miércoles, 17 de febrero de 2016

III. A 40 años urge enfocar qué Estado tenemos. Constatamos que se centra en la Ley de Entidades financieras, la de inversiones extranjeras y la deuda eterna ( implantadas mediante terrorismo de estado) por el poder fáctico o alianza de capitales y estados imperialistas con los locales.



 
Enfoquemos la otra comunicación como creación de la diversidad de abajo al ir concretando  : "el florecimiento territorial de lo común, de la comunalidad –vista como estabilización de lo común–, que permita que los procesos de lucha social, la configuración de alternativas y transformaciones, se hagan más orgánicas.
Si el Estado es también una creencia colectiva, es fundamental construir nuevos sentidos comunes, nuevas creencias sociales que busquen desplazar a la conciencia colectiva de su inevitabilidad, al fetiche del Estado, a su capacidad de abstractalizar el poder, a su esencia trascendente, para en cambio territorializar la posibilidad emancipatoria", dice Emiliano Teran Mantovani  Leer

Reflexionemos sobre el desafío primordial de cuestionar la producción capitalista de nuestra subjetividad que ya plantean:
 
Territorios indígenas y descolonización
21 de agosto de 2015
Por Raúl Prada Alcoreza (Bolpress)
Al final, los lenguajes, los discursos, las teorías, son instrumentos de la vida, para la vida, no solamente para su permanencia y reproducción, sino, sobre todo, para su creación y recreación; la invención y reinvención de la vida. Por eso mismo, dentro de este ámbito, son herramientas de sobrevivencia, no en el sentido elemental, reductivo, sino en el sentido complejo, amplio. Si unos discursos, si unas teorías, ya no sirven para eso, se las desecha y se inventa otras, más adecuadas. Los lenguajes, los discursos, las teorías, no contienen de por sí sentido alguno, verdades inherentes, esencias o sustancias metafísicas; los sentidos emergen de las prácticas lingüísticas, discursivas, teóricas, de la gente. Lo indispensable es usarlas como herramientas y no convertirlas en el lenguaje de la revelación, en el discurso de la verdad, en la teoría del saber absoluto. Cuando se hace esto, dejan de ser útiles para la vida, convirtiéndose, mas bien, en obstáculos para la vida y la sobrevivencia; convirtiéndose en dispositivos de poder institucionalizados. Lo que los convierte en fines, rebajando la condición humana a ser un medio para preservar la revelación, la verdad y el saber. Cuando ocurre esto, se desprecia la vida de la manera más veleidosa; se asume que matar al infiel, al que se opone a la verdad, al enemigo, al ignorante del saber absoluto, es la tarea principal, a nombre de la revelación, de la verdad, sea esta la revolución, la libertad u otra finalidad, a nombre de la “ideología” o de la ciencia. Esta inversión de valores, usando esta frase para ilustrar mejor, es un genocidio, así como un biocidio, también, en las condiciones del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, es un etnocidio.
Vamos a hablar ahora de una distribución conceptual, relativa a los territorios indígenas. La importancia de este mapa conceptual tiene que ver con la problemática fundamental de las dominaciones, articuladas en las estrategias capitalistas, asentadas en los diagramas de poder colonial. En este sentido, la importancia radica en la significación histórica-política y cultural de las luchas descolonizadoras y anticapitalistas; en consecuencia, la importancia adquiere una connotación crucial en la defensa de los territorios indígenas.

