sábado, 30 de junio de 2018

Interpelémonos sobre qué Estado establecieron Kirchner y Gioja al privilegiar la comunidad de negocios con el poder económico e imperialista.

Para superarlo (desde la Ciencia Digna, 
el Mayo Francés del 68 y 
la Reforma Universitaria del 18)

en su creciente carácter antipopular
según multiplica "zonas de sacrificio".

Nos exige dejar de dar la espalda a los pueblos y sus organizaciones en lucha contra los extractivismos, también a la criminalización de los desposeídos. Parte de la autorreflexión respecto a porqué preferimos discursos-acciones de presidentes e intelectuales mediáticos, ¿será por aceptar nuestra subordinación al poder institucionalizado de decisión? Continúa en plantearnos porqué la mayoría de nosotros todavía cree en que el pan peronismo o el volver a otro gobierno CFK nos traerá la paz pese a conocerlos mercachifles a la vez que autoritarios.


Lo evidente es que no se nos ocurre confrontar con el enemigo principal: la alianza de capitales y estados imperialistas con los locales. Tampoco los partidos de izquierda la desenmascaran  en sus genocidios de larga data al diagnosticar el presente y focalizan tanto en Macri como en derrotar el ajuste. Achican su función justo hoy cuando el capitalismo está en guerra de distintas modalidades contra los pueblos, cuando es tan patente la incompatibilidad de sus intereses con los de los diversos de abajo y está en crisis estructural, persisten con el fuera Macri como si ignorasen usar los hechos-procesos de la realidad nacional e internacional para demostrar a qué grado de destrucción-degradación política, social, económica, ambiental y humana está conduciendo el sistema-mundo.


Revisemos la historia de este siglo. Reparemos que Néstor Kirchner asume continuar el modelo del dólar alto que estableció Roberto Lavagna como ministro de Eduardo Duhalde en 2002 recomponiendo el poder de acumulación gran capitalista. Busquemos una de las explicaciones de Rolando Astarita al respecto para desmitificar la economía de la postconvertibilidad en tiempos que resuena el "Volveremos". Reflexionemos sobre:


Fuga de capitales, dólar y modelo K
31 de octubre de 2011

Por Rolando Astarita
Esta nota es continuación y actualización de la que escribí hace un año, en la que discutía cuestiones vinculadas al crecimiento basado en el tipo de cambio alto (“Profundizar…” ). Decía entonces que el tipo de cambio alto había sido clave para la estrategia de desarrollo “industrialista”, desde mediados de 2002. Básicamente porque la devaluación posterior a la ruptura de la Convertibilidad había significado una fuerte caída de los salarios -en términos de dólar y poder adquisitivo-, con la consiguiente mejora de las condiciones competitivas del capitalismo argentino. Sostenía también que a la redistribución regresiva del ingreso se habían sumado equipos industriales renovados durante los 90; una elevada capacidad ociosa; y el congelamiento de tarifas de servicios.
Todo esto se conjugó para elevar la tasa de rentabilidad, en particular de las empresas productoras de bienes transables. Además, el ciclo alcista de los precios de los alimentos, y en particular la soja, dieron un poderoso oxígeno extra al crecimiento, habilitaron ganancias extraordinarias al agro (suba de la renta de la tierra), y una constante inyección de recursos al Estado. Sin embargo, señalaba en aquella nota, no había habido un desarrollo sustentado en la inversión de equipos y la tecnología. Esto es, no estábamos ante un aumento de la competitividad con bases sólidas. Por eso, en 2010 ya se evidenciaba el desgaste del “modelo”: el superávit comercial se achicaba; la inflación erosionaba la competitividad del tipo de cambio; y el gobierno se enfrentaba a la disyuntiva de devaluar, o de retrasar el tipo de cambio a fin de frenar la inflación. Pero en este último caso, caería aún más la competitividad. Escribíamos: “Si el gobierno promueve una depreciación de la moneda, acelera la inflación, con poca ganancia en competitividad. Si por el contrario, retrasa el tipo de cambio, agrava los problemas de competitividad, acercándose a un escenario parecido al de los noventa. De hecho, hoy algunos sectores industriales empiezan a quejarse de que con este tipo de cambio no pueden competir. Es posible que de prolongarse esta situación, hacia fin de 2011 el tipo de cambio real vuelva a estar al nivel de la Convertibilidad. Aunque la situación internacional es distinta de la existente en los noventa, principalmente por la suba de la demanda mundial de materias primas”.
A pesar de las señales que estaba dando la economía, muchos defensores del modelo K de crecimiento siguieron afirmando que “el modelo tiene bases sólidas”, y que sólo los ciegos “catastrofistas de izquierda”, o la derecha golpista, podían encontrar algún problema serio. La idea dominante en este sector es que, en tanto haya estímulos de demanda, la inversión crecerá más o menos automáticamente. Una tesis que se ha mantenido contra viento y marea.
Fuga de capitales
También en una nota anterior, de septiembre de 2010 (ver aquí), decíamos que en Argentina se mantenía una de las características típicas del atraso, que una parte muy importante de la plusvalía se volcaba al consumo suntuario, la inversión inmobiliaria, o iba al exterior. Con respecto a esto último, señalábamos que las inversiones de argentinos en el exterior obedecían a una lógica de valorización financiera, y que los rendimientos de esas inversiones se reinvertían en el exterior, de manera que representaban una importante sangría en términos netos del excedente. La contrapartida de esta salida era que la inversión en plantas, equipos e infraestructura productiva, si bien había mejorado en algún punto del PBI con respecto a los 90, continuaba siendo relativamente débil. Por eso concluíamos que “hay un fuerte crecimiento (del PBI), y cierto aumento de la participación de la inversión con respecto a los niveles promedio de los noventa, pero sin que pueda hablarse de algún cambio estructural. Una parte fundamental del excedente sigue saliendo del país; aunque a diferencia de la década de los noventa, ahora esa salida está financiada por el superávit de cuenta corriente. … La salida de capitales sigue poniendo en evidencia la estrecha vinculación de la clase capitalista argentina con el capital mundializado, particularmente con el capital financiero”.
Naturalmente, los defensores del “modelo productivo” siguieron mirando para otro lado. Pero los hechos son testarudos, y las cosas siguieron complicándose, hasta llegar a la actual coyuntura. En los últimos tres meses el Banco Central ha vendido más de 4100 millones de dólares. Según la consultora Ecolatina, la formación de activos externos del sector privado se incrementó de un ritmo promedio mensual de 300 millones de dólares en el período enero 2003 a marzo 2008 a 1.500 millones por mes entre abril 2008 y junio 2010. El marco de esta fuga de capitales es una macroeconomía en la que las señales del desgaste del “modelo” son inocultables. El superávit comercial pasó de más del 4% del PBI en 2007 a aproximadamente el 2%. Las reservas del Banco Central bajaron desde más de 52.500 millones de dólares a fines de 2010, a 47.580 millones hoy; esto a pesar de que tomó préstamos de bancos europeos. Las reservas de libre disponibilidad (las que exceden la base monetaria, y con las que el Gobierno paga deuda externa), se evaporaron. El crecimiento de los depósitos bancarios se ha frenado, y las tasas de interés han subido al 15% para los minoristas (estaban al 10%) y hasta el 20% para los grandes depositantes. ¿Esto también formará parte del “modelo productivo”? En cualquier caso, y ante este panorama, es evidente que la disyuntiva de 2010 que comentábamos, se ha hecho más aguda.
Destaquemos que si bien la crisis internacional ha jugado un rol en la fuga de capitales -debido a la devaluación del real, y la desaceleración de la demanda internacional- no alcanza a explicarla. Después de todo, otros países latinoamericanos han estado recibiendo capitales a causa de la crisis internacional, por lo que su problema es el opuesto del argentino: procuran evitar la apreciación de sus monedas. En Argentina, en cambio, la apuesta de muchos grandes inversores, y también de ahorristas pequeños y medianos, es que el precio del dólar finalmente va subir.
Desarrollo desigual y dependiente, y tipo de cambio
Tal vez una de las cuestiones más importantes es entender que la disyuntiva descrita -devaluar o retrasar más el tipo de cambio- se inscribe en un movimiento de largo plazo de la economía argentina, en la que se alternaron los períodos de tipo de cambio alto y bajo, pautados por crisis que marcaron la transición de un período al otro. Por eso, más allá del análisis de la coyuntura inmediata, nos interesa mostrar cómo existe una cierta lógica en estos movimientos, que está vinculada al desarrollo de las fuerzas productivas -en particular, al nivel de productividad- y a las variaciones de la rentabilidad e inversión de los sectores vinculados a la producción de bienes transables (sustitución de importaciones y exportables) y de bienes no transables (en lo que sigue resumo algunas de las ideas que presento en Economía política de la dependencia y el subdesarrollo).
Si se toma como punto de partida 1974 -inicio de la crisis final de la estrategia de sustitución de importaciones-, se advierte que  desde 1977 y hasta comienzos de 1981 rigió un tipo de cambio real bajo (moneda apreciada); que en la década de 1980 y hasta comienzos de 1991, el tipo de cambio fue alto (moneda depreciada); durante la Convertibilidad la moneda se apreció; y a partir de 2002 se vuelve a un tipo de cambio alto, aunque con tendencia paulatina a la apreciación desde 2003, hasta llegar al actual escenario. Aclaramos que cuando hablamos de moneda apreciada nos referimos a un tipo de cambio cercano al nivel de paridad de poder de compra con los países adelantados (en particular, con EEUU). Esto significa que, en promedio, y a igual que sucede con la mayoría de las economías atrasadas, la moneda argentina tiende a ubicarse en un nivelpor debajo de la paridad de poder de compra. Esta depreciación de la moneda en términos reales obedece, desde el punto de vista de la ley del valor trabajo, a problemas estructurales, que tienen que ver, principalmente, con la baja productividad de la industria argentina.

