Para superarlo (desde la
Ciencia Digna,
el Mayo Francés del 68 y
la Reforma Universitaria del 18)
en su creciente carácter antipopular
según multiplica "zonas de sacrificio".
Nos exige dejar de dar la espalda
a los pueblos y sus organizaciones en lucha contra los extractivismos, también a la
criminalización de los desposeídos. Parte de la autorreflexión respecto a porqué preferimos
discursos-acciones de presidentes e intelectuales mediáticos, ¿será por aceptar
nuestra subordinación al poder institucionalizado
de decisión? Continúa en plantearnos porqué la mayoría de nosotros todavía cree en que el pan peronismo o el volver a otro
gobierno CFK nos traerá la paz pese a conocerlos mercachifles a la vez que
autoritarios.
Lo evidente es que no se nos ocurre
confrontar con el enemigo principal: la alianza de capitales y estados
imperialistas con los locales. Tampoco
los partidos de izquierda la desenmascaran en sus genocidios de larga data
al diagnosticar el presente
y focalizan tanto en Macri como en derrotar el ajuste. Achican su función justo hoy cuando
el capitalismo está en guerra de distintas modalidades contra los pueblos, cuando
es tan patente la incompatibilidad de sus intereses con los de los diversos de
abajo y está en crisis estructural, persisten con el fuera Macri como si ignorasen usar los hechos-procesos
de la realidad nacional e internacional para demostrar a qué grado de
destrucción-degradación política, social, económica, ambiental y humana está
conduciendo el sistema-mundo.
Revisemos la historia de este
siglo. Reparemos que Néstor Kirchner
asume continuar el modelo del dólar alto que estableció Roberto Lavagna
como ministro de Eduardo Duhalde en 2002 recomponiendo el poder de acumulación
gran capitalista. Busquemos una de las explicaciones de Rolando Astarita al
respecto para desmitificar la economía de la postconvertibilidad en tiempos que
resuena el "Volveremos". Reflexionemos sobre:
Fuga de capitales, dólar y modelo K
31 de octubre de 2011
Por Rolando Astarita
Esta
nota es continuación y actualización de la que escribí hace un año, en la que
discutía cuestiones vinculadas al crecimiento basado en el tipo de cambio alto
(“Profundizar…”
). Decía entonces que el tipo de cambio alto había sido clave para la estrategia
de desarrollo “industrialista”, desde mediados de 2002.
Básicamente porque la devaluación posterior a la ruptura
de la Convertibilidad había significado una fuerte caída de los salarios
-en términos de dólar y poder adquisitivo-,
con la consiguiente mejora de las condiciones competitivas del capitalismo
argentino.
Sostenía también que a la
redistribución regresiva del ingreso se habían sumado equipos industriales
renovados durante los 90; una elevada capacidad ociosa; y el congelamiento de
tarifas de servicios.
Todo esto se conjugó para elevar la tasa de rentabilidad, en particular de las empresas productoras de bienes transables. Además, el ciclo alcista de los precios de los alimentos, y en particular la soja, dieron un poderoso oxígeno extra al crecimiento, habilitaron ganancias extraordinarias al agro (suba de la renta de la tierra), y una constante inyección de recursos al Estado. Sin embargo, señalaba en aquella nota, no había habido un desarrollo sustentado en la inversión de equipos y la tecnología. Esto es, no estábamos ante un aumento de la competitividad con bases sólidas. Por eso, en 2010 ya se evidenciaba el desgaste del “modelo”: el superávit comercial se achicaba; la inflación erosionaba la competitividad del tipo de cambio; y el gobierno se enfrentaba a la disyuntiva de devaluar, o de retrasar el tipo de cambio a fin de frenar la inflación. Pero en este último caso, caería aún más la competitividad. Escribíamos: “Si el gobierno promueve una depreciación de la moneda, acelera la inflación, con poca ganancia en competitividad. Si por el contrario, retrasa el tipo de cambio, agrava los problemas de competitividad, acercándose a un escenario parecido al de los noventa. De hecho, hoy algunos sectores industriales empiezan a quejarse de que con este tipo de cambio no pueden competir. Es posible que de prolongarse esta situación, hacia fin de 2011 el tipo de cambio real vuelva a estar al nivel de la Convertibilidad. Aunque la situación internacional es distinta de la existente en los noventa, principalmente por la suba de la demanda mundial de materias primas”.
A pesar de las señales
que estaba dando la economía, muchos defensores del modelo K de crecimiento
siguieron afirmando que “el modelo tiene bases sólidas”, y que sólo los ciegos
“catastrofistas de izquierda”, o la derecha golpista, podían encontrar algún
problema serio.
La idea dominante en este sector es que, en tanto haya estímulos de demanda, la
inversión crecerá más o menos automáticamente. Una tesis que se ha mantenido
contra viento y marea.
Fuga de capitales
También en
una nota anterior, de septiembre de 2010 (ver aquí),
decíamos que en Argentina se mantenía una de las características típicas del
atraso, que una parte muy importante de la plusvalía se volcaba al consumo
suntuario, la inversión inmobiliaria, o iba al exterior. Con respecto a esto
último, señalábamos que las inversiones de argentinos en el exterior obedecían a
una lógica de valorización financiera, y que los rendimientos de esas
inversiones se reinvertían en el exterior, de manera que representaban una
importante sangría en términos netos del excedente. La contrapartida de esta
salida era que la inversión en plantas, equipos e infraestructura productiva, si
bien había mejorado en algún punto del PBI con respecto a los 90, continuaba
siendo relativamente débil. Por eso concluíamos que “hay
un fuerte crecimiento (del PBI), y cierto aumento de la participación de la
inversión con respecto a los niveles promedio de los noventa, pero sin que pueda
hablarse de algún cambio estructural. Una parte fundamental del excedente sigue
saliendo del país; aunque a diferencia de la década de los noventa, ahora esa
salida está financiada por el superávit de cuenta corriente. …
La salida de capitales
sigue poniendo en evidencia la estrecha vinculación de la clase capitalista
argentina con el capital mundializado, particularmente con el capital financiero”.
Naturalmente, los defensores del “modelo productivo” siguieron mirando para otro lado. Pero los hechos son testarudos, y las cosas siguieron complicándose, hasta llegar a la actual coyuntura. En los últimos tres meses el Banco Central ha vendido más de 4100 millones de dólares. Según la consultora Ecolatina, la formación de activos externos del sector privado se incrementó de un ritmo promedio mensual de 300 millones de dólares en el período enero 2003 a marzo 2008 a 1.500 millones por mes entre abril 2008 y junio 2010. El marco de esta fuga de capitales es una macroeconomía en la que las señales del desgaste del “modelo” son inocultables. El superávit comercial pasó de más del 4% del PBI en 2007 a aproximadamente el 2%. Las reservas del Banco Central bajaron desde más de 52.500 millones de dólares a fines de 2010, a 47.580 millones hoy; esto a pesar de que tomó préstamos de bancos europeos. Las reservas de libre disponibilidad (las que exceden la base monetaria, y con las que el Gobierno paga deuda externa), se evaporaron. El crecimiento de los depósitos bancarios se ha frenado, y las tasas de interés han subido al 15% para los minoristas (estaban al 10%) y hasta el 20% para los grandes depositantes. ¿Esto también formará parte del “modelo productivo”? En cualquier caso, y ante este panorama, es evidente que la disyuntiva de 2010 que comentábamos, se ha hecho más aguda.
Destaquemos
que si bien la crisis internacional ha jugado un rol en la fuga de capitales
-debido a la devaluación del real, y la desaceleración de la demanda
internacional- no
alcanza a explicarla. Después de todo, otros países latinoamericanos
han estado recibiendo capitales a causa de la crisis internacional, por lo que
su problema es el opuesto del argentino: procuran evitar la apreciación de sus
monedas. En Argentina, en cambio, la apuesta de muchos grandes inversores, y
también de ahorristas pequeños y medianos, es que el precio del dólar finalmente
va subir.
