martes, 23 de enero de 2018

II. ¿Qué economía se halla implícita en la visión abajo de la reforma agraria anticapitalista?


Con construcción de territorios según avanza la soberanía alimentaria que requiere ir desestructurando a
enclaves e IIRSA.
 

Pensamos que ese horizonte de poder hacer requiere de un frente cultural político desde las luchas de la diversidad de abajo por la vida y en contra del extractivismo. Porque es prioritario generalizar, entre nosotros,  la ruptura con la lógica del Capital que  nos mantiene sin decisión sobre el destino común y peor aún, ignorantes e indiferentes sobre el carácter genocida de quienes privilegiaron/an los agro combustibles.  Hoy protestan contra trabas al biodiesel por EE.UU. y durante la "deKada ganada" se basaron en publicitar y fundamentar mediante científicos e intelectuales que:
La Argentina cuenta con condiciones competitivas óptimas para ser uno de los principales jugadores en el mundo en la producción de biodiesel a partir del aceite de soja dado que:
  • Es el primer y más eficiente productor de aceites de soja en el mundo.
  • Ha logrado un equilibrio logístico, tecnológico y productivo óptimo, para la producción tanto de aceite como de biodiesel.
  • Es el tercer productor de biodiesel en el mundo, luego de EEUU y Alemania.
  • El centro productivo de biodiesel se encuentra dentro del complejo sojero Argentino, que es el más grande del mundo.
  • Es el primer exportador de Biodiesel en el mundo.

 
Observemos que la política de estado para garantizar y promover la expansión de la oligarquía diversificada al que pertenece Blaquier Leer tiene éxito por incorporarse al sistema capitalista mundializado. En ese camino de la acumulación oligopólica de riquezas y poder se da el boom de los agrocombustibles  que va contra la producción de alimentos o sea genera más miseria y hambre estructurales.
 

El poder corporativo:
los agrocombustibles y la expansión de las agroindustrias
26 de octubre de 2007 | Biodiversidad - Oct 2007
 
GRAIN
En los últimos años, el interés de las empresas por los agrocombustibles ha pasado de un trote suave a una estampida a toda velocidad. Para los grupos empresariales y los políticos, los agrocombustibles ciertamente son una de las formas de energía “renovable” más potables porque encajan fácilmente en la economía imperante basada en el petróleo. Pero también ofrecen oportunidades de lucro que los promotores del nuevo esquema de los negocios “ecológicos” captaron muy rápido. Cuantiosas cantidades de dinero se vuelcan ahora en todo el mundo a proyectos de agrocombustibles—con consecuencias trascendentes.
La ola de inversiones en agrocombustibles está replanteando el agronegocio mismo. Hay nuevos y poderosos actores que convergen en el sector. Las empresas de cosméticos están vendiendo biodiésel. Grandes petroleras compran plantaciones. Especuladores de Wall Street firman acuerdos con barones feudales del azúcar. Todo el caudal de dinero que circula por el mundo reorganiza e intensifica las estructuras transnacionales, vinculando a la más brutal clase terrateniente del Sur con las más poderosas empresas del Norte.
Este documento analiza la expansión de las inversiones empresariales en agrocombustibles y el control que asumen sobre ellos. Brinda un panorama de quiénes están invirtiendo en agrocombustibles y adónde va el dinero. Busca esclarecer los modos en que las empresas transnacionales promueven las “ventajas ambientales” y los “beneficios económicos” que dejarían a los agricultores, absorbiendo en sus estrategias de lucro el desarrollo de estos combustibles como si fueran alternativos.
 
Quién pone el dinero para agrocombustibles
¿Es una tendencia, una burbuja o una reconfiguración estructural? Es difícil decirlo a esta altura. Calificarla de inundación es tal vez la forma más apropiada de describir el incremento de inversiones en agrocombustibles ocurrido en los últimos años. Difícilmente pasa un día sin que en algún lado se dé la noticia de que se echó a andar una nueva refinería millonaria de agrocombustible. ¿Quién está invirtiendo en esta nueva articulación?
Como cabría suponer, los grandes de los agronegocios son uno de los principales respaldos. Compañías de materias primas agrícolas como Archer Daniels Midland (ADM), Noble y Cargill realizan ya fuertes inversiones. También las compañías que se especializan en el comercio del azúcar, el aceite de palma y, en menor medida, la forestación.
También está el dinero del sector energético. Grandes compañías petroleras como British Petroleum (BP) y Mitsui están realizando inversiones sustanciales. También lo hacen las compañías petroleras más directamente vinculadas a las agendas de sus gobiernos en materia de agrocombustibles, como es el caso de Petrobrás de Brasil y PetroChina, y empresas más pequeñas como pt Medco de Indonesia y la Compañía Nacional de Petróleo de Filipinas.
Pero tal vez la más agresiva fuente de inversiones en agrocombustibles provenga del mundo de las finanzas. Varias de las casas más poderosas e importantes del capital globalizado se han trepado al juego de los agrocombustibles. El financiamiento proviene de bancos tales como Rabobank, Barclays y Société Générale, y de fondos de capital como Morgan Stanley y Goldman Sachs, especializados en compras de empresas y que pueden transferir rápidamente miles de millones de dólares de una parte a otra del mundo.
Además, están los multimillonarios: George Soros, el gurú de los fondos de cobertura, es dueño de operaciones en el rubro etanol/agronegocios en Brasil; Bill Gates posee una de las empresas productoras de etanol más grandes de Estados Unidos; Vinod Khosla, famoso en Google, es un importante inversionista en una gama de negocios dentro del rubro de producción y tecnología de agrocombustibles; y el dueño del Grupo Virgin y ahora Virgin Fuels, Sir Richard Branson, tiene una abultada cartera de inversiones en agrocombustibles. Estos titanes de la globalización no solamente aportan sus cuantiosas fortunas a la fiebre de oro de los agrocombustibles, sino también su fuerte peso político.
 Por supuesto, detrás de todo esto, reduciéndoles los riesgos a los grandes “especuladores” del mundo, están los gobiernos y los organismos internacionales de préstamo, tales como el Banco Mundial y los bancos de desarrollo regionales. Los miles de millones que ofrecen a través de subvenciones directas, exenciones impositivas, construcción pública de rutas de transporte, sistemas de comercialización de carbono y préstamos blandos son lo que hace económicamente viable el negocio de los agrocombustibles.
Adónde va el dinero
El negocio va a estar en la producción del cultivo” Nancy DeVore, Bunge Global Agribusiness.
Ciertamente hay una conexión entre la efervescencia de los agrocombustibles y el salto en los precios del petróleo que comenzó hace un par de años. Pero un aumento del precio del crudo no termina de explicar el tipo de inversiones a largo plazo que los grandes jugadores están realizando actualmente en agrocombustibles. El precio del petróleo, aun en el caso de que las reservas mundiales estuvieran mermando, está determinado todavía por la especulación, que tiene una relación muy suelta con la oferta y la demanda. Con la misma rapidez que puede aumentar el precio del petróleo, también puede caer, liquidando en el proceso a los productores de agrocombustibles. Esto es precisamente lo que le ocurrió a la industria del etanol en la década de 1980.
La característica actual del mercado de los agrocombustibles no es tanto el precio del petróleo sino el nivel de respaldo de los gobiernos. Por una serie de razones políticas, sin duda relacionadas con el creciente interés de las empresas en combustibles “renovables”, los gobiernos de los principales países consumidores de petróleo han dispuesto o están en vías de dictaminar que el combustible para transporte contenga porcentajes mínimos de etanol y biodiésel. En conjunto, las subvenciones y esta demanda garantizada sientan las bases de un gran mercado cautivo para las corporaciones de agrocombustibles.
Aun así, la viabilidad de los agrocombustibles sigue en duda, y sus ganancias todavía están a merced de otra variable importante —el precio de la materia prima, del vegetal utilizado para producir el agrocombustible.
Los costos de producción de un cultivo pueden viabilizar o frustrar una operación de agrocombustibles, y no es fácil para un productor controlar el precio porque la industria de los agrocombustibles está siempre en competencia con otros mercados, especialmente el de alimentos, que depende de los mismos cultivos o de las mismas tierras. En efecto, el éxito de los agrocombustibles —manifestado en su creciente utilización— provoca un aumento en los precios de los cultivos al convertirlos en materia prima y reduce las existencias. Y un aumento en los precios puede ser letal porque las compañías de agrocombustibles tienen pocas opciones de transferir los costos.
La forma más segura de resolver este dilema es que las compañías de agrocombustibles controlen la producción y la oferta de sus propias materia prima. Es por esto que actualmente la mayoría de las fábricas de agrocombustibles se construyen con inversiones simultáneas en la producción de cultivos. Hay una tendencia clara a la formación de redes transnacionales en pos de agrocombustibles, totalmente integradas, que juntan todo, desde las semillas al flete.
Aquí las corporaciones agroindustriales, con sus cadenas mundiales de mercancías agrícolas estructuradas, tienen una ventaja sobre sus competidores. En el futuro cercano, los insumos producidos en cantidades suficientes como para abastecer las operaciones de agrocombustibles en gran escala serán cultivos —soja, maíz, palma aceitera y azúcar— cuya producción y comercio están dominados por un pequeño número de empresas transnacionales. No causa sorpresa, pues, que gran parte del dinero invertido en los agrocombustibles provenga de estas empresas o se canalice a través de ellas. Los agrocombustibles, pues, traen consigo un doble dividendo para las grandes corporaciones agroindustriales: hacen dinero no solamente con la producción y venta de agrocombustibles sino también a través del auge mundial de los productos básicos que esta nueva fuente de producción ayuda a generar (ver el capítulo “El nexo palma aceiterabiodiésel”).
Sin embargo, hay algunos límites a cuán profunda y rápidamente podrán avanzar las grandes agroempresas con su inversión en los agrocombustibles. Cargill, por ejemplo, ha declarado abiertamente su preferencia por invertir en los canales de alimentación humana y animal, llegado el momento. ¿Para qué quedar atado con la venta de soja a los productores de agrocombustibles cuando es posible ganar más dinero convirtiéndola en aceite comestible? [1] ADM puede ser el mayor productor de etanol del mundo, pero su negocio principal sigue siendo la conversión de maíz en alimento animal o en almíbar de maíz con alto contenido de fructosa para compañías como CocaCola y Pepsi, y no querría que el aumento de precios del maíz pusiera en riesgo esos mercados. [2] Esas grandes agroempresas están felices de vender agrocombustibles, pero únicamente bajo su cuidadosa coordinación y control, sin perder su preciada flexibilidad y los tradicionales canales de ganancias. [3]
Como consecuencia de esto, el dinero excedentario destinado a los agrocombustibles que no es absorbido por las grandes agroempresas se desvía a la creación de redes transnacionales alternativas de productos básicos con sus propias cadenas de producción y oferta de materia prima. Este aumento de la inversión especulativa está generando una oleada de nuevas alianzas y agrupamientos comerciales, que reúnen a compañías financieras, empresas fleteras, intermediarios y productores. En algunos casos, grandes fondos de inversión como el Grupo Carlyle, crean incluso sus propias redes de agronegocio y energía totalmente integradas (ver el cuadro “Wall Street se va al campo”).

Wall Street se va al campo
George Soros compró la compañía argentina Pecom Agribusiness en 2002, que le dio más de 100 mil hectáreas de tierras en Argentina para cría de ganado para cárnicos y lácteos, y producción de soja, maíz, trigo, arroz y girasol. [4] Luego, en 2004, la compañía de Soros, llamada ahora Adenco, se expandió en Brasil, comprando 27 mil hectáreas de tierra en los estados de Tocantins y Bahia, para la producción de algodón y café. En 2006, Adenco ingresó en una sociedad con la familia Vieira de Brasil, un clan cafetero de Minas Gerais, para establecer un enclave industrial con una capacidad productiva de un millón de toneladas anuales de caña de azúcar. La familia Vieira es accionista ahora de Adenco y maneja las operaciones del grupo en Brasil. El grupo continúa expandiéndose y se espera que pronto sus cuatro plantas de procesamiento de azúcar en Brasil muelan 12 millones de toneladas de caña de azúcar, convirtiendo gran parte de las mismas en etanol. Mientras tanto, en Estados Unidos, Soros anunció que su empresa construye una planta para la fabricación de etanol a partir del maíz, que procesará 50 millones de toneladas de maíz, y está considerando la instalación de fábricas similares en Argentina.
Goldman Sachs, uno de los bancos de inversión más grandes del mundo no solamente tiene entre manos el financiamiento de muchas de las principales empresas en materia de agrocombustibles, sino que también es uno de los principales inversionistas en energía “renovable”, habiendo invertido ya más de mil millones de dólares, gran parte de ellos en agrocombustibles. [5] Es copropietario de Iogen, una empresa líder en la investigación de etanol celulósico, así como de las compañías de distribución de energía Kinder Morgan y Green Earth Fuels, que trabajan juntas en la instalación de una fábrica de biodiésel de más de 325 mil millones de litros y una terminal de almacenamiento en Texas con capacidad para 8 millones de barriles de biodiésel. Adentrándose aún más directamente en los agronegocios, en 2006 Goldman Sachs pasó a ser copropietario de las dos mayores compañías de carne de China, lo que convirtió al banco de inversiones en el mayor inversionista de China en este sector. [6]

Otras empresas están eludiendo las cadenas de productos básicos ya formadas y ubican la producción en zonas geográficas donde las agroempresas están menos presentes y donde los costos de producción son bajos. Varias empresas chinas concretaron acuerdos en Filipinas e Indonesia a principios de 2007 para convertir un millón de hectáreas en cada país a la producción de cultivos energéticos para exportación. [7] Los productores brasileños de etanol expanden la producción de caña azucarera al vecino Paraguay, donde se calcula que los costos de producción son incluso más bajos que en Brasil. De igual modo, Maple Corporation, una compañía de energía estadounidense, está estableciendo una plantación de caña de azúcar y una fábrica de etanol en Perú, para sacar ventaja de los bajos costos de producción del país así como de sus condiciones favorables de acceso a la exportación de etanol a Estados Unidos. [8]
Otra forma de eludir los problemas de la oferta es produciendo cultivos menos controlados por las grandes agroempresas. Tanto BP como Conoco Phillips han formalizado acuerdos con importantes procesadores de carne para abastecer con grasas animales la producción de biodiésel. [9] BP, junto con varias otras compañías, también trabaja con la jatropha como cultivo base, mientras que hay empresas chinas y sudcoreanas ocupadas en cerrar tratos en Nigeria e Indonesia para la producción en gran escala de mandioca.
Sin embargo, en el sector de la investigación, la mayoría del dinero se destina al etanol celulósico, la supuesta próxima generación de agrocombustibles. Mucha gente dentro de esta industria cree que pronto se descubrirán métodos económicamente viables para convertir la materia celulósica de las plantas en etanol, lo que abriría camino a la utilización en gran escala de la producción de cultivos para agrocombustible, tales como el pasto aguja (switchgrass) y los árboles, o al uso de toda la planta de la caña de azúcar y el maíz —cultivos que ya se utilizan para agrocombustibles— en vez de tan sólo la extrusión del fluido en la caña o el uso de la mazorca del maíz, como ocurre actualmente.
Quienes desarrollen y patenten esas tecnologías celulósicas obviamente ganarán un enorme grado de influencia dentro de la cadena de productos básicos para agrocombustibles, así que no causa sorpresa que las grandes petroleras canalicen estratégicamente sus inversiones a este sector o que compañías biotecnológicas como Monsanto busquen asegurar el monopolio de las semillas y los genes de promisorios cultivos de próxima generación, como la jatropha o el miscanthus. Ya hay unas pocas empresas, con grandes carteras de patentes y estrechas alianzas con importantes empresas de agrocombustibles, que dominan la investigación y el desarrollo de las enzimas necesarias para hacer viable el etanol celulósico.
Vientos políticos
Los agrocombustibles no tienen que ver solamente con los negocios, por supuesto. Son sumamente políticos y las empresas que controlan su producción forjan y siguen las cambiantes corrientes políticas. Si bien la mayoría de los gobiernos tiene una euforia general por los agrocombustibles, las políticas nacionales están influidas por las diferentes dinámicas que circulan entre los grupos industriales, los intereses geopolíticos y las políticas comerciales. Los gobiernos y las empresas de China, Corea del Sur y Japón están buscando otros países que produzcan y abastezcan de materias las primas. Brasil quiere abastecer al mundo de etanol y de las tecnologías asociadas y ha estado negociando paquetes con países de todos los continentes con tal finalidad. Estados Unidos y Europa ven los agrocombustibles como la respuesta a todo, desde el cambio climático a las crisis en el campo y los problemas con los Estados petroleros “truhanes”. El resultado es que se están concretando acuerdos en todos lados, definiendo dónde se producirán los agrocombustibles, por quiénes y para quiénes, y, quizás lo más importante, cómo se comercializan. No hay otro sector en que esto se torne tan visible como en la evolución del mercado mundial para el etanol de caña de azúcar (ver “El nexo caña de azúcar-etanol”).

