Desde abajo y a la
izquierda tal tarea nos exige ante todo
revisar
conceptos que,
por nuestra confusión
ideológica,
posibilitaron
más de una deKada.
A. La internacionalización de
la economía en perspectiva
8 de octubre de 2015
Por Rolando Astarita
En los últimos años se ha señalado, repetidas veces, que la economía argentina se ha extranjerizado. Por ejemplo, hace algunos años Pablo Manzanelli y Martín Schorr escribían en Página 12: “En cuanto al nivel de extranjerización, en 1993 un cuarto de las 200 empresas más grandes del país eran controladas por el capital extranjero y explicaban el 23 por ciento de las ventas totales. Tras el intenso proceso de desnacionalización del entramado empresario en la década de 1990 y su consolidación en la posconvertibilidad, en 2009, 117 compañías transnacionales pasaron a ocupar el ranking de las 200 líderes, alcanzando a representar más de la mitad de la facturación.
Si bien las inversiones foráneas se expanden a lo largo del tejido económico, es muy acentuada en los mercados con ventajas comparativas y/o institucionales de privilegio, que son los más beneficiados durante la posconvertibilidad. Tales son los casos de las ramas asentadas en el procesamiento de recursos básicos con escaso grado de transformación local como minería, hidrocarburos, agroindustria, commodities industriales y la armaduría automotriz” (“Dolores de la posconvertibilidad”, 30/01/12). Schorr enfatizó el punto en el debate que tuvimos sobre los legados del gobierno K (aquí).
También Rafael Malthus Ruiz señalaba el fenómeno, a mediados de 2009: “La apertura de la economía y las privatizaciones abrieron el juego a las compras y ventas y al aterrizaje de grupos extranjeros en los 90. La primera oleada de ventas, que incluyó la mayoría de las privatizaciones, ocurrió entre 1993 y 1995. Luego hubo otro gran período de ventas, entre los años 1996 y 1998. En esos años, holdings, fondos de inversión y empresas se quedaron con marcas emblemáticas como Villavicencio, Terrabusi, Bagley y Canale, petroleras como Comercial del Plata y EG3, bancos como el Río, el Francés o el Roberts, automotrices como Sevel, la refinería Astra, la fábrica de pinturas Alba, y bodegas como Peñaflor, Trivento, Norton, Navarro Correas, Etchart y Graffigna. Empresas europeas como Repsol, Telecom, Telefónica, Endesa, Gas Natural, Electricité de France (EDF) y el grupo Suez coparon el mercado de servicios públicos. Las dos últimas ya se fueron del país. La avanzada brasileña se quedó con Loma Negra, Alpargatas, Quilmes, los frigoríficos Swift, CEPA, Quickfood y Col-Car y la petrolera Perez Companc, que fue absorbida por la estatal Petrobras. El banco Itaú se quedó con el Buen Ayre, y la siderúrgica Acindar, que pertenecía a la familia Acevedo, fue absorbida por la brasileña Belgo Mineira. Ambas forman parte ahora del grupo Arcelor Mittal.
La firma agroindustrial Los Grobo, con el fin de expandirse en el Mercosur, incorporó como socio al grupo PCP. Fue la primera firma en recibir capitales extranjeros durante la presidencia de Cristina Kirchner”.
Malthus Ruiz decía asimismo que grupos mexicanos y chilenos habían entrado en el país: Cencosud, que controla Jumbo, Disco, Easy y Súper Vea, compró Blainstein. Falabella adquirió Pinturerías Rex; el grupo chileno CCU compró Bieckert, Imperial y Palermo; y Bethia compró Milkaut. En cuanto a los mexicanos, Telmex se quedó con CTI, Techtel y Ertach; Bimbo compró Fargo; Televisa compró Editorial Atlántida (“Desnacionalización de empresas”, La Nación, 21/06/2009). Otros autores también han subrayado que la economía argentina se ha extranjerizado.