Desarrollo desigual y dependiente, y tipo de cambio
Tal vez una
de las cuestiones más importantes es entender que la disyuntiva descrita
-devaluar o retrasar más el tipo de cambio- se inscribe en un movimiento de
largo plazo de la economía argentina, en la que se alternaron los períodos de
tipo de cambio alto y bajo, pautados por crisis que marcaron la transición de un
período al otro. Por eso, más allá del análisis de la coyuntura inmediata, nos
interesa mostrar cómo existe una cierta lógica en estos movimientos, que está
vinculada al desarrollo de las fuerzas productivas -en particular, al nivel de
productividad- y a las variaciones de la rentabilidad e inversión de los
sectores vinculados a la producción de bienes transables (sustitución de
importaciones y exportables) y de bienes no transables (en lo que sigue resumo
algunas de las ideas que presento en Economía
política de la dependencia y el subdesarrollo).
Si se toma
como punto de partida 1974 -inicio de la crisis final de la estrategia de
sustitución de importaciones-, se advierte que desde 1977 y hasta comienzos de
1981 rigió un tipo de cambio real bajo (moneda apreciada); que en la década de
1980 y hasta comienzos de 1991, el tipo de cambio fue alto (moneda depreciada);
durante la Convertibilidad la moneda se apreció; y a partir de 2002 se vuelve a
un tipo de cambio alto, aunque con tendencia paulatina a la apreciación desde
2003, hasta llegar al actual escenario. Aclaramos que cuando hablamos de moneda
apreciada nos referimos a un tipo de cambio cercano al nivel de paridad de poder
de compra con los países adelantados (en particular, con EEUU). Esto significa
que, en promedio, y a igual que sucede con la mayoría de las economías
atrasadas, la moneda argentina tiende a ubicarse en un nivelpor
debajo de la paridad de
poder de compra. Esta depreciación de la moneda en términos reales obedece,
desde el punto de vista de la ley del valor trabajo, a problemas estructurales, que
tienen que ver, principalmente, con la baja productividad de la industria
argentina.
Dada
su baja productividad relativa, una manera que tiene la industria de ganar
competitividad en el mercado mundial es a través del tipo de cambio real alto,
que implica bajos salarios en términos de la moneda mundial (dólar o euro).
Sin embargo, debido a los impulsos inflacionarios que derivan de este régimen
cambiario, a mediano plazo casi inevitablemente se generan las condiciones para
la reversión hacia el tipo de cambio bajo. Y son estas variaciones bruscas del
tipo de cambio, las que generan cambios también bruscos y profundos en las tasas
de rentabilidad de los sectores productores de bienes transables y los
productores de bienes no transables; y con ellos, de sus tasas de crecimiento e
inversión. Con tipo de cambio alto, los sectores productores de transables
aumentan su rentabilidad, lo que lleva aparejado el aumento de inversiones en el
sector; pero baja la rentabilidad y la inversión en los sectores de no
transables. A su vez, con la moneda apreciada, los sectores transables ven
disminuidas sus ganancias, y los de no transables las incrementan, y con ella la
inversión y el crecimiento. El resultado es que se asiste a un desarrollo
desigual, profundamente
desestructurado. Los cambios bruscos de la rentabilidad de los
sectores debilitan las inversiones de largo plazo, fundamentales para superar el
subdesarrollo. Los diferenciales de productividad se acentúan, porque ora un
sector, ora el otro, sufre períodos más o menos prolongados de baja rentabilidad
y por lo tanto de baja inversión y renovación tecnológica. En los 90, por
ejemplo, en tanto en teléfonos, o producción y transporte de electricidad, se
realizaban inversiones y se expandían, muchas industrias productoras de
transables, en especial intensivas en mano de obra -textiles, calzado, etc.-,
languidecían. De la misma manera, el parque industrial se renovaba parcialmente,
pero el sector productor de máquinas herramientas trabajaba con un 50% de
capacidad ociosa, promedio. En los 2000, por el contrario, sectores de
productores de bienes exportables, o sustitutos de importaciones, prosperaron;
pero amplios sectores productores de servicios, o energético, se retrasaron.
Significativamente, la
balanza energética pasó a ser deficitaria, luego de haber tenido superávit en
los 90 y buena parte de los 2000.
Este
crecimiento desestructurado se refleja entonces en la situación cambiante del
sector externo, y las dinámicas de precios. Los períodos de tipo de cambio alto,
posteriores a una devaluación, dan lugar a mejoras rápidas y sustanciales de la
balanza comercial (o en la balanza de cuenta corriente). Los productores de
transables con ventajas competitivas naturales -ejemplo, el sector productor de
granos- obtienen plusvalías extraordinarias, bajo la forma de ganancias
extraordinarias, o alta renta agraria. Eventualmente, en una coyuntura de altos
precios internacionales de las materias primas, una parte de la renta puede
captarse con impuestos y destinarse a subvencionar industrias proveedoras de
insumos y servicios, a los efectos de sostener el tipo de cambio real alto. En
estos períodos el crecimiento industrial se caracteriza por ser principalmente
extensivo -esto es, empleador de mano de obra- y la renovación tecnológica
relativamente débil.
La competitividad del
sector transable es alta, pero porque está asentada en una alta explotación del
trabajo (salarios bajos, precarización del empleo, etc.), y en la contención de
los precios de insumos y servicios esenciales.
Erosión del tipo de cambio “competitivo”
No es de
extrañar entonces que a mediano plazo la ventaja competitiva se erosione, en la
medida en que los precios de los bienes no transables y los salarios,
especialmente de los sectores sindicalizados, buscan recuperar el terreno que
han perdido con la devaluación. Por eso, a mediano o largo plazo, las
falencias y contradicciones estructurales no pueden superarse con meros remedios
monetarios. No se trata de conspiraciones de los golpistas, como he
escuchado de boca de algún intelectual K de Carta Abierta, sino de las leyes de
la acumulación (y la explotación) capitalista. La cuestión de fondo es que la
debilidad de la inversión -y
del despliegue de la investigación y desarrollo- no
permite superar el atraso y ganar competitividad genuina a la industria. Hoy,
en Argentina, la balanza comercial industrial es fuertemente deficitaria (en las
manufacturas de origen industrial, por unos 20.000 millones de dólares), luego
de casi una década de crecimiento “industrialista” K. El problema puede
agudizarse bruscamente si algunos de los socios comerciales deprecia su moneda;
como acaba de suceder con Brasil.
En
consecuencia, las presiones inflacionarias, que tienen origen cambiario, no
dejan de acentuarse. Los sectores productores de no transables no invierten si
no mejoran los precios relativos, y en el mediano o largo plazo, los precios de
servicios y otros insumos comienzan a subir. Si además,
el gobierno ha mantenido tarifas congeladas, a
costa de crecientes subsidios, es probable que aparezcan déficit
fiscales crecientes.
La
monetización del déficit (esto es, cubrirlo con emisión), da lugar a mayores
presiones inflacionarias, acrecentando la desconfianza hacia la moneda nacional.
En definitiva, las presiones inflacionarias terminan erosionando la
competitividad cambiaria. Al crecer la desconfianza, se potencia el flujo de
fondos hacia el dólar o el euro. El ahorro (más precisamente, atesoramiento)
ocurre en moneda extranjera. Al caer los depósitos en moneda nacional, los
bancos elevan las tasas de interés, para detener la sangría. Lo cual no es
precisamente un estímulo para la inversión productiva. Todos estos factores no
dejan de empujar hacia la devaluación.
Devaluaciones, inflaciones y reversiones cambiarias
Pero la
devaluación de la moneda no es una solución sencilla, ya que puede dar lugar a
nuevas devaluaciones, que eventualmente desembocan en altas inflaciones (o
hiperinflaciones). Lo cual es insostenible, como lo demuestra la experiencia
argentina de los 80 y principios de los 90. Es que con alta inflación los
salarios bajan en términos reales -es inevitable que pierdan la carrera con los
precios- pero también con una moneda en constante pérdida de valor se embotan
los mecanismos del mercado. Entonces es imposible comparar los tiempos de
trabajo. Por eso, en el extremo, la economía se dolariza. El dólar pasa a ser
moneda no sólo de atesoramiento, sino también medida de valor y medio de pago
(los contratos se fijan en dólares, etc.). Se generan así las condiciones para
la reversión hacia la moneda “fuerte”. El anclaje del tipo de cambio está en la
lógica del proceso, ya que se busca fijar la variable que ha estado en el origen
del impulso inflacionario, y restablecer la disciplina del mercado, tanto sobre
los capitales menos productivos, como -y principalmente- sobre los trabajadores.