Dada su baja productividad relativa, una manera que tiene la industria de ganar competitividad en el mercado mundial es a través del tipo de cambio real alto, que implica bajos salarios en términos de la moneda mundial (dólar o euro). Sin embargo, debido a los impulsos inflacionarios que derivan de este régimen cambiario, a mediano plazo casi inevitablemente se generan las condiciones para la reversión hacia el tipo de cambio bajo. Y son estas variaciones bruscas del tipo de cambio, las que generan cambios también bruscos y profundos en las tasas de rentabilidad de los sectores productores de bienes transables y los productores de bienes no transables; y con ellos, de sus tasas de crecimiento e inversión. Con tipo de cambio alto, los sectores productores de transables aumentan su rentabilidad, lo que lleva aparejado el aumento de inversiones en el sector; pero baja la rentabilidad y la inversión en los sectores de no transables. A su vez, con la moneda apreciada, los sectores transables ven disminuidas sus ganancias, y los de no transables las incrementan, y con ella la inversión y el crecimiento. El resultado es que se asiste a un desarrollo desigual, profundamente desestructurado. Los cambios bruscos de la rentabilidad de los sectores debilitan las inversiones de largo plazo, fundamentales para superar el subdesarrollo. Los diferenciales de productividad se acentúan, porque ora un sector, ora el otro, sufre períodos más o menos prolongados de baja rentabilidad y por lo tanto de baja inversión y renovación tecnológica. En los 90, por ejemplo, en tanto en teléfonos, o producción y transporte de electricidad, se realizaban inversiones y se expandían, muchas industrias productoras de transables, en especial intensivas en mano de obra -textiles, calzado, etc.-, languidecían. De la misma manera, el parque industrial se renovaba parcialmente, pero el sector productor de máquinas herramientas trabajaba con un 50% de capacidad ociosa, promedio. En los 2000, por el contrario, sectores de productores de bienes exportables, o sustitutos de importaciones, prosperaron; pero amplios sectores productores de servicios, o energético, se retrasaron. Significativamente, la balanza energética pasó a ser deficitaria, luego de haber tenido superávit en los 90 y buena parte de los 2000.

Este crecimiento desestructurado se refleja entonces en la situación cambiante del sector externo, y las dinámicas de precios. Los períodos de tipo de cambio alto, posteriores a una devaluación, dan lugar a mejoras rápidas y sustanciales de la balanza comercial (o en la balanza de cuenta corriente). Los productores de transables con ventajas competitivas naturales -ejemplo, el sector productor de granos- obtienen plusvalías extraordinarias, bajo la forma de ganancias extraordinarias, o alta renta agraria. Eventualmente, en una coyuntura de altos precios internacionales de las materias primas, una parte de la renta puede captarse con impuestos y destinarse a subvencionar industrias proveedoras de insumos y servicios, a los efectos de sostener el tipo de cambio real alto. En estos períodos el crecimiento industrial se caracteriza por ser principalmente extensivo -esto es, empleador de mano de obra- y la renovación tecnológica relativamente débil. La competitividad del sector transable es alta, pero porque está asentada en una alta explotación del trabajo (salarios bajos, precarización del empleo, etc.), y en la contención de los precios de insumos y servicios esenciales.
Erosión del tipo de cambio “competitivo”
No es de extrañar entonces que a mediano plazo la ventaja competitiva se erosione, en la medida en que los precios de los bienes no transables y los salarios, especialmente de los sectores sindicalizados, buscan recuperar el terreno que han perdido con la devaluación. Por eso, a mediano o largo plazo, las falencias y contradicciones estructurales no pueden superarse con meros remedios monetarios. No se trata de conspiraciones de los golpistas, como he escuchado de boca de algún intelectual K de Carta Abierta, sino de las leyes de la acumulación (y la explotación) capitalista. La cuestión de fondo es que la debilidad de la inversión -y del despliegue de la investigación y desarrollo- no permite superar el atraso y ganar competitividad genuina a la industria. Hoy, en Argentina, la balanza comercial industrial es fuertemente deficitaria (en las manufacturas de origen industrial, por unos 20.000 millones de dólares), luego de casi una década de crecimiento “industrialista” K. El problema puede agudizarse bruscamente si algunos de los socios comerciales deprecia su moneda; como acaba de suceder con Brasil.
En consecuencia, las presiones inflacionarias, que tienen origen cambiario, no dejan de acentuarse. Los sectores productores de no transables no invierten si no mejoran los precios relativos, y en el mediano o largo plazo, los precios de servicios y otros insumos comienzan a subir. Si además, el gobierno ha mantenido tarifas congeladas, a costa de crecientes subsidios, es probable que aparezcan déficit fiscales crecientes. La monetización del déficit (esto es, cubrirlo con emisión), da lugar a mayores presiones inflacionarias, acrecentando la desconfianza hacia la moneda nacional. En definitiva, las presiones inflacionarias terminan erosionando la competitividad cambiaria. Al crecer la desconfianza, se potencia el flujo de fondos hacia el dólar o el euro. El ahorro (más precisamente, atesoramiento) ocurre en moneda extranjera. Al caer los depósitos en moneda nacional, los bancos elevan las tasas de interés, para detener la sangría. Lo cual no es precisamente un estímulo para la inversión productiva. Todos estos factores no dejan de empujar hacia la devaluación.

