¿En qué país estamos a
consecuencia de
20 años de transgénicos?
Percatarnos exige descubrir cómo la alta tecnología no es progreso ni
bienestar. Al contrario, ataca mortalmente la salud poblacional e individual y
desertifica o destruye las condiciones de vida y trabajo. Por eso, si procuramos
generalizar esa ruptura con la percepción inmediata, es hora de esforzarnos por
multiplicar los espacios en común donde las llamadas luchas ambientales puedan
ser escuchadas, visibilizadas e interpretadas como planteos de problemas a
erradicar por construcción de la autodeterminación de los pueblos de nuestro
país-continente. Porque el desafío es organizar la sociedad-mundo para atender a
las necesidades y aspiraciones de las diversidades de abajo. Es confrontar
con el capitalismo que se centra, casi exclusivamente, en la incesante
acumulación oligopólica de riquezas y poder sin importarle ir expandiendo los
apartheid sociales. Es destapar la participación en la criminalidad sistémica
tanto
de
los científicos y tecnólogos como
de
los políticos y sindicalistas dedicados a viabilizar el constante incremento
lucrativo o expoliador. ¿Qué criminalidad de lesa humanidad enfrentamos?
Argentina:
Veinte años de mitos transgénicos
5 de abril de 2017
Por
Franco Segesso
Hace
veinte años llegó a la Argentina el primer cultivo genéticamente modificado
(GM), auspiciado por promesas de bienestar para la población: la soja Roundup
Ready (RR) de Monsanto.
Dos décadas después,
las promesas siguen aumentando y los transgénicos no han cumplido ninguna de
ellas, pero degradan la biodiversidad del suelo y la alimentación en el país.
Se suponía que la
tecnología volvería más sencillos, seguros y eficientes los sistemas
alimentarios y agrícolas, que eran la clave para alimentar al mundo y además
combatir el cambio climático. Nada de esto ocurrió. Argentina ha llegado a
ocupar el tercer lugar entre los países con más obesidad infantil de América
Latina; el 29,4% de su población sufre sobrepeso y uno de cada tres adolescentes
tiene problemas de obesidad. Los agricultores, por su parte, no logran con este
modelo hacer frente a las consecuencias del calentamiento global como las
sequías y las inundaciones.
Pero, en cambio, el uso
de herbicidas, encabezado por el glifosato, aumentó de manera exponencial: en
1995 se utilizaron en Argentina 42 millones de litros de herbicidas. En 2011 la
cifra alcanzó los 252 millones. Muchos yuyos silvestres (considerados malezas)
se multiplicaron y desarrollaron tolerancia a este producto químico. De esta
manera, en los últimos veinte años, los costos de la agricultura química
aumentaron entre cuatro y cinco veces por hectárea.
Los cultivos
transgénicos ocupan en la Argentina más del setenta por ciento del territorio
cultivable, con la soja como protagonista. El 25% de la cosecha se exporta
directamente; el resto se procesa y se utiliza principalmente para alimento
animal, biocombustibles o aditivos de alimentos y bebidas industriales
(galletitas, gaseosas, margarinas o embutidos). El 15% de la producción es para
consumo interno, en su mayoría alimentos que favorecen enfermedades de
malnutrición, como la obesidad y la diabetes.
El Instituto Nacional
Tecnológico Agropecuario de Argentina (INTA) sostiene:
“El actual modelo de agricultura industrial o modelo
extractivo ha pretendido que la química controle a la biología, simplificando
así la toma de decisiones. Sin embargo, dentro de este modelo, no se ha tenido
en cuenta que el uso excesivo de plaguicidas pone en serio riesgo al recurso
suelo”. Los suelos no son ecosistemas tan
populares como los bosques o los océanos, pero allí vive un cuarto de la
biodiversidad global y de su salud depende nuestra alimentación, de allí
proviene el 95% de la comida.
En estos veinte años,
los emprendimientos de agricultura ecológica han recibido considerablemente
menos inversiones y sin embargo alcanzaron rendimientos estables sostenibles,
sin riesgos químicos. Se revelaron como medios de vida agrícolas seguros, además
de sobrevivir con éxito a los efectos del cambio climático.
Después de dos décadas, está claro que los transgénicos no son el cultivo que nuestra tierra necesita ni el sistema alimentario que requerimos. Una tecnología que promueve los monocultivos transgénicos, intensifica el uso de agrotóxicos, consolida los monopolios corporativos y aumenta la presión económica sobre los agricultores es claramente parte del pasado agroindustrial, no del futuro ecológico.
Infobae
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Noticias/Argentina_Veinte_anos_de_mitos_transgenicos
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Noticias/Argentina_Veinte_anos_de_mitos_transgenicos
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CULTIVOS TRANSGÉNICOS, ¿HACIA DÓNDE FUIMOS?
Veinte años después de la liberación de soja en la Argentina
4 de enero de 2017
Por
Walter A. Pengue
La
República Argentina fue el primer país de América Latina que abrió sus fronteras
a la liberación de un evento transgénico: la soja RR.
El
objetivo de expansión fue planteado por fuera de sus fronteras en la mesa de
discusión global de los grandes grupos semilleros y agroquímicos, que buscaban
en primera instancia una expansión rápida y en gran escala, sobre grandes
territorios, para la colocación segura de sus nuevos productos.
Una
declamada modernización del agro, una fuerte presión corporativa internacional,
sumada a una dependencia política importante y la nula o casi nula participación
social, fueron algunos de los factores que permitieron en la Argentina, las
condiciones para la llegada inicial de los primeros cultivos transgénicos.
El 25
de marzo de 1996, y sólo a través de una resolución interna del Secretario de
Agricultura, Pesca y Alimentación de la Argentina, Número 167/96, Ing. Agr.
Felipe Solá, se aprobaba la liberación comercial de la soja RR, resistente al
herbicida glifosato, bajo la segunda presidencia de Carlos Saúl Menem.
El
llamado “paquete tecnológico” incluía tres ingredientes: Una nueva soja,
resistente a un herbicida, el glifosato, que permitía controlar malezas en un
también novedoso sistema de conservación conocido como siembra directa.
Rápidamente, los agricultores adoptaron esta tecnología. En poco menos de cinco
años (1996-2001), la tasa de adopción tecnológica de las nuevas semillas
transgénicas, alcanzó el 100 %. Nunca antes, ni siquiera con los mejores
híbridos de cultivos muy conocidos como el maíz, sea en los Estados Unidos, sea
en la Argentina, los agricultores adoptaron tan rápidamente una nueva
tecnología.
Pero, ¿por qué los
agricultores argentinos, tomaron tan rápidamente una nueva tecnología? Varios
fueron los factores que coadyuvaron para que las nuevas sojas, fueran adquiridas
tan rápidamente en el marco de un conjunto de elementos técnicos y económicos
que les “facilitarían” el manejo y además les permitirán obtener mayores
ganancias inmediatas.
Con la siembra directa y
el control de malezas con glifosato, los agricultores podrían cerrar tres ciclos
de cultivos en dos años (trigo-soja, soja, trigo-soja), con lo que prácticamente
podrían mejorar sus ingresos al unir más rápidamente los ciclos de producción de
uno y otro (Ver Diagrama).
Además, pasaban de
utilizar una batería de herbicidas para presiembra, preemergencia,
postemergencia temprana, postemergencia tardía y ciclo completo, precosecha y
cosecha, con un único herbicida: el glifosato.
Otro
factor importante, fue la rápida tendencia a la reducción del precio del litro
de herbicida que pasó en pocos años de costos poco menos de 30 u$s por litro, a
un poco más de 3 u$s.
Comodidad, simplicidad, reducción de costos y luego recién después de inicios
del presente siglo, mejores precios en la soja, facilitaron un proceso de
adopción técnica importante por parte de los grandes, medianos y pequeños
productores.
A
ello se suma, una componente importante que es la fuerte inducción que reciben
los productores argentinos, de parte de las compañías de semillas y
agroquímicos. El papel del Estado a través de sus organismos técnicos (INTA,
Ministerios), ha sido ocupado por estos y si bien se tomaron acciones aisladas
para analizar más en profundidad los impactos de las nuevas prácticas, estos se
vieron sublimados por la presión estatal para promover la producción transgénica
por encima del resguardo social, económico u ambiental de su propia sociedad.
Los
agricultores eran inducidos, prácticamente bombardeados con información
recurrente de las bondades de implementación de los nuevos cultivos, tanto desde
la prensa como desde las muestras a campo y los vendedores de productos. Incluso
un año antes de los correspondientes permisos oficiales, la compañía Nidera, que
incorporaba el gen de resistencia en sus materiales de soja transgénicos,
mostraba a campo estas bondades en las reuniones a cielo abierto (Expoagro
1995), e incluso se distribuía material “para probarlo” en sus propios campos, a
los productores.
A
ello se suma, la propia preparación técnica de estos agricultores y grado de
conocimiento de los nuevos cultivos y productos, superior incluso al
conocimiento de sus colegas norteamericanos. A la pregunta sobre si adoptarían
la nueva tecnología o no, la respuesta de los argentinos, fue siempre superior
en cuanto a su adaptación inmediata.
En el
caso de la Argentina, la variedad original norteamericana A-5403 y su derivada
transgénica 40-3-2-, no tenían buena adaptación a las condiciones ambientales de
las regiones argentinas, por lo que se implementó un programa acelerado de
cruzamientos y retrocruzamientos (entre Costa Rica y Argentina), para la
incorporación del nuevo evento.
Ya en
el año 97/98, Nidera comercializó sus primeras cinco líneas conocidas como A5435
RG, A5634RG, A5818RG, A6001 RG, A6401RG, que hoy forman ya parte de la historia
agrícola del país.
Los
argumentos planteados en esa etapa inicial de inducción pasaban por comentarios
de las compañías interesadas, técnicos empleados, organismos del Estado
argentino (INTA, Universidades) y hasta y muy especialmente la propia CONABIA,
que prácticamente garantizaban que con la llegada de los transgénicos, se
“reduciría” el consumo de herbicidas, se “disminuiría” la deforestación y se
incrementaría la “productividad” del cultivo. CONABIA es la entidad responsable
de la bioseguridad en la Argentina, dependiente actualmente del Ministerio de
Agroindustria.
Otro
comentario que se transmitía en esos momentos, era que la transgénesis se
incorporaría en variadas instancias y cultivos y que con ello, se lograría una
disminución en el uso de agroquímicos en general, menor cantidad de
fertilizantes, adaptaciones importantes a la sequía y otras calamidades.
Vista
la realidad, al año 2016, son sólo cuatro cultivos liberados como
biotipos transgénicos en la Argentina: soja, maíz, algodón y papa, con la
característica que les permiten tolerar la aplicación de herbicidas distintos o
al ataque de insectos y en menor cuantía y recién probándose ahora (soja
resistente a la sequía y papa tolerante a virus), en 2015.
En la
última campaña 2015/2016, fueron 20.300.000 hectáreas de soja sembrada con las
características de resistencia a herbicidas y a insectos (el 100 %), 3.800.000
hectáreas de maíz, con resistencia a herbicidas, características insecticidas o
apilados con resistencia herbicida e insecticida (96 % de adopción) y 400.000
hectáreas de algodón, con tolerancia herbicida, insecticida o con genes apilados
(100 % de adopción). El total de hectáreas sembradas con transgénicos en la
última campaña fue de 24.540.000 hectáreas.
Frente a esta situación de prácticamente enfrentarse al “cultivo perfecto”,
fueron muy pocos los que en ese entonces en la Argentina, emergieron con
comentarios científicos sólidos sobre los potenciales impactos de las nuevas
tecnologías.
Cuando en el año 2000,
publicamos Cultivos Transgénicos, ¿Hacia dónde vamos? (Pengue 2000), con el
apoyo de UNESCO, fueron varias las preguntas y preocupaciones que se daban
frente a una poderosa innovación tecnológica, que avanzaba sin querer considerar
otros aspectos relevantes del ser agropecuario. Como dijo alguna vez, un
destacado empresario sojero, “Señores, la tecnología atropella”,
significaba que entonces habría atropellados…
Es
justamente sobre ellos, sobre los aspectos atropellados por la biotecnología
moderna, en que nos referíamos en el libro, sobre las tan necesarias y
pertinentes preguntas que todo científico agrícola, debería haberse hecho en
esos tiempos.
Decíamos y preguntábamos décadas atrás: ¿Beneficia la biotecnología,
especialmente aquella que se está difundiendo, a un verdadero desarrollo
agrícola sustentable?, ¿Cómo afectará a nuestros campos en producción y a los
recursos vivos, el cambio de patrón de uso de los herbicidas?, ¿Existe
posibilidad de aparición de resistencia de las malezas frente al cambio de
patrón?, ¿Cuáles serán los efectos sobre la biodiversidad?, ¿Se han estudiado
los efectos deletéreos e indirectos?, ¿Qué cambios producirán sobre ciertos
parches de paisaje?, ¿Qué sucederá con los productores que no deseen acceder a
la nueva tecnología?, ¿Beneficiará realmente al productor y sus campos la
asimilación de las nuevas técnicas?, ¿En el balance de largo plazo, cuáles serán
los beneficios y los riesgos para la Región, ¿Existen efectos sobre la salud
humana?, ¿Hay diferencias con los productos convencionales, que la población
deba conocer?, ¿Las nuevas semillas, generarán más dependencia, aumentando a su
vez el consumo de herbicidas?, ¿Qué relaciones tienen con las tecnologías ya
aplicadas en la Región?, ¿Mejorarán las condiciones de vida del productor?;¿Se
beneficiará la sanidad de los cultivos?,¿Y la del ambiente?, ¿Es pertinente
hablar de sustentabilidad y utilizar cada día más químicos derivados del
petróleo?, ¿Será factible utilizar un sistema de manejo integrado de plagas –
MIP – e integrarlo al uso de herbicidas?, ¿Qué efectos tendrá sobre la flora y
sobre la fauna, especialmente la benéfica, este cambio de patrón?... Estas
fueron las preguntas que dieron cuenta inicialmente a la investigación plasmada
en el libro en cuestión y que a su vez, ciertamente fueron desestimadas como
pertinencia e investigación por las instituciones científicas y universidades de
la Argentina, que debieron dar cuenta del contralor, previsión, prevención,
prospección de fuentes y problemas, a priori y no a posteriori. La “innovación
científica” procedió aquí más como furgón de cola de un proceso y de forma más
temeraria que emprendedora.
Lamentablemente, prácticamente todas las instancias que se plantearon
inicialmente, fueron también desestimadas por quienes debieron controlar todas
las etapas y los procesos en la liberación de un nuevo evento transgénico y que
le hubieran ahorrado al país y sus ecosistemas y sociedades, los enormes costos
socioambientales, las externalidades, que hoy paga toda la sociedad en su
conjunto.
La constitución de una Comisión Asesora, la CONABIA,
conformada por miembros de la Secretaria de Agricultura, las Empresas, CONICET,
Asociación Argentina de Ecología, focalizada en el estudio científico del
transgen, no permitió realmente entrever los necesarios estudios y ampliaciones
sobre los impactos ecológicos y sociales de cada liberación, a pesar de
incorporar tecno políticos que igualmente apuntaban con su mirada a las
garantías de las exportaciones. El sesgo cientificista, pero en rigor no
científico, al no permitirse la pertinencia de cada pregunta científica, se
cerró a la mirada de los posibles impactos por venir, estando simplemente las
consecuencias a la vista. Es llamativo que a pesar de estar ya en democracia,
la sociedad civil, no fuera informada en amplitud y clarificación sobre estos
procesos, menos aún su participación, como así también la enorme
responsabilidad y necesaria participación de otras instancias ministeriales como
la Secretaria de Ambiente o del Consumidor, cuyas sillas no estuvieron ocupadas
en los momentos más cruciales de las decisiones por tomar (Ver Diagrama). Hoy
devenida en Ministerio, el de Ambiente, tampoco ha mostrado injerencia
importante en sus decisiones para involucrarse con la firmeza del caso, en los
grandes temas nacionales ambientales que el país necesita. Aquí se trata de
ciencia, con conciencia y no sólo de sentido común, que a veces se convierte en
las decisiones de políticas, en el menos común de los sentidos. En “La
Argentina fumigada” (Sández, 2016), podrán encontrarse porqué el impacto
necesita de un mayor compromiso y trabajo y nunca menos. La población
argentina, en especial la que sufre en silencio en pueblos y ciudades
periféricas, así lo estaría demandando.