¿Agroempresas ecológicas?: que no nos engañen
No hay nada nuevo en la agricultura destinada a la energía. La mayoría de las fincas rurales han producido siempre la energía que utilizan sus familias y animales para trabajar la tierra. La diferencia con los agrocombustibles, sin embargo, es que éstos convierten a la agricultura para energía en mercancía, que, como tal, está completamente integrada en los circuitos de la agroindustria y las finanzas transnacionales. La producción de agrocombustibles, por tanto, sigue los dictados de los administradores del dinero mundial, los directores de los bancos de inversión o las agroempresas, quienes presiden inmensas concentraciones de riqueza y quienes, en esta época de globalización neoliberal, pueden barajarlas y ubicarlas en el lugar que les genere mayores ganancias.
Debido al compromiso profundo y a largo plazo de los gobiernos, ahora hay mayor certeza de que los agrocombustibles serán rentables. De manera que el dinero grande entra a raudales, apurando a las agroindustrias y a su modelo de producción de exportación a moverse más rápida y drásticamente que nunca en su conquista de la agricultura mundial.
Un modelo claro de esta inversión en agrocombustibles es que el dinero se dirige cada vez más a la construcción de redes de agrocombustibles totalmente integradas, que implican la producción, el envío, el procesamiento y la distribución. También fluye hacia unos pocos centros de producción de bajo costo, especialmente Brasil para la caña de azúcar, Estados Unidos para el maíz e Indonesia para el aceite de palma, si bien también hay sumas importantes que se dirigen a países que firman acuerdos especiales con Estados Unidos, Japón o la Unión Europea, o tienen un acceso comercial preferencial a esos países. La producción y el control de la oferta de cultivos son decisivos, y casi todos los nuevos proyectos de agrocombustibles conllevan ahora planes para instalar plantaciones de alta tecnología o acuerdos de siembra por contrato, a menudo manejados por las agroempresas locales y con frecuencia en tierras utilizadas para la producción de alimentos o tierras comunales de pastoreo y bosque.
Así, los proyectos de agrocombustibles dan lugar a nuevas alianzas o expanden las existentes entre los productores y los proveedores locales de cultivos y las empresas extranjeras. Lo típico es que los inversionistas extranjeros creen empresas conjuntas con compañías controladas por grandes familias terratenientes y con poder político, haciendo que esas familias controlen el sector de la producción. Los agrocombustibles profundizan, de esta forma, las relaciones entre el capital transnacional y las élites locales, con profundas consecuencias para las luchas por la tierra y la producción local de alimentos.
Con el tiempo, esta red de producción mundial y de rutas comerciales para la extracción y exportación de agrocombustibles quedará cada vez más férreamente controlada por empresas. La tecnología para la próxima generación de cultivos para biocombustible está en manos de unas pocas empresas y sus socios comerciales, quienes utilizarán patentes y otros derechos monopólicos para cerrar el paso a competidores y controlar el mercado.
Además, las empresas ya están comenzando a recurrir a marcas y normas como una forma de consolidar sus dividendos mercantiles. [10]
Nada de esto tiene algo que ver con impedir el cambio climático o incluso disminuir la dependencia del petróleo, como gusta argumentar el gobierno de Estados Unidos.
El aspecto fundamental de toda esta situación es que los agrocombustibles ofrecen a las empresas, los especuladores y los poderosos barones del agro otra oportunidad para hacer más dinero, vender más mercancías y consolidar su control sobre el planeta.(...) Leer
 

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Argentina quiere sumarse a la fiesta

13 de julio de 2007

Por Víctor Ego Ducrot
El país de las pampas se sube al carrusel que sólo se detendrá en la estación Hambre. Corporaciones locales y transnacionales. Cooperación y competencia con Brasil. Una ley que los promueve
Gobiernos, opositores y ciudadanos de a pie se tiran de los pelos en estos días de frío polar porque la crisis energética se hizo presente y amenaza con quedarse. En ese escenario, los capos locales del proyecto agrocombustibles ni siquiera se preocupan por disimular sus intenciones: el asunto es producir “commodities” y exportar.
La supuesta “revolución energética” que pregona el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva, se sumaría al dislate productivo energético de una Argentina, que más allá de las palabras, profundiza el modelo neoliberal, ahora con un programa de última generación.
¿Y por qué el dislate? Los argentinos sufren falta de energía, tanto para las actividades productivas como para la vida doméstica, a la vez que los consorcios petroleros -en un país no petrolero- se ubican entre los principales exportadores y generadores de divisas frescas para el fisco.
La cuestión agrocombustibles en Argentina no sólo se refiere a la catástrofe alimentaria que sufrirán los países del Sur si el modelo de George W. Bush y Lula se impone. No, aquí ni se toman la molestia en argumentar que el biodiésel podría solucionar el problema energético del país. Decididamente desnudan sus verdaderas intenciones.
“La exportación, y no el mercado interno, será el primer destino de la producción de biodiésel a gran escala en el país, según estiman especialistas que participan del primer Foro Global de Bioenergía en la ciudad Rosario”, afirmó este jueves el diario local La Nación, portavoz emblemático de la derecha, de las corporaciones y de los intereses agroalimentarios concentrados.
Ese Foro comenzó el miércoles último y se prolongará hasta el fin de semana. Fue convocado por las entidades más poderosas en la industria de los agrocombustibles: Asociación de la Cadena de la Soja Argentina – ACSOJA, Asociación Argentina de Grasas y Aceites – ASAGA, Asociación Argentina de Girasol – ASAGIR, Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, y Asociación Maíz Argentino – MAIZAR, organizado por la Fundación de Investigaciones Energéticas y Medioambientales – FIEM y promovido por el Rosario Convention & Visitors Bureau.
A fines de año entrarán en funcionamiento las primeras grandes plantas construidas por las industrias aceiteras -Vicentín, Louis Dreyfus y Aceitera General Deheza (AGD), algunas de las empresas más poderosas del sector, instaladas en los puertos del río Paraná cercanos a Rosario. Son seis plantas que producirán 1,2 millones de metros cúbicos anuales de biodiésel, añade el rotativo porteño.
Los precios máximos establecidos para el gasoil quitan por ahora incentivos económicos a la comercialización de biodiésel en el mercado interno, dijeron los especialistas.
"El gasoil, cortado con un 5 por ciento de biodiésel, costaría hoy unos 8 centavos más por litro que el gasoil puro", estimó Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustible e Hidrógeno (AABH).
No obstante, el mercado podría reaccionar de otra manera si el gobierno decidiera adelantar la obligatoriedad de incorporar un 5 por ciento de biodiésel y etanol al gasoil y a las naftas, respectivamente, prevista para 2010. "La ley 26.043 (reglamentada en febrero pasado) faculta al Poder Ejecutivo a hacerlo", recordó Molina.
”La demanda mundial de biocombustibles explotó en pocos años por el encarecimiento del precio del petróleo y la decisión de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) de depender menos de los combustibles de fuentes no renovables por otras alternativas, entre las que se destacan las de origen vegetal. De allí el gran entusiasmo que reflejan productores e industriales del agro, aunque aún haya incertidumbres”, dice La Nación.
La especie revela además la fuerte capacidad de influencia que poseen los capos del proyecto dentro de las estructuras políticas y legislativas del Estado: “El senador peronista Roberto Urquía (del partido de gobierno), que también es presidente de Aceitera General Deheza, dijo que Argentina, por ser el primer exportador mundial de aceites vegetales, integra el selecto grupo de países, junto con Malasia e Indonesia, que podrían suplir el déficit entre producción y consumo de aceites que tendrá la UE”.
Fernando Vilella, ex decano de la Facultad de Agronomía de la UBA, coincidió en que el agregado de valor permitirá desarrollar los pueblos del interior y frenar "las migraciones de la población a los grandes centros urbanos", a contrapelo de lo afirmado por especialistas que alertan sobre el paradigma “menos comida para el Sur, mas gasolina para el consumo rico del Norte”.
Al respecto recordamos a continuación algunos párrafos de la nota “Hambre para el Sur, derroche en el Norte”, publicada por APM el 7 de junio pasado.
Europa aspira a que los agrocombustibles satisfagan algo menos del 6 por ciento de la energía que necesitarán los transportes terrestres en 2010, y un 20 por ciento en 2020. Por su parte, Estados Unidos se propone una producción de 35.000 millones de barriles por año. Para alcanzar esas metas, Europa debería comprometer el 70 por ciento de su superficie cultivable y, en Estados Unidos, la totalidad de las cosechas de maíz y soja tendrían que ser utilizadas para la elaboración de biodiésel o etanol, lo que provocaría una hecatombe alimentaria en el opulento mundo del Norte.
Es por eso que los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) miran al hemisferio Sur para cubrir sus necesidades, sentenció Eric Holtz-Giménez, director general de “Food First, Institute for Food and Development Policy” (Estados Unidos), en un notable artículo publicado esta semana por la edición local de la revista Le Monde Diplomatique.
La rapidez con que opera la movilización de capitales y la concentración de poder en la industria de los agrocombustibles es asombrosa. En los últimos tres años, se multiplicaron por ocho las inversiones de capital de riesgo en el sector. Los financiamientos privados inundan las instituciones públicas de investigación, como lo comprueban los 500 millones de dólares en subvenciones otorgadas por British Petroleum (BP) a la Universidad de California. Los grandes grupos petroleros, cerealeros, automotores y de ingeniería genética firman poderosos acuerdos societarios: Archer Daniela Midland Company (ADM) y Monsanto; Chevron y Volkswagen; BP, Dupont y Toyota”, afirmó el ya citado Holtz-Giménez en la el mensuario Le Monde Diplomatique”.
La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reconoce que, como consecuencia de la pobreza, 824 millones de personas en el mundo sufren hambre, pese a que en el planeta se producen alimentos suficientes como para que cada uno de sus habitantes cuente con una ración diaria de 2.200 calorías.
En tanto, el “Internacional Food Policy Research Institute”, de Washington, estimó que, si se pone en ejecución la estrategia agrocombustibles, el precio de los alimentos básicos aumentará entre un 20 y un 33 por ciento en 2010 y entre un 26 y un 135 por ciento en 2020.
“Con cada aumento del 1 por ciento en el precio de los alimentos, 16 millones de personas caen en inseguridad alimentaria. Si la tendencia actual continúa, 1.200 millones de habitantes podrían sufrir hambre de manera crónica para 2025”, recordó Holtz-Giménez.
En el artículo publicado por Le Monde Diplomatique, ese especialista asegura, con argumentos precisos, que los cinco mitos del proyecto agrocombustibles se basan en un cuerpo sistemático de mentiras.
Los agrocombustibles NO son limpios NI protegen al medio ambiente: por ejemplo, “cada tonelada de aceite de palma que fundamentalmente se produce en Indonesia y Malasia, emite tanto o más gas carbónico que el petróleo. El etanol producido a partir de la caña de azúcar cultivada en selvas tropicales desmontadas emite un 50 por ciento más gases con efecto invernadero que la producción y la utilización de la cantidad equivalente de nafta. Los cultivos industriales destinados a los combustibles necesitan enormes esparcimientos de abonos producidos a partir de petróleo”.
Otra vez en la reunión de Rosario, con la que comenzó este artículo. No sólo los productores e industriales están interesados en que Argentina ocupe un lugar preponderante en la producción de biocombustibles. En un mensaje especialmente grabado para el Foro, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, se preguntó por qué Argentina no estaba liderando el proceso de producción de biocombustibles en el mundo. Aunque no lo respondió taxativamente, dijo que las naciones requieren un "entorno legal previsible para atraer inversiones del sector privado". Discurso conocido, ¿no?
Moreno informó asimismo que BID estaba dispuesto a financiar la construcción de plantas. Y puso como ejemplo a Brasil, que en pocos años recibió inversiones por 10.000 millones de dólares para la producción de etanol a partir de la caña de azúcar.
”Pero las promesas de un futuro promisorio contrastaban con los problemas del presente. Los pasillos de la Bolsa de Comercio de Rosario, donde se realiza el Foro, estaban en penumbras entre las 16 y las 18 horas , porque la entidad debe someterse a los cortes obligatorios dispuestos por el gobierno”, como consecuencia de la crisis energética que sufre el país, destacó el diario La Nación.
Ese mismo periódico, en sus tradicionales suplementos dedicados al agro, recordó que para la campaña 2007-2008 el mundo se apresta a disfrutar de una cifra récord en la producción de maíz (750 millones de toneladas), en tanto que Argentina la cosecha llegaría a los 30 millones de toneladas.
Esos datos se ilustran la siguiente afirmación: “el maíz como proveedor de energía y alimentos está cambiando la historia de la producción granaria mundial”. Nótese el orden de las palabras – “energía y alimentos”-.
Y continúa: “sin dudas, el maíz se convirtió en un nuevo jugador en la escena de la producción de etanol, para la elaboración de biocombustibles”.
A mediados del mes de mayo se sancionó la Ley 26.093 que establece un régimen de regulación y promoción para los biocombustibles en Argentina. La ley establece dispone que a partir del 2010, el gasoil y el diesel oil que se comercialice en el país, deberán al menos un 5 por ciento de productos derivados de oleaginosas o cereales.
Esa ley provocó críticas en algunos sectores ambientalistas, que alertan sobre un hecho ya constatado en la práctica: se acentuará la producción de soja –el principal cultivo del agro argentino actual-, modelo que la Cátedra Soberanía Alimentaria de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y otros foros denuncian como responsable de monocultivos, depredación ambiental, concentración de riquezas, desempleo, injusticia distributiva e insuficiencia alimentaria.
La nueva ley prevé beneficios económicos, específicamente exenciones fiscales, para aquellos que se dediquen a la producción de agrocombustibles.
Además, para asegurar un mercado para esos productos, la ley estipula que las expendedoras deberán ofrecer gasolinas que contengan 5 por ciento de etanol y gasóleo con 5 por ciento de biodiésel después de los cuatro años de promulgada la ley.
Esta mezcla no requiere que se realicen modificaciones en los motores de los vehículos. La ley define como agrocombustibles al ”bioetanol, biodiesel y biogas producidos a partir de materias primas de origen agropecuario, agroindustrial o desechos orgánicos”.
En tanto, la agencia de noticias IPS sostuvo que “la sanción de una ley de biocombustibles en Argentina es a la vez una buena y una mala noticia para el desarrollo sustentable. La norma promueve la producción y uso de fuentes alternativas al petróleo. Pero fortalece el monocultivo de soja, cuestionado por ambientalistas (…). La ley otorga beneficios fiscales a productores de biocombustibles y les asegura cuotas de mercado durante 15 años. El proyecto sancionado es menos generoso que el texto original, presentado en 2004 por los interesados en el negocio”.
El mismo medio afirmó que “los empresarios interesados, tanto del sector de los hidrocarburos como grandes cultivadores de soja, criticaron que la ley no incluyera subsidios. También se manifestaron disconformes con el poder regulador que conserva el Estado para controlar la producción y repartir beneficios fiscales”.
Jorge Rulli, ambientalista del Grupo de Reflexión Rural, le dijo a IPS que la ley "reforzará de manera inexorable las condiciones críticas del actual proceso de sojización creciente y comprometerá de manera definitiva la principal base productiva argentina, que es la actividad agropecuaria".
Estimó que el empleo que creará el procesamiento de los aceites para combustible "no se compensa con el enorme desempleo que produce este modelo de agricultura y no repara para nada sus impactos en el tejido social".
Argentina alcanzó, en 2007, una cosecha record de soja con 47,5 millones de toneladas. El costo ambiental y social de esa producción, sin embargo, tiene números mucho más impresionantes: 1 millón de hectáreas de deforestación, de las cuales la mayoría es plantada con soja, en una destrucción del medioambiente realizada a un ritmo seis veces mayor que la media mundial.
Las informaciones pertenecen a la Agencia Proteger, con datos oficiales de la Dirección de Bosques de la Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable (SAyDS) de Argentina.
Actualmente, el territorio de la soja en Argentina supera los 16 millones de hectáreas -espacio cuatro veces más amplio que la superficie de Holanda-. Son 821 hectáreas de bosque perdidos por día, con una preocupante media de 34 hectáreas por hora.
Según la Agencia Proteger, la deforestación de los bosques argentinos, entre 2002 y 2006, creció cerca del 42 por ciento en relación a un mismo período de cuatro años entre 1998 y 2002. La región de Salta (noroeste del país) registra la destrucción más acelerada con la desaparición de un área de bosque de 414.934 hectáreas, deforestación de un 113,45 por ciento superior al constatado entre 1998 y 2002.
“Un Foro Internacional de Biocombustibles lanzado en Naciones Unidas (ONU) está integrado por Brasil, Estados Unidos, la Unión Europea, China; India y Sudáfrica. Pese a no formar parte, Argentina es el segundo productor mundial de maíz y tercero de soja (…) y por lo menos son diez los proyectos de producción bioenergética de importancia que serán desarrollados en Argentina, señala un articulo del especialista Daniel Álvarez, recientemente publicado en la página electrónica mercosurabc.
Álvarez se desempeñó en la industria del gas y el petróleo durante los últimos dieciséis años en Argentina y en el exterior, prestando servicios profesionales a empresas multinacionales y estando involucrado en una serie de importantes transacciones. Es miembro de la Asociación Internacional de Negociadores Petroleros (AIPN) y del Club del Petróleo de Buenos Aires.
Si bien dentro del Mercado Común del Sur (Mercosur) Brasil está al frente del proyecto agrocombustibles (por lo menos recibirá inversiones por 14.600 millones de dólares hasta el 2012), en Argentina los proyectos se acumulan. Según el estudio de Álvarez, los más importantes son:
SoyEnergy planea incorporar cultivos exóticos del exterior. El producto sería totalmente para exportación. Este proyecto se estaría organizando con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), del Estado. La misma empresa firmó un acuerdo con el empresario alemán Reinhardt Henning, principal impulsor de la Jatropha.
Repsol YPF anunció que construirá una planta de biodiesel en la provincia de Buenos Aires, con una capacidad de producción de 100 mil toneladas anuales. Según informó la firma, la inversión sería de 30 millones dólares.
Aceitera General Deheza invertirá 15 millones de dólares en su planta Terminal 6, ubicada en Puerto San Martín, provincia de Santa Fe, para la producción de biodiésel.
La corporación Dreyfus tiene un plan de inversión de 45 millones de dólares en el complejo que posee en Santa Fe. Consiste en almacenamiento y construcción de un muelle de descarga de barcazas e instalación de una planta de biodiesel con capacidad para producir 300 mil toneladas anuales.
Greenlife es una empresa estadounidense que planea invertir 32 millones en la construcción de una planta de biodiésel en Bahía Blanca, en el sur de la provincia de Buenos Aires.
Vicentín S.A. proyecta una planta con una capacidad de producción de 300 mil toneladas anuales. Utilizarán aceite de soja refinado. La inversión sería de 25 millones de dólares.
La Terminal Puerto Rosario desarrollará una planta de biodiésel que estaría funcionando en el año 2008, en la cual se invertirán 40 millones de dólares y la producción sería de 200 mil toneladas.
El grupo Eurnekian, de Argentina, proyecta construir tres plantas de biodiésel de 100 mil toneladas anuales cada una, dos en la provincia de Buenos Aires y otra en la de Santiago del Estero, en la zona norte del país.
El gobierno argentino pretende que para el año 2010 la cantidad de toneladas anuales que se produzcan sea de 600.000, que es un número importante. Aceitera General Dehesa también está invirtiendo dinero para la producción de biodiesél y construyendo una planta, entre muchos otros proyectos.
La ya citada página electrónica mercosurabc hace un resumen de la situación mundial en materia de agrocombustibles y recuerda, por ejemplo, que Brasil es el líder en la producción energética a base a alcohol, a partir de la caña de azúcar.
En ese orden de cosas, señala que Brasil “tuvo una evolución legislativa frondosa que data de hace muchos años hasta el presente, y es notable la marcada presencia del Estado en la regulación y promoción de la producción. Ha participado desde la tercera década del siglo XX en fomentar el desarrollo de la industria alcoholera a partir de la caña de azúcar y lo sigue haciendo. En el año `42 la industria alcoholera se declara de interés nacional, en el `48 se establecen algunas medidas para fomentar la producción nacional y la expansión del alcohol destinada al consumo vehicular. En el año `75 se instituye el programa ProAlco que financia este tipo de desarrollo, se crea la Comisión Nacional del Alcohol y se fija la paridad de precios entre el alcohol y el azúcar. En el año 2002 se regularon algunos incentivos al precio y transporte de alcohol. En materia impositiva, existen rebajas en impuestos estaduales para los automotores alcoholeros, entre otros”.
Estados Unidos es el otro gran productor y consumidor de etanol, pero a partir del maíz. Se convierte año a año en un creciente productor y consumidor. En 2004 produjo aproximadamente 17.000 millones de litros. Se basa en el maíz aunque mira con interés el combustible obtenido con caña de azúcar en el Brasil. “En recientes negociaciones con Brasil acordó incentivar el mercado mundial de biocombustibles dentro del cual el etanol se irá convirtiendo en commodity”, sostiene el mismo estudio.
Además, se señala que las normas vigentes en la UE establecen que los combustibles deberán contar con un índice de yodo (parámetro que mide el grado de oxidación del biodiésel) de hasta 120. Este índice puede ser obtenido a partir del aceite de colza, pero se dificulta para el aceite de soja y otros. Debido a ello, se está mezclando el aceite de colza con un pequeño porcentaje de aceite de soja (hasta un 20 por ciento), para poder producir biodiésel.
La llamada Directiva Europea establece que para 2010 los agrocombustibles deberán estar presentes en los combustibles fósiles en una proporción obligatoria del 5,75 por ciento. Algunos países de Europa, como España, están adecuando su legislación interna a la normativa del bloque continental. Inversores extranjeros y brasileños destinarán 14.600 millones de dólares para construir en Brasil una planta de alcohol y azúcar por mes hasta el año 2012.
La ya mencionada página electrónica añade asimismo que Brasil y Estados Unidos proveen el 70 por ciento de la demanda de etanol a nivel mundial. Cada uno produce alrededor de 17 mil millones de litros.
Petrobrás firmó un memorándum de entendimiento con el Japan Bank for International Cooperation (JBIC) para evaluar la posibilidad de financiación de proyectos de agrocombustibles, en asociación con empresas japonesas. La corporación brasileña planea inversiones de 2.400 millones de dólares hasta el año 2012 y construir plantas de almacenamiento en Japón.
Alemania es el primer productor a nivel mundial de biodiésel obtenido mediante la utilización de la colza y soja. Tanto el gobierno alemán como el Parlamento Federal poseen preferencia por el aceite de colza, lo cual no implica que descarten otros, como el de soja. Ello se debe a una protección de la producción local, recuerda mercosurabc.
Lo revisado hasta aquí permite considerar que, si cabe la expresión “eje del mal”, el mismo es el que integran todos los actores comprometidos en el proyecto agrocombustibles, o, lo que es lo mismo, sustituir la comida del Sur, por el confort y el ahorro del Norte.
 