Es por esta razón que las razones que lleva a los períodos de apreciación de la
moneda se incuban en las fases de crecimiento que se sostienen en el tipo de
cambio alto. Algo de esto se ve en el panorama actual; la apreciación del peso
de los últimos años está en la mecánica del crecimiento de los 2000. Sin
embargo, hoy la economía argentina no está ante un escenario de crisis aguda, al
estilo de lo ocurrido en 2001. Pero dicho esto, también
hay que decir que el panorama se ha agravado. Desde hace muchos
meses el gobierno ha venido retrasando el tipo de cambio para frenar la
inflación, esto es, ha aplicado una receta típica de la década de 1990. Pero por
esto en los últimos tiempos se ha apreciado la moneda; con lo cual se debilitó
uno de los pilares del “modelo”, el tipo de cambio alto. Por eso también, en los
hechos, ha comenzado a establecerse otra paridad entre el peso y el dólar, a
través del mercado no oficial (o negro). Esta dicotomía -atraso del tipo de
cambio oficial, depreciación de la moneda en el paralelo- es otra expresión de
las disyuntivas que enfrenta el “modelo K”. Paralelamente, los subsidios a
industrias productoras de servicios y similares (eléctricas, transporte, pero
también forestal y agroalimentaria), no han dejado de aumentar.
En 2010 el Estado transfirió unos 48.000 millones de pesos a las empresas, un
45% más que en 2009. Y sólo en los primeros seis meses de 2011, alcanzaron
32.366 millones de pesos, un 73% más que en igual período de 2010. El “ajuste”
significaría un aumento de las tarifas, esto es, un caída del poder adquisitivo
de los salarios, en primer lugar. Pero también agregaría presión a los impulsos
devaluatorios. Subrayamos: en estas condiciones, una
devaluación se descargaría sobre los trabajadores, bajando los salarios. Aunque
puede dar lugar a una agudización de las luchas salariales. Por eso la propia
clase dominante
es reacia a aplicar este remedio. Pero por otra parte, el actual esquema ha
comenzado ha hacer agua.
En
conclusión,
lo que está sucediendo hoy en Argentina -fuga de capitales, depreciación de
hecho de la moneda- refleja que el crecimiento de los 2000 no ha permitido
superar las estructuras del atraso y la dependencia. Negar esta realidad
hablando sobre el “modelo de matriz diversificada y acumulación con inclusión
social”, equivale a marearse con palabrerío vacío.
—
Descargar el documento:
[varios formatos siguiendo el link, opción Archivo/Descargar Como]
Fuga de capitales, dólar y modelo K
[varios formatos siguiendo el link, opción Archivo/Descargar Como]
Fuga de capitales, dólar y modelo K
Subrayemos
el cinismo de los gobiernos K ya que han operado, enriqueciéndose, contra
las necesidades e intereses populares durante décadas y destaquemos la incapacidad del grueso de militantes e
intelectuales K de dudar o averiguar el trasfondo de la conciliación con el
capitalismo local. Rolando Astarita expresa lo que observamos durante más de
una deKada:
"A pesar de las señales que estaba dando la economía, muchos defensores del
modelo K de crecimiento siguieron afirmando que 'el modelo tiene bases
sólidas'”.
Hubo y hay mucho más que cooptación en los científicos e intelectuales K,
prueban la involución de pensamiento-acción resultante del proceso de
reorganización nacional que planificara la alianza de capitales y estados
imperialistas con los locales e implantara como políticas de estado
mediante la dictadura genocida y los partidos de estado (PJ y UCR) durante la
democracia restringida desde 1983 hasta hoy. También dichos científicos e
intelectuales se formaron y brillaron para el
coloniaje. Por eso la Ciencia Digna es la que se rebela contra el papel que
le asigna el sistema y denuncia como lo hace la Unión de Científicos comprometidos con
la Sociedad y la Naturaleza de América Latina:
“En
la coyuntura actual, el debate se ha extendido al rol y el desarrollo de una
ciencia cada vez más dependiente de los poderes hegemónicos, violando el
derecho a una ciencia autónoma para beneficio directo de la sociedad que la
produce. En ese contexto los cultivos transgénicos, son vehículos diseñados,
no para alimentar al mundo, sino para la apropiación sistemática e
instrumental de la naturaleza; y sin duda un instrumento estratégico de
control territorial, político y cultural, de una nueva etapa neocolonial que
impone tecnologías que satisfagan la nueva fase de acumulación en la
organización global del capitalismo.”
Pero
sobretodo consideremos la mansedumbre implícita en la obsecuencia al
matrimonio K y la pérdida de valores-principios de quienes identificándose K
fueron izquierdas revolucionarias en los sesenta-setenta. Sobre todo choca
su insensibilidad
ante los pueblos, comunidades y organizaciones populares que resisten y
luchan contra las injusticias ambiental y social. Aún más, resulta
incomprensible cómo no los
sublevó el comportamiento del matrimonio K y su núcleo duro de aplicar el vaciamiento
planificado
de los potenciales de cambio social en un número crítico de los diversos de
abajo. Indaguemos con Miguel Mazzeo en:
Argentina.
Repensar una herencia Darío Santillán:
a 16 años de la Masacre de Avellaneda*
18
de junio de 2018
Herencia e invención: la figura de
Darío Santillán a 16 años de la Masacre de Avellaneda.
Dossier colectivo.Por Miguel Mazzeo
¿Que representa hoy la figura de Darío Santillán para la
militancia popular? ¿Qué proceso histórico colectivo, qué experiencias,
vivencias y saberes emancipatorios pueden percibirse en el recorte de esta
figura individual? ¿Existen condiciones históricas para una proyección social
amplia y efectiva de lo que representa Darío?
De manera instantánea se nos presentan muchos elementos,
todos entrelazados: un ethos
popular reconstructor de relaciones humanas y vínculos comunitarios; un espacio
horizontal que asume la igualdad como punto de partida (“naide más que naide”) y
que está abierto a todos los debates y a todas las inquisiciones; un conjunto de
prácticas generadoras de auto-estima en los y las de abajo y unos mecanismos
productores de auto-respeto comunitario; un espacio simbólico articulador de
experiencias de base bien diversas pero no contradictorias; la recuperación por
parte de los y la de abajo de las fuerzas de la cooperación expropiadas por el
poder dominante (burgués y despótico);
una intensidad de
los lazos políticos que no cabe en los esquemas teóricos tradicionales; un
rechazo radical de los valores del enemigo; un desborde de las formas de la
estatalizad y una trasgresión de lo instituido; una ruptura con los procesos
formadores de no-sujetos: electoralizados, carecientes, demandantes; un momento
radiante y efímero de restitución de la imaginación política radical; un desafío
lanzado al núcleo mismo de la dominación del capital.
Pensamos que la voz de Darío jamás ha dejado de trasmitirnos un mensaje
principal que resuena en nuestros oídos más o menos así: si se trata de
rebelarse contra la injusticia, de llevar a la práctica una utopía libertaria,
de construir colectivamente una patria/matria para los y las de abajo, cuenten
conmigo. Para administrar el orden de cosas existente, para recomponer desde
arriba el vínculo entre el pueblo y el Estado burgués, llamen a otros y a otras.
Darío es el signo de una subjetividad política marcada
a fuego por la rebelión popular de diciembre 2001. Un representante genuino del
atisbo de una breve subjetividad revolucionaria en la Argentina desolada de la
post Dictadura. La expresión de un momento de la historia preñado de
posibilidades para los y las de abajo, de un instante fugaz de amor colectivo.
El emblema de la politización del hambre y no de su moralización. Darío es, al
mismo tiempo, chispa y pradera. El símbolo de un impasse.
Se podrá argumentar que muchos de estos sentidos remiten a
aspectos micro-políticos y subjetivos, a la región de los afectos. Es cierto.
Pero estamos convencidos de
que en esos aspectos se
dirimen las posibilidades de un proyecto radical y se juega la posibilidad de
que lo colectivo se torne político. Esos aspectos son fundamentales en
los procesos de politización popular. Darío también remite a un intento (fallido
hasta ahora) de anclar y fundar una macro-política popular en estos aspectos
micro-políticos del universo plebeyo, para que lo colectivo-político pueda
trascender lo fragmentario, para proyectar y generalizar lo interno.
