martes, 16 de febrero de 2016

I. La continuidad de la dictadura genocida en la 'democracia' se prueba, ante todo, en qué economía tenemos.


Cuestionar la economía y naturalización de la existencia de poderes fácticos encamina a

posibilitar el imprescindible 

Nunca Más al capitalismo.

En efecto, ya desde 2001, nos advertían la realidad y nuestra alternativa:

De la globalización de la agricultura a la esperanza de la resistencia LEISA revista de agroecología • 17-2 • octubre 2001

 
Por Nelson Alvarez Febles / GRAIN
La globalización nos exprime aún más
Estamos ante un proceso de apertura comercial e integración de la economía mundial sin precedentes, impuesto por los centros hegemónicos de poder a través de múltiples mecanismos políticos a nivel internacional, regional y nacional: la llamada globalización. Fenómeno central de este proceso de globalización es la consolidación del poder por parte de enormes corporaciones transnacionales que fuera de todo control democrático efectivo y dedicadas exclusivamente a fines lucrativos, casi siempre cortoplacistas tienen hoy más capacidad económica que la mayoría de los países.
Características sobresalientes de este proceso en América Latina han sido el aumento del nivel de endeudamiento externo, los ajustes estructurales para reducir el tamaño y las potestades de los estados y la privatización de sectores de servicio y productivos estratégicos, con sus impactos negativos en casi todos los indicadores del bienestar para las grandes mayorías: seguridad alimentaria, salud, educación, empleo y salarios, acceso a infraestructuras de agua y saneamiento, entre otros. Mientras al interior de la región ocurre este deterioro, han aumentado exponencialmente la captación de beneficios para los comerciantes, inversionistas y banqueros de los países del Norte.
Agroindustrialización enfrentada a la producción local
Desde la década de los 60, se comienza a vivir en América Latina una importante transformación en la manera de hacer agricultura. Bajo la bandera de la llamada Revolución Verde se favorecen estrategias basadas en el uso de una reducida gama de cultivos y dentro de esos cultivos, de variedades con un paquete tecnológico altamente dependiente de semillas especializadas, plaguicidas y abonos sintéticos, maquinaria, tierras con características óptimas y riego. En algunos casos, a pesar del aumento neto de producción de alimentos, esos cambios tecnológicos dieron lugar a importantes cambios negativos en lo social: desplazamiento de la familia campesina, migración a los cinturones de pobreza de las ciudades, menor seguridad alimentaria ante la mayor importancia en los cultivos de exportación, y deterioro de los recursos naturales. Esa transformación preparó el camino para la creciente agroindustrialización del campo latinoamericano en los 80 y 90, marcada por el desplazamiento de la producción para la seguridad alimentaria nacional hacia rubros para la exportación, y el desmantelamiento de las estructuras agrarias nacionales. A continuación señalamos dos aspectos que subyacen a las estrategias actuales de mayor industrialización de la agricultura. Derechos intelectuales sobre los seres vivos yotras piraterías
Lo que hasta hace poco había sido un mecanismo bajo la racionalidad occidentalpara compensar la autoría intelectual de inventos, obras de arte y producción artesanal, los derechos de propiedad intelectual (DPI) vienen siendo adaptados desde los años ochenta para favorecer la más reciente revolución industrial, basada en la biotecnología, especialmente, en la ingeniería genética. De igual manera, hemos visto cómo los parámetros más restrictivos de los DPI han encontrado su lugar en el Tratado de Diversidad Biológica y en las versiones más recientes de la UPOV (Unión para la Protección de las Variedades Vegetales).
Los DPI sobre materia viva son en realidad una opción política promovida por los mismos poderosos actores internacionales que favorecen la liberalización extrema de todos los mercados. Los DPI llevan a la exclusión de derechos fundamentales para grandes sectores de la humanidad, como son el acceso a las semillas, las plantas medicinales y los conocimientos tradicionales.
Además de las normativas relativas a los DPI, el ordenamiento jurídico internacional reciente impone a todos los países, en un ejemplo más de pérdida de soberanía, la obligación de permitir el acceso a sus recursos biológicos y genéticos a terceros. Sin embargo, a los intereses agroindustriales transnacionales, el ritmo de adopción de toda esta normativa les parece muy lento y utilizan a través de los gobiernos que les acogen presiones multi y bi laterales para imponer, bajo amenazas de represalias comerciales, normativas aún más estrictas en su beneficio.
 
