martes, 23 de enero de 2018

I. ¿Qué mundo concretan las resistencias/rexistencias de las naciones originarias?

Con territorios de paz entre los pueblos sintiéndose parte de la Madre Tierra 
al superar 
la crisis civilizatoria del capitalismo 
desde la diversidad planetaria de abajo.

Reparemos que  los progresismos se basaron y basan en la posibilidad de otro capitalismo (inexistente en el mundo entero) gracias a sus gobiernos antiimperialistas. Esta última caracterización también es mentirosa. No hay tal confrontación como lo prueban, por un lado, que expandieron y expanden la ocupación económica territorial de las transnacionales. Por otro lado, las reforzaron y refuerzan en su poder al renovar la creencia en que el bienestar social se expresa como acceso a la sociedad de consumo y generalizar la subsunción en la globalización financiera.
 
De ahí lo prioritario del balance crítico a los gobiernos e intelectuales del progresismo y las izquierdas reformistas. No pueden seguir impunes por embaucar a las mayorías mediante proyectos que, en vez de nac&pop, son los de la criminalidad de lesa humanidad del sistema mundo capitalista. No obstante esta realidad dominante, contra viento y marea, se multiplican las luchas populares en antagonismo irreconciliable con el capitalismo.
 
Consideremos las primordiales por contenidos y sentidos elaborados a raíz de siglos de resistencias/rexistencias:
 

Territorios indígenas y descolonización

17 de agosto de 2015
 
Por Raúl Prada Alcoreza
Al final, los lenguajes, los discursos, las teorías, son instrumentos de la vida, para la vida, no solamente para su permanencia y reproducción, sino, sobre todo, para su creación y recreación; la invención y reinvención de la vida. Por eso mismo, dentro de este ámbito, son herramientas de sobrevivencia, no en el sentido elemental, reductivo, sino en el sentido complejo, amplio. Si unos discursos, si unas teorías, ya no sirven para eso, se las desecha y se inventa otras, más adecuadas. Los lenguajes, los discursos, las teorías, no contienen de por sí sentido alguno, verdades inherentes, esencias o sustancias metafísicas; los sentidos emergen de las prácticas lingüísticas, discursivas, teóricas, de la gente.
Lo indispensable es usarlas como herramientas y no convertirlas en el lenguaje de la revelación, en el discurso de la verdad, en la teoría del saber absoluto. Cuando se hace esto, dejan de ser útiles para la vida, convirtiéndose, mas bien, en obstáculos para la vida y la sobrevivencia; convirtiéndose en dispositivos de poder institucionalizados. Lo que los convierte en fines, rebajando la condición humana a ser un medio para preservar la revelación, la verdad y el saber. Cuando ocurre esto, se desprecia la vida de la manera más veleidosa; se asume que matar al infiel, al que se opone a la verdad, al enemigo, al ignorante del saber absoluto, es la tarea principal, a nombre de la revelación, de la verdad, sea esta la revolución, la libertad u otra finalidad, a nombre de la “ideología” o de la ciencia. Esta inversión de valores, usando esta frase para ilustrar mejor, es un genocidio, así como un biocidio, también, en las condiciones del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, es un etnocidio.
Vamos a hablar ahora de una distribución conceptual, relativa a los territorios indígenas. La importancia de este mapa conceptual tiene que ver con la problemática fundamental de las dominaciones, articuladas en las estrategias capitalistas, asentadas en los diagramas de poder colonial. En este sentido, la importancia radica en la significación histórica-política y cultural de las luchas descolonizadoras y anticapitalistas; en consecuencia, la importancia adquiere una connotación crucial en la defensa de los territorios indígenas.
 
Patético exhibicionismo y desesperación extractivista
El apego de los llamados gobiernos progresistas al modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente es una clara muestra del carácter histórico-político de estos gobiernos. No dejaron de ser Estado-nación subalternos; administradores de la transferencia de los recursos naturales de las periferias a los centros del sistema-mundo capitalista. Entonces son cómplices no sólo de las dominaciones imperialistas, sino de mantenerlo alimentándolo con las concesiones extractivistas a las empresas trasnacionales; manteniendo, de esta manera, al ciclo dominante y hegemónico del capitalismo vigente; extractivista y financiero, inscribiendo la deuda infinita en los cuerpos de los pueblos subyugados.
El exigir que las naciones y pueblos indígenas entreguen sus tierras a la vorágine del capitalismo extractivista es la patética desesperación de comediantes, que fungen de líderes populistas, cuando, en realidad, desarman a los pueblos de su capacidad de lucha, haciendo gala de su demagogia, que se sostiene en redes clientelares. Es una clara muestra de lo distante que se está de la Constitución. Constitución que, además de establecer el carácter plurinacional del Estado, en transición, Estado plurinacional Comunitario y Autonómico, establece los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios. Por otra parte, deja claro el carácter ecologista de la Organización Económica del Estado, al establecer la condición sustentable del “desarrollo”, definiendo las condiciones no mercantilizables de los recursos naturales, destinados al vivir bien. El dispositivo gubernamental que exige a los pueblos entregar sus recursos naturales y  abrir las áreas protegidas, refleja un gobierno que ha adoptado el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.
Territorios indígenas
En primer lugar, es indispensable definir lo que se entiende por «territorios indígenas». Cuando queremos hacer esto, definir el concepto de territorios indígenas, nos encontramos con distintos discursos que lo contienen; en cada discurso la interpretación es distinta. En términos del uso político, territorios indígenas, tiene que ver con las luchas de las naciones y pueblos indígenas por recuperar y reconstituir sus territorios ancestrales. Ciertamente cuando decimos esto, de recuperar y reconstituir, hablamos en el contexto de la  geografía política de los Estado-nación. Esto significa que la recuperación y la reconstitución están circunscritas dentro de esta geografía. Generalmente se habla de los territorios donde están asentados los pueblos indígenas. Entonces se trata de la protección de los pueblos indígenas, de la defensa de sus culturas, de sus lenguajes, de sus instituciones, de sus normas y procedimientos propios. Para tal efecto, la lucha de los pueblos indígenas ha buscado el reconocimiento de sus territorios por parte de los Estado-nación.
 