Patético exhibicionismo y desesperación extractivista
El apego de los llamados gobiernos progresistas al modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente es una clara muestra del carácter histórico-político de estos gobiernos. No dejaron de ser Estado-nación subalternos; administradores de la transferencia de los recursos naturales de las periferias a los centros del sistema-mundo capitalista. Entonces son cómplices no sólo de las dominaciones imperialistas, sino de mantenerlas alimentándolas con las concesiones extractivistas a las empresas trasnacionales; manteniendo, de esta manera, el ciclo dominante y hegemónico del capitalismo vigente; extractivista y financiero, inscribiendo la deuda infinita en los cuerpos de los pueblos subyugados.
El exigir que las naciones y pueblos indígenas entreguen sus tierras a la vorágine del capitalismo extractivista es la patética desesperación de comediantes, que fungen de líderes populistas, cuando, en realidad, desarman a los pueblos de su capacidad de lucha, haciendo gala de su demagogia, que se sostiene en redes clientelares. Es una clara muestra de lo distante que se está de la Constitución. Constitución que, además de establecer el carácter plurinacional del Estado, en transición, Estado plurinacional Comunitario y Autonómico, establece los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios. Por otra parte, deja claro el carácter ecologista de la Organización Económica del Estado, al establecer la condición sustentable del “desarrollo”, definiendo las condiciones no mercantilizables de los recursos naturales, destinados al vivir bien. Este, el dispositivo gubernamental que exige a los pueblos entregar sus recursos naturales y abrir las áreas protegidas, es un gobierno que ha adoptado el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.

Territorios indígenas
En primer lugar, es indispensable definir lo que se entiende por territorios indígenas. Cuando queremos hacer esto, definir el concepto de territorios indígenas, nos encontramos con distintos discursos que lo contienen; en cada discurso la interpretación es distinta. En términos del uso político, territorios indígenas, tiene que ver con las luchas de las naciones y pueblos indígenas por recuperar y reconstituir sus territorios ancestrales. Ciertamente cuando decimos esto, de recuperar y reconstituir, hablamos en el contexto de la geografía política de los Estado-nación. Esto significa que la recuperación y la reconstitución están circunscritas dentro de esta geografía. Generalmente se habla de los territorios donde están asentados los pueblos indígenas. Entonces se trata de la protección de los pueblos indígenas, de la defensa de sus culturas, de sus lenguajes, de sus instituciones, de sus normas y procedimientos propios. Para tal efecto, la lucha de los pueblos indígenas ha buscado el reconocimiento de sus territorios por parte de los Estado-nación. Naciones Unidas ha recogido las reivindicaciones, las demandas, sobre todo las conquistas de los pueblos indígenas, después de décadas de luchas descolonizadoras. Les ha dado un leguaje jurídico y las ha extendido como derechos colectivos a todo el orbe planetario. Muchos Estado-nación han firmado convenios internacionales, que establecen universalmente los derechos de los pueblos indígenas. En este sentido, los territorios indígenas son territorios reconocidos internacionalmente y por los estados firmantes de los convenios internacionales.
Vulnerar estos derechos adquiridos, asumidos internacionalmente y por los Estados firmantes, es violar los derechos humanos, en su extensión colectiva. En otras palabras, es violar las condiciones de posibilidad democrática, tal como han sido constituidas hasta ahora. Es comportarse despóticamente ante estos derechos establecidos. Es esto precisamente lo que pasa cuando se exige abrir las áreas protegidas a concesiones extractivistas de empresas trasnacionales.
Cuando se hace esto, violar derechos colectivos, con el desparpajo más grande, acusando, además, a los pueblos indígenas que no quieren hacerlo, de inmorales, se patentiza no solamente el despotismo más desvergonzado, sino que no se ha entendido nada de nada. No se ha entendido la Constitución, no se ha entendido el sentido primordial del llamado proceso de cambio, que es el de la descolonización. Tampoco se ha entendido el significado histórico-político, en el presente, de la democracia, del ejercicio de la democracia, que, de acuerdo con la Constitución, es participativa, directa, comunitaria, pluralista, representativa. Es como creer que basta con pretender ser indígena o parecerlo para legitimar cualquier cosa, incluso actos y acciones políticas que van contra los derechos de los pueblos indígenas. Esto no es otra cosa que una desorientación enorme respecto a las emancipaciones y liberaciones en la actualidad. Y lo más grave, esto no es más que la continuación del despojo y la desposesión colonial; primero, en el periodo colonial propiamente dicho; después, en el periodo liberal, con las repúblicas; para prolongarlo con el periodo nacionalista; posteriormente, asombrosamente, para perpetuarlo en el periodo del llamado gobierno progresista, sobre todo con el denominado gobierno indígena.
La definición del concepto de territorios indígenas no queda ahí, en el uso político, “ideológico”, jurídico, incluso técnico, en las oficinas de Naciones Unidas, en las ONG y en las instancias gubernamentales. Se ha desarrollado también como una concepción teórica de territorios indígenas. Se habla, en este sentido, de territorios indígenas, como espesores culturales; como ámbitos de relaciones entre comunidades y ciclos vitales, del agua, del aire, del suelo, de los bosques, de las cuencas. En una de las versiones de esta interpretación filosófica, el concepto de territorio indígena adquiere el carácter de arquetipo, de originariedad; se les atribuye esta connotación territorial a las comunidades originarias. Sin embargo, hay que hacer notar que para los pueblos ancestrales el territorio no es indígena o, mejor dicho, del pueblo indígena, que tampoco se consideraba como tal, sino que se nombraba como gente, como humano, en la lengua propia. El territorio no puede ser de alguien, persona o colectivo; la comunidad es la que forma parte del territorio. Lo común, en este caso, no corresponde solamente a los miembros de la comunidad o de las comunidades con las que se comparte, sino también con los otros seres con los que se convive.
Como se puede ver, a pesar de la importancia, la utilidad, “ideológica”, política, jurídica y cultural del concepto, no deja de plantear problemas hermenéuticos la decodificación y la interpretación del concepto. Problemas que hay que asumirlos plenamente, precisamente por la importancia y significación histórica que tienen los pueblos indígenas.
Otra semántica del concepto de territorios indígenas tiene que ver con la perspectiva ecológica. Los pueblos indígenas se encuentran en ecosistemas biodiversos vulnerables, forman parte de estos ecosistemas. Claro que también forman parte de los ecosistemas, en general, las ciudades, las poblaciones no indígenas; sin embargo, no hablamos de esta pertenencia ecológica, en general, sino de la vinculación de los pueblos indígenas con ecosistemas vulnerables, de las cuencas, de los bosques, de los territorios todavía no suficientemente afectados por la integración capitalista. En este sentido, territorio indígena adquiere una connotación ecológica. Hay una versión light, por así decirlo, de esta perspectiva ecológica, que es, mas bien, ambientalista; concibe a los territorios indígenas como áreas protegidas.

