miércoles, 19 de abril de 2017

II. El capitalismo avanza por desaparición forzada de campesinos e indígenas que resisten. Su lucha debe involucrarnos a todos los de abajo pues:


¿Qué economía desarrolla el capitalismo 
 desde más de una deKada hasta hoy?

La centrada en el extractivismo exportador de alta rentabilidad para el polo de privilegios y con graves consecuencias socioambientales como envenenamientos, 
ruina de economías regionales
y destrucción de vitales subsistemas ecológicos.
 
 
Repitamos la convocatoria de Houtart a nosotros: "las fuerzas de la lucha social deben reconstruirse desde la base, movilizando las energías en un Frente Unido, con metas precisas y propuestas concretas, donde nadie, en particular los movimientos indígenas, pierda su identidad. Es urgente. Es posible. Mañana será demasiado tarde".Analicemos porqué no debemos postergar al desafío mediante los siguientes artículos:
 
 
 

“El suelo no absorbe el agua”

El investigador del Conicet Esteban Jobbágy sostiene que la explotación de ciertos cultivos y el desmonte quitaron capacidad de absorción al suelo, dieron nacimiento a ríos nuevos y elevaron las napas freáticas hasta la superficie.

Por Darío Aranda para Página/12
Una decena de provincias con inundaciones y emergencia agropecuaria, pérdidas millonarias y pedidos de ayuda al Estado. Esteban Jobbágy, investigador de la Universidad de San Luis y del Conicet, aporta un elemento invisibilizado: la poca capacidad del suelo de absorber agua y su relación con el uso del suelo (modelo de agronegocio mediante). Alerta que –por el avance de algunos cultivos– las napas freáticas suben y las inundaciones son (y serán) cada vez más frecuentes. Otro factor: en Argentina se desmontaron 2,4 millones de hectáreas en los últimos diez años.
 
“El actual modelo agropecuario produjo que lugares que ya se inundaban ahora lo hagan más seguido, y zonas que no se inundaban, ahora comiencen a hacerlo”, explicó Jobbágy, del Instituto de Matemática Aplicada de la Universidad de San Luis (Imasl), del Grupo de Estudios Ambientales e investigador del Conicet. Hace quince años trabaja sobre la capacidad del suelo de retener agua. Señaló que las inundaciones no dependen sólo de la lluvia, sino también de cuánto absorben los suelos y su directa relación con la capa freática (acumulación de agua subterránea).
“El manejo de cultivos tiene un impacto mayor sobre el comportamiento freático de lo que hoy se acepta en la región pampeana”, alertó en 2009, en un panel del Congreso de la Asociación de Productores de Siembra Directa (Aapresid), empresarios impulsores del modelo transgénico.

No se trata sólo de la soja, sino que hay que apuntar al modelo agropecuario, que avanzó hasta zonas impensadas, ocupó espacios de pasturas destinados a ganadería y arrasó millones de hectáreas de monte nativo.

Explicó que las inundaciones se deben al ingreso de agua “al sistema” (ambiente) y las pérdidas-egresos por evaporación (muy reguladas por la vegetación). “El uso de la tierra afecta el régimen de inundaciones”, afirmó Jobbágy, que es ingeniero agrónomo y doctor en biología. Un sólo cultivo anual (por ejemplo, soja), evapora mucho menos que otros cultivos y produce mayores excesos hídricos (y la napa se ubica más cerca de la superficie).
 
Jobbágy aclara una y otra vez que no se trata sólo de la soja, que en Argentina abarca casi el 60 por ciento del área cultivada, sino que hay que apuntar al modelo agropecuario, que avanzó hasta zonas impensadas, ocupó espacios de pasturas destinados a ganadería y arrasó millones de hectáreas de monte nativo. Según el último informe de Greenpeace (2016), en Argentina se desmontaron 2,4 millones de hectáreas desde 2007 (cuando se aprobó la Ley de Bosques, que debiera proteger el monte nativo).
 
 
Río Nuevo es el nombre del documental científico realizado en 2016 por Jobbágy y su equipo de investigación. “El árbol es una bomba extractora de agua”, resume en el documental Ernesto Viglizzo, investigador del INTA y del Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales de La Pampa. Y lo desarrolla: el árbol toma agua de la napa y logra mantenerla baja. Cuando el árbol ya no está, nadie cumple la función de “bomba extractora” y la napa comienza a subir, se acerca a la superficie. Ante la primer lluvia fuerte, el suelo ya no absorbe y la inundación es un hecho.
 
“Ya hay cuatro ríos nuevos en San Luis y uno en Córdoba”, precisó Jobbágy y advirtió: “Las inundaciones serán cada vez más seguidas y más intensas, aún si las lluvias se mantienen estables. Y claro que será peor si, como muchos investigadores señalan, el régimen de lluvia aumenta”.
El documental centró su investigación en Villa Mercedes (San Luis) y puede ser extrapolado a lo que sucede en otras regiones. Publicaron veinte artículos científicos sobre el tema y confirmaron situaciones similares en Buenos Aires, Santiago del Estero, Córdoba y Mendoza. El ascenso de la napa es tal que confirman la existencia de nuevos ríos, primero pueden ser “brazos” de los ya existentes, también lagunas que crecen, napas que llegan a la superficie. Brindan testimonios productores que tenían la napa a siete metros de profundidad, y hoy la sufren a 60 centímetros. “Esto recién comienza”, alertó Mario Galván, del INTA San Luis.
 