Naciones Unidas ha recogido las reivindicaciones, las demandas, sobre todo las conquistas de los pueblos indígenas, después de décadas de luchas descolonizadoras. Le ha dado un lenguaje jurídico y ha extendido como derechos colectivos a todo el orbe planetario. Muchos Estado-nación han firmado convenios internacionales, que establecen universalmente los derechos de los pueblos indígenas. En este sentido, los territorios indígenas son territorios reconocidos internacionalmente y por los estados firmantes de los convenios internacionales.
Vulnerar estos derechos adquiridos, asumidos internacionalmente y por los estados firmantes, es violar los derechos humanos, en su extensión colectiva. En otras palabras, es violar las condiciones de posibilidad democrática, tal como han sido constituidas hasta ahora. Es comportarse despóticamente ante estos derechos establecidos. Es esto precisamente lo que pasa cuando se exige abrir las áreas protegidas  concesiones extractivistas de empresas trasnacionales.
Cuando se hace esto, violar derechos colectivos, con el desparpajo más grande, acusando, además, a los pueblos indígenas que no quieren hacerlo, de inmorales, se patentiza no solamente el despotismo más desvergonzado, sino que no se ha entendido nada de nada. No se ha entendido la Constitución, no se ha entendido el sentido primordial del llamado proceso de cambio, que es el de la descolonización. Tampoco se ha entendido el significado histórico-político, en el presente, de la democracia, del ejercicio de la democracia, que, de acuerdo con la Constitución, es participativa, directa, comunitaria, pluralista, representativa.
Es como creer que basta con pretender ser indígena o parecerlo para legitimar cualquier cosa, incluso actos y acciones políticas que van contra los derechos de los pueblos indígenas. Esto no es otra cosa que una desorientación enorme respecto a las emancipaciones y liberaciones en la actualidad. Y lo más grave, esto no es más que la continuación del despojo y la desposesión colonial; primero, en el periodo colonial propiamente dicho; después, en el periodo liberal, con las repúblicas; para prolongarlo con el periodo nacionalista; posteriormente, asombrosamente, para perpetuarlo en el periodo del llamado gobierno progresista, sobre todo con el denominado gobierno indígena.
La definición del concepto de territorios indígenas no queda ahí, en el uso político, “ideológico”, jurídico, incluso técnico, en las oficinas de Naciones Unidas, en las ONGs y en las instancias gubernamentales. Se ha desarrollado también como una concepción teórica de territorios indígenas. Se habla, en este sentido, de territorios indígenas, como espesores culturales; como ámbitos de relaciones entre comunidades y ciclos vitales, del agua, del aire, del suelo, de los bosques, de las cuencas. En una de las versiones de esta interpretación filosófica, el concepto de territorio indígena adquiere el carácter de arquetipo, de originariedad; se les atribuye esta connotación territorial a las comunidades originarias. Sin embargo, hay que hacer notar que para los pueblos ancestrales el territorio no es indígena o, mejor dicho, del pueblo indígena, que tampoco se consideraba como tal, sino que se nombraba como gente, como humano, en la lengua propia. El territorio no puede ser de alguien, persona o colectivo; la comunidad es la que forma parte del territorio. Lo común, en este caso, no corresponde solamente a los miembros de la comunidad o de las comunidades con las que se comparte, sino también con los otros seres con los que se convive.
 
Como se puede ver, a pesar de la importancia, la utilidad, “ideológica”, política, jurídica y cultural del concepto, no deja de plantear problemas hermenéuticos la decodificación y la interpretación del concepto. Problemas que hay que asumirlos plenamente, precisamente por la importancia y significación histórica que tienen los pueblos indígenas.
 
Otra semántica del concepto de territorios indígenas tiene que ver con la perspectiva ecológica. Los pueblos indígenas se encuentran en ecosistemas biodiversos vulnerables, forman parte de estos ecosistemas. Claro que también forman parte de los ecosistemas, en general, las ciudades, las poblaciones no indígenas; sin embargo, no hablamos de esta pertenencia ecológica, en general, sino de la vinculación de los pueblos indígenas con ecosistemas vulnerables, de las cuencas, de los bosques, de los territorios todavía no suficientemente afectados por la integración capitalista. En este sentido, territorio indígena adquiere una connotación ecológica. Hay una versión light, por así decirlo, de esta perspectiva ecológica, que es, mas bien, ambientalista; concibe a los territorios indígenas como áreas protegidas.
 
