sábado, 2 de junio de 2018

II. Atrevámonos a hablar sobre cuánto sabemos del presente y la historia del PJ.

Será tomar conciencia a qué 
Estado es esencial desde
los 70 hasta hoy.
 
 
Ubiquémonos en cómo y porqué el Justicialismo( con liderazgos de Menem y de los Kirchner) ha sido el más eficiente partido de estado.


 (...)Repitamos lo que señala Jaime Osorio respecto a la opresión de la alianza de capitales y estados imperialistas con los locales: "En estas condiciones las posibilidades de que el Estado-nación del mundo subdesarrollado y dependiente pueda generar imaginarios de comunidad se ven restringidas, cuando no anuladas, prevaleciendo por el contrario su dimensión de poder despótico y autoritario".
 
 Sin embargo, el Partido Justicialista ha sido y es esencial en la lucha de clases no sólo promoviendo y garantizando la acumulación gran capitalista local e imperialista sino sobre todo modelando deseos mayoritarios de pertenecer al sistema o incluirse en él. Hecha mano a la mezcla de estimular el pensamiento mágico, de dar carácter espectacular o efectista a sus relaciones e intervenciones ante los de abajo, de apropiarse de ideas de las izquierdas para vaciarlas de sus sentidos subversivos a la vez que estigmatiza a esas identidades políticas y de interpretar los sueños más atesorados de estos últimos.
 
Comprobamos la creencia en la convertibilidad de que el peso argentino equivaliese al dólar y en el gobierno de derechos humanos de dos abogados dedicados a enriquecerse por usura durante la dictadura genocida y por constitución de un feudo provincial durante veinte años. Recordemos el festejo del bicentenario de la Revolución de Mayo por el matrimonio Kirchner y la escenificación de los discursos de CFK. No olvidemos la recuperación parcial de YPF y al 'izquierdista' Axel Kicillof: Reflexionemos sobre simulacro, cinismo e hipocresía de altos funcionarios y militantes e intelectuales bien pagos que patentizaron la degradación de la democracia burguesa.
 

YPF: Kicillof y el relato K de la nacionalización
22 de abril de 2017

El miércoles se realizó un acto en el Polideportivo Municipal cuya consigna fue: “5 años de la recuperación de YPF”. Estuvieron presentes Axel Kicillof (ex ministro de Economía de la Nación), Ramón Garaza (secretario general de SUPeH Ensenada) y Mario Secco intendente del distrito.

Por Claudia Anazco San Martín (Sec.de Género y Diversidad de Suteba Ensenada) y Federico Surila (ex candidato a intendente de Berisso por el FIT).