Devaluaciones, inflaciones y reversiones cambiarias
Pero la devaluación de la moneda no es una solución sencilla, ya que puede dar lugar a nuevas devaluaciones, que eventualmente desembocan en altas inflaciones (o hiperinflaciones). Lo cual es insostenible, como lo demuestra la experiencia argentina de los 80 y principios de los 90. Es que con alta inflación los salarios bajan en términos reales -es inevitable que pierdan la carrera con los precios- pero también con una moneda en constante pérdida de valor se embotan los mecanismos del mercado. Entonces es imposible comparar los tiempos de trabajo. Por eso, en el extremo, la economía se dolariza. El dólar pasa a ser moneda no sólo de atesoramiento, sino también medida de valor y medio de pago (los contratos se fijan en dólares, etc.). Se generan así las condiciones para la reversión hacia la moneda “fuerte”. El anclaje del tipo de cambio está en la lógica del proceso, ya que se busca fijar la variable que ha estado en el origen del impulso inflacionario, y restablecer la disciplina del mercado, tanto sobre los capitales menos productivos, como -y principalmente- sobre los trabajadores. Es por esta razón que las razones que lleva a los períodos de apreciación de la moneda se incuban en las fases de crecimiento que se sostienen en el tipo de cambio alto. Algo de esto se ve en el panorama actual; la apreciación del peso de los últimos años está en la mecánica del crecimiento de los 2000. Sin embargo, hoy la economía argentina no está ante un escenario de crisis aguda, al estilo de lo ocurrido en 2001. Pero dicho esto, también hay que decir que el panorama se ha agravado. Desde hace muchos meses el gobierno ha venido retrasando el tipo de cambio para frenar la inflación, esto es, ha aplicado una receta típica de la década de 1990. Pero por esto en los últimos tiempos se ha apreciado la moneda; con lo cual se debilitó uno de los pilares del “modelo”, el tipo de cambio alto. Por eso también, en los hechos, ha comenzado a establecerse otra paridad entre el peso y el dólar, a través del mercado no oficial (o negro). Esta dicotomía -atraso del tipo de cambio oficial, depreciación de la moneda en el paralelo- es otra expresión de las disyuntivas que enfrenta el “modelo K”. Paralelamente, los subsidios a industrias productoras de servicios y similares (eléctricas, transporte, pero también forestal y agroalimentaria), no han dejado de aumentar. En 2010 el Estado transfirió unos 48.000 millones de pesos a las empresas, un 45% más que en 2009. Y sólo en los primeros seis meses de 2011, alcanzaron 32.366 millones de pesos, un 73% más que en igual período de 2010. El “ajuste” significaría un aumento de las tarifas, esto es, un caída del poder adquisitivo de los salarios, en primer lugar. Pero también agregaría presión a los impulsos devaluatorios. Subrayamos: en estas condiciones, una devaluación se descargaría sobre los trabajadores, bajando los salarios. Aunque puede dar lugar a una agudización de las luchas salariales. Por eso la propia clase dominante es reacia a aplicar este remedio. Pero por otra parte, el actual esquema ha comenzado ha hacer agua.

En conclusión, lo que está sucediendo hoy en Argentina -fuga de capitales, depreciación de hecho de la moneda- refleja que el crecimiento de los 2000 no ha permitido superar las estructuras del atraso y la dependencia. Negar esta realidad hablando sobre el “modelo de matriz diversificada y acumulación con inclusión social”, equivale a marearse con palabrerío vacío.
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Fuga de capitales, dólar y modelo K


Subrayemos el cinismo de los gobiernos K ya que han operado, enriqueciéndose, contra las necesidades e intereses populares durante décadas y destaquemos la incapacidad del grueso de militantes e intelectuales K de dudar o averiguar el trasfondo de la conciliación con el capitalismo local. Rolando Astarita expresa lo que observamos durante más de una deKada: "A pesar de las señales que estaba dando la economía, muchos defensores del modelo K de crecimiento siguieron afirmando que 'el modelo tiene bases sólidas'”
Hubo y hay mucho más que cooptación en los científicos e intelectuales K, prueban la involución de pensamiento-acción resultante del proceso de reorganización nacional que planificara la alianza de capitales y estados imperialistas con los locales e implantara como políticas de estado mediante la dictadura genocida y los partidos de estado (PJ y UCR) durante la democracia restringida desde 1983 hasta hoy. También dichos científicos e intelectuales se formaron y brillaron para el coloniaje. Por eso la Ciencia Digna es la que se rebela contra el papel que le asigna el sistema y denuncia como lo hace la Unión de Científicos comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina: En la coyuntura actual, el debate se ha extendido al rol y el desarrollo de una ciencia cada vez más dependiente de los poderes hegemónicos, violando el derecho a una ciencia autónoma para beneficio directo de la sociedad que la produce. En ese contexto los cultivos transgénicos, son vehículos diseñados, no para alimentar al mundo, sino para la apropiación sistemática e instrumental de la naturaleza; y sin duda un instrumento estratégico de control territorial, político y cultural, de una nueva etapa neocolonial que impone tecnologías que satisfagan la nueva fase de acumulación en la organización global del capitalismo.”
Pero sobretodo consideremos la mansedumbre implícita en la obsecuencia al matrimonio K y la pérdida de valores-principios de quienes identificándose K fueron izquierdas revolucionarias en los sesenta-setenta. Sobre todo choca su insensibilidad ante los pueblos, comunidades y organizaciones populares que resisten y luchan contra las injusticias ambiental y social. Aún más, resulta incomprensible cómo no los sublevó el comportamiento del matrimonio K y su núcleo duro de aplicar el vaciamiento planificado de los potenciales de cambio social en un número crítico de los diversos de abajo. Indaguemos con Miguel Mazzeo en:

Argentina. 

Repensar una herencia Darío Santillán:

a 16 años de la Masacre de Avellaneda*

18 de junio de 2018
Herencia e invención: la figura de Darío Santillán a 16 años de la Masacre de Avellaneda. Dossier colectivo.
Por Miguel Mazzeo
¿Que representa hoy la figura de Darío Santillán para la militancia popular? ¿Qué proceso histórico colectivo, qué experiencias, vivencias y saberes emancipatorios pueden percibirse en el recorte de esta figura individual? ¿Existen condiciones históricas para una proyección social amplia y efectiva de lo que representa Darío?
De manera instantánea se nos presentan muchos elementos, todos entrelazados: un ethos popular reconstructor de relaciones humanas y vínculos comunitarios; un espacio horizontal que asume la igualdad como punto de partida (“naide más que naide”) y que está abierto a todos los debates y a todas las inquisiciones; un conjunto de prácticas generadoras de auto-estima en los y las de abajo y unos mecanismos productores de auto-respeto comunitario; un espacio simbólico articulador de experiencias de base bien diversas pero no contradictorias; la recuperación por parte de los y la de abajo de las fuerzas de la cooperación expropiadas por el poder dominante (burgués y despótico); una intensidad de los lazos políticos que no cabe en los esquemas teóricos tradicionales; un rechazo radical de los valores del enemigo; un desborde de las formas de la estatalizad y una trasgresión de lo instituido; una ruptura con los procesos formadores de no-sujetos: electoralizados, carecientes, demandantes; un momento radiante y efímero de restitución de la imaginación política radical; un desafío lanzado al núcleo mismo de la dominación del capital.
Pensamos que la voz de Darío jamás ha dejado de trasmitirnos un mensaje principal que resuena en nuestros oídos más o menos así: si se trata de rebelarse contra la injusticia, de llevar a la práctica una utopía libertaria, de construir colectivamente una patria/matria para los y las de abajo, cuenten conmigo. Para administrar el orden de cosas existente, para recomponer desde arriba el vínculo entre el pueblo y el Estado burgués, llamen a otros y a otras.
Darío es el signo de una subjetividad política marcada a fuego por la rebelión popular de diciembre 2001. Un representante genuino del atisbo de una breve subjetividad revolucionaria en la Argentina desolada de la post Dictadura. La expresión de un momento de la historia preñado de posibilidades para los y las de abajo, de un instante fugaz de amor colectivo. El emblema de la politización del hambre y no de su moralización. Darío es, al mismo tiempo, chispa y pradera. El símbolo de un impasse.