Después de esta breve revisión de parte de la polisemia de territorios indígenas – no podemos extendernos, por el momento -, podemos ver que más que tratarse de un concepto, estamos ante una distribución conceptual heterogénea. Distribución heterogénea que hace a una formación no sólo discursiva, sino política-cultural. Esta formación discursiva-político-cultural se despliega en las sociedades contemporáneas, en los Estados-nación, en el mundo, buscando ocasionar acontecimientos emancipativos y libertarios descolonizadores. Por lo tanto, en este ánimo y activismo, busca ocasionar enunciaciones que hagan inteligible el entramado de relaciones sociales e institucionales, donde se disputan dominaciones y contrapoderes.
En consecuencia, la formación discursiva-político-cultural de la que hablamos, que nombraremos como des-colonial – preferimos usar el término que asume Silvia Rivera Cusicanqui, con la explicación del caso, que decolonial -, es una heurística y hermenéutica de contra-poder, de prácticas discursivas-políticas-culturales contra- hegemónicas.
 
En este sentido, la defensa de los territorios indígenas es parte de la lucha descolonizadora. Defender los territorios indígenas de su desterritorialización extractivista, de su despojamiento y desposesión por parte del capitalismo dependiente, es no solamente pieza importante de la lucha anticapitalista, no solamente segmento fundamental de la lucha anticolonial y descolonizadora, sino, sobre todo, es primordial en la defensa de la vida.
 
 
 
 
Podemos suponer una exageración atribuir criminalidad de lesa humanidad a la alianza de capitales y estados imperialistas con los locales. Pero indaguemos en:
 
 
La barbarie civilizada del capitalismo
19 de septiembre de 2015

Por Homar Garcés (Revista Amauta)
El escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura, auguró: “El desplazamiento del sur al norte es inevitable; no valdrán alambradas, muros ni deportaciones: vendrán por millones. Europa será conquistada por los hambrientos. Vienen buscando lo que les robamos. No hay retorno para ellos porque proceden de una hambruna de siglos y vienen rastreando el olor de la pitanza. El reparto está cada vez más cerca. Las trompetas han empezado a sonar. El odio está servido y necesitaremos políticos que sepan estar a la altura de las circunstancias”.
Los pueblos de Afganistán, Irak, Libia, Siria y Yemen -víctimas desde 2001 de la codicia inconmensurable de las grandes corporaciones transnacionales petroleras que operan desde Estados Unidos y Europa occidental- se han visto obligados a sufrir penurias de todo tipo, gracias a la cruzada protagonizada por estos países “civilizados” en su combate sin límites ni fecha de terminación contra el “terrorismo internacional”, el cual sólo tiene como enemigos presuntos o potenciales a aquellos pueblos y regímenes que no comulgan con su credo de superioridad racial, religiosa y/o cultural, ni aceptan continuar sometidos a una tiranía mundial compartida donde sobresale Estados Unidos -con su mando de la OTAN- como el policía de mayor rango. Esto sin incluir la ofensiva militar de Arabia Saudita a Yemen o las decenas de miles de muertos y heridos provocados por los bombardeos y ataques de Israel a zonas residenciales de Gaza y Cisjordania en su empeño por exterminar de la faz de la tierra al pueblo ancestral de Palestina, condenado a sufrir privaciones de toda clase bajo el régimen sionista israelí.
Con Libia, Estados Unidos y la OTAN cambiaron en parte el formato de agresiones aplicado en el resto de naciones invadidas. Esta vez la agresión a Libia (a diferencia de Afganistán e Irak) estuvo concentrada en los bombardeos y el uso de mercenarios pro-occidentales, los mismos que darían nacimiento al grupo Al Qaeda, acaudillado por Osama Bin Laden, ex pupilo de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) durante la Guerra Fría, del cual -a su vez- deriva el denominado Estado Islámico (ISIS o Dáesh). Además, se debe mencionar que dicha agresión neo-imperialista se basó en dos resoluciones de la ONU, las números 1970 y 1973, emanadas del Consejo de Seguridad, con lo que sus acciones adquirían cierta dosis de legitimidad ante el mundo, ya que se trataba de “proteger a los civiles y a las áreas pobladas bajo amenaza de ataques” por parte de las fuerzas leales a Muamar el Gadafi. Esto ha servido de fundamento para aspirar en hacer lo mismo en territorio sirio. No obstante, ni Estados Unidos ni Europa occidental supieron calcular las consecuencias de sus acciones belicistas en Oriente Medio y África subsahariana.
 