Nos urge, abajo y a la izquierda, generalizar la percepción (conciencia y posicionamiento correspondiente) sobre:


La tragedia social y ecológica de

la producción de biocombustibles agrícolas en América

17 de mayo de 2007
En este trabajo exploramos las implicaciones ecológicas, sociales y económicas de la producción de biocombustibles. Sostenemos que al contrario de las falsas afirmaciones que sostienen las corporaciones que promueven los “combustibles verdes”, el cultivo masivo de maíz, caña de azúcar, soja, palma y otros cultivos impulsados por la industria agroenergética no reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero, pero si desplazará a miles de agricultores, disminuirá la seguridad alimentaria de muchos países, y acelerará la deforestación y la destrucción del medioambiente en el Sur Global - Boletín N° 235 de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos

Por Miguel A Altieri (Profesor de Agroecología Universidad de California, Berkeley) y
Elizabeth Bravo (Red por una América Latina Libre de Transgénicos Quito, Ecuador)
Las naciones pertenecientes al OECD –la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, quienes consumen el 56% de la energía del planeta, tienen una necesidad imperiosa de un combustible líquido que reemplace al petróleo. Se espera que las tasas mundiales de extracción de petróleo aumenten este año, y el suministro global disminuirá significativamente en los próximos cinco años[1] . Existe también una gran necesidad de encontrar un sustituto para el combustible fósil, que es uno de los principales causantes del cambio climático global a través de la emisión de CO2 y otros gases del efecto invernadero.
Los biocombustibles han sido promovidos como una prometedora alternativa al petróleo. La industria, los gobiernos y científicos impulsores de los biocombustibles afirman que servirán como una alternativa al petróleo que se acaba, mitigando el cambio climático por medio de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, aumentando los ingresos de los agricultores, y promoviendo el desarrollo rural. Sin embargo, rigurosas investigaciones y análisis realizados por respetados ecologistas y cientistas sociales sugieren que el boom de la industria de biocombustibles a gran escala será desastrosa para los agricultores, el medio ambiente, la preservación de la biodiversidad y para los consumidores, particularmente, los pobres.
En este trabajo exploramos las implicaciones ecológicas, sociales y económicas de la producción de biocombustibles. Sostenemos que al contrario de las falsas afirmaciones que sostienen las corporaciones que promueven los “combustibles verdes”, el cultivo masivo de maíz, caña de azúcar, soja, palma y otros cultivos impulsados por la industria agroenergética –todos, se espera, genéticamente modificados - no reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero, pero si desplazará a miles de agricultores, disminuirá la seguridad alimentaria de muchos países, y acelerará la deforestación y la destrucción del medioambiente en el Sur Global.
Biocombustibles en Estados Unidos: alcance e impactos
Producción de Etanol
La Administración Bush se ha comprometido a expandir significativamente los biocombustibles para reducir su dependencia al petróleo extranjero. (EEUU importa el 61% del crudo que consume, a un costo de $75 billones por año.) A pesar de la existencia de una amplia gama de biocombustibles, el etanol proveniente del maíz y de la soja constituye el 99% de todos los biocombustibles utilizados en EEUU, y se espera que su producción exceda los objetivos para el 2012 de 7.5 billones de galones por año (Pimentel 2003). La cantidad de maíz cultivado para producir etanol en las destilerías se triplicó en EEUU, yendo de 18 millones de toneladas en el 2001 a 55 millones en el 2006 (Bravo 2006).
Destinando la actual producción estadounidense de maíz y soja a los biocombustibles, se encontrará con que reemplaza simplemente el 12% de la demanda nacional de gasolina y el 6% de la demanda de diesel. En EEUU el área de tierra utilizada para la agricultura constituye un total de 625.000 acres cuadrados. Bajo los cánones actuales, alcanzar la demanda de aceite para biocombustibles requerirá 1.4 millones de millas cuadradas de maíz para etanol u 8.8 millones de kilómetros cuadrados de soja para biodiésel (Korten 2006). Dakota del Sur e Iowa ya han dedicado el 50% de su maíz a la producción de etanol, lo que ha llevado a la disminución del suministro de maíz para alimento para animales y para el consumo humano. A pesar de que una quinta parte de la cosecha de maíz norteamericana fue destinada a la producción de etanol en el 2006, esta suplió solamente el 3% de la demanda de combustible de este país (Bravo 2006).
La escala de producción necesaria para alcanzar la proyección en masa de granos, promoverá la implementación de monocultivo industrial de maíz y soja, con drásticas consecuencias ambientales. La producción de maíz conduce a una erosión del suelo mayor que la producida por cualquier otro cultivo utilizado en EEUU. En todo el Oeste los granjeros han abandonado la rotación de cultivos para plantar maíz y soja exclusivamente, incrementando de esta forma el promedio de erosión del suelo, de 2.7 toneladas anuales por acre a 19.7 toneladas (Pimentel et al 1995). La falta de rotación de cultivos también aumentó la vulnerabilidad a las pestes, por ende necesitando una mayor incorporación de pesticidas que otros cultivos (en EEUU, alrededor del 41% de los herbicidas y el 17% de los insecticidas son aplicados al maíz- (Pimentel y Lehman 1993)). La especialización en la producción de maíz puede ser peligrosa: a principios de los 70s cuando los maíces híbridos de alto rendimientos uniforme constituían el 70% de todos los cultivos de maíz, una enfermedad de la hoja (leaf blight) que afectó a estos híbridos condujo a un 15% de pérdida de rendimientos a través de esa década (Altieri 2004). Es esperable que este tipo de vulnerabilidad de los cultivos se incremente en nuestro clima crecientemente volátil, causando un efecto ondulatorio en toda la cadena alimentaria. Deberíamos tener en cuenta las implicaciones de vincular nuestra economía energética a ese mismo volátil y fluctuante sistema alimentario. Este cultivo es particularmente dependiente de la utilización del herbicida atrazina, un conocido disruptor endocrino. Dosis bajas de disruptores endocrinos pueden causar problemas de desarrollo al interferir con catalizadores hormonales en puntos nodales del desarrollo de un organismo. Hay estudios que demuestran que la atrazina puede causar anormalidades sexuales en las poblaciones de ranas, incluyendo hermafrodismo (Hayes et al 2002).
El maíz requiere grandes cantidades de nitrógeno químico como fertilizante, uno de los mayores responsables de la contaminación del agua y el suelo de la “zona muerta” en el Golfo de México. Las tasas medias de aplicación de nitratos en las tierras de cultivo estadounidenses oscila entre los 120 y los 550 Kg. de N por hectárea. El uso ineficiente de fertilizantes de nitrógeno por parte de los cultivos conduce al escurrimiento de residuos altamente nitrogenados, sobre todo hacia aguas de superficie y subterráneas. La contaminación de acuíferos con nitratos se ha extendido en niveles altamente peligrosos en muchas poblaciones rurales. En EEUU se ha estimado que más del 25% de las fuentes de agua potable contiene niveles de nitratos por sobre el standard de seguridad de 45 partículas por millón (Conway y Pretty 1991). Los altos niveles de nitratos son peligrosos para la salud humana, y hay estudios que han vinculado la incorporación de nitratos a la metahemoglobinemia[2] en niños, y cáncer gástrico, de vejiga y de esófago en adultos.
La expansión del maíz en áreas secas, como Kansas, requiere de irrigación, aumentando la presión sobre las ya agotadas fuentes subterráneas como el acuífero Ongalla en el Suroeste norteamericano. En partes de Arizona, el agua subterránea ya está siendo extraída a un ritmo diez veces mayor que el de recuperación natural de esos acuíferos naturales (Pimentel et al 1997).

Soja para biodiésel
Actualmente en EEUU, la soja es el principal cultivo energético para la producción de biodiésel. Entre 2004 y 2005 el consumo de biodiésel aumentó un 50%. Alrededor de 67 nuevas refinerías se encuentran en construcción con inversiones de los gigantes del agronegocio como ADM y Cargill. Cerca de un 1,5% de la cosecha de soja produce 68 millones de galones de biodiésel, un equivalente a menos del 1% del consumo de gasolina. Por lo tanto, si la totalidad de la cosecha de soja fuera destinada ala producción de biodiésel, sólo alcanzaría a cubrir un 6% de la demanda nacional de diesel (Pimentel y Patzek 2005).
La mayor parte de la soja estadounidense es transgénica, producida por Monsanto para resistir su herbicida Roundup, hecho con el químico Glifosato (en 2006 se cultivaron 30.3 millones de hectáreas de soja Roundup-Ready, más del 70% de la producción doméstica). La dependencia de la soja resistente al herbicida conduce a un aumento en los problemas de malezas resistentes y pérdida de vegetación nativa. Dada la presión de la industria para incrementar el uso de herbicidas, una creciente cantidad de tierras serán tratadas con Roundup. La resistencia al glifosato ha sido documentada en poblaciones anuales de roya, quackgrass, trébol de serradella y Cirsium arvense. En Iowa, poblaciones de la maleza Amaranthus rudis mostraron señales de germinación tardía que les permite adaptarse mejor a las fumigaciones tempranas, la maleza velvetleaf demostró tolerancia al glifosato, y la presencia de un tipo de horseweed resistente al Roundup se ha documentado en Delaware. Incluso en áreas donde no se ha observado resistencia en las malezas, los científicos notaron un aumento en la presencia de especies de malezas más fuertes, como Eastern Black Nightshade en Illinois y Water Hemp (Certeira y Duke 2006, Altieri 2004).
Actualmente no hay datos sobre residuos de Roundup en soja y maíz, en tanto los granos no están incluidos en las regulaciones de mercado convencionales para residuos de pesticidas. Sin embargo se sabe que en tanto el Glifosato es un herbicida sistémicamente persistente (aplicado en alrededor de 12 millones de acres de cultivos en EEUU) está presente en las partes cosechadas de las plantas, y no es completamente metabolizable, por lo tanto se cumula en zonas meristémicas como las raíces y nódulos (Duke et al 2003).
Lo que es más, información sobre los efectos de este herbicida sobre la calidad del suelo es incompleta, sin embargo las investigaciones han demostrado que es probable que la aplicación de glifosato esté vinculada a los siguientes efectos (Motavalli et al 2004):
· Una reducción de la habilidad de la soja y el trébol para fijar nitrógeno, afectando indirectamente la simbiosis. · La presentación de sojas y trigos más vulnerables a las enfermedades, como se evidenció el año pasado con el crecimiento de Head Blight en el trigo Fusarium en Canadá. · La disminución de microorganismos presentes en el suelo, que cumplen funciones regenerativas necesarias que incluyen la descomposición de materia orgánica, la liberación y conclusión del ciclo de nutrientes y la supresión de organizamos patógenos. · Los cambios potenciales incluyen la alteración de la actividad microbial en el suelo debido a diferencias en la composición de las exudaciones de las raíces, alteraciones de las poblaciones microbianas, y toxicidad los pasajes metabólicos que pueden evitar el crecimiento normal de bacterias y hongos. · El glifosato también ha tenido efectos negativos en poblaciones de anfibios, especialmente en aquellos como el altamente susceptible renacuajo norteamericano (Relyea 2005).

