miles de familias sin hogar; en Brasil, durante las manifestaciones masivas de junio de 2013 y en Ecuador, con motivo de las protestas populares e indígenas de agosto de 2015. “En Bolivia la población rechazó la propuesta oficialista sobre las autonomías y en Venezuela dos millones de personas le dieron la espalda al Gobierno de Nicolás Maduro el seis de diciembre de 2015”, abundan los autores de “Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo”. El libro cuenta asimismo con artículos de Alicia Alonso, Rosa Zafra y Paloma Monleón (“¿Qué hay de la lucha contra el patriarcado?”); Luis González Reyes y Nacho García (“Entre la toma de las instituciones y la creación”); Ruth López e Isa Álvaro (“El escenario: 15 de mayo de 2011”); y Jordi Martí Font (“Las peligrosas relaciones entre institución y movimientos en la 'catalana terra'”.
------
Frente a la urgencia ecológica
Proyecto de sociedad, programa, estrategia
 
17 de agosto de 2015

Por Daniel Tanuro (Viento Sur)
Transcripción (abreviada) de la exposición realizada el 28 de julio en el marco del 32 Encuentro Internacional de Jóvenes de la IV Internacional, organizado en Bélgica. Agradezco las aportaciones de quienes intervinieron, que me han llevado a retocar y precisar este texto en algunos puntos.
En abril de 2014, dos equipos diferentes de glaciólogos americanos especialistas en la Antártida llegaron -por métodos diferentes, basados en la observación- a la misma conclusión: debido al calentamiento global, una parte del casquete glaciar ha comenzado a derretirse y este deshielo es irreversible.(...)
 
(...)Un doble callejón sin salida del capitalismo
En realidad, lo habéis comprendido, la causa de estos fenómenos no es la población ni la naturaleza humana sino el capitalismo y la “naturaleza” de esta forma de producción contra natura. En realidad, las curvas exponenciales de la degradación medioambiental no son otra cosa que la manifestación de la ley fundamental del capitalismo: “Siempre más”.
Un capitalismo sin crecimiento es una contradicción en sus propios términos. La explicación es simple: en este sistema basado en la competencia por el beneficio, cada propietario individual de los medios de producción está obligado a buscar permanentemente reducir sus costes, especialmente sustituyendo a trabajadores por máquinas que aumenten la productividad del trabajo. Este requisito es completamente imperativo: quien quisiera sustraerse a él sería inmediatamente condenado a la muerte económica.
Por tanto, el capitalismo es por esencia, productivista. Siempre produce más mercancías, lo que implica apropiarse y saquear más recursos naturales, explotar siempre más la fuerza de trabajo -sea directamente en la producción, sea indirectamente en los servicios y en la reproducción de la fuerza de trabajo-, y destruir siempre los saberes y las lógicas alternativas a su propia “lógica” bulímica.
En esta lógica capitalista insensata, la “crisis ecológica” misma solo se percibe como una “estupenda oportunidad para nuevos mercados”. Por eso, la prensa económica exalta las posibilidades del mercado de las renovables, del mercado de los derechos de contaminar, del mercado de la agricultura (seudo)bio, etc. Desaparecida la globalidad del problema, la solución global también desaparece tragada por el apetito de beneficio de los capitalistas particulares.
Es evidente que las seudosoluciones de este “capitalismo verde” no resolverán nada. No derrocharía mi tiempo en explicarlo. Como decía Albert Einstein, no se resuelve un problema con los medios que han causado el problema. No se resolverá la crisis ecológica mediante los mecanismos de mercado y el productivismo que son la causa de la crisis ecológica.
A propósito de esto, tomad nota: como he mencionado, el único aspecto de la crisis ecológica en el que la dinámica exponencial de la destrucción se ha roto, es la desaparición de la capa de ozono. Las emisiones de gas responsables del fenómeno disminuyeron mucho después del Protocolo de Montreal (1987). Ahora bien, justamente es en el único ámbito en el que los gobiernos (por una serie de razones muy particulares en las que no voy a a profundizar) recurrieron a medidas de regulación más que a mecanismos de mercado /6.
La conclusión salta a la vista: no es la naturaleza la que está en crisis, es la sociedad capitalista. Hemos llegado a un estadio en el que el absurdo de este modo de producción altera gravemente las relaciones entre la humanidad y la naturaleza de la que forma parte hasta el punto de poner en peligro mortal a una buena parte del género humano. Por esta razón no me gusta la expresión de “crisis ecológica”.
El término de “crisis” es además, incorrecto. Una crisis es un momento de transición entre dos estados de un sistema. En mi opinión, no se puede hablar de “crisis” para describir el conjunto de fenómenos exponenciales de degradación del medio ambiente que ya he recordado y que se amplían desde hace dos siglos.
No es a una “crisis” a lo que tenemos que responder sino a un doble callejón sin salida del capitalismo, a la vez en el plano medioambiental y en el plano social (en síntesis: la tendencia a la baja de la tasa de beneficio y la forma en la que el capital intenta contrarrestarla).
Es sorprendente que sobre estos dos planos -social y medioambiental- el sistema choca contra límites que ni él mismo es capaz de identificar. Esto valida el análisis de Marx, que decía que “el único límite del capital, es el capital mismo” y concluía que este Moloch, si no se elimina a tiempo, agotaría “las dos únicas fuentes de toda riqueza: la Tierra y el trabajador”.