Consideramos que la pregunta estratégica que Darío nos dejó instalada es la
siguiente: ¿Cómo hacer para que los afectos, los vínculos intersubjetivos y las
praxis anticipatorias de la sociedad nueva y buena que anidan en cooperativas,
huertas, comedores, merenderos, talleres, centros culturales, experiencias de
comunicación alternativa, asambleas, piquetes, movilizaciones, etc., se
constituyan en soporte de un proyecto político popular? ¿Cómo contribuir a la
producción de una relación dialéctica entre praxis y proyecto? Todavía no hemos
rozado la respuesta.
Si bien muchos de los sentidos que vinculamos
con la figura de Darío aún habitan en los subsuelos y en los pliegues de la
conciencia de un par de generaciones de militantes jóvenes, con desazón debemos
asumir que hoy se hallan insertos en embutidos indescifrables.
Han perdido terreno frente a otros sentidos y otros lazos. Otras intensidades,
otros universos simbólicos, otras interacciones, atraviesan a las organizaciones
populares. No estamos seguros de su productividad.
Muchas de las predisposiciones militantes
actuales tienden a ser pragmáticas, centristas, “realistas”; tienden a calzarse
el uniforme de representantes o benefactores de las masas.
Nos topamos con militancias que suceden en los marcos de las lenguas oficiales.
Hablan clisés. Prefieren disputar las instituciones en lugar de sustituirlas. Un
gobierno de derecha, devastador e impiadoso, que viene bajando el piso de las
demandas en todos los órdenes, no hace más que ratificarles la línea. En
ocasiones, estas militancias se afincan en estadios
corporativos y nutren la complacencia perezosa de las dirigencias que difieren
el porvenir, frenando deliberada o inconscientemente los procesos de maduración
política del pueblo. O, en sus peores versiones, reeditan el vandorismo en la
clave del pobretariado y el precariado. Vandorismo para pobres, algún lugar
subordinado en inviables frentes policlasistas. Por ahí, sospechamos, no supura
ni arde la herencia de Darío.
Ya,
con una mínima distancia temporal de por medio, podemos ver como el
«extractivismo» operó sobre el cuerpo social de diversos modos. No sólo desde lo
material, también se ensañó con algunas ideas y algunos afectos. Este
vaciamiento produjo en una franja importante del activismo social y político
popular un desinterés cada vez mayor por lo micro-político y lo subjetivo y,
paralelamente, promovió la fetichización de la macro-política y la gestión
estatal, lo que creó condiciones para la articulación de lo antagónico,
para la integración subordinada de lo popular en el
marco de proyectos ajenos. De a poco, muchos espacios que alguna vez funcionaron
como usinas para una nueva radicalidad política, terminaron dispersos y/o
subsumidos en una nueva liviandad política.
Para muchas organizaciones populares cada vez resultan
menos improbables (y menos descabellados) los escenarios de vecindad con los
responsables políticos del asesinato de Darío. De ningún modo estamos planteando
que se trata de un efecto deseado, simplemente conjeturamos que determinadas
dinámicas pueden conducir a esas inmediaciones.
Sólo
identificamos un riesgo derivado de una vocación de poder que se mueve en marcos
estrechos y convencionales. Una vocación de poder sin horizonte emancipatorio
que convierte a las identidades, a las ideologías y a los proyectos populares en
rasgos accesorios de una flexibilidad infinita.
Por su parte, los espacios donde los sentidos que unimos a
la figura Darío se mantienen más productivos, tienden a escindir lo
micro-político de lo macro-político, la experiencia de base del proyecto
general. Por lo general, la riqueza de la experiencia micro-política no se
condice con el carácter menesteroso de las opciones macro-políticas, la
capacidad de invención social no se condice con la monotonía de las
instituciones convencionales.
Seguimos fallando en la
construcción de un proyecto a la altura de las mejores construcciones de base,
las más autónomas, las más democráticas y menos delegativas, las más
anticapitalistas, las más antipatriarcales, las que mejor prefiguran el futuro
socialista. Existe el riesgo de diluir esos sentidos en las
participaciones –absolutamente necesarias– en los espacios resistentes más
extensos, pero también existe la posibilidad de que estos sentidos calen hondo
en estos espacios.
Tal vez en el “extractivismo” arriba mencionado
radique la auténtica “pesada herencia” del progresismo argentino: en las
“amplias masas” que serializó, en la productividad social y política que
despotenció y en el poder que le restituyó a los burócratas, a los punteros y a
todos los agentes del “neoliberalismo desde abajo”;
en su reemplazo de los
espacios y dispositivos de experimentación política, social y cultural que se
habían desarrollado espontánea y democráticamente en la sociedad civil popular
por otros espacios y dispositivos típicamente estatales,
mercantiles y
verticales.
Una forma de vaciamiento peculiar que abrió las puertas
para otros vaciamientos en todas las esferas. Mientras tomó iniciativas valiosas
en el nivel macro-político y hasta permitió el desarrollo de algunas lógicas
estatales reparadoras, el progresismo argentino mutiló palabras claves que
habían nacido para cuestionar a fondo el statu quo, silenció las voces más
autónomas y disruptivas. Ahora cantan los dueños del silencio y de los proyectos
del retorno progresista en versión degradada.
Por eso es una tarea imprescindible repensar el legado de Darío, los
sentidos de una figura como la de Darío. Repensarlos para encontrar las formas
más adecuadas de administrarlos en circunstancias históricas en que rigen
tiempos políticamente uniformadores y no tiempos de impasse, unas formas que
re-actualicen ese legado y esos sentidos pero que al mismo tiempo conserven sus
núcleos innegociables.
También para liberar a Darío de los ejercicios retóricos y estéticos, de las
significaciones superficiales y oportunistas. Para delimitar la parte más
auténtica de esa herencia, la que es memoria que trabaja para la cohesión
popular y prolongada, la que es lenguaje fraternal y religante; la parte más
disruptiva, la más nuestra. La parte que espera para ser re-activada,
no para acompañar los proyectos “alternativos” de la
gobernabilidad capitalista en la Argentina sino para impugnarlos.
Lanús Oeste, 12 de junio de 2018.
*Dossier conjunto realizado por
La luna con gatillo,
Contrahegemonía web y la
sección Comuner@s en la orilla de
Resumen Latinaomericano.
Fuente:
Comprobemos que las luchas contra el neoliberalismo las dieron diversos de
abajo mientras que el PJ, la UCR y sus derivaciones lo promovieron e
impulsaron. Sobre todo, descubramos que los gobiernos K se esmeraron en
enterrar la rebelión popular contra el neoliberalismo de 2001-2002. Pero no
lo consiguieron porque la resistencia al avasallamiento de derechos de los
pueblos e individuos y de la naturaleza se despliega como Unión de Asambleas
desde 2006.
Tomemos en cuenta el siguiente análisis de Gonzalo Pérez
Álvarez.
Chubut: El final de un modelo
de saqueo provincial
9
de junio de 2018
En Chubut estamos ante
una crisis provincial de características semejantes a la que se vivió a inicios
de la década del ’90, surcada por lo que, en aquel momento, se conoció como el
“Chubutazo”: un gran proceso de movilizaciones populares que derivó en la
renuncia del gobernador Néstor Perl y la asunción de su vice, Fernando
Cosentino.
Por Gonzalo Pérez
Alvarez* | Fotos: Alex Dukal
Primer acto: el Chubutazo y la década del ’90
Aquella
ruptura era parte del proceso de imposición de la hegemonía neoliberal a nivel
nacional, de la mano del gobierno del partido justicialista encabezado por
Carlos Menem, y como parte de la transformación regresiva que se impulsaba en
toda la estructura económica y social del país.
Para algunas regiones, como Patagonia, este cambio era especialmente abrupto: veníamos de décadas de sostenido crecimiento, en torno a un programa desarrollista que impulsaba la radicación de industrias en la región, con el consiguiente arribo permanente de nuevos migrantes y la dinamización de la actividad económica. Las familias trabajadoras que llegaban a Chubut durante las décadas del ’60, ’70 y ’80, tenían la posibilidad de conseguir trabajos relativamente bien remunerados y de acceder a mejorar sus condiciones de vida, aunque esto fuese al costo de extenuantes jornadas de labor y de ver muy poco a sus hijos.