Implicaciones e impactos para América Latina
Soja
Estados Unidos no será capaz de producir domésticamente biomasa suficiente para satisfacer su apetito de energía. En cambio, cultivos energéticos serán sembrados en el Sur Global. Grandes plantaciones de caña de azúcar, palma africana y soja ya están suplantando bosques y pastizales en Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador y Paraguay. El cultivo de soja ha causado ya la deforestación de 21 millones de hectáreas de bosques en Brasil, 14 millones de hectáreas en Argentina, 2 millones en Paraguay y 600.000 en Bolivia. En respuesta a la presión del mercado global, próximamente se espera, sólo en Brasil, la deforestación adicional de 60 millones de hectáreas de territorio (Bravo 2006).
Desde 1995, el total de tierras destinadas a la producción de soja en Brasil de incrementó en un 3.2% anual (320.000 hectáreas por año). Hoy la soja -junto a la caña de azúcar- ocupa un territorio mayor que cualquier otro cultivo en Brasil con un 21% del total del área cultivada. El territorio total utilizado en el cultivo de soja se ha multiplicado 57 veces desde 1961, y el volumen de producción se ha multiplicado 138 veces. 55% de la soja, o 11.4 millones de hectáreas, es genéticamente modificada. En Paraguay, la soja ocupa más del 25% de toda la tierra de agricultura. La deforestación extensiva ha acompañado esta expansión: por ejemplo, buena parte del bosque atlántico de Paraguay ha sido deforestado, en parte para el cultivo de soja que abarca el 29% del uso de tierras para agricultura del país (Altieri y Pengue 2006).
En particular, grandes índices de erosión acompañan la producción de soja, especialmente en áreas donde no se implementan ciclos largos de rotación de cultivos. La pérdida de cobertura de suelo promedia las 16 toneladas por hectárea de soja en el oeste medio norteamericano. Se ha estimado que en Brasil y en Argentina los promedios de pérdida de suelo se encuentran entre las 19 – 30 toneladas por hectárea, dependiendo de las prácticas de manejo, el clima y la pendiente. Las variedades de soja resistente al herbicida han incrementado la viabilidad de la producción de soja para los agricultores, muchos de los cuales han comenzado su cultivo en tierras frágiles propensas a la erosión (Jason 2004).

En Argentina el cultivo intensivo de soja ha llevado a un masivo agotamiento de los nutrientes del suelo. Se ha estimado que la producción continuada de soja ha resultado en la pérdida de un millón de toneladas métricas de nitrógeno y 227.000 toneladas métricas de fósforo a nivel nacional. Se estima que el costo de recomposición de nutrientes con fertilizantes es de 910 millones de dólares. La concentración de nitrógeno y fósforo en las cuencas de los ríos de América Latina está ciertamente vinculada al aumento en la producción de soja (Pengue2005).
El monocultivo de soja en la Cuenca del Amazonas ha tornado infértil parte de los suelos. Los suelos pobres necesitan de una mayor aplicación de fertilizantes industriales para obtener niveles competitivos de productividad. En Bolivia, la producción de soja se expande hacia el Este, áreas que ya sufren de suelos compactos y degradados. 100.000 hectáreas de tierras agotadas, antiguamente productoras de soja, han sido abandonadas para pastoreo, lo que lleva a una mayor degradación (Fearnside 2001). Los biocombustibles están iniciando un nuevo ciclo de expansión y devastación de las regiones del Cerrado y la Amazonía. En tanto los países de América Latina incrementen sus inversiones en cultivo de soja para biocombustibles, podemos esperar que las implicaciones ecológicas se intensifiquen.

Caña de azúcar y etanol en Brasil
Brasil ha producido caña de azúcar para combustible etanol desde 1975. En 2005 había 313 plantas procesadoras de etanol con una capacidad de producción de 16 millones de metros cúbicos. Brasil es el mayor productor de caña de azúcar del mundo, y produce el 60% del total mundial de etanol de azúcar con cultivos de caña de 3 millones hectáreas (Jason 2004). En 2005, la producción alcanzó un récord de 16.5 billones de litros, de los cuales 2 millones fueron destinados para exportación. El monocultivo de caña de azúcar por si solo suma el 13% de la aplicación de herbicida a nivel nacional. Estudios realizados por EMBRAPA (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria) en 2002 confirmaron la presencia de contaminación vinculada al uso de pesticidas en el Acuífero Guaraní, atribuible principalmente al cultivo de caña en el Estado de San Pablo.
Estados Unidos es el mayor importador de etanol brasileño, importando el 58% del total de su producción nacional en 2006. Esta relación comercial fue reforzada por el reciente acuerdo sobre etanol de la administración Bush con Brasil. Lejos de ser buenas noticias para Brasil, si la propuesta de la administración Bush sobre el estándar de combustible renovable para el etanol fuera a ser alcanzado con la caña brasileña, Brasil debería incrementar su producción con un adicional de 135 billones de litros por año. El área cultivada se está expandiendo rápidamente en la región del Cerrado, cuya vegetación se espera habrá desaparecido para el 2030. 60% de las tierras de cultivo de caña son controladas por 340 destilerías (Bravo 2004).
Considerando el nuevo contexto energético global, los políticos brasileños y oficiales de la industria están formulando una nueva visión para el futuro económico del país, centrada en la producción de recursos energéticos para desplazar en un 10% el uso mundial de gasolina en los próximos 20 años. Esto requeriría quintuplicar el territorio dedicado a la producción de caña, de 6 a 30 millones hectáreas. Los cultivos nuevos conducirán a la apertura de tierras en nuevas áreas, que probablemente serán objeto de la deforestación en niveles comparables a los de la región de Pernambuco, donde sólo resta un 2.5% de los bosques originales (Fearnside 2001).
Eficiencia energética e implicaciones económicas.
La producción de etanol es sumamente intensiva energéticamente. Para producir 10.6 billones de litros de etanol, EEUU utiliza alrededor de 3.3 millones de hectáreas de tierras, que a su vez tienen un requerimiento masivo de energía para fertilizar, desmalezar y cosechar el maíz (Pimentel 2003). Estos 10.6 billones de litros de etanol sólo proveen el 2% de la gasolina utilizada por los automóviles en EEUU anualmente.
A instancia de los estudios Shapouri et al (2004)” de la USDA que reportaron un retorno neto positivo en la producción de etanol, Pimentel y Patzek (2005), utilizando datos de todos los 50 estados y tomando en cuenta todos los “inputs” de energía (incluyendo la manufactura y reparación de maquinaria agrícola y equipamiento para fermentación y destilación) concluyeron que la producción de etanol no provee un beneficio energético neto. Por el contrario, revelaron que requiere más energía fósil producirla que la que produce. En sus cálculos, la producción de etanol de maíz requiere 1.29 galones de combustibles fósiles por galón de etanol producido, y la producción de biodiésel de soja requiere 1.27 galones de energía fósil por galón de diesel producido. En suma, debido a la relativa baja densidad energética del etanol. Aproximadamente 3 galones etanol son necesarios para reemplazar 2 galones de gasolina.
La producción de etanol norteamericana se ha beneficiado anualmente de $3 billones de dólares en subsidios federales y estatales ($0.54 por galón), que en general se acrecienta para los gigantes del agronegocio. En 1978 EEUU introdujo un impuesto al etanol, pero hizo una excepción de 54 centavos por galón para aquellos utilizados en alconafta (nafta con un 10% de etanol). Esto resultó en un subsidio de $10 billones de dólares a Archer Daniels Midland, desde 1980 a 1997 (Bravo 2006). En 2003 más del 50% de las refinerías de etanol en EUA pertenecían a agricultores. En 2006, el 80% de las nuevas refinerías pertenecían a sociedades anónimas, con $556 millones en ganancias proyectadas, beneficiando a los productores más grandes. Para el 2007, se espera que la cifra alcance los $1.3 billones de dólares.
Seguridad alimentaria y el destino de los agricultores.
Los impulsores de la biotecnología postulan la expansión del cultivo de soja como una medida de la adopción exitosa de tecnología transgénica por parte de los agricultores. Pero este dato esconde el hecho de que la expansión de la soja conduce a una extrema concentración de tierras e ingresos. En Brasil, el cultivo de soja desplaza once trabajadores de la agricultura por cada nuevo trabajador que emplea. Este no es un fenómeno nuevo. En los 70s, 2.5 millones de personas fueron desplazadas por la producción de soja en Paraná, y 300.000 fueron desplazadas en Río Grande do Sul. Muchos de estos ahora sintierras fueron a la Amazonía, donde desmontaron bosques primitivos. En la región del Cerrado, donde la producción de soja transgénica está en expansión, el desplazamiento de personas has sido relativamente modesto debido a la baja densidad de población del área (Altieri y Pengue 2006).
En Argentina, 60.000 establecimientos agropecuarios fueron excluidos mientras el área cultivada con soja Roundup Ready se triplicó. En 1998, había 422.000 granjas en Argentina mientras en 2002 sólo quedaban 318.000, reduciéndose en una cuarta parte. En una década, el área sojera se incrementó en un 126% a expensas de la producción de lácteos, maíz, trigo y frutas. En la campaña 2003/2004, se sembraron 13.7 millones de hectáreas de soja, pero hubo una reducción de 2.9 millones de hectáreas de maíz y 2.15 millones de hectáreas de girasol. Para la industria biotecnológica, el aumento en el área cultivada de soja y la duplicación de los rendimientos por unidad son un éxito económico y agronómico. Para el país, esto implica mayor importación de alimentos básicos, por ende pérdida de soberanía alimentaria, aumento en el precio de los alimentos y el hambre (Pengue 2005).
El avance de la “frontera agrícola” para biocombustibles es un atentado contra la soberanía alimentaria de las naciones en desarrollo, en tanto la tierra para producción de alimentos está crecientemente siendo destinada a alimentar los automóviles de los pueblos del Norte. La producción de biocombustibles también afecta directamente a los consumidores con un incremento en el costo de los alimentos. Debido al hecho de que más del 70% de los granos en EUA son utilizados como piensos, se puede esperar que al doblar o triplicar la producción de etanol suban los precios del maíz, y como consecuencia, el precio de la carne. La demanda de biocombustible en EEUU ha estado vinculada a un incremento masivo en el precio del maíz que condujo a un reciente aumento del 400% en el precio de la tortilla en México.
Cambio Climático
Uno de los principales argumentos de quienes abogan por los biocombustibles es que estas nuevas formas de energía ayudarán a mitigar el cambio climático. Promoviendo el monocultivo mecanizado que requiere de agroquímicos y maquinarias, lo más probable es un aumento en las emisiones de CO2 como resultado final. Mientras los bosques captores de carbono son eliminados para abrirle el camino a los cultivos destinados a los biocombustibles, las emisiones de CO2 aumentaran en vez de disminuir. (Bravo 2006, Donald 2004).
Mientras los países del Sur entran en la producción de biocombustible, el plan es exportar gran parte de su producción. El transporte a otros países aumentará en gran medida el uso de combustible y las emisiones de gases. Lo que es más, convertir biomasa vegetal en combustible liquido en la refinerías produce inmensas cantidades de emisiones de gases de efecto invernadero (Pimentel y Patzek 2005).
El cambio climático global no será remediado por el uso de biocombustibles industriales. Será necesario hacer un giro fundamental en los patrones de consumo del Norte Global. El único modo de detener el calentamiento global es una transición del modelo de agricultura industrial a gran escala hacia uno de agricultura orgánica y a pequeña escala, y disminuyendo el consumo mundial de combustible por medio de la conservación.
Conclusiones
La crisis energética –por el sobre-consumo y el cenit del petrolero- ha proporcionado la oportunidad para tejer poderosas alianzas globales entre las industrias del petróleo, los granos, la ingeniería genética y la automotriz. Estas nuevas alianzas entre alimentos y combustibles están decidiendo el futuro del paisaje agrícola mundial. El boom de los biocombustible consolidará su control sobre nuestros sistemas alimentarios y energéticos, y les permitirá determinar qué, cómo y cuánto se producirá, resultando en más pobreza rural, destrucción ambiental y hambre. Los grandes beneficiarios de la revolución de los biocombustibles serán los grandes del mercado de los granos, incluyendo a Cargill, ADM y Bunge; compañías de petróleo como BP, Shell, Chevron, Neste Oil, Repsol y Total; compañías automotrices como General Motors, Volkswagen AG, FMC-Ford France, PSA Peugeot-Citröen y Renault; y gigantes de la biotecnología como Monsanto, DuPont, y Syngenta.
La industria de la biotecnología esta utilizando la actual fiebre del biocombustible para lavar su imagen desarrollando y diseminando semillas transgénicas para la producción energía, no de alimentos. Ante la creciente desconfianza y el rechazo publico que se viene manifestando por los cultivos y alimentos transgénicos, la biotecnología será usada por las corporaciones para maquillar su imagen, argumentando que desarrollarán nuevas semillas genéticamente modificadas para la producción optimizada de biomasa o que contienen la enzima alfa-amilasa que permitirá dar comienzo al proceso de etanol mientras el maíz continua en el campo- una tecnología que, argumentan, no tendría impactos negativos en la salud humana. La diseminación de este tipo de semillas en el ambiente agregará otra amenaza ambiental a aquellas relacionadas al maíz GM que en el 2006 los 32.2 millones de hectáreas: la introducción de nuevos eventos en la cadena alimentaria humana como ha ocurrido con el maíz Starlink y el arroz LL601.
En tanto los gobiernos son seducidos por las promesas del mercado global de biocombustibles, dieron surgimiento a planes nacionales de biocombustibles que limitarán sus sistemas agrícolas a la producción de gran escala, monocultivos energéticos, dependientes de la utilización intensiva de herbicidas y fertilizantes químicos, así desviando millones de valiosas hectáreas de cultivo que de otra forma podrían ser destinadas a la producción de alimentos. Es enormemente necesario un análisis social que anticipe las implicancias del desarrollo de programas de biocombustibles sobre la seguridad alimentaria y el medioambiente en países pequeños como el Ecuador. Este país planea expandir 50,000 hectáreas la producción de caña de azúcar, y habilitar 100,000 hectáreas de bosque natural para plantaciones de aceite de palma. Las plantaciones de aceite de palma ya están causando desastres ambientales en la región Colombiana del Choco (Bravo 2006).
Claramente, los ecosistemas de las áreas en donde se está produciendo agricultura para biocombustibles se están degradando rápidamente. La producción de biocombustibles no es ambiental ni socialmente sustentable ahora ni en el futuro.
Es también preocupante que las universidades públicas y los sistemas de investigación (por ejemplo el acuerdo recientemente firmado por BP y la Universidad de California-Berkeley) son presas fáciles de la seducción de los grandes capitales y la influencia del poder político y corporativo. Además de las implicancias de la intromisión de los capitales privados en la definición de las agendas de investigación y la composición de la academia que desgasta la misión pública de las universidades en beneficio de los intereses privados- es un atentado a la libertad académica y el gobierno de las facultades. Estas sociedades impiden que las universidades se involucren en una investigación imparcial, e imposibilitan que el capital intelectual pueda explorar verdaderas alternativas sustentables a la crisis energética y el cambio climático.
No hay duda en que la conglomeración del petróleo y el capital de la biotecnológico decidirá cada vez más sobre el destino de los paisajes rurales de las Américas. Sólo alianzas estratégicas y la acción coordinada de los movimientos sociales (organizaciones campesinas, movimientos ambientalistas y de trabajadores rurales, ONGs, asociaciones de consumidores, miembros comprometidos del sector académico, etc.) pueden ejercer una presión sobre los gobiernos y empresas multinacionales para asegurar que estas tendencias sean detenidas. Y más importante aun, necesitamos trabajar en conjunto para asegurarnos que todos los países adquieran el derecho a conseguir su soberanía alimentaria por vía de sistemas de alimentación basados en la agroecología y desarrollados localmente, de la reforma agraria, el acceso a agua, semillas y otros recursos, y políticas agrarias y alimentarias domesticas que respondan a las necesidades de los campesinos y los consumidores, en especial de los pobres.
Referencias
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Altieri, M.A. 2000 The ecological impacts of transgenic crops on agroecosystem health. Ecosystem Health 6: 19-31
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Shapouri, H. et al 2004 The 2001 net energy balance of corn ethanol. USDA, Washington DC.
NOTAS:
[1] Ver Colin Campbell, ver aquí
[2] Debido a una deficiencia de la enzima diaforasa, la sangre de las víctimas de met-Hb reduce su capacidad de trasportar oxígeno. En lugar de ser color roja, la sangre arterial de las víctimas de la met-Hb victims es marrón. Esto resulta en que la piel de los enfermos caucásicos se torne azulada (por eso la referencia a los “hombres azules”). Los niños de menos de 6 meses son particularmente susceptibles a la methemoglobinemia causada por nitratos ingeridos en el agua, deshidratación causada usualmente por gastroenteritis con diarreas, sepsis y anestésicos tópicos que contengan benzocaína. (ver aquí).