Se podrá argumentar que muchos de estos sentidos remiten a aspectos micro-políticos y subjetivos, a la región de los afectos. Es cierto. Pero estamos convencidos de que en esos aspectos se dirimen las posibilidades de un proyecto radical y se juega la posibilidad de que lo colectivo se torne político. Esos aspectos son fundamentales en los procesos de politización popular. Darío también remite a un intento (fallido hasta ahora) de anclar y fundar una macro-política popular en estos aspectos micro-políticos del universo plebeyo, para que lo colectivo-político pueda trascender lo fragmentario, para proyectar y generalizar lo interno.
Consideramos que la pregunta estratégica que Darío nos dejó instalada es la siguiente: ¿Cómo hacer para que los afectos, los vínculos intersubjetivos y las praxis anticipatorias de la sociedad nueva y buena que anidan en cooperativas, huertas, comedores, merenderos, talleres, centros culturales, experiencias de comunicación alternativa, asambleas, piquetes, movilizaciones, etc., se constituyan en soporte de un proyecto político popular? ¿Cómo contribuir a la producción de una relación dialéctica entre praxis y proyecto? Todavía no hemos rozado la respuesta.
Si bien muchos de los sentidos que vinculamos con la figura de Darío aún habitan en los subsuelos y en los pliegues de la conciencia de un par de generaciones de militantes jóvenes, con desazón debemos asumir que hoy se hallan insertos en embutidos indescifrables. Han perdido terreno frente a otros sentidos y otros lazos. Otras intensidades, otros universos simbólicos, otras interacciones, atraviesan a las organizaciones populares. No estamos seguros de su productividad.
Muchas de las predisposiciones militantes actuales tienden a ser pragmáticas, centristas, “realistas”; tienden a calzarse el uniforme de representantes o benefactores de las masas. Nos topamos con militancias que suceden en los marcos de las lenguas oficiales. Hablan clisés. Prefieren disputar las instituciones en lugar de sustituirlas. Un gobierno de derecha, devastador e impiadoso, que viene bajando el piso de las demandas en todos los órdenes, no hace más que ratificarles la línea. En ocasiones, estas militancias se afincan en estadios corporativos y nutren la complacencia perezosa de las dirigencias que difieren el porvenir, frenando deliberada o inconscientemente los procesos de maduración política del pueblo. O, en sus peores versiones, reeditan el vandorismo en la clave del pobretariado y el precariado. Vandorismo para pobres, algún lugar subordinado en inviables frentes policlasistas. Por ahí, sospechamos, no supura ni arde la herencia de Darío.
Ya, con una mínima distancia temporal de por medio, podemos ver como el «extractivismo» operó sobre el cuerpo social de diversos modos. No sólo desde lo material, también se ensañó con algunas ideas y algunos afectos. Este vaciamiento produjo en una franja importante del activismo social y político popular un desinterés cada vez mayor por lo micro-político y lo subjetivo y, paralelamente, promovió la fetichización de la macro-política y la gestión estatal, lo que creó condiciones para la articulación de lo antagónico, para la integración subordinada de lo popular en el marco de proyectos ajenos. De a poco, muchos espacios que alguna vez funcionaron como usinas para una nueva radicalidad política, terminaron dispersos y/o subsumidos en una nueva liviandad política.
Para muchas organizaciones populares cada vez resultan menos improbables (y menos descabellados) los escenarios de vecindad con los responsables políticos del asesinato de Darío. De ningún modo estamos planteando que se trata de un efecto deseado, simplemente conjeturamos que determinadas dinámicas pueden conducir a esas inmediaciones. Sólo identificamos un riesgo derivado de una vocación de poder que se mueve en marcos estrechos y convencionales. Una vocación de poder sin horizonte emancipatorio que convierte a las identidades, a las ideologías y a los proyectos populares en rasgos accesorios de una flexibilidad infinita.
Por su parte, los espacios donde los sentidos que unimos a la figura Darío se mantienen más productivos, tienden a escindir lo micro-político de lo macro-político, la experiencia de base del proyecto general. Por lo general, la riqueza de la experiencia micro-política no se condice con el carácter menesteroso de las opciones macro-políticas, la capacidad de invención social no se condice con la monotonía de las instituciones convencionales. Seguimos fallando en la construcción de un proyecto a la altura de las mejores construcciones de base, las más autónomas, las más democráticas y menos delegativas, las más anticapitalistas, las más antipatriarcales, las que mejor prefiguran el futuro socialista. Existe el riesgo de diluir esos sentidos en las participaciones –absolutamente necesarias– en los espacios resistentes más extensos, pero también existe la posibilidad de que estos sentidos calen hondo en estos espacios.
Tal vez en el “extractivismo” arriba mencionado radique la auténtica “pesada herencia” del progresismo argentino: en las “amplias masas” que serializó, en la productividad social y política que despotenció y en el poder que le restituyó a los burócratas, a los punteros y a todos los agentes del “neoliberalismo desde abajo”; en su reemplazo de los espacios y dispositivos de experimentación política, social y cultural que se habían desarrollado espontánea y democráticamente en la sociedad civil popular por otros espacios y dispositivos típicamente estatales, mercantiles y verticales. Una forma de vaciamiento peculiar que abrió las puertas para otros vaciamientos en todas las esferas. Mientras tomó iniciativas valiosas en el nivel macro-político y hasta permitió el desarrollo de algunas lógicas estatales reparadoras, el progresismo argentino mutiló palabras claves que habían nacido para cuestionar a fondo el statu quo, silenció las voces más autónomas y disruptivas. Ahora cantan los dueños del silencio y de los proyectos del retorno progresista en versión degradada.
 
Por eso es una tarea imprescindible repensar el legado de Darío, los sentidos de una figura como la de Darío. Repensarlos para encontrar las formas más adecuadas de administrarlos en circunstancias históricas en que rigen tiempos políticamente uniformadores y no tiempos de impasse, unas formas que re-actualicen ese legado y esos sentidos pero que al mismo tiempo conserven sus núcleos innegociables. También para liberar a Darío de los ejercicios retóricos y estéticos, de las significaciones superficiales y oportunistas. Para delimitar la parte más auténtica de esa herencia, la que es memoria que trabaja para la cohesión popular y prolongada, la que es lenguaje fraternal y religante; la parte más disruptiva, la más nuestra. La parte que espera para ser re-activada, no para acompañar los proyectos “alternativos” de la gobernabilidad capitalista en la Argentina sino para impugnarlos.
Lanús Oeste, 12 de junio de 2018.
*Dossier conjunto realizado por La luna con gatillo, Contrahegemonía web y la sección Comuner@s en la orilla de Resumen Latinaomericano.
Fuente: 
Comprobemos que las luchas contra el neoliberalismo las dieron diversos de abajo mientras que el PJ, la UCR y sus derivaciones lo promovieron e impulsaron. Sobre todo, descubramos que los gobiernos K se esmeraron en enterrar la rebelión popular contra el neoliberalismo de 2001-2002. Pero no lo consiguieron porque la resistencia al avasallamiento de derechos de los pueblos e individuos y de la naturaleza se despliega como Unión de Asambleas desde 2006.
Tomemos en cuenta el siguiente análisis de Gonzalo Pérez Álvarez.

Chubut: El final de un modelo

de saqueo provincial

 
9 de junio de 2018
En Chubut estamos ante una crisis provincial de características semejantes a la que se vivió a inicios de la década del ’90, surcada por lo que, en aquel momento, se conoció como el “Chubutazo”: un gran proceso de movilizaciones populares que derivó en la renuncia del gobernador Néstor Perl y la asunción de su vice, Fernando Cosentino.
Por Gonzalo Pérez Alvarez* | Fotos: Alex Dukal