También estuvieron presentes la Asociación de Trabajadores No Docentes (ATULP), el Sindicato Unidos Petroleros e Hidrocarburíferos (SUPeH), la Juventud Sindical de Teléfónicos y La Cámpora entre las organizaciones y sindicatos más reconocidos y el diputado provincial por el FpV, Eduardo “Wado” de Pedro. Axel Kicillof, ex ministro de Economía de la Nación durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (CFK), fue el invitado encargado de intentar darle un poco de mística al deslucido relato “nacional y popular” del kirchnerismo. Una de las banderas que enarbolaron los kirchneristas en su última etapa de gobierno fue la supuesta nacionalización de YPF. Kicillof lo mencionó en el acto como un hito histórico de su gestión.
Doble discurso
Mientras Kicillof, junto a Garaza y Secco arengaban contra el neoliberalismo, intentando hacer un acto militante, omitieron decir que en el congreso se ubican como pseudo opositores, y en el senado les votan todas las leyes antiobreras y populares al macrismo garantizándole gobernabilidad. Desde que asumió el gobierno de Mauricio Macri son 83 las leyes de ajuste que apoyaron con su voto positivo el FpV, el PJ y el Frente Renovador de Massa (FR). Tamaño favor le vienen haciendo al gobierno de los CEOs.
Los dirigentes sindicales del SUPeH, en la misma sintonía que el FpV/PJ y el FR -de ser garantes de gobernabilidad del macrismo- llamaron a los trabajadores petroleros a no parar el 6 de abril pasado, planteando que estaban de acuerdo con el reclamo pero no con el método. Lo mismo hizo el sindicalista del PRO Gerónimo “Momo” Venegas. El “método” al que hacen referencia es el paro contundente de miles de trabajadores que se hizo sentir en todo el país.
La reestatización trucha del kirchnerismo
Recordemos que la expropiación parcial de YPF (2012) durante el gobierno de CFK fue una medida de crisis impuesta por el vaciamiento de la industria petrolera, que contó con la complicidad de los gobiernos nacionales y provinciales. La imposibilidad de pagar una factura por importaciones de combustibles de más de 12.000 millones de dólares -en un cuadro de fuga de capitales y escasez de dólares- empujó al gobierno a esta expropiación parcial buscando con la caja de YPF financiar, al menos en parte, esa cifra gigantesca.
El proyecto de ley impulsado por el FpV en ese momento planteaba que YPF seguiría siendo una sociedad anónima, que cotizaría en Bolsa y que, por lo tanto, debería atender a la orientación exigida por los accionistas privados, quedando habilitada para acuerdos con los grandes monopolios petroleros. Algo muy similar a la YPF de Menem y Néstor Kirchner de 1994.
Néstor y Cristina Kirchner junto a gran parte de los políticos patronales -justicialistas y radicales- fueron partícipes y cómplices de la privatización y extranjerización de los hidrocarburos en la década de los noventa. La gestión K buscó controlar la mayoría accionaria de YPF para ofrecerle el negocio a otros capitales imperialistas. Aunque fue presentado como la “recuperación de la soberanía petrolera”, lo cierto es que dejó el camino libre para los saqueadores, como luego lo demostró la escandalosa entrega a Chevron.
Falsas promesas
Cinco años después del anuncio de la YPF estatal varias promesas hechas por el gobierno K no se cumplieron. Las condiciones laborales no cambiaron, porque la mayoría de los trabajadores siguen siendo tercerizados y la producción no aumento en favor de las necesidades de la comunidad. Todo lo contrario. Los aumentos de los “costos”, junto a la eliminación de los subsidios se tradujeron en aumento de la nafta, lo que dispara el aumento de precios generalizados.
Como hace 5 años -con los más de 5 mil millones de dólares que se le dieron a los saqueadores de Repsol-, la crisis energética la seguimos pagando nosotros. Frente a este panorama a la especulación capitalista de los empresarios nacionales o extranjeros les oponemos la gestión por parte de los trabajadores de YPF para ponerla al servicio de la mayoría nacional.
Entrega Nacional y Popular
El 51 % de las acciones de YPF, que representan el 25 % de la explotación hidrocarburífera total, fue utilizada como base de un gran nuevo negocio, esta vez para la norteamericana Chevron. El acuerdo secreto entre el gobierno nacional a través de la supuestamente estatal YPF y la norteamericana Chevron fue “bajado” a la provincia de Neuquén como un decreto que debía ratificarse a “libro cerrado” en la Legislatura provincial, sin lugar a dudas, modificaciones o debate. Tenía que votarse sí o sí, un decreto que fue un cheque en blanco para la multinacional Chevron. Desde nuestra banca del PTS en el Frente de Izquierda en Neuquén, con el diputado Raúl Godoy, asumimos la responsabilidad de dar la pelea en cada comisión.
Denunciamos lo que pasaba adentro de la Legislatura y convocamos a la movilización, en la que fuimos brutalmente reprimidos por grupos especiales de la policía, mientras el kirchnerismo y el Movimiento Popular Neuquino (MPN) observaban desde el balcón la “batalla de Chevron”, para luego votar por mayoría continuar la sesión en medio de una balacera con manifestantes lastimados y un docente herido con bala de plomo.
Esta entrega generó las condiciones para que hoy Macri junto a los dirigentes petroleros y las empresas, impongan el convenio flexibilizador de Vaca Muerta que apunta a generar mayores ganancias a costa de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores.
La crisis la tienen que pagar los que la generaron
Desde La Agrupación Marrón de La Plata/Ensenada/Berisso junto a trabajadores/as independientes (Astillero Río Santiago, docentes y Estatales), planteamos que para frenar los ataques patronales y del gobierno de Cambiemos es necesario que los trabajadores nos organicemos contra la flexibilización y precarización laboral, organizando agrupaciones independientes de los proyectos patronales. Porque los trabajadores/as estamos sometidos a largas jornadas laborales en condiciones precarias, en algunos lugares con turnos rotativos que nos alteran el sueño y nos desgastan es que tenemos que levantar la bandera por reducir la jornada laboral a 6 horas, 5 días a la como propuso Nicolás del Caño referente del PTS en el FIT, para que la crisis la paguen ellos, porque nuestras vidas valen más que sus ganancias.
Consideremos la centralidad que CFK dio a la sociedad de consumo para la modelación del consenso e identificación de las grandes mayorías con el capitalismo. Indaguemos cómo las aparta de luchar por su emancipación e incluso de desearla.
 