Un
aspecto que también fue llamativo, emulando situaciones similares en los Estados
Unidos, fue el flujo de funcionarios y asesores que pasaban del sector público
al privado, del gobierno nacional al provincial, de una empresa a otra, o de una
empresa con “introgresión” en el sector gubernamental. Recibió y recibe un
nombre: “Puertas giratorias” o rolling doors, un sistema muy conocido en EE.UU.
como así también en la Argentina.
Veinte años después, los resultados ambientales y sociales han mostrado de
manera fehaciente, que prácticamente todos los argumentos presentados por las
empresas como por los gobiernos que promovieron sucesivamente cada nuevo evento
transgénico, no se cumplieron en la realidad.
Desde
el punto de vista ambiental, la enorme expansión de la resistencia y tolerancia
al herbicida glifosato y otros herbicidas utilizados en el paquete tecnológico,
ha crecido de manera irrefrenable en el país. El consumo de glifosato llegó en
la última campaña agrícola a los casi 400.000.000 de litros, lo que significa
aproximadamente unos 10 litros por habitante y por año. En lugar de reducirse,
el consumo aumentó drásticamente en valores totales, como así también en su
aplicación por hectárea.
La
aparición de supermalezas, en especial el SARG (Sorgo de Alepo resistente a
glifosato), rama negra y una serie de más de 24 malezas resistentes, demuestra
que es el modelo tecnológico mencionado, el que fomentó y expandió esta tremenda
y costosa expansión de resistencias.
Entre
1997 y 2015, la extracción de cultivos pasó de 50 millones de toneladas a 137
millones, siendo la soja el cultivo que más creció, saltando de 26,000 toneladas
a más de 60 millones de toneladas en el mismo período.
El
área cultivada con soja también se vio disparada,
pasando de 38,000 Ha en 1970 a 20,5 millones de hectáreas en el 2015, lo que
representa más de la mitad de la tierra cultivada. En 2015 la superficie total
sembrada con cultivos fue de casi 41 millones de hectáreas. La pérdida de
nutrientes, por extracción selectiva de cultivos como la soja, indican que entre
1970 y 2015 la Argentina, exportó casi 60.000.000 de toneladas de nutrientes (N,
P, K, Ca, Mg, S, Bo, Cl, Cu, Fe, Mn, Mo y Zn).
Entre las principales
causas del aumento de los procesos erosivos, se encuentran los de origen
antrópico, tales como la pérdida de las rotaciones agrícolo-ganaderas y su
concentración sólo en la agricultura y el monocultivo, el desmonte de millones
de hectáreas que teniendo abolengo de monte son convertidas a la agricultura (agriculturización),
la expansión de la frontera agropecuaria (pampeanización) y la degradación en el
periurbano, conurbaciones, áreas de transporte, logística y puertos que derivan
en un intenso proceso de cambio de uso del suelo. En la Argentina, por el cambio
de uso del suelo, la FAO ha informado que el país tenía 34,7 millones de
hectáreas en 1990 de bosques naturales y ahora, 25 años después, esa cifra se
redujo a 27,11 millones de hectáreas. Es decir que el
país perdió en un cuarto de siglo el 22% de sus bosques, unas 7,6 millones de
hectáreas.
El actual paso a través de una nueva Ley de Semillas, promovida por la industria
y el actual gobierno argentino con el total apoyo de legisladores del partido
gobernante anterior, representa un retroceso en cuanto a la defensa de los
intereses de los pequeños y medianos agricultores de la Argentina y la región.
Ya en el periodo anterior, se había intentado promover fuertemente una
legislación que obligara al país a pasar de su estado actual (UPOV 78) a UPOV 91
e hiciera generar una importante renta del productor hacia los sectores
concentrados de semillas.
El reciente acuerdo entre las multinacionales de las semillas y agroquímicos
como Monsanto y Bayer, potenciará el poder de la industria química-semillera y
promoverá seguramente una expansión aún mayor sobre los territorios, para
continuar con las ventas crecientes de estos biomoléculas sintéticas y sus
productos vinculados, sumado a una increíble acumulación de conocimiento
científico tecnológico en el eje agropecuario.
Desde
el punto de vista social, la estabilidad en el campo no se logró. La unidad de
escala económica aumentó, pasando de unos 250 hectáreas a principios de los años
noventa o poco más de 600 hectáreas en el periodo actual, lo que también
representó una expulsión de los productores pequeños y medianos del campo
argentino, alcanzando a poco menos de los 180.000 establecimientos
agropecuarios. En los momentos de mayor bonanza económica del ciclo sojero y
expansión del modelo, la Argentina perdía tres establecimientos agropecuarios
por día y los agricultores se veían desplazados de sus propios espacios de vida.
La
competencia por la tierra, frente a precios crecientes de la misma, generó una
llegada de nuevos capitales que compraron tierras y desplazaron a pequeños
agricultores, campesinos e incluso pueblos originarios en las áreas de borde
marginal en el chaco seco y húmedo.
La
creciente y expansiva aplicación de un coctel de agroquímicos, donde el
glifosato era el ingrediente principal pero no el único, fomentó la
productividad social de conflictos agroambientales, para intentar detener el
avance de las pulverizaciones en la interface urbano rural. La emergencia de
los movimientos de “pueblos fumigados”, sumados a los informes crecientes de
médicos que comenzaron a alertar tempranamente sobre estos procesos (Kawsewer,
Gianfelice), pusieron sobre la mesa la necesidad de investigación profunda que
se inició a partir de medianos de década pasada (Carrasco) o bien se denunció
desde las mismas Facultades de Medicina (Rosario, Verzeñazzi).
En resumen, el denominado paquete transgénico, ha tenido costos sociales y ambientales crecientes, que actualmente no ha podido soslayar. Ninguno de los argumentos planteados por los promotores del mismo se cumplió, sino que por el contrario, se validaron las respuestas preocupantes frente a preguntas aún más preocupantes.Nuevamente ahora en 2016, la industria y los países y empresas promotores, resaltan nuevos productos y bondades que sí vendrían a resolver los problemas por ellos mismos creados: control de resistencias con nuevas acciones herbicidas e insecticidas, disminución de la expansión con aplicación de procesos relacionados a la agricultura inteligente, bioclimática o la intensificación ecológica, mejora en la absorción en el uso de fertilizantes, agricultura sintética que sería mucho más eficiente en la producción y el control. Si en los noventa (desde 1996), no cumplieron, con ninguna de sus promesas, que más que ciencia residían en deseos y creencias, ¿porque iríamos a creerles o peor aún confiar en su mirada parcial de la ciencia, hoy en día…?El actual gobierno argentino apuesta prácticamente todas sus fichas a la expansión de las hectáreas sembradas. ¿Pero?, ¿Mirará alguna vez los costos, las externalidades, o condenará a nuestros recursos naturales, al futuro de país y a las generaciones futuras, a una suerte de silla eléctrica?...En sus manos está hoy día el poder cambiar o no, hacia un país verdaderamente sustentable.
Bibliografía:(...)
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Argentina: La
obediencia debida y el agronegocio
11 de noviembre de 2016
11 de noviembre de 2016
"Las grandes corporaciones del campo que se van fusionando y así concentrando
cada vez más el negocio de la semilla, de los agrotóxicos y de los alimentos,
sabían y saben muy bien lo que hacen, lo piensan, lo diseñan y lo ejecutan a
través de profesionales y funcionarios que se someten a la obediencia debida con
el agronegocio... Un plan siniestro, apoyado por los gobiernos, por la mayoría
de las entidades agropecuarias, por los consejos de ingenieros agrónomos y por
la obediencia debida con el agronegocio."
Por Ing.
Agr. Gabriel Arisnabarreta (Integrante
de Ecos de Saladillo y de RENACE)
“La Argentina es uno de los países líderes en la utilización en su
agricultura de cultivos genéticamente modificados (GM), con más de 22 millones
de hectáreas dedicadas a los cultivos de soja, maíz y algodón que utilizan este
tipo de tecnologías. El proceso de adopción de las mismas se inició en el año
1996 con la introducción de la primera soja tolerante al herbicida glifosato y
ha continuado ininterrumpidamente, con una dinámica de adopción casi sin
precedentes a escala mundial y que ha llevado, a que en la actualidad, este tipo
de tecnologías se utilicen en prácticamente la totalidad del cultivo de soja, en
el 86% del área de maíz y el 99% de la superficie de algodón.”
Con este “optimismo desenfrenado”, Eduardo J. Trigo, asesor agropecuario, escribía en Noviembre del 2011 un informe para Argenbio (Consejo Argentino para la formación y el desarrollo de la biotecnología que trabaja articuladamente con AAPRESID)) titulado “Quince años de cultivos genéticamente modificados en Argentina”.
Así mismo sostiene dicho informe que esta dinámica de adopción del paquete tecnológico siembra directa/ OGM/glifosato no tiene precedentes a escala mundial por la velocidad con la que se adoptó dicho paquete: “Es sólo comparable a la adopción de los híbridos de maíz en el estado de IOWA en 1930 pero mucho más acelerado que en el resto de los estados de USA con respecto a dicha misma tecnología, en plena “revolución verde”.
Es decir que no existe experiencia en el mundo, dicho esto por quienes defienden el modelo del agronegocio, de semejante adopción de una tecnología en un país.
“Aún dentro de la experiencia argentina, la evolución de la incorporación de estas tecnologías biotecnológicas a los procesos productivos, continua diciendo el informe, se compara muy favorablemente con otras situaciones anteriores como la del maíz híbrido y los trigos con germoplasma mexicano que aparecieron con la llamada “revolución verde”. Los maíces híbridos tardaron 27 años en alcanzar el porcentaje de aceptación que hoy tienen los maíces GM después de apenas 13 años, y los trigos mexicanos llegaron en 12 años al porcentaje de adopción que ostentó la soja en sólo 4 campañas (el 90% del mercado)”.
¿Es esto un mérito argentino o en realidad forma parte de un experimento masivo al que es sometido el pueblo argentino y nuestros agroecosistemas?
¿Esa velocidad en adoptar un modelo, es porque somos pioneros en la materia, únicos en el mundo, o por lo contrario se debe a que cumplimos disciplinadamente el rol que el mundo globalizado nos ha impuesto?
Con este “optimismo desenfrenado”, Eduardo J. Trigo, asesor agropecuario, escribía en Noviembre del 2011 un informe para Argenbio (Consejo Argentino para la formación y el desarrollo de la biotecnología que trabaja articuladamente con AAPRESID)) titulado “Quince años de cultivos genéticamente modificados en Argentina”.
Así mismo sostiene dicho informe que esta dinámica de adopción del paquete tecnológico siembra directa/ OGM/glifosato no tiene precedentes a escala mundial por la velocidad con la que se adoptó dicho paquete: “Es sólo comparable a la adopción de los híbridos de maíz en el estado de IOWA en 1930 pero mucho más acelerado que en el resto de los estados de USA con respecto a dicha misma tecnología, en plena “revolución verde”.
Es decir que no existe experiencia en el mundo, dicho esto por quienes defienden el modelo del agronegocio, de semejante adopción de una tecnología en un país.
“Aún dentro de la experiencia argentina, la evolución de la incorporación de estas tecnologías biotecnológicas a los procesos productivos, continua diciendo el informe, se compara muy favorablemente con otras situaciones anteriores como la del maíz híbrido y los trigos con germoplasma mexicano que aparecieron con la llamada “revolución verde”. Los maíces híbridos tardaron 27 años en alcanzar el porcentaje de aceptación que hoy tienen los maíces GM después de apenas 13 años, y los trigos mexicanos llegaron en 12 años al porcentaje de adopción que ostentó la soja en sólo 4 campañas (el 90% del mercado)”.
¿Es esto un mérito argentino o en realidad forma parte de un experimento masivo al que es sometido el pueblo argentino y nuestros agroecosistemas?
¿Esa velocidad en adoptar un modelo, es porque somos pioneros en la materia, únicos en el mundo, o por lo contrario se debe a que cumplimos disciplinadamente el rol que el mundo globalizado nos ha impuesto?
En cuanto a los supuestos beneficios ambientales de los OGM y su paquete tecnológico asociado, se menciona que: ”La combinación SD + soja tolerante al herbicida glifosato integra dos conceptos tecnológicos: 1) nuevas tecnologías mecánicas que modifican la interacción del cultivo con el recurso suelo ((siembra directa) y 2) el uso de un herbicida total (glifosato, que genera un menor impacto ambiental que otros herbicidas) altamente efectivo para controlar todo tipo de malezas y sin poder residual. La utilización de tecnologías mecánicas y el uso de herbicidas totales implican una mayor intensidad en el uso de insumos, lo cual usualmente se describe como una intensificación “dura”. Sin embargo, como puede verse en el Gráfico 4.1, esta intensificación “dura” es, al mismo tiempo, “amigable” desde el punto de vista ambiental, porque ha conducido, en forma paralela, a una reducción en términos nominales del consumo de otros herbicidas, como la Atrazina, que poseen mayor poder residual.
En este sentido, el informe continúa diciendo: “A los aspectos mencionados cabe adicionar otros beneficios de los cultivos GM asociados con el uso de fitosanitarios. En este sentido, el glifosato pertenece, dentro de la clasificación de la Organización Mundial de la Salud (1988), al grupo de herbicidas de toxicidad clase IV (“prácticamente no tóxicos”), y según datos de 2001, la introducción de la soja tolerante a glifosato, si bien significó un aumento en el uso de este herbicida – tanto en volumen total como en número de aplicaciones – también significó una disminución sustantiva de la cantidad aplicada de herbicidas de mayor toxicidad e impacto ambiental (Qaim y Traxler, 2002).
Traduciendo, deberíamos decir que Argenbio sostenía que la llegada
de los OGM y su paquete tecnológico, posibilitaría erradicar del agro a todos
aquellos agroquímicos más tóxicos como por ejemplo la Atrazina y el 24D, ya que
con un herbicida banda verde se podría controlar todo el universo de malezas
existentes en el agro argentino.
Convengamos que a esta altura, ya es muy difícil hablar de optimismo, y deberíamos comenzar a mencionar la palabra desconocimiento o para ser más precisos aún, la clara intención de sostener un discurso mentiroso y poco científico, con el único objetivo de incrementar a cualquier costo (aún el de la salud humana de ésta y las próximas generaciones) las ganancias de las corporaciones del agronegocio.
¿Por qué decimos esto?
En primer lugar no se puede desconocer que con respecto al glifosato desde 1988 en que la OMS lo clasifica como banda verde hasta el día de hoy, han pasado muchas cosas. Monsanto lo lanzó al mercado como biodegradable, como parte de su estrategia de imponer un paquete tecnológico supuestamente amigable con el ambiente. Por esto ha tenido que pagar multas, por ejemplo en Francia, ya que el Tribunal de Lyon comprobó que esto no era cierto y que era parte de una publicidad engañosa. Esto ocurrió el 26 de enero del año 2007.