Primer acto: el Chubutazo y la década del ’90

Aquella ruptura era parte del proceso de imposición de la hegemonía neoliberal a nivel nacional, de la mano del gobierno del partido justicialista encabezado por Carlos Menem, y como parte de la transformación regresiva que se impulsaba en toda la estructura económica y social del país.
Para algunas regiones, como Patagonia, este cambio era especialmente abrupto: veníamos de décadas de sostenido crecimiento, en torno a un programa desarrollista que impulsaba la radicación de industrias en la región, con el consiguiente arribo permanente de nuevos migrantes y la dinamización de la actividad económica. Las familias trabajadoras que llegaban a Chubut durante las décadas del ’60, ’70 y ’80, tenían la posibilidad de conseguir trabajos relativamente bien remunerados y de acceder a mejorar sus condiciones de vida, aunque esto fuese al costo de extenuantes jornadas de labor y de ver muy poco a sus hijos.
Esa situación de posible crecimiento social fue brutalmente modificada: el triunfante neoliberalismo demandaba profundizar la explotación de todos los bienes comunes (que para su discurso serían, simplemente, “commodities”), transformándolos en mercancías privadas. Uno de los puntales del anterior modelo de desarrollo, aún con sus evidentes imperfecciones, era que la administración de algunos de nuestros bienes comunes (“recursos naturales” para el discurso desarrollista) era llevada adelante por empresas estatales y, por ello, el estado nacional y provincial recibía una relevante porción de lo producido. Cuando se inició la privatización de YPF (un proceso que se completó hacia 1994), de inmediato los estados provinciales dependientes de los recursos petroleros sufrieron el ajuste en sus cuentas.
El hecho de que el “chubutazo” de los ’90 se enmarcó en un proceso nacional lo demuestra que la caída del gobernador en el marco de grandes conflictos sociales sucedió de manera casi idéntica en Santa Cruz, Jujuy y Chubut. En las dos provincias patagónicas el vice que asumió, y los gobernadores que los sucedieron en 1991 (Maestro en Chubut y Kirchner en Santa Cruz) fueron, al menos hasta 1998, seguidores de todas las políticas menemistas, y entusiastas impulsores de la funesta privatización de YPF. El caso de Chubut es interesante, porque Maestro, de la UCR, fue un discípulo del neoliberalismo aún más disciplinado que Kirchner. Eso evidencia la unidad casi sin fisuras entre las direcciones políticas del PJ y la UCR, en torno a los lineamientos estratégicos del saqueo provincial.
Durante los años ’90 los gobiernos radicales profundizaron en Chubut una pero además ellos tuvieron la base que les otorgó la millonada recibida por la privatización de YPF. En lugar de utilizar esos recursos en ampliar la estructura económica regional, los mismos se malgastaron y, si bien nunca nada se investigó (ni siquiera cuando ganó el PJ), seguramente también fueron alimento de las sorprendentes nuevas fortunas que por entonces nacieron, especialmente en la zona del Valle.
En definitiva aquel chubutazo, una legítima lucha de los sindicatos y sectores populares contra el retraso en el pago de sueldos y la situación económica provincial, no consiguió construir una alternativa propia para la resolución de la crisis. Los grupos populares tuvieron peso al momento del conflicto, generaron la lucha, defendieron correctamente sus derechos, pero no consiguieron proponer una alternativa de “nuevo orden” ante la caída de la vieja sociedad desarrollista: así, la clase dominante retomó los peores elementos de aquel viejo orden, le sumó algunos rasgos para disfrazarlo de “nuevo”, y reformó la estructura económica provincial. Los años ’90 serán los de la desaparición del proyecto industrialista, la privatización de los bienes comunes y el despilfarro de la venta de YPF.

Segundo acto: del 2001 al saqueo dasnevista

El quiebre del 2001 también se hizo sentir en Chubut: a los gobiernos radicales le siguió la hegemonía dasnevista, que, con idas y vueltas, se mantendría desde el año 2003 hasta el presente. Es importante recordar aquí, que Das Neves era hasta 1990 el secretario general de Néstor Perl, y uno de los que ejecutó parte del plan para obligarlo a renunciar.
El dasnevismo usufructuó la recuperación económica posterior a la crisis del 2001 y, especialmente, un barril de petróleo que superó durante varios años la histórica cifra de los U$S 100. Sin embargo, nuevamente, en lugar de pensar un esquema de desarrollo con algún grado de sustentabilidad en el tiempo, los dirigentes del gobierno sólo se dedicaron a malgastar ese dinero en obras públicas innecesarias y evidentemente sobre facturadas (quizás, para el Valle, el caso más emblemático fue el del “embellecimiento” céntrico de Trelew).
No había que ser ningún genio de las finanzas para saber que ese precio del petróleo era circunstancial. Al dasnevismo le permitió amasar varias fortunas personales y financiar las sucesivas campañas electorales, especialmente la absurda aventura presidencial del mismo Das Neves, fracasada en 2011… Aún no sabemos cuántos millones se fueron por allí: quizás nunca conoceremos el número de años de un futuro digno para nuestra provincia que así fueron saqueados.
El saqueo fue la marca registrada del dasnevismo. Al sistemático robo del petróleo en manos de las compañías multinacionales, se le sumó el caso más escandaloso de la historia de Chubut: la extensión, ¡por 40 años! de la concesión petrolera a Pan American Energy, desde 2007 a 2047.
Esa prórroga implicó, para PAE, beneficiarse por recursos que superaron los 40.000 millones de dólares: la provincia recibió, a cambio, la miserable suma de 200 millones de dólares. Todavía no sabemos cuánto embolsaron los responsables de ese descarado robo a nuestro futuro: en primer lugar Mario Das Neves, pero también sus ministros y diputados: Norberto Yahuar, Javier Touriñán, Néstor Di Pierro, Martín Buzzi, entre otros.
A ese saqueo estructural le siguieron otras extensiones de concesión. A su vez, en todo el largo período dasnevista, se sostuvo el saqueo en la actividad pesquera, que nunca fue controlada por el estado provincial, permitiendo a las empresas privadas (especialmente de capitales europeos) la depredación de nuestro litoral marítimo. Esa práctica se había iniciado en los ’90 y se profundizó durante el dasnevismo de la mano de su antiguo “superministro” Yahuar (luego ministro nacional del área).
En los años posteriores al 2003 se impulsó la privatización y concentración de tierras, para lo cual era necesario acentuar la praxis represiva contra el pueblo mapuche-tehuelche. Grandes millonarios extranjeros y argentinos se apropiaron de miles de hectáreas, desplazando a sus legítimos pobladores y transformando lo que era propiedad de muchos en simples mercancías privadas. Una importante porción de la tierra de Chubut, de sus bosques, lagos, ríos y montañas, dejaron de ser de todas y todos, para pasar a ser propiedad de unos pocos. En la zona del Valle la privatización de la costa del río Chubut es quizás el ejemplo más evidente; en la cordillera y la costa marítima son innumerables…
Das Neves gobernó directamente del 2003 al 2011. Ese año se lanzó, con nuestro dinero, a su tragicómica campaña presidencial, e impuso, a dedo, al siguiente gobernador provincial: el casi desconocido Martín Buzzi. Ambos compartieron el acto fundante del dasnevismo: la entrega a PAE. La posterior ruptura personalista llevó a que Das Neves debiese conformar un nuevo partido, el ChuSoTo (Chubut Somos Todos), con el cual ganaría las elecciones del año 2015.
Desde el inicio de su último gobierno Das Neves se lanzó a una enloquecida carrera de endeudamiento externo, que sólo podía terminar mal: pero claro, un gobernador acostumbrado a “gestionar” con un barril a 100, no sabía qué hacer con el petróleo por debajo de los 50. Menos aún cuando su primer acto de gobierno fue la increíble decisión de subsidiar a las “pobres” petroleras, para que no ganasen tanto menos. En los dos años finales de su vida, Das Neves terminó de saquear la provincia, hipotecando las regalías petroleras de los próximos gobiernos.
Los casos de corrupción recientemente “descubiertos” y el encarcelamiento de parte de la cúpula dasnevista (aunque, eso sí, aún no se tocó a nadie de la familia Das Neves, ni a ninguna familia “ilustre” del Valle) son apenas una muestra del saqueo estructural que representó esa línea política para Chubut. El previsible fallecimiento de Das Neves (al ser elegido se sabía que sufría una enfermedad terminal) dejó un gobierno políticamente débil e inexperto, un partido gobernante sin liderazgo y fragmentado entre distintas bandas con intereses económico-personales, y una provincia saqueada, fundida y sobre endeudada. Ninguno de los bienes comunes claves es provincial y todo ha sido privatizado: en los últimos años se sumó al negocio privado la producción energética, vía la consolidación del monstruo económico que es Aluar, y a través de las concesiones a los parques eólicos, que se llevan la energía producida por nuestra naturaleza sin dejar ni siquiera algunos puestos de trabajo en Chubut.

 

Tercer acto: nuevo “chubutazo”… ¿nuevo futuro?