Los transgénicos invaden el Sur 
Lo que en sus comienzos fue anunciado como una tecnología que vendría a resolver gran parte de los problemas, como el hambre, las enfermedades más serias y la contaminación ambiental, ha resultado en una muy estrecha gama de productos altamente especializados y promovidos a ultranza por las compañías que los producen. Para el año 2000, solamente tres países
Estados Unidos, Argentina y Canadá tenían el 98 por ciento del área cultivada con transgénicos en el mundo, unos 44 millones de hectáreas, habiéndose moderado considerablemente la curva de crecimiento que venía dándose desde 1993.
También diariamente nos llegan noticias que confirman los temores sobre los cultivos transgénicos o que anuncian dificultades nuevas. Sin embargo, mientras en muchas otras regiones y países se establecen moratorias sobre la introducción de organismos genéticamente modificados (OGM) y las principales compañías alimentarias optan por no integrarlos a sus productos, en nuestra región vivimos bajo enormes presiones para que se permita la entrada de las semillas y la tecnología agrícola de los OGM, así como la venta de productos transgénicos o derivados.
 
Otros mundos son posibles 
Es tema de muchas noticias la parte más visible de la resistencia a la globalización: las manifestaciones que ocurren dondequiera que se reúnen los organismos que están a cargo de instrumentar el poder de las transnacionales y los países que las albergan. También los movimientos populares en la calle reclaman que se satisfagan sus necesidades básicas y que no se erosione más la democracia. Ante la presión para que en la región se legisle para dar a las transnacionales los derechos de propiedad intelectual y acceso a los recursos genéticos que desean, en algunos países surgen movimientos de oposición que, si bien no siempre han podido evitar del todo las nuevas legislaciones, sí logran minimizar algunos de los impactos.
Ante la introducción de cultivos y alimentos transgénicos nos encontramos con niveles de oposición muy variable, pero en casi todas partes se cuestionan de alguna forma. A pesar de las presiones en contra, a los medios masivos de comunicación llegan informaciones que van levantando interrogantes, en amplios sectores sociales, sobre las ventajas e inocuidad de los alimentos transgénicos. Son esos bolsones de resistencia que vemos cada día los que nos animan a pensar que la aplanadora neoliberal no podrá destruir esa enorme diversidad biológica y cultural, que es la mayor riqueza que hemos logrado acumular como especie.

En 2010,desde Brasil, el dirigente del Movimiento Sin Tierra nos señala la ocupación económico territorial que en Argentina se da 'democráticamente' gracias a la Ley de Entidades financieras en binomio con la deuda eterna (ambas implantadas mediante terrorismo de estado) por la alianza de capitales y estados imperialistas con los locales:

La ofensiva de las empresas transnacionales sobre la agricultura
marzo de 2010

1. El movimiento del capital sobre la agricultura
El desarrollo de la forma de producción capitalista paso por varias fases. Inicio en el siglo XV como capitalismo mercantil, después de evolucionar para el capitalismo industrial en los siglos XVIII y XIX. En el siglo XX se desarrollo como capitalismo monopólico e imperialismo. En las últimas dos décadas estamos viviendo una nueva fase del capitalismo, ahora dominada por el capital financiero, globalizado. Esta fase significa que la acumulación del capital, de las riquezas se realiza básicamente por el capital financiero, en la forma de dinero. Pero este capital financiero necesita controlar la producción de las mercancías (en la industria, en las minerías y la agricultura) y controlar el comercio a nivel mundial.
El capital financiero internacional paso a controlar la agricultura a través de varios mecanismos.
a) El primero de ellos, es a través del excedente del capital financiero, los bancos pasaron a comprar acciones de centenas de medianas y grandes empresas que actuaban en diferentes sectores relacionados con la agricultura. Y a partir del control de la mayor parte de las acciones, promovió un proceso de concentración, las cuales que pasaron a actuar sobre la agricultura. En pocos años, estas empresas que tuvieron su capital inyectado por el capital financiero pasaron a controlar los diferentes sectores relacionados con la agricultura, como: el comercio, producción de insumos, maquinaria agrícola, agroindustrias, etc.. Es importante comprender que fue un capital acumulado fuera de la agricultura, pero que fue aplicado sobre ella, aumentó rápidamente a la velocidad del proceso de control, que apenas vías naturales de acumulación de riqueza sólo de las mercancías agrícolas, llevaría años.
b) El segundo mecanismo de control fue a través del proceso de dolarización de la economía mundial. Esto permitió que las empresas se aprovecharan de las tasas de cambio favorables y entraran en las economías nacionales comprando fácilmente a las empresas dominando asi los mercados, productores, el comercio y los productos agrícolas.
c) El tercer mecanismo fue obtenido a través de las reglas impuestas por los organismos internacionales, como la Organización Mundial del Comercio - OMC, Banco Mundial, El Fondo Monetario Internacional y los acuerdos multilaterales, que normalizaron el comercio de productos agrícolas de acuerdo con los intereses de las grandes empresas, y obligaron a los gobiernos serviles, a la liberalizaron del comercio de estos productos. Con esto, las empresas transnacionales lograron entrar en los países controlando el mercado nacional de los productos e insumos agrícolas, en prácticamente todo mundo.
d) El cuarto mecanismo fue el crédito bancario. En todos los países el proceso de desarrollo de la producción agrícola, cada vez más dependiente de insumos industriales, quedó a merced de la utilización de créditos bancarios para financiar la producción. Y estos créditos permitieron financiar la ofensiva de este modo de producción de la « agricultura industrial ». Es decir, los bancos financiaron la implantación y el dominio de la agricultura industrial en todo el mundo.
e) Y por último, en la mayoría de los países, los gobiernos abandonaron las políticas públicas de protección del mercado agrícola y de la economía campesina. La liberalización de los mercados, aplicando políticas de subsidios justamente para la gran producción agrícola capitalista. Estos subsidios gubernamentales fueron practicados principalmente a través de exenciones fiscales, en las exportaciones o importaciones, en la aplicación de las tasas de intereses favorables a la agricultura capitalista.
De esta lógica de dominio del capital financiero sobre la producción agrícola, en dos décadas hasta el día de hoy aproximadamente las 30 mayores empresas transnacionales que controlan prácticamente toda la producción y el comercio agrícola del mundo.
2. La crisis reciente del capital financiero
Durante los años 1990-2008, tuvo la ofensiva del capital financiero sobre la agricultura, y en los últimos años, se agravo con una coyuntura de crisis del capital financiero, en los Estados Unidos y Europa.
Esta crisis del capital financiero está agravando aún más los efectos del control del capital internacional sobre las economías periféricas, sobre la agricultura y la economía campesina. Esto viene presentándose por diversas razones.
a) Los grandes grupos económicos del hemisferio norte, ante la crisis, de las bajas tasas de interés aplicadas (alrededor del 2% al año), de la inestabilidad del dólar y de sus monedas, huyeron del hemisferio norte y corrieron para la periferia, buscando proteger sus capitales volátiles y aplicaron entonces, en activos fijos, como: la tierra, el agua, las inversiones en la producción agrícola.
b) La crisis del precio petróleo y sus consecuencias sobre el calentamiento global y del medio ambiente, llevo a que el complejo automovilístico-petrolero pasara a invertir grandes sumas de capital en la producción de agro-combustibles. Sobre todo en la producción de caña y maíz para etanol, soja y palma de aceite para aceite vegetal. Esto produjo una verdadera ofensiva del capital financiero y de las empresas transnacionales sobre la agricultura tropical del sur.