Al producirse abruptamente la disminución de sus condiciones materiales de vida, con destrucción sistemática de toda la infraestructura existente hasta entonces y, además, padecer el terrorismo y la inestabilidad política en sus países, viendo completamente trastornada la realidad socio-política, socio-económica y socio-histórica en la cual se desenvolvieran toda su vida, muchos de sus habitantes optaron por migrar en masa a las naciones responsables de su nueva condición, convertidos así en una “onda expansiva” de migrantes, al parecer incontrolable, que ahora sí preocupa a los gobiernos europeos. Éstos son los residuos poblacionales que antiguamente constituían el ejército de reserva del sistema capitalista avanzado y periférico; y que hoy, a riesgo de perder la vida -como pasó con muchos durante la travesía por el mar Mediterráneo, incluyendo a niños que no rebasan la edad de tres años- prácticamente, ante la indiferencia absoluta de la ONU y la opinión pública mundial, constituyen la mayor demostración respecto a que el sistema capitalista no contabiliza como haberes la dignidad ni los sueños rotos de los demás seres humanos; incluyendo en ello la destrucción irracional de poblaciones enteras y de vestigios de civilizaciones antiguas, en una estrategia por acabar con cualquier sentido nacionalista y/o de pertenencia de quienes resisten la barbarie civilizada del capitalismo actual.


 
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El capitaloceno
27 de febrero de 2017
Por Renan Vega Cantor
 
Al borde del precipicio
Varias informaciones recientes indican el acelerado proceso de destrucción de la naturaleza y de trastorno climático en el mundo, así como de la miseria de millones de seres humanos, afectador por catástrofes que se pretenden naturales pero que tienen un claro origen social, aunque eso no sea evidente a primera vista. Sin pretender ser sistemáticos recordemos algunas de las noticias que se registraron en el 2016 sobre caos climático, extinción de especies, pérdida de biodiversidad y las mal llamadas “catástrofes naturales”. (...)
 
Las características del capitalismo, su lógica de funcionamiento, explican que se haya convertido en una destructiva fuerza, que ataca a la mayor parte de los seres humanos y destruye la naturaleza, habiendo originado el capitaloceno (La época del capitalismo). Algunos de los elementos centrales de su funcionamiento son los siguientes:
  • Primer elemento: la acumulación capitalista que crece en forma exponencial e ininterrumpida en la búsqueda insaciable de ganancias. Para obtener ganancias se debe explotar intensivamente a los trabajadores y expoliar el medio ambiente, sin interesar si se destruyen a otras formas de vida. Se supone que puede haber crecimiento al infinito, como requisito de la acumulación de capital, en una tierra cerrada y limitada en recursos.
  • Segundo elemento: para obtener ganancias el capital rebasa las fronteras nacionales y se expande por el mundo en búsqueda de fuentes de materias primas, trabajo barato y nuevos mercados de inversión y consumo. Incluso, algunos lunáticos hoy hablan de la “colonización de Marte”, como forma de huir de la tierra. Esta expansión tiene como motor principal la competencia desenfrenada de capitales, que primero compiten a escala local y luego en el mundo entero.
  • Tercer elemento: obtener réditos en el corto plazo, porque, como decía Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos. Esto supone que no se tienen en cuenta los tiempos de la naturaleza, sino los tiempos del capital y los negocios. Como consecuencia se aniquila a los ecosistemas, tal y como lo evidencia la explotación mineral o de hidrocarburos, ya que no se tiene en cuenta el tiempo de reposición de los ecosistemas (cuando hablamos de bienes renovables) y se actúa en contra de los límites naturales.
  • Cuarto elemento: para conseguir el incremento de ganancia en forma permanente se produce un crecimiento ininterrumpido de las fuerzas productivas-destructivas, lo que se expresa entre otras cosas en el desarrollo de la tecnociencia, lo que lleva a inventar tecnologías más potentes, y que consumen mayores cantidades de materia y energía, para extraer más materia y consumir hasta la última porción de energía disponible. Esto genera una particular forma de arrogancia tecnocrática, para la cual no hay límites naturales, ni de ninguna otra índole, y que postula que tarde o temprano se encontraran las soluciones técnicas a los problemas que ha generado el capitalismo.
  • Quinto elemento: se estructura una jerarquía de valores que exaltan la competencia, el individualismo, el egoísmo, la codicia, la sed de ganancias, el consumismo, la explotación de otros seres humanos, como propias de la “naturaleza humana”. Esos valores son inculcados desde la escuela, y por los medios de comunicación, lo que legitima al capitalismo, que es visto como el orden natural de las cosas, un sistema eterno e insustituible.
  • Sexto elemento: la producción de mercancías obliga a su consumo, para poder obtener ganancia por parte de los capitalistas. Esto conduce a impulsar el consumo, creando necesidades artificiales e innecesarias, como puede verse hoy al examinar gran parte de las mercancías que se generan en el capitalismo, muchas de las cuales son inherentemente nocivas.
 
Con estos elementos, puede concluirse sin mucho esfuerzo que el capitalismo es insustentable a corto plazo. Como indican Fred Magdoff y John Bellamy Foster: El sistema capitalista mundial es insustentable en: (1) su búsqueda por una acumulación sin fin de capital tendiente a una producción que debe expandirse continuamente para obtener ganancias; (2) su sistema agrícola y alimentario que contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el acceso cuantitativo y cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada destrucción del ambiente; (4) su continua reproducción y aumento de la estratificación de riqueza dentro y entre los países; y (5) su búsqueda por la “bala de plata” tecnológica para evadir los crecientes problemas sociales y ecológicos emergentes de sus propias operaciones34.
 