La crisis económica de Chubut, varias veces prevista, hizo eclosión a poco de asumir la gobernación Mariano Arcioni. Un déficit que en 2017 llegó a $6.232 millones y un endeudamiento con vencimientos cada vez más cercanos y que supera los $29.000 millones, más la falta de aportes del gobierno nacional, llevaron a que el 2018 comenzase con atrasos en el pago de sueldos y la cancelación de varios servicios esenciales.
Con una economía en plena recesión, esa medida sólo consiguió contraer aún más el consumo popular e impactó de inmediato en el empleo privado. La inflación en Patagonia es la más elevada del país, con un incremento del 4,7% entre los meses de enero y febrero. Además la desocupación en el aglomerado urbano Trelew-Rawson llegó al 8,9% en la última medición, la más alta de Patagonia y la segunda a nivel nacional (sólo está peor Mar del Plata). Es un dato especialmente preocupante, ya que se trata de la región que concentra la mayoría del empleo provincial de Chubut: demuestra que el empleo privado está absolutamente en retroceso.
A estas cifras se suma que la producción petrolera de enero-febrero cayó un 3,3% en Chubut, acumulando un descenso del 9,7% desde 2015. Los anuncios de inversiones y creación de fuentes de trabajo, promesas tantas veces hechas por las operadoras petroleras, siguen siendo una mentira: mientras el estado provincial las financió cuando el barril de petróleo estaba bajo a nivel internacional (ese gasto es una de las claves que explican el déficit provincial), hoy, que volvieron a ganar dinero, no “derraman” nada sobre Chubut.
La deuda tomada por Das Neves fue en bonos a diez años, en dólares, garantizados con regalías hidrocarburíferas y regidos por la ley de Nueva York. La deuda pública de Chubut se incrementó un 140% y pasó de representar el 49% al 94% de sus ingresos. Arcioni, como primera medida relevante de gobierno, aceptó la presión nacional y consiguió que se apruebe el “pacto fiscal”: esto ya impactó en las cuentas chubutenses, anulando diversos ingresos que hasta entonces tenía la provincia; su firma limita la autonomía provincial e impide formular impuestos propios. Si bien hasta marzo los municipios lograron pagar los sueldos, en gran medida gracias al efecto arrastre del pago anticipado de impuestos, la quita del impuesto a ingresos brutos será un golpe muy significativo, que dificultará aún más el manejo de sus finanzas.
Todo parece un escenario ideal para que el gobierno nacional profundice su presión para imponer la megaminería en Chubut: lo descarado de la extorsión que está en marcha no hace necesario dar demasiados ejemplos, al menos para quienes vivimos en esta provincia. Día a día las operaciones de prensa “muestran” que la megaminería sería la receta mágica para solucionar todos los males financieros, asegurar el pago de los salarios a los trabajadores, solucionar la deuda con los proveedores del estado y refinanciar la deuda externa. Cuando terminaba de escribir este artículo, el 29 de marzo, nos enteramos que ocho intendentes presentaron un proyecto a la Legislatura para habilitar la megaminería: Cambiemos los utiliza para que parezca un pedido de esos pueblos necesitados, cuando es sólo una maniobra de un grupo de ambiciosos y nada representativos políticos, y de las grandes multinacionales que los financian.
Las y los chubutenses ya hemos demostrado, hasta el cansancio, que no queremos esa actividad contaminante en nuestro territorio: para los poderosos este sería el paso final en su modelo de saqueo y privatización de todo lo que son nuestros bienes comunes. La megaminería sería la privatización definitiva de la tierra, las montañas, el agua. Y sólo nos dejaría contaminación y muerte: pero, a cambio, los poderosos ganarían miles de millones de dólares. Ellos lo saben, por eso están dispuestos a todo. Pero, esta vez, parece que nuestro pueblo también sabe que nada bueno puede esperarse de ese proyecto: como máximo algunos años de relativa “prosperidad”, para luego caer en una ruina total.
Macri y Aranguren seguirán intentando imponer ese proyecto. Nosotros, movilizados, podremos impedirlo. Las grandes movilizaciones de trabajadores no tardaron en ponerse en marcha ante el atraso salarial, así como las huelgas y retenciones de servicio. La conformación de la mesa de unidad sindical y la masividad de las marchas hacen remedar de inmediato a las impresionantes movilizaciones del año ’90, aquellas conocidas nacionalmente como “chubutazo”. Pero hoy parece existir una nueva conciencia: la mayoría de las y los trabajadores no quieren que, para pagarse sus salarios, se abra la puerta a la megaminería. En esa conciencia se expresa una experiencia acumulada de luchas económicas, sociales, ambientales y de derechos humanos, que es parte, al menos, de una fracción importante del pueblo que hoy ocupa las calles de Chubut.
Esa experiencia es la que debemos retomar, esa fuerza social que se expresa en las calles, para hacerla proyecto político transformador, logrando que no sólo digamos “NO a lo viejo”, sino que, además, podamos construir, desde abajo, un “nuevo Chubut”.
Los que buscamos generar profundas transformaciones sociales cargamos siempre con un peligro: ser capaces de romper lo viejo, pero incapaces de construir lo nuevo. Gramsci, ese gran dirigente revolucionario, decía que lo complejo de los momentos de crisis orgánica, era que lo viejo ya no podía vivir cómo antes, pero que a la vez se resistía a morir, y que lo nuevo aún no tenía la suficiente fuerza para nacer. Así, el “nuevo orden” que se imponía tras el momento de abierto conflicto, solía ser una reconfiguración de lo viejo, de ese orden moribundo pero resistente, apenas con algún nuevo disfraz. Por eso, quienes pretendemos transformar la realidad, debemos hacer un gran esfuerzo para tratar de poner en pie “un nuevo orden”. No limitarnos a enfrentar lo viejo, a decir ya no queremos este gobierno o ese sector dirigente, sino también a construir lo nuevo.
El pueblo trabajador no quiere, ni puede, vivir en un estado de permanente conflicto. Tras los momentos de irrupción popular, sectores cada vez más importantes empiezan a buscar soluciones: si quienes intentamos transformar las cosas no las ofrecemos, aquellos que sólo buscan profundizar el saqueo las disfrazarán.
En los ’90 el chubutazo dio por tierra el antiguo orden, pero esa fuerza social popular no pudo construir un orden nuevo favorable a las mayorías populares. En su lugar se consolidó el saqueo y la depredación. Hoy el contubernio de los partidos tradicionales nuevamente busca dar otra vuelta de tuerca a ese saqueo: la anhelada imposición de la megaminería terminaría de cerrar todos los cepos sobre nuestro futuro.
Desde el pueblo, desde abajo, debemos entonces construir la alternativa. La misma necesita expresar en una propuesta política unificada que diga sí a lo nuevo, esa fuerza popular que se expresa en las calles diciendo no a lo viejo. Lo nuevo será un estado provincial que recupere la administración de sus bienes comunes, que imponga impuestos a las grandes compañías, que impulse la producción a partir de encadenamientos productivos locales, que dinamice la economía desde la defensa del medio ambiente y el cuidado de la naturaleza, que construya un estado eficiente que multiplique la obra pública, rompiendo con el esquema corrupto de los políticos y empresarios que saquearon la provincia.
Eso debemos construir, un nuevo Chubut, un verdadero futuro.
*Gonzalo Pérez Álvarez, integrante de Movilización y Acción por un Pueblo Unido (MAPU)

 Nos están definiendo caminos emancipatorios las organizaciones de luchas desde abajo e incluso nos muestran la construcción de la unión de Nuestra América para la autodeterminación de nuestros pueblos. Valoremos su aprecio por todos los pueblos de modo que aprendemos también de aquéllos en resistencia a narcoestados y estados terroristas como el de Colombia que UNASUR lo reconoce democracia.

