El Comité
Organizador del “Primer Congreso Internacional de Comunalidad. Luchas y
estrategias comunitarias: horizontes más allá del capital”, que se llevó a cabo
en la ciudad de Puebla, México, durante los días 26, 27, 28 y 29 de octubre de
2015, realizamos el siguiente pronunciamiento público en torno a una serie de
temas y preocupaciones que fueron abordados a detalle durante estos días de
discusión y reflexión:
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Ante los violentos
procesos de despojo material y simbólico a los cuales se enfrentan los
pueblos de América Latina y el mundo, desencadenados por la dinámica
incesante del capitalismo global que trata de convertir toda relación social
y toda relación humana con la naturaleza en un vehículo para la producción
de ganancias para unos cuantos; es fundamental apuntalar las luchas sociales
que emergen cotidianamente desde el sentido y la práctica común de los
pueblos y colectivos por garantizar la reproducción colectiva de la vida. Estas
luchas, que emergen desde saberes, conocimientos y haceres compartidos de
mujeres y hombres que día a día reproducen su existencia, son la base de una
emancipación siempre en curso.
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La comunalidad, lo
comunitario, lo común, son nombres que refieren a una relación social en la
cual el centro de la actividad humana es la reproducción de la vida
compartida, a partir del establecimiento de una serie de tejidos colectivos
que emergen desde la capacidad autónoma de las personas de autogobernarse,
autorregularse. Desde la palabra que circula y acuerda, y desde los acuerdos
en los que autónomamente nos obligamos, brota la capacidad y la habilidad
para ocuparnos de los asuntos que en común nos atañen. Lo común, lo
comunitario, la comunalidad no es una condición inalterada de la existencia
humana, no es una esencia: es una producción sistemática a partir del
trabajo de servicio, de faena, de tequio, de cax´qol, del trabajo en común
que se teje colectivamente para materializar los acuerdos. Si bien son los
pueblos indígenas, con profundas raíces históricas, los que más experiencia
y práctica tienen en producir estas relaciones compartidas y comunes, eso no
significa que éstas no estén permanentemente actualizadas y que puedan ser
producidas en otros ámbitos, en otras latitudes, y en espacios tan duros
como los urbanos. La comunalidad, lo común, lo comunitario es una
relación social y una multiplicidad de prácticas que se materializan en una
diversidad de presentes que apuestan y pugnan por la vida. No es, bajo
ningún punto de vista, una mera etiqueta (de la cual intentan apropiarse los
organismos internacionales de crédito o las organizaciones filantrópicas).
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Como profesorxs,
estudiantes, luchadores e intelectuales de distintas latitudes y con
diferentes temáticas de interés, planteamos la necesidad de producir un
conocimiento que sea útil para las luchas por lo común y el cuidado de la
vida. Es fundamental una reflexión epistémica que revise el sentido que
asume el conocimiento que se elabora desde las ciencias sociales y que
plantee y/o recupere formas de conocer que se articulen y se produzcan a la
par del hacer de los pueblos, sus luchas y sus horizontes emancipadores,
rompiendo con la presuntuosa, falaz y estéril aspiración de ser un
conocimiento “superior”. Se deben propiciar debates fértiles en torno a
la labor intelectual para potenciar un conocimiento que vaya más allá de la
autoreferencialidad y la legitimación de la dominación.
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El panorama político
de América Latina evidencia que si bien existen países en los que se ha dado
continuidad a un programa neoliberal, mientras que en otros se han impulsado
procesos de transformación estatal a los cuales se ha denominado como
“progresistas”, el denominador común de ambos modelos es el despojo, el
extractivismo y la intensificación de la explotación (que incluye novedosas
formas financieras), que derivan en una agresión directa a las formas
comunitarias y populares de organización de la vida. Bajo la égida del
desarrollo, ya sea a través de un patrón de acumulación que gire en torno al
mercado o a otro centrado en el control estatal, los gobiernos de la región
han quedado insertos en una práctica que tiende a consolidar la necesidad
capitalista de controlar la vida, que en realidad la niega y la deforma,
imponiéndose casi siempre a través de la represión, la judicialización, la
tortura y la muerte. Por tanto, es necesario repensar las posibilidades
de acción política a partir de una clave que subvierta la política liberal
estadocéntrica que fácilmente se conjuga con un “neodesarrollismo”, para
volver a mirar, impulsar y entender la política que desde abajo se practica;
esa otra política que busca todo el tiempo trastocar y subvertir las
herencias de la modernidad capitalista apostando a veces por la
construcción de modernidades alternativas.
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Puebla, México, sede
del Primer Congreso Internacional de Comunalidad, es una ciudad y un estado
parte de un país que durante estos últimos años ha vivido una escalada de
violencia desgarradora. La política estatal en resguardo de los grandes
capitales nacionales y transnacionales –legales e ilegales–, nos ha colocado
en un estado de guerra. En esa guerra los “enemigos” del estado somos
nosotros, los hombres, las mujeres y en general los pueblos que oponemos
resistencia a los procesos de despojo de recursos comunes y luchamos contra
la incrementada explotación del trabajo. El amedrentamiento, persecución y
asesinato de miles de personas, la mayoría luchadoras y luchadores
cotidianos, por parte del aparato represivo del estado o de organizaciones
criminales, que en la mayoría de los casos asumen una función paraestatal
represiva, se ha convertido en el mecanismo de contención de cualquier
posibilidad de emancipación. Ante esta situación es fundamental, hoy en
México, y también en cualquier otro país, reconstituir e impulsar los
tejidos sociales que permitan resguardar la vida en torno a acciones
colectivas que sean capaces de poner límites a la ofensiva de la dominación.
Hace poco más de 13 meses, 43 estudiantes de la normal Isidro Burgos de
Ayotzinapa fueron desaparecidos por policías municipales y miembros del
grupo paramilitar Guerreros Unidos, con conocimiento de miembros del
ejército y de la Policía Federal. Esta misma noche fueron vilmente
asesinados 3 otros estudiantes de la Normal y 3 personas más, todxs a manos
de fuerzas estatales. Los 43 se sumaron a más de 27 mil desaparecidxs, y lxs
asesinadxs a más de 153 mil desde que inició el sexenio de Felipe Calderón,
cuando empezó la guerra en contra del narcotráfico, que es, en realidad, una
guerra contra el pueblo mexicano. La rabia y la indignación por estos
hechos de barbarie, por los anteriores y por los que siguieron nos ha
nutrido en este congreso, desde donde exigimos la aparición con vida de
todxs lxs desaparecidos en México y ratificamos nuestro compromiso con la
lucha contra la desaparición, el feminicidio, la tortura y la muerte. ¡Vivos
se los llevaron, vivos los queremos!
- Nos solidarizamos y manifestamos nuestro compromiso, también, con las distintas luchas por la defensa de lo común, del agua, del territorio; por trabajo digno y contra el despojo múltiple que ocurre en cada vez más lugares de México, de América Latina y del mundo.
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