En Argentina, curiosamente en el año 1996, antes de que se aprobara la primer soja transgénica RR, y de acuerdo a lo dictado por la OMS, la clasificación toxicológica de los agroquímicos fue cambiada. Hasta ese momento había 4 bandas de colores, desde el Rojo “Extremadamente tóxico” hasta el verde “Levemente tóxico”. La palabra tóxico aparecía en todas las bandas y de ahí que el concepto de agrotóxico quedaba claramente evidenciado. Eso evidentemente no era coherente con la campaña que Monsanto había pensado para el glifosato y el paquete tecnológico asociado; y mágicamente el texto que definía a la banda verde fue cambiado a:
“Productos que en condiciones normales de uso, probablemente no ofrecen peligro alguno”. Un eufemismo muy difícil de equipararlo a un concepto científico. Desapareció la palabra tóxico de un sablazo.
Convengamos que a esta altura, ya es muy difícil hablar de optimismo, y deberíamos comenzar a mencionar la palabra desconocimiento o para ser más precisos aún, la clara intención de sostener un discurso mentiroso y poco científico, con el único objetivo de incrementar a cualquier costo (aún el de la salud humana de ésta y las próximas generaciones) las ganancias de las corporaciones del agronegocio.
¿Por qué decimos esto?
En primer lugar no se puede desconocer que con respecto al glifosato desde 1988 en que la OMS lo clasifica como banda verde hasta el día de hoy, han pasado muchas cosas. Monsanto lo lanzó al mercado como biodegradable, como parte de su estrategia de imponer un paquete tecnológico supuestamente amigable con el ambiente. Por esto ha tenido que pagar multas, por ejemplo en Francia, ya que el Tribunal de Lyon comprobó que esto no era cierto y que era parte de una publicidad engañosa. Esto ocurrió el 26 de enero del año 2007.
En Argentina, curiosamente en el año 1996, antes de que se aprobara la primer soja transgénica RR, y de acuerdo a lo dictado por la OMS, la clasificación toxicológica de los agroquímicos fue cambiada. Hasta ese momento había 4 bandas de colores, desde el Rojo “Extremadamente tóxico” hasta el verde “Levemente tóxico”. La palabra tóxico aparecía en todas las bandas y de ahí que el concepto de agrotóxico quedaba claramente evidenciado. Eso evidentemente no era coherente con la campaña que Monsanto había pensado para el glifosato y el paquete tecnológico asociado; y mágicamente el texto que definía a la banda verde fue cambiado a:
“Productos que en condiciones normales de uso, probablemente no ofrecen peligro alguno”. Un eufemismo muy difícil de equipararlo a un concepto científico. Desapareció la palabra tóxico de un sablazo.
Pero eso es sólo un dato curioso. Lo terrible es que desde 1988 hasta la fecha se han acumulado no menos de 487 evidencias científicas del daño que el glifosato causa sobre la salud. Todos estos trabajos se encuentran recopilados en Antología toxicológica del glifosato, por Eduardo Rossi (ecologista, Técnico en Inmuno Hemoterapia y en Epidemiología, estudiante de Ciencias Médicas en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y miembro activo de 'Paren de Fumigar' de Santa Fe, integrante de la ONG Equística de Rosario), e incluyen tanto trabajos científicos nacionales como internacionales.
Los médicos de pueblos fumigados han acumulado una cantidad importante de evidencias en torno a los efectos de los agrotóxicos sobre la salud, en particular a través de los “campamentos sanitarios”, donde médicos, alumnos de medicina, y científicos recorren los pueblos afectados, conversan con la gente y realizan estadísticas epidemiológicas.
No es para nada casual que el Dr. Damián Verseñazzi, que conduce la materia de
salud socioambiental y la práctica final de los futuros médicos de la UNR, desde
donde se proyectan los campamentos sanitarios, sea ideológicamente perseguido y
presionado actualmente, parte de su equipo de trabajo echado de la Universidad y
los resultados de las investigaciones realizadas ocultadas por la Universidad de
medicina de Rosario.
Todo esto parece ser “desconocido” por Argenbio, por AAPRESID, por los CEO de las distintas corporaciones del campo y por los ingenieros agrónomos que alegremente y con una “obediencia debida llamativa” difundían y construían su vida vendiendo agrotóxicos por todos lados, sin reparar en la información que se iba acumulando tanto científica como directamente de los afectados por la lluvia de agrotóxicos.
Por otro lado esta campaña orquestada por las corporaciones del campo y AAPRESID, intentando mostrarla como “amigable con el ambiente” se basa en una clasificación toxicológica que no contempla los daños crónicos a la salud y al ambiente, ya que se basa en la DL50 (Dosis letal 50) que sólo tiene en cuenta los impactos agudos o sea aquellos que ocurren dentro de las primeras 24 hras de aplicado el tóxico.
Hoy sabemos que un banda verde puede ser a mediano o largo plazo cancerígeno y esto es lo que los trabajos científicos realizados en distintos países vienen demostrando con el glifosato y otros venenos.
No hay ninguna buena práctica ni tampoco un modelo amigo del ambiente, por lo contrario, existe una campaña pensada y diseñada por las corporaciones del campo, acompañada por gobiernos locales, para incrementar sus ventas cada vez más.
Pero volvamos al tema de las malezas. En el informe de Argenbio se sostiene que el glifosato lograría eliminar a las malezas y reemplazar a otros herbicidas más tóxicos desde el punto de vista agudo.
Después de 20 años de haber aplicado este paquete tecnológico, AAPRESID nos dice ahora que el modelo se encuentra en Alerta roja para una cantidad enorme de plantas que se han convertido en malezas difíciles de controlar por los agrotóxicos ya que han desarrollado diversas resistencias a los mismos.
Por esta razón ya no alcanza con el glifosato sino que hay que combinarlo con los herbicidas que ellos decían que iban a reemplazar porque eran más tóxicos.
Hemos vuelto al punto de partida pero aún peor, ya que hoy, hay muchas más malezas resistentes a los distintos químicos que los que había antes de aplicar este modelo de agronegocio. Eso queda claramente evidenciado por los gráficos que adjuntamos confeccionados por AAPRESID:
Todo esto parece ser “desconocido” por Argenbio, por AAPRESID, por los CEO de las distintas corporaciones del campo y por los ingenieros agrónomos que alegremente y con una “obediencia debida llamativa” difundían y construían su vida vendiendo agrotóxicos por todos lados, sin reparar en la información que se iba acumulando tanto científica como directamente de los afectados por la lluvia de agrotóxicos.
Por otro lado esta campaña orquestada por las corporaciones del campo y AAPRESID, intentando mostrarla como “amigable con el ambiente” se basa en una clasificación toxicológica que no contempla los daños crónicos a la salud y al ambiente, ya que se basa en la DL50 (Dosis letal 50) que sólo tiene en cuenta los impactos agudos o sea aquellos que ocurren dentro de las primeras 24 hras de aplicado el tóxico.
Hoy sabemos que un banda verde puede ser a mediano o largo plazo cancerígeno y esto es lo que los trabajos científicos realizados en distintos países vienen demostrando con el glifosato y otros venenos.
No hay ninguna buena práctica ni tampoco un modelo amigo del ambiente, por lo contrario, existe una campaña pensada y diseñada por las corporaciones del campo, acompañada por gobiernos locales, para incrementar sus ventas cada vez más.
Pero volvamos al tema de las malezas. En el informe de Argenbio se sostiene que el glifosato lograría eliminar a las malezas y reemplazar a otros herbicidas más tóxicos desde el punto de vista agudo.
Después de 20 años de haber aplicado este paquete tecnológico, AAPRESID nos dice ahora que el modelo se encuentra en Alerta roja para una cantidad enorme de plantas que se han convertido en malezas difíciles de controlar por los agrotóxicos ya que han desarrollado diversas resistencias a los mismos.
Por esta razón ya no alcanza con el glifosato sino que hay que combinarlo con los herbicidas que ellos decían que iban a reemplazar porque eran más tóxicos.
Hemos vuelto al punto de partida pero aún peor, ya que hoy, hay muchas más malezas resistentes a los distintos químicos que los que había antes de aplicar este modelo de agronegocio. Eso queda claramente evidenciado por los gráficos que adjuntamos confeccionados por AAPRESID:
Esta resistencia se ha extendido a todos los grupos químicos de
herbicidas que hoy se utilizan y también a todo tipo de plantas, tanto de hoja
fina como de hoja latifoliada, y tanto a especies anuales como perennes.
¿Puede alguien creer que los CEO de las empresas del campo
desconocían esto? ¿Puede alguien creer que los agrónomos que repartían y vendían
estos agrotóxicos desconocían esto? Los gráficos muestran claramente el vínculo
que existe entre la aparición de la resistencia y el incremento en la superficie
sembrada con el modelo del agronegocio y su paquete tecnológico asociado. A
partir del año 2004 aproximadamente, se puede ver que nuestros agroecosistemas,
se desestabilizan.
La resistencia que generó semejante presión de selección sobre las poblaciones vegetales era algo que ya se sabía que iba a ocurrir. Constituye casi el ABC de cualquier mínimo conocimiento sobre la dinámica de las poblaciones y de cómo dichas poblaciones reaccionan frente a un disturbio que las ataca o afecta (en este caso la lluvia de agrotóxicos).
El DDT (dicloro-difenil-tricloroetano) se ha venido utilizando desde 1939 hasta la década de los 70. Paul Muller, su descubridor, ganó el premio Nobel por su descubrimiento. En los primeros ataques con DDT moría la mayoría de los insectos, pero unos pocos sobrevivían y se aparearon entre sí. En siguientes fumigaciones, es fácil imaginar lo que ocurría: cada vez se iban seleccionando con mayor eficacia los insectos resistentes.
Esto mismo está ocurriendo ahora con las malezas. ¿No conocían la historia del DDT? Cuando un médico comete una mala praxis se lo denuncia, se lo enjuicia y se lo condena si se comprueba el delito. ¿Qué hay que hacer con los funcionarios, CEOS y agrónomos que realizaron y participaron de un plan orquestado de mala praxis contra la biología, el ambiente y la salud de las personas?
Como bien explica el Ing. Agr. Javier de Souza Casadinho, docente universitario e integrante de Rapall : “Se presentan dos fenómenos que reconocen una misma raíz ecológica:
1) La aparición de nuevas malezas – vegetales tolerantes al herbicida - dado el espacio libre que queda ante la desaparición de otras plantas – noción de nicho ecológico
2) La aparición de resistencias genéticas, que pueden trasladarse a las nuevas generaciones de plantas – noción de resistencia-.
De esta manera han aparecido en la zona núcleo sojera de la región pampeana una serie de plantas que históricamente no constituían un problema y que ahora requieren especial control. De la misma manera algunas plantas se han vuelto más difíciles de combatir a partir de características estructurales propias. Esta resistencia genética es transmitida a las próximas generaciones. La adopción masiva de siembra directa, la adopción de cultivares de soja resistentes al glifosato, el monocultivo de soja y la sustitución de herbicidas tradicionales por el glifosato determinó que se ejerza una importante presión de selección sobre la comunidad de malezas , dirigida fundamentalmente a especies adaptadas al no laboreo y relativamente tolerantes al glifosato, lo cual en ciertos casos generó cambios en la abundancia relativa , comenzando a destacarse especies de malezas que antes pasaban desapercibidas. Mientras que una investigación realizada a fines de la década del 90 determinó que se realizaban entre dos y cuatro aplicaciones de glifosato con dosis que van desde los 2 litros a los 4 litros por hectárea, llegando a aplicar hasta 8 litros de producto por cada ciclo de cultivo., en la actualidad los fenómenos de resistencia y de aparición de nuevas malezas determina un incremento en las dosis y en la cantidad de aplicaciones”. (Bocchicchio, A y. Souza Casadinho, J. 2003 )
Nada del “optimismo desenfrenado” de ARGENBIO ni de AAPRESID, socios locales del agronegocio, se ha cumplido.
Las grandes corporaciones del campo que se van fusionando y así concentrando cada vez más el negocio de la semilla, de los agrotóxicos y de los alimentos, sabían y saben muy bien lo que hacen, lo piensan, lo diseñan y lo ejecutan a través de profesionales y funcionarios que se someten a la obediencia debida con el agronegocio.
La resistencia que generó semejante presión de selección sobre las poblaciones vegetales era algo que ya se sabía que iba a ocurrir. Constituye casi el ABC de cualquier mínimo conocimiento sobre la dinámica de las poblaciones y de cómo dichas poblaciones reaccionan frente a un disturbio que las ataca o afecta (en este caso la lluvia de agrotóxicos).
El DDT (dicloro-difenil-tricloroetano) se ha venido utilizando desde 1939 hasta la década de los 70. Paul Muller, su descubridor, ganó el premio Nobel por su descubrimiento. En los primeros ataques con DDT moría la mayoría de los insectos, pero unos pocos sobrevivían y se aparearon entre sí. En siguientes fumigaciones, es fácil imaginar lo que ocurría: cada vez se iban seleccionando con mayor eficacia los insectos resistentes.
Esto mismo está ocurriendo ahora con las malezas. ¿No conocían la historia del DDT? Cuando un médico comete una mala praxis se lo denuncia, se lo enjuicia y se lo condena si se comprueba el delito. ¿Qué hay que hacer con los funcionarios, CEOS y agrónomos que realizaron y participaron de un plan orquestado de mala praxis contra la biología, el ambiente y la salud de las personas?
Como bien explica el Ing. Agr. Javier de Souza Casadinho, docente universitario e integrante de Rapall : “Se presentan dos fenómenos que reconocen una misma raíz ecológica:
1) La aparición de nuevas malezas – vegetales tolerantes al herbicida - dado el espacio libre que queda ante la desaparición de otras plantas – noción de nicho ecológico
2) La aparición de resistencias genéticas, que pueden trasladarse a las nuevas generaciones de plantas – noción de resistencia-.
De esta manera han aparecido en la zona núcleo sojera de la región pampeana una serie de plantas que históricamente no constituían un problema y que ahora requieren especial control. De la misma manera algunas plantas se han vuelto más difíciles de combatir a partir de características estructurales propias. Esta resistencia genética es transmitida a las próximas generaciones. La adopción masiva de siembra directa, la adopción de cultivares de soja resistentes al glifosato, el monocultivo de soja y la sustitución de herbicidas tradicionales por el glifosato determinó que se ejerza una importante presión de selección sobre la comunidad de malezas , dirigida fundamentalmente a especies adaptadas al no laboreo y relativamente tolerantes al glifosato, lo cual en ciertos casos generó cambios en la abundancia relativa , comenzando a destacarse especies de malezas que antes pasaban desapercibidas. Mientras que una investigación realizada a fines de la década del 90 determinó que se realizaban entre dos y cuatro aplicaciones de glifosato con dosis que van desde los 2 litros a los 4 litros por hectárea, llegando a aplicar hasta 8 litros de producto por cada ciclo de cultivo., en la actualidad los fenómenos de resistencia y de aparición de nuevas malezas determina un incremento en las dosis y en la cantidad de aplicaciones”. (Bocchicchio, A y. Souza Casadinho, J. 2003 )
Nada del “optimismo desenfrenado” de ARGENBIO ni de AAPRESID, socios locales del agronegocio, se ha cumplido.
Las grandes corporaciones del campo que se van fusionando y así concentrando cada vez más el negocio de la semilla, de los agrotóxicos y de los alimentos, sabían y saben muy bien lo que hacen, lo piensan, lo diseñan y lo ejecutan a través de profesionales y funcionarios que se someten a la obediencia debida con el agronegocio.
Años atrás proyectaron que el gran negocio de los próximos 20 años en América Latina y particularmente en la llamada República Unida de la soja (Argentina, Brasil y Paraguay) sería la venta de herbicidas, dada la enorme resistencia de malezas que ellos mismos provocaron para aumentar sus ventas; con un agregado que no es un tema menor: No han aparecido nuevos grupos químicos de herbicidas, el glifosato aparecido en la década del 70 es quizás de los últimos, significa que el control habrá que hacerlo con los antiguos tóxicos que ellos antes decían que iban a erradicar, ahora mezclados entre sí y en distintas concentraciones . Esto implica que no invertirán en investigación ni tampoco perderán tiempo en estudios de los impactos ni en los estudios necesarios para clasificar su toxicidad ya que todos estos principios activos viejos están “registrados, estudiados y clasificados”…un negocio redondo al que sumarán por ejemplo la aprobación de nuevos transgénicos a dichos herbicidas como lo ocurrido recientemente en Argentina con la soja resistente al glifosato y al 24D de la empresa Dow.