Pero comencemos constatando cómo una izquierda comunista nos quiere imponer el antiimperialismo falso de los gobiernos progresistas y reconocerlos a estos últimos como expresión de autodeterminación de los pueblos. Luego comparemos ese discurso desde la soberbia y la autopercepción de ser paradigma de la entrega a la causa libertaria con el de la Red Mexicana de Afectados por la Minería para comprender que el anticapitalismo es nuestro rumbo emancipatorio y democrático hacia buenos vivires convivires abajo en el continente-mundo. En fin, recordemos para no olvidar ni perdonar el balance de una deKada extractiva de Darío Aranda. Leer
Inédito desafío para los organismos de derechos humanos de Nuestra América
No convertirse en “legitimadores” por izquierda de la operación continental de recolonización imperial en curso.
29 de junio de 2018
Por José Ernesto Schulman (Rebelión)
Una especie de Cóndor dos con máscara judicial y organizaciones internacionales de derechos humanos como garrote.
El largo ciclo de luchas populares democráticas antidictatoriales erosionó el dominio imperial impuesto por la seguidilla de golpes de estado iniciado en Guatemala y Paraguay en 1954, continuado en Brasil (1964), Argentina (1966), Chile (1973), Uruguay (1974) y de nuevo Argentina (1976), para nombrar sólo algunos porque de hecho, como señala el historiador venezolano Virgilio Beltrán, para 1968 el 62% de los países de Latinoamérica, África, Medio Oriente y Asia sudoccidental, estaban “gobernadas por dictaduras militares” impuestas por los EE.UU. y consentidas desde la lógica de la lucha anticomunista que se conoció como doctrina Kirkpatrick, por la representante ante la ONU de los EEUU desde 1980, que ella misma resumió brutalmente los gobiernos autoritarios tradicionales son menos represivos que las autocracias revolucionarias”. O lo que es lo mismo: sostendremos a todas las dictaduras anticomunistas y combatiremos cualquier gobierno que pretenda el menor nivel de autonomía de nuestro dominio.
Es patético como algunos prefieren idealizar a Patrice Derian, funcionaria de la misma época que aparentaba compasión con las victimas y prefieren olvidar a Kirkpatrick, a Kissinger, la Junta Interamericana de Defensa generando la falsa ilusión de “contradicciones al interior del bloque de poder imperial” y otras pamplinas de ignorante.
Para fines de la década del ochenta casi todos los gobernantes eran electos por mecanismos de participación popular en un formato institucional que hasta el final del siglo XX sería caracterizado por Eduardo Galeano como el de “democraduras”, para escándalo del progresismo que ya dominaba ampliamente en el movimiento popular de Argentina y América Latina (uno de los resultados tangibles de la tortura y la derrota de los 70, que el posibilismo no triunfó solo sino de la mano de los vencedores estratégicos).
En la Argentina, a los que nos atrevimos a descalificar el gobierno de Alfonsín como una “democracia restringida” (luego de la claudicación de Semana Santa de 1987 que clausuró por quince años el proceso de Memoria, Verdad y Justicia y clausuró el discurso de “transición democrática”) fuimos estigmatizados como “gente que subestima la democracia”, justamente nosotros que en aras de impedir el golpe de Estado de 1976 dimos vidas y militancia sin límite antes y después del triunfo de Videla.
Al ciclo de las “democracias restringidas”, tuteladas por los EE.UU. y monitoreadas por el FMI con el objetivo de reorganizar el capitalismo regional con el bastón financiero de la deuda externa y el consenso neoliberal de ajustes sin fin, con su crisis devastadora de pueblos y derechos, le siguió un ciclo de gobiernos populares (por su origen y basamento) distribucionistas (aunque no alteraron el patrón de producción ni de propiedad, se apropiaron de una parte de las rentas obtenidas de los commodityes para ampliar el consumo de millones) con opción por la integración latinoamericana no asimétrica y fuera del control absoluto que los yankee tenían desde los cincuenta del siglo pasado.
Si el símbolo del ciclo militar había sido la picana y el de las democracias restringidas la urna, el ciclo progresista quedará en la memoria por la presencia del pueblo en plazas y calles de Nuestra América, presencia importante pero no decisiva para romper la lógica del posibilismo progresista que no pudo (ni tampoco quiso, ni quiere) enfrentar los desafíos de un bloque de poder oligárquico enfurecido por las acciones y la palabra de este ciclo: Integración, Patria Grande, fin de la impunidad, aumento de salarios, prestaciones y subsidios, autonomía.
Aunque muchos creían en la existencia de una “derecha democrática” (como Verbitsky [1] y Natanson [2] se encargaron de estimular en Argentina) los gobiernos populares y/o progresistas (no entro en la discusión semántica ni rigurosa de la calificación, la dejamos para otra ocasión) sufrieron acoso e intentos de golpe de Estado desde el comienzo: en Venezuela en el 2002 y desde el 2017 otro en curso sin cesar, en Ecuador en 2010, en Bolivia una intentona fascista en Santa Cruz de la Sierra en 2008 que desembocaron en el nuevo ciclo de golpes de Estado en Honduras (2009), Paraguay (2012) y Brasil (2017) y a un nuevo ciclo de dominación que bien podemos simbolizar con la toga de los magistrados judiciales y la gorra del penitenciario carcelero. Moro y el carcelero de Lula.
Una verdadera operación continental de dominación colonial se lleva a cabo para tumbar los gobiernos del ciclo progresista que resisten del mejor modo, o sea del modo que pueden, con las fuerzas que cuentan y el respaldo popular y latinoamericano que conquistan; para debilitar la fuerza popular organizada en todos lados y cortar los lazos solidarios que vienen de Bolívar y San Martín, de Fidel y el Che, de Unasur y todas las luchas antiimperialistas, democráticas y de fortalecimiento de la causa única de Patria Grande Libre o colonias divididas; y todo con el objetivo evidente de arrasar con las conquistas (no solo de las logradas en la década sino en toda la historia) y que toda América, desde México a la Patagonia, sea patio trasero, playa de maniobras y tierra proveedora de riquezas para el imperio del Norte.
A esta altura de los hechos solo los que no quieren ver pueden alegar ingenuidad ignorante ante los pilares de esta operación colonial: el uso de los sistemas judiciales locales para fabricar causas falsas de corrupción sobre la base de “testigos arrepentidos” y la utilización de los espacios interestatales para acusar a los gobiernos de Cuba, Bolivia, Venezuela, Nicaragua y todo aquel que se atreva a desafiar su poder omnímodo de ser “violadores de los derechos humanos”.
En una reflexión sobre la relación entre los saberes populares, el sentido común y los proyectos imperiales, Eduardo Rosenzvaig se preguntaba por qué pudo implantarse la Ley Federal de Educación y la Reforma Educativa Neoliberal de los noventa en la Argentina, y se contestaba: por la misma razón que los judíos entraban desnudos a los falsos baños/cámaras de gases mortales; los judíos creían a los nazis cuando les decían que llevasen consigo sus objetos queridos para no perderlos y los intelectuales progresistas argentinos creyeron a Menem que iba a considerar la Educación Popular de Paulo Freyre o las ideas de Vigotsky.
¿Ingenuos? ¿crédulos? ¿suicidas? Diga Vd.
El imperio se aprovecha de nuestras conquistas, del periodo de vigencia de las constituciones y de algunas acciones de justicia contra el terrorismo de Estado del pasado. De ese modo “limpió” de culpas a un poder judicial heredero del orden colonial diseñado y formateado por la preeminencia indiscutible de la defensa del orden burgués y las relaciones de fuerzas nacionales e internacionales. El capitalismo y el Imperialismo.
El imperio hace un doble juego con la justicia y con las instituciones internacionales como la ONU, la OEA y los Institutos Jurídicos resultantes de la Segunda Guerra Mundial y los esfuerzos del siglo XXI por instalar un derecho internacional de los derechos humanos que vele por la dignidad humana más allá de los gobiernos nacionales: trata de destruirlo y de usarlo para su dominación exigiendo respeto a sus autoritarias decisiones.
Para ser concretos: el warfare no solo es una causa armada contra Lula o Milagro; también es el accionar internacional contra Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua. E igual que en los casos particulares, poco le importa al imperio la pureza inmaculada de dirigentes o procesos: lo que busca es estigmatizar, descalificar, enjuiciar, encerrar, derrotar, destituir como ya hizo en Honduras, Paraguay y Brasil con el mismo discurso.
Igual que desde el 2001 en todo el mundo. Invasiones en Libia, Irak, Afganistán, ocupación militar en Palestina, guerras en Siria, Yemen, etc. y en todos lados en defensa de los derechos humanos.
No se puede seguir alegando ingenuidad o ignorancia. Ya no.
No es cierto que la opción es la defensa de los derechos humanos o su violación por los regimenes corruptos, autoritarios, etc. de Maduro, Ortega o Assad, en todos lados la opción es imperialismo o autodeterminación de los pueblos. Y sin no, repasemos las acciones de la OEA, la ONU, la Corte Penal Internacional y los infinitos altos comisionados, comisiones, tribunales internacionales de garantías, etc. cuando los golpes de Estado en Honduras,en Paraguay, en Brasil, y los intentos de Bolivia, Venezuela, Ecuador, o la masacre de niñas y niños en Gaza por el Estado terrorista de Israel y su aliado el Estado terrorista mayor de los EE.UU.
No se trata de exigir igualdad de tratamiento en una absurda teoría de los dos demonios redimida, se trata de dejar de reconocer a las organizaciones internacionales el respeto que no merecen. Porque nunca lo merecieron puesto que nunca superaron el equilibrio de fuerzas (en el mejor de los casos y por poco tiempo) que se logró al fin de la Segunda Guerra Mundial por el esfuerzo de los gobiernos de los países socialistas, la izquierda revolucionaria comunista y las fuerzas democráticas de todo el mundo que conquistaron la declaración de los derechos humanos de 1948, la de castigo al delito de genocidio en el mismo año y el reconocimiento de los derechos económicos sociales en 1964. Pero nunca dejo de ser un reconocimiento forzado para el capitalismo, un reconocimiento en la forma y no en el acceso real a dichos derechos. De hecho luego de 1948 el mundo asistió a los mayores genocidios de la historia y a la más grande violación de derechos de las personas.
Nunca antes tantas personas han carecido de cualquier derecho y son tratadas como basura, literalmente, de verdad.
Pero al implosionar la Unión Sovietica y demolerse el mundo socialista, los EE.UU . empezaron un raíd que recorre las guerras de conquista en la década de los noventa (Panamá, Granada, Irak, Iran, Afganistán y siempre Palestina) para llegar al 11 de Setiembre del 2001, el Acta Patriotica y la demolición sistemática no solo de los principios de los derechos humanos sino del derecho mismo, reemplazado por el “derecho del enemigo” que sencillamente niega derechos a los que no comparten sus valores. Bullrich dixit.
Y todo eso se expresa en la subordinación de los aparatos judiciales país por país (salvo donde sobreviven gobiernos con alguna autonomía) y de los organismos internacionales de derechos humanos de manera absoluta, incluyendo las grandes federaciones, fundaciones y empresas de derechos humanos y/o ecológicos. Los hechos y los datos son tantos que cualquiera los puede econtrar solo, pero en mi texto La verdadera historia de Patrice Derian y Jane Kirkpatrick, el “destino manifiesto” de los EE.UU. y sus continuadores [3] doy abundante información comprobada.
Pero hagamos una última comparación, ¿qué hizo el sistema internacional de garantías de los derechos humanos por Santiago Maldonado, por Nahuel o por Milagro, Fernando y los otros presos políticos? ¿Alguien hablo de invadir Jujuy? ¿Los que hoy piden derrocar a Maduro y a Ortega, siquirea dijeron dos palabras por nuestros muertos? Son ellos los que ponen la doble vara, los que desprecian los derechos de las mayorías de Brasil, Venezuela, Colombia, Argentina, de Cuba con el bloqueo, de la América toda.
Aunque suene setentista, sigue siendo simple: patria o colonia.
Cada uno elige
Pero sólo los que elijan patria, autodeterminación de los pueblos, antiimperialismo y rechazo a las imposiciones imperiales que pretenden aislar y voltear a los gobiernos que no se les someten podrán sostener la bandera de los derechos humanos.
La causa de los derechos humanos no se mancha con la OEA y los cipayos de Trump, Macron o Santos.
Notas:
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México - REMA: 10 años en 