Una tendencia mundial con impulso en el capital
La extranjerización de la economía argentina parece entonces innegable. Sin embargo, no se trata de un fenómeno local, ya que se inscribe en la tendencia a la internacionalización del capital. Esto es, el punto de partida para explicar la desnacionalización de la economía argentina no son las políticas “nacionalmente débiles” de los Kirchner, los Menem o cualquier otro gobierno, sino la naturaleza del capital.En palabras de Marx, “la tendencia a crear el mercado mundial está dada directamente en la idea misma del capital. Todo límite se le presenta como una barrera a salvar” (Grundrisse, p. 360, t. 1, edición Siglo XXI). Las políticas particulares están “atravesadas” por este universal.
En otros términos, es la dialéctica –la ley interna del movimiento- del capital: el fin y la condición de su existencia es la valorización del valor, y esto encierra el impulso incesante a ampliar mercados, a proletarizar, a subsumir fuerzas productivas bajo su mando, por encima de cualquier frontera. Por eso, la escala del análisis no debe ser la nación, sino el mismo capital. Esto significa que no hay que buscar la razón de ser de la globalización en algo exterior al capital, ni su causa en circunstancias más o menos contingentes, como conspiraciones, inclinaciones ideológicas de tales o cuales gobiernos, y semejantes. Estos factores actúan sobre los ritmos y formas, pero no sobre la tendencia de fondo. (…)
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B. Pobreza K y el yelmo de niebla
10 de octubre de 2015
Por Rolando Astarita
La cuestión de cuánta pobreza hay en Argentina sigue metiéndose en los debates de campaña electoral. Es que todo indicaría que el índice de pobreza, medido según los criterios del viejo INDEC, estaría cercano al nivel de los finales del gobierno de Menem (que era del 27%). De ahí el empeño kirchnerista de tapar el asunto. Así, el 26 de marzo pasado el ministro Kicillof declaró que “no tengo el número de pobres, pero me parece una medida bastante estigmatizante”. Luego, a mediados de septiembre, y en respuesta al amparo que presentó la diputada Victoria Donda para que la Justicia ordenara al Gobierno difundir los datos de pobreza, el ministro dijo: “Si quiere [Donda] salir en los diarios, que se ponga plumas, se vista de algo, grite”. Y cuando la jueza María José Sarmiento dio lugar al pedido de Donda, la Dirección de Legales del Ministerio de Economía respondió que no podía entregar los datos porque no se mide la pobreza desde finales de 2013.
Pues bien, dado que en muchos círculos se asocia a Kicillof con las ideas de Marx, es conveniente refrescar la importancia que este último daba a las estadísticas sociales, y a la honestidad intelectual y valentía moral con que se elaboren. En el Prólogo de la primera edición de El Capital, escribía:
“Comparada con la inglesa, la estadística social de Alemania y de los demás países occidentales del continente europeo es paupérrima. Aun así, se descorre el velo lo suficiente para que podamos vislumbrar detrás del mismo una cabeza de Medusa. Nuestras propias condiciones [se refiere a Alemania] nos llenarían de horror si nuestros gobiernos y parlamentos, como en Inglaterra, designaran periódicamente comisiones investigadoras de la situación económica; si a esas comisiones se les confirieran los mismos plenos poderes de que gozan en Inglaterra para investigar la verdad; si a tales efectos se pudiera encontrar hombres tan competentes, imparciales e inflexibles como los inspectores fabriles ingleses, como sus autores de informes médicos acerca de la “Public Health” (salud pública), sus funcionarios encargados de investigar la explotación de las mujeres y los niños y las condiciones de vivienda y alimentación, etcétera. Perseo se cubría con un yelmo de niebla para perseguir a los monstruos. Nosotros nos encasquetamos el yelmo de niebla, cubriéndonos ojos y oídos para poder negar la existencia de los monstruos”.