c) El tercer movimiento es el resultado de la crisis coyuntural, y que estos capitales financieros se dirijan a las bolsas de los mercados agrícolas y de la minería, para aplicar sus activos y así especular en el mercado futuro o simplemente transformar el dinero en productos del futuro. Este movimiento genero una elevación exagerada en los precios de los productos agrícolas negociados por las empresas en las bolsas mundiales del mercado. Los precios medios de los productos agrícolas a nivel internacional ya no tienen relación con el costo medio de la producción. Son el resultado de los movimientos especulativos y del control de los oligopolios de los mercados agrícolas por estas grandes empresas.
3. La situación actual del control de las empresas transnacionales y del capital financiero sobre la agricultura
Hay muchos aspectos que se podría analizar sobre la situación y consecuencia de la acción de las empresas sobre la agricultura. Aquí, vamos a analizar apenas los aspectos económicos.
a) Hubo una concentración del control de la producción y del comercio mundial de productos agrícolas, por algunas pocas empresas, que dominan esos productos en todo mundo, en especial los productos agrícolas padronizados o estandarizados, como los granos, lácteos. Y dominan toda la cadena productiva de los insumos y las máquinas utilizadas por la agricultura.
b) Hubo un proceso acelerado de centralización del capital. Es decir, una misma empresa paso a controlar la producción y comercio de un conjunto de productos y sectores de la economía. Como la fabricación de insumos agrícolas (fertilizantes químicos, venenos, agrotóxicos) maquinaria agrícola, fármacos, semillas hibridas y transgénicas y una infinidad de productos oriundos de la agroindustria, sea alimenticia, o sea de cosméticos y productos superfluos.
c) Hay una simbiosis cada vez mayor dentro de una misma empresa, entre el capital industrial, comercial y el capital financiero.
d) Hay un control casi absoluto sobre los precios de los productos agrícolas y de los insumos agrícolas, a nivel mundial. Los precios se basan en el valor, sin embargo alcanzan los sobre-precios determinados por la concurrencia, por el oligopolio y por la especulación del capital financiero.
e) Hay una hegemonía de las empresas sobre el conocimiento científico y sobre las tecnologías aplicadas a la agricultura, que impone, en todo mundo el modelo tecnológico de la llamada « agricultura industrial », muy dependiente de insumos inorgánicos y producidos fuera de la agricultura. Este modelo es presentado como el único, el mejor y el más barato en la forma de producción de la agricultura. Ignorando las técnicas milenarias de la agricultura familiar, el saber popular y de la agroecología.
d) Se desarrollo una imposición de la propiedad privada por parte de las empresas sobre los bienes de la naturaleza, de las semillas modificadas genéticamente, del agua y de la biodiversidad.
e) Está en curso una peligrosa padronización o estandarización de los alimentos humanos y animales en todo el mundo. La humanidad está siendo inducida a alimentarse cada vez más con verdaderas « raciones » padronizadas por las empresas. La comida se transformó en una simple mercancía, que necesita ser consumida de forma masiva y rápidamente. Esto trae consecuencias incalculables con la destrucción de los hábitos alimenticios locales, de la cultura, y los riesgos para la salud humana y de los animales.
f) Hay un proceso generalizado en todo mundo, de la pérdida de la soberanía de los pueblos y de los países sobre los alimentos y del proceso productivo, por la desnacionalización de la propiedad de las tierras, de las empresas, de las agroindustrias y del comercio, de la tecnología, colocando en riesgo la soberanía nacional como un todo. Ya existen más de 70 países, que no consiguen mas producir lo que sus pueblos necesitan para alimentarse.
g) Se implantaron grandes extensiones de cultivos de árboles homogéneos en plantaciones industriales de eucalipto, pinos y palma africana, etc. destinados a la producción de celulosa, madera o de agro-energía, que están afectando gravemente el medio ambiente por la destrucción total de la biodiversidad y del nivel freático del agua entre otros factores.
h) Se construyó una alianza maquiavélica en los países del sur, entre los intereses de los grandes propietarios de tierra, latifundiarios y hacendados capitalistas nacionales, con las empresas transnacionales. Esa alianza está imponiéndose en la forma de la agricultura industrial en todo el hemisferio sur, de forma muy rápida y concentrando la propiedad de la tierra de forma asombrosa. Está destruyendo e inviabilizando la agricultura campesina y despoblando el interior de nuestros países. En esta forma o modo de agricultura se usa la mecanización intensiva, los agrotóxicos, que expulsan la mano de obra, provocando la migración de grandes contingentes de la población rural.
i) Está en curso una nueva re-división internacional de la producción y del trabajo, que condena la mayor parte de los países del hemisferio sur, a ser simples exportadores de materias primas agrícolas y minerales.
j) La mayor parte de los gobiernos, aunque elegidos en procesos electorales vistos como democráticos, son en verdad conducidos por la fuerza del dinero y por todo tipo de manipulación mediática, que resulta en gobiernos serviles a estos intereses. Sus políticas agrícolas son totalmente subalternas a los intereses de las empresas transnacionales. Abandonaron el control del Estado sobre la agricultura y los alimentos. Abandonaron las políticas públicas de apoyo a los campesinos. Abandonaron las políticas públicas de soberanía alimentaria y de la preservación del medio ambiente local.(...)

