El llamado
al diálogo a la CONAIE
Castigar y
dialogar
17 de abril de
2017
Por
Inti Cartuche
Vacacela (Rebelión)
En estos días, luego de las disputadas elecciones presidenciales,
el candidato vencedor Lenin Moreno reunido con algunos dirigentes indígenas de
fracciones de organizaciones afines al proyecto de AP, ha llamado al diálogo a
la CONAIE. Ha indicado, según se puede mirar en prensa, que revisará algunos
temas sobre judicialización de la protesta y que está abierto al diálogo para
llegar a acuerdos.
Según el informe "Derecho a la resistencia y
criminalización de la protesta social" de 2015, existieron 98 personas
procesadas, de quienes 29 ya han recibido sentencia. A esto hay que sumar las
últimas detenciones ocurridas en la Amazonía sur del país en territorios
afectados por la minería como el caso del compañero dirigente shuar Agustín
Wachapá. A todo el proceso de judicialización de la protesta social hay que
añadir las muertes de compañeros shuar (Wisum, Taish, Tendetza) que no se han
solucionado hasta la actualidad. Y en general hay que recordar toda la política
de hostigamiento hacia la CONAIE y sus dirigencias por parte del gobierno, así
como las políticas estatales que han ido despojando de espacios institucionales
conseguidos con la lucha del movimiento indígena, sobre todo educación bilingüe.
Se puede decir que para el movimiento indígena, particularmente la
CONAIE, ha sido un década pérdida en términos de fortalecimiento organizativo,
de espacio político y de capacidad de incidir en la trayectoria del Estado. Es
conocida la postura del régimen que termina, en cuanto a abrir espacios de
diálogo político reales. En su lugar, repito, la política constante ha sido la
deslegitimación, el arrinconamiento y el ataque, una política de subordinación
y aquietamiento de la lucha social al
Estado y al gobierno populista en una línea que Gramsci llama "revolución
pasiva", es lo que más ha prevalecido. Cierto es que los problemas políticos
organizativos de la CONAIE no empezaron con el régimen de Alianza País, son
expresión de múltiples contradicciones internas fruto del impacto del
neoliberalismo, de los cambios sociales profundos en las bases.
Pero también es verdad que este gobierno las ha aprovechado y
profundizado llegando a tal punto de tratar de crear una organización paralela
como en el caso de la CONFENIAE actual. La política gubernamental no ha ido
dirigida a generar las condiciones sociales y políticas necesarias para la
continuidad de la movilización popular por fuera y al interior del Estado como
se podría haber esperado. En su lugar ha persistido el disciplinamiento político
del antagonismo, de la lucha popular, de las organizaciones no alineadas, una
voluntad de "sujeción o silenciamiento" de las luchas sociales al poder
estatal ha sido la política correísta de la década que finaliza.
Todo esto es necesario indicar para pensar sobre
el supuesto llamado al diálogo del próximo presidente del país. Aunque en
primera instancia dicho llamado puede significar una señal de cambio de política
del nuevo gobierno hacia los movimientos populares, o del contexto de pérdida de
hegemonía frente a las otras derechas. Queda la duda por el momento y el
contexto de polarización política en el que estamos. AP ha logrado trazar un
campo de disputa política propio donde hay poco espacio para la maniobra
política que no sea alinearse con su gobierno o con la derecha de Lasso, es
decir poco espacio real para otros proyectos de izquierda. El campo de disputa
política está totalmente marcado por AP. Su triunfo electoral aunque evidencia
un debilitamiento frente a la derecha tradicional, sigue siendo un triunfo en
relación a las organizaciones indígenas y el movimiento popular. Han logrado
dejar fuera de la disputa política a los movimientos populares. Las relaciones
de fuerza no son favorables para un real diálogo con el gobierno.
Apelando a la historia del mismo movimiento indígena cabe recordar
que los diálogos con el Estado y los gobierno de turno casi siempre se han
llevado a cabo poniendo por delante sendas movilizaciones populares e indígenas,
es decir en condiciones de fuerza favorables al movimiento indígena “solamente
hay que mirar el pasado un poquito [...] cómo se dieron los diálogos, en que
condiciones se dieron los diálogos, no es diálogo por diálogo, no es ir a
golpear la puerta y que me abran la puerta para ver qué converso, yo creo que
ahí está la falla. ¿Dónde está la agenda del movimiento indígena?, hay que
organizar esa agenda, [...] e irse con una agenda, con una propuesta, [...]
Segundo, las condiciones [...] en el pasado. O sea el diálogo se dio en el
fragor de la lucha, el levantamiento hizo que los gobiernos digan “bueno, bueno
haber dialoguemos ¿qué quieren?” ¿y ahora que? yo no digo que hay que hacer un
levantamiento, pero mínimamente generemos condiciones para que haya un
diálogo”(entrevista personal, LM, 2014).
Condiciones que en el momento presente no
existen.
La plurinacionalidad del Estado como paraguas de otras demandas puntuales del
movimiento indígena carece de un espacio político en la sociedad y el Estado
para su discusión seria.
El gobierno se
ha encargado de arrinconarla poniendo en su lugar propuestas menos políticas y
menos ofensivas como la interculturalidad “light”, el discurso desarrollista del
Buen Vivir, el ambiguo Socialismo del siglo XXI. La plurinacionalidad se ha
reducido a una línea en la constitución y a la presencia de individuos indígenas
dentro de las instituciones estatales sin base social y mucho menos con proyecto
político que no sea la revolución ciudadana. Y por otro lado, como dijimos, no
existe la fuerza necesaria, y no solo de movilización en las calles, sino sobre
todo política y estratégica para entrar en un dialogo con el gobierno.
¿Significa esto que la CONAIE debe negarse a
dialogar con el gobierno y cerrarse sobre sí misma? No necesariamente, depende
de las condiciones políticas. Creo que el gobierno debe dar señales reales de
cambio de política estatal hacia el conjunto del movimiento popular: cesar la
criminalización de la protesta social, suspender el decreto 16, parar la
deslegitimación constante de las dirigencias y de las organizaciones, parar la
política divisionista de los movimientos, las comunidades y colectivos, entre
otras cosas básicas. De tal forma que las organizaciones puedan reconstituir su
tejido social, organizativo tan golpeado durante una década y puedan recuperar
fuerza política ¿Será que el gobierno del AP está dispuesto a ceder hegemonía al
movimiento popular? ¿Será posible que cedan iniciativa política a la izquierda
crítica? Difícilmente, dada la continua centralización de la política
"aceptable" en el Estado y en el extremo en la figura de Correa. El correísmo
como proyecto populista necesita mantener un Estado "fuerte" que puede tener en
orden la casa y sostener el proceso de construcción de una nueva hegemonía
alrededor de nuevos bloques de poder. Ahí no se si caben las organizaciones como
la CONAIE.
Además, es importante entender que el diálogo
político implica fundamentalmente el antagonismo, el disenso de proyectos y
perspectivas políticas. Dado el contexto de agresión hacia las organizaciones,
el gobierno no puede esperar que aquellas se sienten a vanagloriar los “logros”
de la revolución ciudadana. Es fundamental que el gobierno tenga una actitud de
escucha y reparación de los agravios que AP y el Estado han hecho con las
organizaciones populares que no se han alineado al gobierno, cosa que debe
concretarse en hechos reales y asumir responsabilidades en el debilitamiento de
las organizaciones y la izquierda. Es fundamental que el gobierno abandone la
postura amigo – enemigo de la revolución ciudadana construida en estos diez años
principalmente por el presidente Correa, y abra un espacio realmente democrático
fundamentado en el antagonismo político y en el despliegue de la movilización
popular que es la única garantía de cambios realmente profundos en la sociedad.
Un diálogo verdadero implica entonces abrir el campo a
los sujetos políticos que llevan
a cabo las transformaciones sociales profundas: las organizaciones populares y
su continua movilización.
Finalmente, es necesario recalcar que el
diálogo entre la CONAIE y el gobierno, en caso de darse, no puede ser a partir
de iniciativas individuales y aisladas por parte de algunos dirigentes sin
mediar la organización ni la medición de la fuerza política necesaria para ello.
Como dice aquel dirigente histórico del movimiento indígena, es necesaria una
agenda potente, articuladora, estratégica y condiciones políticas más adecuadas
para la organización. Desde el gobierno, no se trata de abrir las puertas y
decir “vengan siéntense a conversar” sino que implica todo un cambio en la
política gubernamental y las estructuras judiciales que criminalizan la
movilización popular. De no ser así, el llamado al diálogo puede terminar siendo
solamente una estrategia camuflada para la continuación de la cadena castigar-dialogar y
nuevamente castigar, con la
posibilidad real de profundización de las fracturas y desarticulación del
movimiento indígena.
Creo que el momento actual para la organización
es sobre todo cuidar lo que aún queda en pie, articular las diversas
perspectivas al interior, apostar por la renovación de la agenda política y la
estrategia hacia el Estado. Es necesario encontrarnos entre nosotros, los
agraviados por este gobierno, y volver a tejer estrategias y lazos fuertes. Como
decía Silvia Rivera Cusicanqui:
"Tener afectos en espacios de lucha, eso
significa tener lealtades duraderas porque la lucha no es sólo la victoria, es
también la larga experiencia de la derrota. la euforia de la victoria es
fantástica, pero cuando viene el bajón tienes que ser leal, aguantar y es más
largo y es más tedioso, pero a veces toca... Tenemos que aguantarnos y tragarnos
la amargura de la derrota si queremos ser leales con lo que está pasando,
encontrarnos con hermanxs que han sido derrotadxs y llorar juntxs… pero eso es
muy valioso, callarse en un momento y llorar juntxs”.
Si queremos diálogo, entonces que sea mejor,
sobre todo y primero entre nosotros.
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