Por supuesto, el objetivo en Argentina es mantener, a como dé lugar, “el yelmo de la niebla”. Para eso, los “amigos del pueblo” no vacilaron en echar o silenciar a los trabajadores “competentes, imparciales e inflexibles” del INDEC. Ni ahora les mueve un pelo apelar a cualquier bajeza, incluso al ataque sexista y reaccionario. Todo vale para disimular el “horror de los monstruos”, las llagas abiertas de este capitalismo dependiente y atrasado.
Pero incluso desde el punto de vista ético, el ocultamiento de las cifras de la pobreza no tiene punto que ver con el ideario socialista. En este respecto, Marx decía que “cuando un hombre trata de adaptar la ciencia a un punto de vista que no deriva de la ciencia misma, (por erróneo que pueda ser), sino de afuera, de intereses ajenos o exteriores, lo califico de ruin”. Y hoy estamos ante “la bajeza absoluta”, puesta al servicio del yelmo de la niebla.
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C. Del Caño y un análisis equivocado
26 de octubre de 2015
Por Rolando Astarita
“El kirchnerismo, con un candidato derechista, le abrió el camino a Macri”. “El kirchnerismo eligió a un candidato derechista, hijo político del menemismo que hace pocos días anunció un gabinete (con Sergio Berni o Alejandro Granados, entre otros) que tranquilamente podría ser nombrado por Mauricio Macri. Frente a esto no sabemos por qué muchos kirchneristas se sorprenden de los resultados que está logrando el PRO”. Son declaraciones de Del Caño -en Izquierda Diariohttp://www.laizquierdadiario.com/– adelantando un primer análisis de los resultados de la elección de ayer.
La declaración es significativa porque atañe a la caracterización de las tendencias de clase que están detrás de los dos candidatos que se enfrentarán en el ballotage. El diagnóstico de Del Caño está en consonancia con la caracterización más general que hace el PTS –pero también otras fuerzas de la izquierda- del kirchnerismo. La idea básica es que éste sería un movimiento reformista burgués, inconsecuente y timorato para enfrentar “a la derecha, los grupos económicos y el imperialismo”, y que por lo tanto habría “claudicado” frente a estos enemigos. En el mismo sentido, se sostiene que el kirchnerismo reflejó “el ascenso de las luchas populares contra el neoliberalismo y la ruptura del 2001”(declaraciones de Bregman en la TV). Por eso, llegados al poder, los gobiernos kirchneristas aprovecharon los mayores márgenes de maniobra frente al imperialismo –posibilitados, en primer lugar, por la suba del precio de la soja- para conceder algunas mejoras a una clase obrera combativa y a los sectores más empobrecidos. Sin embargo, no rompieron con la dominación imperialista, y mantuvieron los numerosos compromisos contraídos por los gobiernos anteriores con el gran capital. De ahí el techo para la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera y los sectores populares, y la acumulación de desequilibrios que se hacen insostenibles.
Por eso, siempre desde este enfoque, se afirma que “las pretensiones reformistas del proyecto kirchnerista se dieron sobre la base de asegurar todos los ‘derechos’ del capital transnacional”. En consecuencia, las soluciones a los problemas de las masas pasarían por romper “con la expoliación imperialista”, controlando sus empresas; acabar “con el dictado de los centros financieros y la banca internacional” y con el poder del “agropower”, y “cuestionar las reglas del juego de la economía capitalista semicolonial”. Y frente a las “claudicaciones” K, lo que se necesita es “no cruzarse de brazos” ante “la descarada desinversión de las grandes empresas, así como ante sus maniobras con el abastecimiento y los precios” (véase La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo, de Esteban Mercatante, Buenos Aires, 2015, IPS. Mercatante es economista y militante del PTS). Puede advertirse que las declaraciones de Del Caño se encuadran en estos análisis.