Biopolítica del consumidor:
de cómo la democracia verdadera
acabó convirtiéndose en una fábula.
29 de mayo de 2018
 
Por Carolina Meloni González
El salto
 
El consumismo moderno tiene su origen en estrategias de persuasión, propaganda y domesticación de las mentes. Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud, supo utilizar las herramientas del psicoanálisis para vendernos todo tipo de objetos innecesarios y para hacernos creer que en el acto de comprar radica la clave de la satisfacción de nuestros deseos más inconfesables.

¿El mundo consumista no es el Mundo Feliz, el totalitarismo perfecto que ha logrado hacernos amar aquello de lo que no era necesario que pudiéramos escapar? (Grupo Marcuse)

Tras el final de la Primera Guerra Mundial, y como en cualquier periodo posbélico, comenzaron a ponerse en marcha toda una serie de dispositivos simbólico-materiales destinados a la reconfiguración del ordenamiento mundial. La guerra había dejado menguada la economía de muchas de las grandes potencias de entonces, avecinándose tiempos de pauperización, miseria y pobreza. Las crisis, como bien sabemos, suelen traer en sus entrañas a polizontes y oportunistas de toda calaña, dispuestos a hacer su agosto allí donde el terreno ha quedado arrasado por la tragedia. Es posible que podamos interpretar hoy este intermezzo pesimista que separó una guerra de otra como un laboratorio de pruebas en el que distintas estrategias de poder pujaban por quedarse con la tajada más grande del pastel. En Europa, legiones de jóvenes nazis y fascistas canturreaban los cánticos mesiánicos del Angelus novus, como preludio de la gran catástrofe que se agazapaba entre sus alas. En Estados Unidos, sin embargo, una nueva religión comenzaba a gestarse, de manera mucho más silenciosa y latente, mucho más sutil y estudiada. La gran era del consumismo de masas iniciaba, tímidamente, sus primeros pasos. Y para ello, se apoyó en las novedosas herramientas e instrumentos de cierta corriente científico-filosófica, procedente de Austria. Dicha corriente no es otra que el psicoanálisis, el cual iba a otorgar un innovador marco conceptual para la gestión de emociones y deseos.
Son escasos los manuales de marketing o de publicidad que recojan las enseñanzas de uno de sus más discretos fundadores. Nos referimos a Edward Bernays, austríaco de nacimiento, pero radicado en América, sobrino de Sigmund Freud y fundador de las llamadas Relaciones públicas. Siendo muy joven, Bernays iniciaría sus investigaciones en persuasión y técnicas de propaganda para el control y manipulación de la opinión pública. Viendo las consecuencias que tuvo la Primera Guerra Mundial, Bernays se preguntaría por la posibilidad de resignificar muchas de las técnicas propagandísticas utilizadas durante la misma, para así aplicarlas en períodos de paz. En una vuelta de tuerca clausewitziana, Bernays sentaría las bases del consumismo moderno apoyándose en estrategias bélicas de resolución de conflictos, manipulación, propaganda y domesticación de las mentes.

Si somos capaces, se preguntaría Bernays, de convencer a la opinión pública americana de la necesidad de una guerra, mucho más sencillo será animarles a comprar todo tipo de productos y objetos innecesarios. ¿Por qué no utilizar la propaganda para el mero hecho de vender? De este modo, la economía se reactivaba, inoculando en el ciudadano la falsa premisa de la participación política a través del consumo. Incluso, podrían investirse algunos productos con determinadas categorías simbólicas, para producir en el consumidor la ilusión fetichizante de acceder a ciertos valores a través de la compra. Con estas técnicas de manual de psicoanálisis básico, debemos a Bernays la ocurrente perversión de empoderar con un discurso feminista a los cigarrillos de Philip Morris o de dar un aura de masculinidad a la industria automovilística.
Los deseos más ocultos de la masa comenzaron a estimularse, gracias a las arrulladoras voces de los anuncios publicitarios y sus mundos de fantasía. Con pocas consignas, el consumo se transformó, para el americano medio, en casi una exigencia moral, dado que, sólo participando del mismo, el ciudadano era capaz, de manera cuasi heroica, de apuntalar la maltrecha economía americana. De este modo, el consumidor se crea, se produce, se moldea, al mismo tiempo que el espacio democrático se reduce y banaliza, limitándolo al mero acto de la compra. El mundo deviene mercancía y la polis se transforma en un centro comercial.