En los comienzos del año 2013 nos aclaran sobre:

La “sintonía fina” del modelo sojero
Cristina Kirchner, Rockefeller, Monsanto y
la nueva oligarquía agroindustrial
15 de enero de 2013

Por Jorge Rulli y Maximiliano Mendoza
Grupo de Reflexión Rural
 
Después de un primer semestre convulsionado por las oscilaciones de los mercados globales, y aún cuando restan aproximadamente cinco meses para la cosecha de soja transgénica en nuestro país, surgen algunos datos de relevancia en torno a las proyecciones en el corto plazo de la balanza comercial que, si bien permanecerá superavitaria, arrojará considerables disminuciones de aprovisionamiento de divisas por exportación (se estima que ingresarán U$D 4000 millones menos). La crisis del capital internacional, sumado al notable impacto del descenso de la demanda europea y asiática en el mercado de futuros, hace que la cotización de la oleaginosa genéticamente modificada en la Bolsa de Chicago esté muy por debajo de las expectativas proyectadas a principios del año pasado.
En este contexto, la Argentina tomó a lo largo de 2012 una serie de determinaciones en materia de agronegocios cuyas implicancias consideramos alarmantes. La consolidación de un modelo de desarrollo extractivo, agro-minero-exportador, productor de materias primas, destinadas a satisfacer la demanda de los mercados globales, parece ser el objetivo final de todos los planes estratégicos diseñados por el Estado Nacional.
Para comprobarlo, sólo basta con consignar algunos de los objetivos principales del Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial Participativo y Federal 2010-2020 (PEA2) [1]: incrementar la superficie sembrada con granos en un 27%, (es decir, aumentar la superficie actual de 33 millones de has. a 42 millones de has.), elevar la producción de soja GM en un 20% (aumentar la superficie actual de casi 20 millones de has. a más de 22 ó 23 millones de has.) y elevar la producción de maíz GM en un 56% (aumentar la superficie actual de 3,7 millones de has. a 5,7 millones de has.), entre otros objetivos.
Como dato adicional, es importante destacar el PEA2 se sustenta ideológicamente en los Objetivos del Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas, cuyos mayores promotores a nivel global son el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio [2]. Es un dato relevante en términos del análisis del discurso, puesto que la dirigencia oficialista de nuestro país se caracteriza por el uso de una retórica nacional-popular, enérgicamente antineoliberal, crítica del llamado “Consenso de Washington”, condenatoria de las ideologías del libre mercado y de la dependencia de los organismos multilaterales de crédito. No obstante esos discursos, los responsables supranacionales del diseño macroeconómico de los aciagos años del menemismo parecen seguir presentes en las decisiones estratégicas de la alianza actual entre el estado nacional, las corporaciones transnacionales y la nueva oligarquía local.
La discusión en torno a estas cuestiones fundamentales están ausentes del debate político-mediático. Parecería que la llamada realpolitik y el marketing político impusieron estilos de confrontación en los que no prevalecen las formas; ya poco importa si se emplean retóricas de izquierda o de derecha, excepto por aquéllos casos en los que la polarización se presta al uso pragmático de los grupos de poder. Los principales partidos políticos y los grandes medios de comunicación de la Argentina parten del acuerdo tácito de no discutir el modelo de desarrollo en vigencia, especialmente en lo que concierne al modelo sojero. Sencillamente porque casi todos están de acuerdo con él.
En este artículo enunciamos una serie de acontecimientos en materia de agronegocios cuya importancia para el modelo de desarrollo impulsado por el Estado Nacional y las corporaciones son decisivos para los años venideros, y que seguramente configurarán nuevos y extraordinarios escenarios de luchas y resistencias sociales.

Bioceres, Gustavo Grobocopatel y la soja resistente a la sequía: la ciencia empresarial como política de estado
En febrero del año pasado, durante una videoconferencia organizada en la Casa Rosada, en simultáneo con Tecnópolis, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunciaba junto al actual Ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, el descubrimiento de un gen cuya implementación permitiría incrementar la producción de soja, maíz y trigo en contextos de sequía. El anuncio fue realizado junto a las autoridades de la empresa Bioceres S.A. y la Dra. Raquel Lía Chan, directora del proyecto nacido a la luz de un convenio público-privado firmado en 2004 entre dicha empresa, el CONICET y la Universidad Nacional del Litoral [3] [4].
Bioceres es una empresa cuyos accionistas son a su vez destacados miembros de AAPRESID (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa) y cuyo director titular es nada más y nada menos que el llamado “Rey de la Soja”, Gustavo Grobocopatel.
Durante dicho encuentro, Cristina Fernández de Kirchner consideró que “si se adapta esta tecnología en todo el mundo, con tan sólo los cultivos de soja se obtendrían unos 2500 millones de dólares en concepto de regalías por campaña” y que “se trata de uno de los descubrimientos más importantes en términos de mejorar la calidad de las semillas, la producción y lo que va a significar en materia de regalías para el Conicet, para la Universidad del Litoral, para la empresa asociada; además del crecimiento en la producción agrícola del país” [5].
Por su parte el ministro Lino Barañao, expresó que “este caso permite demostrar que hemos instalado en la Argentina algo que es la norma de los países desarrollados: se invierte en investigación, se protege adecuadamente la propiedad intelectual y luego se comercializa a través de canales adecuados para que ese rédito se efectivice. También me parece importante destacar que la seguridad alimentaria, es decir, la seguridad de provisión de alimentos, es tal vez el mayor desafío que tendrá la humanidad en las próximas décadas”.  
Con un financiamiento de $3.750.352 aprobado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica en 2008 (según consta en la resolución Nº 034/2008 del Programa Áreas Estratégicas) [6] , dicho proyecto “logró el aislamiento y la caracterización de un gen de girasol (el ya patentado gen HAHB-4) cuya función estaba relacionada con la respuesta natural de la planta a condiciones de estrés abiótico, tales como sequía y salinidad. Según concluyeron, el incremento de la productividad de esta nueva tecnología oscilará entre el 10% y el 100% dependiendo del tipo de cultivo, la calidad del mismo y el lugar donde se produzca así como también de los factores climáticos”. Todo parece indicar que, además de permitir sortear eventualidades climáticas, el objetivo último de la introducción de estas nuevas tecnologías apunta a extender el cultivo de soja GM hacia áreas de estrés hídrico como la región cuyana, lugar donde hoy sus poblaciones ya padecen el terrible flagelo de la megaminería.
Cabe destacar que el patentamiento de dicho descubrimiento es de propiedad conjunta del Estado Nacional, a través de la titularidad del CONICET y la Universidad Nacional del Litoral. Sin embargo -y en absoluta consonancia con la antigua tradición liberal estado bobo/ empresas prebendarias- se otorgó a la empresa Bioceres S.A. su licencia para uso y explotación durante veinte años.
En tal sentido, Bioceres S.A. anunció el nacimiento de Verdeca, una joint-venture conformada junto la empresa estadounidense Arcadia Biosciences, para el desarrollo y la comercialización internacional de eventos transgénicos utilizados para la obtención de semillas GM. En su página web ya se pueden apreciar los anuncios de su nueva soja resistente a la sequía, lanzamiento estimado entre los años 2015 y 2017 [7] . En teoría, las empresas participantes del acuerdo invertirán durante los próximos cuatro años U$D 20.000.000 para el desarrollo de la tecnología y su introducción en nuestro país y los mercados globales.