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Plantaciones para biodiésel: muerte de animales,

deforestación, desplazamiento de poblaciones enteras

15 de enero de 2018
En Indonesia y Malasia se han envenenado elefantes en plantaciones de palma. Es un ejemplo muy gráfico de las catástrofes que causa el uso de biocombustibles en países productores. La UE exige su mezcla con el combustible fósil convencional. Otras consecuencias: deforestación, desplazamiento de poblaciones enteras. Firma la petición.
 
Hacemos responsable a la UE de las consecuencias de las plantaciones de palma, como el envenenamiento de esta elefanta (© Sabah Wildlife Department, Borneo)
 
Muerte de elefantes en plantaciones para biodiésel
La UE decide su futura política de bioenergía. El uso de biocombustible no es el camino correcto para abastecer el transporte.
22 mil mill de litros de biocombustible quemaron los vehículos de los 28 estados miembro en 2016. De acuerdo a planes de la Comisión Europea, los automóviles seguirán cargando en sus tanques alimentos convertidos en biodiésel y etanol.
Los monocultivos destinados a la producción de etanol y biodiésel destruyen las selvas y su biodiversidad. Orangutanes, tigres, rinocerontes y otras especies como los elefantes en busca de alimentos envenenados recientemente en las plantaciones pierden su hábitat. Al mismo tiempo, con la tala de selvas se liberan grandes cantidades de carbono a la atmósfera.
El biodiésel de aceite de palma libera tres veces más emisiones dañinas para el clima que el diésel fósil. El biodiésel de colza y soja tiene también un balance negativo para el clima. A esta conclusión llegan estudios encargados por la propia UE, retenidos por la Comisión Europea durante mucho tiempo.
Las superficies de cultivo destinadas a producir biocombustibles para la UE abarcan 8,8 mill de has (¡el tamaño de Austria!). Dos tercios de estas superficies se encuentran fuera de la UE. En el Sudeste de Asia, las plantaciones de palma para biodiésel europeo se extienden 2,1 millones de hectáreas, según el informe de la UE. Graves conflictos sociales y ambientales como los mencionados se dan en todas estas extensiones.
En la UE se discute actualmente la política de bioenergía que regirá hasta 2030. El 17 de enero de 2018 vota el Europarlamento: pedimos el fin de la nefasta meta de biocombustibles como causante de la deforestación y la conflictividad en los países tropicales productores de palma aceitera.
Por favor, firma la petición.
 

 
Destaquemos la trascendencia de los gobiernos progresistas en promover el único capitalismo existente que avanza mediante ecocidios y genocidios (por represión, desarraigo, envenenamiento, hambre...). Examinemos:
 

Se impone el agrobusiness en Brasil y

aplasta la agricultura familiar, con el apoyo del gobierno
27 de marzo de 2013
"La pugna entre un proyecto de campo basado en la agricultura familiar para la producción de alimentos y otro de una zona rural de latifundios y producción enfocada en la exportación de granos está lejos de ser justa. A pesar de los programas y auxilios anunciados por el gobierno, es evidente que la báscula del poder favorece al agrobusiness. Aparte de su expresiva presencia en la administración, cuentan con recursos excesivos, sin ninguna proporción con aquellos destinados a la agricultura familiar."
 
Gobierno Lula: el sueño frustrado
No hay dudas de que la llegada del primer obrero a la presidencia de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, llenó los movimientos sociales brasileños de esperanza. 2002 fue el año de la histórica victoria de la izquierda en el país más grande de América Latina – en área y en población. Su toma de posesión llevó a miles de militantes y apoyadores del Partido de los Trabajadores (PT) a Brasilia, que vio un mar rojo saludar al nuevo presidente. Más allá de la simbología de tener un presidente que viene del pueblo, la plataforma de gobierno petista traía la promesa de la eliminación de la pobreza, la generación de millones de empleos y la promoción de mayor justicia social en un país cuya desigualdad era una de sus características más estructurales.
Para el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) ese escrutinio representó la potencial llegada de una nueva etapa. El conocido movimiento defendía y defiende la reforma agraria y la redefinición de los patrones de ocupación, producción y sociabilidad en el campo brasileño. Por su estrategia de lucha – la ocupación de latifundios improductivos – fueron perseguidos duramente en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, anterior al de Lula, y rotulados como criminales por los grandes medios de comunicación y las clases altas defensoras de la propiedad privada. La llegada del Partido de los Trabajadores al poder significó, en ese entonces, la posibilidad de descriminalización del movimiento, de diálogo y negociación y de realización de una reforma agraria estructural. Lula había sido gran simpatizante del movimiento desde sus orígenes y dejó muy claras sus intenciones de, una vez presidente, tratar la reforma agraria y al MST con la dignidad que merecían.
A pesar de promesas y expectativas, lo que se observó en Brasil durante el gobierno Lula respecto a la situación del campo fue la disminución, año tras año, del número de latifundios expropiados para la reforma agraria. La Constitución brasileña de 1988 contiene la función social de la propiedad, determinada en el ámbito urbano por la sustitución del individualismo propietario por el de la dignidad humana y, en el ámbito rural, por la protección a los derechos laborales y ambientales. La propiedad rural debe cumplir con los patrones del desarrollo sostenible y, aunque lo haga, puede ser expropiada por el gobierno, una vez que lo que debe prevalecer es su utilidad pública – es el caso de propiedades que no tienen producción o número de funcionarios compatible con su área.
A los gobiernos posteriores a la redemocratización les quedó la importante tarea de promover el uso social de la tierra y propiedades urbanas y se supone que Lula era el más calificado para cumplir con esta demanda, dado su origen y cercanía al MST. Empero, el número de expropiaciones en sus dos mandatos fue bastante inferior al su antecesor, el social-demócrata Fernando Henrique Cardoso. Lula expropió tan sólo mil 990 propiedades, ante 3 mil 532 durante el gobierno de Cardoso.
El año 2005 fue el punto de inflexión de las expropiaciones – desde entonces, se han visto cada vez menos propiedades parceladas para la agricultura familiar. Coincidentemente o no, este mismo año trajo un decreto presidencial que tornó legal el uso de semillas transgénicas para la producción agrícola.
Las semillas de soya de Monsanto empezaron a ser contrabandeadas desde Argentina a Brasil en 1998, sin cualquier tipo de regulación hasta la medida tomada por Lula siete años después. Hoy se estima que las semillas genéticamente modificadas representan un 85 por ciento de la producción total de soya en el país – porcentaje que puede ser todavía más grande, una vez que estas semillas son altamente contaminantes, lo que hace que no sea posible controlar estrictamente su presencia.
La combinación de esos dos factores, aliados al crecimiento de exportaciones a Asia, especialmente, benefició a los grandes empresarios del agrobusiness. Las publicitarias cifras de la balanza comercial dieron a Brasil nacional e internacionalmente la imagen de una verdadera revolución social. Mientras tanto, la bancada rural de la Cámara de Diputados y el Senado (que representa los intereses de los empresarios agroexportadores) hacía crecer su influencia en el gobierno petista, la propuesta de reforma agraria seguía intocada y el MST, olvidado.
Las cifras no son fiables, el incremento en la productividad y la creciente presencia de Brasil en el escenario internacional ocultan datos menos estimulantes: el 10 por ciento de los propietarios retienen el 85 por ciento de la producción y 85 por ciento de las tierras cultivadas en Brasil están reservadas para la producción de maíz, soya, pasto y caña de azúcar – es decir, o se destinan a la producción de ración animal y a la exportación, o son productoras del combustible etanol. La producción de caña, históricamente conectada al esclavismo colonial, fue celebrada por Lula como la gran solución para la excesiva dependencia del petróleo como combustible. Lo que se le olvidó decir es que la planta de caña de azúcar, cuando es cultivada extensiva y continuamente, causa la destrucción de suelos y la transformación radical de ecosistemas. Del mismo modo, se le olvidó comentar que las haciendas de caña son las que más emplean trabajadores en condiciones indignas, incluyendo esclavos y niños.
Gobierno Dilma: ¿erradicación de la miseria o todo el apoyo al agrobusiness?
Dilma Rousseff llegó al poder con una percepción un poco menos onírica desde los movimientos sociales. Aún así, representaba un cambio más: la primera mujer, ex-guerrillera que luchó en contra del autoritarismo en el período dictatorial. Con fama de rigidez para el trabajo y una imagen de honestidad, la “hija” de Lula ganó las elecciones después de gran campaña de unión de toda la izquierda en contra de la amenaza del regreso de la derecha al poder, sintetizada en la figura del autoritario José Serra (PSDB).
Su principal bandera de gobierno es la erradicación de la pobreza y la expansión del desarrollo del país – llevadas a cabo a través de dos programas multiministeriales: Brasil Sin Miseria y los Planes de Aceleración del Crecimiento (PACs).
El Plan Brasil Sin Miseria concentra 47 por ciento de sus esfuerzos en el campo, a través primordialmente del fomento a la agricultura familiar, generando beneficios financieros a fondo perdido para la compra de insumos y equipo para la agricultura. Con el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA), el gobierno federal busca incentivar a la agricultores familiares con la compra de la producción para su uso en entidades asistenciales, hospitales, universidades, unidades prisionales y para formación de estoques. Además de eso, el programa también cuenta con la ampliación del acceso al agua.
El último 8 de marzo, la presidenta anunció una medida que presuntamente colaborará para el desarrollo de la agricultura familiar – responsable del 70 por ciento de los alimentos consumidos en hogares brasileños: todos los productos de la canasta básica pasan a ser exentos de impuestos federales, lo que representa la reducción en el costo de 9.25 por ciento para los alimentos incluidos (carnes, leche entera, huevos, arroz, frijol, pan, frutas, legumbres, entre otros) y 12.25 para papel higiénico, jabón de ducha y pasta de dientes. Además de permitir mayor consumo entre las clases más bajas, la medida busca generar mayor dinamismo y expansión en los negocios en pequeñas comunidades – bien como el crecimiento de la presencia de la agricultura familiar.
Todas esas medidas son obviamente bienvenidas, pero es necesario ponerlas en contexto para entender hasta qué punto la “revolución en el campo”, de la que habla con orgullo Dilma, es verdadera.
A pesar de las recurrentes promesas de realización de la reforma agraria – la última de ellas realizada en reunión con trabajadores rurales para la firma de la Política Nacional para Trabajadores Rurales Empleados, en los primeros días de marzo -, ya acercándose a la mitad de su tercer año de gobierno, Dilma casi fue la jefe de gobierno que menos expropió tierras para la reforma agraria, con solamente 86 propiedades destinadas a este fin. Por encima de ella está solamente Fernando Collor de Mello, presidente entre 1990 y 1992, impedido por una política económica que confiscaba los ahorros de los ciudadanos y por involucrarse con la corrupción – quien expropió en su período solamente 28 latifundios. Dicho sea de paso, el ex-presidente, hoy Senador de la República, es parte de la gran base de apoyo de Dilma en el Poder Legislativo.
Hablando del Legislativo, es imposible no darse cuenta del gran incremento de la influencia de la bancada rural en el transcurso del gobierno de Dilma. En 2012 este grupo de legisladores logró aprobar una propuesta de Código Forestal que significaba una afrenta a los movimientos sociales rurales, los ambientalistas y los pueblos indígenas. Permitiendo que se colocaran en el mercado para especulación títulos de carbono y cuotas de reservas ambientales, la legislación ponía a la Amazonia brasileña en la ruta de la globalización. Los dueños de latifundios improductivos pasarían a justificar la función social de sus propiedades bajo la justificación de explotar carbono en zonas que cuentan con cuotas de reservas ambientales. En caso de que decidieran usar las tierras para producción agrícola – y acabar con los bosques – nada más necesitarían compensar la devastación con la reforestación de una pequeña parcela de su propiedad (que no llegaría al 10 por ciento). Además de eso, dio una salida a los grandes propietarios para que no necesitaran abrir mano de sus tierras con el fin del crecimiento de las tierras de agricultura familiar, otorgando a la agricultura familiar 4,9 millones de hectáreas en zona de devastación de la selva amazónica – para que ya no se tocaran los latifundios improductivos ni consideraran a los productores responsables de la devastación de los bosques. Otra medida fue no penalizar a propietarios que acabaran con zonas de bosques.
El gobierno federal no fue capaz de generar oposición dentro del legislativo para bloquear la nueva legislación – por el sencillo motivo de que la mayor parte de sus proponentes componían la base gobiernista -, lo que hizo necesario que la presidenta la vetara. La expectativa de los movimientos sociales y ambientalistas era que el veto a la propuesta fuera integral. Empero, la presidenta prohibió solamente nueve artículos de la ley y pasó el Programa de Regularización Ambiental, que exentó de multa a propietarios rurales que generaron devastación en los bosques, bajo la condición de que presentaran un plan de recuperación de las áreas degradadas. Dicha recuperación será de máximo el 20 por ciento de la propiedad, sin tomar en consideración que muchas propiedades de las regiones centro-oeste y norte del país vienen integralmente del desmate de la Amazonía.
Si con relación al medio ambiente, Rousseff fue permisiva y permitió la ampliación del poder de los latifundiarios, en lo que dice respecto a los derechos indígenas la situación no es mejor. El gobierno brasileño, desde Lula, hace propaganda de haber demarcado la mayor cantidad de tierras indígenas de América Latina. Lo que no dice es que el 95 por ciento de estas tierras están localizadas en la Amazonía o en regiones cercanas a centros urbanos – por lo tanto, en zonas con menor disputa por la tierra. Los pueblos indígenas que habitan regiones con presencia de haciendas destinadas al agronegocio han sido prácticamente ignorados en sus demandas por demarcación de reservas, y sufren violencia cotidiana por parte de capataces de los latifundistas – violencia que pone en riesgo la existencia de esos pueblos. Un ejemplo es el caso de los Guarani-Kaiowá, del estado de Mato Grosso do Sul, que en 2012 recibieron del Estado orden de despojo de sus tierras ancestrales, en un contexto de asesinatos, violaciones y suicidio de indígenas.
La pugna entre un proyecto de campo basado en la agricultura familiar para la producción de alimentos y otro de una zona rural de latifundios y producción enfocada en la exportación de granos está lejos de ser justa. A pesar de los programas y auxilios anunciados por el gobierno, es evidente que la báscula del poder favorece al agrobusiness. Aparte de su expresiva presencia en la administración, cuentan con recursos excesivos, sin ninguna proporción con aquellos destinados a la agricultura familiar.
En febrero, la presidenta anunció en su plan agrícola para 2013/2014, que invertirá 133 mil millones de reales. El monto impresiona, pero su división impresiona más: 115 mil millones de reales estarán destinados a la agricultura empresarial, ante 18 mil millones para la agricultura familiar. Dinero que será invertido primordialmente en la compra de máquinas para la modernización de la producción. En una feria destinada al agronegocio, Dilma Rousseff afirmó que siempre habrá más recursos: “Todo lo que gasten, lo cubriremos”. Días después, la petista volvió a apapachar a los agroexportadores, anunciando su gran orgullo: en 2013 Brasil tendrá la mayor cosecha de granos de su historia, llegando a 185 millones de toneladas. Claro, todo esto sin considerar la cosecha de alimentos – que mereció nada más que una mención en el discurso de la presidenta.
El contexto como un todo marea: si Dilma quiere fomentar la agricultura familiar y las economías locales, y para eso quita los impuestos de la canasta básica y compra las cosechas de los pequeños productores, ¿por qué no aplica la reforma agraria?, ¿por qué permite la promulgación casi integral de un Código Forestal que en la práctica acaba con la legitimidad de las expropiaciones de latifundios improductivos?, ¿por qué otorga inversiones fuera de proporción a los latifundistas?, ¿por qué no defiende a los pueblos indígenas y garantiza su derecho a la tierra?
Con un discurso amigable y mucha inversión en publicidad, el gobierno del PT muestra que en su proyecto nacional la agricultura familiar sólo tiene cabida si no interfiere en el desarrollo y la inserción del país en la globalización. “Un país rico es un país sin miseria”, slogan del gobierno Dilma, vale para elevar a Brasil en las clasificaciones internacionales y para crear un gran conjunto de ciudadanos consumidores. ¿Hasta qué punto el país rico de Dilma es, como dice el slogan del gobierno de Lula, “un país de todos”?
Publicado el 25 de marzo de 2013

Leer


 
Enfrentamos al sistema mundo capitalista por progresar mediante acaparamiento de tierras y eliminación tanto de la agricultura como la ganadería. En esta lucha internacionalista  Vía Campesina tiene gran importancia para los cambios radicales de sociedad y de mundo. Pero su potencial e historia es distorsionado por su actual conducción progresista.
 