En mayo de 2015, Jobbágy fue uno de los disertantes del “Simposio Fertilidad”, patrocinado por grandes empresas del agronegocio. “En la región pampeana, los niveles freáticos más elevados, la menor capacidad de albergar excesos de lluvia y, por lo tanto, los anegamientos e inundaciones más frecuentes son el problema principal”, afirmó.
 
Aseguró que el avance del modelo agropecuario “generó excesos hídricos sostenidos y lo que en un principio se atribuyó exclusivamente a las fluctuaciones climáticas (lluvia), hoy aparece también vinculado a los cambios en el uso del territorio”. Citó como ejemplo la situación en Marcos Juárez (Córdoba), donde se pasó de la napa freática a diez metros (en la década del 70) a los últimos años, donde “lotes que se inundan por primera vez en la historia”.
En un artículo conjunto (con Marcelo Nosetto, Raúl Giménez y Jorge Mercau) para la Facultad de Agronomía de UBA,  Jobbágy fue más allá: “En poco tiempo, las napas a menos de 50 centímetros de la superficie y un número creciente de áreas encharcadas y lagunas podrían poner en jaque a la producción agropecuaria”. Citó como ejemplos zonas de La Pampa y Córdoba. Y precisó con números para la Pampa Húmeda: las pasturas transpiran (“evaporan”) 1075 milímetros al año, mientras que cultivos como soja y maíz de primera sólo transpiran 680 milímetros. “Estas diferencias en la transpiración inclinan la balanza hacia la ocurrencia de excesos hídricos (inundaciones) como consecuencia de la agricultura continua”, alertó.

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Argentina: Inundaciones y 

heridas que no cierran

19 de abril de 2017

"La actividad extractiva y la expansión sojera en regiones extrapampeanas se llevan puesto masas de bosque y monte natural, que como esponjas ralentizan la furia del agua, y absorben el aire cálido que hoy sub-tropicaliza al país. La pampeanización asociada, o exportación de un paquete técnico concebido para la región pampeana a ecosistemas frágiles del NOA y NEA, destruye el suelo, no es intensiva en el uso de mano de obra y precariza la poca que utiliza."

Por Héctor Zajac
La repetición de la imagen de una parte del país bajo el agua nos vuelve a interpelar: es un ritual conocido que suele durar hasta poco más allá de lo que tardan las aguas en bajar. En el ojo de la tormenta, un modelo productivo que produce algunos beneficios a cuenta de un desproporcionado empobrecimiento territorial a escala nacional. Pueblos enteros “tragados” por “flash-floods”, una arista novedosa de la tragedia. A la crecida lenta de las aguas se suman ahora inundaciones que no dan tiempo para evacuaciones, sembrando calamidades en sitios no preparados, por su extrema aridez, para diluvios que convierten el suelo no forestado en un tembladeral. Como en Comodoro o Lamadrid.
La actividad extractiva y la expansión sojera en regiones extrapampeanas se llevan puesto masas de bosque y monte natural, que como esponjas ralentizan la furia del agua, y absorben el aire cálido que hoy sub-tropicaliza al país. La pampeanización asociada, o exportación de un paquete técnico concebido para la región pampeana a ecosistemas frágiles del NOA y NEA, destruye el suelo, no es intensiva en el uso de mano de obra y precariza la poca que utiliza. Desplazados, protagonistas desesperados de años de urbanización informal en áreas bajas, diluyen la tenue brecha que en los países en desarrollo separa el riesgo del desastre.
En el interior, las tierras inundables son objeto de ocupación; al ser públicas y con grado de zonificación que prohíbe loteos, aseguran la permanencia que dan los conflictos legales con el Estado. Peor aún es un mercado legal que modificando -con la venia de autoridades- o violando zonificaciones vigentes, vende lotes baratos en áreas anegadizas. Una parte significativa del excedente se transforma en desarrollos “para pocos” que no satisfacen la necesidad estructural de vivienda creada por la pauta expulsiva del modelo, y devora humedales, la última línea de defensa contra el agua.
Lo extraordinario, o un fatalismo que suena a provocación en los oídos de los que sufren, suele ser la explicación de la política frente a los desastres cuando se gobierna. Pero en la oposición, se vuelve “experta” en ciencia y tecnología. Para asuntos socio -naturales, no hay soluciones en sentido positivista, hay prácticas de gestión del riesgo que resultan en mejoras cualitativas de la relaciones entre la sociedad y el ambiente. Las inundaciones llegaron para quedarse, la acción orientada a suprimirlas causa la frustración de lo quijotesco. Pensar en términos de aceptación y adaptación no es atraso si el objetivo es la minimización del impacto: alertas meteorológicos, instrucción de protocolos de acción frente al hecho, coordinación entre organismos y jurisdicciones pertinentes. El largo plazo obliga no sólo a obras, sino a repensar el rol de las regiones, en un proyecto de Nación con eje en su integración: lejos de “premiar” con el levantamiento de retenciones al extractivismo y al monocultivo, cerca de la ley de bosques y la planificación territorial.
“La lluvia borra la maldad, y lava todas las heridas del alma”, dice Spinetta. Acaso lo primero sea tan real como la inmensa solidaridad, marca registrada,nuestra, que floreció allí donde arrasó el temporal. Las heridas de los que lo padecen, las de los últimos años, las de ahora, aún no cierran.
Héctor Zajac es geógrafo (UBA-UNY)
Clarín
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Argentina_Inundaciones_y_heridas_que_no_cierran


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