El término capitaloceno hace referencia a un periodo de tiempo reciente, una nueva era geológica, y a una categoría analítica y explicativa. En el primer sentido, establece una cronología para englobar un conjunto de procesos cuyo nexo articulador es la existencia y el predominio de la relación social capitalista, desde el momento mismo de su génesis, como capitalismo de guerra en el siglo XVI, en algunos lugares de Europa y que luego, se expande por el resto del mundo durante los últimos siglos, adquiriendo una fuerza e impacto mundial tras la revolución industrial a finales del siglo XVIII. En el segundo sentido, es una noción que se dirige a dar una explicación de los fundamentos de funcionamiento del capitalismo y sus impactos destructivos sobre el planeta tierra. Busca explicar en forma racional las raíces de lo que sucede.
Aunque el capitaloceno representa un período muy corto, su impacto es tal que la mayor parte de las transformaciones que ha generado tienen un carácter de irreversibles. El capitalismo es una fuerza geofísica global, eminentemente destructora, aunque se suponga que es creadora, su carácter devastador es de tal dimensión que puede catalogarse como un nuevo meteorito, pero de origen social, similar al meteorito que se estrelló contra el Golfo de México hace 65 millones de años y que produjo la quinta extinción de especies y arrasó con el 90 por ciento de la vida que por entonces existía en la tierra35.
Al hablar de capitaloceno no importa tanto que se le conciba como una época histórica o una era geológica, y lo menos interesante es argüir que hoy no pueden leerse los registros estratigráficos que demuestren su existencia. Es poco importante que exista un reconocimiento estratigráfico del capitaloceno. Lo fundamental es el sentido político del término y al desafío cognitivo de orden colectivo que debería generar, que conduzca no solamente a cambiar nuestra comprensión de la realidad, sino lo que es más importante y decisivo, nuestro accionar como sociedades. El asunto es crucial, no es una cuestión terminológica ni una querella entre geólogos. Tiene que ver con el esclarecimiento de las razones y de las causas que producen la destrucción de la naturaleza, la extinción de especies, el vuelco climático, la acidificación de los mares, la destrucción de los corales…. El capitaloceno si está dejando huellas de tipo geológico. Al respecto, uno de los cambios geológicamente más significativos, aunque aparezca casi invisible para nosotros, es la modificación en la composición de la atmosfera: las emisiones de bióxido de carbono (CO2), cuya contribución al calentamiento global es innegable –lo que produce cambios climáticos, concretamente elevación de la temperatura, que no se presentaban hace millones de años– y que permanecen durante miles de años en la atmósfera. Asimismo, el desplazamiento de plantas y animales hacia los polos, un movimiento migratorio forzado por el aumento de la temperatura, que ya se está presentando, va a dejar su registro fósil, en idéntica forma que la elevación del nivel del mar en varios metros, con lo cual se hundirán ciudades completas.
 
Es probable que mucho tiempo después de que nuestros autos, ciudades y fábricas se hayan convertido en polvo, las consecuencias de quemar carbón y petróleo equivalente a miles de millones de toneladas sean claramente ostensibles. El bióxido de carbono calienta el planeta y, al mismo tiempo, se cuela en los océanos y los acidifica. En algún momento de este siglo serán tan ácidos que los corales ya no podrán construir arrecifes, lo que se registrará geológicamente como "un hiato de arrecifes". Estos hiatos han marcado cada una de las últimas cinco extinciones masivas principales. La más reciente, que se cree fue causada por el impacto de un asteroide, tuvo lugar hace 65 millones de años, al final del periodo Cretácico; no sólo eliminó a los dinosaurios, sino también a los plesiosaurios, los pterosaurios y los ammonoideos. La escala de lo que les está sucediendo ahora a los océanos es, de acuerdo con muchos expertos, incomparable desde entonces. Para los geólogos futuros, dice Zalasiewicz, nuestro impacto podría parecer tan repentino y profundo como el de un asteroide. (Bienvenido al Antropoceno, la era del hombre36).
 
Entre algunos de los cambios que ha generado el capitalismo se encuentran: un aumento en la tasa de extinción de la fauna y la flora a niveles sin precedentes desde la aparición del homo sapiens; aumento en los niveles de C02 en la atmosfera, que modifica el clima y aumenta las temperaturas, de tal forma que no había sucedido hace 66 millones de años; producción masiva de plásticos, que inundan ríos, lagos y océanos, interfiriendo en la vida de miles de especies; la utilización de fertilizantes ha duplicado la cantidad de nitrógeno y de fósforo en las tierras de cultivo. Se calcula que esto puede causar un impacto sobre el ciclo de nitrógeno que no se presentaba hace 2.500 millones de años; “la presencia de una capa permanente de partículas transportadas por el aire en los hielos glaciares y sedimentos, como por ejemplo carbono negro procedente del consumo de combustibles fósiles” 37. Con estas evidencias, advierten algunos geólogos, "Muchos de estos cambios son geológicamente duraderos y algunos son efectivamente irreversibles"38.
 