Después de esta breve revisión de parte de la polisemia de territorios indígenas –no podemos extendernos, por el momento–, podemos ver que más que tratarse de un concepto, estamos ante una distribución conceptual heterogénea. Distribución heterogénea que hace a una formación no sólo discursiva, sino política-cultural. Esta formación discursiva-político-cultural se despliega en las sociedades contemporáneas, en los Estados-nación, en el mundo, buscando ocasionar acontecimientos emancipativos y libertarios descolonizadores. Por lo tanto, en este ánimo y activismo, busca ocasionar enunciaciones que hagan inteligible el entramado de relaciones sociales e institucionales, donde se disputan dominaciones y contrapoderes.
En consecuencia, la formación discursiva-político-cultural de la que hablamos, que nombraremos como des-colonial –preferimos usar el término que asume Silvia Rivera Cusicanqui, con la explicación del caso, que decolonial–, es una heurística y hermenéutica de contra-poder, de prácticas discursivas-políticas-culturales contra- hegemónicas.
En este sentido, la defensa de los territorios indígenas es parte de la lucha descolonizadora. Defender los territorios indígenas de su desterritorialización extractivista, de su despojamiento y desposesión por parte del capitalismo dependiente, es no solamente pieza importante de la lucha anticapitalista, no solamente segmento fundamental de la lucha anticolonial y descolonizadora, sino, sobre todo, es primordial en la defensa de la vida.
Raúl Prada Alcoreza es escritor, docente-investigador de la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz, Bolivia). Demógrafo. Miembro de Comuna, colectivo vinculado a los movimientos sociales antisistémicos y a los movimientos descolonizadores de las naciones y pueblos indígenas. Ex-constituyente y ex-viceministro de planificación estratégica. Asesor de las organizaciones indígenas del CONAMAQ y del CIDOB.