la defensa de la vida y el territorio

27 de junio de 2018
"Luchamos para contrarrestar, visibilizar y llevar a la rendición de cuentas a quienes, de forma inhumana y violando todos los derechos humanos, hacen pedazos el territorio nacional, depredan nuestros bienes naturales,  desmantelan la comunalidad, identidad y cultura de los pueblos, dañan la salud, contaminan el medio ambiente y criminalizan o asesinan a las y los opositores que luchan contra la falsa promesa de 'progreso y desarrollo' que promueve, protege y legitima la clase política mexicana."
Nuestra lucha es simple; ¡FUERA MINERAS DE NUESTRO TERRITORIO!
Nuestras razones contundentes; ¡APOSTAMOS POR LA VIDA Y LA COMUNALIDAD!
Nuestra forma de hacerlo es; ¡ORGANIZARNOS CONTRA 
EL DESPOJO Y EL DESPLAZAMIENTO FORZADO!
Hace diez años, en junio de 2008, nació la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA), con el propósito de establecer un frente nacional de lucha organizada contra el Modelo Extractivo Minero en México. Desde entonces, luchamos para contrarrestar, visibilizar y llevar a la rendición de cuentas a quienes, de forma inhumana y violando todos los derechos humanos, hacen pedazos el territorio nacional, depredan nuestros bienes naturales, desmantelan la comunalidad, identidad y cultura de los pueblos, dañan la salud, contaminan el medio ambiente y criminalizan o asesinan a las y los opositores que luchan contra la falsa promesa de “progreso y desarrollo” que promueve, protege y legitima la clase política mexicana.
Baja California Sur, Cd. de México, Colima, Chiapas, Chihuahua, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Veracruz y Zacatecas, son los estados en los que REMA está integrado en alianza con comunidades y grupos de base, ongs,  académicos, periodistas, ciudadanas y ciudadanos quienes hemos asumido el reto de implementar una agenda común y un método de trabajo que nos permite avanzar en nuestros propósitos, sobresaliendo entre ellos, un rotundo NO a la Minería a cielo abierto, de tumba y relleno y tóxica.
Derivado de nuestro presente, con por lo menos 2 mil localidades que han declarado su Territorio Libre de Minería, revalidamos nuestro compromiso de continuar luchando contra la simulación de la consulta y el consentimiento previo, libre e informado que pretende establecer el gobierno federal con procedimientos amañados y seudodemocráticos, en donde nuevamente son las empresas mineras, utilizando la sumisión de la clase política, sus principales promoventes. En ese contexto, REMA reivindica los procesos basados en la libre determinación, autonomía y autogestión comunitaria bajo el pleno ejercicio y defensa de los derechos colectivos, por lo tanto, son los pueblos quienes definen sus propios procesos y mecanismos de auto-consulta y consentimiento.
Asimismo, manifestamos nuestra oposición contra los lineamientos que desde instancias internacionales y nacionales pretenden imponer por medio de “Los Principios Rectores Empresariales”, porque son principios cargados de demagogia, con los cuales las empresas esconden y contrarrestan los daños que ocasionan, y a cambio enaltecen la Responsabilidad Social Empresarial, la minería verde o sustentable y otras incoherencias que social, ambiental y científicamente es imposible puedan probarlo, al mismo tiempo que, a través de la creación de instancias especiales como las/os “Ombudsperson”, abren falsas ventanillas para la atención de conflictos que solamente sirven para administrarlos, ante la falta de fuerza política y jurídica que tienen para llevar a las empresas y a los empresarios a la rendición de cuentas.
Refrendamos nuestro compromiso de acompañar de forma solidaria, gratuita y con lo que esté a nuestro alcance, a todas aquellas comunidades quienes deseen y crean que podemos aportar a su lucha contra el Modelo Extractivo Minero.
Como REMA también asumimos la misma lucha en Latinoamérica, con nuestros hermanos del Movimiento Mesoamericano en Contra del Modelo extractivo Minero (M4), en donde convergen luchas desde Perú hasta Canadá, porque estamos claros que vivimos la misma problemática, ya que el Modelo Extractivo es uno de los segmentos impuestos por el sistema capitalista, que hoy se pondera en el mundo como el principal eje económico y político, a la vez que también es la principal causal del empobrecimiento social y económico de los pueblos.
Celebramos estos primeros diez años y estamos seguros que continuaremos creciendo de forma organizada.
Fraternalmente,
Red Mexicana de Afectados por la Minería
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Mexico_-_REMA_10_anos_en_la_defensa_de_la_vida_y_el_territorio
   

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