Los rasgos distintivos del capitaloceno no apuntan a señalar en abstracto al ser humano como una fuerza geológica en sí misma de extinción masiva, sino al sistema capitalista, como una forma de organización social e histórica particular, cuyo funcionamiento ocasiona los problemas que vivimos en la actualidad. Como tal, desde su origen Homo sapiens ha vivido en diversas formas de organización social, y en ninguna de ellas se puso en peligro global la supervivencia de la misma humanidad y de otras formas de vida a una escala masiva, como hoy acontece. Uno de los aspectos que suele resaltarse cuando se habla de Antropoceno es el tamaño de la población humana, cuyo número creció en forma exponencial en los últimos dos siglos, tras la Revolución Industrial y en forma más veloz en los últimos cincuenta años. Este crecimiento está asociado a las energías fósiles, porque sin ellas no hubiera sido posible, algo que se deriva entonces del mismo desarrollo del capitalismo. Pero un elemento adicional que no puede ser negado es que no todos los seres humanos que hoy vivimos en el planeta tierra tenemos el mismo grado de responsabilidad, puesto que hay una asimetría evidente entre una ínfima minoría de grandes capitalistas y el resto de la población mundial.
 
En otros términos, existe una segmentación en términos de producción y consumo entre unos pocos países y el resto, y más en general, entre los más ricos entre los ricos y millones de pobres y miserables. Oxfam lo ha dicho en sus informes de enero de 2016 y de enero de 2017. En este último proporciona algunos datos sobre la aterradora desigualdad social y económica en el mundo: 1. Cuando una de cada diez personas en el mundo sobrevive con menos de dos dólares al día, la inmensa riqueza que acumulan tan sólo unos pocos resulta obscena. Sólo ocho personas (concretamente ocho hombres), poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas. […] 2. Siete de cada diez personas vive en un país en el que la desigualdad ha aumentado en los últimos 30 años. 3. La desigualdad extrema tiene un enorme impacto en las vidas de las mujeres, sobrerrepresentadas en los sectores con peores salarios y que sufren mayores niveles de discriminación en el ámbito laboral y asumen la mayor parte del trabajo de cuidados no remunerado. Al ritmo actual, llevará 170 años alcanzar la igualdad salarial entre hombres y mujeres. 4. La evasión y elusión fiscal por parte de las grandes multinacionales priva a los países pobres de al menos 100.000 millones de dólares cada año en ingresos fiscales, dinero suficiente para financiar servicios educativos para los 124 millones de niños y niñas sin escolarizar o servicios sanitarios que podrían evitar la muerte de al menos seis millones de niños y niñas cada año39.
 
Con datos como estos, resulta muy amañado seguir diciendo que la población en sí misma es el problema, cuando este estriba en la desigualdad social y económica, lo que conduce a marcados desniveles de apropiación de la producción y el consumo dentro de los países y a nivel mundial40. Claro que debe plantearse un control en el crecimiento de la población, ante la reducción acelerada de los bienes comunes de la naturaleza, pero algo más crucial radica en señalar la destrucción que significa el consumo de los ricos, y el costo ambiental que esto trae para el planeta. No es tanto la reducción de los pobres lo que necesita el planeta tierra, sino más bien la reducción de los ricos y su consumo y despilfarros ostentosamente obscenos. En el capitaloceno la pregunta esencial no es cuánto le cuesta un pobre al medio ambiente, sino cuánto le cuesta un rico, cuestión que apunta a vincular la desigualdad con la destrucción ambiental. Si Antropoceno es una palabra que genera algún rechazo, Capitaloceno va a ser un término absolutamente denostado y ocultado, porque apunta a señalar al sistema capitalista como el responsable de las catástrofes climáticas y ambientales que destruyen diversas formas de vida, asesinan diariamente a millones de seres humanos (pobres y explotados) y pone en peligro la misma supervivencia de nuestra especie. Y plantea, por supuesto, que la única alternativa para que la humanidad pueda sobrevivir es rebasar el capitalismo. En conclusión, nos encontramos en la Era Catastrozoica, del Período “Cabernario”, Época del capitaloceno y el nuevo meteorito que destruye nuestro planeta no viene del espacio exterior, El meteorito de nuestro tiempo se llama capitalismo y resulta inútil tratar de cambiarle el nombre.
 
Atendamos:
 
 
¡Para recuperar nuestro futuro, tenemos que cambiar el presente!
Nuestra propuesta es para cambiar el sistema en vez del clima.
23 de abril de 2013
 
El sistema capitalista ha explotado y abusado de la naturaleza empujando al planeta hasta límites insostenibles que están provocando cambios estructurales acelerados muy peligrosos en el clima.
Hoy, la severidad y multiplicidad de los cambios climáticos –caracterizados por sequías, desertificación, inundaciones, huracanes, tifones, incendios forestales, desaparición de glaciares y casquetes polares- son claros indicios que hablan de un planeta en llamas. Estos cambios tan extremos tienen un impacto directo en las personas a través de la pérdida de medios de subsistencia, de cultivos, de hogares y de vidas. Todo esto esta provocando éxodos masivos sin precedentes de migrantes  y refugiad@s climátic@s.
La humanidad y la naturaleza están llegando al borde de un precipicio: podemos cruzarnos de brazos y proseguir nuestra marcha hacia el abismo, o bien pasar a la acción y reclamar el futuro que tod@s queremos.
No permaneceremos indiferentes. No permitiremos que el sistema capitalista nos queme a tod@s.  Vamos a tomar medidas para cambiar el sistema y eliminar las causas estructurales del cambio climático.  Ha llegado la hora de pasar de los discursos a la acción.
Tenemos que fortalecer e impulsar la organización de movimientos de base en todas partes y sobre todo en los frentes de batalla donde más hay en juego.
 