Esa situación de posible
crecimiento social fue brutalmente modificada: el triunfante neoliberalismo
demandaba profundizar la explotación de todos los bienes comunes (que para su
discurso serían, simplemente, “commodities”), transformándolos en mercancías
privadas. Uno de los puntales del
anterior modelo de desarrollo, aún con sus evidentes imperfecciones, era que la
administración de algunos de nuestros bienes comunes (“recursos naturales” para
el discurso desarrollista) era llevada adelante por empresas estatales y, por
ello, el estado nacional y provincial recibía una relevante porción de lo
producido. Cuando se inició la privatización de YPF (un proceso que se completó
hacia 1994), de inmediato los estados provinciales dependientes de los recursos
petroleros sufrieron el ajuste en sus cuentas.
El hecho de que el “chubutazo” de los ’90 se enmarcó en un proceso nacional lo demuestra que la caída del gobernador en el marco de grandes conflictos sociales sucedió de manera casi idéntica en Santa Cruz, Jujuy y Chubut. En las dos provincias patagónicas el vice que asumió, y los gobernadores que los sucedieron en 1991 (Maestro en Chubut y Kirchner en Santa Cruz) fueron, al menos hasta 1998, seguidores de todas las políticas menemistas, y entusiastas impulsores de la funesta privatización de YPF. El caso de Chubut es interesante, porque Maestro, de la UCR, fue un discípulo del neoliberalismo aún más disciplinado que Kirchner. Eso evidencia la unidad casi sin fisuras entre las direcciones políticas del PJ y la UCR, en torno a los lineamientos estratégicos del saqueo provincial.
Durante los años ’90 los gobiernos radicales profundizaron en
Chubut una pero además
ellos tuvieron la base que les otorgó la millonada recibida por la privatización
de YPF. En lugar de utilizar esos recursos en ampliar la estructura económica
regional, los mismos se malgastaron y, si bien nunca nada se investigó (ni
siquiera cuando ganó el PJ), seguramente también fueron alimento de las
sorprendentes nuevas fortunas que por entonces nacieron, especialmente en la
zona del Valle.
En definitiva aquel chubutazo, una legítima lucha de los sindicatos y sectores populares contra el retraso en el pago de sueldos y la situación económica provincial, no consiguió construir una alternativa propia para la resolución de la crisis. Los grupos populares tuvieron peso al momento del conflicto, generaron la lucha, defendieron correctamente sus derechos, pero no consiguieron proponer una alternativa de “nuevo orden” ante la caída de la vieja sociedad desarrollista: así, la clase dominante retomó los peores elementos de aquel viejo orden, le sumó algunos rasgos para disfrazarlo de “nuevo”, y reformó la estructura económica provincial. Los años ’90 serán los de la desaparición del proyecto industrialista, la privatización de los bienes comunes y el despilfarro de la venta de YPF.
Segundo acto: del 2001 al saqueo dasnevista
El quiebre del 2001 también se hizo sentir en Chubut: a los
gobiernos radicales le siguió la hegemonía dasnevista, que, con idas y vueltas,
se mantendría desde el año 2003 hasta el presente. Es importante recordar aquí,
que Das Neves era hasta 1990 el secretario general de Néstor Perl, y uno de los
que ejecutó parte del plan para obligarlo a renunciar.
El dasnevismo usufructuó la recuperación económica posterior a la crisis del 2001 y, especialmente, un barril de petróleo que superó durante varios años la histórica cifra de los U$S 100. Sin embargo, nuevamente, en lugar de pensar un esquema de desarrollo con algún grado de sustentabilidad en el tiempo, los dirigentes del gobierno sólo se dedicaron a malgastar ese dinero en obras públicas innecesarias y evidentemente sobre facturadas (quizás, para el Valle, el caso más emblemático fue el del “embellecimiento” céntrico de Trelew).No había que ser ningún genio de las finanzas para saber que ese precio del petróleo era circunstancial. Al dasnevismo le permitió amasar varias fortunas personales y financiar las sucesivas campañas electorales, especialmente la absurda aventura presidencial del mismo Das Neves, fracasada en 2011… Aún no sabemos cuántos millones se fueron por allí: quizás nunca conoceremos el número de años de un futuro digno para nuestra provincia que así fueron saqueados.
El saqueo fue la marca registrada del dasnevismo.
Al sistemático
robo del petróleo en manos de las compañías multinacionales, se le sumó el caso
más escandaloso de la historia de Chubut: la extensión, ¡por 40 años! de la
concesión petrolera a Pan American Energy, desde 2007 a 2047.
Esa prórroga implicó, para PAE, beneficiarse por recursos que
superaron los 40.000 millones de dólares: la provincia recibió, a cambio, la
miserable suma de 200 millones de dólares. Todavía no sabemos cuánto embolsaron
los responsables de ese descarado robo a nuestro futuro: en primer lugar Mario
Das Neves, pero también sus ministros y diputados: Norberto Yahuar, Javier
Touriñán, Néstor Di Pierro, Martín Buzzi, entre otros.
A ese saqueo estructural le siguieron otras extensiones de
concesión. A su vez, en todo el largo período dasnevista, se sostuvo el saqueo
en la actividad pesquera, que nunca fue controlada por el estado provincial,
permitiendo a las empresas privadas (especialmente de capitales europeos) la
depredación de nuestro litoral marítimo.
Esa práctica se había iniciado en los
’90 y se profundizó durante el dasnevismo de la mano de su antiguo
“superministro” Yahuar (luego ministro nacional del área).
En los años posteriores al 2003 se impulsó la privatización y concentración de tierras, para lo cual era necesario acentuar la praxis represiva contra el pueblo mapuche-tehuelche. Grandes millonarios extranjeros y argentinos se apropiaron de miles de hectáreas, desplazando a sus legítimos pobladores y transformando lo que era propiedad de muchos en simples mercancías privadas. Una importante porción de la tierra de Chubut, de sus bosques, lagos, ríos y montañas, dejaron de ser de todas y todos, para pasar a ser propiedad de unos pocos. En la zona del Valle la privatización de la costa del río Chubut es quizás el ejemplo más evidente; en la cordillera y la costa marítima son innumerables…
Das Neves gobernó directamente del 2003 al 2011. Ese año se
lanzó, con nuestro dinero, a su tragicómica campaña presidencial, e impuso, a
dedo, al siguiente gobernador provincial: el casi desconocido Martín Buzzi.
Ambos compartieron el acto fundante del dasnevismo: la entrega a PAE. La
posterior ruptura personalista llevó a que Das Neves debiese conformar un nuevo
partido, el ChuSoTo (Chubut Somos Todos), con el cual ganaría las elecciones del
año 2015.
Desde el inicio de su último gobierno Das Neves se lanzó a una
enloquecida carrera de endeudamiento externo, que sólo podía terminar mal: pero
claro, un gobernador acostumbrado a “gestionar” con un barril a 100, no sabía
qué hacer con el petróleo por debajo de los 50. Menos aún cuando su primer acto
de gobierno fue la increíble decisión de subsidiar a las “pobres” petroleras,
para que no ganasen tanto menos. En los dos años finales de su vida, Das Neves
terminó de saquear la provincia, hipotecando las regalías petroleras de los
próximos gobiernos.
Los casos de corrupción recientemente “descubiertos” y el
encarcelamiento de parte de la cúpula dasnevista (aunque, eso sí, aún no se tocó
a nadie de la familia Das Neves, ni a ninguna familia “ilustre” del Valle) son
apenas una muestra del saqueo estructural que representó esa línea política para
Chubut. El previsible fallecimiento de Das Neves (al ser elegido se sabía que
sufría una enfermedad terminal) dejó un gobierno políticamente débil e
inexperto, un partido gobernante sin liderazgo y fragmentado entre distintas
bandas con intereses económico-personales, y una provincia saqueada, fundida y
sobre endeudada. Ninguno de los bienes comunes claves es provincial y todo ha
sido privatizado: en los últimos años se sumó al negocio privado la producción
energética, vía la consolidación del monstruo económico que es Aluar, y a través
de las concesiones a los parques eólicos, que se llevan la energía producida por
nuestra naturaleza sin dejar ni siquiera algunos puestos de trabajo en Chubut.
Tercer acto: nuevo “chubutazo”… ¿nuevo futuro?