Con un giro more copernicano, Bernays inaugura una modalidad de la publicidad entendida como dispositivo disciplinario, anatómico-político o biopolítico, en el que los cuerpos y las mentes son reducidas al único papel del consumidor. En su célebre manual de 1928, titulado Propaganda, no duda en recalcar que “la nueva propaganda no sólo se ocupa del individuo o de la mente colectiva, sino también y especialmente de la anatomía de la sociedad”. La finalidad, nos dice Bernays, no es otra que crear, dar forma, moldear un tipo de hombre 0nuevo: “producir consumidores, ése es el nuevo problema”. ¿Para qué vender coches con el lema “cómpreme usted este coche”, cuando podemos conseguir, a través de la persuasión, que miles de ingenuos nos reclamen y exijan “véndame, por favor, ese coche”?

La propaganda del dócil consumidor funciona con las mismas estrategias del poder, tal y como fue descrito por Foucault. Se trata de una suerte de dispositivo, viscoso e imperceptible, de tela de araña tan transparente como certera a la hora de cazar a su presa. Estamos ante una red de relaciones, de gestos, discursos y enunciados destinados a atravesar los cuerpos y los comportamientos. La “propaganda” está destinada a trabajar sobre la opinión pública a diversos niveles: tanto para vendernos una pasta de dientes, como para fomentar una actitud cívica por parte del ciudadano. “Pues hay que disciplinar al público para que gaste su dinero del mismo modo que hay que disciplinarlo en la profilaxis de la tuberculosis”, nos dirá Bernays. Para éste, puesto que la mente del grupo no piensa, es preciso dirigirse a sus impulsos, sus deseos y sus emociones más básicas para, desde allí, modificar sus hábitos. Y, si conocemos los motivos que mueven la mente del grupo, “¿no sería posible controlar y sojuzgar a las masas con arreglo a nuestra voluntad sin que éstas se dieran cuenta?”. Sobemos, pues, el lomo de la Gran Bestia. Alimentemos sus instintos y deseos más básicos a base de gadchets inservibles, automóviles, cremas antiarrugas y experiencias prefabricadas de emociones baratas. El éxito está asegurado y las colas para comprar el nuevo Iphone comenzarán a formarse días antes de que este salga a la venta.
La democracia del consumidor o, como la definió Chomsky, del “rebaño desconcertado”, se asienta en estas siniestras premisas pseudofreudianas de Bernays, para quien no sólo era posible la modificación consciente y la manipulación de las opiniones y costumbres de las masas, sino que dicha manipulación era la condición necesaria para el desarrollo de las actuales democracias. Se trata de organizar el caos. De esta manera, un estado ideal sería aquel en el que las decisiones estuvieran en manos de unos pocos, de un “gobierno invisible” lo suficientemente capaz como para gestionar a esa mayoría estupidizada e infantiloide, inmersa en universos de estimulación constante de deseos. Tales fueron las ideas que tanto Walter Lippman como Bernays defendieron en el famoso Coloquio Lippman, celebrado en plena guerra mundial, en París, y que ha sido considerado el pistoletazo de salida del neoliberalismo. No es de extrañar que Hitler se sintiera atraído por las tesis de Bernays y solicitara sus servicios, propuesta que, al parecer, este rechazó. Huxley ya nos advertía que el nuevo totalitarismo no funcionaría de manera negativa, reprimiendo, prohibiendo, obstaculizando, privando, sino de forma positiva: constituyendo verdad. “Un estado totalitario eficaz —afirmaba Huxley—sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Inducirlos a amarla es tarea asignada […] a los ministerios de propaganda”.
Carolina Meloni González es profesora de ética y pensamiento político, Universidad Europea de Madrid.


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