Cambiar el sistema significa:
  • Dejar más de dos tercios de las reservas de combustibles fósiles bajo la tierra y el fondo del océano para prevenir niveles catastróficos de cambio climático.
  • Prohibir las nuevas exploraciones y explotaciones de petróleo, arenas bituminosas, gas no convencional, carbón, uranio y gas natural.
  • Apoyar una transición justa para que l@s trabajador@s y las comunidades salgan de economías de consumo intensivo de energía y avancen hacia economías locales resilientes, basadas en la justicia social, económica y medioambiental.
  • Descentralizar la generación de energía y colocar su propiedad bajo control de las comunidades locales impulsando las fuentes de energía renovables.  Invertir en infraestructuras energéticas locales, de pequeña escala y basadas en las propias comunidades.
  • Dejar de construir megaproyectos y proyectos innecesarios de infraestructura que no benefician a la población y que son contribuidores netos de emisiones de gases de efecto invernadero como son mega represas, autopistas excesivamente sobre dimensionadas, proyectos energéticos centralizados de gran escala innecesarios y aeropuertos superfluos.
  • Acabar con la producción industrial de alimentos en gran escala orientada a la exportación (incluyendo la producción agropecuaria) y promover sistemas de producción en pequeña escala, integrados, ecológicamente sustentables, que contribuyan a enfriar el planeta y aseguren la soberanía alimentaria en base a la provisión de alimentos nutritivos que satisfagan las necesidades culturales de las comunidades locales.
  • Adoptar estrategias de “Residuos-Cero” mediante el fomento de programas de compostaje y reciclado integral que remplacen el uso de incineradores de residuos que generan gases de efecto invernadero.
  • Acabar con el acaparamiento de tierras y respetar los derechos de pequeñ@s agricultores, campesin@s, y mujeres. Reconocer los derechos colectivos de los pueblos indígenas conforme a la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, incluyendo sus derechos sobre sus tierras y territorios.
  • Desarrollar estrategias económicas que creen nuevos tipos de “empleos climáticos” –trabajos con una remuneración decente que contribuyan a la reducción de emisiones de carbono- en los sectores de las energías renovables, la agricultura, el transporte público y el reciclado de piezas industriales. 
  • Recuperar el control de los recursos públicos para financiar proyectos para el pueblo y la naturaleza en los ámbitos de salud, educación, alimentación, empleo, vivienda, recuperación de zonas húmedas, bosques y otros ecosistemas, y eliminar los subsidios a las industrias contaminantes, al agro-negocio y a la industria militar.
  • Retirar de circulación los automóviles a través de la construcción de infraestructuras de transporte público limpios, adaptados a los recursos energéticos locales, no basados en motores a combustión y que sean accesibles y asequibles a toda la población.
  • Fomentar la producción y consumo locales de productos sostenibles para satisfacer las necesidades fundamentales de la población y evitar el transporte de bienes que pueden ser producidos en el lugar. 
  • Detener y revertir los acuerdos de libre comercio e inversiones al servicio de las trasnacionales. Estos acuerdos promueven el comercio y las inversiones para la obtención de la máxima ganancia a costa de la fuerza de trabajo, la naturaleza y de la capacidad de las naciones de definir sus propias políticas.
  • Frenar la apropiación corporativa de la economía y de los recursos naturales en beneficio de las Empresas Transnacionales.
  • Desmantelar la industria e infraestructura militar, para así reducir las emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas a la guerra, y destinar los recursos del presupuesto militar a la promoción de una paz verdadera.
     