Monsanto, el Consejo de las Américas y el poder global: la nueva soja Intacta RR2 PRO, la propiedad intelectual y la nueva fase del agronegocio.
El 14 de junio del año pasado 2012, pocas horas después de su aclamada intervención por la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas ante el Comité de Descolonización de la ONU, Cristina Fernández de Kirchner participó de una reunión en el Consejo de las Américas junto a diversos representantes de las corporaciones transnacionales más poderosas del mundo [8]. Entre ellos, por supuesto, se encontraban los directivos de Monsanto Company.
Durante el encuentro, la presidenta anunció algunas de las medidas que favorecen a su filial en Argentina y que hoy mantienen en estado de alerta a muchos movimientos sociales de todo el país: la inversión de casi 2000 millones de pesos para la construcción de dos “centros de investigación y desarrollo” en la localidad de Islas Malvinas (Córdoba) y en Tucumán; el lanzamiento comercial de la nueva soja “Intacta RR2 Pro” [9] -que agrega mayor resistencia al glifosato y repelencia a lepidóteros-; la aplicación de nuevas tecnologías aplicadas al maíz transgénico para incrementar su productividad; el futuro “respeto por las patentes” sobre las modificaciones genéticas de Monsanto -que posiblemente se traduzca en un nuevo esquema legal sobre las semillas con el fin de asegurar su tributación por parte de los productores-; la importancia de las inversiones de dicha empresa en el marco de los objetivos del Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial Participativo y Federal 2010-2020 (PEA2) y la posibilidad de extender la frontera agropecuaria hacia la Patagonia.  
Tampoco ahorró elogios para el trabajo del Ministerio de Ciencia y Tecnología y sus casi 900 científicos repatriados. Y repitió una vez más la cantinela favorita de las corporaciones globales de la agroindustria: “la producción de alimentos con métodos tradicionales es insuficiente para alimentar a la humanidad, por lo que se hace fundamental la intervención de la ciencia y la tecnología”. En suma, Cristina Fernández de Kicrhner considera que lo fundamental radica en el negocio de las corporaciones transnacionales de la agrobiotecnología en aras de consolidar el dominio global de la especulación alimentaria.
Un dato clave respecto de esta reunión: estuvo organizada por una amiga íntima de la presidenta: Susan Segal, CEO del Consejo de las Américas, territorio del magnate del petróleo y las finanzas David Rockefeller (accionista de Monsanto junto a George Soros y Bill Gates, entre otros) y del tristemente célebre John Negroponte, aquel oscuro diplomático quien en su momento fuera un aliado fundamental del genocida Henry Kissinger para la ejecución de la Operación Cóndor en América Latina [10].
Susan Segal también es consultora de JP Morgan Partners y fue directora de América Latina para Chase Capital Partners. Pero los lazos con el poder económico de la Argentina se estrechan: según consta en su currículum [11] , también fue Directora Titular y Miembro del Comité de Auditoría de CRESUD, una de las empresas del imperio de Eduardo Elsztain, durante los años 2004 y 2006.
Eduardo Elsztain, uno de los empresarios con mayor llegada a los centros del poder financiero global, es dueño de numerosos shoppings, edificios, y hoteles en la Ciudad de Buenos Aires y en gran parte del país. Controla el Banco Hipotecario desde los años ’90, es propietario de IRSA (la mayor corporación inmobiliaria del país) y de CRESUD, empresa del rubro agroindustrial mediante la cual controla casi un millón de hectáreas en Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia, destinadas principalmente a la producción de transgénicos. Este empresario, además de ser uno de las personas más influyentes de la Casa Rosada, es también uno de los selectos miembros del Comité Asesor Internacional de la Presidencia del Consejo de las Américas , espacio que comparte junto a otros empresarios de la Argentina como su ex socio Marcelo Mindlin (Pampa Energía, Edenor y Transener), Alejandro Bulgheroni (Bridas), Woods Staton (Arcos Dorados, operador de Mc Donald’s para América Latina) y Amalita Amoedo, nieta y heredera de la fallecida empresaria Amalia Lacroze de Fortabat [12]. Conforme estos datos, resulta a todas luces comprensible el hecho de que el ex presidente Néstor Kirchner registrara una asistencia casi perfecta a la sede del Council of Americas cada vez que viajó a Nueva York.
Lo curioso es que al día siguiente de aquella reunión en el Council of Americas, en Paraguay tuvo lugar un hecho que desataría un vendaval político: la masacre de Curugauty [13], en la que fallecieron 11 campesinos y 6 policías. Como se conoció después, este hecho fue aprovechado por la oposición del por entonces ya debilitado presidente Fernando Lugo, quienes no trepidaron en iniciarle un juicio político para destituirlo, algo que lograron transcurridos unos pocos días. Detrás de la trama conspirativa estuvo nada más y nada menos que Monsanto, quienes junto a los sectores del poder local más reaccionario, tales como la Unión de Gremios de Producción (UGP) y el Grupo Zucolillo -socios locales de Cargill y dueños del diario ABC-, iniciaron una intensa campaña de lobby pro transgénicos, tras verse impedidos por los organismos sanitarios del Estado para imponer nuevas semillas de algodón genéticamente modificado. Lamentablemente, ni siquiera este golpe mediático-institucional logró hacer mella en la sensibilidad política de Cristina Fernández de Kirchner, quien a su regreso de Nueva York, se solidarizó con Fernando Lugo y junto a sus pares de la UNASUR repudió el “golpe de Estado” en el Paraguay luego de haber estado reunida con la corporación transnacional que lo propiciara.
Sin dudas estas nuevas tecnologías de “segunda generación” anunciadas por Cristina Fernández de Kirchner y por la empresa Monsanto a mediados de 2012, suponen la apertura de una nueva fase del agronegocio en la Argentina. Algunas fuentes señalan que dichos anuncios fueron producto de una larga serie de negociaciones entre el gobierno argentino y Monsanto, operaciones en las que el lobby empresarial se expresó a través de la Embajada de los Estados Unidos e inclusive mediante la intervención de altos miembros del gabinete del presidente Barack Obama [14].