La crisis económica de Chubut, varias veces prevista, hizo
eclosión a poco de asumir la gobernación Mariano Arcioni. Un déficit que en 2017
llegó a $6.232 millones y un endeudamiento con vencimientos cada vez más
cercanos y que supera los $29.000 millones, más la falta de aportes del gobierno
nacional, llevaron a que el 2018 comenzase con atrasos en el pago de sueldos y
la cancelación de varios servicios esenciales.
Con una economía en plena recesión, esa medida sólo consiguió
contraer aún más el consumo popular e impactó de inmediato en el empleo privado.
La inflación en Patagonia es la más elevada del país, con un incremento del 4,7%
entre los meses de enero y febrero. Además la desocupación en el aglomerado
urbano Trelew-Rawson llegó al 8,9% en la última medición, la más alta de
Patagonia y la segunda a nivel nacional (sólo está peor Mar del Plata). Es un
dato especialmente preocupante, ya que se trata de la región que concentra la
mayoría del empleo provincial de Chubut: demuestra que el empleo privado está
absolutamente en retroceso.
A estas cifras se suma que la producción petrolera de
enero-febrero cayó un 3,3% en Chubut, acumulando un descenso del 9,7% desde
2015. Los anuncios de inversiones y creación de fuentes de trabajo, promesas
tantas veces hechas por las operadoras petroleras, siguen siendo una mentira:
mientras el estado provincial las financió cuando el barril de petróleo estaba
bajo a nivel internacional (ese gasto es una de las claves que explican el
déficit provincial), hoy, que volvieron a ganar dinero, no “derraman” nada sobre
Chubut.
La deuda tomada por Das Neves fue en bonos a diez años, en dólares, garantizados con regalías hidrocarburíferas y regidos por la ley de Nueva York. La deuda pública de Chubut se incrementó un 140% y pasó de representar el 49% al 94% de sus ingresos. Arcioni, como primera medida relevante de gobierno, aceptó la presión nacional y consiguió que se apruebe el “pacto fiscal”: esto ya impactó en las cuentas chubutenses, anulando diversos ingresos que hasta entonces tenía la provincia; su firma limita la autonomía provincial e impide formular impuestos propios. Si bien hasta marzo los municipios lograron pagar los sueldos, en gran medida gracias al efecto arrastre del pago anticipado de impuestos, la quita del impuesto a ingresos brutos será un golpe muy significativo, que dificultará aún más el manejo de sus finanzas.
Todo parece un escenario ideal para que el gobierno nacional
profundice su presión para imponer la megaminería en Chubut: lo descarado de la
extorsión que está en marcha no hace necesario dar demasiados ejemplos, al menos
para quienes vivimos en esta provincia. Día a día las operaciones de prensa
“muestran” que la megaminería sería la receta mágica para solucionar todos los
males financieros, asegurar el pago de los salarios a los trabajadores,
solucionar la deuda con los proveedores del estado y refinanciar la deuda
externa. Cuando terminaba de escribir este artículo, el 29 de marzo, nos
enteramos que ocho intendentes presentaron un proyecto a la Legislatura para
habilitar la megaminería: Cambiemos los utiliza para que parezca un pedido de
esos pueblos necesitados, cuando es sólo una maniobra de un grupo de ambiciosos
y nada representativos políticos, y de las grandes multinacionales que los
financian.
Las y los chubutenses ya hemos demostrado, hasta el cansancio,
que no queremos esa actividad contaminante en nuestro territorio: para los
poderosos este sería el paso final en su modelo de saqueo y privatización de
todo lo que son nuestros bienes comunes. La megaminería sería la privatización
definitiva de la tierra, las montañas, el agua. Y sólo nos dejaría contaminación
y muerte: pero, a cambio, los poderosos ganarían miles de millones de dólares.
Ellos lo saben, por eso están dispuestos a todo. Pero, esta vez, parece que
nuestro pueblo también sabe que nada bueno puede esperarse de ese proyecto: como
máximo algunos años de relativa “prosperidad”, para luego caer en una ruina
total.
Macri y Aranguren seguirán intentando imponer ese proyecto.
Nosotros, movilizados, podremos impedirlo. Las grandes movilizaciones de
trabajadores no tardaron en ponerse en marcha ante el atraso salarial, así como
las huelgas y retenciones de servicio. La conformación de la mesa de unidad
sindical y la masividad de las marchas hacen remedar de inmediato a las
impresionantes movilizaciones del año ’90, aquellas conocidas nacionalmente como
“chubutazo”. Pero hoy parece existir una nueva conciencia: la mayoría de las y
los trabajadores no quieren que, para pagarse sus salarios, se abra la puerta a
la megaminería. En esa conciencia se expresa una experiencia acumulada de luchas
económicas, sociales, ambientales y de derechos humanos, que es parte, al menos,
de una fracción importante del pueblo que hoy ocupa las calles de Chubut.
Esa experiencia es la que debemos retomar, esa fuerza social que
se expresa en las calles, para hacerla proyecto político transformador, logrando
que no sólo digamos “NO a lo viejo”,
sino que, además, podamos construir, desde abajo, un “nuevo
Chubut”.
Los que buscamos generar profundas transformaciones sociales
cargamos siempre con un peligro: ser capaces de romper lo viejo, pero incapaces
de construir lo nuevo. Gramsci, ese gran dirigente revolucionario, decía que lo
complejo de los momentos de crisis orgánica, era que lo viejo ya no podía vivir
cómo antes, pero que a la vez se resistía a morir, y que lo nuevo aún no tenía
la suficiente fuerza para nacer. Así, el “nuevo orden” que se imponía tras el
momento de abierto conflicto, solía ser una reconfiguración de lo viejo, de ese
orden moribundo pero resistente, apenas con algún nuevo disfraz. Por eso,
quienes pretendemos transformar la realidad, debemos hacer un gran esfuerzo para
tratar de poner en pie “un nuevo orden”. No limitarnos a enfrentar lo viejo, a
decir ya no queremos este gobierno o ese sector dirigente, sino también a
construir lo nuevo.
El pueblo trabajador no quiere, ni puede, vivir en un estado de
permanente conflicto. Tras los momentos de irrupción popular, sectores cada vez
más importantes empiezan a buscar soluciones: si quienes intentamos transformar
las cosas no las ofrecemos, aquellos que sólo buscan profundizar el saqueo las
disfrazarán.
En los ’90 el chubutazo dio por tierra el antiguo orden, pero esa fuerza social popular no pudo construir un orden nuevo favorable a las mayorías populares. En su lugar se consolidó el saqueo y la depredación. Hoy el contubernio de los partidos tradicionales nuevamente busca dar otra vuelta de tuerca a ese saqueo: la anhelada imposición de la megaminería terminaría de cerrar todos los cepos sobre nuestro futuro.
Desde el pueblo, desde abajo, debemos
entonces construir la alternativa.
La misma necesita expresar en una propuesta política unificada que diga sí a lo
nuevo, esa fuerza popular que se expresa en las calles diciendo no a lo viejo.
Lo nuevo será un estado provincial que recupere la administración de sus bienes
comunes, que imponga impuestos a las grandes compañías, que impulse la
producción a partir de encadenamientos productivos locales, que dinamice la
economía desde la defensa del medio ambiente y el cuidado de la naturaleza, que
construya un estado eficiente que multiplique la obra pública,
rompiendo con el
esquema corrupto de los políticos y empresarios que saquearon la provincia.
Eso debemos construir, un nuevo Chubut, un verdadero futuro.
*Gonzalo Pérez Álvarez, integrante de Movilización y Acción por un Pueblo Unido
(MAPU)
Fuente: http://www.anred.org/?p=97568
Nos están definiendo caminos emancipatorios las organizaciones de luchas desde
abajo e incluso nos muestran la construcción de la unión de Nuestra América para
la autodeterminación de nuestros pueblos. Valoremos su aprecio por todos los
pueblos de modo que aprendemos también de aquéllos en resistencia a narcoestados
y estados terroristas como el de Colombia que UNASUR lo reconoce democracia.
Inédito
desafío para los organismos de derechos humanos de Nuestra América
No convertirse
en “legitimadores” por izquierda de la operación continental de recolonización
imperial en curso.
29
de junio
de 2018
Por
José Ernesto Schulman
(Rebelión)
Una especie
de Cóndor dos con máscara judicial y organizaciones internacionales de derechos
humanos como garrote.