Mi análisis es muy diferente. Sostengo que la candidatura de Scioli y su programa no son el producto de alguna “inconsecuencia frente a la derecha”, sino la expresión política de las exigencias del capital, en un contexto de crecientes dificultades económicas del capitalismo argentino (véase aquí). Cuestión que también ponen en evidencia los pagos al CIADI o al Club de París, la admisión de que se debe negociar con los holdouts, los acuerdos con Chevron y Shell, la vía libre que se dio a las grandes mineras, el trato “amable” con Monsanto, la colocación de deuda a tasas usurarias y el “reviente” de reservas del Banco Central que está llevando adelante el gobierno K.
No se puede decir que si todo esto lo hace Macri, lo hace porque “es un neoliberal de derecha”, pero si lo hace el kirchnerismo se debe a que “es vacilante y timorato”. Ni hay lugar para sostener que el segundo, por algún error de cálculo, “le abrió el camino a la derecha”. Aquí no hubo error de cálculo, sino convergencia de propuestas burguesas. La forma en que se dividieron los votos entre estas propuestas es una cuestión importante, pero de menor relevancia (y lo más significativo es que el 95% de la población votó a candidatos de la burguesía; ver aquí). Por eso también, hay que decir que los intelectuales K que votaron a Scioli “con la cara larga” no estuvieron confundidos: eran perfectamente conscientes de lo que estaban votando.
En definitiva, análisis como los de Del Caño llevan agua al molino de la confusión, o alimentan la idea de que, de alguna manera, el kirchnerismo es progresivo (¿no sería presionable para que supere sus “vacilaciones”?) en relación al macrismo. La realidad es que el programa de Scioli –el que adelantaron en declaraciones Urtubey, Beim, Blejer- es la herencia lógica del kirchnerismo, y no el resultado de gente “timorata” o “inconsecuente” frente a los poderes establecidos. Es el programa que deriva del “mandato de los inversores”, que es el mismo que se expresó en las propuestas de Macri y de Massa. Un programa que no abrió ninguna puerta nueva, porque esa puerta ya estaba abierta en la orientación de los principales candidatos.
Es por esta razón que ante el ballotage la posición de los socialistas es el voto en blanco (o alguna variante, como el voto nulo). La base teórica y política para una línea de independencia de clase es una correcta caracterización de los intereses de clase que expresan los candidatos.
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D. Coyuntura: ¿Por qué “giro a la derecha”?
1 de noviembre de 2015
1 de noviembre de 2015
“El país gira electoralmente a la derecha”. Esta caracterización, que tomo del sitio web del Movimiento Al Socialismo, a la vista de los resultados electorales, está muy extendida en la izquierda. Pero… ¿por qué se caracteriza a Macri como la derecha de Scioli? ¿Qué hay distintivamente “de izquierda” en el kirchnerismo y Scioli con respecto a Cambiemos, cuando se considera el programa político global?
Por Rolando Astarita
Por empezar, y a la luz de las experiencias pasadas, ¿no es necesario tener algo más de prudencia a la hora de caracterizar como “de izquierda” o “derecha” a candidatos, gestiones y programas? Por caso, en 1983 muchos de los que hoy argumentan acaloradamente que votar en blanco es “facilitar el camino de la derecha”, sostenían, con la misma vehemencia, que Luder (sí, el que pedía amnistía para los milicos del Proceso) y Herminio Iglesias encarnaban la “liberación nacional”, contra el candidato Alfonsín. Y en 1989 decían que el voto “contra la derecha” era Menem. Aunque en 1999 era a la Alianza (¿recuerdan las bondades que le atribuían a la “tercera vía”?) contra Menem. Y en 2003 lo “progresista” era Kirchner, que subía apoyado por Duhalde. Aunque en 2011 la derecha era Duhalde, frente a Cristina Kirchner.
Con un agregado “de yapa”: el mismo “analista social” que recorrió todo este espinel de caracterizaciones, en 1973 me trataba de convencer de que el voto a Perón era de izquierda (después de que Lastiri y López Rega hubieran desplazado a Cámpora); y que en 1976 había un ala militar “progresista” frente al ala “ultra y fascista” de la dictadura. Pero sin llegar a los extremos de las piruetas mentales de la militancia, o ex militancia, PC, el enfoque está instalado: en cada coyuntura aparecen los más que sutiles análisis de las sutiles diferencias para establecer las improbables “líneas divisorias” entre las también sutiles “izquierda y derecha”. Y para abrir la puerta a los oportunismos de ocasión.
¿No es hora entonces de poner un poco de orden en estos vaivenes, asentando los análisis en las relaciones sociales subyacentes, y en la caracterización del régimen político? Por supuesto, un análisis materialista dará un “trazo grueso” en el que no habrá espacio para el verso progre-K del tipo “la construcción retórica de una nueva subjetividad por parte del kirchnerismo se pone en juego en el próximo ballotage en la confrontación de los estilos discursivos”. ¿La nueva “subjetividad” es la que se expresó en el voto del domingo pasado? ¿O es que con este palabrerío “de alto vuelo intelectual” se busca disimular la falta de alternativa real de los teóricos de “la construcción discursiva de lo real” frente a los crecientes problemas que enfrenta la economía argentina?Para “bajarlo a tierra” (aunque sea una tarea sin horizonte cuando se trata de algunos ensayistas, evadidos del rigor de las relaciones sociales reales): ¿qué diferencia de fondo hay entre las condiciones a los inversores que propone dar Scioli y las que propone Macri? La respuesta: ninguna diferencia sustancial, como hemos explicado en otras notas.
Sin embargo, lo más importante es que en estas caracterizaciones, tan superficiales como acomodaticias, subyace un error elemental: considerar que un gobierno capitalista pasa a ser “de derecha” cuando la economía enfrenta dificultades y aplica las medidas que, aproximadamente, aplican todos los gobiernos capitalistas en circunstancias parecidas. El caso de Dilma Rousseff es ilustrativo: “progresista” cuando se estaba en la fase ascendente del ciclo, “derechista” cuando vino la crisis y aplica las recetas “de toda la vida”.
¿Qué dicen ahora los que recomendaban en las últimas elecciones votar a Dilma para “enfrentar el programa de la derecha”? Nada, no dicen palabra. Jamás los vamos a ver hacerse responsables por las irresponsabilidades discursivas a las que nos tienen acostumbrados. Pero es la misma manera de barrer debajo de la alfombra, aquí en Argentina, la historia de los peronistas de izquierda en los últimos 25 años: “derechistas” sosteniendo y participando del gobierno junto a Menem cuando el capital demandaba los “ajustes” (¿o quiénes apoyaron las privatizaciones de YPF, de las cajas de jubilación, del banco de Santa Cruz y similares?); progres “izquierdistas” en la fase de ascenso del ciclo económico y bonanza de los términos de intercambio, para girar al apoyo de un auténtico producto del menemismo en el 2015. Por eso Scioli hoy es la viva corporización de estos vaivenes.
Por supuesto, todo esto se puede disimular agitando el peligro del fascismo, o del golpe de Estado. Pero la realidad es que aquí no está en juego un cambio de régimen político (de democracia burguesa a dictadura militar, o régimen nazi), sino simples variantes al interior del dominio burgués “ad usum” desde 1983.Pero si esto es así, ¿por qué es de “izquierda” pagar hasta el último centavo al Club de París, sin chistar, y es de derecha decir, desde la oposición, que está bien arreglar con el Club de París? ¿Por qué es de izquierda afirmar que en última instancia hay que arreglar con los holdouts (declaración de Kicillof a La Nación), y es de “derecha” prometer que si se llega al gobierno se va a arreglar con los holdouts (declaraciones de Macri, pero también de Scioli)?
Más atrás, y para tocar una “conquista histórica” del gobierno K, ¿por qué el pedido de la oposición burguesa de una asignación universal por hijo era una propuesta “de derecha” durante las elecciones de 2009, pero fue una “medida revolucionaria” cuando la instaló el gobierno de Cristina K por decreto? O también, ¿qué tiene “de izquierda” endeudarse con Venezuela al 15% anual en dólares, o colocar deuda hoy al 10%?
Pero incluso desde el punto de vista de los que defienden el estatismo burgués, ¿qué tiene de “izquierdista” haber destrozado el INDEC y por qué es “derechista” criticar la destrucción del INDEC? ¿Por qué es “izquierdista” haber “logrado” que la matrícula en la escuela pública haya descendido en relación a la matrícula en la escuela privada? ¿Qué tiene de “izquierda” haber vaciado YPF con el grupo Eskenazi? ¿Qué tiene de “izquierda” vaciar de reservas al Banco Central? Y así podría seguir.
Vayamos por un momento a la cuestión ambiental,otro punto axial de cualquier política progresista, sin importar aquí el carácter de clase de un gobierno. ¿Qué tiene de “izquierdista” no haber avanzado en la aplicación de la ley de glaciares? ¿Qué tiene de “izquierdista” no cumplir con la ley de bosques, sancionada hace ya 8 años? ¿Por qué es “de derecha” exigir la aplicación de estas leyes elementales de preservación del medio ambiente, y “de izquierda” negarse a hacerlo?
Por otra parte, ¿qué razones hay para decir que los Alperovich, los Berni, los Urtubey, los Beder Herrera, los Curto, los Insfrán, los Granado, son “de izquierda” comparados con los elementos que trae el macrismo + la UCR + Coalición Cívica? ¿Por qué es “de izquierda” estar con Caló o Yasky, y “de derecha” estar con Moyano? ¿Dónde está la diferencia?
Más en general, ¿por qué está “a la izquierda” la represión a los qom, o a los manifestantes de Neuquén contra los acuerdos de Chevron, y “a la derecha” la represión de la policía metropolitana en el Borda? ¿Por qué están a la “derecha” las escuchas telefónicas de Macri, y “a la izquierda” el proyecto X y la infiltración de los servicios en las organizaciones sociales y los partidos de izquierda? ¿Qué tiene “de izquierda” defender a Milani? ¿O la ley antiterrorista? ¿Qué tiene de “izquierda” decir que hay que bajar la edad de imputabilidad de los menores, designar ejecutores de políticas de mano dura y seguir amparando las torturas en las cárceles como “solución” a la inseguridad en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo? ¿Qué tiene de “izquierda” el ocultamiento por parte de Aníbal Fernández y de Capitanich de las responsabilidades de la policía del Chaco en la muerte de Ángel Verón?
En definitiva, hay un cambio político, pero no porque la sociedad haya “girado de la izquierda a la derecha”, sino porque, dentro del apoyo a las corrientes y gobiernos burgueses, lo que ha cambiado es la coyuntura económica. Tengamos presente el dato fundamental: desde 1983 a la fecha más del 90% de la población ha votado, sistemáticamente, a partidos y candidatos enemigos del socialismo y defensores del régimen capitalista (incluidos los progresistas “a lo Stolbizer”). Es dentro de estos marcos que se desenvuelven las políticas gubernamentales, que cambian ante los cambios del ciclo económico.
De conjunto, en América Latina se asiste a este giro,marcado por la falta de perspectivas del capitalismo estatista, en el contexto de la caída del precio de las materias primas y el crecimiento débil de la economía mundial. La historia de Lula y Dilma es el espejo en el que se puede mirar el progresismo K izquierdista argentino. No hay cambio de régimen (ni se viene el fascismo, como exageran algunos). La clase trabajadora no tiene nada para ganar apoyando a alguno de los dos candidatos principales. Mal que les pese a los apologistas de la “construcción discursiva de la realidad”.
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