 Aplicando estas medidas, seremos capaces de obtener pleno empleo para tod@s, porque en un cambio sistémico de este tipo habrán más trabajos de calidad de los que existen bajo el actual sistema de explotación.  Mediante estas medidas lograremos construir una economía que sirva al pueblo y no a los capitalistas.  Con ello, pararemos la degradación de la tierra, el aire y el agua, preservando la salud humana y los ciclos vitales de la naturaleza, evitando, además, la migración forzada de millones de refugiados climáticos.
Cambiar el sistema implica poner fin al imperio mundial de las empresas transnacionales y los bancos.  Sólo una sociedad capaz de controlar democráticamente sus recursos a través de sus trabajadores (incluyendo los trabajadores migrantes), pueblos indígenas y mujeres garantizará  la soberanía de los pueblos y la justicia económica social y ambiental. El cambio de sistema requiere de una ruptura con la sociedad patriarcal para asegurar los derechos de las mujeres en todas las esferas de la vida. El feminismo y la ecología son componentes claves de la nueva sociedad por la cual estamos luchando.
Necesitamos un sistema que busque la armonía entre los seres humanos y la naturaleza, y no un modelo de crecimiento infinito como promueve el sistema capitalista en aras de obtener más y más ganancia.  La Madre Tierra y sus recursos naturales no pueden sostener las necesidades crecientes de producción y consumo de la sociedad industrializada moderna. Necesitamos un sistema que satisfaga las necesidades de la mayoría y no de unos pocos.  Necesitamos una redistribución de la riqueza que ahora está en manos del 1% de la población.  Así mismo, requerimos una nueva definición de lo que significa “bienestar” y “prosperidad” para todos los seres humanos en el marco de los límites de la Madre Tierra.
Aunque continuará la pelea en las negociaciones internacionales de las Naciones Unidas sobre cambio climático, las batallas más importantes tendrá lugar fuera de este escenario, en los lugares donde hay luchas contra los combustibles fósiles, la agricultura industrializada, la deforestación, la contaminación industrial, los mercados del carbono y los proyectos REDD, todo ellos causantes de un mayor acaparamiento de tierras y agua, y de desplazamientos forzados de personas por todo el planeta.
Estados Unidos, Europa, Japón, Rusia y otros países industrializados -como principales emisores históricos- deben efectuar los principales recortes de emisiones de gases de efecto invernadero.  China, India, Brasil, Sudáfrica y otras economías emergentes también deben establecer compromisos de reducción de emisiones basados en el principio de responsabilidad común pero diferenciada.  No aceptamos que so pretexto de “derecho al desarrollo” se promuevan proyectos de consumo insostenible y de destrucción de la naturaleza solamente para  generar ganancias para el 1% de la población.
 
La lucha por un nuevo sistema es la lucha contra las falsas soluciones climáticas.  Si no las paramos, estas falsas soluciones climáticas afectarán severamente el funcionamiento del sistema de la Tierra dañando gravemente la salud humana, los ecosistemas y la vida.  Por ello rechazamos las soluciones “tecnológicas”, como la geo-ingeniería, los organismos genéticamente modificados, los agro-carburantes y la bioenergía industrial, la biología sintética, la nanotecnología, el fracking (fractura hidráulica), los proyectos nucleares y la incineración de basuras para producir energía.
Nos oponemos igualmente a las propuestas de mercantilización, “financiarización” y privatización de las funciones de la naturaleza a través de la llamada “economía verde”.  Poner un precio a la naturaleza y crear mercados de derivados financieros no generará sino desigualdad y destrucción de la naturaleza.  No podemos dejar el futuro de la naturaleza y la humanidad en manos de los mecanismos de especulación financiera como los “mercados del carbono” y proyectos REDD.  Nos hacemos eco y apoyamos el pedido para que la Unión Europea deje a un lado su Esquema de Mercado de Emisiones.
Los proyectos REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques), al igual que los Mecanismos de Desarrollo Limpio, no son soluciones al cambio climático y por el contrario representan nuevas formas de colonialismo.  En defensa de los Pueblos Indígenas, las comunidades locales y la naturaleza, rechazamos los proyectos REDD y el acaparamiento y destrucción de bosques, tierras cultivables, manglares, algas marinas y océanos que son sumideros de gases invernadero. REDD y su posible expansión a la tierra, denominada “Agricultura Climáticamente Inteligente” (Climate -Smart Agriculture), generará una contra-reforma agraria mundial que privilegiara la “cosecha de carbón” antes que la producción de alimentos.
Debemos vincular las luchas sociales y medioambientales,  hermanar las comunidades urbanas y rurales, combinar las iniciativas locales y globales para unirnos en una lucha común.  Tenemos que construir un movimiento enraizado en la vida cotidiana de las personas y que garantice la democracia en todos los estadios de la sociedad.
Muchas propuestas ya tienen elementos claves para construir nuevos sistemas alternativos. Algunos ejemplos son: el “Vivir Bien”, la defensa de los “comunes”, los derechos de la naturaleza o Madre Tierra, el respeto a territorios indígenas y zonas de preservación comunitaria, la soberanía alimentaria, la “prosperidad sin crecimiento”, la “des-globalización”, el “índice de felicidad”, los derechos y deberes de las generaciones futuras, el Acuerdo de los Pueblos de Cochabamba y otros.
Tod@s nosotr@s tenemos esperanza en un mundo mejor.  Hoy hemos de recoger esa esperanza y traducirla en valor y acciones, porque –junt@s- podemos cambiar el sistema.  Si queremos un futuro para la humanidad necesitamos empezar la lucha ahora.
 
Abril 2013
Firmado por las organizaciones facilitadoras del Espacio Climático
Alliance of Progressive Labor, Philippines
Alternatives International
ATTAC France
Ecologistas en Acción
Environmental Rights Action, Nigeria
ETC Group
Fairwatch, Italy
Focus on the Global South
Global Campaign to Dismantle Corporate Power and end TNCs’ impunity
Global Forest Coalition
Grassroots Global Justice Alliance
Grupo de Reflexão e Apoio ao Processo do Fórum Social Mundial
Indigenous Environmental Network
La Via Campesina
No-REDD in Africa Network
Migrants Rights International
OilWatch International
Polaris Institute
Transnational Institute

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