El largo ciclo
de luchas populares democráticas antidictatoriales erosionó el dominio imperial
impuesto por la seguidilla de golpes de estado iniciado en Guatemala y Paraguay
en 1954, continuado en Brasil (1964), Argentina (1966), Chile (1973), Uruguay
(1974) y de nuevo Argentina (1976), para nombrar sólo algunos porque de hecho,
como señala el historiador venezolano Virgilio Beltrán, para 1968 el 62% de los
países de Latinoamérica, África, Medio Oriente y Asia sudoccidental, estaban
“gobernadas por dictaduras militares” impuestas por los EE.UU. y consentidas
desde la lógica de la lucha anticomunista que se conoció como doctrina
Kirkpatrick, por la representante ante la ONU de los EEUU desde 1980, que ella
misma resumió brutalmente los
gobiernos autoritarios tradicionales son menos represivos que las autocracias
revolucionarias”. O lo que es lo mismo: sostendremos a todas las dictaduras
anticomunistas y combatiremos cualquier gobierno que pretenda el menor nivel de
autonomía de nuestro dominio.Es patético como algunos prefieren idealizar a Patrice Derian, funcionaria de la misma época que aparentaba compasión con las victimas y prefieren olvidar a Kirkpatrick, a Kissinger, la Junta Interamericana de Defensa generando la falsa ilusión de “contradicciones al interior del bloque de poder imperial” y otras pamplinas de ignorante.
Para fines de la década del ochenta casi todos los gobernantes eran electos por mecanismos de participación popular en un formato institucional que hasta el final del siglo XX sería caracterizado por Eduardo Galeano como el de “democraduras”, para escándalo del progresismo que ya dominaba ampliamente en el movimiento popular de Argentina y América Latina (uno de los resultados tangibles de la tortura y la derrota de los 70, que el posibilismo no triunfó solo sino de la mano de los vencedores estratégicos).
En la Argentina, a los que nos atrevimos a descalificar el gobierno de Alfonsín como una “democracia restringida” (luego de la claudicación de Semana Santa de 1987 que clausuró por quince años el proceso de Memoria, Verdad y Justicia y clausuró el discurso de “transición democrática”) fuimos estigmatizados como “gente que subestima la democracia”, justamente nosotros que en aras de impedir el golpe de Estado de 1976 dimos vidas y militancia sin límite antes y después del triunfo de Videla.
Al ciclo de las “democracias restringidas”, tuteladas por los EE.UU. y monitoreadas por el FMI con el objetivo de reorganizar el capitalismo regional con el bastón financiero de la deuda externa y el consenso neoliberal de ajustes sin fin, con su crisis devastadora de pueblos y derechos, le siguió un ciclo de gobiernos populares (por su origen y basamento) distribucionistas (aunque no alteraron el patrón de producción ni de propiedad, se apropiaron de una parte de las rentas obtenidas de los commodityes para ampliar el consumo de millones) con opción por la integración latinoamericana no asimétrica y fuera del control absoluto que los yankee tenían desde los cincuenta del siglo pasado.Aunque muchos creían en la existencia de una “derecha democrática” (como Verbitsky [1] y Natanson [2] se encargaron de estimular en Argentina) los gobiernos populares y/o progresistas (no entro en la discusión semántica ni rigurosa de la calificación, la dejamos para otra ocasión) sufrieron acoso e intentos de golpe de Estado desde el comienzo: en Venezuela en el 2002 y desde el 2017 otro en curso sin cesar, en Ecuador en 2010, en Bolivia una intentona fascista en Santa Cruz de la Sierra en 2008 que desembocaron en el nuevo ciclo de golpes de Estado en Honduras (2009), Paraguay (2012) y Brasil (2017) y a un nuevo ciclo de dominación que bien podemos simbolizar con la toga de los magistrados judiciales y la gorra del penitenciario carcelero. Moro y el carcelero de Lula.
Si el símbolo del ciclo militar había sido la picana y el de las democracias restringidas la urna, el ciclo progresista quedará en la memoria por la presencia del pueblo en plazas y calles de Nuestra América, presencia importante pero no decisiva para romper la lógica del posibilismo progresista que no pudo (ni tampoco quiso, ni quiere) enfrentar los desafíos de un bloque de poder oligárquico enfurecido por las acciones y la palabra de este ciclo: Integración, Patria Grande, fin de la impunidad, aumento de salarios, prestaciones y subsidios, autonomía.
Una verdadera operación continental de dominación colonial se lleva a cabo para tumbar los gobiernos del ciclo progresista que resisten del mejor modo, o sea del modo que pueden, con las fuerzas que cuentan y el respaldo popular y latinoamericano que conquistan; para debilitar la fuerza popular organizada en todos lados y cortar los lazos solidarios que vienen de Bolívar y San Martín, de Fidel y el Che, de Unasur y todas las luchas antiimperialistas, democráticas y de fortalecimiento de la causa única de Patria Grande Libre o colonias divididas; y todo con el objetivo evidente de arrasar con las conquistas (no solo de las logradas en la década sino en toda la historia) y que toda América, desde México a la Patagonia, sea patio trasero, playa de maniobras y tierra proveedora de riquezas para el imperio del Norte.
A esta altura de los hechos solo los que no quieren ver pueden alegar ingenuidad ignorante ante los pilares de esta operación colonial: el uso de los sistemas judiciales locales para fabricar causas falsas de corrupción sobre la base de “testigos arrepentidos” y la utilización de los espacios interestatales para acusar a los gobiernos de Cuba, Bolivia, Venezuela, Nicaragua y todo aquel que se atreva a desafiar su poder omnímodo de ser “violadores de los derechos humanos”.
En una reflexión sobre la relación entre los saberes populares, el sentido común y los proyectos imperiales, Eduardo Rosenzvaig se preguntaba por qué pudo implantarse la Ley Federal de Educación y la Reforma Educativa Neoliberal de los noventa en la Argentina, y se contestaba: por la misma razón que los judíos entraban desnudos a los falsos baños/cámaras de gases mortales; los judíos creían a los nazis cuando les decían que llevasen consigo sus objetos queridos para no perderlos y los intelectuales progresistas argentinos creyeron a Menem que iba a considerar la Educación Popular de Paulo Freyre o las ideas de Vigotsky.
¿Ingenuos? ¿crédulos? ¿suicidas? Diga Vd.
El imperio se aprovecha de nuestras conquistas, del periodo de vigencia de las constituciones y de algunas acciones de justicia contra el terrorismo de Estado del pasado. De ese modo “limpió” de culpas a un poder judicial heredero del orden colonial diseñado y formateado por la preeminencia indiscutible de la defensa del orden burgués y las relaciones de fuerzas nacionales e internacionales. El capitalismo y el Imperialismo.
El imperio hace un doble juego con la justicia y con las instituciones internacionales como la ONU, la OEA y los Institutos Jurídicos resultantes de la Segunda Guerra Mundial y los esfuerzos del siglo XXI por instalar un derecho internacional de los derechos humanos que vele por la dignidad humana más allá de los gobiernos nacionales: trata de destruirlo y de usarlo para su dominación exigiendo respeto a sus autoritarias decisiones.
Para ser concretos: el warfare no solo es una causa armada contra Lula o Milagro; también es el accionar internacional contra Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua. E igual que en los casos particulares, poco le importa al imperio la pureza inmaculada de dirigentes o procesos: lo que busca es estigmatizar, descalificar, enjuiciar, encerrar, derrotar, destituir como ya hizo en Honduras, Paraguay y Brasil con el mismo discurso.
Igual que desde el 2001 en todo el mundo. Invasiones en Libia, Irak, Afganistán, ocupación militar en Palestina, guerras en Siria, Yemen, etc. y en todos lados en defensa de los derechos humanos.
No se puede seguir alegando ingenuidad o ignorancia. Ya no.
No es cierto que la opción es la defensa de los derechos humanos o su violación por los regimenes corruptos, autoritarios, etc. de Maduro, Ortega o Assad, en todos lados la opción es imperialismo o autodeterminación de los pueblos. Y sin no, repasemos las acciones de la OEA, la ONU, la Corte Penal Internacional y los infinitos altos comisionados, comisiones, tribunales internacionales de garantías, etc. cuando los golpes de Estado en Honduras,en Paraguay, en Brasil, y los intentos de Bolivia, Venezuela, Ecuador, o la masacre de niñas y niños en Gaza por el Estado terrorista de Israel y su aliado el Estado terrorista mayor de los EE.UU.