Un plan siniestro, apoyado por los gobiernos, por la mayoría de las entidades agropecuarias, por los consejos de ingenieros agrónomos y por la obediencia debida con el agronegocio.
Observemos cómo desde la diversidad de abajo en confrontación con el
extractivismo se plantea:
"Es urgente darle horizonte a todas las luchas indígenas y recuperar la propuesta
de autonomía contenida en el gran pacto constitutivo que se expresa en los
Acuerdos de San Andrés, como una alternativa para reconstruir territorios".
“Necesitamos organizarnos porque los pueblos desorganizados no vamos a
obtener victorias frente a un modelo de desarrollo extractivista que sí
tiene formas de organización efectivas.
Cuando las compañías llegan a nuestros países ellas se organizan y articulan
bien con los Gobiernos.
Tienen formas de acceder a las comunidades a través de engaños y
manipulaciones. Y si nosotros no tenemos un proceso que logre enfrentar esa
forma de organización del capital, pues simplemente no vamos a poder
resistir esos proyectos, y cada vez más comunidades saldrán de sus
territorios e irán a las grandes ciudades a agrandar los círculos de la
pobreza, de gente que no tiene trabajo porque no pertenece a esos espacios".
México: razón de Estado y resistencia de los pueblos
18 de febrero de 2014
Por
Magdalena Gómez
Tras dos décadas
de lucha por el reconocimiento de sus derechos, los caminos de la movilización
indígena se transformaron: la mayoría de los pueblos hacen del repliegue una
estrategia para fortalecer su autonomía. También las demandas sufren reacomodos
y redimensionamiento. Hoy está claro que el proceso de juridicidad de los
pueblos indígenas se topa con la indisposición de los Estados a optar por su
profunda transformación y dar paso plenamente al componente pluricultural
históricamente negado; en lugar de ello, algunos optan por apropiarse del
discurso para diseñar más que un traje, un disfraz, para decirlo a la manera de Lowenstein.
En esta aparente imposibilidad hay un elemento cierto, que es la
profundización de las políticas neoliberales que hicieron de los antiguos
Estados Nación una mera ficción. Ahí se asienta el necesario redimensionamiento
de las luchas sociales: pelean de cara al Estado pero con la mira puesta en las
transnacionales, que no requirieron de proceso constituyente alguno -fuera de
los aparatos en que se han convertido organismos como el Banco Interamericano de
Desarrollo o el Banco Mundial, entre otros. Conceptos como el de Democracia, o
lugares comunes como la llamada Reforma del Estado, aparecen en el escenario
anunciando transiciones y transformaciones que repiten el síndrome de la
exclusión para los pueblos indígenas al trivializar los reconocimientos
constitucionales y legales, reduciéndolos a compilaciones de normas cargadas de
expresiones huecas.
Si nos acercamos a los diversos países de la región y los vemos por la ventana indígena, encontraremos escenarios comunes, independientemente de la ausencia o presencia de normas constitucionales, legales o de derecho internacional. Por ejemplo, paradójicamente la tierra ya no vale tanto por sus fines agropecuarios como por su utilización para megaproyectos. Se impone en los Estados la tendencia a ubicar la vía para superar la crisis económica en la explotación de recursos naturales de los territorios indígenas, por medio de concesiones forestales, mineras, turísticas, hidroeléctricas. Ello sin garantizar siquiera el ejercicio del derecho a la consulta a favor de los pueblos indígenas antes de tomar decisiones que les afecten, como establece el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Mucho menos aparece viable el ejercicio del derecho al consentimiento libre e informado reconocido por la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas en Naciones Unidas.Si bien aún existen particularidades en los procesos nacionales, éstas se refieren a las maneras en que administran las políticas o a la reacción de las sociedades nacionales o la clase política frente a ellas. En los hechos nos encontramos de cara a las definiciones y programas del BID y del Banco Mundial, que no dejan lugar a dudas sobre su visión acerca del rol actual de los antiguos Estados nacionales -hoy transformados en lógica neoliberal.
Ese es el marco que sustituyó a lo que antaño denominamos “el
Estado-Nación” o el proyecto emanado de la Revolución mexicana. El Estado
nacional, en la nueva lógica, garantiza la preeminencia del capital y legisla a
modo para facilitar su inserción en terrenos que ponen en riesgo la
supervivencia misma de los pueblos indígenas, pues en los hechos su derecho
sobre el territorio se encuentra ausente y ello no se subsana al considerarles
retóricamente “preferentes” frente a la competencia con las transnacionales.
En ese contexto, observamos el reforzamiento de la privatización
mediante la emisión de sucesivas leyes centradas en la biodiversidad. Se perfila
paulatinamente la desaparición del espacio propio del derecho público al colocar
al Estado como simple promotor y certificador de las operaciones “privadas” de
los inversionistas (lo cual no implica la desaparición del Estado, sino el
abandono de sus responsabilidades de intervención para garantizar los derechos
económicos, políticos, sociales y culturales, particularmente de las grandes
mayorías que han sido marginadas y excluidas).
Vale aclarar que no es una ofensiva local. El capitalismo se está
recomponiendo a través de esas nuevas maneras de intervenir y ocupar los
territorios ancestrales de los pueblos.
Sin embargo, felizmente la realidad tiene otros escenarios, “bolsones de resistencia” como les han llamado los zapatistas mexicanos (porque los hay de otros países). Desde ahí y desde las redes que pacientemente se van tejiendo, se organizan para detener el empuje neoliberal que esta vez ya no sólo busca excluirlos, sino virtualmente eliminarlos. Las comunidades y los pueblos son quienes más han encabezado movimientos de resistencia en México y en el resto del continente.
Hoy más que nunca carecemos de bases para concebir a las luchas
indígenas de manera aislada respecto al rumbo que toma el perfil neoliberal,
pues sus territorios son asediados ya no para lograr su despojo, sino para
conseguir la explotación de los recursos mediante otras vías.
A lo largo y ancho del país encontramos pueblos organizados contra
las concesiones mineras, que provocan despojos territoriales y promueven el
divisionismo en torno al magno engaño del llamado “progreso”. Así, encontramos
en Oaxaca al Congreso Autónomo Cuicateco, que intenta resignificar su identidad
y rearticularse; a la Asamblea del Istmo en Defensa de la Tierra y el
Territorio, que lucha contra las transnacionales y su mega proyecto eólico del
Istmo de Tehuantepec (y que son apoyadas con un discurso oficial en torno a la
supuesta mitigación del cambio climático). Se dice a las comunidades que esta
energía es una respuesta al agotamiento de mantos petrolíferos, y se enfatiza la
importancia de las energías renovables en el contexto del agotamiento de las
energías no renovables. Se entrega el territorio sin siquiera consultar a los
pueblos –inclusive, actualmente el territorio ya repartió entre las grandes
empresas transnacionales de la energía: Iberdrola, Unión Fenosa, Eléctrica de
Francia. Coexisten varios pueblos originarios en esos territorios (winizá, mixes,
zoques, chontales). Los intermediarios oficiales llegan a las comunidades para
convencerlos de la ocupación de sus tierras, señalando que sus tierras no valen
nada y que los proyectos son del Estado mexicano y se realizarán aún en contra
de su voluntad, por lo que es preferible aceptar “contratos”, sobre sus tierras
ejidales y comunales.
Por otra parte, el pueblo wirrárika -ubicado en Durango, Jalisco,
Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas- se mantiene en unidad, pues en esta nueva
etapa del despojo se enfrentan a la amenaza de mineras, como la First Majestic
Silver, a su territorio espiritual. Para ellos, se amenaza con el exterminio de
una cultura resguardada por mucho tiempo. Ahora quieren destruir los cimientos,
señalan: “Nuestra raíz como pueblo, la pérdida de una cultura milenaria, la
sabiduría está en peligro. Wirikuta es uno de los centros sagrados donde vamos
año con año porque así nos mandaron”.
Hacia el norte encontramos las batallas del pueblo yaqui contra el
Acueducto Independencia y las de los rarámuris de Choreáchi y de Coloradas de la
Virgen contra el despojo territorial, sea sobre recursos hídricos o forestales.
Al sur está el ejido Tila, en Chiapas, que continúa defendiendo las
resoluciones jurídicas favorables que logró tras varias décadas.
Toda esta serie de amenazas se ciernen sin consentimiento previo de
las comunidades afectadas, y el colmo es que el Estado exige a las víctimas del
despojo que demuestren con peritajes en qué medida se afectará la tierra en los
próximos 60 años, por qué veneran, por qué es importante el lugar sagrado. El
Estado no entiende, denuncian los pueblos. Si entendiera un poco se atrevería a
indagar si se puede impunemente destruir esos territorios. Si el Estado ataca a
los pueblos, señalan, necesitamos la unidad de todos para detener la devastación
contra la madre tierra, pues a todos nos corresponde defender el planeta. Y pese
a todo, los pueblos insisten en que apuestan tanto a la movilización como a la
lucha legal, pues sus territorios están protegidos por un derecho histórico y se
disponen a ofrecer peritajes tradicionales y pruebas antropológicas para probar
la importancia de los ritos y de los lugares rituales.
Por otra parte, en Chiapas se impulsa el llamado reordenamiento territorial para el despojo. Antes se llamaba Plan Puebla-Panamá y ahora se llama Mesoamérica. Uno de los mecanismos fue el proyecto del ex gobernador Juan Sabines de las ciudades rurales, que son formas de concentrar a la gente, “urbanizarla” y meterla a la lógica del consumo. Mientras, las Juntas de Buen Gobierno zapatistas resisten frente a la guerra de baja intensidad y la contrainsurgencia: divisionismo promovido igual por los partidos políticos y por los paramilitares, mediante programas y proyectos que no mitigan la pobreza.
Y así podemos enumerar despojos como el que entraña la construcción
de la presa El Zapotillo, donde la comunidad de Temacapulín ha dado la batalla
legal y pese a sus triunfos, la obra continúa, o Santa María Ostula, en
Michoacán, con su cauda de víctimas por defender sus tierras . Mientras, en la
Montaña de Guerrero pese a su larga y estratégica lucha mediante la Policía
Comunitaria, ahora enfrentan -junto a la deforestación- la amenaza minera en sus
territorios. Los núcleos agrarios decidieron el rechazo a las concesiones.
Hoy existen contados casos que han logrado enfrentar y detener la
embestida estatal. De manera destacada se encuentra el proyecto de los Caracoles
zapatistas con sus autonomías de hecho, así como la oposición a la construcción
de la presa La Parota, en Guerrero; y el municipio autónomo en Cherán,
Michoacán, que logró instaurar un gobierno propio y arrancar al Estado su
legitimación y reconocimiento, lo que les permitirá consolidar la ruta en
defensa de sus bosques -y pese a ello con enorme realismo se preguntan ¿hasta
dónde podemos caminar con la ley y hasta donde se tuerce?
Por otra parte, las crecientes movilizaciones indígenas en regiones que conjugan extrema pobreza y marginación social y política está generando una tendencia de criminalización muy grave y creciente, que consiste en valorar la problemática indígena bajo un esquema de seguridad nacional, en lugar de proponerse, incluso en lógica de gobernabilidad, el fortalecimiento del Estado de Derecho con la ampliación del marco constitucional que propicie la participación directa de estos pueblos en la definición y ejecución de políticas nacionales. Estamos ciertos que un viraje así es impensable con el actual modelo económico.[1]
Relacionado con este asedio a los territorios indígenas encontramos
un notorio incremento de migración a zonas urbanas marginales, uniéndose con
aquellos igualmente excluidos. Desde esos espacios buscan la reidentificación
colectiva dentro de las estrategias de sobrevivencia. En los hechos se forman
comunidades fuera de los territorios originales, incluso fuera de sus países,
aunque la mayoría de ellas mantiene la vista y el interés puesto en ellos. No
hay renuncia, se trata de traslados involuntarios definidos por la necesidad de
sobrevivencia.
Los pueblos indígenas están dando la batalla jurídica y encuentran
que no existen condiciones de justiciabilidad para los derechos adquiridos. En
el plano interno hay ausencia de mecanismos para obligar a los Estados a cumplir
con sus compromisos internacionales, cuyos organismos tienen mecanismos de
control muy débiles o inoperantes, como es el caso de la OIT.
Desde sus diversos espacios, estos pueblos han hecho una
contribución importante para plantear el reto por la reforma del Estado. Ante
todo se requiere romper la lógica vigente que consiste en reconocer derechos a
los pueblos indígenas, siempre y cuando no los ejerzan.
Por todo ello es urgente darle horizonte a todas estas luchas y
recuperar la propuesta de autonomía contenida en el gran pacto constitutivo que
se expresa en los Acuerdos de San Andrés, como una alternativa para reconstruir
territorios. Urge romper el ciclo de resistencias meramente reactivas y
trascender el cerco frente a los otros sectores sociales igualmente afectados
como los jóvenes y los trabajadores. Ello entraña superar tanto procesos de
autosegregación de los pueblos indígenas como posturas racistas y
discriminatorias presentes en sectores sociales que se consideran de izquierda o
progresistas.
Hoy más que nunca se hace necesario insistir en que no se puede hablar de democracia en este país sin la plena articulación de los pueblos indígenas con el conjunto de los movimientos sociales en el marco de un proyecto nacional contrahegemónico.A 18 años de la firma de los Acuerdos de San Andrés, observamos que han sido la base de las diversas experiencias autonómicas en el país, a contrapelo de la política de Estado que faltó a su palabra y camina en contra para llevar adelante la profundización de su proyecto neoliberal en curso. Estamos conscientes de que no se puede esperar una rectificación de fondo, pues implicaría la renuncia a ese proyecto, lo que no aparece en el horizonte inmediato.
Nota:
[1] Casos
planteados en reunión con movimientos indígenas realizada el 30 de noviembre de
2011 en el IIE UNAM.
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Entrevista
con Danilo Urrea, facilitador regional de Amigos de la Tierra América Latina y
el Caribe
Extractivismo y recursos naturales: ¿existen alternativas?
21 de abril de 2017
21 de abril de 2017
Por
Mónica Baró (Periodismo de Barrio)
Amigos de la Tierra Internacional (ATI) es una
federación con una historia que abarca más de cuatro décadas. Surgió en 1971,
por iniciativa de cuatro organizaciones ambientalistas de Francia, Suecia,
Inglaterra y Estados Unidos. En sus primeros años funcionó como espacio de
coordinación de campañas conjuntas en defensa de la naturaleza. Se posicionaba
en torno a la energía nuclear o la cacería de ballenas.
Actualmente, ATI es una red que integra a 73
organizaciones ambientalistas de distintos lugares del mundo y es miembro activo
del Centro Ambiental Internacional de Intermediación (Environmental
Liaison Centre International-ELCI) y de la Unión para la Conservación Mundial (World
Conservation Union-IUCN). Además,
participa con carácter consultivo en el Consejo
Económico y Social de Naciones Unidas.
En su agenda, los principales ejes temáticos
son agricultura y alimentación, clima y energía, recursos naturales y residuos,
justicia económica y cooperación. Su eslogan: “movilizar, resistir,
transformar”.
Danilo Urrea, filósofo colombiano y comunicador
popular, es el facilitador regional de Amigos de la Tierra América Latina y el
Caribe desde hace casi un año, pero trabaja en la plataforma desde hace unos
catorce. En visita a Cuba, durante el XII Taller Internacional sobre Paradigmas
Emancipatorios “Berta Cáceres vive”, dedicado a la líder ambientalista hondureña
asesinada en 2016, Urrea accedió a dialogar con Periodismo de Barrio acerca de
las realidades en las que trabaja.