 
Crisis y soberanía alimentaria:
Vía Campesina y el tiempo de una idea
Publicado el Jueves, 14 Mayo 2009
 
 
 
Por Luis Hernández Navarro y Annette Aurélie Desmarais 

No hay nada más poderoso que una idea a la que llegado su tiempo, escribió el novelista francés Víctor Hugo. En la era de la la crisis alimentaria mundial más grave en décadas, le llegó su tiempo al concepto de «soberanía alimentaria».
Puesta en el centro del debate político rural por Vía Campesina desde 1996, esta propuesta programática para el campo y las políticas comerciales se ha convertido, en poco tiempo, en un formidable instrumento de acción para enfrentar la hambruna y la montaña rusa de los precios agrícolas. Una propuesta que, al menos, ha tenido que ser escuchada y evaluada por estados y por organismos internacionales. El quinto congreso internacional de Vía Campesina, celebrado en Maputo, Mozambique, entre el 16 y 23 se octubre, fue el escenario para analizar a profundidad el origen, naturaleza y repercusiones de la actual crisis alimentaria mundial, su relación con la crisis financiera, y para mostrarle al mundo el porqué la propuesta de soberanía alimentaria como la alternativa es no sólo viable sino necesaria.
Diamantino Nhampossa, dirigente de la Unión de Campesinos de Mozambique, resumió esta conclusión a la que los participantes del evento llegaron. “La causa de la crisis alimentaria que tenemos -dijo- es el modelo neoliberal y el capitalismo. No se pueden encontrar la solución a este problema dentro del mismo modelo. Como solución, nosotros proponemos el modelo de la soberanía alimentaria que promueve la agricultura familiar.” (Conferencia de Prensa, Maputo, Mozambique, 23 de octubre de 2008).

*Vía Campesina*

Vía Campesina es un movimiento internacional que agrupa organizaciones de campesinos, pequeños productores rurales, mujeres del campo, trabajadores agrícolas y comunidades agrarias indígenas. Participan tanto campesinos del sur como agricultores familiares del norte. En sus filas convergen asociaciones promovidas por antiguos partidos comunistas o socialistas, confederaciones libertarias, grupos cooperativistas e iniciativas ecologistas. Desde su creación no ha dejado de cobrar impulso y es quizás el movimiento social rural internacional más significativo.

El origen de Vía Campesina se remonta a abril de 1992, cuando varios líderes campesinos de America Central, de Norteamérica y de Europa se reunieron en Managua, Nicaragua, en el congreso de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG). En mayo de 1993 celebraron su primera conferencia en la ciudad de Mons, Bélgica. Siete meses después organizaron una manifestación de 5 mil personas en las calles de Ginebra para protestar contra el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT).
La convergencia fue posible porque estaba entonces a punto de firmarse la ronda Uruguay y diversos líderes rurales de varios países, muchos de los cuales se habían encontrado en reuniones internacionales, coincidieron en su rechazo explícito al modelo neoliberal y en su negativa a ser excluidos de la definición de políticas agrícolas. Estaban de acuerdo también en que los enemigos a vencer eran la globalización neoliberal y las grandes trasnacionales de la industria alimentaria.

La meta principal del movimiento internacional consiste en impulsar la solidaridad y la unidad en la diversidad entre organizaciones de pequeños agricultores, para promover relaciones económicas basadas en la igualdad y la justicia social, la preservación de la tierra, la soberanía alimentaria y la producción agrícola sostenible.

En esas experiencias los líderes campesinos descubrieron que tenían mucho terreno en común. En todos lados la modernización (léase industrialización) y liberalización de la agricultura -impuestas mediante programas de ajuste estructural y acuerdos de libre comercio- conducían a una aguda crisis agrícola, a mayor degradación del ambiente, creciente disparidad y mayor empobrecimiento del campo, así como a la consolidación y concentración de las corporaciones agroempresariales. C
ampesinos, pequeños productores y comunidades rurales enteras desaparecían en tanto el cultivo de alimentos dejaba de ser medio de vida viable. Los líderes entendieron que más liberalización no era la solución.

Vía Campesina se agrupó en torno a objetivos comunes: rechazo explícito del modelo neoliberal de desarrollo rural y una abierta negativa a ser excluida del desarrollo de políticas agrícolas, así como una firme decisión de trabajar en unidad para dar fuerza a una voz campesina y establecer un modelo alternativo de agricultura.
Consolidó la unidad y la solidaridad llamando al enemigo por su nombre: los agentes de la globalización económica y la corporativización de la agricultura.

Vía Campesina, pues, no propicia un conflicto entre campesinos del sur y granjeros del norte, sino que promueve la lucha entre dos modelos divergentes y opuestos de desarrollo económico y social. Por un lado, un modelo globalizado y neoliberal, impulsado por los grandes consorcios, en el que la agricultura se ve exclusivamente como forma de obtener ganancias y los recursos se concentran cada vez más en manos de la agroindustria. Por el otro, Vía Campesina vislumbra un mundo rural más humano, basado en el redescubrimiento de una "ética del desarrollo" que dimana de la "cultura productiva" y la "vocación productiva" de las familias del campo. La agricultura es impulsada por los labriegos, se basa en la producción campesina, utiliza recursos locales y se orienta al mercado interno.


Su objetivo primordial es construir modelos alternativos de agricultura y enfoca su actuación en la soberanía alimentaria y el comercio agrícola, la reforma agraria, los derechos de los trabajadores migratorios y los jornaleros agrícolas; el género, la biodiversidad y los recursos genéticos, los derechos humanos y los derechos de los campesinos, así como una agricultura sustentable basada en el productor.

Un número cada vez mayor de instituciones internacionales, como el Banco Mundial (BM), la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), la Comisión de Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable y el Foro Global de Investigación Agrícola reconocen ahora la creciente visibilidad de Vía Campesina como la voz global de los campesinos y los pequeños productores.
Sin embargo, para ella la participación en encuentros patrocinados por dichas organizaciones es un asunto riesgoso, pues a menudo se utiliza para legitimar políticas y programas existentes.

Nacida de la tenaz decisión de los campesinos de seguir siendo campesinos, la organización se ha transformado en unos de los más relevantes actores del archipiélago altermundista. Resistente a una modernización que quiere prescindir de sus integrantes, se ha convertido en promotora de una modernización donde quepan todos.


*Reserva de futuro*

Pocos movimientos sociales en el mundo han alcanzado en los últimos años la consolidación, el crecimiento y el impacto que Vía Campesina ha conquistado. Desde su fundación se han adherido a sus filas más de 132 de organizaciones de pequeños productores rurales y trabajadores agrícolas en más de 60 países.

En una época en que los sindicatos obreros han perdido la relevancia que disfrutaron a lo largo de casi todo el siglo XX, en que la vitalidad que caracterizó a los movimientos de pobres urbanos a partir de 1970 disminuyó, en que los movimientos indígenas no han podido articular una convergencia internacional significativa más allá de la lucha por la declaración de su derechos en el marco del sistema de la Organización de las Naciones Unidas, Vía Campesina ha logrado desatar un proceso de construcción de fuerzas propias muy relevante.

Es una era en que el neoliberalismo fue la ideología dominante y casi cualquier idea de emancipación se veía como una rémora del pasado, la internacional rural logró resistir el despojo de las grandes trasnacionales agroalimentarias, comenzar a cambiar la correlación de fuerzas a favor de los campesinos pobres y mantener viva la idea de que otro orden social más justo es necesario. Ubicada desde un primer momento en la primera línea de lucha contra el neoliberalismo, su proyecto es hoy marcadamente anticapitalista.

Vía Campesina es un movimiento internacional de pequeños productores familiares rurales que defiende la economía campesina, la soberanía alimentaria, los mercados locales de alimentos, el enfriamiento del planeta y la agricultura ecológica.

En pocos años logró poner lo rural en el centro de la agenda política internacional. Muchas de sus propuestas se adelantaron a su tiempo. La actual crisis mundial ha hecho evidente que sus señalamientos, vistos originalmente como utópicos, son viables.

Su propuesta ha mostrado fehacientemente la insensatez del modelo de agricultura industrializado, basado en el uso intensivo de los recursos naturales, en el petróleo y sus derivados. Sus acciones han sido de gran importancia para evitar la aprobación de la Ronda de Doha e impedir que se meta a la agricultura a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sus afiliados participaron activamente en la exitosa lucha contra el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

En el camino, Vía Campesina ha elaborado un rico y sofisticado análisis de la situación rural y una propuesta de acción viable. Su programa se enriquece con el paso de los años. Sus reclamos principales ganan paulatinamente presencia y prestigio en otros sectores sociales, en organismos multinacionales, e incluso en gobiernos. El concepto de soberanía alimentaria forma ya parte de las constituciones de Venezuela y Nepal, y, muy próximamente, de Bolivia.

Sus movilizaciones en contra de las semillas transgénicas y la tecnología Terminator han sido de gran relevancia. Su presión contra el programa del Banco Mundial para la reforma agraria con criterios de mercado la ha deslegitimado.

Vía Campesina ha logrado que en las instituciones internacionales que tratan asuntos rurales se escuche a los hombres y mujeres del campo. Donde antes organizaciones no gubernamentales, funcionarios públicos, profesionales agrícolas o intelectuales hablaban en nombre de los labriegos, ahora se escucha la voz de los de abajo.

Vía Campesina es una organización inusual. Su estilo de conducción es austero y sencillo, alejado de los privilegios que tienen los “señores de la pobreza” de las grandes fundaciones para la cooperación internacional. En sus congresos y reuniones sus dirigentes hacen cola para comer, al igual que el resto de los delegados. No disponen de comedores reservados. Descansan en los dormitorios comunes y no tienen salones VIP para despachar. Vuelan en clase económica y, cuando hay recursos para trasladar a delegados, los destinan a financiar los pasajes de las mujeres.

En Vía Campesina conviven distintas culturas políticas y organizativas de manera creativa. La que proviene de la descolonización europea en África con su herencia de lucha por la liberación nacional y contra el miedo y la vergüenza. La que busca impactar en las políticas públicas desde una tradición ciudadana y reivindica la desobediencia civil en Europa. La de la resistencia, la confrontación social y la ruta hacia el poder en América Latina. La del choque marcial disciplinado y la inmolación ejemplar en Asia. La heredera de las grandes tradiciones populistas rurales, organizadora de campañas y cabildeo legislativo en Estados Unidos y Europa.

Todas esas experiencias organizativas han logrado coexistir sin grandes conflictos, complementarse, aprender unas de las otras y crear un lenguaje común. Los encuentros de Vía Campesina son espacios para forjar nuevas instituciones, relatos, símbolos y mitos compartidos. Son un lugar para nombrar lo intolerable y celebrar lo que une y emancipa.

Sorprende la enorme cantidad de mujeres que participan en la dirección del movimiento internacional y en sus encuentros, inusitado en comparación con la composición de los organismos campesinos que la integran a escala nacional. Ello es resultado, en primer lugar, de la acción misma de las mujeres que integran el movimiento, pero también de una política deliberada de inclusión y promoción.

Vía Campesina se ha dotado de un equipo técnico de un alto nivel profesional. Multilingüe, eficaz, desideologizado, conocedor de su área de responsabilidad, abnegado, que, tiene además, el enorme mérito de no sustituir a la dirección campesina. Su aporte es discreto; su presencia pública, casi invisible.

Vía campesina es hoy una de las principales columnas vertebrales del movimiento altermundista. La prueba viviente de que los campesinos no son un lastre del pasado, sino una reserva para el futuro.


*La primera crisis alimentaria*

Comenzó en México como la guerra de la tortilla en enero de 2007. Se siguió a Italia como la huelga del espagueti nueve meses más tarde. Después se convirtió en alud imparable. Las protestas contra el alza en el precio de los alimentos se sucedieron en Haití, Mauritania, Yemen, Filipinas, Egipto, Bangladesh, Indonesia, Marruecos, Guinea, Mozambique, Senegal, Camerún y Burkina Faso.

La nueva hambruna se trata de un hecho global. Usualmente la escasez generalizada de alimentos se ha producido en países y regiones localizadas, ante desastres naturales, plagas o guerras. Pero ahora sucedió de manera simultánea en multitud de naciones y varios continentes.

"Nunca se había vivido una crisis como la actual. Y nosotros no la creamos", dice el hondureño Rafael Alegría. "La humanidad está amenazada, pero no por nosotros. Por el contrario, somos quienes garantizamos los alimentos. Ahora, sin embargo, es el capital financiero el que tiene el control de las cosechas. Con ellas especulan. Somos nosotros los llamados a producir la comida que hace falta. Ni los excedentes de la Unión Europea ni de Estados Unidos podrán resolver el problema." (Entrevista, Maputo, Mozambique, 20 de octubre de 2008).

Vía Campesina considera que “el mundo entero está en crisis, una crisis de dimensiones múltiples, una crisis de alimentos, de energía, del clima y de las finanzas (... ) producto del sistema capitalista y del neoliberalismo”. Una crisis que, según el indonesio Henry Saraigh, coordinador general de Vía Campesina,ha provocado el aumento del “nivel de hambre si lo comparamos con la situación de hace diez años. Hay más de 800 millones sufriendo actualmente hambre.” ( Conferencia de prensa....)

Para la organización internacional, la crisis es resultado de la combinación de diversos factores entre los que se encuentran: el aumento en la producción de agrocombustibles; la especulación financiera; la presión del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y posteriormente la Organización Mundial del Comercio (OMC) a los países para disminuir su inversión en la producción alimentaria y su apoyo a los campesinos pequeños agricultores; así como las “políticas destructivas que socavaron las producciones nacionales de alimentos y obligaron a los campesinos producir cultivos comerciales para compañías multinacionales y a comprar sus alimentos de las mismas multinacionales (o a otras…) en el mercado mundial”. (Una respuesta a la Crisis Global de los Alimentos, * ¡Los/as campesinos/as y pequeños agricultores pueden alimentar al mundo!, * 2 de mayo de 2008)

De acuerdo con Rafael Alegría, de Honduras, integrante de la comisión coordinadora internacional (CCI) de Vía Campesina por parte de Centroamérica: “los altísimos precios que en los últimos años están sufriendo productos como el maíz, los frijoles, la soya, los de consumo popular, se deben a una gran especulación del capital y de las compañías trasnacionales que controlan los mercados. Y al abandono, desde hace más de 20 años, de políticas públicas agrícolas que impuso el modelo neoliberal que destruyó la economía campesina, desarticuló los sistemas financieros. Los estados se desentendieron de la agricultura y prácticamente hubo una desarticulación total de la mediana y pequeña agricultura. Ahora se están viviendo las consecuencias de que los pequeños y medianos agricultores fueron abandonados y sustituidos por empresas trasnacionales.” (Entrevista , Maputo, Mozambique, 22 de octubre de 2008).

Según Joan Pedro Stedile, dirigente del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, la ofensiva del capital financiero internacional por el control de la agricultura puede resumirse en cinco puntos.
  • Primero, por conducto de sus excedentes de capital financiero; los bancos pasaron a comprar acciones de centenares de empresas que actuaban en diferentes sectores relacionados con la agricultura. Y a partir del control de la mayor parte de las acciones, promovieron un proceso de concentración monopólica.
  • Segundo, mediante la / dolarización / de la economía mundial. Esto permitió que las trasnacionales se aprovecharan de las tasas de cambio favorables y entraran en las economías nacionales comprando fácilmente a las empresas locales dominando así los mercados productores y el comercio de los productos agrícolas.
  • Tercero, utilizando las reglas impuestas por organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los acuerdos multilaterales, que normalizaron el comercio de productos agrícolas según los intereses de las grandes empresas, y obligaron a los gobiernos serviles a la liberalización del comercio de estos productos.
     
  • Cuarto, gracias el crédito bancario. La producción agrícola, cada vez más dependiente de insumos industriales, quedó a merced de la utilización de créditos bancarios para financiar la producción. Y éstos financiaron la implantación y el dominio de la agricultura industrial en todo el mundo.
  • Finalmente, en la mayoría de los países los gobiernos abandonaron las políticas públicas de protección del mercado agrícola y de la economía campesina.
La organización sacó importantes lecciones de la crisis. La primera es que el mercado desregulado no solucionará el problema, sino, por el contrario, la agravará. La segunda es que los campesinos y los pequeños agricultores no se benefician con los altos precios, a diferencia de los especuladores y los comerciantes en gran escala. La tercera es que los

trabajadores agrícolas y quienes en el mundo rural no tienen acceso a la tierra, han sufrido enormemente el aumento en los precios de la comida. Lo mismo ha sucedido con los consumidores urbanos pobres. La cuarta y última lección es que el libre comercio no resolverá la crisis, sino que, por el contrario, la agravará.