A modo de conclusión
El brutal proceso de sojización inaugurado en la Argentina a mediados de la década del ’90, evidencia una de las continuidades más palmarias de los llamados modelos de desarrollo: tanto el neoliberalismo como el actual neodesarrollismo de base extractiva, comparten los mismos presupuestos en términos de acumulación del capital, basada en el despojo de los bienes comunes. Estas intersecciones políticas, puestas de relieve, demuestran que, visto desde las lógicas de la modernidad, no necesariamente existe un antagonismo irreconciliable entre neoliberalismo y progresismo.
Desde la aprobación ejecutada por el menemismo en 1996 de la soja RR (Round Up Ready) de Monsanto hasta la aprobación de la soja “Intacta RR2 Pro” ejecutada por el kirchnerismo, transcurrieron casi dieciséis años en los que la superficie sembrada con soja resistente a los herbicidas creció prácticamente en un 5000%, pasando de 370 mil hectáreas en 1996 a los 20 millones de hectáreas en la actualidad , lo que representa prácticamente dos tercios de la superficie cultivada total de la Argentina. A esto debe agregarse el colosal abuso de la tecnología química: durante el 2012 se utilizaron más de 300 millones de litros agrotóxicos.
El tutelaje estatal del excedente es fundamental para comprender el fetiche por el crecimiento compartido por el neoliberalismo y el progresismo: el uso de la agrobiotecnología se justifica por la constante búsqueda del incremento de la productividad, puesto que a una mayor producción le sigue una mayor recaudación. Así, las previsiones económicas indican que en la temporada 2012/13 se logrará obtener una cosecha de soja GM que oscilará entre los 55 y 60 millones de toneladas. De esa manera, el Estado Nacional obtendría una recaudación de 12 mil millones de dólares en concepto de retenciones (casi el 10% de la recaudación total).
La Argentina, largamente gobernada por una dirigencia que mixtura progresismo setentista y neoliberalismo reciclado, consolida de esta forma su estatus de “Republiqueta Sojera”, metáfora que alude a una de las facetas más perversas del modelo extractivo y neocolonial en vigencia: la agricultura biotecnológica, productora de granos transgénicos y de agrocombustibles para los mercados globales, hegemonizada por el capital concentrado transnacional y sus socios locales, aliados a los fanáticos, tanto públicos como privados, de la ciencia y de la tecnología. Una agricultura desnaturalizada y deshumanizada; una agricultura sin agricultores, profundamente violenta con el suelo y con los ecosistemas; una agricultura que considera meros insumos a las semillas y a la biodiversidad.
Los terribles impactos de las fumigaciones, el desmonte, las enfermedades, la falta de alimentos sanos, las inundaciones y sequías, la pérdida de los suelos y sus riquezas, el desplazamiento de las poblaciones y su consiguiente hacinamiento en las periferias urbanas asistencializadas, no forman parte de las preocupaciones gubernamentales, son justificadas por “razones de estado” y configuran la contracara del jactancioso “modelo de crecimiento económico con inclusión social” machacado por el poder comunicacional del kirchnerismo.
Los procesos político-económicos que se profundizan en torno al modelo de los agronegocios, sumado a la creciente subordinación de las políticas de estado hacia los objetivos económicos de las corporaciones transnacionales y las necesidades de los mercados globales, se distancian de manera abrupta de las retóricas épicas que, ilegítimamente, pretenden activar el imaginario social de la tradición nacional y popular. Una mirada congruente con las complejidades propias de la historia reciente de la Argentina , observaría con facilidad la tensión que existe entre la base material y el universo simbólico-ideológico del actual proceso político, tensión que, sin dudas, el progresismo oficial ha sabido capitalizar en términos proselitistas: apropiarse de retóricas que apelan a la memoria de las resistencias de nuestros pueblos para resignificarlas y reconvertirlas en herramientas de dominación simbólica al servicio del capitalismo global.
La resignación y la capitulación de ciertos sectores progresistas y/o de izquierdas (intelectuales, funcionarios, sindicalistas, etc.), cuando no el posibilismo y la creencia en la gradualidad, dieron lugar a una legitimación del actual proceso de recolonización cuya contribución al confuso maremágnum conceptual de nuestra época resulta crucial. Es por ello que en ciertos “relatos” progresistas y hasta de izquierdas, se encuentran disparatadas interpretaciones históricas en procura de justificar nuestro triste rol neocolonial de apéndice agro-minero-exportador impuesto por la globalización.
Jorge Rulli y Maximiliano Mendoza nos proponen al finalizar el documento:

Tenemos que salir de la encerrona racional, urbana e industrial periférica que nos propone la globalización. Necesitamos desactivar a sus portavoces liberales y progresistas. La fe ciega en el progreso y el desarrollo material infinitos, nos impide pensar la posibilidad de mundos-otros, e indefectiblemente nos conduce a un suicidio colectivo.
Es por ello que necesitamos recrear un pensamiento nuevo con ligazón a las sabidurías ancestrales, orientado hacia nuevos horizontes decoloniales, ecológicos y libertarios. Un pensamiento que nos permita cuestionar las lógicas de la modernidad de manera radical, convencidos de que el cuestionamiento de sus presupuestos es el mejor modo de aportar a las luchas contra el capitalismo y el colonialismo.
Luchamos por retomar el derrotero americano del arraigo y recuperar la dimensión sagrada del territorio, el alimento y la vida en comunidad. En suma: asumir el destino cósmico que nos une a la Madre Tierra.  
"Se trata de descubrir un nuevo horizonte humano, menos colonial, más auténtico y más americano. ¿Para qué? Pues para que desde aquí recién pensemos la necesidad o falta de necesidad de las revoluciones, o quizás un mundo auténtico donde una revolución podría ser inútil por estar ya todos nosotros desde siempre en ella, pero en toda su profundidad, con toda nuestra plenitud americana" (Rodolfo Kusch) [15].


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