No se trata de exigir igualdad de tratamiento en una absurda teoría de los dos
demonios redimida, se trata de dejar de reconocer a las organizaciones
internacionales el respeto que no merecen. Porque nunca lo merecieron puesto que
nunca superaron el equilibrio de fuerzas (en el mejor de los casos y por poco
tiempo) que se logró al fin de la Segunda Guerra Mundial por el esfuerzo de los
gobiernos de los países socialistas, la izquierda revolucionaria comunista y las
fuerzas democráticas de todo el mundo que conquistaron la declaración de los
derechos humanos de 1948, la de castigo al delito de genocidio en el mismo año y
el reconocimiento de los derechos económicos sociales en 1964. Pero nunca dejo
de ser un reconocimiento forzado para el capitalismo, un reconocimiento en la
forma y no en el acceso real a dichos derechos. De hecho luego de 1948 el mundo
asistió a los mayores genocidios de la historia y a la más grande violación de
derechos de las personas.
Nunca antes
tantas personas han carecido de cualquier derecho y son tratadas como
basura, literalmente, de verdad.Pero al implosionar la Unión Sovietica y demolerse el mundo socialista, los EE.UU . empezaron un raíd que recorre las guerras de conquista en la década de los noventa (Panamá, Granada, Irak, Iran, Afganistán y siempre Palestina) para llegar al 11 de Setiembre del 2001, el Acta Patriotica y la demolición sistemática no solo de los principios de los derechos humanos sino del derecho mismo, reemplazado por el “derecho del enemigo” que sencillamente niega derechos a los que no comparten sus valores. Bullrich dixit.
Y todo eso se expresa en la subordinación de los aparatos judiciales país por país (salvo donde sobreviven gobiernos con alguna autonomía) y de los organismos internacionales de derechos humanos de manera absoluta, incluyendo las grandes federaciones, fundaciones y empresas de derechos humanos y/o ecológicos. Los hechos y los datos son tantos que cualquiera los puede econtrar solo, pero en mi texto La verdadera historia de Patrice Derian y Jane Kirkpatrick, el “destino manifiesto” de los EE.UU. y sus continuadores [3] doy abundante información comprobada.
Pero hagamos una última comparación, ¿qué hizo el sistema internacional de garantías de los derechos humanos por Santiago Maldonado, por Nahuel o por Milagro, Fernando y los otros presos políticos? ¿Alguien hablo de invadir Jujuy? ¿Los que hoy piden derrocar a Maduro y a Ortega, siquirea dijeron dos palabras por nuestros muertos? Son ellos los que ponen la doble vara, los que desprecian los derechos de las mayorías de Brasil, Venezuela, Colombia, Argentina, de Cuba con el bloqueo, de la América toda.
Aunque suene setentista, sigue siendo simple: patria o colonia.
Cada uno elige
Pero sólo los que elijan patria,
autodeterminación de los pueblos, antiimperialismo y rechazo a las imposiciones
imperiales que pretenden aislar y voltear a los gobiernos que no se les someten
podrán sostener la bandera de los derechos humanos.
La causa de los derechos humanos no se mancha
con la OEA y los cipayos de Trump, Macron o Santos.
Notas:
Blog del autor: http://cronicasdelnuevosiglo.com/
---
México - REMA: 10 años en
la defensa de la vida y el territorio
27
de junio de 2018
"Luchamos para contrarrestar, visibilizar y llevar a la rendición de cuentas a
quienes, de forma inhumana y violando todos los derechos humanos, hacen pedazos
el territorio nacional, depredan nuestros bienes naturales, desmantelan la
comunalidad, identidad y cultura de los pueblos, dañan la salud, contaminan el
medio ambiente y criminalizan o asesinan a las y los opositores que luchan
contra la falsa promesa de 'progreso y desarrollo' que promueve, protege y
legitima la clase política mexicana."
Nuestra
lucha es simple; ¡FUERA MINERAS DE NUESTRO TERRITORIO!
Nuestras razones contundentes; ¡APOSTAMOS POR LA VIDA Y LA COMUNALIDAD!
Nuestra forma de hacerlo es; ¡ORGANIZARNOS CONTRA
Nuestras razones contundentes; ¡APOSTAMOS POR LA VIDA Y LA COMUNALIDAD!
Nuestra forma de hacerlo es; ¡ORGANIZARNOS CONTRA
EL DESPOJO Y EL
DESPLAZAMIENTO FORZADO!
Hace diez años, en junio de 2008, nació la Red
Mexicana de Afectados por la Minería (REMA), con el propósito de establecer
un frente nacional de lucha
organizada contra el Modelo Extractivo Minero en México. Desde entonces, luchamos para contrarrestar, visibilizar y llevar
a la rendición de cuentas a quienes, de forma inhumana y violando todos los
derechos humanos, hacen pedazos el territorio nacional, depredan nuestros bienes
naturales, desmantelan la
comunalidad, identidad y cultura de los pueblos, dañan la salud, contaminan
el medio ambiente y criminalizan o asesinan a las y los opositores que luchan
contra la falsa promesa de “progreso y desarrollo” que promueve, protege y
legitima la clase política mexicana.
Baja California Sur, Cd. de México, Colima, Chiapas, Chihuahua,
Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Oaxaca, Puebla, San Luis
Potosí, Veracruz y Zacatecas, son los estados en los que REMA está
integrado en alianza con comunidades y grupos de base, ongs,
académicos,
periodistas, ciudadanas y ciudadanos quienes
hemos asumido el reto de
implementar una agenda común y un método
de trabajo
que nos permite avanzar en nuestros propósitos, sobresaliendo entre ellos, un
rotundo NO a la Minería a cielo abierto, de tumba y relleno y tóxica.
Derivado de nuestro presente, con por lo menos 2 mil localidades que han declarado su Territorio Libre de Minería, revalidamos nuestro compromiso de continuar luchando contra la simulación de la consulta y el consentimiento previo, libre e informado que pretende establecer el gobierno federal con procedimientos amañados y seudodemocráticos, en donde nuevamente son las empresas mineras, utilizando la sumisión de la clase política, sus principales promoventes. En ese contexto, REMA reivindica los procesos basados en la libre determinación, autonomía y autogestión comunitaria bajo el pleno ejercicio y defensa de los derechos colectivos, por lo tanto, son los pueblos quienes definen sus propios procesos y mecanismos de auto-consulta y consentimiento.
Asimismo, manifestamos nuestra oposición
contra los lineamientos que desde
instancias internacionales y nacionales pretenden imponer por medio de “Los
Principios Rectores Empresariales”, porque son principios cargados de
demagogia, con los cuales las empresas esconden y contrarrestan los daños que
ocasionan, y a cambio enaltecen la Responsabilidad Social Empresarial, la
minería verde o sustentable y otras incoherencias que social, ambiental y
científicamente es imposible puedan probarlo, al mismo tiempo que, a través de
la creación de instancias especiales como las/os “Ombudsperson”, abren
falsas ventanillas para la atención de conflictos que solamente sirven para
administrarlos, ante la falta de fuerza política y jurídica que tienen para
llevar a las empresas y a los empresarios a la rendición de cuentas.
Refrendamos nuestro compromiso de acompañar de forma solidaria, gratuita y con
lo que esté a nuestro alcance, a todas aquellas comunidades quienes deseen y
crean que podemos aportar a su lucha contra el Modelo Extractivo Minero.
Como REMA
también asumimos la misma lucha en Latinoamérica, con nuestros hermanos del
Movimiento Mesoamericano en Contra del Modelo extractivo Minero (M4), en
donde convergen luchas desde Perú hasta Canadá, porque estamos claros que
vivimos la misma problemática, ya que el Modelo Extractivo es uno de los
segmentos impuestos por el sistema capitalista, que hoy se pondera en el mundo
como el principal eje económico y político, a la vez que también es la principal
causal del empobrecimiento social y económico de los pueblos.
Celebramos estos primeros diez años y estamos seguros que
continuaremos creciendo de forma organizada.
Fraternalmente,
Red Mexicana de Afectados por la Minería
Red Mexicana de Afectados por la Minería
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Mexico_-_REMA_10_anos_en_la_defensa_de_la_vida_y_el_territorio
No hay comentarios:
Publicar un comentario