Enfoquemos la otra comunicación:
 
Buscando cambios culturales profundos
¿Es posible salir del facilismo?
22 de agosto de 2015
 
Por Raúl Zibechi y Jorge Rath (Rebelión)
Trascender el facilismo no parece nada fácil. Esto suena como un juego de palabras, pero no lo es. El facilismo es una cultura de vida, política y social, que ha modelado el comportamiento de la población de nuestro continente durante varios siglos y que está sólidamente acomodado como un sentido común. Más aún, muchas personas y familias no conocen otro modo de vivir la vida ni de relacionarse entre ellas. Eso no quiere decir que aceptemos la cultura del facilismo, ni que disculpemos a quienes la practican ni, menos aún, a los que se benefician de ella.
 
·         En primer lugar, la tendencia al facilismo resulta ser un legado de la época colonial, que se ha agravado con el tiempo, estimulado por una bonanza artificial generada por las industrias extractivas. Al parecer ningún gobierno que no reparte bienes materiales “generosamente” y sin exigencia alguna, se puede mantener en el poder. Los sucesivos gobiernos no han combatido esta cultura sino que se apoyaron en ella, precisamente porque es más “fácil” que combatirla y ofrecer alternativas. Lo que ha cambiado es la orientación del facilismo, el direccionamiento de los recursos hacia sectores más amplios o más restringidos de la población, pero no su esencia que ha permanecido incambiada.
 
·         En segundo lugar, la cultura del facilismo degrada las relaciones sociales, genera individualismo para competir con los otros y las otras en la captura de los recursos materiales y simbólicos, lo que corroe el sentido de comunidad y de lo colectivo. Lo que incrementa aún más la complejidad de esas relaciones es su anclaje enraizado en las emociones colectivas; en el contexto de cada cultura se suelen perfilar actitudes vinculadas a determinados “emocionares”: el facilismo lo vinculamos, en este sentido, con las aspiraciones y expectativas culturalmente generalizadas que sugieren la posibilidad de solucionar necesidades y carencias sin desplegar un esfuerzo, “sin tener que mover un dedo” y “que otros me resuelvan”.
Este es uno de los mayores daños que provoca esta cultura, porque destruye, precisamente, las bases que podrían contribuir a salir del modelo actual. La comunidad organizada y la fraternidad/sororidad como prácticas de vida, son las bases para otro modo de vida que supere al culturalmente establecido.
 
·         En tercer lugar, el facilismo atenta contra la producción de bienes materiales y simbólicos ya que reproduce lo viejo: el caudillismo, el paternalismo personal o estatal, y las relaciones jerárquicas, reforzando la subordinación de la sociedad. De esa manera se cierran las puertas a un activismo consciente y autónomo, a la toma de decisiones individuales y colectivas que permitan superar el estado de cosas heredado. Lo que parece ser el propósito político es mantener una relación clientelar entre gobiernos pudientes y pueblos necesitados. Y esa estrategia se mantiene, como por ejemplo en el caso de Venezuela donde la riqueza fácil con base en la renta petrolera fue política de Estado desde hace décadas y donde ahora, en una situación de bajos precios del crudo, se impone desde arriba una reforma tributaria; la finalidad es el incremento de ingresos fiscales no-tradicionales para poder dar continuidad a las dádivas fáciles del clientelismo.