*La segunda crisis alimentaria*

En octubre del año pasado el precio internacional de las materias primas agrícolas, exceptuando el arroz, disminuyeron. La burbuja especulativa de estos productos, iniciada en 2002, reventó. En la primera semana del décimo mes del año, la cotización del maíz en la Bolsa de Chicago pasó de un récord de 296 dólares la tonelada, alcanzado el pasado 26 de julio, a 178 dólares. El trigo cayó de un máximo de 470 dólares la tonelada, obtenido en febrero de 2008, a 235 dólares. Ello no provocó que el costo de los alimentos elaborados con ambos cereales bajara un sólo centavo para los consumidores finales.

Desde que estalló la crisis financiera en Estados Unidos sus precios en los mercados internacionales han registrado fuertes caídas. Empero, lo que las personas comunes y corrientes deben pagar por su comida es lo mismo -o más- que gastaban cuando las cotizaciones de los granos básicos se encontraba en las nubes. Los precios de los cereales han experimentado una caída media de entre 30 y 35 por ciento con respecto al año anterior. Sin embargo, en el mes de septiembre, las cadenas minoristas en Estados Unidos aumentaron el costo de los alimentos en 7.6 por ciento. Durante los primeros seis meses del año, Nestlé, una de las más importantes empresas agroalimentarias en el mundo, incrementó los precios de sus productos en todo el mundo un 4.4 por ciento, y en América Latina el 8 por ciento. Por supuesto, ahora que las materias primas valen menos, no piensa bajar sus precios.

La caída de los precios de las materias primas agrícolas obedece a una razón fundamental: con el dolar revaluado y temiendo una disminución de la demanda de cereales por la recesión económica, los fondos de inversión se retiraron de esos mercados, empujando las cotizaciones a la baja. Las posiciones pasaron de 58 mil millones de dólares a 8 mil millones.

Probablemente, esta caída en el valor de las / commodities / agrícolas no supondrá un problema para muchas trasnacionales de la alimentación. En la recesión económica de la década de los setenta, compañías como General Mills y Kellog se expandieron y tuvieron un mejor desempeño bursátil.

En cambio, para los pequeños productores rurales la situación es radicalmente diferente. La mayoría de ellos no se beneficiaron de los altos precios que hasta hace poco se pagaban por los granos básicos. En ocasiones llegaron cuando sus cosechas ya estaban vendidas o debieron pagar más por el crédito, los fertilizantes, plaguicidas y combustibles. Las ganancias quedaron en manos de las grandes productores, las empresas agroalimentarias y los especulado

Según el agricultor vasco Paul Nicholson, “esta crisis va a generar en la agricultura una bajada de precios. Los costos de producción no van a bajar. Es claro que está bajando el precio del petróleo pero eso no va a repercutir en la bajada de los precios. En cambio, los precios que recibimos los productores si van a bajar. Eso ya se está viendo en el precio del maíz. El principal beneficiario va a ser el que controla toda la cadena alimentaria, que son las trasnacionales. El crédito en la agricultura, aunque sea de cosecha, es importante. Y va a haber menos dinero y menos crédito. Lo principal es que los costos de producción van a ser tremendamente altos. Las semillas, los fertilizantes. Los precios van a ser tremendamente altos y con una bajada de precios en origen para el productor eso significa la ruina para muchos en la agricultura campesina.” (Entrevista a Paul Nicholson, Maputo, Mozambique, 22 de octubre de 2008).


*Contra las trasnacionales*

* *
En la conferencia de Maputo, Vía Campesina declaró la guerra a las empresas trasnacionales. Son su enemigo principal. De esta manera transitó de la crítica al neoliberalismo y la oposición a la incorporación de la agricultura en los acuerdos de libre comercio a posiciones marcadamente anticapitalistas.

"La guerra ha comenzado. Somos los campesinos contra las trasnacionales. O ellos logran sus pretensiones de robarse y controlar nuestra tierra, nuestras semillas y el agua, o nosotros resistimos hasta que se les acabe su lindo capitalismo", asegura Joao Pedro Stedile, dirigente del Movimiento sin Tierra de Brasil.

Dena Foff, representante de la Coalición de Granjeros familiares de Estados Unidos, sostiene que "en el mundo en que vivimos ya no existe duda alguna de que las corporaciones trasnacionales están compitiendo con los ciudadanos del mundo por tener el dominio del planeta, sobre sus recursos y su gobierno".
En su resolución final, la internacional campesina afirma: "En las zonas rurales del mundo, hemos visto una feroz ofensiva del capital y de las empresas trasnacionales sobre la agricultura y los bienes naturales (agua, bosques, minería, biodiversidad, tierra, etcétera), que se traduce en una guerra de despojo contra los pueblos campesinos e indígenas, utilizando pretextos falsos como los argumentos erróneos que plantean que los agrocombustibles son una solución a las crisis climáticas y energéticas, cuando la verdad es todo lo contrario. En el momento en que los pueblos ejercen sus derechos y resisten este despojo generalizado, o cuando son obligados a ingresar en los flujos migratorios, la respuesta ha sido más criminalización, más represión, más presos políticos, más asesinatos, más muros de la vergüenza y más bases militares".

La internacional campesina asume que estas corporaciones son la forma actual del capital para controlar la economía, los recursos naturales, la tierra, el agua, la biodiversidad, la producción, el comercio agrícola y la explotación del campesinado.

Las trasnacionales -dice Paul Nichoslon- están ocupando las tierras y desplazando a millones de campesinos para producir agrocombustibles. "En todo el mundo -puntualiza- les quitan las mejores tierras a los campesinos para meter agricultura industrializada. Y quieren tener el control sobre las semillas. No puede ser que por culpa de ellas comamos todos en el planeta cuatro tipos de tomate, cuando tenemos miles de variedades locales."

La lucha en el mundo campesino no es sólo contra los latifundistas, o los acaparadores, o los intermediarios, sino contra las grandes corporaciones agroalimentarias. Según Stedile: "hubo una concentración del control de la producción y del comercio mundial de productos agrícolas, por algunas pocas empresas, que dominan esos productos en todo el mundo, en especial los productos agrícolas estandarizados, como los granos o los lácteos. Además dominan toda la cadena productiva de los insumos y las máquinas utilizadas por la agricultura. Los campesinos que estaban acostumbrados a sólo luchar contra los terratenientes y contra los latifundistas ahora se transformaron en un actor principal contra el gran capital trasnacional.”

*Soberanía Alimentaria: la solución a las crisis y la vida de los pueblos*

Para Vía Campesina, la crisis es una oportunidad, porque “la soberanía alimentaria ofrece la única alternativa real tanto para la vida de los pueblos como para revertir las crisis.” Según sus integrantes, el desafío ha mostrado que los pequeños agricultores familiares son capaces de alimentar y enfriar el planeta. En palabras de Alberto Gómez, de México, integrante de la comisión coordinadora internacional (CCI) de Vía Campesina por parte de América del Norte: “somos una solución a los grandes problemas. Estamos en el centro en lo que es la producción de alimentos. En el centro en lo que es el cambio climático. En el centro por lo que es la crisis energética.” (Entrevista con Alberto Gómez, Maputo, Mozambique, 23 de octubre de 2008)

Joao Pedro Stedile está de acuerdo. Según él, "gracias a Dios y a que Dios sigue siendo campesino, la crisis nos abre grandes oportunidades". Es el momento no de quedarse con los brazos cruzados viendo cómo se cae el capitalismo sino de participar en su entierro.

La soberanía alimentaria enfrenta a la crisis alimentaria con producción campesina local; encara a las crisis climáticas y energéticas, atacando dos de las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero: el transporte de alimentos a larga distancia y la agricultura industrializada; y, aminora una parte de la crisis financiera, al prohibir la especulación con los alimentos.

Desde que Vía Campesina introdujo por vez primera, en 1996, el concepto de soberanía alimentaria, la idea se ha diseminado muy rápido. Soberanía alimentaria es hoy un llamado a la acción para un número creciente de organizaciones de campesinos y granjeros, organismos no gubernamentales y movimientos sociales. Muchas conferencias internacionales han convenido en elaborar más el concepto, incluida la que celebró el Partido Verde del Parlamento Europeo. También es el foco de la discusión en reuniones importantes, como el Foro Social Mundial y el foro de las organizaciones no gubernamentales (ONG) de la Cumbre Mundial Alimentaria, celebrada en junio de 2002. Pero ¿qué significa exactamente el término soberanía alimentaria?

De acuerdo con Vía Campesina, la alimentación es un derecho humano básico y "todos los pueblos y Estados deben tener el derecho a definir sus propias políticas agrícolas y alimentarias" para garantizar la seguridad interna en la materia y el bienestar de su población rural. En palabras de Vía Campesina, soberanía alimentaria significa que los pueblos tienen "derecho a producir su comida en su territorio" en formas que refuercen los valores culturales de los pueblos y el medio ambiente. La soberanía alimentaria significa garantizar que los campesinos, los granjeros en pequeño y las mujeres rurales tengan el derecho a contar con todos los recursos necesarios para producir comida; tener un acceso mayor a la tierra y un control mayor sobre ésta y sobre las semillas, el agua, los créditos y los mercados. La soberanía alimentaria requiere una reforma agraria genuina y de gran alcance.

Más aún, la soberanía alimentaria será posible únicamente si existe un control democrático del sistema alimentario y el reconocimiento de que "la herencia cultural y los recursos genéticos pertenecen a la humanidad". Esto significa que todas las formas de vida -incluidos plantas y animales- deben protegerse del patentamiento. También quiere decir regular los mercados mediante prácticas como el manejo del abasto y un comercio ordenado.

La soberanía alimentaria se centra en la producción de comida y en quienes de hecho trabajan la tierra. Por tanto, va más allá de cómo se entiende comúnmente la seguridad alimentaria, que implica garantizar que se produzca una cantidad adecuada de comida accesible a todos. En cambio, la soberanía alimentaria se centra en cuestiones como qué comida se produce, dónde se produce, cómo se produce y en qué escala. Vía Campesina argumenta que no puede alcanzarse una seguridad alimentaria sin soberanía alimentaria.

Es claro que la soberanía alimentaria es una alternativa radical a la visión que de la agricultura se tiene en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Ahí donde los principios guías del organismo son "el derecho a exportar" a toda costa y el "derecho a importar" comida como el mejor camino de garantizar la seguridad alimentaria, la visión de una soberanía alimentaria da prioridad a la producción local para un consumo también local. No es que Vía Campesina se oponga al comercio agrícola, pero enfatiza que "la alimentación es la más primaria e importante fuente de nutrición, y sólo en segundo término un asunto de comercio". Dado que la comida es un derecho humano básico "sólo debe comerciarse con el excedente". Además, este comercio internacional "debe servir a los intereses de la sociedad", no llenar los bolsillos profundos y sin fondo de las corporaciones trasnacionales de la agroempresa. La soberanía alimentaria es simplemente imposible en el marco de la OMC.

El "desarrollo" -uno equiparado hoy con globalización y comercio- que intentaba resolver la persistencia de la pobreza y el hambre en el campo es un fracaso, y hoy la idea de soberanía alimentaria se opone con eficacia a este "desarrollo". Mediante la soberanía alimentaria, Vía Campesina nos desafía a todos a pensar más allá de los cajoncitos -premisas tecnológicas, liberalización, desregulación y privatización- que con frecuencia caracterizan las deliberaciones en torno a las políticas alimentarias, agrícolas y de desarrollo rural. Habiendo introducido una alternativa viable, Vía Campesina transforma el debate internacional.

El concepto de soberanía alimentaria entró ya a círculos más oficiales. Por ejemplo, el director general de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO, por sus siglas en inglés), declaró recientemente el compromiso de trabajar en asociación con organizaciones de la sociedad civil para aplicar un enfoque de soberanía alimentaria y emprender esfuerzos que liberen al mundo del hambre y la pobreza. En su informe más reciente, la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, /Informe especial sobre el derecho a la alimentación, /reivindica la soberanía alimentaria como la manera de garantizar el derecho de los pueblos a comida y seguridad alimentaria.

Con agudeza, Vía Campesina está consciente de que por más revolucionarios que sean estos conceptos, con frecuencia son mal interpretados, mal usados y usurpados por aquellos en el poder. Por ejemplo, numerosas instituciones internacionales integran ahora consideraciones en torno al ambiente con la bandera de un "desarrollo sustentable". La contradicción, sin embargo, estriba en que "verdear" el discurso desarrollista ocurre dentro de los límites de un abrazo pleno a la ideología desarrollista del libre mercado, que enfatiza la extracción intensiva y extensa de recursos como solución al estancamiento económico. Las preocupaciones en torno al ambiente únicamente se "añaden" a un modelo de desarrollo muy fallido. En consecuencia, "la sustentabilidad", que originalmente se concibió como un tipo de desarrollo fundamentalmente diferente, se usa ahora para justificar toda suerte de prácticas que dañan el ambiente. A la luz de esta experiencia, es claro que Vía Campesina requiere trabajar intensamente para evitar que se usurpe la idea de la soberanía alimentaria. Para el efecto, toma ya medidas importantes y une fuerzas con muchos movimientos sociales, con ONG de pensamiento semejante, y con instituciones de investigación por todo el mundo.

De acuerdo con la organización campesina internacional, la soberanía alimentaria “requiere la protección y re-nacionalización de los mercados nacionales de alimentos, la promoción de ciclos locales de producción y consumo y la lucha por la tierra, la defensa de los territorios de los pueblos indígenas, y la reforma agraria integral”. tiene como sustento el cambio del modelo productivo hacía la producción agroecológica y sustentable, sin plaguicidas y sin transgénicos, basado en el conocimiento campesino e indígena.

A la soberanía alimentaria le llegó su momento. Cientos de miles de campesinos de todo el mundo que se niegan a desaparecer ven en ella el modelo para otro tipo de desarrollo. De allí su fuerza.

Luis Hernández Navarro es coordinador de Opinión del diario /la Jornada. /Annette Aurélie Desmarais es profesora asociada de estudios judiciales en la Universidad de Regina, Canadá, y autora del libro /La Vía Campesina /
 

 
Advirtamos los significados y sentidos conciliadores del progresismo que inducen al Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil de larga trayectoria emancipatoria  a apoyar la candidatura de Lula. También llevan a La Vía Campesina a participar del Encuentro Mundial de los Movimientos Populares en acuerdo con el Papa Francisco y a asumir el:
 

Día Internacional de la Lucha Campesina 2017 -

¡Llamado a movilización global!