Lucha ecológica, lucha de clases
Este enfoque permite enmarcar la lucha que debemos llevar. No es una “lucha ecológica”, en el sentido de una especie de lucha de lujo de quienes no tienen demasiados problemas sociales. Es una lucha social para salvar la existencia de este planeta, especialmente, el mundo del trabajo, las mujeres, la juventud, el campesinado, los pueblos indígenas, en resumen, las personas explotadas y oprimidas que el capitalismo amenaza con sacrificar en masa.
La lucha que debemos llevar por el medio ambiente es una lucha de clases, una lucha anticapitalista que engloba, por así decir, todas las otras luchas y que tiene el potencial de unirlas. Una lucha cuyo desenlace decidirá la elección entre una humanidad digna de ese nombre, que cuida con amor de sí misma y de la naturaleza de la que forma parte, o un caos bárbaro de destrucción social y medioambiental.
Esta lucha es a la vez poética -está cargada de emociones y de pasiones, pues se trata de salvar lo maravilloso de este mundo que nos hace plenamente humanos- y racional. Pero no nos hacemos ninguna ilusión: no se ganará ni por la poesía ni por la razón, cualesquiera que sean las la belleza de la primera y el rigor de la segunda.
Vista la actualidad de estas últimas semanas, ilustraría esta afirmación con una parábola griega: ¿que tienen en común Yanis Varufakis y las grandes organizaciones ambientalistas? La ilusión de creer que los dramas humanos y los argumentos racionales, apoyados por premios Nobel, podrían convencer al adversario de que su política es absurda, incluso desde el punto de vista de sus propios intereses capitalistas.
Esta creencia es verdaderamente ilusoria. Antes que nada, no se trata de la ignorancia o de la falta de información de los “responsables”, sino de intereses materiales. Para salvar el clima, 1º ) las compañías petrolíferas, gasísticas y del carbón, deberían renunciar a explotar las cuatro quintas partes de las reservas de combustibles fósiles de los que son propietarias y que determinan su cotización en Bolsa y 2º) la mayor parte del sistema energético mundial -que equivale más o menos a una quinta parte del PIB global- debería desmantelarse antes de su amortización. En los dos casos, esta destrucción de capital acarrearía una enorme crisis financiera.
Se puede hacer otra comparación a la griega: ¿qué tienen en común Schäuble, Lagarde y los escépticos del cambio climático? Una férrea determinación de proteger el sistema, el de la clase capitalista de la que forman parte y que construye lo esencial de su potencia desde hace dos siglos sobre la explotación de las energías fósiles.
Este sistema, los Straüble y los Lagarde de todos los países están dispuestos a mantenerlo al precio de grandes destrucciones, del sacrificio de millones de seres humanos, incluso precipitando el mundo en un caos ingobernable a no ser por medios que no tendrán nada que ver con la supuesta “civilización” ni de cerca ni de lejos.
Cuando el mal esté hecho, los Straüble y los Lagarde verterán lágrimas de cocodrilo sobre las víctimas hablando de “catástrofe natural”. Pues esta gente cree que las leyes de mercado son leyes naturales, tan intangibles, sino más, que las leyes de la física.
El economista burgués Schumpeter decía que el capitalismo sale de sus crisis periódicas por la “destrucción creadora”. Lo que Ernest Mandel llamaba el capitalismo de la “tercera edad” solo puede salir de ese doble callejón social y ecológico por la “destrucción destructora”.
Ciertamente se trata de una lucha, no de un debate académico, y el ejemplo de Grecia nos muestra a pequeña escala hasta qué punto esta lucha será implacable.

Explicar, bloquear, “comunistizar”
¿Qué hacer? Como decía el otro... ¿Qué hacer para limitar al máximo la catástrofe climática?
 
  • La primera tarea es explicar sin descanso y por todos los sitios la gravedad de la situación y sus causas, en particular en las organizaciones populares, el movimiento sindical, las organizaciones de mujeres y los movimientos juveniles. Es necesario un enorme trabajo de educación permanente en que que debemos participar. Hablar es ya actuar, es sembrar las semillas de la gran cólera indispensable.
     
  • La segunda tarea es luchar en todos los lugares contra los grandes proyectos de inversión al servicio de la industria fósil: aeropuertos, los nuevos oleoductos, las nuevas autopistas, las nuevas perforaciones, las nuevas minas, la nueva locura del gas de esquisto, los nuevos caprichos de los geoingenieros que sueñan en dotar a la Tierra de un termostato... del que ellos tendrían el control.

    Naomi Klein tiene toda la razón al llamar a reforzar en todas partes la respuesta que llama “Blokadia”. Tiene razón porque este bloqueo, en efecto, es de una importancia estratégica: el nivel actual de desarrollo de infraestructuras no permite al capital continuar quemando las masas de combustibles fósiles que nos coloquen en la vía de un calentamiento de 6ºC de aquí a 2100 /7. Las movilizaciones como las de Notre-Dame des Landes, o el oleoducto Keystone XL, o el parque Yasuni, son como barreras que bloquean el camino. Defendámolas y coordinémonos para defenderlos.
     