La producción, y no la distribución, son las bases de un mundo mejor al actual. Todas las corrientes emancipatorias que ha conocido la humanidad, de carácter religioso o laico, espiritual o científico, han colocado la producción y la creación de nuevos valores en el centro de sus preocupaciones. La disputa por los bienes existentes es, necesariamente, una disputa negativa, que consiste en quitarle a otro para usufructuarlo. Eso sería aceptable, en todo caso, una sola y única vez, como recuperación de valores previamente expropiados, más no se impone: en lo fundamental, un mundo nuevo o mejor al actual debe asentarse en la creación y, por lo tanto, en la producción, actitudes positivas y realmente transformadoras.Es por eso que pensamos que el facilismo, en su versión renta petrolera, nacionalizaciones u otras, no permite trascender el mundo y las relaciones sociales existentes sino que, por el contrario, las reproduce eternamente. Una actitud transformadora es siempre creativa.

 
·         Por último, tampoco se sale del facilismo combatiéndolo, haciendo campañas o luchando contra sus manifestaciones. En los años 70 abundan los ejemplos de estrategias generalizadas de enfrentamiento, sea con los gobiernos de turno, con y entre partidos políticos, y contra el enemigo de cada momento en las luchas reivindicativas. Visto en retrospectiva pareciera que ya no se hallaba con quién más pelear.
 
Da la impresión que hasta en la actualidad cuesta a muchas organizaciones reconocer que tal actitud significa relacionarse con el entorno desde unas relaciones culturales caracterizadas por las emociones y la lógica de acumulación de poder, pero en nombre de profundas transformaciones sociales. ¿No se tratará de irnos saliendo de los fundamentos culturales que sustentan el capitalismo: las relaciones jerárquicas, la acumulación de poder, conocimientos y riquezas, la particularización que fundamenta la civilización patriarcal?
Una cultura sólo cambia en tiempos largos, luego de extensos períodos que abarcan varias generaciones. Pero, por encima de todo, una cultura no cambia a través de la negación de la misma, ya que combatirla las más de las veces consigue afirmarla, crea mecanismos de defensa que la consolidan y la vuelven más resistente.
 
Para modificar una cultura es necesario practicar otra cultura, asentada en otros valores, en otras relaciones entre las personas, y ente ellas y el medio en que viven. Los campesinos no hacen crecer las plantas estirando de los brotes, sino indirectamente, ofreciéndole agua y luz. Cambiar una cultura como el facilismo requiere de cuidados y afectos, algo que sólo podemos hacer en comunidad con responsabilidad individual. Porque el facilismo, entre otros problemas que presenta, permite que la irresponsabilidad individual se ampare en el colectivo.
Numerosos proyectos de vida que se están autogestionando y autofinanciando hoy en el mundo –asociaciones, colectivos, cooperativas- están comprendiendo que producir implica esa transformación cultural, transcender las relaciones de competencia, un hacer cuyo “cómo” apuntala al descubrimiento de relaciones de producción donde destacan el fin solidario en vez del lucro, la circularidad en las conversaciones y la equidad comunitaria. Un cambio muy paulatino. Pero los cambios culturales profundos se cocinan a fuego lento y a largo plazo. Una de las condiciones para ello parece ser el cambio personal, partiendo de la reflexión que tod@s vivimos bajo la influencia de esa cultura del facilismo.
Jorge Rath es miembro del Equipo de Publicaciones Cecosesola (organismo de Integración Cooperativa del Estado Lara; fundada en 1967, es actualmente una convivencia de unas cincuenta cooperativas y asociaciones civiles: www.cecosesola.org)
Raúl Zibechi es escritor y periodista uruguayo, colabora con varios movimientos sociales en América Latina


En ese camino andan las asambleas de vecinos autoconvocados contra la megaminería y por la vida. Un paradigma de esa lucha es la Asamblea El Algarrobo y  el acompañamiento (desde tiempo atrás) de la Red Nacional de Medios Alternativos:

"Si se abre Agua Rica, Andalgalá desaparece" 15 de febrero de 2016
En el Enredando Las Mañanas de este jueves 11 de febrero conversamos con Alejandro de los Santos –de la Asamblea el Algarrobo y de la radio con el mismo nombre que integra también la RNMA-, desde el acampe que sostienen en Plaza Lavalle frente a la Corte Suprema de Justicia, donde están exigiendo la suspensión de un proyecto minero que vuelve a poner en riesgo a toda la población. Como frutilla del postre, el compañero cerró el programa desde el lugar. Por RNMA
Este 15 de febrero se cumplen 6 años de la brutal represión que el pueblo de Andalgalá sufrió cuando cortaban el acceso al complejo minero Bajo La Alumbrera, contra el que siguen resistiendo. Alejandro de los Santos recordó que “ese día se consolidó esta lucha, con enorme fuerza, con caminatas alrededor de la plaza que nunca se interrumpieron por ninguna causa” y aseguró que “la asamblea se empezó a organizar, se construyó la radio, se generaron distintas comisiones, se diversificó”. También resaltó “el fortalecimiento de las redes” y que “el tejido que se formó es maravilloso, sobre todo porque ellos creían que con represión nos iban a callar”.
“El miércoles tuvimos una marcha desde el Obelisco y por Avenida Corrientes”, relató el integrante de El Algarrobo, “se sumó mucha gente y hubo mucha adhesión, estamos permanentemente recibiendo gente” en el acampe que mantienen desde el 1 de febrero frente a Tribunales en la ciudad de Buenos Aires, adonde llegaron para exigir que la Corte Suprema se expida y suspenda el proyecto minero Agua Rica.
“El pueblo de Andalgalá entendió que si se abre Agua Rica desaparece –explicó De los Santos-; no en un día ni dos, pero desaparece”. También profundizó: “no es solamente el tema en Andalgalá; el tema de los recursos hídricos, del aire, de la megaminería, es tan grande, es tan extenso y hay tantos proyectos… el público de a poco va entendiendo”.
“Estamos dispuestos a quedarnos el tiempo que sea necesario para volver a Andalgalá con una respuesta”, determinó el asambleísta y compañero de la RNMA: “acá tenemos mucho apoyo”.
Alejandro de los Santos, además de estar en la Asamblea el Algarrobo, está en la Radio el Algarrobo, que integra nuestra Red Nacional de Medios Alternativos, por lo que decidimos que fuera él quien cerrara el Enredando Las Mañanas, también su programa, y lo hizo asegurando que “seguimos en este acampe por la vida, confiando en esta apuesta por la comunicación real de los pueblos, de las bases, de la gente que lucha” y sostuvo que “el cierre del programa, como todo los cierres, es la esperanza; es saber que el hilo va a seguir por la vida, por la igualdad, por la justicia, por la equidad social”. Y finalizó: “el medioambiente que defendemos nosotros tiene mucho que ver con lo social y con el amor a la tierra, no es solo defender las montañas; defender las montañas significa defender todo lo demás, todo lo que está sostenido por esa agua que baja por las montañas”.
El lunes 15, desde las 17 horas, se realizará en el acampe de Plaza Lavalle un festival por la vida, que incluirá música en vivo, espectáculos de danzas, murales, poesía, feria artesanal, entre otros. El martes 16 y en el mismo lugar habrá una conferencia de prensa de la que participarán referentes en materia de DDHH y luchas sociales como Adolfo Pérez Esquivel, Nora Cortiña y Mirta Barravalle y a la que convocan el Ceprodh, Mumala, La Ciega y Conciencia Solidaria.
La entrevista se llevó a cabo antes de enterarnos de que se le iba a quitar el 3% de las retenciones a las empresas mineras para premiarlas –aún más, ya que con los subsidios y reembolsos, las retenciones muchas veces eran simbólicas- por saquear nuestros territorios. Desde la Red Nacional de Medios Alternativos, siempre acompañando la lucha de las asambleas que se han levantado contra el extractivismo, sabemos que el saqueo y la contaminación son en beneficio de los empresarios, además de generar un perjuicio para el pueblo que lucha contra la minería a cielo abierto. Allí está también la resistencia, preparada y con la comunicación alternativa como herramienta fundamental.
 



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