3 de abril de 2017

¡Derechos de los Campesinos, Derechos Humanos! ¡Avancemos hacia una Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales!
(Harare, 23 marzo de 2017) El movimiento campesino internacional La Vía Campesina llama a todos sus miembros y aliados a movilizarse el 17 de abril, Día Internacional de las Luchas Campesinas. Este año, queremos que el mundo sepa que los campesinos y otras personas que trabajan en las zonas rurales han estado trabajando muy duro por sus derechos. La iniciativa de los derechos de los campesinos, iniciada hace 17 años por La Vía Campesina, es ahora un proceso avanzado dentro de las Naciones Unidas hacia una Declaración de los Derechos de los Campesinos y otras personas que trabajan en las zonas rurales. Esta declaración, si se aprueba, creará un instrumento jurídico internacional para proteger los derechos y llamar la atención sobre las amenazas y la discriminación que sufren los campesinos y otras personas que trabajan en las zonas rurales.
La necesidad de una Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales es más urgente y evidente en el siglo XXI. Los campesinos, que producen la mayor parte de los alimentos consumidos mundialmente, siguen enfrentándose a la criminalización, la discriminación, los desplazamientos y la persecución a pesar de la existencia de numerosos instrumentos legales internacionales para el reconocimiento y la protección de dichos derechos.
Los derechos básicos de los campesinos son cada vez más vulnerables a medida que empeora la crisis económica y ecológica. Esta situación está estrechamente relacionada a las violaciones de los derechos humanos: expropiación de tierras, desalojos forzosos, discriminación de género, ausencia de derecho a la tierra y falta de desarrollo rural, bajos ingresos y falta de acceso a los medios de producción, protección social insuficiente y criminalización de los movimientos que defienden los derechos de los campesinos y de las personas que trabajan en las zonas rurales.
Por ejemplo, en África más del 70% de la producción y el cuidado de la agricultura se realiza por mujeres, pero hay poco reconocimiento de sus derechos en relación con la propiedad de los activos, el acceso al crédito, a la información y participación en la decisión de las políticas, etc. En Brasil, a pesar de muchos años de luchas campesinas por una reforma agraria integral, la falta de una distribución justa de la tierra persiste.En Europa, la Política Agrícola Común y la desregulación del mercado del sector lácteo afecta a cientos de miles de ganaderías familiares. En Asia, al igual que en el resto del mundo, los tratados de libre comercio y los tratados bilaterales han destruido los mercados locales y continúan amenazando las formas locales y tradicionales de agricultura y de intercambio entre agricultores. La concentración de la tierra está aumentando a medida que algunos de los agricultores afectados se ven obligados a vender sus tierras. Por último, la participación de los jóvenes en la agricultura está en sus horas más bajas.
Hacemos un llamamiento mundial para conmemorar el Día Internacional de las Luchas Campesinas y continuar trabajando para reforzar la soberanía alimentaria, la lucha contra el cambio climático y la conservación de la biodiversidad; luchar por una auténtica reforma agraria y una mejor protección contra el acaparamiento de tierras; continuar conservando, usando e intercambiando nuestras semillas; y fortalecer la solidaridad entre los propios campesinos. Esto nos fortalece para defender nuestra tierra contra el interés de las empresas transnacionales, la persecución y la violencia contra los campesinos y contra otras personas que trabajan en las zonas rurales.
Este año, en julio, en el País Vasco, La Vía Campesina celebrará su VII Conferencia Internacional para profundizar nuestro análisis de la crisis actual y acordar las líneas estratégicas de acción para fortalecer nuestro movimiento, como una expresión de la voz de las campesinas y campesinos a nivel global.
También hacemos un llamamiento a los países para que apoyen la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales. Movilizaremos a nuestros miembros y aliados para presionar a nuestros gobiernos y para garantizar el éxito en la próxima negociación en la cuarta sesión del Grupo de Trabajo Intergubernamental de Composición Abierta sobre los Derechos de los Campesinos y otras personas que trabajan en el área rural, en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra. Creemos que, al defender los derechos de los campesinos y de otras personas que trabajan en las zonas rurales, la humanidad también gana.
Únanse a nosotros este 17 de abril de 2017 organizando manifestaciones, presionando a los gobiernos, organizando debates y discusiones públicas, proyecciones de películas, mercados de agricultores, festivales o acciones solidarias. ¡Todas las ideas y planes son bienvenidos! Compártelos enviándolos a lvcweb@viacampesina.org para que podamos recogerlos y difundirlos previamente en nuestro mapa de acciones a nivel mundial. Envíanos también las fotos, audios y vídeos.
Es vital que nuestros derechos como campesinos se garanticen. El acceso a la tierra es esencial para una vida digna en el campo y para conseguir la Soberanía Alimentaria para todos los pueblos del mundo. ¡Miren y compartan nuestro nuevo video, disponible aquí!
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Para más información sobre el proceso dentro de la ONU, haga clic aquí.
¡Alimentamos a nuestros pueblos y construimos el movimiento para cambiar el mundo!

Pensemos porqué en la actual ofensiva totalitaria del capitalismo contra todos los pueblos pero sobre todo contra los de su periferia La Vía Campesina ha acallado:

 
El Llamado de Yakarta
10 de julio de 2013
 

Llamamiento de la VI Conferencia de la Vía Campesina Egidio Brunetto - 9 al 13 de junio

(Yakarta, el 12 de Junio de 2013) Nosotros, La Vía Campesina, venimos a extender nuestro llamado urgente a tejer hilo a hilo la unidad a nivel global entre organizaciones del campo y la ciudad para participar activa, propositiva y decididamente en la construcción de una nueva sociedad, basada en la soberanía alimentaria, la justicia y la igualdad. Nos encontramos aquí convocados por el espíritu de nuestros amigos y líderes, y todos aquellos cuyo coraje y compromiso con nuestras luchas nos inspiran. La Vía Campesina, un movimiento internacional campesino que reúne a más de 200 millones de campesinas y campesinos, pueblos indígenas,  pescadores, recolectores y trabajadores agrarios. Con la creatividad de las mujeres y el entusiasmo de nuestros jóvenes venimos de 150 organizaciones y 70 países. Estamos en Asia, hogar de la mayoría de campesinas y campesinos del mundo para festejar nuestros primeros veinte años de lucha.
 
Comenzamos nuestro camino en Mons (Bélgica) en el año 1993 y articulamos nuestra visión radical de la Soberanía Alimentaria en 1996 en Tlaxcala (México), logrando reposicionar al campesinado, hombres y mujeres como actores sociales centrales en los procesos de resistencia a la agenda de comercio neoliberal y en la construcción de alternativas. Los pueblos de la tierra somos actores indispensables en la construcción, no sólo de un modelo de agricultura distinto, sino de un mundo justo, diverso e igualitario. Somos nosotras y nosotros los que alimentamos a la humanidad y cuidamos la naturaleza. Las generaciones futuras dependen de nosotros para el cuidado de la tierra.
Hoy más que nunca, otro mundo es urgente y necesario. La destrucción de nuestro mundo a través de la sobrexplotación y desposesión de los pueblos y la apropiación de los bienes naturales está produciendo la actual crisis climática y profundas desigualdades que amenazan a la humanidad en su conjunto y a la vida misma. La Vía Campesina dice un rotundo NO a esta destrucción impulsada por las corporaciones.
Nosotros estamos construyendo nuevas relaciones entre los seres humanos y con la naturaleza sobre la base de la solidaridad, la cooperación y la complementariedad. En  el corazón de nuestra lucha está en la formulación de una ética para la vida que atraviesa todas nuestras acciones y búsquedas. La Vía Campesina se ha comprometido a dar visibilidad a todas las luchas locales alrededor del mundo, asegurando que sean entendidas desde una perspectiva internacional y contribuye a involucrarlas en un gran movimiento global por la soberanía alimentaria, el cambio social y la autodeterminación de los pueblos del mundo.
Llamamos a todas nuestras organizaciones, a nuestros aliados y amigos, amigas, hermanas y hermanos en la lucha, y a todos aquellos comprometidos con un futuro mejor a continuar caminando juntos y juntas, a rechazar la agenda de la “Economía Verde” y a continuar construyendo la Soberanía Alimentaria.

Nuestras luchas
Soberanía Alimentaria Ya – Transformando el mundo

La Soberanía Alimentaria es el eje central de la lucha por un proyecto de justicia social que hoy convoca a amplios sectores del campo y la ciudad. La soberanía alimentaria es el derecho fundamental de todos los pueblos, naciones y estados a controlar sus alimentos y sus sistemas alimentarios y a decidir sus políticas asegurando a cada uno alimentos de calidad, adecuados, accesibles, nutritivos y culturalmente apropiados. Ello incluye el derecho de los pueblos para definir sus formas de producción, uso e intercambio tanto a nivel local como internacional. 

Durante las últimas dos décadas nuestra visión de la Soberanía Alimentaria ha inspirado a una generación de activistas comprometidos con el cambio social. Nuestra visión del mundo implica una revolución agrícola que significa profundas transformaciones agrícolas, socioconómicas y políticas. La Soberanía Alimentaria ha enfatizado la importancia crucial de la producción local y sustentable, el respeto por los derechos humanos, precios justos para los alimentos y la agricultura, comercio justo entre países y la salvaguarda de nuestros bienes comunes contra la privatización.
Hoy estamos frente a la mayor crisis de nuestra historia y la misma es una crisis sistémica. Las crisis alimentaria, laboral, energética, económica, climática, ecológica, ética, social, política e institucional están llevando al colapso en muchas partes del mundo. En simultáneo, la crisis energética se agudiza día a día frente al agotamiento de los combustibles fósiles y es enfrentada con falsas soluciones que van desde los agrocombustibles a la energía nuclear, la cual ha demostrado ser una de las peores amenazas para la vida sobre la tierra. 
Rechazamos el capitalismo, que en este momento se caracteriza por un agresivo flujo del capital financiero y especulativo hacia la agricultura industrial, la tierra y la naturaleza. Esto ha generado un inmenso acaparamiento de tierras, la expulsión de campesinas y campesinos de su tierra, la destrucción de pueblos, comunidades, culturas y sus ecosistemas, creando migraciones y desempleo masivos. Esto genera masas de migrantes económicos y refugiados climáticos y desempleados, incrementando las inequidades existentes. 
Las transnacionales en complicidad con los gobiernos y las instituciones internacionales están imponiendo, bajo el pretexto de la Economía Verde, monocultivos de transgénicos, la megaminería, las grandes plantaciones forestales, la imposición de plantaciones de agrocombustibles, la construcción de grandes represas, el fracking y los oleoductos o la privatización de nuestros mares, ríos, lagos y nuestros bosques. La Soberanía Alimentaria recupera el control sobre nuestros bienes comunes devolviéndolos a manos de las comunidades.
La Agroecología  es nuestra opción para el presente y para el futuro

La producción de alimentos basada en la agricultura campesina, el pastoralismo y la pesca artesanal sigue siendo la principal fuente de alimentos en el mundo. La agricultura campesina de base agroecológica constituye un sistema social y ecológico que está conformado por una gran diversidad de técnicas y tecnologías adaptadas a cada cultura y geografía. La agroecología elimina la dependencia de los agrotóxicos; rechaza la producción animal industrializada; utiliza energías renovables; permite garantizar alimentación sana y abundante; se basa en los conocimientos tradicionales y restaura la salud e integridad de la tierra. La producción de alimentos en el futuro estará basada en un creciente número de personas produciendo alimentos en forma diversa y resiliente.
La agroecología protege la biodiversidad y enfría el planeta. Nuestro modelo agrícola no solo puede alimentar a toda la humanidad sino que también es el camino para detener el avance de la crisis climática enfriando el planeta a través de la producción local en armonía con nuestros bosques, alimentando la biodiversidad y la reincorporación de la materia orgánica a sus ciclos naturales. 

Justicia social y climática, y solidaridad

A medida que avanzamos y construimos a partir de nuestra diversidad cultural y geográfica, nuestro  movimiento por la soberanía alimentaria se ve reforzado, integrando la justicia  y la igualdad social. Practicando la solidaridad por sobre la competencia, rechazamos el patriarcado, el racismo, el imperialismo y luchamos por sociedades democráticas y participativas, libres de explotación de las mujeres, los niños, los hombres o la naturaleza.
Demandamos justicia climática ya mismo. Quienes más sufren este caos climático y ecológico no son los que lo han provocado. Las falsas soluciones de la economía verde para continuar el crecimiento capitalista están empeorando la situación. Se crea una deuda ecológica y climática que debe ser corregida. Por esta razón demandamos la inmediata detención de los mecanismos de mercados de carbono, geoingeniería, REDD y los agrocombustibles.
Ratificamos la necesidad y nuestro compromiso de luchar en forma permanente contra las corporaciones transnacionales, entre otras cosas, boicoteando sus productos y rechazando cooperar con sus prácticas de explotación. Los Tratados de Libre Comercio y los acuerdos de inversión han creado condiciones de extrema vulnerabilidad e injusticias para millones. La implementación de estos tratados trae como resultado la violencia, la militarización y la criminalización de la resistencia. Otra consecuencia trágica de los mismos es la creación de una masa masiva de migrantes mal pagados, con trabajos inseguros e insalubres y con violaciones de sus derechos humanos y discriminación. La Vía Campesina ha logrado colocar los derechos de los campesinos y campesinas en la agenda del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU y llamamos a los gobiernos a ponerlos en práctica. Nuestra lucha por los derechos humanos está en el corazón de la solidaridad internacional e incluye los derechos y protección social de los agricultores migrantes y trabajadores de la alimentación.
Las luchas por el derecho a la tierra, a la alimentación, al trabajo digno, contra la destrucción de la naturaleza, son criminalizadas. Son cientos los compañeros y compañeras que han sido asesinados en los últimos años y otros muchos ven amenazadas sus vidas o son perseguidos y encarcelados, frecuentemente con el apoyo o la complicidad de las autoridades públicas. 
Un mundo sin violencia y discriminación contra las mujeres

Nuestra lucha es para construir una sociedad basada en la justicia, la igualdad y la paz. Exigimos el respeto de todos los derechos de las mujeres. Rechazando el sistema capitalista, patriarcal, la xenofobia, la homofobia y cualquier tipo de discriminación, reafirmamos nuestro compromiso en lograr una equidad total entre hombres y mujeres. Esto requiere el fin de toda forma de violencia contra las mujeres, doméstica, social e institucional, tanto en las zonas rurales como en las zonas urbanas. Nuestra Campaña contra la Violencia hacia las Mujeres está en el corazón de nuestras luchas.

Paz y desmilitarización
Vivimos un incremento de conflictos y guerras para la apropiación, proliferación de bases militares y criminalización de la resistencia. La violencia es intrínseca a este sistema capitalista mortal basado en la dominación, la explotación y el pillaje. Nosotros estamos comprometidos con el respeto, la dignidad y la paz.
Nos duelen y nos honran los cientos de campesinas y campesinos que han sido amenazados, perseguidos, encarcelados, asesinados por sus luchas. Continuaremos exigiendo rendición de cuentas y castigo para quienes violan los derechos humanos y los derechos de la naturaleza. Demandamos también la liberación inmediata de todos los presos políticos.

Tierra y territorios
Defendemos una Reforma Agraria Integral que ofrezca plenos derechos sobre la tierra, reconozca los derechos legales de los pueblos indígenas a sus territorios, garantice a las comunidades pesqueras el acceso y el control de las zonas y ecosistemas de pesca y reconozca el acceso y el control de las tierras y las rutas de migración de pastoreo. Esta es la única manera de asegurar un futuro para los jóvenes del campo.
La Reforma Agraria Integral, vista como una distribución masiva de tierras junto con el apoyo con recursos para la producción y el sustento, debe garantizar el acceso permanente a los jóvenes, las mujeres, los desempleados, los sin tierra, para complementar a las pequeñas fincas, a los desplazados y todos aquellos que estén dispuestos a participar en la producción a pequeña escala de alimentos agroecológicos. La tierra no es una mercancía. Deben reforzarse las leyes existentes y crear nuevas para protegernos de la especulación y un marco jurídico que impida la especulación con ellas y su acaparamiento. Continuaremos nuestra lucha en defensa de las tierras y los territorios.

Semillas, bienes comunes y agua

Enaltecemos a las semillas, el corazón de la Soberanía Alimentaria, con el principio Semillas Patrimonio de los Pueblos al Servicio de la Humanidad, reafirmado hoy por cientos de organizaciones en todo el mundo. Nuestro desafío pasa hoy por seguir manteniendo a nuestras semillas vivas en manos de nuestras comunidades, por multiplicarlas en el marco de nuestros sistemas campesinos. Continuaremos la lucha contra su apropiación a través de diversas formas de propiedad intelectual y su destrucción por su manipulación genética y otras nuevas tecnologías. Nos oponemos a los paquetes tecnológicos que combinan transgénicos con el uso masivo de pesticidas.
Seguimos hoy enfrentando la Leyes de semillas que, de la mano de los intereses de las corporaciones, son privatizadas y mercantilizadas. Seguimos enfrentando a los transgénicos  y luchando por un mundo libre de transgénicos. 
Los ciclos de la vida fluyen a través del agua y ella es una parte esencial de los ecosistemas y la vida. El agua es un bien común y como tal debe ser protegido.

Construyendo desde nuestras fortalezas
Nuestra gran fortaleza es crear y mantener unidad en la diversidad. Nosotros tenemos una visión del mundo inclusiva, amplia, práctica, radical y esperanzada como invitación a unirnos en la transformación de nuestra sociedad y la protección de la Madre Tierra.
  • Las movilizaciones populares, la confrontación con los poderosos, la resistencia activa, el internacionalismo, el compromiso con los movimientos de base locales son esenciales para lograr cambios sociales efectivos.
  • En nuestra heroica lucha por la Soberanía Alimentaria continuaremos construyendo alianzas esenciales con los movimientos sociales, los trabajadores y organizaciones urbanas y de las periferias, con migrantes, con quienes luchan contra la megaminería y las megarepresas, entre otras.
  • Nuestras principales herramientas son la formación, la educación y la comunicación. Estamos fomentando el intercambio de conocimientos acumulados hasta el presente con metodologías y contenidos de formación cultural, política e ideológica y técnica; multiplicando nuestras escuelas y experiencias de educación de nuestras bases y desarrollando nuestras herramientas de comunicación desde nuestras bases. 
  • Nos comprometemos a crear espacios especiales para potenciar a nuestros jóvenes. Nuestra mayor esperanza hacia el futuro es la pasión, energía y compromiso de nuestros jóvenes articulada en los jóvenes de nuestro movimiento.
·         Nos vamos de esta VI Conferencia Internacional de La Vía Campesina dando la bienvenida a las nuevas organizaciones que se han integrado al Movimiento, seguros de nuestras fortalezas y llenos de esperanzas hacia el futuro.

¡Por la tierra y la soberanía de nuestros pueblos!
¡Con solidaridad y lucha!
 

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