¿Podrías
describir cuál es el contexto medioambiental en América Latina y el Caribe? ¿Qué
valoración haces de los conflictos que se viven?
Nosotros el análisis que hacemos como Amigos de la Tierra América
Latina y el Caribe es que nos encontramos en un contexto bastante complejo, y
esas complejidades tienen que ver principalmente con los avances que ha tenido
en los últimos años el modelo de desarrollo basado en el extractivismo. Y cuando
hablamos de extractivismo, encontramos cuatro grandes pilares. Uno: la
explotación minera. Dos: la explotación petrolera. Tres: la construcción de
grandes represas para la producción energética. Y cuatro: los agrocombustibles
(que a veces no suelen ser tenidos en cuenta como parte del modelo extractivo,
pero que constituyen una forma de extracción de recursos a gran escala para
producir energía y son como comida para los carros). Es en ese modelo donde
encontramos la mayor dificultad, en tanto los patrimonios naturales se entienden
como fuentes de acumulación de riquezas. Y eso nos lleva a otro escenario, muy
complejo, que tiene que ver con la destrucción de territorios y el
desplazamiento de comunidades que han vivido históricamente en esos territorios.
Pero cuando hablamos de lo
ambiental, no hablamos solamente de lo que se conoce como recursos naturales.
Hablamos más bien de la interrelación entre los seres humanos y la naturaleza,
porque consideramos que los seres humanos somos parte de la naturaleza, aun
cuando la división moderna capitalista dice que estamos por fuera y que la
función de la naturaleza es entregarnos beneficios a través de la explotación. Y
en esa interrelación vemos otras dificultades, que tienen que ver con el
patriarcalismo, con la utilización de los cuerpos, sobre todo con la explotación
del cuerpo de la mujer para acumular capital. Todo eso nosotros lo implicamos en
la cuestión ambiental. No solamente analizamos qué pasa con los ríos, qué pasa
con los patrimonios naturales, sino también qué pasa con la vida de los seres
humanos.
Una de las
discusiones más importantes que hay en la región ahora gira en torno a los
modelos socioeconómicos productivos. En este sentido, uno de los argumentos más
fuertes de los Gobiernos progresistas para continuar reproduciendo el modelo
extractivista es que, antes de cambiarlo, es necesario superar las condiciones
de pobreza existentes, que son el resultado de siglos de una redistribución
injusta y desigual de las riquezas; es decir, que primero hay que cambiar el
sistema de redistribución y luego, el de producción. ¿Hasta qué punto podemos
renunciar a las grandes extracciones de recursos naturales para impulsar el
desarrollo de los pueblos?
Creo que ahí hay verdades en términos de la
necesidad de hacer un proceso en el que haya un equilibrio en la redistribución
de la renta. Sin embargo, la historia reciente de varios países progresistas nos
ha mostrado que, si bien la redistribución de la renta ha mejorado la calidad de
vida de un sector de la población, que es algo que hay que valorar, con eso no
es suficiente.
Hay que
pensar un poco en lo que se conoce hoy como procesos de transición, en cómo
hacer la transición de un modelo de alta explotación a uno de extracción
necesaria, en el cual la afectación natural no implique la desaparición de
culturas, de pueblos originarios o de otros seres que no son humanos y hacen
parte de la complejidad de la trama de la vida. No podemos tener una radicalidad
tal para afirmar que de la noche a la mañana se va a acabar el modelo
extractivo, pero hay que pensar en cómo hacer las transiciones y discutir con
los Estados qué se necesita en una población para vivir. Porque necesitamos
interactuar con esa naturaleza no humana para obtener beneficios que nos
permitan garantizar la vida en el planeta, pero ¿en qué cantidades?
A mí me
preocupa fuertemente un discurso en el que pareciera que estamos condenados a
seguir explotando la naturaleza como única posibilidad de mejoramiento de la
condición humana, cuando esas formas responden más a acuerdos comerciales para
la acumulación de capital que a las necesidades reales de los pueblos. Hoy
explotamos para exportar a Europa. Y pensar la posibilidad de desarrollo de los
pueblos a través de la exportación de materias primas es lo que nos lleva a una
escala que no está de ninguna manera de acuerdo con la posibilidad de
reproducción material de la vida.
Nosotros
estamos seguros de que en los cambios pequeños de poblaciones y organizaciones
en nuestros países, hay alternativas concretas. Va a ser un proceso muy lento,
porque implicaría romper con el modelo de dependencia internacional y una serie
de consumos, pero hay que empezar. No puede haber construcción de alternativas
si no se empieza con pequeñas experiencias.
Pero, ¿qué
alternativas se pueden mirar hoy en América Latina y el Caribe para comprobar
que efectivamente es posible reproducir la vida de una manera armónica con el
medio ambiente?
Hay que mirar la agricultura campesina, con un viraje hacia la agroecología, que es una manera efectiva no solamente de alimentar a la población mundial sino de enfrentar problemas tan grandes como el cambio climático. Hay que mirar el manejo público y comunitario del agua que se ha hecho en Colombia, donde las comunidades organizadas han podido distribuir el agua sin necesidad de una estructura de privatización, y lo puedes encontrar en el Meta, donde más del 50 por ciento de la población urbana se surte de agua comunitaria, y en los departamentos de Antioquia, El Cauca, Santander, Tolima… Hay que mirar el manejo comunitario de bosques, que se hace para asegurar formas de reproducción de las selvas y de bienes naturales, con experiencias muy concretas en Costa Rica y Colombia, donde se ha demostrado que las reservas comunitarias de bosques terminan asociándose con proyectos productivos agrícolas, sin necesidad de monocultivo para acumular capital transnacional. Hay que mirar los proyectos energéticos populares, que existen en México y en Brasil, por ejemplo, donde se producen biodigestores para generar energía en comunidades que no tienen acceso a la electricidad y se construyen hornillas agroecológicas para eliminar problemas de salud asociados a la cocción de alimentos con leña. Y también hay que mirar atrás, a las prácticas históricas de los pueblos, aunque muchas han sido desaparecidas por el modelo actual.
Una de las
limitaciones para construir alternativas al modelo extractivista es el hecho de
que las alternativas que van surgiendo están muy dispersas, poco sistematizadas,
y no se conocen lo suficiente fuera de los territorios donde se desarrollan.
¿Qué hace Amigos de la Tierra para socializar todas esas experiencias y
prácticas que están proponiendo una relación distinta con la naturaleza?
Nosotros aprovechamos
espacios de convergencia internacional ya creados, como foros y cumbres, y cada dos o tres años
hacemos la escuela de la sustentabilidad, donde nos reunimos comunidades y
organizaciones amigas y discutimos asuntos de comunicación, formación, contexto
político. Lo principal es la articulación y el intercambio con otros
movimientos, como el Movimiento
(de los Trabajadores Rurales) Sin Tierra de Brasil, la
Marcha Mundial de Mujeres, la Vía
Campesina, la Confederación
Sindical de las Américas, Jubileo
Suraméricas… Pero también ponemos énfasis en el proceso de
construcción de la comunicación.
Tenemos un medio que se llama Radio
Mundo Real, con el cual
tratamos de impulsar tres
procesos. Uno: la convergencia de movimientos sociales.
Dos: la formación de comunicadores populares en diferentes ámbitos.
Y tres: la construcción de una memoria ambiental de los pueblos a través
de la documentación radial y audiovisual –que para mí es uno de los procesos más
interesantes.
¿Qué
resultados ha tenido la actuación de Amigos de la Tierra en la región? ¿Cuál ha
sido su impacto?
Un logro esencial es haber contribuido a
comprender la importancia de la variable ambiental en las luchas y resistencias
territoriales de los movimientos sociales. Otro tiene que ver con la defensa de
los defensores de territorios, que han sido criminalizados en las últimas dos
décadas, y hemos ayudado incluso a salvar las vidas de esas personas en algunos
momentos. Otro, la contribución a procesos agroecológicos, sobre todo a la
protección del intercambio de semillas en América Latina, que se ha hecho en
articulación con Vía Campesina, por ejemplo. Y sin lugar a dudas en la última
década el trabajo de Radio Mundo Real ha sido un trabajo de visibilización de
las luchas territoriales y de construcción de una nueva mirada de lo ambiental.
Con Cuba,
¿cuál ha sido la relación que han mantenido hasta ahora?
Nosotros tenemos una relación de varios años
con el Centro Memorial Martin Luther King Jr., y a través de esa relación nos
encontramos con el Centro para la Promoción de la Educación y el Desarrollo
Sostenible (CEPRODESO) y con la Red de Educadores Populares y Ambientales, que
han sido una guía para la definición pedagógica. Esa relación nos ha permitido
una concepción muy diferente de lo que nosotros teníamos entendido por educación
en la región y nos ha mostrado un camino metodológico nuevo en la construcción
de lo popular hacia la defensa de lo territorial.
Para Amigos de la Tierra, Cuba sigue siendo un
modelo de referencia de proceso socialista. Y de un socialismo que tiene todas
las dificultades de un modelo histórico, que se renueva permanentemente en la
necesidad de los cambios, y para nosotros, que venimos de países capitalistas,
donde la posibilidad de compartir ha sido atacada desde los modelos culturales
de individualización, todo esto es un aprendizaje muy grande.
¿Qué
valoración harías de la realidad cubana en lo referente a la protección del
medio ambiente?
Nosotros entendemos que en Cuba hay
dificultades en términos de lo ambiental, como las hay en muchos otros países,
pero también sabemos que la afectación por el modelo o el modo de vida que se
lleva acá puede ser menor que el que hay en los países capitalistas de los que
provenimos. En el capitalismo tenemos que luchar día a día para que ese modelo
no arrase con los pocos patrimonios que siguen garantizando la vida de las
poblaciones. No sé en el caso cubano cómo es la relación, si es de disputa o si
es de conservación frente a los patrimonios que garantizan la vida, pero sí
entendemos que las escalas de destrucción de la naturaleza son diferentes. La
escala en que nosotros estamos no es comparable con la escala de Cuba.
¿Qué retos
consideras que impone actualmente el escenario medioambiental de América Latina
y el Caribe?
Ante un escenario de explotación de los patrimonios naturales y los seres
humanos cada vez mayor por agentes transnacionales, consideramos que las
posibilidades están necesariamente en la organización. Eso puede sonar a lugar
común, a algo que históricamente se ha dicho: “Necesitamos organizarnos para
poder enfrentar los problemas del mundo”. Pero esa organización es sin lugar a
dudas necesaria, porque los pueblos desorganizados no vamos a obtener victorias
frente a un modelo de desarrollo extractivista que sí tiene formas de
organización efectivas.
Cuando las compañías llegan a nuestros países ellas se organizan y articulan
bien con los Gobiernos. Tienen formas de acceder a las comunidades a
través de engaños y manipulaciones. Y si nosotros no tenemos un proceso que
logre enfrentar esa forma de organización del capital, pues simplemente no vamos
a poder resistir esos proyectos, y cada vez más comunidades saldrán de sus
territorios e irán a las grandes ciudades a agrandar los círculos de la pobreza,
de gente que no tiene trabajo porque no pertenece a esos espacios.
Frente al contexto en que
nos encontramos hoy, marcado por el incremento de los conflictos
medioambientales, el desplazamiento forzado de comunidades, la pérdida de
biodiversidad, la criminalización de la defensa de los territorios y patrimonios
naturales, el asesinato de importantes líderes de movimientos sociales y la
impunidad con que se cometen tantos crímenes contra la vida, ¿podrías
considerarte una persona optimista? ¿No te provoca frustración ver que se avanza
por un lado y luego por otro se retrocede?
Para ser completamente honesto, hay días en que
pienso que las dificultades son muchas y los frentes de trabajo no alcanzan a
enfrentar esas dificultades efectivamente. Pero también, cuando estoy en
territorios indígenas, campesinos, afrodescendientes, y veo la fuerza y la
tenacidad de la gente que, a pesar de las adversidades y de no tener
materialmente muchas cosas que son necesarias para la vida, todos los días se
levanta a enfrentar el corporativismo, los paramilitares, la seguridad privada
que la quiere sacar de sus territorios, creo que mis frustraciones son
estupideces con respecto a esa realidad.
Yo vivo en una ciudad como Bogotá, donde no
tengo cosas en abundancia pero no carezco radicalmente de lo que necesito para
vivir, y tengo un hijo al que puedo dar de comer y mandar a estudiar. Pero la
vida de la gente que lucha, que trabaja en la tierra y que la cultiva, que no se
quiere dejar sacar de ahí, eso sí es difícil. Y si la gente sigue parada ahí
resistiendo,
¿cómo nosotros no vamos a
poder seguir contribuyendo con el trabajo que hacemos? El contexto es adverso,
pero la tenacidad de los pueblos latinoamericanos supera las adversidades.
Sabemos
que las
organizaciones campesinas e
indígenas "impulsan un modelo de
desarrollo agrario alternativo en base cuatro proclamas íntimamente
relacionadas: la Reforma Agraria Integral, la Soberanía Alimentaria,
la Agroecología y lo que podríamos llamar demanda por Justicia Ambiental".
Su visión actual de
la Reforma Agraria
Integral
apunta a
reinscribir la cuestión de la democratización del acceso a la tierra y el
territorio en la defensa de los modos de vida rural, con sus diversas
culturas y formas de conocimiento. Pero a la vez mira por el trabajo
conjunto con los pueblos para alcanzar y mantener la soberanía alimentaria.
Estima que es necesaria
tanto para el campo como para la ciudad.
Argentina - 17 de abril: Día Internacional de la lucha campesina
21 de abril de
2017
"La “reforma
agraria integral” apunta a reinscribir la cuestión de la democratización en el
acceso a la tierra y el territorio, incluyendo la defensa de los modos de vida
rural, con sus diversas culturas y formas de conocimiento. Sin embargo, como nos
comentaba una dirigente campesina, no se trata de “una Reforma Agraria para un
pedacito, que sea Integral con los pueblos, que podamos trabajar en el conjunto”
para mantener la soberanía alimentaria de todo el pueblo."
Por Pablo
Barbetta y Diego Domínguez*
Los 17 de abril la Vía Campesina, alianza
internacional de campesinos e indígenas y pescadores, recuerda la masacre de 19 Sem
Terra en el año 1996, ejecutada
por la policía militar brasilera en El Dorado Dos Carajas (Pará, Brasil). Este
ejercicio de la memoria consagra la reivindicación de la lucha por la tierra de
los campesinos y campesinas de todo el mundo. En nuestro país, así como en otras
partes del mundo, están planificadas actividades para esta conmemoración. Como
homenaje en esta breve nota, invitamos a una reflexión sobre el significado del
campesinado en nuestros países ya entrado el siglo XXI. Proponemos un breve
instante detenernos en el mensaje de quienes aún viven en y de la tierra.
En primer lugar, decimos que se trata de una
presencia que ha ido cambiando y a la vez persistido, a pesar de los pronósticos
de su desaparición, que valió también para los pueblos indígenas.
En segundo lugar, su importancia radica en que
el campesinado alerta sobre puntos clave de nuestra época, que trascienden los
problemas exclusivos de estas poblaciones, interpelando a los no campesinos, que
por primera vez en la historia universal, componen la mayoría de la humanidad.
En efecto, sus discursos públicos, pero también en sus prácticas cotidianas, los
campesinos ponen en cuestión el tipo de crecimiento económico que propugnan los
apologistas de una agricultura de monoculturas industriales o del agronegocio
que delinea un sistema agroalimentario global regido por un puñado de
transnacionales, que poco tiene que ver con eliminar el hambre en el mundo. En
este contexto, las agrupaciones de campesinos a nivel internacional pero también
las organizaciones campesinas e indígenas de Argentina, que en pleno conflicto
“campo-gobierno” de 2008 declaraban “no somos el campo, somos la tierra”,
impulsan un modelo de desarrollo agrario alternativo en base cuatro proclamas
íntimamente relacionadas: la Reforma Agraria Integral, la Soberanía Alimentaria,
la Agroecología y lo que podríamos llamar demanda por Justicia Ambiental.