  • La tercera tarea es sostener todas las alternativas colectivas, sociales y democráticas que hacen avanzar la noción de lo común, de los bienes comunes y de la gestión común de la Tierra “como buenos padres y madres de familia”. No miremos con desprecio los grupos locales de compra de productos locales de agricultura orgánica y otras alternativas que, por ejemplo, favorecen la soberanía alimentaria. Por supuesto, no creemos que el capitalismo pueda ser derribado de esta forma, por contagio. Esto no impide que estas iniciativas puedan ser palancas de concienciación, en particular cuando organizan el diálogo y, consecuentemente, rompen la separación, generada por el capital, entre productores y consumidores, o cuando implican el movimiento sindical.
Sin embargo, la supuesta educación permanente, los bloqueos y las iniciativas de conquista del común no son suficientes. La lucha requiere un proyecto de sociedad alternativo, un programa y una estrategia. Pasaré rápidamente revista a estos tres aspectos.
 
Proyecto de sociedad: la actualización ecosocialista
Llamemos al pan pan y al vino vino: el proyecto de sociedad alternativo solo puede ser de tipo socialista. Se trata de suprimir la producción de valores de cambio para el provecho de una minoría capitalista y reemplazarla por la producción de valores de uso para la satisfacción de las necesidades humanas reales, determinadas democráticamente. No hay otra elección posible, otra alternativa posible a este modo de producción. Ahora bien, esta alternativa corresponde fundamentalmente a la definición del socialismo.
El movimiento autónomo de las mujeres interpela a nuestras organizaciones para que tengamos en cuenta que el socialismo implica no solamente la supresión de la explotación del trabajo asalariado sino también la lucha contra la opresión de las mujeres. El trabajo doméstico gratuito al servicio del mantenimiento y la reproducción de la fuerza de trabajo es un pilar del sistema cuidadosamente ocultado por el patriarcado que oprime también a gays y lesbianas. Nuestro movimiento intenta extraer todas las conclusiones sobre qué tipo de socialismo queremos.
De igual manera, debemos explorar lo que la gravedad de la crisis ecológica implica para nuestro proyecto socialista. Aquí, también es necesaria una actualización. Citaré brevemente, tres puntos:
 
1.      La tecnología. Lenin decía que “el socialismo son los soviets más la electricidad”. Hoy está claro que esta definición es insuficiente. ¿Cómo se producirá la electricidad? ¿Con el carbón, el petróleo, el gas natural, la energía nuclear? Un socialismo digno de ese nombre exige una electricidad producida exclusivamente por fuentes de energía renovables y usada con el máximo de eficiencia. En otras palabras, la “crisis ecológica nos lleva a concluir que las tecnologías no son neutras”.
2.      Los límites. Engels ensalzaba el “desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas” que sería posible, según él, una vez que la humanidad se desembarazase de los “obstáculos capitalistas”. Se puede debatir sobre el sentido exacto de esta frase, de la importancia que Engels daba a las fuerzas productivas no materiales como el conocimiento, etc. Pero una cosa está clara: el proyecto socialista está taponado por lo que Daniel Bensaid llamaba las “escorias productivistas”. Eliminémoslas. Luchamos por un socialismo que respecta los límites de los recursos, los ritmos y los modos de funcionamiento de los ecosistemas así como de los grandes ciclos naturales. Un socialismo que aplica el principio de precaución y renuncia al “dominio de la naturaleza”.
3.      La descentralización. Marx había dicho de la Comuna de París que era la “forma política por fin encontrada de la emancipación del trabajo”. Sobre la base de esta experiencia revolucionaria, abandonó concepciones más centralistas, se pronunció por una federación de comunas como alternativa al Estado y se puso a estudiar las formas comunales de las sociedades precapitalista. Una democracia real de productores asociados no es factible sin la destrucción del Estado y su sustitución por una federación de estructuras de autoorganización descentralizadas que se coordinan. La necesaria transición energética nos anima a optar de forma mucho más audaz por esta concepción, pues las renovables implican una descentralización avanzada que facilite la gestión por las comunidades o bajo su control. Podemos completar la fórmula de Marx: “la comuna es la forma política encontrada por fin de la emancipación del trabajo y de la sostenibilidad ecológica” (en el verdadero sentido del término).
 
Estos tres puntos son suficientes, creo, para mostrar que el ecosocialismo es algo diferente al mismo perro con otro collar: es un proyecto emancipador que integra los nuevos desafíos a los que se enfrenta la humanidad por la destrucción capitalista del medio ambiente y de la desastrosa experiencia del “socialismo real”.
 
Programa: una radicalidad ineludible
En lo referente al programa, diría que quienes piensan que la cuestión ecológica corre el riesgo de desviarnos de las respuestas anticapitalistas que se oponen a la austeridad se equivocan totalmente. La verdad es justamente lo contrario: en realidad, la urgencia y la gravedad de la crisis ecológica dotan de fuerte legitimidad a un programa extremadamente radical, revolucionario, cuya clave principal es la doble expropiación/socialización de la energía y del sector financiero, sin indemnización, ni compensación y bajo control obrero.
Estos dos sectores están profundamente imbricados, sobre todo, porque las gigantescas inversiones en el sector fósil (prospección, perforaciones, minas, refinerías, centrales eléctricas, líneas de alta tensión, etc.) son inversiones a largo plazo, financiadas mediante créditos. Visto lo que se ha dicho más arriba sobre el desguace del sistema energético antes de la amortización, así como sobre las reservas fósiles para dejar bajo tierra, la nacionalización es la condición sine qua non para que la colectividad disponga de palancas y de medios que le permitan organizar la transición energética independientemente del imperativo del beneficio, en un marco descentralizado.
Bajo esta clave, se pueden organizar numerosas reivindicaciones más inmediatas que no detallaré aquí. Solamente, diré que dos cuestiones me parecen de gran importancia en una doble perspectiva de respuesta a la austeridad y la propagación de la idea de lo común.
La primera es la de la gratuidad: por ejemplo, la gratuidad de los servicios de base correspondientes a las necesidades socialmente necesarias en materia de acceso al agua, a la luz, a la movilidad y a la calefacción (combinada con una tarificación rápidamente progresiva más allá de esas necesidades).
La segunda es la del repliegue de la esfera de mercado del beneficio de un sector público democrático con los mecanismos de control y de participación de la población: sociedades públicas de aislamiento tèrmico y rehabilitación de viviendas, sociedades públicas de transporte público, etc.
 
Estrategia: convergencia de las luchas campesinas, indígenas, obreras y feministas
Terminaré por la estrategia. Es obvio que la humanidad solo podrá salir del callejón al que el capitalismo la ha arrastrado por medios revolucionarios. Es obvio también que la lucha anticapitalista que hay que llevar a cabo implica necesariamente un rol central de la clase obrera, es decir, de quienes su existencia depende de la explotación directa o indirecta de su fuerza de trabajo por el capitalismo en la producción, en los servicios o en la reproducción de la fuerza de trabajo.
Pero la revolución, no son dos ejércitos bien delimitados -la clase obrera y la burguesía- que se colocan frente a frente en un campo de batalla. Toda situación revolucionaria es el producto de una crisis de la sociedad entera, de una efervescencia confusa de iniciativas de las clases, pero también de fracciones de las clases, de las capas sociales, etc. En esta efervescencia, la clase obrera debe conquistar la hegemonía demostrando en la práctica que su programa aporta respuestas a los problemas y a las aspiraciones de todas las personas explotadas, de todas las personas oprimidas.
Esta puntualización es especialmente pertinente aquí puesto que la “crisis ecológica” es como la amenaza de la guerra atómica: interpela y moviliza a millones de hombres y mujeres de todas las capas de la sociedad porque sienten inquietud por el futuro del planeta y el de sus hijas e hijos.
Por eso, las grandes movilizaciones ecológicas, como las grandes movilizaciones pacifistas, tienen a menudo un lado interclasista. Sin duda, las trabajadoras y trabajadores son mayoritarios, al menos en los países “desarrollados” donde la clase obrera forma la mayor parte de la población, pero no participan en su condición de tales con conciencia de su papel específico.
En mi opinión, la tarea de los revolucionarios en este contexto no es quedarse al borde del camino para repartir panfletos llamando a una respuesta socialista. Ciertamente, esos panfletos son útiles pero nuestra tarea es también construir el movimiento de masas y orientarlo hacia soluciones anticapitalistas
Esta discusión de estrategia es tanto más importante, cuanto que la clase obrera esta hoy en la retaguardia de la lucha sobre el clima, mientras que los agricultores y los pueblos indígenas están en primera línea con reivindicaciones anticapitalistas, en los dos casos, las mujeres jugando un papel clave.
Construir el movimiento de masas, tenemos que hacerlo con la preocupación estratégica de arrastrar al mundo del trabajo cuyo papel será decisivo. Pero para ello, debemos comprender las razones específicas que explican la baja participación relativa del movimiento obrero en la lucha ecológica en general, climática, en particular.
 
La explicación no es complicada. Hoy, cuando los pequeños agricultores luchan por sus condiciones de vida contra el agronegocio, las reivindicaciones inmediatas que ponen por delante coinciden ampliamente con el programa agrario aplicable para salvar el clima. Además, saben que necesitan apoyo de la población en general para hacer frente a un adversario muy poderoso que quiere destruirlos, de manera que se inclinan mucho más hacia la alianza “obreros-agricultores” que hacia un programa pequeñoburgués. Igual sucede, mutatis mutandis, con los pueblos indígenas en defensa de su modo de vida basado en la simbiosis con el bosque, por ejemplo.
En estas dos categorías, no es sorprendente que las mujeres desempeñen un rol clave. No por por una “esencia femenina” ecológica sino porque las mujeres asumen el 80% de la producción de alimentos a nivel mundial por una parte, y por el papel de “cuidar” que el patriarcado les atribuye en la división del trabajo, se enfrenta directamente a alguno de los impactos más brutales del cambio climático como la escasez de agua, por otra.
Las cosas se presentan de forma diferente para las trabajadoras y los trabajadores. No hay coincidencia sino tensión, incluso oposición aparente, a primera vista, entre las reivindicaciones inmediatas que plantean espontáneamente para ganarse el pan, por una parte, y el programa que debería ser aplicado en materia ecológica, por otra.
Es evidente que esta oposición sólo es aparente pero por ello, no es menos obstáculo, sobre todo en los combates llevados empresa a empresa. A menudo, los trabajadores de empresas contaminantes afirman sentirse desgarrados entre la conciencia de carácter ecológico nocivo de su actividad y la obligación en que se encuentran de preservar su puesto de trabajo.
Este desgarro sólo puede ser superado por respuestas anticapitalistas, las únicas que permiten responder a la vez a las necesidades sociales y a las obligaciones ecológicas. Así es el camino estratégico general de ecosocialismo.
No voy a enumerar un catálogo de las reivindicaciones, están en gran medida por inventar en las luchas concretas, a partir, sobre todo, de las luchas por la salud en los lugares de trabajo, pero hay una que me parece crucial: la reducción radical del tiempo de trabajo sin pérdida de salario con una contratación compensatoria y fuerte disminución de los ritmos de trabajo bajo control obrero.
Es una reivindicación decisiva porque la reducción radical del tiempo de trabajo con bajada de ritmos constituye la mejor manera de luchar contra el paro luchando contra el productivismo. Para comprender la importancia estratégica de esta reivindicación desde el punto de vista ecológico, hay que saber, en particular, que reducir la producción material y los transportes es una condición sine qua non para una transición energética hacia las renovables en el respecto de la obligación climática
Numerosos elementos se oponen a la difusión de estas reivindicaciones ecosocialistas en el movimiento obrero. Entre ellos, uno es evidentemente, la existencia de una burocracia sindical que practica la colaboración de clases y que espera por esta argucia -¡ otra vez una ilusión!- acompañar una “transición justa” hacia un capitalismo social y ecológico.

Invertir en la construcción de este movimiento de masas en defensa del medio ambiente en general, y del clima, en particular, es tener capacidad de presentar cargos contra la lógica capitalista a partir de este movimiento, en la acción, a una escala masiva. Esto solo puede incitar a las trabajadoras y trabajadores a sumarse a la lucha con sus armas y jugar el papel decisivo que, en definitiva, será el suyo.

La estrategia revolucionaria, no es el obrerismo o el economicismo denunciados por Lenin. No se trata de correr detrás de los Verdes. Se trata de responder globalmente al callejón sin salida del capitalismo, en todos los terrenos y en todos los medios. Se trata de renovar con las más hermosas tradiciones revolucionarias del movimiento obrero, como se expresaban en esa bella canción de los obreros vieneses, un canto ecosocialista anticipado: “Somos los fundadores de un nuevo mundo/ Somos los campos, el sembrador y el grano/ Somos los recolectores de las próximas cosechas/ Somos el futuro y somos la vida”.
26/08/2015
Traducción VIENTO SUR
Notas: (...)
 
Abajo y a la izquierda nos urge generalizar el cuestionamiento de la sociedad de consumo mediante la percepción del extractivismo. Porque está desertificando, amenazando nuestra supervivencia e incluso incurriendo en genocidios ninguneados. Se trata de construir la unión de quienes vivimos en las grandes ciudades con quienes pertenecen a las "zonas de sacrificio" de la  principal acumulación gran capitalista de riquezas y poder. Contra este avasallamiento de derechos resisten comunidades campesinas e indígenas y las organizaciones de vecinos autoconvocados de la Unión de Asambleas Ciudadanas. Sus disputas de territorios con las corporaciones y su Estado las han hecho converger en luchar por decidir sobre el destino común. Pero, sobre todo, comparten que es imprescindible otro modo de producción y desarrollo.  De suerte que son, quizás inconcientemente, las pioneras en asumir el legado emancipatorio de l@s 30.000.
 

En vez de la integración de Nuestra América (UNASUR y CELAC) desde arriba que resultó a favor del capitalismo e imperialismo nuestro desafío es constituir la unión entre comunidades a lo largo y ancho del pais-continente-mundo. Sus posibilidades surgen de asumir el legado emancipatorio de l@s 30.000

desde las realidades concretas de hoy.


Emiliano Teran Mantovani nos aclara en el  ensayo "Relanzando el extractivismo: Revolución Bolivariana, crisis del capitalismo rentístico y tensiones eco-políticas en el territorio venezolano" /27 de enero de 2017:

 

(...)ii. En Venezuela hay una potencia política popular sin precedentes que se ha configurado alrededor de unos códigos comunes, de un complejo proceso identitario que podemos llamar chavismo37. Si pensamos en movilizaciones masivas de calle, a estas alturas esta fuerza se encuentra fragmentada; en la política en general presenciamos una falta de referentes éticos y políticos, y hay ausencia de efervescencia y motivaciones sociales que caracterizaron los primeros años de la Revolución Bolivariana. Pero esto no supone la ausencia de esta fuerza y de tejidos políticos populares. Dependiendo del tipo de asimilación que desde el campo popular se dé a estos tiempos de cambio, podremos presenciar la activación de otro tipo de ciclo de lucha en el país.
 
iii. En Venezuela, la proporción urbano-rural es extraordinariamente sesgada hacia lo urbano, pues casi el 90% de la población vive en ciudades. Es por tanto necesario reconocer que en el país, paradójicamente, las principales potencialidades para resistencias contra el modelo extractivista tienen que nutrirse, en gran medida, de las luchas en las ciudades. En los territorios clave de extracción (FPO, AMG), las densidades poblacionales suelen ser muy pequeñas, o bien la población ha sido muy asimilada o subsumida al modo de vida rentista. Ha sido en las ciudades donde el rentismo petrolero se ha alimentado con más fuerza, dado que es el lugar donde se concreta la gran promesa histórica de progreso, modernidad y civilización, “posible” rápidamente a partir de la masiva distribución de la renta del petróleo. Pero también es el núcleo de las movilizaciones contra-hegemónicas más potentes –la fuerza del chavismo popular es fundamentalmente urbana–. En este sentido, en Venezuela uno de los aspectos más sensibles es una transformación cultural para intentar trascender la llamada “cultura del petróleo”. ¿Cómo generar imaginarios críticos ante el modelo extractivista petrolero, en los cuales la gente no sólo cuestione modos de vida muy vinculados al consumo, sino a la sensibilización sobre territorios donde no vive?
 
iv. Esto apunta a la imperiosa necesidad de construir nuevas narrativas, en las cuales los venezolanos podamos pensarnos más allá del petróleo –y ahora incluso de la minería–, más allá del rentismo y más allá de una política que gira básicamente en torno al Petro-Estado.
 
Es fundamental asumir que estas nuevas narrativas no deben ser labor de un Estado, sino principalmente producto de la construcción discursiva de los movimientos populares. Esto supone plantearse incluso una disputa cultural con el propio Estado.
 
v. La crisis del capitalismo rentístico venezolano, no sólo refleja el conflicto sociopolítico nacional originado por las contradicciones del sistema, sino que también abre caminos a nuevas oportunidades para pensar y producir otras modalidades de organización social. (...) Leer


Emiliano Teran Mantovani nos plantea el desafío de deconstrucciones culturales en el comunicarnos o en los diálogos con las minorías formadoras de la gran mayoría extrañada (por el capitalismo y sus medios de difusión masiva) de cómo está siendo cómplice de la destrucción de sus condiciones de vida y trabajo tanto del presente como del futuro.

En ese sentido valoremos:

Análisis de coyuntura y proyección en el contexto de los "incendios forestales"
Construyamos una alternativa ecosocialista
6 de febrero de 2017
Por Isaías Urzúa y Juan Paulo Concha (Rebelión

Actualmente el pueblo chileno atraviesa una de las crisis humanitarias, sociales y políticas más profundas de su historia. Nuevamente los pauperizados son los que se llevan la parte más amarga de una inmensa catástrofe que, mientras se escriben estas líneas, no tiene fecha cierta de finalización. Sin embargo, a diferencia de los recientes terremotos o tsunamis, lo que caracteriza a la situación actual es que su causa estructural no se debe a “caprichos de la naturaleza”, sino que encuentra sus raíces más profundas en un modelo de producción que extrae sus ganancias a partir de la renta de la tierra, y que tiene su expresión jurídica acabada en el DL 701, promulgado en dictadura, y que ha sido actualizado en los gobiernos civiles de la Concertación y la Alianza.
Frente a esta situación la izquierda se ha manifestado de diversas formas que oscilan entre una “conspiranoia” ciega y palabras críticas que demuestran muchas veces bastante agudeza, no obstante, de lo que se trata hoy es de que las palabras se transformen en una acción política transformadora. Si bien es necesario denunciar los intereses que se esconden tras los incendios y la degradación de nuestras tierras, no podemos conformarnos con la mera propaganda, por muy elocuente que sea, ya que ésta no ofrece salidas políticas para el pueblo trabajador.
Un ejemplo de lo anterior corresponde a lo ocurrido hace un par de años en Valparaíso. Muchos habitantes de los cerros de la ciudad quedaron sin hogares debido a una pésima planificación urbana que demostró su peor cara frente a un incendio. Una vez ocurrida la emergencia, poco y nada fue lo que se problematizó, la atención mediática se perdió, e incluso, dado que por la autoridad saliente no se hizo una transformación estructural de la situación, este año se volvió a vivir episodios de incendios de similares características. Así pues, en las zonas afectadas por los incendios se corre el riesgo de volver a repetir la historia de Valparaíso.
Es posible que en este escenario sean dos las soluciones que se nos ofrezcan. Por una parte, desde la Nueva Mayoría y Chile Vamos no caben dudas de que se fijará la atención en protocolos de crisis, reestructuración de la Conaf en un organismo público y acusaciones de lado a lado que intentarán solapar la real fuente de la degradación socioambiental que atravesamos. Por otro lado, la así llamada izquierda emergente enarbolará las banderas de una necesaria refundación del modelo extractivista, criticando las posibles ampliaciones a los subsidios a privados, ofreciendo una salida política refundacional a partir de un reemplazo de las antiguas élites políticas a través de la elección de cargos de representación.
Quienes por razones de índole política no estamos convencidos de esas soluciones nos vemos en la obligación de dar un salto político que problematice seriamente la crisis socioambiental que nos hunde como pueblo. En ese sentido, vemos tres tareas necesarias al corto y mediano plazo:
1) Incorporar un diagnóstico riguroso de las causas globales que producen crisis como la que se vive actualmente, causas que son eminentemente económicas y políticas. Además, dicho diagnóstico debe ser enfático al señalar que ya no es sostenible la lucha socioambiental a partir de expresiones localizadas o fragmentadas. Menos todavía sólo enfocando los efectos y no los factores de fondo. Ejemplo de lo anterior es que la derogación (actualmente no renovación) del DL 701 ha sido una demanda del Movimiento Social por la Recuperación del Agua y la Vida, sin embargo, debido al carácter hermético y reducido del mismo, recién hoy se empieza a cuestionar dicho cuerpo legal.
2) Establecer redes de solidaridad y coordinación a nivel nacional, que vinculen de manera inmediata a las organizaciones políticas y sociales involucradas en conflictos socioambientales con el fin de que frente a situaciones como las que vivimos con los incendios, lamentablemente con alta probabilidad de volver a repetirse, seamos capaces de dar una respuesta rápida, clara y efectiva, que no espere únicamente las iniciativas de la institucionalidad y ONG’s afines a ella.
3) Que dichas redes tiendan a generan un frente de disputa sectorial, similar a lo que ha sido el ámbito de las pensiones, la educación, salud, género y feminismo, entre otras. Es decir, que los sectores de la denominada izquierda revolucionaria planteen la perspectiva ecosocialista como un horizonte posible de acción transformadora, que tenga capacidad de movilización a nivel nacional, que pueda interpelar y disputar a los grandes poderes políticos y empresariales del país y que pueda presentar un programa político y reivindicaciones concretas que orienten su despliegue. Entendemos que esto no puede ser un mero gesto declamativo, por lo cual se vuelve urgente una orgánica que aúne las diferentes disputas del ámbito socioambiental, que, si bien nace y se impulsa desde espacios de militancia, es decir, organizaciones ya conformadas, tenga capacidad y vocación de extenderse a otros sectores de la sociedad y construir un entramado de agrupaciones sociales y políticas, sindicatos, individualidades, grupos universitarios, centros culturales, etc., que hagan suya la problemática ambiental desde una perspectiva anticapitalista y revolucionaria.
Isaías Urzúa y Juan Paulo Concha, integrantes de Colectivo L



“RATIFICAMOS: La resistencia y movilización permanente de los pueblos y nacionalidades del Abya Yala como legítima y sagrada y como el único camino de construcción del Sumak Kawsay. (..)Nuestro apoyo incondicional a los pueblos afectados por el extractivismo, reconocemos en su lucha la esperanza de abandonar la «civilización extractivista», por la civilización del Sumak Kawsay".



Declaración Encuentro Internacional Agua y Pachamama
9 de febrero de 2017

Nosotros, los pueblos de la Abya Yala Andina, hijos e hijas del cóndor, del quetzal y del águila, nos encontramos en Guapondelig hoy 3 y 4 de febrero del 2017, en un gran abrazo comunitario, junto a académicos, investigadores, científicos, escritores, poetas, artistas, soñadores, criadores de la vida, para defender el agua y la Pachamama.

Durante estos días hemos intercambiado experiencias, reflexionado, debatido y construido propuestas que van a guiar nuestro andar en esta gran Minka por la Vida.
Convidamos a nuestros hermanos y hermanas del continente y del mundo, nuestros acuerdos:

CONSIDERANDO: La dimensión de la devastación ecológica y de nuestro hábitat humano, a consecuencia del modelo civilizatorio/colonial cuyo eje es el mercado y la acumulación de riqueza mal habida de pocos.
  • Que es hora de tomar urgentes medidas para frenar y revertir esta barbarie expresada en el modelo extractivista y particularmente en la minería de gran escala, así como en la ampliación de la frontera petrolera que arrebata los derechos de los pueblos, comunidades y nacionalidades sobre sus territorios y formas ancestrales de vida, violando Derechos Humanos y de la Naturaleza, incluso bajo la forma de servicios ambientales solapados en la figura de programas de conservación.
  • Que el extractivismo profundiza el modelo colonial capitalista, explota y contamina los territorios y los pueblos, causa enfermedad y muerte, somete a las mujeres y desvaloriza su trabajo cotidiano del cuidado de la vida, ignora su participación a la hora de realizar consultas para los proyectos o políticas, genera violencia, femicidios y violaciones.
  • Que el Sumak Kawsay es la vida en armonía entre los seres humanos y la Pachamama de la cual es parte, que el Sumak Kawsay nace de los pueblos andinos como una propuesta universal.
  • Que la agroecología es parte de la soberanía alimentaria y de la cosmovisión del Sumak Kawsay
  • Que el agua es fuente de vida y el acceso a ella constituye un derecho humano, ratificamos la defensa de las fuentes de agua y los ecosistemas, y de sus ciclos vitales, indispensables para la reproducción de la vida.
  • Que la criminalización a personas y organizaciones defensoras de los derechos de las comunidades y de la naturaleza, se ha constituido en una política de Estado, que vulnera los derechos humanos y aquellos establecidos en la Constitución y en instrumentos internacionales.
DECLARAMOS:
  • A nuestra Abya Yala Andina libre de minería metálica a gran escala, del saqueo y depredación.
  • A la intervención territorial y la destrucción que generan las corporaciones mineras como crímenes de Lesa Naturaleza.
  • Nuestra total oposición y resistencia a toda forma de despojo de los territorios, tierras, aguas y fuentes naturales por el modelo colonial/capital/extractivista.
RATIFICAMOS:
  • La resistencia y movilización permanente de los pueblos y nacionalidades del Abya Yala como legítima y sagrada y como el único camino de construcción del Sumak Kawsay. Consecuentemente ratificamos el 12 de Octubre como el Día de la Libertad y Resistencia Continental.
  • Nuestro apoyo incondicional a los pueblos afectados por el extractivismo, reconocemos en su lucha la esperanza de abandonar la “civilización extractivista”, por la civilización del Sumak Kawsay.
  • La gestión comunitaria del agua como garantía para preservar los derechos de la naturaleza, el derecho human al agua y de las comunidades.
  • La importancia y el valor de los conocimientos, saberes, sentires ancestrales y toda su cosmovisión, como parte del acervo científico y cultural de la humanidad.
EXIGIMOS:
  • La inmediata aprobación de Declaración Universal de los Derechos de la Pachamama.
  • El cese de la explotación extractiva, en el Ecuador, los Andes y la Abya Yala. Que se restauren los sitios afectados por la industria extractiva y se devuelva su vocación natural.
  • El Derecho de comunidades a continuar con sus formas de vida y a decidir sobre el destino de sus tierras y territorios aplicando el derecho a la libre determinación.
  • El respeto y aplicación del Consentimiento Previo, Libre e Informado como un derecho irrenunciable, expresión de los derechos colectivos de los pueblos y nacionalidades, cuya decisión debe ser tomada en cuenta y respetada.
  • Poner fin a su complicidad y patrocinio de los gobiernos con los intereses de las empresas extractivistas nacionales y transnacionales, permitiendo la violación de derechos humanos y de la naturaleza.
  • Poner fin a la criminalización de los y las defensoras de la naturaleza.
  • La desprivatización y desconcentración del agua para su redistribución social.
  • Que los gobiernos de las Américas develen las negociaciones sobre Cambio Climático, Biodiversidad y Agua, que encubren la privatización de las funciones de la Naturaleza y apropiación de los territorios.
  • Que los gobiernos prioricen el Buen Vivir de los pueblos, su Soberanía Alimentaria y los Derechos de la Naturaleza.
  • Que las universidades contribuyan a promover el Sumak Kawsay, a través de los encuentros de saberes y prácticas ancestrales, a la producción del conocimiento y la recreación de la ciencia con ética, soberanía y autonomía, libre de los conflictos de intereses de las transnacionales, comprometida con la defensa de la Vida y la Naturaleza.
  • Que los Estados y empresas privadas (bancos, museos, iglesias y otras) resarzan y devuelvan a los pueblos indígenas la producción de sus bienes patrimoniles como los Khipus, objetos ceremoniales, textiles, metalúrgicos y otros y permitan la administración de todos las pertenencias, como legítimos herederos de sus ancestros.
NOS COMPROMETEMOS A:
  • Defender el agua, la vida y radicalizar la resistencia local e internacional. Dejando para el solsticio del 21 de junio del ano colonial 2017 en el Intiy Raymi realizar una marcha desde el sur del Ecuador a su capital para presentar el mandato de los pueblos al nuevo gobierno de Ecuador. Y apoyar toda jornada de resistencia anticapitalista, extractivista y colonial desde sus territorios para globalizar la resistencia.
  • Solidarizar con el pueblo Shuar por la persecución del gobierno de Ecuador, exigir su desmilitarización, se levante el estado de excepción en su territorio y demandar ante organismos de DDHH internacionales para que nunca mas se repita estos actos de violencia colonial.
  • Impulsar acciones para derogar instrumentos jurídicos que facilitan el extractivismo, así como la construcción de hidroeléctricas y otras obras de infraestructura destinadas al saqueo y devastación. Apoyaremos las acciones legítimas de los pueblos para impedir su operación.
  • Rechazar públicamente y de manera contundente el concepto de Servicios Ambientales, que constituye una expresión de la mercantilización de la vida.
  • Promover la aplicación de la Declaración de la ONU sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, y la real aplicación del Convenio 169-OIT, así como de los instrumentos que amparan los derechos colectivos (Territorio, Consulta, Políticas Interculturales, etc.)
  • Solicitar desde los pueblos indígenas y mas organizaciones sociales la visita in situ a los territorios en resistencia de los Relatores de la ONU sobre defensores de derechos humanos, Pueblos Indígenas, Libre Asociación, Derecho Humano al Agua a fin de que constate la situación en que se encuentran las y los defensores de Derechos Humanos y de la Naturaleza.
  • Exhortar a todo los GAD parroquiales, cantonales y provinciales a declarar en sus territorios, sus fuentes de agua, páramos y zonas de biodiversidad libre de minería metálica.
  • Dar seguimiento a las propuestas de este encuentro mediante la realización de eventos regionales, nacionales, locales y provinciales, foros, redes sociales, publicaciones. Exigir la anulación de todas las concesiones mineras sin consentimiento previo en las comunidades por su carácter de ilegítimas y la aplicación del mandato minero en el Ecuador.
  • Desconocer todas las ventas anticipadas de los recursos naturales a nivel nacional y de la Región Andina, recordado que nuestras vidas no están en venta.
Vamos a globalizar la resistencia, en minka a descolonizarnos.
Resistid y la resistencia nos hará libres.
Atentamente las comunidades, organizaciones, colectivos, instituciones, mujeres y hombres de: VIETNAM, BÉLGICA, URUGUAY, BOLIVIA, PERÚ, COLOMBIA, ECUADOR y sus comunidades en Resistencia (Intag/Imbabura;Tundaime/Zamora; San Luis de Pambil/Bolívar: Río Blanco/Azuay: Kimsakocha/Azuay; Fierro Urco/Loja; Pillzhun/Kañar; Mozo /Nabón


No hay comentarios:

Publicar un comentario