Caminos
abiertos por luchas de los pueblos
están creando
el
internacionalismo revolucionario a consolidar y proyectar.
Comencemos por aclarar qué entendemos por
«internacionalismo revolucionario»:
Globalización del gran capital
y
nuevo internacionalismo revolucionario.
2 de noviembre de 2005
nuevo internacionalismo revolucionario.
2 de noviembre de 2005
Por
Narciso Isa Conde
Entre las reflexiones más
importantes y los desafíos más trascendentes del movimiento revolucionario
continental y mundial está lo relacionado con la teoría y la práctica del
internacionalismo en el presente planetario.
Los déficits en ese plano son realmente preocupantes.
En
nuestra América hablar de internacionalismo es hablar de antillanismo, de
latinoamericanismo, de latinocaribeñismo.
Es
emular a Hatuey, Tupac Amaru, Martí, a Emeterio Betances, a Duarte, a Luperón, a
Bolívar, Morazán, Artigas ,San Martín, Máximo Gómez....
En
el mundo actual hablar de internacionalismo revolucionario es emular y
enriquecer a Marx, a Engels, a Lenin, a Trosky, a Rosa Luxemburgo, a Gramsci, a
Mao, a Ho Chi Ming y al inmenso Ché Guevara.
Pero es hablar de todo esto en el contexto del capitalismo y del imperialismo de hoy, en el marco de su globalización neoliberal, partiendo de las luchas actuales y sus actores y asumiendo la recreación teórica y los cambios en la práctica política que exigen las luchas actuales, los nuevos proyectos de democracia, las nuevas variantes del tránsito revolucionario y las nuevas propuestas del socialismo surgidas de las experiencias fracasadas del Siglo XX y de las evoluciones del orden capitalista en pleno Siglo XXI.
La
globalización neoliberal y la guerra infinita practicada desde la unipolaridad
militar a favor de EU son componentes esenciales del internacionalismo de las
derechas y ultraderechas.
Y
a esto es preciso oponerle un internacionalismo que no dejará de ser
proletariado, pero que debe ir mucho más allá de los(as) proletarios(as): deberá
agrupar a todos(as) los(as) que enfrentan el capitalismo altamente concentrado y
sus designios de muerte y sufrimiento, en cada país, en cada región, en cada
hemisferio y en el mundo actual.
Las grandes masas excluidas.
Los sectores medio arruinados.
Los defensores de la vida y la naturaleza.
Las mujeres patriarcalmente y socialmente oprimidas.
Las etnias y nacionalidades oprimidas, discriminadas y marginadas.
Las comunidades abandonadas.
Las poblaciones bombardeadas o desplazadas.
Todos los sujetos dominados y oprimidos .
Todos los actores de las luchas contra la globalización neoliberal y contra las
diversas modalidades de expresión.
Límites de las luchas locales y nacionales.
Es
cierto lo del “techo bajo” de
los procesos nacionales, sobre todo en países pequeños. El aislamiento al
escenario nacional de los cambios se constituye en perspectiva en un factor
adverso al movimiento transformador y favorable a la contrarrevolución imperial
e interna. Los procesos localizados en naciones aisladas o en zonas limitadas
son más fáciles de ahogar, asfixiar, revertir o estancar.
Una estrategia imperial obliga a una estrategia revolucionaria continental y
mundial, sin desmedro de la diversidad y las particularidades nacionales.
Hay que coordinar más las luchas.
Hay que sincronizar más las luchas.
Hay que articular y darle más simultaneidad a los procesos liberadores en todo
el continente y en todo el mundo.
Hay que construir nuevos espacios para un internacionalismo revolucionario
innovador, para una orientación común de la diversidad revolucionaria.
La
aspiración a una humanidad liberada del mal de la explotación, capaz de
autodeterminarse, de autogobernarse y dirigir conscientemente su destino ha sido
un elemento sustancial de la identidad moral del movimiento obrero, de las
fuerzas populares y de la izquierda.
El internacionalismo fue una consecuencia necesaria de una concepción del mundo que pretende transformar la injusta y desigual estructura social poniendo el acento en la necesidad, para lograr estos objetivos, de la unidad de los trabajadores y los pueblos oprimidos del planeta.Hay que decir que esta aspiración ha sido muchas veces una proclamación, más o menos justificadora o testimonial, que una práctica real y una acción plenamente consecuente.En la presente etapa, la crisis de la izquierda ha supuesto una disminución dramática del carácter internacionalista del movimiento, cuando paradójicamente hay una aceleración de los procesos de mundialización del capitalismo.
La globalización: el internacionalismo del gran capital
Estamos frente a una nueva fase de la internacionalización del capital altamente
concentrado y ante una potenciación del internacionalismo de las fuerzas que lo
representan y lo hegemonizan.
Esa realidad ha sido acelerada por los efectos del tránsito hacia un nuevo
patrón de acumulación y gestión basado en la microelectrónica, la informática,
la robótica y otros formidables adelantos tecnocientíficos secuestrados por los
grandes consorcios privados y por los mecanismos estatales bajo su dominio.
En
esta fase concurre también un extraordinario proceso de concentración del
poderío económico, social, cultural-ideológico-comunicacional, político y
militar del capital imperialista y de su sistema de dominación integral.
Vivimos la era de las grandes fusiones empresariales, de la conformación de
potentes redes transnacionales de la concentración de la comunicación en
escogidas y potentes cadenas internacionales, de una altísima concentración y no
menos elevada movilidad y volatilidad del capital especulativo (con capacidad
para quebrar economías nacionales y apropiarse de enormes recursos activos en
cuestión de segundos y minutos).
Vivimos y sufrimos la etapa de las privatizaciones masivas de los patrimonios
estatales, sociales y nacionales a favor del capital transnacional, de la
conformación de los megamercados “libres” vía
el derrumbe unilateral de las barreras proteccionistas en los países
dependientes; de la puesta en práctica de un intenso proyecto de uniformización
y totalitarismo cultural bajo control estadounidense a escala planetaria.
Estamos sometidos a una espectacular modernización de las fuerzas militares y de
su capacidad de despliegue y destrucción a escala global bajo el signo de la
unipolaridad.
Sufrimos, en consecuencia, una franca subversión de la legalidad internacional y
del marco institucional creado con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, y
una espeluznante impunidad de la imposición ?por vías administrativas, políticas
y económicas, por vías militares, por acciones punitivas y represalias diversas?
de los intereses de las cúpulas capitalistas, de los grandes Estados bajo su
control, de las fuerzas dominantes en los EE.UU.... todos ellos situados por
encima de los derechos vitales de casi toda la humanidad y por los derechos
universalmente consagrados.
El
internacionalismo de las poderosas minorías dominantes se expresa hoy más brutal
y descaradamente que nunca, por encima incluso de las dificultades que entraña
la tripolaridad económica y la globalización fragmentada por la competencia
entre las grandes potencias capitalistas.
Unas veces la concertación de la tríada (EU, Japón, Alemanida o Union Europea),
otras las fuertes tendencias transnacionales del capital, y otras la imposición
de la unipolaridad político-militar a favor de EE.UU. y las subordinaciones
forzadas, determinan su avasallador accionar contra los más débiles, contra
naciones periféricas, contra regiones subordinadas o subordinables en mayor
grado y contra las fuerzas del trabajo, del campo popular y de las capas medias
y hasta contra las fuerzas del capital no beneficiarias de la nueva
reestructuración del sistema.
Vivimos la era de la declinación del Estado-nación (sobre todo de sus
expresiones más débiles) y del tránsito hacia nuevos poderes supranacionales que
resultan de la combinación de los poderosos componentes que se conforman por
encima y más allá de los países en particular y que resultan de las
concertaciones entre los Estados más fuertes que constituyen sus bases
originarias; cuando de la prepotencia y los afanes de EEUU en pos del
imperialismo totalitorio.
A la subversión de la legalidad vigente le acompañan los procesos de refundación y de formación de determinados mecanismos supranacionales: ONU, OTAN, BM, FMI, OMC, etc., en los cuales las hegemonías se comparten o se arrebatan y las competencias se complementan con las concertaciones entre los siete grandes países (Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Canadá, Italia e Inglaterra), o con las subordinaciones de ellos o gran parte de ellos al poderío militar estadounidense.El marco conceptual que nutre la globalización neoliberal se convierte así en el nuevo ideario del internacionalismo burgués y de la complicidad del gran capital transnacional. (...) Leer
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