La “reforma agraria integral” apunta a
reinscribir la cuestión de la democratización en el acceso a la tierra y el
territorio, incluyendo la defensa de los modos de vida rural, con sus diversas
culturas y formas de conocimiento. Sin embargo, como nos comentaba una dirigente
campesina, no se trata de “una Reforma Agraria para un pedacito, que sea
Integral con los pueblos, que podamos trabajar en el conjunto” para mantener la
soberanía alimentaria de todo el pueblo. Ésta última trata de instalar la
discusión sobre el qué, el cómo y el para quién de la producción
agroalimentaria. Implica recuperar al campesinado en su rol histórico de
productores directos de alimentos, tendiendo lazos a partir del comercio justo y
ferias locales hacia las poblaciones urbanas, sobre todo a las que tienen
problemas de acceso a los alimentos en las condiciones que impone el
supermercadismo.
A su vez, la Agroecología pone en discusión la relación entre
producción, tecnología y naturaleza. La propuesta agroecológica es presentada
como una alternativa a la agricultura industrial de gran escala,
sobre-mecanizada, con uso intensivo de agroquímicos, semillas transgénicas, etc.,
a la que responsabilizan por ser una de las causantes del calentamiento global
con la emisión de gases de efecto invernadero. Por el contrario los modelos
tradicionales de agricultura campesina e indígena en diálogo con la agroecología
son recuperados hoy como estrategias de “enfriamiento del planeta” y
preservación de la biodiversidad. La autonomía con respecto a los insumos, la
integración de actividades productivas diversas, la generación y adopción de
tecnologías apropiadas, la revalorización de los conocimientos locales, son
elementos con gran potencial y que vienen a poner en cuestión el imperio de la
racionalidad económica, ligada a la estrategia propia de la globalización del
capital, y la consecuente degradación ecológica y deterioro de las condiciones
de sustentabilidad de la existencia humana. Por último, la Justicia Ambiental
aborda la dimensión ambiental de la injusticia social. Aquí las voces campesinas
hacen énfasis en el derecho humano a un medio ambiente seguro, sano y productivo
para todos. Explicitan la necesidad como humanidad de dar un giro en el acceso
inequitativo a los bienes naturales, cuestionando los patrones de consumo
compulsivo y superfluo y las concepciones que entienden a la naturaleza como un
ente a dominar o conjunto de recursos a exprimir.
En este contexto, rememorar el Día
Internacional de la Lucha Campesina pone en valor una reciente declaración de
Noam Chomsky frente a la crisis global en la cual afirma que "Es bastante
irónico que la llamada gente "menos avanzada" [en referencia a los indígenas y
nosotros agregaríamos a los campesinos y campesinas] son los que toman la
iniciativa para tratar de protegernos a todos nosotros, mientras que los más
ricos y poderosos entre nosotros son los que están tratando de llevar a la
sociedad hacia la destrucción".
Los autores son Docentes de Sociología Rural
(cátedra Giarracca) –FSOC-UBA, Investigadores del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
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Paraguay -
Reforma Agraria: Una necesidad para el campo y la ciudad
21 de abril de 2017
21 de abril de 2017
"Las y los presentes arribaron a la conclusión
de que los derechos campesinos son un instrumento para exigir la instauración de
la Reforma Agraria en el país y la región, una forma de encauzar nuevamente las
fuerzas populares a nivel internacional hacia el combate a la criminalización
de la lucha social".
En el marco del
día de las Luchas Campesinas, que se conmemora el 17 de abril, se realizó este
martes 18 en la ciudad de Asunción la “Plenaria por la Reforma Agraria y los
Derechos Campesinos”, convocada por la CLOC-Vía Campesina Paraguay y el IALA
Guaraní.
La CLOC-Vía Campesina Paraguay
está trabajando, junto a otras organizaciones aliadas, sobre la propuesta de
relanzar la Campaña por la Reforma Agraria, y las reflexiones surgidas de esta
plenaria servirán como insumo para el sustento político de dicha acción.
El encuentro inició con una mística en la que
se representaba a campesinos y campesinas trabajando la tierra junto a sus hijos
e hijas y que fueron atacados por las fuerzas del orden, las cuales, además de
atemorizar a los niños y las niñas con armas de fuego, expulsaron y encarcelaron
a los adultos.
La presentación de la mística, como elemento
disparador, hizo referencia a una realidad muy íntima que viven las comunidades
campesinas e indígenas, una experiencia cotidiana que, por otro lado, se
constituye en un alimento para las luchas y, sobre todo, para la jornada de
reflexión colectiva, al colocar componentes para la discusión a través de lo
simbólico. En este caso, la mística finalizó con una interrogante: Frente a
esto, ¿qué hacemos?
Luis Rojas, investigador de Base IS, planteó
una serie de elementos para el análisis de coyuntura, haciendo hincapié en que
nos encontramos en un momento de mucha incertidumbre, donde se disputa la
hegemonía de poder, enfatizando que detrás de la enmienda hay una puja
intra-oligárquica, similar a las disputas entre Stroessner-Rodríguez, Wasmosy-Argaña,
Wasmosy- Oviedo.
Esto supone un gran desafío para la
construcción del poder popular que debe ser asumido políticamente en un
escenario muy adverso, donde la derecha no sólo controla el Estado y concentra
los medios de producción y comunicación, sino que además se disputa los negocios
ilegales, que no son otra cosa que un síntoma más del sistema capitalista y su
capacidad de dinamizar sus estrategias en momentos de crisis, evidenciándose así
la ausencia del Estado de Derecho. Esas disputas instalan una agenda mediática
que concentra la atención, mientras tanto hay importantes recursos y negocios
que acontecen en el más absoluto y cómplice silencio.
Esa simple pregunta planteada en la mística de
apertura proyectó muchas otras interrogantes que se desplegaron como una
invitación a reflexionar sobre los grandes desafíos del campesinado en Paraguay
y conduciendo hacia la necesidad, cada vez más urgente, de una Reforma Agraria
integral y popular.
Se analizó, así también, el documento de la
Declaración de los Derechos Campesinos que se está discutiendo actualmente en la
ONU, por impulso de La Vía Campesina entre otras organizaciones, movimientos e
instituciones afines.
En ese sentido, las y los presentes arribaron a
la conclusión de que los derechos campesinos son un instrumento para exigir la
instauración de la Reforma Agraria en el país y la región, una forma de encauzar
nuevamente las fuerzas populares a nivel internacional hacia el combate a la
criminalización de la lucha social.
Esto se configura en una necesidad no ya
circunscripta al campo, sino que trasciende a las ciudades desde el momento en
que con la Reforma Agraria se garantiza la producción de alimentos sanos y se
tiende a frenar la migración interna, lo cual termina beneficiando a toda la
sociedad.
Estuvieron presentes delegados y delegadas de
la CLOC-Vía Campesina Paraguay: Federación Nacional Campesina (FNC), la
Organización de Lucha por la Tierra (OLT), la Organización de Mujeres Campesinas
e Indígenas Conamuri; además estudiantes y Coordinación del Instituto
Agroecológico Latinoamericano (IALA) Guaraní, la Organización Campesina Regional
de Concepción (OCRC), la Organización Campesina del Norte (OCN), la Central de
Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua del Paraguay (CCVAMP), Base
Investigaciones Sociales, Movimiento Desde Abajo, Mesa de Articulación Indígena
del Paraguay (Maipy) y el Movimiento 138 (Argentina).
Otras luchas amplían y
profundizan conceptos para concretar la «reforma agraria integral» como
poder de los pueblos de garantizar todos los derechos básicos a la
vida y el trabajo propios de la dignidad humana a lo largo de las
generaciones e internacionalmente.
En ese arraigo
territorial es prioritaria la comunalidad.
Arturo Escobar señala: "El
objetivo de la autonomía es la realización de lo comunal, entendida como la
creación de las condiciones para la autocreación continua de las comunidades
(su autopoiesis) y para su acoplamiento estructural exitoso con sus entornos
cada vez más globalizados. Las nociones de comunidad están reapareciendo en
diversos espacios epistémico-políticos, incluyendo las movilizaciones de
indígenas, afrodescendientes y campesinos, sobre todo en México, Bolivia,
Colombia, Ecuador y Perú. Cuando se habla de comunidad se usa en varios
sentidos: comunalidad, lo comunal, lo popular-comunal, las luchas por los
comunes, comunitismo (activismo comunitario). La comunalidad (la condición
de ser comunal) constituye el horizonte de inteligibilidad de las culturas
de la América profunda e igualmente de luchas nuevas, aun en contextos
urbanos; es una categoría central en la vida de muchos pueblos, y continua
siendo su vivencia o experiencia más fundamental. Todo concepto de comunidad
en este sentido se entiende de forma no esencialista, comprendiendo ‘la
comunidad’ en toda su heterogeneidad e historicidad, siempre surtiéndose de
la ancestralidad (el tejido relacional de la existencia comunal), pero
abierta hacia el futuro en su autonomía".
Leer
En procura de rumbos emancipatorios es clave nuestro cambio radical de enfoque implícito en reconocer:
Bienes Comunes, ni privados, ni públicos
Vanesa Vicente
La inmensa variedad de Bienes y Recursos está repartida entre sólo dos
conceptos: privados y públicos, atendiendo a la lógica del MERCADO. Pero ésta no
es aplicable a los que ahora consideramos BIENES COMUNES. Definirlos es clave
para virar hacia un mundo sustentable, basado en la fraternidad y la justicia
social. “El comportamiento acorde a estos Bienes Comunes es el de Reciprocidad:
dar sin perder y recibir sin quitar. Todo lo contrario al comportamiento del individuo
oportunista que genera el
MERCADO” según palabras del economista italiano Stefano Samagni.
El debate de los BIENES COMUNES
Hoy se
definen los bienes entre privados y públicos. Pero hay un nuevo término captando
la atención: los BIENES COMUNES. En líneas generales lo que usualmente se llaman
recursos naturales – desde un pre concepto de utilidad en el USO de actividades
humanas – son casi en su totalidad “bienes comunes”, estamos hablando de las
extensiones de suelo, de los minerales, los glaciares, la vegetación, el agua,
estamos refiriéndonos a la biodiversidad del Planeta Tierra que existe gracias a
una maravillosa evolución de la vida a lo largo de miles de siglos. También como
resultado de esa evolución nos encontramos con mentes humanas que pueden tener
ideas, con mucha información que es la sumatoria del cruce de otras miles de
informaciones anteriores, con semillas que se van adaptando a su entorno y son
capaces de aprender en cada floración…
Los bienes
comunes son mucho más que recursos y pertenecen a un concepto de vida y
evolución de la cual el ser humano es parte y no dueño. Debemos comprender que
además la vida tal cual la conocemos se da gracias a todos esos condimentos que
a veces nos atrevemos a llamar simplemente “recursos” catalogados limitadamente
ente privados y públicos.
En el debate mundial sobre los Bienes Comunes se ha llegado a la conclusión de
que tienen 3 características básicas que sirven para identificarlos:
– Se usan
colectivamente – pueden ser utilizados por todos. Son transgeneracionales.
– No pueden
ser gestionados en términos de racionalidad individual ni tener como objetivos
las “ganancias”.
– No pueden
ser propiedad privada, ni pública, debe buscarse una forma de “propiedad
comunitaria o colectiva”, por ende una estructura de debate – decisión también
colectiva y mundial.
Nos cuesta imaginarnos o comprender el mundo con una tercera categoría de
bienes. Surgen muchas incógnitas.
“La manera
más útil de entender los bienes comunes – según propone el Tomales Bay
Institute – es pensarlos como la suma de todo lo que heredamos en conjunto y
debemos transferir, sin merma, a nuestros herederos”
Hasta ahora
todo viene siendo blanco o negro, público o privado, de los Estados y de un
dueño particular, ya sea una persona o un grupo de ellas. Las responsabilidades
están claras y los alcances de las decisiones también por mal que nos pese. Y si
un Estado, una persona o una corporación toma una decisión desacertada sobre un
“recurso” poco pueden hacer incluso las Leyes a favor de lo COMÚN y entonces a
la larga: a favor de la vida.
Este
comentario no apunta a desmerecer la importancia de las Leyes, sino que ellas –
hechas por el ser humano contemporáneo – también tienen en cuenta ESO que
llamamos recurso como “algo disponible que sirve” y son también bienes privados
o públicos. Las leyes hablan del “bien común” para con los seres humanos como
ciudadanos, hablan de preservar los recursos para el futuro, hablan incluso de
fomentar el cuidado de la naturaleza, pero nunca mencionan la existencia de
“bienes comunes” como categoría de bienes con todo lo que ello implica en
cuestión de reglamentación, procesos de decisión, limitaciones, fiscalización,
multas, sanciones, obligaciones, etc. El concepto de bienes comunes no tiene
mención explícita en las leyes. (*1)
Definamos cuáles son los Bienes Comunes
De acuerdo
con la socióloga alemana Silke Helfrich, en el prefacio al libro “Un mundo
patentado: la privatización de la vida y del conocimiento” (*4), el debate sobre
los bienes comunes denuncia la relación entre la privatización de la vida por
medio de la ingeniería genética aplicada a las plantas, animales y a los seres
humanos – y la privatización del conocimiento generado por las tecnologías de la
información y la comunicación. Ella afirma que los Bienes Comunes son nuestra
herencia colectiva…
Por ejemplo
“el agua” es un Bien Común, la biodiversidad, la energía, los bosques, el
conocimiento también lo son, así como la información genética que acarrean las
semillas como resultado de su evolución. Pueden ser tanto recursos naturales,
como recursos logrados en una construcción social y comunitaria a lo largo del
tiempo y que se suman de alguna manera a los “recursos” de la sociedad, por eso
el conocimiento y las IDEAS serían – si bien los debates continúan – Bienes
Comunes, aquí para terminar de comprender los términos cabe aclarar que el
mercado legal de las “patentes” prohíbe el uso masivo o avances de determinadas
tecnologías, medicamentos, nuevas energías, entre otras, en pos de maximizar las
ventas de lo ya producido, o en beneficio de Corporaciones, o para eliminar
competidores, etc. Además comercializar bajo la idea de “escasez” tiene sus
frutos. En muchos rubros hay realmente poco interés por demostrar al consumidor
(*2) la variedad de alternativas que realmente son posibles para resolver
necesidades y deseos, muchas de ellas no son rentables y están al alcance de
todos.
Cómo entran los Bienes Comunes en el mercado Monetario y Financiero de
hoy
El rumbo actual de la economía
marcada por lo que llamamos “mercado”: capitalismo extremo, crecimiento
ilimitado, bases en el consumo ilimitado también, la virtualidad de las
finanzas, etcétera,
nos acerca cada vez
más a poner en verdadero peligro la subsistencia de la vida humana y en general
la vida del planeta. En el debate que se presenta en el mundo, los temas más
críticos son el avance de las privatizaciones y las patentes, profundizando la
exclusión de gran parte de los seres humanos al acceso a los BIENES COMUNES, es
decir a los elementos que posibilitan la vida: el agua, el mar, los bosques, la
tierra, el aire, las plantas y semillas. Pero también este sistema aleja los
elementos que son resultados de la evolución de la sociedad, manifestaciones de
la vida, como las culturas, el arte, la sabiduría y el conocimiento, las
tecnologías, las prácticas, las relaciones que construimos con el entorno. Yendo
más lejos: la capacidad de diálogo, de lograr la paz y educar bajo nuevos
paradigmas. Todo está entrelazado.
¿Qué hacemos con estos recursos / bienes que parecen ser de todos?
Se viene
tratando de resolver a lo largo de la historia el tema de los Bienes Comunes, es
claro para los entendidos que hay un conjunto de Bienes y Recursos que son
“especiales”. Un intento fue transformar los Bienes Comunes en Commodities pero
esto ha guiado al mercado hacia la facilidad de la “privatización”, un camino
absolutamente contrario al buscado y que desliga responsabilidades de los
Estados y de las Sociedades Civiles, generando – claro – altísimas ganancias.
Otra forma
de tratarlos es cuando un Bien Común pasa a ser de dominio PUBLICO – del Estado
– puede transformarse en un Monopolio pero Público, argumentando que las
ganancias son también públicas, aunque esto sigue relacionándose con las
ganancias y no siempre con su preservación o cuidado, pero bajo el ala Pública
también puede morir en los cajones de la burocracia, las reuniones, las
indecisiones, los debates eternos, leyes sin aprobar, etc. Puede mencionarse
como excepción de nuestros tiempos las nuevas Constituciones de Ecuador y
Bolivia que explicitan la aceptación de la TIERRA como un sistema vivo: por lo
tanto obtiene derechos frente a la Ley. El Estado, cuando sus representantes se
esmeran, puede generar grandes beneficios para la humanidad en función de los
Bienes Comunes, pero siempre se corre el riesgo de que los representantes del
siguiente turno político invaliden lo logrado, o que los estudios legales
supranacionales pasen por encima de las Constituciones de un País para abusar de
los “recursos”. Los Bienes Comunes no pueden estar ligados a la fiebre del poder
político, por los mismos riesgos que corren al estar ligados a las Leyes del
Mercado.
ESTADOS:
Si creemos
que los recursos naturales son elementos que constituyen la riqueza o la
potencia de una nación, qué mejor que la definición de ésta última, tal como
proviene del latín “natio”: “sociedad natural de hombres a los que la unidad de
territorio, de origen, de historia, de lengua y de cultura, inclina a la
comunidad de vida y crea la conciencia de un destino común.” Sus recursos
pertenecen a ese destino común, a ellos y a las generaciones futuras. (*3)
Elinor
Ostrom (Premio Nobel de Economía 2009) formula que si un bien o recurso es BIEN
COMUN, entonces, siguiendo su forma, debe ser administrado y gestionado por las
comunidades, en algún formato de gestión comunitaria.
Aquí es
donde la Economía del Bien Común propone innovaciones en la articulación entre
las Empresas, el Estado y las Sociedades Civiles. La EBC habla de una Democracia
Tridimensional justamente para ampliar el concepto de democracia, sugiere
anteponer los “valores” a la especulación y medir los resultados económicos a
través de un Balance del Bien Común (ya desarrollado y en ejercicio) y no solo
por un Balance Financiero o PBI que poco tienen que ver con los verdaderos
intereses de la humanidad (Christian Felber, libro LA ECONOMIA DEL BIEN COMUN)
¿Quién los administraría?
Los pueblos.
Los comunes.
Los Bienes
Comunes requieren de la participación de ciudadanos del todo el mundo.
Los mayores
cuestionamientos cuando se comienzan a desarrollar estos conceptos (Bienes
Comunes en referencia a la lógica deducción de que deberían ser administrados de
manera “comunitaria”) tienen que ver con el vacío inmenso que se genera
alrededor de la “Confianza, la capacidad de diálogo y de consenso”, en otras
palabras, queda a la vista la falta de esperanza en la raza humana para debatir
y consensuar. Pero también aparecen los condimentos políticos, las
conspiraciones corporativas, y el miedo.
¿Cómo
haremos para definir y gestionar los BIENES COMUNES – indispensables para
nuestro sustento y supervivencia – si no podemos CREER en nosotros mismos como
gran comunidad?
Si pensamos
que buscar el Bien Común es imposible, no por incapacidad sino por falta de
confianza y por carencia de diálogo productivo, nunca daremos un primer paso.
Es difícil
imaginar semejante error en el pensamiento humano por generaciones, pero una vez
presentado el planteo que sigue, muchos nos daremos cuenta que estamos basando
nuestra idea de “IMPOSIBILIDAD de cambio” en un convencimiento presupuesto que
puede estar muy errado, al menos reflexionemos sobre este punto, empoderemos al
HOMBRE, ya que nuestras capacidades son también fruto de la evolución y quizás
sean nuestras capacidades comunes, conjuntas, unidas las que logren un verdadero
y profundo cambio.
El sistema
de mercado en el que vivimos supone siempre que el INDIVIDUO buceará por su
propio beneficio, y además pondrá siempre en ejercicio su ROL de oportunista.
Dicho esto muchos de los lectores están pensando que por supuesto ES y SERÁ
siempre así.
Existen
teorías como “el modelo de Hardin – el juego del dilema del prisionero” (1968) o
“problemas de la acción colectica de Olson” (1965) que han instalado un pre
concepto de cómo reaccionamos. En todas estas observaciones de la realidad del
comportamiento humano o bien se separa a las personas y se les hace un planteo
de manera individual, no permitiendo que se junten hasta que no hayan resuelto
qué hacer. O bien a ambos se les dan consignas idénticas pero LIMITADAS, y ya no
importa si conversan o no entre ellos, la información limitada les permitirá
optar solo por el beneficio propio. De alguna triste manera, están siendo
manipulados para utilizar su lógica racional en una dirección individualista en
lugar de tener una reacción basada en su libre albedrío.
Pensemos
cómo tomamos las decisiones hoy. Pensemos en cuánto se acerca nuestro
intercambio de información al de los experimentos mencionados. ¿Le avisamos a la
otra persona realmente cuáles son todas nuestras intenciones o hemos aprendido a
tan solo informarle algunas para lograr su apoyo, quizás sin censura y además a
cambio de algo?
El Mercado
se mueve de esa manera también: con comunicación e información limitadas o
articuladas por solo determinadas personas o entes. Ni hablar de las
publicidades. Ni hablar de los Medios de Comunicación…
Difícil desarmar lo andado.
Puede ser
posible que los medios de comunicación, las letras chicas de los contratos e
incluso algunas leyes (*1) con sus recovecos se aprovechen buscando a veces que
la información sea limitada, sesgada o que las partes no se hablen. Hay mucho
negocio detrás del “no encuentro” entre las partes, cualquier abogado sabe de
ello.
Desconfiamos
de nuestra capacidad de resolución y UNIÓN a través del diálogo. Suponemos que
el otro se va a comportar también de manera mezquina, entonces tratamos de sacar
ventaja de nuestro increíble razonamiento. Aun siendo conscientes de que nos
falta información, con dudas que nos encantaría consultar con el otro, con
variantes posibles que podríamos llevar al diálogo, preguntas, en definitiva:
con una verdadera negociación o mediación. Pero sentimos que si abrimos el juego
se verán nuestras debilidades, o simplemente le estaremos dando información al
otro para que sea él quién toma la postura ventajosa.
De esta
forma, todas las teorías – que extrañamente hemos llevado a la práctica de una
manera religiosa – interpretan al ser humano como un INDIVIDUO indefenso –
víctima y a la vez tratando de sacar propio provecho – dentro de un sistema que
marcha hacia la autodestrucción de sus recursos y por ende de la raza. Nos la
hemos creído de principio a fin y hemos renunciado a muchas capacidades
naturales.
¿Cómo avanzar?
Los Bienes
Comunes deben ser tratados como tales de principio a fin, y todas las decisiones
que se tome sobre ellos deben ser “comunes”: comunitarias. Para eso es necesario
– además de volver a confiar en nosotros mismos como COMUNIDAD:
– Definir exactamente qué vamos a entender a nivel mundial – consensuado – como
Bienes Comunes
–
Definir la nueva figura de “propiedad comunitaria sobre Bienes Comunes”
–
Definir COMUNIDAD en relación a los Bienes comunes: ver en qué casos la
“comunidad que debe tomar decisiones” corresponderá a la región circundante al
Bien Común en cuestión, al país, al continente o al mundo.
–
Limitar las decisiones y acciones que se pueden ejercer sobre los Bienes
Comunes.
–
Asentar los mecanismos Comunitarios de debate, consenso y decisión (x ej.
democracia directa, asambleas), sería indispensable poner plazos lógicos para
las decisiones catalogadas como Urgentes.
–
Redactar en las Constituciones esta nueva forma. No solo como mención, sino a su
vez limitando acciones Estatales y Privadas sobre los nuevos Bienes Comunes.
–
Incluir en la Justicia las PENAS al quebrantamiento de lo acordado sobre Bienes
Comunes.
–
Como los PAÍSES y sus Gobernantes no tienen “derecho” sobre los Bienes Comunes
de maneras unilaterales, queda fuera de su incumbencia la decisión bélica sobre
las regiones por cuestiones relacionadas con Bienes Comunes. Por decisión
MUNDIAL las áreas donde se encuentran reservas naturales de Bienes Comunes deben
quedar fuera de las zonas bélicas, libres del uso de contaminantes, y toda
decisión sobre esos suelos pasa a ser una Decisión Comunitaria sobre Bienes
Comunes. Esto no puede leerse entre líneas sino que debe quedar explicitado en
las Constituciones de cada País, en los términos que la COMUNIDAD lo indique,
luego de los debates a que haya lugar.
(*1) No se utiliza la palabra “justicia” sino “leyes” bajo el concepto de que
están hechas por seres humanos, son cambiantes y corregibles dentro de los
procesos previstos para tales fines.
(*2) Mientras permitamos que se trate al ser humano como “consumidor” no
lograremos reorientar los esfuerzos por humanizar las políticas, la economía y
todas las relaciones formales.
Fuentes diversas:
Participación
en el Seminario de Bienes Comunes y Bien Común http://www.bienescomunes2013.com/bienes-comunes.html
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La actualidad de
los bienes comunes
23 de febrero de 2015
23 de febrero de 2015
Entre lo privado y lo público está lo común y
este redescubrimiento de lo común nos conduce a un nuevo encuentro entre lo
político, lo económico, lo social y lo natural. La apelación a los bienes
comunes es una reivindicación de democracia económica.
Por Luis
Enrique Alonso - Economistas Sin
Fronteras
20/02/2015
En los últimos años ha surgido en el debate
público internacional un interés notable por el tema de los bienes comunes como
formas no convencionales de regulación y gestión de la propiedad de los recursos
socioeconómicos. Este interés sobrepasa con mucho el ámbito estrictamente
académico para entrar en el vocabulario de los movimientos sociales actuales. Se
ha introducido el discurso delo común -en
todas sus dimensiones (cívicas, económicas, sociales, antropológicas, etc.)- en
el proceso de construcción de unas nuevas identidades reivindicativas que se
conecten con transformaciones profundas del mismo concepto de ciudadanía.
Los movimientos indignados han rescatado el discurso de lo común, tratando de encontrar un espacio entre el omnipresente y omnipotente avance de la privatización mercantil global en el ciclo histórico neoliberal y un sector público percibido como burocratizado y distante, cada vez más dependiente de los grandes poderes financieros y gobernado por políticos y técnicos absolutamente sumisos a los dictados de esos poderes mercantiles, presentados como inapelables y máximamente racionalizados.
Pero no sólo en la protesta ha tenido un sitio
importante la apelación al procomún y
los bienes comunes. Muchas prácticas sociales han recurrido a formas de
supervivencia y gestión de sus recursos así como a la creación de espacios de
intercambio, que se basan en una filosofía económica popular muy alejada de la
de la privatización mercantil al uso y abuso o de la de la formación de bienes
públicos estatales: consumos colaborativos, recursos informáticos y contenidos
de uso no privativo, formas de intercambio no monetario local y vecinal, usos
comunitarios y no mercantiles del territorio y la naturaleza, bancos de tiempo,
monedas virtuales o populares, fórmulas avanzadas de crowdfunding y
micromecenazgo, nuevas cooperativas de producción y consumo de alimentos y
bienes de proximidad, etc.
De esta forma, hemos venido conociendo un buen
número de experiencias que, protagonizadas por comunidades ciudadanas activadas,
tratan de diseñar vínculos que, como el añorado David Anisi sugirió en su día,
no están vinculados fundamentalmente por los precios o por las normas derivadas
de la burocracia estatal, sino por los valores de las comunidades reales que se
empeñan en resolver colectivamente sus problemas y organizar sus recursos. Es la
solución colaborativa de la gente corriente para sus problemas cotidianos, que
no pasa por la entrega de su soberanía ni al mercado ni al Estado.
Además, no son pocos los hitos intelectuales
que han legitimado el uso del concepto de lo común como forma cooperativa y
activa de generación y gestión de recursos. La economía académica ha dado la
figura de la Premio Nobel Elinor Ostrom y sus tesis sobre el gobierno racional y
plausible de las unidades económicas comunes, demostrando analíticamente la
posibilidad de su gestión, frente a la tesis tradicional, extrapolada del
clásico trabajo de Garrett Hardin. Esta tesis sobre la tragedia de los bienes
comunes, tan utilizada por el neoliberalismo, es una especie de anuncio de una
ley inexorable que concluye que lo que es de todos no es de nadie y por lo tanto
caerá en el descuido y la ineficacia del que sólo se salvará si se vuelven a
establecer derechos de propiedad (individual y privada, por supuesto) sobre los
bienes públicos, o comunales.
Los historiadores, como el gran Edward Thompson
o el inclasificable Karl Polanyi, nos han hecho el relato de la enorme
importancia que las costumbres y modos económicos comunales han tenido en la
supervivencia de la humanidad; y, paralelamente, del esfuerzo y la violencia
privatista que supuso la primera acumulación histórica de capital, con
resultados máximamente pauperizadores y depredadores para las masas (o sea, para
“la gente común”). La filosofía política radical de Hard y Negri encuentra,
derivada de la noción de lo común, una forma
constituyente que, surgiendo de
la resistencia, es capaz de conectarse con modos de vida que utilizan su capital
intelectual para plantear mapas de necesidades (y deseos) alternativos y
emancipadores.
Finalmente, la antropología nos ha legado
suficientes testimonios, desde Marcel Mauss a la escuela anti utilitarista
actual, sobre la centralidad del don, la gratuidad y los intercambios simbólicos
y reales horizontales, como para desmontar cualquier tesis sobre la pretendida
esencia mercantil del ser humano y la dominación universal del homo
economicus.
En todo caso, aunque con un tono que algunos
han tachado de “nostálgico”, en el sentido de que vuelve a resucitar una
mentalidad mítica de lo comunal precapitalista, lo cierto es que este tema ha
abierto una enorme línea de pensamiento sobre cómo gestionar recursos en ámbitos
donde ni la definición de derechos de propiedad privativos y excluyentes ni la
estatalización clásica parecen ser ni eficientes ni equitativos: la gestión de
recursos naturales, el ámbito de los cuidados, la gestión de los contenidos en
las redes informáticas, la creación cultural y las formas propiedad intelectual,
la producción y distribución cooperativa, etc.
Lo mismo que en los orígenes del capitalismo
histórico un conjunto de cercamientos fue
expropiando y convirtiendo en propiedad privada y mercantil los recursos de las
comunidades locales históricas, en los últimos años, con la hegemonía
neoliberal, hemos asistido a una auténtica política de cercamiento de los bienes
públicos, privatizándolos y disolviéndolos en el capital financiero, a la vez
que haciéndolos inasequibles para importantes sectores de unas clases medias
descendentes, a las que -en una especie de analogía un tanto macabra con el
período histórico de expulsión de los comunes- también se las ha expropiado de
buena parte de un capital social colectivo que se había formado en la era
keynesiana y en sus extensiones.
No es de extrañar, por tanto, que en las
movilizaciones sociales en defensa de lo público haya aparecido un fuerte
comunitarismo como reivindicación de fondo. Y así, a las demandas de
mantenimiento de lo público se une una desconfianza radical de los tipos
actuales de gestión (destrucción) de lo colectivo, que desemboca en una
solicitud expresa de mayor participación y control en la gestión de los recursos
económicos que se generan en la sociedad, porque, de hecho, su gobierno se ha
hecho cada vez más opaco-privativo y apartado de la más elemental lógica
democrática.
Éste es el principal interés del
discurso emergente de los bienes comunes: plantea una llamada a la ciudadanía activa, al
control directo por la comunidad y por colectivos de los recursos naturales y
económicos, a la apertura de espacios autogestionados, cooperativos y de
intercambios horizontales. Más que “la gran alternativa” con mayúsculas -como ha
sugerido Jeremy Rifkin desde una postura más tecnocrática que política y casi
exclusivamente asociada a los nuevos recursos tecnológicos, la apelación a los
bienes comunes es una reivindicación de democracia económica, que limita el
pensamiento único, obligatorio e impuesto en esta última época del
individualismo radical asociado al homo
economicus y a la
mercantilización de todo.
Pero es también una enorme llamada de atención a los
excesos de la burocratización estatal y a la usurpación de los gobiernos
públicos por los agentes políticos de los poderes económicos y financieros. Entre lo privado y lo público está lo común y
este redescubrimiento de lo común nos conduce a un nuevo encuentro entre lo
político, lo económico, lo social y lo natural. Mirando al pasado podemos trazar
un futuro en el que, en vez de sumergirnos en una cruel era postdemocrática y de pérdida de soberanía de los
ciudadanos, podemos construir nuevos encuentros entre el individuo, la comunidad
y el Estado.
(A toda esa compleja problemática se dedica el
último número de la publicación trimestral de Economistas sin Fronteras Dossieres
EsF , que lleva por título “El
procomún y los bienes comunes” y
sobre el que se celebrará un coloquio el 25 de febrero, a las 18,30, en el
Espacio Abierto FUHEM, Duque de Sesto 40, Madrid).
Este artículo refleja la opinión y es
responsabilidad de su autor.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Portada_Principal/Documentos/La_actualidad_de_los_bienes_comunes
En una síntesis de prácticas, saberes y posicionamientos por
otra sociedad y otro mundo posibles surge:
Una
experiencia de la Comuna Socialista en Venezuela
La
agricultura familiar comunal
1 de agosto de 2014
Por
Del
Rosario Ignacio Denis
(Rebelión)
El 2014, declarado el año internacional de la
Agricultura Familiar por la Organización de Naciones Unidas ONU, Venezuela es un
país que van aportando en la región de manera muy decidida en la creación de un
Nuevo Modelo Económico Socialista, el Eco Socialismo como principios y filosofía
de vida, el Poder Popular como principios políticos, organizativos, económicos,
ideológicos, culturales, es un país que van concretando la suprema felicidad
social, en la región reavivaron a lo que llamo Bolívar “el impulso de la
revolución”, en cuanto a la reducción del hambre y la pobreza la Revolución
Bolivariana aporto y siguen apostando en esa dirección, la meta para el 2019
según el Plan de la Patria y las grandes misiones emprendida por el Presidente
Obrero Nicolás Maduro, es “Hambre Cero”.
El tema de la crisis alimentaria en el mundo no está ausente del modelo capitalista en decadencia, el modelo de la agroindustria de la grandes Transnacionales proyecta decididamente controlar el mundo por la comida, su mayor interés en el continente Suramericano, es seguir expandiendo su destructivo modelo de monocultivo con semillas transgénicas, desplazando comunidades campesinas e indígenas, imponiendo una hegemonía del agronegocio. En este nuevo ciclo de la revolución bolivariana el papel histórico de los campesinos y campesinas, indígenas venezolanas, desde la «agricultura comunal» tienen grandes retos, luchas y esperanzas, desde esa utopía concreta es capaz de contribuir significativamente como una contra hegemonía con su modelo agrícola, es terminar de consolidar desde la experiencia de la Comuna un verdadero modelo agrario socialista.
Las acciones emprendidas por el Comandante
Chávez en esta materia dieron sus primeros pasos y es eminentemente humano, es
la esencia ética del Socialismo a lo Venezolano, satisfacer las necesidades y
los derechos de los pueblos de alimentar, la misión alimentación, MERCAL, PEDVAL,
REDES BICENTENARIA aportes para satisfacer a las deudas sociales históricas
dejada por la Cuarta República, sin ser suficiente y plenamente soberano, asumió
como gobierno la seguridad alimentaria como derecho y deber del estado
revolucionario, resultado a esa gran inversión según estadística y
reconocimiento de la FAO, Venezuela es unos de los países que más aporto en esta
materia, tales así que el director para Latino América y el Caribe de la
Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO,
Rafael Benítez el plan de erradicación del hambre que adelanta el organismo para
el 2014 llevará el nombre de Hugo Chávez.
En el marco de las grandes líneas propuesto
por el presidente Nicolás Maduro para la profundización de la Ofensiva
Económica, es necesario un “Sacudón” y sentar las bases hacia el nuevo modelo
agrario Socialista, la Agricultura Familiar Comunal tienen grandes fortalezas
para derrotar definitivamente la guerra económica de la extrema derecha, es
redimensionar el desafío ambicioso de alcanzar la Soberanía Alimentaria, como
está señalada en el plan de la patria. Este reto imprescindible del gobierno
Bolivariano no se puede improvisar, mucho menos pretender desde la lógicas
fraccionadas del estados burgués parasitaria, diseñada con el portafolio
tecnológico de la revolución verde, del monocultivo desarrollista, destructivo
de la naturaleza y la sociedad, la política agraria no está ausente de una
fuerte presión política, ideológica, tecnológica, cultural de la lógica
industrial empresarial Cadivista en decadencia, en el marco de una planificación
centralizada en ausencia del sector campesinado, el patrón predominante en la
visión del modelo de agricultura siguen desde la base de la dicotomía occidental
del progreso y el atraso, afectando directamente al pequeño productor,
conuquero, agricultura familiar, cooperativa, afecta y degrada culturalmente,
tecnológicamente, productivamente, ambientalmente, socialmente someten a una
identidad esencial para alcanzar la soberanía alimentaria.
En la Agricultura Familiar Comunal en este momento en Venezuela,
si se hace una revisión profunda a la política agraria, es posible ir definiendo
desde la organización popular un propio modelo de agricultura, que sea
políticamente soberana, económicamente viable, socialmente integrador, digna y
con justicia, culturalmente reconocido, tecnológicamente apropiado y
ecológicamente armónico. Es concretar las bases materiales para la refundación
de la agricultura Eco Socialista para la patria nueva, la experiencia productiva
agrícola y pecuaria en las Comunas, la organización popular es la más genuina y
auténtica de las familias, esta nueva forma organizativa de invención
permanente, hacia un nuevo estado comunal naciente, el saber, ser y hacer es de
forma participativa y protagónica, comunitaria, tiene un peso jurídico,
político, organizativo para el ejercicio de la verdadera democracia, el pueblo
organizado realiza sus diagnostico comunal y plan de desarrollo comunal tejiendo
lo nuevo en el territorio, consolidando un sistema económico comunal, plasmado
en la ley orgánica del poder popular, acompañado con un modelo de gestión igual
de manera participativa y protagónica, endógena y liberador.
En esa misma dirección con el gobierno
revolucionario y el pueblo organizado en comuna, asumiendo como uno de los
legados más importante del comandante supremo Hugo Chávez, el plan de la patria,
hay un firme compromiso de seguir empujando y profundizando la concreción de sus
Objetivos, política y programas, en cuanto a la agricultura, esta nueva ley
plantea como Objetivos históricos, Nacionales, estratégicos y generales lo
siguiente:
Objetivos Históricos
V. Preservar la vida en el planeta y
salvar a la especie humana
El quinto de los grandes objetivos histórico
se traduce en la necesidad de construir un nuevo modelo económico productivo
Eco-Socialista, basada en una relación armónica entre el hombre y la naturaleza,
que garantice el uso y aprovechamiento racional y óptimo de los recursos
naturales, respetando los procesos y ciclos de la naturaleza.
Objetivos Nacionales
1.4. Lograr la soberanía alimentaria para
garantizar el sagrado derecho a la alimentación de nuestro pueblo.
Objetivos estratégicos y Generales
1.4.1. Eliminar definitivamente el
latifundio. Realizar un proceso de organización y zonificación agro-ecológica en
base a capacidades de uso de la tierra y crear un sistema de catastro rural para
garantizar el acceso justo y uso racional del recurso suelo.
Política:
58. Garantizar la soberanía y la seguridad
alimentaria sobre la base del bienestar social de la población rural y el
desarrollo y ocupación armónica del territorio, en el marco del modelo agrario
socialista.
Programas:
·
Producción agrícola.
·
Organización del poder popular (productores y productoras), para
fortalecer diversas formas de organización.
·
Investigación e innovación.
·
Sistematización agrícola para la planificación, organización,
ejecución, seguimiento, control y evaluación de las actividades del sector
agro-alimentario nacional.
La característica esencial de profundizar una
nueva propuesta agrícola comunal en Venezuela, está en sus basamento jurídico y
en la organización popular establecida en el territorio, con una conciencia
política enfatizada en el Eco Socialismo y lo más ambiciosos la soberanía agro-alimentaria,
es decir los objetivos históricos, nacionales, estratégicos, generales del plan
de la patria, tiene un alcance político, jurídico, social, cultural, económico y
ambiental claro para la consolidación de un nuevo modelo agrario soberano,
productivo, ecológico y de derechos de los pueblos.
La agricultura familiar comunal rompe abiertamente la visión peligrosa de las transnacionales del agronegocio, donde engañosamente pretenden conectar las pequeñas y medianas empresas familiares de la agricultura con la empresas multinacionales, con la agricultura familiar actuar de manera recíproca y buscar beneficios y productividad en conjunto para reducir el hambre en el mundo, la gran pregunta que los movimientos campesinos, campesinas, indígenas, cooperativas agropecuaria, pequeños productores se preguntan es que: ¿Será que la familia puede resistir armónicamente con un modelo monopólico, avasallador, privatista, especulador, arrollador en la agricultura?.
Ante está
clara disputa de dos modelos antagónicos, la propuesta de la agricultura
familiar comunal, organizada en comunas en Venezuela, se apega en la política
del plan de la patria reseñada al comienzo en su numeral:
58. Garantizar
la soberanía y la seguridad alimentaria sobre la base del bienestar social de la
población rural y el desarrollo y ocupación armónica del territorio, en el marco
del modelo agrario socialista.
La propuestas de la agricultura comunal pasan
en defender la agricultura familiar, pero en el marco del poder comunal, las
comunas productivas y participativas, exigen la necesidad de incidir fuertemente
en las políticas públicas, es posible solamente en un verdadero sistema de
gobierno popular, es para combatir y no convivir con el modelo empresarial de la
agricultura, el monocultivos, los transgénicos, la agroindustria especuladora
rentista, capitalistas, que defiende solamente a las transnacionales y
latifundista, convirtiendo el derecho de los pueblos en simple mercadería. Según
Miguel Altieri: “Cuando se crea la revolución verde en los años 1950-60, se crea
un modelo de agricultura maltusiano, que percibe el problema del hambre como un
problema de mucha población y poca producción de alimentos; y que había que
cerrar la brecha trayendo tecnologías del Norte al Sur, como las variedades
mejoradas, los fertilizantes, los pesticidas, etcétera.
El desafió permanente de los campesinos y
campesinas y el gobierno bolivariano es salir de ese modelo, es la consolidación
de un nuevo modelo agrario socialistas, el presidente Nicolás Maduro llaman a la
unidad del sector con el primer Congreso Nacional Campesinos, es para abrir y
unificar debates sobres los grandes retos en materia agraria, dar formas para la
concreción del plan de la patria, la agricultura familiar comunal o la
agricultura desde la comunas puede jugar un papel fundamental para derrotar la
guerra económica y consolidar definitivamente un nuevo modelo económico
productivo socialista.
Eco Patria Comunal, una propuesta de
producción de producto y conocimiento para la refundación del nuevo modelo de
agricultura Eco Socialista de la patria nueva.
La tierra, la agricultura, en la cosmovisión
campesina e indígenas es una madre, es una cultura, es una vida, luchar y
defender a ella sobrepasan hasta la lógica de preservar y consolidar la
soberanía como un simple recurso natural estratégico para la producción, la
lucha por la tierra y territorio de los campesinos e indígenas van más allá de
la lógica economicista de desarrollo, de ahí la convicción firme de eliminar el
latifundio al primer presidente arañero campesino de Sabaneta Hugo Chávez, es de
justicia y dignidad de la patria nueva, la patria grande y socialista.
La propuesta del “Eco Patria Comunal” es una
experiencia agroecológica en la Comuna, es un centro de producción de productos
y de conocimientos, surgen la idea a partir de varios debates, asambleas,
planes, diagnostico hecho entre los comuneros y comuneras.
Las dificultades para la producción siguen
siendo la falta de algunos insumos, semillas, fertilizantes, maquinaria, control
de enfermedades de la planta, entre otros. La soberanía agroalimentaria tiene
una base política, económica, social, cultural que solo podemos concretar nuevas
experiencia con un modelo agroecológico, es romper definitivamente la lógica de
la revolución verde, es crear bases estructurales soberanas para la producción,
transformación, distribución y consumos, estos exigen una visión y una misión
endógena de manejo del territorio.
En el marco del quinto lineamiento anunciado
por el presidente Nicolás Maduro es la construcción y el fortalecimiento de las
comunas, en esa misma dirección en la zona rurales se pueden concretar estas
iniciativas de los comuneros y comuneras, la de refundar la Agropatria, con la
Eco Patria Comunal, en este espacio la juventud, hombres, mujeres y niños
asumirán el papel de producir productos y conocimiento, elaborando diferentes
tipos de insumos agroecológicos para la Agricultura Familiar Comunal, sólidos y
líquidos, manejo, producción, reproducción, guardián y distribución de la
semillas nativas, investigación y sistematización de la agricultura Eco
Socialista en cada Comuna, acompañar los patios productivos, apoyar en producto
y conocimiento a la agricultura Urbana y periurbana, es convertir en un espacio
de aprendizaje y de reconocimiento político, técnicos y productivos entre campo
y la ciudad rescatando la identidad y la cultura de sembrar su propio alimento,
sano, seguro, sabroso y soberano, que se sienta el arraigo del campo adentro
desde la agricultura familiar campesinas en las comunas y dar bases materiales,
espirituales, culturales, al gran objetivos histórico número cinco del plan de
la patria.
En el marco de las propuestas de debate del
Proyecto de Ley de Empleo Productivo para la Juventud como líneas de acción
política del nuevo sistema de gobierno popular, la gran misión saber y trabajo,
la propuestas del “Eco Patria Comunal” se pueden incluir dentro del debate a un
instrumento legal, que se prevé aprobar entre los meses de agosto y septiembre
“Vía Habilitante”.
Para juventud campesinos y campesinas su
arraigo cultural está avasallado por falta de un programa especial en el tema
formativo y productivo, existen un fenómeno en el campo, donde en su mayoría los
jóvenes prefieren abandonar sus raíces del campo y dedicar a ser Moto taxista,
sin desmerecer este trabajo, pero la juventud campesina necesita de políticas
agraria para sentir arraigado en su territorio y de esta manera contribuir con
la segunda línea de la profundización de la Ofensiva Económica en las áreas de
producción, abastecimiento y precios justos “para terminar de derrotar todos los
mecanismos de guerra económica” y alcanzar la plena soberanía alimentaria.
Contra la guerra económica del gran capital, Agricultura Familiar Comunal.
Del Rosario
Ignacio Denis. Ingeniero Agroecológico graduado en Instituto Latinoamericano de
Agroecologia Paulo Freire (IALA)
Twitter: @yiyoparaguay
Blog del
Autor :
http://ayvuguasu.blogspot.com/
Notas: